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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.16 no.2 supl.1 Viedma dic. 2013

 

ARTÍCULO

Una lectura de Carlos Monsiváis o del sacerdocio de la lectura

 

María Teresa Sánchez1
samariateresa@gmail.com
CURZA - Universidad Nacional del Comahue - Argentina

Recibido: 12/08/13
Aceptado:
23/09/13
Publicado: 06/11/13

 


Resumen
Describir la evolución de la tradición es un tema frecuente en los ensayos latinoamericanos. Su tratamiento ha permitido revisar las relaciones entre literatura y cultura como así también delimitar territorios de la crítica. Pero, por otra parte, puede observarse que hay una construcción particular del ensayista al abocarse a ese tema. Este trabajo se propone abordar Las alusiones perdidas de Carlos Monsiváis desde la autofiguración del ensayista como un lector de tradiciones. Esta particular autoconstrucción permite visualizar nuevas representaciones en los criterios de la constitución de los cánones. Las reinterpretaciones del imaginario social giran alrededor de un análisis entre la literatura, el mercado, las influencias y la cultura a partir de un recorrido por sus historias de lecturas.

Palabras clave: Tradición; Autofiguración; Canon; Ensayo; Monsiváis.

A reading of Carlos Monsiváis or priesthood of reading

Abstract
Describe the evolution of tradition is a frequent theme in Latin-American essays. Its treatment has permitted to review the relations between literature and culture, as well as to delimit territories of the critic. But, on the other hand, we can notice that the essayist makes a particular construction when he devotes to this subject. This work intends to approach Las alusiones perdidas by Carlos Monsiváis, from the self-figurations of the essayist as a reader of traditions. This particular self-construction allows seeing new performances in the judgments of the canons' constructions. Re-interpretations of social imaginary turn around the analysis between literature, market, influences and culture from a journey through their histories of readings.

Key words: Tradition; Self-figurations; Canon; Essay; Monsiváis.


 

Toda tradición literaria se modifica, se subvierte a sí misma, se reconstruye, se inventa, se enriquece, se lee de manera distinta de un tiempo a otro o de un año al siguiente.

Carlos Monsiváis. Escribir por ejemplo

Centrado en el tratamiento de la tradición, Monsiváis recupera temas y preocupaciones frecuentes en el ensayo latinoamericano: el escritor y la tradición, la construcción del canon latinoamericano, las historias de lectura, la relación literatura/ cultura; el canon, el escritor y sus herencias, el horizonte lector, los problemas de los géneros, los bordes y desbordes de expresiones marginales y marginalizadas por el poder. Es decir discurre sobre esa variopinta red de relaciones que delimitan las filiaciones y afiliaciones en la construcción del crítico a la que atenderemos en este trabajo porque el escritor juega un papel similar al del crítico.2 La tradición literaria es concebida como un proceso constante de ruptura y transformación, en el que el ensayista inventa nuevas maneras de pensar Latinoamérica como sacerdote, entendido este término como un lector legitimado por la autoridad simbólica proveniente de la conformación de los espacios sociales.

En Las alusiones perdidas observamos una autofiguración del ensayista como lector privilegiado del canon. El texto es provocativo, en principio, por dos razones que considero primordiales: una, las perspectivas con las que lee y, por ello, puede redefinir la tradición y, en segundo término, las estrategias de autoconstrucción autoral que van sosteniendo las columnas de un edificio interpretativo y, en ocasiones, polémico sobre las posibilidades o, paradójicamente, las imposibilidades de enunciar la tradición en términos fijos, convencionales. Al discurrir sobre la lectura, tanto desde lo autorreferencial como desde el tratamiento de las políticas institucionales que reglamentan las inclusiones o las exclusiones, se construye un lector legitimado para seleccionar, proponer un nuevo orden, enunciar el devenir de la tradición.

En primer lugar, por construcción autoral entendemos la operatoria autobiográfica a la que denominamos autofiguración por medio de la que el yo se autorreferencia en la narración de sus historias de vida que, generalmente, son paralelas a sus historias de lectura. La autofiguración se vincula con la imagen pública que coincide con aquella que el individuo tiene para sí. Como aquella forma de autorrepresentación que -según lo aclara José Amícola- en los escritos autobiográficos de un autor, afianza o recompone la imagen propia que ese individuo ha llegado a labrarse dentro del ámbito en que su texto viene a insertarse. (2007: 14) Esa elección conceptual responde a que en el texto aludido observamos una autoconstrucción autoral similar a las autobiografías ya que surge de una imagen del individuo. En el caso particular de Las alusiones perdidas la génesis es un discurso de premios que luego se publica como ensayo.3 Las semejanzas residen, en especial, en la autoconstrucción de la imagen del escritor reconocido en el campo intelectual; una figura pública que reflexiona polemizando y que tiene garantizada la legitimidad de sus argumentos al autofigurarse en un lector especial, es decir, diferente de lo ordinario o corriente. Esa especialidad delimita una especificidad ya que al revisar la tradición, Monsiváis se autofigura como un lector crítico que, partiendo de los mecanismos que delimitaron las historias literarias no deja casi nada por cuestionar, por indagar. Con esto quiero decir que a través de la autofiguración recorre la construcción del canon preguntándose cómo definirlo en medio de los vertiginosos cambios culturales en los que todo influye y al que todos asistimos.

Sus reflexiones se arman por medio de un recorrido de las experiencias de lectura. Los núcleos autobiográficos contribuyen a recapacitar sobre falencias actuales a la hora de delimitar el canon. Pone en evidencia la existencia de una cierta ceguera de la crítica literaria que rehúsa ver los cambios o, en otras palabras, que sigue aferrándose a la regla, al catálogo, a la selección irrefutable sin advertir o sin querer advertir que el aparato de las influencias se movió, se mueve constantemente. La secuencia de sus experiencias lectoras va deslizando una cierta perspectiva iconoclasta de la tradición.

En Las alusiones perdidas, la autoconstrucción establece un diálogo entre la escritura del yo y una decodificación de saberes culturales fijados en los horizontes de lectura como es el tema de la tradición, el canon, el corpus, que se convierten en los ejes de su análisis.4 La experiencia personal se propone como representativa de una comunidad; su autofiguración nos invita a pensar en que cuando leemos la construcción del sujeto/autor, se nos presenta, también, el problema de la tradición.

En primer lugar, consideramos que nos propone su experiencia lectora como la del crítico poseedor de esa capacidad de tomar distancia entre ese mundo de conformidad y pertenencia y la conciencia de ver en perspectiva, de poner entre signos de interrogación la heterodoxia del poder. Nos ofrece una mirada desde la autoconstrucción de un agente escéptico que reflexiona y hace pensar en nuevos diagnósticos y nuevos modelos de interpretación.

En las primeras líneas del texto se aclara, a manera de advertencia al lector, el lugar de enunciación desde el que propone la selección y también, desde el que compartirá su historia de lecturas:

Y, aquí creo hablar en nombre de los lectores de esa cultura planetaria a la que respondemos y correspondemos, lo primero es también atestiguar la impagable deuda de gratitud con los libros sagrados (de la Biblia al Ramayana y el Popol Vuh), con los clásicos griegos, con -cito algunos para luego arrepentirme por las omisiones- Dante, Shakespeare, Cervantes, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Quevedo, Góngora, Lope de Vega, Milton, Sor Juana Inés de la Cruz. (29-30)

La cita permite sintetizar, en parte, el catálogo de autores y de obras que diagrama y, en especial, señala los procesos de conceptualización y simbolización implicados en esa elección de lecturas. Propongo seguir los derroteros de su historia de lectura con el fin de observar cómo sus reflexiones sobre el canon se van complicando desde lo históricamente aceptado hasta un tambaleante presente en que los puntos de acuerdo y desacuerdo se desvanecen, como afirmará más adelante al referirse a un cita de José Emilio Pacheco con la que se justifica el título.

Los primeros registros de lectura son deudores de libros sagrados. La referencia a la Biblia será retomada al autoreflexionar sobre la naturaleza del texto, expresada en estos términos: "¿Estas notas son autobiográficas o autobibliográficas? Si son lo segundo, como creo, menciono de inmediato el libro primordial en mi formación de lector: la Biblia, en la versión del reformador Casiodoro de Reyna (1606), revisada por Cipriano de Valera." (31). En este fragmento aparece un posicionamiento autobiográfico que está matizado por el sentido metafórico de lo "autobibliográfico". En otros términos, postula la simbiótica relación entre relato de vida y confesiones de lectura que nos recuerda los conceptos de A. Fowler al definir el canon: "[...] la literatura sobre la que ejercemos la crítica y sobre la que teorizamos no es nunca la totalidad. Todo lo más, hablamos sobre subconjuntos considerables de escritores y escritos del pasado. Este campo limitado es el canon literario generalmente aceptado." (1995: 95). Los planteos apuntados contribuyen a pensar que el recorte de Monsiváis se asemeja al subconjunto definido como la "cultura planetaria" aludida anteriormente. Un subconjunto que, en primera instancia, responde a una jerarquización del canon entendido como alfabetización. Es la lectura de lo letrado, lo escrito, lo culto lo primero que recorta en su autobibliografía. Pero no se subsume sólo a esa perspectiva. La mención de la Biblia viene acompañada de su exégesis, lo que evidencia una relación entre la letra y el control ejercido por ella en la cultura occidental y cristiana.

Posteriormente alude a sus lecturas infantiles y adolescentes. En este punto, la identificación entre leer y catalogar parece justificar una amplia gama de la serie recortada ya que todo lo leído podría ser clasificado pero inmediatamente se limita el criterio de esa supuesta generalización: "Y en la etapa del trato con los libros que se afirma en la adolescencia, el gozo (sic) del lenguaje se beneficia particularmente de la poesía". (33). Esta primacía del género poético se particulariza cuando menciona a modernistas latinoamericanos: Darío, Martí, Julián del Casal, entre otros.

La selección de Monsiváis responde a un horizonte lector que ha aceptado ese recorte y que la tarea del ensayista recuerda, reforzando, la herencia de las filiaciones. Recuperar sus primeras lecturas poéticas circunscriptas al modernismo es afianzar ese lazo filial: "Uno se arma de fragmentos de lectura, de selecciones de la memoria [...]" (35). El sujeto se constituye con esos fragmentos hasta conformar en un mismo acto de enunciación la interpretación de una tradición y su autofiguración. Se asume como un lector cuya autoridad ha sido delegada por un cuerpo de lectores a las que podríamos denominar "comunidad consagratoria" para definir esa red de poderes simbólicos, culturales, económicos que deciden los nombres autorizados, legitimados para enarbolar su historia de lecturas, su "autobibliografía" como revisiones de lo establecido. De algún modo, la autofiguración refuerza el sentido de la trayectoria del escritor; púlpito figurado cuyos pilares están hechos de esa especie de plusvalía que un cuerpo de lectores le ha depositado.

El catálogo se va completando con la misma perspectiva genérica. Luego de mencionar a los poetas, confiesa su gusto por el género policial. "La mezcla no perjudica y se puede entreverar a Darío y a la literatura policíaca [...]" (34) aludiendo a nombres como los de Agatha Christie o R. Chandler, por mencionar algunos. El próximo hito está ocupado por alusiones a O. Wilde y a C. Dickens. Sin embargo, en esta parte, lo más significativo es el enunciado introductorio a esa selección y el carácter teleológico con la que son comentadas las lecturas: "Uno se arma de fragmentos de lectura, de selecciones de la memoria bastante menos caprichosas de lo que parece". (35). Considero que en esta oración se encierran dos claves importantes: por un lado, la idea del sujeto definido en "uno" y la referencia a "armarse", en el sentido de construirse, formarse, autofigurarse y por otro, en esa frase se advierten diferencias con los comentarios anteriores atribuidos a autores y a sus obras.

¿Qué encuentro en "El ruiseñor y la rosa" de Wilde, que me hizo captar la idea de sacrificio más nítidamente que en todas las historias de los santos ¿Por qué descubrí el sentido del humor en Aventuras de Pickwick de Dickens? (No sabía que mi risa ante ese club del infortunio inauguraba la cuota que me correspondía del sentido del humor; pensaba entonces, supongo, que la burla le hacer ver al lector que el fracaso ajeno es lo más divertido que existe). (35)

La singularidad del sujeto, identificado en ese pronombre "uno" que "se arma", coincide con la autofiguración de un sujeto que amplía la función literatura al proponerse como un crítico atento a recrear estrategias de interpretación. En este sentido se convierte en un comentario teleológico ya que expresa en sí mismo la finalidad de ese enunciado. La opción que brinda es la de un canon personal construido desde uno universal y lo hace operando como un personaje público, mediático, reconocido, galardonado, referente de la comunidad lectora, perteneciente a esa "cultura planetaria".

Ahora bien, las autorreflexiones sobre la historia de sus lecturas que van configurando el texto autobio-bibliográfico y que conforman una interpretación de la tradición adquieren otro tono al abordar los vaivenes de la era tecnológica. Las hipótesis se profundizan cuando analiza la vertiginosidad de los cambios culturales y los paraderos de la tradición. La perspectiva de su indagatoria se modifica al revisar un contexto cultural en el que es imposible enunciarlo con antiguas fórmulas como civilización y barbarie, pueblo, espiritualidad, culto- popular que si bien problematizaban las relaciones sociales, simplificaban, de alguna manera, la identificación de sectores culturales.

Por eso los cambios culturales radicales se presentan como modas, en un ámbito regulado por las imitaciones serviles, la reducción de letras de boleros a tratados filosóficos, la poesía prefabricada a la publicidad [...] y las concepciones mecánicas de lo que fue Pueblo y hoy es la Gente, la última trinchera de las comunidades antes de esparcirse en los alrededores del mercado. (37)

Como podemos observar, la problemática radica en la complejidad actual a la hora de delimitar el corpus y, por ende, de diagramar el canon. En otros términos, se pone de manifiesto que los muros de la república de las letras sufrieron algunos temblores. Con esto queremos decir que ya no son significativas palabras como novela, poesía, lo culto, lo popular cuando los límites de las identidades, entendidas como la cualidad de lo que puede ser identificado, se corren, se desbordan, están siendo interrogados continuamente. Pensemos en la dimensión que puede adquirir, en este marco, la problemática que encierra plantear el cambio simbólico entre "pueblo y gente" o advertir de los desplazamientos en expresiones antes definidas como populares, como en el caso de los boleros, conviviendo con tratados filosóficos. (Cfr. 37) El planteo de Monsiváis recupera los ejes de las instituciones al poner en evidencia que la demarcación de los espacios simbólicos y la organización de ciertas imágenes territoriales es un asunto conflictivo. Es decir,lo que antes se definía como un conjunto de obras y autores de diversos géneros, representantes de literaturas nacionales -criterio al que aun considerando su naturaleza múltiple no ofrecía polémica- ahora es motivo de constantes revisiones.

Pero el tratamiento de la problemática se agudiza al señalar que la emergencia de sensibilidades negadas o representadas de otro modo ha hecho surgir nuevas ideologías y naturalizar comportamientos antes proscritos, factores que contribuyeron a liberar vocabularios prohibidos. Se han reconsiderado las minorías y las heterodoxias culturales. Por eso, irónicamente, entre paréntesis, subraya: "(Lo ya inencontrable es el sitio exacto de la ortodoxia)" (39). Entre paréntesis, ese enunciado soslayado, adquiere un lugar nuclear porque, precisamente, la problemática reside en que las ortodoxias ya no dan respuestas. Nada parece escandalizar a nadie y las tipologías genéricas con sus particularidades se mezclan, se invaden: "[...] y a la novela policíaca se la hace depositaria del realismo social (Los seis balazos lo derrumbaron nada más a él, no a su clase social")" (40). El sincretismo de las urbes ingresa en un sincretismo literario y las definiciones de la literatura como representación de mundo no parece ser tan clara.

El contexto que rodea la situación de la tradición, estos desbordes o, en estos términos, ese estado actual de la cuestión, marcados por cierto grado de factores hiper, son caracterizados por reflexiones como "La mayoría de los personajes dispone de varios contextos pero sin un texto a la disposición". (41) En definitiva, la falta radica en que no existe un texto-tejido que ordene, figuradamente, los hilos de la madeja y que con la tranquilidad de un canon ortodoxo regule, reglamente, legitime. Este planteo tiene un remate importante que desafía, de alguna manera, la conformación de las relaciones filiales: "El tiempo presente y el tiempo pasado están quizá contenidos en el tiempo presente. Leído ahora, el pasado revela otras tensiones, vínculos distintos [...] todo transcurre tan rápido que es imposible fijar las emociones, detente momento, antes de que llegues ya has transcurrido, lo posmoderno suele ser la evocación melódica del culto al Progreso, ya extinguido."(41)

El fragmento advierte, en primera instancia, una variable al concebir el tiempo histórico ya que conceptos como revolución, destino, progreso o desarrollo que, en algún momento, sirvieron para el análisis del concepto de historia, se modifican al fragmentarse las influencias: "No han pasado en vano ni Freud ni Marx ni los surrealistas [...] ni la fragmentación de la experiencia que depositan las vivencias en videoclips" (41). Esto conlleva una problemática en la literatura ya que "construye simultáneamente las técnicas para abordar lo vivido o lo imaginado" (41); la literatura de mercado inventa un mundo ideal capaz de reproducir la etapa en que la industria cultural y la respuesta popular produjeron obras maestras.

Estas reflexiones que, en algunos casos, resultan planteos abiertamente polémicos, tienen una conclusión más desafiante aún: "Ahora las influencias vienen de donde sea, lo que significa que no llegan con la carga canónica que las distinguía" (44); expresión que, por un lado pone en tela de juicio la vigencia de la teoría de las influencias, como la definió Harold Bloom y, por otro, determina una posición respecto al canon diferente a la que deslizó en las primeras líneas. En todo caso lo que leemos como diverso no es más que ese escribir como "prueba" o "intento", característico de la modalidad ensayística, que no pretende agotar el tema sino que va corporeizando en sus reinterpretaciones. (Cf. Gómez Martínez 1981:33)

Ahora bien, si las influencias "vienen de donde sea", cuál o cuáles pueden ser los orígenes. Delimita algunos: los recursos del cómic, la fotografía artística, los dibujos animados, el kitsch, los grandes íconos de la pintura moderna, de la perspectiva de género, la historia religiosa del siglo XII, los mensajes de una secta, las performances y las instalaciones. Esta lista evidencia una reflexión en torno al canon que atiende a la diversidad de prácticas discursivas involucradas en el corpus, por un parte y por otra, que revisa la relación tradición y la identidad nacional. Plantea la situación actual de los artistas del siglo XXI reflexionando sobre la relación entre la individualidad y el posicionamiento en el canon, advirtiendo que "(lo propio del arte actual es la creación de los cánones que lo evalúan pronta o póstumamente, sí [sic] los libra de la exigencia de representar un país, una cultura, una creencia, un temperamento histórico [...]" (44). Sin embargo, más adelante expresa: "Un canon- el irrebatible de lo bien escrito aún funciona pero es cada vez más arduo de explicar [...]" (86). Si analizamos en conjunto las procedencias de las actuales influencias, según el escritor y este último planteo encontramos, al parecer, una contradicción. Por un lado, cuestiona la categoría genérica pero, por otro, la da como una de las posibilidades de las influencias. Este planteamiento demuestra que las dificultades para acordar los criterios de los cánones actuales en los estudios de la literatura también son materia de escritura en los escritores. Como sostiene Walter Mignolo, la apertura del campo de estudio del canon al corpus llevó a revisar no sólo las diversidades discursivas involucradas en el corpus, ligadas a la diversidad lingüística sino también la movilidad social con su consecuente producción de zonas fronterizas y productos lingüística y culturalmente híbridos. (Mignolo 1995: 29)

El análisis de Mignolo contribuye a pensar que al moverse los principios del género que contribuían a seleccionar y jerarquizar, también se desplazan sus criterios. Por eso, considero que la noción de práctica discursiva y diversidad lingüística resultan fundamentales al revisar el canon y que las revisiones de Monsiváis sobre la tradición se corresponden con ese posicionamiento crítico. En primer lugar, partiendo de un registro autorreferencial, ofrece su historia de lectura señalando un criterio ortodoxo del canon. En esos términos, observamos que el canon se define por la elección de libros pertenecientes a una aceptada república de las letras, deudora de una práctica de escritura culta, definida por géneros y por clasificaciones históricas de las estéticas, como el caso de los poetas del modernismo. Pero, con el transcurrir de sus reflexiones advertimos que ese criterio no alcanza para hablar del canon en la actualidad. Al plantear que las fuentes ya no se visualizan tan nítidamente, que las influencias pueden provenir de diversas génesis como el cómic, la fotografía, el kitsch -como se aludió anteriormente- acuerda en reordenar el canon a partir de las prácticas discursivas al constatar el desplazamiento de antiguos paradigmas. Problematiza el tema hasta el punto de enunciar: "Por eso aventuro la hipótesis: en estos años la tradición es aquello que vendrá o sobrevendrá, no el punto de partida." (36). Es decir, nos invita a repensar la movilidad de la tradición como una invención que se recrea y que ha perdido su condición de norma fija a seguir. Este trabajo, paradójicamente, ha considerado las reflexiones de Monsiváis como un punto de partida, como una mirada desde la construcción literaria para repensar la tradición; temática en constante mudanza en la que todos nos animamos a programar las hipótesis.

Notas

1. María Teresa Sánchez es Magister en Letras Hispánicas por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Desde 1996, docente en el CURZA, Universidad Nacional del Comahue; actualmente a cargo de la cátedra de Literatura Latinoamericana en el Profesorado en Lengua y Comunicación Oral y Escrita. Coordinadora del Centro de Estudios Literarios. Integra el comité académico de la Especialización en Educación Literaria. Es coautora de Moradas narrativas. Latinoamérica en el siglo XX (2012) Memorias del silencio. Literaturas en el Caribe y en Centroamérica (2011) Travesías del ensayo latinoamericano del siglo XX (2007). Ha publicado artículos en revistas nacionales e internacionales.2. La idea de lector como sacerdote es tomada de Pierre Bourdieu. Según el autor, en la tradición medieval, se oponían el lector que comenta el discurso ya establecido y elauctor que produce discurso nuevo. En la división del trabajo intelectual, la distinción es equivalente a la del profeta y sacerdote en lo religioso. Para el trabajo religioso, la autorictas del profeta se funde sólo en su persona, su carisma; ésa es la única legitimidad de su palabra. Por el contrario, el sacerdote es un lector cuya autoridad es delegada por un cuerpo de lectores hegemónico, la Iglesia, fundada, ésta, en la autorictas del autor original. (Cfr. Bourdieu 1981: 115-116).Como consideramos que el posicionamiento de Monsiváis es similar al del sacerdote, según los términos puntualizados, nos hemos permitido el uso de esa imagen para expresar nuestros planteos.

3. Monsiváis, Carlos. Las alusiones perdidas. Barcelona: Anagrama, 2007. Todas las citas de este trabajo pertenecen a esta edición.

4. En el texto de Monsiváis se alude a tradición y a canon, en ocasiones, como entidades iguales. En este trabajo, nos referimos a canon concebido en términos de estructuras simbólicas de poder y de hegemonía que se convierte en una parte del corpus concebido en términos de estructuras simbólicas tanto de poder y hegemonía como de oposición o resistencia a través del espacio social. (Cfr. Mignolo 1995: 24-25)

BIBLIOGRAFÍA 

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