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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.17 no.2 Viedma dic. 2014

 

ARTÍCULO

Igualdad y justicia distributiva en la cooperativa neuquina Cae Babylon

 

Fernando Lizárraga y Laura Duimich
falizarraga@yahoo.com.ar duimich@hotmail.com
CONICET-Centro de Estudios Históricos de Estado, Política y Cultura; Facultad de Humanidades-Universidad Nacional del Comahue. Argentina

Recibido: 30|04|14
Aceptado: 01|09|14

 


Resumen
El presente artículo constituye una aproximación general al estudio de una experiencia contemporánea de cooperativismo socialista, que es producto de las innovaciones surgidas de la crisis de los años 2001-2002, se inscribe en el campo de la denominada nueva izquierda, y, a su modo, busca "prefigurar" una sociedad igualitaria a través de dispositivos y prácticas que -sin descuidar la eficiencia ni la calidad-, corresponden –según veremos– a principios distributivos socialistas. Así, en primer lugar, buscaremos caracterizar sucintamente la situación del socialismo y de la nueva izquierda en la que se inserta la Cooperativa de Trabajo y Consumo Cae Babylon Limitada. En segundo lugar, realizaremos una descripción de la cooperativa: su historia, sus metas, su organización, etcétera. Y, en tercer lugar, procuraremos identificar los principios distributivos socialistas (y específicamente marxianos) que subyacen a la práctica de la cooperativa neuquina.

Palabras clave: Nueva izquierda; Prefiguración; Socialismo; Igualitarismo; Justicia.

Equality and distributive justice at Cae Babylon cooperative in Neuquen

Abstract
This paper represents a general approach to the study of a contemporary socialist cooperative experience, which originates in the innovations born during the 2001-2002 crisis, that falls within the field of the so called new left, and that, in its own way, seeks to foreshadow an egalitarian society through devices and practices which –without neglecting neither efficiency nor quality- correspond –as we shall see– to socialist distributive principles. Thus, first of all, we will try to briefly outline the situation of socialism and the new left where the Cooperativa de Trabajo y Consumo Cae Babylon Limitada belongs. Secondly, we shall describe the cooperative: its history, goals, structure, and so on. And, thirdly, we will endeavor to identify the socialist distributive principles (Marxian, to be precise) that underlie the practice of this cooperative in Neuquén.

Key words: New left; Foreshadowing; Socialism; Egalitarianism; Justice.


 

INTRODUCCIÓN

De los muchos episodios que marcan hitos en la tradición socialista, quizá pocos conciten tanta simpatía como la Comuna de París de 1871. Su trágico desenlace, narrado por Karl Marx en una crónica vertiginosa –y repleta de teoría–, no opaca su carácter de evento singular, en el cual se produjeron transformaciones radicales en todos los planos de la vida social. Por haber sido un acontecimiento único, capaz de hacer existir lo inexistente –esto es: el poder de la clase trabajadora autoemancipada– es que Alain Badiou lo ha definido como una singularidad, condensada en setenta y dos días que, en buena medida, anticiparon rasgos del futuro. No exageraba Marx cuando calificaba a los obreros y obreras parisinas –masacrados por miles tras haber dado nacimiento a la primera experiencia de poder obrero– como los heraldos gloriosos "de una nueva sociedad" (Marx 1973a: 164). Y entre los rasgos de esa nueva sociedad, además de sus muy conocidas instituciones democráticas, estaba precisamente el surgimiento de una constelación de cooperativas que, articuladas en función de un plan central, darían forma al sistema productivo a escala nacional. La existencia de ese conglomerado de cooperativas suponía, desde luego, la "abolición de la propiedad de clase", la realización efectiva de la propiedad individual y la transformación de los medios de producción en "instrumentos de trabajo libre y asociado" (Marx 1973: 148). Para Marx, en efecto, el "comunismo realizable" insinuado en la Comuna debía consistir en "sociedades cooperativas unidas [que regulen] la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía [...] de la producción capitalista" (1973: 148).

La Comuna, claro está, recogía una tradición de lucha obrera y de emprendimientos asociativos que habían florecido en medio de la revolución industrial, incluso en las mentes (y en los febriles experimentos) de reformadores sociales, entre los que descollaban los denominados socialistas utópicos. Tal como observara Marx en sus manuscritos parisinos, los obreros franceses –por caso– habían hecho de la asociación ya no un medio para un fin, sino un fin en sí mismo. Estos momentos asociativos, estas irrupciones sobre la lógica del capitalismo, se reiteraron en las revoluciones y alzamientos del siglo XX; desde los soviets a los consejos de fábrica italianos, desde las cooperativas rurales chinas o cubanas, hasta las fábricas recuperadas durante la resistencia a las políticas neoliberales. Así, la tradición del "trabajo libre y asociado" inaugurada por la Comuna ha resurgido una y otra vez. Y esta vez, en Neuquén –junto a la muy conocida experiencia de control obrero y cooperativización de FaSinPat (ex Zanón)– se observa el nacimiento de otras experiencias autogestivas, entre las que se cuenta Cae Babylon,una cooperativa dedicada a la producción de alimentos elaborados (panes rellenos, pizzas, empanadas, ensaladas, etc.), que participa activamente en diversas luchas sociales y que, tras siete años de permanencia, se ha consolidado como un espacio alternativo con identidad propia.

En las páginas que siguen, realizaremos una aproximación general al estudio de esta experiencia contemporánea de cooperativismo socialista, que es producto de las innovaciones surgidas de la crisis de los años 2001-2002, que se inscribe en el campo de la denominada nueva izquierda, y que, a su modo, busca "prefigurar" una sociedad emancipada a través de dispositivos y prácticas que –sin descuidar la eficiencia ni la calidad–, corresponden –según veremos– a principios distributivos socialistas. Así, en primer lugar, buscaremos caracterizar sucintamente la situación del socialismo y de la nueva izquierda en la que se inserta la Cooperativa de Trabajo y Consumo Cae Babylon Limitada. En segundo lugar, realizaremos una descripción de la cooperativa: su historia, sus metas, su organización, etcétera. Y, en tercer lugar, procuraremos identificar los principios socialistas (y específicamente marxianos) que subyacen a la práctica de la cooperativa neuquina.

CRISIS, RESISTENCIAS Y ALTERNATIVAS

Definir la situación del socialismo hoy no es una tarea fácil, ni resulta sencillo encontrar unos pocos adjetivos que permitan caracterizarla de un modo adecuado. Esta dificultad se debe, en parte, a que estamos ante un campo en el que confluyen enfoques teóricos diversos y prácticas políticas de distinto tenor. Un ejercicio de disección que nos ayude a clasificar movimientos y teorías, estilos y fórmulas, no parece apuntar en el sentido correcto a la hora de abordar el estudio de una tradición en la que los cismas y rupturas han sido tan habituales. Sin embargo, creemos pertinente dedicar unas líneas a la consideración de esta temática, para poder situar el caso de la Cooperativa Cae Babylon dentro de un contexto más amplio de experiencias de organización autogestionada, en tanto expresiones de las luchas anticapitalistas contemporáneas en Argentina1.

Las barreras que históricamente se han interpuesto entre la teoría y la práctica no sólo han debilitado la fuerza de las luchas políticas, sino también los intentos de dar respuesta a uno de los problemas más acuciantes del marxismo contemporáneo: explicar las razones de su actual impotencia práctica, mientras "se muestra sin embargo eficaz para describir y prever los sucesos presentes" (Petruccelli, 2013: 13). Sobre este punto, Ariel Petruccelli destaca que sin un diagnóstico adecuado que apunte a explicar el fracaso de los intentos revolucionarios del siglo XX, la reinvención del socialismo quedará truncada, y que necesariamente la voluntad de reflexionar en términos estratégicos debería comprometerse con el desarrollo de una cultura antisistémica y socialista (2013). Y la construcción de esta cultura debe darse, inevitablemente, en un marco muy distinto al de las revoluciones del siglo pasado: ahora, según Petruccelli, los procesos emancipatorios han de ocurrir dentro y contra la democracia burguesa; dentro y contra el posmodernismo (2013: 28 y 33).

Es necesario, además, tener en cuenta que los referentes teóricos de la nueva izquierda que escribían a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, lo hacían desde un mundo en el que todavía no habían sido aplastadas las tentativas socialistas que buscaban la emancipación a partir de la toma del poder concentrado en el Estado. Durante las décadas que nos separan de aquellos años, hemos asistido a la ofensiva capitalista a partir de la implementación del modelo neoliberal a escala planetaria –llevada a cabo de una forma especialmente brutal en América Latina– y a la caída del bloque liderado por Moscú. Así, en nuestra región, el disciplinamiento social generado por las dictaduras militares –y prolongado por los gobiernos democráticos a partir de la ejecución de las medidas urdidas por el Consenso de Washington–, tuvo como consecuencia el retroceso de las luchas sociales. Valiéndose de estos resortes, durante los años noventa, la hegemonía neoliberal continuaba su expansión cada vez más segura, sin enemigos a la vista tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética.

Hacia finales de esa década, en Argentina, vastos sectores que habían sido expulsados del sistema a partir del desmantelamiento del aparato productivo, la reforma del Estado y la privatización de empresas públicas, protagonizaron nuevas formas de protesta social. Efectivamente, en un contexto en que la "modernización" era promovida por los portavoces del discurso oficial, lo único novedoso para las mayorías subalternas radicaba en un cambio en las condiciones materiales. Ahora, esas mayorías se habían convertido en grupos de trabajadores precarizados o desocupados, cuya forma de manifestación emblemática era el piquete. Esta forma de lucha y participación política adquiere especial relevancia, ya que se trata de una práctica reinventada en la misma provincia en la que se desarrolla la experiencia cooperativa de Cae Babylon.

Los movimientos surgidos al calor de estas luchas fueron los que crearon nuevas formas de organización durante la crisis de 2001-2002: las asambleas barriales, las experiencias de economía solidaria y las prácticas de autogestión –entre otras– conformaron lo que entonces fue, en parte, una estrategia de supervivencia, pero también, y más importante aún, una clara señal de un cambio de rumbo, de una nueva estrategia política que comenzaba a vislumbrarse. De este modo, allí donde el Estado ya no estaba, los movimientos tomaban su lugar: no se disputaba el acceso a posiciones dentro del Estado, sino que la confrontación se expresaba en que los movimientos actuaban "en paralelo" al mismo. Al respecto, Jorgelina Matusevicius afirma: "la necesidad de disputar en territorios particulares y el desarrollo de experiencias microsociales con cierta envergadura, pero de carácter restringido, abonaron a una idealización de su potencialidad [lo cual] se expresó en el planteo autonomista que propone una acumulación progresiva de experiencias 'alternativas'" (Matusevicius 2013:121). Sin embargo, como señalan Martín Mosquera y Tomás Callegari, ésta es la etapa que corresponde al inicio del proceso de recomposición organizativa de las clases subalternas, en la que "el surgimiento de las luchas sociales más elementales, de movimientos reivindicativos sin mayor elaboración programática, constituyó una genuina forma de lucha política para un momento en que lo prioritario pasaba por la regeneración del tejido social y organizativo, requisito elemental para una posible reconstrucción política del movimiento socialista" (Mosquera y Callegari 2013: 143)2.

En los años recientes, y superada aquella etapa inicial, el debate de la nueva izquierda se orienta hacia la discusión de las estrategias que deberán asumir los movimientos, a partir de la consolidación de una amplia cultura socialista (Petruccelli 2013: 29) y del ensayo de luchas y herramientas organizativas que avancen en la caracterización de sí mismos (Matusevicius 2013: 121). Así, si bien se trata de espacios políticos en formación, luego de la instancia defensiva y reivindicativa, "se comienza a avanzar hacia el momento de la lucha política hegemónica [...] en el que se intentan articular alternativas políticas [y] propuestas programáticas de los 'de abajo'" (Matusevicius 2013: 121). Al interior de la cultura política de los movimientos anticapitalistas actuales, cobran protagonismo las denominadas prácticas prefigurativas y el concepto de poder popular. Al respecto, Matusevicius hace hincapié en que esta construcción de poder popular no surge espontáneamente ni ocurre sólo en los momentos de confrontación más visible, sino que debe ser realizada, también, en pequeños ensayos cotidianos (Matusevicius, 2013: 124). La experiencia de Cae Babylon constituye un "ensayo cotidiano" que, según veremos, prefigura un espacio postcapitalista sobre la base de principios y prácticas coherentes con la tradición socialista3. 

"TRABAJAR PARA VIVIR"

Cae Babylon -o simplemente Cae- se formó a mediados de 2007, en un contexto signado por problemas estructurales y violencia represiva4. El problema estructural se caracterizaba, entre otras cosas, por "la desigualdad y la falta de oportunidades para los/las jóvenes en Neuquén" y por la persistente "hostilidad del mercado" (Cae Babylon 2011: 7). La violencia represiva, en tanto, se había manifestado en el asesinato del profesor Carlos Fuentealba, durante la huelga del sindicato docente de Neuquén, en abril de aquel año. Desde luego, Cae no era una creación repentina, puesto que reconocía como antecedente la iniciativa de un grupo de hermanos que, para costear sus estudios, ya desde 2003 vendían panes rellenos en la Universidad Nacional del Comahue. En rigor, la idea de ampliar el emprendimiento y convertirlo en una cooperativa se había gestado en el marco de las intensas luchas estudiantiles de los años 2004 y 2006, contra las acreditaciones de la CONEAU y por una democratización del Estatuto de la universidad. Así y todo, en un escenario sumamente difícil y "desgarrados" por el crimen de Fuentealba, los cooperativistas fundaron Cae Babylon e iniciaron un recorrido repleto de "altibajos", debidos en gran medida a la lógica "voraz" del mercado (alquileres onerosos, servicios ineficientes, etc.). Aunque en ciertos momentos fue inevitable hacer "concesiones" -y a pesar del éxodo de algunos de sus fundadores-, el proyecto se sostuvo y se consolidó alrededor de un "objetivo solidario" que, como veremos, revela la presencia de principios distributivos propios de la tradición socialista: "acceder a trabajos dignos y autogestionados, acordes a las necesidades de cualquier trabajador/a" (Cae Babylon 2011: 8). El principio socialista que aquí se afirma es aquél según el cual una sociedad comunista plenamente desarrollada debe distribuir los beneficios sociales según las necesidades de las personas (ver §3). Pero antes de abordar los principios distributivos, conviene examinar la dinámica de la cooperativa, en torno a tres dimensiones principales: a) productiva, b) política-social y c) cultural.

Un primer aspecto relevante de la dimensión productiva (pero que no es exclusivo de ésta), según explican en Cae, reside en el hecho de que "la organización interna es asamblearia". Una vez por semana se realiza la asamblea de trabajadoras y trabajadores para debatir y resolver todos los asuntos propios de la cooperativa y para sumar un espacio de socialización más allá de la dinámica del proceso productivo. A su vez, hay seis plenarios anuales para el tratamiento de asuntos "que ameriten mayor tiempo de análisis y resolución" (Cae Babylon 2011: 9). Por el momento -y pendiente de futuras indagaciones- puede afirmarse que la forma asamblearia adoptada en Cae Babylon satisface los requisitos mínimos de una democracia procedimental (Dahl 2008: 23-24; 1998: 109-127)5. En el caso de Cae, tal como se desprende de los testimonios de sus integrantes, los mecanismos democráticos no son meros dispositivos de toma de decisiones, toda vez que en la práctica aspiran a cumplir con una precondición de la democracia sustantiva: la igualdad de condición, especificada aquí en función de la equidad en la distribución de las cargas (trabajo, responsabilidades) y los beneficios (salarios). O, si se quiere, puede decirse que los cooperativistas de Cae se preocupan por mantener niveles comparables de disfrute agregado (Cohen 2011: 24).

Ahora bien, la organización del proceso productivo surge de una combinación de criterios políticos y requisitos técnicos. En tal sentido, los integrantes de Cae señalan:

[n]uestros puestos de trabajos son rotativos. Se trata de una forma de organización interna compleja que, si bien requiere más esfuerzos y comprensión de nuestros/as asiduos compradores [...], permite que quienes trabajamos en la cooperativa aprendamos y conozcamos todo el proceso productivo. Para ello, consideramos las diferentes cualidades de cada uno/a de nosotros al momento de distribuir las responsabilidades. Ningún/a compañero/a supera las treinta horas de trabajo semanales. Es una pauta que consideramos necesaria para poder cumplir lo que llamamos "trabajar para vivir y no vivir para trabajar". Porque las personas precisamos tiempo: tiempo para disfrutar con nuestras familias, para educarnos, recrearnos, socializar, etcétera. Es decir, para tener una vida saludable. A diferencia del mercado laboral capitalista, que maximiza la extracción de plusvalía de parte de las patronales al punto de naturalizar parámetros de 48 o 54 horas semanales de trabajo, en los mejores casos (Cae Babylon 2011: 9).

Formados en la militancia y el trabajo cotidianos, en las lecturas de clásicos y contemporáneos de la cultura de izquierdas (desde los manuales de Marta Harnecker hasta los textos de Néstor Kohan), y también en las escuelas para dirigentes sociales (como la Escuela Nacional Florestan Fernandes, del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, de Brasil), los cooperativistas de Cae desarrollan una praxis anticipatoria del futuro, en el aquí y ahora. En otras palabras, y a tono con un concepto clave para la nueva izquierda, Cae "prefigura" rasgos fundamentales de la sociedad postcapitalista (deseable).

El trabajo rotativo implica igual reparto de cargas –un complejo de trabajo equilibrado, a decir de Michael Albert6– y genera las condiciones para superar la alienación respecto del proceso productivo. Implica, en lo concreto, una igual distribución de responsabilidades, en función de las diversas cualidades individuales. Hay aquí un intento de superación de la mirada unidimensional típica del capitalismo, que considera a todos y cada uno sólo como trabajadores al momento de fijar las porciones distributivas. En Cae, como veremos en §3, si bien opera el principio socialista de retribución según la contribución laboral, lo hace restringido por otras consideraciones (las necesidades, las cualidades personales), en un pluralismo de valores que -como diría Marx- trasciende "el estrecho horizonte del derecho burgués".

La jornada limitada de trabajo -por debajo de las 40 horas semanales fijadas por ley- es, a la vez, un concreto gesto anti-sistémico y, además, un elemento prefigurativo de la sociedad postcapitalista, en la cual, casi por definición, se reducirá al mínimo el tiempo de trabajo socialmente necesario. En Cae, la sola práctica de la jornada reducida apunta hacia un horizonte que los cooperativistas vislumbran como deseable: el "reino de la libertad" que existe más allá del "reino de la necesidad", según la famosa expresión marxiana. En este mismo sentido, el lema "trabajar para vivir y no vivir para trabajar", sitúa a Cae en el centro de la tradición socialista y también en el núcleo del buen sentido de la clase trabajadora. Trabajar para vivir sin vivir para trabajar es una noción que remite a la exigencia de contribuir a la creación de riqueza común; que evoca la estipulación saintsimoniana -de inspiración paulina- de que quien no quiera trabajar no tiene derecho a comer (estipulación que Engels consideró adecuada); y que apunta –junto a los dispositivos de rotación y jornada semanal reducida– al núcleo de la crítica marxista de la explotación: que ésta es un robo de tiempo de trabajo, y de condiciones de vida (aspectos apenas cuantificables en términos de plus valor). En la cooperativa, a diferencia de la empresa capitalista, los integrantes producen su propio tiempo libre y las condiciones para el disfrute de ese tiempo: nada más lejos de la lógica del mercado.

Como decíamos, en Cae Babylon, el plano tecnológico de la dimensión productiva no está escindido del plano político. Según los cooperativistas, la asamblea, como cima del sistema de toma de decisiones, se conecta con un conjunto de comisiones de trabajo en las que participan todos quienes tienen funciones en la producción. A su vez, participar y asumir responsabilidades en las comisiones (que brindan sus informes semanalmente en la asamblea) genera un reconocimiento en términos salariales. Y aunque por ahora no vamos a detenernos en estas cuestiones -porque nos interesa fundamentalmente pasar a examinar los principios socialistas que operan en la dinámica de Cae- vale subrayar que para "mejorar cualitativamente" el trabajo, en la cooperativa recurren a las técnicas desarrolladas por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y las aplican en aspectos tales como "manipulación de alimentos", "seguridad e higiene", "comunicación", "administración", "costos" y "organización del trabajo" (Cae Babylon 2011: 9). Las innovaciones en el proceso productivo redundaron, por caso, en la apertura de otro turno de trabajo y la incorporación de nuevos integrantes. La vinculación de Cae con el INTI -y también con programas del Ministerio de Trabajo de la Nación- muestra que, a diferencia de los autonomismos puros que emergieron a principios de los años 2000, el socialismo de Cae intenta servirse del Estado sin convertirse en su sirviente, y sin ignorar -o desaprovechar- las posibilidades de desarrollo que ofrecen las nuevas tecnologías7.

En la dimensión "política" -que debe entenderse aquí en su sentido más convencional-, Cae participa orgánicamente de la Corriente de Organizaciones de Base (COB)-La Brecha y se relaciona con diversas organizaciones sociales, escuelas públicas y otras cooperativas, con las que articulan instancias de formación laboral, pasantías, asesoramiento y asistencia. Pero la presencia de Cae va mucho más allá, puesto que, por caso, promueve el apoyo a diversas luchas e iniciativas sociales a través de las campañas que genera en sus envoltorios –sellos con consignas–, o en sus pizarrones, que no son espacios de publicidad de productos y precios, sino muros para la propaganda política. Dicho por sus propios integrantes, estas acciones parten "[d]esde la base de que la solidaridad entre los/las trabajadores nos permitirá construir un futuro más humano" (Cae Babylon, 2011: 11).

En cuanto a la dimensión cultural -qué solo mencionaremos brevemente y con afán de completud, ya que será motivo de futuros estudios-, cabe señalar que en Cae apelan a la noción de sentido común de cultura (en tanto artes y espectáculos), pero sabedores de que lo suyo es cultural en un sentido más preciso, ya que se reconocen como parte de una muy específica cultura de izquierdas. En efecto, los cooperativistas sostienen que su tarea no es otra que la de desarrollar sus espacios para afirmarse "sobre las bases de una cultura del trabajo que rompa con los esquemas capitalistas. Que sea solidaria, comprensiva, crítica, educadora y transformadora de nuestra sociedad" (Cae Babylon 2011: 14). Esta "cultura del trabajo" -que, como vimos, no es el mero trabajo para vivir, ni el desesperado vivir para trabajar- se erige, a su vez, sobre principios distributivos que, a nuestro entender, corresponden a las clásicas normas distributivas de la tradición socialista, en general, y marxista, en particular.

PRINCIPIOS SOCIALES

La teoría política contemporánea –animada por un sofisticado debate en torno a la idea de justicia social– ha generado un ámbito propicio para la revisión de los principios de justicia distributiva en el socialismo. Un tema que durante mucho tiempo había sido casi ignorado, o eclipsado por los triunfos explicativos del marxismo, volvió a cobrar relevancia cuando se hizo notorio que la ciencia socialista no tenía respuesta para todo, y que no bastaba con pronosticar el socialismo, sino que era indispensable, también, argumentar sobre su deseabilidad. En dicho contexto, se renovó el interés en la discusión acerca de las normas de justicia distributiva esbozadas por Marx en la Crítica del Programa de Gotha (1973 [1875]). En este escrito de su madurez, Marx esboza dos principios que regulan el reparto de las cargas y los beneficios sociales una vez superado el capitalismo (Marx, 1973a: 425). En una fase inferior (socialismo), cada trabajador recibe una parte proporcional a su contribución laboral. En otros términos, quien es más productivo obtiene más medios de consumo (pero no la totalidad de lo que produce, por cuanto es preciso realizar algunos descuentos para atender necesidades comunes). Este reparto según el desempeño individual se conoce como Principio de Contribución o Principio Socialista de Proporcionalidad. Se halla implícita una primera cláusula que impone el deber de trabajar a todos los que están en condiciones de hacerlo. Luego, el principio completo puede enunciarse así: "De cada quien según su capacidad, a cada quien proporcionalmente a su contribución laboral, después de que se han separado fondos para satisfacer necesidades económicas y necesidades comunes" (Lizárraga, 2011: 99). Para Marx, este principio es defectuoso e inevitable. Defectuoso porque, por ejemplo, un trabajador más sano y más fuerte podría tener una mayor productividad y así ganar más que otro menos sano y menos fuerte, o porque un trabajador con hijos, a igual productividad, estaría en desventaja respecto de un trabajador sin otras responsabilidades familiares. Inevitable, porque la exigencia de ingresos en función de la productividad es propia de una mentalidad todavía impregnada por las motivaciones de la sociedad anterior: el capitalismo. Por eso, Marx pensó que recién en una fase superior (comunismo), caracterizada por una mayor abundancia material y un desarrollo integral de las personas, sería posible aplicar otro principio distributivo, el Principio de Necesidades, el cual estipula: "De cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad" (Marx 1973b: 425).

Ahora bien, ¿cómo operan -si es que lo hacen- estos principios en la práctica distributiva (y prefigurativa) de Cae Babylon? Al menos dos de las condiciones necesarias ya están presentes: la propiedad colectiva de los medios de producción y la democracia (sustantiva y procedimental). Entonces, para los cooperativistas:

la idea es [...] tener una visión integradora, primero desde el grupo; tener formas de participación que estén de acuerdo con lo que pensamos en el sentido de tener asambleas, que los compañeros participen, realizar discusiones y ver cómo vamos a encarar el trabajo. Y luego, básicamente, [viene] la cuestión de tratar de ser justos en el sentido de tener en cuenta todas las necesidades que tienen los compañeros. [...L]a idea es también [...que] así como practicamos hacia adentro la cuestión solidaria, practicarla hacia fuera y estar en contacto con otros emprendimientos [...] Cae Babylon, en este contexto, como una cooperativa sola, no puede llegar muy lejos (GC, entrevistado por Cartago TV, 11 de junio de 2013)

La "visión integradora" articula el plano normativo con el plano práctico. La democracia participativa aparece como un punto de partida: la asamblea y las prácticas deliberativas dan marco al esquema de reparto de cargas y beneficios. Así, en segundo término, viene la justicia como meta ("tratar de ser justos"), especificada en términos de "tener en cuenta todas las necesidades" de los integrantes de la cooperativa. Se trata de una apelación al ya mencionado Principio de Necesidades, el principio de justicia comunista por excelencia, previsto por Marx para la fase superior del comunismo. Y de este modo, recién tras la afirmación de la meta y del deseo de actuar con justicia, llegan las consideraciones sobre la producción, la cual se inscribe en dos planos: en el plano interno como procedimiento solidario, y en un plano externo como creación de conexiones con otras cooperativas para evitar el aislamiento y ganar fuerza. En Cae están lejos de pensar que alcanza con el socialismo en un solo lugar, pero tampoco se derrumban en cierto extendido pesimismo según el cual hay que esperar el advenimiento del socialismo a escala mundial para que una pequeña cooperativa tenga chances de ser un emprendimiento viable.

La noción de democracia participativa y justicia distributiva centrada en las necesidades está asociada, necesariamente, a la clásica noción socialista de trabajo no alienado. En este caso, la no-alienación se verifica, específicamente, respecto del proceso productivo, ya que la idea, según reconocen los integrantes de Cae, consiste en generar puestos de trabajo con "otros niveles de desarrollo"; esto es, la capacidad de "reencontrarse como trabajadores con una dimensión total de la producción, de saber qué se está haciendo". Dicen en Cae:

hoy en Cae Babylon somos dieciséis personas; ocho estamos vinculados directamente a la producción. Todos los puestos son rotativos; vos podés encontrar desde el presidente de la cooperativa hasta el último vocal haciendo desde el delivery, o amasando, o en el punto de venta. La forma de decisión es asamblearia; todos los viernes tenemos cuatro horas destinadas a las asambleas [...] Y la repartición de excedentes tiene que ver con un trabajo que es igual para todos. Todos cobramos lo mismo en cuanto a valor hora, pero todos cobramos diferente en cuanto a las necesidades. Contemplamos esa parte de nosotros mismos. Creemos que no todos tenemos las mismas necesidades y en eso va desde ítems que tienen que ver por hijo, alquiler, distancia. Son todas necesidades diferentes que nos hacen diferentes y que hay que contenerlas [...] (MM, entrevistado por Cartago TV, 25 de octubre de 2011)8.

Teniendo siempre presente la inextricable relación entre la democracia asamblearia y el proceso productivo, hay por lo menos dos cuestiones que merecen ser consideradas aquí. En primer lugar, la rotación se ajusta a un criterio igualitarista -que cancela las jerarquías de la organización formal de la cooperativa- y a ciertos procedimientos estandarizados según las normas del INTI. En otras palabras: la rotación responde a la noción horizontal de la democracia participativa, ya que las jerarquías institucionales no tienen impacto alguno en las funciones productivas que son todas igualmente dignas; y responde también a un criterio de eficiencia, porque suponer que una experiencia socialista debe ser menos eficiente y de menor calidad que una empresa capitalista no es otra cosa que un mero prejuicio. En segundo lugar, la rotación corresponde a la necesidad del trabajo no alienado, de modo tal que cada quien conozca cada parte y la totalidad del proceso productivo. Si se quiere, hay aquí un guiño hacia una noción creada por Charles Fourier: la pasión mariposa. Según este autor, el más irreverente de los socialistas utópicos, ninguna persona puede hacer el mismo trabajo por mucho tiempo sin caer en la rutina, el tedio y el vacío. Se trata de una idea que –según Fredric Jameson– Marx y Engels hicieron propia al describir al comunismo como un mundo desalienado en el cual se puede cazar por la mañana, pescar en la tarde y filosofar después de la cena, sin ser jamás ni cazador, ni pescador, ni filósofo profesional (Jameson, 2005: 249). La noción de "complejo de trabajo equilibrado", vale conjeturar, también es tributaria de aquella pasión utópica.

Con todo, lo que subyace como constante a estas especificaciones sobre la organización del trabajo, es una exigencia de contribución, unida a una distribución igualitaria, sensible a las necesidades y a la participación. Como vimos, según Marx, en la primera fase del comunismo, la distribución del ingreso individual se realiza en forma proporcional a la productividad de cada trabajador, suponiendo que está satisfecha la Condición de Contribución Laboral (CCL); eso es, que quienes están en condiciones de hacerlo, deben trabajar al máximo de su capacidad. En Cae Babylon,según explican sus integrantes, "la repartición de excedentes tiene que ver con un trabajo que es igual para todos". Esto significa que, la CCL opera sin restricciones: todos tienen el deber de trabajar. Y el trabajo es igual no sólo en términos de la exigencia de contribución, sino también porque existe, por vía de la rotación y cargas horarias iguales, una pauta de esfuerzo similar que se supone invariable entre trabajadores. Se trata de un supuesto fundamental, ya que si algunos pudieran variar su productividad -por mayor esfuerzo, o mayor tiempo de trabajo- podrían exigir salarios mayores a los de quienes se esfuerzan menos o trabajan menos tiempo. Y si esto fuese así, no sólo se generarían desigualdades salariales injustificadas, sino que se estaría premiando el solo hecho de que algunos sean más fuertes, resistentes o ingeniosos que otros, algo que para Marx -y para ciertas corrientes igualitaristas contemporáneas- son meras contingencias o, simplemente, "privilegios naturales" que no deben ser recompensados.

Marx pensaba que la distribución proporcional a la productividad era defectuosa -precisamente porque premiaba esos "privilegios naturales"- y consideraba que era inevitable, sobre todo porque veía difícil que los trabajadores, nacidos y criados en el capitalismo, abandonaran de la noche a la mañana la exigencia de recompensas por los esfuerzos diferenciales. Pero en Cae Babylon buscan eludir uno de estos "defectos" del Principio de Contribución. El truco consiste en combinar el criterio de distribución proporcional con el Principio de Necesidades, de modo que, por un lado, todos cobran "lo mismo" porque contribuyen de manera igual, pero también cobran "diferente en cuanto a las necesidades". Es decir: dada una igualdad distributiva inicial, –fijada por el Principio de Contribución ajustado a una constante de esfuerzo y tiempo–, se pasa luego a una distribución que ya no es igualitaria en términos del tamaño de las porciones distributivas (salarios, en este caso), pero sí lo es en tanto procura incorporar el criterio de necesidades igualmente satisfechas para todos. Las "necesidades diferentes" hacen a cada uno "diferente" y esto queda contemplado en el esquema distributivo. A diferentes necesidades, diferentes porciones distributivas; y el resultado es la igualdad de condición, ya que las necesidades de todos tienden a quedar satisfechas por igual. Esto es comunismo clásico y "realizable", en la pequeña escala de una cooperativa de trabajo neuquina.

CONSIDERACIONES FINALES

Marx y Engels, como bien se sabe, fueron a la vez severos jueces y abiertos admiradores de aquella temprana versión del socialismo que ellos denominaron "socialismo crítico-utópico" o, con alguna pérdida, "socialismo utópico". Por diversas razones –que no viene al caso desarrollar aquí– ha habido un desmedido énfasis en los cuestionamientos al socialismo utópico y pocas veces se reparó suficientemente en el elogio marxiano y engelsiano a las notables anticipaciones de aquellos reformadores sociales. En efecto, al referirse a los grandes utópicos, Engels afirma: "nos admiramos de los geniales gérmenes de ideas y de las ideas geniales que brotan por todas partes bajo esa envoltura de fantasía y que los filisteos son incapaces de ver" (2012: 136). Así, prácticas como los bazares obreros, la supresión del dinero y su reemplazo por certificados nominados en tiempo, los falansterios imaginarios y las concretas fábricas owenianas (cuyo éxito fue tan grande como su fracaso), son todos elementos que suscitaron la atención y el encomio de los fundadores del materialismo histórico. Por eso, cuando el británico Norman Geras sostiene que el socialismo siempre ha sido utópico, no se refiere solamente a que siempre procuró imaginar una sociedad postcapitalista deseable, sino que también buscó anticipar, en la práctica, la creación de instituciones socialistas. Como señala Jameson, el deseo utópico, según la interpretación de Ernst Bloch, es un "impulso detectable en la vida cotidiana", que orienta a la cultura hacia el futuro, desde una suerte de "conciencia anticipatoria"; es algo que emerge "en una variedad de expresiones y prácticas encubiertas" y no tanto (2005: 1, 3). En el caso de Cae, el impulso utópico no está encubierto, la "conciencia anticipatoria" está a la vista. Esto es aquello que los cooperativistas neuquinos –y las organizaciones sociales de la "nueva izquierda"– llaman "prefiguración".

Puede decirse –de manera provisional– que las prefiguraciones o prácticas prefigurativas son, en principio, acciones y dispositivos realizados en el aquí y ahora, pensados dentro (y contra) del capitalismo y para un lugar situado más allá del capitalismo; son prácticas que anticipan la sociedad de los productores libremente asociados. Un documento de COB-La Brecha, movimiento del cual Cae Babylon es parte, sitúa a las prefiguraciones en el contexto de la construcción del poder popular y de la nueva cultura militante. En tal sentido, pretenden

[...]construir poder popular, a sabiendas de que para cambiar de fondo las cosas debemos ser millones organizados desde abajo, construyendo hoy (prefigurando, anticipando) la sociedad que soñamos (por eso, emprendemos bachilleratos populares, cooperativas de trabajo sin patrón o punteros, formas y contenidos críticos en la construcción de conocimientos). En la vocación de una unidad real y debate sincero entre las organizaciones del campo popular, nos definimos por una nueva cultura militante, capaz de priorizar lo común (los problemas de nuestro pueblo) por sobre las ansias de crecimiento o presencia de cada organización (COB-La Brecha, 2011).

En efecto, como vimos en §1, el debate al interior de la izquierda –partidaria y no partidaria– impacta sobre el espacio político en el que se inserta Cae Babylon. La cooperativa de trabajo neuquina es parte de la gran discusión sobre el rumbo de los movimientos sociales, la viabilidad del socialismo, la pertinencia de seguir pensando en categorías no clasistas como "los excluidos" o "los marginales", etcétera. Y en este marco, Cae es una experiencia prefigurativa que, con siete años de vigencia, puede exhibir logros concretos, basados en principios y prácticas socialistas. En Cae, en efecto, consideran que la forma cooperativa en la que se "priorizan las relaciones humanas y sociales [...] debe ser el preludio de una organización social justa, humana, solidaria y responsable, en la que no existan desigualdades" (Cae Babylon, 2011: 3). Los elementos de esta prefiguración se advierten en los modos de construcción adoptados por los integrantes de la cooperativa. En primer término, como señala el cooperativista FH, está el aspecto "más democrático y horizontal" (La Mañana Neuquén, 2012), que expresa una forma de igualdad política que, en este caso, busca coincidir con la igualdad de condición económica, para evitar así la clásica escisión moderna entre un cielo político igualitario y un valle de lágrimas material donde sólo reina la desigualdad. Y, en segundo término, está el plano solidario, expresado, como ya dijimos, en las prácticas internas congruentes con principios socialistas, y en las vinculaciones externas con otras experiencias cooperativas. Como afirma la cooperativista NB: "[Cae Babylon] es un espacio que pudimos ir construyendo para, en principio, crear nuestros puestos de trabajo, pero también para ir prefigurando la sociedad que queremos, más solidaria, más participativa" (8300 Web, 2013). Aunque pudiera parecer apenas un detalle sin importancia, la idea de "la sociedad que queremos" indica que se trata de una sociedad deseable; y Cae argumenta con su propia existencia la deseabilidad de este futuro realizado en el presente. G.A Cohen, uno de los principales filósofos marxistas contemporáneos, sostiene que el socialismo ya no tiene grandes dificultades para argumentar sobre la deseabilidad de sus principios, pero sí tiene serios problemas "de diseño"; esto es, problemas para traducir sus ideales a gran escala (Cohen, 2011)9. Pero a pequeña escala, experiencias como las de Cae Babylon, al prefigurar la sociedad poscapitalista, son cruciales para reafirmar que el socialismo es deseable y, también, factible.

Los antiguos profetas de Israel y los profetas contemporáneos, todos anuncian el inexorable derrumbe de Babilonia10. En la canción "Cae Babylon", el grupo de reggae Sinsemina canta: "¿Por qué tanta injusticia en todas las calles reina / La mentira está presente. Basta de inconsciencia / ¡Basta de mentira!, ¡basta de discriminación! / La mentira está en la calles, ¡Que caiga Babylon!". Los nombres no suelen ser casuales, y mucho menos en el caso de la cooperativa neuquina11. La construcción cotidiana de socialismo que se han propuesto en Cae busca subrayar la también constante caída de Babylon. Y Babylon, claro está, es el capitalismo. Para los cooperativistas, no se trata, desde ya, de construir el socialismo en una sola fábrica, ni en solo barrio, ni en un solo país. Sin embargo, es un punto de partida, un evento cotidiano y prefigurativo. Terry Eagleton ha dicho con su inimitable acidez, que hay ciertos socialistas que, amargados de tanto luchar por un mundo mejor, se convierten en los peores ejemplos del mundo que prometen. Nadie querría habitar un socialismo lleno de esos personajes atribulados, desgarrados y –a menudo– abrumados por la frustración y la impaciencia. Hay ciertas utopías, dice Eagleton, que sólo fervorosos masoquistas querrían habitar (2000: 33). No es el caso de Cae Babylon; por lo que se ve, allí hay señales de que el socialismo no sólo es factible, sino también deseable.

Notas

1. La caracterización del contexto que aquí esbozamos refleja, en buena medida, la visión de intelectuales-militantes ligados a la denominada "nueva izquierda", espacio al cual también pertenece Cae Babylon.

2. Cabe destacar que la idea de constituirse en un partido no estaba entre las prioridades de los nuevos movimientos sociales. Sobre este tema, véase: Matusevicius, 2013 y Mosquera y Callegari, 2013.

3. En un intento por definir a la "nueva izquierda" contemporánea, los editores de Contra-tiempos señalan: "Si por 'vieja izquierda' entendemos a la que a grandes rasgos se identifica con una interpretación canónica y dogmática del denominado 'modelo bolchevique del partido y la estrategia' [...], la 'nueva izquierda' está constituida, en un primer sentido, por quienes problematizan el legado de esta tradición fuera de toda escolástica, cuestionando los aspectos de aquella metodología y orientación que hayan perdido validez y reactualizando la tradición de un modo creativo, crítico y anti-dogmático. En un segundo sentido, empieza a entreverse en este espacio político emergente una concepción de la política como construcción de hegemonía, es decir, como el progresivo despliegue de nuevas instituciones, subjetividades y relaciones sociales, valores y prácticas, en disputa con los actualmente hegemónicos. La búsqueda de nuevas formas organizativas que puedan articular eficacia política con la más amplia democracia, la aspiración a una política de masas, la centralidad de la lucha cultural, la crítica al izquierdismo maximalista y la revalorización de las conquistas reivindicativas parciales, constituyen algunas de las coordenadas generales que, de un modo 'desigual y combinado', caracterizan a las nuevas experiencias organizativas" (AAVV, 2013: 8).

4. El análisis pormenorizado de la situación del movimiento cooperativo en la Argentina excede el ámbito de indagación de nuestro artículo. Sólo cabe enfatizar que Cae Babylon se inscribe en el campo de los movimientos sociales que emergieron como respuesta a la crisis de 2001-2002, los cuales desarrollaron variadas formas organizativas: asambleas barriales, fábricas recuperadas, redes de trueque, cooperativas, etc. Ver, entre otros: Svampa y Pereyra, 2004; Svampa, 2008; Zibechi, 2010; Massetti, 2011; Coraggio, 2013. Sobre las características del movimiento anti-capitalista a nivel global, surgido con la irrupción del zapatismo en 1994 y consolidado en las jornadas de Seattle de 1999, ver: Callinicos, 2003.

5. Aunque la democracia no se agota en un procedimiento decisorio, vale considerar algunos rasgos que le son propios en términos formales. En un estudio ya clásico, Robert Dahl ha identificado cuatro elementos de una democracia procedimental. Éstos son: a) participación efectiva: todos los miembros del demos tienen igual y real oportunidad de hacer conocer sus puntos de vista; b) igualdad en la votación: el viejo principio "una persona, un voto"; c) adquisición de conocimiento iluminativo: todos los integrantes del demos poseen iguales oportunidades de conocer a fondo los asuntos que serán sometidos a deliberación y votación; d) control final de la agenda: soberanía del demos sobre los asuntos que deberán ser tratados y sobre el momento de su tratamiento.

6. Michael Albert, teórico de la Economía Participativa (Parecon), sostiene que en cada trabajo (job) existen varias tareas (tasks), y que en la división del trabajo corporativa propia del capitalismo, los trabajos más edificantes y satisfactorios son monopolizados por una minoría, mientras que los trabajos más alienantes, repetitivos y degradantes son ejecutados por la vasta mayoría. Por ende, para que la distribución de satisfacción y esfuerzo sea realmente equitativa, propone equilibrar las cargas y recompensas de modo que cada quien deba y pueda realizar diversas tareas o trabajos, según índices de esfuerzo colectivamente estipulados. En presencia de complejos de trabajo equilibrados, la producción y la remuneración podrán variar solamente por el esfuerzo y la cantidad de tiempo de trabajo, y no por otros factores. Y son los trabajadores, en sus respectivos consejos y por medio de los "comités de complejos de trabajo", quienes determinan cuál es el esfuerzo promedio para cada trabajo, tanto al interior de la unidad de producción cuanto entre unidades de producción o industrias enteras. Véase: Lizárraga, 2010: 85-86.

7. La relación con el Estado también es parte de una estrategia de largo plazo, ya que la cooperativa no practica un autonomismo radical, sino que ingresa en la puja por la movilización de recursos -aunque en condiciones desiguales- con los sectores empresarios convencionales. Como señala MM, integrante de Cae: "Hoy tenemos una reactivación del mercado interno, con mucho incentivo por parte del Estado, y un incentivo donde al sector privado les diferencian con respecto a lo que son las cooperativas o autogestivas. Para poder entrar en ciertos programas hemos tenido que plantear planes de lucha nacionales y a partir de ahí abrir recién las mesas de trabajo junto con el ministerio. [...] Ahora vemos que esa política de intervención social [por parte del Estado] discrimina a las organizaciones que no estamos vinculadas dentro de su arco de alianzas (MM, entrevistado por Cartago TV, 25 de octubre de 2011).

8. Esta articulación igualitaria de las diferencias se observa también en la cartilla de presentación de la cooperativa. Allí se lee: "Sabemos que somos diferentes en muchos aspectos y necesariamente debemos trabajar para que esas diferencias sean parte del proyecto y para que estén incluidas en cada instancia organizativa, sin que ello signifique jerarquizaciones, repartos diferenciales de excedentes, exclusiones, etc." (Cae Babylon, 2011: 4).

9. G.A. Cohen ha propuesto un sistema de principios de justicia, a partir de una escena hipotética denominada "modelo de campamento". Los principios socialistas preferidos por Cohen son la Igualdad de Oportunidades Socialista (basada en la versión coheniana del igualitarismo de la suerte) y el Principio Comunitario (cuidado mutuo y reciprocidad no instrumental). Sostenemos que Cae Babylon también satisface, en su práctica, estos principios socialistas. El argumento completo es el tema de un artículo que actualmente tenemos en preparación.

10. En su tesis sobre los rastafaris cubanos, Agustina Larrañaga explica: "¿Qué representa Babilonia? Ya dijimos que Babilonia(Babel: "confusión") es un tema siempre presente en Rasta; ahora diremos que, según los entrevistados, representa las fuerzas de lo maligno contra el Jah ­[la divinidad]y los hombres; Rastafari, entonces, rechaza todo lo que tenga que ver con sus valores, prácticas e instituciones. Segúnla Biblia, Babilonia debe ser destruida: Rastafari afirma que Babylon es lo negativo, lo represivo y deshumanizante que continuamente se enfrenta a las fuerzas del Jah (Larrañaga, 2007).

11. Según recuerdan en Cae, el nombre surgió por una combinación de factores: el gusto por las canciones de Manu Chao (con sus constantes referencias a Babylon, por ejemplo, en Clandestino) y la búsqueda de una palabra que acompañara a Babylon. Alguien sugirió: "cae". Se dice, quizá con cierta razón, que muchas veces somos hablados.

OBRAS CITADAS

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Entrevistas televisivas

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