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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.19 no.3 Viedma set. 2016

 

ARTÍCULO

Rodolfo Mondolfo y su recepción desterrada de Antonio Gramsci

Rodolfo Mondolfo and its reception banished from Antonio Gramsci

 

Sebastián Gómez
sebastianjorgegomez@gmail.com
CONICET; Universidad de Buenos Aires. Argentina

Recibido: 09|03|16
Aceptado: 16|09|16

 


Resumen
El artículo contribuye al abordaje de la recepción de Antonio Gramsci (1891-1937) en Argentina a mediados del siglo XX a través de la indagación en la trayectoria y obra de Rodolfo Mondolfo (1877-1976). Oriundo de Italia y exiliado en Argentina desde 1939, este venerado y reconocido filósofo impulsó una lectura singular del acervo gramsciano en los años 50/60. Coincidía con Gramsci en la asunción del marxismo como una filosofía de la praxis, pero impugnaba su leninismo y bolchevismo. Aunque polemizó desde Argentina con la obra del revolucionario sardo, Italia resultaba el medio y destino de su reflexión.

Palabras clave: Mondolfo; Gramsci; Recepción; Filosofía de la praxis; Bolchevismo.

Abstract
The article contributes to addressing the reception of Antonio Gramsci (1891-1937) in Argentina in the mid-twentieth century through the inquiry into the history and work of Rodolfo Mondolfo (1877-1976). A native of Italy and exiled in Argentina since 1939, this venerable and renowned philosopher prompted a singular reading of Gramsci acquit in the years 50/60. He agreed with Gramsci on the assumption of Marxism as a philosophy of praxis, but challenged his Leninism and Bolshevism. Although he polemized from Argentina with the work of revolutionary Sardo, Italy was the destination medium and its reflection.

Key words: Mondolfo; Gramsci; Reception; Philosophy of praxis; Bolshevism.


 

A MODO DE INTRODUCCIÓN

El presente artículo contribuye, desde la historia intelectual, al estudio del itinerario de Antonio Gramsci (1891-1937) en Argentina a mediados del siglo XX, cuando su obra comenzó a conocerse e indagarse. Aunque abordado el derrotero de Gramsci en el medio local, lo cierto es que su recepción por parte de Rodolfo Mondolfo (1877-1976) no ha sido suficientemente atendida1. Exiliado en nuestro país, este filósofo ítalo-argentino además de gravitar considerablemente en la cultura intelectual vernácula, impulsó una lectura singular de Gramsci dentro del arco de izquierda en los años 50/60.

El manuscrito expone resultados producidos a través de un enfoque cualitativo, esto es, un enfoque que buscó reconstruir la trama y el sentido del empleo de Gramsci por parte de Mondolfo en determinado espacio y período histórico. Los datos fueron recolectados mediante la indagación documental, siendo las fuentes secundarias. Entre la prolífera producción del autor, se atendieron, por un lado, aquellas obras dedicadas a fundamentar su abordaje del marxismo y, por otro, sus escritos destinados a discutir el legado gramsciano que circularon en Argentina en los años 50/60. Respecto a esto último, se analizaron:

a) El materialismo histórico en F. Engels y otros ensayos. La versión original data de 1912, a la que luego se le fueron adosando otros ensayos. En 1956, la editorial argentina Raigal emprendió una nueva publicación en castellano (la primera había sido en 1940 a manos de la editorial rosarina Ruiz) basada en la segunda edición italiana del libro (de 1952) que contenía un inédito apéndice. Pero mientras en esta segunda edición el apéndice estaba conformado sólo por dos ensayos, en la edición de Raigal se incluía un tercero, titulado: “En torno a Gramsci y la filosofía de la praxis” que había sido escrito en marzo–abril de 1955 para la reconocida revista italiana Critica sociale2;

b) El Humanismo de Marx. Contó con una primera edición en 1964 y una segunda, corregida y aumentada en 1973, a cargo del Fondo de Cultura Económica (FCE). El VII capítulo del libro se denominó “Las antinomias de Gramsci” y había sido publicado en italiano en diciembre de 1963 también en Critica Sociale, trece años antes del clásico trabajo de Perry Anderson titulado del mismo modo. Además de estos documentos mondolfianos, se consideraron un conjunto de escritos de la época que permitieron contextualizar y ubicar la producción del autor.

En la investigación del itinerario de la obra de autores y autoras, como Gramsci para este caso, es indudable distinguir el campo de origen del de recepción, dando cuenta de los intereses específicos en pugna del último como también de las marcaciones e interpretaciones de los receptores. La recepción guarda un carácter productivo al operar sobre el texto y hasta una mutación: el/la lector/a pasa a ocupar el sitio de autor/a. Asimismo en el estudio de la recepción de una obra no se trata de develar operaciones correctas e incorrectas en referencia a una interpretación válida, sino de comprender modalidades y condiciones de posibilidad socio-históricas y socio-políticas de determinados empleos (Tarcus, 2007: 20-21). En definitiva, se trata de echar luz sobre las mediaciones o adaptaciones que determinados agentes realizan, atendiendo al campo de polémicas en el que están insertos.

El artículo consta de dos momentos. En primera instancia, se aborda la difusión de los escritos de Gramsci y de la cultura italiana de posguerra en los años 50 en Argentina, enmarcando la labor de Mondolfo. El segundo momento se consagra a desmenuzar la crítica mondolfiana a la versión temática de los Cuadernos de la cárcel que publicados originalmente en Italia entre 1948-1951, resultaron tempranamente traducidos y estudiados en el ámbito local.

LA DIFUSIÓN DE GRAMSCI Y LA CULTURA ITALIANA EN ARGENTINA A MEDIADOS DEL SIGLO XX. LA DISTANCIA DEL COMUNISMO (Y SUS HEREJES) DEL GRAMSCISMO MONDOLFIANO

Es sabido que Argentina resultó el primer país - luego de Italia - en el estudio y difusión de los escritos de Gramsci. El Partido Comunista Argentino (PCA), específicamente a través de su editorial oficiosa, Lautaro, promovió la circulación de las ideas del revolucionario sardo en los años 40/503. En 1947 apareció en Italia Lettere dal carcere (Cartas de la cárcel) a manos de la editorial Giulio Einaudi. Comandada por Palmiro Togliatti (1893-1964), la edición pretendía conformarse como una introducción a la posterior edición temática de los Quaderni dal carcere (Cuadernos de la cárcel) y fue expurgada de toda referencia peligrosa o heterodoxa hacia el stalinismo. El mismo año de su aparición, la obra obtuvo por unanimidad el Premio Varregio, conocido como “el Nobel de las letras italianas”4. Tres años después de esta edición, Lautaro, a través del impulso de Gregorio Weingberg que dirigía la Colección Crítica y polémica de la editorial, dio a conocer la primera publicación en idioma extranjero de las Cartas desde la cárcel (traducción de Gabriela Moner, con prólogo de Gregorio Bermann). Aunque constituyó un hecho literario relevante, lo cierto es que la publicación de las Cartas tuvo escasa repercusión en los medios intelectuales.

No sucedió lo mismo cuando la misma editorial publicó en castellano parte de la edición italiana de Quaderni dal carcere, dispuesta y elaborada también por Togliatti durante 1948-1951, y que tuvo supresiones notables. Héctor Agosti (1991-1984), Secretario de Cultura del PCA por entonces, aglutinó en torno suyo y sobre la estela interpretativa de Gramsci, a lucidos jóvenes de la nueva generación comunista local: Juan Carlos Portantiero (1934-2007), José María Aricó (1931-1991), Héctor Schmucler (1931), Raúl Sciarreta (1922-1999) y Oscar del Barco (1928). Con este equipo y otros colaboradores, Lautaro tradujo cuatro de los seis libros de la edición comunista de Quaderni dal carcere: El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce (Buenos Aires: Lautaro, 1958, traducción de Isidoro Flaumbaun, prólogo de Héctor Agosti); Los intelectuales y la organización de la cultura (Buenos Aires: Lautaro, 1960, traducción de Raúl Sciarreta); Literatura y vida nacional (Buenos Aires: Lautaro, 1961, traducción de José Aricó, prólogo de Héctor Agosti); Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno (Buenos Aires: Lautaro, 1962, traducción y prólogo de José Aricó). Presumiblemente la ausencia de los dos restantes volúmenes, Pasado y Presente y El Risorgimiento, se vincule con la expulsión en 1963 del PCA de parte del equipo traductor de la obra gramsciana que, por entonces, impulsaba la revista Pasado y Presente,y con las tensiones ocurridas en el seno del Partido en torno a la figura de Gramsci (Ver Burgos, 2004: 41-59)

Esta labor de dar a conocer a Gramsci adoleció de mantenerse ajena a la tradición y cultura comunista local, comprometiendo sólo a un sector muy limitado de sus intelectuales. La aceptación de su figura transcurrió a expensas del virtual desconocimiento de la especificidad de su obra. La difusión del comunista italiano a través de Lautaro denotaba su marginalidad partidaria, pues las editoriales dedicadas específicamente a la difusión de los “clásicos” del marxismo y de la literatura oficial, como Cartago o Anteo, no reprodujeron ninguna obra del revolucionario sardo. Por su parte, la principal revista del PCA, Cuadernos de Cultura dirigida por Agosti, caracterizada por su apertura a la cultura italiana en los años 50, resultó uno de los espacios por los que discurrieron algunos trabajos de inspiración gramsciana en la década del 50, pero, prácticamente no incluyó escritos del comunista italiano. De hecho, en la colección de Cuadernos de Cultura, desde su primer número de la tercera época (agosto de 1950) hasta el 66 en enero/febrero de 1964 -cuando la polémica en torno al pensamiento de Gramsci se cerró- se observa que el revolucionario sardo es mencionado o citado con frecuencia, pero sólo fue publicado un artículo suyo: una breve crónica teatral sobre Pirandello (n° 29, mayo de 1957, pp. 104–106). En su número 9–10 de febrero de 1954 (pp. 41–59), Cuadernos de Cultura publicó una conferencia de uno de los principales dirigentes comunistas de la época, Togliatti, pronunciada en 1952 bajo el título: “El antifascismo de Antonio Gramsci”. La edición fue precedida por un texto de Agosti, “Noticias sobre Gramsci” (pp. 38-41), que daba cuenta, por primera vez en Argentina, de una pequeña biografía política del autor (Aricó, 2005 [1988]: 65). El texto de Agosti, además de asumir a Gramsci como “una de las mentalidades más vigorosas que produjo el marxismo europeo” (p. 38), reeditaba la tesis de su libro Echeverría (1951) planteando la similitud de algunos problemas de la cultura italiana y de la cultura argentina. Como es conocido, Agosti, en los años 50 animó su reflexión sobre procesos históricos argentinos a través del acervo gramsciano: además de Echeverría, en Nación y cultura,y el Mito liberal (ambos escritos en 1959) recurrió a Gramsci para atender a la formación nacional de la cultura y sus fuentes liberales.

El empleo y difusión pionera de los escritos carcelarios gramscianos, se fundaba en el apego o interés de franjas de la izquierda local por la cultura italiana. En los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista Italiano (PCI) experimentó un destacado crecimiento y prestigio. Artistas, filósofos/as, periodistas, escritores/as y científicos/as se incorporaron o acercaron al Partido. El amparo político intelectual de la figura de Gramsci y el trabajo de Togliatti, permitió crítica e independencia respecto al centro moscovita y ejercer una vasta ascendencia de la cultura italiana. Ya pasado el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética -PCUS- (en 1956, el primero después de la muerte de Stalin en 1953) y la Revolución Húngara (1956), los/as comunistas italianos/as se habían mostrado como la vertiente más heterodoxa en los confines del comunismo.

En las postrimerías del peronismo o inmediatamente después de 1955, comenzaba ya a advertirse un influjo italiano en la cultura argentina. Petra (2010: 21-22) apunta una serie de publicaciones locales que le dedicaron particular atención a la literatura y al cine italiano por entonces: Poesía Buenos Aires (1950-1960), Capricornio (1953-1954, 1965), Gaceta Literaria (1956-1960), Ficción (1956-1971), Nueva expresión (1958), Eco Contemporáneo (1961-1969), Cinecrítica (1959-1962), Tiempo de Cine (1960-1964) y la edición latinoamericana de la revista Cinema Nuevo (1964). Además de la política de traducciones, la autora repara en el ingreso de un amplio abanico de libros y publicaciones periódicas de la cultura italiana a través de librerías especializadas (de “Leonardo” en Buenos Aires y de “Paideia” en Córdoba) que permitieron a revistas como Belfagor y Aut Aut o comunistas (Rinascista, Società e Il Contemporaneo) constituirse en material de consulta y referencia.

Franjas juveniles del comunismo nativo encontraron en la cultura marxista italiana, incluyendo en ella al cine y la literatura neorrealista, una vía de modernización y propagación de nuevas claves estéticas y teóricas. El prestigio del PCI le permitía desatar una crítica a los cánones partidarios sin salirse del arco comunista. Entre tantas producciones, el libro del por entonces comunista Portantiero, Realismo y realidad en la Narrativa Argentina de 1961 (editado por Procyón, una de las editoriales oficiosas del PCA), ilustra en buena medida el argumento: se asentaba en las formulaciones teóricas del comunista italiano Galvano Della Volpe (1885-1968), en el neorrealismo italiano y en la obra de Gramsci para analizar críticamente la literatura argentina.

Aunque la cultura marxista italiana resultaba gravitante en sectores de la cultura comunista vernácula hacia los años 50 y hasta fundamentó agudas polémicas partidarias a principios de los 60, Mondolfo resultó marginal en este proceso. Desde 1939 el autor residía en Argentina, al exiliarse de su tierra natal con su familia ante la prohibición del gobierno de Mussolini del ejercicio de actividades docentes a judíos5. Con la ayuda del Partido Socialista (al que había ingresado en 1895) se asentó en nuestro país. Al momento del exilio contaba ya con más de 250 libros y opúsculos publicados, y reconocimiento internacional. De allí que su arribo fue comentado por la prensa porteña: periódicos como La Nación, La Prensa, Crítica, Noticias Gráficas y La Razón se hicieron eco del acontecimiento.

Pero su inserción estuvo plagada de incomodidades y sinsabores. Después de intensos meses de actividades docentes y conferencias en diferentes ciudades del país, recién en mayo de 1940 encontró un primer refugio regular en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Córdoba (luego del rechazo de la Facultad homónima de la Universidad de Buenos Aires) y, más tarde, en la Universidad Nacional de Tucumán (1948 – 1953)

En 1949, Mondolfo viajó a Italia con motivo del homenaje que la Universidad de Bologna quiso rendirle a su antiguo profesor. El autor retomaría su antigua cátedra Historia de la Filosofía. Pero el regreso a su tierra fue efímero. Al fallecer repentinamente su esposa, Augusta Algranati (1888-1950), decidió retornar a Buenos Aires, cerca de sus hijos. Así, más allá de alguna visita esporádica a su país, se instaló definitivamente en la ciudad porteña, alejándose paulatinamente del ejercicio de la docencia regular y consagrándose a tareas de investigación sobre filosofía antigua y marxismo. Por entonces, editoriales argentinas y latinoamericanas (como Imán, Hacehette, Losada, FCE, Eudeba y Siglo XXI) acogieron sus nuevos obras y reeditaron las de su etapa italiana. Así se publicaron libros consagrados al materialismo histórico como Marx y el marxismo (1960, México: FCE) o El humanismo de Marx (1964, México: FCE), entre otras. En 1956 salió a la luz la traducción al castellano de la Ciencia de la Lógica de Hegel (editorial Hachette) que realizó junto a su esposa. Además de colaborar en importantes revistas argentinas como Dialéctica, Sustancia, Sur, Babel, Imago Mundi, Insula, Minerva, y otras de Latinoamérica, mantuvo asiduo vínculos intelectuales con su patria: desde la Argentina dirigió colecciones filosóficas para las editoriales italianas Nuova Italia (de Florencia) y Cappelli (de Bologna), y continúo, regularmente, sus colaboraciones en revistas como Critica Sociale, Il Ponte, Il dialogo, La Cultura, entre otras (Tarcus, 2007: 432)

Mondolfo constituía un respetado y venerado marxista italiano. Se lo consideraba como un verdadero mojón o piedra miliar en la investigación del denominado materialismo histórico. A principios del siglo XX, el autor había enfrentado en Italia la difusión e interpretación, tanto de sus secuaces como críticos, del marxismo en términos de una doctrina asentada en el materialismo metafísico, el fatalismo histórico, el determinismo económico o el amoralismo ético. A una serie de artículos aparecidos en la revistas Critica Sociale, Rivista di filosofia e scienze affine y Revista filosófica entre 1906 y 1909, le añadió más tarde dos obras pilares para el debate marxista (que contaron con varias traducciones y sucesivas reediciones): Il materialismo storico en Federico Engels (El materialismo histórico en Federico Engels)(1912) y Sulle orme di Marx (Sobre las huellas de Marx)(1919). Vale reparar que la lectura humanista del marxismo de Mondolfo tuvo lugar con anterioridad a la publicación y difusión de los escritos juveniles de Marx (entre 1843 – 1845, tales como los Manuscritos económico-políticos o la Ideología alemana) que posteriormente la confirmaron, lo que también contribuyó a su reconocimiento.

En Argentina, aunque mantuvo vínculos con el socialismo y colaboró eventualmente en La Vanguardia, no se integró a sus filas, ni desenvolvió actividades militantes en un contexto de persecución y marginalización política, tanto del comunismo como del socialismo. Aun cuando Mondolfo se asumió como un intelectual socialista, más que un profesional universitario a secas, fue a través de la cátedra y la labor editorial desde donde ejerció su influencia. Así permeó a autores de heterogénea filiación política local como Silvio Frondizi (1907-1974), Hernández Arregui (1913-1974) o Emilio Corbière (1943-2004)

Sin embargo, las franjas díscolas del PCA en los años 50/60 que abrevaban en la cultura marxista italiana, demostraron animosidad y distancia hacia su perspectiva. A pesar del reconocimiento de su figura en nuestro medio, la comunión en la versión filosófica del marxismo y el empleo de Gramsci para cuestionar al dogmatismo marxista, la nueva generación comunista local cuestionó el linaje de Mondolfo. La tradición socialista, el antileninismo y antibolchevismo del autor eran suficientes para el rechazo aún de sectores comunistas heterodoxos. En diciembre de 1957, Aricó, adscripto al PCA por entonces y años después protagonista de una significativa herejía político-filosófica respecto al dogmatismo de la dirección, criticó el ensayo de Mondolfo "En torno a Gramsci y a la filosofía de la praxis" desde la revista partidaria Cuadernos de Cultura. Lo tildó de “revisionista” y pretender convertir a Marx “en un vulgar liberal adocenado” (p. 95)6. Es de interés que el artículo de Aricó apareció con posterioridad al XX Congreso del PCUS que condensó un vasto movimiento de denuncias y críticas al stalinismo e inauguró un nuevo punto de inflexión para la intelectualidad crítica. Como apunta De Ípola (2005: 12), en referencia a Aricó, su marxismo “como el de sus amigos intelectuales es un marxismo ‘post 1956’, post XX Congreso del PCUS”. Sin embargo, en los albores de este Congreso, Aricó se mantuvo insensible al cuestionamiento mondolfiano de Gramsci por su leninismo, por su defensa de la centralización partidaria y de la experiencia totalitaria bolchevique. La crítica mondolfiana al bolchevismo no era novedosa (ya la había esgrimido en los inicios de la Revolución rusa) pero adquiría una actualidad inusitada a mediados de los 50 que el comunismo desestimó7.

La distancia comunista de Aricó prosiguió en los prolegómenos de su ruptura partidaria. En la editorial del primer número de la revista (abril/junio de 1963) que comandó, Pasado y Presente (1963-1965, 1° época), aún en los confines del comunismo, fundamentaba la asunción del marxismo como historicismo absoluto y se decidía a recuperar la tradición italiana, especialmente los legados de Antonio Labriola y Antonio Gramsci. Mondolfo, que constituía un ícono de esta tradición, no resultó ni siquiera mencionado. La marginalidad mondolfiana en esta franja intelectual también es notoria ya adentrados los años 60 y 70. Así, por ejemplo, tanto en la doble etapa de la revista Pasado y Presente (1963-1965 y 1973) como en la copiosa, abierta y heterodoxa experiencia en los años 60/70 de los Cuadernos de Pasado y Presente no se recurre a la posición del filósofo ítalo-argentino.

También Emilio Troise (1885-1976), que a pesar de no constituir un comunista formado acabadamente en el temperamento del Comintern y permanecer influenciado por la cultura filosófica italiana y, en cierta medida, el pensamiento de Gramsci, le dedicó una extensa crítica a las tesis de Mondolfo sobre la filosofía del marxismo y el comunismo soviético en Cuadernos de Cultura. Tan extensa resultó la impugnación que el Consejo de Redacción la dividió en dos partes: la primera apareció en el n° 64 (julio-agosto de 1963, pp. 41-70) y la segunda en el número siguiente (noviembre-diciembre de 1963, pp. 24-42). Así el autor no pareció responder amablemente al reconocimiento que el propio Mondolfo le realizó en el prefacio a la primera traducción castellana del Materialismo histórico en F. Engels (1940), al considerar la obra de Troise, Materialismo dialéctico (Concepción materialista de la historia) (1938) como una importante contribución a la literatura marxista.

Mondolfo nunca respondió a las críticas propiciadas por el comunismo local. Esta distancia es posible atribuirla a la propia posición del autor para quien el problema fundamental del socialismo estribaba en la rectificación del dogmatismo del comunismo europeo, manteniendo distancia de los asuntos, vicisitudes y desafíos de nuestro medio (Oviedo, 2006: 1991). Además, era un auténtico hijo de su patria, apasionado por su pueblo y tradiciones. Alejado de las querellas autóctonas, su horizonte remitió al debate marxista y sus expresiones italianas, como la obra gramsciana. Polemizó con ésta desde un filón ético, inconmovible al destierro.

GRAMSCI Y SUS DOS ALMAS

La aparición de la versión temática de Quaderni dal carceresupuso un destacado acontecimiento político-intelectual en el nivel mundial y, particularmente para Italia, al que Mondolfo no pretendió ajenidad. Expresión del destierro: sus contribuciones en torno a la obra de Gramsci estaban destinadas al medio italiano, pero fueron escritas en nuestro país. Sus aportes reeditaban una vieja polémica entre el autor y Gramsci. En un artículo en el L'Ordine Nuovo, fechado en mayo de 1919, titulado “Leninismo y marxismo de Rodolfo Mondolfo”, Gramsci había arremetido críticamente contra la posición de Mondolfo respecto a la Revolución rusa y sus cuestionamientos al leninismo:

Su amor [por Rodolfo Mondolfo] a la revolución es amor gramatical. Él pregunta y se enfada por las contestaciones. Pregunta: ¿Marx? Y le contestan: Lenin. […] Sabemos que la seriedad profesoral no es más que apariencia de seriedad: es pedantería, filiteísmo y, a menudo, incomprensión absoluta. La posibilidad de desarrollo social de la Revolución rusa se le escapa completamente a Mondolfo, del mismo modo que el gramático pierde siempre el alma de la poesía (2004 [1919]: 57 – 58)

La polémica entre Mondolfo y Gramsci se enmarcaba en las contiendas al interior del Partido Socialista Italiano (PSI), que más tarde derivarán en la escisión y fundación del Partido Comunista Italiano (1921) encabezado, entre otros, por el revolucionario sardo. La “seriedad profesoral” aludida por Gramsci, se debía a que Mondolfo era un destacado profesor en Italia. Se había desempeñado como docente en diversos liceos italianos (en Potenza, Ferrara y Mantova), en la Universidad de Padua entre 1907-1910 (donde suplantó al reconocido filósofo Roberto Ardigó en la cátedra de Historia de la Filosofía), en la Universidad de Turín de 1910 a 1913 (allí Gramsci estudió Filología desde 1911, y tuvo como maestro a Mondolfo en la cátedra Historia de la Filosofía) y en la Universidad de Bologna durante 1914-1938.

Presumiblemente la crítica de Gramsci respondía a la aparición en 1919 del libro de Mondolfo Sulle orme di Marxque contenía una veintena de páginas críticas al predominio leninista en la Revolución rusa8. El libro reproducía una serie de artículos que habían aparecido en Critica Sociale como “Leninismo e marxismo” (febrero, 1919) y “Leninismo e socialismo” (abril/mayo, 1919). En el primer artículo, Mondolfo polemizó con Gramsci, aunque sin nombrarlo, al criticar su escrito “La revolución contra el capital” que había aparecido en el Avanti!, el periódico del PSI, en noviembre de 1917:

Arturo Labriola, como ocurre a menudo con los ingenios agudos y brillantes, ama la paradoja y el carácter novedoso de las tesis. Si al marxismo se le opone generalmente el leninismo, él quiere afirmar la identidad de ambos. ¿Quién ha supuesto y afirmado la antítesis? Algunos presuntos marxistas, seguidos inmediatamente por los partidos del orden, dice Arturo Labriola: porque a los partidos del orden urge aferrarse al arma del marxismo para defenderse del peligro y de la amenaza del bolchevismo; pero para convertir la revolucionaria doctrina de Marx en antídoto contra el veneno de Lenin, los conservadores tienen que falsificarla, presentado una droga adormecedora en lugar del tónico excitante. Si esta afirmación respondiese a la realidad, convendría decir que los partidos del orden tienen imprevistos secuaces o aliados en las mismas filas de los sostenedores de las concepciones y de los métodos del bolchevismo: ¡Entre nosotros el Avanti! ¿acaso no ha presentado y exaltado la acción de los leninistas como la revolución contra el Capital? (1968 [1919]: 9).

De alguna manera, cuarenta años más tarde Mondolfo retomaba aquella vieja polémica con Gramsci. La crítica escrita desde Argentina, tenía por historia y destino al medio italiano. De todos modos, expresión del destierro, la posición mondolfiana estaba teñida por un acontecimiento local que el autor no pretendía polemizar: el derrocamiento del peronismo en 1955. La editorial Raigal, dirigida por Antonio Sobral, se había conformado a comienzos de los años 50 con el propósito de contribuir a la nacionalización de una cultura democrática que debía confrontarse con el peronismo y con los efectos devastadores de su acción en el plano cultural. Existía una proximidad entre la cultura política pregonada por la editorial y la preocupación de Mondolfo: una reconstrucción de la genuina filosofía de Marx y Engels que descubría en ella la “inspiración de la libertad humana” como fundamento (Aricó, 2005 [1988]: 202–3). Se podría pensar que al incluir el ensayo crítico de Mondolfo sobre Gramsci, la editorial realizaba una operación: tornaba nativo al argumento. La crítica mondolfiana hacia el leninismo/stalinismo, la editorial parecía introducirlo en la escena nacional para criticar un totalitarismo más cercano que el autor nunca abordó: el peronismo. El cuestionamiento, como se verá, al maquiavelismo gramsciano de Mondolfo parecía así exceder al Partido Comunista, y alcanzar la figura del General derrocado.

Mondolfo se disponía a un diálogo con los escritos de Gramsci, partiendo de asumir que no había generado influencia alguna sobre el comunista italiano, aunque éste conocía su obra. El autor adhería a la posición filosófica de su maestro (y también de Gramsci), Antonio Labriola (1843-1904), que acuñó la definición del marxismo como una filosofía de la praxis en contraposición al determinismo fatalista del materialismo y a la “voluntad de creer” del sindicalismo soreliano. Ambas corrientes criticadas por Labriola, también las había enfrentado Mondolfo y Gramsci en sus Cuadernos por lo que existía una evidente convergencia, reconocida por el propio filósofo ítalo-argentino (1956: 387). Así Mondolfo sugería que la denominación del marxismo como filosofía de la praxis por parte de Gramsci se fundaba en evitar la vulgarización determinista en que había caído el materialismo histórico, y no en la pretensión de sortear la censura carcelaria (1956: 389).

Mondolfo interpretó el marxismo a través de un concepto central: inversión de la praxis que aludía al intercambio de acción entre el hombre y las condiciones históricas según un movimiento dialéctico. La humanidad obraba en base al impulso de sus necesidades y realizaba su voluntad, pero el resultado de su acción se transformaba a su vez en la condición que limitaba y estimulaba su actividad futura. Debía comprenderse la dependencia de la humanidad respecto a las condiciones históricas sociales en clave de un condicionamiento dialéctico, no mecánico o lineal, lo que permitía aprehender el dinamismo del proceso histórico. Como Gramsci, el autor indicaba que la necesidad era intrínseca al proceso histórico, presentando dos aspectos: uno objetivo, dado por las condiciones preexistentes, producto de la actividad humana anterior, y el otro subjetivo, formado por las necesidades que empujaban hacia la superación de las condiciones actuales.

También, a través del concepto de inversión de la praxis, Mondolfo fundamentó la unidad de la vida social (por ejemplo, 1956 [1912]: 285; 1969: 79). La praxis en su inversión contenía una variedad y complejidad infinita de manifestaciones. Si bien era posible, analíticamente, categorizar o separar tales manifestaciones -por ejemplo actividad económica, política, artística- no podían devenir un sistema cerrado y siempre era preciso subrayar sus articulaciones. Para el autor, el concepto de bloque histórico gramsciano resultaba solidario de este tratamiento del marxismo.

Según Mondolfo la clásica aseveración de Marx en el prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política (1859), “no es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, a la inversa, la existencia social la que determina su conciencia”, no suponía una relación lineal entre el momento objetivo y el subjetivo, entre la estructura y la superestructura (1969: 82). También aquí se aplicaba el principio de la inversión de la praxis. Los hombres reaccionaban sobre el momento objetivo, ejerciendo influencias sobre el curso del desarrollo social. Para Mondolfo, Gramsci también había demostrado el carácter de “fuerza material” de la ideología, esto es, la ideología como concepción del mundo que se tornaba históricamente operante. Más aún, sugería como sugestiva su interpretación de la clásica aseveración de Marx correspondiente a la Contribución a la crítica de la economía política acerca de la superestructura como las formas ideológicas en las que los hombres adquieren conciencia del conflicto en la base económica y luchan por resolverlo (1956: 399).

Según Mondolfo la IIIª Tesis sobre Feuerbach suponía, para la filosofía de la praxis, la actividad práctica del pueblo junto a los filósofos. El pensamiento ilustrado había concebido la transformación social en términos de la educación del género humano que estaba en manos de los educadores –filósofos-, cuya misión era transformar a los educandos –pueblo-, sin modificarse a sí mismos. La educación permitía que el hombre pasara del reino de las “sombras”, de la “superstición”, al reino de la razón. Los verdaderos sujetos de la transformación social eran pues, los filósofos de la Ilustración que debían moldear a los pasivos educandos. Marx había rechazado esta división de la sociedad. Por un lado, adujo que los hombres no sólo eran producto de la circunstancias sino que éstas también eran productos suyos. Por otro lado, a través de la afirmación “el educador necesita ser educador”, rechazaba el principio ilustrado que encomendaba el despliegue de la humanidad a una minoría ilustrada que no requería su propia transformación. Para Mondolfo la negación de este dualismo educador–educando entrañaba una praxis incesante, que implicaba un proceso de autotransformación de los hombres. El autor recurría a la propia interpretación de Gramsci acerca de la IIIª Tesis sobre Feuerbach para marcar la reciprocidad entre el cambio de las circunstancias y el cambio de los hombres, entre la estructura y la superestructura, entre el momento objetivo y subjetivo: “La afirmación de las Tesis sobre Feuerbach, ‘el educador que debe ser educado’, ¿no concibe una relación necesaria de reacción activa del hombre sobre la estructura, afirmando la unidad del proceso real?” (Gramsci, citado en Mondolfo 1956: 398)

Apoyándose en este argumento gramsciano, Mondolfo también fundamentaba, desde la filosofía de la praxis, un vínculo democrático entre el filósofo o intelectual y el pueblo. Al respecto, citaba un conocido pasaje de los Cuadernos de la cárcel, donde se argüía que el elemento popular siente, pero no siempre comprende o sabe, mientras el elemento intelectual sabe, pero no siempre comprende y especialmente no siempre siente. Gramsci instaba a superar este hiato, conformando un bloque histórico entre intelectuales y pueblo para dar personalidad al elemento amorfo de masa o, en otras palabras, para promover el momento catártico: el paso del reino de la necesidad a la libertad (Mondolfo, 1956: 410)

Como se observa, Mondolfo presentaba agudas coincidencias político-filosóficas con el autor de los Cuadernos de la cárcel. Sin embargo, el filósofo ítalo-argentino consideraba incoherente que bajo estos preceptos el comunista italiano adscribiese al leninismo, a la noción stalinista de partido y al bolchevismo, que se caracterizaban por la sustitución de la conciencia, la voluntad y la acción del pueblo por la conciencia, voluntad y acción de un núcleo de vanguardia: o sea, el Partido. Mondolfo comenzaba su crítica a Gramsci recordando la adscripción de éste a los dos principios del prefacio a la Contribución a la Crítica de la economía política de Marx:

a) La humanidad se propone sólo aquellos cometidos que puede resolver […]; b) una formación no perece antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas por las cuales aquella es aún suficiente, y nuevas y más elevadas relaciones de producción hayan tomado su puesto, y antes de que las condiciones materiales de existencia de estas últimas se hayan incubado en el seno mismo de la vieja sociedad (Gramsci, citado en Mondolfo, 1956: 395)

Estos dos principios, proseguía el filósofo ítalo–argentino, apuntaban a la madurez histórica y, específicamente, a la fijación del momento catártico, “punto de partida de toda la filosofía de la praxis”, según Gramsci. Asimismo, el comunista italiano, comentaba Mondolfo, había insistido en el vínculo democrático entre intelectuales y masas, y en la formación de una voluntad nacional popular y autónoma del pueblo. Postulados filosóficos que colisionaban con la adscripción de Gramsci al leninismo y al bolchevismo ruso. La insurrección bolchevique era el resultado de un forzamiento de la realidad, siendo sus rasgos dictatoriales connaturales a esta situación. Frente a la falta de orientación progresiva en las masas proletarias, señal y prueba de la inmadurez de las condiciones históricas, Gramsci proponía, en sintonía con el bolchevismo, la intervención jacobina del Partido o élite de dirigentes y, por tanto, renunciaba a los criterios de madurez histórica de la filosofía de la praxis.

En esta línea, Mondolfo interpretó el maquiavelismo gramsciano. La figura del Príncipe de Maquiavelo encarnaba únicamente a la personalidad dirigente o al Partido que sustituía la voluntad popular. En otras palabras, el movimiento que presentaba una orientación espontánea contraria no era atendido sino suplantado por el Príncipe. Mondolfo consideraba viable la interpretación gramsciana de Maquiavelo signada por destacar no el cinismo o inmoralidad del Príncipe en la lucha por el poder sino su voluntad de fusión y confusión con el pueblo. Pero aun así, esta interpretación, para Mondolfo, mostraba un Príncipe que no se identificaba plenamente con el pueblo, sino que lo sustituía y exaltaba la virtud de un dominador solitario que encontraba en el pueblo, incapaz de expresar aún una virtud propia, la materia con la cual plasmar el Estado. Así, el pueblo se reducía a una materia moldeable para conseguir un fin que él todavía no sentía, pero en el cual otros veían encarnadas las exigencias históricas a las cuales ese pueblo debía obedecer. Aun cuando Gramsci perseguía la autonomía de los hombres, terminaba por avalar métodos pedagógicos autoritarios ante la debilidad de las creencias populares. En lugar de extraer de esta debilidad la falta de madurez histórica de las masas, proponía que el Partido se esfuerce en repetir los propios argumentos, variando literariamente su forma. Esto, argüía Mondolfo, derivaba en erigir una cortina de hierro que aislaba a las masas de todo contacto con manifestaciones alternativas u opositoras y, por tanto, corrompía su elevación intelectual, tal como se registraba en la revolución bolchevique. Con todo, los principios marxistas derivados de la historicidad, de la madurez de las condiciones históricas, de la dialéctica real o de la inversión de la praxis eran alterados por el bolchevismo de Gramsci, degenerando en totalitaria su propuesta revolucionaria.

Años más tarde a través de su artículo “Las antinomias de Gramsci” aparecido en la revista italiana Critica Sociale en diciembre de 1963 (y, como ya se indicó, reproducido luego en español), Mondolfo volvía sobre el punto9. Escrito en Argentina, el regreso sobre la obra gramsciana estaba animado por una polémica italiana. A contramano del ensayo de Mondolfo de 1955, Giuseppe Tamburano en Antonio Gramsci (1963) había presentado a Lenin y a Gramsci como personificaciones típicas de la exigencia de libertad y democracia. Mondolfo se insertaba en la polémica, aunque, en rigor, el núcleo argumentativo era similar al esgrimido en 1955. Ahora el acento se depositaba en el conflicto entre la tendencia libertaria y la autoritaria del revolucionario sardo. Ya en la etapa consejista de Gramsci, Mondolfo observaba esta incongruencia. Por un lado, el dirigente italiano afirmaba a los consejos obreros como una institución típica de la sociedad socialista y genuina creación del proletariado opuesta al sindicato y al Partido que aparecían como órganos burocráticos y extraños a los lugares de trabajo. Por otro, al enfrentar el problema de la conquista del poder político, colocaba a esos mismos consejos en situación de subordinación respecto del Partido político.

Para Mondolfo esta temprana tensión en Gramsci se desplazó, paulatinamente, hacia una concepción autoritaria que relegó los problemas de los consejos obreros, situando al Partido como agente único y privilegiado de la revolución. He aquí la discrepancia central con Tamburrano. Este autor admitía que en los años 20, luego de la derrota del movimiento obrero italiano y la fundación del PCI, Gramsci había otorgado un rol preeminente al Partido en el proceso revolucionario, pero a partir de su encarcelamiento y aislamiento en 1926 se habría distanciado de “cierta estadolatría” de la experiencia bolchevique, reafirmando así una nueva perspectiva democrática. Mondolfo, sin dejar de reconocer los aciertos filosóficos gramscianos, como ya lo había hecho en 1955, reparaba en el concepto de hegemonía de los Cuadernos para demostrar la pervivencia de la antinomia entre la tendencia libertaria y la autoritaria. Gramsci sugería que para sacudir el yugo del consenso dominante, la clase subalterna debía afirmar su propia ideología, crear su propia hegemonía de grupo social y extenderla hacia otros sectores subordinados. Pero esta exigencia hegemónica, reprochaba Mondolfo, quedaba prisionera de su noción leninista y bolchevique de partido que suponía una persistente distinción entre dirigentes y dirigidos, entre intelectuales orgánicos encargados de ejercer la acción educativa y el pueblo que aceptaba y obedecía la dirección espiritual. Gramsci en la cárcel atravesaba un drama histórico ya experimentado en su juventud: entre su voluntad genuinamente libertaria y el modelo bolchevique y leninista del que nunca pareció cortar amarras.

En definitiva, para Mondolfo, en el pensamiento gramsciano convivían, por decirlo así, dos almas: una profundamente marxista plasmada en los principios de la filosofía de la praxis y otra ligada al leninismo/stalinismo. El autor se asentaba en la primera para fundamentar una perspectiva revolucionaria gradualista y atenta al grado de madurez de la sociedad, no admitiendo pues saltos o rupturas cualitativas abruptas que derivaban, necesariamente, en totalitarismo. Perspectiva que tanto influyó en las revisiones político-teóricas de la intelectualidad crítica de los años 80 y en la fundamentación de un socialismo democrático.

Notas

1. Existe una nutrida producción que alude a la obra y biografía de Mondolfo. Sin resultar exhaustivo se podría recurrir a: Torchia Estrada (1961); Pró (1968a; 1968b); García Losada y Lértora Mendoza (1983); Flora (coord., 1992); Oviedo (2006); Tarcus (2007: 430-433); Fillipi (2011). Los principales antecedentes en la indagación de la recepción de Gramsci por Mondolfo lo constituyen, por un lado, Aricó (2005 [1988]: 202-207) que se centra en la postura del autor manifestada en El materialismo histórico en F. Engels y otros ensayos (1956: 383-413) y, por otro, Burgos (2004: 36-41) que, en lo fundamental, prosigue las consideraciones de Aricó. De todos modos, la preocupación de ambos estriba en el derrotero de Gramsci en Argentina, a través, fundamentalmente, del colectivo editorial Pasado y Presente, por lo que existen aristas a profundizar.

2. El ensayo sobre Gramsci también fue publicado bajo el formato capítulo de libro en Mondolfo R. Marx y marxismo. Estudios históricos–críticos. México, Fondo de Cultura Económica en 1969 (reeditado en 1975, 1981 y 1986). En italiano se incluyó como capítulo en Mondolfo, R. Da Ardigò a Gramsci (Milano, Nuova Accademia Editrice) en 1962.

3. Aunque dirigida por la militante comunista Sara Jorge, Lautaro estuvo desde su fundación en 1942 vinculada a intelectuales ajenos al aparato partidario, como era el caso de Gregorio Weinberg. La editorial fue la única ligada al mundo comunista que, además de publicar a Gramsci, hizo lo propio con autores italianos de la posguerra, como Italo Calvino y Alcides Cervi (Petra, 2010)

4. Ernesto Sábato escribió un artículo para la revista Realidad (1947–1949), Año II, n°6, noviembre–diciembre de 1947, pp. 409–413, a propósito de Lettere del carcere. Este artículo fue una de las primeras noticias aparecidas en Argentina acerca de la obra del comunista italiano, rescatando su figura como pensador y hombre de ideales. Dirigida por el filósofo Francisco Romero, Realidad ocupó un lugar destacado en la difusión de las novedades filosóficas italianas a través, por ejemplo, de la participación de exiliados antifascistas, como el propio Mondolfo.

5. Vale apuntar que el exilio de Mondolfo no resultó un hecho aislado. Contemporáneamente a su llegada, arribaron al país casi un millar de hebreos italianos/as, algunos de los cuales eran militantes liberales o socialistas como Renato Treves, Camilo Viterbo, Renato Segre que también contaron con penurias y problemas en su arraigo (Pró, 1968a:34; Filippi, 2011:4)

6. Décadas más tarde, Aricó (2005 [1988]: 206–207) realizó una autocrítica de su artículo basada en la imposibilidad político–teórica en que se encontraba de cuestionar la identificación de Gramsci con Lenin, señalando así la justeza de la posición del filósofo ítalo–argentino y calificando su artículo como un “injustificado y burdo ataque”.

7. Luego del XX Congreso, Mondolfo retomó y prosiguió sus críticas al bolchevismo: en octubre de 1956, “Bolcscevismo e dittatura” en Critica sociale; en 1962, Materialismo histórico-bolchevismo y dictadura (Bs. As.: Ediciones Nuevas);en 1968, simultáneamente en Italia, Gli studi della rivoluzione russa (Bologna: Ed. Capelli) y en Argentina, Bolchevismo y capitalismo de Estado (Bs. As.: Ed. Líbera).

8. Las críticas fueron ampliadas en la tercera edición del libro (1924) en dos volúmenes, ocupando la mayor parte del primero (págs. 105-279)

9. Aunque sin resultar el centro de su propósito, Mondolfo también volvió a criticar a Gramsci en el libro ya referido, Bolchevismo y capitalismo de Estado (1968). La dirección de la crítica resultaba similar a la esbozada. Además, el autor reafirmaba su tempranas críticas al bolchevismo, “aun cuando a la sazón suscitaban la oposición de Gramsci, que en el Ordine Nuovo ridiculizaba la pedantería profesoral que pretendía fijar límites a las revoluciones” (1968: 248)

OBRAS CITADAS

1. Agosti, Héctor. “Noticias sobre Gramsci”, Cuadernos de Cultura, Año I, N° 9-10, Año I. Febrero de 1953, pp. 38-41.

2. Aricó, José “¿Marxismo versus leninismo?”, Cuadernos de cultura, Año VIII, N° 33. Diciembre de 1957, pp. 90–96. “Pasado y Presente”, Pasado y Presente, Año I, N° 1. Abril/junio de 1963, pp. 1-17.

3. Aricó, José. La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina. Bs. As.: Siglo XXI. 2005 [1988].         [ Links ]

4. Burgos, Raúl. Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente. Buenos Aires: Siglo XXI. 2004.         [ Links ]

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16. Petra, Adriana. “El momento peninsular. La cultura italiana de posguerra y los intelectuales comunistas argentinos”. Revista Izquierdas, N° 8. 2010, pp. 1–25.

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