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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.20 no.1 Viedma mar. 2017

 

ARTÍCULO

La tercera presidencia peronista y la Guerra Fría. Argentina, Perú y Brasil en la X Conferencia de los Ejércitos Americanos de 19731

The Peronist third presidency and the Cold War. Argentina, Peru and Brazil in the X Conference of the American Armies in 1973

 

María Cecilia Míguez
mmccmiguez@gmail.com
Instituto de Investigaciones Históricas, Económicas y Sociales IDEHESI – CONICET. Argentina

Recibido: 26|10|16
Aceptado: 20|12|16

 


Resumen
Durante la X Conferencia de Ejércitos Americanos realizada en el mes de septiembre de 1973 las delegaciones de los países latinoamericanos debatieron fuertemente la concepción sobre el rol de las Fuerzas Armadas y el sistema interamericano de defensa. En el contexto del gobierno de transición de Raúl Lastiri -período intermedio entre la renuncia de Héctor Cámpora y la asunción de Juan Domingo Perón- el general argentino Jorge Raúl Carcagno apoyó la tesis peruana del ministro de Guerra y primer ministro del Perú, general Edgardo Mercado Jarrín. Plantearon la necesidad de reformar el TIAR, distanciándose claramente de la posición de Brasil. Este trabajo se propone vincular la posición argentina, peruana y brasileña en el contexto de los conflictos políticos internos y de la disputa de las potencias por el predominio en la región.

Palabras clave: X Conferencia de dos Ejércitos Americanos; Peronismo; Perú; Brasil; Guerra Fría.

Abstract
During the X Conference of American Armies, carried out in September 1973, the Latin American delegations strongly discussed the conception of the role of the Armed Forces and the inter-American defense system. In the context of the transitional government of Raul Lastiri - period between the resignation of Hector Cámpora and the arriving of Juan Domingo Perón into power- the General Jorge Raúl Carcagno supported the thesis of the Peruvian Minister of War and Prime Minister of Peru, General Edgardo Mercado Jarrín. They affirmed the need to reform the Inter-American Treaty of Reciprocal Assistance, breaking away from the brazilian position. This work aims to link the Argentine, Peruvian and Brazilian position in the context of the political internal conflicts and the dispute of the great powers for the preponderance in the region.

Key words: X Conference of American Armies; Peronism; Peru; Brazil; Cold War.


 

INTRODUCCIÓN

En la X Conferencia de Ejércitos Americanos (CEA) realizada en el mes de septiembre de 1973 las delegaciones de los países latinoamericanos debatieron fuertemente la concepción sobre el rol de las Fuerzas Armadas y el sistema interamericano de defensa. En el contexto del gobierno de transición de Raúl Lastiri –período intermedio entre la renuncia de Héctor Cámpora y la asunción de Juan Domingo Perón- el general argentino Jorge Raúl Carcagno apoyó la tesis peruana del comandante general, ministro de Guerra y primer ministro del Perú, general Edgardo Mercado Jarrín. En forma conjunta plantearon la necesidad de reformar el TIAR, distanciándose de los Estados Unidos y más abiertamente de la posición de Brasil.

Esas Conferencias habían tenido origen en una convocatoria de los Estados Unidos a todos los ejércitos de los países miembros de la OEA para discutir la aplicación en el plano militar de las doctrinas de John F. Kennedy, es decir, vinculadas con la Alianza para el Progreso, como estrategia preventiva contra el avance del comunismo. Formaban parte de la estrategia de los Estados Unidos de vinculación con los países del continente. Desde la Conferencia de Chapultepec en adelante, los Estados Unidos fueron fortaleciendo sus vínculos con las fuerzas armadas de los países del continente, bajo la justificación de la lucha contra el comunismo. Ello fue cobrando forma a través de acuerdos bilaterales de asistencia militar, que incluían aprovisionamiento de armas y financiamiento de los Estados Unidos, presencia de asesores militares y más adelante, ya en contexto del recrudecimiento de la Guerra Fría en América a partir de la Revolución Cubana, entrenamiento de oficiales latinoamericanos en la Escuela de las Américas.

En efecto, las Conferencias se convirtieron en una respuesta más a la Revolución Cubana de 1959, para orientar a las Fuerzas Armadas de la región en la lucha contra el comunismo e implementar la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), o del “enemigo interno”. La primera de ellas fue producto de la iniciativa del general Theodore F. Bogart, comandante del Comando Sur de los Ejércitos de Estados Unidos -US Southern Command- con base en la zona estadounidense del Canal de Panamá de convocar a los Jefes de los Ejércitos americanos con el argumento de discutir problemas comunes. Se realizaron todos los años en Forte Amador (Panamá) y luego en 1964 en West Point. A partir de 1965 fueron organizadas cada dos años. La de 1973 se caracterizó por un profundo cuestionamiento político al sistema interamericano y al rol de los Ejércitos. Hacia 1973, Panamá defendía la devolución del Canal en el Consejo de Seguridad de la ONU, México promovía la defensa de los países en desarrollo a través de su Carta de Derechos y Deberes de los Estados y varios países discutían la reestructuración de la Organización de los Estados Americanos (OEA), poniendo en debate el dominio de los Estados Unidos, en el marco de la afirmación de la necesidad del “pluralismo ideológico”. Tal como afirma Alfredo Bologna, el principio del pluralismo ideológico se aceptó por primera vez en la Declaración de Salta, firmada por los presidentes de Argentina (Lanusse) y de Chile (Allende) en 1971. Fue aceptada también en las declaraciones bilaterales, firmada por Argentina con los gobiernos de Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela (Bologna, 1977: 194). Pero sería en la III Asamblea General de la OEA, realizada en Washington del 4 al 15 de abril de 1973, que se firmaría una declaración admitiendo la pluralidad de ideologías dentro de la Carta de la OEA.

Dicha carta había sido reformada en 1967, y entrada en vigencia en 1970. Sin embargo, continuaba el descontento en varios países respecto del organismo y de la función del Tratado Interamericano de Defensa Recíproca (TIAR). El TIAR entró en vigencia en 1948 y fue aplicado en diversas oportunidades, entre las que se destacaron los casos de Guatemala (1954), Cuba (1962) y Santo Domingo (1965). En todos los casos, el sistema de seguridad continental operó y respondió a los intereses estratégicos de Estados Unidos y esa fue la cuestión que llevó a la crítica del Tratado por parte de los países latinoamericanos (Lanús, 1984: 167). Ello resultó en la conformación de una comisión especial para estudiar el sistema y proponer reestructuraciones (CEESI), tanto a la OEA como al funcionamiento del TIAR. La CEESI se reunió por primera vez en julio de 1973, donde Perú y Chile pedirían la readmisión de Cuba en el sistema interamericano, mientras que la delegación Argentina solicitó cambios radicales a los que nos referiremos más adelante. Ese debate constituyó un hito significativo en un contexto histórico breve, en tanto las siguientes Conferencias serían escenario del surgimiento del Plan Cóndor.

Existen una serie de trabajos que abordaron la posición de Carcagno y en qué medida consistió en una nueva orientación sobre la seguridad nacional en la región. Entre ellos se destacan los de Juan Carlos Puig (1988), Archibaldo Lanús (1984), Miguel Angel Scenna (1980), Daniel Mazzei (2001, 2012 y 2015) Andrés Cisneros y Carlos Escudé (2000), Eduardo Anguita y Martín Caparrós (1998), y Guillermo Martín Caviasca (2015). Algunos de esos trabajos abordan específicamente la problemática de los militares y sus alineamientos, otros el carácter del breve gobierno peronista de Cámpora, y en otros casos se analizan las posiciones diplomáticas durante la Conferencia. En general no se abordan las vinculaciones entre variables internas y externas para explicar tanto los comportamientos políticos en el nivel nacional como las posiciones referidas a la política exterior. Este artículo se propone inscribir las posiciones de las delegaciones en la coyuntura interna, regional y mundial. En especial, en la supuesta rivalidad regional de Argentina y Brasil en el contexto de la Guerra Fría, en el marco de la política internacional argentina conocida como “orientación hacia el Este”. Se trata de vincular el hecho histórico puntual con la disputa de las potencias por el predominio en la región, y con los debates en el plano político interno respecto de los proyectos económicos y sociales.

Su aporte específico es el de vincular variables internas y externas para explicar el comportamiento de los actores y el desarrollo de los fenómenos políticos complejos que caracterizan a esta década. Tal como lo veremos a través de la utilización de nuevas fuentes para el análisis de la X CEA, como los cables de las distintas embajadas, los documentos compilados como Foreign Relations of the Unites States presentes en este estudio, y los del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina, la posición adoptada en la conferencia respondía a un complejo entramado de intereses donde la guerra fría y la política interna se entrecruzan.

EL MODELO PERUANO Y SU IMPACTO EN LA ARGENTINA

El gobierno militar de Perú que se inició en 1968 había sido pionero en medidas caracterizadas por un nacionalismo estatizante, reforma agraria, reforma industrial con participación de los trabajadores en los beneficios y en la organización de la producción, reformas educativa y social, etc., que constituyeron una clara distribución a favor de los sectores sociales más vulnerables. La reforma agraria de 1969 realizó una redistribución sustancial y rápida de la tierra en un país caracterizado por la altísima concentración latifundista. Por otra parte, el gobierno llevó adelante una reforma en la estructura industrial que otorgó a los trabajadores de una participación no sólo en beneficios sino también en la administración y la organización (Lowenthal, 1975: 459).

Además de constituirse en un modelo económico en ese sentido, en cuanto al escenario internacional, el gobierno de Velazco Alvarado ensayó una política de autonomía respecto de Estados Unidos que no solamente incluía el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS, China y Cuba, sino también la profundización de la relación económica y comercial con la potencia soviética y a la llegada de inversiones provenientes de Europa del Este.

Los Documentos del Departamento de Estado identifican a la política exterior del gobierno peruano como “basada en principios de universalismo”, a la política económica como “fuertemente controlada por el estado” y orientada a la diversificación de los patrones de comercio exterior”.2 En el plano regional, ello se expresó en el impulso al Pacto Andino, que adoptaría el modelo peruano respecto de las inversiones extranjeras (Lowenthal, 1975: 458). La influencia de ese modelo autoritario, de carácter nacional, se extendió por la región, y tuvo sus lecturas y apoyos dentro de las Fuerzas Armadas Argentinas. Entre quienes se consideran cercanos en 1973 a esas posiciones se destacó el general Jorge Raúl Carcagno, Jefe del Ejército nombrado por Cámpora3. Los militares peruanos fueron protagonistas de la defensa del pluralismo ideológico frente a la Doctrina de la Seguridad Nacional, argumentos que sería reiterados por la delegación militar argentina en la X Conferencia.

Varias razones empujaron a que a lo largo de los años del gobierno de facto de Velazco Alvarado, se fueran radicalizando algunas posiciones. Una de ellas fue la constante presión de los Estados Unidos como respuesta a la expropiación de la International Petroleum Company (IPC), una subsidiaria de la Standard Oil de New Jersey. Las sanciones aplicadas por los Estados Unidos constituyeron un elemento que propició el acercamiento a la Unión Soviética como proveedora de material bélico. Tal como sostiene Lowenthal, “mientras que las presiones de Estados Unidos han intimidado y constreñido a Perú en períodos previos, la jactancia de 1968-1969 de unos Estados Unidos enlodados por la guerra de Vietnam sirvió principalmente para fortalecer a los oficiales y asesores peruanos más radicales y nacionalistas y hasta muy recientemente ha ido en aumento la aceptación del modelo peruano dentro dela región andina” (1975: 468).

Una de las cuestiones centrales defendidas por el gobierno peruano era la soberanía de sus costas marítimas por una extensión de 200 millas. A lo largo de 1973 tuvo conflictos diplomáticos con los Estados Unidos por haber incautado barcos pesqueros que infringían dicha soberanía. Ello generó la aplicación de una enmienda (Pelly Amendment) que implicó mayores sanciones por parte de los Estados Unidos, en particular respecto de la venta de equipos militares4.

Un informe elaborado por el Asistente del Secretario de Defensa Lawrence Eagleburger alertaba en ese contexto sobre los peligros de los constantes ofrecimientos que la Unión Soviética realizaba al gobierno peruano, para vender equipamiento que incluía aviones MiG-21 y “términos atractivos”, y con el antecedente de que ese gobierno ya había comprado helicópteros Mi-8 de origen soviético, en lugar de los estadounidenses. Ello de algún modo abría el mercado latinoamericano, con el riesgo de que los soviéticos avanzaran en su aprovisionamiento a Chile5. El mismo informe daba cuenta de la existencia de una misión militar soviética en Perú en el mes de marzo de 1973. Toda la información se ordena a fundamentar el riesgo del deterioro de las relaciones con Perú y lo peligroso del sentimiento anti norteamericano no solamente en ese país sino en la región.

Mercado Jarrín, como Primer Ministro del Perú, fue uno de los asistentes a la ceremonia de asunción de Héctor Cámpora, el 25 de mayo de 1973, que reflejó el gran impacto internacional del nuevo gobierno. En esa oportunidad, en una entrevista para el diario Clarín, afirmó que la asunción de Cámpora contribuía al “proceso de cambio y realineación de fuerzas en América Latina”, retomando “su mejor tradición sanmartiniana para estrechar sus vínculos con el Pacífico”.6 Mercado Jarrín enumeró luego sus coincidencias respecto de la soberanía marítima en el límite de las 200 millas territoriales, la reforma del sistema interamericano, el pluralismo ideológico, la oposición a las medidas coercitivas que pretendan imponer las grandes potencias, la consolidación de la unidad latinoamericana. Respecto del Pacto Andino afirmó que la posición del Perú era favorable al ingreso argentino, y que “la tercera posición alejada del capitalismo y del comunismo, la lucha contra la dependencia, la defensa de los recursos nacionales, son postulados básicos del Justicialismo y hoy tienen realidad en el gobierno revolucionario del Perú.7.

La asunción de Cámpora coincidió con una larga gira del Secretario de Estado William Rogers, a una gran cantidad de países latinoamericanos. El viaje de Rogers se realizó entre el 12 y el 28 de mayo de 1973 y visitó los siguientes países: México, Nicaragua, Venezuela, Perú, Colombia, Brasil, Argentina y Jamaica. La visita respondía a la necesidad de recomponer de algún modo las relaciones con el continente, donde tanto la política de intervención de los Estados Unidos como el comportamiento de los capitales provenientes de allí estaban siendo fuertemente cuestionados. Las impresiones del secretario de sus viajes lo reflejan claramente8. A lo largo de los distintos países Rogers afirmó la convicción de evitar cualquier tipo de “paternalismo” por parte de los Estados Unidos, respetar los intereses y la soberanía de los países latinoamericanos, y negociar como pares9. Rogers se entrevistó en Buenos Aires con Cámpora y con Salvador Allende. Al día siguiente hizo lo mismo con el Primer Ministro de Perú y luego con el Ministro de Relaciones Exteriores Miguel Ángel de la Flor Valle. En esa oportunidad, el ministro estadounidense intentó acercar algunas posiciones, aclarando que el gobierno de Nixon estaba dispuesto a modificar las relaciones con los países del continente, entendiendo la necesidad de las afirmaciones soberanas de cada uno de ellos, y que “defendían el concepto del pluralismo ideológico”: “Desde que los EE.UU. han sido capaces de mejorar sus relaciones con adversarios como los soviéticos y los chinos no hay ninguna razón para que no hacer lo mismo con nuestros amigos”.10 La respuesta del Ministro de la Flor fue que Perú estaba buscando un nuevo sistema basado en el desarrollo y en una distribución más equitativa, que lamentablemente algunas de las decisiones del programa revolucionario generaban confrontación, y que dada la gran diferencia entre ambos países, “si a Estados Unidos quería colaborar con el proceso de desarrollo y aprecia realmente los nuevos esfuerzos realizados por el gobierno en ese sentidos, entonces debería intentar ser medido en sus reacciones frente a la política peruana11. Durante los meses de junio, julio y agosto, las relaciones bilaterales se tensaron y giraron en torno al necesario apoyo de los Estados Unidos para la obtención de un crédito del Banco Mundial y otras instituciones internacionales de crédito por parte del gobierno peruano. La cuestión incluyó el envío de una misión a cargo de James Greene para resolver las cuestiones pendientes referidas a la IPC12. Ello derivaría varios meses después, en febrero de 1974, en la firma de un acuerdo entre ambos países donde Perú tuvo que ceder a comprometerse al pago de un canon en función de las expropiaciones realizadas13.

La X Conferencia de los Ejércitos Americanos fue en el mes de septiembre de 1973, en pleno escenario de la disputa regional respecto del rol de los Estados Unidos con la conformación del orden interamericano, y por lo tanto, expresaba pujas en el continente. Un cable enviado desde la Embajada de los Estados Unidos en Lima el 31 de agosto, dirigido al Comandante en Jefe del Comando Sur, al Departamento de Estado y al Departamento de Defensa informaba que Mercado Jarrín plantearía en la Conferencia la necesidad de cuestionar el TIAR en tanto se hacía necesario “un nuevo sistema de seguridad que se opusiera a todo tipo de presiones económicas y políticas”, y que haría un llamamiento a los ejércitos latinoamericanos a comprometerse con un “nuevo rol en el proceso de desarrollo”, y a impugnar el rol de las conferencias, defensoras de los intereses a los poderes occidentales14.

La tesis peruana defendida por Mercado Jarrín postulaba la adopción de un nuevo concepto de seguridad basado en el desarrollo económico y social. Es decir, pretendía correr el eje de la seguridad internacional hacia los problemas económicos como causas en última instancia de los problemas regionales. Ello incluía directamente una crítica a la “coerción económica” aplicada sobre las naciones latinoamericanas. Proponía una revisión profunda del TIAR, y a su postura se sumaron Argentina, Panamá, Ecuador, Bolivia y Venezuela (Lanús, 1984: 169).

De acuerdo con el criterio de Mercado Jarrín y adoptado por algunos militares llamados “peruanistas” en la Argentina, las fuerzas armadas ya no deberían tener el papel de guardianes de un orden injusto y considerando como principal enemigo a las guerrillas de izquierda. El rol de los militares de la región debía ser, en primer lugar, el de formar parte de reformas necesarias que posibilitaran el desarrollo, y de ese modo, desactivar las causas de la subversión. Respecto del TIAR, el representante del ejército peruano planteó una reforma profunda porque se trataba, en sus términos, de un instrumento caduco para la realidad de los años ’70.15 Una de las hipótesis que guiaba a esta corriente militar era la de la coexistencia pacífica entre las potencias, y teniendo en cuenta los acercamientos diplomáticos entre los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Soviética y la República Popular China, no tenía sentir plantear una estrategia de seguridad basada en el conflicto entre esos polos. Tal como afirma Caviasca, la idea de que la guerra fría había llegado a su fin, y era reemplazada por una lógica de consensos y competencias entre muchas potencias aparece como una de las bases de análisis para las estrategias propuestas en el período en la lógica geopolítica de los “peruanistas” (Caviasca, 2015: 8). Sin embargo, pareciera difícil considerar que existió una corriente definida de este tipo, más bien era el modo de identificar a los sectores provenientes del desarrollismo, defensores de la intervención del Estado en determinadas área de la economía y la defensa, y con aspiraciones de relativa autonomía en la definición de las áreas estratégicas y diplomáticas de la política exterior. Estos sectores ya habían abonado la hipótesis de la coexistencia pacífica desde sus inicios a fines de la década de 1950 (Míguez, 2011). El modelo peruano sí alimentaba las aspiraciones de estos sectores, pero no necesariamente significa que adscribieran a él en su totalidad. Una serie de memorandos que Max Vince Krebs, encargado de negocios de la Embajada de los Estados Unidos, hizo llegar al presidente Lastiri en julio de 1973 sí referían a la influencia del modelo peruano en algunos militares argentinos como un peligro para los Estados Unidos. El funcionario objetaba tanto al ministro Gelbard como al “peruanismo” de Carcagno (Terragno, 2005: 45-46)16.

Retomando, el representante peruano sostuvo en su presentación a la Conferencia que:

El Ejército del Perú, acorde con los lineamientos de política externa del Gobierno del país, y desde una posición de serena reflexión y de crítica constructiva desprovista de toda inamistosidad, considera que el llamado «Sistema Militar interamericano» fue creado y sostenido para servir determinados intereses; razón por la cual lo cuestiona serena y objetivamente, en tanto no sea reorientado en su estructura y finalidad, de modo que sirva realmente al interés común y al perfeccionamiento de todos los ejércitos latinoamericanos17.

Implicaba además considerar la subversión como una consecuencia de los problemas de desigualdad y dependencia en América Latina, y por lo tanto bregaba un concepto de seguridad colectiva que incluyera “los reales intereses de nuestros pueblos, [ya que] no creemos en la represión como medio básico de lucha antisubversiva. Creemos en las profundas estructurales y en una intensa lucha política y psicológica para preservarlas”18

La tesis de Mercado Jarrín fue apoyada por Argentina, Bolivia, Ecuador, Panamá y Venezuela, pero fue minoritaria. La mayoría de los participantes -Brasil, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Uruguay- acompañó la posición de Borges Fortes, que analizaremos más adelante, y alineada con la Doctrina de Seguridad Nacional.

EL PERONISMO Y LA TESIS ARGENTINA EN LA X CONFERENCIA

El breve gobierno de Héctor Cámpora (25 de mayo de 1973 al 11 de julio) reflejaba en sus posiciones políticas públicas las aspiraciones de un sector del peronismo más radicalizado y era, al mismo tiempo, el alivio luego de siete años de dictadura militar y dieciocho de exilio de Juan Domingo Perón. Representaba el inicio de una nueva política hacia América Latina, que se materializaría en una orientación más autónoma de la política exterior. Prefiguraría también el acercamiento hacia Cuba y los intentos del nuevo gobierno argentino de avanzar hacia una reforma de la OEA y el sistema interamericano. Al mismo tiempo, demostraba la profundización de una tendencia iniciada durante la dictadura de Lanusse, conocida como “orientación hacia el Este”. El abandono de la idea de las “fronteras ideológicas” en el campo de las relaciones internacionales no era nueva. Eduardo Mc Loughlin, canciller de Lanusse, fue el encargado, por ejemplo, de normalizar las relaciones diplomáticas, consulares y económicas entre los gobiernos de la Argentina y Cuba, en el marco de toda la estrategia de acercamiento a los países “del Este”19.

En términos de la relaciones económicas con América Latina, el presidente electo sostuvo en su Mensaje a la Asamblea Legislativa la idea de una integración continental como una estrategia que debía reforzar -y no debilitar- las autonomías nacionales, y colocó como paradigma el modelo de integración del Pacto Andino, en línea con el modelo peruano de vinculación con el capital extranjero. Se refirió a la necesidad de la integración como instrumento para resolver las presiones de las potencias, de sus inversiones y de la depredación de los recursos naturales que éstas realizan (1973: 19). Así se anunciaba la intención de un viraje respecto del modelo de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y un acercamiento a los países firmantes del acuerdo andino. “En particular y debido a las carencias de la ALALC, los países hermanos del Pacífico se han comprometido en un programa integrativo de auténtica Liberación” (1973: 20).

Cámpora se refirió abiertamente a la crisis de la OEA, afirmando en su Mensaje que ésta

[…] no ha servido a los fines de la Liberación de nuestro Pueblos, sino que por el contrario ha contribuido a mantenerlo en la dependencia y en el subdesarrollo. Surgida en los momentos álgidos de la guerra fría, ni siquiera se justifica ahora dentro de ese contexto, que debe considerarse totalmente superado por la nueva perspectiva internacional de la coexistencia pacífica” (1973: 21)

Por otra lado planteó la cuestión de la defensa de “los legítimos intereses en el mar epicontinental argentino y en la zona de 200 millas adyacentes a nuestras costas” (p. 22), en consonancia con los reclamos de Perú. Por último anunció la reanudación de relaciones con Cuba, tal como lo habían hecho este último país y Chile (p. 23). El nuevo gobierno argentino reinterpretaba la Tercera Posición histórica del peronismo a través de la conciencia de pertenecer al Tercer Mundo y a una Latinoamérica en camino a la Liberación. Es decir que la identificación con esos países era claramente ideológica.

Tal como se preanunciaba, los lazos diplomáticos con la isla se reanudaron el 28 de mayo a través de una declaración conjunta entre los cancilleres Puig y Raúl Roa García, de Argentina y Cuba respectivamente. Se cerraba la etapa iniciada con la ruptura de relaciones de febrero 1962. La prensa del 29 de mayo publicaba, además, la explícita intención de gobierno de reanudar las relaciones con Alemania Oriental (RDA) y Corea del Norte20.

La nueva y marcada posición política del gobierno era el reflejo de las tendencias internas del peronismo que habían alcanzado el poder. Algunos de esos elementos perdurarían durante la presidencia provisional de Raúl Lastiri e incluso la de Perón. Otros, quedarían exclusivamente en intenciones. En el nivel de las relaciones internacionales, uno de los gestos más contundentes en términos ideológicos fue la presentación del Embajador Jorge Vázquez – Subsecretario de Relaciones Exteriores- en el mes de junio, en la Reunión de Lima de la OEA. Allí, Vázquez comenzó felicitando al gobierno de la “Revolución Peruana, en su camino “de la revolución hacia el no ya lejano día de la liberación latinoamericana”, y expuso que la Argentina, “está dispuesta a asumir plena y lealmente su responsabilidad histórica en la tarea común de la liberación latinoamericana”. Afirmó que la crisis del sistema interamericano “invita a pensar que no es posible continuar con un sistema de relaciones internacionales que sólo sirvió para proteger la penetración imperialista en nuestros pueblos” y que para la Argentina era necesario sostener un “pluralismo revolucionario” que suponía “la abolición definitiva de todo tipo de instrumento que excluya a Cuba de la hermandad latinoamericana”. (1973: 78).

Refiriéndose a la relación histórica entre Estados Unidos y los países de América Latina, sostuvo “no puede existir una relación madura cuando existen intereses distintos y no pocas veces contrapuestos” (80), y que “no hay política común al opresor y al oprimido. No hay foro que pueda abarcar la pretensión imperialista y el deseo de ser libres (81). Finalmente y ya específicamente refiriéndose a la necesidad de reformar el TIAR, Vázquez dijo que “la presencia en este Pacto militar de una superpotencia como los Estados Unidos constituye un factor de desequilibrio que origina situaciones de sojuzgamiento incompatibles con los principios enunciados en el instrumento constitucional de la OEA.” (82). Esa posición generó el descontento particularmente de los sectores más conservadores del peronismo, y generaría el rápido desplazamiento del equipo de Puig (Moneta, 1979: 245).

Si bien Puig renunció junto con Cámpora, y fue reemplazado por el canciller Vignes, proveniente de otra línea del peronismo, la permanencia de Gelbard en el Ministerio de Economía dio lugar a la continuidad y materialización de algunas de las tendencias iniciadas, entre ellas la posición respecto de Cuba y la orientación hacia el Este. La confirmación de este crédito a la isla daba cuenta de la intención argentina de ocupar un rol de proveedor industrial en un nuevo bloque latinoamericano (Horowicz, 1973: 11). Las definiciones incorporadas al Plan Trienal presentado para el período 1973-1977 incluirían claramente una estrategia multipolar, enmarcada en una cierta clausura del ciclo de guerra fría. Dicha intención cobró forma en la profundización de la orientación hacia el Este. Entre mayo de 1973 y octubre de 1974 Argentina firmó diez convenios y diversos acuerdos con Polonia, siete con Checoslovaquia; igual número con la URSS, once con Hungría; catorce con Rumania; seis con Alemania Oriental; dos con Bulgaria y cuatro con Yugoslavia (Green, 1975: 93-95).

Los acuerdos firmados con los países socialistas iban mucho más allá de una necesidad comercial. Respondían a un vínculo que venía siendo promovido y que llegaba para quedarse. Cubrían varios aspectos en materia productiva y tecnológica, y atendían a objetivos económicos y políticos. Como sostienen Cisneros y Escudé, no solamente permitían margen de maniobra a partir de la apertura de nuevos mercados, sino que también operaba como elemento de diferenciación de la actitud panamericana de Brasil al tiempo que “afirmaba lazos con el Partido Comunista Argentino, los desarrollistas y los radicales que formaban parte de la CGE” (1999: Tomo XIV, 187).

En el contexto de la presidencia provisional de Lastiri, Carcagno, que continuaba en su cargo como Jefe del Ejército, asistió a la X Conferencia. El general provenía justamente del frondizismo, que como proyecto político había puestos reparos diplomáticos al predominio de los Estados Unidos en la región, y en términos económicos, había abierto el juego a las relaciones con la Unión Soviética (Míguez, 2011) en función de una estrategia de multilateralizar las relaciones internacionales. Durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía había sido encargado de reprimir el Cordobazo y a partir de allí, se habría volcado a corrientes que promovieron un acercamiento al peronismo. De acuerdo con lo que afirma Caviasca, los contactos con el grupo de Carcagno habían comenzado a través de militantes montoneros de la UoCRA de Bahía Blanca donde se encontraba la sede del Quinto Cuerpo de Ejército del que este general era comandante (2011: 15). Pero el puente entre el peronismo y Carcagno fue el coronel Juan Jaime Cesio, perteneciente también a ese mismo cuerpo, y quien lo acompañaría en la X Conferencia. Según Rosendo Fraga los acercamientos con sectores de la Juventud Peronista se dieron a través de sectores nacionalistas del Ateneo de la República que integraban el Frejuli. El hombre clave en estos encuentros con la izquierda peronista era el Coronel Cesio quien había forjado una estrecha relación con Carcagno desde su desempeño como instructor de Paracaidismo en 1965 en Córdoba (Fraga, 2987).

Carcagno fue nombrado por Cámpora como Jefe del Ejército a pedido de Perón a través de una carta (Mazzei, 2011: 141), y desde allí cultivó vínculos con sectores de la izquierda del movimiento, en especial a partir de la realización del Operativo Manuel Dorrego –impulsado por Cesio- convocado por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain21.

A pocos días de la asunción de Cámpora, el 29 de mayo, Carcagno pronunció su discurso en oportunidad del Día del Ejército. Allí planteó que la defensa de la soberanía no se agotaba en “la presencia armada en la frontera”, y que dicha misión se vinculaba con la participación del ejército en la decisión nacional sobre el propio destino y el bienestar de los habitantes (Carcagno, 1973: 2). El 3 de julio, en su alocución denominada “Orientación básica al Ejército” se refirió nuevamente a la vinculación de la seguridad con el desarrollo, tanto económico como “espiritual”, y a la contribución del ejército en el “progreso”, al que se refirió como “posible cuando el país es enteramente dueño de sus destinos y está por consiguiente en capacidad de adoptar las decisiones que mejor convengan a sus propios y exclusivos intereses, con abstracción de toda tipo de presiones o ideologías extranacionales” (Carcagno, 1973: 2)

Era una concepción que venía siendo desarrollada alrededor de la Revista Estrategia, dirigida por el general retirado Juan Enrique Guglialmelli, militar desarrollista que había sido parte de la coalición golpista liderada por Juan Carlos Onganía, que se distanciaba de las corrientes liberales que fueron hegemonizando la dirección de la economía de la denominada “Revolución Argentina”, y se contraponía a la línea militar que heredaría el poder, dirigida por Alejandro Agustín Lanusse y Alcides López Aufranc. Tanto en las cúpulas como la suboficialidad se expresaban claras diferencias respecto del proyecto económico, del rol del Estado, de la política social, del peronismo y de las relaciones internacionales. Tal como lo desarrolla detalladamente Mazzei (2011), Carcagno estaba vinculado a un grupo de oficiales superiores que conspiraban contra Lanusse, protagonistas de dos levantamientos en el mes de mayo de 1971, uno en Azul y otro en Olavarría, y que trabajaban reuniéndose en la sede de Estrategia en la redacción de un “Proyecto Nacional” denominado “José Hernández”, y en la publicación de un periódico –también clandestino– titulado Martín Fierro (Mazzei, 2015). Carcagno era el líder de ese levantamiento que derivó en el desplazamiento de los generales de los protagonizaron (Mazzei, 2011: 142). Guillermo Caviasca sostiene que la heterogeneidad de las corrientes que participaron de la sublevación impidió que Cargagno asumiera abiertamente la comandancia de ese operativo (Caviasca, 2015b). Sin embargo, el mismo autor considera que fue un hito en la gestación del peruanismo argentino, que surgió como orientación a partir de la ola puebladas que se inició con el Cordobazo, que tendría su apogeo entre 1972 y 1973 y con el nombramiento de Carcagno como Jefe del Ejército. A diferencia de la posición de Caviasca, y como hemos afirmado, no consideramos en principio –por falta de evidencia- que hubiera una corriente peruanista en sentido estricto, sino más bien un sector que, proviniendo del desarrollismo, fue estrechando vínculos con sectores en el peronismo y en el estado. Éstos mantuvieron vínculos con Perón en el exilio -sin considerarse en ningún momento como peronistas, ya que provenían claramente del antiperonismo- a través de una misión fallida de Horacio Ballester, quien se incorporaría luego al departamento de Defensa y Seguridad Nacional del Consejo de Planificación del Movimiento Nacional Justicialista. Ese sector veía en Perón al líder del movimiento Nacional y Popular al que sí estaban dispuestos a incorporarse (Mazzei, 2015).

Ya con anterioridad a la realización de la X Conferencia, un documento enviado desde la Embajada en Buenos Aires al Secretario de Estado de los Estados Unidos confirmaba que tanto Perú como la Argentina habían mantenido reuniones para sostener posiciones conjuntas y radicales frente a la reforma del orden interamericano. En ellas habían decidido plantear durante la Conferencia de Ejércitos la consideración y reforma del TIAR22. Ello se desprende también de uno de los anexos del Informe Final de la X Conferencia que la Comandancia del Ejército entregara a la cancillería. Ese anexo consiste en una serie de instrucciones y recomendaciones para la delegación argentina en la X Conferencia, denominado como “Orientación para delegación”. Allí figuran en un apartado los “aspectos principales de los acuerdos concertados con el Ejército del Perú sobre la participación en la X CEA”, donde se incluye la necesaria “reestructuración o adecuación del Sistema Militar Interamericano”, y por lo tanto, otorgar una “nueva tónica a las Conferencias de Ejércitos Americanos”; la vinculación entre seguridad y desarrollo; incluir la existencia de otro tipo de agresiones y amenazas además de la del comunismo internacional, y la identificación de las medidas represivas contra el terrorismo urbano como último recurso para combatirlo.23 Esas instrucciones no podrían haber sido encomendadas por las nuevas autoridades de la cancillería -tanto Puig como Vázquez habían sido desplazados de sus cargos el 13 de julio24- sino más bien se trataba del reflejo de una línea que buscaba puntos de coincidencia con algunos sectores dentro del peronismo, de una línea política en desplazamiento. En esas orientaciones se da prioridad absoluta a las bases programáticas del FREJULI y a las posiciones internacionales asumidas por el ex presidente Cámpora desde su asunción, incluyendo la cuestión del pluralismo ideológico, la necesidad de fortalecer el Pacto Andino, y el objetivo de la liberación nacional25. Horacio Vertbisky sostiene que fue el Coronel Cesio, como mano derecha de Carcagno, quien redactó los discursos del Día del Ejército y de la X Conferencia (2006). Vertbisky era corresponsal de Clarín y estuvo presente en Caracas en oportunidad de la Conferencia.

La carta con la que un funcionario de la cancillería da recepción a la entrega de una copia del Informe Final, fechada 20 de septiembre de 1973, agradece al Comadante en Jefe “y al personal que lo secundó en la preparación de la posición argentina y en las tareas de la delegación que representó a esta Institución y a la República Argentina”.26

Previamente a la Conferencia se realizó la VII Conferencia realizada en Caracas entre el 27 y el 31 de agosto, “con el objetivo de concretar una apreciación que proporcionara bases a la X Conferencia”. De acuerdo con el Informe Final de la X CEA presentado a la cancillería argentina, en esa oportunidad se aprobó un documento titulado “Apreciación Combinada de la Subversión en las Américas” para someter a votación durante la X Conferencia. La delegación argentina planteó salvedades, referidas a la falta de referencia a Cuba y a la necesidad de caracterizar al orden como multipolar27. En esos encuentros de inteligencia se había discutido especialmente la necesidad de no considerar como única agresión la del comunismo internacional, y en ello habían coincidido la mayor parte de las delegaciones. Ello había permitido incorporar a la Apreciación Combinada la existencia de una agresión de “extrema derecha y de otras formas de amenaza, penetración y presiones que pudiendo ser causas de subversión en los países, aumentan nuestra situación de dependencia y de dominación externa o interna”28. La votación durante la Conferencia contravendría lo elaborado en ese documento, como veremos.

El periódico El Descamisado coincidía con que la posición de Carcagno en la X Conferencia había sido previamente acordada. La publicación afirmaba que en las semanas previas se habían reunido los jefes de inteligencia de los ejércitos peruano y argentino, así como de otros países que luego habrían modificado su posición a la hora de votar, para acordar una visión común que abandonara como hipótesis central de enemigo “al fantasma del comunismo internacional, cuando el verdadero enemigo (invisible según los peruanos, no convencional según los argentinos) está en la acción depredadora de aquéllos intereses que conspiran contra nuestra verdadera independencia”29. Respecto de la posición de Carcagno, fue definida por esa publicación de la izquierda peronista como “una nueva orientación, que de hecho lo llevó a enfrentarse resueltamente contra el eje Washington-Brasilia, hasta el punto de anunciar abiertamente que la institución se retiraba de las conferencias continentales de esta arma”30.

Durante la X Conferencia, entre los párrafos más destacados de la participación del Jefe del Ejército Argentino están los que refieren a la vinculación entre defensa nacional y desarrollo, y entre problemáticas económicas y sociales y subversión. Planteos que tuvieron su origen en las corrientes desarrollistas, y que se combinaban ahora con las posiciones de la Encíclica "Populorum Progressio", tal como lo plantearía abiertamente Carcagno en su participación (1973: 8).

El general alineó al Ejército argentino con los principios básicos de “la no intervención, el de autodeterminación de los pueblos y el de escrupuloso respeto a las individualidades de cada país en un contexto en el que carecen de sentido las diferenciaciones ideológicas” (ib.id. 3). Y consideró que en ese marco de “renovación de las concepciones estratégicas, el de interacción recíproca de los más diversos factores con el poder militar y la aceptación del pluralismo ideológico como base de convivencia y cooperación, es preciso convenir en que se han transformado substancialmente las bases que sustentaban la seguridad hemisférica” (4). En la base de esta concepción estaba otra idea básica del desarrollismo argentino y de los militares peruanos: la coexistencia pacífica. De allí se derivaba la necesaria revisión de los organismos de defensa continental. Carcagno sostuvo que “la tendencia que al respecto se observa de progresivo entendimiento, hace que aparezca como carente de sentido lógico particularizar la agresión en un solo adversario” (4). Respecto de la subversión, el general argentino vinculó la función del ejército con la lucha contra las causas que llevan a su surgimiento y crecimiento.

Cuando no se perciben o no se quieren percibir las razones intrínsecas de subversión y no se hace lo que se debe para suprimirla, su erradicación por la fuerza se torna imposible. Del empleo del poder militar contra ella, se deriva un distanciamiento cada vez mayor entre el pueblo y el ejercito que forma parte de ese pueblo y se genera así, una de las contradicciones más agudas y más negativas (p. 6)

Pero la participación de Carcagno, incluso, cuestionó el orden económico, diciendo que “La imagen de los ejércitos como guardias pretorianas de un orden económico y social injusto, es en extremo perniciosa para la salud de los pueblos, para el logro de sus aspiraciones, para la conformación del ser nacional y para su proyección continental” (p. 6). En cuanto a la relación con los países latinoamericanos, marcó la necesaria distancia de la injerencia de los Estados Unidos en sus asuntos internos, al afirmar que partiendo de la soberanía nacional podía marcharse “hacia formas más perfeccionadas y eficaces de convivencia internacional, donde no tienen cabida proyectos que desconocen las peculiaridades, la autonomía y la libertad de decisión de cada país” (p. 7). Sostuvo que las desigualdades económicas y la injusta “estructura de dependencia” afectan la seguridad de los Estados y guardan relación estrecha “con el quehacer militar”. Planteó que esas situaciones debían considerarse también como agresiones a las que los ejércitos debían oponerse

Los ejércitos de cada país obligados, dentro de los límites de su competencia, a no ahorrar esfuerzos ni a medir riesgos, en su apoyo a los pueblos y a los gobiernos que se niegan a ser víctimas de un nuevo modelo de división internacional del trabajo, diseñado para la opulencia de unos pocos y la pauperización de la mayoría (p. 8).

Finalmente sostuvo que la nueva estrategia de seguridad vinculada con la protección del desarrollo obligaba a hacer “abstracción de ficciones que oscurecen el entendimiento, como es la de sostener que hay un único enemigo común o un único tipo de agresión” (13). En efecto, partiendo de la negativa a considerar la agresión comunista como única agresión, algo acordado en la VII Conferencia de Inteligencia, las delegaciones de Argentina y Perú buscaron modificar en los documentos la finalidad de las Conferencias de Ejércitos Americanos, por haber “perdido vigencia”, ante la “realidad del pluralismo ideológico”, la “modificación del tradicional enfrentamiento entre los dos grandes ejes de poder mundial” y la existencia de “otro tipo de agresiones o amenazas que afectan la seguridad y el desarrollo de los países americanos”31. Sin embargo, la moción no prosperó, vulnerando el acuerdo previo. En consecuencia, Carcagno planteó su “derecho a pensar en la poca efectividad de estas Conferencias e inclusive como Comandante en Jefe del Ejército Argentino tengo el deber de cuestionar su futura vigencia”32. Luego de la Conferencia, comenzó circular en la prensa la noticia de que Carcagno había dado la orden de la prohibición inmediata de la actividad de las Misiones militares de los Estados Unidos y Francia en la Argentina. Las Misiones estaban ubicadas en la sede del Estado Mayor del Ejército argentino desde el año 1956. Efectivamente, a principios de octubre de 1973 el comandante general del ejército Carcagno planteó al ministro de Defensa que su arma consideraba que ya no tenían razón de ser la presencia en territorio argentino de las misiones militares norteamericanas que ocupaban dependencias del Comando en Jefe del Ejército (Cisneros y Escudé, 2000). Perón haría saber su descontento respecto de Carcagno a partir de la negativa al ascenso del coronel Cesio –cuyos vínculos con Montoneros se profundizaban33-, lo que llevó a que el general presentara su pase a retiro.

LA POSICIÓN DE BRASIL

La política conocida como Diplomacia do Interesse Nacional, llevada adelante por el canciller Mario Gibson Barboza durante el gobierno dictatorial de Emilio Garrastazu Médici no tenía por objetivo transformar ni cuestionar el orden internacional, pero sí el papel de Brasil en él, para lograr su crecimiento como futura potencia (Pinheiro, 2004: 42). Ello implicó la combinación entre el alineamiento internacional con los Estados Unidos como potencia predominante en el continente, con medidas que buscaban impulsar el desarrollo de la burguesía industrial brasileña, y de una diplomacia vinculada a ese despliegue. Este tipo de desarrollo -basado en un triángulo entre burguesías nacionales, empresas estatales y capital transnacional- no se contradecía con una orientación que continuaba dando, en el plano externo, prioridad a los problemas de seguridad y lucha contra el comunismo, ya que ello tenía correlato en un régimen que había logrado imponerse a través de una durísima aplicación del terrorismo de estado para la represión interna y que pretendía proyectarse al plano mundial como modelo. Orlando de Barros sostiene que una vez lograda la represión de la oposición de izquierda en el plano nacional, y ante el crecimiento de los gobiernos contestatarios en la región, Barboza propuso una OEA comprometida con la represión en todo el continente (1997: 96). Por esa razón, a pesar de la relativa autonomía que caracterizó al período, hubo una fundamental coincidencia entre las propuestas del capital transnacional en Brasil y la posición de los Estados Unidos en la región, con el gobierno militar de Médici. En este sentido, fue clara la participación de Brasil en apoyo a Washington en los casos de los golpes de estado en Chile, Uruguay y Bolivia.

Ya para inicios del mes de marzo de 1973, una nota del presidente Nixon dirigida al presidente brasileño, le solicitaba colaboración ante la posibilidad de que Venezuela y Ecuador plantearan la negativa a continuar con las sanciones a Cuba durante la Asamblea de la OEA a realizarse en Washington. Luego de exponer que los Estados Unidos se opondrían enfáticamente a esa postura, finaliza diciendo que “cualquier cosa que el Presidente Médici estuviera dispuesto a hacer en orden a apoyar la posición de los Estados Unidos sería profundamente apreciada”34. La respuesta del par brasileño fue que la posición de su país también sería firme y decidida contra cualquier intento de ese tipo, cualquiera fuera el país que lo propusiera. Incluso afirmó que Brasil se opondría públicamente a cualquier intento indirecto de conseguir una resolución que, en la práctica, abriera el camino para un futuro levantamiento de las sanciones35.

Más allá de las modificaciones a la política internacional llevada adelante por Brasil en algunos aspectos -en continuidad con la política de Costa e Silva, el gobierno de Médici continuó teniendo protagonismo es foros como la CECLA y la (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) UNCTAD, y muestras de solidaridad con el Tercer Mundo- lo cierto es que continuó siendo bastión de la Doctrina de Seguridad Nacional en la región, funcionando en ese sentido aliado fundamental de los Estados Unidos.

El embajador de los Estados Unidos en Brasil, Rountree, se refería a la relación bilerateral en el mes de mayo de 1973, diciendo que “nunca habían estado mejor”, señalando la excelente relación entre el presidente Nixon y el dictador Médici y la relevancia de Brasil como plaza de inversiones para el capital internacional. En el informe, el embajador transmite que estaba claro que la excelente relación con los Estados Unidos era la piedra angular de la política brasileña y que la mayor fuente de gratificación para el gobierno estadounidense era la decisión de los líderes militares brasileños de estrechar esas relaciones a través de la compra de material bélico -aviones F 5 y helicópteros- “no solamente por razones económicas y técnicas sino aún más relevante, debido a la decisión política de que los lazos militares con los Estados Unidos tienen gran importancia”, abandonando la idea de la actitud “paternalista” estadounidense y por lo tanto, la preferencia por los mercados europeos36.

Ello no significa que Brasil no mantuviera su margen de independencia en determinados asuntos, ya que en las conversaciones entre el canciller Barboza y el Secretario de Estado Kissinger, fue tema reiterado el de la necesidad brasileña de imponer su propia agenda37. Pero los alineamiento políticos contra el comunismo y a favor de la represión eran claros. Documentos desclasificados recientemente han demostrado la participación de Brasil en el golpe con Allende en Chile, en el mes de septiembre, así como la disposición de colaborar económica y políticamente con la dictadura de Augusto Pinochet38. Con lo cual, la X Conferencia se realizó en un álgido contexto de disputa en el Cono Sur.

Durante la Conferencia, tanto Anastasio Somoza como la delegación brasileña, sostuvieron el rol de la subversión comunista como enemigo principal. Breno Borges Fortes afirmó que:

en lo que respecta a la Seguridad de las Américas no ha habido un cambio básico en la caracterización del enemigo común. Nuestro enemigo continúa siendo el Movimiento Comunista Internacional, que en ciertos casos, apenas cambió su estrategia de actuación pero sin abdicar su objetivo final: la conquista del poder (Borges Fortes, 1973: 3).

El militar brasileño se refirió a la lucha contra el enemigo comunista llevada adelante por su gobierno, y la continua infiltración en ámbitos culturales, en los medios de comunicación y entre las juventudes (1973: 6).

[El enemigo] se disfraza de sacerdote o de profesor, de alumno o de campesino, de vigilante defensor de la democracia o de intelectural avanzado, de piadoso o de extremo protestente, va al campo y a las escuelas, a las fábricas y a las Iglesias, a la cátedra y ala magistratura, usará si es necesario el uniforme o el traje civil […] A los Jefes Militares les corresponde el deber y la responsabilidad de no dejarse engañar por lo artificios usados. (1973: 7)

No por adscribir a estas visiones más tradicionales de la seguridad, la delegación brasileña dejó de puntualizar las actividades complementarias que el ejército debía realizar en el complejo contexto del período, entre las que destacó tanto las vinculadas al desarrollo –como la colonización de “vacíos demográficos”, enseñanza de la ingeniería especializada, construcción de vías férreas y carreteras, “pacificación de indígenas” -como las consideradas acciones comunitarias-“auxiliar a las clases menos favorecidas económicamente” y las colonias vacacionales (1973: 9).

Se trataba también de una posición desarrollista pero más directamente asociada con la estrategia de los Estados Unidos en la región, principal fuente de créditos e inversiones para el conocido “milagro brasileño”.

El informe argentino presentado a la cancillería sobre la Conferencia, caracterizó a su posición como “simplista”, basada en “conceptos caducos ante la evolución psico-social de los pueblos”, “manteniéndose en la falsa opción de comunismo y capitalismo, representó una exposición que podría tener vigencia hace más de una década”.39 Acusó a la posición brasileña de “subimperialista”, resultante de su particular estrategia de desarrollo y de sus antecedentes históricos40.

Luego de la X Conferencia, durante una reunión entre Kissinger y Barboza, el Secretario de Estado de los Estados Unidos mostró directamente su apoyo a Brasil frente a la Argentina, en un contexto de rivalidad latente. Afirmó que si bien Argentina parecía ansiosa de contar con su presencia en la ceremonia de asunción del General Perón, solamente asistiría si a los brasileños les parecía especialmente importante. Como el canciller Barboza dijo estar descartando la idea de asistir a la asunción, Kissinger afirmó que entonces él tampoco lo haría41. Respecto de lo planteado en Caracas, Barboza afirmó que había sido la primera vez que en estas Conferencias se introducían elementos políticos de este tipo, y que había grandes diferencias por motivos ideológicos. La reproducción de los dichos del canciller, de acuerdo con los Documentos del Departamento de Estado, es la siguiente:

[Mario Gibson Barboza] dijo que la cuestión central versó alrededor de que los peligros del comunismo en América Latina habían sido sustituidos por el imperialismo y la agresión económica. Dijo que el Perú había marcado el camino y había recibido el apoyo de Argentina, Venezuela, Colombia y otros. Observó que los representantes del ejército de Estados Unidos habían tomado un perfil muy bajo y no habían trabajado para oponerse a esta tendencia. En este punto el Secretario señaló que ya era tarde para su próxima reunión y él pidió permiso para retirarse42.

La X Conferencia sucedía además en un clima de tensión bilateral entre la Argentina y Brasil. Desde la asunción de Cámpora, la cuestión de la rivalidad entre ambos países aparecía como una característica del escenario regional a partir del retorno del peronismo en los Documentos del Departamento de Estado. La relación se había tensado particularmente cuando el canciller Puig denunció el Acuerdo de Nueva York firmado entre Brasil y Argentina en septiembre de 1972. La renuncia de Puig no había modificado la cuestión, ya que el carácter conflictivo se mantuvo y se profundizó con la ratificación del tratado de Itaipú entre Brasil y Paraguay, nada menos que durante la ceremonia de reelección del dictador Alfredo Stroessner. En efecto, la Guerra Fría condicionó también las complejas relaciones entre Argentina y Brasil, y la X Conferencia fue un ejemplo claro de ello. La delegación militar argentina reflejó en su informe sobre el encuentro de los Jefes militares, la gran influencia de los Estados Unidos en ese ámbito, a diferencia de lo que sucedía en otros como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la Comisión Especial de Coordinación Lationamericana (CECLA), e incluso la OEA consideró que Brasil constituía el eje de una polarización contra los países del Pacto Andino (excepto Bolivia) y la Argentina.43

CONCLUSIÓN: DISPUTA POLÍTICA INTERNA EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA FRÍA

Desde su rol de potencia hemisférica y mundial, Estados Unidos temía el avance de las aspiraciones nacionales de las burguesías locales en América Latina, así como la posible asociación de esas aspiraciones con los intereses económicos de la Unión Soviética. La tesis de la coexistencia pacífica funcionaba de algún modo como paraguas para las políticas de gobiernos que pretendían aplicar estrategias de desarrollo de un capitalismo nacional, es decir, con predominancia del capital local frente al capital extranjero, y con un rol preponderante del Estado en la promoción del desarrollo y la distribución. En algunos casos se trataba de estrategias adaptativas, en otros como aspiración de pivotear frente al predominio estadounidense y en otros como reflejo de nuevas asociaciones dispuestas a perdurar. Algunos países, a lo largo de la década, efectivizarían relaciones estrechas con la URSS y en otros, la sola amenaza o el atisbo de acercamiento fue utilizada como estrategia de pívot para ganar cierto margen de poder. Ello hacía que la disputa económica por el predominio en el continente se entretejiera de modos no lineales con las cuestiones políticas e ideológicas. En ningún momento los Estados Unidos consideraron que la revolución peruana podía alejarse ideológicamente del mundo occidental y cristiano. Así lo reflejan sus documentos secretos. Sin embargo, la preocupación por el avance soviético era una cuestión relevante en términos militares y económicos.

En un Documento del Departamento de Estado de enero de 1974, firmado por el propio Kissinger y dirigido al presidente Nixon se refleja claramente la preocupación por el avance de la Unión Soviética como proveedor de armamento en la región, y que la “puerta de entrada” había sido el gobierno de Perú:

No ponemos en duda el derecho soberano del Perú para comprar armas dondequiera que elige; pero nos preocupa en la entrada de la Unión Soviética en el mercado americano de armas” […] La venta de armas soviéticas en otros países han demostrado que la vinculación en estos términos con la Unión Soviética, en última instancia, produce efectos imprevistos y no deseables, incluyendo la interferencia en sus asuntos internos. El Presidente estará de acuerdo en que el interés soviético en la venta de armas normalmente no ha sido exclusivamente de naturaleza comercial.44

Los vínculos entre los militares peruanos y las corrientes desarrollistas autoritarias en la Argentina reflejaban la coincidencia entre proyectos económicos internos que buscaban distanciarse de los Estados Unidos. La Argentina nunca compró armas ni aviones soviéticos como sí lo hacía Perú. La relación con la Unión Soviética se montaba sobre las aspiraciones de ciertos sectores genuinamente defensores del nacionalismo económico. Los desarrollistas fueron promotores de la idea de la coexistencia pacífica y de la estrategia de pivot con potencia del Este desde fines de la década de 1950, más allá del éxito real que tuviera esa estrategia en ese momento. Esa orientación tendría sus frutos a mediano plazo, para fines de la década, impulsada por los sectores agroexportadores y terratenientes que fueron uno de los intereses que predominaron durante la dictadura militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983.

Durante la X Conferencia de los Ejércitos Americanos se expresó un debate ideológico que reflejaba tanto las necesidades internas de los países protagonistas de la discusión en el marco de la dinámica política local, como su entrelazamiento con la disputa en la región en el contexto de la Guerra Fría. Las diferentes posturas eran explícitas. Tal como lo evaluaba la delegación militar argentina en su informe luego presentado a la cancillería, la Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Panamá y Venezuela se mostraban “proclives a una renovación de las previsiones de la seguridad continental y de rechazo a todo tipo de sistema militar multinacional en el ámbito americano”, mientras que el resto apoyaba mayoritariamente el mantenimiento del esquema de seguridad colectiva vigente, aunque Uruguay, El Salvador y Guatemala podrían aceptar modificaciones limitadas.45

Alejado de lo planteado por la Argentina, a través de Carcagno, y por Perú, a través de Mercado Jarrín, Borges Fortes, alineado con la Doctrina de la Seguridad Nacional, sostuvo que la revisión del Tratado de Río respondía en realidad a las necesidades políticas internas de los países que lo habían planteado y que no era un objetivo de los ejércitos. Los dichos de Borges Fortes eran en parte ciertos, pero allí no se agotaba la cuestión. La discusión reflejaba un continente atravesado por el auge de corrientes nacionales de carácter heterogéneo en el contexto de una fuerte la disputa económica entre las potencias protagonistas del orden bipolar.

Los trabajos que abordan el tema lo hacen en general desde ópticas específicas: o bien analizan el debate sobre las concepciones de seguridad sin vincularlas con las necesidades domésticas y las cuestiones políticas de cada país, o interpretan las posiciones de modo lineal cayendo en una visión lineal de considerar a Carcagno como un militar peronista. Como suele suceder en la historia, los fenómenos son más complejos. Este artículo ha buscado mirar a través de una amplia documentación, la Conferencia de los Ejércitos Americanos como suceso de las relaciones internacionales latinoamericanas, y como tal, vincularlo con los condicionantes internos que influyen en la toma de decisiones y posicionamientos referidos al orden continental y mundial.

Notas

1. Este trabajo es parte de una investigación más amplia, en el marco del proyecto PIP CONICET (2015-2017) dirigido por la autora, “Los condicionantes internos de la inserción internacional argentina. Presiones, debates y movilizaciones en torno a la política exterior desde la década de 1960 hasta la actualidad”, y del proyecto UBACyT (2016-2018) “Política exterior, inserción económica internacional y movilización popular a lo largo de dos décadas turbulentas de la historia argentina (1963-1983)”

2. Foreign Relations of the United States (FRUS) Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Memorandum from the Acting Assistant Secretary of Defense for International Security Affairs (Eagleburger) to Secreatary of Defense Richardon” Washington, (19 de Marzo de 1973), p. 753.

3. Para un análisis sobre esta corriente ver (Mazzei, 2012)

4. “América Latina fijó su posición con respecto a la jurisdicción m arítima en la Declaración de Santiago de Chile del 19 de agosto de 1952. Esta declaración fue firmada por Chile, Ecuador y Perú, aceptando la soberanía y jurisdicción marítima exclusiva hasta u n a distancia de 200 millas marinas de sus costas. Este mismo criterio fue aceptado por la Declaración de Montevideo del 8 de mayo de 1970, firmada por Chile, Ecuador, Perú, Panamá, El Salvador, Argentina, Brasil, Nicaragua y Uruguay. Frente a las sanciones de los Estados Unidos como la aplicación de la enmienda Pelly, el gobierno peruano hizo retirar la misión militar permanente norteamericana en 1969.Igual actitud adoptó Ecuador en1971” (Bologna, 1977: 204).

5. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Memorandum from the Acting Assistant Secretary of Defense for International Security Affairs (Eagleburger) to Secreatary of Defense Richardon” Washington, (19 de Marzo de 1973), p. 757.

6. “Ahora Argentina mirará hacia el Pacífico” Clarín (25 de mayo de 1973) p. 2

7. “Ahora Argentina mirará hacia el Pacífico” Clarín (25 de mayo de 1973) p. 2

8. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Telegram 106611 from the Department of State to the Embassy in Argentina”, Washington (4 de junio de 1973).

9. A modo de ejemplo, días antes de la asunción declaró al llegar a la Argentina que “los Estados Unidos desean cooperar con las naciones de este hemisferio para edificar una relación nueva y fuerte, basada en un sentido de realidad, en la igualdad y en el respeto mutuo […] El año pasado se nos criticó diciendo que nosotros nos entrometíamos, que interferíamos demasiado en los asuntos de América latina. Ahora nosotros deseamos tomar de común acuerdo todos los puntos de vista de los países latinoamericano para que quede patente y claro que al final, respetaremos la soberanía de cada uno de los países”.Ver “Habló Rogers de una nueva relación”, La Nación, (24 de mayo de 1973) p. 1 y 6

10. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Telegram 311 From Consulate in the Netherlands Antilles to the Department of State” Curacao (27 de mayo de 1973), p. 767.

11. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Telegram 311 From Consulate in the Netherlands Antilles to the Department of State” Curacao (27 de mayo de 1973), p. 768.

12. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Telegram 129032 From the Department of State to the Embassy in Peru” Washington (30 de junio de 1973), p. 770-772 y “Telegram 5644 From the Embassy in Peru to the Department os State” (4 de agosto de 1973) p. 773.

13. “Convenio entre el gobierno de los Estados Unidos de América y el Gobierno del Perú”, United States Treatis and Other International Agreements, Volume 25, Part. 1, 1974, Department of State United States of America, p. 236 a 244.

14. Cable de la Embajada en Lima (Barnebey) dirigido a Comandante en Jefe del Comando Sur, Departamento de Estado y Departamento de Defensa “Tenth Conference of American Armies: Peru seek revisión of Rio Pact”. Disponible en: https://wikileaks.org/plusd/cables/1973LIMA06470_b.html

15. “Carcagno y Mercado Jarrín enjuiciarán una política de defensa continental que hoy se considera obsoleta”, La Opinión, 29 de agosto de 1973, p. 7

16. Los memorandos se hicieron públicos el 31 de julio a través del Diario Crónica, y se trataba de tres notas que incluían una crítica a los proyectos de ley sobre inversiones extranjeras, renacionalización del sistema bancario y defensa del trabajo y producción nacional. Ver Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Diputados de La Nación, 1973, p. ccxxxvi y subsiguientes, y "Rechazó el Gobierno críticas de EE.UU.", La Nación, 1º de agosto de 1973, pp. 1 y 4.

17. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973. “X CEA. Exposición del Comandante General del Ejército del Perú. Anexo 7”, p. 1.

18. AMREC, Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, Documento: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973. “X CEA. Exposición del Comandante General del Ejército del Perú. Anexo 7”, p. 2.

19. Ello se relacionaba con cuestiones económicas que excedían las diplomáticas. Por diversos factores, una poderosa fracción de la clase dominante argentina comenzó a promover desde 1970 la negociación de un tratado comercial con la Unión Soviética. Entre esos factores se encontraban los intereses de negocios vinculados a dicha superpotencia que habían venido creciendo desde el período desarrollista, y las dificultades para colocar los productos en la Europa Comunitaria. Este viraje culminará en una nueva relación triangular hacia mediados de la década de 1970, consolidado por la dictadura militar implantada en 1976, ocupando la Unión Soviética durante unos años el vértice anteriormente por Europa occidental y antaño por Inglaterra. Para las relaciones bilaterales entre la Argentina y la Unión Soviética en el período ver: Rapoport (1995); Vacs, (1984) y Laufer y Spiguel (1998).

20. “Las relaciones con Cuba se reanudan”, La Nación (29 de mayo de 1973) p. 1

21. Consistía en un trabajo conjunto entre la provincia, el Ejército y la Juventud Peronista para la reconstrucción y obra pública de 18 partidos de Buenos Aires. La publicación El Descamisado, órgano difusor de Montoneros y de la Juventud Peronista, describe el impacto que tuvo al interior del Ejército, donde había fuertes diferencias respecto de la participación conjunta con la JP. Ver “Operativo Dorrego”, El Descamisado, Nº 22 (16 de octubre de 1973), p. 28-30. Para una descripción completa ver Anguita y Caparrós (1998: 206-208).

22. “Cable al Departamento de Estado 1973-25394. From Lodge to Secretary Kissinger “Conference ot the American Armies” (Agosto 1973). Disponible en https://archive.org/stream/State-Dept-cable-1973-25394/State%20Dept%20cable%201973-25394_djvu.txt

23. AMREC, Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejercito. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973. “Orientación para la delegación del ejército que participará en la X Cea. Anexo 3”, p. 3-5

24. El vínculo con la rama izquierda del peronismo era Vázquez y no Puig. Su nombramiento como subsecretario de Relaciones Exteriores fue apoyado por la Juventud Peronista.

25. AMREC, Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973. “Orientación para la delegación del ejército que participará en la X Cea. Anexo 3”, p. 1 y 2.

26. AMREC, Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973

27. AMREC, Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p. 4

28. AMREC, Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p. 11.

29. “Se acabó la época en la que los yanquis nos metían dos hembras en la cama”, El Descamisado, Nº 17, (11 de septiembre de 1973) p. 28.

30. “Se acabó la época en la que los yanquis nos metían dos hembras en la cama”, El Descamisado, Nº 17, (11 de septiembre de 1973) p. 28.

31. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejercito. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p.7.

32. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejercito. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p. 8.

33. Mazzei incluso afirma la existencia de reuniones entre Carcagno, Betti y Cesio con Mario Firmenich y Roberto Perdía para pensar una salida posible ante la pésima salud de Perón y la posibilidad de que su esposa asumiera como presidenta, con el predominio del ala de López Rega (2011: 155)

34. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Backchannel Message from President Nixon to Brazilian President Médici@, Washington (6 de marzo de 1973), p. 238.

35. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Memorandum from the Deputy Director of Central Intelligence (Walters) to the President’s Assistant for National Security Affairs (Kissinger)” Washington (8 de marzo de 1973), p. 239

36. RUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Telegram 3289 From the Embassy in Brazil to the Department of State” Brasilia (30 de mayo de 1973), p. 248.

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38. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Memorandum from William J. Jorden of the National Security Council Staff to the President’s Assitant for National Security Affaires (Kissinger)” Washington, (13 de septiembre de 1973), p. 254.

39. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejercito. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p. 12

40. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejercito. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p. 15.

41. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Memorandum of Conversation” Participants: New York (26 de septiembre de 1973), p. 260.

42. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Memorandum of Conversation” Participants: New York (26 de septiembre de 1973), p. 263.

43. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p. 17

44. FRUS 1969-1976, Vol. E-11, Part 2, Documents of South Americana 1973- 1976 “Telegram 16696 From the Department of State to the Embassy in Peru” Washington, (25 de enero de 1974), p. 780.

45. Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), Fondo Archibaldo Lanús, AH 0003, Serie 65, C 72 A 69, CARPETA: Cuestiones Militares Interamericanas, DOCUMENTO: Comando en Jefe del Ejército. Jefatura V. Pol y Est. Informe Final sobre la Xma Conferencia de Ejércitos Americanos. Secreto. Setiembre de 1973, p. 14.

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