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Revista Pilquen

On-line version ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.22 no.1 Viedma Mar. 2019

 

RESEÑA

Punte, María José. Topografías del estallido. Figuras de la infancia en la literatura argentina. Buenos Aires: Corregidor, 2018, 352 pp.

 

Celeste De Marco
celestedemarco88@gmail.com
CONICET/CEAR-UNQ. Argentina 

Recibido 20|02|19
Aceptado 20|02|19

 

El libro de María José Punte propone reponer la figura del infante en la literatura argentina del siglo XXI, una tarea apasionante y pendiente porque, como advierte la autora, las figuras infantiles en general han sido tratadas de modo tangencial. En ese sentido, plantea un abordaje que se enriquece permanentemente en la transdisciplina. Es así como el/la lector/a podrá encontrar referencias desde el campo de la filosofía, psicología, sociología, antropología, historia social, cultural y de la infancia, entre otras. Esa sensibilidad y apertura para moverse en las fronteras de los diferentes saberes producidos en torno a la niñez y/o la infancia es un capital explotado sabiamente. Así, se consolida la noción de que el estudio de personas jóvenes sólo puede pensarse íntegramente en la variedad de miradas que los contemplan.

Para concretar su propósito se presenta una nutrida selección de cuentos y novelas contemporáneas (con fecundas referencias a obras del siglo XX), configurando un recorte que devela los intereses y preocupaciones de la autora. Al mismo tiempo, los textos se inscriben en diferentes momentos de la historia argentina convirtiéndolos también en potenciales fuentes, un aspecto que no pasa desapercibido.

Topografías del estallido comienza con una introducción que despliega una selección de herramientas que son puntos de partida para que el/la lector/a pueda adentrarse en la obra. Hay alusiones a Giorgio Agamben, Michel Foucault, entre otros, pero abundan también interesantes referencias culturales que constituyen complementos enriquecedores para las disquisiciones teórico-conceptuales.

Se comienza a trazar, entonces, un recorrido a través de los textos seleccionados, que conducirá al/la lector/a a través de capítulos con títulos y subtítulos más que sugerentes con alusiones a espacios, experiencias u objetos infantiles. Cada capítulo, por otra parte, construirá una trama entre autores, en principio muy diversos, que aportan distintos ángulos para la comprensión de un tema común. Un breve repaso sobre las partes que componen la obra permitirá considerar la amplitud de cuestiones abordadas.

En el primer capítulo se toman como punto de partida reflexiones de Gastón Bachelard y David Viñas, para avanzar sobre conceptos relacionados con la marginalidad del sujeto infantil y la forma en que su figura fue transitando (con cambios) el siglo pasado y el presente. Precisamente, la idea de rincón y la salida figurada de ese espacio (subalterno y a la vez de refugio) resultan funcionales al planteo de la autora.

El capítulo dos propone un productivo cruce con la dimensión política, para pensar cómo la infancia se ve atravesada por ella. En concreto, cobra entidad la impronta de la violencia estatal a través de los escenarios que se esbozan en las producciones literarias, ya sea desde la ficción o autobiografía. Allí, la figura infantil se configura en torno de la pérdida, al tiempo que aparecen interesantes vetas para abordar la memoria, en fluido vínculo con la noción de secretos familiares, la (in)comunicación y lo traumático que configuran la dimensión subjetiva. Estas reflexiones encastran a su vez con un campo historiográfico que, en las últimas décadas, de forma consistente se ha ido abriendo a los estudios de memoria con relación al pasado reciente, y de modo especial, a las memorias infantiles de esa etapa.

En el capítulo tres, la mirada, que se había situado en el interior (del hogar o del sujeto), se sitúa en el afuera. Es decir, en el vínculo que la infancia traza con la exploración y la aventura, de donde emergen figuras como el bosque o el laberinto. En este sentido, los cuentos que forman parte del tradicional corpus de la literatura infantil se intersectan con reformulaciones contemporáneas. En esa línea, la autora reflexiona en torno a lo anormal (o monstruoso), donde la figura infantil transita entre las prerrogativas de la institución familiar y el Estado.

El cuarto capítulo está dedicado a la infancia Queer que ocupa una posición incómoda ante los ojos adultos. En rigor de verdad, la cuestión emerge antes, pero aquí con mayor énfasis y especificidad, la autora presenta relatos que contraponen historias que potencian la temática. A través de la continuidad de un esquema que analiza, compara y contrapone producciones literarias, se presentan historias de niñas que descubren la homosexualidad de sus hermanos, o de niños que protagonizan la disidencia sexual, o de adolescentes cuyos crecimientos denuncian rupturas. De allí que resulte significativa la cita de Stocktom que encabeza el capítulo (scratch a child, you will find a queer). En este contexto aparece una figura tan interesante como subexplorada, la de la chica mala. En definitiva, el análisis permite percibir los rasgos del propio crecimiento (no siempre adecuado a las expectativas y normas adultas), pero también es una lente para vislumbrar la familia en toda su complejidad: la centralidad de la tensión de los vínculos, y finalmente, las crisis (expuestas o veladas).

El quinto capítulo constituye un aporte valioso para profundizar en la memoria de la infancia. El punto de partida se establece en la metáfora que sugiere el álbum familiar de fotografías, que la autora desguaza e interpreta, pero que al mismo tiempo resulta como engarce para los textos. Lo que los caracteriza es la producción de recuerdos a partir de una mirada infantil (a veces con ribetes autobiográficos), o más bien, adulta y retrospectiva. En esa línea se entrama con la dimensión familiar de la evocación del pasado, en sus silencios, pactos y mentiras. Este mundo privado del que es testigo la memoria de la infancia tiene su correlato en un pasado nacional que establece mojones en las narraciones, un aspecto que no pasa desapercibido y que será profundizado en el último capítulo.

En el sexto capítulo será el diorama el dispositivo que sirva para entretejer el análisis. La intención es abordar la figura del infante como parte -se aclara- no central, pero indivisible, de una representación que tiene como telón de fondo la historia nacional. Punte enlaza estas producciones con los planteos de la historia desde abajo que sustenta el interés historiográfico por la gente ordinaria y sus experiencias, entendiendo el rol de los sujetos en toda su importancia. Por eso, los niños aparecen como participantes, pero también productores de su entorno, de su espacio.

En síntesis, el libro se presenta como producto de un proyecto tan ambicioso como enriquecedor para el campo de estudios de la infancia. Objeto de reflexión en términos de frontera, subalternidad y otredad, la infancia atraviesa las páginas en la amplitud de su representación. Hacia el final, se remarca el doble objetivo que se sostiene a lo largo del trabajo, el de preguntarse qué infancia nos confronta en este nuevo milenio, pero también el de contextualizar a los niños y niñas en la historia.

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