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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.22 no.2 Viedma jun. 2019

 

ARTÌCULO

Los sociòlogos de la Universidad de Buenos Aires frente a la producciòn intelectual local y extranjera. Una aproximaciòn sociohistòrica1

The sociologists of the University of Buenos Aires faced to local and foreign intellectual production. A socio-historical account

 

Juan Pedro Blois
pedro.blois@gmail.com
CONICET; UNGS. Argentina

Recibido: 07|09|18
Aceptado: 18|02|19

 


Resumen
Este artìculo se propone realizar una reconstrucciòn sociohistòrica de las cambiantes relaciones que los sociòlogos vinculados a la Carrera de Sociologìa de la UBA mantuvieron desde mediados del siglo pasado con la producciòn intelectual local y extranjera. Segùn podrà verse, la tensiòn que se plantea en los espacios intelectuales perifèricos entre alentar una mayor apertura hacia la producciòn de los centros màs dinàmicos o propiciar la reivindicaciòn de las tradiciones locales de pensamiento, asumiò en el caso de la UBA la forma de una fuerte oposiciòn entre los partidarios de una sociologìa que se "profesionalizaba" a partir de la adhesiòn a los cànones del mainstream internacional y los partidarios de una sociologìa que defendìa la importancia de las tradiciones locales de pensamiento desde una matriz "ensayìstica" y "antiacadèmica". Ademàs de las polèmicas explìcitas en torno al tipo de vinculaciòn que los sociòlogos debìan establecer con los centros mundiales de la disciplina, el artìculo presta particular atenciòn a las orientaciones que predominaron en esta Carrera en vistas de captar los moldes en que las nuevas generaciones eran formadas a lo largo del tiempo. El corpus analizado comprende diferentes fuentes: publicaciones de destacadas figuras de la disciplina, notas en diarios y revistas de circulaciòn masiva, planes de estudio y programas de las materias, asì como entrevistas con actores relevantes de los distintos perìodos.

Palabras clave: Sociologìa; Dependencia Acadèmica; Ensayismo; UBA; Argentina.

Abstract
This article seeks to carry out a sociohistorical account of the changing relationships of sociologists affiliated with UBA with local and foreign intellectual production since the middle of the last century. As it will be shown, the tension arising in peripheral intellectual spaces between encouraging greater openness towards the production of the most dynamic centers, or promoting the vindication of local traditions of thought, took the form of a strong opposition between the supporters of a sociology that tried to "professionalized" itself through the adherence to the canons of the international mainstream and the supporters of a sociology that defended the importance of local traditions of thought based on a "essayist" and "anti-academic" matrix. In addition to the examination of the main explicit controversies about the type of relations that sociologists should have with the world centers of the discipline, particular attention will be paid to the orientations that prevailed at the UBA course with the intention of capturing the frames in which new generations were formed. The corpus under examination includes different materials: publications of important figures of the discipline, notes in newspapers and magazines of mass circulation, curricula and syllabi, as well as interviews with relevant actors.

Key words: Sociology; Academic Dependency; Essayism; UBA; Argentina.


 

INTRODUCCIóN

Hace un tiempo tuve la oportunidad de participar en un panel convocado por la Carrera de Sociologìa de la Universidad de Buenos Aires (UBA) para reflexionar sobre la formaciòn de los sociòlogos. El panel era parte de un ciclo de charlas promovidas en el marco del proceso de revisiòn del actual plan de estudios, vigente desde hace màs de tres dècadas. Luego de las presentaciones de los panelistas, algunos estudiantes pidieron la palabra y, entre varias cuestiones, coincidieron en un punto: en esta Carrera se trabajan pocos autores argentinos y latinoamericanos. Uno de ellos ilustrò la situaciòn de manera particularmente gràfica al relatar la frustraciòn de una estudiante francesa de intercambio que habìa escogido la UBA para aprender sobre las tradiciones intelectuales latinoamericanas pero que, para su sorpresa, se habìa encontrado con un conjunto de materias en las que bàsicamente se leìa la misma bibliografìa que ella leìa en su paìs (y, para colmo, no siempre bien traducida). La anècdota, tal vez un tanto exagerada, es relevante porque apunta de lleno a uno de los principales cuestionamientos que se le suelen plantear a esta carrera, que no fija en su plan de estudios una instancia donde estudiar de modo sistemàtico y obligatorio las tradiciones intelectuales locales y regionales.

Sin dudas, este relegamiento de la literatura argentina y latinoamericana no puede ser desvinculado de la situaciòn relativamente perifèrica que ocupa el campo sociològico local en el escenario mundial, signado por una estructuraciòn desigual de los intercambios materiales y simbòlicos (Heilbron, Boncourt y Sorà 2018), y que lleva a los sociòlogos de los paìses menos gravitantes a estar màs pendientes de las ùltimas novedades irradiadas desde los centros mundiales de la disciplina que de la producciòn de los otros paìses que comparten su posiciòn geopolìtica (Alatas 2006). De ahì que, a diferencia de lo que ocurre en los paìses centrales cuyos sociòlogos difìcilmente dirigen su mirada hacia el exterior para encontrar nuevos conceptos o renovar sus agendas de investigaciòn (Burawoy 2005), la orientaciòn hacia "afuera" -"el caràcter "extrovertido" y "dependiente" de su labor (Bringel y Domingues 2015)-" sea moneda corriente entre los cultores de la sociologìa y las ciencias sociales en los paìses perifèricos; aun cuando semejante inclinaciòn deba siempre cotejarse de manera situada y empìrica (Beigel 2010, 2016).

Ahora bien, la orientaciòn de una carrera en la que, como la de la UBA, sus graduados pueden terminar sus estudios sin haber leìdo de primera mano a los representantes del llamado "ensayismo" (como Sarmiento, Josè Ingenieros, Ezequiel Martìnez Estrada, Milcìades Peña o Arturo Jauretche) o incluso del canon màs "especìficamente sociològico" (como Gino Germani, Roberto Carri, Juan Carlos Portantiero o Josè Luis de Ìmaz) constituye una particularidad local. Segùn podrà verse, esa situaciòn mucho debe a la forma especialmente conflictiva que tuvo para los sociòlogos vinculados a esta instituciòn (que se formaron y/o enseñaron en ella) la articulaciòn de las ideas y enfoques irradiados desde el "norte" con la producciòn local y regional de pensamiento a lo largo del tiempo. En efecto, la tensiòn que se plantea en los espacios intelectuales perifèricos entre alentar una mayor apertura hacia la producciòn de los centros màs dinàmicos o propiciar la reivindicaciòn y cultivo de las tradiciones nacionales de pensamiento, asumiò frecuentemente la forma de una oposiciòn entre los partidarios de una sociologìa que se "profesionalizaba" a partir de la adhesiòn a los cànones del mainstream internacional (a sus ideas, a sus formas de trabajo, a su preocupaciòn por la investigaciòn empìrica) pero que al mismo tiempo tendìa a relegar las tradiciones locales de pensamiento; y los partidarios de una sociologìa que defendìa la importancia de esas tradiciones pero que lo hacìa desde una matriz "ensayìstica" y "antiacadèmica". Esa oposiciòn no sòlo limitò, como veremos, el diàlogo e intercambio entre las diferentes posturas, sino que tendiò a asociar el estudio sistemàtico de la producciòn local de pensamiento con un ejercicio intelectual con escasa vocaciòn empìrica.

Este artìculo se propone realizar una reconstrucciòn sociohistòrica de las relaciones, siempre tensionadas, de los sociòlogos que gravitaron alrededor de la Carrera de Sociologìa de la UBA con las tradiciones intelectuales locales y extranjeras desde mediados del siglo pasado, momento en que esta carrera fue creada. Esta instituciòn, cabe destacar, ocupò, pese a sus vaivenes, un lugar central en el escenario de la sociologìa argentina hasta tiempos recientes2. Ademàs de las polèmicas explìcitas aparecidas en libros y revistas en torno a la vinculaciòn que los sociòlogos debìan establecer con los centros mundiales de la disciplina vis a vis la producciòn local y regional, se prestarà particular atenciòn a las orientaciones que predominaron en esta instituciòn como una forma de captar los moldes en que los futuros sociòlogos fueron socializados a lo largo del tiempo. El corpus analizado comprende diferentes fuentes: publicaciones en revistas y libros especializados, notas en diarios y revistas de circulaciòn masiva, planes de estudio (1958, 1973, 1974, 1976, 1985, 1988) y programas de las materias, asì como entrevistas con actores relevantes del perìodo.

Ademàs de esta introducciòn y la conclusiòn, este artìculo tiene cuatro secciones. En la primera, se examina la etapa de creaciòn de la Carrera de la UBA caracterizada por el predominio de una idea de la sociologìa como disciplina "cientìfica" que, apoyada en una decidida vocaciòn "importadora", debìa romper con las tradiciones intelectuales locales. A continuaciòn, se reconstruye la reacciòn de quienes, en medio del clima antiimperialista de los años sesenta y setenta, denunciaron el "colonialismo intelectual" y llamaron a la construcciòn de una "sociologìa nacional" inspirada en los autores vinculados al ensayismo nacional. En tercer lugar, se aborda el repliegue impuesto por el autoritarismo estatal y el claro retraimiento de las discusiones sobre "dependencia intelectual" que signaron los "años de plomo". Seguidamente se examina la etapa iniciada con la vuelta de la democracia y la instauraciòn de una persistente orientaciòn (en buena medida hoy vigente) que tendiò a relegar el estudio de las tradiciones intelectuales locales y latinoamericanas, en favor de aquella irradiadas desde Europa y Norteamèrica. Finalmente, se presenta una reflexiòn sobre el caso estudiado a partir de una comparaciòn con la realidad brasileña. Dicha comparaciòn resulta relevante ya que aun cuando entre los sociòlogos del paìs vecino pesaba una situaciòn geopolìtica e intelectual similar, las relaciones que asumieron con el ensayismo y las tradiciones intelectuales locales fueron, como han notado Jackson y Blanco (2014), mucho màs estrechas. A partir de un anàlisis situado sociohistòricamente, el artìculo se inscribe en los debates que en los ùltimos tiempos, y en el marco de la crìtica "poscolonial" (Go, 2017; Patel 2010), se han dado alrededor de la geopolìtica del conocimiento entre quienes defienden el caràcter universal de la disciplina (Sztompka 2010) y quienes, contra los sesgos de la mirada producida desde los paìses centrales, priorizan la construcciòn de enfoques enraizados nacional o regionalmente (Alatas 2006; Connell 2007)3.

I.

La creaciòn de la Carrera de Sociologìa en la UBA constituyò un parteaguas en la historia de la disciplina en la Argentina. Aun cuando habìan existido diversos intentos de avanzar en el proceso de institucionalizaciòn (Gonzàlez Bollo 1999), la enseñanza de la disciplina a travès de una licenciatura, asì como la posibilidad de expedir tìtulos reconocidos por el Estado, conllevò un nuevo estatus para la disciplina: la sociologìa ya no se limitarìa a ser una asignatura auxiliar de otras carreras.

Como ha sido señalado en diversos estudios, la creaciòn de la Carrera no se presentò como la coronaciòn de los desarrollos institucionales previos (Pereyra 2007). El director de la nueva instituciòn, el sociòlogo italiano Gino Germani, tendìa a despreciar la labor que se hacìa en el puñado de càtedras e institutos que venìan funcionando en el paìs (Germani y Graciarena 1958). En su visiòn esos espacios estaban a cargo de un conjunto anticuado de docentes -"o "sociòlogos de càtedra" tal como despectivamente se referìa a ellos-", entregados a la pura discusiòn de ideas y doctrinas sociològicas, sin capacidad para trabajar segùn los cànones actuales de la disciplina (Blanco 2006).

Pero la flamante carrera tampoco se presentò como la continuaciòn de la tradiciòn intelectual vinculada al "ensayo nacional", tradiciòn que hasta allì habìa ocupado una posiciòn central a la hora de reflexionar sobre la sociedad argentina (Jackson y Blanco 2014); pero a la que, sin embargo, Germani y sus colaboradores le achacaban su falta de rigor y su tendencia a respaldar sus afirmaciones en las impresiones subjetivas del autor antes que en la consideraciòn sistemàtica de las evidencias y los hechos. El conocimiento de la realidad nacional no se darìa entonces a partir del diàlogo con la producciòn local de pensamiento sino a partir de la incorporaciòn de las ideas y enfoques màs "avanzados" originados en otras latitudes. No habìa en aquel corpus de ideas una fuente donde abrevar.

Los impulsores de la Carrera asumieron entonces el desarrollo de la sociologìa en el paìs como una empresa eminentemente importadora. La apertura incluyò, entre otras iniciativas, una polìtica masiva de traducciones, la organizaciòn de una biblioteca actualizada, la invitaciòn de profesores extranjeros, asì como el envìo de jòvenes sociòlogos a completar su formaciòn en el exterior. Se buscò, como puede verse, impulsar una ràpida transferencia de los conocimientos, teorìas y enfoques metodològicos generados en los paìses del "norte", en especial en Estados Unidos.

Cabe enfatizar que a diferencia de lo ocurrido en otros paìses latinoamericanos como Brasil, Chile o Mèxico, donde buena parte de los recursos para el despegue de las ciencias sociales provenìa del Estado (Blois 2015; Beigel 2010; Reyna 2007), las iniciativas desplegadas en la UBA eran, en lo esencial, sustentadas por los fondos provenientes de las fundaciones extranjeras. Incluso los recursos del CONICET que financiaron las becas de algunos de los jòvenes docentes no provenìan del erario pùblico sino de un subsidio de la fundaciòn Ford (Diez 2008). El caràcter extranjero de los principales mentores de la "sociologìa cientìfica" reforzaba sin dudas su sesgo importador. Los expertos extranjeros, decisivos a la hora de aprobar la asignaciòn de esos recursos, asumìan su misiòn como una misiòn "civilizadora" y no ocultaban por lo general su desconfianza frente a las tradiciones locales de pensamiento por considerarlas "atrasadas" y "precientìficas" (Blois 2018b)4.

Pues bien, a tono con esa mirada, para Germani y sus colaboradores no habìa dudas: el desarrollo de una sociologìa "moderna" y "cientìfica" exigìa romper con la producciòn local de conocimientos. En su ènfasis por destacar el caràcter "cientìfico" de la disciplina, la tradiciòn ensayista tendiò a ser vista como algo virtualmente opuesto a la sociologìa. Aun cuando en alguna oportunidad el sociòlogo italiano reconociera en esa tradiciòn algùn antecedente valioso (Germani 1964), por lo general no dudò en ningunear su relevancia y aportes. Asì, por ejemplo, en una nota publicada en el popular semanario Confirmado en julio de 1965, al referirse a uno de los màs renombrados ensayistas argentinos fallecido hacìa poco tiempo, Germani era enfàtico:

Hice un anàlisis de toda la obra de Ezequiel Martìnez Estrada para ver que habìa en ella de rescatable [-¦] No hay casi nada. La verborragia sociologista es un tìpico fenòmeno latino; con la particularidad de que los ensayistas europeos, màs modestos, no pretenden hacer sociologìa (citado en Confirmado, 16/7/1965, p.37)5.

Como se podrìa esperar, el clivaje entre la autodenominada "sociologìa cientìfica" y el ensayismo calò hondo en la configuraciòn de la Carrera que se estaba armando. Si se observan los programas de las materias en el perìodo "fundacional" (1958-1966), se constata la virtual ausencia de obras que aborden el anàlisis de la sociedad argentina (sacando las publicaciones del propio Germani y sus colaboradores)6. La creaciòn de una sola materia volcada a la "sociologìa argentina", que era optativa y no obligatoria expresaba, a la vez que reforzaba, la escasa valoraciòn hacia las corrientes locales de pensamiento. La materia, asignada a Carlos Alberto Erro, un anticuado intelectual, no despertò el entusiasmo de los alumnos, la mayorìa de los cuales decidìa darla libre en funciòn de lo sencillo que resultaba su aprobaciòn (Blois 2018b).

La Carrera nacìa de ese modo en el marco de un curioso planteo: la decidida vocaciòn por estudiar la sociedad argentina iba de la mano del rechazo de las obras de quienes -"aun cuando no lo hubieran realizado segùn los cànones que la flamante instituciòn se proponìa difundir-" la habìan estudiado en el pasado. Asì, a pesar de que Germani y sus colaboradores promovieran un fuerte compromiso con el conocimiento de la realidad local el material de lectura predominante suponìa una bibliografìa que no habìa sido elaborada para describir o analizar esa realidad. Se transmitìa de ese modo una idea segùn la cual el sociòlogo aparecìa en lo esencial como un receptor de los enfoques producidos en el exterior.

Ante la tensiòn que se plantea en los espacios intelectuales perifèricos entre alentar una mayor apertura que promueva la innovaciòn de las discusiones (a riesgo de limitar la construcciòn de una agenda màs propia de discusiones y de recaer en el culto de los autores extranjeros), o propiciar la reivindicaciòn de las tradiciones locales de pensamiento (a riesgo de caer en cierto provincianismo), la elecciòn fue clara. Sin dudas, la convicciòn en el caràcter universal de los procesos que atravesaban las sociedades latinoamericanas en su transiciòn hacia la "modernidad" facilitaba la creencia en el valor de una baterìa conceptual que, pese a su caràcter abstracto y su pretendida generalidad, habìa sido elaborada para analizar otras experiencias històricas (Brasil Jr. 2013).

Gracias a su ruptura con el ensayismo (y con la "sociologìa de càtedra"7), la "sociologìa cientìfica" tuvo un fuerte impacto en el medio local, con investigaciones novedosas que le darìan a la disciplina una visibilidad y gravitaciòn pùblicas que no tenìan antecedentes (Blanco 2006; Blois 2018b). Esa ruptura, con todo, no se dio sin costos: la "sociologìa cientìfica" no sòlo se privaba de un conjunto de saberes y enfoques sobre la sociedad argentina que podìan promover una mayor sensibilidad històrica, sugerir valiosas pistas analìticas o alentar principios interpretativos originales; se privaba tambièn de un mayor arraigo en el espacio intelectual e institucional local que mitigase su sesgo importador, algo que, como veremos a continuaciòn, serìa fuertemente cuestionado por sus crìticos8.

II.

El ascendiente de los discursos antiimperialistas en amplios sectores del escenario intelectual y universitario a partir de los años sesenta (Sigal 1991; Teràn 1993) no demorò en afectar el predominio de la "sociologìa cientìfica" en la UBA; una orientaciòn que venìa promoviendo la importaciòn de sus principales ideas y enfoques, mientras financiaba sus iniciativas con el generoso aporte de las fundaciones norteamericanas. Alentada por una franja creciente de sociòlogos, algunos de los cuales habìan sido cercanos colaboradores de Germani (Blois 2008b), pero tambièn por un estudiantado cada vez màs movilizado y numeroso, comenzò a ganar ascendiente una idea que hacìa de la "sociologìa cientìfica" una forma màs de la "penetraciòn imperialista" que aquejaba la economìa y cultura del paìs (Veròn 1974).

De hecho, para estas visiones, el desarrollo de la sociologìa a partir de 1955 no habìa sido el fruto de un desarrollo espontàneo. Lejos de ello, su expansiòn habìa sido el correlato en el plano de las ideas del ingreso masivo de capitales extranjeros promovido por el desarrollismo. La "sociologìa cientìfica" no era, como lo habìa planteado Germani, una respuesta "tècnica" a las necesidades que surgìan de la transiciòn de la sociedad "tradicional" a la "moderna", sino una justificaciòn ideològica del predominio estadounidense en la sociedad argentina. Tal como señalaba Roberto Carri, un docente de la Carrera, de gran ascendiente entre varios colegas y los estudiantes:

La dominaciòn imperialista en todo el mundo provocò el desarrollo de la sociologìa como un medio para detectar problemas en sus paìses y descubrir los modos de superar las tensiones del mundo moderno. La sociologìa cientìfica en la Argentina recibiò este presente de los paìses imperialistas y continuò por medios màs refinados la tarea de enmascaramiento y control que los ideòlogos del règimen venìan realizando en alianza con la oligarquìa. Paso a paso la sociologìa argentina se convierte en una de las armas intelectuales del desarrollismo (Carri 1969: 57).

En ese marco, se fue afirmando una mirada que denunciaba la inadecuaciòn de los enfoques elaborados en los paìses centrales para abordar las especificidades locales. A veces esas especificidades eran atribuidas a la "naciòn" y a su particular historia, otras a "Amèrica latina" y a su posiciòn en el orden mundial, otras finalmente a una nueva y màs amplia unidad, el "Tercer Mundo". Pero habìa siempre una clara preocupaciòn por partir de un enfoque que, contra el pretendido universalismo de la "sociologìa cientìfica", resaltara las diferencias que habìa entre la evoluciòn de los paìses centrales (o imperialistas) y los paìses perifèricos (o colonizados). La teorìa de la dependencia, elaborada inicialmente en Chile, fue en sus diversas versiones parte de ese clima y alcanzò un gran predicamento entre los sociòlogos argentinos preocupados por incorporar la temàtica del imperialismo en sus anàlisis (Beigel 2006; Diez 2010).

Es en ese contexto que comienza a darse una masiva reivindicaciòn del ensayismo, visto ahora como un cuerpo de ideas indispensable para la elaboraciòn de una "sociologìa nacional" o "latinoamericana", elaborada en y para el estudio de "nuestra" realidad. El giro se dio primeramente en grupos informales de alumnos y docentes auxiliares (Di Tella 1980) pero luego, a partir de la intervenciòn del gobierno militar en las universidades en 1966 y del recambio del cuerpo de profesores que supuso en la Carrera de la UBA, en un buen nùmero de materias obligatorias y optativas; principalmente en aquellas que los estudiantes comenzaron a referir como las "càtedras nacionales" (Blois 2018b; Barletta y Lenci 2000; Ghilini 2011). De ese modo, Raùl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggròs, Jorge Abelardo Ramos, Arturo Jauretche o Juan Josè Hernàndez Arregui se volvieron material de lectura bàsico en la formaciòn de los futuros sociòlogos9. Es cierto que esos autores gozaban de una renovada estima en los medios intelectuales màs amplios (Saìtta 2004), pero su recuperaciòn entre los estudiantes y sociòlogos màs jòvenes era parte de una reacciòn, casi especular, contra el desprecio hacia las tradiciones locales de pensamiento que habìan mostrado los partidarios de la "sociologìa cientìfica".

Ahora bien, por lo general la reivindicaciòn de esos autores no se hacìa con la idea de integrar sus aportes a los ùltimos desarrollos de la disciplina. Lejos de ello, su utilizaciòn tendìa a asociarse al rechazo sin màs de esas perspectivas y de quienes las promovìan en el medio local. Aun de aquèllos que, crìticos de las ideas funcionalistas y del mainstream sociològico, como Eliseo Veròn o Miguel Murmis, dos reconocidos profesores de la Carrera, promovìan las màs recientes novedades del marxismo o de la sociologìa crìtica europea y norteamericana (Rubinich 1999). Ante el dilema que planteaba la relaciòn con las ideas producidas en otras latitudes, la elecciòn, tanto como entre los cultores de la "sociologìa cientìfica" fue clara, aunque de signo inverso: los impulsores de una "sociologìa nacional" no se cerraban al diàlogo con las producciones de la regiòn pero despreciaban por lo general aquèlla proveniente de los centros mundiales de la disciplina.

Pero el cuestionamiento de la "dependencia intelectual" no se ceñìa al plano de las preferencias teòricas sino que incluìa una crìtica màs radical de las metodologìas y cànones de trabajo "importados". En efecto, la reivindicaciòn de la obra de los ensayistas coincidiò con una entronizaciòn del "ensayo" y una descalificaciòn paralela del "informe de investigaciòn" y el "paper", los soportes favorecidos por la "sociologìa cientìfica". A su vez, en tiempos de politizaciòn creciente, coincidiò tambièn con una mirada que privilegiaba la experiencia "pràctica", el anàlisis polìtico y el "conocimiento popular" antes que la elaboraciòn sistemàtica y metòdica de informaciòn, asociada ahora con un "empirismo" que seguìa acrìticamente los pasos de una metodologìa elaborada para el estudio de otras realidades sociales. En esas condiciones, la vocaciòn por construir una agenda de discusiones propia o de aventurarse en la bùsqueda de nuevas y originales categorìas de anàlisis tendìa a escindirse, en los casos màs extremos, de la preocupaciòn por contrastar la validez empìrica de lo que se afirmaba.

Sin dudas, el estrangulamiento de las oportunidades profesionales para un conjunto creciente de graduados (Sigal 1991), la asunciòn del creciente pùblico estudiantil como el principal destinatario de buena parte de los integrantes de la Carrera (y no ya las fundaciones e instituciones extranjeras) (Blois 2018b), las dificultades para acceder a recursos para la investigaciòn, tanto como el clima màs general de politizaciòn de los medios universitarios (Rubinich 1999), favorecieron una sociologìa que, aunque se desarrollaba en lo esencial en una instituciòn universitaria, asumìa un "ropaje antiacademicista" (Beigel 2010).

Por supuesto, semejante orientaciòn poco hacìa para acercar posiciones. En ese marco, la preocupaciòn por recuperar las tradiciones de pensamiento locales estuvo lejos de cuestionar el clivaje planteado en el perìodo anterior entre una sociologìa "cientìfica" y el ensayismo. Tanto los partidarios de una posiciòn como sus adversarios tendìan a ver a la sociologìa de base empìrica y conectada con las agendas de discusiòn internacionales como un cuerpo de saberes diferente y (casi) opuesto al ensayismo. Entre ambos no habìa ni podìa haber demasiados cruces o integraciòn. Si la valoraciòn de uno y otro polo variaba, el abismo entre ambos se daba por descontado.

Muestra emblemàtica de lo anterior, cabe aquì recordar la polèmica que Francisco Delich y Roberto Carri mantuvieron en torno a la valoraciòn del libro de Jauretche El medio pelo en la sociedad argentina. (Apuntes para una sociologìa nacional), libro que realizaba un conjunto de agudas crìticas a la "sociologìa cientìfica". Delich era un joven sociòlogo cordobès que, buscando distanciarse de quienes detentaban el control de los espacios vinculados a la sociologìa en su provincia (centralmente Alfredo Poviña y Juan Carlos Agulla) se habìa aproximado a un grupo de sociòlogos inspirados en el marxismo radicados en Buenos Aires. Estos sociòlogos rechazaban la perspectiva "funcionalista" y "conservadora" que atribuìan a Germani y sus seguidores, pero coincidìan en su defensa de la sociologìa como una empresa cientìfica de caràcter universal. La reseña de Delich, publicada en la Revista Latinoamericana de Sociologìa, òrgano de difusiòn vinculado a la "sociologìa cientìfica", no se ahorraba los comentarios irònicos en su critica a los enfoques "despreocupados" por la verificaciòn empìrica de sus afirmaciones; y luego de analizar de manera extensa los principales argumentos del libro -"que, segùn sostenìa, era "farragoso, desordenado, repetitivo"-", señalaba que su èxito editorial debìa màs a su sensacionalismo que a la "riqueza de sus enseñanzas" (Delich 1967: 308)10. Si la reseña ubicaba a su autor, en aquel entonces un joven sociòlogo, como alguien capaz de demostrar las limitaciones de un pensador de renombre (en particular en los cìrculos estudiantiles y militantes) como Jauretche, su intervenciòn no dejaba de dirigirse a quienes desde la Carrera de la UBA impulsaban una "sociologìa nacional" inspiràndose en ese y otros pensadores afines.

La respuesta, titulada de modo provocativo "Un sociòlogo de medio pelo", no se hizo esperar y fue asumida por Roberto Carri, quien hizo una convencida defensa de "los aportes al conocimiento de la realidad argentina" de la obra de Jauretche, cuestionando la ceguera de los "sociòlogos acadèmicos", que preferìan los moldes teòricos foràneos, producidos para interpretar otras realidades, en vez de apoyarse en el conocimiento "pràctico" y comprometido que emerge "con los pies bien afirmados en la realidad que analizan y donde actùan". En su visiòn, que cuestionaba la divisoria entre la ciencia y la polìtica, se valoraba la trayectoria y vocaciòn polìtica de Jauretche y no se dudaba en señalar que la "sociologìa acadèmica", ocultando sus nexos con la polìtica, expresaba "el punto de vista de los intereses coloniales" (Carri 1968:127).

III.

La instauraciòn del autoritarismo polìtico a partir de 1974, con el giro del gobierno peronista primero y con la instalaciòn de la dictadura militar luego, clausurò buena parte de los acalorados debates que habìan concitado la atenciòn de los sociòlogos que gravitaban alrededor de la UBA. Mientras un buen nùmero de ellos debiò exiliarse, las instituciones propias de la disciplina sufrieron un duro revès. La Carrera fue inicialmente clausurada y luego reabierta en condiciones irreconocibles, con un conjunto de docentes de escasos antecedentes y una matrìcula muy reducida. De los 2800 alumnos que habìa en 1972 sòlo quedaban 500 para 1980. Su separaciòn de la Facultad de Filosofìa y Letras, instituciòn donde habìa sido creada, y su emplazamiento en los sòtanos de la Facultad de Derecho no ocultaba el desprecio que las nuevas autoridades tenìan por esta instituciòn ni su profunda marginaciòn en el escenario intelectual (Blois 2009; Raus 2007).

En ese marco, los centros privados de investigaciòn, àmbitos surgidos en los años previos como respuesta a las intervenciones gubernamentales en las universidades y donde una parte de los docentes de la Carrera se habìan insertado, cobraron una mayor relevancia en tanto "espacios de refugio". Los centros pudieron continuar sus labores gracias al apoyo de las fundaciones extranjeras, pero sòlo pudieron hacerlo en el marco de un perfil extremadamente bajo que no atrajera la atenciòn de las autoridades estatales. La reserva era tal que ese conjunto de instituciones aparecìa para quienes las frecuentaban como una "universidad de las catacumbas" (Sàbato 1996). Una mayor visibilidad podrìa suscitar el accionar, legal o ilegal, de un gobierno dispuesto a eliminar violentamente toda fuente de disenso o crìtica a sus iniciativas (Blois 2019)11.

El nuevo escenario tuvo, como se podrìa esperar, un fuerte impacto en la relaciòn de los sociòlogos con la producciòn local de pensamiento vis a vis las ideas provenientes de otras latitudes, signado por el abrupto repliegue de las discusiones en torno a la "dependencia intelectual". En la Carrera de la UBA, en manos ahora de un conjunto de docentes que en muchos casos no ocultaban una orientaciòn claramente conservadora o reaccionaria (Blois 2019), la ruptura fue tal que en las diversas materias no habìa rastros de esas discusiones. Los textos de los partidarios de la "sociologìa cientìfica", tanto como de aquèllos que se habìan mostrado màs preocupados por la elaboraciòn de una sociologìa enraizada nacionalmente, fueron igualmente excluidos12. Otro tanto ocurrìa con las obras de los ensayistas que tanta admiraciòn habìan despertado entre docentes y estudiantes. Las ideas de "Amèrica latina" o de "Tercer Mundo" como escalas de anàlisis u horizonte de las preocupaciones de los sociòlogos, asì como la bibliografìa proveniente de esas latitudes, fueron tambièn suprimidas. Todo ello era o podìa ser identificado con el clima contestatario y de efervescencia que las nuevas autoridades pretendìan clausurar

En los centros privados de investigaciòn el nuevo panorama se tradujo en una intensificaciòn de los vìnculos con las instituciones acadèmicas del exterior, en particular con las fundaciones filantròpicas que les ofrecìan los recursos econòmicos para su funcionamiento, ademàs de un cierto reaseguro simbòlico contra la caza de brujas que pesaba sobre universitarios y acadèmicos (Heredia 2011). En esas condiciones, quienes allì trabajaban no podìan dejar de estrechar su conexiòn con las agendas y orientaciones favorecidas por esas instituciones, siendo agudizada la orientaciòn importadora de una pràctica que, ademàs de las categorìas y bibliografìa producidas en los centros del "norte", debìa incorporar sus ritmos y formas de trabajo (Morales Martìn y Algañaraz Soria 2016). Si ha sido usual ver en ello un proceso de "profesionalizaciòn" de la disciplina frente a la politizaciòn del pasado inmediato (Brunner y Barrios 1987; Sidicaro 1993), preciso es tener en cuenta que ello fue de la mano de la consolidaciòn de lo que en otro lado he llamado "sociologìa de enclave" (Blois 2018b), una sociologìa muy familiarizada con las tendencias dominantes de la disciplina a nivel mundial, con aceitados contactos con prestigiosos colegas e instituciones del exterior, pero con dificultades, dado el clima de censura y persecuciòn reinante, para echar raìces en el medio local. En la medida en que la reproducciòn material de los sociòlogos dependìa de la adhesiòn a los cànones y temàticas promovidas por sus mentores y evaluadores extranjeros, la bùsqueda de enfoques o problemàticas originales no se veìa, salvo alguna excepciòn, favorecida.

Ante tal situaciòn, no eran pocas las veces en que los sociòlogos debìan investigar temàticas que no siempre coincidìan con sus intereses màs personales pero que los posicionaban mejor frente a sus patrocinadores. La curiosidad intelectual o el compromiso polìtico y social con ciertos temas debìan dejar lugar al realismo impuesto por la propia supervivencia (Blois 2018b). A modo de ilustraciòn, cabe aquì citar in extenso el relato de Catalina Wainerman, una de las primeras graduadas de la Carrera, discìpula pròxima de Germani y fundadora del Centro de Estudios de Poblaciòn (CENEP) sobre las dificultades de gestionar un centro en ese contexto:

Nunca imaginè que hacerlo supondrìa adoptar un modo de vida, no sòlo un medio de vida, en el que no hubo horarios, no hubo lujos, pero sì mucho, muchìsimo trabajo y sacrificio, diseño de proyectos, presentaciòn a subsidios, evaluaciones permanentes, calendarios estrictos, esperas angustiosas de resultados sin saber si sobrevivirìamos econòmicamente o no, y no poder parar a festejar la obtenciòn de un subsidio cuando ya habìa que empezar a diseñar el siguiente para mantener la cadena, es decir, el centro funcionando. Y todo esto en un paìs que no apreciaba ni buscaba ni consumìa nuestra producciòn, que era sostenida desde fuera y para afuera. Muchas veces me sentì "el aprendiz de brujo" que no podìa parar de hacer proyectos y proyectos para que el CENEP no sucumbiera, aùn màs allà de mis propias necesidades personales [Una] "aprendiz de brujo" que diseñaba proyectos, obtenìa subsidios y producìa informes (que terminaban en los archivos de las agencias subsidiantes, ademàs de en algùn artìculo y/o ponencia) para escribir una nueva lìnea en mi curriculum que aumentara las probabilidades de tener èxito en los pròximos subsidios, sin transferencia a la sociedad" (Wainerman 2015:116, 117).

IV.

La recuperaciòn de la democracia en 1983 concitò una serie de marcados reacomodamientos en el escenario de la sociologìa local. En la Carrera de la UBA se produjo una profunda reorientaciòn signada por la expulsiòn de los docentes que se habìan hecho cargo de la instituciòn durante los "años de plomo" y el regreso de un buen nùmero de sociòlogos que habìan sido docentes en etapas previas. Con ello, esta instituciòn recuperaba buena parte de la gravitaciòn que los centros privados de investigaciòn habìan ganado en el perìodo previo (Blois 2009).

Para quienes retomaban sus actividades en la Carrera se trataba de recuperar un espacio que habìa sido vaciado de "contenido sociològico". Para ello, entre otras iniciativas, habìa que proceder a una ràpida actualizaciòn e incorporaciòn de las corrientes sociològicas màs novedosas, desarrolladas en los centros mundiales de la disciplina, ignoradas en el perìodo anterior por un conjunto de profesores visualizados como anticuados y, salvo alguna excepciòn, reaccionarios (Comisiòn Asesora Pedagògica 1985). Una vez màs, como en el perìodo fundacional, era preciso recuperar el "tiempo perdido" a partir de una apertura hacia los ùltimos desarrollos de la disciplina. Y, en efecto, tal como la revisiòn de los programas del perìodo lo muestra, hubo una casi total renovaciòn de los contenidos de las materias. Autores que habìan sido considerados "subversivos" fueron reintroducidos, asì como buena parte de las corrientes crìticas de las ciencias sociales màs recientes, especialmente de aquellas provenientes de Europa.

Ahora bien, la apertura hacia el exterior no coincidiò con una apertura de igual intensidad hacia la propia historia de la disciplina en el paìs o la regiòn, o hacia el estudio de las tradiciones vinculadas al ensayo. Lejos de ello, predominò una llamativa reluctancia a incluir el conjunto de textos y materiales producidos localmente en los años anteriores.

Semejante orientaciòn, por supuesto, era parte de un proceso màs general que se daba en el campo intelectual latinoamericano, signado por el descrèdito de la teorìa de la dependencia, a la que ahora se le achacaba un marcado simplismo y falta de rigor (Beigel 2006). A partir de la desoladora experiencia de las dictaduras militares y de la clara derrota de los movimientos que de una u otra forma habìan promovido una transformaciòn profunda en la regiòn, se dio una creciente fe en torno a las bondades de la democracia y de la consolidaciòn del estado de derecho (Lesgart 2003). En ese marco, buena parte de la literatura que se habìa propuesto pensar las condiciones particulares de los paìses de la regiòn y elaborar una mirada màs "propia", muchas veces desde posiciones que no ocultaban una vocaciòn contestataria y comprometida con la "liberaciòn nacional", quedaron asociadas a un pasado ciertamente traumàtico que era preciso superar (Casco 2008; Rinesi 2000). En ese marco, como se podrìa esperar, la preocupaciòn por la "dependencia intelectual" perdiò gravitaciòn aun en el contexto de una instituciòn en la que, al menos entre los estudiantes movilizados, la prèdica "latinoamericanista" era moneda frecuente (Blois 2009).

Hubo, no obstante, una tentativa por crear una materia obligatoria sobre "Sociologìa latinoamericana" que, de acuerdo a quienes la impulsaban, debìa abordar cuestiones tales como la teorìa de la modernizaciòn, los enfoques de la dependencia y el capitalismo perifèrico, el desarrollo de los ciclos autoritarios en el Cono Sur, asì como la problemàtica, ciertamente actual, de la transiciòn a la democracia (Comisiòn Asesora Pedagògica 1985). Sin embargo, esa propuesta fue dejada de lado en el plan de estudios aprobado en 1988. Aun cuando parte de esas preocupaciones pudieran ser recogidas en algunas materias optativas, el hecho de no ser material obligatorio no podìa dejar de acordarles una jerarquìa simbòlica menor: el alumno podìa graduarse sin haber sido mìnimamente familiarizado con ese bagaje de problemàticas y perspectivas.

El retraimiento de la bibliografìa producida desde y para el anàlisis del paìs y la regiòn era visible tambièn en las materias dedicadas a la enseñanza de la teorìa sociològica. En ellas, en tèrminos generales, no se incluìan lecturas que no proviniesen de los centros mundiales de la disciplina. Asì, por ejemplo, en "Sociologìa General I" o "Sociologìa Sistemàtica", materias sucesivamente a cargo de Juan Carlos Portantiero, una figura central en la nueva etapa de la Carrera, salvo alguna excepciòn menor, no habìa autores latinoamericanos. Ello contrastaba con los programas que ese mismo profesor habìa diseñado en su paso previo por esta instituciòn en los años sesenta y setenta. En aquellos programas, ademàs de las unidades dedicadas al anàlisis de las "categorìas centrales para el anàlisis de la realidad social" como "Poder", "Dominaciòn" y "Hegemonìa" que permanecìan en la nueva etapa, no faltaban las unidades dedicadas al "Anàlisis de la dependencia", el "Subdesarrollo" y "La relaciòn entre metròpolis y paìses dependientes" en propuestas que, como la de la materia "Problemas de teorìa sociològica" de 1971, combinaban autores como Antonio Gramsci, Louis Althusser o Talcott Parsons con Pablo Gonzàlez Casanova, Celso Furtado y Theotonio dos Santos. Ahora, esas unidades y autores habìan sido desplazados, siendo incorporada una nueva baterìa de referencias entre las que se destacaban Michel Foucault y Jürgen Habermas. De ese modo, y tal como habìa sido en el perìodo fundacional, la sociologìa, al menos en lo que hace a la producciòn de teorìas o enfoques màs generales, aparecìa como una empresa eminentemente importadora: la reflexiòn teòrica tendìa a emanciparse, en lo que hacìa a la selecciòn de la bibliografìa, de un mayor enraizamiento nacional y regional. Aun cuando presumiblemente la advertencia contra las "aplicaciones mecànicas" de las categorìas producidas para pensar otras realidades pudiera ser frecuente, semejante orientaciòn no podìa dejar de trasmitir una idea segùn la cual las categorìas y temas màs "interesantes" provenìan de los centros mundiales de la disciplina y que era allì hacia donde habìa que dirigir la mirada a la hora de buscar enfoques novedosos (Blois 2018b).

Hubo, con todo, ciertas materias de caràcter optativo en las que, a contrapelo de aquella tendencia y con buena receptividad entre los estudiantes, se planteaba una reivindicaciòn de la literatura vinculada a las tradiciones intelectuales argentinas y latinoamericanas. Sin embargo, esa recuperaciòn de temas y autores se daba en lo esencial segùn una clave que reproducìa la oposiciòn entre una sociologìa "cientìfica" y una sociologìa "ensayista" que, en consonancia con la historia previa, tendìa a menospreciar la elaboraciòn de investigaciones de base empìrica, realizadas segùn los cànones que los estudiantes aprendìan paralelamente en las materias metodològicas. Si a diferencia del pasado se evitaban las polèmicas explìcitas y las mutuas descalificaciones, la reactualizaciòn de esa oposiciòn, asì como de los estereotipos a ella asociados (el sociòlogo "cientificista" vs el sociòlogo "ensayista" o "antiacadèmico"), limitaban el diàlogo entre quienes se identificaban con una y otra concepciòn de la sociologìa. Ya no habìa, es cierto, la conflictividad del pasado. Pero el reconocimiento mutuo que podìan darse se asemejaba a aquel reconocimiento propio del relativismo cultural que admite el valor de las otras culturas sin por ello propiciar necesariamente el diàlogo o intercambio entre ellas. Para dar un ejemplo, en la materia optativa "Pensamiento Social Latinoamericano", su titular, Horacio Gonzàlez, un ex integrante de las "càtedras nacionales" cultivaba un estilo decididamente antiacadèmico que tomaba distancias de la sociologìa "profesionalizada" de aquellos que se insertaban en el CONICET o en los centros privados de investigaciòn. El estudio de la producciòn intelectual nacional y latinoamericana tendìa a asociarse en ese caso -"y una vez màs-" a la producciòn de una sociologìa ensayìstica, inspirada de modo predominante en la lectura màs o menos creativa de un corpus de textos, sin una vocaciòn clara por conectar esas discusiones con la investigaciòn empìrica de la realidad local.

La reorganizaciòn de la Carrera tras la vuelta a la democracia inaugurò un perìodo de inusitada estabilidad que se extenderìa por muchos años. Si, como vimos, hasta allì se habìa dado una sucesiòn desordenada de ciclos cortos en los que la orientaciòn general de los estudios, el plantel docente y las materias cambiaban periòdicamente, a partir de entonces comenzò una etapa caracterizada por la permanencia en el tiempo de profesores, materias y programas. El plan de estudios aprobado en 1988 se mantuvo, tal como adelantamos en la introducciòn, sin modificaciones desde entonces. La divisoria entre una sociologìa màs "profesionalista" que tendìa a relegar el anàlisis de las tradiciones locales de pensamiento, y una sociologìa "ensayista" y "antiacadèmica" que reivindicaba esas tradiciones -"que, como vimos, echaba raìces en la anterior y accidentada historia de la esta instituciòn-" se mantuvo desde entonces, y en tèrminos generales, como un principio duradero de visiòn y divisiòn de la disciplina.

REFLEXIONES FINALES

La diferenciaciòn entre una sociologìa con pretensiones "cientìficas" y el llamado ensayismo que signò la creaciòn de la Carrera de Sociologìa de la UBA no constituye una especificidad puramente local. A diferencia de lo ocurrido en los paìses centrales, donde quienes impulsaban la nueva disciplina debieron marcar sus diferencias con escritores, filòsofos, psicòlogos e historiadores, los sociòlogos latinoamericanos tuvieron que afirmar su empresa intelectual centralmente en oposiciòn a los ensayistas; por ello, semejante toma de distancias fue moneda corriente entre quienes impulsaban la creaciòn de los espacios de formaciòn (Jackson y Blanco 2014). Sin embargo, cuando se examina lo ocurrido en la Carrera de la UBA (y en otras instituciones animadas por sus graduados como los centros privados de investigaciòn) a la luz de otras experiencias nacionales, algunas diferencias saltan a la vista. Para ilustrar esa especificidad tomemos el caso brasileño, una experiencia pròxima y distante al mismo tiempo (Blois, 2015).

Los pioneros de la sociologìa "cientìfica" en Brasil a mediados del siglo pasado no dejaron de marcar sus distancias con el ensayismo a la hora de legitimar la construcciòn de un "campo cientìfico" ni se ahorraron las crìticas al "impresionismo" propio de quienes a sus ojos habìan descuidado la investigaciòn empìrica (Botelho 2015). No obstante, sus indagaciones y agendas de estudio fueron, tal como una buena cantidad de estudios lo han puesto en evidencia, construidas en el marco de un estrecho diàlogo con esa tradiciòn (Botelho 2007; Lima 1999). Posteriormente, en los años sesenta, cuando la preocupaciòn por limitar los efectos perniciosos de la aplicaciòn acrìtica de conceptos elaborados en y para otras latitudes favoreciò una explìcita recuperaciòn del ensayismo, ello no supuso en tèrminos generales el abandono de la idea de la sociologìa como una disciplina con pretensiones cientìficas, informada y validada empìricamente. Lejos de ello, el recurso a la obra de los "ensayistas", tal como por ejemplo afirmaba Octavio Ianni, constituìa un valioso insumo para estimular la "imaginaciòn sociològica" y construir una "agenda propia", evitando el consumo pasivo de la sociologìa llegada desde otros mercados. Habìa allì, segùn esa mirada, una baterìa de interpretaciones "pioneras" que serìa necio desconocer (Brasil Jr 2013).

Esa mayor conexiòn entre sociologìa y ensayismo del caso brasileño perviviò, no sin vaivenes, a lo largo del tiempo. Actualmente, si se observan los planes de estudio de las principales carreras de grado, se constata que una buena parte de los autores màs representativos del ensayismo de ese paìs y de las primeras generaciones de sociòlogos suelen ser material de lectura obligatoria. Aùn màs, desde hace varios años la preocupaciòn por las tradiciones intelectuales locales constituye en Brasil un àrea de creciente reconocimiento entre los sociòlogos. De hecho, la reflexiòn y reconstrucciòn de la obra de los intelectuales "clàsicos" de ese paìs, el llamado pensamento social brasileiro, se ha venido consolidando como un campo de investigaciòn relativamente autònomo sostenido en diversas iniciativas institucionales (la producciòn regular de mesas y grupos de trabajo en congresos y jornadas, el lanzamiento de colecciones en diversas editoriales, el desarrollo de grupos de investigaciòn y la consiguiente producciòn de tesis de maestrìa y doctorado). Es en este sentido que Botelho (2015), comparando el derrotero de ese campo en Brasil y Argentina, ha llamado la atenciòn sobre el hecho de que mientras en el primer caso el estudio del "pensamiento social" y de la obra de los primeros "sociòlogos" està por lo general en manos de los propios sociòlogos (buena parte de los cuales ve en ese corpus un insumo desde el cual contribuir a la formulaciòn de nuevas perspectivas y enfoques analìticos), en Argentina el estudio de las tradiciones locales de pensamiento ha sido (màs allà del grupo de sociòlogos volcados a una "sociologìa ensayista") el terreno de historiadores que inscribìan su trabajo dentro de una "historia intelectual", sin otras pretensiones que echar luz sobre las principales figuras y las diversas formas en que pensaron la sociedad argentina. Esa diferencia en el reparto de las jurisdicciones no parece disociable de la forma especialmente conflictiva en que a lo largo del tiempo se procesò la tensiòn, propia de todo espacio intelectual perifèrico, entre las ideas provenientes del exterior y los enfoques locales en la Carrera de la UBA, el espacio de formaciòn de mayor trayectoria y gravitaciòn en el convulsionado escenario sociològico argentino.

Notas

1. El autor desea agradecer los comentarios y sugerencias de los evaluadores.

2. Desde hace algunos años la multiplicaciòn de las carreras de grado en distintos puntos del paìs y la difusiòn de los estudios de posgrado en ciencias sociales han venido cuestionando la tradicional centralidad detentada por esta instituciòn (Blois 2018a).

3. Este trabajo presenta parte de los hallazgos de una investigaciòn màs amplia sobre el desarrollo de la sociologìa en la Argentina en la segunda mitad del siglo XX realizada en el marco del Programa Historia y Memoria de la UBA. Por cuestiones de espacio y dado su caràcter panoràmico, buena parte del conjunto de pruebas empìricas debiò ser dejado de lado. En esos casos, se remite al lector a los trabajos ya publicados.

4. Para tener una idea de la magnitud del apoyo recibido cabe señalar que el flamante Departamento de Sociologìa de la UBA recibiò sòlo de la Fundaciòn Ford y la Rockefeller la suma de 245 mil dòlares (Veròn 1974), una cifra que, calculada a los valores de hoy, rondarìa los dos millones de dòlares.

5. Por supuesto, la diferenciaciòn de la sociologìa del ensayismo fue una de las principales iniciativas desplegadas por Germani y sus colaboradores en vistas de legitimar su empresa acadèmica en el espacio intelectual màs general (Rubinich, 1994). El purismo cientìfico, que los llevaba a trazar de modo permanente lìmites y clasificaciones ("pre-sociologìa" y "para-sociologìa"; "sociologìa de càtedra" y "sociologìa cientìfica"), debe ser pensado como parte de una estrategia preocupada por valorizar la nueva oferta cultural (Blois 2008).

6. Cabe aquì mencionar como excepciòn la inclusiòn de La ciudad indiana de Juan Agustìn Garcìa en la materia optativa "El proceso de urbanizaciòn", a cargo de Germani en 1964. Preciso es aclarar que a la hora de analizar los programas de las materias siempre es necesario tener en cuenta que su contenido no puede ser asumido como un reflejo cabal de lo que ocurrìa en las materias. Como han señalado los especialistas en educaciòn, al lado de los contenidos formales hay siempre un "curriculum oculto" que incluye una serie màs amplia de elementos: desde textos que no figuran en los programas pero que pueden ser enseñados hasta la forma en que esa bibliografìa es impartida, con sus ènfasis y valoraciones diferenciadas. Hecha esa aclaraciòn, creemos, no obstante, que los programas constituyen una vìa valiosa para reconstruir las orientaciones de las distintas materias a lo largo del tiempo.

7. Cabe mencionar que algunos de los llamados "sociòlogos de càtedra", como Raùl Orgaz, profesor de la Universidad Nacional de Còrdoba, se habìan mostrado preocupados en los años previos por el estudio sistemàtico de las tradiciones locales de pensamiento. Si bien excede los alcances de este artìculo, serìa interesante reconstruir el vìnculo que otras carreras y espacios de formaciòn del paìs entablaron con esas tradiciones para ver similitudes y diferencias con el caso de la UBA.

8. La reacciòn de los ensayistas frente a la "sociologìa cientìfica", una empresa que ponìa en cuestiòn su tradicional ascendiente intelectual (Saìtta 2004), no fue menos agresiva. La reivindicaciòn del caràcter antiacadèmico de su trabajo, la defensa de la intuiciòn o el conocimiento forjado en la "experiencia de vida", sumados al cultivo de un lenguaje llano y no especializado, fueron entonces movilizados contra el enfoque "cientificista" de los sociòlogos. Con todo, ello no impidiò que ensayistas como Juan Josè Sebreli o Arturo Jauretche movilizaran algunos de los hallazgos e informaciones provistos por la "sociologìa cientìfica" en sus propios anàlisis. Segùn Neiburg, la incorporaciòn de la sociologìa por el ensayismo, aunque disimulada, puede ser vista como uno de los indicadores del arraigo de la sociologìa motorizada por Germani: "justamente, la de transformarse en la voz de la ciencia, consagràndose como sociologìa cientìfica y transmitiendo parte de aquella autoridad aùn a aquellos que la citaban para atacarla" (Neiburg, 1998: 90).

9. El ascendiente de los ensayistas fue tal que segùn una nota realizada en 1971 por el semanario Panorama, para la que se habìan encuestado a cincuenta ingresantes a la Carrera, entre las figuras màs mencionadas como inspiradoras a la hora de elegir los estudios, figuraban Scalabrini Ortiz, Hernàndez Arregui y Abelardo Ramos, al lado de personajes directamente polìticos como el Che Guevara o Peròn.

10. El gesto no se diferenciaba de la actitud de Germani quien, frente al notable èxito editorial de Buenos Aires, vida cotidiana y alienaciòn de Juan Josè Sebreli -"rondaba los 40 mil ejemplares vendidos al año de su ediciòn (Saìtta, 2004)-, se limitò a observar que el libro sòlo habìa tenido una buena acogida en el pùblico "porque inclu[ìa] chismes sobre el comportamiento sexual de los porteños" (citado en Confirmado, 16/7/1965, p.37).

11. Pese a las agudas polèmicas suscitadas por sus vinculaciones con las fundaciones filantròpicas norteamericanas, en los años previos los centros privados de investigaciòn habìan podido desarrollar una intensa agenda de estudios. El perìodo inaugurado por el golpe militar de 1976 no harìa màs que reforzar su gravitaciòn vis a vis el retroceso de la Carrera, situaciòn que justifica su inclusiòn en esta secciòn. Entre los centros que tenìan una presencia destacada de sociòlogos vinculados a la UBA, se destacaban el Centro de Estudios de Poblaciòn (CENEP), el Centro de Investigaciones sobre el Estado y la Administraciòn (CISEA), el Centro de Estudios de la Sociedad y el Estado (CISEA), el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO).

12. Sòlo Osvaldo Veròn, un joven graduado de la Carrera, a cargo de la materia "Sociologìa General II", hacìa uso de algunos textos de Jorge Graciarena, Ruth Sautu y Gino Germani (Blois 2019).

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