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Revista Pilquen

On-line version ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.22 no.4 Viedma Dec. 2019

 

ARTÍCULO

Ciencia Nueva (FCEN-UBA, 1970-1974): Revista cultural, universitaria y de política científica

Ciencia Nueva (FCEN-UBA, 1970-1974): Cultural, academic and scientific politics journal

 

Florencia Faierman
florfaierman@gmail.com

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Universidad de Buenos Aires. Argentina

Recibido: 18|12|18
Aceptado:
05|12|19

 


Resumen
La revista Ciencia Nueva (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales -UBA, 1970-1974) contiene y plasma ciertos debates centrales - en particular las tensiones entre la autonomía y la planificación estatal de la universidad y la ciencia, y la discusión entre ciencia universal y ciencia nacional- en el devenir sociohistórico de Argentina y América Latina, protagonizados por ´científicos-intelectuales´ vinculados a la FCEN-UBA entre 1955 y 1974. Esta relevancia histórica, política y académica del corpus en análisis y la vacancia de su abordaje en profundidad, así como su especificidad como revista y como ámbito intelectual de científicos de las ciencias ´duras´, permite considerar su estudio como un aporte al campo de los estudios sobre universidad, los estudios sobre revistas y publicaciones periódicas, y los estudios sobre el pensamiento y la historia de la ciencia y la tecnología. En este artículo nos centramos en algunos hallazgos y definiciones relativos a la revista en sí misma, a la forma revista (Sarlo 1992), siempre poniendo en relación texto y contexto ya que las revistas están "preñadas de contexto", el contexto se encuentra en ellas; ellas lo recepcionan, lo elaboran, lo interpretan, y también pretenden incidir en él (Beigel 2003). En particular, desarrollamos la caracterización de Ciencia Nueva como ´revista cultural, universitaria y de política científica´, así como la de su equipo editorial como ´periodismo científico militante´.

Palabras clave: Ciencia nacional; Universidad; Década de los setenta; Revistas; América Latina.

Abstract
Ciencia Nueva journal (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales -UBA, 1970-1974) contains and expresses certain central debates -in particular the tensions between autonomy and state planification at the university and science, and the dispute between universal and national science- concerning the socio historical Argentina and Latin America´s development, whereas the main characters of these debates are intellectuals and scientists connected to FCEN-UBA between 1955 and 1974. The historical, political and academic relevance of the corpus in analysis and the vacancy of its in-depth approach, as well as its specificity as a journal and as an intellectual field of scientists of the sciences, present its study as a contribution to the field of university studies, the field of journals and periodicals studies, and studies on the thinking and history of science and technology. In this article we focus on some findings and definitions related to the journal itself, to the forma revista (Sarlo 1992), always relating text and context since journals are ´pregnant with context´, the context is in they; they receive it, elaborate it, interpret it, and also pretend to influence it. (Beigel 2003). In particular, we develop the characterization of Ciencia Nueva as a ´cultural, university and scientific politic journal, as well as its editorial team as ´militant scientific journalism´.

Key words: National Science; University; Seventies; Journals; Latin America.


 

INTRODUCCIÓN

La referencia específica integral sobre Ciencia Nueva es el libro escrito por su director, Ricardo Ferraro (2010), en el que describe el origen de Ciencia Nueva, y los que para él fueron los debates más relevantes de la revista y algunos puntos de inflexión durante su publicación. Por su parte, el Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ha destacado la importancia que tuvo Ciencia Nueva en la formación y reflexión teórico-política de los universitarios de la FCEN radicalizados políticamente en los años de su edición. Y, por otra parte, algunos artículos de la revista son tomados como fuentes bibliográficas de sus autores. Se destaca como antecedente del abordaje de esta publicación el estudio de Friedemann (2015 y 2017), ya que si bien no se explaya sobre Ciencia Nueva ni la estudia como publicación periódica, sí la incluye dentro de su categoría de experiencias configuradoras. Llama así a ciertas experiencias académico-políticas en la UBA de fines de los sesenta y principios de los setenta del siglo XX, de heterogénea envergadura e institucionalidad, que fueron inspiración de la propuesta de reforma universitaria del gobierno peronista de Héctor Cámpora en 1973. Por su parte, Puiggrós (2003) considera la revista en estudio como relevante voz de los debates del período sobre la ciencia, la universidad y su rol en el cambio social. Sin embargo, no hemos encontrado hasta el momento investigaciones finalizadas que tomen como objeto de estudio a la revista, como corpus de estudio en sí mismo.

Esta relevancia histórica, política y académica dada al corpus en análisis y la vacancia de su abordaje en profundidad, así como su especificidad como revista y como ámbito intelectual de científicos de las ciencias ´duras´, permite considerar su estudio como un aporte al campo de los estudios sobre universidad, los estudios sobre revistas y publicaciones periódicas, y los estudios sobre el pensamiento y la historia de la ciencia y la tecnología.

En la Tesis de Maestría "Ciencia y política en la universidad. Debates en la revista Ciencia Nueva (FCEN-UBA, 1970-1974)"1, partimos de la hipótesis de que Ciencia Nueva contiene y plasma ciertos debates centrales - en particular las tensiones entre la autonomía y la planificación estatal de la ciencia y la universidad, y la discusión entre ciencia universal y ciencia nacional- en el devenir sociohistórico de Argentina y América Latina, protagonizados por científicos-intelectuales2 vinculados a la FCEN-UBA entre 1955 y 1974. A partir de una sistematización y análisis de la publicación desde la perspectiva de la sociología crítica, los estudios sobre universidad y el pensamiento latinoamericano en ciencia y tecnología, seguimos en este artículo un abordaje metodológico hermenéutico-interpretativo y específicamente los lineamientos del campo de estudios de revistas y publicaciones periódicas.

En este artículo nos centramos en algunos hallazgos y definiciones relativos a la revista en sí misma, a la forma revista (Sarlo 1992), siempre poniendo en relación texto y contexto ya que las revistas están ´preñadas de contexto: el contexto se encuentra en ellas; ellas lo recepcionan, lo elaboran, lo interpretan, y también pretenden incidir en él. (Beigel 2003). En particular, desarrollaremos la caracterización de Ciencia Nueva como ´revista cultural, universitaria y de política científica´, así como la de su equipo editorial como ´periodismo científico militante´.

Según Sarlo (1992), las revistas han sido la herramienta de los intelectuales latinoamericanos para hacer política cultural. Ellas (sus consejos de dirección) apuntan a abordar su coyuntura; su despliegue es el corto plazo, a diferencia de los libros, que buscan y tienen su impacto (si lo obtienen) en el mediano o el largo plazo. Pero ¿por qué tomar de referencia el concepto de intelectual para leer una revista que se llama a sí misma ´de ciencia y tecnología´? El hecho de que surja este interrogante resulta de por sí una posible respuesta: se suele asociar al intelectual con intereses amplios, en contraposición al especialista. También seguramente se piense en cientistas sociales, y más aún en escritores y artistas, mucho más que en científicos abocados a las ciencias llamadas ´duras´. De hecho, esto podría interpretarse de los escritos de Gramsci (1967) al respecto; e incluso Bourdieu desarrolla por separado el campo intelectual (1983) y, con su propia especificidad, el campo científico (1994).

Sin embargo, si bien la revista Ciencia Nueva no es definida por su equipo editorial como ´revista intelectual´ ni sus integrantes parecen identificarse como tales, la lectura de la publicación con los criterios metodológicos mencionados nos llevó a ubicarla en el marco del boom editorial latinoamericano de finales de la década de 1960 que Beigel (2003) llama editorialismo programático, que se trató de la proliferación de la industria editorial de contenido crítico y vanguardista tanto en el campo de la literatura (Gilman 2012) como en el de las revistas y publicaciones periódicas (Beigel 2003; Gilman 2012). Al mismo tiempo, en esos mismos años el Programa de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED) afirmaba que la ciencia y la tecnología son aspectos de la cultura; y dado que muchos integrantes del PLACTED pusieron sus voces en las páginas de Ciencia Nueva destacando este y otros aspectos del desarrollo científico en la periferia, resulta pertinente la ubicación de la revista en el campo cultural de su tiempo.

El abordaje desde este enfoque, entonces, requiere tomar en consideración las particularidades dadas por no ser Ciencia Nueva específicamente el tipo de revista intelectual que abordan los estudios de revistas: su equipo editorial tuvo la pretensión de insertarse en el campo científico a fin de discutir política y académicamente sus reglas de producción y legitimación desde dentro, construyendo lo que Bourdieu (1994) llama ´estrategias de subversión del campo´; pero a la vez encarna los debates culturales e intelectuales de su tiempo. Es por eso, que merece atención su análisis como publicación.

TEXTO Y CONTEXTO DE CIENCIA NUEVA

Ciencia Nueva se publicó desde abril de 1970 hasta enero de 1974. Tuvo 29 números que salieron con regularidad, mensual o bimensualmente. Cada número cuenta con 68 páginas y su estructura interna, aunque varía a lo largo del período de publicación y algunos de estos virajes serán relevantes, mantiene en términos generales constancia en cuanto a sus secciones: editorial; reportajes a figuras relevantes de la política científica argentina, latinoamericana e internacional; artículos científicos, producidos para la revista o traducidos de revistas científicas extranjeras como Science y La Recherche; artículos de opinión sobre política científica y tecnológica, también de argentinos y extranjeros; comentarios sobre libros; noticias de actualidad científica; publicidad de eventos científicos; humor; y correo de lectores.

Sus directores iniciales fueron Ricardo Ferraro, Ignacio Ikonicoff y Eduardo Mari. El primero fue ingeniero Civil de la UBA, Consejero Superior de esa Universidad en 1958 y activo participante del movimiento estudiantil reformista en la Época de Oro de la Facultad; en ese tiempo ya era muy cercano a Manuel Sadosky. Partió en 1962 a Francia a continuar su formación y volvió al país en 1969, año del Cordobazo. Terminó muy cercano ideológicamente al sector del peronismo "revolucionario" de inicios de los setenta, siguiendo los pasos de Rolando García, pero no se involucró como militante político en ninguna organización.

Ignacio Ikonicoff, físico, había partido a Francia antes que Ferraro a terminar sus estudios de grado y realizar los de posgrado. Luego de una trayectoria en la divulgación científica en diversas publicaciones y de un tiempo de militancia en el Partido Comunista, integró en 1972/1973 la publicación Noticias, el diario de Montoneros; y luego participó de la creación de un grupo clandestino, PROA, que nucleaba a ex-militantes tanto del ERP como de Montoneros. En 1977 fue detenido ilegalmente por la dictadura cívico-militar y continúa desaparecido.

Eduardo A. Mari había partido en 1962 a Italia, pero en busca de trabajo en su disciplina (ya había obtenido su título de Doctor en la UBA), la química, y regresó a la Argentina en noviembre de 1967. No hay demasiado escrito sobre él, pero los relatos familiares sugieren que tuvo una activa participación política antiperonista como estudiante de la FCEN en los primeros años posteriores al derrocamiento de Perón, y que siempre se mantuvo distante del peronismo, más en consonancia con Manuel Sadosky.

Editada entonces por referentes de la universidad, la ciencia y la tecnología de la Universidad de Buenos Aires, el contexto mundial, latinoamericano y argentino se presenta con sus contradicciones, tensiones y debates a flor de piel. La ciencia nacional, el anticientificismo y la planificación estatal de la ciencia y la universidad, entre otros tópicos, fueron decodificados desde la voz colectiva de un agrupamiento ligado al desarrollo científico-tecnológico, que se vio a su vez transformado.

Los cambios y permanencias temáticos, de secciones, de autores de artículos y de relevancia en el ámbito científico universitario a nivel nacional, latinoamericano y mundial, permiten acompañar la hipótesis de que en esos pocos años la intensidad política del clima de época llevó rápidamente a la síntesis de posicionamientos político-académico-científicos aparentemente contrapuestos en pos de un proyecto político científico nacional y latinoamericano. Como comenta Borches (2014: 2-3), "Ciencia Nueva estaba reproduciendo hacia el interior de la comunidad científica el clima político de la época". Revista efímera, que surge y finaliza a la luz de la coyuntura de esos cuatro intensos años, ofrece conceptos, elementos y debates para abordar su presente universitario y científico.

Siguiendo a Devés Valdés (2003) y su propuesta de historización del pensamiento latinoamericano, a mediados del siglo XX ocurrió en América Latina una transformación profunda: luego de más de medio siglo de preponderancia de lo identitario y del ensayo como género literario privilegiado de expresión de la identidad latinoamericana, siguieron cuarenta años (1950-1990) de un período preminentemente -no exclusivamente- modernizador, que él ubica como originado en la creación de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 1948. Este período se construyó a partir de conceptos como desarrollo, industrialización, cambio social, transición y sociedad moderna, y fue encabezado por las ciencias económico-sociales, en consonancia con el incentivo al desarrollo tecnológico impulsado desde los Estados de los países centrales luego de la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, el ensayo literario pasó a ser un género menor y tomaron protagonismo en los abordajes desde y sobre América Latina los estudios económico-sociales, politológicos y culturales, con un peso importante de su legitimidad científica para trascender. Estas producciones también se caracterizan por su mayor institucionalidad y por la predominancia del trabajo en equipos o redes.

El autor identifica dentro de este período unos años en los que se desplegó un énfasis identitario, pero sin salirse del ideario modernizador. Consideramos que esto se debe, al menos en parte, a que los proyectos liberacionistas3 -que tuvieron su auge en la década de los sesenta y cuya fuente inspiradora y referencia central fue la Revolución Cubana- incluían planes de industrialización y una idea de modernización desde las izquierdas latinoamericanas. Si bien es difícil establecer una periodización que contenga con rigurosidad a todos los países de la región, Devés Valdés propone considerar como viraje identitario al período que comienza con la Revolución Cubana y culmina a comienzos de los años setenta con el advenimiento del ciclo de dictaduras militares en el Cono Sur.

En ese resurgir identitario se desplegó un boom editorial que, como ya mencionamos, Beigel (2003) llama editorialismo programático. Siguiendo la periodización de Devés Valdés (2003), este boom tuvo elementos tanto identitarios como modernizadores. Proliferaron publicaciones periódicas en las que el trasfondo científico se hizo evidente, tanto por la afirmación de las ciencias sociales como ciencias, como por el hecho de que algunos Estados latinoamericanos dieron prioridad al desarrollo científico-tecnológico soberano observando las políticas al respecto por parte de los países centrales, cuestión que debía también ser instalada como idea tecnopolítica (Hurtado de Mendoza, 2012) en las sociedades de la región, y para lo que las revistas resultaban una herramienta privilegiada.

Por otro lado, la Revolución Cubana también inauguró e inspiró un período en el que la real y posible inminencia de otras revoluciones nacionales en América Latina, conllevó fuertes debates entre la intelectualidad crítica tanto acerca de cómo ocurrirían esos procesos de liberación, como sobre el rol de los intelectuales en esos procesos (Naidorf et al. 2010; Gilman 2012), con diferentes posicionamientos tal como analizamos más adelante. Esto generó la necesidad de cada grupo de divulgar sus posicionamientos y nuevamente las revistas y publicaciones periódicas fueron un plafón elegido (Gilman 2012).

Este contexto es además el que puso sobre la mesa el carácter estructural de la dependencia latinoamericana, y en ese marco las revistas -fieles a su tiempo- se asumieron en un campo cultural periférico, en el que valían traducciones de las izquierdas europeas, pero en función de que aportaran a la construcción de una nueva tradición latinoamericana y a la problemática de la cultura nacional (Sarlo, 1992).

CIENTÍFICOS-INTELECTUALES PARA LA "LIBERACIÓN NACIONAL" EN LOS SETENTA

Ciencia Nueva tuvo como línea editorial central discutir los criterios de valorización dominantes de su campo, por lo que resulta incómodo intentar reducirla al ´campo científico´, resultando interesante y desafiante revisar el alcance de los conceptos de intelectuales y campo intelectual para el período, la región y el objeto en estudio, de manera de superar su alcance generalmente recortado a los cientistas sociales y del campo de las humanidades. Beigel (2003), crítica del uso del concepto bourdeano de ´campo´ para los estudios de la intelectualidad latinoamericana, afirma que el vanguardismo latinoamericano de los sesenta se caracterizó, justamente, por extender sus brazos a una comunicación estrecha con la vida, antes que por erigirse en ´torre de marfil´.

La posibilidad de ubicar Ciencia Nueva y a su grupo editor en este marco visibiliza además la característica de la existencia de redes intelectuales en las que esta revista participaba con otras contemporáneas del campo de las ciencias sociales, de las humanidades y de la cultura, como describimos más adelante. También es significativa y creciente a lo largo de los números, la presencia de artículos de reflexión, ya no solamente de política científica, sino de explicitación de su involucramiento cada vez más explícito con la política nacional. Por lo antedicho es que, retomando de Gilman (2012) el concepto de escritores-intelectuales para referirse a aquellos que en América Latina tomaron posición político-ideológica sobre su contexto radicalizado y quisieron aportar a los procesos revolucionarios de los largos años sesenta, llamamos al conjunto de científicos participantes y adherentes de la revista Ciencia Nueva, científicos-intelectuales.

El hecho de que Gramsci (1967) considere la posibilidad de que un obrero pueda devenir intelectual -el intelectual del cambio de estructura social- resulta productivo a la hora de identificar diversas posiciones en Ciencia Nueva respecto al rol del científico-intelectual en el proceso revolucionario inminente: ¿debería dejar la producción científica e incorporarse a las organizaciones libres del pueblo para ser conducido por la clase trabajadora como propondrá Rolando García? ¿Debería seguir con su tarea científico-intelectual creando una ´ciencia alternativa´ para la nueva sociedad siguiendo a Oscar Varsavsky? ¿O bien debería aprovechar los criterios científicos existentes para, además de aportar al conocimiento universal -que sería el principal propósito del quehacer científico- eventualmente poder mejorar las condiciones de vida de las personas, conservando la propiedad del conocimiento, como afirmaban Mario Bunge y Gregorio Klimovsky? La discusión planteada por el mismo autor respecto de la distancia entre los "sencillos" y los intelectuales, y su llamado a los intelectuales a aportar al ´progreso intelectual de la masa´, ilumina también esta problemática.

Bourdieu (1994) plantea las dos últimas alternativas como ´estrategias de subversión´ del campo científico: o bien se busca instaurar un nuevo orden científico (nuevos métodos, nuevas reglas, nuevas delimitaciones de objetos posibles), o bien se busca transformarlo usando los métodos ya establecidos y legitimados. Sin embargo, la ´ideología radical´, expresión de los intereses de los dominados dentro del campo, suele omitir hacerse la pregunta sobre las condiciones sociales por las cuales una revolución contra el orden científico establecido es también una revolución científica capaz de transformar esas condiciones sociales. La primera posición descripta al respecto del rol de los científicos-intelectuales en el contexto revolucionario latinoamericano de los años setenta parece plantearse este interrogante.

PERIODISMO CIENTÍFICO MILITANTE: PERSPECTIVAS DEL EQUIPO EDITORIAL DE CIENCIA NUEVA

El análisis de Ciencia Nueva con las herramientas teóricas y metodológicas antedichas nos permitió considerar la actividad de su grupo editor como ´periodismo científico militante´

En primer lugar, una de las motivaciones más importantes para el lanzamiento de la revista fue el hecho de que no existía hasta el momento nada parecido en castellano, mientras que el grupo editor había estado en contacto con publicaciones de divulgación científica en sus estadías doctorales en países del Norte -que resultaron inspiración y también colaboraciones directas, como de La Recherche-. Y esto se constata y se valora en gran cantidad de correos de lectores publicados en dicha sección. Además, ya a partir del segundo año, aparece gran cantidad de artículos que son traducciones de papers de las revistas científicas más reconocidas internacionalmente. Esto permite pensar, por un lado, que Ciencia Nueva ha ido ganando reconocimiento en el campo científico internacional, considerando que era autorizada a publicar en castellano esos artículos; y, por otro lado, que efectivamente no abundaba este tipo de revistas en Hispanoamérica. Con esta legitimación a nivel de producción científica, los artículos con posicionamiento político más explícito lograrían mucha más difusión y alcance, objetivo explícito de esta publicación periódica (Ferraro, 2010).

En segundo lugar, este equipo editorial se propuso desde los inicios un doble objetivo: difundir disciplinas, innovaciones y descubrimientos científicos poco conocidos y/o no traducidos al castellano; y favorecer el debate acerca de la política científico-tecnológica para el país. La concreción de estos objetivos se mantuvo a lo largo de toda la publicación, pero fue teniendo virajes en algunos aspectos, entre los cuales se encuentran: 1) una progresiva mayor presencia del segundo objetivo en relación al primero; 2) modificaciones de las fuentes de información de las que se toman los temas relativos al primer objetivo - progresivamente aumenta la presencia de referentes científicos-intelectuales argentinos y latinoamericanos, y se reduce la presencia de referencias europeas o estadounidenses-; y 3) ampliación del tipo de sección en el que se explicitan los debates de corte político -ya no aparecen solo en secciones especiales sino que empiezan a aparecer en artículos y especialmente reportajes, en un principio destinados al objetivo de divulgación científica y tecnológica-. Al respecto, cabe detallar que durante el primer año de publicación se observa una alta consideración de la agenda y la voz autorizada de científicos europeos y estadounidenses: por las referencias a sus sistemas científicos y por la gran cantidad de artículos de y entrevistas a científicos ´del norte´, lo cual contrasta con una clara posición antiimperialista que se manifiesta a partir del número 104 y va in crescendo. Y, además, aparecen superpuestas afirmaciones acerca de la politicidad de la ciencia con un sesgo cientificista-positivista. A partir del número 10 se explicitará y promoverán los debates; pero durante el primer año de la revista la fuerte presencia de artículos indudablemente cientificistas sugiere un posicionamiento político-científico débil, contrariando lo enunciado en el editorial del primer número:

La humanidad dispone hoy de conocimientos científicos y técnicos como para terminar con todas las necesidades más acuciantes, pero la concentración del poder económico y político en manos de pequeños grupos privilegiados hace que estos recursos solo sean utilizados en su exclusivo beneficio y, frecuentemente, conducen a grandes poblaciones a una situación de miseria mayor que las sufridas hasta hoy por pueblo alguno de la historia. Este divorcio entre los resultados de la ciencia y el interés de los trabajadores tiende a profundizar el abismo entre el investigador científico y el resto de su sociedad. Es también el caldo de cultivo donde los dueños del poder impulsan todas las creencias y actitudes irracionales, hacen un fetiche de las herramientas, de la automación, de las computadoras, de las armas "científicas". (Ciencia Nueva, Año 1, Número 1, abril de 1970).

Además, durante el primer año hay referencias constantes a la necesidad de conservar, repatriar y revalorizar a los científicos argentinos, a la vez que una llamativa ausencia de referencias explícitas a la Noche de los Bastones Largos (1966), los científicos exiliados en ese contexto y el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Alianza para el Progreso (ALPRO); esto llama la atención especialmente porque dos referencias importantes de la revista, Manuel Sadosky y Rolando García, habían sido reprimidos y exiliados a partir de aquel evento. Durante 1971 y especialmente al cumplirse cinco años de esa jornada trágica, este aparente silencio se romperá, pasando a estar presente el tema incluso en artículos y reportajes no directamente relacionados. Proponemos tres hipótesis sobre las causas de lo antedicho: que se buscaba instalar a Ciencia Nueva como voz autorizada en el mundo científico para generar confiabilidad en los lectores; que existía cierto desacuerdo entre los directores; y que el contexto de dictadura militar y represión de todo tipo de pensamiento crítico obligaba a tomar recaudos -especialmente si se pretendía, como en este caso, legitimidad nacional e internacional en el campo científico-. El mismo Ricardo Ferraro, entrevistado por Borches para la revista La Ménsula (2014), establece un antes y un después de Ciencia Nueva a partir del número 10, de mayo de 1971, en el que "nos lanzamos al debate político". Sin embargo, todo esto no debe dar a entender que los números previos no planteaban un debate en relación con lo social: ya fue citado aquí un fragmento del primer editorial que no deja demasiado lugar a dudas, y desde el inicio de la revista el equipo editorial logra un interesante juego entre los editoriales, una nota o reportaje polémico y las cartas de lectores que ponen en discusión lo anterior. Incluso Ferraro plantea que la menor presencia de un posicionamiento político contundente en los primeros nueve números fue una estrategia, que se corresponde con nuestra primera hipótesis:

Es verdad que nuestra estrategia se había fundamentado en colocar una marca y demostrar que podíamos hacer difusión de muy alto nivel, sin exclusiones ni mensajes subliminales o subterráneos. Con esa base y con semejantes reglas de juego pensábamos ingresar en el campo del debate político. (Ferraro 2010: 16).

En tercer lugar, los editores de Ciencia Nueva podrían ser considerados como periodistas científicos militantes por el público al que apuntaban: buscaban "(.) llegar muy cerca de esos lectores que hemos buscado uno a uno en los laboratorios, en las facultades, en la calle con nuestra presencia personal, mediante circulares enviadas por correo, a través de comentarios sobre nuestro trabajo publicados generosamente por los distintos medios de comunicación masiva." (Ciencia Nueva, Año 3, Número 15, marzo de 1972). Es decir, un público que excede el ámbito académico. Además, se distribuía en Uruguay, con aspiraciones a hacerlo en Paraguay y México. Ambas cuestiones dan cuenta de la búsqueda constante de acortar la distancia entre "los sencillos" y los intelectuales (Gramsci 1967), y de una pretensión latinoamericanista propia de las publicaciones periódicas (Gilman 2012) y del editorialismo programático (Beigel, 2003) de esos años.

En cuarto lugar, el origen de los integrantes del grupo editorial, en el seno de la política universitaria de la UBA a fines de los cincuenta y los sesenta es otro elemento para considerar al grupo como periodistas científicos militantes. Ricardo Ferraro (2010) relata brevemente el surgimiento de la revista: en medio del boom editorial latinoamericano de fines de los sesenta, un editor le propuso a Manuel Sadosky5 realizar una revista de ciencia y tecnología. Si bien no llegaron a un acuerdo y la propuesta no se llevó adelante con ese editor, Sadosky decidió llevar adelante un proyecto de esas características; pero decidió hacerlo convocando para editarla a un grupo de ex-alumnos y jóvenes colegas suyos integrantes del Movimiento Reformista que condujo la FCEN en el período 1957-1966, que se habían perfeccionado en sus disciplinas en el hemisferio norte, algunos por voluntad propia y otros exiliados tras la Noche de los Bastones Largos (Faierman 2017b). Tanto Friedemann en su tesis de doctorado (2015) como Roberto Lugo6 coinciden en la caracterización del origen y composición del grupo editor de la revista, pero difieren con lo antedicho en cuanto a la fuente inspiradora y organizadora de la revista: ambos afirman que no fue Sadosky sino Rolando García, decano de la FCEN en el mismo período que Sadosky fue su vicedecano. Es probable que la existencia de estas dos versiones bastante contradictorias se deba a las diferencias político-ideológicas entre estos dos científicos-intelectuales, respecto del progresivo -aunque relativo y no total- acercamiento de Ciencia Nueva -y de los sectores universitarios en general- al peronismo "revolucionario"7.

En quinto lugar, otro elemento que permite considerar la actividad de Ciencia Nueva como periodismo científico militante es la explicitación de la pretensión de ser lo que Beigel (2003) llama periodismo militante. En el editorial "Estimado lector.", del número 15, de marzo de 1972, se manifiesta su rechazo al periodismo de empresa que discutía el editorialismo programático de esos años: "La alegría de vender cada vez más no es la de los empresarios sino la de los periodistas" (Ciencia Nueva, Año 3, Número 15, marzo de 1972). Y en el número 19 se fortalece la idea de una tarea militante: "Su publicación no es una aventura con objetivos comerciales, sino un acto de fe, de militancia, por parte de todos los que la hacemos" (en la presentación de la Mesa Redonda "La universidad en América Latina", Ciencia Nueva, Año 3, Número 19, octubre de 1972). Esto no implicó igualmente que fuera un trabajo ad honorem: avanzada la publicación, casi todo el equipo editorial comenzó a cobrar cierto dinero por la dedicación.

En sexto lugar, el modo en que se abordan en la revista los dos ejes temáticos estructuradores de Ciencia Nueva también puede sostener la caracterización que realizamos: la Universidad -su rol social, su responsabilidad, su organización, su democracia, etc.- y la politicidad del desarrollo científico-tecnológico -en discusión con la idea positivista de que es posible una ciencia neutral-. Esto es esperable considerando que sus realizadores eran universitarios y científicos; y no cualesquiera sino aquellos que ya desde finales de los años cincuenta habían discutido fuerte y públicamente, desde la UBA, con el cientificismo, y que al día de hoy siguen siendo referencias para la crítica científico-intelectual, como Oscar Varsavsky y Rolando García, entre otros presentes en las páginas de la revista. Por otra parte, las dos Mesas Redondas realizadas durante la publicación de la revista justamente tematizan esos dos ejes con una propuesta de discusión y debate con la perspectiva antedicha.

En séptimo lugar, cabe mencionar como característica de este periodismo científico militante que parecen representar Ciencia Nueva y su equipo editorial, la búsqueda de lo que Pluet Despatin (1999) llama ´ensanchar las redes de influencia´. Se buscaba crear una nueva cultura científica, como ya citamos en su primer editorial, para lo cual no alcanzaba con grandes descubrimientos, sino que era necesario "(...) difundir críticamente la verdad descubierta, ´socializarla´ por así decir, convertirla en fundamento de acción vital, en elemento de coordinación y de condición intelectual y moral" (Gramsci 1967: 64). Por un lado, se comenzaron a compartir diseñadores, responsables de impresión y tareas organizativas con otras revistas, como Los Libros (dirigida por Schmucler) y Crisis (dirigida por Galeano), ambas argentinas (Borches 2014), dos publicaciones especialmente destacadas de la época según especialistas como Sarlo (1992). Por otro lado, Ciencia Nueva reprodujo en sus páginas artículos de otras revistas latinoamericanas, especialmente del semanario uruguayo Marcha; con el que además compartía colaboradores. También reprodujo artículos del grupo Science for the People, norteamericano crítico de la orientación bélica imperialista que sigue la producción científica y tecnológica de país del norte. La cantidad de revistas y editoriales relevantes en el marco del editorialismo programático de los años sesenta, publicitadas en sus páginas, así como su variedad temática y geográfica, también aportan a consolidar la caracterización8. Asimismo, resulta destacable que con el correr de los meses, el equipo editorial puso en marcha otras estrategias de divulgación de sus debates. Una estrategia fue que, a partir de julio de 1972, Ciencia Nueva tuvo un lugar regular en Radio Municipal. Previamente, en mayo de 1971, se lanzó -publicitada en la misma revista- la Editorial Ciencia Nueva, que hará ver la luz, hasta su cierre junto con la publicación en enero de 1974, más de diez títulos, cuyos autores son en gran parte integrantes del Programa Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED) y colaboradores de Ciencia Nueva; y algunos ejemplares son traducciones de libros extranjeros; las temáticas de los libros se ubican en los debates acerca de la ciencia nacional, la dependencia latinoamericana y los procesos de liberación nacional que se sucedían en esos años en el Tercer Mundo. Otra estrategia llevada adelante a partir de julio de 1971 fue la de realizar ciclos de charlas y mesas redondas temáticas con público general, y panelistas que representaban las diferentes posiciones dentro del PLACTED sobre esos mismos tópicos. Se realizaron dos eventos: "Qué posibilidades tiene el desarrollo científico en la Argentina de hoy" y "La universidad en América Latina". En ambos casos, Ciencia Nueva publicó luego de realizados una síntesis con las diferentes intervenciones. Otro tipo de intercambio que será fundamental en el progresivo posicionamiento político de la publicación y su equipo editorial tiene que ver con que circularon por su redacción, por juntarse a debatir con quien fue el encargado de impresión, Horacio Achával, personajes como Horacio Ferrer, Enrique Cadícamo, Rogelio García Lupo y Arturo Jauretche, que evidentemente influenciarían en el agrupamiento, favoreciendo la autorreflexión como universitarios, científicos e intelectuales del campo nacional-popular (Borches 2014).

Por último, a diferencia de lo que ocurría en el campo literario en aquellos años, en el que, tal como describe Gilman (2012), las diferentes posturas sobre el proceso de cambio social y el rol de los escritores-intelectuales allí, daban lugar a una publicación por posicionamiento y por tanto a revistas en gran medida homogéneas internamente, en el caso de Ciencia Nueva la misma publicación contenía las diferentes posturas. Autores mucho menos radicales en sus posturas respecto del dependentismo y marcadamente antiperonistas como Mario Bunge, Thomas Moro Simpson y Gregorio Klimovsky son publicados hasta los últimos números, incluso posteriormente a que la "peronización" de la revista se plasme explícitamente con la publicación del documento de presentación del Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista, en su número 18 de agosto de 1972. Es difícil concluir acabadamente las causas, pero podemos enumerar algunas posibles: 1) no había otras revistas similares donde publicar opiniones político-científicas; 2) el campo científico es más exigente que el literario en cuanto a legitimar revistas que pretendan ser científicas y el grupo crítico con ambiciones de subversión debía aprovechar el espacio ya legitimado -es decir, no era tan simple llevar adelante la arenga de Sarlo "publiquemos una revista" (1992: 9)-; 3) los editores llevaron hasta el final de la publicación sus intenciones de origen de sostener el debate dentro de sus páginas. Como sea, sí es posible afirmar que Gramsci hubiera calificado al grupo editor de Ciencia Nueva como intelectuales avanzados, ya que

Se sitúan en la postura de considerar que el adversario puede exponer una necesidad que pueda ser incorporada, aún con ciertas limitaciones, al ordenamiento de ideas. Comprender y valorar realísticamente posiciones y razonamientos del contendiente -y en ocasiones es antagónico todo pensamiento pasado- significa haberse liberado de la limitación del ciego fanatismo ideológico, haberse colocado en un punto de vista crítico, único fecundo en la investigación científica. (Gramsci 1967: 85).

CIENCIA NUEVA: REVISTA CULTURAL, UNIVERSITARIA Y DE POLÍTICA CIENTÍFICA

La caracterización de los integrantes de Ciencia Nueva como científicos-intelectuales y la definición de la tarea del grupo editorial como ´periodismo científico militante´ nos permitió definir a la revista como ´cultural, universitaria y de política científica´.

El nombre completo de la revista es Ciencia Nueva: revista de ciencia y tecnología, y así la define el grupo editor. Buscó posicionarse en el universo de revistas científicas legitimadas mundialmente, y, al mismo tiempo, ofrecer un espacio de debate político, pero en principio orientado específicamente a lo científico-tecnológico (Faierman 2017a). Esto puede observarse en su editorial de lanzamiento:

CIENCIA NUEVA quiere ser un lugar de discusión, un lugar desde donde se apueste a la madurez crítica para juzgar, para decidir el desarrollo de la ciencia que hace falta. Quiere ser también un lugar de información de la actualidad científica argentina, latinoamericana, mundial. Pero no es, no será, una revista de divulgación tal como ésta se suele entender: presentar a un público pasivo el resultado de investigaciones que otros hicieron y que no se discuten, como si la ciencia estuviera terminada cada día a los ojos del "profano". Sus páginas no son sólo nuestras, del grupo de autores y editores que hoy la iniciamos, pertenecen a todos aquellos que tengan algo que decir sobre el tema. (Ciencia Nueva, Año 1, Número 1, abril de 1970).

Por su autodefinición, por la expresión de elementos modernizadores al expresar la búsqueda del desarrollo tecnológico nacional y por su eje temático centrado en la producción científica y tecnológica, Ciencia Nueva puede ser también una revista científica, o de política científica recurriendo al concepto de ciencia politizada de Varsavsky (1969), que expresa con más exactitud el desafío del grupo editorial de poner en debate las aseveraciones del campo científico e incidir en la transformación social. Sin embargo, su ubicación en el boom editorial de los sesenta, sus características identitarias, su pertenencia al editorialismo programático y al periodismo militante de los sesenta y setenta, y la concepción de la ciencia y tecnología como parte de la cultura, dan cuenta de su carácter también cultural. Asimismo, el origen del grupo editor, el eje temático centrado en los debates sobre la universidad, su condición de experiencia configuradora (Friedemann 2015 y 2017) junto con otras revistas universitarias como Envido y Antropología del Tercer Mundo, y el hecho de ser fuente primaria en el campo de estudios sobre universidad, le dan el carácter también de revista universitaria.

Reconocer en Ciencia Nueva una revista no solo de ciencia y tecnología, sino también universitaria y cultural, abrió un panorama extenso e intenso de estudio, de revisión historiográfica, de revisita del campo de los estudios sobre universidad, los culturales y los de ciencia y tecnología. El hecho de que condense un amplio arco de voces y posicionamientos de los debates académicos de su tiempo permite encontrar en sus páginas textos y contextos integrados que, a modo de relato desordenado e intrincado, cuentan su presente desde las bocas de sus protagonistas.

Notas

1. Tesis de Maestría en Estudios Latinoamericanos, Centro de Estudios Latinoamericanos, Universidad de San Martín, octubre de 2018, de la autora de este artículo.

2. Llamamos así a los científicos de las ciencias ´duras´ que en América Latina tomaron posición político-ideológica sobre su contexto radicalizado y quisieron aportar a los procesos revolucionarios de los largos años sesenta.

3. Utilizamos el concepto de "liberacionismo" como manifestación de las teorías liberacionistas constitutivas del Pensamiento Latinoamericano de los años sesenta y setenta del siglo XX, algunos de cuyos representantes, como Enrique Dussel y Paulo Freire, han tenido gran influencia tanto en dicha constitución como en el ideario antidependentista de la revista Ciencia Nueva.

4. El número 10, de mayo de 1971, es un número bisagra de la publicación. Es posible afirmar esto no solamente porque su director lo menciona en su libro acerca de la revista (Ferraro, 2010), sino al atender al análisis interno de ese número: la tapa es una ilustración en la que un científico tiene en la mano un tubo de ensayo con la bandera de Estados Unidos; además, se publica en ese número una entrevista a Gregorio Klimovsky titulada "Ciencia e ideología", que da inicio a uno de los debates más profundos, tensos y extendidos a lo largo de la publicación; por último, se lanza desde sus páginas la Editorial Ciencia Nueva.

5. Manuel Sadosky fue Vicedecano de la FCEN entre 1957 y 1966, período en el que el Decano fue Rolando García. La dupla es conocida por liderar la autodenominada "Época de Oro" de esa Facultad, buscando que la Universidad recupere su protagonismo como institución productora de conocimiento científico en contraposición al lugar marginal que según ellos había tenido durante el período peronista previo. Ambos pertenecieron al Movimiento Reformista en la UBA -autoproclamado antiperonista-, y ambos emigraron forzadamente luego de la intervención de las universidades en 1966, conocida como la "Noche de los Bastones Largos". Con un pasado común, fueron divergiendo en sus posicionamientos al llegar la década del setenta: mientras Rolando García fue progresivamente incorporándose a las filas del peronismo "revolucionario" -llegando a ser presidente del Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista en 1972-, Sadosky se mantuvo en una posición más crítica. Esta divergencia incidió en el devenir de la línea editorial, hasta que finalmente Sadosky se alejó de Ciencia Nueva hacia 1973, cuando el posicionamiento peronista se hizo más explícito.

6. Roberto Lugo aseguró esto en la entrevista realizada en julio de 2017 para la investigación que presenta este artículo. Fue entrevistado porque figura en el staff de los 29 números de la revista. Sin embargo, en la entrevista aseguró no haber participado directamente de la edición, considerándose más un seguidor y amigo personal de varios integrantes del colectivo de Ciencia Nueva. Es posible que su negativa a corroborar su participación directa se deba a su actual posición fuertemente crítica del sector del peronismo que gobernó la UBA en 1973-1974 (posición explicitada en la misma entrevista).

7. Utilizamos el adjetivo "revolucionario" para aludir al heterogéneo sector del peronismo que hacia fines de los años sesenta se alineaba con las consignas de liberación nacional propias de América Latina y el Tercer Mundo. Se incluyen tanto los movimientos armados como los menos radicalizados en ese sentido, ya que se busca simplemente distinguir este grupo de los sectores del peronismo más conservadores y los ligados al sindicalismo, a quienes los primeros criticaban. Dada la complejidad del debate sobre cómo nombrar a este sector existente en la bibliografía al respecto, no lo desarrollamos aquí y los nombramos de una de las maneras en que esos grupos se autodefinían, ya que atender a las voces y perspectivas de los actores resulta crucial en el enfoque metodológico elegido.

8. Ellas son, además de las antedichas y en orden de aparición: Siglo XX Editores, Centro Editor de América Latina, revista de rugby Tercer Tiempo, revista Conceptos de matemática, editorial Galerna, editorial Cúspide, editorial Bureau Central d´Etudes (francesa sobre tecnología en el Tercer Mundo), revista chilena Tercer Mundo, revista estadounidense Science for the People, revista chilena Procesos, PROLAM Editores, revista Víspera, editorial Latinoamérica Libros (red de editoriales latinoamericanas), revista Ecología - editada por la Editorial Ciencia Nueva-, editorial EUDEBA, diario El Cronista Comercial, editorial Limusa, Revista YA! Es tiempo de pueblo, revista Pasado y Presente, revista Nuevo Mundo: filosofía latinoamericana o filosofía de la liberación.

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