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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.23 no.3 Viedma set. 2020

 

ARTÍCULO

La transformación de la trama íntima. Modelos de familia, afectos y conyugalidad en un barrio popular del Gran La Plata

The transformation of the intimate social fabric. Models of family, affections and conjugality in a popular neighborhood of Gran La Plata

 

Nicolás Aliano
nicolasaliano@hotmail.com

Universidad Nacional de La Plata; Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires. Argentina

Recibido: 30|04|2019
Aceptado: 15|04|2020

 


Resumen
El artículo explora configuraciones contemporáneas de hogares populares en busca de describir representaciones sobre la familia, la conyugalidad y el sí mismo. En esta clave, procura captar los rasgos de un cambio aun emergente en el universo popular. El mismo está asociado a la identificación de procesos de individualización y de lógicas familiares que priorizan la realización personal de los miembros de la familia y el bienestar emocional del grupo familiar. Dichos procesos se llevan a cabo en marcos de precariedad habitacional y en tensión con un modelo tradicional de división de roles familiares parcialmente vigente. En busca de captar la dimensión dinámica y en curso de dicho proceso, el argumento prioriza un análisis longitudinal de trayectorias biográficas de tres referentes mujeres de mediana edad de un barrio popular argentino. En este sentido, el cambio de representaciones y prácticas aludido es reconstruido en las trayectorias como proceso reflexivo, antes que descripto en términos de relevo generacional.

Palabras clave: Familia; individualización; realización personal; modelos de conyugalidad; sectores populares.

Abstract
The article explores contemporary configurations of popular households to describe representations about family, conjugality and the itself. In this key, it seeks to capture the features of a change that is still emerging in the popular universe. It is associated with the identification of individualization processes and family logics that prioritize the self-realization of family members and the emotional well-being of the family group. These processes are carried out in precarious housing and in tension with a traditional model of division of family roles partially in force. In order to identify the dynamic dimension and the ongoing character of this process, the argument prioritizes a longitudinal analysis of the biographical trajectories of three middle-aged women from a popular neighborhood. In this sense, the change of representations and practices alluded to is reconstructed in the trajectories, rather than described in terms of generational change.

Key words: Family; individualization; self-realization; models of conjugality; popular sectors.


 

INTRODUCCIÒN

Asociado al proceso de creciente individualización de las sociedades, en las últimas décadas se ha advertido el tránsito de un modelo tradicional o “patriarcal? de familia, a otro que autores como De Singly (2000) definen como “relacional?. Dicho tránsito supondría el pasaje de un modelo basado en la diferenciación marcada entre roles masculinos y femeninos, un formato de autoridad masculina rígido y distante y una jerarquía definida entre los miembros de la familia, a otro en el cual priman las relaciones de horizontalidad y afectividad, y los miembros de la familia buscan la realización personal de cada uno de los integrantes del grupo. En esta línea, asimismo, se destaca la emergencia de una forma de amor conyugal de nuevo tipo, atravesado por las nociones de igualdad, autonomía y apertura mutua, que Giddens (1993) identifica -en contraste con el “amor romántico?- como “amor confluente?.

Este cambio, conceptualizado fundamentalmente desde el caso europeo, implica una serie de desafíos al momento de analizar la transformación de los modelos de familia y conyugalidad en otros contextos sociales, y en las configuraciones “realmente existentes? de dichos modelos ideales en las prácticas concretas. En esta línea, una serie de trabajos han constatado la mutación del modelo tradicional de familia en el universo de las clases populares en el contexto argentino y han buscado ponderar la especificidad de algunos de sus efectos y sentidos (Jelin 1996; Geldstein 1996; Sautu, Eguía y Ortale 2000; Wainerman 2005; Perez 2007). Esta literatura estuvo centrada, en buena medida, en visibilizar el trabajo y el ciclo de vida femenino a partir de recuperar sus experiencias domésticas y analizar las “estrategias de reproducción social? de los hogares. A la vez, estos trabajos coinciden en la identificación de una crisis de la familia tradicional -de horizontes en buena medida inciertos- que es captado, fundamentalmente, en términos de un relevo generacional.

Continuando este esfuerzo por abordar las configuraciones “realmente existentes? de representaciones sobre la familia y la conyugalidad, aquí se propone a su vez un doble movimiento que pretende arrojar nueva luz sobre la cuestión. Por un lado avanzar -más allá de la constatación de la crisis del modelo tradicional- en los efectos que su redefinición produce, en la emergencia de nuevas prácticas y representaciones en torno a la familia, la pareja y el sí mismo. En este sentido, correlativamente, se busca aquí ampliar el análisis de las dinámicas del hogar más allá de la función socializadora y reproductora de la familia, poniendo el foco de análisis en dimensiones ligadas a la expresividad, los afectos y la elaboración de la subjetividad en el seno del hogar. Por otro lado, se busca registrar y ponderar dicho cambio en las trayectorias mismas de las personas que lo experimentan: captar en el plano de la propia trayectoria biográfica de los actores, en tanto proceso reflexivo, una transformación social en curso. Aunque sin ser completamente novedosa, dicha transformación supone una significativa reelaboración simbólica de la trama moral de las clases populares contemporáneas.

En vistas de estos objetivos, este artículo aborda la trayectoria de tres referentes mujeres de mediana edad de un barrio popular del Gran La Plata, compuesto mayoritariamente de inmigración peruana.1 ¿Cómo estas mujeres llegaron a ser lo que son? ¿Qué tipo de lógicas afectivas organizan los hogares que construyeron? ¿Qué modelos de familia y conyugalidad encarnan, a la vez que han buscado redefinir en sus modos de relacionamiento? Recuperando sus trayectorias como emergente de una experiencia social más amplia, a continuación se busca dar respuesta a dichas preguntas, abordando tres dimensiones sucesivas: (1) la ruptura con un modelo de familia heredado, (2) la emergencia de nuevos modos de relacionamiento conyugal, (3) la caracterización de dinámicas familiares novedosas, parcialmente convergentes con lo que se ha delineado como “familia relacional?.

El trabajo de campo que sustenta este análisis se llevó a cabo en el transcurso de 2018; dicho trabajo ha priorizado un enfoque cualitativo, centrándose en la realización de experiencias de observación participante, entrevistas informales y en profundidad. Las entrevistas estuvieron biográficamente orientadas y dirigidas a reconstruir articuladamente trayectorias residenciales, configuraciones familiares y sentidos subjetivos en torno a ellas.2 Dicho trabajo, asimismo, forma parte de una fase de exploración cualitativa, que se integra a una etapa previa de relevamiento de carácter cuantitativo. Esa etapa ha provisto, a partir de un relevamiento censal (Ortale, Eguía y Rausky 2018), una caracterización y sistematización de las condiciones de vida del barrio y el contexto sociodemográfico en el que se sitúan las trayectorias analizadas aquí.

LAS TRAYECTORIAS

Las trayectorias de Graciela, Mónica y Nancy (sus nombres reales han sido modificados) comparten algunos rasgos que las vuelven comparables entre sí, a la vez que el índice de un proceso más extendido, que las torna representativas. Las tres mujeres, de entre 45 y 60 años de edad, tienen trayectorias residenciales similares: inmigrantes peruanas entre la década de 1990 y comienzos de 2000, las tres arribaron a Argentina a partir de búsquedas de un “cambio de vida? o experiencias de ruptura de proyectos conyugales y, en el transcurso de su propia trayectoria, reelaboraron vínculos afectivos de nuevo tipo. Asimismo, estas mujeres constituyen actualmente un sostén económico fundamental de los ingresos totales del hogar, al tiempo que se han vuelto referentes del barrio con reconocidas cualidades de liderazgo. Tienen una activa injerencia en el barrio y han tramado vínculos con diversas organizaciones -políticas, gubernamentales y no gubernamentales- a partir de las cuales canalizan demandas del espacio local.

Graciela fue la primera en llegar al barrio, hacia 1997, cuando el mismo apenas comenzaba a formarse, y tuvo un rol activo en dicho proceso. Nancy arribó al barrio unos meses después y Mónica fue la última en llegar, en el año 2006. Sin embargo todas ellas llegaron a la Argentina algunos años antes de su radicación en el barrio y transitaron por experiencias residenciales que marcaron en parte sus biografías: pensiones, trabajos con “cama adentro?, residencias transitorias en casas de familiares, parientes o conocidos. En este cuadro, su radicación en el barrio (aunque en el persistan situaciones de precariedad ligadas al hábitat) implicó la posibilidad de estabilizar parcialmente su propia experiencia cotidiana y la ocasión de desarrollar proyectos personales3 y familiares que suponen otra temporalidad.

Una vez en el barrio, Graciela construyó una casilla con ayuda de los vecinos que fueron ocupando el territorio y poco a poco fue edificando la que es su actual casa, con materiales de mejor calidad, y varias habitaciones construidas para sus tres hijos, que “fue trayendo? de Perú. Nancy, por su parte, fue construyendo su actual casa a la par que formó una nueva familia y “llevó? al barrio a su madre y a uno de sus hermanos, que viven en las casas contiguas. Hasta el año pasado en su casa convivía su tercer (y actual) marido, sus tres hijos, dos de sus nietos y su yerno. También Mónica, como en los otros casos, incitó a sus hijos a ir al barrio cuando ella ya estaba instalada allí. La casa de Mónica se sitúa “en el fondo? del barrio, mientras que las viviendas de Graciela y Nancy, de mejor calidad, se encuentran “en la parte de adelante?, conforme las clasificaciones de los residentes. La casa de Mónica tiene un solo ambiente, con algunas subdivisiones realizadas con lienzo, para separar el “taller? de costura del sitio que funciona como comedor los fines de semana. Sobre su casa, su hijo y su nuera han colocado una casilla de chapa y viven allí.

Las trayectorias de estas tres mujeres, en suma, están signadas por situaciones caracterizadas por la vulnerabilidad, la inestabilidad y la precariedad habitacional. Su arribo al actual barrio, en este sentido, supuso la posibilidad de estabilizar parcialmente dicha inestabilidad y redefinir sus hogares, aunque persistan -parcialmente satisfechas- situaciones de precariedad habitacional. Es en este marco que hay que situar la trama de vínculos personales y afectivos que las sostuvieron, a la vez que supieron reinventar.

MODELOS DE FAMILIA: LA RUPTURA CON EL “MODELO TRADICIONAL?

Para estas mujeres, la ruptura con algunas de las premisas del “modelo tradicional? de familia y conyugalidad está asociado en alguna medida a la decisión de la emigración (así como la reinvención de sus proyectos personales y familiares a la posterior estabilización en un nuevo hábitat). En este sentido, al preguntar por los motivos por los cuales decidieron venir a Argentina, en sus relatos se ponen en primer plano y de relieve motivos de tipo fundamentalmente personales. Si bien la motivación económica está presente, se subrayan otros factores a la hora de explicar el giro biográfico (Bidart 2006) que implicó la emigración: crisis familiares, “cambios de vida?, fracasos conyugales. Tanto en el caso de Graciela como en el de Mónica se subrayan situaciones de maltrato y violencia por parte de su cónyuge en Perú, como una situación que se tornaba crecientemente insoportable y que motorizaba un cambio. Así lo explica Graciela:

Llegué por problemas familiares. Me había separado del padre de mis hijos. Siempre molestaba, fastidiaba, andaba jodiendo. Estaba re cansada. Mi hija más chica tenía 9 años, los otros ya eran más grandes, estaban casados. Entonces una amiga del barrio, que estaba viviendo en Argentina, cuando iba a visitar en Perú a los vecinos, como sabia de mis problemas familiares me dice ¿Por qué no te vienes a la Argentina?

-¿No tenías miedo de venirte?

No. Era tanta mi desesperación por salir de ah픦 porque tenía un marido violento, machista”¦ era de lo peor”¦ estaba harta ya.

Asimismo, en ambos casos se destaca que el principal motivo de conflicto e irritación en el seno de la pareja se suscitó por la decisión de ellas de comenzar a trabajarfuera del hogar. De este modo lo destaca Mónica:

Me comprometí con el papá de sus hijos porque estaba en la calle, porque necesitaba estar en una casa; tuve a mis hijos, nos separamos estando con mi hijo, el último, embarazada, porque no le gustaba que yo trabaje. Empecé a trabajar en una fábrica de exportación de verdeo y eso le choco a él; empecé a trabajar y él se fue.

Esta situación, motivada por la crisis económica y la necesidad de engrosar ingresos, es la que en los relatos de estas mujeres aparece como catalizador de cambios en relación a la vida familiar, que condujo a la decisión de ellas de separarse y posteriormente emigrar a Argentina. Como señala Bastos Amigo (2007), en escenarios de pobreza, la vinculación entre jefatura y responsabilidad económica como sostén de la autoridad masculina puede resultar problemática. Esto debido a que “la necesidad de ingresos suele hacer necesaria la participación económica de la mujer, y ello puede ser percibido por el hombre como una forma de minar las fuentes de su poder? (2007: 104). Esta situación “no solo no implica un mayor balance en el reparto de poder y toma de decisiones domésticas, sino que casi indefectiblemente provoca conflictos al interior del hogar? (2007: 105).

El caso de Nancy es algo diferente en su estructura de temporalidad (la separación es posterior a la emigración), aunque inscribible en un proceso subjetivo similar, que tiene lugar en el mismo momento del ciclo de vida que en los casos previos -una vez que los hijos crecen-. Nancy emigra a Argentina con su pequeña hija, estando aun en pareja con su cónyuge, con el cual va a reencontrarse en Argentina. Así lo explica:

Yo llegué acá porque antes vino el papa de mis hijos. El vino con el fin de un cambio de su persona, porque el allá en Perú andaba en malos pasos, andaba en la droga y entonces yo a él lo encontré en eso; ya éramos pareja, le dije: “no me gusta eso para mí, aparte ya tienes una nena?. Y él me dijo llorando que iba a venir a la Argentina, que iba a cambiar, que en Perú los amigos no ayudan... y yo le dije: “no; es de uno. Tú debes vivir en cualquier lugar, pero tú debes ser fuerte y dejarla?. Pero me convenció y se vino el. Y éramos juntados, yo me quedé con mi hija, de un año la dejó.

Nancy convive un tiempo en Argentina con su pareja, tienen un segundo hijo, pero al tiempo se separa por repetidas infidelidades y maltratos (“en realidad acá no cambió nada, hacía la misma vida que allá?, reflexiona). Nancy se muda a su casa actual con sus dos hijos, de 2 y 7 años. “El me maltrataba -recuerda- y para que mis hijos vivieran traumados... me fui. No te digo que la pasé lindo, porque no me pasaba pensión, pero”¦?. En su nueva casa volvió a formar pareja y tuvo a su tercera hija. Esa relación también culminó con la posterior separación. Uno de los motivos de dicha ruptura fue que Nancy “saliera de la casa? para trabajar -colaborar en el merendero de Graciela-: “descuidas a los niños? -recuerda que le reprochaba-, “era cuando ellos eran más chicos, te estoy hablando de hace unos años?.

En los tres casos, la actividad femenina es vista como una transgresión (Sarti 1995; Bastos Amigo 2007). En este sentido, “la incorporación femenina al mercado de trabajo, que constituye una estrategia de sobrevivencia puesta en marcha cuando el ingreso masculino no es suficiente para la reproducción del hogar? -señala Bastos- “supone también una transgresión, una actividad no prevista en el modelo de comportamiento en que se basan las relaciones de género? (2007: 105).

El ingreso al mercado laboral de estas mujeres, de todas formas, no debe traducirse mecánicamente en una situación de aumento de la autonomía personal. Si bien dicho ingreso les permitió posicionarse en un lugar de mayor independencia económica -posibilitando una distribución más equitativa del poder al interior de la pareja- en simultaneo persiste una “presión de rol? (De Singly y Cicchelli 2004) sobre ellas. Esta presión implica que, fundamentalmente mientras los hijos fueron pequeños, debieran compatibilizar dos funciones: seguir realizando actividades de cuidado y trabajo doméstico, al tiempo que desempeñaban actividades laborales fuera de la casa. Mónica lo relata con claridad: “Yo para el momento de la separación ya tenía una entrada porque trabajaba. Él se fue y yo no le pedí nada; nació mi hijo y tuve tanto valor que empecé con mis hijos a trabajar. Me levantaba a las 4 de la mañana, cocinaba, lavaba, dejaba hecha la comida, me iba a trabajar, regresaba”¦?. En los tres casos, por ello, la ruptura y reversión de determinada estructura de roles y distribución de poder en el seno de la pareja se potenció cuando los hijos crecieron. 

NO REPETIR LA HISTORIA: NUEVOS MODELOS CONYUGALES

Luego de esas experiencias estas mujeres redefinieron sus modos de vinculación. Tanto Graciela como Nancy volvieron a formar pareja, aunque no tuvieron hijos con sus nuevos cónyuges (Mónica, en cambio, está actualmente sin pareja); ambas definen a su actual pareja como “un compañero?. Por otra parte, constituyen un importante -si no el principal- sostén económico del hogar: las tres se dedican a realizar trabajos de costura; además, alternativamente, cuidan personas, limpian casas, ponen inyecciones en el barrio, venden mercadería a sus vecinos (Graciela) o productos cosméticos por cartilla (Nancy). “El que se muere de hambre -sintetiza Mónica como parte de un ethos compartido por las tres- es porque no quiere trabajar?. En el caso de Nancy, su actual pareja está desempleada, en el de Graciela, Víctor realiza esporádicos trabajos de herrería. Son mujeres activas, emprendedoras, cuyo tiempo se reparte entre trabajos domésticos y trabajos extradomésticos que van apareciendo: se trata de una modulación permanente de la cotidianeidad que incorpora la aleatoriedad como dato: ellas aprovechan las “oportunidades? que surgen.4

En este cuadro, han sabido redefinir sus vínculos familiares y conyugales, en marcos que priorizan las relaciones horizontales en la toma de decisiones y de afectividad entre los miembros de la familia. El análisis longitudinal de sus trayectorias ilumina un punto muchas veces aplanado en el análisis de las relaciones de género: hecho de que los mecanismos y posibilidades de ganar poder domestico son dinámicos (Bastos Amigo 2007). Bastos destaca los efectos del ciclo doméstico y la edad en explicar dicho dinamismo: “En las fases iniciales, la mujer está más constreñida [al interior del hogar y al cuidado de los niños, que le restan movilidad], por lo que económicamente depende en mayor medida del varón y no cuenta con tantas posibilidades de formar bases para su poder.? (2007: 115). Sin embargo, destaca el autor, “con el tiempo y el crecimiento de los hijos, va ampliando sus posibilidades de acción económica propia? (2007: 115).

El caso de Graciela, nuevamente, nos permitirá caracterizar este proceso, en el cual, en el transcurso de su propia biografía experimenta un cambio de los modelos culturales que organizan sus vínculos, pasando de un modelo tradicional que condujo al conflicto y al fracaso conyugal, a otro en el que el vínculo de pareja tiende a independizarse de otras obligaciones y sostenerse en la afectividad y el apoyo mutuo. Graciela ha vuelto a formar pareja -con Víctor- tiempo después de llegar a Argentina. Víctor también es peruano, y se conocieron en una “pollada? a la que ambos fueron por una conocida en común. Víctor además era por entonces soltero y no tenía -ni tiene- hijos; “era un perro solitario, tímido, bonachón? según lo caracteriza Graciela. Ella me cuenta con gran detalle y picardía todo el proceso de “approach? entre ellos: cómo se conocieron, como fue la primera cita y las siguientes, cuanto pasó hasta que él le presentó a su familia y hasta que “tuvieron intimidad?, y cómo finalmente se fueron a vivir juntos.

Para la primera cita Graciela evoca que quedaron en encontrarse en plaza San Martín un domingo al mediodía; ella hacia mucho que no salía un fin de semana de la casa donde trabajaba; la situación la inquietaba y le costó tomar la decisión de ir. Se encontraron; él la esperaba “vestido de blanco, peinado y perfumado? y la invitó a almorzar a un restaurante peruano. De esa primera cita evoca el desenlace del almuerzo: al momento de pagar, Víctor se levanta de la mesa, habla con el mozo por unos minutos, vuelve cabizbajo y le confiesa a Graciela que no tiene dinero suficiente para pagar el almuerzo: “lo que pasa que mi patrón esta semana no me pagó, me daba verg ̼enza porque ya te había invitado, y no sabía cómo decírtelo?. Graciela pagó la cuenta entre bromas diciendo que “sería la última vez?, y quedaron en volver a almorzar la semana siguiente. -“Se le notaba a la persona si era avivado o bonachón, y él es muy bueno?, completa-.

La semana siguiente volvieron a verse, pasearon, conversaron, decidieron tomar el tren a Buenos Aires, pero camino a la estación, Graciela evoca que él le dice: “te quiero decir algo pero me da verg ̼enza”¦ ¿cómo te lo digo? Es que estoy necesitando algo”¦?. Víctor toma valor y confiesa: “mirá, yo como soy sólo no tengo ropa interior, no tengo medias y quisiera comprarme porque me han pagado de dos quincenas?. Graciela lo ayuda a comprar ropa y recuerda entre risas que él no se animaba a decirle que necesitaba calzoncillos. “Ahora quiero que te elijas un vestido? le dijo Víctor, y ella se negó: “no, no, no. Es tu plata, cómprate tus cosas. Yo tengo mi plata?, sentenció.

La tercera cita tuvo lugar en casa del hermano de Víctor, “su cuñada me hizo un interrogatorio larguísimo? dice Graciela, y ella se encargó de aclarar: “me estoy conociendo con tu cuñado, somos amigos, no somos pareja ni nada. Me gusta tu cuñado como persona, es muy buena gente, veo que tiene muy buen corazón, muy respetuoso, porque jamás se pasó, ni con vocabulario ni nada?.

Más allá del carácter anecdótico del relato de estas citas -y de la pregunta por su veracidad-, el mismo está lleno de pequeños pliegues, que condensan una serie de representaciones sobre el tipo de vínculo que estaban construyendo. A la luz de su testimonio Víctor no era, particularmente, un seductor con “tacto?, conforme al ideal de masculinidad “tradicional?; ella evoca la situación con picardía y ternura y describe más bien la construcción de un vínculo sostenido en lo que Giddens (1993) denomina una “relación pura?: despojada de mandatos familiares y sostenida en los lazos de afectividad y la apertura emocional mutua. En esta clave, los cónyuges se vuelven, en términos de Giddens, “coparticipes de un emprendimiento emocional conjunto?. Graciela buscaba, con estos reparos nominativos y esperas, “no repetir la historia?: consolidar una unión más satisfactoria y menos conflictiva que la anterior, fundada en una relación entre iguales. Me lo aclara explícitamente, evocando su razonamiento: “Porque yo dije, tengo que conocer bien, porque si yo vuelvo a tener una nueva pareja tengo que conocer revés y derecho?.

Después de ocho meses decidieron juntarse y alquilaron una habitación en una pensión: “hace 19 años que estamos juntos, y hasta ahora seguimos; es muy buena gente, me ayuda mucho, me banca bastante, con mis hijos también, con mis nietos?. La historia de Graciela es representativa de un tipo de vinculación presente en las trayectorias de las otras mujeres, en discontinuidad con las relaciones sostenidas en sus primeras experiencias conyugales. En estos vínculos, el nuevo cónyuge se desliga de la responsabilidad de ser el principal sustento económico de los hijos de su nueva pareja, y priman los lazos de afectividad y compañerismo, en una distribución de roles y autoridad más ecuánimes.5

LA FAMILIA RELACIONAL “REALMENTE EXISTENTE? EN EL MUNDO POPULAR: INDIVIDUACIÒN, HOLISMO Y ESPACIO DOMESTICO 

Un locus clave y escasamente problematizado para captar las dinámicas vinculares de la familia, es la relación entre el espacio doméstico (como espacio material) y el hogar (como nudo de relaciones)6. Dicha relación se concretiza en las formas del habitar la vivienda. Una de las cuestiones que atraviesa los relatos de las trayectorias de estas mujeres es la dificultad por tramitar espacios propios, momentos íntimos o instancias de retiro personal, al margen de otras relaciones y situaciones cotidianas compartidas. En este sentido, si bien en sus descripciones se identifica la presencia de valores holistas (que priorizan la inscripción de la persona en una red de relaciones), dichas búsquedas personales no dejan de estar ausentes y las situaciones materiales que las sofocan no se naturalizan. En referencia a este punto, encontramos un matiz diferencial con respecto a lo observado en la etnografía de Arechaga (2015) en otro barrio popular del Gran La Plata, donde la autora advertía la ausencia o debilitamiento de la noción de “intimidad? como valor organizador de la cotidianeidad en el hogar. En este caso, dicha noción se encuentra presente, aunque activada en situaciones y momentos específicos. Algunos fragmentos dan cuenta de ello. Nancy por ejemplo señala:

Cuando yo vine a la Argentina él [su esposo] vivía en una sola casa, en un terreno a medias con su primo (”¦). Entonces cuando yo llegué le decía: “pero yo no puedo estar acá metida, él mete una, otra mujer, y yo tengo que estar escuchando sus quejidos, yo no estoy acostumbrada a eso: como sea harás una casilla de 4 x 4 y nos metemos ahí?.

Del mismo modo, Mónica explica las condiciones en las que estuvo viviendo cuando llegó a Capital Federal, una vez que se quedó sin trabajo en la ciudad donde residía circunstancialmente:

Llegué a la medianoche y le digo a ella [su familiar]: ¿dónde vamos a dormir ahora si la habitación es chiquitita?: tenía la cuna del bebe, una mesita al costado y nada más. Sacamos un colchón y bueno, a dormir. El día siguiente -yo estoy acostumbrada a levantarme temprano, a las 6- quiero ir al baño y no”¦ Había que hacer fila. Tuvimos que esperar hasta las 10 de la mañana. Para hacer el desayuno lo mismo, compartido, todo compartido. Yo le digo: ¿cómo vas a vivir así? Hay una criatura”¦

En estos fragmentos encontramos un rechazo a algunos de los efectos del hacinamiento, en términos de la búsqueda o gestión de momentos de intimidad personal. Asimismo, en sus historias, dichas situaciones tienen derivaciones potencialmente conflictivas, predisponiendo a situaciones de roce en la convivencia.

A su vez, la presencia de condiciones habitacionales que limitan la utilización de los espacios con usos especializados, sin ser necesariamente vivenciada como una limitación a la autonomía personal, implica “negociaciones? de los espacios que dificultan o limitan la realización de ciertas actividades. Compartir el baño o la cocina con varias personas en la misma pensión, o intentar compatibilizar en el mismo ambiente el taller de costura, el espacio para que funcione el merendero, la cocina y las zonas de descanso -tal como le sucede a Nancy o a Mónica- implica limitaciones. Frente a ello, por ejemplo, Nancy expresa que no pueden servir la merienda a los niños en su casa, ya que el lugar está ocupado por sus máquinas de costura -y por ello ha pedido a los niños del barrio que vayan con sus tasitas para llevárselas llenas, junto a la vianda, a sus casas. (Justo mientras me explica eso, uno de sus nietos quiere tocar una máquina de coser, y ella me dice que no puede descuidarse con sus nietos, por miedo a que se lastimen con las maquinas...).

Por último, cabe destacar otro elemento ligado a las representaciones del espacio habitado, sobre todo al comenzar a estabilizar la cotidianeidad del hogar en sus nuevas casas. En este marco, la convivencia familiar intensiva no se asocia necesariamente o de manera mecánica con un sofocamiento de la individualidad. También algunas experiencias de dicha convivencia suelen valorarse positivamente, rescatando otras dimensiones ligadas a los soportes afectivos que las mismas otorgan. En esa clave, Nancy relata que vivió hasta el año pasado compartiendo su casa con sus tres hijos, dos de sus nietos y su yerno. Dicha convivencia intensiva ha dejado una huella en sus nietos, y ella, a su vez, la valora positivamente:

Ellos [sus nietos] le dicen abuela a su bisabuela, y a mí me dicen mama. Ellos se quieren quedar acá. Llega su mama y se van llorando, los lleva de vuelta. Los dos nacieron acá, se criaron acá. Después se han mudado. Ella [la nena] sí pide su casa, pero él no, él dice “yo quiero mi casita vieja, no quiero mi casa nueva?. Yo quiero ir a lo de mi mama Nancy. Los nietos son los nietos”¦ los nietos se quieren más que a los hijos.

Del mismo modo Graciela, al evocar los cambios recurrentes de residencia me explica que pasó de vivir en pensiones y habitaciones compartidas con varias personas y en situaciones precarias, a cuidar una casa-quinta de varias habitaciones en la soledad del campo. Me explica eso evocando las reflexiones que le suscitaba el contraste: “yo reflexionaba”¦ ahora tengo todo, pero no tengo con quien compartir. No tenía con quien hablar”¦?

Tras los relatos, en suma, advertimos la tensión señalada, en torno a las dificultades por gestionar espacios y momentos personales o conyugales en la vida cotidiana -que en ocasiones conduce a valorizar la “intimidad?, la “privacidad? o la “soledad? como instancias personales-, junto con el rescate de otras experiencias en las que se priorizan valores holistas, en torno a la vida familiar. Asimismo, estos “soportes afectivos? -veremos en la próxima sección- también funcionan como instancias de sostén de proyectos personales individuales de los miembros del grupo.

APOYO FAMILIAR A LA REALIZACIÒN INDIVIDUAL

La transformación de los modelos de relacionamiento implica otra dimensión, que caracterizaría a la familia relacional contemporánea. Se trata de lo que De Singly y Cicchelli (2004) definen como “individualismo afectivo?: en la familia actual, la vida conyugal y familiar ofrecería apoyo relacional para la construcción de la identidad personal. En esta dinámica los padres, asimismo, serían responsables de fomentar la realización personal de sus hijos. Esta pauta cultural, nuevamente, con sus singularizaciones y matices, se encuentra presente en las trayectorias analizadas. El caso de Nancy nos brinda el ejemplo más claro de la activación de dicha pauta.

Nancy explica que su hija mayor (que a su vez tiene dos hijos pequeños) ha retomado recientemente la carrera universitaria que había abandonado tiempo atrás -odontología-, a poco de comenzar. Nancy la incentivó a que volviera a sus estudios -tanto a ella como a su hermano, al que le quedaron pendientes un par de materias del secundario y éste le prometió a su madre que en el transcurso del año las iba a dar-. Nancy me explica que fue recientemente que su hija le contó los motivos por los cuales había dejado la facultad: “por celos de su novio”¦ porque dice que ella cuando estudia se va a meter con uno de la facultad, que lo va a dejar”¦?. Nancy habló también con él: “ahora lo entendió -dice- entonces la apoya?. Y también a él lo incentivó a estudiar. Me cita lo que le dijo a su yerno: “el estudio se va con uno. La ociosidad no es buena. Entonces si tú eres algo, eso es un bien para tus hijos, estés o no estés con tu pareja; vas a tener sustento para ellos?.

Pero el apoyo de Nancy a su hija, en pos de su realización personal y profesional, no se limita a estos consejos, ligados a promover la autonomía personal, el progreso a través del esfuerzo y las relaciones igualitarias entre ella y su novio. Nancy se comprometió a brindarle “soportes? a su proyecto: a cuidarle a los hijos (a sus nietos) siempre que ella fuera a cursar o necesitara tiempo para estudiar o trabajar. “Yo siempre le dije - me explica- el apoyo que yo le puedo dar no va a ser económico, pero te voy a ayudar con mis nietos. Yo tengo que ir a traerlos, de donde sea los voy a traer, y así hago, cumpliendo eso?. Mientras me cuenta eso, con sus nietos presentes, aprovecha para hablarles: “la mama va a estudiar para ustedes, para cuando tenga plata para que les compre sus cosas; así que cuando la mama estudie la tienen que dejar tranquilita?.

En suma, el arreglo de Nancy da cuenta de una premisa que orienta su accionar. Ella actúa bajo la idea de que la familia debe promover la realización de los proyectos personales de sus hijos. Su persona se inscribe en un entramado de apoyos afectivos y de cuidados familiares que actúan como “soportes? (Martuccelli, 2007) recíprocos a la individuación de sus miembros. Esta pauta vincular se encuentra presente en los otros casos abordados y, junto con las pautas registradas previamente, supone la emergencia de nuevas configuraciones familiares y conyugales. El carácter de novedad de estas configuraciones deriva no solo de su ponderación frente a los modelos encarnados en las familias de origen, sino también de su comparación con los modelos presentes en las primeras experiencias de la propia generación.

Por último, si bien las transformaciones familiares y conyugales son moduladas de formas específicas en las trayectorias presentadas por la condición migrante, esta variable no explica la totalidad de los cambios. En convergencia con lo registrado en otras trayectorias populares contemporáneas (Aliano, 2015), la emergencia de nuevas lógicas vinculares parece formar parte, con sus bemoles, de una transformación transversal y más amplia en la experiencia de diversas camadas de las clases populares urbanas.

REFLEXIONES FINALES

En el abordaje de las historias familiares de estas mujeres es posible advertir procesos de autonomización e individualización específicos, así como lógicas que priorizan la realización personal de los miembros de la familia y el bienestar emocional del grupo. No obstante estas características, resultaría forzado equipararlos a modelos familiares propios del universo de las clases medias. El cambio de pautas y prácticas registrado, asimismo, tiene lugar en el transcurso de las propias trayectorias analizadas. Lo que encontramos en los relatos de estas personas es una reversión del modelo tradicional de familia que no se plantea como rechazo generacional en relación a sus familias de origen, sino como una reflexividad crítica en torno a los códigos tradicionales encarnados en sus propias primeras experienciasconyugales y familiares. Y como advertimos tras sus historias, dicha transformación busca inculcarse en el seno familiar, en las nuevas generaciones.

Las instancias de autonomización, las exploraciones en torno a la realización personal y la horizontalización de los vínculos en el seno de la familia, parecen consolidarse en el caso de estas mujeres cuando logran estabilizar su experiencia: una vez que se tiene un acceso más estable a la vivienda, se logran ingresos más regulares y se reducen las actividades de cuidado domestico de los hijos. Ello supone la condición de posibilidad de la persecución de proyectos personales y la reversión de las pautas de organización y distribución de roles previos. Sin embargo, las restricciones continúan parcialmente aun cuando estos proyectos se desatan. De modo que los mismos se llevan a cabo, en buena medida, en marcos de precariedad habitacional, de limitaciones en torno al modo de tramitar lo que referimos como “presión de rol? y en tensión (cuando no en conflicto) con un modelo tradicional de división de roles familiares parcialmente vigente.

Estas dimensiones, en suma, conducen a especificar un proceso que no es reductible al de otros universos sociales, así como a calibrar su componente de novedad en relación al recorte contextual en el que se sitúa. Visto desde ese plano, la reelaboración simbólica de la familia -una institución cara al universo de sentidos de los sectores populares- da cuenta de cierto movimiento hacia la horizontalidad en diversos planos de la vida cotidiana, y supone una transformación silenciosa -pero inquietante en sus potenciales derivaciones- de la trama vincular de dichos sectores.

Notas

1. El barrio en cuestión fue poblado hace aproximadamente unos 20 años, cuando un grupo de familias inicia la toma de las tierras, pertenecientes al Puerto de La Plata (Peyró y Rausky 2018). El barrio ha sido objeto de un relevamiento censal en el marco del proyecto “Desigualdad social, pobreza y políticas sociales. Reflexiones teórico-metodológicas a partir de estudios de caso en el Gran La Plata? (IdICHS, UNLP/CONICET), producto del cual se puede contar con una caracterización sociodemográfica precisa. En el informe del censo (Ortale, Eguía y Rausky 2018) se destaca que en los 191 hogares censados se registraron un total de 666 personas; de ellas, una importante proporción es inmigrante: 6 de cada 10 personas provienen del extranjero. A su vez, la inmigración proveniente de Perú es la más importante, ya que concentra el 93,6% de los casos. Asimismo, se señala que los inmigrantes llegaron mayormente a partir de la década del ´90. En cuanto a la composición de los hogares, el informe muestra que en el barrio predominan los hogares pequeños (casi la mitad tiene 3 integrantes o menos); sin embargo, al mismo tiempo se advierte una marcada presencia de situaciones de hacinamiento crítico (11 % de los hogares, frente al 4 % a nivel nacional). Por otro lado, la mayor parte de los pobladores económicamente activos son asalariados (68%), en su amplia mayoría sin cobertura social. Entre el conjunto de los varones ocupados, la actividad que registra mayores porcentajes es la construcción (47%) y entre las mujeres el servicio doméstico (59%) (Ortale, Eguía y Rausky 2018).

2. Las entrevistas se realizaron de manera abierta, aunque orientada hacia las dimensiones señaladas. Las mismas se efectuaron en sucesivos encuentros en la vivienda de cada una de estas mujeres. Las observaciones participantes se realizaron, fundamentalmente, en los espacios en los que funcionan los merenderos / comedores de cada una de ellas, y en diversas situaciones: momento de servir la merienda / almuerzo, fiestas y eventos especiales (cumpleaños, festejos del día del niño y día de la primavera, celebración de navidad, etc.) y actividades de extensión universitaria.

3. Siguiendo la perspectiva de Sherry Ortner podemos caracterizar la noción de “proyecto? como una modalidad medular de la agencia -aquella vinculada a las “intenciones, propósitos y deseos formulados en términos de 'proyectos' establecidos culturalmente? (Ortner 2016: 167). La misma resulta clave al análisis porque capta el modo en el que los individuos buscan alcanzar objetivos significativos “en un marco propio y con sus propias categorías de valor? (2016: 168). De manera complementaria, Velho (1997), subraya que el proyecto “se formula y es elaborado dentro de un campo de posibilidades, circunscripto histórica y culturalmente?, en términos de “los temas, prioridades y paradigmas culturales existentes? (1997: 29).

4. Un índice de ello ha sido la dificultad para encontrarlas en sus casas, de acuerdo a lo pautado apenas días antes: “Nancy se fue a Buenos Aires, le salió un trabajo?, dice su madre en reiteradas ocasiones. “Mónica tuvo que llevar una ropa de prueba, capaz que empieza a trabajar para una nueva marca?, comenta el hijo para justificar su ausencia... Estas prácticas responden a lo que Merklen (2005) ha caracterizado como “lógica del cazador? en tanto modo de obtención de recursos de los hogares en las clases populares.

5. En un trabajo que analizaba familias de liderazgo femenino en sectores populares, en la década del '90, Rosa Geldstein registraba esta lógica vincular: “Poniendo en juego expectativas también realistas, otras mujeres prefirieron incorporar un nuevo compañero al hogar, a quien no reprochan el incumplimiento del rol de proveedor -que no está en condiciones de desempeñar- pues no es el padre de sus hijos. De él valoran la colaboración doméstica, el buen trato a ellas y a los hijos (opuesto a la actitud violenta o indiferente del padre biológico, que precedió a la separación), el respeto a su condición preexistente de jefas y la seguridad y el “respeto de los otros? que otorga la presencia de un hombre en la casa. (Gelstein 1996: 177).

6. En esta clave, una sugestiva propuesta de problematización del modo de abordar las relaciones entre “vivienda? -entendida como espacio contenedor- y “familia? -como grupo contenido-, puede encontrarse en el reciente trabajo de Lebrusan Murillo (2019).

REFERENCIAS

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