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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.23 no.3 Viedma set. 2020

 

RESEÑA

Barreneche, Osvaldo. De brava a dura. Policía de la provincia de Buenos Aires. Una Historia (1930-1973). Rosario: Prohistoria ediciones, 2019. 176 pp.

Por Pilar Pérez
pperez@unrn.edu.ar

Universidad Nacional de Río Negro; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina

Recibido 25|05|20 - Aceptado 03|06|20

 

Esta obra condensa la investigación de Osvaldo Barreneche en, por lo menos, los últimos diez años de su trabajo. Tal y como él lo manifiesta en la introducción, el libro fue de a poco anticipado en artículos publicados a lo largo de esta década. Sin embargo, la intención y objetivos del autor sólo se revelan en la reunión de los capítulos que conforman este libro. Efectivamente, el esfuerzo de la obra está orientado a entender lo que su título nos propone: una transición entre diferentes formas de concebir la policía bonaerense. Este énfasis en el proceso busca historizar, a contrapelo tanto del sentido común como de algunas reflexiones académicas, una institución que se percibe “siempre igual?, a la vez que apunta al rol ausente y en deuda de la disciplina histórica respecto de otras ciencias sociales y humanas que desde los años ochentas han venido estudiando a las fuerzas de seguridad.

Estas concepciones respecto de la policía bonaerense como “brava? y “dura? podrían significar formas recurrentes e intercambiables de nombrar lo que la policía siempre hace. No obstante, Barreneche nos advierte que son diferentes, que existen matices y nos invita a detenernos a conocer ambas. Así, nos introduce desde el mismo título a mirar un objeto heterogéneo y complejo como son las policías. En este caso, la de Buenos Aires entre 1930 y 1973 a partir de la construcción de un relato histórico posible.

Tras una introducción que nos permite dimensionar el conocimiento, debates y temas de aquellos que siguen a las fuerzas de seguridad como objeto de estudio, nos introducimos en el núcleo del libro que está dividido en cinco capítulos. Lo interesante de esta selección y ordenamiento de capítulos radica en su juego entre un adentro y afuera de la policía bonaerense. Este adentro y afuera está marcado tanto por la selección de fuentes como por el enfoque que el autor propone para analizar esta policía. La fuerza policial de cualquier ámbito y momento histórico, a diferencia de otras instituciones estatales, antepone supuestos como un objeto opaco o esquivo de asir. En este sentido, el libro también aporta una batería de opciones metodológicas para abordar un objeto y un campo de acceso tanto complejo como restringido.

El primer capítulo se encarga de pensar tres momentos históricos diferentes, vinculados a su vez a tres reformas de esta fuerza. Sin embargo, el autor nos advierte sobre la dificultad de ejecutar reformas -en plural- dentro de la fuerza. El debate en sí trasciende el objeto y el periodo cuando se espera realizar modificaciones dentro de algunas de las fuerzas de seguridad. Estas reformas (o cuando menos sus proyectos) provienen de necesidades, voluntades y decisiones políticas que muchas veces no encuentran eco dentro de las fuerzas. Con esta salvedad, se analizan tres reformas y su impacto dentro de la bonaerense. Estas son: la del gobernador Fresco 1936-1940; aquella propia del peronismo clásico durante el gobierno de Mercante; y la implementada bajo el Plan CONINTES en 1960. Tres intentos de reformas que si bien no cumplieron a fondo sus intenciones, sí dejaron marcas significativas y duraderas dentro de la institución y su gente.

Establecido este panorama general, Barreneche indaga en la conformación de lo que se conoce como la “familia policial?. Esta construcción identitaria de sentidos de pertenencia y contención configuran principalmente la fuerza pero también su núcleo cercano. Para esto, se pregunta por la valoración y formas de recordar la vida y la muerte del policía. Lo hace a partir de reconstruir las trayectorias de las organizaciones sociales y educativas que circundan, en estrecha relación, a la fuerza. Así también, aborda la organización de panteones para el descanso eterno de quien en vida fuera policía. En este juego se entrelazan relaciones, tensiones y disputas que si bien permiten entender la heterogeneidad de pensamientos en la fuerza también van construyendo una narrativa de la misma. Un relato inscripto en diferentes formatos que la distingue, a su vez, de otras fuerzas -como el ejército. Estos sentidos de la vida, la muerte y el pasado moldean “la familia? y son creados por esta.

Esta producción de sentidos también se traduce en prácticas y rutinas del ejercicio de la profesión. No será sino hasta la constitución de un Fuero Policial propio -durante los últimos años del peronismo clásico- que estos hábitos y costumbres queden cristalizados. El capítulo tres se encarga de los pormenores de la constitución de este Fuero particular que singulariza a la policía dentro de la sociedad, así como lo hacía ya con el Fuero Militar. Es el contexto de la época el que vuelve posible, pensable y realizable esta distinción de una justicia específica para la policía. En la que esta institución sería la encargada de juzgarse a sí misma. Sin duda, es fascinante comprender cómo operaba el mismo, quiénes eran juzgados, qué tipo de delitos cometía la policía y cómo éstos eran atenuados. Sobre todo, para contrastar tanto con el conocimiento que tenemos por denuncias o inferencias, como con los supuestos internalizados que todos tenemos sobre las policías. La misma existencia histórica del Fuero Policial nos permite comprender cómo desde adentro mismo de la fuerza se entienden prácticas que observamos habitualmente de las policías y en el contexto particular de maduración de la profesionalización de la fuerza. ¿Cuán habituales o extendidas son algunas prácticas como la tortura? ¿Cómo circula la información respecto de los delitos internos dentro de la fuerza? ¿Quiénes son castigados y por qué razones, y quiénes exculpados o resguardados dentro de la institución?

Tras estas reflexiones, el capítulo cuatro se vuelca a un tema recurrente de los estudios policiales: la corrupción y la violencia. Aquí el autor reitera con mayor insistencia la necesidad del aporte de la Historia -como disciplina- para estudiar esta problemática. Para esto, retoma un debate habitual en los estudios policiales. En éstos se suele oscilar entre entender las acciones abusivas o bien como corrupción -el peso sobre la responsabilidad del individuo- o bien como violencia -crítica estructural a la institución. El peligro reside en generalizar el accionar de la policía como bloque homogéneo y ahistórico.

De nuevo, la Historia puede hacer la diferencia estudiando procesos puntuales. Por esto, en este capítulo se reconstruye la trayectoria de las Comisiones de investigación sobre apremios ilegales y tortura (que funcionaron en la década del sesenta tanto en el Congreso Nacional como en la Cámara de Diputados de Buenos Aires). Barreneche desglosa en un estudio cuantitativo y cualitativo la relación entre policía y justicia. Pero también involucra la recepción de la violencia policial en la sociedad. Este análisis abre preguntas que exceden la institución y remiten a una construcción social compleja de la seguridad. De nuevo, sin descuidar el período particular que constituyen los años sesenta en donde la inseguridad se apegaba más que nunca -desde discursos oficiales y de prensa- a las organizaciones sociales y armadas que emergían en el escenario político.

El capítulo cinco recupera la maduración de esa policía que pasó de brava a profesionalizarse y establecer los principios y valores de su “familia?, que se consagró como dura en la cristalización de sus prácticas en el Fuero policial del peronismo, y ya para 1973 elaboró múltiples formas de asociación. Una de ellas, el MOPOL, organizó y militó un paro de actividades con una adhesión sin precedentes en el nivel provincial en marzo de 1973. Barreneche sienta posición y abre el debate en torno a la influencia del peronismo en la auto identificación de las y los policías como trabajadoras/es. Pero también su construcción de identidad que estaba anclada en sus trayectorias, en la diferenciación con otras fuerzas (como puede ser la Policía Federal).

Estos cinco capítulos, núcleo central del libro, se enmarcan en un recorte temporal que es raro en las historias del siglo XX. No importa desde qué temática estemos pensando la historia, el recorte suele ser antes o durante o después del peronismo clásico. Otra periodización habitual se encuentra en los estudios vinculados con la violencia política de la segunda mitad del siglo XX que están intervenidos, sin duda, por la última dictadura. Por ende, la periodización se remite al antes, durante o después de la misma. Sin embargo, este libro recupera un recorte particular propio de las intenciones que el autor revela en su epílogo.

En primer lugar, establece una conexión entre la historia de las policías y los problemas y conflictos de su presente. Solo en el análisis histórico -escaso y esquivo de la temática- se encontrarán “”¦las raíces menos visibles del emergente contemporáneo a cambiar”¦? (Barreneche, 2019, p147). En segundo lugar, esta posibilidad de pensar y analizar históricamente nos permitirá proponer y proyectar nuevas políticas públicas de seguridad. Estas estarían ancladas en estudios científicos y no en propuestas declamativas o impracticables. ¿Cómo abordar los problemas de abusos, violencia o corrupción de y en las fuerzas? Antes que nada, conociéndolas, nos responde Barreneche. Bajo ningún punto de vista alcanza con reformar normas para lograr cambios, tal y como lo demuestran los análisis de las ciencias sociales y humanas.

Por último, el libro ofrece un anexo delicioso para quienes nos dedicamos al estudio de las policías. En el mismo el autor nos facilita la descripción de los diferentes archivos y repositorios que visitó a medida que fue planteando los objetivos de su investigación que se plasman en este libro. Barreneche textualiza aquello que siempre se presenta como esquivo o secreto o estrictamente custodiado. Este mapeo de archivos y fuentes invita, con una generosidad pocas veces practicada, a cualquier interesado en profundizar el material, los temas, y las preguntas que el autor establece en el libro.

Además, a lo largo del libro nos encontramos con diferentes técnicas de producción de fuentes de las cuales el autor se vale para enriquecer su estudio. Entre ellas menciona entrevistas realizadas a policías retirados; selecciona y toma fotografías; cita textos de autoría policial y remite a publicaciones internas de la fuerza. Esta multiplicidad de recursos para reconstruir esta historia de la policía es clave para complejizar el análisis de las fuentes de archivo, así como para abrir a nuevas preguntas y problemas.

En definitiva, en pocas y ágiles páginas de lectura, Barreneche nos introduce en “una? historia -como remarca en su introducción- de la policía bonaerense. Lo hace a partir de un trabajo minucioso, amplio y extendido de archivo que se narra en episodios, casos, temas, organizaciones que surgen de y para la policía bonaerense. Nos hace reflexionar sobre la construcción histórica de la fuerza, sus debates, diferencias y dificultades en la configuración -siempre cambiante- de la institución. De brava a dura”¦ es, en suma, un libro necesario -para pensar el siglo XX argentino, el peronismo, las instituciones de seguridad durante democracias y dictaduras-; también es un libro obligatorio para quienes estudiamos las fuerzas de seguridad; y, finalmente, recomendable para cualquiera que guste de un buen libro de historia. Pero fundamentalmente es una puerta de entrada a pensar las investigaciones del campo científico-tecnológico y su relación con las políticas públicas, en este caso, de seguridad.

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