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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.24 no.2 Viedma jun. 2021

 

ARTÍCULO

Más allá del voto bronca. Una relectura de las elecciones legislativas de 2001 en Argentina a partir del análisis de los discursos políticos del periodo

Beyond the “angry vote”. The 2001 Argentine legislative elections revisited from an analysis of the political discourses of the time

 

Mariana Cané
mcane@unsam.edu.ar

Centro de Estudios Sociopolíticos; Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales; Universidad Nacional de San Martín; Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Argentina

Recibido 05|05|2020
Aceptado 03|05|2021

 


Resumen
El objetivo de este trabajo es revisitar las elecciones legislativas de 2001 en Argentina para debatir con aquella lectura que las caracterizó exclusivamente en relación al voto bronca y al descontento unánime de la gente respecto de los políticos en general. Para ello, dirigiremos la mirada al desempeño de los votos positivos, a partir del análisis de los discursos de aquellos dirigentes políticos que resultaron electos. Se recomponen, así, las polémicas establecidas en esos discursos, entendiendo que allí entraron en disputa las múltiples definiciones de la crisis: qué estaba en crisis, cuáles eran sus causas y cómo debía ser conjurada. Se analizó un corpus construido a partir del relevamiento de un conjunto de materiales compuesto por notas de opinión y periodísticas radicadas en la sección „Política™ y „El País™ de los periódicos La Nación, Clarín y Página/12 y que estuvo conformado por aquellas piezas discursivas que tematizaron el objeto la crisis. Esos fragmentos fueron analizados desde dos dimensiones: a) la construcción discursiva del adversario/contradestinatario y b) la caracterización y delimitación del objeto de discurso la crisis. Esta propuesta analítica sobre las elecciones de octubre de 2001 busca dar cuenta de un aspecto que ha tendido a quedar soslayado, esto es, que los discursos de los dirigentes que más votos obtuvieron buscaron diferenciarse del gobierno de la Alianza (aun los de los candidatos que formaban parte de dicha coalición) y giraron en torno al debate por el cambio de modelo, desde una clave mercadointernista. En este sentido, aquellas elecciones constituyeron una escena deliberativa institucionalizada en la que se pusieron en juego una pluralidad de horizontes, es decir, aquellos principios organizativos que rigen la vida colectiva. El tiempo público abierto por dichos comicios puso en el centro de la escena público-política los clivajes que marcaron la desestructuración del consenso fiscalista y la paulatina consolidación del consenso mercadointernista que marcó la pauta de las políticas públicas a partir del año 2002.

Palabras clave: Voto bronca; Elecciones 2001; Crisis del 2001; Discursos políticos; Escenas deliberativas.

Abstract
This paper aims to revisit the 2001 mid-term elections in Argentina to debate with the reading key that has characterized them exclusively by the angry vote [voto bronca]component and that has explained this phenomenon as a result of the unanimous discontent of people [la gente] with the politicians in general. For this, we will focus on positive votes, by analysing discourses of those political leaders who turned out to be elected. We propose to recompose the polemics established in those discourses, insofar as there were multiple definitions of “crisis” in dispute there: what was on crisis, what were its causes, how to cope with it. From the gathering of a set of materials composed of opinion notes and journalistic notes in „Politics™ and „The country™ sections of the newspapers La Nación, Clarín y Página/12, we analysed a corpus comprised by those discursive pieces in which the object the crisis was thematized. Those fragments were studied from two dimensions: a) the discursive construction of the adversary/counter-addressee [contradestinatario] and b) the featuring and delimitation of the crisis as a discursive object. This analytic proposal on the October 2001 elections allows to consider an angle that has tended to be sidestepped: all discourses of the leaders who obtained the most votes tried to differentiate themselves from the government of the Alianza (even those of the candidates who were part of that coalition) and they revolve around the debate on the model change, from a domestic-market [mercadointernista] perspective. Those elections were an institutionalized deliberative scene in which a plurality of horizons was brought into play, that is to say, the organizational principles that govern collective life. The public time opened by these elections put cleavages at the centre of the public-politic scene that marked the destructuring of the fiscalist consensus and the gradual consolidation of the domestic-market one that would structure public policies since 2002.

Key words: Angry vote; 2001 elections; 2001 crisis; Political discourses; Deliberative scenes.


 

I.

Las elecciones legislativas celebradas el 14 de octubre de 2001 en Argentina tuvieron dos características sobresalientes. Por un lado, fueron las primeras en las que los ciudadanos y las ciudadanas argentinos pudieron elegir en forma directa a sus representantes en la Cámara de Senadores, quienes, hasta ese momento, habían sido designados por la vía indirecta del voto de los legisladores de cada distrito. Como resultado, el Senado se renovaría en su totalidad (72 bancas), en un contexto aun signado por los cuestionamientos surgidos en dicha cámara un año antes a instancias del episodio de sobornos para la aprobación de la ley de reforma laboral, que derivó en la renuncia del vicepresidente Carlos „Chacho™ Álvarez. Por otro lado, estas elecciones suelen ser recordadas como las del voto bronca, debido a la baja asistencia de votantes y al alto porcentaje de votos nulos y blancos. Diversos fueron los analistas que colmaron las páginas de los principales medios de la prensa gráfica señalando que ello era el resultado del “malestar” (“La demanda”), del “rechazo” (Veiras 2001) y de la “bronca” (Escribano 2001) de la ciudadanía respecto de los políticos en general. A casi veinte años de aquel proceso y a pesar de que no se puede soslayar que casi uno de cada cuatro votantes se inclinó por lo que −siguiendo la denominación de Torre (2003) y tomando cierta distancia de un término sobrecargado de sentidos como el de voto bronca− preferimos definir como “voto negativo”1, un análisis centrado únicamente en ese aspecto corre el peligro de ocluir las múltiples aristas que dieron forma a la escena deliberativa institucionalizada (Plot 2008) que esos comicios constituyeron.

Existe una serie de trabajos que han investigado la cantidad de votantes y de sufragios blancos y nulos y que, a partir de allí, han brindado herramientas para matizar algunos de los sentidos sedimentados en la memoria colectiva sobre aquellas elecciones. En primer lugar, como señala Julián Zícari (2014), a pesar de que se registró una reducción en la cantidad de concurrentes, ello no permite afirmar que las elecciones de 2001 hayan representado un quiebre histórico significativo. Por un lado, porque los comicios legislativos suelen tener una concurrencia más baja que los presidenciales y, por el otro, porque es posible constatar una notoria tendencia al aumento del ausentismo electoral ya desde el retorno a la democracia en 1983. Estas consideraciones permiten, en resumen, poner en perspectiva la diferencia de casi 7 puntos porcentuales entre el 24,52% de ausentismo en 2001 y la media histórica (desde 1983) del (17,47%) (Zícari 2016: 288).

El voto bronca también ha sido interpretado como un “rechazo colectivo, semi-espontáneo y masivo”, como una “protesta popular dirigida contra una dirigencia política que no se responsabiliz[ó] por la crisis” (Bonnet 2001: 28-29) y como una “forma de protesta con el voto” por parte de una porción de la ciudadanía que “no vislumbró que ninguno de los candidatos pudiera representarla” (Zícari 2016: 291-292). La clave de lectura de estas investigaciones permite concluir que lo que sucedió en octubre de 2001 no fue simplemente la manifestación de la apatía o el desinterés sino un modo de participación activa de la ciudadanía (Zícari 2016: 2).

Desde otro ángulo y sin tampoco hacer caso omiso del componente de “repudio ciudadano que estas [elecciones] pusieron de manifiesto” (Torre 2003: 654), trabajos como los de Juan Carlos Torre (2003) y Carlos Vilas (2001) dirigen nuestra mirada hacia otras dimensiones del proceso, esto es, al rechazo a las políticas de la Alianza gobernante y a su continuidad con las del gobierno de Carlos Menem, así como al menor impacto que tuvieron los votos negativos sobre el caudal de votos del Partido Justicialista (PJ)2. En primer lugar, en su análisis, Vilas subraya la contribución de los discursos mediáticos en la estructuración del voto bronca como un fenómeno masivo3, a la vez que relativiza sus alcances respecto a la dirigencia política entendida como una totalidad homogénea:

El repudio involucrado en la gran cantidad de votos en blanco y voluntariamente anulados expresa el rechazo y desencanto con un tipo particular de política: la que traicionó aspiraciones mayoritarias de cambio y se dedicó a dar continuidad al régimen de política económica y social que se había comprometido en cambiar. Si vamos a hablar de bronca, es bronca por la burla al mandato de 1999. (Vilas 2001: 7)

Por su parte, el trabajo de Torre ofrece una lectura similar, al afirmar que el impacto del voto negativo fue menor para el PJ y que ello le permitió “sobrevivir todavía como fuerza política predominante”4, porque

(¦) la fidelidad del electorado peronista no fue significativamente afectada por el generalizado clima de protesta ciudadana, que arrasó prácticamente con la opción partidaria de centro-derecha y asestó un golpe letal sobre los apoyos electorales de la coalición gobernante. (Torre 2003: 654)

Es decir que, a pesar de que el sintagma voto bronca ha sedimentado en la memoria colectiva como la encarnación del rechazo generalizado de la ciudadanía respecto de todos los políticos, estas dos investigaciones invitan a introducir matices en esa clave interpretativa y a revisitar las elecciones de octubre de 2001 a partir de nuevos interrogantes complementarios.

Ciertamente, aquellos comicios se llevaron a cabo en una coyuntura crítica. La Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación –resultante de la coalición entre la Unión Cívica Radical y el Frente País Solidario− que a fines de 1999 había consagrado a la fórmula presidencial Fernando De la Rúa-Carlos Álvarez con el 48% de los votos se encontraba resquebrajada. El vicepresidente había renunciado un año antes y gran parte de los dirigentes que habían integrado sus filas en sus orígenes había abandonado sus puestos en el gobierno. Por otro lado, la lucha contra el déficit fiscal se había convertido en el eje de todas las políticas públicas de la Alianza y el punto de articulación de sus dos grandes promesas de campaña: el mantenimiento de la convertibilidad cambiaria y la lucha contra la corrupción. El consenso fiscalista había permitido la implementación de sucesivos ajustes, todos ellos definidos como inevitables por cada uno de los ministros que pasaron por la cartera de economía (Cané 2018). Pero fue con Domingo Cavallo −exministro de Carlos Menem y „padre™ de la convertibilidad− que el proceso encontró su punto más álgido, gracias a la reducción del 13% a salarios públicos y jubilaciones y la denominada Ley de Déficit Cero5. Para fines de 2001, la economía argentina acumulaba varios trimestres de recesión y las caídas del PIB, de la inversión y del consumo alcanzaban niveles exorbitantes (10,5%, 11,3% y 28,6% interanual, respectivamente (Rapoport 2007: 939)), que se reflejaban en los casi nueve millones de argentinos bajo la línea de pobreza (aproximadamente el 40% de la población) y en los tres millones bajo la de indigencia (13,6%). Este panorama fue colocado en el centro de la campaña de las elecciones de octubre por los candidatos que disputaron por las bancas en juego y también por definir políticamente la crisis: qué estaba en crisis, quiénes eran sus responsables y cómo debía ser conjurada. Proponemos, entonces, ahondar en este aspecto a partir del estudio de los discursos de algunos de los candidatos que obtuvieron mayor cantidad de votos de positivos. Para ello, recurrimos a una serie de materiales conformados por notas de opinión y periodísticas radicadas en la sección „Política™ y „El País™ de los tres principales periódicos de tirada nacional (La Nación, Clarín y Página/126), publicados durante los meses de septiembre y octubre de 20017, periodo en el que se centró la sección más álgida de la campaña y las primeras declaraciones públicas de los candidatos ya electos. A partir de estos materiales, se construyó un corpus8 compuesto por una serie de piezas discursivas que tematizaron el objeto de discurso la crisis y otros asociados (e.g. el modelo)9. Esos fragmentos fueron analizados desde dos dimensiones: a) la construcción discursiva del adversario o contradestinatario (Verón 1997) y b) la caracterización de aquellos objetos (Arnoux 2013), en particular la crisis.

Proponemos revisitar los comicios de octubre de 2001 para reconstruir el campo discursivo de lo político (Verón 1997: 14), esto es, el conjunto de discursos políticos en cuyo inter-juego (intercambios, retomes, polémicas) fueron construidos e interpretados los significados de las elecciones mismas y su rol en relación a la crisis. Nuestra hipótesis es que aquellos comicios no constituyeron un proceso unidimensional y que, por tanto, lo que pervivió como el voto bronca fue (y es) el espacio/tiempo de una disputa por el sentido de sus resultados. Por ello, el foco de esta propuesta no se sitúa en la ciudadanía o en la reconstrucción de la “intención manifiesta” (Zícari 2016: 99) de su vuelco hacia los votos negativos, sino en los discursos políticos que intentaron, aunque con magra eficacia, imponer su mirada sobre la crisis en el marco de la disputa electoral. Nos preguntamos, entonces, ¿qué claves de lectura de la crisis ofrecieron los candidatos que obtuvieron la mayor cantidad de votos positivos? A modo de observación preliminar podemos señalar que: los discursos políticos de los principales candidatos (especialmente de la ciudad y la provincia de Buenos Aires) tematizaron mucho menos la crisis política (i.e. el desencanto de la ciudadanía respecto de los políticos) que el modelo económico y que quienes más votos obtuvieron fueron aquellos que cuestionaron el modelo vigente (asociándolo al gobierno, a De la Rúa y a Cavallo) y que recurrieron, en gran medida, a una retórica productivista, por oposición a la de tipo fiscalista que sustentaba −desde sus inicios− las políticas públicas decididas por el gobierno de la Alianza (Cané 2018).

Podría argà¼irse que, dado el peso que tuvieron los votos negativos, poco sentido tiene estudiar el discurso y las concepciones de los dirigentes políticos cuya legitimidad parecía estar tan afectada. Sin embargo, resulta fundamental dar cuenta de las disputas políticas por definir y encauzar la crisis que corrieron en paralelo al proceso de cuestionamiento ciudadano, porque precisamente allí se encuentran las claves del protagonismo que tuvo la estructuración de un consenso mercadointernista (de la mano de dirigentes como Alfonsín y Duhalde, primero, y de Néstor Kirchner, tiempo después) en el proceso de recomposición política posterior. Es preciso, entonces, para obtener un panorama más acabado del proceso de crisis que atravesó la Argentina a fines de 2001, intentar captar la pluralidad de horizontes comunitarios en juego en las elecciones de medio término de octubre de 2001.

II.

En este apartado abordaremos las claves de lectura sobre la crisis que delinearon los discursos políticos en la coyuntura de las elecciones legislativas argentinas de 2001. Los dirigentes definieron sus perfiles como candidatos gracias a la polémica por definir qué estaba en crisis, quiénes eran sus responsables y cómo debía ser conjurada. Sobre esa base, la campaña electoral se erigió en una competencia por diferenciarse del gobierno, en general, y de De la Rúa y Cavallo, en particular.

Además del acceso a las bancas en el Congreso, se entendía que los resultados contribuirían a configurar el escenario de posibles candidatos a presidentes con vistas a las elecciones de 2003. Pero −y esto solo pudo ser dimensionado meses después− en octubre de 2001 se definió también la conformación del Congreso que resultó determinante para designar, por un lado, a los presidentes de las Cámaras y componentes de la línea sucesoria (dado que la vicepresidencia estaba vacante10) y, por el otro, a la composición de la Asamblea Legislativa que eligió primero a Adolfo Rodríguez Saá y luego a Eduardo Duhalde como presidentes provisionales, después de la renuncia de Fernando De la Rúa en diciembre de ese año. Centraremos el análisis, entonces, en las alocuciones públicas de cinco dirigentes que tuvieron un rol clave en estas elecciones por la cantidad de votos positivos que cosecharon, por la función primordial que cumplieron en la salida institucional de 2001-2002 (esto remite especialmente a los casos de los senadores Alfonsín y Duhalde) y cuya presencia destacó en el proceso de sistematización de las fuentes ya referidas: los candidatos por la Alianza Rodolfo Terragno y Vilma Ibarra (a senadores de la Ciudad de Buenos Aires), Raúl Alfonsín (a senador de la provincia de Buenos Aires) y Leopoldo Moreau (a diputado por esa provincia), y el candidato por el Partido Justicialista a senador bonaerense, Eduardo Duhalde.

En trabajos previos (Cané 2018) hemos dado cuenta de cómo, ya desde el año 2000 y en diferentes coyunturas, las claves de lectura fiscalista y productivista/mercadointernista de la crisis constituyeron el núcleo de la polémica sobre la que se montó la distinción entre oficialismo y oposición (la cual, es preciso recalcar, no se ciñó a los límites político-partidarios). Desde diciembre de 1999, De la Rúa encaró una serie de políticas públicas11 fundadas en un diagnóstico que se mantuvo constante a lo largo de todo su gobierno: la crisis era causada por el déficit fiscal de las cuentas públicas heredado de la gestión de Carlos Menem y originado −a su vez− en la corrupción y el excesivo gasto público. Esta clave de lectura era compartida por gran parte del gobierno y por sectores de la oposición partidario-institucional12 que promovieron a lo largo de aquellos años múltiples recortes en el gasto, que produjeron una compresión de la economía y una reducción del Estado a niveles de supervivencia (Rapoport 2007: 938). Al mismo tiempo, quienes se opusieron a las medidas adoptadas, lo hicieron buscando desplazar el eje desde aspecto fiscal hacia el productivo, al afirmar que el mejor modo de conjurar la crisis era promover políticas de mejora del ingreso para reactivar el mercado interno y la actividad económica, empobrecidos a causa del modelo financiero-especulativo heredado de los noventa y profundizado posteriormente.

Consolidando una característica de los años 2000 y 2001, en las elecciones de octubre de ese año, la polémica fiscalismo-mercadointernismo fue transversal a los límites político-partidarios13 y formó parte de la campaña de referentes del radicalismo, del peronismo y de agrupaciones nuevas como Acción por una República de Iguales (Elisa Carrió) y el Polo Social (Luis Farinello y Alicia Castro). A esa consolidación se superpuso otro clivaje ordenador de las elecciones: Alianza vs gobierno. La toma de posición al respecto fue uno de los principales puntos divergencia entre los dos candidatos a senadores nacionales de la Alianza por los distritos de mayor relevancia numérica (provincia y ciudad de Buenos Aires) y, creemos, un factor clave en el resultado obtenido por cada uno de ellos (junto con la histórica prevalencia del PJ en aquella provincia −que, sin embargo, la Alianza había logrado quebrantar dos años antes14− y su también histórica dificultad para asentarse en el poder en la ciudad de Buenos Aires). Por un lado, el exjefe de gabinete de De la Rúa Rodolfo Terragno (UCR-Alianza) cultivó una postura más cuestionadora respecto del gobierno y reivindicó la representación “el proyecto de la Alianza de 1999”; gracias a ese perfil, logró erigirse como el candidato a senador porteño con la mayor cantidad de votos15. Por el otro, Raúl Alfonsín hizo del gobierno su colectivo de pertenencia (“el gobierno no va a hacer una mala elección”16) y fue ampliamente superado por Eduardo Duhalde (PJ) en la provincia de Buenos Aires. Y aunque ambos dirigentes radicales obtuvieron una banca en el Senado, este desempeño diferencial fue resultado también de otros componentes, entre los que no se puede soslayar que el primero enfrentó un escenario electoral altamente disperso (17 boletas además de la suya) y a un Partido Justicialista fragmentado que, además, se presentó en coalición con la fuerza a la que pertenecía el denostado ministro de economía17.

(1) De hecho yo no estoy más en el gobierno porque creo que aún en épocas de Machinea estábamos atrapados por la política de ajuste permanente que profundizó la recesión, aumentó el desempleo, engrosó el déficit fiscal, hizo trepar la deuda y disparó el riesgo país. (Fragmento declaración R. Terragno - “Terragno: „No me importa¦”)

(2) Yo no obedecía las órdenes que obedece Cavallo y entonces no hacía los desastres que hace él. Las órdenes del poder financiero nos han traído esto. Fragmento declaración R. Terragno (“Terragno acusó¦”)

(3) Hay que cambiar la política económica que ha producido, como yo anticipé, desempleo crónico y deuda impagable. Sin duda tiene que irse el modelo económico y, por lo tanto, su mentor y principal instrumento. (¦) El debate tiene que ser con Cavallo (y no con Beliz ni con ningún otro candidato), porque hay dos proyectos: el de él y el mío. Cavallo es el responsable máximo de la desocupación y la crisis. (¦) Hay dos proyectos, uno el de De la Rúa y otro, el mío, que adoptó la Alianza en 1999 pero no lo adoptó el gobierno. (Fragmento declaración R. Terragno - “Terragno: Tiene que irse¦”)

En estos fragmentos de declaraciones públicas de Rodolfo Terragno se delineó un adversario triplemente estructurado por “Cavallo”, “De la Rúa” y “el poder financiero”, reforzado por la distinción entre dos modelos/proyectos. Mientras aquellos tres eran identificados como componentes del modelo de “la política de ajuste permanente” (de “los recortes de salarios, jubilaciones y pagos a proveedores del Estado”, todas medidas que “contribuy[eron] a la reducción del consumo privado y, por lo tanto, hi[cieron] descender el nivel de actividad”), el polo opuesto era configurado en torno al “proyecto de la Alianza de 1999”18 y a la “reestructuración de la deuda” como un objetivo fundamental para evitar “„las 3D™: default , devaluación y dolarización” (Terragno 2001).

La centralidad que adquirió la cuestión del modelo (o, más bien, de los modelos en disputa) en estas elecciones dirige nuestra atención a una característica que signó las campañas de diversos candidatos: el lugar de la alteridad, del adversario, no era ocupado por los candidatos de las fuerzas con las que se disputaban las bancas (en el caso de Terragno, principalmente Gustavo Béliz por el Frente por un Nuevo País y Alfredo Bravo de Alternativa por una República de Iguales19), sino por sintagma adversarial “el modelo”. En el caso de Terragno, este no se erigía como una entidad abstracta, sino que anclaba en un colectivo de referencia concreto, “el gobierno” de De la Rúa y su ministro de economía, Domingo Cavallo−; el modelo era el sintagma clave para inscribir al presidente y al gobierno de la Alianza en una línea temporal de continuidad con la gestión precedente de Carlos Menem.

El hecho de que el exjefe de gabinete de De la Rúa hubiera logrado hacerse con la mayor cantidad de votos positivos en su distrito parece revelar −en cierto modo− un mayor grado efectividad para diferenciarse del gobierno que el que tuvo Raúl Alfonsín en la provincia de Buenos Aires. Durante la campaña, el expresidente radical sostuvo que su objetivo era lograr un gobierno de “unión nacional” como el que había logrado enjuiciar a las Juntas Militares en 1983, a la vez que propuso la “reprogramación de la deuda” y evitar un “ajuste que promueva recortes a empleados estatales y jubilados” (“El gobierno”). Siendo que su plataforma de campaña no distaba demasiado de la de Terragno, se puede colegir que el clivaje “Alianza vs gobierno” cumplió un rol fundamental en los desempeños diferenciales de cada uno.

(4) Es evidente que el mundo desarrollado no siempre se ha comportado. Como cuando a través de la globalización insolidaria confunde el free market (libre mercado) con la democracia y pretende a través de la condicionalidad de los organismos internacionales de crédito llevar adelante políticas que están interesadas en servir a la concepción neoliberal que destroza la ética de la solidaridad y la segunda generación de derechos humanos. - Fragmentos declaración R. Alfonsín – (“El gobierno”).

(5) Debemos buscar consensos que terminen con el discurso neoliberal excluyente en materia económica. Cuando se juzgaron a las juntas militares en 1984, ¿quién lo hizo? ¿Un presidente solo, un partido político solo -la UCR-, o un gobierno -el mío- solo? Definitivamente lo hizo la unión nacional. (¦) De la Rúa quiere conversar el cambio del plan [económico]. Estamos viviendo la inercia [de un modelo].” (“Alfonsín: Cavallo se equivocó¦”)

La campaña electoral de Alfonsín giró alrededor de una propuesta −la reprogramación de la deuda externa (“Alfonsín insistió”)− y un concepto −“Yo siempre aplaudo o discuto ideas, no nombres” (“El enmascarado”) −. Los adversarios con los que trazaba su disputa no eran los candidatos de las otras fuerzas políticas ni tampoco otros colectivos o individuos, sino la entidad (más abstracta) conformada por un conjunto de ideas: “la concepción” (frag.4) y “el discurso” (frag.5) neoliberales. El ex presidente, a la vez que cuestionaba la seguidilla de “ajustes” ejecutados por la gestión aliancista20, definía un colectivo de identificación (centrado en la búsqueda de “la unión nacional”) que reducía el cariz confrontativo de su plataforma respecto de aquella: “el gobierno no va a hacer una mala elección” (“El gobierno”). Así, al asociar el modelo a un conjunto de ideas y a un “discurso neoliberal”, se distanciaba del clivaje “Alianza vs gobierno” de su correligionario Terragno, manteniéndose dentro del marco de identificación del nosotros-gobierno.

Eduardo Duhalde, por su parte, construyó un adversario similar al de su principal contrincante −articulado en torno a las instituciones del “sector financiero de poder” (“Duhalde: la única¦”) y las ideas de “la marejada ultraliberal” (Piqué 2001)− pero retomando una clave de lectura que formaba parte de su discurso, al menos, desde la campaña presidencial de 1999 (Slipak 2005): el foco en el aspecto productivo y el desarrollo del mercado interno como salida a la crisis. De este modo, quien sería el futuro presidente provisional a partir de enero de 2002, obtuvo en 2001 el 37% de los votos positivos, es decir, casi 22 puntos más que Alfonsín.

(6) Lo que digo es que este gobierno convirtió la recesión en una depresión y esto se va a convertir en caos y anarquía. Caos y anarquía. (¦) Es un barco sin timón la Argentina. Le falta autoridad a De la Rúa. (¦) No se sale de la crisis sin liderazgo. – Fragmento entrevista a E. Duhalde (Schurman y Wainfeld 2001).

(7) No creo en integraciones y mucho menos si el Gobierno insiste en este modelo que nos lleva al desastre. (...) La protección del sector productivo nacional es uno de los temas centrales. - Fragmento declaración E. Duhalde (Morosi 2001)

(8) (¦) si no cambian de modelo da lo mismo Cavallo que cualquier otro; aunque venga „Mandrake™ todo va a seguir igual. (¦) Es indispensable cambiar el sistema de ideas que rigió en la Argentina en los últimos años y priorizar el interés nacional. (¦) [El 14 de octubre] va a haber un voto muy fuerte en contra del Gobierno. - Fragmento declaración E. Duhalde (“Ni Cavallo”)

En estos fragmentos (extraídos de diferentes declaraciones públicas y entrevistas realizadas por los medios de prensa gráfica analizados) el cuestionamiento al modelo se reunía con una retórica de defensa de lo nacional similar a la que identificamos en el discurso de Alfonsín, pero que, a diferencia de en este, en el discurso de Duhalde era erigida como el eje para el distanciamiento crítico respecto del “gobierno” (frag.8). De un modo similar al que identificamos en las argumentaciones de Terragno, aquí el cambio de modelo tenía como objetivo dejar atrás los designios del “poder financiero” (frag.2) y sus “políticas de ajuste” (frag.1) para, en cambio, promover “el sector productivo nacional” (frag.7).

En los tres conjuntos de piezas discursivas citadas, la crítica al modelo se desarrolló a partir de que lo denominamos como perspectiva integral. Desde esta óptica, se apuntaba a cuestionar no únicamente a una política pública específica, sino −en todo caso− a ella como resultado de una articulación con otras políticas públicas, ciertos actores/instituciones y un sistema de ideas particular (“ultraliberal” −para Duhalde−, “neoliberal” −para Alfonsín−). Para quienes, como Terragno y Duhalde, hacían del cuestionamiento al modelo su caballito de batalla, ese era el eje que permitía trazar una línea de continuidad entre el gobierno de De la Rúa y el del presidente peronista Carlos Menem (1989-1999). El triunfo de esa clave de lectura contribuiría a dar por tierra con la Alianza que había nacido con el objetivo de dejar atrás la gestión definida como fiscalmente descuidada y moralmente corrupta del presidente riojano.

El análisis de estos discursos del periodo permite afirmar que, más allá del voto bronca, las elecciones de octubre de 2001 marcaron el inicio de una etapa bisagra que finalizaría en diciembre de ese año y que estaría signada por dos elementos: la reconstrucción del poder del Partido Justicialista (porque, como indicó Torre, se vio menos afectado por la sangría de sufragios que afectó a la Alianza/radicalismo) y la ruptura del consenso fiscalista a nivel de la dirigencia política. La centralidad que adquirió el cuestionamiento en clave del modelo (y su articulación con la prédica productivista/mercadointernista) constituyó la superficie discursiva de emergencia (Laclau y Mouffe 2010: 145) de nuevos sentidos, actores e instituciones que serían clave para legitimar la salida de “1 a 1” y la recomposición institucional de 2001-2002. La paulatina desarticulación de aquel consenso permitió, entre otros aspectos, hacer lo propio con la centralidad de la convertibilidad, entendida como un dispositivo institucional que durante diez años había regido las relaciones, las prácticas y las expectativas entre los actores políticos, sociales y económicos argentinos (y también extranjeros), y que parecía “[asentarse] finalmente en la inercia, la fuerza „natural™ de las cosas” (Heredia 2011: 216). La construcción del adversario sobre aquella línea temporal que asociaba las gestiones menemista y delarruista (situando a ambas en el mismo pasado que debía ser dejado atrás, gracias al cambio de modelo) jugó un rol clave en el proceso de desestructuración del consenso fiscalista y la paulatina configuración de un nuevo consenso mercadointernista.

En parte de los discursos de esta campaña se reveló la voluntad de la dirigencia política de encauzar el proceso de desarticulación de ese modelo asentado sobre la clave de lectura fiscalista de la economía, la política y la sociedad, proceso que no se consolidaría sino recién hacia fines del 2001, cuando la protesta social desbordó las calles de los grandes centros urbanos y las rutas del país. La clave de lectura centrada en el modelo mantuvo su primacía en las voces políticas aun después del 14 de octubre, como se revela en esta polémica establecida entre varios dirigentes electos (Eduardo Duhalde, Rodolfo Terragno, Vilma Ibarra y Leopoldo Moreau) y el presidente:

(9) Los resultados de las elecciones indican que la mayoría del pueblo está en contra de este modelo económico. –Fragmento declaración E. Duhalde (“Duhalde dice”)

(10) Hay crisis porque hay un modelo económico fallido, que ha regido durante el gobierno de Menem y de De la Rúa. Para mí, el corazón del modelo está en esa idea según la cual, si uno controla artificialmente las variables macroeconómicas, todo lo demás viene por añadidura. No podemos seguir repitiendo ese error. – Fragmento entrevista a R. Terragno (“Terragno: „Hay crisis™”)

(11) Fue una campaña corta y austera. El debate económico ocupó una parte muy importante porque el país está muy mal y porque la gente percibe que este modelo económico está agotado y que la política del ajuste permanente ya no lleva a nada. Hubo también por parte de algunos sectores ausencia de propuestas y se basaron sólo en lo ético. – Fragmento entrevista a Vilma Ibarra (Rodríguez 2001b)

(12) Si hay una conclusión contundente y definitiva del resultado electoral es que la política económica que el Presidente insiste en ratificar quedó sepultada bajo una montaña de votos, porque incluso el voto bronca fue en repudio a esa política económica. – Fragmento entrevista a L. Moreau (Ybarra 2001)

(13) No sé qué significa cambiar el modelo. Yo tengo que resolver temas concretos. – Fragmento declaración F. De la Rúa (Natanson 2001)

El impacto de los votos negativos (el voto bronca) eclipsó la relevancia de esta polémica, que se revelaría clave a fines de diciembre de 2001 y durante el 2002. Los dirigentes políticos que intentaron explicar la crisis desde esa óptica (como resultado del modelo financiero/fiscalista y su solución en línea con el mercadointernista/productivista) tuvieron una magra eficacia en una coyuntura signada por el proceso de pérdida de legitimidad que afectaba a la palabra política. Sin embargo, la identificación de esta polémica aporta elementos para desentrañar las características del campo discursivo de lo político en que fue posible la investidura de Eduardo Duhalde como presidente provisional21 y su nada desdeñable éxito al frente del poder ejecutivo durante 2002 y parte del 2003: el nuevo consenso en torno al modelo mercadointernista/productivista y la delimitación de un adversario situado temporalmente en un pasado denostado, en el que, ahora, se articulaban las gestiones de Fernando De la Rúa y Carlos Menem.

III.

Este trabajo tuvo como objetivo revisitar las elecciones legislativas de octubre de 2001 en Argentina, a partir del análisis de los discursos políticos de algunos de los candidatos que mayor cantidad de votos positivos obtuvieron. Consideramos que aquellas no constituyeron un proceso unidimensional y que la que pervivió como su principal característica −el voto bronca− no fue la única. Teniendo en cuenta la coyuntura crítica en que se llevaron a cabo, intentamos responder el interrogante: ¿qué claves de lectura de la crisis ofrecieron los candidatos que obtuvieron la mayor cantidad de votos positivos? La respuesta revela que en las elecciones argentinas del 14 de octubre 2001 no sólo estuvieron en disputa 72 bancas del Senado y 127 de Diputados, sino también ciertos horizontes comunitarios, es decir, algunos de los principios que habían regido la vida colectiva del país hasta 2001 y aquellos que lo harían luego del 19 y 20 de diciembre de ese año. En este sentido, si entendemos que estas jornadas de diciembre tomaron la forma de una escena deliberativa en la que ciertos principios organizativos de la comunidad habían sido cuestionados, también creemos que es preciso llamar la atención sobre las elecciones que habían sucedido pocos meses antes, en tanto allí ese proceso se dio bajo su forma institucionalizada, y no sólo en las voces ciudadanas, sino también en las voces políticas.

La pregunta que ha guiado esta indagación tiene una respuesta con dos aristas: en los discursos analizados, la crisis fue definida como a) el resultado de la implementación de un modelo, conformado por una serie de políticas públicas, ancladas en cierto orden de ideas (neoliberales) y cuyo principal motor era b) la voluntad del poder financiero, por contraposición al sector productivo nacional. Pero mientras el cuestionamiento al modelo (erigido como sintagma adversarial) fue un aspecto compartido por todos los casos estudiados −Alfonsín, Duhalde, Terragno, Moreau, V. Ibarra−, tanto durante la campaña como luego de las elecciones, existieron discrepancias respecto a los modos de construcción del lugar del contradestinatario (también asociado al modelo que debía ser dejado atrás). Buscamos destacar este como un elemento a considerar para dar cuenta de las divergencias en los resultados de cada uno de los candidatos y, en especial, del desempeño diferencial de Terragno y Alfonsín como referentes de la Alianza en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires, respectivamente. Sin soslayar las características electorales históricas de cada distrito (e.g. la fuerza del voto peronista en la provincia de Buenos Aires) y las específicas de esos comicios (e.g. la fragmentación del PJ en su oferta en la Ciudad), consideramos que el claro distanciamiento de Duhalde y Terragno respecto del gobierno (gracias a asociarlo discursivamente al modelo que se definía como causante de la crisis y que, se entendía, debía ser transformado) favoreció sus respectivos desempeños electorales. A diferencia de ellos, Alfonsín delineó un adversario más abstracto (un conjunto de ideas y un discurso “neoliberales”), de modo que no logró despegar con claridad su figura de la gestión de De la Rúa y Cavallo. En resumen, la mayor cantidad de votos positivos (especialmente en la ciudad y la provincia de Buenos Aires) fue para aquellos candidatos que trazaron una distancia clara con el gobierno y su modelo, definido −además− como una continuidad de las políticas del gobierno de Carlos Menem.

El sintagma adversarial el modelo encarnaba una línea temporal trazada entre el expresidente peronista y el presidente radical, de modo que la generalización de la polémica22 en torno suyo marcó el inicio de una etapa bisagra, cuyo punto más álgido fueron las jornadas del 19 y el 20 diciembre de 2001 y la disputa por la sucesión a fines de ese mes. Esa etapa selló la ruptura del consenso fiscalista que había primado en el campo discursivo de lo político y, al mismo tiempo, la consolidación de un nuevo consenso mercadointernista/productivista. Como intentamos exponer aquí, ese proceso de desarticulación-articulación ya había comenzado a darse en una porción no desdeñable del arco político. El mismo resultaría, asimismo, clave para la salida institucional de fines de 2001, la elección de Duhalde como presidente provisional y la construcción de su legitimidad de ejercicio a lo largo de su gestión entre 2002 y 2003. En resumen, haber rastreado las definiciones de la crisis en los discursos de aquellos candidatos que más votos positivos obtuvieron (aunque con foco en C.A.B.A. y provincia de Buenos Aires) revela a las elecciones de 2001 como una escena deliberativa institucionalizada (Plot 2008), al menos en dos sentidos. Por un lado, en su doble valencia como procedimiento para elegir representantes y como tiempo/espacio de debate público sobre los horizontes y principios organizativos que regían la vida en común (como lo revela la polémica por el modelo, entendido como un conjunto relativamente articulado de políticas públicas, intereses, actores, ideas y discursos). Este alcance solo puede ser vislumbrado al colocar las elecciones en línea con la protesta social de diciembre, la renuncia de De la Rúa y la sucesión de presidentes; es por ello que las definimos como una bisagra entre los consensos fiscalista y mercadointernista/productivista. Pero, y en un segundo sentido, porque ellas mismas devinieron un acontecimiento que, por la novedosa proporción de votos negativos y positivos, monopolizó la atención del público (Plot 2008: 202) –la ciudadanía, los elencos políticos, los medios de comunicación–, de modo que diversos discursos pugnaron por darle forma, precisamente, en tanto acontecimiento.

Con el análisis propuesto buscamos dar cuenta de esta dimensión deliberativa que, más allá del voto bronca, se plasmó en la polifonía de voces (en nuestro caso de estudio, con foco en los enunciadores de la política) que disputaron por construir sentidos en y sobre las elecciones de 2001. Si éstas constituyeron una escena deliberativa institucionalizada fue porque tuvieron la capacidad de “generar nuevos escenarios políticos y condiciones de posibilidad para acontecimientos subsiguientes” (Plot 2008: 204). Entendemos, por tanto, que en octubre de 2001 se abrió un tiempo público de deliberación sobre los contornos de las instituciones, las prácticas y los significados considerados legítimos para la comunidad. Los sucesos de diciembre de 2001 (las jornadas del 19 y 20, pero también la disputa por la sucesión) encontraron en aquellos comicios un antecedente que deber ser reinterpretado como una manifestación activa ciudadana, a la vez que como tiempo público de deliberación en la ciudadanía y en los elencos políticos entre múltiples cosmovisiones comunitarias.

Es preciso, finalmente, seguir indagando en las potencialidades del concepto de escenas deliberativas. En primer lugar, porque permite observar cómo ciertas coyunturas advienen tiempos públicos en los que se actualiza la pluralidad principios organizativos que subyacen al régimen estético-político (democrático) (Plot 2014). Pero, también, porque da cuenta de que esos procesos de deliberación pública y de escenificación de la decisión de la comunidad sobre sí misma y sus asuntos (que a pesar de que refiramos a ella como “la comunidad”, nunca es una consigo misma) “no necesariamente tienen que ser revolucionarios o fundacionales” (Plot 2008: 201), sino que también pueden darse en el marco del funcionamiento regular de sus instituciones. Así, la idea de que “las elecciones periódicas deben ser pensadas como excepciones deliberativas institucionalizadas” (Plot 2008: 204)23 abre una fructífera senda de reflexión sobre los puntos de entrecruzamiento entre “la política” y “lo político”, en la que parece posible pensar el vínculo entre ambas categorías más en términos de tensión, que de diferencia24.

Notas

1. Torre distingue entre votos positivos (sufragios emitidos con boleta válida, contabilizados como un sufragio a favor de un candidato) y votos negativos, es decir, votos blancos (válidos) y los votos anulados (considerados no válidos y, por tanto, excluidos para la consideración de la base sobre la que se calculan los porcentajes obtenidos por cada candidato).

2. Sin embargo, estos aspectos no conforman el núcleo de la clave interpretativa de los autores referidos.

3. Para un estudio sobre las intervenciones públicas de analistas, investigadores, encuestadores y periodistas en la etapa previa al 14 de octubre ver Herrero (2011).

4. Si se analizan los votos positivos, se encuentra que el PJ triunfó en 15 de las 24 jurisdicciones y en 3 de las 4 de mayor peso electoral (Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires).

5. Este programa –implementado en julio de 2001– ataba los egresos de las cuentas públicas a los ingresos y privilegiaba los pagos de deuda pública por sobre los salarios y las jubilaciones.

6. Sobre este punto es preciso dar cuenta de las limitaciones del corpus construido. Aun siendo periódicos de tirada nacional, las declaraciones públicas y entrevistas sistematizadas se centraron en los candidatos de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires. A pesar de este sesgo, el análisis propuesto reviste la potencialidad de enfocarse en dos de los dirigentes políticos que mayor protagonismo tuvieron en la salida institucional de fines de 2001: Eduardo Duhalde, elegido senador por la provincia de Buenos Aires por la primera mayoría y Raúl Alfonsín, por la primera minoría.

7. La campaña se lanzó una vez concretado el salvataje 5000 millones de dólares del FMI, a fines de agosto.

8. Retomamos aquí la distinción entre materiales y corpus propuesta por Elvira Arnoux (2013); este abordaje implica el relevamiento, lectura y sistematización de una serie de materiales (aquí, notas de opinión y periodísticas) para construir, luego, un corpus de análisis (compuesto, en este caso, por fragmentos o piezas discursivas que tematizaron un tema u objeto de discurso determinado).

9. La metodología y corpus seleccionados han sido el núcleo analítico de la tesis doctoral en la que se ha inscripto este trabajo. El mantenimiento de los criterios, a pesar de las referidas limitaciones, se rige por la voluntad de permitir la comparación con otros trabajos publicados sobre el periodo.

10. La obtención de 39 bancas fue clave para que el PJ impusiera, el 28 de noviembre, a Ramón Puerta como presidente provisional de la cámara de senadores y, por tanto, primer componente de la línea sucesoria. Pocos días después y también gracias a la mayoría lograda en las elecciones, el PJ se hizo con la presidencia de Diputados (lo que permitió que Eduardo Camaño quedara al frente del poder ejecutivo luego de la renuncia de Adolfo Rodríguez Saá, el 29 de diciembre de 2001).

11. Por caso, el “impuestazo” de aquel mes, el ajuste de mayo y el blindaje de diciembre del 2000, el plan de ajuste de López Murphy en marzo, el “megacanje” de junio y el “déficit cero” de Cavallo en julio de 2001.

12. En una primera etapa, este diagnóstico fue compartido por referentes de gran peso del PJ, como los gobernadores Carlos Ruckauf (Buenos Aires), Carlos Reutemann (Santa Fe) y José Manuel De la Sota (Córdoba).

13. En el desarrollo de esta clave de interpretativa de la crisis fue fundamental el papel de un grupo de diputados de la Alianza que encabezaron la oposición al gobierno a partir del mayo del 2000. Los legisladores que promovieron la publicación de los documentos “Construyamos otro modelo” (mayo y noviembre del 2000) fueron, entre otros, Alicia Castro, Enrique Martínez, Alfredo Bravo, Jorge Rivas y Elisa Carrió. Muchos de ellos (e.g. Castro, Carrió, Rivas, Bravo) se presentaron como candidatos a diputados en el 2001 en fuerzas políticas nuevas, es decir, por fuera de la Alianza.

14. En las elecciones presidenciales de 1999, en la provincia de Buenos Aires, la Alianza había obtenido casi el 45% de los votos, mientras que la Concertación Justicialista (PJ) había logrado el 42,81%. La diferencia fue aún mayor para la categoría de gobernador (41,36% Alianza, 37,44% PJ).

15. Para la categoría de senador de la CABA, el mayor porcentaje de sufragios (28%) correspondió a los votos negativos, mientras que el candidato con más votos positivos fue Terragno (con algo más del 21%). Dada la sólida diferencia entre ambos porcentajes, es difícil afirmar que “ganó Terragno”, aunque haya logrado obtener una banca y un porcentaje bastante mayor del casi 17% que cosecharon Nuevo País (Gustavo Beliz) y el ARI (Elisa Carrió).

16. Fragmento declaración Raúl Alfonsín (“El gobierno”).

17. La Alianza Frente Unión por Buenos Aires reunió a parte del PJ porteño (vinculada al menemismo) y a Acción por la República de Domingo Cavallo. Su primer candidato a senador fue Horacio Liendo (quedó en cuarto lugar con algo más de 11%) y a diputado, Daniel Scioli (tercero, con casi el 12%).

18. La Alianza tomó forma a nivel programático en 1998 de la mano de la “Carta a los argentinos”. Este documento fundacional afirmaba que uno de los objetivos primordiales de la coalición era lograr un “desarrollo sostenido con equidad”, a la vez que prometía “[hacer] que la economía sea un instrumento para mejorar la vida de la gente en lugar de contribuir a la riqueza de pocos” (Alianza para el trabajo, la justicia y la educación 1998)

19. El ARI se había lanzado en marzo del 2001 y era resultado de la coalición entre el Partido Socialista Democrático (de Alfredo Bravo y Jorge Rivas) y la diputada radical, Elisa Carrió; gran parte de los referentes que integraban sus filas habían formado parte de la Alianza.

20. “El modelo está muy jaqueado. (¦) Pensar en políticas recesivas en estos momentos casi resulta ya imposible. Ajuste, recesión, ajuste, recesión, ajuste, recesión. Así da la impresión que no vamos a ninguna parte” (“El enmascarado”).

21. Ciertamente, la superficie de emergencia configurada por esta polémica también favoreció el acceso de Adolfo Rodríguez Saá a primera magistratura (entre el 23 y el 30 de diciembre de 2001). Sin embargo, la fuerte retórica mercadointernista del puntano encontró una clara limitación en la decisión de no dar por tierra por la convertibilidad; como señalamos líneas atrás, este aspecto era uno de los núcleos clave del cuestionamiento del “modelo” de los gobiernos de Menem y De la Rúa.

22. Ciertamente la polémica no era completamente nueva. Lo que aquí señalamos es que se volvió generalizada a fines de 2001 y que las elecciones de octubre de ese año constituyen un hito clave en ese proceso.

23. Aunque Plot ha centrado esta clave analítica en las elecciones presidenciales (Plot 2016), el caso analizado permite concluir que los comicios legislativos también pueden ser analizados bajo este prisma.

24. Referimos aquí a la noción de diferencia política (Marchart 2009) que tiende a asociar la primera a lo puramente instituido/sedimentado y a atribuirle al segundo un valor instituyente/reactivador.

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