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Documentos y aportes en administración pública y gestión estatal

On-line version ISSN 1851-3727

Doc. aportes adm. pública gest. estatal  no.10 Santa Fe Jan./June 2008

 

ARTÍCULOS

Posicionamiento de la derecha y comportamiento electoral en la ciudad de Buenos Aires. Análisis de los comicios porteños de 2007.

Adriana Gallo (.)
(CONICET/ UNSAM)

(.) E-mail: doctoraag75@hotmail.com

RESUMEN
En el presente trabajo analizaremos el reciente triunfo de Mauricio Macri en la Capital Federal, quien se impuso en todos los sectores sociales, trascendiendo los límites del perfil del votante de la derecha tradicional. No obstante, el voto de derecha no se reduce al "voto duro" (voto de clase), sino que comprende también a electores cuyos intereses de clase no se asocian a ella, pero que aceptan los principios desplegados desde idearios derechistas. El éxito de la derecha estriba en presentar sus máximas como ajenas a las oposiciones ideológicas, neutralizando el carácter clasista de la ligazón representativa. Así, el voto de derecha puede provenir de la confianza en valores vincu- lados a la derecha (orden, seguridad, resguardo de la propiedad privada, etc.) y, recíprocamente, del rechazo a valores relacionados, desde el horizonte derechista, con la izquierda (ineficacia, inestabilidad, incumplimiento de la ley). Concluiremos que si bien pudo no haber sido un voto de derecha, en términos de composición de la base electoral, lo que es incuestionable es que fue un voto a la derecha, en función de la fuerza organizada que recepcionó los sufragios. De ahí que aunque se extraiga el carácter clasista del sufragio, corroboraremos que, efectivamente, se trató de un voto estructurado axiológicamente a partir de un dogma de derecha.

PALABRAS CLAVE: Voto derechista; Voto de clase; Elección racional.

ABSTRACT
In the present work we will analyze the recent triumph of Mauricio Macri in Buenos Aires City, who won in all social sectors, extending the limits of the profile of the traditional voter of the right. However, the rightist vote is not reduced to the "hard vote" (class vote), but includes also voters whose class interests are not associated with it, but who accept rightist principles. The success of the right is based on displaying its tenets beyond ideological opposition, neutralizing the classist character of the representative relationship. Thus, the vote for the right may come from the confidence in values linked to the right (order, security, safeguarding of private property, etc.) and, reciprocally, from the rejection of values related, from the rightist horizon, to the left (inefficiency, instability, infringement of the law). We will conclude that perhaps it wasn't a vote from the right, in terms of composition of the electoral base; nevertheless it is unquestionable that it was a vote to the right, based on the party that received the suffrages. For that reason, even if the classist character of the suffrage is extracted, we will confirm that it was indeed a vote structured axiologically from a right dogma.

KEY WORDS: Rightist vote; Class vote; Rational choice.

INTRODUCCIÓN
En el presente trabajo nos proponemos analizar el reciente triunfo del PRO, una fuerza política de derecha, con un porcentaje inédito de voluntades a su favor, en la Ciudad de Buenos Aires, un distrito habitualmente considerado poco conservador (Gallo, 2008a), con un electorado inclinado predominantemente hacia la centroizquierda1 (García Beaudoux, 2007; Burdman, 2007).

Muchos analistas y dirigentes políticos apuntaron que el respaldo de la ciudadanía porteña al empresario neoliberal Mauricio Macri en los comicios de junio de 2007 no debía interpretarse como un voto de derecha, sino más bien como la expresión de un transversalismo ideológico (Julio Aurelio, Graciela Rommer y Jorge Giacobbe, en Clarín, 05/06/2007), en la medida en que este candidato se impuso holgadamente en todas las circunscripciones y en todos los sectores socioeconómicos, trascendiendo los límites del perfil del votante de la derecha tradicional. Al mismo tiempo, agregaron que se había tratado de una "critical election" (Burnham, 1970), de una elección inusual, y que posiblemente los ciudadanos porteños volverían a ejercer un voto normal2 en los subsiguientes comicios de restitución, minimizando una posible durabilidad de las nuevas lealtades.

Aquí buscaremos cuestionar esa lectura, disociando al voto ideológico del sufragio puramente clasista -que describe una pauta de asociación entre clase y alineamiento electoral-, y sostendremos que sí habría sido un voto de derecha, pero con el agregado de que la fuerza política triunfadora habría tenido que camuflar buena parte de su programa tradicional para licuar la influencia del voto de clase y romper el techo histórico del apoyo popular en el distrito.

Luego de un análisis de la inclinación de la ciudadanía porteña hacia el macrismo, basado en elementos extraídos del enfoque sociológico del voto, el modelo psico social y la teoría de la elección racional, concluiremos que si bien pudo no haber sido un voto de derecha, en términos de composición de la base societal del mismo, lo que no es cuestionable es que se trató de un voto a la derecha, en razón de la agrupación que recepcionó los sufragios; procurando dejar asentado que el voto de derecha no se reduce al voto de clase, sino que comprende también a electores cuyos intereses de clase no se asocian al partido con el que se identifican, pero que aceptan (explícita o implícitamente) los valores desplegados desde idearios derechistas.

2. PERSPECTIVAS DE ANÁLISIS
Con el objeto de detectar los motivos que llevaron al electorado porteño a votar en determinada dirección realizaremos un análisis tomando elementos de los principales modelos teóricos o paradigmas interpretativos utilizados tradicionalmente en la literatura contemporánea para explicar la decisión individual del sufragio.

Comencemos con el enfoque sociológico del comportamiento electoral3. La teoría de los clivajes sociales o fisuras generativas4 tuvo como principales exponentes a Seymour Martin Lipset y Stein Rokkan (1967), quienes fundamentaron la estructura, continuidad y dinámica de los sistemas de partidos a partir de los clivajes (cleavages) o fracturas sociales, que son representados por las colectividades partidarias. Es decir, los ejes de confrontación interpartidaria son el resultado de ciertas tensiones sociales, que generaron alguna división estructural políticamente relevante en la sociedad (Bartolini y Mair, 1990), colocando a los individuos en un bando u otro, independientemente de su voluntad o decisión personal.

De las diversas divisorias posibles, el clivaje de clase social es en la actualidad uno de los que ejerce mayor influencia sobre los alineamientos partidarios, toda vez que las democracias occidentales se caracterizan por exhibir una estructura social dividida en clases. Siguiendo a Ludolfo Paramio (1998), la incidencia del clivaje social sobre el voto depende de la existencia de ciertas premisas fundamentales: (1) una correlación entre posición de clase y voto; (2) una correlación entre posición de clase e identificación con partidos de clase; (3) una definición de la confrontación electoral en torno a la oposición entre intereses de clase.

Por otro lado, el modelo psico-social5 procura explicar los condicionantes del voto, considerando que los ciudadanos utilizan ciertos valores políticos adquiridos por socialización, como instrumento mental para procesar la información política, y a partir de allí, desarrollan vinculaciones psicológicas o bien con los partidos o con ciertas posiciones ideológicas. De este modo, el comportamiento electoral tiende a ser de tipo emotivo y no instrumental (Anduiza y Bosch, 2004: 199). Este enfoque parte de dos axiomas: (1) la mayor parte del electorado experimenta una identificación con un partido, y por lo tanto se puede autoubicar en esta escala de identificación con el partido, y (2) la mayor parte del electorado vota a aquel partido con el que se identifica.

Finalmente, según la Teoría de la Elección Racional (TER) o Rational Choice Theory6, los votantes son agentes racionales, maximizadores e intencionales, es decir, efectúan un cálculo costo - beneficio (C/B) de cada alternativa factible de acción para cumplir un determinado objetivo, y escogen aquella donde la utilidad (=B-C) es mayor (Downs, [1957] 1973). Para esta escuela de pensamiento (1) cada individuo tiene una posición preferida a lo largo del espectro políticamente relevante de ideologías (de izquierda a derecha), (2) los políticos tratan de ubicarse en algún punto en el que no puedan ser derrotados por ninguna mayoría (o sea, en la posición del votante mediano7), y (3) la búsqueda del votante mediano incentiva a los candidatos a plantear plataformas tan similares que serían difícilmente diferenciables entre sí8. De esta forma, el modelo de la elección racional, en su versión más simplificada, postula que la competencia política entre partidos y candidatos se reduce a la votación sobre una variable unidimensional que es la ideología, en un espacio continuo, con preferencias unimodales, y termina resolviéndose a favor de quien presente las políticas públicas más atractivas para el votante mediano.

Hasta aquí, vemos que ninguno de los tres modelos será completamente efectivo para analizar el voto de derecha efectuado en los últimos comicios de la Ciudad de Buenos Aires, no obstante lo cual procederemos a emplear ciertos elementos combinados de los diversos paradigmas para extraer resultados integrados.

Por empezar, el primer modelo parte de que las personas pueden ser ordenadas de acuerdo a las categorías de clase alta, media y baja (Clark e Inglehart, 1998) y vaticina que los miembros de cada clase desarrollarán patrones de voto con las formaciones partidarias que defiendan sus intereses clasistas. Si bien esta escuela no dice nada acerca de la ideología específica de cada uno los partidos de clase, ciertos analistas han dado cuenta de la existencia de una correlación positiva entre sectores socioeconómicos bajos y voto a la izquierda, y estratos altos y preferencias por la derecha (Weackliem y Heath, 1994). En las elecciones aquí indagadas, este modelo teórico nos permitirá entender el sufragio ejercido por las clases acomodadas que deben de haber constituido el sostén cardinal de la victoria de la fuerza política derechista, representante de sus intereses de clase. Empero será insuficiente para realizar un análisis global de este evento, en tanto el macrismo recibió el apoyo de segmentos sociales ubicados en un bando de clivaje antagónico al representado por esa organización partidaria.

Aunque, por otro lado hay que tener en cuenta que, históricamente, en la Capital Federal (y en el país en general), la clase obrera se ha inclinado primordialmente no por una fuerza política de izquierda, de raíz marxista o socialista, sino por un partido populista de derecha9 (Ramos Jiménez, 2001; Bartra, 2007; Gallo, 2007). Relacionando esto con el segundo enfoque expuesto, señalamos que los electores de esa clase que elegían ritualísticamente a un partido derechista, no lo hacían como una manifestación emotiva de su ideología (es decir, de los elementos vinculados a su posición espacial) sino más bien como una expresión de su simpatía e identificación hacia la agrupación partidaria en sí misma, que trascendía las consideraciones ideológicas. En efecto, desde sus orígenes, el peronismo exaltaba valores genéricos, presentando una ideología aparentemente novedosa, emergiendo como una filosofía o religión política que suministraba al pueblo un nuevo ideal y un sentido de existencia10 (Sebreli, 1983: 61).

Sin embargo, en los últimos años, ese partido fue disociándose de muchas de las reivindicaciones concretas del pasado11, que le habían permitido suscitar un gran apoyo especialmente en la clase trabajadora; no obstante lo cual, continuó apelando a los valores políticos y prepolíticos12 que lo conectaban afectivamente con lo popular y que habían sido adquiridos por los sectores más humildes por medio de la socialización. De este modo, es factible que ciertas identidades sociales canalizadas históricamente por una fuerza de derecha populista hayan sido reencausadas por un grupo político asociado a valores análogos13. Así, la aplicación del paradigma psico social en nuestro caso puede contribuir a explicar que un agrupamiento político con claros intereses clasistas y nítidas posiciones en la escala ideológica haya podido captar elementos de la clase baja, a partir de la activación de ciertos valores prepolíticos identificados social y culturalmente con lo popular.

Por último, de acuerdo con la teoría de la elección racional, deberíamos conceder que los ciudadanos porteños son racionales, capaces de asumir una posición espacial, y que basan su voto en la intensidad de su deseo de que triunfe el partido más cercano a su posición preferida, como así también en la decisión esperada de los demás votantes y en la percepción de ser influyente en el resultado final (Downs, 1957: 288).

No obstante, el modelo espacial -en su versión más básica- en el cual los partidos y votantes son clasificados en una escala única tomando a la ideología como variable unidimensional, no resulta ser completamente adecuado, ya que los ciudadanos consideran otras cuestiones además de su autoubicación en el continuum izquierda-derecha a la hora de sufragar14 (como el sentimiento de adhesión partidaria, el apoyo u oposición al gobierno, la preferencia por algún issue, etc.). A esto hay que agregar que no siempre que se apela a la utilización del eje 'izquierda- derecha' se deja clarificado el contenido de estos conceptos: básicamente, la izquierda es el valor más asociado a la idea de igualdad socioeconómica, de regulación estatal (Bobbio, 1998), de cambio en el sentido de progreso social (de ahí, que se denomine "progresistas" a los que adhieren a la izquierda/ centroizquierda15); mientras que la derecha se caracteriza por desear mantener un statu quo determinado, favoreciendo a la élite tradicional (Coppedge, 1997). Dicho esto, es importante subrayar que la derecha busca constantemente presentar sus máximas como ajenas a las oposiciones ideológicas, neutralizar el carácter clasista de la ligazón representativa y organizar a la sociedad en torno a valores fuertes y universales (en la medida en que activar una divisoria excluye identidades sociales que no entran en ella), en aras de un tecnocratismo purista. Es decir, el éxito electoral de las organizaciones derechistas suele consistir en exhibir los preceptos que se vinculan inherentemente a la derecha (orden, seguridad, estabilidad, resguardo de la propiedad privada, etc.) como temas de valencia16 (valence issues) y no de posición17 (position issues). De este modo, en las elecciones analizadas -como así también en comicios de cualquier índole- el voto que haya sido ejercido en virtud de una confianza en los valores recién mencionados, y, recíprocamente, de un rechazo a los conceptos que se relacionan -desde el horizonte de la derecha- a la izquierda (inestabilidad, ineficacia, excesiva tolerancia contra quienes infringen la ley, etc.), debería ser entendido, lisa y llanamente, como un voto de derecha.

3. CAPITAL FEDERAL: CARACTERIZACIÓN MORFOLÓGICA DE SU ELECTORADO
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires constituye una unidad de gran importancia en el plano nacional debido a su relevancia política por su condición de asiento de las autoridades nacionales y por el gran tamaño de su electorado (Calvo y Escobar 2005: 294). A la vez, es el distrito argentino con un porcentaje más bajo de voto cautivo18 y menos dependiente de la influencia de las maquinarias partidistas, y se ha caracterizado históricamente por ir contra la corriente política nacional.

Figura 1
Circunscripciones y sectores socioeconómicos19 de la Capital Federal


Cordón Norte20: predominio de sectores socioeconómicos ABC1.
Cordón Centro21: predominio de sectores socioeconómicos C2 y C3.
Cordón Sur22: predominio de sectores socioeconómicos D1 y D2.
Fuente: elaboración propia sobre la base de la información obtenida y Speroni y Zambrano (2003).

Si se analizara el comportamiento electoral de los ciudadanos porteños aplicando estrictamente el primero de los modelos, habría que procurar detectar la existencia de una conexión no mediada entre clase social y voto. La investigación sobre la Capital Federal, basada en correlaciones y regresiones ecológicas, muestra que históricamente la clase social ha estado asociada positivamente con pautas de votación, de manera tal que el Partido Justicialista o Peronista (PJ) ha captado a los electores de la clase obrera particularmente situados en el cordón sur, la Unión Cívica Radical (UCR) a los sectores medios y pequeño burgueses ubicados en las circunscripciones céntricas de la ciudad, mientras que el apoyo a las fuerzas de centro derecha por parte de las clases medio-altas localizadas en el norte se ha expresado en similares pautas sistemáticas (Jorrat y Acosta, 2003).

De todos modos, cabe hacer ciertas salvedades al respecto: dadas las características movimentistas de los dos partidos principales, ambos adoptaron estrategias interclasistas y se disputaron el favor de grupos de bajos ingresos (de hecho, se produjeron drenajes interpartidarios en algunas zonas populares). Si bien el PJ logró esto último más eficazmente23, tampoco pudo calar tan profundo como en el resto del país, ni concitar mayorías continuas; a la vez, no ha existido en los votantes radicales de clase media, una conformación de preferencias tan pronunciada en términos de intereses de grupo. Tal vez el sufragio más claramente clasista ha sido el recibido por las fuerzas de centroderecha liberal24 por parte de los sectores de ingresos altos, que mantuvieron una implantación electoral estable.

Por otro lado, a partir de determinadas lecturas, se sostiene que la identificación política y sociocultural profundamente arraigada del peronismo con los sectores populares argentinos, al estar tan anclada socialmente, constituye una identidad más cultural que de proyecto ideológico político (Levitsky, 2001; Levitsky y Wolfson, 2004; Ostiguy, 1998, Ostiguy, 2007). Esto nos remite al modelo psico-social del comportamiento electoral que busca vincular el sentimiento de identificación con un partido con el acompañamiento ciudadano hacia el mismo de modo reiterado y prolongado en el tiempo.

Analizando la evolución histórica de los resultados electorales en la Ciudad de Buenos Aires encontramos tanto indicadores de la inestabilidad de las identificaciones partidarias como indicios fuertes de continuidad en las alineaciones ideológicas de los electores (Novaro, 1998). Los partidos mayoritarios experimentaron significativas fluctuaciones en sus resultados, pero el bipartidismo peronista-radical pudo mantenerse en pie durante largo tiempo, hasta la emergencia del Frente Grande/Frepaso a mediados de la década del 90 (Novaro, 1998; Abal Medina y Suárez Cao, 2002). Curiosamente, este frente, pese a estar conformado primordialmente por peronistas emigrados, disconformes con el modelo menemista y dirigirse a los sectores populares excluidos, logró una mayor inserción electoral en los estratos medios y medio/altos, mostrando asimetrías con el perfil tradicional de implantación justicialista (López, 1996).

A fines de los 90, se formó la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación entre la UCR y el Frepaso, que pudo potenciar el ascendente caudal electoral de esta última liga, anexando el arraigo electoral radical en las barriadas más populosas. A partir de allí -y hasta la capitulación de la Alianza- el compás de competencia partidaria recobró la disposición bipolar que históricamente había tenido, recomponiendo el tradicional perfil bifronte del sistema partidario nacional. Así, pese a las constantes oscilaciones registradas, la distribución de los sufragios se estableció permanentemente en torno a dos familias ideológicas diferenciadas, que desde mediados de los 90, se reagruparon de un modo diferente al precedente: una, centroderechista, peronista (que, paradójicamente, captó votos tradicionalmente antagónicos al PJ25); y otra, de inclinación radical progresista (que se nutrió de segmentos del voto peronista menos ligado a la clase obrera) (Calvo y Escobar, 2005).

Para completar lo expuesto, nos basaremos en elementos de la teoría de la elección racional para comprender las decisiones de los individuos dadas las constricciones del sistema electoral existente en la capital, por un lado, y para trazar esquemáticamente el perfil ideológico de la ciudadanía porteña, con el propósito de ubicar al votante mediano e inferir las preferencias mayoritarias, por otro.

El mecanismo electoral para nominar al Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es el sistema de doble vuelta o de balotaje, el cual permite que el elector exprese una opción sincera en la primera rueda, y luego ejerza un sufragio estratégico en la segunda instancia, reorientando concientemente sus preferencias (Sartori, 2003). De todos modos, con esta mecánica se desincentiva la configuración de consensos basados en alguna identificación positiva y se estimula la creación de un consenso negativo, que implica que un postulante considerado el 'mal menor' (Pachano, 1997; Pérez Liñán, 2002) se haga receptor de una gran proporción de "voto útil"26 contra el candidato menos preferido por la ciudadanía.

En cuanto a la posible ubicación espacial de los electores, mencionaremos un estudio de opinión27 llevado a cabo en ocasión de las elecciones indagadas (en el que se les preguntó a los encuestados si se definían ideológicamente en cuestiones políticas, utilizando las categorías izquierda, centro y derecha; luego, a los que respondieron afirmativamente, se les pidió que se autoubicaran en algún lugar del continuum).

Figura 2
Autoubicación ideológica del electorado porteño.

Fuente: elaboración propia, sobre la base de Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano (COPUB)29, 2007.

Figura 3
Votante mediano porteño.

Cabe mencionar que en los últimos tiempos la distinción izquierda-derecha se había reformulado en función de la gestión de gobierno y en particular con la política de los 90 (Cheresky, 2006: 18 y 19). Al finalizar esa década, tras el gobierno de Carlos Menem y las consecuencias de la aplicación de las recetas del neoliberalismo, el polo ocupado por la derecha/ centroderecha dentro del campo político, devino inaceptable para un sector significativo de la población.

En este contexto, considerando esto último y también que menos de un 15% de los electores porteños entrevistados podía ubicarse entre la centroderecha y la extrema derecha (con un votante mediano en la centroizquierda), resulta sorprendente que un candidato derechista haya obtenido el 46% del apoyo en la primera vuelta y el 60% en la instancia del balotaje.

De todos modos, diremos que muchos de los votantes que no se sitúan en la escala ideológica, que no saben o no contestan, e incluso que se autoubican pero no consideran temas posicionales como prioritarios en la determinación del voto, podrían igualmente adherir a los valores vinculados a la derecha, mencionados en el apartado anterior. Como habíamos expuesto, las fuerzas políticas derechistas se suelen ver beneficiadas si aparecen como no clasistas (Weackliem y Heath, 1994), colocándose más allá del conflicto social, y si se desvinculan de compromisos ideológicos, proponiendo un gobierno pragmático como patrón organizador de su propuesta (Gallo, 2008b). Es decir, la derecha neoliberal no suele verse a sí misma como una ideología, sino como el sistema superador de todas las ideologías, basado en el mercado, la competencia, la eficiencia y la gestión (Presman, 2007).

4. PLANTEO DEL PROBLEMA, HIPÓTESIS Y METODOLOGÍA
4.1. HIPÓTESIS
Como mencionamos, habitualmente se hipotetizan distintas relaciones entre variables explicativas (socio-demográficas, ideológico-partidarias, psicológicoactitudinales, etc.) y el comportamiento electoral, en base a evidencias empíricas de que existen segmentaciones en el voto (Oliva, s/f). Frente a esto, surge nuestro problema de investigación, que puede plantearse del siguiente modo: ¿Cómo se comprende que miembros de distintos grupos sociales, con diversas características socio-económicas y educacionales, diferentes localizaciones demográficas, disímiles pautas de procedencia político partidaria y desemejante autoubicación ideológica espacial, hayan votado de la misma manera en las elecciones porteñas del último mes de junio?.

Para comenzar a esbozar una respuesta tentativa a esa pregunta, proponemos realizar una primera gran disección dentro de los ciudadanos metropolitanos, entre aquellos que no emitieron un voto válido positivo y aquellos que sí lo efectuaron (ya aquí, habrá segmentación en el sufragio de ambos conjuntos); consiguientemente, evaluaremos, dentro de este último grupo, cómo puede caracterizarse a los que se pronunciaron a favor del candidato de la derecha Mauricio Macri.

Así, nuestra hipótesis se formulará del siguiente modo: la mayor parte de los ciudadanos habilitados para emitir el voto, no eligió al líder del PRO. Paralelamente, la configuración de preferencias electorales a favor de Macri se produjo de una manera diferente según cada subsector, pero existió una raíz común: en todos los casos el voto se estructuró de acuerdo con una pauta de derecha. En los sectores de clase alta y medio alta, el voto tuvo relación con la histórica implantación de clase de los electores; en las franjas de clase baja, Macri modeló un perfil acorde con el populismo derechista peronista que no se diluyó en los 90; y el comportamiento electoral de los votantes de clase media estuvo principalmente influido por la propagada máxima -veladamente- derechista de que no había que votar ideologías sino propuestas; con lo cual se consiguió presentar una licuación de toda segmentación en el electorado (social, ideológica, partidaria, etc.).

4.2. METODOLOGÍA
Este es un análisis fundamentalmente descriptivo, en el que se busca combinar tres enfoques teóricos diferentes para abordar el caso concreto de las elecciones a Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el año 2007, que concluyeron con el triunfo del derechista Mauricio Macri. En lo que sigue, indagaremos en detalle el voto de derecha efectuado por un amplio sector de la ciudadanía porteña; dentro de éste, vislumbraremos un componente netamente clasista, implantado en zonas geográficas específicas, otro componente ideológico, que radica básicamente en la neutralización de la divisoria ideológica, además de elementos subjetivos y personales con un alto impacto en la opinión pública.

Con tal objeto, en este análisis se trabajará con datos agregados y resultados de encuestas sistemáticas desde 1989 hasta la elección que nos concierne30. La particularidad de esta indagación es que aquí se considera el porcentaje de votantes que sufragó por cada uno de los candidatos sobre la totalidad de los ciudadanos empadronados y no sobre los votos válidos positivos, distribuidos en las 28 circunscripciones electorales en que se divide la Capital Federal31. Esto tiene su razón de ser en que nos interesa evaluar la distribución real de la ciudadanía metropolitana con respecto a sus preferencias político-electorales, dentro de las cuales se incluye la opción de votar en blanco o anular el sufragio, como así también la de abstenerse de participar en los comicios (pese a que esta opción no es constitucionalmente válida en la Argentina).

Con el propósito de inquirir acerca de las variables partidarias e ideológicas tendremos en cuenta, por un lado, la tradición electoral y la identificación partidista, con el objeto de rastrear el voto histórico a la centroderecha y al Partido Justicialista. Por otro lado, tal como expusimos previamente, consideraremos como factor indicativo del sufragio a la derecha, no la cercanía espacial de los electores a los candidatos derechistas, sino la adhesión a pautas valorativas de derecha, presentadas por fuera de las confrontaciones ideológicas.

Con respecto a la medición de las variables sociales, estimaremos la correlación existente entre el voto típicamente de derecha y los sectores socioeconómicos más pudientes, y la evolución de la asociación del voto de clase obrera con el peronismo. Para medir la interdependencia entre dos variables cuantitativas como son la clase social y el voto en las elecciones porteñas, utilizaremos dos índices estadísticos diferentes: por un lado, el coeficiente de correlación de Spearman según el cual los datos son ordenados y reemplazados por su respectivo orden32; y por otro, el coeficiente de correlación de Pearson, que es independiente de la escala de medida de las variables33.

De este modo, exhibiremos que en el voto a Macri de junio de 2007, la clase social muestra una presencia relevante, con significación estadística variable y con concentración específica en zonas determinadas. Por el lado de las variables ideológicas, interpretaremos que el conjunto de electores asociado con el polo izquierdista/centroizquierdista debe de haber sufrido un proceso de desintegración tal que los sectores que efectuaban un sufragio acorde a criterios ideológicos, pero sin ligazones partidarias, habrían optado por abstenerse, votar en blanco o anular el voto34; mientras que el sub-conjunto de electores progresistas más identificados con las fuerzas políticas tradicionales, se habrían inclinado mayoritariamente hacia Filmus. Finalmente, dentro del segmento de ciudadanos que no usaban el criterio ideológico para determinar su voto, en el cual las variables político-partidarias no eran tan significativas, la tendencia a apoyar a la agrupación derechista se habría vinculado a la efectiva repercusión del discurso despolitizado y desideologizado del macrismo.

5. ELECCIONES EN CAPITAL FEDERAL
Las elecciones a Jefe de Gobierno de la Capital Federal que tuvieron lugar en junio de 2007, tenían como principales contendientes al diputado nacional por el PRO, Mauricio Macri; al Ministro de Educación, Daniel Filmus, apoyado por el presidente Néstor Kirchner; y al entonces Jefe de Gobierno de la ciudad, Jorge Telerman -ex vice de Aníbal Ibarra-, respaldado por la principal líder opositora, Elisa Carrió.

Dadas las características antes mencionadas, en la Ciudad de Buenos Aires, los alineamientos electorales no se estructuraban automáticamente en torno a una línea de división determinada, pero de igual modo se expresaban en proyectos políticos diferenciados y estaban influidos en alguna medida por las dimensiones (clasista, ideológica, apoyo u oposición al gobierno35, partidaria36, etc.) que habitualmente intervienen en la configuración del voto.

Señalemos que hasta poco tiempo antes de comenzar la campaña electoral, existía una gran cantidad de ciudadanos que eran propicios a efectuar un voto castigo al gobierno nacional, pero que consideraban que la alternativa de acompañar a Mauricio Macri con el sufragio era ideológicamente inadmisible.

Por tal razón, una de las estrategias del macrismo, aparentemente, consistió en apelar al denominado votante dual (Riba 2000), quien pondera de un modo diferente las dimensiones que definen su sufragio según el tipo de convocatoria electoral; es decir, se trata de una categoría de votante que en las elecciones generales se pronuncia por el partido más cercano a su propia posición espacial, pero que no suele recurrir a tal criterio en los comicios locales. Por ello, Macri se abocó a puntualizar las problemáticas concretas de la ciudad -orden, seguridad, tránsito, basura, etc.-, sustrayéndolas del circuito de configuración ideológica que emplearía aquel elector para determinar su voto a escala nacional. De este modo, la estratagema de las élites del PRO habría radicado en bifurcar las dos arenas electorales (la nacional y la local) y procurar convencer a los ciudadanos de que esa fuerza política -supuestamente desideologizada y diferente a los partidos tradicionales- era la que mejor defendía sus intereses en el ámbito de su competencia.

Complementariamente, Macri se mostró como un empresario exitoso, exigió "no hacer ideología" (http://www.corrientepraxis.org.ar) y adoptó un discurso acorde con el sentido común característicamente neoliberal que invalidaba el conflicto y la confrontación (Casullo, 2007) en el que interpelaba al votante como un cliente al que le ofrecía un personal idóneo para administrar la ciudad, a cambio de los votos prestados. De esta manera, el postulante del PRO, al desarrollar el perfil de funcionario especializado, libre de pasiones e ideologías, habría buscado emerger como el candidato más apto para desempeñarse en la gestión37, convirtiéndose en el depositario de la ventaja de valencia38 (ergo, en el predilecto del votante mediano), identificando simultáneamente, la ideología -jactancia de la izquierda/ centroizquierda- con la ineptitud y la inacción (Gallo, 2008b).

Esta táctica electoral, que le habría permitido atraer votantes descontentos con los últimos gobiernos progresistas de la ciudad, se fue profundizando a medida que fue creciendo en las encuestas de opinión (distanciándose del candidato oficialista local y nacional). De ahí en más, Macri habría desarrollado una estrategia bandwagon (que refiere al que se sube al carro vencedor y opta por quien cree que ganará) mostrándose como el único dirigente con condiciones de aglutinar a una oposición fragmentada y desconcertada, y de amalgamar los remanentes de las implosiones partidarias.

5.1. RESULTADO
El 3 de junio de 2007, Mauricio Macri salió primero con amplitud en la primera vuelta de los comicios de la Ciudad de Buenos Aires, consiguiendo más de 785.000 votos, con 22 puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, Daniel Filmus, y dejando fuera de la carrera al incumbente jefe de gobierno porteño, Jorge Telerman. Tres semanas más tarde, el empresario del PRO se impuso sobre el candidato oficialista en la segunda ronda conquistando más de un 1 millón de sufragios a su favor.

Figura 4
Distribución del voto entre las dos vueltas electorales

En la primera vuelta, un tercio de los ciudadanos empadronados se abstuvo de pronunciarse en las urnas, conformando el sector más nutrido de los aquí estipulados. Los votantes de Macri constituyeron el subgrupo siguiente en términos cuantitativos (30,5% del total). En la segunda vuelta, el segmento más numeroso fue el de los electores macristas (39%), pero seguido de cerca por los abstencionistas que totalizaron el 32% del total de los inscriptos oficialmente.

Lo que es importante notar en esta instancia es que, pese a la exaltación de la victoria del líder del PRO, el 69,5% de los ciudadanos porteños no sufragó por él en la primera vuelta, y el 61% hizo lo propio en la segunda ronda electoral, registrándose uno de los más bajos porcentajes de votos válidos emitidos -con la excepción de 2001- en la historia política reciente bajo períodos de normalidad institucional sin proscripciones.

6. ANÁLISIS
6.1. HISTORIAL RECIENTE DEL VOTO EN LA CAPITAL FEDERAL
En esta ocasión procuraremos realizar un ejercicio comparativo entre el voto obtenido por Mauricio Macri y la performance habitual cosechada por los partidos de centroderecha, por un lado, y del apoyo ciudadano conseguido por Daniel Filmus, representando al FPV (versión aggiornada del histórico PJ), y la trayectoria peronista, por otro, comenzando con las segundas elecciones presidenciales después de la recuperación democrática. A partir de aquí buscaremos hallar regularidades empíricas respecto al comportamiento electoral de ambos sectores conformados por los dos extremos de la pirámide social, es decir, inquiriremos acerca de si existe o no continuidad del voto de las clases acomodas desde las formaciones derechistas hasta el macrismo, y del apoyo de las clases populares del PJ hasta el FPV.

Téngase en cuenta que las cuatro últimas elecciones corresponden a sendas rondas electorales de las últimas votaciones a jefe de gobierno porteño39, lo cual nos permitirá establecer la diferencia entre el voto emitido por convicción y aquél efectuado para evitar el triunfo de algún antagonista. Al tratarse de un sistema de doble vuelta, será esencial considerar las ideas antes mencionadas de consenso por la positiva, es decir, el crecimiento del voto sincero por un candidato, de un proceso electoral a otro (expresado en la obtención de mayor apoyo en la primera rueda electoral que en la segunda precedente) y consenso por la negativa, o sea el crecimiento del voto estratégico a su favor de un comicio a otro (observado en una mayor diferencia positiva intra vuelta).

Comencemos, entonces a rastrear el apoyo histórico a la derecha, que probablemente haya constituido la piedra angular de la victoria de este candidato en las elecciones porteñas de 2007. La derecha (no populista) premenemista estuvo representada por la UCeDé40, y en menor medida por la CFI41, y la derecha postmenemista estuvo corporizada en Compromiso para el Cambio y Recrear, dos fuerzas que en el año 2005 sellarían la coalición denominada Propuesta Republicana (PRO).

Figura 5. Performance electoral de la derecha/ centroderecha y voto al PRO (2007)

Los porcentajes obtenidos por la derecha neoliberal y el centro federalista en 1989 son coincidentes con lo cosechado por el macrismo en 2003 y en la primera vuelta de 2007 en las circunscripciones de mayor poder adquisitivo, que además son aquellas en las que se logró una mejor perfomance electoral42.

Por otro lado, Macri (tanto en 2003 como en 2007) sacó más diferencia con respecto a la derecha tradicional en los sectores menos pudientes -con- centrados básicamente en las parroquias del sur de la ciudad43- donde habría captado a los votantes de clase baja que en los 90 permanecieron en el PJ pese a su transfiguración ideológico-programática o que se volcaron hacia alguna escisión tardía del peronismo44. En el caso de la Boca y sus aledaños, habría influido su carácter de representante de un club de fútbol con una hinchada predominantemente de clase baja45, al cual convirtió rápidamente en un equipo triunfador, despertando un nivel de apoyo entre los sectores populares que ningún otro líder de su nicho ideológico (la derecha empresarial y elitista) había podido generar hasta entonces.

Además, en ciertos sectores populares la identidad peronista y la identidad futbolística con Boca tenían anclaje en valores prepolíticos comunes, asociados con aspectos culturales bien enraizados y con el folklore y la liturgia de lo popular y lo masivo46 (Ostiguy, 2007). Esto se puede vincular a las nociones provenientes del modelo psico social, señalando que en determinados grupos el sentimiento de identificación y pertenencia hacia lo popular, adquirido por socialización, pudo haberse repartido entre la identidad futbolística (con Boca) y la identidad político-partidaria (con el PJ). Si bien, tal como observaremos en lo que sigue, en los sectores más carenciados, el voto de clase se estructuró de un modo desfavorable hacia el macrismo, lo cierto es que esta correspondencia negativa fue más débil que la que históricamente exhibía la clase obrera respecto a la derecha tradicional (ver tabla 2).

Respecto a las diferencias que el propio Macri obtuvo de una elección a otra se advierte que su mayor consenso positivo -es decir, la mayor diferencia entre la segunda vuelta de 2003 y la primera de 2007- lo labró en zonas de clase media, históricamente adversas para él, donde aparentemente habría tenido buena repercusión el discurso desideologizado y antipolítico (Rommer, 2007), la presentación permanente de propuestas47 y el eje centrado en la resolución de los problemas cotidianos48 (Giacobbe; Rommer, 2007). Es asequible también que en estos sectores haya influido la presencia de la candidata a vicejefa del PRO, Gabriela Michetti -con un perfil más social, ligado a la inclusión de minorías- quien habría conseguido diluir el voto vergonzante hacia la derecha49, concentrado básicamente en los estratos medios de la ciudad.

Finalmente, en 2007, Macri habría creado un significativo consenso por la negativa -observado en la diferencia obtenida entre la primera y segunda vuelta- cuantitativamente parejo en todas las circunscripciones50. Posiblemente, y en sintonía con lo expuesto, esto esté vinculado al aparente éxito de este candidato en erigirse en el dirigente más apto para el cargo (apropiándose de la ventaja de valencia) y en secundarizar los asuntos posicionales en la configuración de preferencias públicas (minimizando el porcentaje de votos decididamente antiderechistas en la segunda vuelta51).

Figura 6. Performance electoral del PJ porteño y voto al Frente para la Victoria (2007)

Las mayores diferencias entre el apoyo histórico al peronismo y el voto a Filmus se encuentran en las circunscripciones en las que, como apuntamos, el macrismo habría absorbido votantes típicamente peronistas52. A la vez, el Ministro de Educación habría captado votos ajenos al tradicional porcentaje del PJ en secciones en las que el Radicalismo poseía un caudal significativo (ver anexo). De ahí que es verosímil pensar que el acompañamiento al candidato oficialista haya exhibido una raíz bifurcada con componentes que históricamente provenían de los dos partidos tradicionales.

En relación a eso, notamos que respecto a los primeros resultados del PJ exhibidos, la desviación del apoyo a Filmus en 2007 es inversa a la desviación del voto a la alianza liberal-peronista capitalina en 1992, luego del giro menemista hacia los sectores medio-altos. Señalemos que a partir entonces, el justicialismo metropolitano había pasado a exhibir pautas socioespaciales mezcladas o policlasistas (Jorrat y Acosta, 2003), aunque esto también le había implicado sacrificar un alto porcentaje de sus votos efectivos en áreas de bajo nivel económico social (recepcionados principalmente por la UCR) (López, 1997). A la vez, el mapa de implantación electoral de Filmus tiene similitudes al del Frepaso (ver también Figura 8), una liga que, tal como dijimos, modelaba un perfil de inserción electoral antagónico al del PJ53, pese a haber estado nutrida mayoritariamente por ex peronistas, congregándose en las zonas geográficamente céntricas de la ciudad.

Paradójicamente, el candidato postulado por el Justicialismo en 2007, concitó su mayor apoyo popular en los sectores en los que ese partido había sido electoralmente más débil y también en los que hubo una reacción más explícita y virulenta respecto de la drástica transformación programática experimentada por esa fuerza política, en la pasada década.

Figura 7. Fortaleza del bipartidismo en la Capital Federal

Aquí observamos el porcentaje de voluntades (nuevamente, sobre el padrón oficial) que concentraban los dos partidos principales (UCR y PJ) en las 28 circunscripciones capitalinas en las elecciones que prosiguieron a la recuperación democrática, hasta la conformación de la Alianza en 1997.

Si comparamos lo aquí derivado con los datos de los gráficos anteriores, podemos subrayar que Macri exhibió menores porcentajes de votos que las fuerzas de derecha y centroderecha en las parroquias que ostentaban un bipartidismo más débil y una mayor volatilidad electoral (Socorro, Pilar y Las Heras); mientras que las mayores diferencias las estableció en los barrios en los cuales el dispositivo binario PJ/UCR era más fuerte, especialmente en aquellos en los que era asimétrico a favor del peronismo (Villa Lugano, y un poco menos en la Boca54). En cambio, Filmus, desde el FPV, captó un porcentaje más alto por encima del tradicional acompañamiento al PJ, en las circunscripciones en las que el bipartidismo era robusto y además simétrico (San Carlos Norte y San Bernardo), en donde históricamente, se producían efusiones interpartidarias entre las dos fuerzas políticas principales, las cuales iban orientando alternativamente las preferencias de los votantes (Gallo, 2008a).

Esto permite reforzar el supuesto de que Filmus habría captado sufragios que provenían de los sectores con mayores niveles de adhesión partidaria, independientemente de la raíz partidista de los mismos55, mientras que Macri habría sido receptor del voto volátil, mutable y con bajo anclaje en las estructuras políticas organizadas56.

Figura 8. Evolución de la polarización macrismo- antimacrismo. Diferencias entre el voto a Filmus (2007) y a Ibarra (2003)57

Las circunscripciones en las que se produjeron las distancias más aguzadas entre ambas segundas vueltas corresponden a zonas de clase media, donde, como expusimos, posiblemente haya decrecido en mayor medida el voto estratégico antimacrista de una elección a otra. A la vez, las menores diferencias se ubicaban en los dos extremos del arco social -en las que se concentrarían las mayores preferencias sinceras hacia Macri- donde el núcleo de votantes opuestos a este candidato, más reducido que en otras áreas, se habría mantenido relativamente estable en los años transcurridos entre elecciones, mostrándose menos permeable al discurso desplegado en esta última convocatoria58.

Con respecto a la comparación entre la segunda vuelta de Filmus y la primera de Ibarra, las distancias mayores se encuentran en zonas de clase baja (donde el Ministro de Educación habría captado a electores peronistas no macristas, mordiendo por fuera del voto genuino ibarrista) y las menores se hallan en circunscripciones de clase medio-alta (donde Filmus habría tenido dificultadas para construir un consenso por la negativa, frente a la alternativa de derecha).

Por otro lado, es posible que muchos votantes que habían señalado a Ibarra en 200359, se hayan volcado hacia su ex compañero de fórmula en la primera vuelta de 2007, reagrupándose posteriormente en contra de Macri para el balotaje60. Sin embargo, la traslación de votos de Telerman a Filmus no parece haber sido tan alta como suponían inicialmente los que apoyaban al ministro, quienes posiblemente sobreestimaron la presencia de votantes que ponderaban los asuntos posicionales, desechando a cualquier expresión de derecha (Gallo, 2008a).

En relación a esto, es verosímil que la virulenta disputa entre aquellos dos candidatos (quienes compartían la misma base social y se disputaban el voto centroizquierdista) haya sido capitalizada electoralmente por Macri, quien habría desarrollado como dispositivo de diferenciación frente al llamado "falso progresismo" (un progresismo centrado en la retórica61), el planteo de una serie de propuestas -que se limitaban a declamaciones difusas- para el 'vecino porteño'62, en un marco de concordia y cordialidad. De este modo, tal como se mencionó, el PRO habría conseguido configurar un consenso por la negativa en el balotaje (muy superior al de 2003, cuando el término valencia no había sido incluido tan satisfactoriamente en el modelo espacial simple). En otras palabras, el macrismo habría captado a ciertos electores que -al margen de su ubicación en la escala ideológica- buscaban ante todo castigar la ausencia de propuestas (entendida como inexistencia de un plan viable de gestión) y la modalidad confrontativa de los sectores progresistas que habían gobernado Buenos Aires63, sin proporcionar soluciones a los problemas reales de los ciudadanos porteños64.

6.2.ANÁLISIS ESTADÍSTICO DEL VOTO EN LAS ELECCIONES PORTEÑAS DE 2007
Aquí intentaremos indagar acerca de la implantación electoral de las agrupaciones partidarias, en términos de composición social de la base electoral de cada uno de los candidatos, teniendo en cuenta que se trató de una convocatoria signada por un precipitado incremento del ausentismo electoral.

En lo que sigue, expondremos los resultados de la utilización de los dos índices estadísticos anteriormente mencionados (coeficiente de Spearman y coeficiente de Pearson), con el objeto de medir la asociación o interdependencia entre clase social y el voto.

Tabla 1. Correlación entre clase social y voto. Elecciones 2007

Observamos que, aplicando cualquiera de los dos coeficientes, el apoyo a Mauricio Macri exhibe una fuerte correspondencia con la presencia de la clase alta, una leve correlación positiva con los sectores medios, y una conexión marcadamente negativa con los grupos D1, D2 y E.

En orden al voto a Filmus, se nota una correlación negativa respecto a los segmentos más acomodados; un vínculo ligeramente positivo con el conjunto C2 y C3; y una ligazón considerablemente positiva con respecto a los estratos más bajos (lo cual se incrementa en la segunda vuelta).

Por último, aplicando los dos coeficientes al núcleo de votantes que no se pronunciaron positivamente por ninguno de los candidatos, se obtiene una correspondencia negativa tanto con los electores ABC1 como con los C2 y C3, pero significativamente positiva con los ciudadanos de clase baja.

Tabla 2. Correlación entre clase y voto (ABC1 -derecha y D1, D2, E - PJ). Elecciones 1989

En el caso del voto en 1989, está mucho más definida la correlación positiva entre clase baja y voto al Justicialismo, y clase alta y apoyo a la derecha, de lo que estuvo en las elecciones aquí indagadas.

En suma, es muy asequible que el PRO, pese a incluir a más electores de clase baja que las formaciones políticas de derecha de las décadas anteriores, haya encontrado su base de sustentación electoral en los sectores de mayores recursos, con bastiones populares circunscriptamente delimitados65. Paralelamente, si bien el FPV obtuvo una opaca performance, es verosímil que haya logrado captar con cierta eficacia el voto de los grupos socioeconómicos bajos, no obstante lo cual, los miembros de este sector mostraron una marcada tendencia al abstencionismo electoral y al voto blanco o nulo.

Cabe mencionar que la merma del voto positivo -una las formas que asume la crisis de los partidos políticos, y de las formas democráticas en general- se fue pronunciando notablemente (tanto a nivel distrital como nacional), a partir de 1991, en la etapa Menem (López, 1994). En consecuencia, la impugnación de los grupos más postergados a los actores representativos, incapaces de dar respuestas efectivas a sus demandas, podría dar la pauta de las consecuencias de la aplicación del modelo neoliberal, que provocó una acentuada erosión de las viejas lealtades, una ruptura de los lazos identificatorios del pasado, y una gran marginación social y política de amplios sectores de la población.

7. CONCLUSIONES
En este trabajo hemos intentado describir el voto recibido por la fuerza derechista PRO, liderada por Mauricio Macri en las elecciones a Jefe de Gobierno porteño de 2007, incorporando elementos de diversas ópticas teóricas diferenciadas.

Como señalamos, para indagar acerca del voto derechista, se puede considerar, por un lado, al enfoque sociológico, según el cual el sufragio tendría relación con la inserción de clase de un individuo, estableciendo la existencia de una relación no mediada entre clases acomodadas y voto a la derecha. Paralelamente, puede vislumbrarse esa misma relación desde la óptica psico social, en tanto las preferencias y actitudes políticas de los votantes de derecha son determinadas de algún modo por los intereses de la clase de procedencia; y desde el enfoque racionalista, que aduce una cuestión de mero autointerés racional, en la medida en que los miembros de esas clases se benefician con las políticas públicas postuladas por la derecha. De ahí que mientras se mantenga el supuesto de la racionalidad en los electores, sólo podrían verse beneficiados al elegir a la derecha quienes provengan de los sectores sociales más privilegiados.

De todos modos, al constatar la homogénea propagación del voto macrista en términos sociales y demográficos, se sostuvo que era necesario recurrir a alguna explicación que trascendiera tanto el determinismo de las cuestiones clasistas como el interés racional-instrumental de los individuos. Sin embargo, a partir del análisis aquí efectuado, estipulamos que los tres pilares del voto a Macri posiblemente hayan sido:

1- El voto de clase proveniente de los sectores más acomodados (ABC1), que tradicionalmente acompañaron a la derecha neoliberal. 2- El voto afectivamente ligado al peronismo de algunos electores de clase baja (D1, D2, E), que desde el viraje del menemismo, probablemente hayan tenido menos prevenciones de votar un dirigente neoliberal, manteniendo la identificación sociológica con lo popular como instrumento central para procesar la información política. 3- El voto de la clase media (C1 y C2), a partir de la disgregación de los asuntos ideológicos.

Lo que dejaremos asentado en esta instancia es que, a nuestro entender, en los tres casos se habría tratado de un voto de derecha: el sufragio del primer conjunto se vincularía con factores más estables, en tanto que las preferencias ideológicas se correlacionan, efectivamente, con la condición socio-económica de los electores; esto puede observarse en la consistencia de la implantación geográfica del voto derechista en circunscripciones determinadas, a lo largo de los años. Paralelamente, como ha sido oportunamente destacado, en la Ciudad de Buenos Aires se advertía una conjunción de estabilidad ideológica con inestabilidad de etiquetas partidarias, siendo su consecuencia la labilidad en las intenciones de voto, pero la permanencia en las adhesiones a dos grandes familias ideológicas diferenciadas.

El planteo expuesto era que los votantes se sobreponían a la desaparición y emergencia de sellos partidarios, mostrando coherencia y predictibilidad en sus comportamientos, y una notable capacidad de identificar y suscribir a corrientes ideológicas. En efecto, la disolución del polo radical progresista (tras el fracaso de la Alianza, la posterior asociación del progresismo con un sector del peronismo, y la desaparición territorial de la UCR porteña), habría derivado en que una gran parte de los miembros de este sector decidiera abstenerse, votar en blanco o nulo (lo cual, tampoco resultó ser una alternativa instrumentalmente racional en tanto se magnificó el porcentaje obtenido por el sector más reprobado). Simultáneamente, es factible que se haya modificado la permeabilidad del grupo de derecha, gracias a la estrategia macrista de centrarse en propuestas particulares, vinculadas a las problemáticas de la ciudad y de desactivar el eje ideológico en la discusión política.

En este contexto, Macri se habría afirmado como el actor principal del polo opositor, aglutinando a los sectores disconformes con el gobierno nacional, y oponiendo su afán por la eficacia y la gestión a lo que parte del periodismo dio en llamar "el fracaso de los gobiernos progresistas en la ciudad"66 (López, 2007; Lanata, 2007; Vera, 2007: 2; Presman, 2007, entre otros), de modo tal de que quedara asociada la ineficacia con la ideología centroizquierdista (Gallo, 2008a).

No obstante, en ambos casos, vemos que las dicotomías activadas pueden estructurarse de modo ideológico: si el beneficio de efectuar un voto castigo al oficialismo nacional y local y de tener una ciudad más organizada, segura y eficaz, aparece como ajeno a las distinciones ideológicas, entonces el costo de votar a alguien cuya ideología en principio no se comparte, pero que resulta competente para realizar los objetivos perseguidos, parece justificable en orden a maximizar su utilidad. Así, en los sectores medios de la ciudad (tradicionalmente asociados a la familia ideológica progresista) se impuso el desplazamiento hacia la derecha, a través de la sustracción del componente ideológico del cálculo contingente costo-beneficio (C/B). Empero, toda práctica social conlleva una definición ideológica, y como tal, posee una dimensión conflictiva inherente a la sociabilidad, con lo cual es imposible que el beneficio buscado sea universal y aideológico. Por un lado, el propósito de ponerle límites al gobierno de Kirchner habría provenido de ciertos electores que lo consideraban demasiado populista e intervencionista (es decir, como una traba a su libre desarrollo como capitalistas67). Por otro lado, en una elección local se vota también por símbolos y por imaginario; y, en efecto, como expusimos, las propuestas de orden, seguridad, gestión y eficacia -presuntamente ascéticas desde el punto de vista ideológico- son los puntales de la simbología ideológica derechista.

Concluyendo, por lo visto, el apoyo ciudadano a Mauricio Macri en las elecciones porteñas debería ser entendido como un voto de derecha polimorfo: si bien posiblemente se haya fundamentado en el carácter clasista del sufragio de los sectores privilegiados tradicionalmente adscriptos a la derecha, no se habría restringido al "voto duro" (voto de clase), sino que habría comprendido la adhesión de miembros no incluidos en su electorado de pertenencia, quienes, a nuestro entender, no consideraron el eje izquierda- derecha para ordenar sus preferencias, y a despecho de que no resolvieron concientemente efectuar un voto derechista, emitieron -en base a un distorsionado esquema de racionalidad- un voto estructurado valorativa y axiológicamente a partir de un dogma de derecha.

ANEXO

Tabla A. Distribución del voto entre las dos vueltas electorales (Figura 3)

Tabla B. Performance electoral de la derecha y centro derecha y el PRO (2007) (Fig. 5)

Tabla C. Performance electoral del PJ porteño y el Frente para la Victoria (2007) (Fig. 6)

Tabla D. Fortaleza del bipartidismo (Fig. 7)

Tabla E. Diferencias entre el voto a Ibarra (2003) y a Filmus (2007) (Fig. 8)

Tabla F. Correlación entre clase social y apoyo a Macri. Coeficientes de Spearman y Pearson (Tabla 1)

Tabla G. Correlación entre clase social y apoyo a Filmus (Tabla 1):

Tabla H. Correlación entre clase social y abstención y voto blanco o nulo (Tabla 1)

Tabla I. Correlación 1989 (Tabla 2)

NOTAS
1 No podemos dejar de mencionar ciertas situaciones excepcionales, como los triunfos de Fernando de la Rúa (UCR), en 1992 y 1996, y el de Antonio Erman González (PJ) en 1993, ambos ubicados en la centroderecha. No obstante, estos candidatos provenían de partidos nacionales y populares, con arraigo territorial, y fueron electos a mediados de la década pasada, cuando el sistema partidario aún no estaba desarticulado como ahora. Con lo cual consideramos que tanto la victoria de De la Rúa, que contó con el sustento del voto tradicional radical, como la de Erman, que respondió al apoyo del PJ, divergen significativamente de la consagración de Macri, un candidato asociado a la derecha empresarial y elitista.

2 Se denomina de este modo al voto repetido, a lo largo del tiempo, derivado de la identificación del elector hacia el partido (Anduiza y Bosch, 2004: 199).

3 Iniciado con los estudios de la Universidad de Columbia, liderados por Paul Lazarsfeld (1967).

4 El debate sobre los clivajes sociales generó tres modelos interpretativos: uno sociológico, siguiendo el modelo original de Lipset y Rokkan (Rose, 1968; Rose y Urwin, 1969; Heath, 1985, etc.); una segunda posición que, da más relevancia a los factores políticos (Inglehart, 1984; Dalton, 1988, Knutsen, 1998; Knutsen, 1989; Inglehart, 1990; Bartolini y Mair, 1990), y un tercer enfoque que pone mayor atención a la forma en que los factores políticos determinan el sistema de partidos desde arriba (Przeworski y Sprague, 1986).

5 Desarrollado en la Universidad de Michigan, por un grupo dirigido por Angus Campbell (1960). También puede consultarse a Budge, 1976; Budge y Farlie, 1986; Del Castillo, 1990, entre otros. Sobre la inexistencia de la ideología, léase, Converse, 1963.

6 Proviene de la Teoría de la Economía Política, desarrollado bajo principios de análisis económico para explicar los problemas de la política; e incorpora el análisis matemático a las ideas utilitaristas, construyendo un individualismo metodológico como fundamento.

7 El votante mediano es el individuo del medio en la ordenación de votantes de izquierda a derecha. Esto no implica que el agente mediano sea un agente que apoye a un partido centrista, sino que eso dependerá de la orientación general de la población.

8 Muchos estudios demostraron que diversos factores hacen que, aún en elecciones entre dos candidatos, las plataformas de los mismos presenten ciertas divergencias (Alesina y Rosenthal, 1995; Bartels, 1996).

9 El peronismo es un típico partido populista, cuya particularidad es la apelación difusa al 'pueblo' como referente empírico (Gallo, 2007). Los partidos populistas son un subtipo dentro de la familia de partidos populares que se conforman cuando prevalece el clivaje oligarquía/masa popular (por sobre el eje imperialismo/nación) (Ramos Jiménez, 2001: 237-238). Por otro lado, los militantes, dirigentes y legisladores del PJ lo ubican en la centroderecha del espectro ideológico (Con un puntaje de 6.05 en una escala donde 1 es izquierda y 10 es derecha). Los miembros de otros partidos lo ubican directamente a la derecha (Con un puntaje de 7.83). (Escudero, 2001: 66).

10 Léase "Las veinte verdades del Justicialismo" proclamadas por Juan D. Perón el 17 de octubre de 1950.

11 El aumento de la pobreza y la marginalidad, y la precarización y caída del empleo, rasgos centrales del menemismo, eran la antítesis de los baluartes tradicionales del peronismo (extensión de los derechos sociales, integración social y distribución progresiva del ingreso) (Canelo, 2005: 2).

12 Valores que no se ligan estrictamente a lo político pero que pueden ser politizables (Anduiza y Bosch, 2004: 193).

13 La apelación a ciertos elementos propios de la identidad peronista tradicional le habían permitido a Carlos Menem preservar gran adhesión en los sectores populares (los más perjudicados por las medidas de los 90) (Canelo, 2005). A partir de entonces, el menemismo habría cedido a la derecha neoliberal postmenemista un conjunto de recursos invalorables, obtenidos originariamente de la matriz del peronismo.

14 En nuestro país, las principales dimensiones explicativas del comportamiento electoral serían además de la ideología, la clase social, la identificación partidaria y la evaluación de la gestión económica gubernamental (Jorrat y Acosta, 2003).

15 De aquí en adelante, cuado se hable de "progresistas", se estará haciendo referencia a electores que adscriben a la centroizquierda. Esto tiene su razón de ser en que originariamente este término tenía una connotación valorativa positiva, pero en los últimos tiempos, especialmente en el ámbito de la Capital Federal, donde habían gobernado sectores de ese signo ideológico desde fines del siglo pasado (Mauro, 2007), adquirió un cariz despectivo. Luego, se verá con más detalle este punto.

16 Son cuestiones que suscitan respuestas unánimes, que no son controversiales o polarizantes de la opinión. El término valencia también puede usarse para captar la aptitud del candidato o partido para desempeñarse económicamente (Stokes, 1963).

17 Se trata de asuntos que promueven dos o más posturas divergentes, a cada una de las cuales se adhiere un grupo distinto.

18 En esta ciudad hay un 7,8% de voto cautivo, cuando el promedio nacional es de 17,4% (Lazzari y Simonetta, 2004).

19 Con el objeto de simplificar la clasificación, utilizaremos las categorías socioeconómicas ABC1 (nivel universitario completo, con cargo empresario o dependiente de alta jerarquía), para referirnos a la clase alta, C2 y C3 (nivel secundario completo, con cargo dependiente de jerarquía media), para la clase media, y D1 y D2 (nivel primario completo, con cargo dependiente manual, de baja jerarquía. También sectores con NBI insatisfecha), para la clase baja.

20 16 - Belgrano; 17 - Palermo; 18 - Las Heras; 19 - Pilar; 20 - Socorro; 25 - San Luis Gonzaga; 27 - N. Sra. Del Carmen; 28 - Saavedra.

21 1 - Vélez Sarsfield; 5 - Flores; 6 - San Carlos Sud; 7 - San Carlos Norte; 9 - Balvanera Oeste; 11 - Balvanera Norte; 15 - San Bernardo; 24 - Versalles; 26 - San José.

22 2 - San Cristóbal Sud; 3 - Santa Lucía; 4 - San J. Evangelista; 8 - San Cristóbal Norte; 10 - Balvanera Sud; 12 -Concepción; 13 - Monserrat; 14 - San Nicolás; 21 - San Vicente de Paul; 22 - Villa Lugano; 23 - Cristo Obrero.

23 El cordón sur está sobrepoblado de pobres estructurales, quienes constituyen el segmento social más adherido a la oferta política justicialista (López, 1992).

24 Desde la recuperación democrática el porcentaje más alto obtenido por una organización de derecha había sido el 16,27% de la fórmula D. Cavallo - J. Mera Figueroa en las elecciones de 1999.

25 Dado el viraje hacia los sectores altos del PJ durante la década menemista (Gallo, 2008a).

26 Aquel comportamiento en el que el elector no vota quien preferiría según el resto de los antecedentes del voto, sino que escoge a quien prefiere entre los que obtienen representación (Anduiza y Bosch, 2004: 257).

27 Nos hemos basado en el este análisis estrictamente, ya que buscamos exhibir porcentajes exactos y lo consideramos adecuados, en tanto el resto de los estudios hallados mostraban datos similares.

28 Los encuestados fueron interrogados también respecto de ideas asociadas a las categorías izquierda y derecha, y el 40% no pudo mencionar nociones, valores o conceptos vinculados con dichas categorías. Así, observamos que si bien en la Capital Federal, una buena parte de los ciudadanos son capaces de autoubicarse individualmente en algún lugar de la escala ideológica izquierda-derecha, a la vez, manifiestan cierta incapacidad para reflexionar y relacionar cada uno de esos significantes con significados precisos.

29 Ficha técnica: 603 ciudadanos, 52% mujeres, 48% hombres; por cuotas de sexo y SES; abril, 2007; método: encuesta, con preguntas abiertas y cerradas.

30 No tomaremos todas las elecciones, en primer lugar, porque no ha sido posible hallar todos los resultados desagregados por circunscripciones y referidos al padrón oficial de todas ellas, y en segunda instancia, porque sería tedioso e irrelevante manejar datos de más de diez comicios electorales, cuyos resultados muchas veces se superponen.

31 En todos los esquemas expuestos se trabaja con los porcentajes obtenidos, sobre el padrón zonal.

32 El estadístico ρ viene dado por la expresión: , donde D es la diferencia entre los correspondientes valores de x - y. N es el número de parejas.

33 El cálculo del coeficiente sagas g de correlación lineal se realiza dividiendo la covarianza por el producto de las desviaciones estándar de ambas variables: .

34 Esto pudo haber sido favorecido por el llamamiento de sectores de la izquierda ortodoxa, antagónicos al gobierno (PTS, PCR, PO, MAS, MST, IS) a no concurrir a votar o sufragar en blanco en el balotaje (Gallo, 2008a).

35 En la medida en que estos comicios tuvieron lugar cinco meses antes que las elecciones presidenciales, estuvieron afectados por el eje 'apoyo-oposición al gobierno' que suele predominar cuando un gobierno se somete al escrutinio ciudadano, particularmente ante la existencia de reelección presidencial (Gallo, 2008a).

36 Hay que señalar que el eje partidario había dejado de responder estrictamente a una lógica de lucha política entre partidos (Acuña, 2000); y en este caso, se podría agregar la divisoria vieja política - nueva política (o política partidista - antipolítica), pautada entre el dispositivo PJ-UCR, por un lado y las nuevas fuerzas emergentes, por otro.

37 En términos de Chantal Mouffe "el uso de la palabra gestión borra diferencias de cosmovisiones teóricas o de valores ideológicos entre las propuestas" (La Voz, 23/08/07).

38 La valencia del candidato es un atributo fijo: o se la posee, en tal caso se tendrá una ventaja de valencia o se carece de ella, en tal caso habrá un déficit de valencia (Ansolabehere, 2006). En la medida en que el candidato aventajado se ubica cerca del votante mediano, el desafiante buscará diferenciarse, resaltando aspectos posicionales. Con lo cual, la inclusión del término valencia altera la decisión del votante y la lógica de la competencia espacial, toda vez que se elegirá al más competente al margen de su ideología (Ansolabehere, 2006).

39 Mientras que en el primer comicio considerado (en 1989) regía un sistema de pluralidad simple, y además, se toman elecciones legislativas, con el efecto arrastre a nivel nacional.

40 La Unión de Centro Democrático (UCeDé) era un partido liderado por el ing. Álvaro Alsogaray, quien fuera funcionario en gobiernos dictatoriales en décadas pasadas. Posteriormente, en la década del 90' este partido fue fagocitado por el PJ, tras su drástica reconversión al neoliberalismo. Durante el menemismo, la UCeDé se presentó continuamente en alianzas con el partido oficial, transfigurando su base de sustentación electoral, con lo cual no será tenida en cuenta de allí en adelante.

41 La Confederación Federalista Independiente (CFI) era un agrupamiento de centro o centroderecha, heredero del Partido Federal de Paco Manrique.

42 En 2003, la regresión entre los sufragios derechistas (CPC+Recrear) en primera vuelta y los de CPC en segunda da un muy alto 0.97, con una R2 también cercana a 1; lo cual sugiere que su base electoral probablemente haya sido la misma.

43 Especialmente en la 4, S. J. Evangelista, que es el barrio de La Boca. Empero, en ninguna de esas circunscripciones, el voto macrista se situó por encima de su media distrital ni en la primera ni en la segunda vuelta de 2007 (que era 29,94% y 38,25%, respectivamente).

44 Como Nueva Dirigencia, fuerza política liderada por el ex ministro, Gustavo Béliz, o Acción para la República, dirigida por Domingo Cavallo, con similares perfiles de implantación electoral que el peronismo noventista.

45 Según un estudio del Centro de Estudios Nueva Mayoría, del los sectores DE, el 42% son hinchas de Boca (http://nuevamayoria.com/es/investigaciones/sociedad/040913.html).

46 En términos del politólogo canadiense Pierre Ostiguy (2007) "el peronismo está más cerca de Boca que de Marx".

47 De acuerdo al sondeo antes citado, el 36% de la población porteña vota por propuestas independientemente de aspectos partidarios e ideológicos (COPUB, 2007).

48 Macri se dirigió decididamente a la clase media con la política de "mano dura", (http://www.argenpress.info/nota.asp?num=043468&parte=0). La clase media adheriría en mayor medida a su idea de limpiar la ciudad, de impedir que los cartoneros ingresaran a la Capital, de evitar que las villas ocuparan terrenos con una valuación fiscal alta, etc. En la medida en que esta clase quería que le aseguraran lo que tenía se sintió atraída por el discurso macrista (Feinmann, 2008).

49 En eso coincidían la mayoría de los encuestadores (Clarín, 30-06-07). El denominado "efecto Michetti", que habría abarcado casi el 12% de los votos totales (http://www.diarioperfil.com.ar/ edimp/0183/articulo.php?art=1506&ed=0183), le habría aportado a Macri la diferencia para perforar el techo histórico de esa fuerza política (Martínez Pandiani, 2007).

50 Con una media de 8,31% y una bajo rango de amplitud del 2,76%. La media en 2003 había sido de 5,61% y la amplitud del 6,4% (con picos de 10,33 en Socorro y 9,13 en la Boca).

51 Filmus, el candidato con un déficit de valencia, había puesto el acento en la ideología como contraposición al discurso macrista.

52 Como la 4 y la 22 (donde existe la mayor concentración de pobres estructurales).

53 Cuya mayor eficacia electoral se sitúa en el norte y sur distritales.

54 Factiblemente, en estos barrios, los electores fugados del peronismo que sobrevivieron al giro ideológico de los 90, posteriormente se hayan volcado hacia el empresario.

55 Cabe señalar que en la campaña para el balotaje, se usó el lema "Porque tengo convicciones, lo voto a Filmus". Esto no tuvo demasiado provecho, ya que probablemente muchos de quienes tenían convicciones (o sea, una ligazón históricamente sólida con la línea política de algún partido) habrían resuelto su voto por el ministro (en tanto lo habían señalado en la primera rueda), en cambio el territorio o coto de caza a conquistar por el oficialismo era aquel conformado por los sectores abúlicos y poco interesados en la política, que factiblemente hayan terminado inclinándose por Macri.

56 De hecho, como veremos, muchos de los votantes de segunda vuelta de Macri, en particular en las áreas de clase media y alta, eran abstencionistas o votantes en blanco de la primera elección.

57 El sector de Aníbal Ibarra (ex miembro del Frepaso), Diálogo por Buenos Aires, participó con Filmus en la lista presentándose como legislador; con lo cual, consideraremos que ambos comparten el mismo espacio político. Además, como Ibarra había competido contra Macri, ganando en segunda vuelta, es de interés observar como se estructuró el consenso negativo en contra de ese candidato en ambas ocasiones.

58 Aunque como veremos luego, en esas zonas, muchos de los electores que no se habían pronunciado positivamente, habrían votado a Macri en el balotaje.

59 Hay que tener en cuenta que el 41% de los votantes de Ibarra -localizados particularmente en el centro y este de la ciudad- había sufragado por la líder del ARI en las elecciones presidenciales de 2003 (Calvo y Escobar, 2005: 303 y 305). Las diferencias negativas más abultadas entre Ibarra y Filmus se produjeron en las circunscripciones en las que el primero había recibido mayores transferencias provenientes de Carrió en las elecciones presidenciales precedentes.

60 Esto se observa en que las cuatro circunscripciones que más diferencia sacó Filmus entre la primera y la segunda vuelta fueron cuatro de las que Telerman hizo una mejor elección (Cristo Obrero, San Carlos Norte, Vélez Sarsfield y San Cristóbal Sud).

61 Al que se presentaba como contracara un progresismo de la gestión, es decir, una voluntad política de progreso social asentado en la capacidad transformadora de la máquina administrativa estatal (Mauro, 2007).

62 El referente 'vecino' es la clave de todo discurso municipalista, centrado en la resolución de lo cotidiano.

63 Según el director del Programa de Estudios de Opinión Pública de la Universidad Abierta interamericana (UAI), "el discurso de Macri es mucho mejor que el de Filmus para el imaginario colectivo de los porteños. El porteño (...) quiere soluciones tangibles, como tapar los baches, y combatir la inseguridad, en lugar del discurso de 'el país que queremos'" (http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0183/articulo.php?art=1506&ed=0183).

64 En la campaña, se puso el foco en la gestión frente a "los políticos" que discuten y no resuelven "los problemas de la gente" (Mauro, 2007).

65 Ya desde las elecciones de 2003, los votos obtenidos por Macri entre la 4 y la 22 superaban el 10% de su cosecha total.

66 Sin efectuar distinciones entre una administración superavitaria, desplazada de un modo muy cuestionado, y otra, deficitaria, que utilizó fondos públicos para financiar la campaña de su titular (Gallo, 2008a).

67 Esto respondieron algunos encuestados reportados por Clarín (http://www.socialismo-obarbarie.org/argentinazo/070617_c_eleccionesencapital.htm).

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http://www.socialismo-o-barbarie.org/argentinazo/070617_c_eleccionesencapital.htm

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