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Documentos y aportes en administración pública y gestión estatal

versión On-line ISSN 1851-3727

Doc. aportes adm. pública gest. estatal  no.14 Santa Fe jun. 2010

 

ARTICULOS

Primarias Abiertas y Doble Vuelta Electoral. Análisis de su Aplicación Concurrente en los Comicios Presidenciales del Uruguay

Adriana Gallo (•)
(CONICET - Universidad Nacional de San Martín, Argentina)

(•) E-mail: doctoraag75@hotmail.com


RESUMEN
En este trabajo se evalúan los efectos de la aplicación concurrente de dos instrumentos institucionales -internas o primarias abiertas y sistema de doble vuelta electoral o con balotaje- sugeridos durante las últimas reformas políticas latinoamericanas. La temática es relevante ya que ambos mecanismos comparten objetivos similares que pueden reducirse a lo siguiente: dotar de más herramientas de discernimiento político a los ciudadanos, proveer de mejores condiciones democráticas a los partidos, e incrementar la base de sustentación electoral y la legitimidad del Presidente. Aquí se inquiere acerca del caso de la República Oriental del Uruguay, donde los dos instrumentos de ingeniería institucional se adoptaron formalmente -en el contexto de la reforma constitucional de 1996- y fueron implementados en tres oportunidades (en 1999, 2004, 2009). Luego, se comparan los resultados con el objeto de constatar la evolución de la implementación consecutiva de estas normativas y de sus efectos sobre el funcionamiento democrático.

PALABRAS CLAVE: Primarias Abiertas; Doble Vuelta Electoral; Uruguay, Representatividad Partidaria.

ABSTRACT
Open primary elections and majority run off system. Analysis of its concurrent application in presidential elections in Uruguay This paper will evaluate the effects of the concurrent application of two institutional instruments -open primary elections and majority runoff system- suggested during the last political reforms in Latin America. The topic is relevant since both share similar objectives that are, in brief: to give citizens additional tools for political discernment, to provide parties with better democratic conditions, to legitimate the medium voter candidate, and to increase the electoral base and democratic legitimacy of the President. Here we inquire about the case of Uruguay, where both instruments have been formally adopted -in the context of the 1996 constitutional reform- and have been implemented three times (in 1999, 2004 and 2009). Afterwards, we compare the results to ascertain the evolution of the consecutive implementation of these norms and their effects on democratic functioning.

KEY WORDS: Open Primary Elections, Majority Run Off, Uruguay, Party Representativeness.


 

1. INTRODUCCIÓN

Todo el proceso de crisis y transformación de los partidos políticos y sistemas de partidos, desencadenado durante las últimas décadas del siglo pasado en América Latina, ha tenido características peculiares, tanto en lo que respecta a la organización partidaria -que abarca su faz interna y externa- como al ejercicio de sus funciones esenciales. Las modificaciones organizacionales sufridas por los partidos latinoamericanos pueden resumirse en las siguientes tendencias concomitantes (Roberts 2002: 74/76): declive de las bases militantes, mengua de la afiliación formal, movilidad y volatilidad electoral de los ciudadanos, autonomización de líderes respecto de la ideología partidaria y fortalecimiento de su propio poder organizativo, etc.

Estos cambios redundaron en el surgimiento de una agenda de reformas orientadas, principalmente, a incorporar procedimientos que recrearan los vínculos entre los actores políticos y la ciudadanía, que consolidaran liderazgos populares y concentradores y que, al mismo tiempo, contribuyeran a optimizar el funcionamiento de las organizaciones partidistas.

Así, se subrayó, entre otras cuestiones, que los partidos políticos debían realizar una adaptación y una reestructuración conforme a las condiciones ambientales en las que les correspondía operar. Esto comprendía transformaciones tanto en lo interno (democratizando sus estructuras, renovando su personal dirigencial e incorporando métodos electivos1 de nominación de candidaturas), como hacia el exterior (generando un espacio de confianza y credibilidad para el electorado neutral, optimizando su posición en la lucha por los votos) (Harmel y Janda, 1982).

Consecuentemente, en este trabajo se procurará analizar ciertos instrumentos institucionales integrados formalmente en la agenda reformista latinoamericana que conciernen a estas dos áreas de la vida partidaria y que han sido concebidos como vías apropiadas para establecer puentes entre el partido como organización burocrática y el partido como organización electoral (Vargas Machuca, 1998: 150), y para generar mayor circulación de incentivos, tanto para la participación ciudadana como para el buen desempeño del gobernante (Sartori, 2003: 191); con el objeto ulterior de perfeccionar la representatividad partidaria.

Se indagará, por un lado, acerca del mecanismo de elecciones internas o primarias abiertas2 presidenciales (más vinculado con ámbito interno) y el sistema de elección de doble vuelta electoral (DV) o con balotaje3 (Majority Run Off) (más el concerniente al ámbito externo). Posteriormente, se evaluará la aplicación concurrente de estas dos herramientas, cuya puesta en práctica involucra a aspectos semejantes y fundamentales de la disciplina: configuración de preferencias ciudadanas; participación electoral; señalamiento de candidato del votante mediano; resolución de "Paradoja de Condorcet"; control de calidad por el que deben pasar los aspirantes cargos públicos; construcción de opciones políticas; legitimidad del representante, etc.

La primera modificación institucional citada ha emergido tras los cambios mencionados en la estructura interna del partido, que afectaron al selectorate (Rahat y Hazan, 2001: 301) -es decir, a la entidad encargada de la función selectiva-, a partir de lo cual la dicotomía designación-elección pasó a cifrarse como una opción cerrada entre mecanismos restrictivos y oligárquicos, por un lado, y procedimientos no partidarios, en los que se apelaba al conjunto de la ciudadanía para dirimir las candidaturas (internas abiertas), por otro. En efecto, se sostiene que como el aspirante presidencial ha de adoptar estrategias acordes con la voluntad del potencial electorado y su labor institucional tiende a la consecución del interés general, debe permitírsele a todos los ciudadanos participar en el proceso de nominación del mismo y condicionar, así, la agenda política de los gobernantes. De este modo, se argumenta que las primarias abiertas permiten asignar responsabilidades de un modo discriminado (Vargas Machuca, 1998), liberando a los votantes de la disyuntiva de penalizar al conjunto de su opción identitaria o bien renunciar, debido a su alto costo, a la facultad de sanción o "decidibilidad" (Bartolini, 1996: 227).

Algo similar puede argüirse con respecto al balotaje, que otorga al elector la posibilidad de expresar una opción sincera en la primera rueda y de ejercer luego un voto estratégico en la segunda instancia, reorientando concientemente sus preferencias, considerando los resultados de la primera elección (Sartori, 2003: 24). A la vez, la segunda vuelta facilita la reducción del número de partidos políticos en el sistema, suministrando elementos para la gobernabilidad y, al mismo tiempo, permite descartar prestamente a los postulantes que fueran impugnados por una porción significativa de la población; otorgando mayor legitimidad electoral y democrática al representante, porque su nominación se sustentaría en la voluntad inapelable de la mayoría de los representados.

En este trabajo se procurará, no sólo exponer las características aisladas de cada uno de estos procedimientos de ingeniería institucional, sino básicamente examinar exhaustivamente los corolarios del empleo concurrente de ambos, a lo largo de todo el proceso eleccionario. A los fines de alcanzar nuestra meta, orientaremos la investigación en torno al modelo uruguayo, el único caso latinoamericano en que el método de primarias abiertas y la regla de la doble vuelta electoral fueron establecidos normativamente e implementados en forma consecutiva en tres oportunidades (1999, 2004 y 2009). En efecto, en la República Oriental del Uruguay, a partir de la reforma constitucional del año 1996, se ha puesto en práctica un sistema de tres fases para los comicios presidenciales: 1. las internas abiertas partidarias para postular a los candidatos, reguladas oficialmente por el organismo electoral del país4; 2. las elecciones nacionales para elegir al Presidente y al Vicepresidente5; y 3. el balotaje, que se lleva a cabo entre las dos fórmulas más votadas si ninguna consiguiera el 50% más uno del total de votos emitidos en la primera vuelta6.

Así, el objetivo general de esta indagación será analizar el impacto de los procedimientos citados sobre ambas arenas (interna y externa) partidarias a lo largo del proceso eleccionario trifásico; estimando si se logra acercar a los votantes independientes a la actividad partidaria, si se eligen a los postulantes más populares y representativos, y si se reduce la cantidad de partidos que compiten (a través de la agregación de ciertas demandas y preferencias), sin que se generen ni reproduzcan conflictos intestinos innecesarios.

Los objetivos específicos de esta pesquisa serán los siguientes7:

• Averiguar si en las internas abiertas los votantes que predominan son partidarios (activistas o simpatizantes) o extrapartidarios (independientes u oposicionistas), remarcando si se imponen aquéllos que emiten un voto sincero (señalando a su precandidato predilecto -en términos ideológicos, posicionales o particulares- dentro de su partido predilecto) o, alternativamente, quienes ejercen un sufragio estratégico, torciendo una eventual decisión partidaria.

• Reconstruir los escenarios internos, teniendo en consideración el grado de rivalidad en la contienda, la clase de elector que prima y el tipo de candidato escogido; determinando si los resultados favorecen o no la apertura y democratización de las estructuras partidarias.

• En relación al segundo estadio (la elección general), explorar las variables que podrían explicar la decisión del voto individual, recalcando qué línea de demarcación electoral prevalece8 (entendiendo que el criterio partidario debería ser relevante para cumplir el propósito buscado) y si compite una menor cantidad de fuerzas políticas, luego de una efectiva coordinación post interna.

• Establecer si los candidatos principales son cercanos a la posición ideológica de sus partidos de origen y si están ligados a la estructura organizativa de los mismos, subrayando también el tipo de preferencias que cada uno de ellos concita mayoritariamente (especificando si se configura un consenso por la positiva hacia el postulante favorito o un consenso por la negativa en contra de un dirigente que no se desea tener como gobernante).

• Con respecto a la tercera instancia (el balotaje), en el caso de que se requiriera, determinar si en ésta se suscita una doble primera vuelta (el escenario que reitera el orden del primer turno, en el que se impone el más votado originariamente) o una reversión del resultado inicial (que invierte el ordenamiento primigenio); lo cual se vincula con el tipo de preferencias y consenso establecidos, como así también con el potencial para coaligarse de las fuerzas partidarias existentes.

• Inquirir acerca de la ubicación espacial del presidente consagrado y de su partido de procedencia, pautando si se sitúa cerca de la localización del votante mediano; con el fin de evaluar si efectivamente se ha ungido al contendiente más representativo y menos contrariado de los postulados inicialmente.

2. PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN, HIPÓTESIS Y METODOLOGÍA

Nuestro problema de investigación se planteará de este modo: cómo repercute la implementación concurrente de dos instrumentos recientemente incorporados -primarias abiertas y sistema con balotaje- sobre la representatividad del partido, tanto en el ámbito interno como en el exterior del mismo. Frente a esa pregunta se propondrá la siguiente hipótesis: la aplicación conjunta de los dos dispositivos analizados promueve que la contienda presidencial se resuelva en (dos ó) tres9 fases electorales prefijadas, en las que se van configurando distintos escenarios alternativos, con un impacto diferencial sobre las arenas partidarias; al tiempo que se producen algunas derivaciones concatenadas que sólo pueden establecerse tras haber concluido el ciclo electivo ternario. Por ello, es la congruencia entre los objetivos buscados con cada uno de estos mecanismos (es decir, su utilidad distintiva para mejorar el funcionamiento partidario integral) y los resultados finales del proceso eleccionario lo que determina la conveniencia o no de la incorporación de ambos procedimientos simultáneamente.

En efecto, consideraremos que el empleo conjunto de aquellas herramientas podría tener repercusiones (mínimamente) favorables sobre la representatividad partidaria, sólo si se obtienen los beneficios esperados y no se evidencien corolarios perjudiciales (véase tablas del punto siguiente) ni en el ámbito interno ni en el externo. Por el contrario, si a lo largo del proceso electivo, los beneficios buscados no alcanzan a superar los costos colaterales (es decir, que de los tres escenarios configurados, al menos uno es indeseado), entenderemos que no es conveniente la utilización de las mismas, en modo simultáneo.

A la vez, las consecuencias correspondientes a cada uno de los tres momentos tienen una disposición lógica tal que si en la primera fase se producen y visibilizan los efectos lesivos potencialmente previsibles, es factible que se dificulte la superación del umbral de rendimiento (es decir, el mínimum esperado con el activación de la técnica) requerido de ahí en adelante. No obstante, un escenario inicial positivo (en el que no se generen costos ocultos por la imposición de la regla), no necesariamente presagia un desenlace conveniente.

Sucede que las chances de que se produzca el resultado buscado por los promotores de estos instrumentos son mucho más bajas que las de encontrarnos con un escenario adverso. Esto es así porque aunque los objetivos de sendos mecanismos analizados aisladamente parezcan congruentes entre sí, la aplicación simultánea de ambos deja ver contradicciones entre ellos que dificultarían la concreción de los presuntos beneficios de estas normativas sobre el buen funcionamiento partidario en las dos esferas de acción mencionadas.

Con respecto a la etapa de las internas abiertas, las probabilidades de una asistencia mayoritaria de independientes son francamente limitadas; lo que deriva en que el uso de este método no favorezca necesariamente la consagración de los postulantes más acordes con las preferencias de la ciudadanía común. No obstante, en el hipotético caso de que se eligiera al candidato más cercano a la localización espacial del votante mediano, esto acarrearía el riesgo de que no fuera tan representativo de la posición de su partido de procedencia. Esta situación se potenciaría si la elección se definiera recién en la segunda vuelta, en especial si se desarrollara en un escenario fragmentado y luego se revirtiera el resultado inicial. Esto puede propiciar que el mandatario carezca de huestes legislativas y/o que no sea respaldado por su propia fuerza partidaria (lo que podría mellar la actuación del partido como organización de gobierno).

En el otro extremo, si la interna tan sólo sirviera para refractar a un candidato nato (que igualmente hubiese sido señalado por un método partidario restrictivo), quien además obtuviera un triunfo contundente en primera vuelta (pudiendo haber sido electo en un sistema de mayoría simple sin alterar el resultado final), se tornaría superflua la apelación a la ciudadanía tanto en el primer turno como en el tercero y se reforzaría excesivamente el liderazgo -partidario e individual- del representante consagrado.

Paralelamente, con una situación inicial intermedia (con la nominación de candidatos que combinen elementos partidarios, programáticos e ideológicos, con el establecimiento de acuerdos entre ganadores y perdedores de cara a las nuevas fases, y con contiendas moderadas y componedoras), habría más probabilidades de que se sorteara el momento del balotaje (lo cual facilitaría el triunfo del "ganador-Condorcet") o de que se implementara sin efectos perjudiciales (con una amplia ratificación del triunfador originario, lo que permitiría descartar al "perdedor-Condorcet"), tras una negociación interpartidaria, contribuyendo al objetivo de regenerar el lazo representativo, mejorando el funcionamiento integral de los partidos10.

Ahora bien, a los fines de contrastar empíricamente nuestra hipótesis, trabajaremos con una única unidad de análisis (Uruguay), a lo largo de las sucesivas elecciones transcurridas desde la incorporación de este sistema trifásico (1999, 2004 y 2009), centrándonos solamente en los tres partidos principales (Frente Amplio, Partido Blanco y Partido Colorado). Procuraremos identificar el comportamiento de la variable independiente (empleo conjunto de primarias abiertas y doble vuelta electoral) y evaluar su impacto sobre la variable dependiente (representatividad partidaria, entendida como el correcto funcionamiento del partido en sus dos facetas de actuación) y compararemos los resultados con el objeto de constatar la evolución de la implementación consecutiva de estas normativas y de sus efectos sobre el partido, en tanto eje cardinal del vínculo representativo. Todo esto, teniendo en cuenta especialmente la línea argumentativa que apunta a señalar que la cristalización legal de aquellas modificaciones institucionales genera un círculo virtuoso sumamente fructífero para la reconstrucción de la representatividad democrática, cuyos corolarios sólo son aprehensibles tras la estabilización y permanencia en el tiempo de las nuevas prácticas.

En la medida en que el núcleo central de este documento es el abordaje del uso conjunto de los dos mecanismos electorales mencionados, a lo largo de sucesivas elecciones, aclaramos que tanto la explicación teórica de los efectos de ambos como las vicisitudes de los comicios aquí estudiados serán exhibidos en forma muy sucinta y esquemática, toda vez que un desarrollo detallado de aquellos requeriría una extensión excesiva para este espacio (tarea que hemos dejado abierta para publicaciones futuras).

Para orientar el examen de esas variables, comenzaremos exponiendo brevemente las consecuencias de la aplicación de ambos instrumentos, estipuladas a partir de las investigaciones y análisis teóricos más relevantes de la disciplina, abocadas a esta temática11.

Luego, procuraremos detectar los motivos que llevaron al electorado uruguayo a votar en determinada dirección (escogiendo a un partido u otro en cada una de las etapas investigadas), adoptando como perspectiva la Teoría de la Elección Racional (Rational Choice Theory), uno de los principales modelos interpretativos utilizados en la literatura contemporánea para explicar la decisión individual del sufragio. Al mismo tiempo, incorporaremos una óptica anclada en el nuevo paradigma institucional -inserto, en efecto, en la Teoría de la Elección Racional- más vinculado a los incentivos que generan las instituciones electorales, las cuales existen como objetos de decisión y también como constreñimientos sobre la decisión (Grofman, 1989).

A la vez, emplearemos un estudio de campo, consistente en la realización de una breve encuesta, cuyos objetivos han sido: establecer el tipo de votantes predominantes en cada una de las internas; reconstruir los diversos órdenes de preferencias de los uruguayos (teniendo en cuenta el eje principal que se valoraba para estructurar sus opciones); determinar cómo se articulaban tales preferencias con las expectativas sobre los posibles resultados electorales; medir el nivel de aceptación de cada uno de los candidatos postulados; precisar si se ejercería un voto predominantemente sincero o preeminentemente sofisticado, indagando acerca del sufragio concreto en cada una de las tres instancias.

Señalamos que la información suministrada por este trabajo de campo constituye una herramienta de apoyo empírico que -utilizada como complemento de los datos agregados y de los estudios efectuados por consultoras profesionales y analistas políticos- contribuye a trazar ciertas pautas genéricas respecto de las preferencias y expectativas de los ciudadanos uruguayos (contemplando su nivel de compromiso e involucramiento político partidario), al tiempo que permite observar si los candidatos que emergen son representativos de la orientación ideológica o cosmovisión unitaria de sus partidos.

2.1. PERSPECTIVA DE ANÁLISIS

Como mencionamos, consideraremos -muy esquemáticamente- ciertos presupuestos de la Teoría de la Elección Racional, en tanto es la perspectiva que se ajusta más a esa meta inicial. Un primer supuesto es el de la racionalidad, según el cual cada individuo es un agente racional, maximizador e intencional12, capaz de ordenar sus deseos o preferencias transitivamente, optando por las estrategias que maximizan la probabilidad de satisfacer tales deseos (Riker, 1995; Morrow, 1994; Morton, 1999). Para esta escuela de pensamiento, los ciudadanos tienen una posición preferida a lo largo de un espectro políticamente relevante13 y los políticos tratan de ubicarse en algún punto en el que no sean derrotados por ninguna mayoría (o sea, en la posición del votante mediano).

Sin embargo, los individuos pueden decidir concientemente no expresar sus preferencias sinceras14 en caso de considerarlas poco viables, inclinándose por alguna de las opciones con más posibilidades de imponerse. Esto es lo que se denomina voto estratégico o sofisticado, entendido como la propensión de los electores a no emitir un voto desperdiciado a favor de un contendiente sin chances de ganar, especialmente si su sufragio puede ser utilizado más eficazmente para dirimir la elección en pos de su segunda o tercera preferencia (Downs, [1957] 1973).

A la vez, si las élites partidarias prevén que sus propios candidatos podrán ser víctimas del voto estratégico, plausiblemente decidan no montar una campaña sin esperanzas (Cox, 1997: 195). En efecto, mediante el modelo puramente estratégico, sólo competirían en la instancia inicial aquéllos que tuvieran aceptables expectativas de consagrarse como los postulantes de sus partidos y/o de alcanzar la mayoría requerida (aunque más no fuera, a través de un consenso por la negativa en la segunda ronda).

Luego, si la coordinación electoral tiene éxito, se restringirá la cantidad de contendientes (Duverger, 1954), seleccionando a los que tienen mayores condiciones de supervivencia (primero, dentro de cada partido y, luego, dentro de cada una de las principales familias de preferencias). Es plausible que si existe más de un eje electoral, con candidatos disímiles, se origine un equilibrio duvergeriano15 donde el voto estratégico tienda a operar en torno a las alternativas más viables y aceptadas. En cambio puede producirse un equilibrio no duvergeriano (Cox, 1997: 49) en caso que haya más de tres postulantes significativos (probablemente, alineados en un mismo continuum) y que los votantes no sepan a quien descartar entre aquellos que están cerca de empatar por el segundo puesto16 (Palfrey, 1989; Cox, 1997).

Lo recién expuesto se ajusta a la óptica neo-institucionalista anteriormente mencionada, mediante la cual se entiende que las reglas electorales originan incentivos sobre los agentes. Aquí se puntualizan los efectos psicológicos que aquéllas desarrollan (Cox, 1997), que remiten a las respuestas que brindan élites políticas y votantes, anticipándose y adecuándose a los límites mecánicos del sistema electoral (Benoit, 2006).

Por lo general, las reputaciones respecto de la viabilidad, se establecen o confieren por los avales partidistas17 (Cox, 1997: 205), lo cual conlleva que los candidatos más asociados al centro de la organización central partidaria (incumbentes o líderes natos) partan de una posición ventajosa. Empero existen otros factores que influyen en la determinación de qué postulantes son viables y cuáles no lo son: las exposiciones mass-mediáticas, los ajustes miopes, la oportunidad de un momentum favorable (Cox, 1997: 168), los resultados de las encuestas sobre las orientaciones de voto que colaboran en la definición de cierta franja de indecisos que votan a ganador (Landi, 1992), entre otros.

El acento puesto en la viabilidad y supervivencia tiene que ver con el objetivo mencionado inicialmente, según el cual el partido debía adaptarse satisfactoriamente a las nuevas necesidades sociales, amoldando sus planteamientos básicos a las volátiles y mutantes preferencias ciudadanas, procurando no resignar, en el trayecto, su matriz ideológica originaria. Se argumenta que en la medida en que la conexión entre los electores y los partidos se produce mayormente durante el período proselitista, el aumento del número de eventos electorales, constituye un incentivo positivo para facilitar que de los partidos políticos surjan los candidatos más acordes a las preferencias ciudadanas, favoreciendo la reconstrucción del vínculo representativo. No obstante, como se verá más adelante, el voto estratégico en la primera fase suele operar en dirección contraria a la optimización de las funciones partidarias.

Dicho esto y, de acuerdo con lo planteado originariamente, intentaremos establecer si el resultado de las decisiones individuales de aquellos que participan en las primarias abiertas (tanto los actores partidarios internos como los externos) deriva en una selección de los mejores y más viables postulantes a cargos de representación popular y en una resolución apropiada de los conflictos intrapartidarios. A su vez, evaluaremos si lo acontecido en esta etapa favorece la actuación de los partidos en el terreno electoral, estimulando una actitud coherente, consistente y racional por parte de los agentes participantes a lo largo de las instancias posteriores del proceso eleccionario.

3. LOS DOS SISTEMAS INCORPORADOS: LAS INTERNAS ABIERTAS Y LA DOBLE VUELTA ELECTORAL

En lo que sigue, expondremos los escenarios configurados más frecuentemente, tanto con el uso del sistema de primarias abiertas como con el mecanismo de elección con balotaje, en América Latina, teniendo en cuenta los resultados no deseados de la implementación y las probabilidades efectivas de que se produzca cada uno de ellos. Luego, asentaremos las posibles alternativas que reviste la aplicación de estas herramientas institucionales, que sucintamente se reducen a lo siguiente:

a. Internas abiertas
Estipulamos diversos escenarios hipotéticos de primarias abiertas (analizando cada una independientemente), recalcando el tipo de candidatos que se presentan, en función de su ligazón con la estructura central del partido (básicamente, Incumbent -incumbente- o Challenger -desafiante-); la modalidad de la disputa interna (en relación a su nivel de rivalidad y paridad); la clase de electores más animados por acudir a las urnas en cada uno de ellos (partidarios o extrapartidarios) y los incentivos a la participación18 (divididos entre colectivos y selectivos) (Panebianco, 1990)19.

Tabla 1: Posibles escenarios de internas (estas opciones están pautadas en orden decreciente de su grado de probabilidad concreta de originarse20)

b. Elección general
Aquí vemos los escenarios plausibles de primera ronda, teniendo en cuenta el espacio de competencia electoral configurado y el posicionamiento de los candidatos de acuerdo con las líneas demarcatorias establecidas, como así también las características de la contienda, la cantidad de postulantes viables y el tipo de sufragio que tenderían a emitir los votantes.

Tabla 2: Posibles escenarios de elección general (con probable definición en 1ra vuelta)



Tabla 3: Posibles escenarios de elección general (con probable definición en 2da vuelta)

Para que se cumpla el objetivo buscado debería producirse un escenario con dos competidores preestablecidos, pero debería ser precedido un escenario de internas de tipo 4. y, a su vez, no producirse una reversión del resultado en la segunda vuelta electoral; eligiendo, entre los calificados, al más próximo al punto mediano espacial.

c. Balotaje
En esta ocasión vislumbramos los hipotéticos escenarios de segunda vuelta, en el caso en que ésta efectivamente se produzca, con sus respectivas características, teniendo en cuenta qué tipo de alianzas se establecen y qué clase de ganador final promueve cada uno de ellos.

Tabla 4: Posibles escenarios de balotaje

A continuación, se evalúa la utilización conjunta de los dos mecanismos y se examina la intercalación de resultados de ambos, pautando que si la implementación satisfactoria del primero derivara en un escenario desfavorable en la etapa subsiguiente no se justificaría la adopción del mismo, por más que solventara exitosamente sus exigencias particulares.

Como apuntamos, los cuadros referidos a la primera de las instancias aludían a casos aislados de celebración de internas abiertas. No obstante, aquí remarcamos que el establecimiento de un sistema de primarias desarrolladas en forma simultánea requeriría de:

Competitividad (para que los electores extrapartidarios prevalecieran sobre los partidarios debería existir cierto grado de incertidumbre sobre el resultado de la interna, que generara un estímulo a la participación). Es que la obligatoriedad de la postulación lleva a algunos partidos a proponer, junto al candidato natural, a otro meramente testimonial o a admitir la exhibición de una única candidatura, en caso de haberse resuelto por un consenso cupular. Empero, cuando existe un aceptable nivel de competitividad en la compulsa, es posible que se impongan los votantes oposicionistas, quienes asisten con el mero objeto de torpedear las candidaturas.

Paridad en el nivel de conflictividad en cada contienda (que dotara de equivalentes estándares de interés a cada una). De lo contrario, el centro de gravedad de la disputa se desplazará hacia el partido -o los partidos- que presente al menos dos candidatos con chances parejas y perfiles diferenciados.

Posicionamiento cercano de los principales partidos (en términos de intención de voto). Uno de los argumentos esgrimidos a favor de este sistema es que la organización partidista que obtuviera más votos en la interna abierta partiría con una ventaja en relación a sus oponentes; lo cual estimularía que cada elector ejerciera un voto sincero procurando dejar bien posicionado al partido de su preferencia en su conjunto, teniendo como norte la elección nacional.

• Por último, se considera que la implantación de una normativa legal que torne compulsiva la realización de primarias abiertas sólo podría tener efectos democratizadores hacia las estructuras internas partidarias, si sustituye a prácticas no democráticas utilizadas previamente por los partidos.

4. EL SISTEMA PARTIDARIO URUGUAYO Y LA REFORMA DE 1996

En la República Oriental del Uruguay, durante más de una centuria -que abarcó desde la post independencia hasta fines del siglo pasado- la competencia electoral giró en torno a dos grandes partidos políticos, el Partido Colorado y el Partido Nacional o Blanco, los cuales entablaron una modalidad de vinculación pacífica y, en lugar de excluirse mutuamente, se requirieron para ejercer conjuntamente el poder gubernamental.

Dada la dinámica centrípeta que el robusto bipartidismo imperante conllevaba24, las dos grandes colectividades fueron absorbiendo en su seno las contradicciones ideológicas existentes en la sociedad (Moreira, 2004: 22), las cuales, tras el golpe de Terra, se llegaron a transformar en fracturas25, aunque posteriormente lograrían enmendarse por medio de la apelación a factores simbólicos y emocionales (La República, 7/11/04, p. 10). Pese a la fragmentación interna y a la existencia de desavenencias ideológicas, curiosamente, los partidos fundacionales del Uruguay lograron subsistir a lo largo de los años como entidades políticas congruentes, conformando fuertes identidades políticas (Lissidini, 2001: 350). La tradicional Ley de Lemas26, que caracterizó a la política uruguaya desde comienzos del siglo XX, certificaba, de alguna forma, esa coexistencia pacífica de unidades paralelas que no ponían en jaque la funcionalidad del sistema de partidos (Lanzaro, 2001: 200). A principios de los 70, esta situación sufrió una alteración con la aparición del Frente Amplio -la principal fuerza de la izquierda uruguaya, constituida por diversos grupos coligados, con un perfil opositor respecto de los partidos tradicionales (Martínez Barahona, 2001: 509)-. Este fenómeno se fue profundizando en los 90 con el creciente posicionamiento de esta coalición, momento en el que el electorado quedó prácticamente dividido en tercios.

Así, la configuración de un formato partidario novedoso, con dos grandes familias ideológicas -"partidos tradicionales" (PC y PN) y "partidos desafiantes" (FA y otras fuerzas menores) (González 1999)- prontamente requeriría ajustes institucionales para facilitar su adaptación (Lanzaro: 2000: 219). Por consiguiente, en el año 1996 se sancionó, mediante un plebiscito, la enmienda a la Carta Fundamental, en la que se removió la Ley de Lemas, y se instituyeron estatutariamente los dos instrumentos aquí estudiados: elecciones internas abiertas y simultáneas27 y sistema de mayoría absoluta con doble vuelta para elegir al Presidente de la República28.

Veamos ahora cómo se sucedieron los tres procesos eleccionarios acaecidos desde la reforma constitucional de 1996 hasta la actualidad, considerando los aspectos señalados y utilizando los resultados del trabajo de campo (ver anexo) como soporte empírico.

4.1. ELECCIONES PRESIDENCIALES 1999

a. Internas abiertas (25/04/199929) (Tabla 5)

Observemos la ubicación espacial de cada uno de los partidos, de sus respectivos candidatos y del votante mediano de Uruguay32:

Gráfico 1: Frente Amplio



Gráfico 2: Partido Colorado



Gráfico 3: Partido Blanco



Fuente: elaboración propia sobre la base de Latinobarómetro (2004; 2005; 2006); Martínez Barahona (2001: 440-521); Datos PPAL (1997-2000); Alcántara y Rivas (2007); http://www.usal.es/~iberoame/pdfs; Selios (2009: 149); Freidenberg (2003); Gallo (2008) "Encuesta uruguaya de élites" en http://www.fcs.edu.uy/pri/opinion.html.

b. Elección general (31/10/1999) (Tabla 6)

c. Segunda ronda electoral (28/11/1999) (Tabla 7)

Aquí vemos que los tres candidatos que se impusieron en las internas principales (Batlle, Lacalle y Vázquez) eran los más alejados del votante mediano del Uruguay; al tiempo que, con la excepción del último, también eran los más distantes de la localización partidaria. Además, el líder del FA, quien resultó derrotado en el balotaje, estaba más cerca del punto del votante mediano uruguayo que Batlle, el triunfador final de la contienda.

Por otro lado, se puede señalar que pese al objetivo del sistema de DV de ceñir la cantidad de fuerzas que ingresan a la lid electoral, en este caso el número efectivo de partidos aumentó levemente en relación al promedio de las últimas tres décadas. Finalmente, puede notarse que el escenario de segunda vuelta ha adoptado la configuración de tipo 2°+3°>1°, más proclive a la bipolarización del sistema partidario.

Probablemente muchos ciudadanos hayan tendido a votar estratégicamente en la primera ocasión (las internas), dejando de lado momentáneamente a sus opciones predilectas, seleccionando algún equilibrio de coordinación más optimista frente a la expectativa de que el candidato más rechazado compitiera en la elección general y eventualmente ingresara al balotaje, con serias chances de ganar. En la segunda fase (la elección general), el sufragio por convicción (es decir, acorde con las genuinas preferencias de los ciudadanos) prevaleció por sobre el voto racional; lo cual plausiblemente se haya debido a que se preveía que la compulsa se dirimiría en una segunda vuelta entre Tabaré Vázquez y el candidato de alguno de los partidos tradicionales. En la tercera instancia (el balotaje), a la inversa de lo sugerido, los individuos habrían manifestado una preferencia sincera, sin manipular el orden transitivo entre los dos contendientes calificados, pero con la peculiaridad de que más de la mitad de los votantes de Vázquez lo había ubicado primero, mientras que sólo poco más de un tercio de los que señalaron Batlle lo consideraban su preferencia principal.

4.2. ELECCIONES PRESIDENCIALES 2004

a. Internas abiertas36 (27/06/2004) (Tabla 8)

Veamos ahora la ubicación espacial de cada uno de los partidos, de sus respectivos candidatos y del votante mediano de Uruguay:

Gráfico 4: Frente Amplio



Gráfico 5: Partido Blanco



Gráfico 6: Partido Colorado



Fuente: elaboración propia, sobre la base de Latinobarómetro (2004; 2005; 2006); Martínez Barahona (2001: 440-521); Datos PPAL (1997-2000); Alcántara y Rivas (2007); http://www.usal.es/~iberoame/pdfs; Selios (2009: 149); Gallo (2008); "Encuesta uruguaya de élites" en http://www.fcs.edu.uy/pri/opinion.html.

b. Elección general (31/10/2004) (Tabla 9)

En esta oportunidad, en la única interna competida (la del PN), se impuso efectivamente el aspirante más próximo a la mediana espacial de los electores y del partido (Larrañaga). No obstante, en la elección general, resultó untado presidente en primera rueda el candidato más alejado del votante mediano (Vázquez), quien superó el umbral de la mayoría absoluta de los votos, evitando así el establecimiento de un previsible consenso por la negativa en su contra en el balotaje.

A la inversa que en la elección anterior, el voto estratégico se incrementó entre la primera y la segunda fase. Aparentemente, muchos de los votantes colorados que rechazaban principalmente a Vázquez, eran concientes de que se trataba del ganador de mayoría relativa, pero esperaban que perdiera en la segunda vuelta; por ello, se inclinaron por Larrañaga41, quien aparecía como el candidato más competitivo dentro de la familia de los partidos tradicionales.

Por otro lado, en este caso, el NEP electoral se redujo en comparación con los años anteriores, configurando un sistema de dos partidos y medio. En efecto, el Frente Amplio habría logrado, en la primera vuelta, aglutinar a una porción significativa de votantes que se sentían apartados del pacto binario Colorado-Nacional, sacando provecho de la dinámica mayoritaria establecida con las nuevas normativas institucionales.

4.3. ELECCIONES PRESIDENCIALES 2009

a. Internas abiertas (28/06/2009) (Tabla 10)

Observemos la ubicación espacial de cada uno de los partidos, de sus respectivos candidatos y del votante mediano de Uruguay:

Gráfico 7: Frente Amplio



Gráfico 8: Partido Blanco



Gráfico 9: Partido Colorado


Nota: si comparamos estos gráficos con los de los años anteriores notamos, por un lado que los dos partidos tradicionales se fueron volcando particularmente el PC, como así también sus precandidatos. Aunque Lacalle está notoriamente más al centro que en las elecciones precedentes, en parte por su alianza con el sector Correntada Wilsonista (más progresista dentro del partido), pero también por su nuevo posicionamiento estratégico para enfrentar a Larrañaga, alejándose de la derecha nacionalista y neoliberal.

Fuente: elaboración propia, sobre la base de Latinobarómetro (2004; 2005; 2006); Martínez Barahona (2001: 440- 441); Datos PPAL (1997-2000); Alcántara y Rivas (2007); http://www.usal.es/~iberoame/pdfs; Selios (2009: 149); Gallo (2008); "Encuesta uruguaya de élites" en http://www.fcs.edu.uy/pri/opinion.html; Buquet y Yaffé (2009: 136).

b. Elección general (25/10/2009) (Tabla 11)

c. Balotaje (29/11/2009) (Tabla 12)

En las internas de este año también fueron consagrados los tres precandidatos más alejados del votante mediano (Mujica, Lacalle y Bordaberry). Aunque en los dos partidos mejor posicionados (FA y PN) se trató, posteriormente, de neutralizar esa falencia con la incorporación a la fórmula presidencial de los que habían salido segundos, facilitando la consolidación y reconstrucción de
la unidad partidaria44.

De todos modos, a partir de la finalización del escrutinio primario, el partido (PN) y el candidato (Lacalle) más votados adquirieron un rol protagónico, producto de una equivocada evaluación global efectuada sobre los resultados internos en conjunto. La performance de Lacalle y del nacionalismo en la instancia dilucidatoria pone en evidencia que este mecanismo selectivo no opera necesariamente como sondeo prospectivo ni posee el efecto demostración pretendido.

A la vez, se consideró que el FA había sufrido una derrota tras la interna. Ciertamente, en la primera oportunidad en la que el frente de izquierda dirimía la candidatura presidencial45, convocando a todo el electorado a la dinámica confrontacional (Caetano, 2008: 37), hubo una menguada presencia militante. Esto se debió, por un lado, a que el ejercicio del gobierno había debilitado el peso relativo de la estructura partidaria del FA (Garcé y Yaffe, 2005: 139), generando una desmotivación en los activistas, quienes habían quedado marginados de la participación. Pero también es cierto que, históricamente, los adherentes frenteamplistas nunca se han sentido estimulados por los escenarios de primarias competidas, sin consenso en torno a la candidatura. Desde sus orígenes, el FA se configuró como una organización política plural que se potencia al mantener sus matices, sin afectar su unidad de acción (Canzani, 2009: 32), cuyos miembros activos ejercen un voto en bloque (una vez definida la interna, se presentan unidos ante los demás). De ahí que el militante del FA considera que la gran batalla no son las internas, sino las elecciones nacionales, momento en el que tiene bien definido al adversario externo y hace prevalecer su identidad frenteamplista por sobre la identidad sectorial.

A la vez, la primera vuelta electoral arrojó resultados totalmente diferentes a los obtenidos en la instancia preliminar, los cuales además fueron acordes a lo previsto por consultoras y analistas, a partir de la segunda semana posterior a la interna. Tal vez lo más sorpresivo del comicio nacional fue la buena elección realizada por Bordaberry. Una factible explicación puede encontrarse en el éxito de este candidato en captar el voto sincero de los simpatizantes colorados, utilizando el propio argumento de los defensores del sistema de DV46 (sugiriéndoles indirectamente que postergaran para la segunda ronda la emisión del voto estratégico), logrando el efecto simbólico de una vigorosa reconstrucción partidaria, que lo alejaba de la tercería distante (Caetano, 2009: 17).

En suma, luego de la primera vuelta se produjo otra lectura distorsionada de los guarismos (generada probablemente por la falta de congruencia entre éstos y las metas prefijadas por cada una de las fuerzas). Los festejos más estentóreos de la jornada correspondieron efectivamente al PC, el partido que más tiempo ejerció el poder en América Latina, que esta vez se alzaba con el 17% de los votos. El otro aparente gran ganador de la noche había sido el PN que calificaba para el balotaje y se anoticiaba de que contaría con el apoyo del candidato colorado. Mientras tanto, el partido con más votos, el FA, se presentó como aquel que no había logrado el cometido planteado de ganar en primera ronda.

Sin embargo, pese al previo anuncio de Bordaberry, la manipulación del sufragio por parte de los electores colorados en el balotaje, fue inferior a la esperada47 (es decir, no todos los votos originarios de ese candidato se transfirieron automáticamente al ex presidente nacionalista). Si bien en este caso se puede sostener que se cumplió la máxima de Duverger respecto de la doble vuelta48, de todos modos la mala performance del PN en la primera rueda y el "efecto de elección ya definida" creado por la abultada diferencia entre los dos calificados, probablemente, hayan quitado "utilidad" al posible "voto útil" colorado contrario al triunfo del Frente Amplio en el balotaje.

5. CONCLUSIONES

Este artículo se restringió al análisis del caso de Uruguay, el único país latinoamericano que pautó legalmente dos procedimientos de ingeniería institucional (las internas abiertas simultáneas y obligatorias y la doble vuelta electoral) que -coincidentemente o no- perseguían metas análogas, afectando al vínculo representativo. Se comenzó con la línea argumental existente, según la cual estos dos instrumentos novedosos podrían devenir, con el tiempo, valiosos recursos de participación ciudadana, propiciando el inicio de un proceso circular altamente beneficioso para la restauración de la representatividad partidaria. Luego, se resolvió inquirir acerca de la puesta en práctica de este módulo trifásico en nuestro vecino rioplatense, procurando establecer si con la implementación conjunta de ambos dispositivos se podía preservar el rol nodal de los partidos en el funcionamiento democrático.

Por empezar, advertimos que la partición del proceso eleccionario en tres etapas diferenciadas, imponía una consideración global de los beneficios y costos y una estimación pormenorizada de la articulación de las consecuencias; notando que los tres momentos analizados poseían un orden lógico intrínseco tal que la distribución de las utilidades en la primera fase era determinante en las instancias subsiguientes.

Una vez identificados algunos de los efectos potenciales de la aplicación de estos mecanismos y elaborados ciertos escenarios tipificados para cada una de las etapas, nos imbuimos en el estudio concreto del caso de Uruguay. Observamos que en este país, a partir de la reforma constitucional de 1996, hubo una modificación en la estructura de incentivos y se fue configurando un sistema de partidos con una competencia multipartidista y una fuerte tendencia hacia la bipolaridad (Alles, 2005).

En 1999, la fase más incierta y abierta de las tres había sido la de las primarias, ya que, ante la ausencia de antecedentes directamente comparables de algún tipo de comicio opcional, no se podía prever con antelación para qué lado se inclinaría el fiel de la balanza. Por empezar, las internas de los tres partidos principales diferían en su nivel de competitividad y conflictividad: el FA presentó, junto al candidato natural (y mayor exponente del ideario frenteamplista) a otro periférico, incapaz de desafiar el liderazgo de aquél, con lo cual el foco de la disputa se trasladó hacia los otros partidos (el PC y el PN), que presentaban postulantes desemejantes y competitivos. Así las cosas, se advirtió que la simultaneidad por sí misma no estimula que cada elector sufrague sinceramente por el partido de su preferencia; en este caso, los simpatizantes del FA, al no tener un incentivo para incidir en la resolución de las candidaturas de su fuerza, se encontraron en la misma posición que un votante antagónico dispuesto a efectuar un crossing over en una primaria abierta monopartidaria celebrada de modo unilateral, en tanto que las retribuciones simbólicas de participar en su propia interna eran menores que las de intervenir estratégicamente en la primaria de un partido opositor (Gallo, 2006: 18).

En el comicio general, al parecer, hubo muchos electores que ejercieron un voto estratégico, procurando decidir el resultado final por anticipado (Crespo, 2008): los adherentes de los partidos tradicionales habrían buscado seleccionar al mejor oponente para enfrentar al contendiente más rechazado (Vázquez) en una hipotética segunda vuelta. Por eso fue en ese momento, con el horizonte más depurado, que se selló el pacto entre el Partido Blanco y el Colorado, y se resolvió apoyar, para el balotaje de noviembre, a Batlle (quien, no solo no era un "ganador - Condorcet", sino que estaba entre los postulantes más repudiados de los que se presentaron originariamente), logrando revertir el resultado inicial. Cabe señalar que la activación de esta nueva unidad trifásica tuvo los siguientes corolarios inmediatos: la instauración de una dinámica bipolar49, reforzando el problema estructural del formato bipartidista heredado de la segunda ola democrática (Moreira, 2004: 38) y la consagración del presidente políticamente más débil, en más de medio siglo50.

En 2004, a raíz de la experiencia anterior, los ciudadanos contaban con cierta información solvente desde el inicio de la campaña: para el momento de las internas abiertas ya se avizoraba que en la elección general de octubre el FA saldría primero, el PN obtendría el segundo lugar y el PC saldría tercero; aunque prevalecía la incógnita respecto de las chances de que se disputara o no un balotaje. Por ello, el Frente Amplio se propuso asegurarse más de la mitad de los votos internos para consolidar su viabilidad en la etapa posterior. Aunque el Frente resultó ser el partido más votado en la primaria, no obtuvo la proyección anhelada51, incumpliendo con la meta autoimpuesta -totalmente innecesaria52- de configurar, desde el inicio, un mayoritario consenso por la positiva.

Paralelamente, en la medida en que el campo de la competencia electoral estuvo divido por el eje partidos tradicionales vs. espacio izquierdista (que se profundizó desde la elección anterior y se mantendría hasta, por lo menos, la siguiente), los simpatizantes colorados se habrían pronunciado estratégicamente por Larrañaga -tanto en la primera como en la segunda fase- con el propósito de facilitar el acceso de un miembro del sector blanco-colorado a la tercera instancia. Al mismo tiempo, los numerosos votantes que priorizaban ante todo poner fin a la prolongada hegemonía bipartidista se coordinaron con el objeto de que Vázquez alcanzara la mayoría absoluta de los sufragios en la primera ronda, evitando que la resolución se extendiera hasta el incierto momento del balotaje53. De este modo, con un gran apoyo sincero (sumado a cierto acompañamiento sofisticado) la izquierda uruguaya alcanzó, en una sola vuelta, el objetivo codiciado durante más de 30 años de historia.

El proceso electivo de 2009 fue el que reveló mayor especulación por parte de los votantes y de las élites partidarias. Por empezar, las internas celebradas ese año fueron las primeras desde la reforma constitucional en las que los dos partidos con mayor intención de voto presentaron contiendas competitivas. No obstante, en los dos casos triunfaron los candidatos más extremistas de los postulados y, aunque ambos buscaron moderar sus discursos54 e incorporaron a los derrotados prontamente a la fórmula, la constatación más palmaria de este evento ha sido que los presumibles ganadores Condorcet55 quedaron en el camino en la primera fase.

En 2009, al igual que en 1999, se produjo una segunda vuelta entre el candidato frentista (el 1° de la 1ª) y el representante de uno de los partidos históricos (el 2° de la 1ª), aunque con una diferencia entre ambos prácticamente imposible de remontar (derivando invariablemente en un escenario de Doble Primera Vuelta). En 1999, los partidos tradicionales argumentaban que el presidente debía contar con una mayoría en el Parlamento (en ese caso, la coalición ya articulada entre PC-PN), que asegurara la gobernabilidad y la adecuada gestión de un Estado razonable. A la inversa que en ese entonces, en 2009, llegado el momento del balotaje, el Partido Blanco recomendaba la búsqueda de equilibrio, so pretexto de evitar la concentración del poder en pocas manos (Chasquetti, 2009).

Lo que quedó de manifiesto a partir de aquí es que un partido puede obtener la mayoría absoluta de los sufragios en la primera vuelta sin haberla conseguido en las internas (2004); más aún, el partido mas votado en la primera fase, puede no serlo en la segunda (ej. 1999 y 2009), el precandidato interno más apoyado en su conjunto, puede no resultar electo en la instancia final (ej. 1999 y 2009) e, incluso, puede estar muy lejos del primer calificado (2009)56.

No obstante, pese a haber obtenido mayoría parlamentaria, el FA no está exento de otro tipo de conflictos que pueden conducir a roces y bloqueos (en este caso, entre los movimientos que conforman esta colectividad partidaria, acentuados por la ausencia de claridad respecto de los centros de decisión y los procedimientos de resolución interna reinante en la organización partidaria57).

De este modo, queda expuesto que el sistema triádico en su conjunto indujo a un juego predominantemente mayoritario, con una lógica rayana a la suma cero, erigida en torno a dos grandes conglomerados partidarios58. Pese a que los cambios institucionales del 96 apuntaban a reparar las falencias del sistema previo, a incentivar la construcción de alianzas y pactos, a robustecer a los partidos políticos y subsumir a las fracciones, con este nuevo esquema se modificaron las prácticas predominantes, instaurando una competencia personalizada entre partidos que operan como federaciones de fracciones fuertemente vertebradas (Bottinelli, 2004c).

La sustitución del DVS por un sistema que incluía internas abiertas y doble vuelta, por un lado, transcurrió por un cauce relativamente natural ya que los partidos estaban acostumbrados a participar de una dinámica oscilante en la cual se rivalizaba públicamente con antagonistas internos, para luego concertar con adversarios externos59. Sin embargo, al haber sido precedido por aquel mecanismo (en el cual se concretaba en un solo paso lo que ahora se lleva a cabo en dos o tres), el actual dispositivo ha sido objeto de interpretaciones desacertadas. Por ejemplo, se evalúan los resultados de las primarias a nivel general, estableciendo como universo a la totalidad de los electores que concurren a votar y calculando los porcentajes de cada partido y candidato sobre ese total, en lugar de efectuar una lectura diferenciada de cada una de las internas partidarias por separado. Esto conduce al error de proyectar el resultado de una votación opcional (en la que asiste la mitad de los convocados o menos) al conjunto completo de los ciudadanos inscriptos; lo cual presupone equivocadamente que el segmento activo del electorado (miembros organizados y también simpatizantes) presenta la misma composición y comportamiento que el segmento pasivo (extrapartidarios, en especial independientes)60.

Por otro lado, con la Ley de Lemas, el partido postulaba a más de M candidatos, que recepcionaban un cierto número de votos habituales, transferidos por las etiquetas partidarias (Cox, 1997: 219); con lo cual el incremento de la fraccionalización interna favorecía las chances de la formación partidista en su conjunto.

De todos modos, el DVS provocó considerables distorsiones en el sistema (por ejemplo, la multiplicación de candidatos, con la reducción de la legitimidad popular del triunfador que esto conlleva61 o la exclusión de los lemas sin representación parlamentaria de la sumatoria y acumulación de votos), a las cuales se buscó hacer frente a través de la enmienda de 1996, imponiendo -por medio de las ruedas eliminatorias- un límite a la entrada en la lid electoral, favoreciendo al mismo tiempo la consagración de líderes fuertemente apoyados por la ciudadanía, priorizando al partido por sobre sus corrientes interiores. Todo esto implica que de las primarias debería emerger un postulante que reuniera una plétora de cualidades simultáneamente, muchas de las cuales son contradictorias entre sí -que sea el más representativo del perfil ideológico del partido, el más competitivo, el más moderado, el menos resistido, el más apto para operar hacia adentro de la organización (disciplinando a las filas partidarias) y hacia afuera del mismo (concertando con otras fuerzas políticas, en base a aliados coyunturales)-, obteniendo el impacto contrapuesto al efecto acumulativo del DVS.

Por otro lado, si se considera el beneficio global para el partido político (o sea, posicionarse mejor que sus pares tras la interna abierta), podría entenderse que la presentación de varios postulantes que sumen participantes exógenos a una primaria, siempre redundaría en un aumento del porcentaje percibido por la fuerza partidaria en esa instancia. No obstante, esto no necesariamente es así, ya que podría producirse un drenaje endógeno de apoyos a los precandidatos de un mismo partido a otro congénere; lo que contribuiría a incrementar el nivel de crispación entre los contendientes62, desviando energías en confrontaciones irrelevantes y/o enfrentamientos fratricidas innecesarios (con las consecuencias negativas sobre la arena interna partidaria que esto supone).

Por eso, el posicionamiento del partido de cara a las elecciones generales debe evaluarse en función no sólo del dato concreto de quién resultó ganador en la primaria (lo cual de algún modo podría llegar a preverse, a través del seguimiento constante de encuestas de opinión), sino del escenario configurado después de transcurrida la primera fase, con sus respectivos efectos positivos y perjudiciales. De todos modos, es difícil que el partido salga indemne de esa etapa en la que debe adecuar sus postulados a un electorado fluctuante, volátil e inconstante, lo que podría mellar la coherencia y fortaleza de la organización y su aptitud para ejecutar, en el ámbito externo, la línea política unitaria partidista.

En defensa de las primarias abiertas se sostiene que la permanencia y continuidad de este mecanismo, condicionan positivamente el comportamiento político de los electores, quienes con el correr del tiempo, llegarían a otorgarle a la asistencia interna el mismo status que a cualquier otra clase de intervención ciudadana en la vida institucional del país. Es decir, el grado de participación en cualquier evento electoral es entendido como el parámetro de la evolución del sentimiento democrático de la ciudadanía y de la solidez de la adhesión de las personas al sistema político (Semanario Búsqueda, 2009). Sin embargo, percibimos aquí que la concurrencia ciudadana en las internas fue mermando de elección en elección63. Frente a esta constatación, se podría argumentar que tal vez los candidatos presentados hayan sido cada vez menos atractivos y que, por eso, la población se haya sentido cada vez menos motivada por participar. No obstante, lo cierto es que como uno de los propósitos fundamentales de la instauración de internas abiertas es, precisamente, generar candidatos con importantes condiciones de elegibilidad, si los partidos no escogieran a sus miembros más competitivos y aceptables, se estaría malogrando el objetivo inicial perseguido con este método.

A partir de lo obtenido en el análisis empírico, entendemos que el incremento de instancias electorales no amplía necesariamente las opciones ciudadanas ni refleja mejor las preferencias reales de los votantes; al tiempo que el uso continuo de estas herramientas tendería a desfavorecer el sufragio genuino o ideológico y a estimular la expresión de un voto aún más racionalmente calculado.

Esto también implica reducir a los partidos a su mínima expresión, concibiéndolos como meras agencias electorales, cuyas funciones consisten tan sólo en promover candidaturas individuales y despertar una "imagen positiva" en los medios comunicacionales. Además, si el partido se subordina a los requerimientos externos y se enfoca únicamente hacia la captación del mayor número de votantes, la arena interna de la organización adquiere, de modo inevitable, un perfil de baja intensidad institucional (Vargas Machuca, 1998: 145).

Por ejemplo, para un partido de acción permanente como el FA64, entrar en la lógica de competición electoralista (en la que debe orientarse hacia los votantes potenciales, haciendo prevalecer su faz de organización electoral por sobre su faceta interna) planteada por el sistema vigente, implica un cambio ideológico sustantivo en su concepción del rol del partido, en tanto colectividad homogénea nutrida de grupos internos compatibles entre sí. Por lo tanto, la organización partidista puede llegar debilitada a la etapa final, tras haberse sometido a sucesivas instancias de confrontación, experimentando una alteración en su composición interna y una distorsión en una parte significativa de sus sectores estratégicos más vitales.

No obstante, remarcamos que, dadas las características estructurales del Uruguay, el país con mayor valoración hacia los partidos y mayor disposición a la participación política de América Latina, plausiblemente, se hayan podido neutralizar muchas de las consecuencias nocivas que puede acarrear el uso concurrente de estos mecanismos. Pero aún así, no se obtuvieron corolarios demasiado alentadores, toda vez que no se han logrado los efectos buscados por los promotores de la reforma electoral65.

Por eso, es fundamental tener en cuenta todos estos elementos a la hora de establecer factibles parámetros de estandarización de comportamiento político y de proponer un esquema que permita extrapolar las conclusiones provisionales de este trabajo a otros países en los que se considere la alternativa de adoptar formalmente sendos procedimientos. Esto conduce a contemplar la posibilidad de que, en otras realidades más hostiles, la coexistencia de primarias abiertas y balotaje en un mismo sistema, pueda derivar en consecuencias perjudiciales con respecto al propósito de restituir la representatividad partidaria.


NOTAS

1. Los procedimientos para seleccionar al candidato partidario sólo serán democráticos si suponen una acción de elección y no de designación interna. Es decir, un mecanismo puede ser designativo si remite a un acto de designación por parte de un órgano de conducción ejecutiva, o electivo si comporta una acción de elección efectuada por un considerable número de individuos; éste, a su vez, puede ser electivo partidario -si eligen las bases o los miembros afiliados formalmente- o electivo no partidario -si los que escogen son tanto miembros partisanos como ajenos al partido, indistintamente.
2. Las internas abiertas -a diferencia de las cerradas, que restringen la asistencia a los afiliados acreditados oficialmente al partido- constituyen un método de nominación mediante el cual se autoriza a participar en la selección de candidaturas partidarias a todo ciudadano empadronado en el registro electoral nacional del país.
3. El sistema de doble vuelta o con balotaje es un procedimiento de desempate, que señala que el candidato debe lograr un porcentaje prefijado de votos (generalmente, aunque no siempre, la mayoría absoluta) en la primera ronda para vencer en la contienda. De no conseguirse ese requisito legal, se celebra una segunda elección entre los dos aspirantes más votados.
4. En ellas pueden participar todos los ciudadanos inscritos en el Registro Cívico, a padrón abierto. Aunque las primarias sean preceptivas para todos los partidos, el voto no es obligatorio para los ciudadanos (Lanzaro, 2007).
5. Con candidaturas únicas por partido), en la que también se elige el Parlamento en forma conjunta y vinculada jurídica y políticamente (lo que constituye una excepción en América Latina).
6. Se trata de un balotaje puro -sin umbral reducido- y tiene lugar un mes después (Lanzaro, 2007).
7. Se optó por dos objetivos específicos por cada fase, priorizando aquéllos más fácilmente demostrables.
8. Partimos de que los electores ordenan transitivamente sus preferencias (Riker, 1995), las cuales se estructuran de acuerdo a ciertos ejes (identitario, partidario, ideológico, personalista, apoyo-oposición al gobierno, centralidad de los temas de debate electoral, etc.), que constituyen los principales criterios de alineamiento en el comportamiento electoral.
9. El sistema de DV no fue creado para que la elección se resolviera en dos fases, sino para que el ganador se acredite un porcentaje fijo de votos, estimulando el logro de una mayoría en la primera votación; y por lo tanto, la segunda vuelta es el último recurso frente a la ausencia de definición en la etapa originaria.
10. Cabe aclarar, no obstante, que al ser bajas las chances de encontrar condiciones de partida intermedias, es improbable que se generen los resultados deseados.
11. Los efectos de la incorporación de estos instrumentos en países latinoamericanos han sido indagados en diversas producciones académicas: estudios generales sobre primarias abiertas (Alcántara Sáez y Freidenberg, 2003; Alcántara Sáez, 2002; Freidenberg, 2003; Gallagher y Marsh, 1988; Vargas, 1998; Spota, 1990; Mustapic, 2002; Haro, 2002; Colomer, 2000, entre otros), y obras que abordan casos globales sobre el sistema con balotaje (Mainwaring y Shugart, 2002; Sartori, 2003; Rose, 1981; Martínez Martínez, 1998; Molina, 2001; Pachano, 2007; Shugart, 2007; Shugart y Carey, 1992; Jones, 1995; Pérez Liñán, 2002; Chasquetti, 1999, entre otros).
12. Elige los medios alternos que le permiten alcanzar sus fines, con arreglo a la información que dispone. Es decir, efectúa un cálculo costobeneficio (C-B) de cada alternativa factible de acción, y escoge aquella donde la utilidad (=B-C) es mayor (Downs, [1957] 1973: 5 y ss.)
13. Si bien la dimensión ideológica es la principal del modelo clásico de la elección racional, también pueden incidir otros importantes criterios de demarcación electoral: social, partidario, apoyo u oposición al gobierno, etc. En este análisis el partidario tiene mucho peso.
14. Se considera "voto sincero" a aquel que responde al ordenamiento genuino de preferencias.
15. Aquel que deja un número de candidatos viables equivalente a la cifra de escaños en juego más uno (M +1).
16. En el cual se obtiene una cantidad de postulantes viables superior a M + 1.
17. Si bien en muchos países del continente actualmente se puede observar una pérdida del valor de la etiqueta partidaria como guía táctica, en el Uruguay, por el contrario, se mantiene la relevancia del partido político como mecanismo de mediación política, con lo cual la etiqueta o simbología partidaria sigue confiriendo ventaja de viabilidad.
18. Aquí, además, los incentivos se demarcan entre partidarios (proporcionados por el partido en su conjunto); subpartidarios (por la facción o corriente interna); o extrapartidaria (por otras fuerzas, por motivos estratégicos).
19. Todo esto considerando que los individuos racionales y maximizadores concurrirán a una interna abierta cuando crean que el beneficio de participar en ella supera los costos que entraña la transacción (Vg. tiempo, dinero, traslado hasta la mesa, etc.) y perciban que su voto es determinante -pivotal- en el resultado de la elección interna.
20. A partir del análisis empírico de los casos latinoamericanos.
21. Esto daría a entender que son más los seguidores genuinos del triunfador que sus detractores.
22. El número efectivo de partidos (NEP), según la fórmula de M. Laakso y R. Taagepera (1979), pondera a los partidos según su tamaño relativo: N=1/Σsi², donde s i es la proporción de votos (NEP electoral) o de bancas (NEP parlamentario) que el partido i tiene.
23. Ya que implicaría que la proporción de la población que adhería naturalmente al ganador era mayor que la que lo concebía como el dirigente más reprobable.
24. A la vez, el sistema de mayoría simple (vigente hasta la reforma de 1966), promovía la emisió n de un voto útil reforzando aún más el sistema bipartidista (Moreira, 2004: 22).
25. En el golpe de 1933, el Dr. Terra contó con el apoyo de los riveristas (ala derechista del PC) y herreristas (ala derechista del PN). La oposición al régimen estaba compuesta por batllistas (ala izquierdista del PC) y blancos independientes (ala izquierdista del PN).
26. La Ley de Lemas o doble voto simultáneo y acumulativo (DVS) consistía en que en las elecciones generales cada uno de los lemas, o sea los partidos políticos, presentaba una pluralidad de candidaturas, denominadas sublemas, que subsiguientemente se sumarían, estableciendo como triunfador al sublema más votado dentro del lema más votado (Lanzaro, 2001).
27. De acuerdo a la Ley de Elecciones Internas de Partidos Políticos, Nro. 17.063, cada partido postula un único candidato presidencial a las elecciones nacionales, untado directa o indirectamente en las elecciones internas.
28. Según el Artículo 151, el Presidente se elige por mayoría absoluta. Si (...) ninguna de las candidaturas o btuviese la mayoría exigida, se celebrará (...) una segunda elección entre las dos candidaturas más votadas (Constitución de la República Oriental del Uruguay).
29. Ese día siete partidos (además de los estudiados, se aplicó en Nuevo Espacio, Unión Cívica, Partido de los Trabajadores y Partido de la Buena Voluntad) celebraron internas abiertas en forma simultánea, organizadas, reguladas y controladas por la Corte Electoral Nacional. Asistieron 1.291.014 votantes (el 58,2% de los habilitados).
30. La fracción del presidente Sanguinetti -quien tenía prohibida constitucionalmente su inmediata reelección- no pudo postular a su líder nato, por eso nombró a un sucesor de confianza (Buquet y Chasquetti, 2003).
31. Se sostuvo que adherentes del FA se trasladaron hacia el PC en busca del opositor más conveniente para octubre (Marius, 2004; Gallo, 2008), votando "contra Hierro" (Hierro, 2006), lo cual fue tomado con desagrado por la dirigencia frenteamplista.
32. El número exacto correspondiente a la ubicación del votante mediano ha sido recreado, pero siguiendo estrictamente lo respondido en la encuesta de Latinobarómetro, teniendo en cuenta la localización de la mayor parte de la población. Pregunta realizada: "en política se habla normalmente de "izquierda" y "derecha". En una escala dónde "0" es la izquierda y "10" la derecha, ¿dónde se ubicaría Ud.?". La misma pregunta fue realizada en un informe de PELA a militantes, activistas y legisladores de los partidos señalados. Aquí se usan promedios de las distintas respuestas esgrimidas.
33. Cox denomina de este modo a la razón del total de sufragios del segundo perdedor y el del primer perdedor. Bajo los equilibrios duvergerianos, la razón se aproxima a 0, y bajo los no duvergerianos a 1 (1997: 114). En estos casos, consideramos que los dos primeros perdedores, son los dos candidatos que obtuvieron más votos de entre aquellos que quedaron fuera del balotaje (PN y NE).
34. Se llevó a cabo un acuerdo entre Batlle y Lacalle, a cambio de establecer un gobierno de coalición; y, por lo visto, el comportamiento de los votantes fue muy disciplinado respecto a la decisión de las direcciones y órganos nacionales partidarios (Marius, 2004: 286 y 287).
35. Con la alianza con el PN se llegó al 58,58% del apoyo legislativo.
36. En esa jornada hubo una asistencia de 1.065.087 votantes (el 43,1% de los empadronados); en este caso 159.726 electores optaron por el Partido Colorado, 441.870 por el Partido Blanco y 455.848 por el Frente Amplio.
37. La candidatura de Stirling fue acordada por Sanguinetti (Foro) y Batlle (Lista 15), como gestos de respaldo al candidato presidencial común, y fue respaldada por todos los sectores del Partido Colorado con representación parlamentaria.
38. En la medida en que en las elecciones de afiliados del FA habían votado 222.795 miembros partidarios (FA, centro de cómputos), se estima que el excedente de esa cifra, en gran medida lo habrían constituido los simpatizantes de esa liga, quienes habrían participado con el propósitode que esta fuerza alcanzara la mitad más 1 de los votos internos (Gallo, 2008).
39. Según una encuesta del Grupo Radar, los votantes del PC eran los más propensos al voto extrapartidario (15-05-04). Se estimaba que el volumen del voto extrapartidario colorado y encuentrista representaba en conjunto el 7% del electorado, lo que podría significar casi la mitad del caudal obtenido en la primaria de este partido.
40. A diferencia del cuadro anterior, aquí se consideran los porcentajes de los dos derrotados en esta elección (PC y PN).
41. Previendo que tarde o temprano iban a tener que acompañar a un miembro de su histórico antagonista, en retribución a la ayuda recibida en 1999, habrían decidido pronunciarse en contra de Lacalle quien, al ser el alegórico caudillo nacionalista de las últimas décadas, era mucho más resistido los colorados de toda la vida (Gallo, 2008).
42. En los dos partidos mejor posicionados la disputa tuvo cierto nivel de conflictividad. En ambos casos, los candidatos moderados -que estuvieron en segundo puesto durante todo el proceso previo- cuestionaron las posturas extremas de sus rivales internos (Buquet y Yaffé, 2009: 133; Garcé, 2009). Pero consideramos que fueron "semi" reñidas, en tanto pudieron incorporar e institucionalizar las disidencias internas a partir de la conformación de una fórmula común.
43. El FA se sujeta simultáneamente a lo estipulado por el sistema electoral y a lo establecido en sus estatutos (es decir, la designación por mayoría del Congreso Nacional del partido) (Buquet y Yaffé, 2009: 132). En esa ocasión, Pepe Mujica había sido consagrado candidato con el 72% de los votos internos partidarios, derrotando al predilecto del presidente Vázquez, su ex ministro de economía, Astori. Por eso el Challenger se convirtió en Incumbent y viceversa.
44. En el caso del FA la presentación de Astori como candidato a Vicepresidente, moderaba la imagen radicalizada de izquierda que le atribuyen al ex tupamaro Mújica (Latinobarómetro 2009) y en el PN la moderación del wilsonismo de Larrañaga sopesaba la postura conservadora de Lacalle.
45. Era una situación inédita, ya que siempre el líder partidario había sido el candidato natural de esta fuerza.
46. Esto decía en los folletos de Bordaberry: Nos quieren convencer de que hay que votar al PN para evitar que el FA gane en primera vuelta. No es cierto. En primera vuelta se eligen senadores, diputados y los dos candidatos que irán al ballotage. No es necesario "reforzar" a ningún partido.
47. Esto también contribuyó a demoler el mito de que los electores blancos y colorados se unían monolíticamente en la segunda vuelta tras la decisión de los dirigentes de sus partidos (Caetano, 2009: 19), algo especialmente notorio en el interior del país donde las identidades son más arraigadas y más firmes las hostilidades recíprocas entre las dos colectividades tradicionales.
48. La premisa es "la variedad de partidos que tienen mucho en común no afecta negativamente el número total de escaños que se obtienen, pues en este sistema siempre pueden reagruparse para la segunda vuelta" (Duverger, 1954: 240).
49. Con los dos históricos rivales, por un lado, y la izquierda excluida, por otro. En la presidencia de Batlle, la repartición en los cargos públicos quedó restringida a los miembros de la coalición mayoritaria (Martínez Barahona, 2001), excluyendo al Frente Amplio, pese a haber obtenido un 40% de apoyo popular.
50. Batlle, a diferencia de Sanguinetti -quien había tenido mayoría legislativa en sus dos mandatos, a la vez que su corriente interna había sido mayoritaria dentro del partido- no pudo lograr lo propio después de consagrarse presidente, en tanto que su fracción era minoritaria dentro del propio partido de gobierno (15,2%), y no contó con el apoyo orgánico del partido. A la vez, el hecho de haberle ofrecido a su oponente Hierro la vicepresidencia, significó someterse a la supervisión de su principal adversario interno, Sanguinetti (Gallo, 2008).
51. La suma de todas las agrupaciones frentistas representaron el 42,8% de los sufragios internos.
52. Por el análisis desacertado, dado por no diferenciar a las distintas clases de votantes que están convocados a las urnas en las internas y en las generales.
53. Si el "perdedor Condorcet" accede a la segunda vuelta inevitablemente será derrotado por el otro candidato (Crespo, 2008: 4), y según nuestros datos Vázquez era el "perdedor Condorcet".
54. Lacalle presentó un programa de llamativo contenido centrista y Mujica manifestó permanentemente estar más cerca de Lula que de Chávez (Garcé, 2009: 112; Latinobarómetro, 2009).
55. Tanto Astori como Larrañaga tuvieron un leimotiv de campaña similar: el primero aparecía como el mejor candidato para derrotar a Lacalle en un balotaje, y el segundo, como el más apto para ganarle a Mujica. Cada uno de ellos presentaba datos de encuestas que lo erigían como candidato del votante mediano, al tiempo que ambos daban por descontado que en tiendas contrarias triunfarían los postulantes mencionados.
56. Hay quienes podrían subrayar que, por ejemplo, en el último de los comicios estudiados, el declive del PN y de Lacalle se debieron principalmente a los errores cometidos entre la resolución interna y la elección de octubre; lo cual no invalidaría la hipótesis de que las internas tienen un efecto prospectivo. De cualquier modo, la imprevisibilidad de acontecimientos que puedan torcer las voluntades ciudadanas tan radicalmente en un tiempo tan reducido habla a las claras de las limitaciones de este sistema de nominación de candidaturas.
57. El Frente Amplio partió del culto de la resolución colectiva y la participación, y mantiene ese discurso. Con Tabaré no hubo resolución colectiva ni participación, sino decisión personal (Bottinelli, 2009a). En 2009 advino la incógnita sobre las posibilidades futuras.
58. El establecimiento de dos colectividades mayoritarias comenzó en 1999, con el Partido Colorado como socio mayoritario del "bloque tradicional". Pero desde 2004, las dos fuerzas principales son el Frente Amplio y el Partido Nacional.
59. Con el doble voto simultáneo y acumulativo, el partido político operaba como una unidad bifacial, sólo comprensible con relación a las subunidades que lo conformaban, las cuales asumían un rol clave en el juego político, tanto en la arena electoral como en la parlamentaria.
60. Los primeros suelen prevalecer en los escenarios de internas más frecuentes (como así tenderían a participar en procesos electivos partidarios); mientras que los integrantes del segundo sector tienen mayor tasa de abstención, lo cual constituye también un modo de afirmar su identidad como independientes.
61. La Ley de Lemas modifica la voluntad expresada mediante el voto al desviarlo hacia el sublema más votado, con independencia de que sea o no el elegido por el ciudadano y con ello altera la voluntad popular y el sentido del voto. Ha ocurrido que un candidato de un lema obtenga por sí solo muchos más votos que el candidato ganador del sublema (Lamberto, 2004, en www. bloquesocialista.com.ar/.../noticia50.htm). Por ejemplo, L. A. Lacalle en 1989 resultó ganador, pese a que individualmente había obtenido tan sólo el 22,5% de los votos.
62. Puede suceder que en una competencia interna binaria, la entrada de un tercer precandidato sea resistida particularmente por el que se sitúa en segundo lugar. Sucedió en 1999, en el PN, con Volonté, y en 2009, en el FA con Carámbula.
63. En 1999 fue del 55%, en 2004 del 42,73% y en 2009 de 42,68%.
64. Esto se debe, entre otros factores, a que dado su carácter de frente, conformado por múltiples movimientos, se ha visto en la obligación de establecer una única organización de base, un programa común y una acción política unificada (Martínez Barahona, 2001: 514), concentrada en torno a sus dirigentes y líderes históricos.
65. Hay que tener en cuenta que en Uruguay en el momento en que se escriben estas líneas, se está estudiando la opción de convocar a una reforma constitucional que repare el sistema electoral vigente, aprobado en 1996.


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ENTREVISTAS

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http://www.usal.es/~iberoame/pdfs
http://www.undp.org.ar/archivos/.
• Principales objeciones a la Ley de Lemas se expusieron en un seminario en www.bloquesocialista.com.ar/.../noticia50.htm

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