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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versión On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.20 no.40 Buenos Aires jul./dic. 2012

 

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

 

Lenni Brenner. Sionismo y fascismo. El sionismo en la época de los dictadores. Buenos Aires, Editorial Canaán, 2011, 454 p.

 

Si un lector desprevenido leyera frases como "cada país puede absorber solamente un número limitado de judíos, si no quiere desórdenes en su estómago. Alemania ya tiene demasiados judíos" o "El judío es una caricatura de un ser humano normal, natural, tanto física como espiritualmente. Como individuo en sociedad se rebela contra todos los arneses de las obligaciones sociales, no conoce el orden ni la disciplina", no dudaría en adscribir tan temerarias afirmaciones a alguna usina o personaje denotado de los regímenes nazi-fascistas que asolaron Europa en el mundo de entreguerras.

Lo notable es que lejos de ser pronunciadas por Adolf Hitler o por alguno de sus secuaces, la primera fue dicha por Chaim Weizmann, futuro presidente de la Organización Sionista Mundial y primer presidente de Israel, en la Berlín de 1912, y la segunda no se publicó en el semanario nazi Der Stürner, sino en el órgano oficial de la organización juvenil sionista, Hashomer Hatzair.

Llevar adelante una crítica frontal y honesta hacia el Estado de Israel y sus fundamentos, siempre ha sido una tarea riesgosa, dado que quien la realiza corre el riesgo de ser imputado de antisemita y judeofóbico.1 Desoyendo estas advertencias Lenni Brenner -estadounidense, judío, marxista, gran activista por los derechos civiles y contra la guerra de Viet-nam en los sesenta- ha escrito una obra monumental que disecciona la naturaleza del sionismo y su accionar en los tiempos de la Europa del fascismo, edición que en nuestro país debemos saludar, y cuya presentación -invitando a los lectores al debate, la crítica y la polémica- es en definitiva el objeto de estas líneas.2 Una idea central recorre la obra (y de alguna manera motoriza los desarrollos y la presentación de una por momentos abrumadora cantidad de fuentes): partiendo de que el antisemitismo era inevitable (hasta "natural") y justificable en cierta forma, mientras los judíos no tuvieran un hogar nacional en Palestina, el propio sionismo alentó y sacó partido del odio a los europeos judíos en el período indicado.

Desde estas coordenadas, nuestro libro en cuestión construye una arqueología del sionismo como una particular rama de los nacionalismos europeos, emparentados con las ideologías völkisch en boga en la Europa de finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, nacionalismos etnocéntricos, imperialistas, guerreristas, imbuidos del poder de la carga del hombre blanco, con territorios a civilizar y conquistar, con un desarrollo particularmente intenso en la Mitteleuropa. Pero a diferencia de las otras ideologías völkisch, la blut und boden (sangre y suelo) sionista no se encuentra en el propio territorio en donde se vive -Europa central y oriental, en su mayoría-, sino en la lejana y exótica Palestina. Varios movimientos y problemas de este período del desarrollo del sionismo, el libro destaca.

La interpretación de la existencia de un pueblo judío único y diaspórico que el sionismo construye, heredero del Israel bíblico, encuentra variopintas resistencias, a saber: en el asimilacionismo (ej.: los alemanes judíos, son y se sienten alemanes, y en general no consideran que deban de volver a ninguna patria perdida en un lugar remoto) expresado tanto en formulaciones ideológicas liberales, como en el bundismo izquierdista y obrerista, y en los sectores religiosos, que desconfían del laicismo que el sionismo porta, ya que aún no filian en términos generales, la idea del "retorno de Israel" a una construcción estatal laica y moderna. Paradojalmente, y a pesar de este laicismo que levanta la desconfianza del rabinato, el sionismo no deja de esgrimir los argumentos bíblicos, en donde el libro funge como una suerte de súper título de propiedad de la tierra (el pacto) que la divinidad le ha dado al supuesto pueblo elegido,3 como un argumento central que demuestra el derecho del pueblo judío a construir un hogar nacional en Palestina.

Ergo, el sionismo - como un particular caso de construcción de la nacionalidad moderna- es un movimiento minoritario y hasta resistido dentro de las colectividades judías de Europa en este período, en especial en las más pudientes, asimiladas y desarrolladas, como lo son la alemana y austríaca.4 Esta situación implica, entre tantas otras cosas, que la idea de una invasión militar para "liberar" a Palestina del yugo otomano/árabe es inviable desde todo punto de vista, por lo que el establecimiento de un hogar nacional judío aquí, solo es posible con la anuencia de la gran potencia de turno, Gran Bretaña.5

Si bien el sionismo funciona como una imagen especular del antisemitismo, las elaboraciones nacionalistas de estilo völkisch con influencias bíblicas, que se constituirán en los elementos más estables de su cosmovisión, lo alejan de las primeras ideas de su fundador Teodor Herzl, -quizá más un liberal imperialista "que no pudo basar su movimiento en nada afirmativamente judío"6- quien no tenía mayor vínculo con lo "hebreo", con las vertientes judías religiosas, que imaginaba su Estado judío como una suerte de entidad multilingüística al estilo suizo, no tenía un interés especial en Palestina y por momentos acepta la idea de construir el hogar nacional judío en las tierras altas de Kenia (África oriental).

Con esta detallada descripción de los elementos ideológicos y culturales en los que el sionismo abreva, y que son los que blande al comienzo de su fervorosa actividad política y diplomática a ambos lados del Atlántico, en las primeras décadas del siglo XX, el libro desarrolla con exhaustividad el accionar de los dirigentes sionistas y sus organizaciones (tanto los de la OSM, como los del influyente sionismo estadounidense, los del sionismo alemán o el polaco), en los momentos clave de la historia europea en la entreguerras: la crisis del Primera Guerra Mundial y el ciclo revolucionario que abre en Europa oriental (Bela Kun), el impacto de la Revolución rusa, el fracaso de la República de Weimar, el ascenso de Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, la guerra de España, y la Segunda Guerra Mundial con el Holocausto. En todos estos momentos cruciales, el libro detalla con un trabajo de fuentes intachable, la colaboración de los dirigentes sionistas con regímenes antisemitas cuyo accionar en relación a sus ciudadanos judíos no podía dejar lugar a dudas, incluido el propio Hitler (de aquí se desprende otro elemento estable de su cosmovisión: el antibolchevismo). De igual manera, el libro detalla las oposiciones y rebeldías que esta aquiescencia al nazismo de parte de la dirigencia sionista levantó dentro del movimiento, pero dejando en claro también, que eran marginales y nunca pudieron torcer el brazo de la línea principal.

El motivo de tamaña impostura, para determinarla de alguna manera, se encuentra no en el desconocimiento que los principales dirigentes sionistas tenían de la situación de los europeos judíos, sino en que su objetivo político central no era evitar o detener la barbarie criminal nazi, sino salvar a judíos jóvenes capacitados y físicamente aptos para emigrar a Palestina, dando comienzo a un nuevo tipo de ciudadano hebreizado, educado en el arduo trabajo del kibbutz y la guerra, alejado del idish y la Mitteleuropa, compenetrado definitivamente en su ahora sí, verdadera blut und boden. Por eso, entre las tantas decisiones políticas que el libro describe y analiza, aparece la firme oposición de los dirigentes sionista a cualquier emigración de los europeos judíos, que no fuese a Palestina, dado que esto portaba para ellos dos males mayores que el antisemitismo y la criminalidad nazi: la asimilación y la diáspora. El objetivo primordial de los sionistas era construir su hogar nacional en Palestina, no salvar a la mayoría de los europeos judíos del Holocausto y en aras de ese objetivo, cualquier sacrificio (hasta el de millones de seres humanos) era posible y leído como un mal menor. La utilización que estos mismos dirigentes hicieron (y aún hacen) del Holocausto luego de la guerra, en muchos casos siendo ya ellos cuadros del Estado de Israel, es un caso más de invención de una tradición y quizá materia de otro libro. Citando a Brenner: "Gran Bretaña debe ser condenada por abandonar a su suerte a los judíos de Europa, pero no son los sionistas quienes deben hacerlo".

El análisis de las tendencias internas dentro del sionismo aparece con claridad diáfana. Si bien el laborismo sionista (al cual pertenecen los "padres fundadores" Ben Gurión o Golda Meir) es la modulación hegemónica, el accionar del revisionismo sionista de Vladimir Jabotinsky y Abraham Stern en esta coyuntura, es estudiado en profundidad, dado que de su seno nace un sector "extremadamente lunático" como la Banda Stern (ruptura por derecha del Irgún, antecesor del actual partido Likud), que proponía un "Estado judío histórico sobre una base nacional totalitaria, ligado mediante un tratado al Reich alemán". Lo notable es que de este grupo surgirían dos futuros primer ministro de Israel: Menahem Begin y Yitzhak Shamir.

Para cerrar el comentario sobre esta obra de lectura casi imprescindible, dada la conflictividad que aún perdura en Palestina/Israel, de la cual el sionismo es parte constitutiva, permítasenos citar a su autor:

"No puede haber la menor confusión entre la lucha contra el sionismo y la hostilidad hacia los judíos o el judaísmo. El sionismo prospera en el miedo a que los judíos sufran otro Holocausto. El pueblo palestino agradece profundamente el firme apoyo dado por judíos progresistas, ya sean religiosos, como Ruth Blau, Elmer Berger, Moshe Menuhin o Israel Shahak, o ateos como Felicia Langer, Lea Tsemel y otras personalidades de la izquierda. Ni la nacionalidad, ni la teología, ni la teoría social pueden, en ningún caso, convertirse en un escollo para aquellos judíos que, en Israel o en cualquier parte, están determinados a caminar junto al pueblo palestino en contra de la injusticia y el racismo. Puede decirse, con certidumbre científica, que sin la inquebrantable unidad de los árabes y los judíos progresistas la victoria sobre el sionismo no es meramente difícil, sino imposible".

Alejandro Falco

 

Nota

1. "Si ya no se puede cuestionar la violencia del Estado israelí sin atraer enseguida sobre sí la acusación de antisemitismo, entonces esta acusación tiene la función de circunscribir el espacio de los discursos públicamente aceptables y de inmunizar contra toda crítica esta violencia israelí poniendo en duda la moralidad de las protestas que suscita. La acusación de "antisemitismo" funciona así tal como funciona, contra cualquiera que se opone a las recientes guerras emprendidas por Estados Unidos, la etiqueta de "traidor" o de "simpatizante de los terroristas"." Etienne Balibar et al. El antisemitismo. Intolerable chantaje. Buenos Aires, Editorial Canaán, 2009.         [ Links ]

2. Esta tarea se completa con la también reciente publicación de su libro 51 documentos. Colaboración de los dirigentes sionistas con los nazis. Buenos Aires, Canaán, 2011.         [ Links ]

3. Para una crítica fundada a estos argumentos desde el punto de vista de la historia y la arqueología véase Israel Filkestein y Neil Silberman. La Biblia desenterrada. Madrid, Siglo XXI, 2005.         [ Links ]

4. Recién al final de los años treinta, cuando la maquinaria nazi tiene un desarrollo incontrastable, la idea de migrar a Palestina, empieza a recoger mayores adeptos.

5. «Hace cuarenta años (en los años veinte) un partido sionista era distinto de cualquier otro del mundo. Tenía que serlo. Su objetivo principal, no era recoger votos de una ciudadanía preexistente; era crearla. El típico partido se encontraba en algún lugar de Polonia. Para ayudarlos a emigrar, recolectaba dinero de toda Europa y Estados Unidos, y creaba grandes aparatos financieros. (. . . ) La mayoría de sus líderes vivía en el extranjero. Su ideología se originó allá, sin mayor conexión con la realidad de Palestina, y por su puesto, sin tener en cuenta para nada a los árabes.» Uri Avnery. Israel sin sionistas. Buenos Aires, De la Flor, 1968, pp. 192-193.         [ Links ] No en vano la viabilidad del proyecto sionista en Palestina aparece más clara luego de la Declaración Balfour de 1917, y cuando el mayor Allenby y las tropas británicas entran en la región en 1918, dando fin a la Palestina otomana, para dar comienzo a la Palestina del Mandato británico. Para más datos véanse Gudrun Kramer. Historia de Palestina. Madrid, Siglo XXI, 2002 e Ilan Papé         [ Links ]. Historia de la Palestina moderna. Un territorio, dos pueblos. Madrid, Akal, 2007.         [ Links ]

6. Lenni Brenner. Sionismo y fascismo, p. 45.         [ Links ]

 

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