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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versión On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.27 no.46 Buenos Aires jun. 2016

 

ARTICULOS

Más allá de la estanflación: el ciclo de crecimiento y crisis de Brasil, 2004-2015

Aquém da estagnação: o ciclo de crescimento e crise desde 2004 y 2015 no Brasil

Beyond stagflation: the cycle of growth and crisis since 2004 to 2015in Brazil

 

Luiz Augusto E. Faria

 


Resumen

El gobierno de Lula da Silva trajo una novedad al proceso de desarrollo de Brasil, la inclusión social y el combate contra la miseria, experiencia que solo tuvo un equivalente en la historia en los dos mandatos de Getúlio Vargas. Como ocurriera en aquella ocasión, una enorme resistencia se opuso a las iniciativas sociales del gobierno. Si a lo largo del siglo XX una fuerza prominente de esa oposición contó con apoyo externo en la forma de la intervención de Estados Unidos, en la actualidad es el poder de las finanzas internacionalizadas el que organiza a la clase dominante en la oposición. Interpretar ese proceso es el objetivo de este trabajo. En primer lugar, se busca comprender la naturaleza de la onda de crecimiento ocurrida entre 2004 e 2010, a partir de la propuesta de una ecuación del crecimiento brasileño de inspiración marxista. Luego, se identifican las causas de la desaceleración subsiguiente, y se analizan las medidas adoptadas para enfrentarla.  Finalmente, se examinan los intereses afectados por los resultados de ese sendero de crecimiento y crisis, sus efectos sobre el alineamiento de las fuerzas  sociales internas, sus vínculos internacionales y con el gobierno. Las alternativas posibles para el desarrollo de Brasil en esta segunda década del siglo solo podrán establecerse a partir de la comprensión de ese movimiento y de la confrontación de intereses entre las clases sociales cuya lucha anima la vida política del país.

Palabras-chave: desarrollo, crecimiento económico, crisis, Brasil.

Abstract

The government of Lula da Silva brought something new to the development of Brazil, through the social inclusion and the fight against poverty. This was something that had only been done once before, during the two terms of Getúlio Vargas. At that time there was a big opposing force to the social initiatives of the government. During the 20th century those opposing groups got a lot of help in the form of an intervention by the United States, these days the power of international finances is the one that organizes the opposition. The aim of this paper is to interpret that process. In the first part we try to understand the nature of the growth waves that happened between 2004 and 2010. We start by formulating an equation of the Brazilian growth that was inspired by Marxism. Then we identify the causes that slowed down that growth and analyze the actions needed to deal with them.
Finally we analyze the interest that were affected by the results of that growth and subsequent crisis, their effects on the alignment of the internal social forces, their international relationships, and their relation to the government.
The available alternatives for the development of Brazil in this second decade can only be establish through the understanding of this movement and the conflict of interest between the social classes and their struggles which encourage the country's politics
.


 

Mudando andei costume, terra e estado,

Por ver se se mudava a sorte dura;

A vida pus nas mãos de um leve lenho.

Mas, segundo o que o céu me tem mostrado,

Já sei que deste meu buscar ventura

Achado tenho já que não a tenho.

Camões, Sonetos

 

El segundo mandato de la Presidenta Dilma Roussef fue marcado por una combinación de crisis económica y crisis política desde antes de su inicio. La memoria de 2014 muestra la escalada de una postura oposicionista por parte de los medios de comunicación dominantes, de partidos y movimientos políticos contrarios al rumbo asumido por las decisiones del gobierno, escalada sustentada por una disidencia creciente de las clases dominantes en relación a la presidencia de la República y su equipo económico encabezado  por Guido Mantega. Un alarmismo completamente desproporcionado respecto de la inflación, un poco más alta que la media de los diez años anteriores, y la reducción de los superávits fiscales, consecuencia necesaria de las medidas anticíclicas adoptadas en el intento de revertir la desaceleración del crecimiento, se utilizaron para influir sobre la opinión pública y reducir el apoyo popular al gobierno. Todo eso preparaba el terreno para una disputa electoral muy reñida y que la oposición daba ya por ganada,  cuando fue sorprendida por la victoria de Dilma. El resultado electoral fue decidido por la postura más combativa asumida por la candidata en defensa de las acciones y propuestas de consolidación y ampliación de las conquistas sociales llevadas adelante en los tres mandatos petistas anteriores, en contraposición a las propuestas neoliberales de su rival.

Recién contados los votos, y a diferencia de lo que hacía creer el discurso de campaña, antes incluso de asumir, el nuevo gobierno hizo un gesto decisivo hacia la capitulación ante los intereses de las altas finanzas y anunció un ajuste fiscal y el abandono de las políticas anticíclicas. Mucho antes de las elecciones, todavía en 2013, un primer movimiento en esa dirección ya se había dado cuando comenzó el endurecimiento de la política monetaria a través del aumento de las tasas de interés y del recorte del crédito, una concesión innecesaria al alarmismo sobre la inflación. El anuncio del nuevo ministro encargado de la economía, un economista del sector financiero identificado con el neoliberalismo, confirmó el cambio de dirección.

El movimiento parecía repetir lo que hizo Lula en su primer mandato, cuando puso a Antônio Palocci a cargo de la economía. Con una buena trayectoria entre la burguesía paulista, y secundado por un nombre de Wall Street en el Banco Central, Henrique Meireles, el médico convocó a un grupo de economistas neoclásicos para su equipo, garantizando la continuidad de la política económica ortodoxa del anterior gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC). Al mismo tiempo, militantes del PT y de movimientos populares asumieron los ministerios encargados de conducir las políticas sociales de combate contra la pobreza y reducción de las desigualdades.

En aquella coyuntura la maniobra tuvo éxito. La situación económica mejoró, hubo reducción de la inflación, una revalorización del real y mejora de la situación fiscal. De la misma forma, el crecimiento económico fue retomado y alcanzó un nivel algo superior al período FHC, impulsado por el alza de los precios de los productos primarios en el mercado mundial y el consecuente aumento de su producción doméstica y, principalmente, por la elevación de la demanda interna, consecuencia del crecimiento del ingreso disponible de la clase trabajadora, derivado de la elevación de los salarios y del empleo, del masivo proceso de inclusión resultante del éxito de las políticas sociales y de un fuerte movimiento de expansión del crédito.

Durante sus ocho años de mandato, Lula equilibró su gobierno pivoteando sobre los dos lados de una contradicción social inconciliable. Para conformar fuerzas antagónicas, asumió la marca de la ambigüedad política, actuando una vez para el MST y otra para los representantes del agronegocio, a la derecha para los banqueros y a la izquierda para los bancarios, en oblicuo para los trabajadores y al derecho para los empresarios. Esto fue posible debido a la coyuntura de aceleración del crecimiento económico que se abrió desde 2004, en la que se superó el desequilibrio del balance de pagos, los indicadores fiscales mejoraron, la inflación cayó y el empleo se amplió. Los nuevos vientos de la economía permitieron una combinación de aumentos reales de los salarios de los trabajadores, reducción de la pobreza y mejora de todos los indicadores sociales con disminución de la desigualdad, en razón del avance del empleo y del aumento del gasto público. Al mismo tiempo, fue posible un crecimiento de las ganancias del capital por la preservación de algunos elementos clave de la ortodoxia macroeconómica: tasas de intereses elevadas, libre movimiento de capital y superávit fiscal, que se combinaron con el propio efecto del crecimiento, ampliando la inversión.

En ese ambiente en el que todos ganaban, fue creado el espacio fiscal utilizado para ampliar la inversión pública en programas de infraestructura y para dar soporte financiero a la inversión privada a través de préstamos de los bancos estatales. En el frente internacional, los saldos comerciales resultantes de la enorme demanda de bienes agropecuarios y minerales a precios crecientes y el ingreso de capitales estimulado por la política monetaria de metas de inflación, propiciaron la superación del problema crónico del endeudamiento externo y posibilitaron el fin del monitoreo del FMI sobre la política económica brasileña.

La crisis financiera internacional de 2008 provocó una inflexión en esa trayectoria de crecimiento, y motivó una caída en el PIB en 2009. Con el aliento acumulado de los resultados de los años anteriores, un conjunto de medidas contracíclicas se puso en acción, y alcanzó, a partir de 2010, a revertir por algunos años los efectos de la crisis. El déficit gubernamental creció  a través de exenciones fiscales y la expansión del gasto y la política monetaria  se tornó más laxa, con reducción de los intereses y un nuevo ciclo de ampliación del crédito. Desgraciadamente para el gobierno, el aumento del déficit público y la presión inflacionaria proveniente del tipo de cambio y de los precios administrados dieron base a una creciente oposición a la política económica, al mismo tiempo que el consumo, que era decisivo para el crecimiento hasta ese momento, comenzaba a encontrar sus límites en la expansión decreciente del empleo, de los ingresos laborales, de las transferencias sociales y del endeudamiento de las familias.

Una contraofensiva reñida de la ideología neoliberal comenzó en la mitad del primer mandato de Roussef. Sustentado en un realineamiento masivo de las clases dominantes opuestas a la línea política del gobierno, ese movimiento defendía un ideario basado en las supersticiones lisas de los agentes que actúan en el mercado financiero, el sustrato de las ideas que, traducidas en lenguaje científico por economistas de la academia, son vulgarizadas en los aforismos de los llamados “economistas de mercado” y divulgadas ad nauseum y de forma monocorde por los medios[1]. Al interior de la burguesía nativa tuvo lugar una reafirmación de la hegemonía de su fracción financiera que, reforzada por sus vinculaciones internacionales, hizo al rentismo su opción preferencial de modalidad de acumulación de capital. El guiño de la política económica en el segundo mandato evidenció una tentativa de conquistar el apoyo de las finanzas al precio del alejamiento de su base original, los trabajadores organizados y los beneficiarios de las políticas sociales y de desarrollo.

El objetivo de este trabajo es arrojar alguna luz sobre ese proceso con vistas a develar sus causas y escrutar su posible devenir. En primer lugar, se busca comprender la naturaleza de la ola de crecimiento ocurrida entre 2004 y 2010, a partir de la propuesta de una ecuación del crecimiento brasileño de inspiración marxista. A continuación, se identifican las causas de la desaceleración subsiguiente se analizan las medidas adoptadas para enfrentarla. Por último, se examinan los intereses afectados por los resultados de ese sendero de crecimiento y crisis, sus efectos sobre el alineamiento de las fuerzas sociales internas, sus vínculos internacionales y su relación con el gobierno. Las alternativas para el desarrollo del Brasil en esta segunda década del siglo sólo podrán establecerse a partir de la comprensión de ese movimiento y del enfrentamiento de intereses entre las clases sociales cuya lucha anima la vida política del país. Lo que ha prevalecido, por ahora, la hegemonía de los intereses de las finanzas, tiene como resultado el cuadro de estancamiento sin precedentes que Brasil atraviesa.

 

¿Cuál es el camino al desarrollo?

 

El crecimiento es una característica inherente a las economías capitalistas, un resultado necesario de la finalidad de valorizar el valor, el "acumula, acumula, eso son Moises y los profetas!" De las palabras de Marx. Este mandato es tan perentorio que ha devenido en la razón necesaria para la legitimidad de los gobiernos en las democracias constitucionales de hoy. A diferencia de la gloria de los griegos o de la vocacióndirigente de los romanos, es el aumento del PIB lo que hace el concepto de los buenos gobernantes de la modernidad. Desde la invención de la industria, las sociedades están dotadas de fuerzas productivas poderosas, capaces de tornar al imperativo de la acumulación un proceso con capacidad para mejorar las condiciones de vida de los pueblos. El desideratum del crecimiento puede asumir la ideología del desarrollo socioeconómico y prometer un futuro mejor para todos, haciendo de la valorización del valor abstracto el camino hacia el mejor de los mundos, prestando una apariencia virtuosa al sistema de explotación capitalista.

Esta capacidad de proveer mejores condiciones de vida alcanzó su punto más alto durante los llamados Años Dorados que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando las enormes ganancias de productividad de la industria fordista se combinaron con las políticas sociales del Estado de bienestar, eliminando la pobreza en el arco norte-atlántico, corazón del sistema mundial. La fase desarrollista de la acumulación intensiva y su regulación monopólica se cerraron con la crisis de los años 1970. En la nueva forma asumida por el capitalismo desde 1980, cuando se constituyó el régimen de acumulación flexible y se consolidó la dominación financiera y su modo de desregulación neoliberal, la convergencia entre el primado de la valorización, desde entonces en su modalidad predominantemente ficticia, y el desarrollo entendido como camino para mejorar de las condiciones de vida de los pueblos se ha vuelto imposible. Al contrario, lo que viene creciendo desde entonces es un estado de malestar para una proporción cada vez más mayor de la población mundial.

Diversos autores han llamado la atención sobre la realidad de inestabilidad inherente al período reciente. Muchos rechazan la idea de clasificarlo como un nuevo modo de desarrollo, prefiriendo hablar de crisis continua, éste es el caso de los marxistas (Wallerstein, 2001; Harvey, 2003), o de sucesión de crisis (Arrighi, Silver, 2001). Otra interpretación es la que habla de una nueva etapa de desarrollo bajo un "régimen de acumulación de dominancia financiera" o financiarizado (Chesnais, 1997). Es importante retener aquí el concepto de financiarización de la riqueza[2] por su relevancia en la explicación de las nuevas determinaciones del proceso de acumulación a escala mundial en los últimos treinta años, especialmente la característica más visible que es el bajo crecimiento predominante en toda la economía globalizada a excepción del Sudeste Asiático .

El bajo crecimiento resulta del proceso de acumulación por desposesión[3], como lo llamó David Harvey (2003); es decir, la riqueza pasa a ser acumulada no a partir de la apropiación del excedente generado en el proceso de producción, una fracción de la riqueza nueva creada, sino a través de la apropiación de parcelas de la riqueza ya existente, que simplemente cambia de mano. Su forma dominante, el dinero, puede multiplicarse únicamente a través de la compra y venta de activos ya existentes vía privatizaciones, fusiones y adquisiciones o negocios en la bolsa de valores. La fracción financiera se convierte en la parte dominante de la burguesía en la medida en que la acumulación no necesita que el proceso productivo sea muy dinámico. A escala mundial, basta con la industria asiática para inyectar el valor nuevo que el sistema necesita; la desregulación, el libre movimiento de capitales y la ortodoxia de la política económica garantizan la liquidez y la rentabilidad necesarias para maximizar el ingreso del capital financiero.

               Hay, sin embargo, un movimiento que se extiende por diversos rincones del globo donde la acumulación de capital venía conviviendo con la inclusión social y mejores condiciones de vida para la mayoría. Uno de esos lugares en que la excepción se materializaba es América del Sur. Desde el comienzo de este siglo, y tras más de dos décadas de retroceso social y económico, un proceso de elevación del ingreso per cápita y mejora de su distribución fue iniciado a partir de, por un lado, un nuevo empuje de la producción de bienes agropecuarios y minerales para el mercado internacional y, por otro, políticas de generación y distribución de renta y empleo de naturaleza endógena. Esta fase de crecimiento fue posible por la combinación de un choque de la demanda de productos primarios derivados del desarrollo asiático, y chino en especial, y políticas de gobierno dirigidas a garantizar un ingreso mínimo, elevar los salarios y procurar el pleno empleo.

Chávez, Evo Morales, Kirchner, Lula y otros surgieron como líderes de ese proceso, que fue posible ante todo por las iniciativas políticas de los gobiernos que lo dirigieron, pero también por una alteración en la coyuntura económica mundial que permitió un cambio en la modalidad de inserción externa de los países. En primer lugar por el enorme crecimiento de las exportaciones, y luego por la virtual desaparición del problema de la deuda externa. La solución para el endeudamiento internacional abrió una nueva coyuntura y creó el espacio fiscal que permitió la ejecución de políticas públicas promotoras de la reducción de la pobreza y la inclusión social, a través de la renegociación, la confrontación o la mejora en las cuentas del balance de pagos. Todo el continente sudamericano experimentó poco más de una década de avances económicos y, principalmente y de forma inédita, sociales.

 

¿Qué fue lo que desencadenó el desarrollo?

Entender las razones de ese salto adelante y las causas de su interrupción después de la crisis internacional de 2008 requiere identificar las principales variables involucradas en el proceso y sus interrelaciones. El punto de partida adoptadoaquí es el de la teoría marxista del crecimiento. La concepción original formulada por Marx está expresada en el Libro II de El Capital y en las dos importantes leyes, la General de la Acumulación y la de la Caída Tendencial de la Tasa de Ganancia, presentadas en los Libros I y III respectivamente. Estos tres procesos describen los mecanismos más importantes de la dinámica de la acumulación de capital y de la reproducción ampliada del sistema económico capitalista. Una interpretación sucinta y didáctica de esas ideas de Marx fue presentada por Meghnad Desai en su libro "Economía Marxista" (1984). Este trabajo adopta el modelo allí formalizado, con algunos agregados necesarios para convertirlo en una herramienta capaz de explicar la realidad brasileña, en particular en lo que especialmente en lo que se refiere a las relaciones del gobierno y del sector externo con la economía, tópicos que, en razón de su nivel de abstracción y su consecuente y necesaria simplificación, no aparecen en Desai ni en la formulación original de Marx.

Siguiendo a Marx, Desai centra su análisis de la dinámica económica en las relaciones entre los dos grandes sectores de la economía industrial capitalista, el de bienes de producción y el de bienes finales, y en los hechos de la tasa de explotación, de la tasa de ganancia y de las expectativas de los capitalistas en relación al futuro de sus negocios como explicativos del ritmo de la acumulación, el crecimiento económico. Los esquemas de reproducción que representan esta dinámica están limitados por la compatibilidad necesaria para la interdependencia de los dos sectores y sufren la determinación de la variación de la tasa de ganancia y de las expectativas.

La ecuación del crecimiento marxista de Desai (1984) define la tasa de crecimiento µ como función de la tasa de ganancia π multiplicada por la proporción del excedente invertido a. La formulación de Desai, como ya se ha dicho, fue realizada en un nivel elevado de abstracción, ámbito en que propuso su interpretación de la idea de dinámica económica de Marx. Para los efectos de este trabajo, fue necesario darle un grado mayor de concreción, haciéndola menos abstracta. Así, un ejercicio de aproximación con el real fue hecho con la inclusión del factor extra mercado que es el Estado, representado por el término γ, el cual corresponde a lo que se denomina, en la tradición keynesiana, multiplicador del gasto del gobierno. También el efecto del comercio exterior fue comprendido en el análisis a través de la variable χ. De esa manera, el raciocinio es capaz de aprehender los determinantes fundamentales del crecimiento de la economía brasileña; las decisiones de los capitalistas y lo que las preside, la acción del gobierno y su alcance, y la influencia del mercado mundial con sus efectos sobre Brasil.

 

¡Cómo se originó la fase de aceleración del crecimiento?

El año 2004 marcó un punto de inflexión en la trayectoria experimentada por la economía brasileña desde 1995, de declinación tendencial de la tasa de variación del PIB. Desde entonces hasta 2011 las tasas fueron crecientes, con solo dos trimestres negativos en 2009. Después de ese momento, cada año que pasó el desempeño fue empeorando, hasta que se repitieron valores negativos en 2015. El Gráfico 1 presenta la trayectoria del producto comparado con el crecimiento de la industria de transformación y con la inversión. La tendencia general de estas tres variables es la misma, ​​el PIB creció en promedio un 2,1% anual entre 1996 y 2002, un 4,1% entre 2003 y 2011, y sólo un 1,6% interanual entre 2012 y junio de 2015. El producto industrial siguió las mismas tendencias de expansión y contracción, pero con una varianza mayor. De la misma forma, el comportamiento cíclico de la inversión fue similar, con una varianza aún mayor.

 

La primera impresión muestra un comportamiento totalmente conforme a las llamadas Leyes de Kaldor sobre la centralidad de la industria en el proceso de crecimiento, incluso en lo que se refiere al papel de la inversión en la dinámica. La cuestión es indagar en aquello que explica la inversión y el crecimiento de la industria. Para Marx (1984, Libro III), la búsqueda dela máxima ganancia a través de la competencia entre las empresas impulsa la inversión innovadora. El progreso técnico proviene de esta búsqueda de aumento de la tasa de ganancia y produce un resultado paradójico, su reducción a largo plazo en razón del aumento del capital a ser remunerado, es decir, de la propia inversión que hizo el crecimiento. Este movimiento, sin embargo, es invisible para el capitalista, de lo contrario no habría crecimiento. Desde su punto de vista, la inversión se hizo porque los beneficios eran adecuados y su expectativa futura era de valores aún más elevados. El declive de la tasa de ganancia sólo es conocido a posteriori. Antes de ello, la propensión a invertir es positiva.

 

El movimiento de la inversión en el gráfico muestra que el valor de a (la proporción del excedente invertido) comenzó a crecer en 2004 y fue positivo hasta 2012, con un valor fuera de la curva en 2009. Es necesario avanzar en la comprensión de las razones de ese optimismo de las empresas en ampliar su gasto productivo.

La pregunta deviene menos nebulosa al examinar el Gráfico 2, que incorpora nuevos elementos al análisis y lo aproximar un poco más ala realidad. Allí se identifica el movimiento de la demanda que indica la perspectiva de los dos mercados hacia donde se destina la producción nacional. El mercado interno, con más del 60% de su movimiento explicado por el consumo de las familias[4], y el mercado externo, donde las exportaciones responde a la variación de la demanda internacional

Las tendencias seguidas por las variables graficadas indican direcciones opuestas para el consumo doméstico y las exportaciones. Mientras que el consumo tuvo la misma tendencia del PIB, tanto en el período de expansión entre 2004 y 2011, como en la desaceleración posterior, las exportaciones experimentaron un desempeño inverso. Si se añade que las importaciones mostraron un comportamiento de aceleración en la fase ascendente, puede verseque la variable 𝛘 tuvo un valor negativo en el período. Si el llamado "boom de las commodities" de la primera década del siglo puede explicar el buen desempeño de economías como las de Chile o Venezuela, no fue así en el caso brasileño, pues la contribución de las ventas externas al producto nacional actuó en sentido inverso, sus tasas cayeron cuando las del PIB subieron. El mayor provecho que Brasil sacó del ciclo de precios internacionales fue una mejora sustancial de la situación del balance de pagos y la oportunidad de acumular un volumen considerable de reservas, haciendo desaparecer el espectro de la deuda externa que por décadas condicionó al país (ver Gráfico 5).

               En lo que se refiere al mercado doméstico, se verificó un crecimiento motivado principalmente por la expansión del consumo acelerado por el aumento del capital. La contribución fundamental para ese movimiento fue impulsada por la industria de transformación[5], que presentó una expansión continua entre 2004 y 2014, aunque modesta[6]. Esta expansión de la producción industrial fue combinada con una mejora considerable del mercado de trabajo, donde el empleo y el rendimiento del personal ocupado crecieron, como puede verse en el gráfico 3.

 

Mucho antes de la reducción relativa del consumo, la expansión industrial, que ya era débil, se desaceleró. Conforme a Diegues (2015), esto fue el resultado de lo que llamó "enfermedad brasileña", una adaptación regresiva de la industria nacional que llevó a su contracción y vinculación subalterna a ciertas cadenas mundiales[7], al mismo tiempo que se reorganizaba para obtener ganancias extraoperativas, especialmente en el mercado financiero, en el sentido de tornar a la rentabilidad de la empresa conforme a la lógica de la financiarización y desvincularlaal máximo posible del resultado de la producción.

La expansión del consumo de las familias fue un resultado combinado de la ampliación de la masa salarial a causa del empleo creciente y de las políticas públicas que tuvieron por meta mejorar  la distribución del ingreso y reducir la pobreza a través de un aumento sustancial de las transferencias gubernamentales a las poblaciones objetivo de políticas como la Bolsa Familia o el Beneficio de Prestacióncontinuada[8]. En la misma dirección contribuyeron las políticas de ampliación de la cobertura previsional y de valorización del salario mínimo[9].

Además, a pesar de la camisa de fuerza que siempre representó la continuidad del régimen de metas de inflación, hubo espacio para reducir la tasa de interés, como puede verse en el Gráfico 3 y que se verificó entre 2005 y 2012. Más aún, una opción para expandir el crédito a las familias ya las empresas[10]se llevó adelante a través de una acción agresiva de los bancos públicos y de una completa reformulación del papel del BNDES que, de banco de las privatizaciones como fue convertido en la gestión de FHC, pasó a ser el principal agente financiador de la inversión. Para ello, fue capitalizado por fondos públicos, lo que aumentó su capacidad financiera hasta sobrepasar al Banco Mundial[11]. Esta iniciativa impulsó la utilización de crédito, un recurso poco usual en Brasil, y ascendió su proporción en el PIB del 26,1% en 2002 al 47,2% en 2012, su punto máximo. De esta evolución los bancos públicos participaron con una proporción creciente, 9,8% al inicio, hasta alcanzar el 19,2% del PIB en solo dos años. Entre 2013 y 2014 el crédito cayó al 46,2% del PIB.

Desde principios de 2013, se formó un movimiento alarmista en relación a la inflación, cuya presión sobre el gobierno alcanzó a revertir la tendencia de reducción de los intereses. Las razones de esta presión no tienen que ver con el comportamiento de los precios, pues la inflación declinó después de 2011, del 6,5 al 5,9% en 2013. La escalada de la tasa Selic en el período siguiente fue inocua en relación a la inflación, porque ésta volvió a crecer al 6,4% en 2014.

¿Por qué se agotó?

La interrupción del crecimiento después de 2012 fue, como la mayoría de los fenómenos económicos, consecuencia de un proceso complejo, multideterminado, que afectó negativamente varias de las fuentes de la expansión anterior. Comenzando por el consumo de las familias, su desaceleración resultó del descenso de los incrementos marginales de la masa salarial. Como se vio en el gráfico 3, el volumen del empleo -número de personas ocupadas- presentó una caída después de un pico en noviembre de ese año. De forma similar el rendimiento promedio de esas personas sufrió también una desaceleración de su crecimiento desde 2012, e incluso llegó a reducirse en términos reales después de octubre de 2014.

               A esta circunstancia se sumó el apretón monetario iniciado por el Banco Central en2013, con sucesivas alzas de la tasa Selic que se extendieron hacia 2015. La desaceleración del consumo fue precedida por la desaceleración de la inversión y de la producción industrial a mediados de 2011. En ese mismo año la inversión pública federal cayó al 2,3% del PIB en 2011, desde un nivel del 2,7% en 2010, luego se recuperó lentamente hasta llegar al 2,8% del PIB en 2014. Aunque el consumo del gobierno se mantuvo creciente, el efecto de esta reducción de la inversión contribuyó a empeorar el rendimiento global de la economía. La variable γ redujo su contribución positiva al producto.

               Ya se ha visto más arriba que el comercio exterior tuvo un efecto negativo durante todo el período, ahora queda por analizar el papel de la propensión a invertir y de la tasa de ganancia. En relación a la primera, la variable a, es importante resaltar la influencia del ya referido fenómeno de la financiarización sobre la decisión de invertir. El exuberante crecimiento de las finanzas mundiales -pero también de las brasileñas- en los últimos treinta años creó un fuerte incentivo al recurso de la preferencia por la liquidez. Las numerosas posibilidades de reproducción ampliada del valor en la forma monetaria -y sin necesidad de su metamorfosis en la forma mercantil o en la forma productiva y de los riesgos inherentes a esos pasajes- fueron sostenidas, en Brasil, fundamentalmente por el componente ortodoxo preservado en la política económica. A las ganancias con el arbitraje cambiario posibilitado por el libre movimiento de capitales y al redescuento garantizado de cualquier activo, por más tóxico que sea, practicados en todo el mundo, se suman las tasas de interés extremadamente elevadas vigentes en el país sobre una deuda pública que goza de alta confianza. Por esa razón, la opción por retener el capital en la forma monetaria ha sido, permanentemente, una alternativa bastante lucrativa.

El ambiente creado por este nuevo patrón de gestión macroeconómica ha establecido las circunstancias en que, en última instancia, las ganancias financieros se tornaron provenientes de la apropiación del valor ya existente. El mecanismo se da, ya sea en la forma ya mencionada que Harvey llamó acumulación por desposesión, o despojo -una repetición del antiguo mecanismo de la acumulación primitiva-, sea por la transferencia de renta del Estado a través de los pagos a los acreedores de la deuda pública. En el caso brasileño, el primer mecanismo fue bastante utilizado en los años 1990, en el proceso de las privatizaciones y en la ola de fusiones y, sobre todo, adquisiciones de empresas nacionales por inversores, principalmente extranjeros. El segundo mecanismo aparece en el gráfico 6, donde están trazadas las proporciones de la renta nacional transferidas por la Unión y el Banco Central[14] a los a los dueños de aplicaciones financieras respaldadas en títulos públicos, en la forma de pago de intereses.

La curva muestra, con oscilaciones coyunturales en razón de las variaciones en la política monetaria, un movimiento ascendente hasta 2006, fruto del aumento de la porción del PIB apropiada en la forma de rendimientos financieros. En el período siguiente y hasta 2013, esa tendencia se revirtió, y los intereses se redujeron del 6,2% al 3,1% del producto a principios de aquel año. La ya mencionada capitulación del Banco Central frente a las presiones por un torniquete monetario produjo un nuevo movimiento creciente de la tasa de interés y elevó las ganancias del ingreso financiero al 6,97% del producto interno en agosto de 2015, proporción ampliada por la trayectoria declinante del PIB.

Estas iniciativas favorecieron un aumento de la proporción de las ganancias invertidas (a),y abrieron perspectiva para la canalización de una parte de la liquidez financiera para inversión, que se amplió hasta 2010. Aparentemente una parte significativa de la burguesía siguió la dirección indicada por las iniciativas gubernamentales. ¿Por qué esta circunstancia se alteró después de aquel año?

Es indudable que la crisis internacional tuvo un papel importante en la creación de un estado de ánimo negativo, de lo que habla de forma elocuente la caída de 2009. Sin embargo, las medidas contracíclicas de la gestión económica fueron suficientes para la enérgica recuperación del 2010. En los años y hasta 2014, el gobierno redobló la apuesta en la ampliación del crédito, exenciones fiscales y expansión del gasto (Marques, Andrade, 2015), pero los resultados no se repitieron. Y no porque la crisis internacional recrudeciera. Aunque Europa se mantuvo estancada, con su insistencia en la ortodoxia fiscal, la situación de los EE.UU. fue de relativo alivio y China siguió creciendo, aunque a tasas menores. A pesar de la reversión del precio de las commodities, cuyo efecto sobre Brasil no fue significativo, el contexto externo no se modificó sustancialmente. Fueron las fuentes internas del crecimiento las que se agotaron. Y aunque esta realidad tiene causas económicas, el plano de la política hizo una contribución decisiva para la degeneración del marco económico y político que se instaló en el país (Marques, Andrade, 2015, Souza, Feraz, 2015).

Puede afirmarse que las expectativas sobre las ganancias esperadas se volvieron negativas para la mayoría de las empresas por dos razones. La primera fue la propia percepción del movimiento declinante del empleo y del ingreso, y su efecto sobre el consumo, indicador de retracción de ventas futuras.

La segunda razón puede ser identificada como resultado de un movimiento de contracción de los márgenes de ganancia. En la especificación del modelo de crecimiento presentado, se verifica la centralidad de esa variable y se establecen sus determinantes: la participación de los salarios en el ingreso y la relación capital-producto. En lo que respecta a la primera relación, el proceso de aumento de los salarios reales iniciado aún en el primer mandato del Presidente Lula impactó significativamente en la distribución funcional del ingreso en el país. La evolución de la participación de los salarios en el PIB, que fue negativa entre 1995 y 2004 (cayó del 35,2% al 30,8%), mejoró significativamente desde entonces, y alcanzó el 38,6% en 2011 Gomes, Cruz, 2015). Para no presionar a la baja sobre la tasa de ganancia, ese movimiento necesitaría ser compensado por una reducción de los requisitos de capital en la producción o de la relación de valor entre el capital y el producto.

Una manera de examinar esa realidad de forma indirecta es considerar la evolución de la productividad del trabajo en comparación con el salario real. Los gráficos 7 y 8 fueron diseñados a partir de los datos del Departamento de Cuentas Nacionales del IBGE, que estima el personal ocupado en la producción, su remuneración y el valor agregado de todas las actividades de la economía brasileña. A partir de estas estimaciones, calculamos la evolución del rendimiento medio real y del producto real por trabajador como indicadores de la evolución del salario real y de la productividad. Los valores a precios constantes se obtuvieron con la utilización del deflactor implícito del PIB. Para evitar inconsistencias y garantizar su uniformidad, las series se dividieron en dos períodos, 1990-1999 y 2000-2009.

En la última década del siglo pasado, el movimiento tendencial del salario real fue declinante, mientras que el de la productividad fue creciente. Ambas variables presentaron una oscilación negativa en ocasión del Plan Real entre 1994 y 1995, retomando la orientación anterior en la segunda mitad del período, como muestra el Gráfico 7. Como se observa en el Gráfico 8, la tendencia declinante de la remuneración del trabajo persistió hasta 2004, mientras que el valor agregado por trabajador ocupado permaneció estancado. El sentido general del movimiento entre 1990 y 2004 fue de ampliación de la brecha entre la productividad y el salario real. En otras palabras, las ganancias del capital crecieron en todos estos quince años.

Por esa razón, cuando optó por otro recetario económico, Lula comenzó a sufrir un rechazo creciente de la burguesía, que había preservado sus privilegios en los tiempos de Palocci en el Ministerio de Hacienda. Una nueva fase de la política nacional comenzó entonces.

¿Quién controla el timón?

El primer mandato de Lula inauguró un arreglo político que se tradujo en permanente tensión entre el proyecto de desarrollo adoptado -de combinar crecimiento económico con reducción de la desigualdad y de la pobreza a través del aumento de los ingresos del trabajo y de la universalización de políticas de inclusión social- y la garantía de preservación de los márgenes de apropiación del excedente por las clases dominantes. La arena en que esa tensión se expresó -y en eso se repitió un fenómeno ya conocido en la historia de Brasil, a semejanza del conservadurismo también presente en los gabinetes de Getúlio Vargas o Juscelino Kubistchek-, fue la de la disputa por la dirección de la política económica en el interior de la coalición de gobierno.

Desde el período electoral, ya en 2002, Lula había firmado un compromiso de continuidad de la política económica neoliberal. Y así lo hizo, preservando la movilidad irrestricta de los capitales, la autonomía del Banco Central en la gestión de las metas de inflación, la "responsabilidad fiscal" traducida en la reserva de una parte de los ingresos para financiar el pago de los intereses de la deuda pública (el llamado superávit primario), y la reducción de ésta como proporción del PIB, además de dar continuidad a algunas de las "reformas" propuestas por ese ideario, como la del régimen previsional. Esta circunstancia, sin embargo, mantuvo un margen de maniobra suficientemente amplio como para permitir la introducción de un conjunto de un conjunto de cambios en el campo de las políticas sociales e incluso en la gestión económica, donde las novedades se introdujeron en el plano de las iniciativas con efecto a más largo plazo[19].

Las políticas públicas en el área social recibieron un sustancial refuerzo de financiamiento que posibilitó la conquista de metas muy ambiciosas, como la virtual extinción del hambre. Además de las iniciativas ya mencionadas de redistribución de ingresos vía asistencia social y política salarial, educación y salud minimizaron su crónico subfinanciamiento, lo que permitió una ampliación considerable de su cobertura, especialmente en la enseñanza media y superior y en la atención básica a la salud. Los resultados de esas políticas ampliaron las bases sociales de apoyo al gobierno. Además de las fracciones organizadas de las clases populares, como el movimiento sindical urbano y rural (CUT, CTB, Contag), organizaciones populares de comunidades urbanas, sin tierra y sin techo (MST, CMP), sectores populares no organizados pasaron a prestar apoyo al gobierno, dando lugar a lo que Singer (2009) llamó "lulismo".

Por otro lado, y de forma negativa, el gobierno vino a perder el segmento que imprecisamente es llamado de clase media tradicional, el grupo social de renta más elevada y escolaridad superior (médicos, ingenieros, abogados, burocracia gestora empresarial y pública). Este fenómeno no se derivó del resultado específico de alguna política pública[20], sino, en parte, de la pérdida de singularidad del partido del gobierno, el PT, que con el ejercicio del poder pasó a ser visto como habiendo adquirido los mismos vicios de los demás. Además, la movilidad social que tuvo lugar y amplió lo que, también de forma imprecisa, pasó a llamarse "nueva clase media" (profesionales especializados, pequeños emprendedores, dueños de pequeños negocios, burocracia empresarial subalterna), está en el origen el malestar causado por la percepción de una banalización de derechos otrora tenidos como privilegios (acceso a viajes aéreos, consumo de bienes duraderos como el automóvil). Su playa fue invadida.

 

La burguesía practicó una oposición militante y unitaria aún en el período electoral. Basta recordar, por ejemplo, el ataque especulativo al real en 2002, que llevó a una cotización cercana a los R $ 4,00 por dólar, sólo alcanzada otra vez trece años después, en 2015. En la medida en que el compromiso con la continuidad macroeconómica fue preservado, sin embargo, esa unidad opositora fue sacudida.

Un nuevo movimiento del gobierno lanzó algunas iniciativas económicas importantes y con un efecto político positivo. Una vez que la recuperación se inició, se diseñó un programa de inversiones en infraestructura, luego sistematizado en el PAC; fue implantada una nueva política industrial priorizando el principio del contenido nacional y se instituyeron nuevas bases para el financiamiento de la producción industrial, agrícola y la construcción, basadas en la acción de los bancos públicos. Este conjunto de medidas permitió superar parcialmente la resistencia de la clase dominante, al contemplar algunas de sus fracciones oportunidades de ganancia crecientes, como el sector del petróleo y del gas, los agronegocios, la construcción civil y la industria automotriz.

De la misma forma, el marco regulatorio de algunas actividades, como la energía y las concesiones en el sector de transportes, fue alterado después de intensas disputas, de las que resultó, aparentemente, un compromiso satisfactorio para las fracciones burguesas interesadas. Incluso las altas finanzas internacionalizadas, los bancos y demás instituciones, a pesar de tener que enfrentar una tasa de interés declinante y la competencia de los bancos públicos, mantuvo condiciones de rentabilidad significativas, incluso en el período 2006-2012.

Las posiciones asumidas públicamente por los líderes de los segmentos mencionados suponían un apoyo a las políticas del gobierno. La hipótesis pasible apunta a la compresión de los márgenes de ganancia como la causa real más probable de la disidencia burguesa. Las concesiones realizadas por Dilma, sobre todo después de la elección de Joaquim Levy para el ministerio, fueron insuficientes para recuperar el apoyo que, muy probablemente, jamás tuvo. Peor aún, tales concesiones fueron leídas como un gesto de debilidad que sólo aumentó la combatividad de la oposición.

Las conclusiones que posibles de extraer de lo ocurrido apuntan a un tipo de fenómeno que los estadounidenses llaman la tormenta perfecta. En primer lugar, la interrupción de un ciclo de crecimiento del consumo y de la inversión no por su agotamiento, sino por la imposibilidad de crear una nueva modalidad de financiamiento. Sería necesaria una nueva opción distinta a la mera ampliación de una deuda pública que paga una de las mayores tasas de interés del planeta. Las alternativas, como la ampliación de la tributación sobre el capital ocioso, o la reducción del costo del endeudamiento público, permanecen en el índice de los tabúes de la política nacional, bajo el veto de las clases dominantes.

En segundo lugar, el nudo político que paralizó la capacidad de iniciativa del gobierno necesitaba ser desatado. Pero esa opción requería reconquistar la legitimidad sólo posible con la recomposición del apoyo de la sociedad al gobierno, que, a su vez, depende de la opción por una alternativa factible de salida de la crisis y de la elección de los beneficiarios a ser incluidos a lo largo del camino y, que sean compatibles con la reanudación del crecimiento económico. Está claro que cuando los intereses de las finanzas se impusieron, con su forma ociosa de apropiación del excedente creado por otros, y los ejemplos son innumerables, el resultado fue el estancamiento de la producción y la pauperización de la sociedad.

Por último, es necesario dar una batalla en el plano de las ideas para que la financiarización y la sumisión de la sociedad a la lógica de la mercancía no parezcan el único camino posible. Si la milenaria institución del mercado viene existiendo en las más diversas formas de organización de la economía social, su modalidad específica capitalista, que sólo tiene quinientos años, también ha mostrado capacidad de asumir diferentes formas. Estas variedades de capitalismos, históricamente, coexistieron con mayores o menores límites al mecanismo autorregulado del mercado, el imperativo de la ley del valor en disputa permanente por imponerse a los designios de la subsistencia de la sociedad. El "molino satánico" siempre querrá girar su muela de la valorización abstracta triturando la vida de las personas. Pero ¿quién conseguirá imponer a una clase dominante tan resistente cualquier compromiso con un proyecto de sociedad más solidario?

 

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* Profesor de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, UFRGS.

**Traducción de Noemí Brenta.

[1]Además de la comparación alegórica del gobierno con una ama de casa que "sabe" que no puede gastar más de lo que ingresa, forma parte de ese espíritu pueril la creencia en el hada de la confianza y en la misión pedagógica del acreedor inversor que obliga a la "responsabilidad fiscal" ((“the confidence fairy andthe invisible bond vigilante”). Como bromeó Paul Krugman (2010) hablando sobre el mito de la austeridad: "Cuando era joven e ingenuo, creía que las personas importantes tomaban posición en base a considerar cuidadosamente todas las opciones. Ahora sé que mucho de lo que las personas serias creen se basan en prejuicios, no en análisis. Y que los prejuicios están sujetos a la moda ya los modismos”.

[2]El fenómeno de la hegemonía de las finanzas es bien conocido. Según Arrighi (1995) y Wallerstein (2000) se trata de unaetapa de la transición de un ciclo hegemónico a otro; mientras que Chesnais (1997), Desai (2003) y autores brasileños como Marques y Nakatani (2009) lo consideran característico de una nueva fase del capitalismo.

[3]El término desposesión es una mala traducción del inglés dispossession, que tiene el sentido de despojo.

[4]El consumo del gobierno y las inversiones corresponden al restante 35 a 40%, dependiendo del período..

5El sector agropecuario también produjo una evolución bastante positiva en el período. En 2002 el área cultivada era de 40 millones dehectáreas que produjeron 97 millones de toneladas de granos. En 2014 se plantaron 57 millones de hectáreas y se cosecharon 193 millones de toneladas (Gomes, Cruz, 2015).

[6] El índice de producción industrial medido mensualmente por el IBGE en octubre de 2014 era 8,9% mayor que en 2002.

[7]En 1995 un coeficiente de penetración de las importaciones en la industria de transformación era del 10,4%, subió al 14,5% en 2005 y al 20,4% en 2014 (Gomes Cruz, 2015).

[8]El coeficiente de Gini en Brasil evolucionó de 0,589 en 2002 a 0,495 en 2013, mientras que la tasa de pobreza disminuyó del 33,2% de la población en 2002 al 12,8% en 2013, y la de la pobreza extrema fue de 8,9 a 4% en el mismo período (Gomes, Cruz, 2015).

[9]La cobertura previsional ascendió del 62,7% al 71,5% de la población económicamente activa entre 2002 y 2013, y el salario mínimo creció el 187,9% en el mismo período (Gomes, Cruz, 2015)..

[10]La decisión de expandir el crédito es reveladora de la falacia del régimen de metas de inflación. Si su objetivo era mantener la inflación a partir del diagnóstico de que ésta es siempre de demanda, como reza la cartilla, el crédito necesitaría ser contraído. Esta contradicción de la política monetaria revela que el objetivo real es mantener los intereses altos para sostener la transferencia de renta del Tesoro a los jugadores del mercado financiero.

[11]En 2011 el BNDES tenía 370 mil millones de dólares en activos, y el Banco Mundial 313.000 millones de dólares (Pinto, 2012).

[14]Las demás esferas del gobierno también contribuyen a esos pagos principalmente vía transferencias a la Unión, en razón del endeudamiento entre los entes federados.

[19]Hasta porque las herramientas teóricas que apoyan las decisiones del "mercado" (el bond vigilante) son incapaces de percibir cualquier cosa que vaya más allá del corto plazo de su miopía económica.

[20]Algunos casos aislados generaron fuerte resistencia, por ejemplo el programa Más Médicos o la reforma de la seguridad pública, pero en la percepción de la opinión pública la mayoría de las medidas fueron bien aceptadas.

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