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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versión On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.28 no.49 Buenos Aires dic. 2017

 

In Memoriam

Luiz Alberto Moniz Bandeira (1935-2017)

 

 

Dos días antes de morir de un ataque al corazón, el 10 de  noviembre, a los 81 años, desde su domicilio en Heidelberg, Alemania, donde era Cónsul honorario de Brasil, Luiz Alberto Moniz Bandeira, sin duda el más grande historiador brasileño en la actualidad, me llamó telefónicamente para informarme de la salida de su último libro A Desorden Mundial, en el cual analiza las consecuencias negativas para el resto del mundo de las intervenciones militares y diplomáticas de los Estados Unidos, señalando que esta vez Wall Street perdió con la llegada de Trump, aunque esto no significa que la dominación del capital financiero y especialmente del estadounidense no continúa bajo otras formas.

Moniz no era de esos historiadores que se acantonan en alguna academia y siguen desde lejos los acontecimientos del día. Porque, como él decía, “yo viví el presente que hoy es historia”, y mientras el futuro es una hoja en blanco la historia es la base de nuestra identidad, que es lo que nos permite saber qué somos y cómo somos y nos da una idea de lo que podemos ser en el futuro. Y Moniz tuvo varias historias. Cuando lo conocí hace más de treinta años en uno de sus habituales viajes a Buenos Aires, me dijo que era una de las últimas veces que lo vería porque estaba muy enfermo del corazón. Pero si los gatos tienen siete vidas Moniz tenía al menos dos corazones, porque desde entonces hasta que falleció publicó más de veinte libros e innumerables artículos en varios idiomas además del portugués (alemán, inglés, ruso, castellano, etc. varios de los cuales formaron parte en nuestro idioma de una colección que dirigí) lo que no le impidió intervenir activamente en la vida política de su país, como militante y también como periodista.

Apoyó al gobierno de João Goulart y debido al golpe militar encabezado por el general Castello Branco en 1964 tuvo que exiliarse, pero volvió al poco tiempo y participó en la resistencia contra la dictadura, lo que le valió ir preso y soportar dos años de cárcel. Liberado, dictó clases en la Universidad de San Pablo y viajó a Buenos Aires para realizar lo que sería su tesis doctoral sobre el rol de Brasil en la Cuenca del Plata, que luego terminó de documentar en Estados Unidos  y Europa.  Volvió a Brasil en 1979, fue catedrático en la Universidad de Brasilia donde conformó un distinguido grupo de profesores que iban a ser luego la elite de internacionalistas más destacada de su país. También llegó a trabajar en el Instituto Estadual de Comunicaciones del gobierno del Estado de Río de Janeiro durante el gobierno de Leonel Brizola hasta 1987. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo, su prestigio lo llevó a enseñar e investigar como profesor invitado en diversas universidades americanas y europeas y finalmente a radicarse en Alemania donde vivió estudiando y escribiendo libros sobre Brasil y América Latina hasta los últimos años de su vida.

Fue distinguido con la Cruz del Mérito–Primera Clase por la República Federal de Alemania y tuvo otros prestigiosos premios en Brasil y en la Argentina , en este caso la Orden de Mayo al mérito. Pero su principal mención honorífica fue en 2006 el Trofeo Juca Pato, otorgado por la Unión Brasileña de Escritores que le daba el prestigio de Intelectual del año. Traté a Moniz muchas veces, participando en conferencias o discutiendo proyectos comunes, en Brasilia y en Buenos Aires. Recuerdo aquella vez que me llevó, con su entusiasmo de siempre, a una librería del Mercado de Dorrego sólo para regalarme un viejo libro que ya había ubicado sobre la influencia portuguesa en la época colonial y en especial sobre la fuerte presencia de judíos portugueses. Decía que a los argentinos que miraban a los portugueses bajo su faz militar les ofendería saber que fueron ellos quienes aseguraron la perdurabilidad de la ciudad de Garay señalando que muy poca gente en el Río de la Plata sospechaba hasta que punto la ciudad era portuguesa y que muchos portugueses españolizaron sus nombres para eludir las restricciones impuestas por las autoridades de Madrid y posiblemente su origen judío. Según aquel documento muy antiguo que me regaló, un portugués fue por varios años el principal contrabandista de la ciudad, lo que lo hizo rico pero permitió a los primitivos porteños sobrevivir al asedio de los ingleses. No por nada Borges decía que descendía también de judíos portugueses refugiados de la inquisición española.

Ya en su primer libro sobre La formación de los Estados en la Cuenca del Plata Moniz realiza una fuerte crítica de la guerra de la Triple Alianzadel specialmente estadounidenseidor del nuevo  contienente (al menos para los españoles)omo las omisiones y desencudntros stado  condenando tanto la política brasileña como la argentina. La “maldita guerra” como la llamó el empresario y político brasileño, el famoso Barón de Mauá, o El crimen de la guerra” como lo definió nuestro Juan Bautista Alberdi, lo que le valió el destierro del país, significó la destrucción casi total de un pueblo hermano. Luego Moniz continuó escribiendo una saga magnífica de libros que tienen dos características, el lenguaje claro y punzante del periodista profesional, que los hacen accesibles a todos los lectores, y la meticulosidad documental del gran historiador. Entre ellos, dos grandes volúmenes sobre las relaciones Brasil y Estados Unidos en el contexto de la globalización, desde la presencia dominante de la potencia del norte en Brasil hasta lo que llama la rivalidad emergente, del que se hicieron varias ediciones y tuvo un gran éxito en su país. Otro libro esencial publicado en castellano, es Argentina, Brasil y Estados Unidos, de triple alianza al Mercosur, donde destaca la influencia decisiva en los conflictos de la Cuenca del Plata de los intereses británicos y sobre todo estadounidenses, que luego amplia en un capítulo de la Historia del Cono Sur publicada más tarde por el Fondo de Cultura Económica bajo mi dirección y la de otro gran historiador brasileño, Amado Luiz Cervo. De Martí a Fidel. La revolución cubana y América Latina, es otros de sus libros más significativos del que Fabián Bosoer dice: “Moniz invita a revisar y rescatar esa historia de la utopía latinoamericanista, con una mirada propia ‘desde el sur’… desde los tiempos de José Martí a los de Fidel Castro” resumiendo “las limitaciones y contradicciones de las visiones coloniales e imperiales como las omisiones y desencuentros de las narrativas emancipatorias”.

De “lectura obligada” para Isidoro Gilbert, ”un extraordinario trabajo” en la opinión de García Lupo, La formación del Imperio Americano, publicado también en la colección de la ex Ed. Norma es otra de sus obras mayores. Las nociones de imperio e imperialismo han resurgido en los últimos tiempos y provocado muchos debates. El problema no es semántico. Según Moniz Bandeira, no existirían más en la actualidad, potencias que quieran lanzarse a la conquista de otros territorios; tal como sucedió en el pasado con España o Portugal, o con la Gran Bretaña de la pax británica. Con el fin del mundo bipolar, volvió a renacer la idea de un imperio sin horizontes, que abarcaría todo el globo, como el primitivo Imperio Romano. Así, se nos quiere dar la impresión de que somos todos habitantes de ese imperio, ya sea como ciudadanos plenos o de segunda, estos últimos meros apéndices o servidores de los primeros. Sin embargo, Moniz quiere decirnos también otra cosa.

En primer lugar, no tiene pretensiones teóricas ni procura instalar una nueva concepción del concepto de imperio, aunque discute ideas y aclara cuestiones. En segundo término, es un libro de historia en donde quiere relatar la manera en que un país, al que llegaron para defender sus creencias y estilos de vida los pioneros puritanos -hecho que les permitió independizarse de la metrópoli mucho antes que las colonias ibéricas- pudo transformarse en forma paulatina en una potencia imperial. Sin duda, la idea de la igualdad de derechos, tan cara a los norteamericanos, pasó por muchas batallas, incluso una guerra civil cruenta, sin haberse podido resolver aún en su totalidad para los descendientes de los antiguos esclavos o para otras poblaciones que arribaron luego a esas tierras. Y si no se respetan ciertas normas éticas en el interior de una nación ¿por qué habrían de respetarse fuera de ella? Aunque el libro comienza con la guerra de la potencia del norte contra España por la “liberación-ocupación” de Cuba a fines del siglo XIX, con un pretexto tan absurdo como el de la última invasión a Irak, la historia es más antigua. México sufrió mucho antes sangrientos recortes en sus fronteras (California, Nueva México, Texas) y el gigante compró a precio de liquidación Louisana y Alaska, sin mencionar a Florida ni a los territorios ganados a los indios, extranjeros en su propia tierra según nos cuentan los westerns de Hollywood. 

Un elemento presente en las grandes obras intelectuales es el tipo de preguntas que se plantea; en otras palabras, una forma de dar cuenta de su envergadura es valorando la importancia de los interrogantes que el autor procura responder. Al respecto, Moniz Bandeira sostiene que se vio en la necesidad de escribir este libro, como el último A desorden Mundial, para comprender y explicar el proceso de perversión de la democracia que sacude la vida civilizada, dando lugar a un estado de permanente guerra e inseguridad en el mundo contemporáneo. Ante todo, piensa que el imperialismo es un concepto mucho más amplio que el de colonialismo, pero que las fronteras que comprende son más difusas. En el caso norteamericano pasan por las instalaciones petroleras de la Standard Oil en el Medio Oriente o por lo supermercados de Wal-Mart en todo el mundo. Donde existe alguna empresa de Estados Unidos están las fronteras de ese país. Pero es partir del fin de la Guerra Fría cuando -dice Moniz- “Estados Unidos, que hasta entonces, con pocas excepciones, había decidido ejercer un dominio indirecto y mantener un imperio informal”, sujeto a ciertas reglas establecidas del orden mundial (como las de las Naciones Unidas) “desnudó la esencia de su política internacional.” Es a la luz de ese enfoque que debe comprenderse su política exterior que con uno u otro gobierno, declaró abierta y públicamente atacará en forma preventiva, de ser necesario, a cualquier Estado que por alguna razón represente un peligro para sus intereses y para su seguridad. Idea anti-histórica de por sí, dado que las ilusiones de los imperios únicos, como las del chino, que no tenía ministro de relaciones exteriores porque creía que el planeta se acababa en sus fronteras, son tan frágiles como las murallas que los protegían, atravesadas muy fácilmente por los ejércitos invasores de la época como ahora lo serían por los misiles nucleares.

Moniz, como lo llamábamos cariñosamente, decía que el origen de su apellido era Muñiz y que esto lo emparentaba en línea directa con Cristóbal Colón, cuya esposa, de la nobleza portuguesa, se llamaba Filipa o Felipa Muñiz, lo que explicaba sus fáciles contactos con los reyes de España y Portugal y esto le daba a él un título de nobleza y el parentesco con el descubridor del nuevo  continente (al menos para los españoles). Poco importa el título, más nobleza que la de su espíritu y su talento expresada en su vida y en sus libros no puede pedirse, es sin duda una ilustre expresión de lo mejor que dio el continente latinoamericano.

 

Mario Rapoport

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