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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versão On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.30 no.53 Buenos Aires dez. 2019

 

Reseñas bibliográficas

Elodie Brun, El cambio internacional mediante las relaciones Sur-Sur: los lazos de Brasil, Chile y Venezuela con los países en desarrollo de Africa, Asia y Medio Oriente.México, El Colegio de México, 2018. 655páginas.

Carlos Marichal1 

1El Colegio de México

El libro reseñado representa un avance muy importante no solo en la discusión de las relaciones internacionales de América Latina sino sobre la dirección que asume la globalización actualmente. En verdad faltaba un estudio valiente y perspicaz de los enormes retos que enfrentan los países en desarrollo para afianzar vinculaciones y posibles alianzas entre sí en esta época. Los retos son de gran envergadura por muchas razones que tienen que ver con las luchas y presiones de las principales potencias y también de muchas de los bancos y empresas globales para manipular y dominar a los actores estatales del Sur que luchan constantemente con infinidad de problemas de desigualdad, pobreza, salud, educación así como conflictos políticos y sociales internos que dificultan la implementación de políticas exteriores autónomas. No obstante, en este estudio, Elodie Brun recupera los notables avances que lograron países como Brasil, Chile y Venezuela en crear una serie de nuevas redes de intercambios y alianzas sur-sur durante dos períodos claves, que fueron los años de 1960-1980 y de 2000-2010. Ella argumenta con fuerza que debe prestarse atención a estos fenómenos porque marcan una serie de cambios importantes en la dinámica de las relaciones internacionales que tienden a ignorarse pero que deben resaltarse porque sino se pierden de vista aspectos fundamentales de los procesos de la globalización moderna.

Desde este punto de vista, puede sostenerse que el libro comentado tiene un fuerte componente histórico en tanto revisa un conjunto de iniciativas de vinculaciones sur-sur que se construyeron en dos períodos recientes. En el capítulo titulado Una inherencia influyente, la autora ofrece un panorama de algunos de los principales aportes de los países en desarrollo que llevaron a modificar las coordenadas del régimen internacional vigente en los años de 1960-1980, todavía dominado en gran parte por la guerra fría y los equilibrios y desequilibrios creados por los Estados Unidos y la URSS. Frente a esta enorme lucha y dicotomía, coincidieron dos grandes movimientos o tendencias entre los países en desarrollo que se cifraron, por una parte, en los procesos de independencia de decenas de antiguas colonias en Africa y Asia, y la autora señala como punto de partida fundamental a la Conferencia de Bandung en 1965 que reunió a lideres de unos treinta nuevos países Al mismo tiempo, arrancó un gran esfuerzo por crear nuevos instrumentos de gobernanza solidarios, en particular en el contexto de las Naciones Unidas, en este caso impulsados en muchos casos por funcionarios internacionales e intelectuales latinoamericanos, que recogieron nuevas iniciativas de los países del Sur, como la Unctad, el G-77 o el Movimiento de Países No Alineados. Claramente, este conjunto complejo de procesos modificaron el escenario internacional e impulsaron la eclosión de una multitud de nuevas conversaciones y reflexiones sur-sur sobre el destino de pueblos y sociedades que hasta entonces apenas habían podido ejercer políticas soberanas en el ámbito mundial.

Frente a este cúmulo de cambios, Elodie Brun describe las estrategias muy diversas de Brasil, Venezuela y Chile en sus diversos esfuerzos por construir una nueva red de vinculaciones y alianzas tanto políticas como económicas con otras naciones de lo que se vino en llamar el Tercer Mundo durante mucho tiempo. Entre ellas, puntualiza la participación de los tres países mencionados en los organismos multilaterales diversos y en una multitud de negociaciones internacionales, estudiando la formulación de políticas exteriores de cada país. Para ello combina enfoques que provienen de la literatura de relaciones internacionales, de teoría sociológica, de historia y de los estudios latinoamericanos pero lo hace con base a una investigación de fuentes originales y reconstrucción de los instrumentos de la diplomacia de cada nación que se expandieron notablemente. La autora reseña el sorprendente protagonismo de Venezuela desde fines de los años de 1960 y sobre todo a lo largo de los años de 1970, merced en gran parte al auge petrolero, que permitió a gobernantes como Carlos Andrés Pérez ejercer un papel ambicioso y dinámico en los escenarios internacionales, en parte por su protagonismo con la creación de la OPEP, que creó numerosos lazos con los países exportadores del oro negro de Medio Oriente. Pero en consonancia con esta diplomacia petrolera, el gobierno venezolano también creó una red de embajadas y oficinas consulares que lo colocaron por primera vez en un lugar muy visible en el contexto mundial. En el caso de Brasil, Elodie Brun hace notar que fue algo más lento en moverse, pero que desde mediados de los años de 1970, con la consolidación del proyecto modernizador de la dictadura militar, los generales y la elite tecnocrática, los brasileños comenzaron a tejer numerosos lazos, en varios frentes, aunque quizá la más notable fuese con varios países y economías africanas, las cuales han seguido teniendo importancia hasta nuestros días. Finalmente, el caso de Chile resulta el de análisis más problemático en lo que se refiere al tema del libro. Sin duda, en el corto gobierno de Salvador Allende se logró un despliegue notable de encuentros con actores políticos en todo el gran Sur y con todos los regímenes socialistas, pero a partir del golpe militar, el general Pinochet promovió una involución radical, que se reflejó en el hecho de que en sus largos 17 años en el poder, no realizó mas que tres viajes al exterior.

Aún así, y regresando a la experiencia de los años de 1960 y 1970, la autora sostiene que el primer intento de intensificación de las relaciones Sur-Sur por países como Brasil, Venezuela y Chile demostraron una vocación por situarse con claridad en el tablero mundial de las relaciones internacionales y por promover metas estratégicas. Los múltiples objetivos incluían la densificación de los intercambios económicos así como la elaboración de proyectos de cooperación, la coordinación multilateral y en ocasiones temas de seguridad. Se trataba de un proceso de aprendizaje pero también de acciones que constituyeron una herencia favorable para el futuro de las relaciones internacionales de dichos países.

En contraste, Elodie Brun argumenta que la época de los años de 1980- con la crisis de la deuda, marcó un retroceso para toda América Latina en su capacidad para impulsar relaciones fuertes a nivel Sur-Sur. En este caso, los factores económicos y financieros restaron poder y, agregaríamos, capacidad soberana de actuar en el exterior. De allí el triunfo del llamado Consenso de Washington y de las políticas privatizadoras que debilitaron también a las empresas y bancos estatales latinoamericanas que anteriormente habían acompañado a los gobiernos en sus esfuerzos por globalizarse en términos de alianzas comerciales y económicas. Aún así, y a pesar del “paréntesis” -que la autor argumenta representó la “década perdida” de la renegociación de las deudas, así como de los años de 1990, que algunos autores han descrito como la época de la cima del neoliberalismo- existían cimientos que permitirían lanzar un gran y nuevo esfuerzo de fortalecimiento de los lazos Sur-Sur en el decenio de 2000-2010 por los tres países estudiados, Brasil, Venezuela y Chile, aunque, de nuevo, cada uno tomando caminos distintivos.

Ello fue propiciado por dos fenómenos que fueron las victorias electorales de la izquierda o centro izquierda en los tres países y el “boom” de exportación de las “commodities” de los tres países estudiados, desde al menos 2002 por un periodo de casi diez años. La autora sostiene que estas condiciones permitieron lanzar nuevas estrategias poderosas de internacionalización. Escribe “Para los gobiernos de Lula en Brasil, de la Concertación y luego de la Coalición por el Cambio en Chile, y de Hugo Chávez en Venezuela, construir una diplomacia global equivalía a favorecer el desarrollo de las relaciones Sur-Sur.” Las coincidencias en este plano general, sin embargo, no implicaron políticas exteriores demasiado similares. La autora analiza en gran detalle la multiplicidad de iniciativas en los ámbitos diplomático, económico, solidario, cultural y de defensa. Probablemente el mayor activismo fue desplegado por Brasil que durante el gobierno de Lula recibió a 27 jefes de Estado africanos, siete dirigentes de Medio Oriente y ocho presidentes y seis primeros ministros asiáticos. Brasil continuó con una política ya establecida de fortalecer sus vínculos con Africa, razón por la cual aumentó notablemente el comercio con ese continente y sentó bases firmes para el futuro. Sin embargo, bajo el gobierno de Hugo Chavez, tampoco debe menospreciarse la apertura hacia Africa, ya que la autora detalle 110 documentos que fueron firmados entre 2005 y 2010 con dos decenas de países. Sin embargo, en el caso de Chavez, es claro que sus prioridades tendieron a encaminarse a acuerdos preferenciales con China, ya que se firmaron unos 300 acuerdos con la nueva potencia en el primer decenio del nuevo milenio.

Por su parte, el análisis que hace Elodie Brun de la política exterior chilena con respecto a socios del sur demuestra fuertes contrastes con las trayectorias de Brasil y Venezuela en los años de 2000-2010. Lo que observa es una política mucho más cauta, con una mayor tendencia a forjar lazos sobre todo con ciertos países de Asia, especialmente los que bordean el Pacífico, estrategia que se explica por la impronta de realismo económico que ha caracterizado a la diplomacia chilena desde fines de la dictadura en adelante y hasta hoy. Ello no obsta para que también puedan identificarse una cantidad importante de iniciativas políticas y de cooperación científica, técnica y cultural tanto del gobierno chileno como aquellas impulsadas por Brasil y Venezuela, los se describen en el texto y constituyen un andamiaje importante y complementaria de la diplomacia económica.

En cierto sentido, puede argumentarse que el corazón del libro se encuentra en el análisis de los acuerdos celebrados en la primera década del nuevo milenio. Elodie Brun ha construido una gran base de datos que sirve de soporte de todo su trabajo, y que es consultable en línea, para fortuna de los lectores e investigadores interesados en los temas que analiza. Por ejemplo, reconstruye y detalla la multiplicación e intensificación de los flujos comerciales en el período mencionado entre los países africanos, China y medio oriente con Brasil, Venezuela y Chile. Sin duda el auge en la venta de minerales, productos primarios agrícolas y petróleo fue especialmente importante aunque excepcionalmente deben subrayarse también los éxitos de Brasil en la provisión de manufacturas a diversos países africanos. De manera complementaria la autora, también reconstruye la multitud de acuerdos de cooperación técnica y científica que se pusieron en marcha desde Sudamérica, y los de asistencia humanitaria. En este sentido, ella sugiere la conveniencia de pensar más y estudiar más a fondo el anverso de la tradicional asistencia Norte-Sur (llena de condicionamientos) con las nuevas tendencias de asistencia y cooperación Sur-Sur, que revela elementos interesantes aunque bastante dispares. Falta claramente un balance retrospectivo de lo que ha ocurrido en los últimos veinte años pero eso sería motivo de un verdadero proyecto de investigación colectiva.

El libro que reseñamos cuenta a su vez con dos partes adicionales, que debemos comentar aunque más brevemente ya que presentan - en mi opinión- ciertas dificultades para su clara comprensión por el lector. Pienso que ello tiene que ver con el hecho de que se refieren sobre todo a un período más reciente y más contradictorio en las relaciones internacionales que es en parte resultado de la crisis global financiera de 2008. Lo que se observa es que durante un corto periodo después del colapso financiero, los países del Sur disfrutaron de un corto período de ventajas relativas en lo que se refiere a su capacidad de negociar en el ámbito internacional. La creación del G-20, seguido por el G20 c (comercial) y G20 (financiero), reflejaban la urgencia de lograr ciertos consensos mundiales mientras que las principales economías del Norte estaban en una fase de recesión y posterior recuperación. También ocurrió algo de esto con la formación de las alianzas entre Brasil, la India, China y Rusia, (el famoso BRIC), que ha permitido impulsar algunas innovaciones en las negociaciones económicas internacionales. Pero, al mismo tiempo, un decenio después del estallido de la gran crisis, resulta preocupante que ni el G 20 ni las demás alianzas Sur-Sur hayan logrado avances muy significativos en cuanto a las principales necesidades de los países en desarrollo. Elodie Brun nos ofrece algunas explicaciones matizadas de la enorme complejidad actual de la dinámicas internas de múltiples asociaciones y organismos en los que han participado Brasil, Chile y Venezuela, al igual que los demás países en desarrollo.

La última parte de este extenso libro deja al lector con una sensación de incertidumbre. Mientras se habían logrado grandes avances en la proyección de las relaciones Sur-Sur en los períodos 1960-1980 y 2000-2010, no sabemos hacia donde nos dirigimos hoy en día. Ello quizá tenga más que ver con el protagonismo muy asertivo de la China contemporánea, y su casi imperial Ruta de la Seda, con el despliegue extraordinariamente de políticas contradictorias pero siempre agresivas de los Estados Unidos de Donald Trump o aquellas de la Rusia de Vladimir Putin. Pero ciertamente todo ello no hace sino más necesario repensar hacia donde se dirigen- o pueden dirigirse- las estrategias de los países en desarrollo para lograr combinar la proyección de sus intereses nacionales (especialmente comerciales y políticos) con la búsqueda de fortalecer las plataformas internacionales en las que tienen voz y voto pero que deben reforzarse y facilitar una mayor sintonía frente a las tendencias hacia el conflicto y las rivalidades que son tan fuertes entre las mayores potencias hoy en día. Desde este punto de vista, la obra que reseñamos ofrece un conjunto de información y reflexión sobre las relaciones internacionales y sus vaivenes que son de especial importancia para entender la evolución de las relaciones Sur-Sur pero también de los procesos muy contradictorios y complejos de la globalización contemporánea.

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