SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.31 número55El destino del siglo XXICambios en el rol del FMI: coyuntura y condicionamientos internos en el primer rescate griego índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versão On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.31 no.55 Buenos Aires dez. 2020

 

Articulos

China: de la teoría de los tres mundos a la transición hegemónica

China: from the theory of three worlds to hegemonic transition

 

Rubén Laufer [1]

 

Resumen

El brusco golpe de timón económico, político y social impuesto en 1978 en China a partir de la asunción del poder por la corriente partidaria y estatal encabezada por Deng Xiaoping se tradujo, también, en un profundo viraje en el modo de inserción internacional de China, y por consiguiente en el enfoque de sus relaciones internacionales y de su política exterior. Acorde con el nuevo curso capitalista, la burguesía dirigente abandonó las orientaciones fundamentales del período socialista (1949-1978), cuando China se percibía como parte de los países oprimidos por el imperialismo y, luego, por la disputa hegemónica entre las dos superpotencias (Estados Unidos y la URSS). El discurso de Deng en política exterior dejaría definitivamente de lado los cuestionamientos de fondo al orden internacional -limitándose a objetar las tendencias unilateralistas de Estados Unidos-, así como la idea del frente unido antihegemonista. En el contexto neoliberal de los años 1980, la conducción de Beijing redujo su apoyo a los movimientos revolucionarios y de liberación nacional y concentró sus esfuerzos en insertar a China en la economía mundial. Acompañando su acción exterior con la utilización del llamado poder suave y con la promoción de las tesis de la globalización y del multilateralismo y librecambismo económicos, la dirigencia posterior a 1978 acompasó, en sucesivas etapas, sus relaciones internacionales y sus políticas exteriores al nuevo rol que la China de la reforma y apertura desempeñaría en el mercado capitalista mundial y en el sistema internacional hasta convertirse en una de las grandes potencias del presente.

Los actuales tópicos de la dirección partidaria y estatal china liderada por Xi Jinping "sueño chino de revitalización nacional", "nuevas relaciones de gran potencia", reflejan objetivas aspiraciones hegemónicas de la dirigencia china a escala internacional. En esa clave se comprende la trascendencia estratégica de su megaproyecto de “la Franja y la Ruta", en el


camino de la intemacionalización de las inversiones chinas (go out) y de las corporaciones chinas (go global). La dirigencia de Beijing tiene ahora intereses mundiales que promover y proteger, y ello explica los cambios radicales en su visión global y regional del mundo, el auge de un nuevo nacionalismo, la creciente centralización política estatal, la acelerada modernización militar con perfiles extra-defensivos, y la multiplicación de alianzas plurifuncionales (BRICS, OCS) y de asociaciones estratégicas con países y regiones que van configurando verdaderas áreas de influencia afines a China en varios continentes.

Palabras clave: China, socialismo, capitalismo, hegemonía.

 

Abstract

The sudden economic, political and social turnaround imposed on China in 1978 after the assumption of power by the party and state current headed by Deng Xiaoping, also translated into a profound shift in China's mode of international insertion, and consequently in its international relations and foreign policy approach. In accordance with the new capitalist course, the leading bourgeoisie abandoned the basic orientations of the socialist period (1949­1978), when China perceived itself as part of the countries oppressed by imperialism and later by the hegemonic dispute between the two superpowers (USA and USSR). Deng's foreign policy discourse would definitely leave aside the fundamental questioning of the international order limiting himself to object the unilateralist tendencies of the USA, as well as the idea of the anti-hegemonist united front. In the neo-liberal context of the 1980s, the leadership of Beijing reduced its support for the revolutionary and national liberation movements and concentrated its efforts on inserting China into the world economy. By accompanying its foreign action with the use of the so-called soft power and with the promotion of the theses of globalization and of economic multilateralism and free trade, the post 1978 leadership adjusted, in successive stages, its international relations and foreign policies to the new role that the "reform and opening" China would play in the world capitalist market and in the international system until it became one of the great powers of the present.

The current topics of the Chínese party and state leadership led by Xi Jinping "Chínese dream of national revitalization", "new major-country relationship", reflect objective hegemonic aspirations of the Chinese leadership on an international scale. In this frame, it becames understandable the strategic transcendence of his of Belt and Road mega-project, on the road to the internationalization of Chinese investments (go out) and of Chinese corporations (go global). Now the Beijing’s leadership has global interests to promote and protect, and this explains the dramatic changes in its global and regional vision of the world, the rise of a new nationalism, the growing political centralization of the state, the accelerated military modernization with extra-defensive profiles, and the multiplication of multifunctional alliances (BRICS, SCO) and strategic partnerships with countries and regions that are shaping real areas of influence close to China on several continents.

Keywords: China, socialism, capitalism, hegemony.

 

Fecha de recepción: 23 de septiembre de 2020 Fecha de aceptación: 15 de octubre de 2020

 

 

Introducción

 

En un mundo en el que persiste la profunda brecha entre países centrales y periféricos, la dirigencia china celebra haber convertido al país en "la segunda mayor economía del mundo, el mayor fabricante, el mayor comerciante internacional de mercancías, el segundo mayor consumidor de productos básicos, el segundo mayor receptor de inversión extranjera directa y el mayor poseedor de reservas de divisas" (Xinhua, 2019); incluso sin mencionar su condición de gran inversor en el extranjero, autodefine su posición internacional como una gran potencia -hasta hace un tiempo con el aditamento de socialista (Xinhua, 2002)- y propone a Washington establecer lo que denomina “nuevas relaciones de gran potencia” (Xi Jinping, 2014) [2] .

La República Popular que siguió al triunfo revolucionario de 1949 concebía su lugar en el mundo en términos muy distintos. Convertida, tras un siglo de agresiones y humillación nacional, en un Estado soberano, durante las tres décadas revolucionarias la dirigencia de la República Popular China (RPCh) puso en el centro de sus relaciones internacionales a la unidad internacionalista con las clases trabajadoras de los países capitalistas y con los países socialistas, la solidaridad con los países y pueblos coloniales y oprimidos, el mantenimiento de la paz contra la política de agresión y de guerra de las grandes potencias, y la defensa de su soberanía territorial e independencia política. Enlas décadas de 1960 y 1970 pugnó por forjar -incluyendo a potencias capitalistas menores- un amplio frente unido contra el hegemonismo de las dos superpotencias de entonces, Estados Unidos y la URSS. Según la línea general de la política exterior maoísta, todos esos aspectos estaban interrelacionados y eran indivisibles, y no se podía omitir ninguno (Polémica, 1965:34).

Al estudiar la sociedad, la economía y la política chinas, incluidas sus relaciones internacionales, es preciso por lo tanto registrar el punto de quiebre de 1978, momento en que, tras dos décadas de dura lucha interna, en la dirigencia del Partido Comunista Chino (PCCh) y de la RPCh se impuso un programa de reversión de los anteriores objetivos de revolucionarización social y de unidad con las luchas sociales y nacionales de los pueblos y países oprimidos, de los que China era parte y se asumía como tal.

Con el acceso de Deng Xiaoping al poder la dirigencia de China siguió declarando su pertenencia a los países en desarrollo del Sur global, pero de hecho dejó de lado las políticas de unidad con el Tercer Mundo y sus posturas fueron guiadas crecientemente por el interés nacional y por sus propios objetivos de desarrollo económico. El viraje de fines de los años 1970 en la política exterior china no fue producto de conductas erráticas o de meras reformas: entre las relaciones internacionales y la estructura económico-social y las políticas intemas existe una relación orgánica, aunque no lineal, y sus discontinuidades son por lo general expresión de conflictos sociopolíticos que también existen internamente -tanto entre la sociedad y el Estado como en el seno de las clases y sectores dirigentes-, y que se expresan a su vez en divergencias y pugnas por el rumbo de la conducta internacional de los países (Rapoport y Spiguel, 2005) [3] . Esa pugna fue permanente en la etapa socialista , y la posterior reorientación de la política exterior acompañó -con sus propias dinámicas relativas a cada período del contexto internacional- el profundo cambio que desde fines de los 1970 impondría en la sociedad china rasgos muy distintos a los de la etapa anterior.

Este trabajo se propone establecer términos de comparación entre la China de la “reforma y apertura” y su propio pasado socialista, como vía para aproximar una comprensión del rol internacional de esa gran potencia del mundo actual, y de la naturaleza de los cambios y continuidades operados a partir de 1978. En cuanto a los cambios, es decisivo tener presente que la intensa lucha entre proyectos políticos e intereses sociales contrapuestos respecto del “camino chino al socialismo” [4] -pugna que caracterizó la evolución interna del PCCh y del país a lo largo de todo el período socialista y que desembocaría en el restablecimiento del capitalismo a partir de 1978- se expresó necesariamente también a lo largo de esas tres décadas en el campo de las relaciones internacionales y las políticas exteriores de China. Y en cuanto a las continuidades es crucial considerar que, aunque muchas formulaciones políticas y diplomáticas de la etapa post 1978 son retóricamente similares a las de la etapa socialista, conllevan un significado ya profundamente transformado por los nuevos contenidos históricos y sociales de la “reforma y apertura”.

Socialismo, nacionalismo e internacionalismo

Desde el triunfo revolucionario de 1949, la Nueva China encaró la doble tarea de la reconstrucción económica y la transformación social bajo el bloqueo económico y político internacional impuesto por las grandes potencias, enfrentó las políticas de contención y disuasión nuclear de Washington inspiradoras del militarismo estadounidense en la región Indo-Pacífico en nombre de la llamada teoría del dominó. Desde su fundación, la RPCh debió destinar enormes recursos a defenderse del aislamiento político, del estrangulamiento económico y de la agresión militar: Washington mantenía una amenazadora presencia política y bélica sosteniendo financiera y militarmente a Chiang Kaishek quien, tras su derrota en el continente y encabezando en Taiwán lo que sería una dictadura hereditaria de medio siglo, nunca abandonó la idea de “recuperar China”, incluso mediante una invasión armada.

Para la RPCh, la solidaridad con los pueblos y naciones que en la posguerra pugnaban por emanciparse de la dominación colonialista e imperialista -situación en que la propia China había permanecido hasta 1949- y el esfuerzo por brindarles todo el apoyo político, económico y militar que estuviera a su alcance fue, a lo largo de tres décadas, condición de su propia existencia. Esta situación crearía una contradicción permanente y a veces aguda entre la meta de promover y apoyar la revolución mundial y la necesidad de autodefenderse y ampliar al máximo, en base al principio de coexistencia pacífica, las relaciones comerciales y políticas con los estados de distintos sistemas sociales, incluidos los imperialistas. En las difíciles condiciones de la reconstrucción de una economía atrasada por siglos de feudalismo y dominación extranjera y devastada por 25 años de revolución y guerra, la dirigencia china asumió el ejercicio de su responsabilidad [5] internacionalista de apoyar los movimientos de liberación que estaban en curso en su entorno asiático. La participación de 300.000 Voluntarios del Pueblo Chino fue decisiva para convertir en 1953 la invasión estadounidense a Corea en un armisticio indefinido - de hecho la primera derrota militar y política del imperialismo norteamericano-; y el apoyo chino en armas y municiones contribuyó a la victoria vietnamita sobre el colonialismo francés en Dien Bien Phu en mayo de 1954.

En el plano intemo, el programa de reconstrucción y los primeros pasos de la reforma agraria y la industrialización contaron con el alivio político y financiero del tratado chino-soviético “de amistad, alianza y ayuda mutua” firmado en febrero de 1950, que implicó básicamente la devolución por Moscú de las propiedades tomadas a los japoneses en Manchuria durante la 2a Guerra Mundial y un crédito por 300 millones de dólares en 5 años.

Bandungy los "tres mundos"

La postura intemacionalista de la RPCh estuvo en el trasfondo tanto de sus convergencias como de sus contradicciones con las dirigencias nacionalistas reunidas en 1955 en la Conferencia de Países Afroasiáticos en Bandung. El evento adoptó los Cinco Principios para la coexistencia pacífica promovidos por el premier Chou Enlai [6] , concebidos como forma de contrarrestar el intervencionismo político y militar de las grandes potencias (Polémica, 1965), en un mundo al que los cambios de la URSS iban transformando en escenario de una pugna ya no entre dos sistemas sociales sino entre dos polos de poder por la hegemonía mundial. Pero el PCCh persistía en su respaldo a movimientos políticos y armados como los que en Indonesia, Birmania, Argelia, Kenya y el sur de África pugnaban por liberar a sus países del colonialismo francés, británico u otros, y de gobiernos asociados a ellos y basados en el apartheid racial.

A mediados de la década de 1950 la cuestión de Taiwán se constituyó en una amenaza inminente a la integridad territorial y la soberanía de China, y en uno de los puntos calientes de la Guerra Fría; Washington promovió la firma del SEATO en Manila y estableció de hecho sobre Taiwán un protectorado estadounidense (Snow, 1965, II:318). En la crisis de agosto de 1958 Eisenhower movilizó en la zona del estrecho a la VII Flota provista de proyectiles atómicos. Del otro lado, las divergencias ideológicas y políticas -particularmente referidas a las tesis de Moscú sobre el poderío irresistible del arma nuclear y sobre la posibilidad de la transición pacífica al socialismo sobre el trasfondo de los acuerdos Jruschov-Eisenhower en Camp David- habían tornado el apoyo soviético más verbal que real. Para los dirigentes chinos ello fue un indicio más sobre la naturaleza de los cambios en marcha en el PCUS, y percibirían como una traición militar, económica y política la sucesión de actitudes de los líderes soviéticos: éstos no habían apoyado a la RPCh en la crisis del estrecho de 1958, se aliaron a la India en contra de China en el conflicto de 1959, retiraron unilateralmente en 1960 su ayuda económica y sus técnicos paralizando ramas enteras de la industria china, reactivaron la disputa de fronteras en Oriente, procuraron reiteradamente interferir en la política interna de China (Feuerwerker 1972:9) y terminarían en 1962 apoyando y armando a la India en su enfrentamiento fronterizo con China.

En esas circunstancias el PCCh iría definiendo una postura que hacía de la independencia política y el autosostenimiento financiero los ejes centrales de su proyecto de desarrollo (Ching 2012): hasta fines de los años 1970 Beijing sostendría a rajatabla ese principio: a diferencia de casi todos los demás países en desarrollo, China había trascendido la etapa de mero productor de materias primas para el mercado externo, no permitía inversiones extranjeras en China y no aceptaba préstamos extranjeros para el desarrollo. Así se mantuvo financieramente independiente: no tenía deuda externa, y su moneda -el renminbi- gozó de estabilidad durante 25 años (FLP, 1969 y 1975).

El dirigente nacionalista J. Nehru volcaba a la India hacia un no alineamiento crecientemente volcado hacia Moscú; el respaldo de Jruschov a los reclamos fronterizos de Nueva Delhi alentó la beligerancia de las clases gobernantes indias. La breve guerra de 1962 devino en victoria de China, pero señaló el fin de una fase en las relaciones mutuas (Stahnke, 1970) y abrió una divisoria profunda y duradera en el movimiento tercermundista gestado en Bandung. Desde el punto de vista de China, el choque con la India respaldada por la URSS coincidía con las medidas económicas de reajuste posteriores al Gran Salto Adelante, y agravaba las dificultades generadas por una nueva crisis en Taiwán en la que Chiang Kaishek volvió a convocar a Washington a emplear armas atómicas contra Beijing. En el plano internacional, el respaldo de Moscú a la avanzada territorial de la India acentuó la sensación de proximidad de una guerra ya no fría sino caliente a escala mundial, generada por la instalación y luego el retiro inconsulto de los misiles soviéticos en Cuba (1962). El continente asiático se hallaba bajo tensión permanente -muy lejos del espíritu de Camp David- por el sistemático intervencionismo político-militar estadounidense en Corea del Sur, Taiwán y Japón, y por sus guerras de agresión y ocupación en Vietnam y Laos.

La ruptura pública de China con la Unión Soviética en 1963 fue un punto de inflexión en el modo en que la dirección maoísta veía el mundo. Según Mao T setung, los cambios operados en la URSS a partir del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS (PCUS) en 1956 implicaban la derrota del socialismo y el retorno al capitalismo y presagiaban, en un proceso, su reconversión en una superpotencia social-imperialista (socialista de palabra pero imperialista en los hechos). Las viejas divergencias con la dirección soviética trascenderían el plano de la ideología y empezarían a traducirse en el de la geopolítica.

La percepción de la proximidad ya no solo de la amenaza norteamericana en el estrecho de Taiwán, sino también del expansionismo de Moscú aliado con la India (Renmin Ribao, 1963), decidió a China a acelerar el paso en el desarrollo de su propio armamento atómico y en su preparación militar en general. Muy poco después, la exacerbación del expansionismo y agresividad de la política internacional de Estados Unidos que siguió al asesinato de Kennedy y la asunción de Lyndon Johnson -bombardeos masivos en Vietnam, golpe de la CIA en Indonesia, desembarco de marines en República Dominicana- y los propios planes contra

China [7] , y el proceso similar de la URSS tras el reemplazo de Jruschov por la troika encabezada por Brezhnev en 1964 -intervención y apoyo a dictaduras en África, invasión a la aliada Checoslovaquia con la fundamentación teórica de la soberanía limitada, aceleración de la carrera nuclear, penetración económica y política en Europa-, reafirmaron a Beijing en su nuevo enfoque del mundo. En el mismo año 1963 Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña firmaron el Tratado de Prohibición Parcial de Pruebas Nucleares cuyo objetivo era -como lo sería igualmente el del Tratado de No Proliferación de 1968- consolidar la posesión de armas nucleares en manos del puñado de grandes potencias que ya las tenían. China denunció desde entonces y por tres décadas la finalidad de esos pactos. En octubre de 1964 hizo detonar su primera bomba atómica propia. Con ello mostró su determinación en la salvaguarda de su soberanía e independencia y rompió en los hechos el monopolio del terror contra los países revolucionarios y los movimientos nacionales.

Mientras no se efectivizara el completo desarme nuclear de las potencias la conducción china defendería el derecho de los países del Tercer Mundo a desarrollar su propia tecnología y armamento atómicos. En ese período, sin embargo, la RPCh nunca se identificó ni posicionó como potencia nuclear. Ratificando su vocación tercermundista, Beijing reiteró una y otra vez su denuncia sobre las pretensiones de exclusividad del club de las potencias atómicas, exigió la destrucción total de las armas nucleares y desarme completo -en primer lugar de las superpotencias-, y afirmó su determinación unilateral de no ser nunca la primera en utilizar ni amenazar con el uso de armas nucleares (FLP, 1965 y 1971; PI, 1969c).

En esos años la dirigencia china afirmó también sus principios respecto de la ayuda a los países recientemente descolonizados y a otros que pugnaban por su desarrollo independiente. En sus Ocho Principios para la Asistencia Económica y Técnica (1964) el premier Chou Enlai salía al cruce no solo de las actitudes de gran potencia de Moscú, sino también de las tendencias que en la propia dirigencia china promovían una conducta similar, aprovechándose del mayor desarrollo de China para extraer ventajas económicas de los países del Tercer Mundo. Los Ocho Puntos explicitaban cuál era el significado que la RPCh asignaba a los términos de igualdad y beneficio mutuo:

Con esta ayuda, los nuevos países emergentes amigos desarrollan gradualmente su propia economía nacional, se liberan del control colonial y fortalecen las fuerzas antiimperialistas en el mundo. Esto es en sí mismo un tremendo apoyo a China.

Remarcaban que al conceder su ayuda, incluidos préstamos sin interés o a bajo interés China

.. .nunca pide privilegios ni impone condiciones... El propósito del gobierno chino no es hacer que los países receptores dependan de China, sino ayudarles a embarcarse paso a paso en el camino del autosostenimiento... [y en su asistencia técnica] el gobierno chino velará por que el personal del país receptor domine plenamente dicha técnica” (Yu, 1970; CCAS, 1972; Bailey, 1979:296-7).

Quizá la más conocida expresión práctica de la implementación de estos principios fue la participación entre 1973 y 1976 de cientos de ingenieros y técnicos chinos en la construcción del complejo ferroviario Tanzania-Zambia (Tanzam), en acuerdo con los gobiernos nacionalistas de Julius Nyerere y Kenneth Kaunda, lo que abrió paso a la salida del cobre zambiano hacia el Índico esquivando el bloqueo del gobierno racista probritánico de Rhodesia. La línea ferroviaria quedaría en adelante completamente en manos de los gobiernos de Lusaka y Dar es Salaam.

El énfasis de China en el autosostenimiento suponía -para la propia China y para los demás países en desarrollo- un camino divergente o contrario al de la “modernización de las fuerzas productivas” particularmente industriales, con capital y tecnología extranjeros obtenidos por vía de inversiones y “cooperación” de las grandes potencias. Ese modelo -ampliamente difundido en las décadas de posguerra principalmente desde Estados Unidos y admitido entonces por buena parte de las burguesías nacionalistas del Tercer Mundo- sostenía que los países subdesarrollados debían incorporarse a la vigente división internacional del trabajo: el ingreso del capital internacional en el país receptor generaría riqueza y desarrollaría su economía; esos países debían abrir sus puertas a las corporaciones internacionales y adoptar la tecnología avanzada que ellas les transfieren (Peck, 1973:74-86; Ching, 2012). Sobre estas bases se indujeron o intensificaron en muchos países de Asia, África y América Latina procesos de industrialización dependiente [8] , que relativamente diversificaban pero no transformaban las estructuras del atraso y la dependencia, y en los que la extranjerización del aparato industrial generaba términos de adaptación estructural a las economías dominantes que a su vez consolidaban aquellas estructuras y el poder de las viejas clases dirigentes (Laufer, 2017).

La identificación de la RPCh con los países del Tercer Mundo y la observancia estricta de los Ocho Principios darían bases perdurables a las relaciones de China con muchos países afro-asiáticos, incluso a pesar de la intensa campaña de la dirección soviética que calificaba esa solidaridad como una mera maniobra táctica de Beijing para expandir su influencia. El PCUS -valido aún del rótulo y los símbolos del socialismo- competía con China por el logro de influencias a través de la asistencia económica y del apoyo político, pero la URSS nunca se posicionó como parte integrante del Tercer Mundo.

La Revolución Cultural, China y ios Tres Mundos

Pueden rastrearse en todos estos hechos los orígenes del análisis internacional de la dirección maoísta que se conocería como la teoría de los Tres Mundos. A la vez que daba ayuda y asistencia técnica a países en desarrollo, la China Popular persistió en su apoyo material y político a diversos movimientos revolucionarios en Angola, Argelia, Indonesia, Malasia, Mozambique, Filipinas, Rhodesia, Tailandia, Uganda y especialmente Vietnam (Vieira, 2019:532). Paralelamente, países desarrollados como la Francia del general De Gaulle decidían reconocer diplomáticamente a la RPCh priorizando, como luego harían otros países europeos y Japón, la aproximación a Beijing y a otros países tercermundistas como medio de contrapesar las fuertes presiones que ya entonces padecía el viejo continente en medio de la disputa hegemónica de las superpotencias (Wilson, 1973; Wilson Center, 2015).

La teoría de los Tres Mundos (Renmin Ribao, 1977) intentó dar cuenta de estas nuevas realidades globales emergidas de los cambios en la URSS y de los nuevos contenidos de la Guerra Fría. Según esa interpretación había dos superpotencias imperialistas -Estados Unidos y la Unión Soviética-; ellas constituían el Primer Mundo y se habían convertido en los mayores enemigos de los pueblos; la URSS, dado su relativo atraso económico y sus ambiciones expansionistas, se tornaba la fuente más peligrosa de una nueva guerra mundial (PI, 1969a y 1969b). Los países y pueblos del Tercer Mundo constituían la principal fuerza en la lucha contra el imperialismo, el colonialismo y el hegemonismo. Otras potencias menores -Europa, Japón- constituían una zona intermedia (un Segundo Mundo): si bien eran también imperialistas y oprimían a sus propios pueblos y a países del Tercer Mundo, sufrían al mismo tiempo penetración, subordinación u hostigamiento por parte de las superpotencias como consecuencia de la disputa hegemónica entre éstas, y en determinadas condiciones y circunstancias podían ser sumadas a la lucha contra el hegemonismo. Todo ello tornaba viable la forja de un amplio frente unido internacional para derrotar el hegemonismo y las políticas de guerra de las superpotencias.

En ese período, la disputa entre Estados Unidos y la URSS por el predominio mundial llevó varias veces al mundo al borde de una tercera Guerra Mundial (la crisis de los cohetes en Cuba en 1962; guerras de Medio Oriente en 1967 y 1973); el debilitamiento relativo de Estados Unidos (derrota en Vietnam; la crisis del dólar de 1971; competencia creciente de Europa y Japón) abrió un período de defensiva relativa de Washington mientras la superpotencia soviética ingresaba simétricamente en un período de ofensiva relativa (ocupación de Checoslovaquia, alianzas con dirigencias europeas, penetración en Asia, África y América Latina). En los países del Tercer Mundo se experimentaba el auge de tendencias nacionalistas y emancipadoras, desde el amplio proceso de descolonización hasta la consumación del triunfo del Vietminh sobre Estados Unidos en 1975; las potencias europeas del Segundo Mundo, pese a las maniobras y presiones de las superpotencias, afirmaban sus aspiraciones de autonomía y recuperación de su viejo rol dominante en el mundo, ampliando y consolidando la Comunidad Europea e impulsando la formación de organismos internacionales de coordinación como el G-7, dirigido a poner límites a las pretensiones unipolares de Washington.

A mediados de la década de 1960, sin embargo, la Revolución Cultural Proletaria (RCP) puso a prueba la continuidad en todos los órdenes de los principios rectores de la RPCh. En ella se decidía el rumbo -socialista o capitalista- que seguiría la sociedad china, y esa pugna se expresó también necesariamente en el plano diplomático y en las relaciones de Beijing con cada uno de los tres mundos. El desarrollo de la RCP coincidió con un período particularmente álgido de la agresividad expansionista de Moscú -velada tras la denominación de socialismo real-, y también de la lucha política y social en el propio PCCh (Scalapino, 1968). La intervención de los tanques soviéticos en Checoslovaquia alertó a la dirección china sobre la posibilidad concreta de un ataque, incluso nuclear, por parte de Moscú (La Tercera, 2010). De entonces data la orientación oficial -materializada en concretas iniciativas de masas- de “empeñarse en la producción, promover la producción y cavar profundos túneles”. Esos temores adquirieron mayor fundamento cuando en marzo de 1969 los reclamos territoriales rusos en la frontera del río Ussuri en Oriente desembocaron en breves pero sangrientos choques (NSA, 2001).

Desde el punto de vista de Beijing esos hechos evidenciaban que, de las dos superpotencias del mundo bipolar, la URSS se había convertido en el peligro principal para su integridad política y territorial, de allí se desprendía la necesidad de disminuir las tensiones con Washington. Sin duda la valoración acerca de cuál era el peligro principal que la situación internacional presentaba para China, así como la trama interna en la dirigencia china de las corrientes ideológicamente ligadas a Moscú, incidió fuertemente en las contradicciones partidarias: el mismo 9° Congreso del PCCh (abril 1969) que en lo inmediato temía más la agresividad expansionista de la URSS que la de Estados Unidos, designó sucesor de Mao Tsetung al mariscal Lin Piao, jefe del Ejército, que probablemente no concordaba con esa definición pues apenas un par de años más tarde intentó un fallido golpe de Estado contra Mao, perdiendo la vida en setiembre de 1971 en un accidente aéreo mientras intentaba huir a la URSS.

Puesto que la estructura de la defensa nacional de cualquier país siempre refleja la naturaleza de su inserción en el mundo, hay que destacar que, aún en años de intenso crecimiento económico y en un marco mundial que presagiaba hostigamiento y guerra, la China Popular de entonces no instalaba bases militares en el extranjero; sus barcos y aviones de guerra no recorrían los mares y el espacio aéreo de todo el mundo como lo hacían los de las superpotencias; ni había denuncias de que utilizara la cooperación económica para obtener posiciones o ventajas estratégicas. Las fuerzas armadas de la RPCh estaban entrenadas y equipadas para defender el país de un ataque externo. Su ejército permanente no tenía ni con mucho las dimensiones en proporción a su población y las capacidades tecnológicas y de acción fuera de sus fronteras que tenían los de las grandes potencias; la seguridad de China no descansaba en su poderío nuclear, sino básicamente en la participación popular en la defensa: cada comuna, fábrica, escuela o universidad tenía su propia unidad de milicia y sus propias armas.

La teoría y la práctica: rectitudes y laberintos en la Guerra Fría

En 1971 una visita del secretario de Estado Henry Kissinger a Beijing abrió el camino al reconocimiento internacional de la RPCh como representante del pueblo chino y su admisión en la ONU en lugar de Taiwán; luego vendría la visita del presidente Richard Nixon a China en 1972, y posteriormente la ruptura formal de relaciones de Washington con Taipei y la normalización diplomática con Beijing en 1979.

China necesitaba disminuir las tensiones con Estados Unidos Sin embargo, el desplazamiento mismo de Nixon a China, y el contenido del Comunicado Conjunto emitido por ambos gobiernos, parecen mostrar que las mayores concesiones provinieron del lado estadounidense: Nixon debió poner su firma al pie de una declaración en que la parte china inscribió sus conocidos principios de entonces en la arena internacional, incluido su apoyo a los pueblos de Indochina contra la ocupación norteamericana:

En cualquier parte que haya opresión hay resistencia. Los países quieren independencia, las naciones liberación y los pueblos revolución ... China nunca será una superpotencia y se opone a todo tipo de hegemonía y poder [internacionales]. Todas las tropas extranjeras deben ser retiradas a sus propios países. [China] expresa su firme apoyo a los pueblos de Vietnam, Laos y Camboya y sus esfuerzos por el logro de su empeño ... Apoya firmemente el programa de ocho puntos para la unificación pacífica de Corea presentado por el Gobierno de la República Democrática Popular de Corea el 12 de abril de 1971. (FLP, 1972a).

El paso de Nixon por Beijing permitió también el inicio de la normalización de relaciones con los países del Segundo Mundo. Lejos del aislamiento que suele atribuírsele, fue precisamente en esos años de Revolución Cultural cuando la RPCh mejoró decididamente sus vínculos con países de la CEE y Japón (Wilson, 1973; FLP, 1972b).

La dirigencia maoísta no albergaba ilusiones respecto del proceso de distensión que desde fines de la década de 1960 proclamaban tanto la dirigencia estadounidense como Brezhnev (SACU, 1979). En esos años Beijing apoyó públicamente la arrasadora ofensiva guerrillera vietnamita del Tet (año nuevo lunar), las grandes manifestaciones de la colectividad negra norteamericana contra el asesinato de Martin Luther King, y criticó duramente la invasión soviética a Checoslovaquia. También rechazó el Tratado de No Proliferación Nuclear -en el contexto de la continua expansión de los arsenales atómicos de Washington y Moscú-, restando credibilidad a los discursos distensionistas de las superpotencias (Lafeber, 1985:254- 5). En años en que el auge tercermundista mostraba aún la prevalencia del viento del Este sobre el del Oeste, la conducción China repudió asimismo la Doctrina Nixon, que pretendía velar el intervencionsmo de Estados Unidos en el oriente asiático haciendo que los gobiernos subordinados a la Casa Blanca en la región asumieran más plenamente la responsabilidad de su propia defensa contra la revolución (Sánchez 1976).

La amenaza soviética y la aproximación a Estados Unidos multiplicaron y agudizaron las contradicciones entre las urgencias nacionales y los requerimientos ideológicos de la política exterior de la RPCh, amplificadas además por la dimensión que adquiría la lucha en la cúpula partidaria y estatal.

Un caso polémico fue la posición de China ante el golpe de estado de Pinochet en Chile contra Salvador Allende, a quien la dirigencia de Beijing consideraba un amigo de China. En enero de 1973, acorde con su tradicional postura de promover una cooperación basada en la solidaridad económica y comercial más que en préstamos externos, Beijing facilitó varios créditos en condiciones ventajosas para el desarrollo de la pequeña y mediana industria y para la compra de alimentos, medicinas y equipos (Matta, 1991); paralelamente, el premier Chou Enlai escribió personalmente al presidente Allende advirtiéndole sobre los peligros que entrañaba la tesis sobre la “transición pacífica al socialismo” traducido en la denominada “vía chilena” (C. Kissinger 1976:48). Sin embargo, ya derrocado Allende, el gobierno chino -a diferencia de la URSS y otros países del Pacto de Varsovia- no interrumpió sus relaciones diplomáticas con el régimen de Pinochet sino que mantuvo sus intercambios comerciales y políticos, incluida la renovación en 1977 del crédito interrumpido por el golpe, actuando así como respaldo económico -y de hecho como justificación política- de una pretendida asepsia profesionalista del régimen militar. Beijing fundó su postura, por un lado, en la observancia del principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países, pero también en que el golpe pinochetista constituía un retroceso del social-imperialismo soviético en América Latina.

En esas oscilaciones de la política internacional china sin duda tuvieron relevancia las divergencias en la dirección partidaria sobre la interpretación de la teoría de los Tres Mundos y sobre cuál de ambas superpotencias constituía en ese período el peligro principal para la RPCh. Así como el caso Lin Piao había evidenciado la existencia de tendencias en los estratos superiores del ejército que creían necesario inclinarse hacia Moscú para resguardar a China del cerco estadounidense, otro sector -probablemente el de Deng Xiaoping, a juzgar por el inmediato acercamiento a Washington que protagonizó en cuanto ascendió al poder en 1978- siguieron sosteniendo, aunque bajo el rótulo de pragmatismo, la línea del 9° Congreso (1969) que denunciaba principalmente a Moscú.

Paralelamente, desde su admisión en la ONU como única representación del pueblo chino, la RPCh utilizó persistentemente las Asambleas Generales como un foro en defensa de los intereses de los países del Tercer Mundo y de denuncia de las políticas imperialistas y hegemonistas, en particular las de las dos superpotencias. Hasta 1978, a través de su vocero Chiao Kuan Hua, apoyó las propuestas de revisar la Carta de la ONU a fin de restringir los poderes de las potencias en el Consejo de Seguridad y eliminar el derecho de veto que da privilegios especiales solo a los cinco países miembros permanentes [9] .

China se posicionaba entonces a escala internacional como parte integrante del Tercer Mundo y partícipe de sus intereses (PI, 1974). Pero en esos años también atravesaba la más trascendental de la larga serie de luchas sociales y políticas internas respecto de qué sistema social y de desarrollo prevalecería: si el socialista o el capitalista. Finalmente, después de dos años de grandes turbulencias, en 1978 los fines que habían motivado la Revolución Cultural -prevenir la restauración del capitalismo- se frustraron: el acceso al poder del sector partidario de Deng Xiaoping daría paso a una profunda reversión de las condiciones sociales de trabajo y de vida de las mayorías de China, a la vez que a un complejo e inédito salto en el crecimiento económico.

1978: privatización de China y ascenso pacífico

Bajo el rótulo de economía socialista de mercado, la nueva dirigencia puso en marcha lo que Hinton denominó la “privatización de China” (Hinton 1990): inició el traspaso a manos privadas de las empresas estatales y descolectivizó aceleradamente la propiedad y el trabajo de la tierra; amplió de hecho y de derecho el margen de acción de las leyes del mercado y de la propiedad empresarial en la industria; reformó las condiciones laborales a favor del capital nacional y extranjero; impulsó la conformación de grandes corporaciones estatales y privadas; promovió la apertura masiva a las corporaciones extranjeras -estadounidenses, japonesas, hongkonesas, surcoreanas, europeas- bajo un estricto control estatal que mantuvo al capital externo como socio menor del capital chino estatal y privado; estableció zonas francas en áreas costeras con regímenes promocionales para la radicación de compañías exportadoras (Leung, 1988); y estimuló gradualmente la inversión de capitales chinos en el exterior, orientada primeramente a la obtención de alimentos y materias primas de los países en desarrollo, y luego a la construcción de grandes obras de infraestructura (Laufer 2016). La estrategia de reforma y apertura de la burguesía china hizo de la inversión extranjera masiva en la industria china un pilar de su desarrollo, y adoptó los nuevos métodos de gestión y tecnologías de las grandes corporaciones, mientras apuntaba a convertir rápidamente al país en proveedor masivo de manufacturas industriales para los mercados internacionales.

La política exterior del neoiiberaiismo de Estado

El viraje de fines de los años 1970 cambió la naturaleza social de China y de su partido dirigente; en consecuencia, cambiaron su visión del mundo y sus relaciones con el mundo: también en este plano la nueva dirigencia procuró desmovilizar a la población y enajenarla de los asuntos internacionales con una estrategia de política despolitizada como la que expresaron las dos ordenanzas de Deng Xiaoping: nada de debates; el desarrollo económico como principio fundamental (Mobo Gao 2018:7) [10] .

El hecho de provenir de la reversión del socialismo, con un estado centralizado y una economía planificada bajo la dirección del PCCh, permitió el alto grado de concentración y centralización de la economía y de las decisiones políticas de que gozó la nueva minoría dirigente. Esa homogeneidad de inicio explica la cohesión de la dirigencia para afirmar su posición como clase dominante hasta convertirse en una poderosa burguesía corporativa similar a las de las demás potencias, y hacer pie en los enormes recursos internos de capital y trabajo para salir a la conquista de los mercados mundiales. La extrema concentración económica tuvo como correlato la concentración del poder político, y la creciente desigualdad social desembocaría, en junio de 1989, en la matanza de estudiantes y trabajadores en la Plaza Tienanmen, y posteriormente en la reiterada apelación a políticas de mano dura frente a las protestas generadas por motivos laborales o ambientales, o contra los desalojos forzosos y la apropiación de tierras por funcionarios de gobiernos locales y del partido gobernante asociados a inversores privados. El alto nivel de centralización partidaria, estatal y empresarial constituyó durante cuatro décadas una superioridad decisiva de la nueva clase dirigente del Estado chino, tanto para la consolidación de su hegemonía interna como para la determinación de su política exterior hacia los países en desarrollo y de las alianzas y rivalidades con los otros poderes mundiales.

En nombre del pragmatismo económico y la desideologización de las relaciones con el mundo, la conducción de Deng insertó a China en las cadenas productivas y de valor y en la dinámica política de la globalización neoliberal, materializando el cambio de una ideología promotora del cambio social por la de un capitalismo “con características chinas” (Yasheng, 2008) [11] .     Pese al vertiginoso crecimiento

económico logrado en una década y media de reforma, la conducción del PCCh optó por conservar una imagen de país pobre y en desarrollo, atenta a la instrucción dengista de avanzar paso a paso y evitando resistencias y fricciones internacionales que pudieran hacer peligrar su ascenso pacífico; ello también facilitó su propósito de establecer asociaciones estratégicas con países en desarrollo que le aseguraran el suministro de alimentos, energía y materias primas industriales, así como mercados y campos de inversión.

Sin embargo, esa clase dirigente era ya la burguesía de un país independiente y asentado en las sólidas bases del desarrollo productivo e industrial creado y afirmado durante la era revolucionaria (Laufer, 2018): la apertura al capital extranjero ya no retrotraería a China a una condición semicolonial o dependiente; por el contrario, se daría paso a un crecimiento capitalista vertiginoso y “con características chinas” (Andreas, 2010) [12] , y a una clase empresarial estatal-privada con rasgos monopolistas que en poco más de dos décadas pasaría a reclamar para China el sitial de gran potencia que el núcleo dirigente se proponía alcanzar una vez “llegado su momento” (Zheng Bijian 2005).

Consiguientemente, las posiciones antiimperialistas y anti-hegemonistas serían gradualmente llevadas a la categoría de discurso y sustituidas a partir de 1985 por lo que Deng denominó “diplomacia independiente” (Keith, 1985) y por la búsqueda de un lugar relevante en el orden económico y político mundial vigente. En esos años - los de Ronald Reagan en Washington y Margaret Thatcher en Londres-, en nombre de una globalización explicada a partir de paradigmas tecnológicos, se generalizaba en todo el mundo la aplicación de la tesis neoliberal de que las naciones del Tercer Mundo debían abrirse en forma irrestricta al comercio, al capital y a los recursos tecnológicos extranjeros; una tesis, desde el punto de vista social, dirigida a descargar sobre las clases trabajadoras la crisis de las políticas keynesianas de posguerra, precarizando sus condiciones laborales y de vida y generando en los paises en desarrollo fuertes retrocesos económicos y sociales bajo el peso de la retrogradación industrial y del catastrófico endeudamiento externo inducido en la década anterior por las grandes potencias. En los 1980 la competencia estratégica entre Washington y Moscú, y las reacciones nacionalistas o revolucionarias en algunas áreas -desde Irán hasta América Central-, volvían a poner en riesgo la paz mundial a través de variadas formas de intervención política y militar de Estados Unidos, la URSS y potencias europeas.

En ese contexto el representante chino en la ONU, Wu Xueqian, exponía en 1985 una “política exterior independiente" centrada en objetivos de paz, cooperación y desarrollo; el vocero de Beijing hizo mención al excesivo endeudamiento, el proteccionismo comercial, la falta de financiamiento para el desarrollo, la caída de los precios de las materias primas y las fluctuaciones monetarias y financieras (ONU, 1985), pero la diplomacia china dejó de denunciar las causas sistémicas de esos males -entre ellas las reglas de liberalización comercial y financiera impuestas por los poderes rectores de la gobernanza mundial-, y en adelante planteó su discurso en los foros internacionales en términos similares a los utilizados por las grandes potencias en torno a problemas globales como el terrorismo, la contaminación ambiental, los desequilibrios financieros internacionales, las carencias alimentarias y el atraso tecnológico de los países en desarrollo.

Los tres aspectos indivisibles con que la RPCh había orientado sus relaciones internacionales desde inicios de los años 1960 fueron recortados al principio único de la coexistencia pacífica. Los intereses centrales de China viraron hacia la modernización económica del país y la vigencia mundial irrestricta de las normas del multilateralismo liberal, y la política exterior se moldeó acorde a esos objetivos. El concepto de Tercer Mundo cambió de contenidos antes de ser definitivamente dejado de lado: esos países ya no serían para Beijing la fuerza principal en la lucha contra el imperialismo, ni destinatarios de asistencia económica orientada a su autosostenimiento, sino socios estratégicos en carácter de proveedores de alimentos y materias primas y destino de bienes industriales, inversiones y financiamiento chinos, estos últimos destinados crecientemente a obras de infraestructura con participación de corporaciones estatales y privadas de China.

Tras la desintegración de la Unión Soviética en 1990 -y con ello el fin de la Guerra Fría y del sistema bipolar de las superpotencias- la diplomacia china mantuvo sus reclamos antihegemonistas; en los 1980 persistió en su denuncia del social- imperialismo ruso, cuya agresividad se había puesto nuevamente de manifiesto con la invasión de Afganistán (1980-85); pero el móvil principal de Beijing no era ya respaldar a un país del Tercer Mundo agredido por una superpotencia sino favorecer un ambiente internacional pacífico y propicio para el desarrollo económico de China.

El ascenso en 1993 de Jiang Zemin -que estaría al timón durante toda la década neoliberal de los 1990- significó la llegada de la tecnocracia empresarial a la cúpula partidaria y luego estatal a través de su teoría de las “tres representaciones” que culminaría la reversión doctrinal del partido: la incorporación de los empresarios al mismo como parte de las “fuerzas productivas avanzadas” significó en realidad la proyección de los jefes de las grandes corporaciones chinas, estatales y privadas, a los niveles de dirección del PCCh y del Estado (Mobo Gao, 2018:7). Se iniciaron las gestiones para la admisión de China en la OMC -básicamente un foro de acuerdos comerciales entre las grandes potencias (Rocha, 2018:7)- y se aceleró la construcción de 12 nuevas Zonas Económicas Especiales y la potente zona comercial de Pudong en Shanghai, que seguirían el camino de Shenzhen.

En esos años fue modelándose también la nueva y enriquecida dirigencia empresarial, íntimamente ligada a las cúpulas nacional y regionales del PCCh, un poderoso puente hacia los círculos financieros internacionales y responsable de los grandes casos de corrupción y desvíos de fondos a paraísos fiscales revelados en 2014 por los llamados Panama Papers [13] . Uno de esos dirigentes, el premier Li Peng, estaría, en setiembre de 1997, a cargo de la apertura de la Reunión Anual de la Junta de Gobernadores del BM y del FMI realizada en Hong Kong apenas reintegrada al continente; en medio de una nueva década perdida para los países latinoamericanos y otros del viejo Tercer Mundo -entre otras cosas por la acción depredadora de los organismos financieros internacionales-, y en los albores de la crisis del Sudeste asiático, el premier chino elogió la función constructiva del Banco Mundial y el FMI “en favor del crecimiento económico mundial, el intercambio económico entre los países y el progreso económico y social de los países en desarrollo" (Li Peng 1997).

Taiwán: un país, un sistema

Con la vecina región Asia Pacífico como eje de su estrategia (Keith, 1989), y dado el peso que habían adquirido las relaciones comerciales, financieras y de inversión con Japón, Corea del Sur y Taiwán -buena parte de ellas materializadas a través de Hong Kong-, el gobierno chino mantuvo en alto su reclamo por la reunificación de Taiwán y en contra de los escarceos independentistas de una parte de la dirigencia política de la isla. “Puesto que el Partido Comunista Chino ya no es comunista, debe ser aún más chino", observaba entonces el académico Th. Christensen (1996:65).

Allí puede encontrarse el origen de la fórmula “un país, dos sistemas", una concesión inicialmente propuesta por Deng Xiaoping para la restitución de Hong Kong convertida, tras un siglo y medio de dominio colonial británico, en polo financiero del capitalismo mundial. En el caso de Taiwán, aunque Beijing nunca renunció a su legítimo derecho al uso de la fuerza para el reintegro de su provincia a la nación china, esa fórmula objetivamente supone aceptar el hecho consumado de una sociedad y un sistema económico y político erigidos sobre la situación neocolonial impuesta en 1949 por la intervención estadounidense (Prieto, 2020). La creciente inclinación nacionalista de la dirigencia china conllevaba ya sesgos muy distintos al del nacionalismo antiimperialista de la era de Mao: apuntaba a contrarrestar posibles fisuras de la integridad territorial inducidas o respaldadas desde otros centros mundiales de poder para debilitar a Beijing y obstaculizar su creciente gravitación económica y política mundial, a integrar un ya avanzado polo de desarrollo capitalista industrial, y también a evitar el efecto dominó interno que una hipotética separación de Taiwán podría ejercer sobre las nacionalidades no-Han de las regiones fronterizas del Tibet, Xinjiang y Mongolia Interior.

Más cerca de Moscú y más Jejos de Washington

El arribo de Gorbachov a la jefatura de la URSS en 1985 -en plena crisis económica y debacle militar en Afganistán- insufló los aires reformadores de la perestroika también en la política exterior soviética. Aunque el nuevo líder ruso secundaría la invasión de George Bush al Irak de Saddam Hussein en 1990, desde el punto de vista de Beijing el ya irreversible debilitamiento soviético y la vía acuerdista abierta entre Washington y Moscú despejaba el camino al pragmatismo economicista de Deng: el gobierno chino reafirmó su alejamiento de los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos que habían caracterizado la política internacional de China entre 1949 y 1978, y en el Consejo de Seguridad de la ONU no denunció la invasión estadounidense pese a que constituía una manifiesta agresión contra un país del Tercer Mundo. Paralelamente, la desintegración de la URSS y la aproximación estratégica de la nueva jefatura rusa de Boris Yeltsin a Occidente abrieron camino a una rápida mejoría de las relaciones entre los dos colosos asiáticos y a un nuevo clima para una potencial alianza económica.

La dirección china adhirió y aplicó tanto en el plano interno como en el internacional los principios económicos y políticos neoliberales reforzados en el llamado Consenso de Washington de 1990. Internamente, decenas de millones de trabajadores migrantes volcados a las industrias y maquiladoras urbanas por la descolectivización rural y el masivo desempleo generado por la reestructuración de las empresas estatales, pusieron a disposición de las corporaciones industriales chinas y extranjeras una inmensa masa de fuerza de trabajo barata: ello estuvo en la base de la gran competitividad de las exportaciones chinas en los mercados mundiales. En el plano externo, el compromiso con las ya numerosas corporaciones inversoras extranjeras explica la pasividad con que las delegaciones de Beijing en los foros internacionales asistieron durante toda la década de 1990 a la verdadera proliferación de conflictos internacionales y al sistemático intervencionismo -militar y político, a título individual o colectivo- de Estados Unidos y otras potencias a que dio lugar el fin del sistema bipolar (Golfo Pérsico, Somalia, Zaire, Haití, Bosnia).

En 1998 Beijing y Washington avanzaron en concesiones recíprocas firmando un documento conjunto que incluía la redisposición de misiles nucleares para no apuntarse recíprocamente, pero fundamentalmente el apoyo estadounidese al ingreso de China a la OMC. El gobierno de Jiang Zemin aceptaba la apertura del mercado chino a las exportaciones de Estados Unidos, pero en un marco multilateral que favorecía sus exportaciones en todo el mundo: China se consolidó como gran comprador de bienes estadounidenses, pero a su vez multiplicó sus ventas industriales a Estados Unidos, transformándose en el socio comercial con el que la superpotencia occidental tenía su mayor déficit comercial (Cidob, 2003a).

"Salir afuera" y "tornarseglobales"

La estrategia go out-go global fue lanzada en 1999, pero de hecho se había iniciado dos décadas antes con las propias reformas de mercado, orientada básicamente a Hong Kong y Macao en la perspectiva de su futura restitución a la soberanía china. Desde allí extendería gradualmente su radio de acción al vecindario asiático, a África y finalmente a América Latina. El gobierno incentivó y respaldó a las corporaciones chinas a integrarse a la economía global, alineadas siempre a las prioridades estratégicas del Estado (Alon, 2014). La búsqueda de campos de inversión en el extranjero constituyó una forma de canalizar las reservas en divisas acumuladas desde los años 1980 y evitar con ello la excesiva apreciación del yuan, y también un medio para hacerse -mediante adquisiciones o asociaciones- de empresas estratégicas poseedoras de activos comerciales y tecnológicos de punta.

Así fue completando la burguesía china los rasgos fundamentales de su modelo de desarrollo, algunos de ellos enraizados en las fortalezas heredadas de la era socialista. Esos rasgos moldearían sus relaciones internacionales: apoyo estatal a la competitividad de las grandes empresas en los mercados mundiales; énfasis en la innovación; planes, incentivos e inversiones estatales en la construcción de corporaciones gigantescas de escala mundial en industrias clave -petróleo, acero, telecomunicaciones, minería, construcción-; importaciones masivas de petróleo, minerales, materias primas y alimentos para sostener un crecimiento cada vez más necesitado de recursos externos; liberalización progresiva de los mercados financieros para alentar el ingreso y facilitar la salida de capitales; y garantías a los inversores con mano de hierro en la contención de protestas y movimientos sociales (Globalization Monitor, 2009).

En su informe al 15° Congreso (1997) Jiang Zemin redefinió el papel del sector privado como un componente importante de la economía nacional, impulsó la adopción del sistema accionario como una forma utilizable por el socialismo - abriendo así las empresas estatales a la participación masiva del capital privado (Lau 1999)-, y llamó a alentar “aquellas inversiones de ultramar en que nuestro país goza de ventajas comparativas”; en 2002 el informe oficial al 16° Congreso subrayó -con vistas ya a una decidida competencia con las corporaciones de otras potencias- la necesidad de “construir nuestras propias poderosas transnacionales y nuestras propias marcas”. El 5° Plan Quinquenal de 2001 ya incluía entre sus objetivos crear en cinco años un grupo de transnacionales competitivas y 50 corporaciones chinas lo suficientemente grandes como para figurar en 2015 entre las 500 mayores del mundo, y expandir proyectos de construcción de infraestructuras en el extranjero.

Oportunidades y esperanzas en el planeta neoliberal

En la valoración oficial, el contexto internacional de fines del siglo XX ofrecía a China “más oportunidades que desafíos, más esperanzas que dificultades” (BI, 2000c:15-21); enfatizando el viraje económico pero también ideológico que China había experimentado en una década y media de reforma y apertura, el ministro de relaciones exteriores Tang Jiaxuan afirmaba que “la situación internacional tiende a la distensión, la paz y el desarrollo” (Tang 2002), aunque la mayor parte de los países en desarrollo -y las clases trabajadoras de los países desarrollados- padecían bajo el peso de las políticas neoliberales de apertura, privatización, desindustrialización, endeudamiento, flexibilización laboral y desempleo del Consenso de Washington, y el intervencionismo y el unilateralismo de Estados Unidos estaban en su apogeo en Asia, América Latina y el este de Europa.

Para el gobierno de Beijing ya era tiempo de adoptar una “mentalidad de gran potencia”, aunque con la prudencia necesaria para no provocar temores en las otras (Delage, 2007). Armada con esa nueva mentalidad, la RPCh salía al cruce de la agenda neoliberal de Washington y la Unión Europea con su propio programa neoliberal, reforzado ventajosamente por el sistemático respaldo político y financiero del Estado (Lin, 2013) y por la simpatía que las políticas de coexistencia y beneficio mutuo del pasado socialista y las de poder suave de las nuevas dirigencias despertaban en las burguesías nacionales y en fuerzas de base popular en muchos países en desarrollo.

En correspondencia con su nuevo rol internacional, el enfoque modernizador de la dirección china suponía también un nuevo concepto de seguridad nacional, que ya no hacía centro en el poderío militar defensivo de Beijing frente a potenciales agresiones desde el extranjero ni en respaldar rebeliones políticas o armadas contra el imperialismo, sino en garantizar condiciones internas de gobernabilidad y un entorno internacional seguro y favorable para el crecimiento económico de China y para su inserción ventajosa en la competencia mundial. Al mismo tiempo la dirigencia de la RPCh era consciente de que el nuevo rol global de Beijing inspiraba en Washington resquemores y planes estratégicos concretos, y sus voceros exhibían dudas acerca de la posibilidad de que el ascenso de China pudiera ser efectivamente pacífico [14] .

El status de gran potencia

Durante las dos décadas de Jiang Zemin (1993-2003) y Hu Jintao (2003-2013) prevaleció la idea de que, desaparecida la Guerra Fría, la factibilidad de un mundo armonioso de paz y seguridad requería ya de no alianzas militares sino de mecanismos de cooperación (Delage, 2007). El reconocimiento de hecho de Beijing como gran potencia fue el telón de fondo de la disposición -primero de Washington y luego de los países de la Unión Europea- a aprobar la admisión de China, después de 13 años de esfuerzos, en la OMC a partir de 2002. Una manifestación aún más notoria de ese status fue la concreción del reintegro a la soberanía china de las ex colonias de Hong Kong (1997) y Macao (1999) por parte de Gran Bretaña y Portugal.

Las cumbres Jiang Zemin-Bill Clinton de 1997 y 1998 tradujeron el reconocimiento de Washington al nuevo status internacional de China y a la actitud responsable de Beijing en la llamada crisis del sudeste asiático (Ríos, 2002): al sostener la fortaleza del yuan -China no devaluó su moneda como hicieron los llamados tigres de la región, frenó el efecto contagio resguardando los mercados y los intereses occidentales radicados en China. Sin embargo, la aproximación estratégica de Beijing a Moscú, la acelerada modernización y desarrollo de sus capacidades militares y sus suministros de tecnología armamentística a países como Corea del Norte, Pakistán o Irán, mientras Estados Unidos persistía en alentar las reticencias taiwanesas a la reunificación, desmentían el alcance de esos acuerdos. El bombardeo accidental a la embajada china en Belgrado (mayo de 1999) durante la guerra de agresión de la OTAN contra Serbia por la crisis de Kosovo, más allá de las disculpas que Clinton ofreció más tarde, tuvo un claro sentido de advertencia con vistas a un futuro de rivalidad no muy lejano.

Intereses centrales de China en Asia y Europa

Los acuerdos de la cumbre Jiang-Yeltsin de 1992 -oposición al hegemonismo estadounidense y reclamo de multipolaridad, rechazo a la expansión de la OTAN a

Europa oriental-, sentarían las bases para el establecimiento en 1997 de una “alianza estratégica de coordinación” chino-rusa que incluía acuerdos de compra y venta de equipos militares y colaboración recíproca contra los movimientos separatistas en Taiwán y Chechenia, tras los cuales ambas potencias veían la acción de fuerzas exteriores (BI, 1999:4-5). La alianza Beijing-Moscú probó que ambas clases dirigentes, pese a la reclinación inicial de ambas hacia Washington desde los arribos de Deng y Gorbachov, buscaban en las potencias de Occidente respaldo político y financiero pero no se subordinaban a las pretensiones estadounidenses de unipolaridad, y aspiraban a constituirse a su vez en polos de poder capaces de terciar en el mundo multipolar que ambos postulaban. Las dos potencias junto a Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán integraron en 2001 la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), un nucleamiento dirigido a combatir los movimientos separatistas y terroristas de carácter étnico o religioso, preservar la seguridad regional y promover el comercio y las inversiones mutuas (China Report 2001), pero que claramente salía al cruce de las posiciones de Washington en el área centroasiática, el Oriente Medio, la vecina India y el sudeste asiático. La organización sería de allí en más un firme punto de apoyo de la influencia china en el área centroasiática, reforzada luego con la integración en carácter de observadores de Mongolia (2004) y luego India, Pakistán e Irán (2005) [15] .

En cuanto a Europa, del mismo modo que en los años 1970 la superpotencia soviética buscaba en ella un aliado clave a fin de desequilibrar en su favor la contienda con Estados Unidos, para la conducción partidaria y estatal de China en los 1990 las relaciones con países europeos y con la UE en su conjunto adquirían una importancia crucial. Las relaciones bilaterales estaban obstaculizadas por la vigencia de las sanciones post Tienanmen y por la oposición de Beijing a la estrategia intervencionista de la OTAN y la UE. Sin embargo, Jiang Zemin consideraba que, dada la tendencia de la globalización mundial, “ambas partes [China y Europa] necesitan complementarse en lo político y en lo económico” (BI, 2000a y 2000b). Así, solo cinco meses después de la catástrofe política y humanitaria causada en Yugoslavia, el líder chino visitó Gran Bretaña, Francia y Portugal y el canciller alemán Schroeder viajó a China; Beijing respaldó el proceso de integración europeo y todo gesto de independencia respecto de Estados Unidos (BI, 2000d); la devolución de Hong Kong y Macao a la soberanía china contribuyó también a reforzar las relaciones bilaterales.

El vínculo chino-europeo siguió un curso ascendente pero contradictorio: más fluido con el inicio de las negociaciones bilaterales sobre el ingreso de China en la OMC y con el arranque del euro, al mismo tiempo era obstaculizado por cuestiones arancelarias y principalmente por la exigencia de Beijing a las empresas extranjeras radicadas en China de exportar el 70% de sus productos (BI, 2000e:24): la clase dirigente china seguía concibiendo la apertura al capital extranjero solo bajo férreo control y sujeción al plan estatal, rasgos indicativos de la fuerza e independencia que las corporaciones chinas ya habían adquirido en el escenario mundial.

Un perfil internacional menos modesto

La conocida instrucción de Deng a la dirigencia reformadora -“oculta tu fuerza, aguarda tu momento”- seguía marcando la línea general de la acción exterior de la RPCh. El llamado poder suave y la complementación de la estrategia internacional expansiva de Beijing en la dimensión cultural [16] eran, en este sentido, una manifestación de la nueva fuerza adquirida (Yagci, 2018).

En correspondencia con el nuevo rol que reclamaba en el sistema internacional, la RPCh se invistió de nuevas responsabilidades globales, especialmente en el resguardo de un orden pacífico en el Oriente asiático. Lejos ya de asumirse como un país del Tercer Mundo, China se posicionó como mediador entre Estados Unidos y Corea del Norte y suscribió las sanciones de la ONU cuando Pyongyang reiteró sus ensayos nucleares, aunque conservando al mismo tiempo la alianza estratégica con el país del nordeste asiático mediante la provisión de tecnología misilística.

En la cuestión de Taiwán se entrelazaban aspectos cruciales del interés nacional de China. Jiang Zemin combinó la política de “una sola China” de la era maoísta y la de “un país, dos sistemas” acordada por Deng Xiaoping para el reintegro de Hong Kong en 1997; una política que ya no implicaba divergencias de sistema y que supondría un considerable grado de autonomía política para la ex colonia. Sin embargo, los 8 Puntos de Jiang para la reunificación quedaron en aguas muertas, especialmente por el deterioro que acarreó al Kuomintang su alianza con el PCCh gobernante en Beijing en el programa de reunificación: el KMT se fracturó y en el 2000 llegó a la presidencia el Partido Democrático Progresista, dando nuevos aires a la causa independentista.

La aparición de límites visibles del “socialismo de mercado” -la lógica de sobreinversión-subconsumo (Au, 2012:68-9), principalmente en ramas básicas como el acero, planteaba la necesidad de un cambio en el paradigma de crecimiento económico y, junto al redireccionamiento de las bases del modelo hacia el consumo interno, hacía cada vez más imperiosa la necesidad de “salir afuera”. Pero ello afectaba poderosos intereses creados, y las resistencias al cambio consolidaron una visión de la armonía social fundada en un curso de hipercentralización política. Ya bajo Jiang Zemin el PCCh comenzó a implementar la concentración de la presidencia partidaria y estatal en la misma persona, una práctica que continuarían Hu Jintao y Xi Jinping.

El axioma del “desarrollo armonioso” de Hu Jintao tendría también sus implicancias en el plano internacional: aunque la invasión a Afganistán (2001) y la segunda ocupación de Irak (2003) ponían de manifiesto la acentuación de la agresividad y unilateralismo de Washington, Beijing votó afirmativamente la resolución de la ONU que dio paso al ataque militar anglo-estadounidense contra

Afganistán [17] . De hecho la postura china -probablemente inducida por la proximidad del islamismo afgano a su provincia de Xinjiang- constituyó un cierre de filas entre grandes potencias: las representaciones de Beijing en la ONU pasaron a incorporar el discurso, entonces dominante, de la seguridad como una cuestión global y la “cooperación internacional contra el terrorismo” como uno de sus ejes (ONU 2001). Ante la fraguada intervención militar estadounidense en Irak dirigida a derrocar a Saddam Hussein, imponer un régimen pro estadounidense y establecer su control sobre las reservas petroleras del país, China reclamó una solución política pero tampoco entonces interpuso su derecho de veto en el Consejo de Seguridad, e incluso reclamó -respecto de las explotaciones petrolíferas en las que participaba- el respeto de sus derechos e intereses nacionales en ese país bajo ocupación extranjera [18] . Las ya cruciales relaciones comerciales con Estados Unidos condicionaban la política de Beijing. Pocos meses después del arrasamiento militar de Irak, cuando muchos países en desarrollo cuestionaban severamente el papel de la ONU, el representante chino no reclamó la restitución inmediata de la soberanía política del país y estimó que su reconstrucción política y económica debía quedar en manos internacionales (ONU 2003).

El mundo armonioso tan necesario para los “intereses centrales” de China (expresión que en esos años comenzó a abundar en los escritos de los pensadores chinos de las relaciones internacionales) requería multiplicar sus vínculos exteriores, dirigidos prioritariamente hacia los países grandes [19] y el vecindario asiático (Rusia, Japón, India, Pakistán). El reclamo de multipolaridad, a su vez, apuntaba a lograr un marco favorable al nuevo rol mundial de China y a su intención de proyectar un modelo de relaciones internacionales alternativo al tradicional basado en las relaciones de fuerzas y en la suma cero entre potencias.

Al mismo tiempo, y acorde con la consolidación de su status de gran potencia, China adoptó un perfil internacional cada vez más asertivo [20] . En 1992, siendo ya una potencia poseedora de armas atómicas Beijing había adherido al Tratado de No Proliferación, revirtiendo su antigua postura de denuncia del monopolio de las armas nucleares por las grandes potencias. También acompasó su auspicio y participación activa en organizaciones internacionales (OCS, BRICS, ASEAN, Foro China-África y Foro China-CELAC) con un nuevo rol en la pacificación de las rebeldías cuestionadoras del orden mundial vigente. La participación activa de Beijing en las negociaciones “a seis bandas” iniciadas en 2003 para la desnuclearización de Corea del Norte (BR, 2007a) y desde 2005 también en las de Irán, acompañó una afirmación de los "intereses centrales" de Beijing cada vez “menos modesta" (Cidob, 2003b:9) y más proclive a asegurarlos con un respaldo militar adecuado a la fuerza económica y política ya adquirida.

La incorporación de China a la OMC amplió el alcance de los vínculos comerciales de China con los países del Sur global, y Beijing pronto promovió múltiples acuerdos de liberalización comercial, en primer lugar con países asiáticos -en el marco regional del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los diez estados miembros de la ASEAN y la RPCh- y luego con varios latinoamericanos (Chile, Costa Rica y Perú). Ya bajo la dirección de Hu Jintao, el 17° Congreso (2007) promovió la cooperación internacional en recursos energéticos y amplió la estrategia de establecer TLCs; éstos facilitaron el reconocimiento de China como economía de mercado, y a su vez sirvieron a Beijing como plataforma para establecer una serie de asociaciones estratégicas con muchos países africanos y latinoamericanos, involucrando ya no solo intercambios comerciales sino inversiones chinas en actividades básicas (petróleo, minería) y acuerdos para la construcción de grandes obras de infraestructura (ferrocarriles, represas, redes eléctricas, obras viales) con financiamiento estatal y privado de China. Pese a que tanto el gobierno chino como las clases dirigentes locales de esos países interpretaban -e interpretan- esos acuerdos como ejemplos de complementariedad económica y beneficio mutuo, por lo general se encuadran en el tradicional marco de intercambio de bienes primarios y extractivos (materias primas y alimentos) por bienes industriales y de capital y, crecientemente, de programas de financiamiento para construcción de infraestructuras, en su mayoría acompañados de la contratación de empresas chinas y de préstamos cuyo reembolso suele garantizarse con futuras exportaciones de materias primas como petróleo, cobre, cacao, café o caucho (Vásquez, 2019). Las asociaciones bilaterales de China con países en desarrollo conllevarían, así, el reforzamiento de las viejas estructuras primario-exportadoras y dependientes o, a lo sumo, el desarrollo con cooperación china de ciertas ramas industriales complementarias de ese tipo de estructuras.

La gran burguesía china continuó sosteniendo consecuentemente el principio de no injerencia en las situaciones políticas internas de otros países, uno de los cinco principios históricos de la coexistencia pacífica; pero ahora se direccionaba principalmente a promover y desarrollar, en países del ex Tercer Mundo, fuertes alianzas con sectores terratenientes e industriales proclives a asociarse a los mercados exteriores y al capital extranjero.

XiJinping: el momento ¡legado

La ascensión de Xi Jinping en el 18° Congreso del PCCh (noviembre 2012) catalizó los cambios internos y externos promovidos por Deng Xiaoping y acumulados durante las dos décadas de Jiang Zemin y Hu Jintao. Tres décadas y media de reforma y apertura habían transformado a China en una potencia global y proyectado internacionalmente su influencia económica, política y estratégica. Los remezones de la crisis económica iniciada en 2008, y la debilidad de los mercados exteriores de China -con la consiguiente desaceleración de sus índices de crecimiento-, impusieron a Xi y al premier Li Keqiang la necesidad de una nueva normalidad económica; se admitió una fuerte desaceleración en el ritmo de crecimiento y una reorientación del modelo de desarrollo hacia el consumo interno [21] , mayores incentivos a las corporaciones exportadoras, y un mayor impulso del excedente de inversión hacia el exterior; este nuevo envión hacia afuera se había convertido en una necesidad objetiva, ya que los sucesivos booms de la inversión interna, así como los rescates post crisis de 2008, habían sido causantes de fuertes sobrecapacidades en las industrias en rápida expansión, especialmente las vinculadas a la construcción (The Diplomat, 2014; Hongying, 2016).

El crecimiento económico, las inversiones y préstamos en el extranjero, una mayor atención a los factores sociales y ambientales y la lucha contra la corrupción pasaron a ser los ejes del “sueño chino de revitalización nacional” prometido por el nuevo gobierno chino (Yang Jiechi, 2013). Pero al mismo tiempo se reafirmaron factores esenciales del modelo estructural vigente: se reforzó la centralización con la decisión del 19° Congreso del PCCh (2017) de incorporar la guía teórica del “pensamiento de Xi Jinping” y la extensión indefinida de su mandato; y se fortaleció el papel decisorio económico y político de las grandes corporaciones sobre el plan estatal y bajo el control central de los sectores estratégicos (Ríos, 2019a; 2019b). Con el programaMade in China 2025 de desarrollo tecnológico se redobló la apuesta por la globalización y la liberalización del comercio, las finanzas y las inversiones mundiales, y se intensificó el estímulo oficial a las corporaciones estatales y privadas -desde las bancarias ICBC y HSBC y las petroleras Cnooc y Sinopec hasta las informáticas ZTE y Huawei- para salir afuera y tornarse globales.

Desde el inicio, también, Xi hizo eje de su programa el fortalecimiento del músculo militar -"un ejército capaz de ganar batallas" [22] -; el énfasis en la seguridad y la soberanía nacionales coincidía con una nueva elevación de las tensiones con Japón por el control de las islas Diaoyu/Senkaku en el mar Oriental y con otros vecinos en los diferendos por las islas del Mar de China Meridional, y con el recalentamiento de la pulseada entre las dos Coreas con Estados Unidos respaldando al Sur.

Transición hegemónica

Los estrategas chinos consideran que China está ante su “mejor oportunidad estratégica desde la Guerra Fría” (Yan Xuetong, 2018). El vehículo central para esta gran oportunidad de Beijing es la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), un megaproyecto internacional propuesto por Xi en 2013 y que aspira a fortalecer los intercambios, la conectividad y el transporte entre China y su entorno asiático, y a través de él con Europa, África y América Latina. Las metas económicas de la IFR van unidas a objetivos de decisivo alcance geopolítico. Una idea cabal de la trascendencia que la clase dirigente atribuye a la IFR como núcleo de su estrategia internacional es su inclusión en la Carta del PCCh y en la Constitución del país, en octubre de 2017 y marzo de 2018 respectivamente. Con esa inmensa red de conectividad geográfica e informática se amplía a escala planetaria el alcance de los “intereses centrales” que China necesita ahora promover y proteger (Jinghao, 2019).

Con la IFR la conducción china se ubica decididamente en el centro de un nuevo orden mundial -una globalización con características chinas-, y proyecta a las corporaciones chinas y sus asociaciones en el extranjero como motor de grandes inversiones en la construcción de proyectos gigantescos, abriendo nuevos mercados para los productos y servicios de China, facilitando una vía de salida a su sobreproducción industrial, allanando el camino hacia la internacionalización del yuan como moneda global de comercio y de reserva -en competencia ya abierta con el dólar-, y constituyendo un paso sustancial en la conformación de un nuevo modelo de globalización que aspira a diversificar sus ejes económicos desde el comercio a un verdadero “consenso de infraestructuras” con China como centro (Laufer, 2019). A este fin contribuye también la creciente red de acuerdos de intercambio de monedas con bancos centrales (swaps).

La presencia económica de China fuera de sus fronteras adquirió así una nueva escala, canalizada principalmente mediante los vínculos económicos y políticos establecidos a partir de la IFR y del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), y a través de una red creciente de asociaciones estratégicas bi o multilaterales como la OCS, el grupo BRIC/BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- y su Nuevo Banco de Desarrollo, el foro ASEAN+3, el Foro de Cooperación China-

África (FOCAC) y el Foro China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).

La nueva escala del rol internacional de China se tradujo en su propuesta diplomática de “nuevo modelo de relación entre grandes potencias” (Rocha, 2018); elaborado en principio como un esquema doctrinario para encarrilar las relaciones con Washington durante la presidencia de Obama (Xi Jinping, 2014), amplió su significado hasta convertirse en el instrumento de legitimación de la expansión de los intereses estratégicos de Beijing (Liu, 2017). Pese a la persistente autoreferencia a China como “mercado emergente” y “el país en desarrollo más grande del mundo” (Consejo de Estado, 2019), al menos hasta la llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense los voceros de la intelectualidad estatal de China hablaban explícitamente de ambas partes en términos de equilibrio de poder, argumentando que la finalidad del “nuevo tipo de relación” era “evitar la rivalidad entre una potencia establecida y una emergente” (la llamada trampa de Tucídides) (BR, 2015; Yang Jiechi, 2015).

El realismo de Xi Jinping en política exterior implicó un giro notorio respecto del anterior discurso oficial: aunque la continuidad del crecimiento económico de China sigue requiriendo un entorno pacífico y cooperativo, la misma designación de Xi Jinping y Li Keqiang -en plena vigencia del “pivote al Asia-Pacífico” de Obama- reflejó la convicción de un sector de la conducción china de que esa posibilidad no dependía ni depende unilateralmente de su voluntad. En conexión con el nuevo rol - productivo, tecnológico y estratégico- de gran potencia internacional, reafirmado tras la crisis económica mundial de 2008 (Toro, 2020), ahora Xi impulsaría un programa completo de políticas de seguridad interior (lucha contra el terrorismo), defensa de su integridad territorial (Taiwán, islas del Mar del Sur de China), resguardo de su poder de decisión nacional (afirmación de la capacidad restrictiva o represiva de Beijing hacia los reclamos democráticos o de autonomía en Hong Kong), contramedidas al hegemonismo estadounidense (guerras comerciales y tecnológicas), reafirmación del reclamo de un mundo multi-polar, y multiplicación de asociaciones estratégicas.

La mayor asertividad externa de Beijing se materializaría también en el plano militar (Reuters, 2010), y con connotaciones ya no solo defensivas: ejercicios conjuntos con países miembro de la OCS; instalación en 2017 de la primera base militar en el extranjero (Yibuti, en la boca del Mar Rojo); participación o construcción en puertos e instalaciones de potencial doble uso civil-militar como las del llamado “collar de perlas” en la región Indo-Pacífico (González, 2019; DangDai, 2020). Como explicitó sin rodeos el director del Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad de Defensa Nacional de China, Yang Yi:

Si bien China adopta una estrategia militar de naturaleza defensiva, eso no significa que no puede desarrollar su capacidad militar adoptando un enfoque más proactivo... Al mantener su estrategia militar de naturaleza defensiva, China no pretende limitar su capacidad militar ofensiva. La capacidad militar debe tener componentes tanto ofensivos como defensivos ... [23]

El nuevo rol internacional de China pone en tensión las alianzas europeas. La gravitación del comercio y de las corporaciones chinas dentro de Europa, y el grado de alianza con China, se constituyeron en la UE en un factor de división política interna y de búsqueda de vías propias frente a Beijing también más asertivas (Esteban, 2020).

China ya no puede ser considerada un país en vías de desarrollo... China es simultáneamente, en diferentes ámbitos políticos. un socio negociador con el que la UE necesita encontrar un equilibrio de intereses, un competidor económico en la consecución del liderazgo tecnológico y un rival sistémico en la promoción de modelos alternativos de gobernanza. [Nuestra] estrategia de 2016 respecto a China sigue constituyendo la piedra angular del compromiso de la UE, al sentar las bases para una transición hacia una política de la UE más realista, asertiva y multifacética... (Comisión Europea, 2019:1)

La tensión de las relaciones con Europa se suma al dramático empeoramiento de las relaciones chino-estadounidenses, que por el momento se manifiesta principalmente en una recurrente espiral de guerra comercial (barreras arancelarias, prohibiciones, represalias) y tecnológica (carrera por la superioridad en tecnologías de información y comunicaciones) [24] . El terreno entre ambos ya se desniveló lo suficiente como para suscitar la reacción de los estrategas de Washington frente a lo que ya muchos consideran una transición hegemónica, o al menos una lucha enconada e impredecible por la hegemonía mundial (Cooley, 2020; Tellis, 2020). En parte, la ascensión de Trump a la presidencia de Estados Unidos expresó el convencimiento al que ya en 2016 había llegado una parte de la dirigencia tanto republicana como demócrata sobre el fracaso de las políticas de atracción y cooperación practicadas desde Nixon en adelante para la contención de China (Steinberg, 2020).

Un eslabón débil en el camino ascendente de China es la cuestión nacional en sus variados aspectos. Al problema de las minorías nacionales como las de Xinjiang, Mongolia Interior y el Tíbet se suma la inquietud por la represión al movimiento liberal democrático en Hong Kong (Au, 2019), las reclamaciones territoriales en el Mar del Sur de China, y muy especialmente el conflicto por Taiwán, que perdura como un poderoso factor de inestabilidad, producto tanto de la política de taiwanización y de democratización liberal de Taipei en las últimas dos décadas como de las estrategias políticas y militares de Washington para obstaculizar la reunificación y la expansión del poderío chino (Ríos, 2019a:95-6). En los años revolucionarios Beijing exigía el reintegro de la provincia insular reivindicando su soberanía por razones históricas y políticas (BBC, 2019); su reclamo no expresaba el nacionalismo expansionista de las grandes potencias sino el de un país oprimido por ellas, como seguía siéndolo tras la revolución, y el principio sobre el que Chou Enlai postulaba su reclamo podría resumirse en “un país, un sistema”, es decir la reunificación sobre la base del reconocimiento del sistema socialista triunfante en el continente tras 25 años de revolución y décadas de consolidación del estado nacional independiente y apoyo popular al nuevo régimen. En verdad, la fórmula ideada por Deng para allanar el camino del reintegro de Hong Kong en 1997 -y que la conducción china imagina igualmente viable para la reunificación de Taiwán- en la práctica también significaba “un país, un sistema”, puesto que en la RPCh de los años 1990 cumplía ya casi dos décadas el viraje capitalista de la reforma y apertura.

Conclusión y proyecciones

La China nacida en 1949 promovía la revolucionarización de las relaciones sociales y también de las internacionales: hostigada y cercada en la Guerra Fría, consideraba que no podría haber seguridad ni mundo armonioso, ni los países del Tercer Mundo tendrían posibilidades de desarrollo verdaderamente independiente, mientras tuvieran vigencia el colonialismo y el imperialismo. Las clases trabajadoras y los países en desarrollo -y también algunos desarrollados- debían unirse para contrarrestar el hegemonismo y el expansionismo económico, político y militar de las grandes potencias que gobiernan el orden mundial.

La reversión capitalista de 1978 no devolvió a la RPCh a una condición semicolonial. A diferencia de los países en desarrollo dependientes o subordinados por las grandes potencias, la revolución de 1949 rompió con ese pasado, y fue precisamente su independencia, y la sólida base industrial alcanzada durante el período socialista, lo que permitió a la burguesía reinstaurada en el poder bajo el liderazgo de Deng Xiaoping insertar a China en la economía mundial neoliberal de los 1980 utilizando, para sus propios fines y bajo estricto control del Estado, la afluencia de capital extranjero que acudió para beneficiarse de la enorme masa de trabajadores que la descolectivización agraria y la reforma de las empresas estatales pusieron a disposición de las corporaciones extranjeras y nacionales.

Consiguientemente se impuso un viraje profundo en las relaciones internacionales y en las políticas exteriores de China. Tras cuatro décadas de expansión mundial, la extensión de sus disputas comerciales y territoriales, y el correlato interno de ello -un salto cualitativo en la centralización política en manos de la cúpula del PCCh y en las del propio Xi Jinping como núcleo del poder- son motivo y a la vez manifestación de las necesidades objetivas, comunes a todas las grandes potencias, de contar con un espacio económico vital y áreas de influencia estratégicas capaces de asegurar la satisfacción de esas necesidades.

Aunque China sigue respaldando el multilateralismo, subrayando el rol global de las organizaciones internacionales como la ONU y negándose a integrar el G-8 -y aún más un G-2 a modo de condominio mundial compartido con Estados Unidos-, la autopercepción sobre sus responsabilidades internacionales tiñe ya el conjunto de las relaciones internacionales de Beijing, respecto tanto de las demás potencias como de los países en desarrollo. Y esto a su vez moldea sus enfoques estratégicos, su diplomacia, su preparación militar y la naturaleza de los vínculos de asociación estratégica que el Estado chino viene estableciendo con países de todos los continentes desde las décadas de 1990 y 2000. Enfrentada al entramado de posiciones y alianzas estratégicas con que Washington procura aislar y crear condiciones para contener a Beijing -o para una potencial confrontación en terrenos ya no de la política sino de la continuación de ésta por otros medios-, la sofisticada modernización de su aparato militar es el correlato lógico del auge de un nacionalismo chino de contenidos muy distintos a los de la larga era de humillación nacional y del período socialista.

La creciente asertividad de la política exterior de la RPCh en los años de Xi Jinping es resultado lógico de los contenidos sociales e internacionales de la modernización y de la reforma y apertura. Esa reorientación de las relaciones internacionales no implica -como suele considerarse- un alejamiento del axioma dengista “oculta tu fuerza, aguarda tu momento”, sino más bien su consumación: para la gran burguesía china el momento de materializar el “sueño chino” parece haber llegado. Mientras Hu Jintao había ideado el concepto de ascenso o desarrollo pacífico como instrumento conceptual en el proceso de transformación de China en una gran potencia, el grupo partidario-estatal que sostiene a Xi como núcleo considera que, ya alcanzado ese rango, corresponde a China asumir y ejercer un rol decisivo entre las potencias rectoras de la gobernanza económica y política mundial.

 

Lista de referencias

 

Alon, I.; Hua, W.; Jun, S.; Wenxian, Z. (2014). Chínese state-owned enterprises go global. Journal of Business Strategy, 35(6). Recuperado de: http://dx.doi.org/10.1108/JBS- 12-2013-0118.

Andreas, J. (2010). A Shanghai Model on Capitalism with Chinese Characteristics. New                Left         Review,  65.          Recuperado                         de:

https://newleftreview.org/issues/II65/articles/joel-andreas-a-shanghai-model Au, L. Y. (2012). China’sRise: Strength andFragility. Merlin Press, UK.

Au, L. Y. (24 agosto 2019). Una nueva generación se levanta: testigo de la revuelta de Hong Kong. SinPermiso. Recuperado de: http://www.sinpermiso.info/textos/una- nueva-generacion-se-levanta-testigo-de-la-revuelta-de-hong-kong

Bailey, M. (1979). Chínese aid in action_Building the Tanzania-Zambia railway. En Neville Maxwell (ed), Chínese Road to Development, Pergamon Press (Oxford, NY, Toronto, Sydney, Paris, Frankfurt).

BBC News Mundo (2 enero 2019). Cuándo y cómo China perdió Taíwán (y cuál es el estatus actual de la "isla    rebelde").                                                                                        Recuperado de:

https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46736621 BI (21 diciembre 1999). China y Rusia promueven asociación estratégica, 51.

BI (11 enero 2000a). Las relaciones China-Europa: un año de desarrollo. Pan Qichang, 2, pp. 22-23.

BI (11 enero 2000b). Las relaciones comerciales: centro de gravedad de las relaciones sino-europeas, Wang He, 2, pp. 23-24.

BI (11 enero 2000c). Más oportunidades que desafíos, más esperanzas que dificultades, 2, pp.15-21.

BI (11 enero 2000d). Europa planea una defensa independiente, Zhang Zhengdong,

2, p.12.

BI (7 marzo 2000e). Conferencias de prensa del Ministerio de relaciones exteriores,

10, pp.12-14.

BI (28 marzo 2000f). ¿El sigloXXIserá de China o de EEUU?, Li Jinhui,13, , pp.9- 12.

Bórquez, A. (2019): Iniciativas Estratégicas No-Tradicionales en las relaciones chino-chilenas: ¿un caso de poder blando de China en América del Sur?. Estudios Internacionales,               51(194), Universidad de Chile, 2019. Recuperado de:

http://orcid.org/0000-0002-3904-409X

BR (4 enero 2007a). Six-party talks: multilateral format, Wang Yanjuan y Chen Wen, 1. Recuperado de:                                                                            http://www.bjreview.com/print/txt/2006-

12/27/content_52209.htm

BR (4 enero 2007b). A World of insecurity, Gao Zugui, 1. Recuperado de: http://www.bjreview.com/print/txt/2006-12-29/content_52211.htm BR (4 enero 2007c). Are We Prepared For a Peaceful Rise?, Zhuang Liwei, 1. Recuperado de: http://www.bjreview.com/print/txt/2006-12-29/content_52213.htm BR (25 enero 2007d). Chinese Army, Symbol of Peace and Justice, Yang Yi. Recuperado    de:                      http://www.bjreview.com.cn/print/txt/2007-

01/23/content_53488. htm

BR (17 septiembre 2015). A New Relationship Model, Su Ge. Recuperado de:

http://www.bjreview.com.cn/print/txt/2015-09/14/content_704059.htm

CCAS (1972) (Committee of Concerned Asian Scholars) China! Inside the People’s

Republic. Committee of Concerned Asian Scholars, Bantam Books, Toronto-New

York-London.

China Report (15 junio 2001). Declaration on the Creation of the Shanghai Cooperation Organisation. Shanghai, 37(4). doi:10.1177/000944550103700411. Ching, P. (2010). China: Socialist Development and Capitalist Restoration (paper). Anakbayan                                   Online                Headquarters.                Recuperado                de:

https://anakbayanph.wordpress.com/2010/07/10/pao-yu-chings-china-socialist- development-and-capitalist-restoration/

Ching, P. (2012). China’s Model of Socialist Development, 1949-1978. En P. Ching, Revolution and Counterrevolution. China's Continuing Class Struggle since Liberation, Institute of Political Economy: Manila.

Christensen, T. J. (1996). Chinese Realpolitik. En L. Guoli (ed.) (2004), Chinese Foreign Policy in Transition. Transaction Publishers: New Jersey.

Ciafardini, H. (1990). La Argentina en el mercado mundial contemporáneo. En

Crisis, inflación y desindustrialización en la Argentina dependiente, Ágora, Buenos Aires.

CIDOB (abril 2003a). Jiang Zemin. Centre for International Affairs. Recuperado de: https://www.cidob.org/biografias_lideres_politicos/asia/china_republica_popular/ji ang_zemin

CIDOB (marzo 2003b). Hu Jintao. Centre for International Affairs. Recuperado de: https://www.cidob.org/biografias_lideres_politicos/asia/china_republica_popular/h u_jintao

Comisión Europea (12 marzo 2019). UE-China. Una perspectiva estratégica. Estrasburgo.

Recuperado                      de:                       https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-

political/files/communication-eu-china-a-strategic-outlook_es.pdf

Consejo de Estado de la RPCh (30 septiembre 2019). China y el mundo en la nueva

era (Libro blanco), Xinhua. Recuperado de: http://spanish.xinhuanet.com/2019-

09/27/c_138427356.htm).

Cooley A.; Nexon D. H. (julio-agosto 2020). How Hegemony Ends. The Unraveling of American Power. Foreign Affairs.

DangDai (19 agosto 2020). Poder naval y cibernético, ejes del EPL en el siglo XXI. Recuperado de: http://dangdai. com. ar/2020/08/19/poder-naval-y -cibernetico -ejes- del-epl-en-el-siglo-xxi/

Delage, F. (7 septiembre 2007). El nuevo contexto de la política exterior china. Real Instituto Elcano,     ARI        93/2007.                                                         Recuperado                             de:

http://www.realinstitutoelcano. org/wps/portal/rielcano_es/contenido/! ut/p/a1/04_Sj 9CPykssy0xPLMnMz0vMAfGjzOKNQ 1 zcA73dDQ38_YKNDRwtfN1cnf2cDf1D jfULsh0VAepxmvs!/?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/Elcano_es/Zonas_es/ ARI93-2007

Deng Xiaoping (10 abril 1974). Speech of the Chairman of the Delegation of the People’s Republic of China, Teng Hsiao-ping, at the Special Session of the U.N. General Assembly. FLP, Pekín.

Esteban M. y Otero Iglesias M. (eds.) (enero 2020). Europe in the Face of US-China Rivalry. A Report by the European Think-tank Network on China (ETNC). Real Instituto Elcano.

Feuerwerker, A. (1972). Chinese History and the Foreign Relations of Contemporary China. The Annals of the American Academy of Political and Social Science, Vol. 402, China in the World Today. Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/1039201

FLP (1965). ¡Break the Nuclear Monopoly! ¡Eliminate Nuclear Weapons!. Pekín.

FLP (1969). China’s Renminbi. One ofthe Few Most Stable Currencies in the World. Pekín.

FLP (1971). People of the World, Unite and Struggle for the Complete Prohibition and Thorough Destruction of Nuclear Weapons!. Pekín.

FLP (28 febrero 1972a). Sino-U.S. Joint Communiqué. Pekín.

FLP (29 septiembre 1972b). A New Page in the Annals of SinoJapanese Relations. Pekín.

FLP (1975). New China’s First Quarter Century. Pekín.

Forsythe, M. (1 marzo 2012). The Chínese Communist Party's Capitalist Elite. Bloomberg           Businessweek.      Recuperado         de:

http://www.businessweek.com/articles/2012-03-01/the-chinese-commumst-partys- capitalist-elite

Globalization Monitor (2009). Preliminary Report on Chinaos Going Global Strategy. A Labour, Environment and Hong Kong Perspective. Hong Kong, http://globalmon. org.hk

Globalization Monitor (2018). China’s Overseas Expansion. An Introduction to its One Belt, One Road andBRICS Strategies. Hong Kong, http://globalmon.org.hk González Veiguela, L. (27 marzo 2019). 'Puertos emergentes': la otra cara de la Ruta de la Seda. Esglobal, Recuperado de: https://www.esglobal.org/puertos-emergentes- la-otra-cara-de-la-ruta-de-la-seda/

Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. Akal: Madrid.

Hinton, W. (1990). The Great Reversal. The Privatization of China, 1978-1989. Monthly Review Press, Nueva York.

Hongying, W. (2020). A Deeper Look at China’s ‘Going Out’ Policy. Cigionline, 08-03-2016. Recuperado de. https.//www.cigionline.org/publications/deeper-look- chinas-going-out-policy

Jinghao, Z. (2019). China’s Core Interests and Dilemma in Foreign Policy Practice. Pacific Focus, 34(1). doi.10.1111/pafo.12131

Keith, R. C. (1985). The Origins and Strategic Implications of China's "Independent Foreign Policy".          International Journal,      41(1).                                          Recuperado de.

http.//www.jstor.org/stable/40202352

Keith, R. C. (1989). The Asia-Pacific Area and the ‘New International Political Order’.                The View from Beijing. China Report,                   25(4),                                                                                    343-358.

doi. 10.1177/000944558902500402

Kissinger, C. C. (1976). China's Foreign Policy. An Outline. China Books & Periodicals Inc.: Chicago.

Lafeber, W. (1985). America, Russia, and the Cold War. 1945-1984. Random House: Nueva York.

La Tercera (13 mayo 2010). Aseguran que Nixon evitó ataque nuclear de la URSS contra China en        1969.     Agencia DPA. Recuperado de.

https.//www.latercera.com/noticia/aseguran-que-nixon-evito-ataque-nuclear-de-la- urss-contra-china-en-1969/

Lau, W. K. (1999). The 15th Congress of the CCP. Milestone in China’s Privatization. Capital & Class, 23(2), 51-87. doi.10.1177/030981689906800105.

Laufer, R. (2016). A dónde va China (y a qué viene). La nueva potencia ascendente y los rumbos de América Latina. En J. Petras, C. Katz y otros (Mario Hernández compil.). ¿A dónde va China?, Metrópolis: Buenos Aires.

Laufer, R. (1er. trimestre 2017). Argentina y su asociación estratégica con China en la era Kirchner. En Xúlio Ríos (dir.). Jiexi Zhongguo, Análisis y pensamiento iberoamericano sobre China, 22.

Laufer, R. (noviembre 2018). Así lo hicieron los chinos... Revolución, socialismo y construcción económica en China (1949-1978). En Mario Hernández (compil.), La situación de la clase obrera en China. Historia y economía política.

Laufer, R. (julio-diciembre 2019). El proyecto chino ‘La Franja y la Ruta’ y América Latina. ¿otro Norte para el Sur?. Revista Interdisciplinaria de Estudios Sociales, 20. Laufer, R. (abril 2020). China 1949-1978. revolución industrial y socialismo. Tres décadas de construcción económica y transformación social. Revista Izquierdas, Santiago de Chile, 49.

Leung, W. (1988). Smashing the Iron Rice Pot. Asia Monitor Resource Center, Hong Kong.

Lin, L. y Milhaupt, C. (2013). Los grandes grupos empresariales chinos. entendiendo los mecanismos del capitalismo de Estado en China. Revista Chilena de Derecho, 40(3). Recuperado de http.//dx.doi.org/10.4067/S0718-34372013000300004.

Li, P. (1997). Discurso del 1er. Ministro en la Reunión Anual de la Junta de Gobernadores del Grupo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Comunicado de prensa No. 1 (S), Hong Kong, 23 al 25 de septiembre.

Liu, J. (2017). The Role of Corporatism in Building A New Model of Major-Country Relationships. Social Sciences in         China,   38(1).                                                                                Recuperado de.

http.//dx.doi.org/10.1080/02529203.2017.1268363

Matta, J. E. (1991). Chile y la República Popular China. 1970-1990. Estudios Internacionales, 24(95). ttps.//revistaei.uchile.cl/index.php/REI/article/view/15523. Mobo Gao (2018). Constructing China. Clashing Views of the People's Republic. Pluto Press, Londres.

National Security Agency (NSA). (12 junio 2001) The Sino-Soviet Border Conflict, 1969. U.S. Reactions and Diplomatic Maneuvers. NSA Archive, Recuperado de. https.//nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB49/

National Security Agency (NSA). (15 agosto 2018). U.S. Nuclear War Plan Option Sought Destruction of China and Soviet Union as "Viable " Societies. NSA Archive. Recuperado de. https.//nsarchive.gwu.edu/briefing-book/nuclear-vauh/2018-08- 15/us-nuclear-war-plan-option-sought-destruction-china-soviet-union-viable- societies

ONU (30 septiembre 1985). Discurso de Wu Xueqian en la Asamblea General. ONU (11 noviembre 2001). Discurso de Tang Jiaxuan en la Asamblea General. ONU (24 septiembre 2003). Discurso de Li Zhaoxing en la Asamblea General. Peck, J. (1973). Revolution versus Modernization and Revisionism. A Two Front Struggle. En Victor Nee y James Peck. China’s Uninterrupted Revolution. From 1840 to the Present. Pantheon Books, Nueva York.

PI (9 julio 1969a). El velo del "internacionalismo" no puede ocultar los rasgos gangsteriles de los nuevos zares, Año VII, 27.

PI (4 agosto 1969b). Hay que establecer un frente unido contra el imperialismo yanqui y el revisionismo soviético, Año VII, 31.

PI (19 noviembre 1969c). La intensificada colaboración yanqui-soviética contra China. La esencia de las llamadas discusiones preliminares sobre la limitación de armas estratégicas, Año VII, 46.

PI (23 enero 1974). Despertar y robustecimiento del Tercer Mundo, Año XII, 3. Polémica acerca de la línea general del Movimiento Comunista Internacional

(1965). Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing. Comentario VI. Dos políticas de coexistencia pacifica diametralmente opuestas.

Prieto, F. (2020). El principio de una sola China y la evolución de la cuestión de Taiwán desde la perspectiva de la República Popular China. https.//politica- china.org/areas/taiwan/el-principio-de-una-sola-china-y-la-evolucion-de-la- cuestion-de-taiwan-desde-la-perspectiva-de-la-republica-popular-china Rapoport, M. y Spiguel, C. (2005). Política exterior argentina. Poder y conflicto interno (1880-2001). Capital Intelectual, Bs. As.

Renmin Ribao (1963). The Truth About How the Leaders of the CPSUHave Allied Themselves With India Against China. FLP, Pekín, 1963. Recuperado de. http.//bannedthought.net/China/MaoEra/GreatDebate/TruthAboutCPSUAlliedWith India-1963.pdf

Renmin Ribao (9 noviembre 1977). América Latina y el Tercer Mundo frente a las superpotencias. Teoría de los Tres Mundos. Independencia, Buenos Aires, 1982. Extraído de Beijing Informa, 45.

Reuters (1 marzo 2010). Funcionario del EPL de China insta a desafiar el dominio de Estados Unidos. Recuperado de. https.//www.reuters.com/article/us-china-usa- military/china-pla-officer-urges-challenging-u-s-dominance- idUSTRE6201CC20100301

Ríos, X. (noviembre-diciembre 2002). La "década larga" de Jiang Zemin. IGADI, Política Exterior, 90. Recuperado de.

https.//www.igadi.gal/china/la_decada_larga_de_jiang_zemin.htm

Ríos, X. (2019a). La China de Xi Jinping. En Jiexi Zhongguo. Análisis y

pensamiento iberoamericano sobre China. Observatorio de la Política China, 32,

www.politica-china.org.

Ríos, X. (16 junio 2019b). La estrategia china pasa por liderar el salto tecnológico. Su principal frente de guerra es la economía. Política China. Recuperado de. http.//politica-china.org/secciones/la-estrategia-china-pasa-por-liderar-el-salto- tecnologico-su-principal-frente-de-guerra-es-la-economia

Rocha Pino, M. (mayo-agosto 2018). El discurso de China sobre el Nuevo Modelo de Relaciones entre Grandes Potencias y la relación con Estados Unidos durante los gobiernos de Bush y Obama (2005-2017). Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales,                                             63(233),.                               Recuperado                             de.

http.//dx.doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2018.233.58617.

SACU (1979) (Society for Anglo-Chinese Understanding). China’s World View. Anglo-Chinese Educational Institute, London. Recuperado de. https.//www.bannedthought.net/China/MaoEra/ContemporaryCommentary/Anglo- ChineseEdInst/Pubs/China'sWorldView-MC-10-1979.pdf

Sánchez G., W. (julio-septiembre 1976). El triángulo Washington-Moscú-Beijing y el proceso de distensión internacional. Estudios Internacionales, 9(35). DOI. 10.5354/0719-3769.2012.18797.

Scalapino, R. (1968). The Cultural Revolution and Chinese Foreign Policy. En Center for Chinese Studies, The Cultural Revolution 1967 in Review, Michigan Papers in Chinese Studies No. 2.

Snow, E. (1965). La China contemporánea. El otro lado del río. FCE, México. T. 2. So, A. Y.; Chu, Y. (2012). The Transition from Neoliberalism to State Neoliberalism in China at the Turn of the Twenty-First Century. En Kyung-Sup, C., Fine, B., Weiss, L. (Eds.) Developmental Politics in Transition. The Neoliberal Era and Beyond. Palgrave-Macmillan.

Stahnke, A. A. (1970). Diplomatic Triangle. China’s Policies Toward India and Pakistan in the 1960s. En Jerome A. Cohen ed.. The Dynamics of China’s Foreign Relations, Harvard University Press: Cambridge.

Steinberg, J. B. (2020). What went wrong? US-China relations from Tienanmen to Trump. Texas National Security Review, 3(1).

Tang, J. (9 octubre 2002). Ministro chino de RREE. El status internacional de China creció en los últimos 13 años.                Xinhua.                                                                                           Recuperado de.

http.//www.china.org.cn/english/features/45312.htm

Tellis, A. (2020). The Return of U.S.-China Strategic Competition. En Tellis A.,

Szalvinski A. y Wills M.. Strategic Asia 2020. U.S.-China Competition for Global

Influence. The National Bureau of Asian Research, Seattle y Washington.

Recuperado de. https.//carnegieendowment.org/files/SA_20_Tellis.pdf

Tiezzi, S. (25 diciembre 2014). China Urges Companies to "Go Global". The

Diplomat. https.//thediplomat.com/2014/12/china-urges-companies-to-go-global/

Toro Hardy, A. (13 junio 2020). China, Estados Unidos y las consecuencias del

Covid. Política China. Recuperado de. https.//politica-china.org/areas/politica-

exterior/china-estados-unidos-y-las-consecuencias-del-

covid?utm_source=mailpoet&utm_medium=email&utm_campaign=boletin-

semanal-del-opch-nonewsletter-number2019_79

Tsai, T-Ch. y Liu, T. (2019). From Great Power to Hegemon. China’s Strategic

Planning in the New Century. Thammasat Review, 22(1). Recuperado de.

https.//sc01.tci-thaijo.org/index.php/tureview/article/view/191790

Vásquez, P. I. (2019). La huella hidrocarburífera de China en América Latina y

África. International Development Policy,               11-01-2019. Recuperado de.

https.//doi.org/10.4000/poldev.3272.

Vieira, V. C. (2019). From Third World Theory to Belt and Road Initiative. International Aid as a Chinese Foreign Policy Tool. Contexto Internacional, 41(3). Recuperado de. http.//dx.doi.org/10.1590/S0102-8529.2019410300003.

Wilson Center (2015). Sino-European Relations during Cold War. Woodrow Wilson International Center for Scholars, Washington.

Wilson, D. (1973). China and the European Community. The China Quarterly, 53(647). doi.10.1017/s0305741000006433.

Xi Jinping (2014). Build a New Model of Major-country Relationship Between China and the United States (07-06-2013). En Xi Jinping (2014). The Governance of China, FLP, 2014.

Xinhua (9 octubre 2002). 16° Congreso Nacional del Partido Comunista de China, 2002. Ministro chino de RREE. el status internacional de China creció en los últimos 13 años.. Recuperado de. http.//www.china.org.cn/english/features/45312.htm Xinhua (2019). Libro blanco titulado China y el mundo en la nueva era, Consejo de Estado de laRPCh, 30/09/2019. Recuperado de. http.//spanish.xinhuanet.com/2019- 09/27/c_138427356.htm).

Xinhuanet (2019). China’s National Defense in the New Era (Libro Blanco).

Xinhua, 24-07-2019. Recuperado de. http.//eng.mod.gov.cn/news/2019- 07/24/content_4846443.htm

Yagci, M. (2018). Rethinking Soft Power in Light of China’s Belt and Road Iniciative.   Uluslararasi        ÍU§kiler,               158(57). Recuperado de.

https.//www.researchgate.net/publication/324798099_Rethinking_Soft_Power_in_ Light_of_China's_Belt_and_Road_Initiative

Yan Xuetong (22 octubre 2018). Best Strategic Opportunity for China Since Cold War. Global   Times.    Recuperado         de.

http.//www.globaltimes.cn/content/1123950.shtml

Yang Jiechi (10 septiembre 2013). Implementing the Chinese Dream. The National Interest. https.//nationalinterest.org/commentary/implementing-the-chinese-dream- 9026

Yang Jiechi (2015). A New Type of International Relations - Writing A New Chapter of Win-Win Cooperation. CIRSD, 2015. Recuperado de. https.//www.cirsd.org/en/horizons/horizons-summer-2015--issue-no4/a-new-type- of-international-relations---writing-a-new-chapter-of-win-win-cooperation- Yasheng, H. (2008). Capitalism with Chinese Characteristics. Entrepreneurship and the State. Cambridge University Press.

Yu, G. T. (1970). China’s Competitive Diplomacy in Africa. En Jerome Alan Cohen (ed.) The Dynamics of China’s Foreign Relations, Harvard University Press, Cambridge.

Zheng, B. (2005). China's ‘Peaceful Rise’ to Great-Power Status. Foreign Affairs. Recuperado de. https.//www.foreignaffairs.com/articles/asia/2005-09-01/chinas- peaceful-rise-great-power-status.

Siglas y abreviaturas utilizadas:

BI Revista Beijing Informa (en español) BR Revista Beijing Review (en inglés)

FLP            Foreign Langages Press (Peking)

PI        Revista Pekín Informa (en español)

PR           Revista Peking Review (en inglés)

SACU      Society for Anglo-Chinese Understanding



 

[1] Investigador en el Centro de Investigaciones en Historia Económica, Social y de las Relaciones Internacionales, nodo del Instituto de Estudios Económicos, Históricos, Sociales de Internacionales Unidad en Red del Conicet. Docente de posgrado en la Maestría de Historia Económica y de las Políticas Económicas, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires.

[2] Aunque la expresión suele formalizarse a partir de la traducción inglesa new major-country relationships (nuevas relaciones entre países principales o países grandes), entendemos que sus contenidos efectivos habilitan el uso del concepto de “grandes potencias” que utilizamos aquí.

[3] En este trabajo aludimos al socialismo en su acepción de período histórico prolongado de transición revolucionaria entre el capitalismo y la sociedad sin clases. Vinculamos aquí el sistema socialista con el grado o medida en que los trabajadores son dueños efectivos de los medios de producción fundamentales (básicamente la tierra y las industrias) y tienen, en consecuencia, poder de decisión real sobre qué se produce, cómo se produce (es decir en el marco de qué relaciones laborales y sociales), y cómo se distribuye lo que se produce (la distribución del ingreso). En la sociedad socialista las medidas, políticas, líneas, programas, etc. que afianzan y amplían la propiedad efectiva de los medios de producción por los trabajadores, consolidan y profundizan el socialismo. Las que, por el contrario, obstaculizan o alejan a los trabajadores de esa propiedad efectiva facilitan la reaparición o reafirmación de las desigualdades propias de las relaciones sociales y laborales capitalistas y, con ello, la restauración del capitalismo. La direccionalidad de esas medidas y políticas, por lo tanto, refleja la naturaleza del poder político, es decir del Estado y, dentro del mismo, la relación de fuerzas entre las clases existentes en la sociedad (Laufer 2020). Por lo dicho, en este trabajo aludiremos al período 1949-1978 indistintamente como etapa socialista o revolucionaria.

[4]   Ver, entre otros, los clásicos estudios de E.L. Wheelwright y B. McFarlane (1970): The Chinese Road to Socialism, Monthly Review, NY & London; W. Hinton (1972): Turning Point in China, MR, NY & London; y M. Hart-Landsberg y P. Burkett (2005): China and Socialism. Market Reforms and Class Struggle, Monthly Review, New York.

[5] Entrecomillamos este concepto porque parte de la literatura académica y periodística ha naturalizado la idea de que a las grandes potencias les corresponden responsabilidades especiales en la gestión del orden económico y de la llamada gobernanza política global. A veces esas atribuciones son veladas bajo el manto de la equidad, es decir de una proporcionalidad entre el poderío estratégico de un país y su inserción o rol internacional. De un modo u otro el concepto de responsabilidad internacional de las grandes potencias evoca los supuestos deberes civilizatorios de la carga del hombre blanco que el inglés Rudyard Kipling atribuía a las naciones industriales frente a los países no desarrollados. Subrayamos aquí que a marcos socioeconómicos e ideológicos distintos corresponden también enfoques distintos sobre las responsabilidades internacionales de los países.

[6]   Mutuo respeto por la soberanía y la integridad territorial; Mutua no agresión; No interferencia de cada país en los asuntos internos del otro; Igualdad y beneficio mutuo, y Coexistencia pacífica.

[7] En 2018 la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de EE.UU. reveló que en 1964 Johnson planeaba un ataque nuclear contra Beijing y Moscú buscando “la destrucción de China y la Unión Soviética como sociedades viables”. NSA Archive, 15-08-2018.

[8] El concepto es de Horacio Ciafardini (1990).

[9] Pese a ser uno de esos miembros permanentes, la RPCh ratificó una y otra vez su rechazo a las políticas de dominación de los grandes poderes internacionales e incluso advirtió (en tiempos en que Deng Xiaoping aún sostenía ese programa) sobre la eventualidad de que la propia China se convirtiera en uno de ellos: “China no es una superpotencia, ni nunca buscará serlo... Si un día China cambia de color y se convierte en una superpotencia, si también ella se convierte en el tirano del mundo y por todas partes somete a otros a su intimidación, agresión y explotación, los pueblos del mundo deberían identificarla como social-imperialista, exponerla, oponerse a ella y trabajar junto con el pueblo chino para derrocarla”. Éste era el programa que aún exponía públicamente Deng Xiaoping en sus discursos ante la ONU (Deng Xiaoping 1974).

[10]              Como parte de esa estrategia de despolitización fueron eliminados de la Constitución china el derecho de huelga y el de hacer debates públicos y colocar dazibaos (los grandes carteles murales popularizados durante la Revolución Cultural) (Ching 2010).

[11] David Harvey (2007) utiliza para referirse a China la expresión Estado neoliberal. A. So y Y. Chu han caracterizado la evolución de la estrategia económico-social de la dirigencia china post-1978 con la contradictoria pero penetrante denominación de “transición del neoliberalismo al neoliberalismo de Estado” (So 2012).

[12] China promueve desde hace 40 años su identidad nacional mediante un permanente énfasis en las características chinas que, con argumentos de excepcionalidad, fundamenta tanto el rechazo de la universalidad del pensamiento y la política liberal como el alejamiento doctrinario respecto de las décadas revolucionarias, apelando en su lugar a un socialismo ya no internacionalista sino nacionalista y a una interpretación pragmática de la seguridad nacional de China que, crecientemente, incluye sus intereses económicos en el extranjero y los medios políticos y geopolíticos para garantizarlos.

[13] Ver también Forsythe (2012).

[14] En el semanario oficial para el exterior Beijing Review podían encontrarse afirmaciones de confianza como: “Este [nuevo] concepto estratégico exige una sociedad armoniosa internamente y un mundo armonioso externamente, y busca una seguridad nacional integral y una paz duradera a nivel mundial”, y al mismo tiempo otras en que se admitía la probable irrealidad de esas expectativas: “La Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. publicada en marzo de 2006 indicó que, si bien da prioridad al antiterrorismo, verifica la aparición de países ‘en una encrucijada estratégica’ como China y Rusia” (“A World of Insecurity”, BI 2007b). Otro artículo se titula significativamente: “Are We Prepared For a Peaceful Rise?” (BI 2007c).

[15] En 2017 India y Pakistán pasarían a ser miembros de pleno derecho.

[16] Específicamente abocados al plano cultural, los Institutos Confucio cumplen un papel fundamental en la implementación oficial del poder suave de China (Bórquez 2019).

[17] La corporación petrolera china CNPC y la minera Metallurgical Corp. obtendrían a cambio contratos de las autoridades en el Afganistán todavía ocupado por tropas extranjeras. Reuters, 28-12-2011. https://www.reuters.com/article/afghanistan-cnpc-idUSL3E7NS40J20111228.

[18] “China desarrollará aún más la amistad tradicional con el pueblo iraquí y mantendrá sus derechos e intereses en Irak...”. Sun Bigan, encargado de negocios interino de China en Irak, 17-02-2004. “Aprecia China rápido restablecimiento de estabilidad en Irak”. http://spanish.people.com.cn/spanish/200402/17/sp20040217_72617.html.

[19] “China mantiene relaciones estables con los países grandes” (BI 2000f: 18).

[20] El semanario oficial para el exterior Beijing Informa publicaba ya con frecuencia notas y entrevistas en las que altos funcionarios y diplomáticos revelaban los alcances que la dirigencia china asignaba a sus objetivos globales. Ver por ejemplo: “¿El siglo XXI será de China o de Estados Unidos?” (BI N° 13, 28-03-2000, pp. 9-12).

 

[21]   La renovación del enfoque hacia el mercado interno mediante un plan llamado de circulación dual anunciado en mayo de 2020 -en pleno efecto de la pandemia de coronavirus sobre la producción y los mercados internacionales-, y los informes en agosto sobre la caída de las ventas minoristas, estarían trasluciendo dificultades o el fracaso de la nueva normalidad tendiente a reequilibrar la economía desde las exportaciones y la inversión estatal hacia el consumo, así como de resistencias a esa reconversión por parte de un sector de la clase dirigente. En ese mismo mes el primer ministro Li Keqiang dijo que 600 millones de los 1.400 millones de habitantes de China -es decir más del 40%- viven con un ingreso mensual de 1.000 yuanes (146 dólares). “China’s economy is turning inward, but will weak domestic demand undermine Xi Jinping’s vision?”. South ChinaMorningPost, 04-08-2020.

[22] “Xi manda al Ejército chino mejorar su capacidad de ganar batallas”. HispanTV, 03-11­2017. https://www.hispantv.com/noticias/china/358507/xi-jinping-ejercito-fuerza-armada- militar-guerra

[23] “Chinese Army, Symbol of Peace and Justice” (BR 2007d). La impresionante parada militar y exhibición de armamento de última generación con que se celebró el 70° aniversario de la Revolución China (1-10-2019) mostró que la modernización militar en resguardo de los intereses centrales de China excede con mucho la capacidad de disuasión en defensa de las propias fronteras (Tsai & Liu 2019). Ver también Xinhuanet (2019).

[24]   Hace ya dos décadas un importante teórico de las RR.II. de China expresaba así las aspiraciones de Beijing a la primacía mundial: “Si China puede alcanzar esta economía [basada en el conocimiento y en actividades relacionadas con los servicios legales, el entretenimiento, las finanzas y la internet]. en el siglo XXI podría convertirse en el centro del mundo”. Yan Xuetong, director del Centro para el Estudio de la Política Exterior, del Instituto de Relaciones Internacionales Contemporáneas de China, en “¿El siglo XXI será de China o de Estados Unidos?”, BI N° 13, 28-03-2000, p. 10.

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons