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Memoria americana

versión On-line ISSN 1851-3751

Mem. am.  no.19-1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2011

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

El frustrado proyecto de avance territorial del estado nacional entre 1869 y 1872

Frustrated territorial expansion of the national state between 1869 and 1872

 

Silvia Ratto *

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/ Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. E-mail: smratto@gmail.com

 


Resumen

El objetivo de este trabajo es analizar la coyuntura del período 1869-1872, cuando se intentó llevar a adelante la conquista militar del territorio indígena del sur prevista en la Ley 215 promulgada en 1867. El análisis propone una visión de conjunto sobre las discusiones que se llevaron a cabo en torno a su realización y la respuesta que provocó en los principales líderes étnicos. Integra dos sectores fronterizos sobre los que se proyectaba avanzar -la frontera sur de Córdoba, Mendoza y San Luis y la frontera bonaerense- y las agrupaciones nativas más cercanas a esos espacios: los ranqueles y los salineros dirigidos por el cacique Calfucurá.

Palabras claves: Frontera; Organización nacional; Resistencia indígena.

Abstract

The aim of this paper is to analyze the context during 1869-1872 when the central government attempted to carry out the military conquest of the Southern Indian Territory established by Law 215, issued in 1867. An overview of the discussions taken place around war conduct and the resistance of ethnic leaders are presented. It integrates two main border areas on which the conquest was expected: the southern border of Córdoba, Mendoza and San Luis and Buenos Aires and the strategies of the indigenous groups closer to these spaces: the ranqueles and the salineros.

Key words: Frontier; National organization; Indigenous resistance.


 

Introducción

En 1867 con la promulgación de la Ley 215, estableciendo el avance del territorio nacional hasta el Río Negro, el Estado Argentino demostraba claramente su intención de incorporar amplios espacios en poder de pueblos indígenas soberanos. Sin embargo, la medida no pudo llevarse a cabo de manera inmediata, la guerra con el Paraguay y las luchas civiles contra las "montoneras" del Interior, concentraron la atención y los recursos del gobierno por muchos años. Durante esos años se firmaron tratados con las principales agrupaciones nativas, pero estas negociaciones no implicaron el abandono de la política de expansión y su reemplazo por una pacífica y consensuada en el gobierno sino que constituyeron un medio de "ganar tiempo" para un Estado carente aún de la organización y los recursos necesarios para someter por la fuerza a la población indígena. Como lo sostenía en dicho contexto el teniente de indios amigos Juan Cornell, era necesario "entretener la paz para ir conquistando la tierra" (de Jong 2007).

En 1870, el fin de la guerra del Paraguay liberó fuerzas militares y recursos económicos que permitieron al gobierno nacional pensar en la realización de ese proyecto. Inmediatamente se tomaron algunas medidas que mostraban el interés del gobierno por colocar el tema de las fronteras con los indígenas como un asunto prioritario. Una de las medidas más claras en ese sentido fue la tarea de reconocimiento encargada al ingeniero Juan F. Czetz con el objetivo de avanzar territorialmente sobre el espacio indígena. Ese mismo año se reorganizó la Comandancia General de Armas y las comandancias generales de frontera. Finalmente, a lo largo de 1871 desde el gobierno se planteó que era el momento propicio para realizar una expedición punitiva sobre los principales caciques de la pampa. No obstante, a principios del año siguiente el plan se abandonó y la provincia de Buenos Aires sufrió uno de los ataques indígenas más formidables, liderado por Calfucurá, que culminó con la batalla de San Carlos.

Pese a la importancia de esta etapa en la historia nacional, existe un hiato historiográfico muy evidente entre 1850 y 1870, momento de extrema y rica complejidad en el escenario diplomático interétnico, en virtud de la existencia de dos poderes, la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires, que se disputarían la alianza con los principales jefes indígenas de Pampa y Patagonia y, más adelante, debido a la dificultad del Estado Nacional por llevar adelante la proyectada expansión territorial. En general, los estudios que desde casi tres décadas han renovado totalmente la visión de las relaciones interétnicas en el Río de la Plata se concentran en el período tardo colonial y en la primera mitad del siglo XIX y, más adelante, en los momentos previos y posteriores a la conquista militar realizada por Roca1.

Cabe mencionar como excepciones las investigaciones llevadas a cabo sobre la frontera sur cordobesa en las décadas de 1850 a 1870 (Tamagnini 2004, Olmedo 2006, Barbuto 2010) y el estudio puntual de Julio Vezub (2005) sobre el liderazgo de Sayhueque en el "país de las manzanas". Pero hasta el momento los estudios realizados han tendido a mostrar de manera parcelada la historia de estas relaciones, circunscribiéndose a determinados espacios fronterizos y/o a líderes indígenas o criollos. Aunque este tipo de avance en el conocimiento fue inevitable como forma de cambiar las imágenes tradicionales fuertemente ancladas en la historiografía local, ahora se debería avanzar hacia una historia más global que integre los contactos interétnicos e intraétnicos. Es decir, habría que avanzar en un estudio que muestre las relaciones no solo al interior del territorio indígena sino también entre éste y los distintos sectores fronterizos con los que algunas agrupaciones se vincularon en relaciones tanto de paz como de enfrentamiento.

El objetivo de este trabajo entonces es analizar la coyuntura del período 1869-1872, durante el cual se intentó llevar a adelante la expansión territorial proyectada por la Ley 215. La elección del período se basa en que desde 1869 comenzaron a regresar las tropas que se habían destinado a la guerra con el Paraguay, encontrándose el gobierno nacional con disponibilidad de recursos para llevar adelante la conquista. Sin embargo, el estallido de la segunda guerra jordanista en 1873 volvió a distraer fuerzas militares hacia el Litoral sepultándose nuevamente los proyectos expansionistas. Durante ese período pueden observarse discusiones y desacuerdos en torno a la realización de la expansión militar conducentes a una alternancia de preparativos militares y concertación de paces; esta oscilante política estatal provocaría, a su vez, resistencias por parte de los principales líderes étnicos. El propósito del trabajo es brindar una visión de conjunto de esta problemática, integrando los dos principales sectores fronterizos sobre los que se esperaba avanzar -la frontera sur de Córdoba, Mendoza y San Luis y la frontera bonaerense- e interpretando las relaciones entre las agrupaciones nativas más cercanas a esos espacios: los ranqueles y los salineros comandados por el cacique Calfucurá. Las fuentes utilizadas en el trabajo son, principalmente, los debates parlamentarios realizados en las cámaras de Diputados y de Senadores y el archivo del ministro de guerra del presidente Sarmiento, Martín de Gainza, existente en el Archivo General de la Nación.

De la unificacion nacional al fin de la guerra del Paraguay

Desde inicios de la unificación nacional en el ámbito parlamentario se hizo evidente la preocupación de los representantes por la cuestión fronteriza. El primer proyecto presentado en torno a la expansión del territorio se discutió en la sesión del 3 de septiembre de 1863; este procedía de la comisión militar de la cámara de diputados y, llamativamente, proponía el avance de la frontera norte en Santa Fe y Santiago del Estero. La elección de ese sector tenía que ver con la procedencia de los representantes impulsores del proyecto, entre los que se destacaba Nicasio Oroño, ex-gobernador de la provincia de Santa Fe. El proyecto no fue aprobado y la diferente atención prestada por el gobierno nacional sobre la frontera norte y sur de la República se plantearía de manera frecuente a lo largo del periodo estudiado2, los mismos presupuestos nacionales reflejaban claramente la mayor importancia dada a la segunda.

En 1863 el alzamiento del Chacho Peñaloza en La Rioja detuvo las discusiones sobre la defensa y/o avance de la frontera y los recursos militares se concentraron en la lucha contra la montonera del Interior. Con el inicio de la guerra del Paraguay el tema de las fronteras desaparece prácticamente de los debates parlamentarios y de los mensajes presidenciales con los que se abrían las sesiones. Sin embargo, un acontecimiento de importancia en cuanto a la política estatal de expansión territorial marcó este período: la discusión y posterior sanción de la Ley 215 que establecía el avance de las fronteras hasta el Río Negro, en el año 18673. Desde fines de 1868, la cuestión de las fronteras había vuelto a instalarse con fuerza en la agenda política y puede observarse en los discursos presidenciales de apertura de sesiones4, en las frecuentes interpelaciones que se hicieron en el Congreso a los ministros de guerra sobre el estado de las fronteras, en la presentación de diversos proyectos por parte de congresistas y particulares relativos al avance territorial -tanto en lo referente al financiamiento de las expediciones militares como a las fuerzas más pertinentes para defender las fronteras- y, finalmente, en el envío de misiones de reconocimiento del territorio para avanzar la línea fronteriza.

La primera de las medidas que mostraron un interés creciente por la frontera fue el mejoramiento de la infraestructura de los fuertes que la guarecían y el reconocimiento del territorio sobre el que se esperaba realizar el avance. Para ello se encomendó a Juan Cztez, militar húngaro radicado en Buenos Aires en la década de 1860 e incorporado al ejército argentino en la División de Ingenieros, la realización de un informe de reconocimiento de todas las fronteras. Entre abril y junio de 1869 Czetz encabezó una misión de reconocimiento por el sur de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe y a partir de agosto recorrió la frontera de Buenos Aires5. El extenso informe del ingeniero fue publicado dentro de las Memorias del Departamento de Guerra de 1870 y fue convenientemente alabado por el ministro, quien concluía que Czetz había logrado realizar "un mapa científicamente construido de esta región de la Republica" utilizando documentos de los archivos de la Universidad de Córdoba en el Departamento Topográfico de aquella capital, el itinerario de Luis de la Cruz en su viaje a las pampas realizado en 1806, el estudio de un camino entre Rosario y Mendoza realizado por el ingeniero Laverge en 1862, recientes estudios del ramal de Gran Ferro Carril Central y las indicaciones de baqueanos, además de contar con

planos y mapas levantados por Mansilla sobre el territorio comprendido entre el rio 4to y el 5to y un plano idea de la Tierra Adentro confeccionado según los datos de los baqueanos que después de comparados con datos más positivos, se probó como bastante aproximado para demostrar la geografía de los parajes desconocidos6.

Ese mismo año y en concordancia con el nuevo plan de fronteras, se reorganizó la Comandancia General de Armas y las comandancias generales de frontera que quedaron distribuidas en cuatro secciones: fronteras sur y sur-este de Córdoba, sur de San Luis y Mendoza a cargo de José Miguel Arredondo; frontera sur de Santa Fe, norte y oeste de Buenos Aires a cargo de Emilio Conesa; frontera sur y costa sur de Buenos Aires y Bahía Blanca a cargo de Ignacio Rivas y las fronteras norte de Santa Fe, norte de Córdoba y de Santiago del Estero a cargo de Manuel Obligado.

En ese momento las principales agrupaciones indígenas del espacio nor- pampeano, que tenían fluidos contactos con las poblaciones criollas fronterizas, eran los ranqueles y los salineros. Durante el siglo XIX los principales lugares de asentamiento de los ranqueles fueron Leubucó y Poitagué, donde tenían sus tolderías los caciques Mariano Rosas y Baigorrita respectivamente. La economía de estos grupos se centraba en el pastoreo de ganado, la recolección, la caza y la horticultura de diversas especies -como maíz, zapallo y sandías-; a esto se agregaba un fluido intercambio con otras agrupaciones indígenas del espacio pampeano y con poblaciones criollas que abarcaban un amplio arco que se extendía desde el oeste de la provincia de Buenos Aires hasta la cordillera mendocina y neuquina. Los ranqueles habían mantenido una política de constante enfrentamiento con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, durante su larga gestión en el cargo. En sus tolderías halló refugio el coronel unitario Manuel Baigorria, quien acompañó en varias ocasiones a los ranqueles en incursiones sobre establecimientos rurales bonaerenses.

Aunque la mayor parte de los caciques y los capitanejos ranqueles residían en los asentamientos de Lebucó y Poitague, otros grupos se ubicaban en los campos que se extendían entre el río Quinto y el Cuero, distantes 40 leguas de Mariano y 50 leguas de Baigorrita, los que eran gobernados por varios capitanejos. Esta diferenciación no era solo espacial y llevó a Tamagnini y Pérez Zavala (2007) a distinguir entre los caciques principales -más afectos a realizar paces con los gobiernos provinciales y el nacional- y los que denominan indios "de la orilla" -reticentes a subordinarse al mando de los caciques principales y a las obligaciones que querían imponerles las autoridades criollas.

Hacia el este de las pampas, las poblaciones rurales comprendidas dentro de las comandancias generales de las fronteras de Santa Fe y Buenos Aires se relacionaban principalmente con la agrupación del cacique Calfucurá, ubicada en las Salinas Grandes. La zona tenía una importancia estratégica fundamental, ya desde el período tardo-colonial, tanto para los grupos nativos como para el gobierno de Buenos Aires; para ambos significaba la posibilidad de apropiarse de sal y era la "puerta de entrada" a la frontera sur bonaerense. Para los indígenas, además, era un centro de intercambio tradicional donde se reunían grupos locales, partidas de comercio transcordilleranas y del interior pero, además, la región era sumamente propicia para el pastoreo de ganado y abundante en recursos animales y vegetales.

Desde que se asentó en Salinas el cacique empezó a armar una red de relaciones personales con distintos grupos, entre la que se destaca el contacto con los ranqueles. Este vínculo se selló mediante una alianza matrimonial, un hijo del cacique ranquel Pichuin se casó con una sobrina de Calfucurá, hija de su hermano Namuncurá. Ambas agrupaciones actuaron de manera conjunta en campañas de obtención de recursos a partir de la década de 1850 (de Jong y Ratto 2008 y de Jong 2009). Además, durante la etapa en que el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina estuvieron separados Calfucurá desarrolló una política diplomática con ambos estados, logrando un importante prestigio y poder político que intentó ser reducido constantemente luego de la unificación nacional (Ratto 2010).

Negociaciones de paz y preparativos para la guerra

En el contexto político reseñado, el primer acto concreto de avance territorial fue la expansión de la frontera cordobesa en 1869 desde su ubicación en el Río Cuarto hacia el Río Quinto. Como se dijo, la comandancia general de esa sección estaba a cargo de Arredondo y como comandante de la frontera cordobesa se desempeñaba como el coronel Lucio Mansilla. Ambos militares se convirtieron en importantes referentes de los caciques ranqueles pero, a diferencia de lo ocurrido en otros escenarios, aquí se destacó unos actores que cumplieron un rol importante en las relaciones diplomáticas: los frailes franciscanos asentados en la frontera desde 18567.

Para reafirmar el avance territorial y tratar de separar a los ranqueles de los grupos salineros de Calfucurá se buscó concertar un tratado de paz con los principales caciques ranqueles. Según Levaggi, Sarmiento había delegado en el prefecto de la orden franciscana, Marcos Donati, la realización de las tratativas de paz pero este religioso no había aceptado el encargo "para evitar que se confundieran los planos: el espiritual, propio de su misión, con el político, inherente a la gestión diplomática que se le ofrecía" (Levaggi 2000: 394). Por su parte, desde Mendoza fray Miguel Burela intentaba recuperar cautivos de los indios.

Lo cierto es que a fines de 1869 habían comenzado las tratativas de paz a través de una misión conjunta, realizada entre Mansilla y los padres Donati y Alvarez quienes acompañaron al militar. El borrador del tratado fue enviado al presidente que lo devolvió con algunas modificaciones. Según informaba Mansilla el nuevo documento fue cuestionado por Mariano Rosas en "los puntos que hacían referencia a la venta de tierra, a la fundación de capillas, a la escolta de cristianos y a los sueldos de los capitanejos"; sobre este último el cacique pedía, en lugar de sueldos, una cantidad de yeguas para repartir entre los indios8. Aunque el tratado no había sido refrendado todavía la situación interétnica era de paz y eso se evidenciaba en las constantes y voluminosas comitivas indígenas que se acercaban a los principales fuertes de frontera. En enero de 1870 Mansilla notificaba al Ministro de Guerra que, mientras en Buenos Aires se discutían los términos del tratado,

tengo aquí el infierno pues la última comisión que ha venido se compone de cien personas entre indios e indias que me sacan el juicio. Mariano Rosas me escribe que como la paz esta hecha me manda esa gran comisión para dar una muestra de confianza. También me ha remitido seis cautivas a cuenta de las que debe entregar por el tratado9.

El tratado fue ratificado por el Presidente y su Ministro pero no fue tratado por el Congreso porque consideró que contradecía la Ley 215 de 1867 y, además, porque por esos días se había votado una fuerte suma para llevar adelante la campaña de expansión territorial. En efecto, el 28 de junio de 1870 se presentó y aprobó en el Senado un proyecto de ley autorizando al Poder Ejecutivo a gastar la suma de ocho millones de pesos para llevar a cabo la expansión territorial hasta el río Negro. En el debate surgido en la cámara alta se puso en evidencia que el proyecto había surgido de algunos representantes preocupados por la situación de inseguridad fronteriza pero no coincidía con los planes inmediatos del poder ejecutivo. En en la sesión de discusión estuvo presente el Ministro de Guerra, Martín de Gainza, quien consideró apresurado realizar la operación militar en ese momento. La argumentación de Gainza giraba en torno la inexistencia de un ejército profesional capaz de llevar a cabo la empresa10 y al desconocimiento que se tenía del territorio sobre el que se planeaba avanzar. Gainza planteaba:

¿sabemos acaso, Sr Presidente, si tomamos la línea del río Negro, si podemos abastecer ese ejercito con toda la regularidad que es necesario? Cuando mas podríamos hacerla hasta Choelechoel, es decir, hasta donde se conoce, pero mas adelante, quien conoce el Rio Negro? ¿Quién conoce ese territorio? Son cuentos, son invenciones de la imaginación de que se nos habla11.

Además, según Gainza no existía en el gobierno una política clara con respecto a las medidas a tomar con relación a los indígenas que fueran sometidos.

después de eso [de tomado el río Negro] que haríamos con esos 8000 indios que quedan en este vasto territorio al norte del río Negro? Tendríamos que tener cuando menos una línea como la que actualmente tenemos y entonces resultaría un ejercito en el río Negro y otro ejercito en la línea actual de frontera12.

A pesar de esas objeciones el proyecto fue aprobado por lo cual, mientras en la frontera cordobesa se avanzaba en las negociaciones de paz, en la distante Buenos Aires se daban los primeros pasos para la organización de una expedición militar.

Ante la imposibilidad de obtener un aumento presupuestario que posibilitara el cumplimiento del tratado Mansilla pidió autorización a su superior, Arredondo, para llevar adelante una misión a las tolderías ranqueles con el propósito de garantizar el cumplimiento de los acuerdos y obtuvo rápidamente una respuesta afirmativa. Llevó a cabo su misión, la cual dio origen a la célebre novela Una excursión a los indios ranqueles, y consolidó momentáneamente los vínculos de amistad entre los representantes de la autoridad nacional y los principales caciques ranqueles. Momentáneamente porque, como el mismo Arredondo reconocía en carta a Gainza, los indios se habían conformado con "recibir las raciones con arreglo a la cantidad asignada en el presupuesto pero están en la persuasión de que el gobierno obtendrá del Congreso que se les de todo lo que se les ha prometido en el tratado de paz". Cabe aclarar que estos grupos venían recibiendo raciones desde el 186813, por lo cual el tratado, como deja entrever el comentario de Arredondo, implicaba un mejoramiento de los ingresos de la agrupación. Por tal motivo, el comandante preveía posibles complicaciones: "si el gobierno no cumple por su parte lo estipulado, los indios se creerán autorizados para hacer lo mismo y entonces adiós tratados"14. A pesar de la constante insistencia de Arredondo sobre los peligros que conllevaba no cumplir con el acuerdo, el tratado no se discutía en el Congreso y por ello las partidas extra no aparecían.

La situación se complicó más todavía cuando Mansilla fue desplazado de su cargo debido al extremo faccionalismo de la política criolla. Arredondo y Mansilla habían apoyado la candidatura presidencial de Sarmiento y tenían fuertes expectativas de hacerse cargo de la cartera de guerra; la elección de Gainza como ministro de esa área provocó un fuerte resentimiento en el segundo quien empezó a alejarse de esa alianza. El desplazamiento de Mansilla produjo un reacomodo en la diplomacia indígena ya que ni su sucesor, Antonino Baigorria, ni Arredondo lograron obtener la confianza de los caciques ranqueles15. Al menos, Mariano Rosas empezó a dirigirse con mayor frecuencia a los padres franciscanos, fundamentalmente para reclamar las raciones y los sueldos prometidos por el tratado y que no habían llegado a entregarse16.

Mientras en el norte se avanzaba en la frontera y se negociaban las paces con los ranqueles, el sur de la provincia de Buenos Aires se conmocionaba con dos fuertes ataques indígenas, el primero sobre Tres Arroyos y el segundo sobre Bahía Blanca17. Según expresaban los mismos pobladores de la región, los ataques se habían producido por las medidas tomadas por el comandante de Bahía Blanca, José Llano, sobre un grupo indígena que se hallaba en paz con el gobierno bonaerense. El comandante Llano consideraba que dentro de la agrupación de Cañumil, asentada en las cercanías del poblado, se hallaban algunos de los autores de los robos cotidianos de ganado que padecían algunos vecinos, por tal motivo decidió atacar las tolderías logrando apresar al cacique y su familia. Sin embargo el comandante, poco conocedor de las relaciones interétnicas y tal vez ignorando las relaciones de parentesco existente entre los indígenas, produjo con esa decisión la represalia indígena.

El cacique Calfucurá era suegro de Cañumil y para vengar a su pariente organizó un malón de cerca de 2000 indios, entre los que se contaban indios ranqueles. Tradicionalmente se ha planteado que hacia mediados del del siglo XIX Calfucurá había organizado una Confederación Indígena que incluía una gran cantidad de agrupaciones nativas, con la que frenó a los intentos de avance territorial hasta su muerte. Recientemente, con Ingrid de Jong hemos matizado esa idea planteando que la mentada Confederación no tuvo una existencia permanente sino que fue convocada por el cacique de Llaima en distintos momentos, y en cada uno su alcance, límites y contexto político interétnico en que se desarrolló fueron muy diferentes (de Jong y Ratto 2008).

El comandante general de la frontera sur, Ignacio Rivas, debió dirigirse en persona a Bahía Blanca donde censuró al comandante Llano por su acción e inmediatamente se enviaron comisionados para restablecer la paz; en dichas negociaciones dos puntos fueron los más discutidos: mientras los comisionados criollos insistían en el rescate de los cautivos tomados durante los dos ataques, los indígenas reclamaban las raciones prometidas por el gobierno que no habían sido entregadas. El tema del presupuesto volvía a hacerse presente en este contexto fronterizo y los reclamos de los jefes salineros tenían sustento. Durante los años 1868 y 1869, de las sumas presupuestadas para el pago de las raciones mensuales pactadas con los principales jefes nativos18, solo se había gastado un 50,7 % y un 74 %, respectivamente.

Para los indígenas, la merma de las raciones pactadas incidía de manera directa en el rescate de cautivos, estos se hallaban dispersos en distintas tolderías y Calfucurá argumentaba que para devolverlos debía comprarlos por las prendas que pidiera su poseedor y para ello era imprescindible contar con los obsequios que el gobierno le había acordado. Los pedidos de Calfucurá no terminaban ahí pues aunque reconocía la autoría de los ataques, los justificaba "porque sus capitanejos estaban muy enojados por las picardias de Llanos"; su hermano Namuncurá iba más allá en su argumentación pidiendo que "seriamos muy agradecidos i los demas capitanes y casiques [si] pusiesen otro jefe bueno para vivir de una vez de armonia con todas las fronteras i no estar de enemigos y asi tendriamos que vivir sin cuidado ambos"19. En los hechos, Llano fue reemplazado por Julián Murga.

La primera guerra jordanista y la suspension de la ofensiva militar

La situación de extrema fragilidad interétnica que se vivía derivó en un temor concreto de ruptura ante el estallido de la primera guerra jordanista20. Ocurre que para reprimir el movimiento federal en el Litoral el gobierno nacional pidió a todas las provincias el envío de contingentes militares, lo que dejaba bastante indefensas a las fronteras. La primera jurisdicción afectada fue el sur de Buenos Aires, espacio sobre el que cayó una invasión indígena. Según la lectura de Arredondo, la misma era previsible por haber salido fuerzas de esas fronteras y "Ud [Gainza] sabe que los indios están bastante al corriente de nuestras cosas"21. En su jurisdicción temía algo similar si enviaba las fuerzas solicitadas agravado por el hecho de que aún no se había dado cumplimiento a los compromisos del tratado firmado:

ud sabe que no se les ha cumplido sino a medias lo que se les prometio por el Tratado y aunque ellos [los indígenas] se manifiestan contentos con la resolución del gobierno soy de parecer que la cosa los ha contrariado [...] seria conveniente que se me autorizara para darles lo que se les ha prometido no con arreglo a lo presupuestado sino con arreglo a lo convenido en el tratado22.

Para precaverse de una represalia de los caciques, el Comandante intentó aplicar una estrategia ya probada en otros momentos y otras fronteras: crear una división entre los caciques. En este caso, concretamente, el Coronel esperaba separar a Mariano Rosas y Baigorrita y lo expresaba de este modo:

las cartas que les dirijo a los caciques están dando sus frutos. Mariano abrió la carta que era para Baigorrita y la abrió mandándosela enseguida. El objeto que me proponía esta conseguido pues se ha introducido la guerra civil entre los señores del desierto. Baigorrita no hay querido ayudar a Mariano y este no ha vuelto a sus toldos, anda alzado por los montes con parte de su gente, habiéndosele ido otra parte a las tolderías de Calfucura"23.

Aparentemente la división parecía cierta. Mientras Baigorrita mantenía buenas relaciones con Arredondo, a quien pedía las raciones y los sueldos que le correspondían por el tratado y le ofrecía situarse donde le dijera el militar, Mariano Rosas comenzaba a mostrar gran desconfianza. En una carta al fraile Donati, fechada en noviembre de 1870, el cacique reconocía que algunos indios gauchos -sin pertenencia- habían atacado establecimientos fronterizos pero que él les había quitado la hacienda robada y "también tengo dada la orden amis indios que toda persona que encuentre de malón se los quiten y se los entreguen al jefe que corresponde". Para el cacique;

si estos indios salen es debido a Arredondo por no ha cumplido de aser sus entregas de raciones completas es con que los indios se disculpan que es lo que salen a robar y están pobres y llo mismo beo que no me alcansa las lleguas para racionar" (en Tamagnini 1994: 34).

La guerra jordanista no solo implicó el desplazamiento de contingentes militares sino que el propio Arredondo debió presentarse allí y fue reemplazado por José Olegario Gordillo. La desprotección de la frontera y la ausencia del principal referente militar para los caciques posibilitaron un nuevo ataque indígena al fuerte Sarmiento. El Presidente vio con alarma este hecho ya que según informaba a Gainza:

Los indios invadieron el fuerte Sarmiento y les arrebataron los caballos. Parece que la guarnición salio a recuperarlos y la han exterminado. Seis oficiales y sesenta muertos!!! Hoy me telegrafían que ya van en fuga para los toldos y que Baigorria24 los sigue con esperanzas de alcanzarlos en el Cuero con 350 hombres25.

El nuevo conflicto civil del estado volvió a agitar el temor de una alianza entre ranqueles y "montoneros", temor que no era nuevo ni infundado. La captación de fuerzas indígenas para dirimir conflictos internos fue una práctica bastante común desde el período revolucionario en el espacio que analizamos, las montoneras del Chacho Peñaloza y de Felipe Varela, entre otras, habían contado con el apoyo de grupos indígenas. Sarmiento se refería al tema en los siguientes términos:

Los indios han sido movidos desde aquí por los secuaces de Jordan o por los picaros que Ud. conoce. Se deduce esto de las notas cambiadas antes con Gordillo e Iseas en que Mariano Rosas le dice que si los cristianos no le invaden es porque saben que están contra el Gobierno Nacional el Entre Ríos, que Varela invade a Córdoba, Guayama a San Juan y el Paraguay y el Brasil le han declarado la guerra [...] Mariano pues ha contado con ponernos en aprietos cuando volviese Jordan de Corrientes. La combinación era buena. En fin nos hemos salvado26.

La situación de la frontera bonaerense, entretanto, mostraba condiciones muy similares. Mientras se recuperaban los cautivos el incumplimiento en la entrega de raciones se mantenía. En febrero de 1871 se informaba desde Patagones que "peligran las buenas relaciones que a costa de tantos sacrificios mantiene el superior gobierno con los indios. Reuque Cura fue a buscar raciones vencidas pero no había hacienda para entregar y se los demoro por varios días luego de lo cual los indios amenazaron con irse"27.

Además, como había sucedido en el interior, el reemplazo del coronel Rivas -enviado al Litoral a propósito del levantamiento de López Jordán- por Francisco de Elía agregó un elemento de conflicto. El nuevo Comandante intentó, como Arredondo, incentivar los enfrentamientos al interior de las tribus amigas asentadas en Tapalqué. El comandante de Elía, a diferencia de su antecesor, se acercó al cacique Catriel con quien firmó un acuerdo de paz que lo convertía en el cacique general de los grupos asentados en ese espacio fronterizo a quien todos debían obediencia. Esta acción no hizo más que agravar los conflictos entre grupos catrieleros y tapalqueneros y culminó con el enfrentamiento armado entre el cacique principal Cipriano Catriel y caciques menores cuyas tolderías fueron saqueadas28.

Sin embargo, al igual que le sucediera a Arredondo, la estrategia de dividir a los indígenas no tuvo un resultado exitoso. Entre los caciques derrotados había algunos ligados a Calfucurá quien, como había hecho el año anterior, logró convocar una fuerza de 2000 indios y amenazaba atacar la frontera. En esta situación se decidió reemplazar a de Elia por Francisco Borges, este comentaba con temor la reunión de indios chilenos en las tolderías de Salinas Grandes29.

El retorno a los proyectos expansionistas

A fines de abril de 1871 Arredondo volvió a la frontera con ideas muy diferentes a las sostenidas hasta el momento:

El abandono en que estaba la frontera ha hecho que las gentes anden por allí poseídas del pánico [...] Cuando llegue a la frontera trataré de darle un golpe a los indios. Pienso mandar un Batallón y al 9 de caballería para que se vayan hasta el Cuero de una trasnochada y traten de sorprender a los indios30.

La expedición se realizó sobre las tolderías de Mariano Rosas en el mes de junio y produjo una gran mortandad, la captura de 70 cautivas y el arreo de gran número de haciendas. Envalentonado con el éxito, Arredondo decidió preparar una nueva expedición y realizar otro avance territorial desde San Rafael a Malargüe y de Salto al río Diamante31.

Pero la organización de esta nueva empresa contaba con obstáculos muy serios que se repetían en todas las fronteras: escasez de armamento y caballos y resistencia del Parlamento a incrementar los gastos. Mientras en Buenos Aires se debatía el tema, los ranqueles de Mariano reaccionaron ante el ataque de Arredondo hostigando la frontera cordobesa. La situación parecía fuera de control y el ministro Gainza urgía al comandante a que resolviera el tema:

no solo los diarios gritan, el presidente me ha dicho: "la verdad es que los indios entran hasta donde quieren y salen por donde les da la gana y esto a pesar de tener un ejercito en todas fronteras". Es necesario, es urgente que Ud haga un esfuerzo para clamar la grita general32.

En efecto, la opinión pública era particularmente crítica de la gestión de gobierno en cuanto a su política de fronteras y el Ministro de Guerra estaba obsesionado con mostrar resultados triunfantes:

El país nos mira, muy particularmente a Ud [Rivas], a Arredondo y a mi y es necesario que unidos le contestemos con un esplendido triunfo, tomando posesión de Choelechoel, Salinas y Nembucu que en mi opinión nos ha de dar resuelta la cuestión fronteras33.

En julio, con el regreso de Rivas al cuartel general de Azul se intentó distender las relaciones pero para ello era esencial que se cumpliera con las raciones adeudadas a Calfucurá. Como esto no sucedía una serie de pequeños ataques hostigaban constantemente la frontera sur. A partir de septiembre de 1871, Rivas comenzaba a pensar en la conveniencia de romper "definitivamente con aquel cacique impotente y falso quizás que no puede ya, se dice, contener a sus subordinados"34. Mientras Gainza coincidía en que "es necesario empezar a ser duros con estos malvados porque el sistema de la contemplación no nos ha dado ni nos dará resultados"35.

Este cambio de actitud se trasladó a la misma correspondencia con Calfucurá, a quien el Ministro de Guerra contestaba su pedido de raciones en tono de amenaza diciendo que el Presidente y él:

pensábamos darle no solo lo que Ud nos pide ahora sino algo si fuese necesario pero las ultimas invasiones hechas por sus indios y muy particularmente la que trajeron sobre la Blanca Grande en la que llevaron una caballada del gobierno [...] y cuanto encontraron a mano nos han desanimado porque [...] Ud o no es un leal amigo del gobierno o cuida muy poco a sus indios que invaden... Tanto el Presidente como yo lamentamos que descuidos de Ud pongan en duda nuestra buena amistad pero creemos que Ud en lo sucesivo tratara de impedir las invasiones probándonos asi su lealtad y haciéndose acreedor a toda nuestra protección y consideración36.

A fines de 1871 la tensión llegó a su punto máximo cuando Rivas comenzó a organizar una expedición sobre las tolderías de Salinas pero los preparativos fueron conocidos por Calfucurá, quien amenazó con tomar medidas al respecto. La expedición se suspendió momentáneamente37 pero no dejo de pensarse en ella. En diciembre de 1871, el Presidente y los ministros acordaron llevar adelante una expedición general sobre Pampa y Patagonia y los preparativos desde la Comandancia del Interior se aceleraron. Las discusiones sobre la política fronteriza no enfrentaban solamente al gobierno y la oposición sino que, dentro del gobierno, también existían voces encontradas. El Ministro de Guerra, se refería a la reacción del Presidente expresando: "cada despacho que le presento [sobre el tema fronterizo] le causa una incomodidad. Es por esta razón que tengo que hacerlo con mucho tino y mucha prudencia". A pesar de ello, y luego de mucha insistencia, Gainza obtenía el acuerdo de Sarmiento y los ministros para hacer los aprestos de la expedición militar38.

En abril del año siguiente, el coronel Roca le escribía a Gainza diciendo que esperaba avanzar sobre los toldos de Mariano a fines de ese mes o principios del siguiente y que contaba con tener a Baigorrita de su lado para hacerlo39. A fines de mayo partió la campaña con un total de 1.400 hombres y el optimismo de Arredondo era tal que no dejaba lugar para el fracaso:

Antiayer les mande una comisión [a los indios de Mariano] compuesta de un pariente de Mariano y otro indios que le llevan al cacique propuestas de paz, compra de cautivas y tambien regalos de aguardiente con el objeto e devanecerles cualquier sospecha que tenga. Espero sorprenderlos40.

El comandante estaba seguro de haber conseguido el objetivo de enemistar a Mariano y Baigorrita y de haber logrado que "la indiada del segundo les sera favorable en la expedición"41. Un mes más tarde, derrotado y engañado por Baigorria que no acompañó la expedición y se unió a Mariano Rosas, Arredondo regresaba a la frontera42.

En este contexto de fuertes críticas, resultaba urgente para el gobierno mostrar resultados exitosos. En el discurso de apertura de sesiones del año 1872, Sarmiento exaltaba la realización de una expedición ordenada por el general Arredondo que "acaba de llevar el espanto a los toldos mismos de los ranqueles". Pero, como vimos, estos "éxitos" militares no eran tales y según comentaba el mismo ministro de guerra, Martín de Gainza, a Arredondo, se recibían constantes "noticias de las invasiones diarias que esta sufriendo la frontera de Córdoba y que entran por la retaguardia de la línea"43.

En el Interior, el fracaso de la expedición de Arredondo puso en evidencia la necesidad de retornar las negociaciones de paz pero bajo un cambio de dirección. Donati aconsejaba que los caciques verían con mayor agrado a otro interlocutor que no fuera Arredondo, por ello el mismo Gainza le transmite la idea de que sea Roca el encargado. Aunque Arredondo aceptó la sugerencia no dejó de señalar su crítica:

Fray Donati cree que con medios mas dulces se han de engolozinar los indios y obtener ventajas en la paz sobre ellos pero el padre no sabe lo que dice [...] y la prueba de ello es que a pesar de sus tentativas para grangearse el afecto de los salvajes éstos lo han mirado siempre en menos [...] Sería algo ridículo que siendo yo el comandante general de estas fronteras fuese otro quien se encargase de estos asuntos pero Ud. con el Gobierno puede arreglar lo que mas le convenga44.

Pero la opinión del Comandante no fue tenida en cuenta y en octubre una misión dirigida por los franciscanos Moisés Alvarez y Tomás María Gallo parlamentó con los caciques ranqueles llegándose a la firma de un nuevo tratado que Gainza aceptó y, a pesar de la ratificación del Presidente, no fue tratado por el Parlamento, como el anterior 45.

En el oeste las cosas no iban mejor, a comienzos de marzo de 1872 una nueva coalición dirigida por Calfucurá y con más de 3.000 indios atacó la frontera centro y norte de la provincia y luego de enfrentamientos parciales culminó en la batalla de San Carlos46. La facilidad con que los indígenas entraron y permanecieron en territorio provincial mostró claramente las deficiencias del sistema defensivo y aumentaron las opiniones sobre un cambio hacia posiciones más ofensivas. Mientras los preparativos de la campaña militar se aceleraban llegaron a Buenos Aires los resultados de la fallida expedición de Arredondo. Gainza se dirigió a Azul para supervisar los preparativos pues no confiaba demasiado en el éxito ya que, según reconocía en carta a Arredondo, "Prevenidos y desconfiados como están los indios y mucho mas con el ataque que acaba Ud. de hacerles a sus mismas tolderías imposible será sorprenderlos"47. Esta opinión era compartida por el Presidente para quien:

Después de la primera expedición de Arredondo los indios no serán sorprendidos [...] Nada me atrevo a decir de la expedición del sur tan deseada por el gobierno y los hacendados. Si se necesitan dos lecciones tomémoslas y preparemos caballos para la ida y para la vuelta [...] Espero que me de detalle o confirmación sobre la expedición intentada y si esperando estación mas propicia no seria mejor abrir negociaciones de paz con Calfucurá pues esa es ahora la idea popular48.

Esta vez fue Calfucurá endureció el tono en las cartas dirigidas al Ministro de Guerra. A fines de julio de 1872 reclamaba que hacía cuatro años que no cumplían con las raciones prometidas, solo las entregaban una vez al año, sus chasques eran detenidos y lo único que recibía eran insultos. De reiniciarse las negociaciones le pedía a Gainza "le hable con el corazón" para que no suceda lo mismo que con Mariano y Baigorria "del que le vinieron a pisar el poco campo que le queda como que abra sido por su orden pero oy Dios no lo ade permitir". También comparaba el desorden actual con la situación durante la presidencia de Mitre, "cuando tenia mi papel de tratado con el que en ocasiones reclamaba y recibia "todo lo que pedia" en Azul y en Bahía Blanca"49.

El Ministro reconocía que mientras estaban en tratativas con Calfucurá y recibían algunas cautivas como muestra de amistad "al mismo tiempo nos han invadido por Tapalqué y felizmente no han llevado nada pero mataron cuatro hombres al interior de la línea"50. A principios de septiembre las negociaciones parecían estar en un punto muerto y Gainza se lamentaba de este modo:

Aun no se ha hecho nada con Calfucurá. Manda dos o tres cautivas y pide sus raciones y que se le pongan en libertad a los indios que le tenemos prisioneros. Se le mandan algunos regalos y se le contesta que para hacer la paz, darle sus raciones y poner en libertad a los prisioneros es necesario que mande todos los cautivos y prohiba las pequeñas invasiones que manda hacer al sur y al norte. Mi impresión es que no se ha de hacer nada con este indio y que será necesario en octubre invadirlo y tomar posesión de Salinas51.

Sin embargo, el estallido de la segunda guerra jordanista en Entre Ríos provocó la suspensión de los preparativos y concentró las fuerzas militares en el norte de la república, la realización de campañas ofensivas no se volvió a plantearse hasta 1874.

Conclusiones

Al finalizar la guerra del Paraguay, el tema de la defensa de la frontera volvió a ocupar un lugar prioritario en la agenda estatal pero, mientras se definía el medio adecuado para garantizar la seguridad de las propiedades rurales y se analizaba la factibilidad de llevar a cabo la Ley 215, se trató de lograr la neutralidad de los principales caciques mediante negociaciones de paz. En los dos espacios fronterizos analizados surgieron serias dificultades por consolidarlas y en los ambos casos los motivos fueron similares. Resumamos lo planteado en el trabajo en torno a estos temas.

Por un lado, se ha observado que dentro del gobierno no había una opinión unánime con respecto a la política de fronteras e indígena a seguir. Al respecto, Navarro Floria (2004) señala que, "hasta mediados o fines de la década de 1870 los imaginarios distaban aun de ser monolíticos y la política estatal hacia el mundo fronterizo no mostraba aun la militarización generalizada después de 1876". Esta dificultad por consensuar un curso de acción se repitió durante todo el período analizado con respecto a los llamados "gastos de indios". Según se ha analizado en este trabajo, mientras en la frontera cordobesa se firmaba un tratado que prometía acrecidas raciones para los ranqueles, en Buenos Aires se desconocía el acuerdo52. De igual manera, no se logró un acuerdo sobre el modo y los tiempos para llevar a cabo la expansión territorial diseñada por la Ley 215. Mientras en el Parlamento se avanzaba en la idea de iniciar una expedición militar, el Ministro de Guerra era consciente de las falencias que existían para llevarla a cabo, tales como desconocimiento del territorio a conquistar o inexistencia de un ejército profesional apropiado para la empresa.

Otro aspecto que conspiró contra el éxito de la política defensiva fue el accionar de algunos personajes que demostraron una escasa habilidad para estar a cargo de la diplomacia interétnica, pues desconocían la profundidad de los vínculos parentales y las alianzas entre los líderes étnicos. Los casos relatados mostraron de manera clara los errores cometidos por Arredondo y de Elía en su afán de contar con aliados indígenas provocaron conflictos al interior del mundo indígena.

Desde mediados del año 1871 las críticas, cada vez más frecuentes sobre la escasa efectividad de la defensa fronteriza, impulsaron al gobierno a tomar decididamente un curso ofensivo en sus relaciones con los indígenas de Pampa y Patagonia. En ambos casos el resultado fue un fracaso y derivó en una marcha atrás y en el reinicio de las negociaciones tratando, esta vez, de realizarlas de manera general con Calfucurá y los caciques ranqueles. La experiencia había demostrado la existencia de fuertes relaciones entre las agrupaciones, en los dos últimos ataques a la frontera bonaerense Calfucurá habían contado con un número apreciable de lanzas ranqueles y el mismo cacique reclamaba por los ataques sufridos por aquellos. A pesar de esta aparente unión de intereses que llevaba a Calfucurá a reclamar por el ataque sufrido por los caciques ranqueles Mariano y Baigorria y a pedir paces generales- el cacique huilliche estaba ante un callejón sin salida. Ante el pedido de Gainza de que convocara a Mariano Rosas, Baigorrita y Reuquecura para tratar paces generales, el cacique contestaba "yo no puedo llamar a estos caciques son de otro mando yo no me entiendo con ellos porque ellos tienen sus indios en el mando en separación así es que no puedo ponerme en este compromiso"53.

La búsqueda de la paz por separado era bastante lógica, desde hacía años era evidente que el gobierno nacional no cumplía con la política de racionamiento pactada en los tratados. La unificación de las negociaciones hacía prever que se buscaría reducir más las ya exiguas cantidades de bienes que llegaban a las tolderías. La estrategia indígena había sido siempre la inversa: el desgajamiento de líderes menores que, desprendidos del cacique principal, se acercaban a las autoridades para formalizar tratados particulares (de Jong 2007).

Las anteriores fueron características comunes en los dos espacios analizados pero es necesario remarcar una importante diferencia entre ambos. En el norte, los ranqueles se encontraron mucho más involucrados en los conflictos civiles de la sociedad nacional que los salineros. La búsqueda de refugio y de colaboración militar de los ranqueles fue una alternativa muy común para los opositores al gobierno de turno. En el período rosista, el general unitario Manuel Baigorria vivió varios años en las tolderías ranqueles llegando a establecer lazos parentales en la agrupación y organizando malones "mixtos" que hostigaban a las provincias federales. Luego de 1862, el cambio de signo político no impidió que fueran ahora los federales, opositores del gobierno nacional, quienes buscaran la alianza de los líderes ranqueles. Es que la opinión política de los criollos no era un elemento a tomar en cuenta a la hora de decidir una alianza como claramente expuso el cacique Mariano Rosas: "yo no me alusino por nada benga federal o unitario yo no alludo ninguno por ami no me alluda nadie"54.

La presidencia de Sarmiento se caracterizó, entonces, por esta dualidad de políticas defensivas y ofensivas. Esta oscilación fue producto de la escasez de recursos por parte del gobierno nacional para encarar el avance territorial decretado por la Ley 215 y las presiones que pudieron llevar a cabo los principales líderes étnicos de pampa y patagonia. El siguiente presidente, Nicolás Avellaneda, gobernó en un contexto muy diferente, acallada definitivamente la resistencia de los caudillos federales fue posible contar con mayores recursos materiales para decidir un curso más agresivo. Del lado indígena, la muerte de Calfucurá en junio de 1873 significaba la desaparición del único líder que había sido capaz de convocar contingentes impresionantes de lanceros indios para hacer frente a los intentos de avance territorial. A partir de entonces, la posibilidad de los grupos nativos de Pampa y Patagonia de mantenerse soberanos tuvo los días contados.

Notas

1. Para ese último período los estudios se han centrado en las estrategias diseñadas por los líderes indígenas ante un escenario que, sin lugar a dudas, se mostraba francamente hostil al mantenimiento de cualquier tipo de independencia y en los proyectos integracionistas de Argentina y Chile en los que cobraba vital importancia la definición acerca del lugar que se le asignaría al indígena. Sin pretender ser exhaustivos con la bibliografía sobre estos temas, mencionamos a Lenton 1997; Poggi 1998; Mases 2002; Tamagnini y Pérez Zavala 2002; de Jong 2002; Delrio 2005; Durán 2000, 2006.

2. El representante cordobés Martín Piñero fue una de las voces que más claramente denunció el desigual interés del gobierno por la frontera: "yo principio por censurar la manera con que el gobierno ha apreciado el servicio y la aplicación de la fuerza de línea de que disponía para servir toda la frontera de la Republica. Debió haber procedido como era natural hacerlo abriendo el mapa de la Republica y viendo en él en qué punto convergen mayor número de vidas, mayor número de intereses y de comercio para llevar allí mayor numero de fuerzas y de defensa [...] Abriendo el mapa [...] se verá que la provincia de Santa Fe es la llave principal para comunicarse con diez pueblos de la republica. Sigue la de Córdoba porque no se puede ir a ningún pueblo del interior sin atravesarla o por el sur o por el este y sin embargo esto es lo que más se ha descuidado [...] la frontera de Córdoba está completamente abandonada. La memoria del señor Ministro de la Guerra da en la parte sur 50 leguas de territorio con 650 hombres y la parte este con 175, es decir, una vasta extensión de tierra que alcanza de 90 a 100 leguas que tiene para guardarla 825 hombres, esto es dando entero crédito a la Memoria. Paso ahora a la provincia de Buenos Aires. Esta tiene 103 leguas de distancia en una línea que está servida por 2.976 hombres fuera de las guarniciones de Bahía Blanca y Patagones" (Cámara de Diputados, sesión del 28 de junio de 1864).

3. Cabe resaltar que la ley establecía el avance de la frontera hasta el Río Negro y no contemplaba acciones de ocupación sobre el territorio chaqueño, lo cual marca claramente el desigual interés del estado por las dos regiones que se hallaban en poder de grupos indígenas soberanos.

4. En su último mensaje de apertura del Congreso, Mitre señalaba que: "el ministro de la guerra os presentara el plano de una nueva línea de fronteras con las reformas que en la distribución y acantonamiento del ejercito han de adoptarse. Han llegado ya las armas de precisión que pedí a los Estados Unidos y que espantarán por sus estragos al salvaje del desierto" (1 de mayo de 1868, Cámara de Senadores). Al año siguiente, Sarmiento planteaba en su discurso la idea de una frontera interior dentro de la República considerando que: "Todo el territorio que desde la conquista hasta el presente ocuparon los cristianos y se fue abandonando en diversos tiempos a las depredaciones de los salvajes ha sido en el pasado año devuelto y sometido al dominio y protección de nuestras leyes. Se cuenta por miles las leguas de terreno reconquistadas a la industria y de un extremo a otro de nuestras dilatadas fronteras puede verse en los semblantes de los vecinos el sentimiento de que participan" (1 de mayo de 1868, Cámara de Senadores).

5. El informe de Czetz fue analizado en profundidad por Olga Gamboni (1994) y Rinaldo Poggi (2000).

6. Memorias del Ministerio de Guerra, año 1870, p. 127. No fue igual la opinión que, dos años después, expuso el comandante de la frontera norte, Arredondo, al ministro de guerra Gainza: "Un consejo amigo, no haga caso de planos ni de datos de Mariscales. Examinado ayer varios mapas me he convencido de la inexactitud de ellos. Czets coloca el "Chahilehu" en el Rio Colorado cuando es el Rio Salado y como esta he notado muchísimas faltas. (Arredondo a Gainza, Villa de Mercedes, 16 de enero de 1872. AGN, VII, Gainza, legajo 42.

7. En 1856 se había establecido en la Villa de la Concepción de Río Cuarto un colegio de Propaganda Fide, a cargo de misioneros franciscanos que perduró hasta 1906. La instalación del Colegio respondía a los reclamos de vecinos que en 1853 habían elevado el pedido al Gobernador. La Legislatura Provincial aprobó el pedido y se autorizo el envío de doce franciscanos para iniciar el colegio en Río Cuarto, la fundación se concreto a los dos años y los vecinos tuvieron un rol decisivo en su creación -ya que fueron ellos "los que concretan la ayuda que necesitan los frailes para contar con un solar propio para levantar el convento, organizar la escuela y dedicarse a su misión entre los indios". Mediante una suscripción de 4.550 pesos fuertes o bolivianos compraron una casa para su funcionamiento y ni el gobierno provincial ni el nacional parecen haber aportado ayuda económica alguna (Farías 2001).

8. La transcripción del tratado puede consultarse en Levaggi 2000:399-404.

9. AGN, VII, Gainza, legajo 36.

10. Recordemos que la guerra del Paraguay recién había concluido y el retorno de los efectivos se realizaba lentamente.

11. Cámara de Senadores, sesión del 28 de junio de 1870.

12. Cámara de Senadores, sesión del 28 de junio de 1870.

13. Efectivamente, desde el año 1866 el presupuesto nacional contemplaba dentro del rubro "Gasto de indios" el pago de sueldos a piquetes de lanceros indígenas, las raciones a los grupos con los que se tenía tratados y una suma destinada a "relaciones pacíficas"; dentro de los caciques que se incorporaban al racionamiento figuraban Mariano Rosas y Baigorrita (Ratto 2008).

14. AGN, VII, Gainza, legajo 36.

15. Cuatro años después de su desplazamiento, el cacique Manuel Baigorria se empeñaba con el padre Donati para que le entregara a Mansilla una carta que le había escrito pidiendo que le haga "el fabor de mandarsela adonde este". Baigorria a Donati, Poitague, 23 mayo de 1874 (en Tamaginini 1994: 22).

16. Arredondo a Gainza, 11 julio 1870, AGN, VII, Gainza, legajo 37.

17. Sobre estos episodios consultar los trabajos de Rojas Lagarde 1984 y 1995.

18. En las listas de racionamiento figuraban, entre otros, Catriel, Cachul, Millacurá, Coliqueo y Raninqueo en sus asentamientos fronterizos y Calfucurá, Mariano Rosas y Baigorrita en el territorio indígena (Ratto 2008).

19. Salinas Grandes, 6 noviembre 1870. Ambas cartas en AGN, VII, Gainza, legajo 40.

20. Ricardo López Jordán fue un caudillo federal entrerriano que protagonizó tres levantamientos armados contra el gobierno nacional, los dos primeros ocurrieron durante el gobierno de Sarmiento y el último fue bajo la presidencia de Avellaneda, en 1876.

21. AGN, VII, Gainza, legajo 36.

22. Abril de 1870, AGN, VII, Gainza, legajo 36.

23. Abril de 1870, AGN, VII, Gainza, legajo 36.

24. Antonino Baigorria era el comandante de la frontera sur de Córdoba que había reemplazado a Mansilla.

25. Sarmiento a Gainza, s/f. AGN, VII, Gainza, legajo 40, destacado en el original en cursiva.

26. Sarmiento a Gainza, SH, AGN, VII, Gainza, legajo 40.

27. Patagones, 14 febrero 1871. AGN, VII, Gainza, legajo 39.

28. El episodio conocido como la batalla en la Laguna de Burgos y que enfrentó al cacique principal Cipriano Catriel con otros jefes que no aceptaron subordinarse a su mando ha sido analizada por varios autores, para una síntesis sobre las distintas interpretaciones ver de Jong 2011.

29. Pillahuinco, 19 julio 1871. AGN, VII, Gainza, legajo 40.

30. Arredondo a Gainza, Villa María 21 abril 1871. AGN, VII, Gainza, legajo 39.

31. Villa Mercedes 6 junio 1871, AGN, VII, Gainza, legajo 40.

32. Gainza a Arredondo, 5 diciembre 1871, AGN, VII, Gainza, legajo 39.

33. Ignacio Rivas compartía la mirada de Gainza sobre las "injustas" críticas de que eran objeto. En la carta fechada en noviembre de 1871 expresaba al ministro que "Yo veo con pesar [...] y con indignación algunas veces que muchos desocupados, sin duda, se entretienen en rebuscar datos y hasta en inventarlos cuando no los encuentran con el solo y señalado objeto de desacreditar la administración, calumniando a los servidores que tiene en estas fronteras. Unas veces hacen un boulevard de la Pampa, otras unos ángeles de los contingentes que vienen y todos unos tiranos de los Gefes de las fronteras que parece que vivieran y prosperaran con el sacrificio de esas simuladas víctimas que son las que sacrifican al Erario y entorpecen el mejor servicio y orden posibles establecidos. (Gainza a Rivas, 21 septiembre 1871 AGN, VII, Gainza, legajo 39, el resaltado es nuestro).

34. Rivas a Gainza, 21 de septiembre de 1871, AGN, VII, Gainza, legajo 40.

35. Gainza a Rivas, 29 septiembre 1871. AGN, VII, Gainza, legajo 39.

36. 10 octubre 1871, AGN, VII, Gainza, legajo 41.

37. 29 noviembre 1871, AGN, VII, Gainza legajo 41.

38. Gainza a Rivas, Buenos Aires, 10 de diciembre de 1871. AGN, VII, Gainza, legajo 41.

39. Roca a Gainza, 3 de febrero y 12 abril de 1872. AGN, VII, Gainza, legajo 41.

40. Villa Mercedes 21 mayo 1872. AGN, VII, Gainza, legajo 42.

41. Villa Mercedes 21 mayo 1872. AGN, VII, Gainza, legajo 42.

42. AGN, VII, Gainza, legajo 42.

43. Gainza a Arredondo, Buenos Aires, 5 diciembre 1871. AGN, VII, Gainza, legajo 41.

44. Arredondo a Gainza, Río Cuarto, 17 de agosto de 1872. AGN, VII, Gainza, legajo 43.

45. Gainza a Arredondo, 15 octubre 1872. AGN, VII, Gainza, legajo 42.

46. No existe acuerdo entre los historiadores sobre el resultado de dicha batalla, para algunos significó el fin del poderío de Calfucurá debido a que las fuerzas nacionales lograron recuperar gran cantidad de ganado arreado por los indios; para otros, el cacique demostró su capacidad de convocatoria en esta campaña y las exigencias posteriores al enfrentamiento no permiten constatar un declive en su relación con el gobierno.

47. Gainza a Arredondo. AGN, VII, Gainza, legajo 42.

48. Sarmiento a Gainza, julio de 1872. AGN, VII Gainza, legajo 42.

49. Calfucurá a Gainza (en Pavez Ojeda 2008: 505-507 y 508-510).

50. Gainza a Arredondo, 19 agosto 1872. AGN, VII Gainza, legajo 42.

51. Gainza a Arredondo, 2 septiembre 1872. AGN, VII Gainza, legajo 42.

52. Esta resistencia a incrementar los gastos para la negociación pacífica se mantuvo en el tiempo. A modo de ejemplo, en la discusión del presupuesto para 1872, el diputado Civit proponía concretamente anular la partida presupuestaria destinada a raciones considerando que proveer a los indígenas de yerba, aguardiente y tabaco por valor de 200.000 pesos fuertes no hacía sino aumentar su haraganería, en vez de "civilizarlos", y preguntaba al Ministro de Guerra que había asistido a la sesión cuál era su opinión sobre el tema. Para Gainza la anulación de la partida implicaba directamente un rompimiento con las tribus del río Negro, Norte y Sur, con quienes había tratados de amistad. La partida se mantuvo pero nunca se logró aumentarla (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1872).

53. Calfucurá a Gainza, 22 de julio de 1872. AGN, VII, Gainza, legajo 42.

54. Mariano Rosas a Marcos Donati, 26 marzo 1872 (en Tamagnini 1994: 52).

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Fecha de recepción: 30 de noviembre de 2010.
Fecha de aceptación: 20 de mayo de 2011.

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