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Memoria americana

On-line version ISSN 1851-3751

Mem. am.  no.20-1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires July 2012

 

COMENTARIOS

Reflexiones sueltas respecto al escrito: ¿Etnohistoria, Antropología Histórica o simplemente Historia? de Ana María Lorandi

 

Cristóbal Aljovín de Losada *

* Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. E-mail: caljovin@gmail.com

 

Mis reflexiones sobre el escrito de Ana María Lorandi no serán sistemáticas ni abarcarán el conjunto de los temas tratados. Serán, sobre todo, acotaciones relacionadas a mi propia experiencia como historiador del periodo republicano temprano e interesado en la cultura política y, de igual manera, algunas curiosidades personales algo ajenas a mi trabajo como historiador del período mencionado.

El texto de Lorandi expone un conjunto de lecturas cuyas posiciones teóricas y metodológicas apuestan por una convergencia entre la historia y la antropología. La propuesta presentada es parte de una tendencia de la historiografía crítica, en la mayoría de los casos, del marxismo duro de la post segunda guerra mundial, y que se ha ido desarrollando en la mayoría de los casos desde fines de la década de 1970. En mucho, la propuesta de Lorandi forma parte del mainstream del quehacer de un grupo importante de historiadores. Los autores citados en el texto de Lorandi apuestan, de un modo u otro, por la importancia de estudios de la cultura. No es una apuesta contra corriente; es, más bien, parte -como lo he dicho- del mundo académico de hoy en día.

De modo claro, la Dra. Lorandi cree, como muchos de nosotros, que la cultura es fundamental para comprender una sociedad. Es a través de ella que comprendemos "la realidad" y "actuamos". Para referirme a los temas de mi interés, la cultura política nos explica nociones de justicia, autoridad y poder, entre otras variables. En cambio, hay otros temas políticos que la cultura política no ayudaría dilucidar. Para explicar las causas de la primera o segunda guerra mundial se requiere de otro tipo de análisis, también la derrota de Napoleón en Waterloo se explica a través de otras variables. En pocas palabras, una aproximación cultural es útil dependiendo del tema de investigación. No creo en el imperialismo cultural ni en el economicista; es decir que no todo lo explica la cultura ni la economía.

Cultura Política

El profesor Keith Baker (1990) tiene una definición de cultura política en la introducción de su libro Inventing the French Revolution sumamente interesante y constantemente citada que vale la pena citarla en extenso:

[Este enfoque] ve la política como algo referido a la formulación de demandas; como la actividad a través de la cual las personas y grupos de cualquier sociedad expresan, negocian, implementan e imponen demandas rivales [...]. Ella comprende la definición de las posiciones relativas de los sujetos desde las cuales personas y grupos pueden (o tal vez no) legítimamente formular demandas el uno al otro, y por lo tanto de la identidad y las fronteras de la comunidad a la que pertenecen. Constituye también los significados de los términos en los cuales se enmarcan estas demandas, la naturaleza de los contextos a los cuales se refieren, y la autoridad de los principios según los cuales se las hace obligatorios. Ella da forma a las constituciones y poderes de las agencias y procedimientos a través de los cuales se resuelven las controversias... De este modo, la autoridad política es, desde esta perspectiva, esencialmente una cuestión de autoridad lingüística (Baker 1990: 4-5)

En la definición de Baker se enfatiza cómo a través de la cultura política, comprendemos el mundo y actuamos enfatizando acciones de conflicto. Sin embargo, desde los estudios andinos, hay otros peligros en cómo definir cultura. De allí que el que escribe y Nils Jacobsen (2007), en el libro Cultura política en los Andes (1750-1950), definimos cultura política del siguiente modo:

La cultura política asume que la cultura da un significado a las acciones humanas. La comprendemos como un conjunto maleable de símbolos, valores y normas que constituyen el significado que une a las personas con las comunidades sociales, étnicas, religiosas, políticas y regionales (Jacobsen y Aljovín de Losada 2007: 13).

Al definir como "un conjunto maleable de símbolos, valores" se trata de huir de definiciones esencialistas de algún grupo humano.

El esencialismo es uno de los mayores problemas de los estudios de la cultura. Entre los indigenistas peruanos, hay varios ejemplos de una comprensión de la cultura "indígena" esencialista. Un ejemplo de ello es Luis E. Valcárcel. Entre su obra podemos citar su famoso libro Tempestad en los Andes, publicado en el año de 1927. De modo bastante naive, visto de nuestros días, Valcárcel proponía una cultura andina homogénea, sin mayores transformaciones. Es por ello que la definición de cultura como algo maleable y ligero -no pesado- resulta fundamental. Hay que dejar de imaginar las culturas en términos de pureza cultural. En caso contrario, los cambios y los intercambios son difíciles de explicar. De ese modo comprendemos -una de las inquietudes del trabajo de Lorandi- la relación entre lo local y lo global.

Los medios de comunicación tienden a encasillar a grupos humanos en términos esencialistas y con categorías tajantes. En el Perú, la polémica que se generó en torno a la cultura aimara a partir del linchamiento del alcalde y de un regidor por una turba de unas 10.000 personas de la ciudad de Ilave, Puno, en el año 2004 es sumamente interesante. Los actos de violencia duraron varias horas, y los medios de comunicación alertaban al "país" de lo que ocurría; mientras el ministro del interior, Fernando Rospigliosi, no sabía cómo reaccionar. Temía que un enfrentamiento con la turba aumentara la violencia con la posibilidad de que ocurrieran varias muertes. El debate en torno a los linchamientos fue áspero en los medios de comunicación, concentrados sobre todo en la capital de Perú, Lima. Para muchos, la explicación de los hechos reside en la cultura aimara, una cultura violenta por esencia. Para otros, la falta de Estado explicaba los actos. Me interesa resaltar la primera explicación -la violencia de la cultura aimara- y cómo los medios y muchos de nosotros caemos con facilidad en la trampa de los esencialismos y dejamos de lado otro tipo de explicaciones.

François Guerra y François FureT

Mis trabajos y los de otros muchos han sido influenciados por los trabajos de François Guerra. Entre su obra, destaca: Modernidad e independencias: ensayos sobre las revoluciones hispánicas publicado en 1992, allí resalta temas como la sociabilidad, el imaginario político, los debates constitucionales y los cambios revolucionarios. El trabajo de Guerra estuvo relacionado con los estudios sobre la revolución francesa liderados por François Furet, cuyo referente es Pensar la revolución publicado en francés en 1978. Dichos trabajos, con otros, transformaron los estudios políticos. No fue una total reinvención; más bien inclinaron la balanza hacia una forma de pensar la historia política más compleja y en dialogo con otras disciplinas. El libro clásico de Marc Bloch, Los Reyes Taumaturgos de 1924, es un excelente ejemplo de una historia política con una fuerte reflexión cultural. El mismo Bloch hace referencia constante a trabajos de antropología para dilucidar el don de la curación de los reyes franceses e ingleses.

Regresando a Furet, este refuerza no sólo el diálogo con las otras ciencias sociales -la sociología y la antropología-; sino también con la filosofía política. Como decía Furet, no estudió filosofía porque le parecía muy "heavy" y la historia política como la hacían sus contemporáneos era muy "light". Por ello combinó la historia con la filosofía y escribió una suerte de historia política filosófica en aras de comprender el mundo democrático. Este último término comprendido a la manera de Alexis Tocqueville en su libro clásico Democracia en América ([1853-1840] 2000). En mucho, la historia política decimonónica tiene grandes deudas con la filosofía política.

No se puede comprender los estudios de cultura política, o los de historia política en general, sin reconocer la deuda relativa al debate con la historiografía marxista. Dicho debate enriqueció la forma de estudiar la política. A partir del debate con el marxismo, se plantearon una serie de temas desde otros ángulos. Dejando de lado el espinoso tema de la cultura en el marxismo, veamos tan solo dos: el estado y la narrativa histórica. En torno al Estado; por ejemplo, se debatió la autonomía de este frente a los grupos de poder o, para ponerlo en vocabulario marxista, si el Estado expresaba tan solo a la clase dominante. El regreso al estudio del Estado implicó una cierta autonomía de éste frente a los diferentes grupos de poder.

El segundo ejemplo: la narrativa histórica. La historia se comprende narrando el proceso. Un grupo de intelectuales liberales, y de otras tendencias no-marxistas, fueron duros críticos de una comprensión teleológica de la historia. Parece un tema sencillo en la actualidad. Sin embargo, en el quehacer del historiador, desde otro ángulo que el marxista, cuesta mucho comprender que lo que sucedió en el pasado no necesariamente debió ocurrir. El historiador lee el pasado desde el presente, y se olvida que cada momento de la historia es un presente con un grupo limitado de alternativas.

¿Cómo comprender la revolución francesa? Para Furet y sus seguidores, la cuestión de la Revolución es el cambio de la cultura política. Explicar las transformaciones es uno de los grandes problemas del estudio de las culturas políticas. Tengo la impresión de que muchos de los trabajos más que explicar los cambios, dan constancia de que han ocurrido dichos cambios. Cambios, mutaciones, transformaciones -como se prefiera la definición- siempre ocurren. Hay momentos de cambios sutiles y, en pocos momentos, los hay de modo abrupto, acelerado. A éstos últimos muchos historiadores los llaman momentos revolucionarios. Desde una perspectiva de cultura política, el orden de las cosas no solo cambia sino también -y creo que es lo esencial en los estudios de la cultura política- la percepción del orden de las cosas cambia; es decir que la autoridad, la justicia, la sociedad -entre otros- son comprendidas de otro modo.

Lo cultural y lo no cultural

Un aspecto poco tratado en el trabajo de Lorandi es la relación entre cultura y cómo los aspectos no culturales influyen en ella. Aquí me quiero referir a tres investigadores: John Murra, Robert Fogel y Reinhart Koselleck.

En Formaciones económicas y políticas del mundo andino del año 1975, John Murra, uno de los fundadores de la etnohistoria, plantea la compleja relación entre historia y geografía. El espacio andino compuesto de diversos pisos ecológicos, de algún modo, influyó en la cultura de los andinos. La población andina debió responder a la geografía. Su respuesta fue a través del control de diversos pisos ecológicos de cada grupo étnico. De este modo, controlaban una variedad de productos y se protegían de las heladas. El territorio de los grupos étnicos andinos fue una suerte de archipiélago que contenía diversos pisos ecológicos; es decir, los grupos étnicos no controlaron un territorito continuo; más bien ejercieron su dominio sobre un territorio discontinuo cuya meta era asegurar una gran variedad de productos.

El libro de Robert Fogel, The Escape from Hunger and premature death, 1700-2100: Europe, America and the Third World, publicado en 2004 nos advierte cómo la salud de las personas ha cambiado durante el siglo XX. Antes de 1900, la población era muy enfermiza, con enfermedades crónicas desde una edad más temprana y con una estatura promedio menor que la actual. Las medidas de salubridad, la alimentación y la medicina han transformado radicalmente la vida humana. La perspectiva de vida ha aumentado. De igual modo, Fogel menciona que las desigualdades de salud entre ricos y pobres se han reducido: las diferencias de altura y de perspectiva de vida entre ambos grupos han disminuido notablemente.

Me pregunto cómo es la relación entre salud y cultura. Una buena salud o una mala salud afectan la psicología humana, y es conocido que ciertas carencias afectan nuestra percepción de las cosas: aumentan nuestra violencia, o generan alucinaciones, etc. Aunque es un tema poco explorado por nosotros, la salud y la cultura se entrelazan. Una sensibilidad religiosa como la descrita en el libro clásico de Norman Cohn, En Pos del Milenio. Revolucionarios, milenaristas y anarquistas místicos de la edad media (1972), publicado en inglés en 1961, es más propensa en sociedades cuya población carece de una buena alimentación y hábitos de higiene. Esto facilita que las personas tengan alucinaciones. Durante el siglo XX, las condiciones físicas del ser humano han mejorado y, de seguro, el funcionamiento de la mente humana ha debido cambiar.

En la Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana, Koselleck se pregunta por la relación entre lo lingüístico y lo extralingüístico. Es uno de los grandes temas de la historia conceptual, y uno de los menos trabajados. Dicha pregunta entre lo lingüístico y extralingüístico toma un fuerte cariz, en especial en momentos de aceleración de las mutaciones semánticas del lenguaje político. La pregunta se centra entre la cosa y la no existencia de un referente lingüístico claro. Koselleck considera dos métodos de estudio: el semasiológico, el más común, estudia todos los significados de un término relacionados a las estructuras políticas y sociales y sus modificaciones; mientras el método onomasiológico:

considera todas las designaciones referidas a un estado de cosas determinado, sólo se tendrá en cuenta en la medida en que designaciones relacionadas y sinónimos proporcionen indicios de la multiplicidad histórica, o en la medida en que como designaciones nuevas que se imponen los proporcionen acerca de cambios sociales y políticos. Aun cuando el estudio semasiológico tiene una primacía de carácter técnico, debido a que se llega a los conceptos desde las palabras que los contienen, el estudio onomasiológico pasa a veces a primer plano porque se busca la transformación de estructuras históricas, es decir, de contenidos extralingüísticos, en el medio lingüístico (Koselleck Ms. Traducción del alemán de Luis Fernández Torres).

La relación entre lo lingüístico y extralingüístico propuesta por Koselleck es muy atractiva, mencionada oralmente con pasión en seminarios; pero poco explorada en los estudios conceptuales, basados mayoritariamente en la confección de diccionarios, al estilo de los proyecto de Iber conceptos, dirigido por Javier Fernández Sebastián(1). Un trabajo onomasiológico demanda estudios muy difíciles por sus exigencias teóricas, metodológicas y de fuentes. Hay que tener un gran dominio del contexto, valga la redundancia de lo lingüístico y lo extralingüístico, y la transformación de ambos. Uno de los grandes problemas de los estudios de la cultura son las mutaciones. Al final, es uno de los temas espinosos del libro de Marshall Sahlins (1987), Islands of history, muy citado por Lorandi.

Para terminar, los últimos párrafos expresan la necesidad de una mejor comprensión de factores no culturales en relación con la cultura. Obviamente, no postulo una relación al estilo marxista de dependencia aunque tampoco la cultura es un ente con vida propia. Sin embargo, y estoy convencido de ello, es a través de la cultura que comprendemos y actuamos en el mundo. Es parte fundamental de la condición humana.

Notas

1. Cfr. Fernández Sebastián, J. (dir), C. Aljovín de Losada, J. Feres Júnior et al. (2009).

Referencias bibliográficas

1. Aljovín de Losada, Cristóbal y Nils Jacobsen (eds.) 2007. Cultura política en los Andes (1750-1950). Lima, Fondo Editorial Universidad Mayor de San Marcos/ Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos/ Instituto Francés de Estudios Andinos.         [ Links ]

2. Baker, Keith 1990. Inventing the French Revolution. Cambrdige, Cambridge University Press.         [ Links ]

3. Bloch, Marc2006. Los Reyes Taumaturgos. México, Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

4. Cohn, Norman [1961] 1972. En pos del milenio. Revolucionarios, milenaristas y anarquistas místicos de la edad media. Madrid, Barral Editores. (Primera edición en inglés).         [ Links ]

5. Fernández Sebastián, Javier (dir.), C. Aljovín de Losada, J. Feres Jr, et al.2009. Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850. Madrid, Fundación Carolina/ Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales/ Centro de Estudios Políticos Constitucionales.         [ Links ]

5. Fogel, Robert 2004. The Escape from Hunger and premature death, 1700-2100. Europe, America and the Third World. Cambridge, Cambridge University Press.         [ Links ]

6. Furet, François 1978. Penser la Révolution Françoise, Paris, Editions Gallimard.         [ Links ]

7. Guerra, François 1992. Modernidad e independencias: ensayos sobre las revoluciones hispánicas. Madrid, Mapfre.         [ Links ]

8. Jacobsen, Nils 2007. En pocas y en muchas palabras: una perspectiva pragmática de las culturas políticas, en especial para la historia moderna de los Andes. En Aljovín de Losada, C. y N. Jacobsen (eds.); Cultura política en los Andes (1750-1950): 13-40. Lima, Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos/ Cooperación Regional Francesa para los Países Andinos/ Instituto Francés de Estudios Andinos.         [ Links ]

9. Koselleck, Reinhart Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana, seguida del prólogo al séptimo volumen de dicha obra (Traducción y notas de Luis Fernández Torres). Ms.         [ Links ]

10. Murra, John1975. Formaciones económicas y políticas del mundo andino. Lima, Instituto de Estudios Peruanos.         [ Links ]

11. Sahlins, Marshall 1987. Islands of history. Chicago, The Chicago University Press.         [ Links ]

12. Tocqueville, Alexis [1853-1840] 2000. La Democracia en América. Ciencia Política. Madrid, Alianza Editorial. (Dos tomos, primera edición en francés).         [ Links ]

13. Valcárcel, Luis E.1927. Tempestad de los Andes. Lima, Ed. Minerva.         [ Links ]

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