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Memoria americana

versão On-line ISSN 1851-3751

Mem. am.  no.20-2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dez. 2012

 

Arqueología y etnohistoria: la construcción de un problema de investigación (Abaucán, Tinogasta, Catamarca)

 

Norma Ratto* y Roxana Boixadós**

* Museo Etnográfico, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. E-mail: norma_ratto@yahoo.com.ar
** Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Universidad Nacional de Quilmes. Universidad de Buenos Aires. E-mail: roxboixados@gmail.com

Archaeology & ethnohistory: constructing a research problema (Abaucán, Tinogasta, Catamarca)

 


Resumen

Se trata de un trabajo interdisciplinario que articula información, interrogantes y resultados de la arqueología y la etnohistoria acerca de los pueblos nativos del sector norte de la cuenca del Abaucán en el oeste tinogasteño (Catamarca). La re-lectura de la información existente de ambos campos disciplinarios fue integrada con nuevas evidencias que consisten en: una fuente documental inédita de los comienzos del siglo XVII y nuevos contextos arqueológicos y ecológicos que dan cuenta de procesos de inestabilidad ambiental de alcance regional. Nuestro objetivo general es problematizar sobre la conformación del espacio social, tanto en momentos de la conquista incaica como española, como así también discutir el impacto que tuvieron una y otra sobre las poblaciones locales del oeste tinogasteño. Asimismo, discutimos la localización geográfica de los principales asentamientos prehispánicos que tuvieron continuidad histórica hasta el período colonial.

Palabras clave: Articulación arqueología y etnohistoria; Siglos XV al XVIII; Cuenca del Abaucán; Tinogasta; Catamarca

Abstract

This interdisciplinay paper combines archaeological and ethnohistorical information with questions and results about the native people located in the north sector of the Abaucan basin, west of Tinogasta area -Catamarca province. The information provided by both disciplines was reread and new evidence, consisting of an unpublished documentary source of early seventeenth century and new archaeological and ecological contexts reflecting processes of regional environmental instability, was integrated. Problematizing the construction of social space during the Inca and Spanish conquests is our general objective; we also discuss about the impact of both conquering events upon the population located west of Tinogasta. Additionally we argue about the geographical location of the main prehispanic settlements with continuity in colonial times

Key words: Articulation between archaeology and ethnohistory; Fifteenth to eighteenth centuries; Abaucan basin; Tinogasta, Catamarca


 

Introducción

En el oeste de la provincia de Catamarca, jurisdicción de la actual Municipalidad de Fiambalá (departamento Tinogasta), se localiza el sector norte de la extensa cuenca del Abaucán que llamamos región de Fiambalá. Su relevancia en la conformación de la arqueología argentina del Noroeste Argentino (NOA) fue menor si la comparamos con otros valles orientales catamarqueños, por ejemplo los valles de Belén y Yocavil-Santa María (Fernández 1979-1980, FADA 1998, Nastri 2010). Estas tierras no registraron las prolongadas y numerosas expediciones arqueológicas realizadas por los primeros pioneros formadores de nuestra disciplina a fines del siglo XIX las que, independientemente de sus métodos y técnicas, generaron una base empírica tanto de sitios documentados como de colecciones de materiales depositados hoy día en distintos museos del país y del extranjero. Tampoco contó con proyectos de investigación de larga data, en buena medida debido a su interrupción por los avatares políticos cívicos-militares de nuestra historia reciente1. Este perfil presentado a grandes rasgos nos permite postular la representación de "espacio vacío" que se materializa en los mapas de sitios arqueológicos expuestos en museos y/o en publicaciones referentes a la historia de la arqueología. En estas es llamativa la ausencia de referencias al desarrollo cultural prehispánico del sector norte de la cuenca del Abaucán que conforma la región homónima o de Fiambalá. Sin embargo, lo señalado no significa ausencia total de información sobre la ocupación de estas tierras por las poblaciones del pasado prehispánico sino que esta fue puntual, acotada espacialmente y sin la retroalimentación que en gran parte otorga la continuidad de las acciones en el tiempo.

Este panorama escueto, y en apariencia poco relevante de las sociedades prehispánicas que habitaron la región, en parte se condice con la escasez de fuentes históricas del siglo XVI y comienzos del XVII que nos podrían brindar la visión mediatizada de estos espacios a través de la óptica del español. En efecto, la ubicación relativamente marginal de la zona en estudio respecto de los principales centros de colonización española explican, en primera instancia, las pocas referencias documentales sobre sus pueblos nativos. Las fundaciones españolas situadas en el oeste catamarqueño tuvieron efímera existencia, tanto por los traslados característicos de las primeras etapas de la colonización como por el accionar de los nativos durante las rebeliones -procesos que afectaron la continuidad de la producción de fuentes escritas. La historiografía colonial analizó los fragmentarios datos disponibles generando estudios en los que nuevamente la región de Abaucán, o Fiambalá, tienen escaso protagonismo.

Por lo expuesto, en este trabajo procederemos a realizar una relectura de la información existente para ambos campos disciplinarios -fuentes, datos arqueológicos y bibliografía- e integrarla a nuevas evidencias que provienen tanto de una fuente documental inédita del comienzo del siglo XVII como de contextos arqueológicos y ecológicos datados, dando estos últimos cuenta de procesos de inestabilidad ambiental y de discontinuidad ocupacional. Nuestro objetivo general consiste en problematizar la conformación del espacio social tanto en momentos de la conquista incaica como de la española, como así también discutir el impacto que tuvieron una y otra sobre las poblaciones locales. Para ello nos proponemos:

a) Discutir la localización de los principales asentamientos prehispánicos emplazados en el sector norte de la cuenca del Abaucán -valle de Abaucán o de Fiambalá- que tuvieron continuidad histórica hasta el período colonial.

b) Discutir las implicaciones de la presencia incaica y española en la región, específicamente con referencia a la ocupación estratégica del espacio, los traslados de población, y los cambios en las sociedades locales, vinculando el proceso con los condicionamientos impuestos por los períodos de inestabilidad ambiental en la región.

c) Reconsiderar las razones por las cuales el sector norte de la cuenca del Abaucán se representa en la imagen de "espacio vacío", tanto en la producción de conocimiento de la disciplina arqueológica como etnohistórica como así también sus implicaciones para el trabajo interdisciplinario. Cabe destacar que actualmente la región en estudio pertenece al Municipio de Fiambalá con sede en la cabecera homónima y con delegaciones municipales en los pueblos de Saujil, Medanito, Tatón, Antinaco, Palo Blanco, Punta del Agua y Las Papas. Una de sus características es el emplazamiento de estos poblados en zonas de oasis en sectores del fondo del bolsón de Fiambalá o en las quebradas de la Cordillera de San Buenaventura. Los distintos pueblos están rodeados de amplias zonas desérticas, emplazándose a considerable distancias unos de otros (Figura 1). Actualmente ninguna localidad recibe el nombre de Abaucán, quedando este vocablo restringido para designar al río principal que atraviesa la región en dirección norte-sudeste.


Figura 1. Localización de ciudades, pueblos o parajes actuales de la región de Fiambalá (departamento Tinogasta, Catamarca)

Arqueología de la región de fiambalá en el sector norte de la cuenca del abaucán

Una historia de discontinuidades temporales

Puede afirmarse que el papel de esta región tuvo una historia de tímidos acercamientos y largos silencios en el desarrollo cultural del NOA prehispánico, situación que se revierte recién a mediados de la década del 2000. A saber:

a) A diferencia de los valles orientales, esta región no contó con las largas expediciones de los pioneros de los siglos XIX y comienzos del XX; conociéndose sólo cortas excursiones de Lafone Quevedo (1892), Lange (1892) y Weisser (1921-1926). Los trabajos se circunscribieron principalmente al sector meridional donde se emplaza el sitio Batungasta, con evidencias de ocupación inca e hispano-indígena. Luego de décadas de silencio Dreidemie (1950, 1952) genera notas periodísticas de sus intervenciones asistemáticas en cementerios del área de Medanito, emplazada 22 km al nor-nordeste de Fiambalá; de igual forma Gómez (1953) reporta en un diario de Córdoba sus excavaciones en el área de Guanchin. La devastación de los contextos funerarios continuó en la década de 1960 a cargo del Pbro. Arch, de la Parroquia de Fiambalá, quien realizó excavaciones en cementerios y sitios aledaños al río Colorado, en la zona del "camino al Tucumán" ubicada en el sector norte del valle, desconociéndose el destino de las piezas saqueadas. El común denominador de estos aportes es su restricción espacial a sectores del fondo del valle, dando como resultado la pérdida de contextos y/o la conformación de colecciones depositadas en museos extra-regionales sin asociación contextual.

b) Recién a mediados de la década de 1960 se realiza una prospección sistemática que abarca sectores del amplio valle (González y Sempé 1975), se intervienen sitios específicos (Sempé 1976, 1977 a y b, 1983, 1984) y se plantea la situación de las poblaciones locales al momento de contacto con el español (Sempé 1973). De estos trabajos surge que el bolsón de Fiambalá fue ocupado por grupos con diferentes organizaciones socioeconómicas y políticas abarcando desde sociedades agro-pastoriles (Formativo) hasta la estatal (Inca), restringiéndose las intervenciones principalmente al fondo de valle.

c) Luego de otro prolongado silencio, recién a mediados de la década de 2000 se retoman en forma ininterrumpida las investigaciones en la región de Fiambalá-Abaucán. Se desarrollan diferentes líneas de investigación con un fuerte énfasis interdisciplinario pues cubre aspectos sociales, económicos, políticos e ideacionales de las sociedades formativas, tardías e incaicas, como también los escenarios ambientales de desarrollo de sus prácticas (Ratto 2007, 2009). Los estudios se focalizaron en el fondo de valle, en la pre-cordillera occidental, conector natural hacia la puna transicional de Chaschuil, y recientemente en la Cordillera de San Buenaventura dando a conocer nuevas manifestaciones culturales de sociedades agro-pastoriles pre-estatales, como así también revalorizando la información existente (Ratto et al. 2002; Salminci 2005; Orgaz et al. 2007; Martino et al. 2006; Bonomo et al. 2010, entre otros).

Perfil arqueológico actual: lo conocido más lo nuevo

Tal como mencionamos en la introducción, el sector norte de la cuenca del Abaucán no ha tenido una fuerte presencia arqueológica a lo largo del desarrollo y cristalización de la arqueología del NOA, principalmente por no haber sido un espacio ocupado ininterrumpidamente a lo largo del tiempo debido a fuertes desequilibrios ambientales. Al respecto, los estudios paleoambientales aportaron valiosa información que permitió definir largos lapsos de inestabilidad ambiental producidos por episodios de origen volcánico y sísmico, cambios en la dinámica fluvial y acarreos de material pumíceo que imposibilitaron la ocupación continua del oeste tinogasteño a lo largo del Holoceno, afectando principalmente el fondo de valle debido a la acción sinérgica de distintos agentes (Valero Garcés y Ratto 2005; Ratto 2007; Montero et al. 2009, 2010; Ratto et al. 2011). Hoy día la región se caracteriza por presentar una alta tasa de sedimentación, que actualmente es de origen eólico, formando extensas dunas que previamente fueron afectadas por corrimientos o deslaves de barro o de materiales pumíceos. Significativamente, estos últimos materiales retransportados son producto de las erupciones volcánicas ocurridas en un tiempo posterior al 4300 años calAC (Montero et al. 2009, 2010). Estos eventos arrojaron y depositaron grandes cantidades de material piroclástico no consolidado sobre la corteza terrestre variando la topografía por la conformación de grandes masas sedimentarias que fueron modificadas por otros agentes que las erosionaron y/o retransportaron a lo largo del tiempo. Sinergia es el concepto que explica este proceso dinámico, ya que aunque el primer gran cambio topográfico fue producto del evento volcánico primario luego se produjeron otras modificaciones por la retroalimentación entre los sedimentos con los agentes formadores del paisaje físico. De esta manera, se produjeron nuevos cambios en la topografía de los fondos de valle y en la dinámica fluvial regional que impactaron en forma negativa sobre las historias regionales de las sociedades agro-pastoriles produciendo largos períodos de desocupación de las tierras, una baja densidad ocupacional y/o movimientos de gentes. Estos corrimientos o deslaves del tipo de flujo de material pumíceo tuvieron gran magnitud y extensión además de repetirse en el tiempo. Al respecto, la localidad arqueológica Formativa de Palo Blanco (ca 200-900 años de la era) presenta núcleos habitacionales colmatados por dos eventos de estas características mientras que otros presentan sólo uno. El primero registrado ocurrió en un tiempo posterior al año 500 de la era, mientras que el último se produjo en algún momento posterior al año 900 (Martino et al. 2006, Ratto 2007, Bonomo et al. 2010, Ratto y Basile 2010).

La piedra pómez tiene la particularidad de actuar como material cementante en contacto con el agua. Por lo tanto, si el material se deposita sobre tierras fértiles las convierte en infértiles hasta tanto no actúen otros agentes que erosionen los mantos depositados que, a su vez, son re-depositados en otros espacios dependiendo de los vientos predominantes. Estos procesos de erosión de los mantos que cubren las tierras fértiles pueden durar varias décadas o centurias dependiendo de las condiciones climáticas de cada ambiente en particular.

Como puede percibirse existe una sinergia entre diferentes agentes formadores del paisaje físico que, de una u otra manera, afectaron las tierras que ocuparon las poblaciones del pasado. Hoy en día las instalaciones arqueológicas están inmersas dentro de ambientes desérticos, inhóspitos por falta de agua, sin cobertura vegetal pero con evidencia de haber tenido bosques de algarrobo o chañares, y con alta tasa de sedimentación de distinto origen, revelando profundos cambios climáticos y/o modificaciones en la topografía en los últimos 1500 años aproximadamente. La región en retrospectiva presentó un ambiente físico inestable con períodos aptos para la instalación humana y otros no. En sí, la ocupación fue discontinua presentando lapsos de desocupación y/u ocupación restringida y focalizada en determinados espacios que se comportaron como eco-refugios (Nuñez et al.1999) o huaycos, lugares que reúnen las condiciones para la reproducción social (Quiroga 2010). Es llamativa la baja densidad de sitios que además son de tamaño discreto, habiendo sido emplazados en distintas eco-zonas (fondo de valle, pre-cordillera y cordillera) pero donde estos ambientes se caracterizan por no presentar una ocupación continua dentro del lapso entre los años 200 al 1500 de la era. Al respecto, entre los años 1000 al 1250 no hay registro de ocupación en los sectores bajos (1350-1550 msnm), medios (1550-1750 msnm) y altos (1750-1950 msnm) del bolsón de Fiambalá, registrándose para ese lapso ocupación en el área de las quebradas precordilleranas norte y occidental (Figuras 2 y 3).


Figura 2.Rango temporal de ocupación de las eco-zonas de la región de Fiambalá


Figura 3.Localización de sitios residenciales y funerarios con contextos Tardíos y Tardío-Inca de la región de Fiambalá

Sitios Inca-Contacto= 1: Ranchillos-1; 2: Mishma-7; 3: Batungasta
Sitios Tardíos= 4: Lomada de Ranchillo; 5: Quintar-1
Sitios funerarios Tardíos= 6: Lorohuasi; 7: Las Champas y Guanchincito; 8: Istataco (Dreidemié); 9: Finca Justo Pereyra; 10: Guanchín (Gómez); 11: Agua de la Cañada (Arch); 12: Bebé de La Troya, El Cauce y Los Olivares

Las particularidades de la región continúan a través del registro de sitios que presentan diseños arquitectónicos y conjuntos cerámicos propios de momentos Formativos, pero con fechados que exceden el rango de su desarrollo de acuerdo con la periodización cultural del NOA catamarqueño. Este es el caso de Casa del Medio (1170±59 años calAD), emplazado en la Cordillera de San Buenaventura, que presenta un trazado disperso tipo Tafí (sensu Raffino 1988). En cambio, otros también presentan arreglos arquitectónicos propios del Formativo pero con presencia de cerámica tanto Formativa como Tardía (Ojo del Agua, 1062 ± 56 años calAD). Finalmente, Tatón I presenta técnicas constructivas características de momentos Tardíos (Nastri 2001) como, por ejemplo, rocas de formas prismáticas de casi 1 m de altura que hacen a la vez de cimiento y primera hilera de las rocas del muro; sin embargo en esta instalación sólo se recuperaron fragmentos cerámicos de estilos propios del Formativo (Salminci 2005, Ratto et al. 2008).

Otra particularidad descollante es que a la fecha, y luego de intensas prospecciones, aún no se han registrado emplazamientos del Tardío (pre-inca) con los trazados arquitectónicos tipo conglomerado y altos factores de ocupación del suelo (FOS) como son sus características en los valles orientales (Belén y Yocavil-Santamaría). Además, tampoco se registraron espacios productivos aterrazados, desarrollándose una agricultura en canchones construidos a la vera de los ríos. Algunos sitios productivos presentan tumbas en cista en su interior que se las ubica alrededor del año 1300 de la era (Ratto et al. 2010a).

A la fecha el sitio residencial Quintar I (1239 ± 26 años calAD) es el único que para momentos Tardíos no registró material cerámico incaico en asociación. Su arquitectura da cuenta de dos conjuntos separados espacialmente, conformados cada uno por escasos recintos interconectados, relacionándose ambos con un área de canchones de cultivo (Quintar II) emplazada a 1,6 km al oeste en la margen derecha del río Colorado. En este sector del bolsón es donde se encuentra la huella llamada por los pobladores locales "camino al Tucumán" (Figura 3), habiéndose registrado concentraciones de materiales artefactuales y recintos aislados en las sierras y, particularmente, un sitio de extensión considerable (200 x 80 m) pero en muy mal estado de conservación debido a factores naturales y antrópicos. Sin embargo, y en contraposición, los contextos funerarios son numerosos sumándose a los intervenidos por Dreidemie, Gómez y Arch (ver más atrás) otros descubiertos en el marco de la reanudación de las investigaciones en la región (Ratto et al. 2007). Es interesante que algunos de los contextos funerarios provengan de áreas que se encuentran muy próximas a los lugares de emplazamiento de las localidades actuales (Palo Blanco, Medanito, Anillaco) (Figuras 3

Este panorama permite plantear, a modo de hipótesis, que entre los años 1000 al 1250 de la era algunas ecozonas no permitieron una ocupación humana continua y prolongada en el tiempo, particularmente el fondo del bolsón de Fiambalá. En este lapso nos encontramos con un espacio social donde distintos modos de vida son coetáneos espacial y temporalmente, caracterizados por instalaciones discretas, emplazadas en zonas altas y distanciadas unas de otras, lo que nos estaría hablando de una muy baja densidad poblacional, posiblemente relacionada con las condiciones de inestabilidad ambiental que provocaron el abandono del valle por largas décadas hasta su re-poblamiento en tiempos de la conquista incaica.

Los incas introdujeron nuevas prácticas y estrategias de dominación que dieron como consecuencia la primera desestructuración social a través del movimiento de pueblos que ejerció el estado con fines diversos -económicos, políticos, religiosos. La ausencia de registros abundantes y propios de momentos pre-incas hace pensar que la existencia de materiales cerámicos característicos del Tardío proviene de los pueblos movilizados por el estado inca en el marco de las diferentes estrategias implementadas en las regiones anexadas (D'Altroy et al. 1994, Ratto et al. 2004). Las instalaciones de la región que dan cuenta de este momento son Batungasta (Raffino et al. 1984; Sempé 1976, 1977c; Ratto et al. 2002, 2005; Salminci 2005; Orgaz et al. 2007), Mishma 7 (Sempé 1976, 1983; Orgaz et al. 2007) y Ranchillos 1 (Sempé 1976, Salminci 2005). Estas instalaciones pudieron estar relacionadas con la comunicación entre las tierras bajas y altas cordilleranas funcionando como lugares de apoyo y/o control (Ratto et al. 2002, 2010b, entre otros). A saber (Figuras 3):

a) Batungasta (1480 msnm) se emplaza en la margen derecha del río La Troya, afluente del Abaucán. Registra ocupación incaica, hispano-indígena y colonial de acuerdo con los fechados radiocarbónicos existentes (Ratto 2005), no descartándose una ocupación Tardía previa sobre la base de los fechados obtenidos de las estructuras de combustión -hornos- para la manufactura cerámica que se emplazan en los alrededores de la instalación (Caletti 2005, Feely et al. 2010, entre otros). El abanico aluvial del río La Troya es un sistema de depósitos complejos con numerosos pulsos de distinta naturaleza e intensidad (Valero-Garcés et al. 2011). Dos son los eventos mayores y ambos tuvieron características catastróficas; (i) el más antiguo remite a la formación del barreal sobre el que se asentó la instalación, mientras que (ii) el otro resultó en el arrastre por el agua de enormes bloques -diámetro máximo de 4 m- que aconteció luego de la construcción del sitio dado que se registraron grandes rocas depositadas por encima de los muros de la plaza incaica del sector este del sitio (Figura 4). Este flujo masivo de alta energía provocó alteraciones en la instalación, especialmente la destrucción de los pisos de ocupación de los conjuntos arquitectónicos. El conjunto cerámico posibilitó la reconstrucción parcial de un número mínimo de 75 piezas compuestas por aríbalos, aribaloides, plato pato, ollas pie de compotera, pucos, y vasijas de tamaños varios (Orgaz et al. 2007). Las piezas de filiación inca representan un 25% mientras que las Tardías alcanzan el 72%. El resto está conformado por dos piezas de estilo Diaguito-Chileno. El fechado radiocarbónico sobre gramínea utilizada en la manufactura de adobe, ubica temporalmente su construcción en 1484 ± 38 años calAD aunque también se cuenta con otros fechados que ubican al sitio en tiempo hispano-indígena (Ratto 2005).


Figura 4.Sector del sitio Batungasta emplazado en la margen derecha del río La Troya, 1500 msnm. Adscripción: Inca. (a) Excavación del Rec.1 (Cjto.1). Vista de relicto de muro de adobe y por debajo cimientos pétreos de muro doble. (b) Grandes rocas transportadas por flujo masivo de agua y rocas que fueron depositadas por encima del muro norte de la plaza incaica del sector este del sitio con respecto a la RN60

b) Por su parte, en los alrededores de Mishma 7 (1750 msnm) se documentó la existencia de tocones de algarrobo o chañar, lo que hace pensar en la existencia de bosques en sus inmediaciones. El sitio pertenece a la localidad homónima donde las tareas de relevamiento en sentido este-oeste y sur-norte que abarcaron 8 y 3 km, respectivamente, registraron gran cantidad de concentraciones de material superficial debido a erosión de las matrices sedimentarias que los contenían, predominando ampliamente el material cerámico Tardío. Particularmente, en Mishma 7 se determinó la presencia de un número mínimo de 35 piezas cerámicas, donde el material incaico representa el 14,3% y el de filiación Tardía el 85,7% (Orgaz et al. 2007). Los fechados radiocarbónicos existentes ubican el desarrollo de esta instalación en los años 1419 ± 26 de la era.

c) Sobre Ranchillos poco puede decirse que supere el campo de las hipótesis. El trazado arquitectónico da cuenta de una instalación de filiación incaica de grandes dimensiones (1945 m²) compuesta por un recinto de forma rectangular de mayor tamaño a cuyos laterales se ubican otros cinco de cada lado. En los relevamientos realizados se registraron: (i) evidencia de reclamación de muros; (ii) escasos y pequeños fragmentos cerámicos de filiación incaica (cuzqueño o imperial) y otros tardíos y (iii) ausencia de artefactos y ecofactos en los sondeos realizados que imposibilitó contextualizar temporalmente su construcción. Este panorama permitió plantear como hipótesis que la instalación da cuenta de un emprendimiento imperial cuya construcción no finalizó por circunstancias desconocidas, posiblemente relacionado con la irrupción de la conquista hispana, mientras que su reclamación en el tiempo está relacionada con su uso como corral en tiempos históricos2.

Sobre la base del panorama expuesto puede afirmarse que esta extensa región constituyó un espacio que antes de la conquista española estuvo caracterizado por la baja densidad de instalaciones donde distintos modos de vida fueron contemporáneos en sus tiempos y con períodos de inestabilidad ambiental, producida por flujos masivos de diferente origen que afectaron principalmente a las instalaciones asentadas en el fondo del valle. Es interesante, que estos episodios se siguen registrando en la actualidad con intensidades diferenciales, destacándose corrimientos o deslaves de flujo de barro con características catastróficas que ocurrieron el 29 y 30 de enero de 1884 dando como resultado el tapado de viviendas y plantaciones de Medanito, a raíz de lo cual el pueblo fue trasladado de las barrancas del río Abaucán hacia las lomadas del oeste (Taboada et al. 1992).

Etnohistoria de la región de Fiambalá en el sector norte de la Cuenca del Abucán3

Las menciones más tempranas en las fuentes coloniales acerca de los grupos nativos de la región de Abaucán se remontan a 1607, fecha de producción de la conocida "carta de Gaspar Doncel" dirigida al gobernador Alonso de Rivera. En ella Doncel da cuenta de la fundación de la ciudad de San Juan Bautista de la Rivera y de los pueblos que quedaron comprendidos en su jurisdicción. Esta carta, publicada por el P. Larrouy (1921) y analizada por Bazán (1967) constituye una primera referencia, a la que se suman las contribuciones de Montes (1959, 1961-64). Este autor recopiló y citó, aunque de manera fragmentada, documentos del Archivo Histórico de Córdoba que testimonian la cesión de encomiendas otorgadas en la región, como así también sobre el gran alzamiento diaguita en el que los pueblos nativos de nuestra zona tuvieron una importante participación. Autores como Olmos (1957) y Guzmán (1985) incorporaron y analizaron fuentes vinculadas al proceso de conquista y colonización española tomadas de obras clásicas -Lozano, Larrouy, Lafone Quevedo, entre otros- como asimismo de documentos recabados en el Archivo Histórico de Catamarca.

Desde la arqueología, los trabajos de Sempé (1977 b y c) incorporan información etnohistórica al análisis de los datos obtenidos a partir de sus excavaciones, tratándose de los primeros intentos sistemáticos de articular ambos tipos de registros para reconstruir la historia local en el largo plazo. La autora plantea interrogantes en relación a la presencia de mitimaes en la región impuestos por los incas y a los traslados de población debidos a la conquista española y a las rebeliones nativas, basándose sobre todo en las fuentes recopiladas por Aníbal Montes.

A partir de la década de 1980, la etnohistoria renueva la investigación sobre los procesos de resistencia y rebeliones nativas en donde los pueblos del oeste catamarqueño adquirieron protagonismo (Lorandi 1988 a, 2000). Entre ellos se destaca el análisis propuesto por Schaposchnik (1994) que aborda la dinámica de las alianzas políticas y de parentesco de varios grupos de la zona (en particular, malfines, abaucanes y andalgalas) para hacer frente a los españoles. Más recientemente, de la Orden de Peracca (2006) ha retomado el estudio de los pueblos de indios de la región de Pomán en los siglos XVI y XVII, reconstruyendo la historia colonial de esa región. Por otro lado, Williams y Schaposchnick (1999) elaboraron un trabajo interdisciplinario combinando información arqueológica con fuentes escritas para iluminar el problema de la estructuración étnica de las poblaciones nativas del oeste catamarqueño.

En base a estos antecedentes podemos plantearnos una revisión y relectura de la documentación disponible, tanto édita como inédita, a sabiendas de las limitaciones que las mismas presentan y que otros autores ya señalaron. En conjunto, las fuentes son escasas, discontinuas y fragmentarias, y se encuentran dispersas en distintos repositorios o editadas como parte de obras mayores. Los contextos de producción son muy variables -existen cartas, informaciones de méritos y servicios, cédulas de encomienda, padrones y visitas, entre otros- y de calidad dispar. La lectura y revisión crítica de estas fuentes propone analizar y comprender de qué manera los españoles fueron reconociendo la zona y a sus pobladores, cómo impusieron formas de nominación al paisaje y a los grupos locales y qué se puede atisbar a través de su análisis acerca de los procesos de cambio que la situación de conquista comenzaba a generar. Respetar el orden cronológico de la producción de las fuentes resulta fundamental para comprender el proceso de construcción y fijación de los nombres, tanto de la toponimia como de los gentilicios que se fueron aplicando a los pueblos nativos, el cual de por sí no es lineal sino que presenta una serie de dificultades que comentaremos en este trabajo.

Comenzamos por la relectura de la citada carta de Gaspar Doncel producida después de la fundación de la ciudad de San Juan Bautista de la Rivera -también conocida como Londres II-, a orillas del río Famayfil en 16074. Esta carta fija la información que los españoles tomaron de los nativos a partir de los reconocimientos realizados de los grupos contenidos en la nueva jurisdicción. Después del encabezado correspondiente de la carta, lo que sigue es un listado por zonas o áreas en cuyo interior se registraron los "pueblos que estaban de paz" y los que se mantenían en cautelosa espera. Los pueblos están ordenados según un criterio que aún no es claro, informándose en qué encomienda están contenidos y quién es su titular. Además, Doncel consignó -de manera variable en función del grado de conocimiento o contacto con los nativos- el número de tributarios en cada pueblo y los nombres de ciertos caciques. Antes de la enumeración que figura en la carta, Doncel se refirió a los nativos que habían venido a ofrecerle la paz a la ciudad, hecho que ocurrió unos veinte días después de haber efectuado la fundación de la ciudad. Y comenzó por nombrar a

Tucumanahao y Fiambalá pueblos de don Francisco Maldonado tiene indios de visita ciento ochenta.
Abaucan, y Singol y Aguaucan pueblos de Hernando de Arisa tiene cincuenta indios de visita.
Sungingasta pueblo vaco, que pido a vuestra señoría, tiene veinte indios (Larrouy y Soria 1921:47).

Doncel no precisó la localización geográfica de estos "pueblos" y no los incluyó, como a otros, en una zona o valle determinado -por ejemplo, "Capayanes", "Yocaviles", "valle de Londres". Sin embargo, consignó el avenimiento al orden colonial representado a través del acto de "dar la paz", lo que implicaba la aceptación de su integración en el régimen de encomiendas. Además de los nombrados, otros como Andalgala, Biligasta, Guacache y Guzán estaban en la misma condición.

De este modo, son dos las encomiendas que Doncel registró en su carta y sobre ellas organizaremos nuestro análisis. Por un lado, la que contenía los "pueblos" de "Tucumanahao y Fiambalá", a los que se le agregarán posteriormente los "pueblos" de Batungasta y Antapa, no mencionados en la carta de 1607 probablemente porque aún no habían sido reconocidos. Por otro lado, la encomienda integrada por los "pueblos" de "Abaucan y Singol y Aguaucan"; este último parece una deformación de Abaucan y no vuelve a figurar en ninguna otra fuente posterior. Por su parte, Sunguingasta, "pueblo" vacante en 1607, fue incorporado a la encomienda de Abaucan y Singol conformando una unidad que quedó en manos de Arisa, en fecha y circunstancias desconocidas. Según las estimaciones de Doncel, los pueblos de Tucumanahao y Fiambalá contaban con 180 tributarios mientras que Abaucan, Singol, Aguaucan y Sunguingasta sumaban 70, sin que conozcamos el total aproximado de la población.

Para ordenar la exposición, procederemos a analizar la información considerando a las encomiendas como unidades.

Encomienda que incluye a Abaucan

La fuente de 1607 asigna el término Abaucan a dos entidades: un grupo o "pueblo" nativo, sin localización precisa -como ya vimos-, y a una sierra. Relata Doncel casi al final de su carta: "Una legua el río arriba entra otro en este de la ciudad con muy linda agua tan buena como la de Londres que abaja de la sierra de Abaucan" (Larrouy y Soria, 1921:48). Es posible que Doncel se refiriera al río Agua Clara, que no nace en la serranía de Abaucán sino en el Cordón de Los Colorados que conforma al occidente el actual valle de Las Lajas, separado del valle de Abaucán por la Sierra de Fiambalá o Abaucán. Si Doncel no había reconocido el actual valle de Las Lajas, al menos sabía que desde la ciudad hacia el oeste se encontraba una sierra nombrada "de Abaucan". Esta mención constituye un jalón importante en el proceso de asociación de los nombres de los grupos nativos con topónimos, en este caso una serranía y por extensión, quizá, al valle y río que lo recorre, tal como se lo conoce hoy día.

La carta de Gaspar Doncel registra por primera vez a Abaucan como un grupo o "pueblo" nativo, que debió ser poco populoso. Una cédula de encomienda posterior, de 1627, nos ofrece información significativa y precisa acerca de dicho pueblo5. Se trata de un padrón ordenado por don Gregorio de Luna y Cárdenas -teniente de gobernador de la ciudad de San Juan Bautista de la Rivera- y realizado por Juan Martínez Carrillo -alcalde de la Santa Hermandad- con la intermediación de los intérpretes nombrados de oficio. Todos ellos se trasladaron a los asentamientos para registrar el mencionado padrón6. Tampoco esta fuente nos brinda una ubicación precisa de estos poblados; sin embargo consta allí que el primer empadronamiento se realizó el 25 de mayo de 1627 en el "pueblo de Cabuil" (o Çabuil); mientras que el segundo se llevó a cabo en el "pueblo de Abaucan" el 12 de junio del mismo año. Estos datos nos permiten inferir que el "pueblo de Cabuil" se encontraba más cerca de la ciudad de San Juan Bautista de la Rivera que el "pueblo de Abaucan" debido a que fue empadronado en primer lugar. Ambos "pueblos" pertenecían a una misma encomienda que estaba en manos de doña Isabel de Palomares, viuda de Arisa en 1627. Este empadronamiento es un testimonio valioso ya que siguiendo el protocolo de la época el alcalde de la Santa Hermandad debía situarse en el asentamiento principal -"pueblo" en el sentido de ubicación espacial- para convocar a los caciques a prestar declaración a través de los intérpretes, sin que sepamos en qué idioma se expresaron. Los caciques declararon acerca de los tributarios que componían sus grupos o "pueblos" -sus "sujetos"- a quienes se inscribió en el padrón a continuación de ellos, consignándolos por sus nombres cristianos seguidos de los propios de origen nativo además de los referidos a sus familias -esposa e hijos.

En el "pueblo de Cabuil" empadronaron al cacique -don Alonso Xulipca, de 60 años-, 23 tributarios -dos de ellos ausentes- y 11 reservados. Dos de éstos habían sido designados para ocupar los cargos de alcalde y fiscal cumpliendo funciones de justicia y doctrina, respectivamente. Estos datos, sumados al hecho que toda la gente había sido bautizada, permite configurar la constitución de un "pueblo de indios" al estilo colonial y siguiendo la normativa dictada por las ordenanzas de Alfaro (1612). Su ubicación podría coincidir con el actual Saujil, situado a 15 km al norte de la actual ciudad de Fiambalá7.

El padrón levantado en 1627 en el "pueblo de Abaucan" presenta datos importantes. Por un lado, refiere la existencia de un "pueblo" -asentamiento o aldea- que los españoles nominaron con este término aunque sin precisar su localización geográfica; este Abaucan ha desaparecido en la toponimia actual de la región. También con esta misma denominación designaron a una "parcialidad", un segmento -en términos de los españoles- que se integraba con otro conformando una unidad. Así, la "parcialidad" de abaucan figura en la fuente presidida por un cacique, don Lorenzo Sanacha, más 25 tributarios y 5 reservados. La otra "parcialidad" registrada en el pueblo o asentamiento de Abaucan es la de Singuin, cuyos caciques eran don Gaspar Inquisina, viudo y viejo y su hijo don Miguel Lacaja, quien ejercía de manera efectiva el cacicazgo. En la "parcialidad" de singuin se empadronaron 34 indios de tasa y seis (6) reservados. El "pueblo" en su conjunto aparece gobernado por estos dos últimos caciques ya que el padrón consigna que la "parcialidad de abaucan", "está sujeta al cacique don Gaspar Inquisina".

A primera vista, podríamos pensar que estamos ante un tipo de estructuración política muy similar a la de los pueblos de indios del sur andino: una unidad compuesta por dos mitades -en este caso parcialidades-, cada una con su cacique siendo una de ellas, la de mayor jerarquía, la que gobierna la totalidad del grupo. Esta modalidad de estructuración puede ser la local tradicional o bien estar relacionada con los cambios introducidos a partir de la presencia incaica en la región. Sin embargo, llama la atención que los españoles hayan elegido nominar a este pueblo con el nombre de Abaucan, dado que según sus propios testimonios era la parcialidad menos numerosa y además sujeta políticamente a la de Singuin.

Una segunda interpretación se orienta hacia la intervención colonial, la que en veinte años podría haber aportado cambios significativos. Recordemos que Sunguingasta había sido consignado por Gaspar Doncel como un "pueblo" no integrado en la encomienda de Abaucan. En esa misma carta Doncel consignaba que:

Sunguingasta pueblo vaco, que pido a vuestra Señoría, tiene veinte indios lo cual suplico a vuestra Señoría se me encomienden por yanaconas que tengo aquí un cacique llamado Yquisiena y el que está en el pueblo que es el otro cacique se llama Tinocpaymana.

Este cacique Yquisiena, que estaba en la ciudad de San Juan Bautista de la Rivera en 1607 para ofrecer la paz y servidumbre a Gaspar Doncel, bien podría ser el cacique don Gaspar Inquisina que veinte años después figura en el padrón como cacique "viudo y viejo", reservado del ejercicio efectivo del cargo pero cacique de todo el pueblo de Abaucan con sus dos parcialidades.

Si esto es así, el Sunguingasta de 1607 podría ser la parcialidad nombrada como singuin en 1627 ¿Es posible que habiendo dado la paz este grupo haya sido reducido en el "pueblo de Abaucan", para colaborar en el proceso de hispanización de los abaucanes? Recordemos que hacia 1607 apenas habían sido reconocidos -la nominación parece imprecisa, "abaucan, y singol y aguaucan"-, no mencionándose a los caciques en esa oportunidad.

Por lo que se advierte en el padrón de 1627, el "pueblo de Abaucan" tenía una clara configuración colonial no solo porque todos sus miembros fueron registrados con sus nombres españoles antepuestos a los propios nativos sino por la presencia de alcaldes y fiscales que representaban oficios de importancia, ejercidos por los mismos nativos, en la república de indios. En la parcialidad de abaucan uno de los reservados ejercía como fiscal y en la de singuin otro ocupaba el cargo de alcalde. Este oficio de gobierno nuevamente destaca la jerarquía de singuin sobre la de abaucan, al menos en función de los nuevos parámetros coloniales.

Este padrón levantado en 1627 se encuentra inserto en una cédula de encomienda otorgada a favor del capitán Juan Gregorio Bazán de Pedraza en 1629, después de la muerte de Isabel de Palomares -sucesora de su esposo, el primer encomendero. No conocemos el título de la encomienda original pero el de Bazán de Pedraza, otorgado por el gobernador Albornoz comprende a "todos los indios de los pueblos y repartimientos de Abaucan con su parcialidad de sunguingasta y el pueblo de Cabuil que caen el distrito de la ciudad"8. En este caso Abaucan adquiere precedencia frente a Sunguingasta, a la que se menciona como "parcialidad" de aquélla invirtiendo el orden que el padrón de 1627 nos había presentado ¿A qué se debe este cambio? Es posible que tenga relación con la tendencia de los españoles a conservar y fijar los nombres de los pueblos nativos asociados al espacio físico habitado.

El nombre Abaucan también pudo haber perdurado debido al protagonismo que tuvo este grupo durante el gran alzamiento diaguita. A veces aliados de los malfines, los abaucanes opusieron una fuerte resistencia en este período (Schaposchnik 1994). Derrotados tras las campañas realizadas contra los malfines después de la muerte de Chalemín (1637) fueron desnaturalizados. La mayor parte de ellos, junto al resto de los grupos que componían la encomienda, fueron trasladados al valle de Famatina, jurisdicción de La Rioja, y asitiados en proximidades del pueblo de Anguinán, prácticamente despoblado.

Encomienda que incluye Tucumanahao y Fiambalá, luego a Batungasta y Antapas

La encomienda de "Tucumanahao y Fiambalá" registrada en la carta de Doncel de 1607 reunía a estos dos pueblos sin que la fuente provea información respecto de sus localizaciones. La localidad actual de Fiambalá nos orienta acerca de la ubicación del antiguo "pueblo" de indios, sin que implique necesariamente que se trata de la misma localización -ver más adelante. Más dudas se plantean en relación a Tucumanahao dado que se registra otro "pueblo" con este nombre en el actual departamento de Pomán que no figura en la carta de 1607 (de la Orden de Peracca 2006). Es posible que la encomienda comprendiera, como sabemos de otros casos, dos pueblos situados en diferentes y distantes zonas, o bien que Tucumanahao estuviera localizada próxima al "pueblo de Fiambalá" aunque no se haya conservado el topónimo en la región actual. Sin embargo, recordemos que Doncel registró las encomiendas siguiendo un criterio regional y que mencionó a Tucumanahao en relación con Fiambalá. Como este criterio es el que Doncel aplicó a la enumeración de todos los pueblos nativos, podemos pensar que el encomendero pudo haber trasladado a los Tucumanahao a Pomán en fechas posteriores a 1607.

Pero la cuestión adquiere mayor complejidad si recordamos que Tucumanahao -y Tucumangasta- son topónimos que aparecen en diferentes zonas, incluyendo el valle Calchaquí. Hace años Ana María Lorandi propuso que esta denominación correspondía a grupos de mitimaes trasladados de la región del Tucumán por orden de los incas y ubicados en diferentes sitios (Lorandi 1988b). Esto apoya la idea de que la región bajo estudio recibió población foránea en tiempos de los incas, más aún teniendo en cuenta la existencia del pueblo de Batungasta situado en las proximidades de Fiambalá, pueblo con importante evidencia arqueológica de presencia incaica. Si efectivamente los tucumanahaos que registró Doncel en 1607 en nuestra región fueron mitimaes traídos desde el lejano Tucumán cabe preguntarse qué pueblo o pueblos ocupaban.

No sabemos cuándo el "pueblo" de Batungasta fue incorporado a la encomienda de Tucumanhao y Fiambalá puesto que Doncel no los registra en su carta de 1607. Quizá para entonces los españoles aún no habían efectuado su reconocimiento y tampoco los caciques del pueblo habían "bajado" a entrevistarse con ellos. Lo cierto es que Batungasta encabeza la nómina de "pueblos" incluidos en la encomienda a partir de 1635, a la que se le sumó la parcialidad de antapas, posiblemente anexada después de la pacificación. Esta información aparece cuando Gregorio de Luna y Cárdenas asumió como encomendero pues en su título consta la merced de "Batungasta, Fiambalá, Tucumanahao y Antapa". Es interesante notar que para la toma de posesión efectuada en el valle Calchaquí -en el fuerte donde se encontraba el gobernador Albornoz-, Luna y Cárdenas presentó dos indios: don "Luis Gualimay cacique principal del pueblo de Batungasta" y Diego, "indio de Fiambalá", que ya era ladino en lengua castellana. El texto es claro al afirmar que la posesión se hizo "en la lengua general del Perú, que entienden y hablan los dichos indios". Este dato es importante ya que confirmaría el contacto de estos pueblos con la dominación incaica; "entendían y hablaban" el quechua pero no era ésta su lengua originaria9.

Los nativos de la encomienda de Batungasta, al igual que los de Abaucan, participaron activamente en el gran alzamiento diaguita y sabemos que su encomendero, Luna y Cárdenas, cumplió un rol importante en las campañas que aseguraron su pacificación. También ellos fueron desnaturalizados de sus tierras y trasladados a la jurisdicción de La Rioja. Según se informa en la visita de 1667, entre 1635 y 1648 batungastas, fiambalás, antapas y tucumanahaos estuvieron establecidos en el antiguo "pueblo" nativo de Nonogasta donde los jesuitas tenían una estancia. Sin embargo, los religiosos se negaron a ceder tierras de su estancia a los indios para fundar un pueblo de reducción, tal como disponían las ordenanzas. De esta manera, el encomendero Luna y Cárdenas compró tierras y agua en el deshabitado "pueblo" nativo de Vichigasta, en el paraje llamado San Buenaventura, donde ubicó a sus encomendados creando así la reducción San Buenaventura de Vichigasta.

Por una fuente muy posterior sabemos que el "pueblo de Fiambalá" había sido dividido en -al menos- dos partes, probablemente en tiempos del gran alzamiento. La encomienda en cuestión era de "Fiambalá, Sabuil y anexos" y pertenecía, por lo menos hacia 1635, a Catalina de Lara vecina de San Juan Bautista de la Rivera de Pomán. En 1681 el nuevo encomendero -Diego Gómez de Tula- reclamaba indios que vivían en Vichigasta como parte de su encomienda. Si bien el pleito no tuvo resolución queda constancia de que el reclamo fue sobre muy pocos tributarios, como también podría explicar la existencia del actual Saujil en el departamento de Pomán. Otro dato que aporta esta fuente es que según los testimonios e informes, levantados sobre la etapa anterior a la desnaturalización, el "pueblo" original de Fiambalá se encontraba emplazado a una legua del de Batungasta10. De ser cierta esta estimación tardía pone en duda que el "pueblo de indios de Fiambalá" coincidiera con la ubicación actual de la ciudad homónima.

Hasta el momento, hemos analizado los datos que aportan los títulos de encomienda, los padrones y otras fuentes vinculadas a las mismas. Las informaciones de méritos y servicios de los soldados y capitanes que se desempeñaron durante el gran alzamiento diaguita aportan también información significativa acerca de las conductas políticas que asumieron los grupos rebeldes, y ofrecen detalles importantes sobre cómo se ordenaron y se llevaron a cabo las campañas de pacificación. Dado que el análisis de este tipo de fuentes -por su complejidad y extensión- excede los límites de este trabajo procederemos a sintetizar algunos aspectos que agregan material adicional para la discusión de nuestro problema.

En primer lugar durante las rebeliones que sacudieron, en particular, las jurisdicciones del sur de la gobernación -La Rioja y San Juan Bautista de la Rivera-, las regiones del valle de Andalgalá y Tinogasta fueron escenario de importantes batallas entre nativos y españoles -acompañados éstos por indios amigos. La información de méritos de Pedro Nicolás de Brizuela narra las expediciones de los españoles tras los pasos de capayanes y guandacoles, nativos del oeste riojano que se habían retirado hacia el norte y "estaban metidos en el valle de Guatungasta". Otros testimonios dan cuenta de que tanto este valle como el de Abaucán constituyeron espacios de refugio para los rebeldes confederados, especialmente malfines, andalgalás y abaucanes que mantuvieron su resistencia hasta 1646. Unos años antes, el cacique Chalemín de los malfines había atacado el valle de Famatina y los españoles salieron a perseguirlos "[...] ochenta leguas al norte hasta llegar al pie del cerro Encantado de Abaucan", donde se produjo un importante enfrentamiento. Hasta el momento no hemos encontrado en las fuentes otras referencias sobre este "cerro Encantado" que nos permitan localizarlo. Montes (1959) ubica este lugar en las proximidades de Batungasta mientras que Bazán (1979:117) lo sitúa en el actual San José, sin que aporten datos que apoyen sus respectivas interpretaciones.

En segundo lugar, la información de méritos y servicios de Brizuela permite conocer detalles acerca de cómo los abaucanes fueron obligados a rendirse y las vicisitudes que acarreó su deportación. En 1643 Brizuela recibió la orden de lograr que los abaucanes, que aún resistían en su pueblo, "bajasen" a dar la paz.

Se le ordenó la conclusión de la guerra en haber enviado a llamar por medios convenientes al resto de indios abaucanes que estaban retirados en sus tierras sin querer dar la obediencia, propúsoseles que sino la daban iría con número de soldados e indios amigos para mas darles terror fue dos veces al sitio de Pituil metido la tierra adentro treinta leguas con guarnición de gente españoles y amigos con que visto las prevenciones que en su daño se hacía vinieron en dos veces 260 piezas de paz y las llevó y redujo en el valle de Famatina en el sitio de Anguinán (Archivo Histórico de Córdoba, escribanía 2, legajo 9 (II), expediente 21. 1707).

Pero este relato se confunde con una descripción más minuciosa, contenida en la misma fuente que afirma que unos años después -en 1646- Brizuela fue el encargado de trasladar desde el fuerte del Pantano a "400 piezas de las naciones de malfin y abaucan", las que fueron llevadas primero a La Rioja, donde estuvieron tres meses, y de allí a Córdoba, donde fueron instalados en el pueblo de La Toma. Las cifras que aporta esta fuente parecen demasiado elevadas para el pueblo de abaucan, teniendo en cuenta el escaso número de tributarios que registra el padrón de 1629, al que hay que sumarle las bajas producidas por su activa participación en la rebelión. Sobre estas citas, que merecen un análisis más detenido y su contrastación con otras fuentes, podemos hacer dos comentarios. Con respecto a la primera, es posible que cuando se alude a los "abaucanes" se esté haciendo referencia a los miembros de varios grupos, los que componían la misma encomienda y quizá otros, como los tinogastas o los capayanes y guandacoles refugiados años antes en sus proximidades. Las nominaciones étnicas aparecen de manera sintetizada por el afán español de identificar y connotar a los principales grupos rebeldes, dejando de lado a los grupos menores. Con respecto a la segunda cita, podemos pensar que en el relato se confunde a los abaucanes con los andalgalás, grupo aliado y pariente de los malfines, con quienes conformaban una sola encomienda y compartieron los mismos destinos de deportación y desarraigo -ya estudiados por otros autores (Lorandi y Sosa Miatello 1991).

Diálogo interdisciplinario: construcción de preguntas e hipótesis

La información arqueológica y etnohistórica fue comparada, contrastada y discutida a lo largo de las diferentes etapas de este trabajo. Como síntesis queremos destacar los temas sobre los cuales el análisis resultó coincidente y los aspectos problemáticos que aún requieren mayor profundización y/o búsqueda de información. Sobre los primeros hemos construido una hipótesis que esperamos poner a prueba en las siguientes etapas de la investigación. A saber:

a) La arqueología presenta un panorama de las sociedades nativas prehispánicas del sector norte de la cuenca del Abaucán que se caracteriza por la dispersión de los asentamientos, la baja densidad demográfica, el poblamiento y despoblamiento de las ecozonas -quizás al compás de las situaciones de inestabilidad ambiental imperantes en esta región por eventos de características catastróficas. El análisis de la documentación histórica permite confirmar que, en efecto, al momento de la llegada de los españoles esta extensa región registraba un conjunto discreto de asentamientos, entre los que se destacaban Batungasta, Fiambalá, Çabuil y Abaucan, junto a otros de menor relevancia cuyas localizaciones son imprecisas (tucumanahao, sunguingasta/ sunguin). Las estimaciones aproximadas de tributarios realizadas en 1607 y los padrones posteriores de 1627, aunque parciales, son siempre menores a 100 por unidad/ pueblo. Estas cifras resultan compatibles con las relevadas para los pueblos nativos de la jurisdicción de La Rioja y posiblemente para los del valle de Catamarca. Es preciso avanzar en la comparación con otras unidades/ pueblo del oeste catamarqueño que se suponen numerosas como Malfín y Andalgalá.

b) Los estudios arqueológicos han revelado la existencia de al menos tres sitios en la región (Batungasta, Mishma 7, Ranchillos 1) donde el material cerámico de diferentes estilos del Tardío es predominante sobre el incaico. Consideramos que los grupos sociales locales interactuaron en un proceso dinámico con otras organizaciones socio-políticas que repoblaron la región en el marco de la estrategia de movimientos de gente implementada por el Inca. Esta conquista conllevó no sólo el ingreso de nuevas prácticas y estrategias de dominación sino también el ingreso de nuevas poblaciones a la región. Es en estos momentos donde se conforma un entramado caracterizado por la co-existencia de distintas representaciones sociales y se restringe la movilidad de los grupos cambiando la configuración de la red de interacción social a nivel regional y extra-regional. Por su parte, la etnohistoria también aporta información que de manera indirecta apoya esta interpretación. Por un lado, la posible existencia de mitimaes provenientes del Tucumán -los tucumanahaos- instalados en la región cuya localización por el momento no podemos precisar; por otro, las referencias al bilingüismo del cacique de Batungasta quien hablaba quechua. En otros casos se acreditó la necesidad de intérpretes sin que hasta ahora sepamos qué idioma traducían. El análisis de las fuentes también advierte acerca de la existencia de otros traslados de población -estudiados a partir del seguimiento de las nominaciones étnicas en distintos momentos y lugares, las duplicaciones de nombres o las semejanzas- las que podrían ser atribuidas a la intervención incaica -no hay indicios claros en las fuentes sobre este aspecto- y/o al proceso de conquista y colonización española sobre el que contamos con evidencias indirectas y contextuales.

c) Muchos de los nombres de los pueblos nativos que las fuentes históricas registraron no dejaron huella en la toponimia local. Esto se relaciona con los traslados de población, particularmente aquellos que tuvieron lugar durante el período temprano de la colonización española sobre los que se conservaron pocas evidencias de primera mano. Por su parte, la arqueología también re-nominó algunos de los asentamientos relacionándolos con los nombres dados por los pobladores criollos actuales. La diversidad nominativa de la toponimia y de los pueblos nativos del valle que aparecen en las fuentes obligó a discutir y comparar la información disponible con el fin de proponer posibles localizaciones de los emplazamientos nativos prehispánicos o coloniales tempranos que no hubieran sido sujetos de traslados. Algunos de ellos son (Figuras 1 y 3):

1. Abaucán: la ubicación de este asentamiento "desaparece" después de la desnaturalización de sus pobladores. Sin embargo, por las referencias aportadas por ambas disciplinas proponemos, de modo hipotético, que su localización corresponde al actual emplazamiento del pueblo Medanito en el sector medio del bolsón de Fiambalá. Es interesante que nuestro derrotero de investigación siguiera un camino diferente pero llegó a la misma conclusión propuesta por Adán Quiroga (1897). Es también interesante que habiéndose despoblado el asentamiento originario fuera repoblado a fines del siglo XIX y su nombre actual (Medanito) puede deberse a las características ambientales del entorno de su emplazamiento rodeado de amplísimas dunas.

2. Sabuil: posiblemente estuviera emplazado en la actual Saujil del departamento de Tinogasta. De acuerdo con el padrón de 1627 los españoles llegaron desde San Juan Bautista de la Rivera a este asentamiento antes que al de Abaucan. Consideramos que la vía de ingreso a la región desde la ciudad española se realizó a través de la Cuesta de Zapata para luego remontar el valle hacia el norte. En este recorrido el primer encuentro fue el "pueblo de Sabuil" -actual Saujil- y de ahí siguieron hacia "el pueblo de Abaucan" emplazado hipotéticamente en la actual Medanito. Aún existe un antiguo camino de carreta que une ambas localidades cuya importancia deberá re-evaluarse a partir de estos resultados.

3. Fiambalá: consideramos que el emplazamiento de este asentamiento nativo no coincide con el actual de la ciudad homónima. Ya hicimos referencia a una fuente tardía que sitúa a este "pueblo" a una legua del de Batungasta, si a esto lo contextualizamos con las vías de ingreso al valle desde la ciudad de Londres, comentadas anteriormente, consideramos que el actual pueblo de Anillaco es el que reúne las condiciones para la localización en el pasado del "pueblo de indios de Fiambalá". Hoy día las ruinas de Batungasta se encuentran a 6 km de distancia del Anillaco catamarqueño actual. Esto amerita la realización de nuevas investigaciones que tengan en cuenta esta propuesta.

4. Tucumanahao: no existe en la región ningún pueblo o localidad que conserve su nombre. Dado que en la carta de Doncel de 1607 se registra a este grupo junto con Fiambalá, y si además asumimos que se trataban de mitimaes provenientes de la región del Tucumán, podemos sostener hipotéticamente que los tucumanahaos habitaban en Fiambalá -hoy Anillaco- y que prestaban servicio en el pueblo incaico de Batungasta. Es posible también que sus funciones se extendieran a otros sectores del amplio valle ya que la toponimia actual hace referencia al "camino al Tucumán" en el sector norte de la región.

En el planteo realizado sobre la localización de los antiguos pueblos nativos de la región adquiere especial prominencia el río La Troya, ya que este se convierte en el delimitador de espacios en los que se situaban los asentamientos originarios tanto al norte (Sabuil y Abaucán) como al sur (Batungasta y Fiambalá) del río. Si nuestra interpretación es correcta la asignación de encomiendas tempranas realizadas en 1607 habría respetado estas dos áreas conteniendo a los pueblos del norte en una encomienda y a los del sur en otra.

Por todo lo expuesto, la discusión a partir de la re-lectura de la bibliografía y de la información proveniente de ambas disciplinas nos permite formular una hipótesis de trabajo que re-significa viejos y nuevos interrogantes sobre las sociedades pre y poshispánicas del sector norte de la amplia cuenca del Abaucán. Así, retomando la representación de "espacio vacío" con la que iniciamos este trabajo, sostenemos que la región atravesó, en un lapso relativamente corto, por procesos dinámicos de despoblación y repoblación, vinculados básicamente a tres variables: (a) la inestabilidad ambiental (despoblamiento); (b) la intervención incaica (repoblamiento), y (c) la conquista y colonización española (traslados y nuevos despoblamiento). En este sentido, la principal consecuencia de la derrota sufrida por los nativos que participaron en el gran alzamiento diaguita fue la desnaturalización y su traslado a otras jurisdicciones. Este proceso sólo será revertido a partir del siglo XVIII.

Aclaramos que al referirnos a procesos de despoblamiento y su relación con la representación de la región como un "espacio vacío" no queremos implicar la inexistencia de gente en el valle, sino la ausencia de conglomerados, aldeas o pueblos cuyos habitantes mantuvieron relaciones sociales y con el entorno con sostenida continuidad en el tiempo. La región también puede ser pensada como una extensa área receptora de poblaciones en el marco de contextos dinámicos generados por los procesos de inestabilidad ambiental o de conflictividad política. De hecho, la concesión de buena parte del valle de Abaucán otorgada en merced en 1687 al maestre de Campo Juan Gregorio Bazán de Pedraza -encomendero en segunda vida de los pueblos de "Abaucan y anexos" localizados ya en La Rioja- habla a las claras de la inexistencia de "pueblos de indios" comprendidos en ella. La merced llamada de Anillaco y Guatungasta abarcaba prácticamente todo el valle e incluía las tierras de los antiguos pueblos de "Anillaco, Batungasta, Fiambalá, Abaucán, Singuil" (Guzmán 1985:80). Esta extensa propiedad fue dividida en dos grandes mayorazgos instituidos en el testamento de Bazán en 1717 (Brizuela del Moral 1990-1991).

En resumen, las condiciones de inestabilidad ambiental afectaron la vida cotidiana y productiva de la gente provocando desplazamientos de poblaciones y/o el despoblamiento y posterior re-poblamiento de la región cuando las condiciones ambientales se recompusieron. Esta dinámica probablemente registró contrastes y matices y sobre esta amalgama se conformó un nuevo espacio social donde algunos valores y prácticas pervivieron y otros se perdieron o se transformaron a partir de la intervención incaica en la región. La conquista española actuó sobre ella generando una nueva desestructuración social producto de la imposición del régimen de encomiendas y de los traslados de poblaciones nativas en la primera mitad del siglo XVII.

Finalmente, retomamos la representación de la región como "espacio vacío" para distinguir en ella los distintos niveles de análisis que hemos considerado a lo largo de este trabajo que atraviesa la construcción del saber arqueológico, la articulación interdisciplinaria y la historia colonial. En esta dirección destacamos: (a) el escaso protagonismo que tuvo el oeste tinogasteño en el proceso de construcción de conocimiento de la arqueología del noroeste argentino; (b) los procesos de inestabilidad ambiental que influyeron en la discontinuidad de la ocupación del espacio, en las dimensiones discretas y dispersas de los asentamientos e incluso en el abandono de extensos zonas del fondo de valle por varias centurias, y por último (c) el proceso colonial que intervino agrupando en encomiendas a la escasa población nativa y posteriormente trasladándola a otras regiones una vez finalizado el proceso de rebelión.

Como corolario de este extenso proceso destacamos la inexistencia de pueblos de indios jurídicamente reconocidos en la región, habilitando de esta manera la concesión de este extenso territorio "vaco y realengo" en una merced que luego se convertirá en propiedades amayorazgadas a principios del siglo XVIII.

En este primer avance de investigación podemos afirmar que estos resultados redefinen la visión general de la dinámica cultural del valle para la etapa prehispánica y colonial temprana, constituyéndose en un disparador de nuevas preguntas y estrategias de indagación arqueológica y etnohistórica.

Agradecimientos

A Mara Basile por la confección de los mapas contenidos en el manuscrito. Una primera versión de este trabajos fue presentado en las XIII Jornadas Interescuelas Departamentos de Historia realizadas en San Fernando del Valle de Catamarca, en agosto de 2011. Agradecemos los comentarios críticos recibidos en esa oportunidad, especialmente de la Dra. Ana M. Lorandi y la Dra. Laura Quiroga, a los que se sumaron las valiosas sugerencias de dos evaluadores/as anónimos/as. Las investigaciones se enmarcaron en el PICT-2007-01539 y UBACYT-F139.

Notas

1. Cabe aclarar que la interrupción y/o discontinuidad por dichas razones también afectó a otros proyectos de investigación vinculados con el Noroeste Argentino.

2. Sempé (1976) reporta por primera vez el sitio otorgándole las funciones hipotéticas de área agrícola, corrales o ceremonial. No registró material cerámico en superficie.

3. Para distinguir el término moderno geográfico del uso antiguo -citas de fuentes o referencias a localizaciones poco precisas- se ha utilizado en el primer caso la forma acentuada Abaucán.

4. La primera fundación española en la región fue efectuada en 1558 por Juan Pérez de Zurita, por orden del gobernador de Chile y recibió el nombre de Londres de la Nueva Inglaterra. Su emplazamiento se ubicó a orillas del río Quinmivil, muy cerca de la actual localidad de Londres de Belén (Larrouy 1921, Guzmán 1985, de la Orden de Peracca 2006). En 1561 este asentamiento fue trasladado al valle de Conando, Andalgalá, por Gregorio de Castañeda, por orden de Francisco de Villagra (gobernador de Chile). Existen muy pocas referencias documentales sobre esta etapa, por lo que no sabemos qué grado de reconocimiento y contacto tuvieron los españoles con los pueblos nativos.

5. Archivo General de Indias, Charcas 101, nº 45.

6. Lamentablemente, por tratarse de un traslado en el padrón no se identifica a quienes se desempeñaron como intérpretes ni el idioma que tradujeron para confeccionar el padrón.

7. Otra localización de Saujil persistió como pueblo de indios en el antiguo curato de Londres, actual departamento de Pomán, por lo menos hasta finales del siglo XVII (Anello 2002; de la Orden de Peracca 2006).

8. La toma de posesión se efectuó en Santiago del Estero en noviembre de ese año, "por interpretación del dicho Francisco Narváez de San Martín", en la persona de Miguel de Aymacha "natural de pueblo de Cabuil"; esta fuente tampoco aclara en qué idioma tradujo el intérprete.

9. Archivo Histórico de Córdoba, escribanía 2, legajo 4, expediente 24. También en Montes (1959).

10. Archivo del Instituto Americanista de Córdoba, documento 443, 1681.

Bibliografía citada

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Fecha de recepción: 22 de diciembre de 2011.
Fecha de aceptación: 4 de octubre de 2012.

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