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Memoria americana

versión On-line ISSN 1851-3751

Mem. am.  no.21-1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2013

 

ARTÍCULOS

Prácticas resistentes, elusión y reproducción social en un contexto histórico adverso.
Una mirada a los indígenas de córdoba (argentina) en tiempos coloniales tempranos

 

Sebastián Pastor* y Matías E. Medina**

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Área de Arqueología y Etnohistoria del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti. Córdoba, Argentina. E-mail: pastorvcp@yahoo.com.ar
** Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Área de Arqueología y Etnohistoria del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti. Córdoba, Argentina. E-mail: paleomedina@yahoo.com.ar

 


Resumen

La investigación se desarrolla en el marco de la arqueología histórica, concebida como el estudio del proceso de modernización que siguió a la expansión europea. Se analiza el caso de un sitio arqueológico, el Alero Tala Huasi, ocupado desde momentos previos a la conquista española hasta el Período Colonial Temprano -fines del siglo XVI y primera mitad del XVII. La persistencia de prácticas económicas, tecnológicas y rituales de raíces prehispánicas así como la incorporación selectiva de elementos foráneos, como el ganado euroasiático consumido en el lugar, son interpretadas en clave de resistencia y elusión de las relaciones de dominación impuestas, en un intento por mantener y reproducir la integración grupal. Se destaca la potencialidad de la arqueología histórica para indagar sobre procesos sociales al margen de los registros escritos, al entender aspectos de la vida cotidiana y de la agencia de colectivos invisibles en el discurso oficial de la sociedad colonial.

Palabras clave: Resistencia indígena; Contextos rituales; Robo de ganado

Abstract

The research is carried out within a historical-archaeological framework, conceived as the study of the worldwide modernization process after the European expansion. The archaeological site Alero Tala Huasi, occupied since pre-Hispanic times, is analyzed. The continuities and changes in its occupation during early colonial times -late 16th and early 17th centuries- are taken into account. The temporal persistence of certain economical, technological and ritual practices of pre-Hispanic roots and the selective incorporation of European elements, like the consumed livestock, are interpreted as a kind of resistance to colonial domination and an effort to maintain the social integration. The relevance of historical archaeology to study the social processes beyond the written sources is emphasized, since it leads to the understanding of daily life practices and the agency of collective groups not registered by Colonial society's official discourse.

Key words: Indigenous resistance; Ritual contexts; Livestock robbery


 

Introducción

La presente contribución analiza las estrategias de reproducción social de los grupos indígenas de Córdoba, región central de Argentina [Figura 1], durante la implantación del régimen colonial español a fines del siglo XVI y comienzos del XVII. Se presentan los resultados de las investigaciones arqueológicas en el sitio Alero Tala Huasi (valle de Punilla), con ocupaciones que se inician en los últimos siglos del período prehispánico y continúan en tiempos coloniales tempranos. La investigación se desenvuelve en el marco de la arqueología histórica, concebida como el estudio de los procesos ligados a la modernización, a través de la colonización europea y la posterior expansión del capitalismo en el resto del mundo (Hicks y Beaudry 2006, Johnson 1999, Zarankin y Salerno 2008). De este modo, se exploran diferentes efectos locales de un fenómeno de escala global, especialmente durante los siglos XVIII y XIX, comprendiendo la industrialización y proletarización en los países centrales así como la implantación colonial en las regiones periféricas. En tal sentido, se tienen en cuenta aspectos tales como la formación de los mercados laborales y de consumo junto a los diversos procesos de cambio social y cultural, analizando sus consecuencias en la vida cotidiana de innumerables comunidades.

 


Figura 1. Región de estudio en las Sierras Centrales de Argentina

 

En el caso de Iberoamérica la mayoría de las investigaciones se han orientado hacia un período algo anterior, el estudio de la conquista y colonización temprana en el siglo XVI y comienzos del XVII. Dicho proceso puede ser relacionado con la etapa inicial de la expansión global europea y el sometimiento de las sociedades locales, también puede considerarse un antecedente directo de la formación de los mercados intercontinentales y de la posterior industrialización. Las investigaciones desarrolladas en Uruguay (Curbelo 1999, Funari 1996), Brasil (Funari 1996, 1997) y Argentina (Bárcena 2004, Carrara 1997, Zarankin y Senatore 1996-1997) se enfocaron en esta colonización inicial atendiendo a tópicos como la fundación de ciudades y otros enclaves, como fortificaciones o misiones religiosas, con el acento puesto en el grupo conquistador. Secundariamente se ha considerado la integración y participación de colectivos sojuzgados, como indígenas y afro-americanos, en el nuevo entramado de relaciones coloniales (Zarankin y Salerno 2008).

El problema del presente estudio también gira en torno a estos procesos históricos pero el foco no está colocado en el desempeño de la élite conquistadora ni en los términos de integración de los grupos dominados. La perspectiva parte, en efecto, de estos últimos sectores -concretamente de los indígenas de la antigua jurisdicción de "Córdoba del Tucumán"- pero desde el punto de vista de sus estrategias o tácticas (De Certeau 1996) resistentes, elusivas de la dominación colonial, y orientadas hacia una reproducción social relativamente autónoma. Se intenta exponer así el potencial de la arqueología histórica para la construcción de conocimientos diferentes y aun opuestos a las narrativas de la historia basada en fuentes escritas producidas por el grupo conquistador; es decir, como un medio de acceso al pasado de estos "pueblos sin historia" (Wolf 1987) cuyas acciones y vida cotidiana permanecieron, en una sustancial medida, fuera del campo de lo escrito o de lo dicho.

Conquista y colonización de "Córdoba del Tucumán"

La implantación del régimen colonial en la jurisdicción de Córdoba -gobernación del Tucumán, virreinato del Perú- ocurrió a lo largo de sucesivas etapas entre los siglos XVI y XVII. La primera de estas etapas incluyó a las diferentes "entradas" de reconocimiento del territorio y sus habitantes. Sus respectivos capitanes o jefes de expedición fueron Francisco César (1528-1529), Diego de Rojas (1543-1546), Francisco de Villagra (1551) y Francisco de Aguirre (1566). Pocos meses antes de la fundación de Córdoba, el gobernador Jerónimo Luis de Cabrera envío una última misión de reconocimiento a cargo de Lorenzo Suárez de Figueroa, quien partió desde la cabecera de la gobernación -Santiago del Estero- con el propósito de precisar las distancias, los caminos, la disposición de los indígenas e incluso de iniciar su empadronamiento. De este modo, en el momento de la fundación de Córdoba, el 6 de julio de 1573, los españoles ya tenían un conocimiento bastante detallado del territorio, sus recursos y población. Tal información fue plasmada en la Relación Anónima, célebre carta dirigida al rey para justificar la iniciativa opuesta a las disposiciones del virrey Francisco de Toledo donde se resaltaba en forma idealizada las bondades de la tierra y el agua, el clima y la disposición de los indígenas para el trabajo (Berberián 1987).

La segunda etapa comprende los primeros años del asentamiento español, básicamente durante la década de 1570, incluyendo la fase propiamente militar de la conquista, cuando los españoles vivían en un fuerte y aún existían vastas extensiones de territorio sin explorar y, en los lugares más apartados, pueblos de indios sin someter. En estos años y en los siguientes se completaron las misiones de reconocimiento, como la de Hernán Mejía Mirabal por Traslasierra (1573-1574), la del gobernador Gonzalo de Abreu hasta el río Quinto (1579), o la de Gaspar de Medina a las Salinas Grandes (1587). Al mismo tiempo, los últimos grupos rebeldes fueron sometidos a través de sucesivas "malocas" y "guazabaras", esto es mediante la invasión de territorios indígenas con fines de saqueo y/o exterminio.

Concluida la conquista militar, las siguientes etapas implicaron la colonización efectiva del nuevo territorio, entre finales del siglo XVI y la primera mitad del XVII. Las encomiendas o repartimientos de indios aseguraron inicialmente el dominio sobre la población nativa, así como la explotación de su fuerza de trabajo. Como en otras jurisdicciones marginales del virreinato del Perú y del resto de Hispanoamérica, los beneficios asociados a esta merced real no se hicieron efectivos a través de una tributación fija -como prescribía la forma legal de la institución- sino por medio del servicio personal de tiempo completo (Bixio y González Navarro 2009, Montes 2008, Piana de Cuestas 1992). De este modo, los indígenas -o piezas de servicio- eran continuamente empleados por sus encomenderos -o vecinos feudatarios- en diversas tareas productivas.

Este proceso fue acompañado por el despojo de las tierras, puesto que la propiedad comunal de los pueblos de indios tampoco fue respetada. En ocasiones, las áreas más productivas fueron entregadas en merced a los conquistadores. Además, los titulares de las encomiendas reducían a la población dispersa en determinados sitios para obtener luego la propiedad sobre vastas extensiones declaradas vacías o "vacas". En otros casos, las tierras de labranza eran directamente usurpadas sin mayores preámbulos, o bien invadidas por el ganado (Bixio y González Navarro 2009, Montes 2008, Piana de Cuestas 1992).

Para la élite conquistadora la disposición de tierras y hombres constituyó el capital inicial de sus emprendimientos productivos y la posibilidad de insertarse en los mercados coloniales en formación. Los productos de las encomiendas y de las primeras estancias -alimentos, ganado en pie, bienes artesanales y diversos "frutos de la tierra"- permitían la participación en el comercio con Chile, el Río de la Plata, Paraguay, Alto Perú y el resto de la gobernación del Tucumán (Assadourian 1983, Piana de Cuestas 1992). En tal sentido, se ha destacado el "espíritu de empresa" de los primeros conquistadores y colonizadores quienes, una vez obtenidas las mercedes reales, tornaban inmediatamente de soldados/caballeros -con las disposiciones y formas culturales asociadas- a emprendedores y prósperos comerciantes.

La pérdida de autonomía y acceso a la tierra tuvo consecuencias irreversibles para las posibilidades de reproducción social y biológica de la mayoría de los grupos indígenas. En tal sentido, cabe tener en cuenta las drásticas consecuencias de las guerras, las enfermedades europeas y los traslados compulsivos de población -reducciones, empleo de indios a tiempo completo en "fletes" de mercancías o de indias en el servicio doméstico en la casa del encomendero. También fue negativa la interrupción forzada de los canales que permitían el flujo de información étnica -la lengua, la religión y otros sentidos y saberes-, a través de la evangelización y la persecución de las "idolatrías".

En todos estos aspectos, el caso de Córdoba del Tucumán ha sido considerado un ejemplo extremo de desestructuración social, por la rapidez y profundidad de sus consecuencias (Bixio y González Navarro 2009, Piana de Cuestas 1992). Este escenario adverso se habría visto favorecido, adicionalmente, por la alta fragmentación política y la ineficacia de las estrategias de resistencia nativas, una vez definida la situación en el plano militar. Progresivamente se habría tornado hacia estrategias individuales, antes que comunitarias, y/o hacia la búsqueda no autónoma de beneficios concretos e inmediatos a través del uso de las herramientas e intersticios permitidos por el sistema colonial. Entre las prácticas más comunes se destacan, por un lado, la huida de indios de tasa de sus pueblos y, por el otro, los reclamos realizados ante la justicia -por tierras, el reconocimiento del título de cacique, la reserva de tasa, malos tratos, etc. (Bixio y González Navarro 2009).

Los grupos indígenas locales: cuadro sociocultural

La arqueología del período Prehispánico Tardío, comprendiendo el milenio anterior a la conquista europea, aporta información sobre las características culturales y la organización económica y sociopolítica de los indígenas habitantes de la futura jurisdicción de "Córdoba del Tucumán", particularmente en el sector central de las sierras (Berberián 1984, Bixio et al. 2010, Pastor et al. 2012).

Tras un proceso varias veces milenario de desarrollo y transformación de las sociedades de cazadores-recolectores, en la segunda mitad del primer milenio de nuestra era se produjo la dispersión e incorporación efectiva de prácticas agrícolas. Las mismas conformaron un sistema productivo de pequeña escala, escasamente tecnificado, basado en el policultivo y el trabajo simultáneo sobre parcelas dispersas en el paisaje (Pastor y López 2010). Entre las especies cultivadas se cuenta: el maíz (Zea mays), el poroto (Phaseolus spp.), el zapallo (Cucurbita sp.) y la quínoa (Chenopodium quinoa). La producción agrícola, de carácter limitado y relativamente inseguro -con frecuentes pérdidas por plaga, sequía, granizo- se complementó con un fuerte énfasis en la caza-recolección (Medina et al. 2011, Pastor 2007, Recalde 2008-2009). El carácter mixto de la subsistencia se tradujo en una elevada movilidad residencial y en el uso diversificado de los recursos silvestres existentes en los distintos pisos altitudinales de las sierras1.

Estos grupos se distinguieron por una organización segmentaria, con un alto nivel de autonomía económica y política de las unidades domésticas y linajes familiares. A una mayor escala, estos segmentos sociales se integraban en estructuras más inclusivas, de escala comunitaria, en un proceso que no excluía las tensiones y negociaciones, así como el establecimiento de vínculos asimétricos o jerarquías entre grupos (Pastor et al. 2012). En el escenario sociopolítico previo aunque cercano al tiempo de la conquista, la integración comunitaria habría estado condicionada por necesidades como asegurar el acceso a los espacios agrícolas o de caza y recolección, en un contexto de creciente conflictividad con manifestaciones violentas e incluso bélicas. En este último aspecto sobresalen las escenas de enfrentamientos entre grupos de indígenas con arcos, en pinturas rupestres del Cerro Colorado, así como las lesiones traumáticas y proyectiles incrustados en esqueletos humanos (Gardner 1931, Pastor et al. 2012).

En relación con tales procesos de integración los festines, las celebraciones y los rituales grupales desempeñaron un papel protagónico extendiendo su significado sobre otras esferas centrales de la reproducción comunitaria como la economía, la consolidación de los vínculos sociales, los sentidos de identidad y la memoria (Medina et al. 2011, Pastor 2007, Pastor et al. 2012). Dicho ámbito de participación colectiva persistió durante el período Colonial Temprano como un núcleo resistente de la cultura indígena y como un vehículo de transmisión de la información étnica, en un contexto de profunda desestructuración social. El potencial de estas prácticas justificó el empeño dedicado a su erradicación por parte de diferentes actores de la élite colonial -autoridades civiles, eclesiásticas o simples particulares-, quienes reservaron los términos "juntas" y "borracheras" para identificar el sitio de los conjuros y potenciales alianzas del domino demoníaco y de la idolatría contra el poder español (Castro Olañeta 2002, Pastor 2007, Pastor et al. 2012).

Las "juntas y borracheras" en perspectiva arqueológica

Las descripciones de los conquistadores sobre estas celebraciones grupales aportan claves e indicios para la interpretación arqueológica. Se trataba de reuniones festivas y ritualizadas que ocurrían con cierta frecuencia y diversas motivaciones, como la recolección de la algarroba, los funerales o la entrada en la pubertad de las niñas. Habitualmente se desarrollaban fuera del ámbito de los poblados, en sitios de importancia económica y simbólica -"montes", "algarrobales", "cazaderos"- y en conjunción con la realización de actividades extractivas -caza y recolección. En tales ocasiones, además de los rituales incluyendo danzas y cantos se producían libaciones así como el consumo colectivo de alimentos.

Desde la arqueología del período Prehispánico Tardío se han analizado diferentes contextos vinculados con esta esfera de actividad grupal (Medina et al. 2011, Pastor 2007). Tales contextos presentan algunas características comunes como su emplazamiento fuera de los sitios residenciales, a veces en sus inmediaciones o a cierta distancia, en los diversos microambientes de las sierras. En el sector central de las Sierras de Córdoba se han identificado varias decenas de sitios que contienen evidencias de prácticas de molienda colectiva, a través de instrumentos pasivos -morteros y molinos- confeccionados en rocas fijas y dispuestos para su uso potencialmente simultáneo por parte de numerosos ocupantes, por encima de las necesidades de una simple unidad doméstica -entre cinco, diez, veinte, treinta y aún más participantes2.

Otros rasgos no son ubicuos, ya que se restringen a algunos asentamientos, pero igualmente contribuyen a definir el perfil de estos ámbitos de participación colectiva. Los sitios que incluyen depósitos estratificados y han sido objeto de excavaciones aportaron información sustancial sobre el consumo de alimentos, comprendiendo una variedad de recursos silvestres obtenidos en los alrededores o trasladados desde considerables distancias. En el caso de sitios de entornos chaqueños, como Arroyo Talainín 2 -valle de Traslasierra-, los recursos locales comprendían frutos silvestres -algarroba, chañar-, pequeños vertebrados -armadillos, roedores, lagartos- y artiodáctilos, como corzuelas (Mazama guazoupira) y pecaríes (Pecari tajacu). Por el contrario, los artiodáctilos gregarios de ambientes de pastizales -guanacos y venados- así como los huevos de ñandú (Rhea spp.), abundantemente consumidos en el lugar, debieron ser trasladados desde áreas alejadas ca. 20-50 km. Por el contrario, en los sitios emplazados en los pastizales de altura, como Río Yuspe 11 -pampa de Achala-, existieron posibilidades de acceso a los guanacos y venados pero los frutos chaqueños como el chañar -también consumido en el lugar- debían ser transportados desde zonas de valle como Punilla o Traslasierra, a ca. 20-40 km (Medina et al. 2011, Pastor 2007).

En algunos sitios también sobresalen las expresiones de arte rupestre, con el despliegue de una modalidad estilística y una temática diferentes de aquella que se ponía en juego en los contextos de interacción de escala doméstica. En estos últimos predominan los temas definidos por las figuras de camélidos, y secundariamente otros animales, mientras en los espacios públicos son más frecuentes los temas basados en motivos no figurativos y/o antropomorfos con rasgos jerarquizados, como tocados cefálicos (Recalde y Pastor 2012). En ocasiones, estas figuras ejercen un rol dominante por su tamaño y posición, o por superponerse a imágenes pre-existentes comúnmente ligadas al universo simbólico doméstico. Se ha destacado la participación de estas figuras antropomorfas en la construcción del espacio público y de las relaciones comunitarias, en un marco ideológico donde las apelaciones a los ancestros intervenían en la legitimación de los derechos territoriales (Pastor 2012).

El sitio arqueológico que tratamos en esta oportunidad, denominado Alero Tala Huasi, forma parte de esta problemática. Se localiza en un entorno forestal del Chaco Serrano, en el sudoeste del valle de Punilla [Figura 2]. Comprende un espacio a cielo abierto sobre las márgenes de un pequeño curso de agua, conocido localmente como Arroyo Seco, es el lugar donde éste hace un salto y un pozo de agua. En las rocas que se disponen en los alrededores se documentaron útiles de molienda pasivos, incluyendo cuatro morteros y once molinos. Este instrumental pudo ser utilizado simultáneamente por once personas. A pocos metros se ubica un alero pequeño -siete metros de largo por tres metros y medio de profundidad- que es el único sector del sitio donde se acumularon sedimentos y se pudieron practicar excavaciones [Figura 3].

 


Figura 2. Distribución de sitios arqueológicos en el sudoeste del valle de Punilla (Córdoba)

 


Figura 3. Planta del sitio Alero Tala Huasi

 

En el contexto del antiguo paisaje prehispánico, el curso de este arroyo integró una cuenca de segunda y aún de tercera jerarquía. Las prospecciones en el entorno más cercano, entre uno y tres kilómetros de distancia, permitieron identificar siete sitios residenciales a cielo abierto del período Prehispánico Tardío [Figura 2). Según el conocimiento disponible, estos asentamientos eran ocupados en forma semi-permanente, especialmente durante el desarrollo de las actividades agrícolas. Estaban formados por pocas viviendas semi-enterradas de forma rectangular, con la parte superior de las paredes y el techo construidos con maderas y cueros y una distribución dispersa entre pequeñas parcelas de cultivo (Berberián 1984, Pastor y López 2010). La investigación actual desestima un uso continuo o sedentario para estos asentamientos pues existen constancias de procesos de abandono de corto y mediano plazo. Es decir, en forma estacional para la explotación de recursos complementarios en microambientes adyacentes y por períodos de pocos o algunos años, probablemente para la recuperación de los terrenos de cultivo (Pastor et al. 2013).

Los sitios de participación pública, definidos por la infraestructura para la molienda colectiva, se ubican fuera del ámbito de los asentamientos residenciales para concentrarse sobre el colector principal del sur de Punilla, el río San Antonio. En el sector más cercano al Alero Tala Huasi se documentaron diez sitios con estas características -con un valor de NOP-T = 11 o mayor- [Figura 2]. Pero más allá de esta regularidad, este lugar puntual en el arroyo Seco también fue elegido para realizar celebraciones grupales, por la misma presencia del curso de agua, la de un pozo que garantizaba una significativa acumulación hídrica, la protección ofrecida por el alero y el emplazamiento en una de las cabeceras del valle con posibilidades de acceso relativamente próximo al ambiente de pastizales de altura y sus recursos.

La excavación de 3,5 m2 dentro del área protegida por el alero, con profundidades máximas de 55 cm, permitieron conocer su secuencia ocupacional. En tal sentido, las ocupaciones iniciales correspondientes al período Prehispánico Tardío fueron identificadas entre los 40 y 55 cm de profundidad [Figura 4]. Con una muestra de carbón concentrado recogida a los 50 cm se obtuvo una datación de 970 ± 110 AP (LP-2362) aproximadamente entre los siglos X y XIII de nuestra era; calibración con curva SHCal04 (McCormac et al. 2004) y programa OxCal 4.2 (Bronk Ramsey 2009), 95.4% de probabilidad: 895-927 DC -2.6 %- y 935-1285 DC -92.8 %-.

Los materiales arqueológicos incluyen fragmentos de recipientes cerámicos, instrumentos líticos, desechos de talla y restos faunísticos. Los fragmentos cerámicos (N=95) presentan características tecnológicas comunes para los contextos regionales de este período -en cuanto al tipo de pasta, características del antiplástico, cocción, acabado y coloración de las superficies, formas de las bases y bordes, etc.; (Medina 2010, Pastor 1999). El material se encuentra muy fragmentado e impide estimar la forma y tamaño de los recipientes completos. Sin embargo, el análisis de bordes con curvaturas diagnósticas permitió reconocer al menos dos vasijas correspondientes a ollas esféricas con cuello, posiblemente utilizadas para la cocción de alimentos [Figura 5]. La presencia de vasijas de formas abiertas es sugerida por los fragmentos con impresiones de cestos en sus paredes externas (n=4), los que comúnmente corresponden a escudillas o platos que reproducen la morfología de los cestos utilizados como moldes para su manufactura.

 


Figura 4. Corte estratigráfico del interior del alero

 


Figura 5. Formas de recipientes cerámicos

 

El material lítico también exhibe rasgos tecnológicos comunes con otros sitios contemporáneos, con una escasa formatización del instrumental y un uso predominante de rocas disponibles localmente como el cuarzo (Pastor 2007-2008, Pastor y Rivero 2009). En general, se trata de desechos producidos durante la reducción de núcleos para la extracción de formas-base, junto a pocos instrumentos informales -cuchillos y puntas entre muescas- [Figura 6]. Este instrumental habría sido producido expeditivamente en el sitio y luego empleado en tareas como el procesamiento de presas animales. Se obtuvo además una punta de proyectil fracturada de cuarzo, de forma triangular sin pedúnculo. Esta pieza puede ser vinculada con las actividades de caza y con la reparación de armas llevada a cabo in situ [Figura 6].

 


Figura 6. Instrumentos líticos del componente prehispánico

 

Los restos faunísticos, cuantificados mediante el Número de Especímenes Identificados por Taxón (NISP), complementan la información sobre las actividades desarrolladas en el sitio y sobre las condiciones de acceso a los recursos (Tabla 1). En primer término se destacan los artiodáctilos, incluyendo camélidos (Lama cf. L. guanicoe)3 y venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus). Estos animales, considerados como carcasas individuales, fueron las principales presas consumidas en el alero. Su captura implicó traslados hacia los pastizales de altura, el hábitat de tales especies. El NISP también sugiere un significativo consumo de pequeños vertebrados, incluyendo armadillos (Chaetophractus vellerosus, Dasypus sp.), roedores (Caviinae, Ctenomys sp.), lagartos (Tupinambis sp.), ranas (Anura) y aves pequeñas como perdices (Nothura sp.) y palomas (Zenaida auriculata). Un patrón que distingue al Alero Tala Huasi son las evidencias del consumo de peces, tratándose del único contexto arqueológico de las Sierras de Córdoba donde se recuperaron restos de animales de este tipo4. Se identificaron varias especies a distintos niveles taxonómicos, incluyendo viejas del agua (Loricariidae, Rineloricaria sp. e Hypostomus sp.), tarariras (Hoplias malabaricus), sábalos (Prochilodus lineatus) y dientudos (Oligosarcus jenynsii) (Tabla 1).

Entre los restos faunísticos más abundantes se encuentran las cáscaras de huevos de ñandú o choique (Rhea spp.) que complementan la información sobre las prácticas recolectoras (Tabla 1). En tal sentido, como ocurre habitualmente en toda la región, no se recuperaron vestigios de vegetales comestibles debido a limitaciones de preservación arqueológica. El procesamiento y consumo de este tipo de recursos sólo está sugerido indirectamente por los instrumentos de molienda. Adicionalmente, los huevos de Rhea spp constituyen un firme indicador de la estacionalidad de las ocupaciones, ya que sólo estuvieron disponibles en la temporada de postura y anidación -hacia fines de la primavera y durante el verano. Esta expectativa es reafirmada por otros restos como los huesos de lagarto (Tupinambis sp.) pues se trata de un animal mayormente activo en esta misma época del año.

 

Tabla 1. Conjunto arqueofaunístico del componente prehispánico



Número de Especímenes Identificados por Taxón (NISP). Referencias: NISPHc: NISP con huellas de corte y/o raspado; NISPFract: NISP con rasgos diagnósticos de fractura antrópica (marcas de percusión, lascas óseas, negativos de lascado, etc); NISPq: NISP con quemado; NISPdig: NISP con rastros de corrosión producida por ácidos digestivos (paredes adelgazadas, bordes redondeados, hoyos, etc.); NISPcar: NISP con marcas de dientes (hoyos, hoyuelos y surcos).

 

Utilización del sitio durante el período colonial temprano

El contenido de las capas suprayacentes, aproximadamente entre los 10 y 40 cm de profundidad, muestra la persistencia en el uso del alero durante el período Colonial Temprano. Sus rasgos más destacados son dos pisos superpuestos de sedimento consolidado, a los 25 y 35 cm de profundidad, que señalan la utilización repetida de este espacio durante dicho período [Figura 4). Otro aspecto sobresaliente es el cambio en los patrones de consumo faunístico, con la incorporación de diferentes especies de ganado euroasiático (Tabla 2). El NISP sugiere que los ovicápridos, como la oveja (Ovis aries) y la cabra (Capra hircus), fueron los animales más explotados. Con menor frecuencia se consumieron vacas (Bos taurus), équidos (Equus sp.) y cerdos (Sus scrofa). Numerosos especímenes óseos exhiben huellas de corte, termoalteraciones, fracturas antrópicas y negativos de lascado que indican un intenso procesamiento de la fauna con el fin de obtener nutrientes de la carne, la grasa y la médula. Una costilla de Bos taurus con huellas de corte, proveniente del piso más profundo fue datada en 292 ± 37 AP -AA92987; calibración con curva SHCal04 (McCormac et al. 2004) y programa OxCal 4.2 (Bronk Ramsey 2009), 95.4% de probabilidad: 1504-1591 DC -33.0 %-; 1616-1675 DC -45.3%-; 1738-1977 DC -17.0%-. Asimismo, se obtuvo un fechado directo sobre una placa dérmica de Dasypus sp, con idéntica procedencia estratigráfica de 274 ± 29 AP; AA97578; calibración con curva SHCal04 (McCormac et al. 2004) y programa OxCal 4.2 (Bronk Ramsey 2009), 95.4% de probabilidad: 1513-1544 DC -5.0%-; 1623-1678 DC -56.9%-; 1734-1800 DC -33.5%-. La calibración de estos fechados corresponde, con mayores probabilidades, al siglo XVI y primera parte del XVII. La posterior formación de otro piso sugiere que el lugar pudo ser frecuentado hasta mediados de esta última centuria. La ausencia de marcas de aserrado en los huesos, un claro indicador cronológico posterior a la segunda mitad del siglo XIX (Silveira 1995), permite descartar una migración vertical por pisoteo y/o una depositación en el pasado reciente.

La fauna local continuó siendo consumida (Tabla 2), lo cual señala persistencias con la economía prehispánica. Al respecto, están presentes los artiodáctilos propios de los pastizales de altura (Lama cf. L. guanicoe y Ozotoceros bezoarticus) así como otros que pudieron ser cazados en el entorno chaqueño circundante, como las corzuelas (Mazama guazoupira) y los pecaríes (Pecari tajacu). Los pequeños vertebrados -armadillos, roedores, lagartos, aves pequeñas y peces- así como los huevos de Rhea spp. continuaron siendo explotados. Los restos de peces y las cáscaras de huevos indican la permanencia de prácticas y modalidades organizativas propias del periodo prehispánico, con ocupaciones repetidas en la misma época del año -fines de primavera y verano.

 

Tabla 2. Conjunto arqueofaunístico del componente colonial temprano



Número de Especímenes Identificados por Taxón (NISP). Referencias: NISPHc: NISP con huellas de corte y/o raspado; NISPFract: NISP con rasgos diagnósticos de fractura antrópica (marcas de percusión, lascas óseas, negativos de lascado, etc.); NISPq: NISP con quemado; NISPdig: NISP con rastros de corrosión producida por ácidos digestivos (paredes adelgazadas, bordes redondeados, hoyos, etc.); NISPcar: NISP con marcas de dientes (hoyos, hoyuelos y surcos).

 

En este componente colonial temprano tampoco se preservaron vestigios de vegetales que informen sobre el acceso a este tipo de recursos. No obstante, el análisis de las sustancias carbonosas adheridas a la pared interna de un fragmento cerámico reveló la presencia de silico-fitolitos de maíz (Zea mays), indicativos de su procesamiento y consumo en el sitio.

La persistencia de las prácticas de origen prehispánico se hace más notoria si sumamos el análisis de las pautas tecnológicas. No se recuperó ningún objeto de origen europeo, como vidrio, metal o cerámica exótica. Por el contrario, los restos cerámicos (N=336) muestran los mismos rasgos tecnológicos y estilísticos conocidos para el período prehispánico. Al igual que en los niveles subyacentes, el material es escaso y se encuentra muy fragmentado. Sólo se pudo estimar la forma de dos recipientes a partir del análisis de bordes con curvaturas diagnósticas. Se trata de un cántaro elipsoidal con eje longitudinal vertical, posiblemente empleado para el almacenamiento de materiales líquidos o sólidos, y una escudilla o puco hemisférico que pudo ser utilizada para consumir alimentos o como tapa de otros contenedores [Figura 5]. Otros fragmentos con impresiones de cestas en sus paredes externas (n=4) también sugieren la presencia de recipientes de formas abiertas, como escudillas y platos.

Un artefacto cerámico destacado es un fragmento de estatuilla antropomorfa procedente del mismo nivel que los especímenes óseos fechados -la costilla de B. taurus y la placa dérmica de Dasypus sp. Esta pieza presenta las mismas características que otras de contextos prehispánicos, abundantemente utilizadas por los indígenas de la región [Figura 7] (Bixio et al. 2010, Serrano 1944). Su presencia sugiere la continuidad de prácticas y sentidos asociados a su manipulación, tal como pudo observarse en otros contextos coloniales contemporáneos5.

 


Figura 7. Fragmento de estatuilla y punta de proyectil del componente colonial temprano

 

La continuidad tecnológica también es evidente en el caso del material lítico con predominio de desechos de talla de rocas locales asociados a la reducción de núcleos para la obtención de formas base. Los instrumentos están mínimamente formatizados e incluyen tres núcleos, una muesca, un raspador y una mano de molino elaborada con un nódulo rodado de roca granítica. En asociación directa con el piso ocupacional más reciente se recuperó un ápice de punta de proyectil y una punta triangular pequeña con pedúnculo y aletas, con un diseño característico del período Prehispánico Tardío. La presencia de una fractura en el ápice sugiere su reemplazo y descarte en el sitio [Figura 7].

Resistencia, elusión y reproducción comunitaria en un contexto adverso

Los niveles coloniales del Alero Tala Huasi evidencian numerosas continuidades con el pasado prehispánico. Esto se advierte en las actividades allí desarrolladas, en las pautas de explotación de los recursos silvestres o cultivados como el maíz, así como en la tecnología. Incluso se mantuvieron modalidades muy específicas y distintivas del uso del lugar, como el consumo de peces y las ocupaciones centradas en la temporada estival. Es posible presumir un mantenimiento intencional de ciertas prácticas tradicionales, por ejemplo a través del fragmento de estatuilla -objeto típicamente ligado al universo simbólico indígena- o en la recolección de huevos de ñandú, así como en la no-incorporación de artefactos de origen europeo. Probablemente, estos patrones eran acompañados por la recreación de significados propios de la cosmovisión aborigen, así como por la negación material y discursiva de una otredad extraña y agresiva, opuesta a los valores nativos.

Nos hemos referido a las "juntas y borracheras" coloniales como instancias de participación comunitaria con una raíz prehispánica. En otras palabras, como lugares de auto-reconocimiento y perduración de las actividades y sentidos ligados al pasado previo a la conquista. La información arqueológica muestra al Alero Tala Huasi como un espacio relacionado con tales actividades grupales. Incluso después de la conquista española debió constituir un lugar puntual en medio del "monte", fuera del control colonial más directo, donde se hizo posible, al menos por un cierto período, la negación de lo extraño y el sostenimiento de prácticas con una raíz prehispánica.

Por su parte, la abundancia de restos óseos de ganado euroasiático muestra que no todos los elementos novedosos fueron rechazados. Seguramente, detrás de estas elecciones existieron criterios muy concretos relacionados con la propia conveniencia y con determinadas actitudes hacia los modelos foráneos.

Debemos preguntarnos por los mecanismos que permitían el acceso a estos animales. Es conocido que durante un tiempo algunos pueblos de indios mantuvieron derechos sobre sus tierras y además poseyeron ganados propios. Tal era el caso de Quilpo, al norte del valle de Punilla, en la década de 1590 (Doucet 1986) pero en modo alguno su situación estaba generalizada. Los pueblos del sur de Punilla -Achala Sacate, Unchu Naure, Ychila Cubininta, etc.-encomendados en 1573-1574 a Francisco Velázquez y a Juan de Mitre (Montes 2008) no fueron abarcados por este contexto relativamente ventajoso. En 1586, tempranamente, sus tierras fueron entregadas en merced a Juan de Mitre (Tanodi et al. 1958), esto significó una pérdida irreversible de autonomía en el acceso a los medios de producción y a la gestión de la economía familiar y comunitaria. Se debe tener en cuenta, sin embargo, la vasta extensión territorial de estas mercedes en cuyos numerosos parajes retirados y de difícil acceso pudieron subsistir individuos o pequeños grupos "huidos", y al margen del control colonial6.

Las fuentes históricas mencionan insistentemente la existencia de estos indios "huidos" o "cimarrones" refugiados en las espesuras de los montes y serranías y, en buena medida, dedicados al robo de la hacienda. Su situación ha sido vinculada con estrategias individuales, de supervivencia o de resistencia y marginadas de los esquemas comunitarios (Bixio y González Navarro 2009). Sin embargo, se desconoce cómo transcurría la vida de estos indios "ausentes" de sus pueblos puesto que quedaban excluidos de los eventuales registros documentales.

Es en este punto donde se advierte la importancia de la arqueología histórica. La información del Alero Tala Huasi sugiere que pudieron ser estos sujetos desvinculados de los lazos de dominación colonial, viviendo ocultos en el "monte", quienes accedían por medio del pillaje a los cerdos, las vacas, los caballos y, especialmente, a las ovejas y las cabras. No obstante, es posible que su "huida" de los pueblos no constituyera únicamente una estrategia individual, ni que se desligaran por completo de otros miembros de sus comunidades diversamente implicados en las relaciones coloniales. Los datos arqueológicos señalan que, en determinadas circunstancias, sujetos con diferentes grados de integración al sistema pudieron coincidir en eventos y celebraciones rituales donde las antiguas prácticas y significados eran recreados eludiendo hasta cierto punto los vínculos de subordinación, incluso revirtiéndolos a través del robo de bienes de los dominadores. De este modo, en un contexto adverso de despojo y explotación se pudieron desarrollar estrategias grupales de resistencia, o más propiamente tácticas, las estrategias del débil (De Certeau 1996) en un intento por mantener y reproducir las relaciones comunitarias.

La historia nos indica que, en efecto, sólo se trató de tácticas, de intentos sin posibilidades de éxito a largo plazo. El escenario histórico de mediados y fines del siglo XVII era muy distinto al del momento inicial de la conquista. Las comunidades autóctonas estaban casi completamente desarticuladas y un nuevo entramado de relaciones sociales y culturales emergía con la incorporación de otros colectivos sojuzgados, los afro-americanos e indígenas desnaturalizados de otras regiones como el noroeste argentino y el Chaco (González Navarro 2009). Aproximadamente en esta época, y acaso por tales motivos, las "juntas" y celebraciones del Alero Tala Huasi, con un contenido fuertemente ligado al pasado pre-colonial, se interrumpieron para siempre.

Los resultados de las investigaciones en el sitio muestran el potencial de la arqueología histórica al revelar un panorama amplio con la participación activa de grupos sojuzgados, "pueblos sin historia", y sus intentos por revertir material y simbólicamente los términos de la dominación colonial.

Agradecimientos

Agradecemos al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) por la ayuda económica (PIP 112-200801-02678). A Eduardo Berberián por su dirección y consejo profesional y a Pablo Teta, Matilde Lanza, Mario Silveira, Javier Musali, Sergio Bogan y Laura López, por su colaboración con algunas de las identificaciones taxonómicas.

Notas

1. Las áreas serranas más deprimidas (ca. 500-1300 msnm) presentan una cobertura boscosa correspondiente a la formación del chaco serrano, con especies dotadas de frutos comestibles como los algarrobos (Prosopis spp.) y el chañar (Geoffroea decorticans). En los sectores más elevados (ca. 1300-3000 msnm) estos recursos están ausentes pero en tiempos prehispánicos y coloniales sus extensos pastizales sostuvieron a poblaciones de artiodáctilos gregarios que constituyeron las principales presas de caza: guanacos (Lama guanicoe) y venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus) (Bucher y Abalos 1979, Demaio et al. 2002).

2 La estimación del número posible de usuarios simultáneos de los instrumentos de molienda fue efectuada según las propuestas metodológicas de Babot (2007), con modificaciones. En tal sentido, el número de operarios propuesto se refiere a aquellos que potencialmente utilizaron los equipos del grupo tipológico más representado y que, además, no sufrieron roturas; es decir que aún se conservan en condiciones de uso.

3 Son conocidas las dificultades para diferenciar especies de camélidos del género Lama a partir de los restos óseos pues estos comparten estrechas similitudes morfológicas. Los estudios osteométricos realizados para distinguir camélidos silvestres (Lama guanicoe) y domésticos (Lama glama), supuestamente de mayor tamaño, han mostrado limitaciones en el caso de las Sierras Centrales de Argentina -incluyendo a las Sierras de Córdoba-, por la amplia variación métrica de la población local de guanacos (Medina et al. 2007). Los resultados osteométricos impiden sostener la existencia de camélidos domésticos por esta vía y llevan a asignar a los especímenes óseos a guanacos, sin descartar la eventual presencia de llamas.

4 Los restos de peces y otros pequeños vertebrados presentan evidencias directas o potenciales de aprovechamiento humano -huellas de corte, fracturas antrópicas y/o quemado. Las marcas de carnívoros o de ácidos digestivos están casi ausentes (Tabla 1), lo cual identifica a los agentes humanos como los principales responsables de la formación del conjunto arqueofaunístico.

5 En el predio del Colegio de Escribanos de la Provincia de Córdoba se excavó un basurero de esta misma época, donde también se obtuvo un fragmento de torso de estatuilla. Se trata de un contexto muy diferente al de Alero Tala Huasi, es un solar urbano perteneciente a miembros de la élite colonial ubicado a menos de 200 m de los edificios que actuaban como sedes de los poderes públicos, como el cabildo y la iglesia catedral (Berberián et al. 2008).

6 Esta merced de Juan de Mitre abarcaba de norte a sur desde las tierras de los indios de Quisquisacate, encomendados a Juan Nadal -actualmente zona del lago San Roque- hasta una sierra transversal a las dos cordilleras principales -Sierras Grandes y Chicas-, incluyendo las cabeceras de cuencas que bajaban "hazia Calamochita" -mínimamente hasta la bajada al valle de Los Reartes. Mientras de este a oeste abarcaba desde las Sierras Chicas hasta las Sierras Grandes (Tanodi et al. 1958: 157); con un cálculo conservador se puede estimar una superficie de 750 km2, o 75.000 has.

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Fecha de recepción: 01 de enero de 2013.
Fecha de aceptación: 05 de junio de 2013.

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