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Memoria americana

versión On-line ISSN 1851-3751

Mem. am.  no.21-1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2013

 

ARTÍCULOS

Los adoratorios de altura inkaicos. una mirada desde el cerro Cuzco, departamento de Potosí, Bolivia

 

Pablo Cruz*
Eríc Crubézy**
Patrice Gérard***

*Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - FUNDANDES. E-mail: saxrapablo@yahoo.fr
**Université de Toulouse III Paul Sabatier, Laboratoire d'Anthropobiologie (FRE 2960). E-mail: crubezy.eric@free.fr
***Centre National de la Recherche Scientifique - Laboratoire d'Anthropobiologie Moléculaire et d'Imagerie de Synthèse (UMR5288). E-mail: patrice.gerard@univ-tlse3.fr

 


Resumen

A la luz de los nuevos datos arqueológicos obtenidos en cerro Cuzco (Potosí, Bolivia), en este trabajo trataremos sobre un conjunto de montañas antiguamente sacralizadas por los inkas, las cuales intervinieron en la conformación de una jurisdicción territorial asociada con el wak'a de Porco. La articulación de los registros arqueológico e histórico permitió explorar diversos aspectos que envuelven los adoratorios de altura inkaicos de esta región, en los cuales se destacan tanto su relación con la explotación de yacimientos mineros como su vínculo con los cultos a la divinidad prehispánica del rayo.

Palabras clave: Adoratorios de altura; Inkas; Minería; Prácticas rituales

Abstract

In light of new data obtained at Cerro Cuzco (Potosi, Bolivia), this article deals with a group of mountains sanctified by the Inkas which intervened in the formation of the territorial jurisdiction associated with the wak'a of Porco. The articulation between the archaeological register and archival records allows for the exploration of different aspects in the high altitude Inkan shrines located in this region -well known for the exploitation of mineral deposits as well as for cults of worship dedicated to the pre-Hispanic lightning divinity.

Key words: High altitude sanctuaries; Inkas; Mining; Ritual practices


High altitude inkan shrines: a view from cerro Cuzco, Potosi department, Bolivia

Introducción

Conocidos comúnmente bajo el nombre de santuarios de altura, estos adoratorios se encuentran localizados sobre las cumbres de numerosas montañas y cerros andinos. Significativamente, la gran mayoría de los adoratorios de altura conocidos se localizan dentro de los límites del Qollasuyu, es decir en el cuadrante sur del Imperio Inka: el Tawantinsuyu. A la fecha se conocen aproximadamente 27 adoratorios en el sur de Perú, 54 en el norte de Chile, 76 en el noroeste argentino (Vitry 1997) y unos 30 en Bolivia. En razón de su distribución, ellos fueron considerados como uno de los testimonios materiales más explícitos de la acción colonizadora ejercida por los inkas en su avanzada meridional. El hallazgo de cuerpos momificados en varios de estos adoratorios - o en su cercanía-, condujo a asociarlos con las informaciones brindadas por las fuentes sobre los ritos sacrificiales de capacocha(qapaq hucha) (Duviols 1976). De suerte que, dentro de un marco general de conquista ritual, estos sacrificios habrían cristalizado en el paisaje una cierta alianza litúrgica entre los pueblos locales, los inkas, y las divinidades. Sin embargo, de la misma manera que las fuentes informan que los sacrificios de capacocha fueron oficiados en una multiplicidad de espacios, las altas cumbres andinas entre otros, sabemos hoy que no todos los adoratorios de altura sirvieron a los fines específicos de las capacochas. De hecho, no sabemos aún a ciencia cierta si aquellos adoratorios donde fueron halladas capacochas fueron construidos a tal fin, o si los mismos fueron "elegidos" para la realización de estos rituales. Y es que, en efecto, el abundante repertorio de adoratorios conocidos se contrasta con las contadas y pobres referencias documentales sobre los mismos.

En cuanto a la cronología de los adoratorios, los mismos se corresponderían con el gobierno del noveno Inka, Pachacuti Yupanqui, el soberano bajo cuyo mandato fueron anexadas las tierras del Qollasuyu al Imperio. El mismo quien, según fuentes como Cristóbal de Molina (1943 [1574]: 69) habría establecido los ritos de sacrificio a los wak'as y las capacocha. Desde la arqueología, los fechados disponibles para las capacochas señalan un amplio rango temporal, demarcándose entre ellos dos grupos. Por un lado, se encuentran tres fechados (Beorchia Nigris 1985: 139, Thouret et al. 2001: 219-226, Wilson et al. 2007: 16457) realizados sobre muestras extraídas de momias de los adoratorios de los cerros Ampato (cal 1290-1450), Negro Overo (cal 1380 +/- 80) y Llullaillaco (cal 1438-1519), los cuales se pueden ajustar con las cronologías brindadas en las principales fuentes, guardando una cierta cautela en razón de sus divergencias, sobre el gobierno de Pachakuti Inka. Como veremos más adelante, en este grupo se incluiría el reciente fechado obtenido en la plataforma del cerro Cuzco. Por el otro, existen otros tres fechados muy significativos, tanto por los resultados que arrojaron, como por la manera en que fueron interpretados. Beorchia Nigris (1985: 128) presenta dos fechados realizados a partir de muestras del adoratorio del cerro Mercedario, los cuales dieron como resultado 350 +/- 120 años BP y 390 +/- 80 años BP. Según este autor, tales fechados se corresponden con una fecha en torno al año 1480. Se trata de una estimación errónea, la calibración de estas fechas nos muestran más bien resultados inciertos1, pero de todas maneras mucho más recientes, con curvas y picos que sugieren una brecha entre 1450-1550-16502. Por su parte, un fechado realizado a partir de una muestra de la momia del cerro Aconcagua ofreció como resultado la cifra de 370 +/- 70, la cual fue interpretada como final del período Inka (Fernández et al. 1999, Schobinger 2001); sin embargo, como en los dos casos anteriores, su calibración muestra resultados que se corresponden más coherentes en el período de contacto3. Se suman a estos fechados tardíos aquellos dos obtenidos a partir del análisis dendrocronológico de ofrendas de leñas que pudimos recoger en el adoratorio del Cerro Mundo y que dieron como resultado las fechas de 1540 y 1575-1648 (Cruz 2012).

Partiendo de los nuevos datos arqueológicos obtenidos en el adoratorio de altura del cerro Cuzco (Potosí, Bolivia), trataremos aqui sobre un conjunto de cerros antiguamente sacralizados por los inkas y que conformaron una jurisdicción territorial asociada con el wak'a de Porco, la divinidad prehispánica del rayo y la guerra. De manera general, las investigaciones desarrolladas tuvieron como eje principal la comprensión de los adoratorios de altura inkaicos en esta región de los Andes, explorando tanto sus relaciones espaciales como políticas y religiosas. La articulación del registro histórico con la arqueología, la toponimia y la información oral favoreció la identificación de varios cerros sacralizados de Potosí citados en las fuentes coloniales tempranas. Completando estas informaciones, las prospecciones realizadas permitieron el registro de otros cerros igualmente sacralizados, sobre los cuales no se disponía referencias históricas, tal el caso del cerro Cuzco.

El tema tratado aqui será abordado en dos escalas de análisis, una local donde presentaremos los nuevos datos obtenidos en el adoratorio del cerro Cuzco, y otra regional que integra el conjunto de cerros sacralizados inventariados dentro de lo que fue la antigua jurisdicción del wak'a de Porco. Los estudios sobre los adoratorios de altura inkaicos del departamento de Potosí fueron realizados entre 2005 y 2011, contabilizando un total de diecisiete campañas de prospección. El estudio del cerro Cuzco fue realizado durante el mes de noviembre de 2011. El área de estudio se encuentra en el departamento de Potosí en el sur Bolivia y concierne principalmente la Cordillera de los Frailes, y en menor medida el área de Sud-Lípez. En su conjunto, se trata de una de las regiones mineras de mayor trascendencia en los Andes; en el caso del cerro de Potosí, es el principal yacimiento de plata del planeta.

El adoratorio del cerro Cuzco

El cerro Cuzco (5430m) se encuentra localizado en la provincia Antonio Quijarro del departamento de Potosí (Bolivia) [Figura1]. Distante 50km al este del salar de Uyuni, el mismo marca el extremo occidental de la cordillera de los Frailes. El trayecto más propicio para acceder a la cumbre del cerro Cuzco -y al adoratorio sobre ella- se encuentra en la ladera este de la montaña. Se trata de un recorrido marcado por varios hitos geosimbólicos (sensu Bonnemaison 1992): apachetas, mojones y, por lo menos, ocho rocas que presentan en una de sus caras diseños serpentiformes y horadados. Entre las estructuras más significativas que componen el adoratorio se destacan un recinto de forma sub-rectangular (Cuz01) y una plataforma rectangular (Cuz02), distantes entre sí de 125m [Figura 2]. El recinto Cuz01, localizado sobre el sector más elevado de la cumbre, posee 6m de largo por 5m en su lado sur y 3,5m en su lado norte, el cual se encuentra desprovisto de muros. El recinto, se encuentra orientado en dirección norte-sur (con un desfasaje de 10º con respecto al norte magnético actual), abriéndose visualmente hacia el territorio Quillacas. Entre los muros construidos con piedras empiladas sin argamasa -en su totalidad derrumbados-se registraron abundantes restos de leños de queñua y tola (Baccharis sp. y Polylepis sp.) y algunos escasos fragmentos de cerámicas rústicas. En el interior del recinto, se identificaron tres estructuras circulares adosadas a los muros. Por su parte, la plataforma (Cuz02) [Figura 3 y 4], situada en el mismo sector de cumbre sobre los 5000m, posee una forma rectangular orientada en sentido NE-SE. Construida con muros secos a doble paramento, la plataforma posee 9.5m de largo por 5.5m de ancho y una altura de entre 0.40m y 0.60m con respecto a la superficie rocosa donde yace. Los restos de muros derrumbados al exterior de la plataforma señalan que la misma habría sobrepasado la altura de 1m (aproximadamente 0.40m por encima de la superficie interna actual). La limpieza de los niveles de superficie y los sondeos efectuados en el interior de la plataforma, revelaron un único nivel de relleno constituido por un sedimento arenoso y removido en su totalidad. No obstante, pudieron ser registrados los rastros de un muro de piedra trasversal situado a 6m del muro sur, y cuatro estructuras en negativo del tipo fosa simple, todas ellas delimitadas por piedras alineadas de forma circular y sub-circular y rellenas con un sedimento arenoso-ceniciento. En ninguna de las cuatro estructuras circulares fue hallado material alguno, a no ser pequeños restos de leños y fragmentos de spondylus sp. De la misma manera, no se registraron materiales significativos en la superficie ni en el relleno de la plataforma, salvo dos rocas formatizadas. Dada la morfología de estas rocas, una de ellas un prisma rectangular y la otra de contorno ancoriforme, se tratarían posiblemente de ápices de sayhuas4. Asimismo, una gran cantidad de leños, principalmente tola, y rocas con caras canteadas fueron hallados inmediatamente al lado de la plataforma.

 


Figura 1. Localización del cerro Cuzco (Dpto. Potosí, Bolivia)

 


Figura 2. Croquis de planta del adoratorio del cerro Cuzco

 


Figura 3. Planta de la plataforma (CUZ02) y de los recintos adosados (CUZ04)

 


Figura 4. Fotografía de la plataforma CUZ02

 

A pesar de su mal estado de conservación, los registros efectuados en la plataforma permiten comprender algunos aspectos de su tafonomía. Por un lado, la altura de los muros perimetrales y los derrumbes contiguos a los mismos indican que la plataforma tuvo una altura original de aproximadamente 1m, entre 0.40m y 0.50m más que en la actualidad. El derrumbe de los niveles superiores de los muros perimetrales y la erosión eólica provocada por los intensos vientos de altura socavaron la plataforma, acarreando los sedimentos hacia sus lados este y norte. Por el otro lado, la presencia de sectores con sedimentos cenicientos y con abundantes restos de carbón sugieren el desarrollo de múltiples actividades ceremoniales desarrolladas sobre la misma. La intensa remoción del sedimento de relleno, y la ausencia de materiales significativos en el mismo, aun en el interior de las cuatro estructuras circulares identificadas sugieren que los materiales que pudieran haber sido depositados allí, de los cuales solo quedan mínimos rastros (leños, carbón, fragmentos de spondylus sp.), fueron extraídos de manera sistemática. Finalmente, las rocas formatizadas que interpretamos como ápices de sayhuas podrían estar relacionadas en alguna medida con el adoratorio del cerro Mundo, visible desde la plataforma siguiendo su mismo alineamiento, y posiblemente con el desarrollo de alguna actividad astronómica.

Si bien sólo el recinto Cuz01 y la plataforma Cuz02 permiten ya caracterizar el sitio como un adoratorio de altura inkaico, no son las únicas estructuras presentes en la cumbre del cerro Cuzco. En efecto, a media distancia entre Cuz01 y Cuz02 se encuentra un conjunto de seis estructuras de habitación (Cuz04) [Figura 3], de forma circular y adosadas entre sí siguiendo un patrón alveolar. Sondeos realizados en los dos recintos más amplios (3.a y 4.b) permitieron registrar un único nivel de ocupación caracterizado por un relleno arenoso-ceniciento con abundantes restos de carbón y de fauna. Como en Cuz01 y Cuz02, ningún resto de material fue hallado en el interior de las estructuras. Asimismo, asociado espacialmente con los recintos de Cuz03 -y en otros sectores de la cumbre- se registraron por lo menos ocho explotaciones mineras, todas ellas colmatadas con pequeños bloques rocosos, muy probablemente resultantes de las mismas actividades extractivas. Un sondeo realizado en una de ellas (Cuz10), permitió corroborar que se trata de explotaciones de vetas superficiales de mineral, algo concordante con las minas prehispánicas conocidas en la región (cf. Potosí, Porco, San Antonio de Lípez).

Por otra parte, a 160m al sur-oeste de Cuz01, se registró otra plataforma delimitada por un solo muro simple de piedra, de 5m, en cuyo interior se encuentra una estructura circular. La misma se encuentra delimitada superficialmente por piedras alineadas y tiene una profundidad de 0.90m. A pesar de poseer una morfología similar a las tumbas del período tardío conocidas en la región, y en gran medida a las halladas en los adoratorios de altura inkaicos (cf. Llullaillacu, El Plomo), la estructura se encontraba rellena solo con un sedimento arenoso, sin ninguna evidencia de restos materiales o humanos. Significativamente, la estructura no presentaba ninguna evidencia de saqueo o destrucción. Finalmente, dos conjuntos de sayhuas localizadas en diferentes sectores completan el paisaje antrópico de la cumbre del cerro Cuzco.

Uno de los aspectos que consideramos más relevantes del adoratorio del cerro Cuzco es la ausencia casi total de restos materiales, aparte de las construcciones y estructuras citadas anteriormente. Evidencia de una ausencia, más que ausencia de evidencia, este silencio resulta aun más intrigante si tenemos en cuenta tres factores: (1) la existencia de antiguas explotaciones mineras sobre la misma cumbre donde se sitúa el adoratorio, (2) el registro en este mismo espacio de estructuras de habitación (Cuz03) con niveles de ocupación evidentes (cenizas, carbones y restos de fauna), y (3) la considerable inversión en trabajo -y tiempo- que debió haber requerido la construcción de la plataforma Cuz02 y del recinto Cuz01, independientemente de sus funciones o de las prácticas con las cuales se asociaron. Como tampoco existen señales de actividades de huaqueo significativas, y teniendo en cuenta los escasos fragmentos cerámicos y de spondylus sp. hallados de manera dispersa en todas las estructuras, se plantea el escenario de una expurgación del adoratorio, operada mediante una extracción, o recuperación, sistemática de todo objeto y señal de actividad humana. De la misma manera, el registro de numerosas explotaciones colmatadas e invisibilizadas testimonia, desde la materialidad, sobre las numerosas informaciones brindadas por las fuentes históricas acerca de las prácticas de ocultamiento y silenciamiento de minas por parte de los pueblos indígenas -en particular los inkas- durante los primeros momentos de la Colonia. En esta perspectiva, creemos que al mismo tiempo que se ocultaban las minas localizadas sobre la cumbre del cerro Cuzco el adoratorio fue condenado ritualmente, borrando toda memoria material de las prácticas allí realizadas. No se trataría por lo tanto de un caso aislado, una referencia explícita sobre la condenación de un adoratorio de altura mediante el retiro de las ofrendas allí depositadas fue brindada a Rodrigo de la Fuente Sanct Ángel por el propio Diego Guallpa, "descubridor" del Cerro Rico de Potosí y miembro de la élite inkaica5. A diferencia de lo sucedido en el cerro Cuzco, la condenación del adoratorio del cerro de Potosí se efectuó inmediatamente antes de la revelación de las fabulosas vetas de plata a los españoles. Retomaremos este tema más adelante en la discusión.

Otro aspecto interesante del adoratorio del cerro Cuzco es la vinculación visual de sus estructuras con otros cerros sacralizados y centros administrativos inkaicos [Figura 5]. Sin duda la más evidente es la de la plataforma Cuz02 con la cumbre del cerro Mundo, donde se localiza otro adoratorio de altura distante de aproximadamente 35 km siguiendo el eje longitudinal de la misma. A su turno, el recinto Cuz01 se abre visualmente sobre el centro administrativo de Oma Porco, situado aproximadamente a 70 km al norte. Muy significativamente, una de las aperturas de la imponente kallanka de este centro administrativo apunta a la cumbre del cerro Cuzco. Asimismo, un conjunto de cuatro sayhuas alineadas, localizadas sobre una cumbre contigua a la del adoratorio, se direccionan hacia el cerro Porco distante de unos 80 km al este.

En cuanto a la cronología del sitio, se realizaron dos fechados AMS. El primero de ellos, realizado a partir de una muestra de leño de tola hallada junto a la plataforma dio como resultado 610 +-/ 30 BP, lo cual calibrado nos da la fecha de 1295 - 1404 AP (95.4%)6. Este resultado con un margen sorprendentemente temprano podría resultar de un efecto de old-wood (Schiffer 1986), aspecto que aun resta por determinar. El otro fechado, realizado sobre un muestra de carbón de uno de los recintos de CUZ04 dio como resultado la fecha de 465 +/- BP, que calibrados nos sitúan entre los años 1400 -1465 AD (95.4 %). Este último fechado se muestra coherente con la propia cronología de la expansión meridional del Tawantinsuyu bajo el reinado de Pachacuti Inka Yupanki (1438 - 1471-72).

 


Figura 5. Principales cerros-wak'as visibles desde la cumbre del cerro Cuzco (recinto CUZ01)

 

Cerros Sagrados y Adoratorios de altura en el espacio potosino

Como fue señalado anteriormente, el cerro Cuzco se integra dentro de un conjunto de cerros antiguamente sacralizados entre los que se destacan: Mundo (5500m), Ubina (5150m), Cosuña (5200m), Porco (4900m), Potosí (4850m) y Kari Kari (4900m) por lo que concierne a la cordillera de los Frailes, el cerro Tunupa (5432m) en la región Intersalar, el cerro Chorolque (5532m) en la cordillera de los Chichas y el cerro Lípez-Nuevo Mundo (5929m) en Sud-Lípez. Todos estos cerros, situados en la Cordillera oriental, se integran dentro de la franja polimetálica conteniendo importantes yacimientos de cobre y plata entre otros minerales, los cuales fueron mayormente explotados durante la Colonia y la República. Se trata en su mayoría de cerros minerales que albergan en sus cumbres testimonios de antiguas actividades rituales. Sólo en el caso del Cerro de Potosí, los más de 450 años de explotación intensiva y extensiva de sus yacimientos explican la desaparición de todo rastro material del adoratorio que se hallaba localizado en su cumbre. Por otro lado, bien que en todos los casos se trata de cerros metalíferos desde el registro arqueológico, se observan a lo menos tres situaciones relacionadas tanto con la importancia de la producción minera como con el tipo de evidencias rituales observadas en ellos. Por un lado, encontramos aquellas montañas que contienen importantes yacimientos de plata explotados por los inkas -y más tarde por los españoles-, y que ocuparon un lugar trascendental dentro de la geografía religiosa de la región. Tal es el caso de los cerros de Potosí, Porco y Mundo. Por el otro, aquellos cerros minerales con evidencias de explotaciones de plata y cobre, donde se registraron adoratorios de altura y/o apachetas en sus cumbres. Finalmente, es importante señalar que otros cerros de la región, no tan majestuosos como las altas cumbres citadas, albergaron importantes centros ceremoniales7.

Veremos a continuación algunas de las características más resaltantes de los cerros citados, comenzando por los casos de las montañas de Potosí y Porco, las más trascendentes, las que poseen mayores referencias documentales.

Los datos que se refieren a la existencia de un adoratorio sobre la cumbre del Cerro Rico de Potosí son brindados por el propio Diego Guallpa, descubridor oficial de sus fabulosos yacimientos de plata. En su relato, Guallpa señala que el adoratorio, situado en la cumbre del cerro, contenía una plataforma cuadrangular de alrededor de 8.3m de lado (30 pies)8. En éste se habrían encontrado depositadas algunas "ofrendas" dedicadas al wak'a del cerro en plata labrada, en oro y otras "cosas de poca importancia"9. Aunque somera, se trata de una descripción que concuerda con las informaciones que se poseen sobre varios de los adoratorios de altura inka conocidos. Sin embargo, la fuente especifica que este wak'a habría sido adoratorio de "indios comarcanos" y no nos dice nada acerca de los inkas. No obstante, la estampa de los inkas se manifiesta en la propia fuente: Diego Guallpa, además de haber ocupado un importante lugar dentro de la élite imperial fue el encargado de entregar a los españoles las vetas de la montaña de plata. Por otro lado, la reminiscencia del Inka Wayna Qapaq quedó plasmada en el nombre del cerro Guainacabra (Guainacaba), una de las colinas que conforman las faldas del Cerro Rico. En este cerro se registraron varias minas prehispánicas, una importante concentración de restos de huayrachinas asociadas con material inka así como una instalación metalúrgica del contacto. En este sentido, Bouysse-Cassagne (2004: 59-97) señala cómo el Cerro de Potosí, llamado en tiempos preincaicos y en lengua puquina Qapaq Yque (el Señor Rico), habría sido consagrado al sol por los inkas -y posiblemente lo encarnaba- en razón de sus riquezas minerales.

Un caso diferente fue el del cerro Porco donde, según otro documento, redactado por el Bachiller Hernán González de la Casa (Platt et al. 2006:182-206), se encontraba depositado el wak'a del mismo nombre, el cual era venerado y objeto de peregrinación por parte de todas las naciones aymaras de Charcas (Espinoza Soriano 1969: 117-152). El cerro guardaba grandes yacimientos de plata que fueron explotados por los inkas (ver Presta 2008: 201-230); entre ellos, por el mismo Willak Umu (Villa Oma) "quien era el Papa que entre los indios solía haber en sus tiempos" (Guillén Guillén 1978: 50-54). A semejanza de Potosí, los estudios realizados por van Buren y Mills (2005) en Porco permitieron registrar numerosas áreas de producción metalúrgica, con restos de huayrachinas destinadas a procesar el mineral de plata extraído del cerro. Sin embargo, y a pesar de que se trata de un yacimiento intensamente explotado desde temprano por la Colonia, sobre la cumbre del mismo se registraron las evidencias materiales del antiguo adoratorio: un conjunto de cuatro plataformas sub-rectangulares y una gran plataforma semicircular (corona) que encierra en su interior dos pozos verticales de una gran profundidad10. Los mismos fueron acondicionados en su interior con muros de contención y estuvieron, muy probablemente, explotados en tanto que minas. Con un destino diferente al de Potosí sabemos que el wak'a de Porco, ante la amenaza de su destrucción y/o saqueo, habría sido ocultado en otro cerro sagrado, el Caltama, de donde sería extirpado años más tarde por el mismo Bachiller González de la Casa.

Aparte de estos dos casos, Potosí y Porco, sobre los cuales se disponen de algunas referencias documentales desde un punto de vista geográfico, topográfico y visual, es el cerro Mundo el que sobresale por sobre el resto. La importancia del adoratorio de este cerro se expone en las abundantes ofrendas de leña11, donde se destacan cuatro grandes conjuntos depositados de manera longitudinal (aproximadamente 4m de largo c/u) sobre el filo, siguiendo el sentido de la pendiente como si estuvieran apuntando a una de sus cumbres. Por otro lado, en la falda norte de este cerro se encuentra una colina que alcanza los 5.000m la cual, muy significativamente, lleva el nombre de Wayna Potosí. Testimonio de la perpetuación en tiempos coloniales de los antiguos cultos a los cerros, sobre la estrecha cumbre de esta colina se concentra un conjunto de singulares estructuras coloniales, entre las que se destacan algunas plataformas y recintos, y al menos cuatro estructuras que se asemejan a nichos abovedados, todos ellos construidos con muros simples. Estos nichos se encuentran direccionadas hacia la cumbre del cerro Mundo, precisamente en dirección a donde se encuentra situada la plataforma principal, la cual solamente es visible desde este mismo espacio. Hoy en día, para muchos campesinos indígenas de los alrededores de Potosí el cerro Mundo es el lugar donde se juntan "todas las almas del mundo" -de hecho en sus libaciones el cerro es invocado de manera indistinta como "Alma-Mundo" o "Tata Mundo"-, después de un peregrinaje que lo conecta directamente con la quebrada de San Bartolomé, llamada anteriormente mullupuncu (González de Holguín 1952 [1608]: 173), el portal que se abre sobre el Cerro Rico de Potosí, considerada como la puerta del mismo infierno (Absi y Cruz 2007). En cuanto a los cerros Cosuña, Tunupa y Lípez-Nuevo Mundo, los mismos no cuentan con plataformas en sus cumbres, presentando solamente abrigos, muros aislados, apachetas y sayhuas. Sin embargo, tal como sucede en el cerro Cuzco, en las faldas de estos cerros fueron registrados conjuntos de rocas con diseños serpentiformes y horadados12. En el caso del cerro Lípez- Nuevo Mundo se trata de un conjunto de dieciocho rocas, las cuales se organizan siguiendo un trayecto que vincula un espacio ceremonial con el paraje de Wayqo Seco, el cual albergó en tiempos coloniales un establecimiento minero-metalúrgico contiguo a las minas de "Mesa de Plata". Por su parte, en el cerro Tunupa se registraron tres rocas portando estos mismos diseños, las cuales se encuentran localizadas, como en el cerro Cuzco, siguiendo la vía de acceso a la cumbre. Finalmente, tres otras rocas con diseños serpentiformes fueron registradas a los pies del cerro Cosuña, encontrándose éstas en cercanía de una antigua ruta caravanera donde se desataca un abrigo con arte rupestre. A semejanza de lo observado en el cerro Cuzco, la mayoría de los diseños serpentiformes registrados en estos cerros fueron producidos por termo-alteración: los mismos fueron producidos mediante la aplicación directa de una fuente de calor focalizada sobre el soporte rocoso [Figura 6].

 


Figura 6. Rocas con diseños serpentiformes y horadados sobre el trayecto hacia la cumbre del cerro Cuzco

 

Ahora bien, hemos visto que los adoratorios estudiados difieren sustancialmente entre sí, tanto en lo que refiere a su morfología como al número de estructuras que lo componen. Al mismo tiempo, todos ellos guardan en común ciertos elementos que les son constitutivos. Entre ellos se encuentran, las apachetas, las sayhuas y los recintos y/o abrigos construidos con muros de piedra seca. No sucede lo mismo con las plataformas, cuya presencia solo fue confirmada en los cerros Cuzco (2), Porco (5) y Mundo (1) y, siguiendo testimonio recogido por De la Fuente Sanct Ángel, en el cerro Potosí (1965 [1572]: 358-359). La morfología de estas plataformas varían entre sí: pueden ser rectangulares delimitadas por doble muro de piedra (Cuzco, Mundo), rectangulares delimitadas con muros simples (Cuzco, Porco, Lípez), y en forma de corona (Porco). Lo mismo sucede con las alturas de estas estructuras las cuales varían desde una decena de centímetros del suelo, hasta sobrepasar el metro de altura en el caso de la corona del cerro Porco. Con respecto a los depósitos de leños, otro de los elementos recurrentes de los adoratorios de altura inkaicos, su existencia fue confirmada en los cerros Cuzco, Mundo, Lípez y Cosuña. Sin embargo, en los casos de los adoratorios de los cerros Porco y Potosí, y en menor medida el del cerro Tunupa, la ausencia de estos depósitos de leños podría relacionarse con el uso ritual de los mismos en quemas de mesas y ofrendas en tiempos posteriores. Los volúmenes de los depósitos de leños también varían sustancialmente, desde algunos pocos ejemplares dispersos en los casos de Cosuña y Lípez, hasta grandes cantidades como las hileras de leños del cerro Mundo. En cuanto a la asociación de estos adoratorios con las actividades mineras, la misma se muestra desde la materialidad muy evidente en los cerros de Porco y Cuzco, en los cuales se identificaron antiguas explotaciones sobre sus cumbres. Esta misma situación tuvo lugar en el cerro de Potosí, donde numerosas fuentes señalan la presencia de vetas y afloramientos superficiales de mineral en su cumbre. De hecho, fue la explotación de las minas que se encontraban en la cumbre del cerro la que borró todo rastro del adoratorio que allí se encontraba. Tal relación se muestra también en los casos de los cerros Cosuña y Lípez-Nuevo Mundo, los cuales contienen importantes yacimientos mineros en sus faldas: cobre en el primero y plata en el segundo. Solo en los casos de los cerros Mundo y Tunupa no se registraron explotaciones mineras, lo cual no puede ser tomado en el estado actual de los conocimientos como un indicador de su inexistencia.

Otros elementos recurrentes de los adoratorios de altura y cerros sacralizados, y que a nuestros ojos se muestran relevantes tanto por su singularidad como por su significancia, son aquellas rocas con diseños serpentiformes y horadados. Aparte de los señalados en el cerro Cuzco, semejantes diseños fueron registrados en los cerros Nuevo Mundo, Cosuña y Tunupa. En todos los casos, los diseños están vinculados con trayectos que ascienden a las cumbres de los cerros donde se sitúan los adoratorios. Una de las particularidades que tienen estos diseños serpentiformes, inéditos hasta el presente, es que muchos de ellos fueron producidos mediante aplicación de una fuente de calor13. En cuanto a los horadados que acompañan estos diseños, los mismos parecen inscribirse dentro de prácticas difundidas en importantes sitios mineros-metalúrgicos del Período de Contacto pero que registran ocupaciones prehispánicas, principalmente Inka (entre otros, San Antonio de Lípez, Porco, Potosí, Chaquí y Berenguela de Pacajes)14.

 


1: minería prehispánica. 2: metalurgia prehispánica. 3: plataformas. 4: caminos. 5: apachetas, sayhuas, 6: sectores ceremoniales. 7: serpientes. 8: culto colonial. 9: recintos.

 

Discusión: los cultos a los cerros y el wak´a de Porco

Los resultados alcanzados en esta investigación pueden ser medidos en diferentes escalas. Por un lado, y por lo menos para esta región de los Andes, se pudo confirmar la hipótesis planteada sobre la relación que vincula los adoratorios de altura con los cerros minerales y las explotaciones mineras (Platt y Quisbert 2008, Cruz 2010 y 2012). Esta relación entre adoratorio, cerro y mina, la cual se muestra coherente con el supuesto de que la expansión meridional del Tawantinsuyu estuvo motivada por la obtención de nuevos recursos minerales (Raffino 1993) puede, en parte, explicar el hecho de que, precisamente, la mayoría de los adoratorios de altura inkaicos se localicen en el Qollasuyu. Es en este espacio que, en efecto, se sitúan los depósitos de minerales metalíferos más fecundos del área andina, llegando a estar, en los casos de Potosí (Ag), Llallagua (Sn) y Chuquicamata (Cu), entre los principales del planeta. Sin embargo, se trata de una relación compleja, la cual sobrepasa en todos los casos la simple ecuación adoratorio-montaña-metales, que refleja de manera muy clara la indisociabilidad de los ámbitos político, económico y religioso. De la misma manera, la empresa colonizadora de los Inkas en los Andes meridionales no puede ser reducida a la simple procuración de nuevas fuentes de metales sino que debe ser entendida en un marco más amplio, y necesariamente más complejo, donde la incorporación de nuevos territorios y el sometimiento de nuevos pueblos legitimaba la honra y gloria del Inka (ver Ziólkowski 1997).

En trabajos anteriores nos hemos referido a la participación de los cerros sacralizados aquí tratados en la conformación de una jurisdicción territorial vinculada con el wak'a de Porco, divinidad prehispánica asociada tanto con el rayo como con la guerra (Cruz 2010, 2012). Una imagen parcial de esta jurisdicción territorial fue brindada por el Bachiller Hernán González al referirse a un conjunto de cerros vinculados con el wak'a de Porco depositado en el cerro del mismo nombre (Platt et al. 2006: 184). Aparte de estos dos casos, el nombre de Porco vuelve a aparecer en el centro administrativo y ceremonial inka de Oma Porco situado en la localidad de Sevarullos (Raffino 1993), uno de los tambos identificados por Vaca de Castro (1908 [1543]). A juzgar por su extensión (aproximadamente 10 ha) y el tamaño de sus construcciones, en particular la kallanka, se trata del centro administrativo y ceremonial más importante de la región, una cabecera si tomamos también en cuenta la traducción literal de su nombre. Y es precisamente desde la imponente kallanka del centro de Oma Porco que se dominan visualmente los principales cerros de la cordillera de Los Frailes, el cerro Cuzco en primera línea. En este sentido, notamos que la jurisdicción vinculada con el wak'a de Porco habría tenido dos enclaves principales, al oeste Oma Porco y al este el "Qapaq Yque" de Potosí. Además de haber sido identificado como el "Gran Señor", es relevante que el nombre de Potosí derivara del estruendo (potocchi) mediante el cual la montaña se le anunció al Inka15 en uno de los mitos relacionados con la montaña más difundidos; un sonido venido del interior de la tierra semejante al trueno, una de las manifestaciones de la divinidad tripartita del rayo. Estos dos enclaves principales, Oma Porco y Potosí, se habrían constituido, al mismo tiempo, como dos portales de acceso al territorio del wak'a de Porco, al encontrarse ambos situados sobre los recorridos de dos ejes troncales del Qapaq Ñan. En el caso de Potosí este portal no fue otro que el Mullupuncu de la quebrada de San Bartolomé. Más tarde, con la llegada de los españoles, gran parte de esta jurisdicción se convertiría en un distrito administrativo del nuevo orden colonial conservando el mismo nombre: partido de Porco. No se trataría, por lo tanto, de un caso particular; otra jurisdicción territorial marcada por un conjunto de cerros minerales sacralizados fue explícitamente señalada por de la Calancha (1978 [1638]: 302) cuando se refiere al cerro Quiquijana (Chuquisaca) como el principal de un conjunto de doce otros cerros minerales16. Y aparte de estas dos jurisdicciones, observamos indicios de circunscripciones territoriales semejantes en las regiones de Lípez17 y Carangas18. Otro aspecto de estas jurisdicciones territoriales marcada por conjuntos de cerros sacralizados se encuentran en la replicación de los nombres de los mismos (Cruz 2010). Por solo referirnos a algunos de los cerros aquí tratados, el cerro de Potosí posee sus pares en Chuquisaca (Potosí), en La Paz (Potosí), en Huánuco (Potosí), en Oruro (Potocsi) y en Arequipa (Potocsi). El cerro Porco tiene su réplica en sud Lípez, cerca de otro cerro llamado igualmente Nuevo Mundo. Sabemos que los nombres de varios de estos cerros sagrados fueron dados por los Inkas, como es el caso de los cerros Cuzco, Potosí y Quiquijana, mientras que otros, como Illimani o Tanga Tanga, poseen nombres en lenguas locales -por ejemplo aymara o puquina.

Otra relación significante a tener en cuenta aquí es aquella que vincula a la antigua divinidad del rayo con Pachacuti Inka. Tal como lo tratara Ziólkowski (1984, 1997), el destino de Pachacuti estuvo trazado por la aparición profética del rayo en Susurpuquio, adoptando al mismo como hermano o doble celestial (wawqui). Recordemos que las fuentes concuerdan en señalar que fue bajo el reinado de Pachacuti Inka que se iniciaron tanto la expansión meridional del Imperio, en coherencia con la cronología de la ocupación inkaica de la región de Potosí (Cruz y Absi 2008), como la instauración de los rituales sacrificiales de capacocha, muchas de las cuales tuvieron como escenario las altas cumbres. De hecho, algunas representaciones coloniales retratan a Pachacuti Inka de manera semejante a las descripciones de esta divinidad. Entre los ejemplos más figurativos, Murúa (2004 [1590]: L. II, Ch.11, Lam.1) nos muestra a este soberano maniobrando una waraka con un proyectil esférico que lleva el nombre de chuqui rumin (piedra del rayo), en tanto que chuqui se relaciona directamente con Chuqui Ylla y Chuqui Yllapa, nombres de la identidad tripartita del rayo. Esta misma representación del Inka/Rayo aparece en las faldas del cerro de Potosí, en los diferentes cuadros de la Virgen del Cerro, en alusión directa a la estruendosa anunciación de la montaña señalada atrás. Es que además de su poder devastador el proyectil lanzado por el Inka y el dios del rayo, una esfera de oro radiante, actuaba en su impacto como un agente fecundador en la generación de las vetas minerales (Bouysse-Cassagne y Bouysse 2006: 2; Ziolkowski 1984: 219-234). Toma aquí todo su sentido y relevancia que las andas con la cual el Inka partía a la guerra, parado sobre ella y blandiendo en alto su waraka según una representación de Guaman Poma (1989 [1615: 333-335]), hayan sido construidas con el mineral de plata extraído de las entrañas del cerro Porco (Bouysse-Cassagne 1997). Y fue también por esta relación entre metal y guerra que el extirpador Fernando de Avendaño increpaba en sus sermones:

Quando vais a las minas, o a pleitos, consultais a los hechizeros, y velais de noche, beviendo y baylando. Quando llegais allá, hazeis otro tanto, para que suceda bien vuestro negocio, o el pleito, o el metal que buscais. Para eso adorais los cerros, y minas (Avendaño, 1648: sermón XX: 33).

Ahora bien, si parecen no quedar muchas dudas acerca sobre la cronología de los ritos que tuvieron lugar en los adoratorios de altura -la capacocha entre otros-, varios elementos señalan que los mismos se continuaron hasta momentos más recientes, incluso durante el período de contacto19. Es más, es a partir de este período, el cual más allá de las batallas y estratagemas políticas y económicas tuvo uno de sus principales escenarios de confrontación en el escabroso campo de la religión, que se multiplican las referencias sobre los cultos vinculados con los adoratorios de altura. Uno de los ejemplos más evocados son las descripciones brindadas por el extirpador Hernández Príncipe (1923 [1621]: 25-78) sobre las idolatrías practicadas en el pueblo de Ocros (Ancash, Perú), quizás la fuente más precisa y detallada sobre los ritos de capacocha que tuvieron lugar en tiempos tardíos: además de los gestos y protocolos rituales se presenta la genealogía de la joven sacrificada -quizás una entre varias-, permitiendo contextualizar cronológicamente los diferentes "sucesos" referidos. La capacocha de Hernández Príncipe tiene como personaje central a la niña Tanta Carhua, quien a sus diez años fue sacrificada en la cumbre de un cerro después de haber sobrellevado una larga peregrinación al Cuzco. Hija del poderoso cacique Caque Poma ella integró un linaje que se remonta a Carhua Huanca ancestro litificado (Duviols 1979) y principal wak'a de la localidad, el cual estuvo vinculado con el rayo de la misma manera que sus descendientes, todos ellos "llachuases" identificados como "hijos del rayo". Además, después de la muerte de Tanta Carhua, la mayoría de sus parientes descendientes son señalados como sacerdotes, hechiceros y gobernantes, situación que pone en evidencia el rol que tuvieron estos sacrificios en la perpetuidad del poder de las élites políticas y religiosas locales. El cruzamiento de las genealogías y fechas presentadas en la fuente, donde sobresale la presencia del extirpador Fray Francisco quien estuvo por esa región en 1575 (Arriaga 1968 [1621]: 231), permite situar el sacrificio de la niña Tanta Carhua alrededor del año 1550; es decir, durante los primeros e intensos momentos del contacto, y en la antesala del gran levantamiento indígena alimentado por el movimiento mesiánico conocido como taqui onqoy que tuvo lugar a partir de la década de 1560. Después de su muerte, y gracias al involucramiento de varias generaciones de parientes hechiceros y caciques -y a pesar de los frustrados intentos de Fray Francisco-, el culto y devoción a la doncella sacrificada perduraría a lo menos hasta 1621, fecha en la que Hernández Príncipe asciende hasta la cumbre de un cerro -no muy alto según sus palabras-, para destruir su adoratorio y tumba. La extirpación de Ocros se refiere también a uno o varios espacios localizados por debajo de la cumbre donde yacía enterrada Tanta Carhua, desde donde se oficiaron rituales a la capacocha con posterioridad al sacrificio. De la misma manera, estos espacios nos remiten directamente a las estructuras ceremoniales coloniales registradas sobre la cumbre del Cerro Huayna Potosí, asociado con el adoratorio inka del Cerro Mundo, sobre el cual sabemos que continuó recibiendo ofrendas de leños por lo menos hasta el año 1550. Sin embargo, no sucedió lo mismo con otros cerros. La mina de Porco fue entregada a Hernando Pizarro en 1538, siendo a partir de este momento que su wak'a fue trasladada y escondida en el cerro Caltama, donde permaneció oculta hasta su extirpación por el Bachiller Hernán González en 1590. De manera semejante, el adoratorio del Qapaq Yque de Potosí fue condenado en 1545 por Diego Gualpa momentos antes de oficializar la entrega de sus tesoros minerales a los españoles, los cuales hasta entonces se habían mantenido ocultos. Habría sido igualmente durante estos mismos años que se efectuó la condenación del adoratorio del cerro Cuzco y el ocultamiento de sus minas. Aparte de estos casos, sabemos que varias otras importantes minas-wak'as fueron ocultadas de la codicia española: San Cristóbal de Oruro (Pauwels 1999), el cerro Poder de Dios (Platt et al. 2006, Cruz 2010), el wak'a del cerro Tantalluc en Cajamarca -sobre la cual existe un plano muy explícito al respecto donde se muestra que el acceso a las vetas fue literalmente ocultado bajo una "montaña" de sedimento20 - y, probablemente, el cerro Lípez-Nuevo Mundo21. De suerte que ni la fiebre mineral que animó la empresa colonial en esta región del continente, ni los esfuerzos volcados por la Iglesia en la conversión de las almas y en la extirpación de la idolatría resultaron suficientes como para erradicar de raíz los antiguos cultos indígenas a las montañas. Aun bien entrada la Colonia, muchas de sus wak'as continuaron influyendo en el destino de los hombres, resguardadas en las ásperas cumbres de los cerros y en las entrañas de la tierra.

Agradecimientos

Nuestro agradecimiento a Verónica Cereceda y a la Fundación ASUR (Sucre, Bolivia) por haber respaldado y acompañado desde un comienzo el proyecto de investigación sobre los adoratorios de altura. Agradecemos igualmente a la Fundación del Banco Central de Bolivia por sostener nuestras investigaciones en el cerro Cuzco; finalmente, a Crispín Ventura, de la comunidad de Irupampa (Chuquisaca) por haber compartido a lo largo de estos años nuestras travesías por las montañas potosinas.

Notas

1. De manera general, las dataciones que arrojan fechados anteriores a 400 años BP presentan un alto grado de incertidumbre, al punto de considerarse como no válidas. Es probable que Beorchia Nigris haya obtenido la fecha de 1480, adicionando el margen de incertidumbre (+/- 120 años [1 sigma 68.3%]) al fechado obtenido (350 AP) y restando el total (470 años) a la fecha convencional de 1950, lo cual constituye un error metodológico.

2. La calibración (INTCAL09) del primer fechado, 350 +/- 120, arroja el siguiente resultado: 1 sigma (68.3 %) cal AD 1439-1657; con una curva explayada cuyo centro marca el año 1550. La calibración del segundo (1 sigma) da como resultado cal AD las siguientes brechas: 1441-1524, 1559-1563, 1570-1661; con dos curvas macadas, una entre 1450-1520 cal AD y 1550-1650 cal AD.

3. La calibración (INTCAL09) arroja el siguiente resultado (1 sigma) cal AD: 1450-1524,1559-1564,1570-1631; y (2 sigmas, 95.4 %) 1429-1652, con dos curvas pronunciadas cuyo centro se ubica igualmente en los alrededores de cal AD 1550.

4. Frecuentemente confundidas con las apachetas, las sayhuas son conjuntos de piedras empiladas que funcionan, a semejanza de los mojones, como marcadores espaciales. Las mismas se presentan principalmente en las cumbres de los cerros y en antiguas vías de comunicación.

5. "Subió al cerro este dicho indio Gualpa en compañía de otro indio que le señalaron para que con él fuese, por ser la subida, mucha y áspera, distancia de más de dos mill pasos. Yendo por su jornada con dificultad, llegaron ambos indios a lo más alto del cerro de Potosí, el cual cerro tiene una mesa en lo más alto del despacio de cien pies, poco más o. menos, y en contorno igual por todas partes. Allí hallaron ser adoratorio de los indios comarcanos y haber algunas cosas ofrecidas de poca importancia a la guaca que allí estaba, lo cual todo cogió este dicho don Diego Gualpa, y lo cargó en su compañero y lo envió a los cuatro españoles que quedaban en los Asientos que dicen de Gonzalo Pizarro" En De la Fuente Sanct Ángel (1965 [1572]: 358-359).

6. Las calibraciones fueron realizadas utilizando OxCal V4.1.7.

7. Se trata, por ejemplo, de los cerros Quiquijana en Chuquisaca, Caltama en Porco y Poder de Dios en Chaquí (Cruz 2010).

8. "...llegaron ambos indios a lo más alto del cerro de Potosí, el cual cerro tiene una mesa en lo más alto del despacio de cien pies, poco más o. menos, y en contorno igual por todas partes. Allí hallaron ser adoratorio de los indios comarcanos y haber algunas cosas ofrecidas de poca importancia a la guaca que allí estaba...". En De la Fuente Sanct Ángel, (1965 [1572]: 358-359). El destacado es nuestro.

9. En De la Fuente Sanct Ángel, (1965 [1572]: 358-359). Se trata, muy probablemente, de miniaturas antropomorfas y zoomorfas acompañadas de ofrendas de tejidos y de mullu (Spondylus sp.) frecuentemente halladas en los adoratorios de altura inka.

10. En uno de estos pozos ofrendatorios se logró descender 30 metros sin lograr, por lo tanto, aproximarnos a su fondo.

11. Dos muestras de leñas fueron fechadas por dendrocronología en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA) de Mendoza. En la primera (PC1) los últimos anillos fueron calibrados en 1540, mientras que en la segunda (PC2) en 1575-1648 (Mariano Morales, comunicación personal 2010).

12. Fenómenos semejantes fueron identificados en otras regiones bajo los nombres de "cúpulas" o "tacitas".

13. Semejantes diseños serpentiformes producidos por termo-alteración fueron registrados en los cerros Lípez (San Antonio), Cosuña (Tholapampa) y Tunupa (región Intersalar). Al respecto, una serie de experimentaciones llevada a cabo permitieron confirmar la posibilidad de producir diseños semejantes mediante la aplicación de una fuente focalizada de calor (mechero) sobre una fina capa de grasa de llama (soporte disipador) dispuesto sobre la roca. No obstante, fue necesario un prolongado tiempo de exposición a la intemperie (1 año) para que los diseños cambiaran progresivamente su apariencia de "roca quemada" para adquirir una tonalidad blanquecina-grisácea semejante a los diseños serpentiformes observados.

14. No obstante, es importante señalar que rocas con horadados semejantes, en ocasiones igualmente asociadas con grabados de líneas ondulantes, fueron registradas en áreas agrícolas del NOA y norte de Chile.

15. El mito cuenta que el Wayna Qapaq de paso por las aguas termales de Tarapaya se rindió a los pies del Sumaj Orq'o (Cerro Rico de Potosí). Sabiendo de las riquezas minerales que guardaba, el Inka le preguntó a la montaña si podía trabajarlas; la montaña le respondió que sus riquezas estaban destinadas para aquellos que vendrían después, en alusión a los españoles. Luego de estas palabras se escuchó un fuerte estruendo proveniente de las entrañas del cerro que fue el origen de "potocchi" -literalmente el que revienta. El origen colonial de esta leyenda se confirma en el célebre cuadro colonial (anónimo) la Virgen del Cerro expuesto en la Casa de la Moneda de Potosí.

16. Se trata de las siguientes montañas y cerros: Piquisa, Malmisa, Maragua, Aquillane, Chabaoro, Capactini, Sotane, Choquechambi, Uliuli, Quichane y Coyacamane; "los más destos cerros tienen adoratorios que se hallan en ruinas antiguas con ídolos de piedra, cobre, plata i oro, con formas de diversas figuras". En De la Calancha, (1978 [1638]: 302).

17. Entre ellos, los cerros de Llipi, Chiguana, Luxor, Lípez, Mundo y Uturuncu y Caltama en Yonza.

18. Entre los más importantes, Tata Sabaya y Sajama para Carangas, Tanga Tanga y Malmisa para el norte de Potosí.

19. Nos referimos a este período en un sentido muy amplio, como un espacio con márgenes temporales difusos y diferidos según las regiones, comprendido a grandes rasgos entre la estancia de Wayna Qapaq en Ecuador -quien antes de morir fue informado sobre la inminente llegada de los españoles -y de sus intenciones- hasta el derrumbe definitivo del bastión de Villcabamba en 1572. Entre otros, ver Cobo (1964 [1653]: 92).

20. Se trata de un cerro cercano a Trujillo "descubierto" recién en 1765, cuyo plano fue realizado por Baltasar J. Martínez Compañón (1987-1991) y reproducido en Platt et al. (2006: 147).

21. Recientes investigaciones llevadas a cabo en el centro minero de San Antonio de Lípez, ubicado a los pies del cerro Lípez - Nuevo Mundo, pusieron en evidencia un sustrato inkaico asociado con la explotación de los yacimientos minerales.

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Fecha de recepción: 11 de mayo de 2012.
Fecha de aceptación: 17 de abril de 2013.

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