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Memoria americana

versión On-line ISSN 1851-3751

Mem. am. vol.25 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2017

 

OBITUARIOS

Ana María Lorandi (1936-2017), In memoriam

 

Roxana Boixadós*

* Profesora Titular Regular, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Profesora Asociada Regular, Universidad Nacional de Quilmes. Investigadora de CONICET.

 

A poco de iniciarse el 2017, se apagaba el brillo vital de una querida y respetada referente de la comunidad académica argentina: fallecía el 30 de enero en Buenos Aires la Dra. Ana María Lorandi. Maestra y formadora de muchos discípulos, pionera en la conformación del campo de estudios en etnohistoria y antropología histórica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, original y talentosa investigadora, hizo aportes señeros en varias disciplinas -historia, arqueología, antropología- a lo largo de una extensa carrera. Inolvidable docente y consejera, la suya fue una vida plena y laboriosa, vivida con contagioso entusiasmo y compromiso, aún en momentos difíciles, y en compañía del afecto de pares, colegas y miembros de su equipo de trabajo.
Ana María Lorandi nació en 1936 en la provincia de Santa Fe y fue parte de una importante generación de descendientes de inmigrantes que encontraron en las universidades públicas del país posibilidades de formación superior. Se graduó como Licenciada en Historia en la Universidad Nacional del Litoral (1960), especializándose en arqueología bajo la dirección de Alberto Rex González. Fue ésta su primera experiencia de participación en equipos de investigación liderados por quien ya se perfilaba como el gran renovador de la arqueología argentina, y en varios de sus escritos Ana María insistirá en recordar la vigencia que esta impronta ejerció en su trayectoria posterior. En esta etapa fecunda realizó sus investigaciones sobre arte rupestre en el Noroeste argentino, obtuvo el doctorado en 1967 -en tiempos en los que el posgrado era el corolario de una larga trayectoria- e ingresó a la carrera del Investigador Científico en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), siendo una de las primeras mujeres en formar parte de esta institución, en la que alcanzó la categoría de Investigadora Superior.
La década del 1970 le deparó grandes desafíos; mientras el avance de sus indagaciones arqueológicas se articulaba cada vez más de cerca con la creciente producción sobre el mundo andino y sus horizontes, su integración en contextos académicos internacionales -en los que encontraría grandes amigos y referentes, en particular John V. Murra- la llevaron a reorientar de a poco sus intereses de investigación hacia la etnohistoria, allí donde el diálogo entre la
arqueología, la antropología y la historia iba descubriendo un fructífero sendero en el cual arraigar nuevos proyectos. Por otro lado, el contexto político de esta década en Argentina signó -como el de muchos otros- su camino hacia el exterior, encontrando en París y en su medio académico, en el programa posdoctoral de la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales y también en la Sorbona, nuevas instancias para enriquecer su formación y ampliar el intercambio con pares americanistas, entre ellos Nathan Wachtel.
El retorno de Ana María al país en la década del 1980 estuvo signado por su compromiso con varios procesos de cambio -político-partidarios, académicos y personales-. En primer lugar, sus investigaciones arqueológicas en un sitio incaico, situado en la Provincia de Catamarca, mientras se reincorporaba al medio académico en la Universidad Nacional de La Plata, ámbito en el que formará a una de sus discípulas principales, Verónica Williams. Aquí la interpelación con las investigaciones sobre el mundo andino resultó directa, fluida, porque se trataba de problematizar no solo los alcances del dominio incaico en el Noroeste argentino (NOA), sino de dar cuenta de sus estrategias y formas de apropiación del espacio y la mano de obra local. Sus intereses por indagar los mecanismos y los efectos de los desplazamientos de población promovidos por el Tawantinsuyu en el NOA se resignificaron en esta etapa buscando comprender las conexiones entre las poblaciones relocalizadas, más allá de los datos arqueológicos y cada vez más en las fuentes del periodo de la conquista y colonización española. En segundo lugar -y a partir de 1984- su incorporación a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeñó como Directora del Instituto de Ciencias Antropológicas, y como Profesora Titular de la cátedra Sistemas Socioculturales de América II, del Departamento de Ciencias Antropológicas. Esta doble inserción, que se amplificó por su pertenencia al CONICET, le permitió sentar las bases de nuevos proyectos de investigación interdisciplinarios, articulados con la docencia y con la formación de recursos humanos. La dirección de tesistas de grado y posgrado, de proyectos colectivos y de becarios fue una tarea a la que se dedicó de manera sostenida hasta su retiro.
En esta década, fundacional en más de un sentido, las investigaciones de Ana María configuraron los estudios sobre el Tucumán colonial desde la perspectiva etnohistórica, poniendo en primer plano la experiencia de la participación de los grupos nativos locales en los procesos históricos de dominación inca y colonial. Sus trabajos integraron los resultados de investigaciones arqueológicas con el análisis cada vez más amplio y sistemático de fuentes históricas, identificando y abordando las principales problemáticas de la región: su carácter marginal y fronterizo, las prestaciones de trabajo (servicio personal) en el régimen de encomienda y sus efectos desestructuradores -en particular en las sociedades alcanzadas por la temprana conquista-, los procesos de resistencia y rebelión al dominio colonial, la problemática del mestizaje, entre muchos otros. Sus lineamientos orientaron los intereses de investigación de becarios y tesistas durante varios años, quienes ampliaron, profundizaron y encontraron límites a sus interpretaciones, avances críticos que Ana María siempre estimuló como parte de la producción de conocimiento y del afianzamiento de un nuevo campo de estudios.
En esta misma etapa, Ana María creó la Sección Etnohistoria en el Instituto de Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA), de la que fue directora hasta su retiro en 2014, centro de actividades académicas y sede de proyectos colectivos de investigación, que alberga en la actualidad una biblioteca con más de 1500 volúmenes, 1300 ejemplares de revistas y cientos de fotocopias de documentos
históricos de diversos archivos. En 1990, y como proyección de la nueva Sección, Ana María dio a conocer la revista Memoria Americana, Cuadernos de Etnohistoria, de la que fue también directora durante años.
Cabe recordar que Ana María presidió la organización del primer Congreso Internacional de Etnohistoria celebrado en Buenos Aires en 1989, junto con Ana María Presta y Mercedes del Río, investigadoras de su equipo, y un grupo de jóvenes becarios en formación (Ana Shaposchnick, Juan Pablo Ferreiro, Rodolfo Cruz, Roxana Boixadós). Este congreso convocó a los más destacados referentes nacionales e internacionales del mundo andino (John Murra, Franklin Pease, Amalia Castelli, Thierry Saignes, Silvia Rivera, Thérèse Bouysse-Cassagne, Frank Salomon, Antoinete Moliniè Fioravanti, Thomas Abercrombie, Concepción Bravo Guerrero, María del Carmen Martín Rubio, Nathan Wachtel, Adolfo González Rodríguez, entre otros) y abrió el espectro de participación a investigadores dedicados a otras regiones y sociedades coloniales americanas -Tierras bajas, Litoral, Pampa-Patagonia Argentina y países limítrofes-. Realizado en medio de una tremenda crisis económica y política que presagiaba tiempos aún más difíciles, este evento consagró una nueva comunidad de especialistas de distintos países, comprometidos en el intercambio de ideas y avances de investigación sobre las sociedades nativas americanas y los procesos de cambio atravesados durante la conquista y la formación de estados republicanos. Para 2018, esta comunidad -siempre renovada a través de reuniones realizadas en Bolivia, Perú, Chile y Argentina- espera concretar su décimo encuentro en Ecuador (Quito), resignificando una tradición que tiene a Ana María Lorandi como su principal mentora.
La producción científica de Ana María es vasta y da cuenta de su trayectoria y de sus intereses siempre renovados. Sin perder de vista los avances de sus tesistas en temáticas cada vez más diversificadas, en los últimos años sus inquietudes se orientaron hacia el campo político, abocándose a problematizar la agencia de gobernadores y funcionarios borbónicos en las dinámicas relaciones entre el estado en transformación, los criollos y las sociedades nativas en el Perú tardo-colonial. La transición al orden republicano en el sur andino llamó su atención por sus implicaciones; la desconfiguración de una región con un pasado e identidades en común, fragmentada por el proceso de formación de tres estados republicanos, componía un complejo contexto desde el que interpelaba la trayectoria del brigadier general Juan Antonio Álvarez de Arenales, investigación en parte inconclusa.
La Universidad Nacional de Salta y la de Santiago del Estero homenajearon recientemente a Ana María Lorandi otorgándole el doctorado Honoris Causa, reconocimientos a su trayectoria que se sumaron a la publicación de una de sus primeras obras Tukuma Tukuymanta, inédita hasta entonces (2015), merced al impulso y gestión de Constanza Taboada. En su 80 aniversario sus colegas y discípulos publicaron Disciplinas sin fronteras. Homenaje a Ana María Lorandi, -editado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA-, libro en el que se analiza en profundidad su obra y cuya lectura alcanzó a disfrutar. Quienes editamos el libro -Cora Bunster y quien esto escribe- tomamos la misión de elaborar un homenaje que cuenta con la colaboración de Ana María Presta -quien generosamente aportó su conferencia pronunciada años atrás en ocasión de los 25 Años de la Sección Etnohistoria-, y con un ensayo de la propia Ana María Lorandi, Reflexiones sobre una experiencia vital, que escribió desconociendo nuestra intención de integrarlo en la publicación. Este balance, conmovedor y emotivo de toda una trayectoria de compromiso con la investigación, la docencia y la formación de recursos humanos, sintetiza su rico legado, compartido
generosamente con quienes tuvimos la enorme fortuna de formarnos y de crecer junto a ella.
Su recuerdo impulsará a muchos de nosotros a dar continuidad a su labor y compensará a su hija Valentina, a su yerno y nietos, a sus incontables colegas y amigos la pena que su ausencia provoca. De su inmenso legado elijo destacar su compromiso; en primer lugar con la docencia y los alumnos, para quienes las puertas de su oficina -y de su casa- estuvieron siempre abiertas para recibirlos -y fue así que muchos de nosotros nos convertimos en sus dirigidos-; en segundo lugar con el trabajo cotidiano, ya que durante años fue la primera en llegar a la facultad y la última en retirarse, generando un clima de integración y horizontalidad en el que sus becarios y tesistas jamás trabajaron para ella sino junto a ella; finalmente el compromiso con los afectos, porque a lo largo de los años supo componer un grupo en su entorno con quienes compartió alegrías y pesares. La prodigalidad de su afecto, junto con la honestidad de su proceder, su pasión por el saber y la investigación, y su enorme alegría por compartirla serán una inspiración inolvidable para quienes disfrutamos haberla conocido.

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