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Memoria americana

versión On-line ISSN 1851-3751

Mem. am. vol.25 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2017

 

ARTÍCULOS

El valle de Hualfín como paisaje de conflictos: un acercamiento desde el "Gran Alzamiento Diaguita"

 

Federico Wynveldt* Natalia Ferrari** Luciano López***

* Laboratorio de Análisis Cerámico, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Argentina. E-mail: wynveldtf@fcnym.unlp.edu.ar
** Laboratorio de Análisis Cerámico. Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Argentina. E-mail: naty_bisceglia@hotmail.com
*** Instituto de Recursos Minerales. Universidad Nacional de La Plata, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. E-mail: lopez_lucho@yahoo.com.ar

 


Resumen

El objetivo del trabajo es articular la información arqueológica tardía del valle de Hualfín con los registros documentales del "Gran Alzamiento Diaguita" (1630-1643 DC), desde una perspectiva relacional del paisaje. A partir del análisis de los fechados radiocarbónicos, de la distribución, el emplazamiento y la información contextual de los sitios arqueológicos, de fuentes documentales y del uso de Sistemas de Información Geográfica, se indagan las posibles relaciones -espaciales, sociales, temporales- en el paisaje en tiempos hispano-indígenas. La hipotética ocupación pos-inkaica, la intervisibilidad de los asentamientos, el control de los accesos al valle, la dinámica de alianzas y enemistades entre los grupos históricos, las modalidades de enfrentamiento, la movilidad y la materialidad puesta en juego durante las hostilidades, nos ayudan a pensar el paisaje tardío del valle de Hualfín como un espacio de conflicto y resistencia desde momentos prehispánicos hasta mediados del siglo XVII.

Palabras clave: Valle de Hualfín; Gran Alzamiento Diaguita: Paisaje relacional; Sistemas de Información; Geográfica

The Hualfín Valley as landscape of conflicts: an aproach from the "Great Diaguita revolt"

Abstract

In this paper we articulate late archaeological information over the Hualfín Valley with documentary records about the "Great Diaguita Revolt" (1630-1643 AC) from a relational notion of landscape. Based on radiocarbon dating, analysis of archaeological sites distribution, placement and contextual information, historical sources and the use of Geographic Information Systems, we inquire about possible spatial, social and temporal links in the landscape during Hispanic-Indigenous times. The hypothetical pos-inka occupation, the intervisibility of sites, the control over valley accesses, the dynamics of alliances and enmities among historical groups, and the mobility and materiality at satake during times of hostility, help us to think in the late landscape of Hualfín Valley as a space of conflict and resistance since pre-Hispanic times until mid-seventeenth century.

Key words: Hualfín Valley; Great Diaguita Revolt; Relational landscape; Geographic Information Systems


 

Introducción

Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el valle de Hualfín (Depto. de Belén, Prov. de Catamarca) en los últimos años se enfocaron en los registros tardíos en un sentido amplio (Balesta et al. 2011 y Wynveldt et al. 2013), es decir, en aquellos aspectos de la materialidad asociados tradicionalmente a lo que se conoce como "cultura Belén", cronológicamente adscripta al Período Tardío (1000-1480 DC) y, en su última fase, al Período Inka (1480-1535 DC) (González, A. R. 1955 y Sempé, 1999). Los principales asentamientos en los que suelen encontrarse materiales Belén son pequeños poblados con o sin defensas, emplazados en lomadas o mesadas de distintas alturas, con muy buena visibilidad del entorno y con diferentes dificultades para el acceso; también se encuentran sitios asociados a tareas agrícolas, con estructuras de habitación dispersas entre campos y andenes de cultivo. Todos estos sitios presentan cerámica Belén y restos de grandes ollas ordinarias, en algunos casos junto a otros tipos tardíos como Santa María Bicolor, Famabalasto Negro Grabado, que han sido asociados a épocas pre-inkas, inkas e hispano-indígenas (Marchegiani, 2008 y Wynveldt, 2009). Por otra parte, en los contextos excavados abundan los restos del consumo de maíz y de diversas semillas (Valencia et al. 2010), así como de camélidos y cérvidos (Wynveldt, 2009). La obsidiana, procedente de la puna, se encuentra en todos los sitios, y fue utilizada para la confección de diversos tipos de artefactos, entre ellos, pequeñas puntas de proyectil apedunculadas (Wynveldt y Flores, 2014). Como resultado del análisis de toda la información disponible sobre los sitios locales tardíos del valle, podemos afirmar que no se observan diferencias que permitan establecer con claridad una secuencia independiente de la cronología absoluta entre momentos preinkas, inkas o hispano-indígenas.
Si bien clásicamente se aceptó que los Diaguitas debieron ser los portadores de esa cultura material "Belén", hasta el momento no se ha planteado el problema del vínculo entre los hallazgos arqueológicos y los grupos históricos. Esto se debe, en parte, a que a diferencia de lo que ocurre en regiones aledañas como el valle de Yocavil, los sitios de Hualfín no han aportado evidencias arqueológicas claras de contacto hispano-indígena. El único registro arqueológico europeo que puede relacionarse en algún sentido con los sitios locales tardíos fue hallado en el sitio inkaico de El Shincal de Quimivil (Rafno, 2004; Igareta, 2008 y 2010; Igareta y Castillón, 2013), situado en un espacio que tuvo un rol protagónico en esos primeros años de intentos colonizadores. Por otra parte, los acontecimientos relatados en distintas fuentes documentales, vinculados al denominado "Gran Alzamiento Diaguita" (1630-1643 DC) (Montes, 1961), así como las referencias a las fundaciones de Londres y a la instalación de otros asentamientos españoles al sur del valle de Hualfín, brindan valiosa información acerca de cómo, a partir de las ambiciones coloniales españolas, se fue construyendo un nuevo paisaje social y político en la región. En este
sentido, además del trabajo de Aníbal Montes, el análisis de Schaposchnik (1997) constituye un importante aporte sobre las alianzas políticas perpetradas por las diferentes parcialidades durante los "alzamientos", o sea las rebeliones de los indígenas contra los españoles y sus instituciones. Más recientemente, el trabajo de Quiroga (2010) resulta fundamental para el análisis acerca de cómo se sostuvo, a partir del uso de espacios serranos "apartados" -los huaycos- la resistencia en la región. Esos espacios debieron constituir un recurso ya conocido desde tiempos prehispánicos y posibilitaron la subsistencia y la reproducción de los grupos indígenas (Quiroga, 2010).
Desde el punto de vista arqueológico, si bien no han sido registrados restos materiales hispánicos en los sitios "Belén", los datos cronológicos sugieren la posibilidad de que ciertos asentamientos en el valle fueran ocupados -o reocupados- en los siglos XVI y XVII (Wynveldt, 2009). El objetivo de este trabajo es, a partir de un marco teórico basado en un concepto relacional de paisaje y de metodologías que incluyen el análisis de los fechados radiocarbónicos, de los contextos arqueológicos y de las fuentes documentales, y el uso de SIG (Sistemas de Información Geográfica), articular la información arqueológica de los sitios tardíos del valle de Hualfín con los registros documentales del "Gran Alzamiento Diaguita", a fin de reconstruir las posibles relaciones -espaciales, sociales, temporales- entre ambos tipos de información, y desarrollar líneas alternativas de indagación e interpretación del pasado, tanto prehispánico como hispánico.

El paisaje y sus dimensiones: análisis arqueológico y etnohistórico

El paisaje desde una perspectiva relacional puede definirse como una producción histórica de lazos que unen progresivamente espacios, lugares y representaciones, configurándose como un registro duradero, y a la vez un testimonio, de las vidas y trabajos de las generaciones pasadas que lo han habitado (Ingold, 2000; Zedeño, 2000 y Smith, 2003). En base a este concepto de paisaje relacional, hemos propuesto un esquema para el estudio del paisaje tardío del valle de Hualfín teniendo en cuenta tres dimensiones operativas: la dimensión espacial, la dimensión social y la dimensión temporal (Wynveldt et al. 2013). La dimensión espacial se vincula con las prácticas de construcción del espacio físico y con el flujo de cuerpos a través del mismo, la percepción de límites, los campos visuales, y la interacción sensorial entre actores y espacios físicos. La dimensión social aborda el estudio de las relaciones entre los diferentes agentes sociales, ya sean personas, animales y todo tipo de objetos materiales. Finalmente, la dimensión temporal tiene en cuenta el tiempo cronológico y el tiempo práctico vinculado al uso de los momentos del día, de las estaciones climáticas, de los recorridos medidos en jornadas, etc. Para cada una de las dimensiones del paisaje se analizaron dos tipos de evidencias: los sitios tardíos del valle de Hualfín, y en ciertos casos las evidencias hispano-indígenas de otros sitios de regiones aledañas; las fuentes documentales que aluden al "Gran Alzamiento" y los estudios etnohistóricos previos que abarcan la región considerada. En este sentido, el análisis de ambos tipos de información implicó el uso de diferentes métodos y la consideración de distintas variables. Para el caso de la información arqueológica, el análisis de la dimensión temporal se basó en los fechados radiocarbónicos con el fin de identificar los sitios con probables ocupaciones dentro del rango hispano-indígena; la dimensión espacial se enfocó en el emplazamiento de esos sitios, los probables vínculos espaciales entre los sitios locales y españoles, la intervisibilidad, los campos visuales y el uso de caminos; por último, la dimensión social apuntó al análisis y comparación de los contextos de hallazgo de los materiales fechados para momentos hispano-indígenas, tanto del valle de Hualfín como de regiones aledañas.
En el caso de las fuentes escritas, se analizaron documentos publicados y manuscritos así como fuentes primarias y secundarias (Nacuzzi, 2002). El análisis de la dimensión espacial en los documentos incluyó el estudio de la localización de los lugares mencionados, de los límites territoriales considerados, del control del entorno y la defensibilidad, del uso del espacio por parte de las distintas facciones y de la movilidad. Con respecto a los aspectos ligados a la dimensión social, se analizaron los grupos de personas involucrados, los tipos y la cantidad de armas utilizadas, los botines obtenidos en los saqueos, los recursos disponibles para la subsistencia durante los episodios, etc. Finalmente en cuanto a la dimensión temporal, además de la consideración cronológica se tuvieron en cuenta los aspectos ligados al uso del tiempo, como las menciones acerca de las estaciones climáticas y el tiempo de recorrido entre los distintos lugares implicados en los conflictos. Para llevar a cabo el análisis documental se utilizaron dos textos que proveen información primaria sobre los acontecimientos estudiados: El Gran Alzamiento Diaguita de Aníbal Montes (1961), y Relación Histórica de Calchaquí escrita por el misionero jesuita Padre Hernando de Torreblanca en 1696 (Piossek Prebisch, 1984). El trabajo de Montes (1961) está basado en una serie de documentos producidos por los españoles, que hoy se encuentran en el Archivo Histórico de Córdoba. La cita textual de muchos pasajes de estos documentos convierte a su libro en una fuente etnohistórica primaria. Más allá de esto, se analizaron los documentos directamente a partir de una copia digital suministrada por el Archivo. En su mayoría son probanzas de mérito y certificación de servicios de españoles que desempeñaron cargos militares, escritos en general durante el siglo XVII. Para el análisis de la información que brinda Montes referida principalmente al llamado "Sector sur", que comprendería el espacio desde el sur valle de Yocavil hasta la ciudad de La Rioja (Figura 1), se confeccionó una base de datos con distintas categorías referidas a los episodios de conflicto -fechas, lugares, actores, circunstancias del conflicto y materialidad puesta en juego-. Por otro lado, aunque la "Relación Histórica de Calchaquí" de Torreblanca se refiere principalmente al tercer alzamiento, cuyo epicentro estuvo en los valles de Yocavil y Calchaquí, deja entrever información relevante sobre la movilidad y uso del espacio de los grupos aborígenes en la zona del valle de Hualfín y aledaños. Toda la información, tanto arqueológica como documental, fue volcada en un SIG con el fin de analizar en conjunto los datos espaciales y no-espaciales, aplicando la diversidad de herramientas que ofrece este programa, cuyo uso desde hace años crece exponencialmente en nuestras disciplinas (Chapman, 2006; Gregory y Ell, 2007 y Connolly y Lake, 2009, entre muchos otros). En este caso, utilizando SIG se localizaron y clasificaron los sitios arqueológicos y los lugares mencionados en las fuentes y se creó un mosaico de modelos digitales de elevación (MDE) disponibles para toda la región entre el valle de Yocavil y la ciudad de La Rioja, a partir del cual se generaron mapas de cuencas visuales, pendientes, costos de distancia y caminos de menor costo (Connolly y Lake, 2009).


Figura 1. Mapa satelital con la ubicación de las localidades mencionadas en distintas fuentes referidas al Gran Alzamiento Diaguita, en las actuales provincias de La Rioja y Catamarca, y los caminos predictivos entre ellas generados con SIG.

El "Gran Alzamiento Diaguita"

Desde 1536, con la entrada de Diego de Almagro, y durante más de un siglo se produjeron tres grandes movimientos de rebelión o "alzamientos" en el NOA, ante los intentos de los conquistadores por ocupar el territorio y establecer el sistema de encomiendas: el primero en el siglo XVI estuvo protagonizado por Juan Calchaquí entre 1560 y 1563, el segundo se desarrolló entre 1630 y 1643 teniendo como líder a Juan Chalemín1 (Montes, 1961), y el tercero, y último alzamiento, ocurrió entre 1657 y 1667 y estuvo protagonizado por Pedro Bohorquez. El trabajo de Montes (1961) se centra en el segundo alzamiento Diaguita o "Gran Alzamiento", cuyas acciones se llevaron a cabo en dos espacios diferentes o "teatros de operaciones": el sector norte o Calchaquí, donde los españoles actuaron bajo el mando del Gobernador de Tucumán, Don Felipe de Albornoz, con el comando establecido en la ciudad de Salta; y el sector sur, que abarcó desde el sur del valle de Yocavil hasta La Rioja, incluyendo la región del valle de Hualfín. En este sector, el General Don Gerónimo Luis de Cabrera fue el primer Jefe Superior de los españoles en la ciudad de La Rioja. Además, Montes dividió el alzamiento en tres momentos. En el primero, y en función de los sucesivos ataques del "cacique" Chalemín, Cabrera realizó tres campañas de guerra. En el segundo momento, hacia el año 1634, Cabrera fue reemplazado por el Capitán Pedro Ramírez de Contreras, quien comandó la lucha por tres años hasta la captura y ejecución de Chalemín. Y el tercer período, a cargo del Capitán Francisco Nieba y Castilla, abarcó los años 1642 y 1643 e involucró el extrañamiento de los malfines, andalgalás y abaucanes (Montes, 1961).
Las causas del inicio de esta rebelión parecen haber sido múltiples, entre ellas las acciones del gobernador Albornoz quien fue acusado por Andrés de Guzmán -criollo de la provincia del Tucumán- en una carta enviada al Consejo de Indias2 en la que relata los excesos e irregularidades que aquél cometió durante el ejercicio de su mando, y los problemas que generó por su intención de poblar una ciudad española en territorio indígena. Es por esto que habrían comenzado a aparecer los primeros síntomas del alzamiento. Los indígenas hacía más de un siglo que se encontraban bajo el régimen de encomiendas (Zanolli y Lorandi, 1995), víctimas de la explotación. Un episodio de gran importancia que ejemplifica estos problemas es la muerte del encomendero Juan Ortiz de Urbina,3 asesinado por los indios debido a que -al parecer- había descubierto minas de oro que los indígenas querían mantener ocultas pues sabían el trabajo duro que padecían en Potosí y en las minas de los Chichas (Montes, 1961). Con respecto a los momentos finales del alzamiento, en el año 1637 Chalemín fue capturado y asesinado pero las campañas continuaron hasta 1643, ya que no sólo los malfines sino distintas parcialidades aún se mantenían en sus territorios y no acudían a las encomiendas (Montes, 1961). Luego del último levantamiento, cuyo foco estuvo en los valles de Santa María y Calchaquí, se profundizó el proceso de desestructuración étnica de gran parte de los grupos indígenas de Catamarca (Balesta et al. 2006 y de la Orden de Peracca, 2006).

Los sitios tardíos con fechados "hispano-indígenas"

Varios autores caracterizan al Período Tardío del NOA (1000-1480 AD) como un momento en el cual se agudizaron los conflictos intergrupales (Núñez Regueiro, 1974; Nielsen, 2007 y Raffino, 2007;), tal como habría sucedido en gran parte del área andina (Arkush y Stanish, 2005). En el valle de Hualfín, las evidencias se asocian con los emplazamientos de poblados en altura, con barreras para el acceso y un alto grado de visibilidad (Wynveldt et al. 2013). Este fue el paisaje que encontraron los inkas al llegar a la región. La incorporación del valle de Hualfín al Tawantinsuyu está evidenciada en las instalaciones de El Shincal, Quillay y Hualfín Inka (Raffino, 2007) y en las evidencias de tramos del camino del inka detectados en el sector sur del valle (Moralejo, 2011). A pesar de que la mayoría de los fechados radiocarbónicos para los sitios locales -o "Belén"- presentan rangos calibrados contemporáneos con la etapa inka, son muy escasas las evidencias materiales de presencia o influencia imperial en los sitios residenciales (Wynveldt, 2009 y Balesta et al. 2011). Además, como ya se mencionó, para los momentos posteriores a la caída del Tawantinsuyu el registro más cercano al valle para el hallazgo de elementos hispánicos es el sitio inkaico El Shincal de Quimivil, donde se habría fundado la ciudad de Londres de la Nueva Inglaterra en 1558 (Igareta, 2010 y Igareta y Castillón, 2013). Pero, tal como sucede para la época inka, existen varios fechados radiocarbónicos en los sitios "Belén" cuyos rangos calibrados abarcan los siglos XVI y XVII de la Era Cristiana (Tabla 1). Con respecto al análisis de estos rangos, si se consideran 2 sigma (95,4% de probabilidad) todos los fechados, excepto el más moderno, presentan intervalos cuyas mayores probabilidades comprenden desde el siglo XV al XVII DC. Es decir, podrían representar tiempos preinkaicos, inkaicos o hispanos, aunque no es posible discriminar entre uno y otro momento a partir del registro material. Si analizamos los rangos para 1 sigma (68,2% de probabilidad), vemos que son más acotados y permiten al menos sugerir diferencias cronológicas entre las ocupaciones de los sitios. Entre los fechados presentados los cuatro más antiguos muestran mayores probabilidades para el siglo XV y principios del XVI -es decir, estarían representando momentos preinkas o inkas-, mientras que en los restantes las mayores probabilidades abarcan desde el siglo XVI en adelante. Si se consideran los fechados con rangos que abarcan únicamente el "Gran Alzamiento", las probabilidades apenas van del 19% al 25%, siendo mayores las que se ubican en el siglo XVI, y los sitios involucrados son: Loma de los Antiguos, Lajas Rojas 2, Campo de Carrizal, Cerro Colorado y Cerrito Colorado.4

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos calibrados para sitios "Belén" del valle de Hualfín con rangos coincidentes con momentos hispano-indígenas. En la columna de calibraciones DC para 1 σ (68,2% prob.) se indican en cursiva los rangos con mayores probabilidades para momentos hispánicos (en algunos casos abarcan también los últimos tiempos inkaicos), y negrita-cursiva se resaltan los rangos que incluyen alguna probabilidad para los años del Gran Alzamiento Diaguita. Con fondo gris se señalan los fechados que no se consideran confiables.

En síntesis, los fechados radiocarbónicos de sitios Belén con rangos coincidentes con momentos hispano-indígenas nos permiten al menos sostener la posibilidad de que existieran ocupaciones pos-inkaicas de varios sitios locales. Si bien la ausencia de materiales de carácter europeo mantiene esta afirmación en un plano hipotético, es interesante comparar las edades con tres fechados obtenidos para El Shincal de Quimivil, dos realizados sobre muestras de Bos taurus (LP606: 330±50 AP y LP662: 315±40 AP) y otro sobre carbón asociado a un evento hispano-indígena (LP699: 310±40 AP) (Raffino, 2004). Los rangos calibrados de estas edades para 1 sigma presentan también mayores probabilidades para el siglo XVI, abarcando lapsos menos probables para el siglo XVII.
En cuanto a la dimensión espacial, se llevó a cabo el análisis con SIG de los sitios mencionados a fin de establecer relaciones espaciales entre ellos, los campos visuales obtenidos y la relación con las probables vías de circulación desde afuera hacia adentro del valle, así como con determinados lugares vinculados a acontecimientos históricos conocidos. En primer lugar, puede notarse que todos los sitios abordados son intervisibles, y a partir de la suma de sus campos visuales puede obtenerse un panorama casi completo del valle hasta la actual localidad de San Fernando (Figura 2). Si se tiene en cuenta la probable ocupación de la localidad de Hualfín en tiempos históricos -el "pueblo de los malfines"- ubicada en el extremo norte, la disposición de estos asentamientos permitiría controlar también los accesos desde el valle de Yocavil por el Campo del Arenal al NE, y desde el sur por El Shincal de Quimivil y la quebrada de Belén. Si se considera la hipotética trayectoria del camino inkaico principal (Raffino, 2007 y Moralejo, 2011) o el camino de menor costo proyectado con SIG entre El Shincal y Hualfín, en gran parte coincidente con aquél (Figura 2), y si se tiene en cuenta la posibilidad de que sirviera de vía también en tiempos hispánicos, como se ha propuesto para otros tramos del qhapaq ñan, prácticamente todo su recorrido pudo ser controlado desde los asentamientos "Belén", más considerando que pudieron existir otros sitios defensivos que brindarían aún un mayor control del espacio.


Figura 2. Mapa satelital del valle de Hualffín, con la indicación de los sitios tardíos con fechados coloniales y, en sombreado celeste, la cuenca visual obtenida desde ellos. Además, se indican los sitios inkas y las localidades mencionadas en las fuentes documentales. La línea punteada amarilla señala el hipotético camino del Inka (Raffino 2007; Moralejo 2011) y la línea roja el camino predictivo entre El Shincal y Hualfín proyectado con SIG.

En cuanto a los tipos de asentamientos, tres de los sitios -Loma de los Antiguos, Cerro Colorado y Cerrito Colorado- están fortificados, emplazados en lugares de difícil acceso, con murallas defensivas y parapetos. Los dos primeros presentan tanto sectores con recintos conglomerados como conjuntos aislados, mientras que Cerrito Colorado se caracteriza por construcciones individuales dispersas. Loma de Ichanga es otro sitio con recintos aislados sobre una mesada sin defensas, pero con un amplio campo visual del valle. Campo de Carrizal está conformado por estructuras de distintos tamaños dispersas entre andenes de cultivo, mientras que Lajas Rojas 2 es un recinto al pie del pukara del Cerro Colorado. Como se mencionó anteriormente, los contextos excavados se caracterizan por la presencia de cerámica Belén junto a ollas ordinarias de gran tamaño, a veces asociados con Santa María Bicolor y Famabalasto Negro Grabado, y artefactos líticos confeccionados con diferentes tipos de obsidiana procedentes de la puna, además de los restos del consumo de diversos vegetales y animales; hasta el momento no fue posible identificar a partir de ellos diferencias cronológicas, más allá de los fechados radiocarbónicos.

Relaciones espaciales y temporales en el paisaje del "Gran Alzamiento"

El análisis de las referencias a diferentes aspectos de la dimensión espacial de parte de los españoles en las fuentes documentales ligadas al "Gran Alzamiento" revela, en primer lugar, una dicotomía vinculada con la percepción y el uso del espacio tanto de españoles como de indígenas, que es la de valle-sierra. Todo el territorio de zonas bajas al pie de los distintos cordones serranos del ámbito "Diaguita-Calchaquí" fue el espacio en el que se emplazaron las ciudades -Londres en sus distintas versiones, Córdoba de Calchaquí, Salta, La Rioja, entre otras- y los fuertes españoles -San Felipe (Andalgalá),
Machigasta, El Pantano, San Gerónimo (Mutquín) y San Lucas (Nonogasta)- conformando una verdadera frontera con la sierra (Figura 1). Por otra parte las fuentes documentales asocian a las sierras con el refugio de los indígenas, impenetrables para los españoles (Montes, 1961). Los huaycos y quebradas de Malfín (Quiroga, 2010) aluden evidentemente a esta conceptualización del espacio indígena como opuesta, o al menos ajena, a la española. Una referencia interesante se encuentra en la siguiente cita, que describe al lugar donde residía Chalemín como "fuerte y cordillera" en el pueblo de Malfín:

[…] peleando con el dicho enemigo en el pueblo de Malfin el dicho Maestre de Campo tres veces en su Fuerte y cordillera le mató mucha gente y ahuientó de el, talandole todas sus comidas y sementeras de maíz que eran capaces de mas de ocho cientas fanegas de cosecha (citado en Montes, 1961: 141).

Más allá de esa "entrada" exitosa al valle la secuencia de fundaciones españolas al pie sur de la Sierra de Belén, desde la primera Londres en 1558, pasando por Villagra (Andalgalá) en 1562, San Juan de la Rivera en Famayfil -cerca de la actual Belén- en 1607, hasta el traslado de San Juan Bautista de La Paz -fundada en 1612 en su localización original- a San Juan de la Rivera de Londres -actual Pomán- en 1633, evidencia los problemas que tenían los colonizadores para establecerse en la entrada sur del valle. El incidente ocurrido en 1632 en la cuarta Londres, protagonizado por Cabrera y Chalemín, demuestra estas dificultades5. De acuerdo al relato, Chalemín atacó el pueblo, tomó presas de caballos y mulas y se retiró dos leguas aguas arriba, cortando la toma de agua. Cabrera quiso recuperarla sin éxito y murieron varios españoles. Heridos, sin agua y con sus sementeras quemadas los españoles debieron retirarse a La Rioja, donde se encontraron con otro alzamiento. Este incidente pone en evidencia algunos detalles acerca de la movilidad de los grupos en conflicto. Tal como se desprende de diversas citas, ambas facciones contaban con caballos y mulas -para el caso de los nativos se deduce de las referencias a episodios de captura de estos animales-. En este sentido, la movilidad a lo largo de los valles y llanos debió ser mucho más fluida y veloz que durante los tiempos prehispánicos.
Para analizar estas diferencias se confeccionó un mosaico para toda el área a partir de varios DEM de 30 m de resolución, descargados desde el servidor ASTER Global Digital Elevation. En base a dicho mosaico se creó un mapa de pendientes con SIG, se proyectaron los caminos de menor costo entre las localidades (Figura 1) y se aplicó la herramienta experimental Walking time en el programa QGIS 2.14.3-Essen, basada en el cálculo de la velocidad promedio empleada para cruzar una distancia de acuerdo a la pendiente (Tobler, 1993). Luego se compararon los trayectos tanto a pie como a caballo y a distintas velocidades (Tabla 2).

Tabla 2. Trayectos de los caminos predictivos entre distintas localidades mencionadas en las fuentes del Gran Alzamiento Diaguita, con la indicación del tiempo de recorrido de acuerdo a distintas velocidades, calculadas con la herramienta Walking time del software QGIS. Las velocidades indicadas son las teóricas en terreno plano.

* Debe tenerse en cuenta que la velocidad al galope es teórica, dado que sólo habría sido posible lograrse en algunos espacios más o menos llanos, como los lechos de ríos, o donde existían ya caminos.

La mención acerca del traslado de las poblaciones desalojadas por los ataques indígenas, como el caso de la referencia al éxodo provocado por Chalemín en el relato anterior, también alude a las dificultades de los españoles para movilizarse en terrenos "fragosos" y a la velocidad de los indígenas para desplazarse:

[…] al dicho Don Gerónimo le fué forzoso retirarse sin poderlo echar, con muerte de cinco españoles y él herido en dos partes y todos los demás soldados que con él fueron, con lo cual viéndose pereciendo de sed y sus sementeras quemadas y sin fuerzas con que poder esperar mejores sucesos y cada día más apretados, se resolvió en retirar las familias de aquella ciudad a La Rioja, como lo hizo con treinta y tantas carretas suyas, peleando todos los días con el enemigo que fué en su alcance, apretándoles siempre en la retaguardia y adelantándose a tomar aguadas, que por ser todo tierra de secadales se vieron en gran peligro de perecer por falta de agua (citado en Montes, 1961: 116).

La huida de Cabrera a La Rioja, considerando que el camino de menor costo marca un recorrido de 225 km, pudo haber demorado cerca de 34 horas continuas a paso de caballo, que teniendo en cuenta los descansos debieron distribuirse, por lo menos, en cinco días. También se registran referencias al uso del camino inkaico y de sus instalaciones por parte de indígenas y españoles, como el probable caso del Tambillo de Zapata en la vía de paso entre Tinogasta y Londres (Moralejo, 2011). El camino predictivo trazado con SIG entre ambas localidades supondría un viaje de unas once horas a caballo al paso, y de acuerdo a las investigaciones de Moralejo (2011) en la zona, corresponde indudablemente a un tramo del qapac ñan. Este trayecto se vincula con los movimientos de Chalemín durante una nueva disputa en 1635 con el Capitán Juan Núñez Dávila y el Maestre de Campo Ramírez de Contreras.6 Otro ejemplo relacionado con la movilidad de Chalemín menciona el ataque a la Estancia y Reducción del valle de Famatina ubicada, de acuerdo con la fuente, 50 leguas al sur del valle de Malfín. En respuesta, Ramírez lo persiguió hasta el valle de Malfín donde lo encontraron prevenido en lo alto de la sierra, por lo que decidieron retirarse.7 De acuerdo a nuestro análisis en todo este episodio se habrían recorrido unos 200 km. El tiempo desde Famatina a Londres, sumando un hipotético tramo hasta Hualfín, puede estimarse entre 16 horas -al trote- y 34 horas -al paso-, aunque los descansos debieron requerir entre una y dos noches.
La fundación del Fuerte del Pantano en 1633 permitió mayor previsibilidad a los españoles, ya que se emplazó lejos de las sierras evitando el ataque directo de los malfines, y al mismo tiempo brindó protección a la población ahora establecida en Pomán. Este fuerte fue importante para las distintas entradas realizadas, tanto a "Malfín", como a Andalgalá y Abaucán (Montes, 1961). En base al análisis con SIG, el recorrido de menor costo desde este fuerte a la primera Londres muestra una distancia de 80 km, que pudo recorrerse a caballo en menos de 12 horas continuas al paso. Otra referencia para la zona de Pomán es la mención a distintos trayectos realizados por el Maestre de Campo Pedro Ramírez de Contreras quien expresa:

[…] había marchado toda una noche haciendo casi veinte leguas hasta llegar a S. Juan de La Rivera (Poman) salió nuevamente de ella con refuerzos y caminó toda la noche siguiente hasta llegar al alba al Fuerte de Machigasta, y saliendo de él, aquella mesma tarde con algunos indios amigos y trece soldados fue al Pantano y pasando a los Sauces hizo presa y se coxieron todos los quatro caciques del Valle Vicioso (Montes, 1961: 140-141).

Aunque no se menciona dónde había iniciado Ramírez de Contreras este periplo, la cita alude a un recorrido de una noche hasta Pomán, otro desde allí al Fuerte de Machigasta a paso de caballo (ca. 64 km), que según el análisis con SIG debió demorar unas 9 horas, más otras 5 horas el mismo día (ca. 30 km) hasta el Pantano para luego partir hasta el "Valle Vicioso" (San Blas de los Sauces).
Como se demuestra en algunas referencias, las estaciones del año implicaban también el uso diferencial del espacio tanto para los españoles como para los indígenas. Estos últimos, durante los meses de verano se trasladaban constantemente desde las sierras hacia los valles donde las cosechas les permitían el almacenamiento para los meses de invierno. Por el contrario, durante el invierno se ubicaban casi permanentemente en los valles ya que el frío y la falta de leña impedían que se establecieran en las sierras. Torreblanca testifica dicha movilidad en función de las estaciones:

Me preguntó cuándo convenía entrar, si en invierno o si en verano. Los baqueanos le habían recomendado entrar en verano pues en esa época hay más pasto para los animales, pero yo le dije que si quería llevar la peor parte, entrara en esa época. Que si lo hacía, los indios se mudarían a las cumbres, donde tienen caza (quizás algunos tuvieran hechos sembrados) llevándose sus cosechas de maíz y de trigo, de modo de poder sustentarse. Entretanto, Su Señoría estaría instalado en los valles, aguardándolos, y ellos no aparecerían, salvo para hurtarles caballos y mulas, y causarle todo el daño posible, tras lo cual regresarían a sus refugios, emplazados en lo más abrupto de los cerros. En cambio si entraba en lo álgido del invierno, encontraría a los indios en sus pueblos, porque en esa época no pueden huir a aquellos páramos carentes de leña, pues si bien los hombres aguantan el rigor del frío, las mujeres y la chusma no lo resisten (Torreblanca 1696, en Piossek Prebisch, 1984: 63-64).

El siguiente fragmento ilustra también el uso de diferentes espacios según la estación del año:

[…] los mejores meses para hacer la entrada son los de junio, julio y agosto, que es el tiempo más riguroso de fríos, por cuya causa los indios están en sus ranchos y se recogen de las cumbres de los cerros a las hoyadas de las quebradas donde tienen sus comidas y están abrigados y juntos […] porque en tiempo de verano los dichos indios están desparramados y hacen noche adonde ellos quieren con comidas de algarroba y comida y hay muchos aguaceros, que cuando los españoles quieren valerse de sus armas no pueden por la grande humedad y aguaceros que en aquel tiempo caen de ordinario y los dichos indios su arco y fechas siempre lo tienen seco y lo manejan sin daño alguno y son superiores en el dicho tiempo a los españoles.8

Estas referencias al manejo del tiempo son de especial importancia para comprender la dinámica de los grupos locales más allá de la coyuntura del conflicto con los españoles.

Relaciones sociales y materialidad en el "Gran Alzamiento"

En cuanto a las relaciones entre los diferentes agentes, y entre estos y la materialidad puesta en juego en los episodios del "Gran Alzamiento", un punto importante se vincula con las distintas parcialidades de indios que los españoles identifican en las fuentes. En primer lugar, se menciona a los "indios amigos" como aquellos que participan junto a ellos en los conflictos frente a los "alzados". Las parcialidades "Diaguitas", con denominaciones que harían referencia a identidades étnicas en los documentos citados por Montes (1961) y en las restantes fuentes primarias y secundarias referidas al alzamiento, son innumerables e incluyen grupos desde Salta hasta San Juan. Con respecto a los grupos mencionados para el Sector Sur del conflicto, se incluyen: malfines, abaucanes, andalgalas, famatinas, guandacoles, capayanes, sanagastas y pasiocas. Además, en ocasiones se mencionan los indios de acuerdo a su localización geográfica, como "los del pueblo de Guatungasta" (Montes, 1961).
El análisis de cada uno de los enfrentamientos durante el alzamiento permitió registrar números muy variables de participantes por el lado de los colonizadores. Es notable que el número de españoles -entre 13 y 74- siempre sea menor al de "indios amigos" -hasta 400-. Además, se mencionan en algunos casos las bajas y los cautivos como producto del enfrentamiento, así como la referencia a la modalidad de muerte -en general, por ahorcamiento-dada a algunos indígenas cautivos, sobre todo a los caciques. Para los grupos indígenas no se menciona el número de guerreros en los confllictos, pero sí se alude al número aproximado de "indios de guerra" de algún grupo en particular, o de todo el conjunto de indios "alzados". Estas referencias evidentemente tienen que ver con la necesidad de demostrar los peligros a los que se habían enfrentado quienes participaron en los enfrentamientos.
En cuanto a las armas empleadas, para el caso de los grupos indígenas se mencionan el arco y la fecha. Un relato señala cómo se apresó a dos indios ingamanas que "habían salido a cojer alcones para con las plumas hacer fechas" (citado de Montes, 1961: 149). Es interesante esta referencia ya que podría dar la pauta del uso de determinadas especies de aves -en este caso, un ave cazadora- para la confección de los proyectiles. Por otro lado, las fechas se utilizaron también como símbolo de alianza bélica entre caciques, como refiere Torreblanca cuando afirma que "entre los naturales es usual decir ‘recibieron la fecha’ en el sentido de ‘admitieron la guerra’ o ‘se confederaron’" (Torreblanca 1696, en Piossek Prebisch, 1984: 37-38). Otra referencia a armas indígenas, ofrecida en una carta de Albornoz a S. M. del 1° de marzo de 1633, es el uso de "hachones encendidos", junto con el empleo del caballo en combate (Montes, 1961). Algunas armas y enseres de un soldado español, por su parte, se detallan en la siguiente cita:

[…] para ir a servir en la guerra de Calchaquí el dicho don Luciano (de Figueroa) le a dado lo siguiente: un arcabuz con sus frascos - una espada - una cota - un coleto del Paraguay - una bolsa con balas y polvora, un vestido de paño, sapatos y sombrero - dos camisas - una fresada - quatro bestias mulares y un freno mular - un quintal de biscocho - una hanega de harina tostada - una talega de charques molido - cincuenta pesos en reales (citado en Montes, 1961: 130).

Sin embargo, en otra cita se menciona que los convocados a la guerra debían llevar "selada y escaupil colchado de algodón, porque cotas y coletos fuertes la experiencia a mostrado no ser bastante defensa" (citado en Montes, 1961: 142). Por otra parte, si bien los arcabuces de los españoles eran efectivos, en verano podían quedar inutilizados por los efectos de la lluvia en la pólvora. Otro elemento mencionado es la adarga -escudo de cuero-, que sirvió de defensa al Capitán Baltazar de Avila, cuando Chalemín atacó Londres y bloqueó la toma de agua: "el dicho Capitán peleó con gran valor, señalándose en la batalla de que sacó muchas fechas en las armas y adarga clavadas, matándole el cavallo con lo qual estuvo a riesgo de la vida y de perderla".9
Cada ataque, de una u otra facción implicaba idealmente el saqueo de la comida, la quema de los sembrados, el robo de los animales y el bloqueo de la toma de agua, como se expone en esta carta del Gobernador Albornoz a S.M. fechada en Santiago del Estero el 1° de Marzo de 1633:

[…] habiendo el cacique Chalemin con número de indios alzados acometido la Ciudad de Londres y retirándose dos leguas de ella con mucha presa de caballos y mulas que halló en el campo del servicio de los españoles […] viéndose pereciendo de sed y sus sementeras quemadas… (citado en Montes, 1961: 116).

Existen también registros de mujeres cautivas por parte de ambos bandos. En este caso recurrimos a un ejemplo para el Sector Norte, extraído de una carta enviada por el Gobernador del Tucumán Don Felipe de Albornoz desde Salta a S. M., con fecha 9 de Noviembre 1630, en la que se relata cómo los indios mataron al encomendero Juan Ortiz de Urbina y parte de su familia "llevándose cuatro hijas doncellas cautivas, que después les quitó por fuerza armas mi teniente desta Ciudad" (citado en Montes, 1961: 109). Un ejemplo español es este relato del Capitán Francisco de Nieba y Castilla:

Salí deste Fuerte (del Pantano) a los 28 de agosto pasado (1642) con cuarenta soldados y 400 amigos (indios) fué Dios servido de darme buen suceso, porque habiendo llegado al pueblo de Fiambala primera frente del enemigo y en quien tenia puestas sus mayores fuerzas por ser jente belicosa, en el primer asalto les maté tres indios y cautivé la mayor parte de la chusma y mujeres y en el segundo lo restante dellas que estaban retiradas en un fuerte, con que se me dieron de paz todos los indios, por todos fueron 140 piezas. Cojí así mesmo la mujer del cacique principal y un indio ladino (que habla español) del pueblo de Abaucan que es muy grande y con algunos aliados tenía cerca de 200 indios (citado en Montes, 1961: 146).

El paisaje del "Gran Alzamiento" y el valle de Hualfín

En este trabajo hemos analizado, en base a un concepto relacional de paisaje, probables relaciones entre la materialidad arqueológica del valle de Hualfín y los acontecimientos del "Gran Alzamiento Diaguita" relatados en fuentes documentales. En primer lugar, la existencia de fechados radiocarbónicos para sitios tardíos del valle de Hualfín con rangos de probabilidades para tiempos hispano-indígenas si bien no implica aceptar resueltamente que dichas ocupaciones correspondan a la época hispana -las evidencias arqueológicas aun no son suficientes como para sostenerlo-, sí permite proponer la hipótesis de que algunos de los asentamientos pudieron haber tenido una continuidad ocupacional desde tiempos prehispánicos o haber sido reutilizados como refugio en los conflictos con los españoles. A partir de esta hipótesis intentamos articular los dos tipos de información -arqueológica e histórica- con el fin de indagar en las probables relaciones que configuraron el paisaje local en tiempos hispano-indígenas.
Un aspecto importante vinculado a los sitios arqueológicos tiene que ver con la diversidad de tipos de asentamientos representados con fechados muy tardíos. Esto, en caso de verificarse ocupaciones de época hispana, indicaría que en la región se siguieron reproduciendo distintos aspectos de la vida social local prehispánica, que incluyeron actividades productivas y la probable protección en sitios defensivos. Por otra parte, aunque los contextos arqueológicos asociados a esos fechados en muchos aspectos tienen similitudes con los hallazgos hispano-indígenas del valle de Yocavil, no muestran los indicadores fundamentales para definirlos como de época española.
El uso de SIG abre nuevas perspectivas de análisis, permitiéndonos en este caso vincular variables arqueológicas y etnohistóricas para intentar reconstruir diferentes recorridos con sus tiempos en acontecimientos históricos particulares. Por otra parte, el análisis de las cuencas visuales permitió establecer la existencia de intervisibilidad entre los asentamientos y de un amplio control visual del territorio, el que incluyó el camino inkaico -seguramente reutilizado por el españoles para circular por la región- y los accesos al valle por el norte y el sur. Este control nos lleva a pensar en las dificultades que pudieron tener los españoles para sostener sus fundaciones en las proximidades del valle, y más aún para entrar y dominar el territorio, situación que contrasta con las evidencias de la presencia inka en el valle y alrededores. El Shincal mismo -un importante centro administrativo inkaico- se emplazó en un espacio que a los españoles les fue imposible sostener. Evidentemente las estrategias inkas -negociación, redistribución, promoción de liderazgos, intimidación, traslados de población- resultaron más efectivas a corto plazo para el dominio de los grupos locales.
Los aspectos vinculados a la dimensión social nos permiten reflexionar también acerca de la conformación de los grupos enfrentados y la dinámica de las alianzas y enemistades. En este sentido, se destaca la existencia de los numerosos grupos de "indios amigos" que, ya fuera por conveniencia o por enemistades previas, participaron en las campañas españolas. A ellos se suman las innumerables parcialidades que actuaron de manera independiente o en alianzas. Esta estructura disgregada va en consonancia con las evidencias arqueológicas registradas en el valle de Hualfín, la cual muestran una importante cantidad de poblados defensivos en distintas zonas que habrían coexistido en tiempos preinkaicos, y algunos durante la conquista inka. Se sostiene que estos sitios habrían sido ocupados por grupos que podían aliarse o mantener confictos permanentemente. Durante la conquista inka algunos líderes habrían negociado, adquiriendo privilegios frente a los que no aceptaron las condiciones del Estado, y lo mismo pudo suceder en época hispano-indígena.
El análisis desarrollado también permitió identificar qué elementos de la cultura material circulaban, para conocer el potencial del registro arqueológico. En este sentido, debería esperarse el hallazgo de, al menos, algunos objetos de origen hispano como restos de caballos, vacas, armas, armaduras, vestimenta, etc. En cuanto a las acciones de guerra como el robo de mujeres y comida, la destrucción de sembradíos y sementeras y el bloqueo de las tomas de agua, son útiles también como referencia para pensar en las modalidades de enfrentamientos entre los propios pueblos indígenas.
Finalmente, creemos que el "vacío" material sobre el contacto, sumado al vacío toponímico en las fuentes documentales para lugares dentro del valle -con la excepción del pueblo de Hualfín-, puede relacionarse con el concepto de huayco expuesto por Quiroga (2010). En este sentido, el valle de Hualfín habría constituido un espacio de resistencia y subsistencia en el que los grupos locales pudieron reproducirse socialmente de manera autónoma, además de haber sido un recurso apreciado también por los colonizadores quienes para integrarlo a su paisaje debieron ejercer la violencia por más de un siglo.

Agradecimientos

A Ana González por facilitarnos distintas versiones de los escritos de Montes, al Archivo Histórico de Córdoba (AHC) por la copia digital de los documentos solicitados.

Notas

1. Existen variantes escritas para referirse a este personaje, entre ellas "Chalemín", "Chalimín" y "Chelemín". Nosotros elegimos la primera pues así está mencionado en las citas textuales seleccionadas para este trabajo.

2. BN, Colección García Viñas, tomo 212, doc. 4841. Año 1630.

3. BN, Colección García Viñas, tomo 212, doc. 4851. Carta enviada al Rey por el Gobernador del Tucumán don Felipe de Albornoz, Año 1630.

4. Cabe mencionar que el fechado de Cerro Colorado (LP-2760) y el fechado más moderno de Cerrito Colorado (Y-560) se consideran poco confiables, en el primer caso en función de su comparación con edades más aceptables para el mismo contexto, y en el segundo debido a que fue obtenido con anterioridad a la intercomparación internacional entre laboratorios y al conocimiento sobre distintos recaudos necesarios para la toma de las muestras.

5. AHC, Escr. 2, Leg. 20, Exp. 3. Certificación de Servicios otorgada al Capitán Baltasar de Avila Barrionuevo. Año 1637.

6. AHC, Escr. N° 2, Leg. 4, Exp. 24. Servicios del Capitán Don Gregorio de Luna y Cardenas. Año 1639.

7. AHC, Escr. N° 2, Leg. 9, Exp. 21. Servicios del Capitán Nicolás de Brizuela. Año 1640.

8. AHC, Escr. 1, Leg. 79, Exp. 1. Declaración de Antonio Calderón, Cabo del Fuerte del Pantano. Año 1642.

9. AHC, Escr. 2, Leg. 20, Exp. 3. Certificación de servicios otorgada al Capitán Baltasar de Avila Barrionuevo. Año 1637.

Fuentes documentales citadas

» Biblioteca Nacional (BN) Colección García Viñas, Tomo 212, documentos 4841 y 4851.

Archivo Histórico de Córdoba (AHC) Escr. 2, Leg. 4 (Exp. 24), Leg. 9 (Exp. 21), Leg. 20 (Exp. 3) y Leg. 79 (Exp. 1), 1637-1642.

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Fecha de recepción: 12 de septiembre de 2016.
Fecha de aceptación: 25 de marzo de 2017

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