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Memoria americana

versão On-line ISSN 1851-3751

Mem. am. vol.26 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2018

 

ARTÍCULOS DEL DOSSIER

Claraz, Sourrouille, Casamiquela: archivo y apropiación en la etnología patagónica

 

Julio Vezub* Marcos Sourrouille**

* Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (IPCSH), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Puerto Madryn - Chubut, Argentina. E-mail: vezub@cenpat-conicet.gob.ar
** Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (IPCSH), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Puerto Madryn - Chubut, Argentina. E-mail: soumarcos48@gmail.com

 


Resumen

Presentamos los resultados de nuestra pesquisa y desclasificación de los archivos que había acumulado Casamiquela, incluyendo los documentos del naturalista suizo Claraz y los procesamientos posteriores de Sourrouille y Vignati que dieron base a la publicación del diario del viaje al Chubut que Claraz había realizado en 1865. Se realza la importancia de Sourrouille -juez y aficionado a la antropología y la lingüística- en la cadena de investigadores, archivistas e impostores que atesoraron y estudiaron los documentos de Claraz desde que fueran donados al gobierno argentino en 1932. Casamiquela, entre otros iniciados en el secreto antropológico, extrajo rendimiento de los archivos de Claraz y Sourrouille como conocedor de sus articulaciones con el paisaje y el trabajo de campo. La reconstrucción de las prácticas antropológicas permite discutir los lugares de enunciación, y la economía política de los documentos que subyace a la intertextualidad del canon de la etnología patagónica.

Palabras clave: Historia de la antropología; Desclasificación; Patagonia

Claraz, Sourrouille, Casamiquela: archive and appropriation of Patagonian ethnology

Abstract

We present the results of our research about the declassification of archives accumulated by Casamiquela, including the documentary heritage of Swiss naturalist Claraz and the later processing of Sourrouille and Vignati -which enabled the publication of Claraz' travel diary to Chubut in 1865. The importance of Sourrouille -judge and amateur anthropologist and linguist- is highlighted among the group of investigators, archivists and impostors who treasured and studied the documents of Claraz since they were donated to the Argentine government in 1932. Casamiquela, among others who shared a genuine interest in anthropology, was able to obtain relevant information from the Claraz & Sourrouille archives since he was aware of the articulations between landscape and fieldwork. Thus, the reconstruction of anthropological practices allows us to discuss enunciation places and the political economy of the documents underlying the intertextuality of Patagonian ethnological canon.

Key words: History of anthropology; Declassification; Patagonia


 

Introducción

Desde que el comic, el cine de aventuras y la antropología se inspiran recíprocamente, la historia de esta última disciplina y su relación con el proceso de expansión del estado y el capitalismo ha devenido una secuela de civilizaciones, arcas, autores y archivos de frontera o imperios perdidos.
En 1988 y 2008, Rodolfo Casamiquela publicó traducciones levemente diferentes de las anotaciones de Georges Claraz, un naturalista suizo que había realizado sus notas de campo, principalmente en alemán, durante el viaje que emprendió bajo la guía de baqueanos "pampas" o "gününaküne", partiendo de Carmen de Patagones en 1865 con el objeto de alcanzar la recién fundada colonia galesa del Chubut por el interior de la meseta patagónica septentrional.
Ni el texto de los estudios preliminares y los apéndices de la primera edición, realizada por Casamiquela en el marco de conflictivas negociaciones con el padre Meinrado Hux y el editor Tomás Auza, ni tampoco los de la segunda edición, donde estos últimos no participarían, consiguen explicar el itinerario de los papeles de Claraz. Preguntas como quién fue su traductora o traductor, la genealogía original de las ideas, o la serie de apropiaciones e intentos frustrados de publicarlos que se habían ensayado con anterioridad, permanecen como enigmas sin responder entre una serie de pistas, indicios y restos arqueológicos de documentación dispersa.
De Félix Outes a Enrique Palavecino, y de éste a Milcíades Vignati, los textos de Casamiquela apenas disimulan la importancia que tuvo Ernesto Sourrouille en la cadena de investigadores, archivistas e impostores que atesoraron los documentos de Claraz desde que fueran donados al gobierno argentino por su sobrino en 1932. Sourrouille, abogado y juez en distintas provincias y oportunidades, era al mismo tiempo un antropólogo y lingüista amateur que estaba conectado con las principales redes de esas disciplinas en la Argentina de mediados del siglo XX.
En este trabajo presentamos los resultados del hallazgo y la desclasificación de parte del archivo de Sourrouille, motivados por discutir los lugares de enunciación y revisar los conflictos de autoría que se verifican, así como por mostrar la intertextualidad significativa que caracteriza el canon de la etnología patagónica.1 Leída como historiografía, entendemos que la etnología patagónica es el resultado de las relaciones inestables que varios de los implicados, y especialmente Casamiquela, trazaron entre el oficio de investigador-archivista y la figura del arconte-impostor, y las relaciones complejas que establecieron entre el conocimiento personal del terreno con la escritura. A su vez, esta hipótesis nos permitirá identificar las condiciones y los procedimientos a través de los cuales los investigadores produjeron el efecto de verdad documental que anima cada intervención.

De Claraz a Casamiquela, escritos e itinerarios del archivo

Como ya consignamos, con veinte años de diferencia, y sin acceso a la parte principal de los originales en alemán, Rodolfo Casamiquela participó en la publicación de la traducción -o las traducciones- de las anotaciones de Georges Claraz2 (1988, 2008). La primera se hizo bajo la dirección de Tomás Auza en la "Colección Patagonia" de Ediciones Marymar, y la segunda bajo la supervisión completa de Casamiquela, quien en 1988 se había limitado a escribir el "Estudio preliminar" y el "mapa" del itinerario, mientras que Meinrado Hux se había ocupado de traducir los vocabularios indígenas y los documentos del apéndice, junto con la sistematización de la bibliografía relacionada y la escritura de un epílogo sobre la obra del naturalista suizo. Cada edición se realizó a partir de una copia de la traducción con diferencias menores. A su vez, la complicada organización del índice, y la trabajosa distribución de tareas que se advierte, dan cuenta del trasfondo de pelea entre los colaboradores de la primera publicación de 1988. Para entenderlo, es necesario reconstruir la secuencia completa.
Las libretas o carnés de notas de Georges Claraz fueron donadas por su sobrino Eloy Stöklin al gobierno argentino en 1932, junto con piezas de platería que aquél había colectado en las pampas. Recibidas por Félix Outes, fueron integradas a la colección de documentos y objetos que el propio Claraz había donado en vida al Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. Una de las dos libretas desapareció tempranamente, y se trata de la que según Hux se correspondería con el material que fuera publicado en Inglaterra como "Flora Patagónica" (Hux, 1988: 185). La segunda, original en alemán de las publicaciones de 1988 y 2008, fue sustraída a mediados de 2015 de la biblioteca del museo. Citaremos alternativamente estas dos ediciones aclarando los números de página y a cuál corresponde cada referencia.
La segunda edición a cargo de Casamiquela no incluyó los aportes del monje benedictino, salvo su traducción de las "papeletas" sueltas que acompañaban a las libretas del viaje. Tampoco se esclarece quién fue la traductoradel texto principal -si la "señorita Müller" o la "señorita Luisa Dehr"-,3 ni los intentos frustrados de publicar el archivo de Claraz que se habían intentado con anterioridad.4
La enumeración de los poseedores de los textos originales, o sus copias inéditas, incluye una serie de investigadores que estuvieron relacionados con el Museo Etnográfico dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Nuestro trabajo de desclasificación en la Biblioteca Popular "Agustín Álvarez" de Trelew, donde están depositados en estado de riesgo una parte de los archivos que Casamiquela recibió de la hija de Vignati cuando este murió en 1978, vino a confirmar la presunción sobre la importancia de Sourrouille en la gestión de parte del patrimonio documental de Claraz, ya que junto con sus papeles también se encontraban los resultados de los procesamientos del propio Sourrouille, y los posteriores de Vignati. Es decir, aquello que Casamiquela consideraba su "Archivo personal", conforme a la referencia que brinda de distintos documentos en la edición del diario de Claraz de 2008, y que regresaron al patrimonio público una vez que la viuda de Casamiquela, Noemí Villaverde, los donó a la referida biblioteca en 2011.5
Lejos de moralizar una suma de pequeños descubrimientos documentales que no dejarían de ser anecdóticos si no se los incluyera en una trama analítica, ni querer presentarlos como gestos de restitución y visibilidad, nos interesa
aportar a la discusión sobre los lugares de enunciación y autoría, como así también acerca del efecto de verdad documental producido por la etnología patagónica del siglo XX.
Para hacer comprensible este planteo diferenciamos "etnografía" de "etnología", restringiendo la primera a la construcción y estudio de los archivos regionales, ya sean escritos o memorias orales, asociando la etnología con la voluntad de generalización (Vezub, 2007a, 2007b).6 Como hipótesis de lectura, entendemos que Foucault (2002) se torna disfuncional como guía teórica a rajatabla para interpretar los datos de la pericia escritural y cartográfica que hemos complementado con entrevistas a los familiares de Sourrouille. La propia división entre un "archivo oficial", y otro "alternativo", "mapuche" o "indígena", con que se orienta una parte importante del campo de los estudios actuales, hace crisis ante los niveles significativos de intertextualidad, y las alimentaciones recíprocas que se detectan entre las memorias y la documentación.7
Bajo esta perspectiva, la etnografía traspapelada y olvidada del juez Sourrouille, y por su intermedio la del explorador Claraz, fueron objeto de la apropiación erudita, y a la vez lumpen, de una serie de iniciados en el secreto antropológico, quienes le extrajeron rendimiento como conocedores de las fuentes y su articulación con el paisaje y el trabajo de campo. Todo ello sería el resultado de una economía política de los documentos, o la oportunidad para circular nuevos enunciados, antes que la consecuencia del silenciamiento, o el nomos de lo que puede ser dicho por el archivo. Entonces, como matiz de este planteo foucaultiano, el archivo podría pensarse como un campo de oportunidad para enunciaciones nuevas antes que como el lugar donde se instituye la restricción.
Para resolver estos interrogantes en un plano empírico anudamos analíticamente tres viajes en uno: el del propio Claraz por el norte de la Patagonia en 1865, el periplo de sus libretas y la documentación asociada, y lo que hemos dado en llamar la "operación Casamiquela", aunque esta última resuma, o perfeccione, las acciones y lógicas de varios otros que lo antecedieron en el proceso creativo de apropiación, trasposición y reelaboración de los textos, gráficos, croquis y mapas.
Antes de aclarar la metodología, y continuar con el estudio de caso, resta mencionar las dificultades de establecer un límite preciso, o clásico, entre el tratamiento de los exploradores y cronistas como "fuentes primarias", y su revisión como "antecedentes" o "fuentes secundarias" en un estado del arte que integre dichos textos de viajeros y naturalistas como parte de la reflexión historiográfica sobre los fenómenos antropológicos que protagonizaron. Esta dificultad se resalta ya que las diferencias entre los fenómenos que estos autores describen y analizan, y su participación contextual se hacen difusos, y sin solución de continuidad. Ya lo planteó Lidia Nacuzzi (1998) al mostrar cómo se enlazan entre sí los autores del corpus etnológico en la Patagonia, comenzando por Francisco P. Moreno, pasando por Tomás Harrington, Federico Escalada y Milcíades Vignati, y concluyendo en Casamiquela.
Claraz fue utilizado como fuente de información para estudios arqueológicos, etnohistóricos, y de arte rupestre (Boschín y Del Castillo Bernal, 2005; Boschín, 2009), y también históricos del siglo XIX (Vezub, 2009; Gavirati, 2012). Salvo la interesante biografía analítica autoría de Kradolfer (2003), y de manera lateral los trabajos arqueológicos recién referenciados, Claraz no fue objeto de una historiografía, si se entiende por esta una puesta en tensión entre las disciplinas, los autores, la historia de las ideas y la ciencia, o los sujetos que
ofician como objeto de los campos de estudio. Por supuesto, si se exceptúan las menciones bibliográficas que se comentarán más adelante, poco de esto se elaboró con relación a la actividad intelectual, el registro etnográfico y los archivos de Sourrouille por las razones de escasa visibilidad que se describirán.
Casamiquela (1932-2008) era originario de Ingeniero Jacobacci, Río Negro y de formación autodidacta. Se dedicó a la paleontología, la antropología física, la arqueología y la lingüística desde enfoques afines a la Escuela Histórico-Cultural, y con una concepción determinista de las ciencias naturales. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) argentino en tres oportunidades (1962-1966, 1974-1976, y 1984-2001), y funcionario en distintas provincias patagónicas, fue el principal divulgador sobre los gününaküne, o "tehuelches septentrionales", involucrándose en polémicas sobre los alcances nacionales de las clasificaciones étnicas.8 Su figura, sus políticas, escrituras, estéticas y metodologías, han sido objeto de interés historiográfico creciente, primero por parte de Nacuzzi que puso en foco sus imposturas y clasificaciones raciales (2000: 146), y también por Vezub (2007a), ambos en el marco más amplio de los estudios de historia de la antropología patagónica, o con intervención en Patagonia y sobre poblaciones patagónicas (Lazzari y Lenton, 2000; Perazzi, 2003; Lazzari, 2004; Vezub y De Oto, 2011; Malvestiti, 2012; Malvestiti y Orden, 2014, entre otros).
Incorporamos para tratar este caso los criterios de la "crítica genética", una metodología del campo de los estudios literarios que incluye el trabajo con los materiales manuscritos que anteceden una edición (Bonnin, 2008). Un "avatar moderno de la Filología" (Lois, 2014: 57) que sigue o identifica los "genes" de la escritura e interpreta las significaciones. Solo que, en la investigación, el foco del análisis se trasladará desde un corpus individual a la exploración del ensanche de redes de autores y textos a los fines de reconocer el ADN de los papeles de Sourrouille, que a su vez estuvo sobreimpreso en el registro de Claraz.
Diremos someramente que Claraz concluyó su crónica afirmando que había terminado su viaje de cuatro meses y medio al "país de los indios Pampas","cansado y algo frustrado" (1988: 144). Si bien este estado de ánimo se justificaba porque no pudo alcanzar el curso inferior del río Chubut, donde tenía previsto mensurar la Colonia Galesa, Claraz podría darse por enteramente satisfecho, ya que legó una muy exhaustiva descripción naturalista, y también sociopolítica de las poblaciones, culturas y personas con las que entró en contacto.
En el estudio preliminar a las dos ediciones, Casamiquela consigna lo siguiente:

[…] tomé noticia de la existencia de su cuasi mítico "diario" en el Museo Etnográfico. Allí supe -creo que de labios de Marcelo Bórmida por primera vez- que el manuscrito estaba en poder de un investigador al parecer allegado a la institución, ya que se lo menciona como 'Sourrouille' a secas o 'Doctor Sourrouille', abogado, quien se disponía a editarlo 'eruditamente comentado', según se refirió el Director de esa institución, doctor José Imbelloni. Luego perdí esa pista, y toda pista, por varios años. Aparentemente, el aludido desistió en algún momento de su cometido, ya que el P. Hux informa que el profesor Enrique Palavecino, por entonces Director del Museo Etnográfico, poco antes de su muerte -es decir hacia comienzos de 1966 (murió el 13 de julio de ese año)- y por ende, varios años después de aquella primera noticia, estaba dispuesto a su vez a editar el diario a la brevedad (2008: 8).

El párrafo anterior procesa un rumor sobre las "míticas" libretas de Claraz que circulaba de boca en boca entre una serie de iniciados que ya estaban muertos, "allegados", eruditos sin la titulación adecuada, doctores sin doctorado. "En poder" y las "pistas" son las palabras claves que usa Casamiquela para introducir una historia, o un "mito" con el estilo y los condimentos del policial negro, aunque es más lo que deja en suspenso que lo que alcanza a establecer brindando datos, inferencias o conjeturas. Sus propias marcas en esta historia de arrebatos son las que quedan borradas sin demasiado disimulo y con coartadas débiles. "Según mis informantes" será el eufemismo preferido, que se utiliza para crear el aura de una relación directa con los archivos orales indígenas sin la mediación de la cadena de autores. Casamiquela solamente precisa lo que repetirá en otras publicaciones: que a la muerte de Vignati recibió de manos de su hija María Emilia un volumen significativo de manuscritos que incluían los papeles de Harrington, y la copia de la traducción del diario de Claraz que el propio Vignati se preparaba a editar parcialmente. Todo esto como pago por la intermediación en la venta de la biblioteca de Vignati a la Provincia del Chubut (Casamiquela, 2008: 10).

Las etnografías del juez Sourrouille

Ernesto Sourrouille nació en Ayacucho (provincia de Buenos Aires) en 1888, y a lo largo del siglo XX actuó como abogado y juez en distintas localidades. Al mismo tiempo, se desempeñó como antropólogo y lingüista en forma amateur, conectándose con las principales redes de estas disciplinas en la Argentina de mediados del siglo XX.
Se graduó como abogado en la Universidad de Buenos Aires en 1913 y ese mismo año fue designado como Juez de Primera Instancia en lo Civil y Comercial en Jujuy (Diez, 2002: 301-303, 307). Entre 1920 y 1921, se desempeñó como Ministro de Hacienda en la misma provincia durante el gobierno de Horacio Carrillo, tras ejercer diferentes cargos en el poder judicial, incluyendo el de Miembro del Superior Tribunal de Justicia. Posteriormente, su carrera continuaría en diferentes jurisdicciones: fue Juez Letrado en la Pampa Central, Juez Federal en Jujuy, formó parte de la Cámara Federal de Bahía Blanca y de la Cámara Nacional de Apelaciones de la Capital Federal (Diez, 2002: 306). Como señala Diez (2002: 307, 309, 414) sus matrimonios con Ema y Helena Bárcena fueron parte fundamental de su capital social,9 ya que ellas pertenecían a una familia emparentada con los linajes fundadores de la élite jujeña.
Estas vinculaciones también jugarían un papel importante para sus trabajos etnográficos y lingüísticos, ya que le permitirían obtener el acceso a archivos privados y familiares, incluyendo "títulos de encomiendas de la época de la primera colonización" (Carrizo, 2006:102).
No obstante, su inserción en las redes sociales de las élites locales o provincianas -reeditada más adelante en La Pampa y Bahía Blanca (Diez, 2002; Cernadas de Bulnes, 2005: 6; López Pascual, 2016: 293)-, no estamos ante un intelectual de provincia, ni que se limitara a la esfera de una provincia o región. Martínez (2013: 172), señala que un intelectual de provincia "está en su espacio en una posición homóloga a la de un intelectual de la capital, aunque subordinada si lo miramos respecto de aquel y de la relación de un espacio con otro". Sin embargo, para la década de 1940, Sourrouille es reconocido como un investigador con cierto prestigio en el ámbito nacional (Tartusi de Núñez Regueiro, 2013: 220), y se incorpora como socio activo a la Sociedad Argentina de Antropología.10
En todo caso, estamos ante una trayectoria en la que se combinan la carrera como funcionario judicial en diferentes ámbitos regionales con la intervención -desde localizaciones casi siempre excéntricas, que le permitían desarrollar su trabajo de terreno- en lugares centrales para el campo lingüístico y etnológico de la época, como el Museo Etnográfico o la Sociedad Argentina de Antropología.
Como funcionario, su trayectoria guarda analogías con otros agentes estatales formados en Buenos Aires y otras grandes urbes que circularon por diferentes provincias y territorios a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Por otra parte, su actividad etnográfica se despliega de un modo que remite a figuras como la de Tomás Harrington, cuya itinerancia como maestro y funcionario se torna muchas veces inescindible de su trabajo de campo. En Jujuy Sourrouille se especializaría en el conocimiento de lenguas indígenas como el cunza y el quechua (Carrizo, 2006), y más tarde haría lo propio con las lenguas indígenas de la Patagonia (Rey Balmaceda, 1976; Casamiquela, 2008). Así, por ejemplo, tuvo la oportunidad de recorrer el territorio de Río Negro cuando estaba afincado en Bahía Blanca, ya que fue uno de los jueces que sumaban a su actuación en otros tribunales nacionales la administración de justicia en aquella jurisdicción con anterioridad a la creación del Superior Tribunal de Justicia de aquella provincia (Espinosa, 2011: 31).
Pese a la consulta de fuentes familiares, hay aspectos de su vida e intervención antropológica acerca de los cuales no se sabe demasiado, por ejemplo, si hizo trabajo de campo en Chubut,11 donde sí se desempeñó su hijo Alberto, geólogo que fuera director del Programa de Ecología de Zonas Áridas y Semiáridas del Centro Nacional Patagónico, y que trabajó en la delegación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de esta provincia.12

La "Operación Casamiquela"

Lucas Sourrouille, hijo de Alberto, confirma que su abuelo Ernesto sería el dibujante de los croquis cartográficos que encontramos en la Biblioteca Popular "Agustín Álvarez" a poco de su depósito por donación en 2011. Lucas refuerza los rumores en una conversación familiar: "alguna vez escuché de Alberto que Casamiquela se había adueñado de traducciones de algún idioma indio al español que había hecho Ernesto, así que supongo que la cosa puede venir por ahí".13
Casamiquela puntualizaba en 1988:

El texto que me envió el profesor Auza, quien a su vez lo recibió del doctor Vignati, llegó a mis manos -en copia- con notas de pie de página mecanografiadas, que atribuyo al doctor Sourrouille; lo mismo que otras manuscritas, de pie de página o marginales, que no corresponden a la caligrafía de Vignati. Una tercera categoría corresponde a observaciones de la traductora, o adjudicables a ella. Y una cuarta, en fin, a notas del propio Claraz, pero no incorporadas al texto por él, sino por el que esto escribe.
Me explico: son observaciones abigarradas, en general referibles con facilidad al texto del diario, que aparecieron en papeletas y papelitos varios -según he dicho-, entre los materiales obtenidos por Vignati de Sourrouille. Según una observación de aquél, figuraban sueltos dentro de la libreta en que Claraz escribió su diario. Están hechas en francés y/o alemán, y en su mayoría fueron especialmente
traducidas para esta publicación, en gesto que compromete profundamente mi gratitud, por el P. Meinrado Hux. Otras traduje personalmente, del francés […] Obviamente me refiero a las papeletas, ya que jamás tuve acceso al texto original (o libretas, según se verá) (Casamiquela, 1988b: 6).

Recapitulemos: el Museo Etnográfico recibe dos libretas manuscritas por Claraz en alemán durante la gestión de Outes en la década de 1930. Estas libretas o carnés estaban acompañadas por una centena de "papeletas" sueltas en alemán y francés. Una libreta desaparece rápidamente -supuestamente se publica en Inglaterra-, y la otra permanece en la biblioteca del Museo hasta su sustracción en 2015. Esta última es el diario "cuasi mítico". En el ínterin comienzan a circular copias con dos versiones ligeramente diferentes de la traducción, se agregan las anotaciones y croquis de Sourrouille, y se desagregan las "papeletas" que llegan a manos de Casamiquela por intermedio de la hija de Vignati junto con una serie de manuscritos de éste y otros como Harrington.
En 2011 la viuda de Casamiquela dona el "archivo personal" de su esposo a una biblioteca en Trelew, que a su vez contiene buena parte de la biblioteca de Vignati con sus incunables. Pero ni la copia de la traducción de la libreta de Claraz, ni las anotaciones de Sourrouille que estuvieron en poder de Casamiquela llegaron con este lote hasta donde pudimos constatar. Afortunadamente, sí están las papeletas de puño y letra de Claraz -132 en total- dentro de un sobre con el membrete de la Comisión de Límites de la Provincia de Jujuy, en la que Sourrouille se desempeñaba,14 y la leyenda probablemente de puño y letra de Vignatiya anciano, que reza: "Contiene los recortes de Claraz que Outes ensobró aparte -(Creo que fue Outes)" (figuras 1 y 2). La inferencia a partir del membrete del sobre no excluye la participación del entonces director del Museo Etnográfico en la circulación de las papeletas, pero es concluyente en cuanto a la intervención de Sourrouille.


Imagen 1. Sobre que contiene las 132 papeletas manuscritas por Claraz. Fondo Casamiquela, Sala Vignati, Biblioteca Popular Agustín Álvarez, Trelew.


Imagen 2. Papeleta manuscrita por Claraz N° 125. Fondo Casamiquela, Sala Vignati, Biblioteca Popular Agustín Álvarez, Trelew.

También se conservan once croquis realizados en hojas oficio, algunas de estas cuadriculadas en lápiz y tinta china, donde Sourrouille reprodujo las ilustraciones y bosquejos del propio Claraz, o bien dibujó y anotó puntillosamente el itinerario seguido por éste durante su viaje por los territorios de Río Negro y Chubut. Los mismos constituyen el objeto principal de la indagación que presentamos, e incluyen detalladas y prolijas observaciones topográficas y toponímicas, muchas de ellas en lengua gününao "pampa". Para realizarlas, Sourrouille se documentó profusamente con la cartografía y las inspecciones de tierras disponibles a mediados del siglo XX, y confrontó todo ello con la traducción de la libreta de Claraz (figuras 3 y 4).


Imagen 3. Mapa elaborado por Ernesto Sourrouille (fragmento). Fondo Casamiquela, Sala Vignati, Biblioteca Popular Agustín Álvarez, Trelew.


Imagen 4. Mapa elaborado por Ernesto Sourrouille (fragmento). Fondo Casamiquela, Sala Vignati, Biblioteca Popular Agustín Álvarez, Trelew.

En el margen inferior de uno de los croquis cartográficos, y en sentido inverso al texto y los dibujos de la hoja, se leen dos anotaciones, "244 - Adrogué - ***8 Raúl. Vital. Dr." y "758 - Ballester - ***2 Sr. Ernesto".15
María Francisca Sourrouille confirma en conversación del 4 de diciembre de 2015 que se trataba de los números telefónicos y las localidades de residencia en el Gran Buenos Aires de dos de los hermanos de Ernesto, Raúl en Adrogué y Vital en Villa Ballester -María Francisca es hija de Raúl y sobrina de Vital y Ernesto-. La letra de estas inscripciones añadidas a la cartografía es similar a la de Vignati, lo que surge de compararla con los manuscritos de su autoría que también tuvieron por destino el "Archivo personal" de Casamiquela, y que actualmente fueron donados a la Biblioteca Popular "Agustín Álvarez".
Como señala Caimari (2017: 10), es parte del oficio del investigador construir y administrar series de evidencia hasta lograr que las voces del archivo sostengan un argumento que ya no sea el suyo, sino el del autor. Asimismo, el trabajo de la historia implica que el investigador construya su propio archivo (Caimari, 2017: 15) a través de la selección y acumulación de materiales heterogéneos. Sin embargo, mostraremos cómo aquello que se pone en juego en el "archivo personal" de Casamiquela es un proceso de construcción de otra índole, que desborda esta concepción metódica del oficio.
Así como se ha interpretado que el rebuscamiento sintáctico de la escritura de Halperin Donghi sería sintomático de la imposibilidad para tomar partido entre las determinaciones estructurales y la voluntad de los actores de la Historia (Oxímoron, 1993), podemos afirmar que Casamiquela hizo un arte del enrarecimiento de la referencia bibliográfica y el oscurecimiento de la cita etnográfica/etnológica. Hemos visto en otra oportunidad el mismo procedimiento con relación a Harrington (Vezub, 2007b), mostrando el efecto hipertextual de las largas cadenas de frases derivadas, las atribuciones de datos a"aquel" o "aquel otro", etc. Un laberinto donde el lector se pierde, revisando páginas hacia atrás y adelante para identificar la secuencia de las inferencias. Enrarecimiento que dificulta el esclarecimiento del "dato" al mezclarlo con lo que se presenta como información, novedad o procesamiento propio.
Las anotaciones en los croquis que se han conservado de Sourrouille son principalmente topográficas, geomorfológicas y toponímicas, antes que propiamente antropológicas. Aunque partiríamos de un criterio estrecho si las consideráramos exclusivamente de esta manera, sin advertir la dimensión cultural que está presente en la representación histórica ambiental, y en la experiencia humana que significa estudiar la exploración de un camino. Los trazos de la reconstrucción social del paisaje y sus usos son evidentes en el material que se ha rescatado, y la toponimia es justamente la territorialidad de la lengua, es decir un material antropológico de primera línea.
Este archivo indígena, "pampa" o gününa en primer lugar, nutrirá directamente a Casamiquela para prologar la crónica de viaje de Claraz. El resto provino de los manuscritos de Harrington y Vignati, quizás de Outes y Palavecino, y de las anotaciones de la traductora, la supuesta Señorita Dehr. Hay un borroneado de la historicidad del archivo hasta alcanzar una relación de correspondencia directa entre quien publica los documentos y los referentes históricos de estos documentos, sean antropólogos o pobladores de campo, es decir los gestores originales de la información. La historicidad que se borra es la resultante del espesor temporal y la cadena de autores genuinos, interlocutores y participantes de las prácticas de archivo y terreno, instalando el esencialismo culturalista del "indio gününaküne" siempre igual a sí mismo.
Se produce así un efecto de inmediatez y naturalización del dato mediante una relación empática y al mismo tiempo artificial entre el editor y las fuentes matrices de las etnografías más tempranas, y con las acciones que habían conducido a su producción y registro primario. Antes que el límite de lo que puede ser dicho,16 el archivo funciona como la condición o campo de posibilidad para la narración por parte de todo aquel sujeto que se plantee extraer rendimientos históricos, culturales o políticos de la pluralidad de enunciados que habilitarían los documentos.
La operación práctica de Casamiquela discurrió, en primer lugar, aumentando a gran escala la cartografía de Sourrouille, transformando la representación de los parajes que hilvanaba el itinerario de Claraz en una lista de puntos y topónimos sobre un mapa de dimensiones reducidas que representa toda la Patagonia septentrional y suprime los detalles micro, perdiéndose así las marcas del saber local que estaban presentes en el registro original.17


Mapa 1. Itinerario del viaje de Claraz (Casamiquela, 1988). El destacado rojo es nuestro.

En segundo lugar, principalmente en el apartado titulado "La ruta. Aspectos fisiográfcos", Casamiquela traspuso la información que había sido quitada de los croquis al ampliar la escala cartográfica a una descripción textual al estilo de la geografía histórico-culturalista de Rey Balmaceda (1964), imitando la modalidad del prólogo de este último a la edición en español de la crónica de Musters. Casamiquela le anticipa al lector el paisaje que él "ve" a cada paso imaginario, y procede narrativamente como si estuviera avanzando en el terreno, cuando en realidad tiene a la vista los esbozos de Sourrouille en su escritorio. Pasa así de un sistema de representación y notación gráfica a otro que es prioritariamente alfabético con la consecuente pérdida de calidad de trasmisión, pero seduce al lector dispuesto a suponer que el autor del estudio estuvo en el medio mismo que describe, y que esta descripción es el resultado de su propia libreta de apuntes completada sobre el camino, la libreta de un antropólogo conocedor del terreno, degradando las lecturas que en verdad lo guiaron con comentarios de esta clase: "Sourrouille, despistado por el rumbo que erróneamente da Claraz, lo ubica en sus esquemas francamente al sur de Tromén-Niyeo; sin conocer la clave, no atinó a relacionar el cazadero con la actual laguna de Tocoluán" (Casamiquela, 2008: 31).18 Al publicar la traducción de la libreta recurre a notas a pie de página con una escueta referencia, "(N. de S.)", que significa "Nota de Sourrouille", complementando o corrigiendo información diversa del texto, ya sea geomorfológica, zoológica y botánica, cultural, etc.
Esta operación no era necesaria para el buen prestigio editorial de un conocedor de las fuentes y el territorio como Casamiquela, ni para las posibilidades siempre abiertas de revalorizar, reinterpretar y circular la producción de quienes lo precedieron en la antropología patagónica. Boschín y Del Castillo Bernal (2005) siguieron otro camino a partir de los bocetos de las libretas originales de Claraz, que tuvieron ocasión de consultar hace más de una década en el Museo Etnográfico, localizando el paraje del Yamnago en sus campañas a terreno, e interpretando mediante fuentes distintas los usos arqueológicos e históricos del paisaje, incluidas las etnográficas.

Conclusiones

Cierto halo de misterio ha cubierto la historia indígena y la etnología patagónica con su serie de iniciados en los archivos de los predecesores, custodios de secretos y encubridores, capturas y apropiaciones.
Hace pocas décadas se trataba de temas reservados a una veintena de iniciados y especialistas en Claraz, Harrington, Escalada, Vignati, y Casamiquela. Éstos, a su vez, habían trazado relaciones directas con los sujetos que consideraban supervivientes de procesos de extinción. Los autores encolumnados en esta cadena de legitimidades se atribuyeron la habilitación para descifrar los archivos de sociedades tradicionales cuyos secretos protegieron como fetiches (Menard, 2013).
Casamiquela se definía como etnólogo y no como historiador, aunque dada la particularidad de su método, al que bautizó "retro-etnología" (2000, 2004), recurría permanentemente a los archivos. Esto sucedió con su uso de los papeles de Claraz, Harrington, Sourrouille, Benigar, Vignati, y tantos otros, extrayendo rendimiento de las anotaciones, croquis, fotografías y grabaciones en cintas de alambre acumuladas por aquellos, y que habían pasado de mano en mano durante un siglo. Casamiquela intervino en el borde de la etnología patagónica como el historiador-arconte-impostor que consagró la secuencia de fechorías mal disimuladas por la degradación y la falta de trasparencia en la cita.
Finalmente, no perseguimos la moralidad ni la celebración del "pícaro", una figura cuya génesis puede rastrearse a los orígenes de la novela y la tradición letrada española en América (González Echevarría, 2000), tan emparentada con las etnografías, y que presta otro antecedente premoderno para la pregunta de Foucault sobre la historicidad de la figura de "autor" (1969). Sí nos interesa advertir el gesto de impostura, reconociendo que hay un ejercicio ciertamente creativo en la ordenación del producto intelectual ajeno a través de la sistematización, por arbitraria y apropiadora que sea, yla puesta en circulación bajo otros ropajes de nuevos sentidos.
Como ha planteado Silvia Schwarzbröck (2016) en un ensayo reciente sobre la dictadura, y el terror que provoca incluso en su etapa "post", el período 1976-1983 solo podría comprenderse mediante lecturas estéticas, y a través del lenguaje negativo de lo que no puede representarse con conceptos. Enfoque que Schwarzbröck toma de Adorno, para quien la obra de arte sería capaz de expresar lo verdadero, y que nos resulta movilizador para este estudio de
caso al leer las complicidades de una época, y la opacidad de personas, textos y memorias.
Antes que constituirse en ventajero, pícaro de los archivos o rata de biblioteca, Casamiquela intervino borrando la genealogía del registro con el fin de presentar los datos como una epifanía etnográfica que daría soporte a la etnología como ciencia elevada del relicto indígena. Al borrar a Sourrouille, o presentarlo "a secas", establecería una relación empática con una serie de fuentes difusamente orales, étnicas, arqueológicas, lingüísticas y geográficas, sin las mediaciones ni obstáculos de los sabios e impostores precedentes, que serían reducidos por la bonhomía de su pluma al estatus de colectores de información, requerida de sistematización que, en algún momento incierto, él iba a realizar con el fuste de una obra mayor. Una etnografía misógina que proporcionaría el conocimiento directo, no libresco y campechano del "Hombre Patagónico y su Medio", tal como bautizó distintos institutos de duración efímera o que apenas quedaron en proyecto, entre ellos uno financiado por los hermanos Beneton.
Se trató de una ilusión de etnografía vis à vis de la que se desprende una voluntad de generalización, que se despliega como empatía ontológica con los fenómenos étnicos en supresión de los sociopolíticos, y cuya mezquindad con los antecedentes tiene guiños de viveza criolla y escamoteo al limarla historicidad del archivo y los acontecimientos como efecto más duradero. Una operación que no sólo se apropia de papeles publicándolos, sino que otorga un capital mayor al condensar el aura de aquellos "grandes hombres" que lo precedieron como etnógrafos de campo y como etnólogos.
El arca del Archivo Patagónico y sus jueces, arcontes y profetas se clausura como totalidad con la intervención de Casamiquela. Testamento escrito de una sola pasada, aprendido y recitado por un único autor o lector intérprete ante acólitos, expertos, legos, fieles, infieles y herejes. Texto que confronta como etnografía sincrónica de tiempo absoluto donde el conocimiento sucede y se revela sobre el Araucano, el Tehuelche, el GunünaKüne, y el Último Etnólogo.

Notas

1. Menard, Pavez y Richard entienden la desclasificación como la metodología de deconstrucción del orden y las tipologías socioculturales que organizan los archivos. La desclasificación está dirigida a confrontar con la mercantilización de la información documental, y su consecuente manipulación, jerarquía, y criterios de depósito o acumulación (Laboratorio de Desclasificación Comparada, 2005).

2. Cabe aclarar que en la bibliografía citada en ocasiones aparece como Jorge Claraz.

3. Según Delia Millán de Palavecino la "señorita Müller", quien realizaba trabajos como traductora para el Museo de Ciencias Naturales, sería la responsable de la traducción. Otra atribución proporciona el manuscrito de Vignati en poder de Casamiquela, conforme al cual esta tarea por encargo de Outes habría sido resuelta en la segunda mitad de la década de 1930 por la "señorita Luisa Dehr", ayudante técnica del Instituto de Geografía que funcionaba en un edificio de la Facultad de Filosofía y Letras, sito en Reconquista 694, donde también se hallaba un anexo del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires.

4. Meinrado Hux comenta en la página 186 de su epílogo a la edición de 1988: "Otro intento de publicarlo había hecho el doctor Enrique Palavecino por el año 1965/66. Poco antes de morir me enseñó el paquete listo para entregarlo a la imprenta. Falleció el 13 de julio de 1966 y el trabajo no se halló más, ni la esposa sabía qué había pasado, ni el doctor Bórmida, su sucesor en el Museo Etnográfico, ni el personal del mismo. […] Yo creo que el original del doctor Palavecino se ha quedado en alguna imprenta y sería interesante rescatarlo". Hux había publicado once años antes una biografía de Claraz, mostrándose como el mejor conocedor de su obra y recorrido y proporcionando referencias de las publicaciones e inéditos que se hallaban en la Argentina y en archivos suizos. Hux comentaban las intenciones de Palavecino, y la desaparición de las 200 páginas de traducción del diario de Claraz que siguieron a la muerte de aquél. También transcribió unos pocos fragmentos del original en alemán que le enseñaran en el Museo Etnográfico, aunque no pudo hacer un estudio completo para escribir la biografía (Hux, 1977: (3) 41-44).

5. Véase por ejemplo la página 51 donde se explicitan los criterios de edición de 2008, o el epígrafe que referencia la fotografía de uno de los baqueanos de Claraz en la página 43: "Rufino Vera (Archivo personal de Casamiquela)". Se trata en realidad de una copia de la fotografía original, autoría de Samuel Boote, obtenida en El Tigre en 1884, correspondiente a la Sección Antropología del Museo de La Plata (Giordano, 2012: 34), y que Casamiquela seguramente recibió en el lote documental que le transfirió la hija de Vignati.

6. Kuper (1973: 17) sostiene que la antropología social, la sociología y la etnología británicas de la primera mitad del siglo XX se asociaban con alguna tendencia teórica concreta, y que en el caso de los etnólogos se inclinaban al difusionismo. Boschín y Llamazares advirtieron que los precursores del histórico-culturalismo propiciaron una nomenclatura para las distintas ramas de la antropología, asociando la antropología sociocultural con la etnología y jerarquizándola como disciplina responsable de "comparar" y "elaborar", frente a una rama de menor alcance -la etnografía- a la que se reservaba el papel de "describir" (1986: 119). Por otra parte, para la tradición francesa la etnología es un sinónimo de antropología cultural.

7. A modo de ejemplo, esta clasificación es explícita en el planteamiento de Ramos y Delrio (2005), y se replica en la división del listado de fuentes que proponen entre las "oficiales" y las "mapuche-tehuelche". En un trabajo posterior, Delrio (2010: 72-75) establece una distinción entre el carácter "verdadero" de las memorias indígenas y la "verosimilitud" de las fuentes oficiales. Parte de las contradicciones en que se incurre al seguir ese enfoque se evidencian al caracterizar un supuesto silenciamiento indígena por parte de los archivos estatales y, simultáneamente, recurrir a la información que proveen esos mismos archivos para reconstruir las trayectorias de individuos y colectivos indígenas (véase por caso Pérez, 2016). Conforme a Menard (2011, 2013) si hay una especificidad del "archivo mapuche" esta se sitúa en el plano de las prácticas, antes que en la localización institucional de los documentos, o la "domiciliación del archivo" en el sentido de Derrida (1997).

8. Incluimos en el detalle de la bibliografía citada algunas de las publicaciones que consideramos más destacadas de Casamiquela (1965, 1969, 1981, 1988a, 2004). Los libros a partir de la década de 1980, y las toponimias (1987 y 1998) fueron el resultado de prácticas análogas a las que analizamos en este artículo, en relación con las contribuciones de los autores precedentes del canon etnológico y los archivos. Respecto de la otra figura clave en la trama que estamos presentando, Vignati (1895-1978) fue numerario de la Junta de Historia y Numismática Americana y la Academia Nacional de la Historia. Fue jefe del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata entre 1930 y 1956, desempeñándose como vicedirector del museo y en el Museo Etnográfico de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Tuvo una producción vastísima, regionalmente extendida, y abarcadora de distintas disciplinas -desde la paleontología y la antropología biológica hasta la arqueología y la historia.

9. Ernesto se casó con Ema Bárcena en 1915, tuvieron dos hijos y ella falleció en 1922. En 1927, contrajo matrimonio con Helena, hermana menor de Ema. Para más datos genealógicos, puede consultarse el exhaustivo trabajo de Manuel Ayllón Sourrouille. Disponible en Internet: http://www.genealogiafamiliar.net/getperson.php?personID=I93584&tree=BVCZ. Consultado el: 7 de diciembre de 2015.

10. Memoria 1941-1942: 292. En la década siguiente, será miembro del Comité de Redacción de la revista Acta Lingüística Americana.

11. Sí tenemos referencias -a través de familiares de uno de sus baqueanos- de los recorridos etnográficos que Ernesto Sourrouille habría realizado en Neuquén (Elvira Cengarle, comunicación personal, 2016).

12. Memoria institucional del Centro Nacional Patagónico, 1980.

13. Comunicación personal, 2015.

14. Según referencia de su sobrino Juan V. Sourrouille, quien aludió a su tío como "experto en cuestiones de límites" (Comunicación personal, 2017).

15. En función de preservar la privacidad de los actuales usuarios de las líneas telefónicas optamos por omitir los números completos.

16. Planteaba Foucault (2002: 219-220) al discutir el positivismo documental: "El archivo es en primer lugar la ley de lo que puede ser dicho, el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares. Pero el archivo es también lo que hace que todas esas cosas dichas no se amontonen indefinidamente en una multitud amorfa, ni se inscriban tampoco en una linealidad sin ruptura, y no desaparezcan al azar sólo de accidentes externos". El mismo Foucault flexibiliza esta restricción normativa del archivo en la dirección que aquí perseguimos, entendiendo que se trata de "liberar las condiciones de emergencia de los enunciados, la ley de coexistencia con otros, la forma específica de su modo de ser, los principios según los cuales subsisten, se transforman y desaparecen" (2002: 216).

17. Nos referimos a la "práctica" en el sentido de Bourdieu (2007: 85, destacado en el original): "La teoría de la práctica en cuanto práctica recuerda, contra el materialismo positivista, que los objetos de conocimiento son construidos, y no positivamente registrados, y, contra el idealismo intelectualista, que el principio de dicha construcción es el sistema de las disposiciones estructuradas y estructurantes que se constituye en la práctica, y que está siempre orientado hacia funciones prácticas".

18. Casamiquela escribe sobre este supuesto despiste de Claraz y Sourrouille con relación al Yamnago, un complejo de lagunas salobres donde los "pampas" realizaban en primavera y verano la temporada de caza del guanaco cachorro (Boschín y Del Castillo Bernal, 2005).

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Fecha de recepción: 31 de julio de 2017.
Fecha de aceptación: 30 de octubre de 2017

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