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Anclajes

versión On-line ISSN 1851-4669

Anclajes vol.13 no.2 Santa Rosa jul./dic. 2009

 

RESEÑAS

Decir la lengua. Debates ideológico-lingüísticos en Argentina desde 1837
Ennis, Juan Antonio
Frankfurt, Peter Lang, 2008, 417 páginas.

En Decir la lengua..., Juan Antonio Ennis se encarga de reponer las polémicas en torno al problema del idioma en la Argentina, desde 1837 hasta la actualidad. El libro está organizado en tres partes: la primera explicita las bases de todo trabajo de investigación: metodología, estado de la cuestión, marcos teóricos e hipótesis; la segunda reúne el desarrollo de las diferentes aristas de los debates acerca del lenguaje en el país; y la tercera comprende las conclusiones y los listados bibliográficos.
A partir del manejo de una amplia, casi exhaustiva, bibliografía sobre la temática, Ennis propone un recorrido que comienza con los aportes de los primeros románticos argentinos en su búsqueda de una independencia lingüística concomitante con la política. Luego se detendrá en los hitos de ese debate, inaugurado por los hombres de la Generación del 37: el rechazo de Juan María Gutiérrez del diploma de académico correspondiente que le ofreciera la Real Academia Española en 1876; Abeille y su escandaloso Idioma de nacional de los argentinos (1900); las reaccionarias intervenciones de la élite con Ernesto Quesada y Miguel Cané a la cabeza; la contraofensiva en los años veinte de Jorge Luis Borges, Roberto Arlt y Vicente Rossi; los aportes de Amado Alonso y Américo Castro; para, finalmente, concluir en la indagación del lugar que ocupa la lingüística dentro de los debates de las últimas décadas del siglo XX.
Naturalmente, el extenso período que se propone Ennis en su trabajo impide la incorporación de otros aspectos y discursos que la polémica deparó en cada una de sus instancias. Como hemos señalado, Ennis trabaja con los principales hitos del debate.
El corpus que indaga comprende, principalmente, una dimensión de la polémica, acaso la más visible y nutrida: la ensayística. Las intervenciones generadas desde la literatura, la prensa, publicaciones periódicas y otros tipos de géneros discursivos son tomadas en cuenta, pero en un segundo plano. Ennis es consciente de ello: el debate, sobre todo las disidencias con respecto a los planteos de las élites, "circularía también por otros medios, como la prensa y la literatura, a partir de las cuales se abren algunas fisuras en la líneas del discurso enunciador de la cultura legítima" (223).
La reflexión sobre la lengua, sobre la propia y las ajenas, constituye una parte importante de la construcción de la identidad. A partir de esta premisa, Ennis señala que su trabajo se ocupará de ese entendimiento de la lengua como factor cohesivo y diferenciador, como elemento fundante en la construcción de un relato de la identidad colectiva (86).
El primer recorte en la historia de los debates en torno a la lengua, en Argentina, señalado por el autor, es paralelo a la formulación del programa y el comienzo de lo que se pensaba debía ser la nación. Los hombres del 37 entendían la diferenciación idiomática como una acción ligada a la emancipación en los demás aspectos político-institucionales. De este modo, una nueva nación debía adquirir una lengua distinta. La española era una cultura moribunda y la americana una naciente, por lo tanto resultaba necesario expresarse de modo diferente (108).
El segundo núcleo abordado se refiere a Lucien Abeille y su polémico texto Idioma Nacional de los argentinos. Para Ennis, este libro oficia de punto de inflexión en el debate. La tesis principal del francés consiste en que la constitución de la nueva raza debía producirse a partir del contacto y la mezcla lingüística y cultural, tanto la ya producida entre colonizadores españoles y aborígenes como la que debía generarse a partir de la llegada masiva de inmigrantes (167).
Idioma nacional de los argentinos es un libro incómodo para la élite, entre otras cuestiones, porque se inserta en una coyuntura histórica en donde la clase dirigente comienza a revertir el anti-hispanismo y la visión positiva del inmigrante. Esto sucede, y se acentúa con los años, debido a que, en la formulación del relato de identidad de los hombres del 80 en adelante, se produce una inversión de las dicotomías fundantes de la cultura nacional, articuladas en el par "civilización y barbarie" (192). Según Ennis, en determinados planteos referidos, por ejemplo, a la emancipación lingüística como paso fundamental en la construcción de la nación, el discurso de Abeille se constituye en continuador de los aportes formulados por los liberales de 1837 (196).
El autor ubica el tercer episodio en la reacción de una élite patricia ilustrada contra los postulados de Abeille. La principal voz pertenece a Ernesto Quesada, quien publica dos textos –El problema del idioma nacional (1900) y El 'criollismo' en la literatura argentina (1902)– donde afirma que lo que define los rasgos de una lengua nacional no puede ser ni la oralidad de la gauchesca, ni el producto del contacto lingüístico con lengua migratoria, ni una supuesta jerga delincuente (204). Para Quesada, la lengua legítima es la de la escritura, pero no la que hace ingresar la oralidad ilegítima del gaucho o del inmigrante. Al señalar esto, piensa en la literatura criollista, que por aquellos años consigue una gran masividad. Ennis señala que en Quesada se puede apreciar muy bien de qué modo la definición de una lengua nacional se entrecruza con la de la literatura nacional (205). A la voz de Quesada, se suman las de Mariano de Vedia, Miguel Cané, Calixto Oyuela, Paul Groussac.
Si algunos postulados lingüísticos de la Generación del 37 encontraron su continuación en el libro de Abeille, en las décadas del veinte y del treinta existieron ciertos escritores que retomaron esa tendencia para oponerla al purismo e hispanismo vigentes. Ennis los identifica con el concepto de "disidentes". Roberto Arlt, Jorge Luis Borges y Vicente Rossi son los representantes más visibles de este frente.
También por aquellos años se funda el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. La organización de este centro, vinculado con la escuela pidaliana, era ocasión de molestia para más de uno entre los ocupados en la formación y el sostenimiento de una teoría de la lengua nacional (234); es el caso, por ejemplo, de dos intelectuales de posiciones tan diferentes como Vicente Rossi y Arturo Costa Álvarez. Decir la lengua retoma las ideas de Américo Castro y Amado Alonso, ambos directores de la institución.
La obra de Alonso está atravesada por la búsqueda de un entendimiento de la tradición, que tiende a reponer la continuidad entre la historia española y la americana, acentuando lo hispánico en América y tratando de superar las rupturas que se venían dando desde el siglo XIX (242). Para Alonso, el estado barbárico de la lengua en Buenos Aires encuentra su causa en la "mala mezcla": una cantidad enorme de extranjeros que no han sido subordinados al poder de las élites locales (250).
Ennis dedica luego sendos capítulos al lunfardo y el cocoliche. En ambos caso hará un rastreo de posibles orígenes, su utilización en la literatura, usos e implicancias en las polémicas en torno al lenguaje.
Una de las principales críticas que realiza el autor se refiere a la demarcación temporal de las polémicas de la lengua que señaló Ángela Di Tullio en su libro Políticas lingüísticas e inmigración. El caso argentino (2003). Según Di Tullio, el "episodio final" de la cuestión del idioma en Argentina se encontraría a fines de la década del veinte. Según ella, un conjunto de eventos estarían oficiando de límite en el debate: en primer lugar, un mayor nivel de especificidad discursiva e institucional que adquiere la polémica, dada por la creación del Instituto de Filología y por una mayor presencia de la lingüística; a esto, la autora le suma la diversificación que sufre el campo literario por aquellos años. La ampliación de los límites, que la crítica le ha asignado a las polémicas de la lengua en el país, le permite a Ennis abordar el lugar que el discurso de la lingüística asume dentro de los debates en las últimas décadas del siglo XX (315). En este segmento, los aportes de María Beatriz Fontanella de Weinberg resultan centrales, debido a que en sus textos "se observa la prolongación de los debates, aunque dentro de una serie textual-discursiva que vela en gran parte por su presencia, asumiendo la forma del discurso científico de la lingüística moderna" (317).
En la reposición paciente y detallada de un debate que lleva más de ciento cincuenta años de vigencia, en la actualización bibliográfica y en los diálogos que Ennis establece con la crítica, se asientan las principales virtudes de este libro.

Mariano Oliveto
Universidad Nacional de La Pampa

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