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versión On-line ISSN 1851-4669

Anclajes vol.16 no.2 Santa Rosa jul./dic. 2012

 

ARTÍCULOS

"Ese don raro de asir la música y el espíritu de las lenguas". Los mecanismos implícitos en el proceso de traducción en la obra de José Martí

 

María Fernanda Pampín
Instituto de Literatura Hispanoamericana
Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
mfpampin@gmail.com

 


Resumen: el viaje a los Estados Unidos implicó para Martí un viaje hacia otra lengua. Para adaptarse al nuevo espacio que lo acogió en su exilio debió aprender a pensar en un inglés que alguna vez denominó "bárbaro". Se abordan aquí no sólo las traducciones realizadas por José Martí de quienes, sea como precursores, fundadores o epígonos estuvieron vinculados con el círculo trascendentalista sino también sus reflexiones acerca de los mecanismos implícitos en el proceso de traducción. A partir de su definición en el sentido de que traducir es transpensar se considera el estilo de Martí en las traducciones y en la nueva perspectiva que aporta a la obra original. Finalmente, el estudio de estas traducciones resulta fundamental para configurar una red de pensamiento entre Martí, Emerson y Whitman y, así, complejizar y reconsiderar el peso que tuvo una tradición de origen anglosajón en la construcción de la literatura y el pensamiento martianos.

Palabras clave: Procesos de traducción; Trascendentalismo; José Martí; Literatura cubana; Canon

"This rare gift of holding the music and the spirit of languages". The mechanisms involved in the translation process in José Martí´s work

Abstract: The trip to the United States involved Martí in a journey to another language. To adapt himself to the new space that welcomed his long exile in the U.S., he had to acquire the language that he had once called "barbaric," English. This article explores not only the translations José Martí made of those who, either as precursors, founders or followers were linked to the Transcendentalist circle, but also their thoughts about the mechanisms involved in the translation process. From his definition, in the sense that translating is transpensar a paper, it is that Martí´s translation style and the new perspective that it brings to the original work are considered. Finally, the study of those translations is essential to set up a thinking network among Martí, Emerson and Whitman and, thus, to complicate and reconsider the influence that a tradition of Anglo-Saxon origin had on the development of Martí's literature and thought.

Keywords: Translation processes; Trascendentalism; José Martí; Cuban literature; Canon


 

El viaje a los Estados Unidos implicó, para José Martí, un viaje hacia otra lengua. Luego de su llegada a Nueva York, apremiado por las necesidades básicas de la subsistencia, Martí realizó simultáneamente a su labor como corresponsal de importantes periódicos latinoamericanos (La Nación de Buenos Aires, La Opinión Nacional de Caracas o El Partido Liberal de México), un intenso trabajo de traducciones, especialmente desde el inglés1. Para adaptarse al nuevo espacio que lo acogió en su largo exilio norteamericano debió aprender a pensar en otra lengua: un inglés que alguna vez denominó "bárbaro"2.
En la obra de Martí se reúnen la práctica de la traducción y el discurso teórico sobre ella3. El siglo XIX fue un momento clave para la difusión de las traducciones en el mundo occidental, fenómeno del que los autores cubanos participan activamente, en tanto lo consideran un vehículo de acercamiento a otras culturas. Por este motivo, la publicación de traducciones realizadas en este período desempeña un papel decisivo en el proceso de formación de su literatura nacional (Arencibia Rodríguez). Para ese entonces, no resultaba habitual que los traductores reflexionaran sobre su labor, en especial en el ámbito latinoamericano4. Sin embargo, la traducción ha sido motivo de profundas preocupaciones y reflexiones teóricas para Martí. La lectura del epistolario refleja que Martí se encuentra obligado a traducir para sobrevivir. En una carta de 1883 dirigida a su hermana Amelia escribe: "Anoche puse fin a la traducción de un libro de lógica, que me ha parecido -a pesar de tener yo por maravillosamente inútiles tantas reglas pueriles- preciosísimo libro, puesto que con el producto de su traducción puedo traer a mi padre a mi lado" (Obras Completas 20: 308)5. Cinco años más tarde, comenta a Enrique Estrazúlas: "¡Y tener que pasar por estas horcas, y pasarme meses tendidos peinando libros ajenos!", en alusión a las traducciones que hiciera de Ramona y que pensara realizar de John Halifax (200). La distancia temporal de ambas cartas revela la insistencia de Martí sobre la cuestión: traducir permite al autor insertarse en el mercado laboral. En este sentido, la función del periodismo en su biografía puede considerarse como una estrategia de supervivencia (Colombi "José Martí"); la traducción, derivada de la actividad periodística, cumple idéntica función.
La primera de sus reflexiones teóricas sobre la traducción fue publicada el 17 de mayo de 1875 en la Revista Universal de México con el título "Traducir Mes fils", una nota en la que relata su experiencia de traducción de la narrativa de Víctor Hugo y en la que revela los mecanismos implícitos en ese proceso.
"Traducir es transpensar", sintetiza Martí. Por lo tanto, si traducir implica pensar a través de otro, estudiar su pensamiento, pensar como el otro, entonces solamente es posible traducir a aquellos autores con los que uno se siente ligado, no sólo ideológica, sino también, formalmente. Sin embargo, y al mismo tiempo, surge para Martí una nueva dificultad en el momento de traducir: para "impensar" (pensar en el otro) es necesario abandonar su propia lengua, corromperla. Según Beatriz Colombi, "la traducción en Martí no sólo compromete un pasaje de código a código, sino también de mente a mente, tan particular, tan especial, que para designarla necesita redefinir los términos de su propia lengua" ("José Martí" 63). Varias décadas más tarde, Walter Benjamin, en su ensayo "La tarea del traductor" ofrecerá un planteo similar al de Martí. Así considera que

Como sucede cuando se pretende volver a juntar los fragmentos de una vasija rota que deben adaptarse en los menores detalles, aunque no sea obligada su exactitud, así también es preferible que la traducción, en vez de identificarse con el sentido del original, reconstituya hasta en los menores detalles el pensamiento de aquél en su propio idioma, para que ambos, del mismo modo que los trozos de la vasija, puedan reconocerse como fragmentos de un lenguaje superior (85).

Las preocupaciones de Martí anticipan, de este modo, algunos de los núcleos principales de los que se ocuparán los estudios sobre la traducción y que surgirán recién a mediados del siglo XX y serán enriquecidos -al mismo tiempo que sistematizados- hacia 19806. Por otra parte, considera Martí que existen textos que resultan imposibles de traducir debido a que un autor no sólo tiene una lengua sino que conserva, además, un estilo. "Víctor Hugo no escribe en francés: no puede traducírsele en español. Víctor Hugo escribe en Víctor Hugo: ¡qué cosa tan difícil traducirlo!" (O.C. 24: 16)7, asegura Martí, y continúa: "yo no había querido traducir a nadie nunca, o por respeto, o por convicción, o por soberbia" (15) por lo que con extremo esmero y atención escoge los autores con los que va a trabajar. Según Anne Fountain ("Autores"), son autores con los que Martí puede, frecuentemente, autoidentificarse. Enfatiza Martí que

Ideas son fuerzas madre, que van y vienen, y se encarnan y se informan, y, siendo en sí las mismas, allá esplenden como soles en la naturaleza levantadas, aquí iluminan con luz pálida en los ingenios suaves y tranquilos. Pero son ideas, y verdad, y fuerzas, y grandezas, y allí donde las hallo, yo me hallo, allí donde me admiran, yo las siento; y si se concentran todas las ideas altas en una nevadísima cabeza, o soy su hijo o soy su hermano, pero en aquella cabeza vivo yo (15).

Más adelante, en un artículo periodístico publicado en La Opinión Nacional el 3 de enero de 1882 a propósito de las traducciones existentes de las Luisiadas de Camoens comenta: "no traduce bien sino aquel que, por un señalado favor de la naturaleza, tiene el don de reproducir en la mente la época en que el autor traducido escribió y la vida íntima del autor, o aquel que tiene los mismos tamaños y gustos del escritor a quien traduce" (O.C. 23: 139). Martí recupera de sus teorizaciones anteriores la idea de que el traductor debe "vivir en la cabeza" del autor fuente para poder reproducir su espíritu de época (transpensar, en sus propios términos) pero agrega que, al mismo tiempo, ambos, autor y traductor, deben no solamente mantener una afinidad sino compartir "tamaños", es decir, no todos estarían en condiciones de traducir a un gran autor sino que es preciso que el traductor esté a su altura.
No obstante, en 1885, en el prólogo que escribe Martí para la edición en español de Misterio... sus preocupaciones ya no son las mismas. Sostiene en este momento que "traducir no es, a su juicio, mostrarse a sí propio a costa del autor, sino poner en palabra de la lengua nativa al autor entero, sin dejar ver en un solo instante la persona propia [...] sin más alardes ni paramentos de imaginación" (O.C. 24: 40). La diferencia en su modo de pensar los mecanismos de la traducción se vincula con la afinidad del traductor con el autor y la obra fuente. No sólo Martí se replantea su oficio sino que, además, explicita que varía los recursos utilizados cuando traduce un texto que le resulta más cercano. En una carta a Manuel Mercado escribe: "Al libro, no le doy más importancia que la que tiene para mí: un bocado de pan. Podrá ser una grandeza, pero a mí, a pesar de mi prosa, me parece una bellaquería" (O.C. 20: 81, el subrayado es mío). La traducción se torna entonces un simple modo de sobrevivir. La experiencia de traducción de Misterio... resultó para Martí incomparable con la de Mes fils debido a que no apreciaba en absoluto la novela de Hugh Conway. Por eso, aún cuando puede reconocer su propio aporte narrativo al texto, se siente distanciado del resultado final.
En 1895, Martí escribe una carta a María Mantilla en la que le solicita que traduzca una obra didáctica del francés, L´Historie Générale. Con su pedido va explicando su teoría personal, bien adaptada para su pequeña lectora. De sus consejos se desprende que una buena traducción debe ser escrita de modo natural, evitando una lectura forzada, "como si el libro hubiese sido escrito en la lengua que lo traduces" (O.C. 20: 217), le explica Martí, "para que el libro no quede, como tantos libros traducidos, en la lengua extraña en la que estaba" (218). Pero también agrega que debe imitar la lengua original al traducir y procurar usar las mismas palabras, excepto cuando el "modo de decir" sea diferente en castellano. En definitiva, y aunque es posible hallar una y otra en su obra, existen para Martí dos maneras de traducir: una literal y la otra libre. A la primera la vincula con los textos que no busca traducir personalmente y por los que no tiene un especial interés sino que le aportan, en general, un beneficio económico; la segunda manera de traducir, en cambio, resulta mucho más interesante en el marco de los estudios de su obra literaria ya que se vincula estrechamente con sus afinidades estéticas. En las traducciones libres Martí se vuelve creador/autor e inicia un proceso que hará de la obra traducida un texto nuevo y siempre enriquecido.
Por otra parte, y más allá de posibilitar la inserción de Martí en el mercado laboral, las traducciones poseen, en el marco de su obra, una función adicional: difundir la literatura norteamericana en Latinoamérica. En uno de sus cuadernos de apuntes se halló un proyecto de libro que nunca llegó a escribir dedicado a los "norteamericanos". Su proyecto se reitera en la carta conocida como su testamento literario dirigida a Gonzalo de Quesada. Martí solicita a su amigo que organice dos volúmenes dedicados a políticos y autores estadounidenses. Incluiría sus más importantes ensayos sobre Ralph Emerson, Walt Whitman, la familia Alcott, el General Grant, aunque también estudios menores como los que dedicó a Henry Longfellow o al presidente Garfield (O.C. 20: 477-478).
Si bien Martí traduce tempranamente (1875) Mes fils8, seguido por algunas obras de carácter didáctico9 y luego por Misterio..., son las traducciones de quienes, sea como precursores, fundadores o epígonos, estuvieron vinculados con el círculo trascendentalista -los ensayos y poemas de Emerson, la poesía de Whitman y de Longfellow, la novela Ramona de Helen Hunt Jackson (amiga de Emerson)-, las que permiten reconstruir el proyecto martiano10.
Señala Rafael Rojas que Martí pudo reconocer la paradoja norteamericana que consiste en percibir una tensión en el centro de esa cultura: pese al desenfreno de la modernidad industrial y comercial, la vorágine de las grandes ciudades, la economía capitalista en expansión y el imperialismo incipiente en términos políticos, Martí encuentra una filosofía y poesía de extraño refinamiento cuyos ejes eran las ideas de naturaleza y espíritu. El discurso del grupo de Concord representa para Martí la fuga de una modernidad arrolladora11.
Los ensayos dedicados a estos autores (especialmente los dos textos publicados con motivo del fallecimiento de Emerson, "El poeta Walt Whitman" y los dos breves textos de 1882 consagrados a Longfellow publicados en La Opinión Nacional, menos difundidos que los primeros) junto a las traducciones que hiciera Martí de sus poemas pueden ser considerados como una introducción a la literatura norteamericana pensada especialmente para el lector hispanoamericano (Fountain "Autores"). Martí ofició, por lo tanto, como presentador y verdadero descubridor de los autores para estos lectores12. Cuando no se encuentra presionado frente a la incuestionable necesidad de subsistencia, Martí traduce, preferentemente, los autores por los que siente afinidades, sea a través de sus doctrinas filosóficas (cuya base halla en el Trascendentalismo de Emerson) o bien del reconocimiento de un nuevo modo de hacer poesía (como en el caso de Whitman).
El traductor cumple la función de formador de lectores y se presenta en Martí como un nexo entre autor y público lector. Fundamentalmente debido a que, para 1888, Martí sabe que se hizo ya de un nombre y que esa posesión le permite difundir determinadas obras. Reconoce entonces su propio valor como traductor: "Tengo, como que conozco el libro, fe absoluta en su éxito. Misterio, que es un desastre, ha vendido como 15.000 ejemplares, sino más. Dicen que porque yo lo traduje. También yo traduzco a Ramona", afirma Martí (O.C. 20: 114)13. Se encarga, luego, no solamente de las traducciones sino que implementa políticas de mercado para la difusión en la prensa: escribe adelantos para periódicos, difunde su prólogo, diseña anuncios de venta y se ocupa de hacer circular los textos y negociar las publicaciones a determinados puntos de Latinoamérica como México, Buenos Aires o Santiago de Chile. Por eso intercede, incluso, en la construcción de circuitos de venta de los libros: propone qué puede venderse en librerías, qué novela regalar con el periódico, etc.14. La correspondencia con Mercado a propósito de la inminente publicación de Ramona (y su insistencia a lo largo de varias epístolas) revela el proyecto martiano: "Ya he enviado prólogos, a manera de circular, a todos los periódicos y librerías de México, no de la capital sólo, sino de todas las ciudades del interior donde es probable la venta. En cuanto tenga ejemplares listos, enviaré uno, solicitando anuncio y juicio, a los periódicos y librerías principales" (O.C. 20: 129)15. Martí costea personalmente la edición de Ramona, que constituye el comienzo de un proyecto editorial de carácter masivo, popular y latinoamericano16. Su labor excede el simple oficio de traductor al construir un potente y estrecho vínculo entre autor, traductor y público. Los resultados de su exhaustiva tarea de difusión no se hacen esperar: el 8 de agosto de 1888 El Avisador Cubano de Nueva York anuncia el lanzamiento de la novela. La Nación de Buenos Aires también recoge la noticia y el 14 de noviembre de 1888 le dedica la tapa (López Mesa).
El fenómeno de las traducciones en Martí es bien complejo en la medida que reconfigura el eje de lecturas en América Latina debido a que construye, por vez primera, un canon norteamericano para el acotado público lector de fines del siglo XIX latinoamericano, del que se apropiarán también, consecuentemente, los escritores. Martí decide qué leer y cómo leerlo.
Dos espacios principales utiliza Martí para la conformación de este canon: la revista La Edad de Oro y las corresponsalías. La selección de textos que Martí publica en la revista es el primer espacio en el que puede percibirse este plan, que adquiere una importancia menor respecto de las corresponsalías debido al alcance del público al que se dirige, aunque no por eso menos evidente. Ada María Teja sostiene que esta revista forma parte del proyecto de identidad cultural americano de Martí "afianzando la autoconciencia de América Latina en la raíz del futuro, los niños" (144). Así, en el primer número de la publicación reproduce el poema "Cada uno a su oficio", que lleva por subtítulo "Fábula nueva del filósofo norteamericano Emerson" y realiza una traducción libre del poema emersoniano "Fable", ya estudiado en oportunidades anteriores (Pampín). "Cada uno a su oficio" sintetiza el fundamento para la filosofía de la naturaleza que se sustentaba en el Trascendentalismo norteamericano y que Martí seguía atentamente. En el segundo número de La Edad de Oro Martí incluye el poema "Los dos príncipes. Idea de la poetisa norteamericana Helen Hunt Jackson". Martí se interesa por la escritura de Jackson en diversos momentos de su carrera debido a que encuentra en ella temas concretos que le preocupan, como la expresa voluntad de defensa de los pueblos indígenas y la búsqueda de la igualdad de clases, entre otros aspectos.
En otra carta enviada a Mercado (3 de agosto de 1889) con motivo del lanzamiento del primer número de la revista, Martí declara sus intenciones al comenzar la publicación de La Edad de Oro.

No parece, de veras, que venga al mundo La Edad de Oro -que es título de Da Costa-, con muy malos auspicios. Verá por la circular que lleva pensamiento hondo y ya que me la echo a cuestas, que no es poco peso, ha de ser para que ayude a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres originales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella, sin divorciarse de ella, ni vivir infecundamente en ella, como ciudadanos retóricos o extranjeros desdeñosos nacidos por castigo en esta parte del mundo. El abono se puede traer de otras partes; pero el cultivo se ha de hacer conforme a nuestro suelo. A nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tiempo, y hombres de América (O.C. 20: 147, el subrayado es mío).

Por lo tanto, la inclusión de ambas traducciones no resulta ociosa en el marco del vasto proyecto político-cultural expuesto por Martí. La formación de un canon de autores norteamericanos para ofrecer al público de América Latina forma parte de ese otro proyecto más ambicioso, más amplio, que Martí desarrolla.
El siguiente espacio que Martí privilegia en su tentativa de establecer un canon norteamericano es el de las corresponsalías. Martí publica su ensayo sobre Emerson el 19 de mayo de 1882 en La Opinión Nacional. En la Sección Constante del mismo periódico, cuatro días más tarde, se ocupa de reforzar la importancia de la figura más destacada del Trascendentalismo en un artículo más breve, aunque se refiere a su obra en innumerables ocasiones. El ensayo "El poeta Walt Whitman", bastante posterior, publicado en La Nación en 1887, constituye la primera aproximación en español sobre el autor, incluso antes de que su obra se difundiera en Francia. Según Fountain, "Martí logró crear en el ensayo una pequeña antología de lo mejor de Whitman" ("Autores" 1919). Este ensayo martiano tuvo una enorme influencia sobre los escritores modernistas latinoamericanos (Rubén Darío, que accedió tempranamente al texto de Martí, dedicó al año siguiente uno de sus "Medallones" de Azul a Whitman)17. Los dos artículos sobre Longfellow así como sobre otros autores de menor relevancia también aparecen en los diarios latinoamericanos. Especialmente en los ensayos dedicados a Emerson y a Whitman, resulta muy difícil establecer lo que hay de Martí y lo que hay de los autores que traduce: refiere a una larga lista de ensayos y poemas emersonianos y trabaja cuidadosamente con los poemas de Leaves of Grass (en particular de Song of Myself ). La inclusión de traducciones literales y libres a modo de citas explícitas, paráfrasis, amplificaciones, supresiones, glosas, sustitución de elementos, etc. le ha servido a Martí para sostener su propio proyecto18. Martí no busca correspondencias léxicas (aunque así le sugiriera trabajar a María Mantilla en su carta) sino la utópica identidad entre el autor y el traductor que mencionara luego Borges en "Las dos maneras de traducir". Para Martí, como será también para Borges, el resultado del proceso de traducción es un texto absolutamente nuevo en el que la recombinación de elementos redunda en beneficios para la obra original. Este modo de pensar la traducción revaloriza la tarea del traductor. Allí donde hay una traducción, la creatividad de Martí, al servicio de su proyecto literario -y cultural-, excede cualquier discusión estética. Justamente allí, donde debería existir una separación-según Benjamin la función del traductor tiene un carácter peculiar, que permite distinguirla exactamente de la del escritor (83)-, Martí confunde, hábilmente, y contra toda ley, el oficio del traductor con el del creador literario.
Un estudio pormenorizado del estilo de Martí en las traducciones y la nueva perspectiva que aporta a la obra original resulta fundamental no solamente para reforzar una red de pensamiento entre Martí, Emerson y Whitman al poner de manifiesto el decisivo encuentro de Martí con la cultura norteamericana, lo que significó la reorientación de sus objetivos estéticos y políticos, sino para complejizar y reconsiderar el peso que tuvo una tradición de origen anglosajón en la construcción de la literatura y del pensamiento martianos.
Al poner al alcance del lector latinoamericano una parte significativa de la literatura norteamericana en español, Martí también se desvía de las arraigadas tradiciones europeas, en tanto revela una "posición ventajosa de América con respecto a Europa para crear lo nuevo" (Bonfiglio 103). No obstante, esta suerte de desviación -que no usamos en un sentido negativo sino como forma de desorientación, de desvío de la atención hacia otras literaturas- no implica en absoluto un rechazo de la literatura universal, de la que Martí fue un ávido lector y difusor, sino el establecimiento de una serie de prioridades de lectura bajo la perspectiva más amplia de hallar la autonomía cultural americana a la que hacía referencia Ballón (Autonomía). Con idéntico propósito, y previo a su arribo a Nueva York, en la presentación del primer número de la Revista Venezolana (julio de 1881), Martí define los objetivos de la publicación que, al mismo tiempo que proyecta el crecimiento continental personificado en la juventud y que exige la glorificación del pasado americano, tantas veces empequeñecido en nombre de otros grandes y distantes nombres, Martí declara que la revista viene a

descubrir con celo de geógrafo, los orígenes de la poesía de nuestro mundo, cuyos cauces y manantiales genuinos, más propios y más hondos que los de poesía alguna sabida, no se esconden por cierto en esos libros pálidos y entecos que nos vienen de tierras fatigadas. [...] Aposento natural tiene en la Revista Venezolana todo pensamiento americano; y cuanto al bien de nuestras tierras, y a auxiliarlas y a formar conceptos propios y altos contribuya (O.C. 10: 198-199).

Martí insiste en mantener una oposición entre la vieja Europa, de tierras fatigadas y tradiciones anquilosadas, y la joven y productiva América, con la cual se identifica.
La literatura norteamericana representa para Martí la posibilidad de lo nuevo. En la crónica dedicada a la visita de Oscar Wilde a los salones de Chickering Hall (publicada inicialmente en El Almendares de La Habana en enero de 1882 y reproducida en La Nación el 10 de diciembre del mismo año) Martí pone en voz de Wilde un provocativo discurso y afirma así que solamente del pueblo norteamericano "puede surgir el esplendor de una nueva imaginación y la maravilla de alguna nueva libertad", ya que al tratarse de un pueblo nuevo no se encuentra obligado a mantener antiguas tradiciones e instituciones (O.C. 15: 366). Pocos años más tarde, Martí describe los rasgos de la poética de Whitman en el ensayo que le dedica y señala la necesidad de construir una nueva literatura, ya encarnada por el propio Whitman y previamente por Emerson.

La literatura que anuncie y propague el concierto final y dichoso de las contradicciones aparentes; la literatura que, como espontáneo consejo y enseñanza de la Naturaleza, promulgue la identidad en una paz superior de los dogmas y pasiones rivales que en el estado elemental de los pueblos los dividen y ensangrientan; la literatura que inculque en el espíritu espantadizo de los hombres una convicción tan arraigada de la justicia y belleza definitivas que las penurias y fealdades de la existencia no las descorazonen ni acibaren, no sólo revelará un estado social más cercano a la perfección que todos los conocidos, sino que, hermanando felizmente la razón y la gracia, proveerá a la Humanidad, ansiosa de maravilla y de poesía, con la religión que confusamente aguarda desde que conoció la oquedad e insuficiencia de sus antiguos credos (O.C. 13: 135).

Inmediatamente después de hacer explícitos los postulados de esa nueva literatura, Martí concede a la poesía una función social: la poesía fortalece a los pueblos a partir de un poder especial de congregación, de aquí su necesidad en el desarrollo de la humanidad. La nueva poesía de Whitman y Emerson requiere un lenguaje y una forma nueva que puedan expresar la renovación del hombre: debido a que responde a una necesidad de cambio, la nueva literatura procurará mirar hacia el futuro.
El hecho de que Martí estableciera un canon de autores norteamericanos -esto es, mediante traducciones, ensayos y decisiones editoriales-, requiere no solo tener en cuenta a sus lectores contemporáneos y futuros sobre los que, sin duda, incidió sino, fundamentalmente, mirar hacia atrás: asumir el propio lugar en una tradición o lo que Edward Said denominaría como el proceso de instaurar los comienzos. Resulta, pues, indispensable conocer desde dónde parte Martí y hacia dónde se dirige cuando elige una tradición intelectual anglosajona. El sugerente ensayo de Arcadio Díaz Quiñones, Sobre los principios. Los intelectuales caribeños y la tradición, reflexiona acerca de la importancia de establecer en la instauración de una escritura, los comienzos de la formación de un intelectual e invita a cuestionarse cómo y para qué recupera Martí esa tradición. Díaz Quiñones señala que

En el principio de escritores caribeños como Hostos, Martí, C. L .R. James o Fanon, estaba el exilio, con todas sus pérdidas y dificultades, pero potencialmente también un mundo de experiencias más amplias. Los exilios de los intelectuales que vienen del mundo colonial llevan, como plantea Said, a inventar formas de convivencia, a la búsqueda de aliados en las metrópolis, y a la construcción de nexos con los países de origen (46).

De esta búsqueda que emprende Martí surge, de inmediato, el reconocimiento de una tensión en su obra: si por un lado se esfuerza por marcar una distancia con "lo norteamericano", según la paradoja a la que aludiera Rafael Rojas, por otra parte, establece fuertes lazos con sus tradiciones literarias y filosóficas (vinculadas principalmente con los autores que gravitaron en torno al círculo trascendentalista), que se tornan bien evidentes tanto en las reflexiones teóricas como en la práctica de la traducción.

Notas

1 Martí traduce también del francés, del griego y del latín. A la inversa, traduce textos propios: publica en Nueva York artículos de interés general en la revista The Hour en inglés, y escritas en francés pero traducidas luego al inglés en el periódico The Sun, donde se difunden sus crónicas conocidas como "Escenas norteamericanas".

2 "Yo sé un inglés bárbaro, y estas cosas me parecían justas, y me oprimían el corazón. Pero yo tengo confianza en mi energía y en estos ardientes afectos que involuntariamente inspiro [...] Escribí, temblando, mi revista artística. Yo sabía que escribía en español palabras inglesas [...]", (Martí 1946: 1195) anotó en sus apuntes a propósito de las primeras notas escritas en inglés para The Hour. Aunque Martí tenía, de su infancia en La Habana, ciertos conocimientos de la lengua inglesa, sin embargo, su dominio no era aún suficiente para el desarrollo de la escritura.

3 Una primera versión de este trabajo, mucho más acotada, fue presentada como ponencia en el IV Congreso Internacional de Literatura del CELEHIS (Universidad Nacional de Mar del Plata) en noviembre de 2011 con el título "El oficio del traductor. Los mecanismos implícitos en el proceso de traducción en la obra de José Martí".

4 Es preciso exceptuar a los autores del Romanticismo alemán, quienes se ocuparon tempranamente del discurso teórico sobre la traducción. Cfr. Derrida.

5 Refiere a Nociones de lógica de Williams Stanley Jevons.

6 Sostiene Carbonell i Cortés que "en los últimos treinta años, el área que estudia la teoría de la traducción se ha ampliado sustancialmente, desde estudios normativos a estudios descriptivos, desde una perspectiva lingüística hasta un nivel de estudio superior que abarca el contexto cultural en su conjunto. Desde los años ochenta, en concreto, la teoría de la traducción se ha diversificado y se ha enriquecido con enfoques diferentes. Hay una tendencia en los estudios de traducción que analiza la traducción como producto; otra tendencia estudia la traducción como función social; otra más (la didáctica de la traducción) constituye un desarrollo normativo necesario en la teoría de la traducción. Pero en ocasiones hallamos que el término traducción se usa en un sentido más amplio y desde una perspectiva filosófica [traducción cultural]" (49-50). Martí se ha ocupado de cada una de estas cuestiones ya a fines del siglo XIX.

7 A partir de aquí citaremos los 27 tomos de las Obras Completas mediante la sigla O.C., indicando luego el tomo correspondiente y número de página.

8 Se trataba de una novedad editorial. Victor Hugo había publicado la obra en Francia el año anterior al que Martí la traduce y publica de inmediato como folletín en la Revista Universal de México.

9 Nos referimos a las obras adaptadas para la reconocida casa editorial norteamericana D. Appleton & Company: Antigüedades griegas de J.H. Mahaffy y Antiguedades romanas de A.S. Wilkins, ambas publicadas en Nueva York en 1883. Dos años más tarde tradujo Nociones de lógica de W. Stanley Jevons y la novela Misterio... (Call Back) de Hugh Conway en 1886.

10 Este trabajo se dedica exclusivamente a las traducciones literarias de Martí. Para un estudio de las traducciones de textos periodísticos y político-diplomáticos consultar Arencibia Rodríguez.

11 Susana Zanetti (Las cenizas) utilizó el concepto de "religaciones" para especificar esta voluntad de construir linajes con los que emparentarse, tan característica del Modernismo latinoamericano.

12 Un papel similar podríamos adjudicar a Jorge Luis Borges en el siglo XX, quien también reflexionó profundamente sobre los mecanismos de la traducción -"Las dos maneras de traducir", "Las versiones homéricas" y "Los traductores de las 1001 noches" son los textos más representativos en este sentido-; escribió ficciones sobre el tema -"Pierre Menard, autor del Quijote"- y breves ensayos en los que se repiten insistentemente los autores tratados por Martí -"El otro Whitman", "Nota sobre Whitman", "Trascendentalismo" y "Whitman y Melville", entre otros-. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre Martí y Borges ya que para el momento en que Borges tradujo o escribió sobre los autores norteamericanos, estos eran ya lo suficientemente conocidos para el lector de América Latina, aún cuando la primera aproximación de Borges a la poesía de Whitman fue temprana, en 1917, según refiere Rolando Costa Picazo. Debemos, sin embargo, a Borges, una de las mejores traducciones al español de Leaves of Grass de Walt Whitman.

13 En el primero de los artículos periodísticos que publica al fallecimiento de Longfellow (La Opinión Nacional, 22 de marzo de 1882), Martí también expresa su interés por los procesos de traducción cuando aprecia la habilidad como traductor de Longfellow, en ese entonces centro del canon norteamericano: "ese poeta tenía, como el don de ver en pie cosas y hombres pasados, el don raro de asir la música y el espíritu de las lenguas" (O.C. T. 13: 226) comentó al referirse a las traducciones de Lope de Vega y de Jorge Manrique que hiciera Longfellow del español al inglés. (Esta cita forma parte del título del presente ensayo). Pocos días más tarde, el 3 de abril de 1882, Whitman escribe su propio artículo con motivo del fallecimiento de quien fuera su amigo y reconoce a su vez la misma capacidad en el escritor. Sostiene Whitman: "De sus traducciones de obras alemanas y escandinavas se dice que superan a sus originales". Y luego, "Incluso en sus traducciones tempranas, la de Manrique, por ejemplo, el movimiento es como de un fuerte y firme viento o marea, resistiendo y elevando" (O.C. 487). Se reafirma de este modo la positiva valoración que autores como Martí o Whitman otorgaron desde entonces a la tarea del traductor.

14 Cfr. Julio Ramos en torno a los límites entre literatura y periodismo a fines del siglo XIX y la creciente profesionalización del escritor en América Latina.

15 En la misma carta agrega: "yo tengo fe en la novela, y creo que se ha de vender largamente, sobre todo ayudándola desde acá, de modo que no aparezca allá [México] empresa de nadie, ni a nadie obligue con la significación que al libro pudiera dar; sino sea claramente empresa mía" (O.C. 20: 129).

16 Pese a que el libro logró reimprimirse ocho meses después de su lanzamiento y Martí distribuyó la obra en Nueva York y, posteriormente en México y en Buenos Aires, los resultados de las ventas no alcanzaron las altas expectativas de Martí y, por lo tanto, el proyecto editorial concluyó en el primer volumen que lo inició.

17 Whitman permaneció prácticamente sin traducir al español hasta 1912, momento en que se publicó una antología de Hojas de hierba, titulada Poemas y traducida por Armando Vasseur. La antología fue publicada en Valencia por F. Sempere y Compañía Editores, e incluye un prólogo del traductor. Hubo algunos pocos antecedentes a esta edición: el intento más destacado fue el de Miguel de Unamuno en 1906, quien tradujo algunos pocos poemas.

18 Remitimos a la crítica de Fountain, José Ballón y Mary Cruz, quienes han realizado ya exhaustivos estudios sobre el tema. Estos autores realizan un profundo trabajo comparatista, especialmente, entre las obras de Emerson y de Whitman con la de Martí para hallar puntos de contacto en los textos e indicar los recursos utilizados por Martí en sus traducciones. Encarar un trabajo similar no solamente resultaría improductivo por haberse ya realizado sino que excede por demás la extensión de este artículo.

Referencias bibliográficas

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Fecha de recepción: 17/05/2012
Fecha de aceptación: 23/08/2012

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