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Anclajes

versión On-line ISSN 1851-4669

Anclajes vol.17 no.2 Santa Rosa dic. 2013

 

RESEÑAS

Podlubne, Judith. Escritores de Sur. Los inicios literarios de José Bianco y Silvina Ocampo. Rosario: Beatriz Viterbo Editora; Universidad Nacional de Rosario, 2011, 363 páginas.

 

Convertir las revistas en las que los escritores hablan de (su) literatura en "horizonte problemático", en "terreno inestable". Horizonte y terreno que al mismo tiempo que se abren para ser explorados, habilitan un salto que se desea que genere un acercamiento, siempre paradójico, a la literatura. Es ese el imperativo metodológico y epistemológico que no puedo dejar de leer en el comienzo de Escritores de Sur. Los inicios literarios de José Bianco y Silvina Ocampo de Judith Podlubne. Es ese el deseo que parece alojarse en la preposición "de" que articula la primera parte del título, articulación que se vuelve vínculo problemático: ¿Por qué no hablar sólo de la literatura de Bianco o de la literatura de Silvina Ocampo desplazando Sur?, ¿Qué dice el análisis de Sur sobre esos "inicios literarios" y qué permiten leer las producciones de Bianco y Ocampo en Sur que vuelve necesario ese "de" que marca el título?
La primera parte del libro aborda, entonces, la revista Sur. Al presentar ese término de la relación, Podlubne mapea el campo de los estudios críticos preexistentes y se reconoce como extendiendo cierto consenso crítico. Pero introduce un concepto nuevo para pensarlo: el de moral. La autora habla de la existencia de dos morales conviviendo y enfrentándose en Sur: la moral humanista y la moral formalista. La moral humanista, que define a partir, fundamentalmente, de aportes de Eduardo Mallea y de Victoria Ocampo, supone "La «defensa de la cultura» como una actividad superior del espíritu" ligada "de un modo perentorio a la «defensa de la persona humana» en tanto garantía de libertad espiritual" (39). La moral formalista, que se construye a partir de Jorge Luis Borges, implica, en contraposición, la reivindicación del "privilegio de la forma y del artificio literario" en defensa de la especificidad de la literatura. La intervención que supone el prólogo de Borges a La invención de Morel en el debate sobre la novela, el "Desagravio a Borges" que Sur publica en su número 94 (1942) y el debate "Moral y literatura" organizado en el número 126 (1945), son los momentos que la autora elige para caracterizar cada una de las morales, y así obtiene una visión de sus posicionamientos estratégicos. Lejos de una lógica dicotómica, de definir y marcar límites inamovibles para cada dominio, lo que se presenta es cómo esas morales entran en conflicto, cómo varían en cada encarnación singular y cómo, en ciertos momentos, se concilian.
La elección del término "moral" y el uso que se hace de él cifra así un movimiento central en la escritura ensayística de Podlubne: la búsqueda del concepto justo. Esta búsqueda no es nunca encontrar el detalle llamativo para el especialista, tampoco el mejor medio de transmisión de algo que se sabe de antemano. Se constituye como un movimiento que supone un trabajo sobre lo previsible. La manera de enfrentarse al "consenso crítico" creado en torno a Sur es hallar esos términos que, al ser definidos de manera singular, abren el objeto y que habilitan no sólo el quiebre sino también la reescritura. Es ese movimiento de precisión el que permite leer las coincidencias entre Borges y José Ortega y Gasset a propósito del estado de la novela. También el que habilita la reconstrucción de eso "incomprensible" (hoy) a propósito de la centralidad de la figura de Mallea en el campo literario de la década del cuarenta, al mismo tiempo que se describe la modernidad "categórica" de ciertos aspectos de sus posiciones y de las de Victoria Ocampo. La conformación justa de los conceptos confronta al lector con algo relacionado con el orden del asombro. Y no sólo por las grietas en lo previsible, sino por la posibilidad que se abre al releer algo de lo que ya sabía, vuelto a decir con una precisión tal que eso en algún punto se le presenta, no con un mayor grado de certidumbre, sino como extraño.
Creo que es eso también lo que se observa en la manera en que desde el comienzo se describe la relación de J. Bianco y S. Ocampo con ambas morales: "Los modos completamente divergentes en que estos escritores respondieron a las intimaciones de las morales literarias de la revista decidieron las distintas orientaciones que tuvieron sus narrativas" (25). Las "morales literarias" intiman las escrituras de los autores. Es decir, una doble posibilidad de la relación: por una parte, la exigencia; por otra, la posibilidad de que se genere, a partir de ellas, algo del orden de lo íntimo (y si se sigue la línea teórica de Podlubne se sabrá que intimidad se entiende no como lo más privado de lo privado sino como un quiebre de lo idéntico, como un desconocimiento de sí mismo).
El capítulo sobre Bianco comienza con una serie de preguntas que, al mismo tiempo que sólo pueden formularse a partir de esas dos morales, muestran cómo la relación entre ambas no puede pensarse sólo a partir de la idea de sucesión: "¿Por qué un escritor identificado con los severos rigores de la construcción literaria podría sentirse atraído por obras como las de Ferrero y Mallea (...)? ¿Qué podría interesarle en ellas?" (174). Tomando como punto de partida estos interrogantes, Podlubne construye la figura del novelista crítico que le permite recorrer la forma en que conviven "signos y valores propios de esas dos morales antagónicas" (201) en la perspectiva de Bianco. Desarma así la imagen que Borges quiso imponer del secretario de redacción de Sur y desde ahí se adentra en el análisis de los primeros relatos del autor, comenzando con La pequeña Gyaros y llegando hasta Las ratas. Nuevamente los interrogantes son los que habilitan el movimiento desde la escritura de Bianco hacia la revista y viceversa, movimiento en el que se muestra la duplicidad del intimar: "¿De qué naturaleza es ese simbolismo de los relatos de Bianco capaz de suscitar, en Borges, el vínculo con James y, en Mallea, la confusión con la densidad alegórica de sus propias narraciones?" (234).
Una hermana que intimida y que, sin embargo, de alguna manera, entra en contacto con los relatos de Viaje olvidado justamente a través de la "des-identificación" que le generan (a través de un vínculo íntimo con la narración de ese pasado): esa es la entrada a Silvina Ocampo. A la fuerza centrípeta de su literatura, que actúa, incluso a su pesar, sobre Victoria. El riesgo (la amenaza) de lo onírico, del desborde, de la "aparición". Aquí Podlubne resalta que la relación entre recuerdo y sueño (y narración) no es en Viaje olvidado sólo una semejanza formal sino antes bien una semejanza originaria que conecta estas experiencias. A diferencia de los proyectos autobiográficos de Sur, Silvina "cuenta en sus relatos el recuerdo de lo por siempre diferido (...) y encuentra en la naturaleza imaginaria de lo que retorna sin haber ocurrido la ley de la ficción" (269). El análisis se centra en la voz narrativa que aúna esos relatos: no es el extrañamiento en tanto perspectiva lo que permite el acercamiento a los relatos de Viaje olvidado sino escuchar la extrañeza de esa "voz narrativa" cuya indeterminación es irreductible a la realización discursiva. En este contexto, Viaje olvidado es el afuera de las morales constituido por la indiferencia, mientras que Autobiografía de Irene se presenta como el adentro.
Promediando el análisis de la revista Sur, Podlubne cita "El escritor argentino y la tradición" de Borges: "Creo, además, -sostiene Borges- que todas estas discusiones previas sobre propósitos de ejecución literaria están basadas en el error de suponer que las intenciones y los proyectos importan mucho" (123). Podlubne toma el riesgo de enfrentarse con los proyectos. Y está bueno. Porque la "de" del título le permite ensayar no sobre propósitos sino sobre lo que presenta como anticipaciones, intervenciones, rumbo, orientaciones, distancias. Bianco, Silvina Ocampo y Sur se intiman unos a otros, evitando la unidireccionalidad: el adentro no es nunca una excusa para ver el afuera, pero su exploración es lo que permite decir, de manera tan singular, los acercamientos e intuir las distancias.

Mariana Catalin
CONICET
Universidad Nacional de Rosario

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