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Anclajes

versión On-line ISSN 1851-4669

Anclajes vol.17 no.2 Santa Rosa dic. 2013

 

RESEÑAS

Edición, introducción y notas de María Rosa Lojo (dirección) con la colaboración de Marina Guidotti (asistente de dirección), María Laura Pérez Gras y Victoria Cohen Imach. Diario de viaje a oriente (1850-1851) y otras crónicas del viaje oriental Mansilla, Lucio V. Buenos Aires: Ediciones Académicas de Literatura Argentina Siglos XIX y XX, Corregidor, 2012, 376 páginas.

 

Se trata de la edición del diario del viaje realizado por Lucio V. Mansilla a Oriente cuando apenas tenía 19 años, momento en que su padre aprovechó para alejarlo de un "peligroso" romance no recomendado por diferencias de clase social, y de algún posible problema político, por leer el Contrato Social, con su tío -el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires y representante de la Confederación Argentina ante el exterior, Don Juan Manuel de Rosas.
El texto pone en evidencia, por un lado, una ratificación de la mirada colonialista propia de los europeos de clase alta de la época y de las oligarquías nativas latinoamericanas. Por otro lado, y esto es lo más interesante, señala aspectos que denuncian la inhumanidad de la explotación colonial. Esta vacilación es la que mantendrá Mansilla adulto cuando en 1870 escriba Una excursión a los indios ranqueles, libro de significativo dialogismo en relación con la cultura indígena, en un contexto histórico-político genocida que consideraba a los indígenas como sujetos no deseables condenados al exterminio.
También se nos muestra la complejidad del federalismo rosista porque el padre de este dandi, que viaja por Oriente y que allí es recibido por los otros ricos colonialistas, es un general héroe de Obligado -el paradigma de la resistencia americanista de Rosas, tal como lo nombra su hijo en el diario de viaje (183, 196). Sin embargo ha sabido proveerle a su hijo de la formación intelectual propia de un fascinado por lo europeo como asimismo tener tanta riqueza como para realizar este viaje de ocio, aunque supuestamente fuera por negocios.
Una manera de la distancia esquizoide de un señorito cuasi federal respecto de lo nativo ya se prefigura cuando insiste Mansilla en que se disfraza de gaucho para ir a las cenas a las que lo invitan los colonos ingleses en Calcuta (197, 205).
Se puede ver cómo continúa la construcción geográfica de la barbarie iniciada en Argentina por Esteban Echeverría y Domingo Faustino Sarmiento en relación al desierto: en particular la presencia de Facundo y su igualación de los gauchos con los beduinos y de la pampa con el desierto africano. Aunque también aparece el desierto en un sentido cabalmente romántico como nos lo presentará Mansilla en 1870: en un artículo de 1855, también incluido en esta publicación, concluye diciendo: "¿Queréis ver una idea perfecta de la eternidad? pues id a ver entrarse el sol en el desierto, y veréis el más grandioso, el más imponente, el más solemne de todos los espectáculos de la naturaleza" (340).
En el diario propiamente encontramos un desprecio eurocéntrico hacia los colonizados, es decir los dueños de un territorio ocupado por la corona inglesa, expresado a través de la diferenciación edilicia de unos barrios y otros: "la ciudad de Calcuta es indudablemente una de las más hermosas que existen en el mundo mas es preciso considerarla bajo dos aspectos: primero las casas de los Europeos, que son magníficas y segundo las de los naturales que es lo más sucio y asqueroso que pueda imaginarse" (214). De los Indios en particular dice: "son generalmente altos, bien formados, inteligentes; pero serviles y bajos hasta el último grado" (216). A pesar de esta consideración típica del colonizador, la de atribuir servilismo a quien se somete a la servidumbre por la violencia, unas líneas después no deja de reconocer que a la última clase de las castas indias los "europeos la hacen trabajar como animales" (217). Ya en Manila, observa que los "indios" son poco confiables, avaros y mentirosos: "son muy hábiles para después de haber hecho un trato por un buen diamante, trocarlo por otro falso y engañar completamente al comprador" (226).
En Ade, de Arabia Saudita, se refiere a los árabes como violentos, "insolentes y atrevidos" (233), y la escena que relata para representar esta insolencia muestra a las fuerzas de seguridad al servicio del colono porque rápidamente aparecen para castigar al indígena (233-234). Compara esta supuesta agresividad de los árabes con la pusilanimidad de los indios pero ambos atributos, a los que se les da carácter general, son estigmatizaciones que el colonizador esgrime para caracterizar a quienes impone dominio. Sin embargo, en el artículo de 1865 también incluido en esta publicación, Mansilla expresa una admiración por el beduino de Egipto del que dice que "tiene peor reputación de la que merece, pues, su principal delito es tener gran amor a la libertad e independencias perfectas" (349). Afirma, además, que son "inofensivos, sobrios y morales, y sus guerras que son generalmente el resultado de venganzas personales, o de cuestiones de límites, o de la violación de otros derechos, terminan casi siempre sin gran derramamiento de sangre, por la interposición de los sheihhs o del gran sheihhs del Cairo" (349). Es decir, sostiene exactamente lo contrario que en el Diario.
Donde se permite mayor desprecio es con las mujeres negras por su doble condición de mujeres y de negras. Allí utiliza una comparación animalizadora, repitiendo el lugar común de occidente. En 1855, estando cerca del cabo Guardafui, nos refiere: "La especie de canoa en la que íbamos se deslizaba con bastante ligereza y sin embargo llevábamos de un lado y de otro un enjambre de negras, nadando con tanta velocidad que más parecían monstruos marinos de esos que pinta la fábula en sus caprichosas descripciones, que seres de nuestra especie. De cuando en cuando, les arrojábamos algunas monedas de plata o cobre y en el acto todas zambullían" (323); y las llama salvajes.
En esta edición se publican como anexos dos artículos de comentarios de Lucio V. Mansilla, aparecidos con posterioridad al viaje: uno en El Plata Científico y Literario de enero de 1855 y otro, en La Revista de Buenos Aires. Historia Americana, Literatura y Derecho de 1864. Aquí se explicitan sus consideraciones ideológicas que sirven finalmente para una justificación de todo el dominio colonial. Me refiero a tres aspectos: 1°, atribuye una supuesta superioridad de la religión cristiana por sobre la de los "bárbaros"; 2° aplaude el "triunfo del progreso" -en un estilo saint simonianopor la capacidad científica, técnica y de dominio sobre las masas demostrada por el constructor del Canal de Suez; 3°, presenta como natural a la división internacional del trabajo del liberalismo inglés y europeo emergente.
Así vemos que en 1855 sostiene: "parece que la suerte de los pueblos infieles, está escrita en el gran libro de la divinidad cuyos secretos han de cumplirse infaliblemente, parece que careciendo de verdad sus principios fundamentales, sus instituciones sociales no son bastante sólidas para prolongar su existencia política y que deben ser absorbidas por los pueblos que se sienten animados por las verdades evangélicas, grandioso y noble pedestal sobre el que reposan las naciones más poderosas hace largos siglos (. . .) El cristiano hace sentir su influencia diariamente, introduciéndose en los lugares más recónditos de la tierra" (322).
Respecto de la construcción del Canal de Suez por Lesseps entre 1859 y 1869, escribe en 1865 - admirando a la "científica civilización" contemporánea-, que es el "triunfo espléndido de la inteligencia humana sobre la materia" (357) y que ha superado las políticas de los faraones, Adriano y Cleopatra que manejaron "a los pueblos como rebaños, haciéndolos caminar como bestias desde Tebas a Menfis y Alejandría" (356).
Por otro lado, como dice Mansilla, 12 años después de realizado el viaje, su mirada es más acomodada a la economía de libremercado: "Si tratara de la Europa callaría; porque el que quiere conocerla la conoce: descendemos de allí estamos en contacto con ella, cambiamos nuestros productos por sus manufacturas, tenemos sus costumbres, vestimos sus trajes y sus telas, hablamos sus idiomas, profesamos sus religiones, leemos sus libros, vivimos de su pensamiento en fin" (347). Casi tira por tierra sus consideraciones de autoctonía federal y reivindicación de americanismo cuando se reconocía a sí mismo como sudamericano en Indostán (228) o comentaba cómo debía explicarles a los ingleses que no éramos salvajes (229).
Poco más de las primeras cien páginas del libro constituyen la Introducción que, junto con las precisas y abundantes notas al pie de los textos recogidos referidas a la escritura y al contexto histórico-geográfico, han sido elaboradas por el equipo científico responsable de esta edición: María Rosa Lojo - directora-, y las colaboradoras Marina Guidotti, María Laura Pérez Gras y Victoria Cohen Imach. Este apartado abarca "Vida y obra" (15-36), "El relato de viajes, un espejo imagológico" (36-50), "El diario de viajes de Lucio V Mansilla y las relaciones intratextuales con su obra posterior" (51-67), "Dos manuscritos: una comparación" (68-71) y particularidades de la edición (72-83). El que quiero destacar específicamente es el segundo donde se afirma que, en este primer relato de viajes de la literatura argentina, Mansilla "comentaba acerca de la 'barbarie' de los otros desde un lugar privilegiado de viajero de clase alta, pero no intentaba extraer de esta experiencia un aprendizaje a favor de la civilización, ni buscaba promoverla, como lo había hecho Sarmiento. En cambio, reparaba en lo que encontraba diferente, pintoresco y hasta curioso, y simplemente lo describía, solo por el placer de ser testigo ocular de lo que los demás apenas podían imaginar" (38). Para profundizar respecto de cuál es la representación del otro se recurre a la imagología, disciplina originada en los estudios de literaturas comparadas. Se define, refiriendo los estudios de Jean-Marc Moura, que "los imagotipos son la suma de estereotipos, prejuicios e imágenes sobre la cultura del Otro en contraste con la propia. Son fenómenos muy dinámicos que cambian bajo la influencia de la historia, según las circunstancias políticas, económicas y sociales de las distintas épocas" (42). Estas categorías nos permiten una nueva mirada sobre el legado de Lucio V. Mansilla y su ambigua percepción de los pueblos colonizados por Europa en el siglo XIX.
Es de destacar la importancia de esta publicación debido a que permite por primera vez el acceso a dos manuscritos ológrafos hasta ahora inéditos. En particular esta edición crítica y comentada es muy valiosa porque realiza el cotejo de los manuscritos: el borrador y una versión parcial corregida; establece los vínculos con la literatura de viaje posterior del propio Mansilla; realiza una contextualización histórica, biográfica y cultural muy precisa y restaura para lectores del siglo XXI estos textos decimonónicos. Se contribuye así a la actualización del corpus de la literatura argentina del siglo XIX donde no abundan estos trabajos.

Nilda Susana Redondo
Universidad Nacional de La Pampa

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