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Anclajes

versión On-line ISSN 1851-4669

Anclajes vol.17 no.2 Santa Rosa dic. 2013

 

RESEÑAS

Waleis, Raúl. Clemencia. Edición, notas y posfacio de Román Setton. Buenos Aires/Madrid: Adriana Hidalgo, 2012, 306 páginas.

 

La editorial Adriana Hidalgo insiste saludablemente en la recuperación de textos fundadores de la literatura policial argentina. En 2009 nos sorprendió gratamente con la edición de La huella del crimen y ahora en 2012 nos sorprende aún más y aún de modo más grato con la nueva edición de Clemencia. Ambos textos están firmados por Raúl Waleis, fueron escritos por Luis V. Varela (1845-1911, aquél anagrama de éste) -hijo de Justa Cané (tía del autor de Juvenilia) y Florencio Varela-, fueron publicados por primera vez en 1877 -es decir, diez años antes de que comenzaran a publicarse las aventuras de Sherlock Holmes-, y no se habían vuelto a editar hasta estas reediciones recientes (más de 130 años después de su primera y única publicación), a cargo de Román Setton. La huella del crimen es la primera novela policial escrita en castellano y en ese sentido su recuperación era un acontecimiento necesario, casi inexorable. La edición fue acompañada por una faja roja que predicaba que se trataba de "la primera novela policial en castellano" y estaba destinada a ser un éxito de ventas dentro del módico marco delimitado por el mundo de los lectores interesados en este tipo de rarezas. (Actualmente la edición de 2009 se encuentra agotada.) La reedición de Clemencia implica sin duda una apuesta más arriesgada por parte de la editorial, en la medida en que La huella del crimen contaba de antemano con un valor histórico-literario por ser la primera novela policial en el idioma y, consecuentemente, en la literatura argentina, mientras que Clemencia, que es la segunda novela policial en castellano y continuación de la primera, tiene en ese sentido un valor histórico-literario menos perceptible y menos pasible de ser publicitado con una faja roja o de cualquier otro modo. Además, La huella del crimen contaba con un pródigo paratexto -una carta del autor al editor y dos cartas críticas introductorias-, que conformaba de algún modo la primera poética argentina del policial y la primera discusión en torno al género. Clemencia ingresa al mundo sin cartas de presentación teórico-literarias o crítico-literarias, despojada al igual que el personaje epónimo de la novela, que es presentada a sus padres adoptivos enteramente despojada y pidiendo solamente clemencia.
A diferencia de La huella del crimen, que se enmarca con mayor unilateralidad dentro del género policial, Clemencia presenta un carácter híbrido que la vuelve acaso más interesante. El texto posee una mayor variedad de tramas secundarias y de historias íntimas y biográficas que se aproximan al melodrama folletinesco o a la novela de formación. En el marco de la trama policial, el detective L´Archiduc, a quien ya habíamos conocido en La huella del crimen, resuelve el asesinato de Elena Latouret. Pero este misterio policial no se despliega sino hasta el comienzo de la segunda parte de la novela, titulada "Elena". Como indica acertadamente Hugo Salas, "Clemencia se inicia por una aventura sentimental entre un joven argentino en París y una misteriosa cocotte, la mentada Clemencia, cuya conversación sirve de marco a un breve relato pasional de las pampas, para finalmente dar paso a la investigación detectivesca parisina que sirve de centro" a la novela ("Los misterios de la pampa", en Pagina 12, 1/7/2012). Una de las diferencias más significativas con La huella del crimen es, como bien ha indicado Matías Máximo, que en Clemencia aparecen por primera vez en la historia del policial personajes y escenarios argentinos ("Vuelve Raúl Waleis, el escritor del primer policial en castellano", en Cosecha Roja, 21/6/2012). El médico argentino Rafael Meris carga su pasado y sus fantasmas pampeanos en sus viajes por el mundo y, fundamentalmente, durante su estadía en París, en la que conoce a Clemencia y su historia, y la historia de sus ancestros. Como indica acertadamente Silvia Hopenhayn, "Clemencia (título, nombre y destino), tiene todos los condimentos del folletín, con las ingenuidades filosóficas de un argentino obnubilado por el glamour francés, los problemas de la paternidad y, sobre todo, el accionar de la ley sobre las pasiones; hasta dónde los celos pueden ser contemplados en el contrato matrimonial" ("Antiguo policial argentino", en La Nación, 20/6/2012). Dentro de este enredo de subtramas, la novela ofrece un pequeño Bildungsroman de L´Archiduc, fundamentalmente su formación en la cárcel y su indagación de los procedimientos y motivaciones de los crímenes a partir de sus contactos con los presidiarios. Waleis sigue -tal como él mismo lo anuncia en La huella del crimen- el modelo de las novelas policiales de Émile Gaboriau y Clemencia es, por tanto, "un híbrido entre novelaproblema y melodrama folletinesco", tal como se anuncia en la contratapa del libro. Y el carácter melodramático ya se puede percibir en el nombre emblemático de la protagonista -y a su vez de la novela-, que busca conjurar las pasiones y violencias originarias (asesinatos, suicidios, violaciones, incestos) que se encuentran en su origen. A su vez la novela también incluye un segundo caso policial, la desaparición de los juguetes del hijo de L`Archiduc. Además del misterio policial que resuelve como funcionario, el detective habrá de resolver este otro caso como hombre privado, como padre y esposo.
Pero la mayor virtud de la publicación acaso sea que permite la nueva lectura de un texto fundamental de la literatura argentina que había caído en gran medida en el olvido. Casi no existen trabajos críticos sobre Clemencia, con las siguientes excepciones: el breve pasaje que le dedica Sabine Schlickers en el apartado titulado "El furor sexual" de su libro El lado oscuro de la modernización: Estudios sobre la novela naturalista hispanoamericana (Madrid/Fránkfurt: Iberoamericana/ Vervuert, 2003), las breves menciones que aparecen en algunos de los trabajos de Néstor Ponce, del propio Setton o en un temprano texto crítico de Pedro Luis Barcia sobre Raúl Waleis: "Los orígenes de la narrativa ar gentina: la obra de Luis V. Varela" (en Cuadernos del Sur, núms. 21-22, 1988-1989, pp. 13-24).
En este sentido, el penetrante posfacio de Setton -en que se trata la novela en relación con la literatura policial argentina del siglo XIX- se ofrece como un interesante punto de partida para una discusión más amplia sobre el texto. La publicación de esta novela policial es desde esta perspectiva enormemente promisoria, en la medida en que fomenta la difusión y la indagación de un texto hasta aquí relegado casi por completo por la crítica académica. En la página de la editorial Adriana Hidalgo un catálogo promete la pronta aparición de otro rescate de policiales argentinos tempranos: Román Setton (comp.), El candado de oro: doce cuentos policiales argentinos (1860-1910). Esperemos poder contar con esta compilación sin tener que esperar tres años como ocurrió entre los dos textos de Waleis. Esperemos también que la compilación -siguiendo la tradición de la editorial- cuente con nuevos materiales y ponga a disposición del público nuevos relatos, en contraste con lo que ocurre con la reciente edición de Primeros cuentos policiales argentinos (Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2012), que repite tristemente los textos incluidos en innumerables antologías.
Como ya han indicado las reseñas periodísticas, que parecen llevar la delantera respecto de la demorada crítica de las revistas especializadas, dos grandes virtudes tiene la publicación de este texto: 1) "su valor histórico" (Máximo: loc. cit.) y 2) "el deleite que al día de hoy provoca su lectura" (Salas, loc. cit.). Asimismo, el uso de múltiples variantes lingüísticas es uno de los puntos fuertes de la novela: en palabras del editor, "cierta contaminación que constituye una de las peculiaridades y riquezas del texto" (Clemencia: 8).

Javier Pablo Romero
Universidad de Buenos Aires

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