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Anclajes

versión On-line ISSN 1851-4669

Anclajes vol.21 no.1 Santa Rosa ene. 2017

http://dx.doi.org/10.19137/anclajes-2017-2114 

DOI: 10.19137/anclajes-2017-2114

ARTÍCULOS

 

La revolución del deseo: crítica y ficción en Néstor Perlongher*

The revolution of desire: critique and fiction in Néstor Perlongher

 

José Antonio Paniagua García
Universidad de Salamanca
jantopagar@usal.es

 

Resumen: A través de diversos relatos y ensayos del escritor argentino Néstor Perlongher (1949-1992), este trabajo se propone reflexionar acerca del vínculo que su literatura en prosa mantiene con la sexualidad, la economía y la política. Por consiguiente, estas páginas exploran la producción del deseo en la obra de Perlongher a través de una lectura en clave posestructuralista que ahonda en el vínculo de los afectos con el sistema del capital y la crisis de viejos modelos discursivos en los debates críticos de la década de 1980.

Palabras clave: Néstor Perlongher; Relato argentino; Posestructuralismo; Siglo XX; Argentina.

Abstract: This article analyzes several short stories and essays written by Argentine writer Néstor Perlongher, reflecting on the connection that his prose writing had with sexuality, economics, and politics. It explores the rise of desire in Perlongher's work via its post-structuralist tone, examining the link between the affinity with the capitalist system and the crisis of old discursive patterns and critical debates of the 1980s.

Keywords: Néstor Perlongher; Argentine short stories; Post-structuralism; 20th century; Argentina.

 

El interés de la crítica literaria por la producción en prosa del escritor argentino Néstor Perlongher (1949-1992) se vio notablemente incrementado en el año 2001 con la publicación del volumen Evita vive e outras prosas, obra en la que la traductora Josely Vianna Baptista y el crítico Adrián Cangi reunieron en lengua portuguesa cinco relatos y dos "crônicas" de Perlongher, acompañados de una entrevista de sesenta y nueve preguntas realizadas al autor. Ocho años más tarde, en 2009, el mencionado crítico editó, en exclusiva, los cuentos originales del autor en Evita vive y otros relatos, si bien es cierto que estos ya habían aparecido en la recopilación Papeles insumisos (2004). En rigor, puede afirmarse que esta sucinta presentación bibliográfica compendia el legado narrativo íntegro de Néstor Perlongher.
Su brevedad (la edición de 2009 apenas alcanza las noventa páginas), no obstante, no entraña una faceta menor de su escritura. Al comenzar un acercamiento a la narrativa de este escritor, debe reconocerse, en primera instancia, un momento de inflexión similar al que se plantea en el análisis de su ensayo e incluso de su poesía, es decir, una pequeña suma de material literario que provoca un desbordamiento de trabajo crítico. No obstante, esta situación puede explicarse a partir de la evolución del pensamiento del autor en relación con su propia peripecia vital.
Nacido en Avellaneda, Néstor Perlongher cursó estudios de Sociología en la Universidad de Buenos Aires, ciudad de la que partió hacia el exilio en São Paulo, Brasil, en el año 1981, acosado por la situación política argentina del Proceso de Reorganización Nacional1. El destierro del escritor en tierras brasileñas, lejos de entrañar un freno a su producción literaria y ensayística2, significó el arranque de un proyecto de disidencia a partir del estudio de los barrios marginales de la noche paulista y, en particular, sobre la prostitución homosexual masculina. Este período culminará con la defensa de su tesis de maestría en Antropología Social en la Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP), bajo el título O negôcio do miché: prostitução viril em São Paulo, en el año 19863. A través de este conciso esbozo biográfico parece sencillo intuir que una de las preocupaciones fundamentales de Néstor Perlongher no es otra que la sexualidad y su nexo indisociable con la política, piedra angular de su trabajo crítico.
No obstante, su interés por estos enfoques afloró mucho antes de su marcha a Brasil. En particular, es posible señalar dos acontecimientos fundamentales. El primero de ellos, que tuvo lugar en 1969, fue la aparición en Argentina, bajo la dictadura del general Juan Carlos Onganía, del primer colectivo de defensa y debate sobre los derechos de los homosexuales, el Grupo Nuestro Mundo, considerado como el iniciador del activismo homosexual latinoamericano (Palmeiro 31). Por otro lado, un año antes, en 1968, el escritor ingresó en Política Obrera (más tarde, Partido Obrero), agrupación de la que pronto se aleja debido al rechazo de sus filas a reconocer la homosexualidad como tema de debate en su horizonte crítico. Sin embargo, este breve paso por el P.O., cuando apenas contaba 19 años, le dotó hasta el fin de sus días, como recuerda Osvaldo Baigorria, de una "forma de argumentar y polemizar" que guardó "siempre un matiz, una coloración trotskista" (Perlongher Un barroco de trinchera 13).
En relación con este contexto político y social brevemente esbozado, la progresiva disgregación de los miembros del Grupo Nuestro Mundo llevó a algunos integrantes a alinearse en un nuevo colectivo de discusión más amplio que intensificó estos diálogos durante aproximadamente media década: el Frente de Liberación Homosexual (1971-1976). En un contexto de fuerte militancia política, Perlongher y el FLH se embarcaron en la lectura de los principales referentes que conformaron el pensamiento de esta ola de activismo político-sexual argentino, dando lugar a un ejercicio interdiscursivo que aunaba "el psicoanálisis, el marxismo, la corriente freudiano-marxista, la antipsiquiatría, la sexología moderna, el feminismo e incluso el existencialismo, en tanto expresión de un humanismo propio de aquel contexto histórico" (Vespucci 183).
Sobre esta amplia base teórica, en el año 1973 el Frente de Liberación Homosexual publicó un texto titulado "Sexo y revolución" en el que se pretendía abolir los discursos enfocados en la familia como órgano natural, puesto que ella misma justificaría en buena medida la exclusión y condena de la homosexualidad en la vida social tolerada por la moral y las leyes políticas (Vespucci 187). Por otro lado, la marcha de Néstor Perlongher a São Paulo ayudará a reforzar esta línea de pensamiento crítico, puesto que en el Brasil del desbunde, el debate entre práctica política y marxismo se había vuelto esencial, también en la literatura, con especial énfasis en el cuestionamiento de su retórica y su fe absoluta en el progreso (Palmeiro 94).
A partir de este exilio en la citada ciudad brasileña, Perlongher se acercó paulatinamente al posestructuralismo como un nuevo camino de exploración de la relación del sexo y la política. En particular, el fundamento de mayor peso crítico para este autor reside en la capacidad de este enfoque teórico para hablar de las distintas prácticas sexuales –en concreto, la prostitución masculina–, a falta de una perspectiva que pueda aplicarse a dichos modos de relación sin deturpar su sentido epistémico revolucionario. Por lo tanto, Perlongher se alejó, desde el punto de vista metodológico, de los planteamientos que pretendían acercarse a la sexualidad a partir de una teoría del desvío (sociología marxista de la desviación), de la identidad e incluso desde la (auto)representación, puesto que, según el autor, los individuos, en realidad, afirman llevar a cabo prácticas que podrían no ser las únicas ni las más frecuentes.
Sin embargo, antes de comenzar a profundizar en su obra narrativa, es necesario aludir a un hecho aparentemente insignificante pero que guarda una estrecha relación con la evolución de su pensamiento crítico: la oposición a una herencia cultural de enorme tradición literaria simbolizada por la obra y la figura de Jorge Luis Borges. En este sentido, al rescatar el texto de Perlongher titulado "Nuevas escrituras transplatinas", nombre que rinde un tributo evidente al libro Nueva escritura en Latinoamericana (1977), de Héctor Libertella, se accede a una de las preocupaciones literarias más recurrentes en toda su producción: el concepto de "literatura argentina" y su cristalización, motivada por una tendencia crítica que reconoce la validez artística de un exclusivo grupo de manifestaciones, entre las cuales la de Borges se sitúa como elemento capital. Perlongher, que reconoció en estos modos de escritura una parte inalienable del patrimonio cultural argentino, acusó la actividad de la crítica literaria como un ejercicio que enfrenta dos arquetipos de escritor y obra (universal/europeo frente a local/latinoamericano), generando una percepción excluyente que, a su vez, dicta los criterios, pretendidamente objetivos, que todo escritor habría de cumplir para ser considerado un autor de pleno derecho (Papeles insumisos 241-246).
Aunque el tema podría desarrollarse en múltiples vertientes, por descontado interesantes y reveladoras de su actitud como crítico literario, debe concluirse que este rechazo de partida ayudó a su definición propia como escritor, intelectual y, más importante aún, como lector. Este camino, sin lugar a dudas, comenzó gracias a su amistad y admiración por el escritor argentino Osvaldo Lamborghini y muy especialmente a través de la influencia de la revista Literal, fundada por este último junto a Luis Gusmán y Germán García en el año 1973. Frente a la primacía del criterio ideológico y político de uno de los sellos culturales de referencia de la segunda mitad del siglo XX, la revista Los Libros, los directores de Literal alumbraron, en palabras de Nancy Fernández, una publicación cuyo "programa hay que encuadrarlo en la teoría crítica y semiológica del postestructuralismo francés". La influencia de esta revista alcanzó a toda una serie de intelectuales y escritores que por aquel entonces iniciaban su andadura en las letras argentinas: el ya mencionado Héctor Libertella, Tamara Kamenszain, el actor Lorenzo Quinteros, el semiólogo Óscar Steimberg y la crítica Josefina Ludmer (Berg 39).
En definitiva, no puede hablarse del cambio de rumbo operado en el pensamiento teórico-crítico de Perlongher sin tener en cuenta que esta evolución se produce en un momento en el que se concitan varias circunstancias relacionadas con la crisis de los modelos ideológicos y políticos precedentes (fundamental mente el marxismo y el psicoanálisis) y con la necesidad intelectual y personal de tomar partido por una serie de manifestaciones culturales señaladas como marginales y excluidas del canon literario latinoamericano. Por ende, todas estas cuestiones confluirán en el nacimiento de una producción crítica y literaria cuyos esfuerzos se dirigirán a la creación de "una nueva gramática de las luchas políticas de vanguardia" construidas sobre "un nuevo terreno de experimentación estética a través de la politización del cuerpo como instancia (arma) revolucionaria" (Palmeiro 12).
A la hora de plantear una aproximación a la obra de ficción del escritor Néstor Perlongher parece pertinente enfocar el punto de vista, en primer lugar, en la relación intrínseca entre teoría y práctica literaria. Dicho de otro modo, a través de una literatura que conscientemente diluye el yo-escritor para favorecer la muestra de los procesos de creación, Perlongher se abandona al montaje de una obra "concebida como un juego que en sí mismo genera teoría" (Libertella 38-39). Así, las reglas de este planteamiento lúdico, señaladas por su imbricación constante e inalienable con la lectura crítica de la realidad, se encuentran marcadas por el placer de la ficción: narrativa del deseo que será explorada a continuación a través de uno de los textos contenidos en el volumen Evita vive y otros relatos (2009). De las cinco narraciones que integran la versión en español de sus cuentos, quizás la que mayor interés suscita a la hora de establecer una relación entre su obra y el deseo como eje vertebrador de su reflexión sobre la política, la sexualidad y la literatura, sea el texto titulado "Chola, o el precio", escrito, según indicaciones del editor, en 1990 (Perlongher Evita vive 9), aunque se aludirá con frecuencia a otros relatos y ensayos críticos.
En primer lugar, sobre "Chola, o el precio" no es sencillo afirmar con rotundidad un argumento, ni un espacio, ni un tiempo, ni siquiera la cantidad de personajes que transitan en sus concisas seis páginas. El relato comienza con la visita de un hombre a un apartamento en el cual se reconoce como hijo de una mujer que se encuentra en esos momentos practicando una felación a otro sujeto. El destino de los personajes a partir de este abrupto comienzo es, de modo indiscutible, azaroso e impredecible. La catáfora que abre el relato –"Y yo era él, el de los cines, con la pierna amputada –y ese ojo, joyesco, y esa ojera en la ajorca, en el lustre del cepo: ¿era de ella? ¿acaso?" (Perlongher, Evita vive 45)– determina la primera confusión: ¿cuál es el grado de relación entre ambos sujetos? Transcurridas unas líneas en las que el protagonista es increpado por la mujer y acusado de inventarse el parentesco madre-hijo para disfrutar de un mejor precio por el servicio sexual, el personaje principal comienza a recordar viejos momentos pasados entre aquellas paredes. Es entonces cuando describe un encuentro anterior en el que, en continuas fluctuaciones, el personaje se asume indistintamente como hombre y mujer: "Yo era su macho, en esas ménsulas –góndolas del canal, pelotas olorosas. En esas gárgaras, bandida. Yo era su hembra, su mujer, y ella pintaba de marrón sus tetas y decía «lamé»" (Perlongher, Evita vive 46). De repente, cuando el sueño parece confundirse con la realidad, la mujer se confiesa: "Soy tu madre … no me mientas, que sé de esa verruga abrillantada que tenés en el ano (y todo esto mientras me cogía)" (Perlongher Evita vive 46).
El verdadero interés de esta anagnórisis abyecta para la construcción de una narrativa del deseo es la posibilidad de una doble interpretación relacionada con la propia evolución del pensamiento de Néstor Perlongher. En sus Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de la neurosis (1969), Sigmund Freud dedica un pequeño capítulo a un modo particular de elección del objeto de deseo a partir de la observación de algunos de sus pacientes. Advertidos de una sintomatología variable, estos sujetos efectuarían su elección siguiendo un proceso dependiente de cuatro requisitos. Los dos primeros señalan a una mujer que previamente ya mantenga lazos de afecto o sexuales con otro individuo y que, además, cargue a sus espaldas la sospecha de una impureza o infidelidad (situación que denomina, no sin cierto interés para este relato, "amor a la prostituta"). Las dos últimas condiciones son, por un lado, el carácter obsesivo del sujeto elector por la relaciones de fidelidad con ese objeto, que luego raramente se completan, llegando a sucederse distintos amantes en una serie de enamoramientos; y, por otro lado, la tendencia a asumir una actitud redentora sobre la amada (Freud 66-69). Estos síntomas, a su vez, "se derivan de la fijación infantil del cariño a la persona de la madre y constituyen uno de los desenlaces de tal fijación" (Freud 70). Finalmente, en el mencionado capítulo, concluye Freud que los mecanismos de salvación que esta tipología de elección efectúa sobre el objeto deseado "se hacen más transparentes en aquellos procesos de este orden en los que interviene como elemento el agua" (Freud 75).
Desde esta perspectiva freudiana, la descripción que el narrador ofrece sobre las prostitutas que habitan en el apartamento es altamente sugestiva si se tiene en cuenta el último dato apuntado en el párrafo anterior (esto es, la presencia del agua): "Y yo tenía, ante mí, esas mujeres despeinadas que se lavan la concha en una palangana, y arrojan los fetos a las veredas, yo" (Perlongher Evita vive 46). Es decir, hay un elemento deconstruido que no es otro que la posibilidad de hablar de una relación madre-hijo, puesto que el embrión es alejado del cuerpo reproductor y abandonado a su suerte, impidiendo que se cree así el vínculo de dependencia que se corresponderá más adelante con el deseo del varón de ser su propio padre. Por tanto, el agua con la que las prostitutas limpian sus genitales no permite estrechar la relación con el objeto sino, definitivamente, romperla tras el parto, borrando las huellas de la salida del feto de la pelvis materna.
Como se advirtió al comienzo de este trabajo, no obstante, la relación de Néstor Perlongher con el psicoanálisis es, cuanto menos, tensa, y por ello estas apreciaciones deben tomarse no con escepticismo, pero sí con escrupuloso celo. En una entrevista con Enrique Symms para la revista Cerdos y Peces, publicada en mayo de 1987, Perlongher reconocía el valor de "instrumento molecular" de esta disciplina de la que, por desgracia, lamentaba que se encontrase encadenada a una ley moral, la ley del Edipo, la cual indaga en el hueco, en el vacío, en la falta, mientras que el deseo, al contrario, genera nuevos "planos de intensidad en donde justamente nunca falta nada" (Papeles insumisos 300). Por consiguiente, se vuelve necesario avanzar un paso más en la constatación de la evolución del pensamiento de Perlongher hacia el posestructuralismo para concretar su reflexión narrativa sobre el deseo. Dada la lectura freudiana que se ha efectuado hasta el momento, es de enorme provecho focalizar este acercamiento en la crítica que Gilles Deleuze y Félix Guattari construyeron en Capitalismo y esquizofrenia sobre los principios básicos del psicoanálisis.
Si bien es cierto que ambos autores valoraron positivamente el campo de las síntesis libres que permite al psicoanálisis "la confrontación directa entre esta producción deseante y la producción social" y la identificación de "la represión general que la máquina social ejerce sobre las máquinas deseantes y la relación de la represión con esa represión general", algo vuelve débil su operatividad: "la instauración del Edipo soberano. La asociación libre, en vez de abrirse sobre las conexiones polívocas, se encierra en un callejón sin salida de univocidad" (Deleuze y Guattari Anti Edipo 60). Así, la familia, como órgano al que todo paciente es devuelto en el análisis psicoanalítico, coarta las posibilidades de pensar el deseo como un elemento a la deriva, fluctuante, debido a que las síntesis disyuntivas del psicoanálisis son excluyentes: o padre o hijo, o madre o padre, o vivo o muerto.
Desde este planteamiento, Deleuze y Guattari apostaron por la inoperatividad de la figura del fantasma en el sistema psicoanalítico porque precisamente si existe alguna ley del deseo es que este "produce lo real. Si el deseo es productor, sólo puede serlo en realidad y de realidad. […] El deseo no carece de nada, no carece de objeto" (Anti Edipo 33). Al volver al relato en el punto en el que se detuvo la narración –el reconocimiento del hijo por parte de la madre-prostituta– "Chola, o el precio" prosigue con una nueva perversión. De forma repentina, el protagonista es sorprendido por la presencia y la voz de su padre, que comienza a susurrarle baladas. Sin embargo, el personaje principal, pese a ubicar estas canciones en la memoria de su infancia, no es capaz de reproducirlas oralmente, lo que precipita la suspensión momentánea del discurso, sustituido por una sucesión de puntos (Perlongher Evita vive 47). Como en el caso de la madre, aunque de manera inversa, el protagonista frente a su padre, también prostituto, no consigue reconocerlo aun cuando se enfrenta a la visión de su pene erecto: "Pero no era ese caño de pistola, esa manga, la que yo recordaba, y ahí pensé: este tipo no debe ser mi padre, se debe hacer pasar por mi padre para cobrar más caro" (Perlongher Evita vive 47).
La confusión de las identidades de los sujetos que aparecen en el relato se corresponde, como en su relación materna, con una consecuente ambigüedad en la asignación del género, lo que permite a Perlongher, siguiendo las palabras de Paula Siganevich, desregularizar el sexo. De ahí que no exista "recorrido prohibido en esta perversión del cuerpo de relato: cuando la enunciación ha perdido el régimen del género, la deixis multiplicada convoca a un desorden de las prácticas" (Cangi y Siganevich 129). Por lo tanto, de manera similar a la figura de un rizoma de identidades, el sistema de asignación en el relato fluctúa, aumenta con el número de nuevas conexiones, alterando la naturaleza de los sujetos y de los objetos para evitar, como escriben Deleuze y Guattari, la "toma del poder por el significante" (Mil mesetas 14). Es este juego lingüístico con la significación uno de los mecanismos esenciales de la escritura de Perlongher, una literatura cuya semántica pivota entre varios planos y desautoriza "la pretendida unidireccionalidad del sentido en una proliferación de alusiones" (Perlongher Prosa Plebeya 96), cualidad central del discurso neobarroco que exploró a través de su poesía, su ensayo literario y su narrativa.
La pregunta que plantea el relato a estas alturas es la siguiente: ¿a qué orden pertenece el deseo? La respuesta, construida por Perlongher a través de un giro familiar que incorporará a su hermana al relato, es taxativa: al orden de la producción. A través de la falta de relación unívoca del protagonista con sus progenitores, el relato había dado muestras de una imposibilidad manifiesta de asignar cualquier tipo de identidad fija a los sujetos, oponiéndose con ello al orden de la representación del fantasma psicoanalítico y a la ley del Edipo que remiten al Padre para que el goce pueda discurrir normativamente por las vías del significante. Esta oposición a la estructura triangular de la familia lleva a Perlongher a asumir que el deseo "pertenece al orden de la producción" y, en consecuencia, para el psicoanálisis "la idea de representación inconsciente señala desde el principio su fracaso o su renuncia: un inconsciente que ya no produce" (Deleuze y Guattari Anti Edipo 306). De este modo, en contra de un individuo acechado por su propia identidad, Perlongher acometerá en el relato la fabricación de un sujeto como máquina de producción de intensidades, escapando de las identificaciones, de la estructura familiar del Edipo, un individuo que carece de raza, que no tiene sexo, o mejor dicho, que tiene mil sexos, sin nación. Esta es una de las razones esenciales por las que Perlongher escogerá como objeto de estudio de su ensayo y de su narrativa la prostitución homosexual masculina, puesto que se trata de una producción de deseo constante, de intensidades, a través del movimiento de los cuerpos en busca de su desidentificación.
Aún más allá, es el prostituto quien, de toda la masa de desterritorializados por los dispositivos de control del Estado, conecta al nuevo sujeto con el capital a través de su elemento vertebrador: la moneda. Este componente no es relevante únicamente por su característica más esencial en el intercambio sexual prostibulario, es decir, la obtención de un pago, sino también porque, en primera instancia, el ejercicio de la prostitución masculina es un elemento desestabilizador de la familia y sus normatividades: "Ninguna familia, sin embargo, por más pulcra que sea en el tallado de los códigos, está exenta de que su hijo aproveche un paseo (¿esquizo?) por el centro para hacerse, coito mediante, de unos pesos" (Perlongher Papeles insumisos 98). En este sentido, Perlongher se hace eco de los distintos mecanismos de control ("dispositivos de sexualidad") de la máquina del Estado sobre los sujetos, ejerciendo el papel de núcleo centralizador de todos los conocimientos sobre las prácticas y sus relaciones con el poder, modelo implantado en un proceso paulatino de cambio del sistema de alianza heterosexual del matrimonio a partir del siglo XVIII y con mayor énfasis tras la Revolución Francesa (Foucault Historia).
Si bien es cierto que Perlongher mostrará un elevado interés por el dispositivo de "psiquiatrización del placer perverso"4, en esta ocasión resulta mucho más oportuno señalar su trabajo teórico y literario sobre la educación. En particular, este autor se interesa por la advertencia que las instituciones escolares hicieron a la sociedad sobre la peligrosidad de la actividad sexual a través de una lucha encabezada por el Estado que desembocó en "una guerra contra el onanismo que en Occidente duró cerca de dos siglos" (Foucault Historia 128). Desde este planteamiento, resulta interesante aludir a dos textos de Néstor Perlongher sobre la cuestión. En el primero de ellos, titulado "La ilusión de unas islas", su autor denuncia abiertamente, entre otros muchos aspectos, la enseñanza que reciben los jóvenes desde la educación infantil, basada en el patriotismo y en la asimilación de ciertos himnos que animan a la lucha, lo cual explicaba, sin duda, el síndrome de una enfervorecida asunción del Estado como propio en una red de la cual no se puede huir y que culmina en la imposibilidad de desertar del ejército (Perlongher Prosa Plebeya 181)5.
Este tipo de situaciones represivas, necesitadas, como en el caso de la máquina de guerra de una nación, de la "sublimación de la libido" –concepto freudiano que, a pesar de las críticas al psicoanálisis, a Perlongher le resulta operativo–, aparecen de manera evidente en otro de sus relatos, titulado "El informe Grossman". En él se detalla toda una suerte de prácticas sexuales que los soldados argentinos habrían llevado a cabo con los gurkas que participaron como cuerpo mercenario del ejército británico en la Guerra de las Malvinas. Estas prácticas oscilan en el relato entre la simple penetración anal hasta la ingesta de excrementos y sangre como resultado de un trabajo de operación de tajeo sobre los cuerpos de los militares, escenas de un absoluto goce perverso (Perlongher Evita vive 73-89). Así, la guerra es para Perlongher a través de este relato uno de los mecanismos políticos que apuntan al cambio señalado por Michel Foucault entre el poder soberano y el biopoder: frente a la imagen del viejo rey y su capacidad para arrebatar la vida, "las guerras ya no se hacen en nombre del soberano al que hay que defender; se hacen en nombre de la existencia de todos; se educa a poblaciones enteras para que se maten mutuamente en nombre de la necesidad que tienen de vivir" (Historia 165).
Sin embargo, lo que sucede en el interior de los navíos de la Armada –escenario del relato– obedece a una oposición al dispositivo de sexualidad fundamentado en la educación: los contendientes de bandos rivales se ponen al servicio de una desublimación de su libido, orientándola, efectivamente, hacia la práctica sexual en vez de ser canalizada hacia el ejercicio de la guerra. Se trata, pues, de una lucha por impedir la "toma del poder por el significante" a través de detalles tan relevantes como es el caso del pendiente en las orejas de los gurkas que lucían en señal de las prácticas sexuales que estaban dispuestos a asumir: "Pablo Macharowsky, conscripto de la clase 63, revela el pavor ante los gurkas, quienes «llevaban una perla en la oreja izquierda o en la derecha, y la ubicación representaba al homosexual pasivo o activo»" (Perlongher Evita vive 80). Hablamos, por consiguiente, de asignaciones carentes de valor como contenedores de identificación en la narrativa de Perlongher y, en segundo lugar, determinadas a su vez por el deseo como una máquina de producción marcada por la presencia de un elemento que vuelve a aparecer en el relato: la moneda.
Al retomar "Chola, o el precio" en la aparición del personaje de la hermana del protagonista, su primer contacto ofrece una valiosa información: por un lado, ella adopta en la narración el rol de regente del burdel; por el otro, frente a lo que ocurrió con sus progenitores, es reconocida de inmediato. De hecho, será quien, de manera excepcional, bautice al personaje denominándole justamente Néstor. Este, "vieja clienta" del local, argumenta su derecho a marcharse del lugar sin abonar la cuota por los servicios sexuales disfrutados. Su hermana, sin embargo, mantiene una actitud diametralmente opuesta. En ese instante, el padre, como un fantasma, reaparece en escena con una chancleta en la mano, símbolo de los malos tratos que ella recibió durante su infancia. En dos ocasiones más, la hermana vuelve a recriminarle su intento de marcharse sin pagar. El último de esos dos reproches, además, se construye a través de una retórica metaliteraria: "yo tengo que mantener este relato, Néstor" (Perlongher Evita vive 49).
Así, la discusión por el pago del servicio sexual, en último término, confirma de manera complementaria a la figura improductiva y fantasmática del padre el nexo intrínseco entre el deseo y el capitalismo. En especial, este vínculo tiene una fuerte relación con la superación metodológica del marxismo y la erección de un nuevo campo de trabajo sobre la sexualidad que asegura que "en el inmenso y viscoso circuito de los intercambios capitalistas, ya sean de mercancías o de ‘servicios', parece ser que todas las modalidades del goce son posibles y que a ninguna la golpea el ostracismo" (Lyotard, Economía 157; el énfasis consta en el original). No obstante, como el propio Perlongher reconocerá en su ensayo La prostitución masculina, los mecanismos de regulación del sistema del capital-mercancía y del capital-servicio, si se entiende este último como un servicio sexual homoerótico y prostibulario, no son los mismos; al contrario: "el estatus socioeconómico adscripto de la sociedad ‘normal' no se transmite automáticamente al ‘código-territorio' de la prostitución, sino que es reinterpretado y traducido en términos de la propia lógica situacional" (Perlongher Evita vive 59).
En "Chola, o el precio", gracias al diálogo entre Néstor y su hermana, se desarrolla un juego crítico en el que se ponen de manifiesto dos modos de comprender el deseo y su relación con el sistema del capital. Uno de ellos, el de Néstor, apelando al carácter innecesario del pago de los servicios por cuestiones de consanguinidad con la regente del burdel, su hermana, remite al sistema de la sexualidad de la politeia griega del que habla Jean-François Lyotard, caracterizado por una fuerte vinculación entre varones asentada sobre un círculo cerrado que no atiende a diferencias entre sus miembros puesto que todos, además de pertenecer al mismo sexo, son portadores de un igual estatus sociopolítico. En consecuencia, la generación de deseo en este circuito es improductiva porque cualquier intercambio allí prescinde de toda exterioridad y mantiene el dispositivo libidinal de los intercambios a cero (Economía 178-185). Así, ante la insistencia de Néstor de no abonar la cuota, la hermana primero y a continuación el narrador apuntan: "el negocio es negocio. (El negocio del cero: mi hermana había leído antes a Lyotard y ya tosía, estaba colorada de la ira)" (Perlongher Evita vive 49).
La exigencia de una retribución monetaria por parte de la hermana se relaciona con la intención crítica –la referencia a la obra de Lyotard es evidente en este sentido–, pero también estética, de fundamentar el vínculo que pone de relieve no sólo el ya mencionado nexo entre el deseo y el sistema del capital, sino también una verdad manifiesta de la prostitución desatendida por el marxismo: la generación de un plusvalor a través de estas prácticas. Como en el modo de producción capitalista, el deseo, por un lado, genera un movimiento consistente en "producir por producir", es decir, una articulación cuya dinámica persigue la producción como si se tratase de un solo fin de la máquina deseante; por otro lado, en una segunda fase, no necesariamente posterior sino más bien simultánea, embaucado el deseo en el conocimiento de sus propios límites, empieza a "producir para el capital", es decir, para un modo de producción que siempre es limitado. El elemento vertebrador de este sistema, una vez más, sería la moneda: sobre un procedimiento de generación de deseo ad infinitum, sin límites, desterritorializante, abierto hacia una multiplicidad de caminos (rizomas), el pago efectuado convertiría el deseo en capital, en mercancía, en materia comercializable, reterritorializando el cuerpo y reintegrándolo de nuevo en la conciencia de su propio límite, condición de necesidad de todo sistema de producción sin el cual se generaría la destrucción total de las máquinas. La hermana de Néstor, al solicitar la moneda como parte del servicio sexual ofrecido, nos habla de esta relación inextricable entre el deseo y el capitalismo.
Tal es la trascendencia de la incorporación del posestructuralismo en la obra de Néstor Perlongher que aún arroja luz sobre dos asuntos a los que dedicó un enorme esfuerzo crítico relacionados con esa primera fase (como se dijo, no previa sino simultánea a la segunda) consistente en "producir por producir". Por un lado, este ciclo de producción que puede leerse, en definitiva, como una etapa metaproductiva, es el causante de que la homosexualidad, en la cultura popular, haya sido leída como el lugar de la generación del derroche, no sólo seminal, sino también económico. Así, en uno de sus artículos críticos, Néstor Perlongher comenta sobre esta falacia universal: "La homosexualidad no produce –ni reproduce– nada; por consiguiente un homosexual debe ser rico. En algún lugar de la imaginería social, la homosexualidad es siempre una fiesta: derroche de semen, derroche de dinero, derroche de flujos libidinales económicos" (Papeles insumisos 101).
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. La reterritorialización que lleva a cabo la moneda en la producción de deseo, además de desmentir esta generación ilimitada de derroche estéril, oculta un proceso interno al pago íntimamente relacionado con el control del deseo por parte de los dispositivos de sexualidad identificados por Foucault: "Lo que confiere ese característico matiz de sordidez a la prostitución homosexual contemporánea no es tanto la utilización indisimulada del dinero […] cuanto la pretensión de disimular, bajo la excusa de la moneda, la naturaleza de la pulsión cuya desublimación se remunera" (Perlongher Papeles insumisos 96-97).
El otro asunto a tener en cuenta derivado de la evolución del pensamiento crítico de Néstor Perlongher es su ensayismo literario, en el que se encuentran claves interpretativas semejantes a las esbozadas hasta el momento en sus relatos. La razón más evidente que puede argumentarse a este respecto es que el hecho de "producir por producir" escritura (pues no debe olvidarse que se trata de un dispositivo de control, una tecnología más del hombre) da lugar a la propia desterritorialización de la lengua, su progresiva descodificación y, por tanto, su fuga descontrolada, lejos de las reglas de una gramática que la aprisiona (tal y como la identidad sujeta a los individuos y los captura para su control implacable). Esta pulsión de escritura desemboca, como el deseo, en la producción de lo real en la realidad. Desde este planteamiento, este modo de interpretación crítica de la literatura fue asumido por Néstor Perlongher gracias, entre otros muchos factores, a la influencia de su gran maestro argentino Osvaldo Lamborghini. En particular, vale la pena recordar estas palabras sobre su debut literario, El Fiord (1969): "lo nuclear del lenguaje no sería el intercambio comunicativo del modelo estructural liberal, sino su producción de lo real" (Perlongher Prosa Plebeya 136-137). En un sentido afín a estas palabras, Nicolás Rosa denomina la escritura de Perlongher una "lingüística del deseo", una lengua hecha de transmutaciones, de saltos, de cortes, de fragmentos, que se produce sobre la materia de un cuerpo atravesado por miles de flujos descodificados: deseo y escritura como sinónimos. Por ello concluye, "La letra es un escribir(se) en sexo" (Rosa 26).
No obstante, la discusión sobre la necesidad del pago termina por diluirse en la figura del protagonista, vieja clienta del burdel, sentada sobre un puff ofreciendo una nueva confusión al desconocerse a sí mismo/a: "la cuestión era irme sin pagar antes que ella llamara a la cana: y tenía la mano sobre el teléfono; yo estaba sentada sobre un puff, lleno de viejas, de impagadas trusas). Yo, ¿o era ella? ¿Ella o yo?" (Perlongher Evita vive 50). El laberinto de las identidades, al fin, se cierra en el interior de la casa y antes de clausurarse devuelve la voz al protagonista, a la protagonista, que se retrata descansando apaciblemente en el jardín donde solía reposar "en un desvencijado canapé, bajo las moras; y ellos me pagaban en parte" (Perlongher Evita vive 50).
Con la consumación de la producción del deseo y de capital en la acción narrativa del relato, sus tres últimas líneas localizan a Néstor en un nuevo espacio heterotópico. Esta vez, frente a la desviación del burdel como una dimensión para encerrar las prácticas que, al ser liberadas, agreden y cuestionan los códigos de la moral y de la máquina de control del Estado, el jardín –escribe Foucault– "es la parcela más pequeña del mundo y es también la totalidad del mundo. El jardín es, desde el fondo de la antigüedad, una especie de heterotopía feliz y universalizante" ("Espacios otros" 7). Este es, pues, el lugar en el que podrá tomar cuerpo, una vez más, la ilusión de una totalidad (molecular) en la que el deseo se reconozca esencialmente como el origen de una nueva revolución.
En definitiva, la obra de ficción de Néstor Perlongher, explorada en este trabajo a través de uno de sus relatos más representativos, da buena cuenta del agotamiento y la crisis de viejos modelos de resistencia construidos sobre metodologías marxistas y psicoanalíticas que impedían comprender la profundidad de algunos de los debates de los años setenta y ochenta en los que este autor pudo participar exponiendo su propio cuerpo: homosexualidad, feminismo, derechos humanos. Estos ejercicios ficcionales, en conclusión, han escrito la crónica de aquella "arenga final" que Néstor Perlongher legó para la posteridad en su artículo "El sexo de las locas": "no queremos que nos persigan, ni que nos prendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen" (Perlongher Prosa Plebeya 34).

Notas

* Este trabajo ha sido realizado gracias a una beca de investigación concedida por el Iberoamerika-Zentrum y Santander Universidades para una estancia predoctoral en la Universidad de Heidelberg (16 de marzo a 16 de junio de 2015).

1 En realidad, Néstor Perlongher comenzó su andadura académica en el año 1968 con su ingreso en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En este sentido, debe afirmarse la pertenencia del autor argentino a lo que podría denominarse la "generación del Cordobazo". Así, los sucesos del mes de mayo de 1969 en la ciudad de Córdoba supusieron "el protagonismo activo del pueblo en sus reclamos, la confianza en su movilización más que en las viejas estructuras y dirigentes, la aceptación de la violencia como método válido para enfrentar la represión, la derrota de las fuerzas policiales, la participación directa del Ejército en la represión y por lo tanto la visualización de éste por parte del pueblo como su enemigo" (Anzorena 63).

2 La producción literaria previa a su partida a Brasil estaba conformada por un puñado de artículos en revistas de escasa circulación (Cosmovisión, Periscopio), algunos poemas incluidos en la antología Poesía 80 (Editorial La Cebra Dormida 1978), y su primer libro de poesía, titulado Austria-Hungría (Editorial Tierra Baldía 1980).

3 No sería hasta 1993, un año después de su fallecimiento, cuando viera la luz su edición en español, bajo el título La prostitución masculina (Perlongher 1993). En 1999 volvería a reeditarse como El negocio del deseo: la prostitución masculina en San Pablo (Perlongher 1999).

4 Cabe recordar que este dispositivo se refiere, como explica Foucault, al diagnóstico y paliación de aquellas prácticas que, por su naturaleza, podrían llegar a patologizar el cuerpo del sujeto (128). Sin lugar a dudas, este dispositivo encontrará más adelante, en el trabajo de Néstor Perlongher, un lugar capital a través de sus reflexiones sobre el manejo del sida por parte de los medios de comunicación, la ciencia médica y la Iglesia, desde mediados de la década de los ochenta.

5 Debe recordarse el interés de la Junta Militar por la enseñanza de la asignatura Formación Moral y Cívica. En julio de 1976, el ministro de Educación Jorge Ovidio Solari informó a través de una entrevista en La Prensa de su implantación con el propósito de exaltar "el renunciamiento, la abnegación, el desinterés, la austeridad, la vocación de servicio y la cabal honestidad de los arquetipos de la argentinidad". Más adelante, el nuevo ministro de Educación Juan J. Catalán considerará que la importancia de esta asignatura es su conservación de "los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del hombre argentino", sin olvidar "el orden moral según la tradición cristiana estimulando el amor a la patria, a la familia y al prójimo". Finalmente, en diciembre de 1980 a través del Decreto 2620, esta asignatura quedó implantada en todos los planes de estudio del nivel medio (Avellaneda 140, 167, 206).

 

Referencias bibliográficas

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Fecha de recepción: 21/04/16
Fecha de aceptación: 18/08/2016

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