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Anclajes

versão On-line ISSN 1851-4669

Anclajes vol.22 no.3 Santa Rosa set. 2018

http://dx.doi.org/10.19137/anclajes-2018-22311 

DOI: 10.19137/anclajes-2018-22311

 

RESEÑAS

 

José Amícola (comp.). Una erótica sangrienta. Literatura y sadomasoquismo. Buenos Aires: Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, Edulp, 2017, 303 páginas.

Una erótica sangrienta reúne trabajos que analizan la relación entre la literatura y el sadomasoquismo, en un corpus que incluye obras de escritores de Argentina, España, Puerto Rico y Alemania, entre otros países.
José Amícola, compilador del volumen, escribe una clarificadora introducción –“¿Bizarreries del signo genital?”– que presenta al lector el universo teórico del sadismo y el masoquismo. Allí, al mismo tiempo que repone un importante mosaico de autores centrales (Pascal Quignard, Gilles Deleuze, Sigmund Freud, Simone de Beauvoir y Roland Barthes, entre otros), Amícola elabora sus propias hipótesis y emprende la tarea de desacoplar la dupla SM –fundida en una sola palabra, por primera vez, en los textos del psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing– con el objetivo de analizar sus funciones y naturalezas diversas. En esta introducción, aclara que el sadismo y el masoquismo provienen de distintas tradiciones estéticofilosóficas: el Marqués de Sade abreva en el iluminismo, mientras que Leopold von Sacher-Masoch, en el romanticismo. Una operación crítica muy interesante que lleva adelante Amícola es la de incluir a estos autores en una perspectiva queer: con respecto al primero, señala que sus textos representan una sexualidad “torcida” para las normas vigentes de la época; mientras que de Sacher-Masoch afirma que sus personajes resultan sexualmente ambiguos. Sigue una semblanza del Marqués de Sade, en la que se recuperan aspectos de su biografía y aquellos concernientes a los lineamientos de su pensamiento y el de su época. Luego de analizar la novela Justine ou Les infortunes de la vertu (1791), expone los principios libertinos que la rigen, y ahonda en nociones centrales, como por ejemplo la “perversión”. También le dedica un análisis a la segunda obra publicada por Sade, Alineo et Valcour ou Le roman philosophique (1795), y diferencia al marqués de otros pornógrafos coetáneos a partir de la crítica social y política que ejercen los textos sadianos. Además, Amícola articula el masoquismo con la estética decadente de fines del siglo XIX, especialmente con Joris-Karl Huysmans y su novela A rebours (1884). Por último, pone en relación Tadeys (1994) de Osvaldo Lamborghini –obra de la que se ocupará José Maristany en el capítulo siguiente– con Justine, puesto que ambas estarían dando cuenta de un quiebre en la manera de entender las divisiones genéricas de la sexualidad, al poner en cuestión los modelos de varón tradicional y hacer entrar en juego las “retorcidas inclinaciones sexuales”.
En el primer capítulo del libro –“Terror textual y terror anal en Tadeys de Osvaldo Lamborghini”–, José Maristany enfoca su análisis a partir del concepto textos terroristas, elaborado por Roland Barthes, para designar aquellos textos que, dada su violencia, exceden las leyes de una sociedad, una tradición, una ideología o una lengua literaria. En esa serie, Maristany coloca la obra de Lamborghini. El objetivo central del capítulo es indagar en la relación entre este escritor y Sade. Si bien Maristany reconoce que la vinculación de estos dos autores no resulta novedosa, justifica su aporte en la explicitación de “los aires de familia” que los unen, y de aquellos elementos que los distancian. Para ello, contrasta los “repertorios del placer”, compara escenas eróticas y determina formas y lugares de la homosexualidad. Este capítulo también encuentra su valor en la reposición de la crítica barthesiana sobre Sade, la cual complementa los aportes realizados en este sentido por Amícola, en su “Introducción”.
En “Bañadas en sangre. Sadismo gótico y aristocracia en La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik”, Cristian Vaccarini analiza diversas relaciones entre el texto de la poeta argentina y el de Valentine Penrose, Erzsebet Barthory la comtesse sanglante (1957). Explicita los procedimientos de reescritura que lleva adelante Pizarnik e indaga en la figura de la condesa con el propósito de establecer vínculos con el sadismo y con los textos sadianos. Además, analiza los diarios de la poeta para reconstruir su sexualidad y, a partir de allí, establecer conexiones con la construcción del personaje de la condesa.
El tercer capítulo –“Copi y el sadomasoquismo en los setenta”– está escrito por Ignacio Lucía, quien comienza con una introducción sobre la figura de Copi en la que repone aspectos de su vida, de su obra y su recepción. Luego analiza el interés de este autor por las temáticas sexuales, marcadas por el sadomasoquismo. Al mismo tiempo que Michel Foucault desarrolla, hacia 1977 y de manera un poco lateral, algunas ideas referidas al S/M, Copi publica El baile de las locas, novela en la que aborda esta temática. Lucía, además, reseña algunos aspectos teóricos –principalmente de Beatriz Preciado y Guy Hocquenghem– que cuestionan los binarismos sexuales instalados desde el psicoanálisis, el capitalismo y aún desde los movimientos revolucionarios gestados a fines de los años sesenta en Europa.
Virginia Bonatto, en “La saga del libertino: sadismo en la narrativa de Juan José Millás”, analiza aspectos poco trabajados por la crítica de la obra de este autor: revisa centralmente el carácter sádico de algunos personajes y narradores masculinos en novelas como Cerbero son las sombras (1975), Visión del ahogado (1977), El desorden de tu nombre (1986), Tonto, muerto, bastardo e invisible (1995). La tesis principal de este capítulo consiste en que los personajes construyen una masculinidad sádica con el objetivo de reparar la pérdida de identidad que eventualmente han sufrido.
Por su parte, Camila Roccatagliata, en “Átame (o córtame, tatúame, muérdeme). El SM en dos obras de Mayra Santos-Febres”, analiza los modos en que se conjuga la obra de esta escritora puertorriqueña con el deseo, el dolor, el erotismo y la violencia. Así, revisa escenas eróticas, como las que aparecen en el cuento “Rosa náutica”, en el que una pareja heterosexual experimenta sobre una zona “prohibida” del cuerpo heterosexual masculino, el ano. Roccatagliata afirma que las obras de Santos- Febres deben ser consideradas como “relatos contrasexuales y queer” puesto que escenifican prácticas sexuales que deconstruyen las lógicas dominantes de los géneros: mujeres sádicas, escenas eróticas sangrientas, partes del cuerpo vedadas por las pautas heteronormativas, etc.
En “El (BD) SM como práctica política: disidencia y normalización en Sade, Sacher-Masoch y Monika Treut”, Atilio Rubino hace un repaso de los aportes más significativos en relación con el bondagesadomasoquismo (Deleuze y Guattari, Foucault, Halperin). El BDSM, afirma, permite desterritorializar las prácticas sexuales más tradicionales y así pensar la noción de cuerpo de una manera más amplia; es decir, el placer se “desexualiza” al no colocarse únicamente en la genitalidad. Después de analizar la clásica dupla Sade-Masoch, Rubino aborda la figura de la cineasta Monika Treut, cuya obra se nutre de una sexualidad queer o desviada. Además de su rol como directora, es un exponente del activismo lésbicos BDSM y doctora en filosofía, con una tesis sobre el sadomasoquismo y la figura de la mujer cruel. Rubino analiza algunos films de esta realizadora y los coloca en el marco de las polémicas vinculadas con la pornografía, que tuvieron lugar durante la década del ochenta. En las películas de Treut, la mujer aparece como productora y consumidora de porno, pero de uno de tipo queer (BDSM, dragkings, etc), en el que no se la somete, o al menos no necesariamente, como en el porno tradicional.
En su artículo titulado “El SM gay lésbico y la felicidad promiscua. Gayle Rubin en The Catacombs, Ralf König en The Eagle, hacia una despatologización de las disidencias”, Facundo Saxe analiza el SM gay lésbico en el marco de los años 80. Allí indaga los modos en que la heteronorma colocó estas prácticas sexuales en el terreno de la enfermedad, tildándolas de anormales y ubicándolas como causantes del VIH-SIDA.
El artículo se centra, en primer lugar, en la figura de Gayle Rubin: realiza un profundo recorrido intelectual de esta autora y destaca el análisis que hizo sobre el espacio de sociabilización “The catacombs”, mítico lugar de reunión de la comunidad SM gay de San Francisco. Luego Saxe centra su mirada en Ralf Konig, historietista alemán, y en los vínculos que establecen sus trabajos con el SM gay lésbico, puesto que en sus obras ficcionaliza las prácticas y la sociabilización de estos colectivos.
Jorge Luis Peralta, en “Pablo Pérez: las bondades del bondage”, asegura que este autor fue el primero que introdujo el BDSM en las letras argentinas. A diferencia de los “grandes escritores”, que evitan temas como el sadomasoquismo y las prácticas sexuales “monstruosas”, Pérez escribe sin disfrazar aquello que pudiere resultar revulsivo –afirma Peralta– y de este modo inaugura la representación de identidades, prácticas y formas de sociabilidad de la subcultura gay. En este capítulo, se analizan, principalmente, las novelas Un año sin amor (1988) y El mendigo chupapija (2005).
Finalmente, el libro se cierra con una “Coda” –“Recordando a Néstor Perlongher”–, a cargo de José Amícola, quien realiza una suerte de homenaje a este autor y una puesta en valor de la “enorme potencia disruptiva” de su poesía. Y agrega que varios temas de género sexual que ocupan actualmente a numerosos escritores, ya habían sido planteados mucho tiempo antes por Perlongher.

Mariano Oliveto

Instituto de Investigaciones
Literarias y Discursivas , IILyD
Universidad Nacional de La Pampa

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