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Salud colectiva

Print version ISSN 1669-2381On-line version ISSN 1851-8265

Salud colectiva vol.3 no.1 Lanús Jan./Apr. 2007

 

RESEÑA HISTÓRICA

Un Médico Higienista Buscando Ordenar el Mundo Urbano Argentino de Comienzos del Siglo XX (a)

A Hygienist Doctor Trying to Bring Some Order to the Early 20th Century Argentine Urban World

Diego Armus1

1Doctor en Historia por la Universidad de California, Berkeley. Profesor de Historia Latinoamericana. Swarthmore College, EE.UU. darmus1@swarthmore.edu

RESUMEN

Aferrándose a las altas expectativas generadas por el discurso del progreso y las promesas de la ciencia, la higiene fue una suerte de gran consejera, de experta en el arte de observar, corregir, mejorar o tratar de cambiar radicalmente la salud del cuerpo social en su conjunto. En ese contexto llegó incluso a imaginar ciudades alternativas o utópicas. Emilio Coni, probablemente el higienista argentino más destacado de fines del siglo XIX y comienzos del XX, imaginó una de esas ciudades. Las notas que siguen contextualizan su "Ciudad argentina ideal o del porvenir", cuyo texto original -publicado por primera vez el 3 de abril de 1919 en La Semana Médica- se reproduce.

PALABRAS CLAVE Historia; Salud Pública; Saneamiento.

ABSTRACT

As part of the discourse of progress and the promises of science, hygiene as a discipline has been playing the role of a great advisor, a sort of expert in the art of observing, correcting, improving and trying to change the health of the social body and the modern nation. In that context hygiene even imagined alternative or utopian cities. Emilio Coni, perhaps the most distinguished Argentine hygienist of the end of the 19th century and the beginnings of the 20th, imagined one of such cities. The following notes aim at contextualizing his "Argentine ideal city". The original version of Coni's text, published in La Semana Médica on April 3, 1919, is also included.

KEY WORDS History; Public Health; Sanitation.

Progreso, multitud, orden, y bienestar fueron algunos de los elementos constitutivos de una ideología urbana que desde el último tercio del siglo XIX marcó a la reflexión sociológica argentina. En ese contexto, donde eran inocultables los desafíos de un porvenir crecientemente asociado a los problemas de la metrópolis moderna y en menor medida del mundo industrial, se incubaron los discursos de la degeneración y la regeneración, de la reforma y el cambio social profundo. La higiene estuvo en el centro mismo de esos discursos, como forma de ejercitación del poder, como técnica preventiva atenta a los problemas colectivos del ambiente urbano y de su administración y gestión, como política social vinculada a la generación de tecnologías utilizables en muy variados campos de acción, de la casa al barrio y la ciudad, de la escuela a la fábrica y el taller. Aferrándose metódicamente a las altas expectativas generadas por el discurso del progreso y las promesas de la ciencia, fue una suerte de gran consejera, de experta en el arte de observar, corregir, mejorar o cambiar radicalmente la salud del cuerpo social en su conjunto. Llegó incluso a imaginar ciudades alternativas o utópicas.

En la Argentina esos ejercicios de imaginación no han sido muy prolíficos. Dispersas en textos periodísticos y ensayos académicos aparecen ideas y visiones que revelan una cierta voluntad de imaginar el futuro o, incluso, tratar de modelarlo. La ciudad argentina ideal o del porvenir (b) es un ejemplo acabado de esa voluntad. Escrita por Emilio Coni, uno de los más distinguidos médicos higienistas argentinos y publicada en La Semana Médica en 1919, esta ciudad imaginada expresa de modo sintético la vocación de reforma que permeó no sólo la prolífica producción académica y de difusión de su autor, sino también, y más en general, la del reformismo higiénico de fines del siglo XIX y comienzos del XX, obsesionado en ordenar un convulsionado y cada vez más cosmopolita mundo urbano.

En la ciudad de Coni son evidentes las influencias de la Hygeia. A city of health, que el inglés Benjamin Richardson publicó en 1876 y que la Revista Médico Quirúrgica reprodujo en español ese mismo año, cuando Coni se desempeñaba como su director. Pero La ciudad argentina ideal o del porvenir condensa una trama de preocupaciones que sólo en parte coincidían con las de la ciudad concebida por Richardson o la agenda higienista de Coni de fines del siglo XIX. En efecto, en Hygeia los problemas sociales del crecimiento urbano e industrial han sido reducidos a problemas sanitarios; allí, al igual que en los trabajos de Coni de la década del ochenta, como Progres de l'hygiene dans la République Argentine, la percepción de lo colectivo estaba marcada por las impaciencias higiénicas y ambientales (1,2).

Hacia 1920, sin embargo, el mundo urbano que intenta reformar Coni tiene otras urgencias. De algún modo la distancia que media entre 1880 y 1920 es la distancia entre una prédica básicamente centrada en la salubridad y el equipamiento sanitario y otra que, reconociendo su importancia, ya ha incorporado y jerarquizado la dimensión del asistencialismo. La trayectoria profesional de Coni da cuenta de esos cambios: en 1880 era un obstinado promotor de la expansión de redes de agua potable y en 1920 un incansable organizador de instituciones de asistencia, prevención, moralización y bonificación social (2,3). Así, La ciudad argentina ideal o del porvenir puede ser leída como el resultado de una visión que apuntaba a contener y acomodar los embates de la cuestión social y los problemas urbanos incubados en el marco de la expansión económica agroexportadora. Su prioridad fue asistir y moralizar a los sectores populares urbanos que el aluvión inmigratorio había hecho crecer sin precedentes.

La ciudad imaginada de Coni es local, en el sentido que ofrece propuestas marcadas más o menos directamente por la Buenos Aires real en que vivía Coni, sin aventurarse a especular con cierto detalle sobre una nueva sociedad y el lugar que en ella tendrá el individuo, la familia, la mujer, la producción, el tiempo libre o el uso del territorio. Tal como ocurrió con la mayoría de los reformadores sociales de la época la cuestión de la vivienda estaba en el centro del proyecto de regeneración social que Coni estaba ofreciendo. Su ciudad no tenía conventillos, ni pensiones ruinosas, ni ranchos, y los poderes públicos y las empresas se hacían cargo de la construcción de casas y barrios donde "la contaminación física y moral en las viviendas de los trabajadores era un dato del pasado y la profilaxis de las enfermedades contagiosas había alcanzado su apogeo". Apostando a la educación de las masas populares en una operación de la que se obtendría "óptimos resultados, el obrero estará atraído por su vivienda higiénica y sonriente, y sus hijos no entrarán en la escuela del vicio desde sus primeros años. La raza será mejorada física y moralmente y la habitación colectiva no quedará en la historia sino como un recuerdo vergonzoso."

La ciudad de Coni luce como un barrio obrero modelo, donde la vivienda higiénica, decente y moderna se realiza en una idea de ciudad reformada donde se asoman influencias muy variadas, tanto de la tradición del city beautiful movement como del pintoresquismo del barrio jardín, donde no se cuestiona la cuadrícula existente y en donde una cierta monotonía en la edificación parece querer condensar una fuerte vocación igualitarista. Es un mundo urbano habitado por casapropistas que habían asumido como propios los ritos de la higiene, la veneración de la vida hogareña, las ventajas de un huerto-jardín que suavizaría el ajuste de una población de origen rural y ultramarino en un improvisado mundo urbano. No se trata de un mundo radicalmente utópico. En esos años muchos otros discutieron el casapropismo que se expandía al ritmo de la expansión de la cuadrícula urbana. El socialismo miró con reservas esa migración de inquilinos hacia una periferia carente de servicios básicos e infraestructura y propugnaba construir grandes casas colectivas de renta y más de un visitante extranjero en tiempos del Centenario repudió la cuadrícula como una evidencia casi retrógrada y totalmente incapaz de incorporar las novedades de la arquitectura pintoresquista entonces de moda. Pero para el reformismo público, encarnado desde comienzos del siglo XX en las figuras de técnicos municipales como Domingo Selva, Francisco Cibils, Benito Carrasco y otros, el mercado estaba convirtiendo a los trabajadores en propietarios. Con esa interpretación sintonizaban bien el registro literario y periodístico de Manuel Gálvez y Enrique González Tuñón y también el reformismo higiénico, del que la imaginada ciudad de Emilio Coni es un acabado ejemplo. Todos ellos encontraron en el casapropismo la alternativa "privada" que permitía descomprimir los abigarrados modos de habitar de los sectores populares en el centro y facilitar su integración como ciudadanos desde sus casitas en los barrios (4-8). No debe sorprender entonces que la ciudad de Coni sea un reflejo bastante veraz si no de toda la ciudad real, sí de los barrios que estaban emergiendo al compás de la expansión urbana, esto es, barrios de origen inmigratorio y criollo formados por sectores medios bajos, trabajadores, artesanos, comerciantes, empleados estatales, donde las funciones residenciales estaban punteadas por unas pocas industrias grandes y medianas, una multitud de talleres pequeños con bajo nivel de maquinización y pequeños negocios.

Pero el tema central -y la peculiaridad- de La ciudad argentina ideal o del porvenir es el asistencialismo. Se trata no sólo de un discurso que entendía la vida en la ciudad solamente en condiciones materiales mínimamente aceptables sino también de una red compacta de instituciones profilácticas y terapéuticas dirigidas y coordinadas por médicos, arquitectos e ingenieros sanitarios, todos ellos profesionales a quienes el propio proceso modernizador venía a legitimar en sus saberes específicos. Así, según Coni, el poder municipal debía controlar la acción filantrópica tanto en su versión asistencial -"protección y asistencia del niño, el enfermo, el anciano, el alienado, el desvalido, etc."- como en la de la higiene pública, la "profilaxis general, desinfección, bromatología, inspección veterinaria, etc."

La ciudad de Coni trabajaba sobre una exhaustiva clasificación de la acción terapéutica y asistencial según la edad, el sexo y las enfermedades. La protección de la infancia era una prioridad; niño y madre recibían el apoyo de numerosas instituciones estatales que no dejaban detalle sin atender. Para las mujeres embarazadas Coni mencionaba maternidades con asistencia de partos a domicilio, consultorios ginecológicos y cantinas maternales. En el caso de las madres solteras se indicaban asilos, donde las mujeres podían criar a sus hijos ganando al mismo tiempo un jornal. Para la niñez se contaba con dispensarios de lactantes, casas-cuna barriales, consultorios médico-preventivos, colonias de vacaciones, escuelas que ofrecían la copa de leche y el almuerzo, asilos maternales para huérfanos, indigentes o abandonados, colonias agrícolas y colonias permanentes para niños débiles. Para los trabajadores no faltaban los consultorios médicos y farmacias en las fábricas, las escuelas industriales y las escuelas profesionales de artes y oficios. Y para los indigentes ocasionales los asilos nocturnos, y para los vagos y atorrantes los asilos-talleres con trabajo obligatorio.

A través del asistencialismo, Coni reducía la ciudad a una unidad sanitaria donde reinaba la prevención, la vigilancia y las justas compensaciones al esfuerzo individual. La ciudad argentina ideal o del porvenir era una ciudad moderna donde se había logrado controlar la velocidad metropolitana, donde el ritmo de la vida barrial definía el ritmo de la vida urbana en general. Era una ciudad donde los tópicos de la reproducción y el consumo contaban más que los de la producción. El énfasis estaba en los lugares de la residencia; allí se palpaba un bienestar, modesto y saludable, al que accedía toda la población. Y para aquellos que por algún motivo necesitaban ser asistidos, una red de instituciones facilitaba las compensaciones y ayudas necesarias.

La ciudad de Coni presenta una explícita aspiración a construir un espacio sano. El centro de sus preocupaciones estaba puesto en tomar las riendas de un mundo urbano que crecía a ritmos asombrosos. Para lograrlo se trataba de hacer cumplir las recomendaciones de la higiene, adecuar el sistema alimentario, organizar los impulsos, hacer de la población pobre un niño limpio. Coni no imaginaba un mundo sin enfermedad y su ciudad parece haber aprendido a convivir con la tuberculosis y en menor medida con las enfermedades infectocontagiosas, en un equilibrio biológico y social garantizado por el asistencialismo. Su ciudad advierte sobre la existencia de un higienismo realista, no se sabe si como resultado de la coyuntural impotencia médica frente a ciertos males o como muestra de la aceptación que la enfermedad era parte de la experiencia humana.

La ciudad argentina ideal o del porvenir es regeneracionista. Es un modelo que no apunta a una completa reformulación de la sociedad y que, en cambio, enfatiza en la prevención, la profilaxis y una suerte de filantropía de Estado. Coni se colocaba así en una posición intermedia entre el pragmático y el utopista. Aceptaba la enfermedad y la locura, enfrentaba el problema de la multitud con la estrategia de segregar a los degenerados y a los enfermos agudos y proteger y asistir a quienes garantizaban que la sociedad puediera seguir funcionando. Por eso más que a las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, su mirada estaba dirigida a las poblaciones y la ciudad. Su ciudad es, ante todo, una red institucional que debe asegurar salud y bienestar.

Coni ofrece un tutelaje humanitario, superador de los más clásicos criterios represivos y reclusorios con los que se había manejado la enfermedad, la anormalidad, la indigencia, la criminalidad. Sus hospitales y asilos debían dejar de ser lugares de exilio y la caridad debía ser reemplazada por la filantropía. Interviniendo en la escena pública y la privada con sensibilidad social, paternalismo y no pocas veces rigor, el Estado devenía en el gran actor no sólo de la lucha por la salud sino también del esfuerzo por evitar el deterioro físico y moral de la población. Los ingenieros sociales, y los médicos higienistas en primer lugar, eran la representación misma de ese Estado, los responsables de gobernar y manejar los conflictos y dificultades del ajuste de una multitud aluvional, inestable y por momentos peligrosa. En esto la ciudad de Coni parece retomar las clásicas figuras de los guardianes del orden en Platón o la élite de científicos y técnicos que todo lo controlan, como ocurre en Francis Bacon, Marie Jean Condorcet, Herbert George Wells y, muy en particular, en la Freiland de Theodor Hertzka con sus médicos funcionarios de Estado (9,10). Así, La ciudad argentina ideal o del porvenir expresa la fuerza del reformismo público encarnado en profesionales y técnicos bien posicionados en la burocracia estatal y municipal que impulsan iniciativas filantrópicas y asistencialistas destinadas a gestionar una prosperidad urbana garante de una cierta armonía social, transformar las costumbres en la escala hogareña y facilitar la ampliación de la ciudadanía social y la emergencia de nuevos actores sociales.


Figura 1. FRAGMENTO DE LA PORTADA DE LA SEMANA MÉDICA. AÑO 1919.
Fuente: La Semana Médica. 1919;XXVI(14):331.





Figura 2. ARTÍCULO ORIGINAL DE EMILIO R. CONI, PUBLICADO EN LA SEMANA MÉDICA. AÑO 1919.
Fuente: La Semana Médica. 1919;XXVI(14):342-345.

NOTAS FINALES

a. Estas notas son parte de un libro de próxima aparición titulado La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870- 1950. Buenos Aires: Edhasa; 2007.

b. Dado que es un texto de difícil acceso, se reproduce a continuación del presente artículo, un fragmento de la portada de La Semana Médica y el texto completo de La ciudad argentina ideal o del porvenir de Emilio R. Coni.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Richardson B. Hygeia, la ciudad de la salud. Revista Médico Quirúrgica, publicación Quincenal. Órgano de los Intereses Médicos Argentinos. 1876;(12):113-186.        [ Links ]

2. Coni E. Progres de l'Hygiene dans la République Argentine. París: Bailliere; 1887.        [ Links ]

3. Coni E. Memorias de un médico higienista (Contribución a la historia de la higiene pública y social). Buenos Aires: A. Flaiban; 1918.        [ Links ]

4. Gálvez M. Historia de arrabal. Buenos Aires: Agencia General de Librería y Publicaciones; 1922.        [ Links ]

5. González Tuñón E. Parque Patricios. Caras y Caretas. 1925. (Nº 1419).        [ Links ]

6. Selva D. La habitación higiénica para el obrero. Revista Municipal. 1904;5(12):1-3.        [ Links ]

7. Carrasco B. La ciudad del porvenir. Caras y Caretas. 1908. (Nº 490).        [ Links ]

8. Cibilis FR. La descentralización urbana de la ciudad de Buenos Aires. Boletín del Departamento Nacional del Trabajo. 1911;(16):610-616.        [ Links ]

9. Munford L. The story of utopias, ideal commonwealths and social myths. New York: Knopf; 1922.        [ Links ]

10. Manuel FE, Manuel FP. Utopian thought in the Western World. Cambridge (Mass): Belknap; 1979.        [ Links ]

Recibido el 2 de Febrero de 2007
Versión final presentada el 8 de marzo de 2007
Aprobado el 20 de marzo de 2007

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