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Salud colectiva

versión impresa ISSN 1669-2381versión On-line ISSN 1851-8265

Salud colectiva v.4 n.2 Lanús mayo/ago. 2008

 

DISCUTIDORES

La biopolítica, la salud colectiva y el Kazajstán: de Alma Ata a Borat Sagdiyev. ¿Una mirada atópica?

Biopolitics, collective health and Kazajstán: from Alma Ata to Borat Sagdiyev. An atopical view?

Luis David Castiel1, Javier Sanz-Valero2

1Doctor en Salud Pública. Investigador Titular del Departamento de Epidemiologia y Métodos Cuantitativos en Salud. Escola Nacional de Saúde Pública, Fundação Oswaldo Cruz, Brasil. luis.castiel@ensp.fiocruz.br
2Doctor en Salud Pública. Investigador del Departamento de Enfermería Comunitaria, Medicina Preventiva y Salud Pública e Historia de la Ciencia. Universidad de Alicante, España. javier.sanz@ua.es

Al final de su bello, intenso y necesario texto sobre biopolítica y salud colectiva, Kaminsky hace mención a la "célebre conferencia de Alma Ata (Kazajstán)" donde se repiten los propósitos del ideal utópico de salud para todos en el año 2000 (de 1976), al mismo tiempo que:

se advierte con claridad el verdadero pensamiento biopolítico del mundo neoliberal: la salud, como cualquier otra cosa, es una fuente de inversión económica. (1 p.140)

Si, por una parte, se oye que los ideales utópicos en los días de hoy están cada vez más frágiles, parece que la hiperlongevidad humana se ha vuelto la única idea que se asemeja a algo utópico (más cercano a la todavía imposible imortalidad) como misión biopolítica en el campo de la salud.

Pero antes de desarrollar estas cuestiones, para acompañar a la perspectiva inmunitaria presentada por Esposito (2), utilizado por el autor del artículo, uno puede enunciar que tal vez nuestro punto de vista pueda ser criticado por discurrir por lugares atópicos, como si fueran manifestaciones inmunológicas de reactividad, o, más coloquialmente, de alergia al zeitgeist biopolítico indicado por el autor del texto.

Quizá no haya más lugar para las utopías y si las propuestas de resistencia al actual estado de las cosas enflaquecen, en términos de cam-bios expresivos y no solamente de ajustes de trayectos para un destino ideológico y económico predefinido, un camino aún posible dentro de nuestra disconformidad puede existir en el límite de reaccionar atópicamente. Pero hay que aclarar que estos comentarios no se constituyen a partir de posiciones pasivas, meramente reactivas, sino a través de una retórica alegórica, trayendo puntos estimulantes para el debate.

El Kazajstán que nos proporcionó la notoria conferencia de Alma Ata puede ser ahora asociado al personaje "kazajstanés" de caricatura, Borat Sagdiyev, creado por el inglés Sacha Baron Cohen para una serie de televisión que terminó convirtiéndose también en película cinematográfica (3). Este enredo denuncia los abismales contrastes socioculturales, entre su villa natal Kuzcek en Kazajstán y la sede del neoliberalismo individualista y globalizado (USandA=USA), a través de un falso documental, empleando un humor corrosivo, incluso a veces extremadamente grotesco. Es en este lugar donde emanan y predominan y difunden los modelos biopolíticos criticables como nos presenta Kaminsky. Para esta época hipergrotesca, un humor hipergrotesco.

Quizá, Borat pueda ser interpretado como un emblema atópico de nuestro tiempo, transitando por una parodia que produce un chocante Don Quijote del tercer milenio. Él, convive de modo no armónico en una trama para la que no dispone de recursos de entendimiento, por tanto, sin ninguna efectividad en sus acciones generando un rechazo inmunitario como un cuerpo extraño, o mejor, como una mente extraña.

El enredo habla de este personaje que sale de su país para grabar un documental y poder mostrar a su regreso las contribuciones culturales que la nación americana puede ofrecerles. Su compañero, el productor del documental, Azamat Bagatov, sería el equivalente a Sancho Panza, solo que adaptado a nuestro tiempo, en este caso un infiel escudero, pues en cierto momento lo abandona tras una terrible y obscena pelea causada por mancillar la imagen de la amada de Borat.

A causa de no ser educado en un ambiente globalizado individualista, como muestra la reacción de los transeúntes estadounidenses ante la efusividad boratiana al llegar a "US and A", Borat es rechazado por la afabilidad propia de su vida comunitaria en Kuzcek, caricaturescamente retrógrada y prejuiciosa en muchos aspectos. El "kazajstanés" es un elemento desajustado en una gran metrópoli norteamericana, con las costumbres y valores de las democracias capitalistas avanzadas, a la vez que evidencia su incapacidad para percatarse de su inadecuada situación, ante su embarazoso comportamiento propio de su condición gauche extrema. Esto genera una hilaridad a veces vergonzante, a veces grosera, pero siempre contundente al participar de situaciones sociales comunes a los contextos inmunitarios del mundo globalizado.

Borat se vuelve delirante en los "US and A" por ser un extraterrestre desbocado y obsceno frente a los valores socioculturales y tecnológicos dominantes. Sintomáticamente, por las imágenes de la televisión, se apasiona por una Dulcinea virtual, semivestida con un provocante traje de baño, el personaje CJ (Pamela Anderson) de la obsoleta serie de TV "Los vigilantes de la playa". En busca de la consumación de su pasión/misión imposible, decide recorrer la nación norteamericana para ir a su encuentro.

En el inicio de la película, cuando se muestra el pueblo donde reside, Borat presenta a su madre, una señora envejecida, que parece tener más de 70 años y que en verdad tiene 43 años, según él manifiesta. Al llegar a los "US and A" declara traer guardadas lágrimas de gitanos para protegerse del sida.

Podemos considerar estos dos breves momentos como sugestivas menciones ilustrativas del pensamiento biopolítico en negativo. Es plausible afirmar que, en términos esquemáticos, los individuos de las denominadas naciones euro-americanas poderosas están condicionados por la posibilidad, en relación a la preservación de la vida, de alcanzar una impresionante longevidad. Por tanto, deben apoyarse en productos tecnológicos y en prácticas de salud sustentadas, en la medida de lo posible, por el vigor de sus "evidencias", resultantes de las pruebas de estudios empíricos robustos y de revisiones sistemáticas y metaanálisis.

Claramente, las creencias populares no están legitimadas apropiadamente para que los consumidores ejerzan su derecho a elegir preferencias de manera informada y eficiente, en relación al coste-beneficio. Aunque practiquen este derecho, son conminados a relajar su actuación política cualificada en el sentido de dedicarse intensamente a actuar como actores capaces de adquirir bienes y servicios con vistas a la preservación más prolongada posible de sí mismo. En este sentido, en el interior del individualismo exacerbado puede decirse que somos los únicos representantes de nuestra propia "especie".

Agnes Heller (4) critica los autoritarismos de estas democracias que presentan una doble faceta: una de ellas, político-liberal que se propone lidiar con las injusticias causadas por los desequilibrios económicos propios del capitalismo en términos nacionales y la otra, económico-liberal general que provoca desigualdades a escala mundial. Esta configuración se caracteriza por: su tendencia a uniformizar al individuo; la intolerancia a lo insólito y excéntrico; su inclinación a la dictadura de las mayorías y su predilección por modelar una "opinión correcta colectiva".

Borat, en síntesis, personifica la subversión de todas estas posiciones con su comportamiento singularmente anómalo, patéticamente incompatible con los valores liberales dominantes.

Rotundamente, no se trata aquí de hacer apología de las tendencias no-democráticas de ordenación de las formaciones sociales y económicas, incluso porque la propuesta boratiana también resalta jocosamente formas de ordenación precarias, retrógradas e injustas; pero, sí resaltar la directriz persecutoria que asumen las (bio)políticas actuales de la promoción de la salud (5).

De alguna manera, ellas intentan camuflar precariamente la inexorable finitud de la vida humana y establecer como meta la mayor prolongación posible de su límite. La Señora de la Guadaña, con su hoz implacable, está siendo sustituida y fragmentada por los factores de riesgo, supuestamente más controlables (6). Al mismo tiempo, adoptar comportamientos saludables de evitación de los riesgos no puede ser tomado en serio como solución del problema, como si dependiese exclusivamente de ello el futuro de la humanidad, tal como parece, en ocasiones, preconizar la vehemencia de las autoridades sanitarias (3). No hay razones suficientes para que se produzcan tantos debates en relación a las razones científicas de estas perspectivas persecutorias y totalitarias que instituyen un sentimiento de culpabilización colectiva.

Los riesgos serían imágenes negativas tornadas objetos, solo que virtuales, de las utopías (7). El control total y mantener los riesgos que nos amenazan a distancia sería considerado como la nueva utopía. En el límite, se trata de vencer el pasaje del tiempo y ser lo más "inmortal" posible controlando, utópicamente, todos los riesgos que nos acechan. Todas estas objetivaciones nos conducen a preguntar no solamente cómo queremos vivir, sino también, cuánto tiempo y en qué condiciones. ¿Será que ya no estamos más en una utopía, acaso procurando vivir en una ucronía? (una idea imaginaria de tiempo en la historia) (8).

En este contexto, ¿aún cabría indagar por la cualidad humana de la humanidad? Sin embargo, ¿hay sentido en discutir ontológicamente la subjetividad humana como instituyente de su condición? ¿Será que esta cuestión se vuelve anacrónica, debido a que la subjetividad puede dejar de existir, una vez que no sea identificada por los dispositivos empiristas de visualización, significación y valorización que serán alzados a los jueces últimos que establecen la existencia de las cosas? Lo que sobre, como sugiere Agamben (9), ¿solo se encontrará en los museos?

En el inicio de la peregrinación de Borat y Azamat por los "US and A" se oye al tema "Born to be wild" del grupo Steppenwolf, ("Nacido para ser salvaje" en el sentido de "rebelde", de la banda sonora de la película "Easy Rider" de Dennis Hopper, del final de la década del '60, época que marcaba que "el sueño acabó" en relación a las promesas biopolíticas utópicas contraculturales de este período). Y en Borat el tema reaparece como caricaturesca alegoría atópica ante los modelos biopolíticos actuales. Quizá en este contexto, "salvaje" quiera decir ahora solamente alguna cosa biopolíticamente "incorrecta" por ser inconveniente o impropia al conservadorismo paranoico de esta época. Pero imprescindible para criticar al duro pensamiento único dominante, como hace el artículo de Kaminsky.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Kaminsky G. Del nonato al póstumo. Apuntes biopolíticos en salud colectiva. Salud colectiva. 2008;4(2):133-142.        [ Links ]

2. Esposito R. Immunitas. Protección y negación de la vida. Buenos Aires: Amorrortu; 2005.        [ Links ]

3. Baron Cohen S. Borat: Cultural learnings of America for make benefit glorious Nation of Kazakhstan. [DVD]. Reino Unido: Twentieth Century Fox Film Corporation; 2006.        [ Links ]

4. Heller A, Féher F. Biopolítica. La modernidad y la liberación del cuerpo. Barcelona: Península; 1995.        [ Links ]

5. Castiel LD, Álvarez-Dardet C. A saúde persecutoria: os limites da responsabilidade. Río de Janeiro: Fiocruz; 2007.        [ Links ]

6. Bauman Z. Modernidade líquida. Río de Janeiro: Jorge Zahar; 2000.        [ Links ]

7. Beck U. Risk Society. Towards a new modernity. Londres: Sage; 1992.        [ Links ]

8. Instituto Antônio Houaiss. Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa. Río de Janeiro: Objetiva; 2001. Ucronia; p. 2796.        [ Links ]

9. Agamben G. Profanaciones. Barcelona: Anagrama; 2005.        [ Links ]

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