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Salud colectiva

Print version ISSN 1669-2381On-line version ISSN 1851-8265

Salud colect. vol.13 no.4 Lanús Dec. 2017

http://dx.doi.org/10.18294/sc.2017.1145 

ARTÍCULOS

Violencia psicológica hacia la mujer: ¿cuáles son los factores que aumentan el riesgo de que exista esta forma de maltrato en la pareja?

Psychological violence against women: What factors increase the risk of this kind of intimate partner abuse?

1Doctora en Sociología. Investigadora posdoctoral, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Centro de Estudios de Población (CENEP), Argentina. anasafranoff@cenep.org.ar

RESUMEN

A partir del análisis del Estudio nacional sobre violencias contra las mujeres, realizado en Argentina, en 2015, se identifican los factores de riesgo que incrementan la vulnerabilidad de las mujeres hacia el maltrato psicológico. Los resultados muestran que las mujeres más proclives a ser víctimas de este tipo de violencia en la pareja son quienes tienen menos educación, mayor edad, no trabajan por un salario, conviven con hijos en el hogar, se encuentran inmersas en relaciones menos “formales” en vínculos de mayor duración, están emparejadas con varones que tienen menos educación que ellas y/o tienen problemas con el alcohol y/o fueron víctimas o testigos de violencia durante su infancia. El artículo sugiere posibles estrategias de intervención para erradicar el maltrato, las cuales deben dirigirse, principalmente, a empoderar a las mujeres y reforzar su independencia respecto de la pareja.

PALABRAS CLAVES: Violencia contra la Mujer; Grupos de Riesgo; Prevención; Argentina

ABSTRACT

Using data from Argentina’s National Study on Violence Against Women [Estudio nacional sobre violencias contra las mujeres] carried out in 2015, the article identifies the risk factors that increase women’s vulnerability to psychological abuse. Findings show that women who are more prone to be victims of this kind of partner violence are those who are less educated, older, do not earn a wage for their work, live with children at home, are involved in less “formal” long-term relationships, as well as those whose male partners have a lower educational level than their own and/or have alcohol problems and/or were victims or witnesses of violence during their childhood. The article suggests possible intervention strategies to eradicate abuse, which should be primarily targeted at empowering women and strengthening their independence from their partners.

KEY WORDS: Violence Against Women; Risk Groups; Prevention; Argentina

INTRODUCCIÓN

La violencia hacia la mujer ha sido reconocida como una violación de los derechos humanos básicos, la cual tiene consecuencias de largo alcance tanto para la mujer como para sus hijos y la sociedad en su conjunto1. Nos encontramos ante un problema de salud pública que tiene un impacto no solo a nivel físico, sino también en el ámbito laboral, económico, social y familiar. La violencia tiene secuelas adversas sobre la salud de la mujer -incluida su salud sexual y reproductiva2-, sobre su bienestar emocional y su dignidad3, así como, además, constituye una amenaza directa para el bienestar de sus hijos4.

Las últimas décadas fueron testigos de grandes avances con relación a la consideración de la violencia hacia las mujeres, que ha cobrado gran relevancia en la agenda pública y de investigación. En este contexto, las agresiones físicas son las que han recibido mayor atención por parte de legisladores e investigadores5. Sin embargo, no existe una única modalidad de violencia, sino que también puede ser psicológica, sexual, económica, patrimonial y/o simbólica, tal como se conceptualiza en la Ley 26485 de Protección Integral a las Mujeres. La violencia psicológica es una de las modalidades menos exploradas y, al mismo tiempo, posiblemente, la más sufrida6. En este sentido, por ejemplo, Romans et al.7) señalan que el maltrato psicológico es mucho más prevalente que el maltrato físico y sexual en Canadá. Este hallazgo resulta coincidente con estudios realizados en el entorno latinoamericano, en donde se constata que la violencia que más se emplea hacia las mujeres es la psicológica (por ejemplo, Ludermir et al.8 en Brasil; Gallardo Sánchez et al.9 e Hidalgo García y Valdés López10 en Cuba; Castillo11 en Paraguay).

Los escasos datos existentes en Argentina también revelan que nos encontramos ante un fenómeno de gran calibre. Según el Estudio nacional sobre violencias contra las mujeres12, un 23,7% del total de mujeres que se encuentran en pareja sufrió algún tipo de maltrato psicológico. Los datos proporcionados por la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación indican que la mayor cantidad de denuncias recibidas durante 2014 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) fueron por violencia psicológica (96%), seguidas por la física (67%), la económica (37%) y, por último, la sexual (10%). En la misma línea, una investigación desarrollada entre las mujeres que se atienden en el Programa de Medicina Interna General del Hospital de Clínicas13 de la misma ciudad, destaca que el maltrato psicológico es el más recurrente: un 41% de mujeres reporta haberlo sufrido, mientras que este porcentaje se reduce a la mitad entre quienes informan haber sido víctimas de violencia física y/o sexual.

La violencia física ha sido el foco de atención principal, ya que se considera que produce un daño mayor en las víctimas5. No obstante, diversas investigaciones señalan que la violencia psicológica tiene un impacto negativo igualmente nocivo14,15,16. Incluso el componente psicológico de la violencia es el predictor más fuerte del estrés postraumático17. Además, se ha demostrado que, en reiteradas ocasiones, el maltrato psicológico precede al desarrollo de un comportamiento físicamente agresivo en la pareja15,18,19. De esta forma, desde el punto de vista de la prevención, el estudio de la violencia psicológica es esencial: al ser un antecedente del abuso físico, resulta necesario intervenir para que no evolucione en esa dirección.

Este trabajo se propone contribuir al conocimiento sobre la violencia psicológica en Argentina. Más específicamente, se pretende identificar los factores que aumentan las posibilidades de la mujer de ser víctima de maltrato psicológico en Argentina, y determinar cuáles son los factores de riesgo que hacen que determinados grupos de mujeres sean más vulnerables a este tipo de violencia. Se espera que los resultados de la investigación contribuyan a expandir el conocimiento sobre la violencia hacia la mujer en el país, así como también constituyan insumos relevantes para la promoción de programas y políticas tendientes a su prevención.

En Argentina, el estudio de la violencia hacia la mujer es limitado. Existen escasas publicaciones basadas en investigaciones empíricas sobre este fenómeno. Principalmente, los artículos publicados disponibles se centran en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el ámbito de la salud, y emplean muestras no representativas. Por ejemplo, Aleman et al.20 realizan un estudio en distintos Centros de Salud de Atención Primaria de la Ciudad de Buenos Aires. A partir de una encuesta a profesionales que atienden a mujeres, exploran la capacidad de respuesta que tiene el sistema de salud frente a la violencia basada en género. En la misma línea, Amoroso y Fernández21 describen algunos rasgos centrales del abordaje de esta problemática dentro del hospital Magdalena V. de Martínez, del partido de Tigre. Ambos estudios subrayan la necesidad de capacitar a los profesionales de la salud de forma tal que mejoren su práctica en la detección de los casos de violencia en las mujeres e incorporen el enfoque de género en la atención sanitaria. Además, Amoroso y Fernández21) enfatizan la importancia de visibilizar dentro del sistema de salud no solo la violencia física, sino también las otras formas de maltrato a las que las mujeres se ven expuestas. Otras investigaciones13,22 se centran de forma directa en las potenciales víctimas -las mujeres- a partir de una encuesta entre quienes se atienden en el Programa de Medicina Interna General del Hospital de Clínicas. Pontecorvo et al.13 buscan encontrar la prevalencia de las distintas modalidades de violencia y concluyen que el maltrato psicológico es más recurrente que el maltrato físico y sexual entre las mujeres encuestadas. Tajer et al.23 combinan entrevistas a profesionales y a mujeres víctimas e identifican los modos en los cuales la violencia produce daños en la salud de las mujeres. Este estudio se realizó en hospitales públicos, centros de salud comunitarios y ONG de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Respecto de la violencia psicológica, las mujeres reconocen el alto impacto que ha tenido en sus vidas: las ha marcado con huellas profundas en su personalidad, a nivel de la autoestima, en sus miedos y les ha generado lo que llamaron “angustia señal”, concepto entendido como un modelo de funcionamiento que les permite la preservación de la vida pero, al mismo tiempo, las mantiene en constante estado de alerta.

En resumen, la investigación existente en Argentina muestra la necesidad de visibilizar la violencia psicológica21, la cual resulta ser la modalidad de maltrato más recurrente entre las mujeres13 y produce daños severos en su salud23. Sin embargo, no ha sido examinado en el país quiénes son las mujeres más proclives a sufrir esta forma de violencia por parte de su pareja. Incluso a nivel mundial, los estudios sobre violencia psicológica son escasos, lo que resulta llamativo si consideramos que esta modalidad de maltrato ha sido reconocida como una de las más graves que requieren atención completa de los investigadores, médicos, abogados y gobernantes14. El presente artículo es novedoso en la medida que explora un tema que no ha sido estudiado anteriormente a nivel local y lo aborda desde una perspectiva cuantitativa utilizando una base de datos original: el Estudio nacional sobre violencias contra las mujeres. En este caso, el universo de estudio resulta la población general de mujeres de 18 a 69 años residentes en Argentina y las mujeres encuestadas han sido seleccionadas aleatoriamente (muestra probabilística y bietápica). Explorar la violencia psicológica es esencial no solo porque nos encontramos ante una de las formas de maltrato más prevalente -y menos visible- que sufren las mujeres, sino también porque tiene un fuerte impacto negativo en la víctima y su familia y, además, resulta un antecedente de la violencia física. Reconocer los factores de riesgo específicos para la violencia psicológica permitirá saber dónde resulta necesario intervenir para prevenir no solo este tipo de violencia, sino también los otros que le suceden.

Perspectivas teóricas sobre la violencia hacia la mujer en la pareja

Se han desarrollado teorías desde diferentes perspectivas -psicológica, sociológica y feminista, principalmente- que han tratado de determinar por qué la mujer experimenta violencia en la pareja24) (cabe aclarar que los diferentes enfoques teóricos presentados aquí se refieren a parejas heterosexuales, es decir, a mujeres emparejadas con varones). Estos enfoques teóricos no son completamente excluyentes, sino que se solapan e interaccionan. No obstante, cada uno de ellos resalta el papel de uno o más factores de riesgo principales. En el presente artículo se hace especial hincapié en estos factores diferenciales de forma tal que faciliten la comprensión y el contraste entre las perspectivas.

Además, resulta necesario subrayar que estas teorías se centran, sobre todo, en el maltrato físico. Si bien las distintas modalidades de violencia están fuertemente interrelacionadas25,26, los factores de riesgo para cada una de ellas pueden ser diferentes. Hay escasa evidencia que señale los factores específicos para la violencia psicológica16, aunque existen algunas investigaciones relevantes al respecto27,28,29,30. Aquí se presentan los aspectos principales de las distintas perspectivas teóricas existentes y, luego se explora en qué medida resultan útiles para estudiar el maltrato psicológico.

Perspectiva sociológica

Esta perspectiva centra su objeto de estudio en los recursos, como factores de riesgo de la violencia contra la mujer en la pareja. Algunos autores exploran los recursos del entorno familiar, mientras que otros se focalizan en los absolutos o personales de la mujer y/o en los relativos respecto del varón. Finalmente, una cuarta vertiente centra su análisis en el barrio/comunidad donde la mujer/la familia vive, es decir, en los recursos contextuales. A grandes rasgos, esta perspectiva asume que el acceso y la disponibilidad de recursos facilita el empoderamiento de las mujeres y, como tal, tiene consecuencias en las relaciones de pareja. En general, se considera que dicho empoderamiento reduce las chances de experimentar violencia. Sin embargo, al mismo tiempo, hay quienes consideran que, por el contrario, ello puede ser una fuente de conflicto y violencia.

La influencia de los recursos no solo debe considerarse en estos cuatro niveles (familiar, absoluto, relativo y contextual), sino que, además, existen distintos tipos que deben tenerse en cuenta. La bibliografía existente destaca, sobre todo, la influencia de los recursos educativos, económicos, sociales y laborales. Cunradi et al.31, por ejemplo, señalan que los recursos educativos son predictores más significativos de la violencia en la pareja que la situación laboral. Sin embargo, otros estudios sugieren que el estatus ocupacional y los ingresos son factores de riesgo más robustos de la violencia, que el nivel educativo32. Al mismo tiempo, hay quienes estudian la influencia de otro tipo de recursos como, por ejemplo, la edad33,34,35 y/o el estado civil35,36,37,38, entre otros.

Nivel familiar

Aquí se destaca la importancia de la posición de la familia en la estructura social: en las familias con escasos recursos económicos y sociales, la mujer tiene mayor probabilidad de experimentar violencia debido a las condiciones en las que se encuentra inmersa39. En este sentido, Steinmetz40 y Straus et al.41 sugieren que el vínculo entre recursos familiares y violencia puede ser indirecto, mediado por el estrés que, en general, es menor en las familias con mayores recursos. Los recursos familiares son considerados, principalmente, a partir de los ingresos familiares y/o el estatus socioeconómico de la familia. Varios estudios empíricos resaltan su relevancia como factores de riesgo asociados a la violencia hacia la mujer: Moreno Martin42, en un estudio realizado en ocho ciudades latinoamericanas y en Madrid; Cunradi et al.31 y Vest et al.34 en EE.UU.; Hindin y Adair43 en Filipinas; Tuesca y Borda44 en Colombia; Jeyaseelan et al.45 en India; Yount y Li46 en Egipto. En cualquier caso, es necesario tener en cuenta que, tal como subrayan Hoffman et al.47 y Heise48, el abuso hacia la mujer ocurre en todas las clases sociales, si bien reconocen que resulta más común y severo en los niveles socioeconómicos bajos.

La presencia de hijos, el estado civil y la duración de la relación son también considerados factores relevantes en el nivel familiar, asociados a la violencia en la pareja. En primer lugar, Fagan et al.49, Vest et al.34 y Yount y Carrera28 muestran una fuerte asociación positiva entre la convivencia con hijos y la violencia hacia la mujer en el hogar. En este sentido, es esencial prevenir la violencia en la pareja en tanto que, no solo va a beneficiar a las víctimas directas, sino también a sus hijos34. Los niños que viven en un entorno violento son potencialmente vulnerables a ser víctimas de algún tipo de abuso y, a la vez, están más predispuestos a convertirse en potenciales víctimas o perpetuadores de violencia en la adultez. En segundo lugar, los hallazgos existentes en torno a la influencia del estado civil señalan que la exposición de las mujeres a la violencia conyugal es mayor en las uniones consensuales que en los matrimonios35,36,37,38. La evidencia parece indicar que las mujeres en uniones informales sufren mayores niveles de violencia por parte de sus parejas que las mujeres casadas, de forma que el matrimonio actúa como un factor protector35. Finalmente, los resultados en torno al efecto de la duración del vínculo son inconsistentes50. Algunos autores señalan que los individuos son más proclives a utilizar la violencia con su pareja a medida que la duración de la relación incrementa38,50,51. Sin embargo, otras investigaciones dan cuenta del efecto contrario y evidencian que la violencia hacia la mujer en la pareja decrece con el tiempo52,53: los individuos son menos propensos a ejercer violencia en el entorno íntimo a medida que su compromiso con la relación aumenta. De esta forma, el compromiso lleva a los individuos a renunciar al propio interés y, a la vez, a maximizar las necesidades de la relación. En este sentido, los hallazgos de Kim et al.33 apuntan en esta dirección en lo que respecta al maltrato psicológico y muestran que este decrece con el tiempo.

Nivel absoluto/personal

Otra vertiente de estudios resalta el papel de los recursos personales de la mujer, independientemente de los recursos del entorno familiar y/o los de su pareja. Esta perspectiva plantea que la causa principal de la violencia hacia la mujer se encuentra en su situación de vulnerabilidad: el hecho de tener pocos recursos propios pone a la mujer en una situación de dependencia con respecto a su pareja y, por tanto, aumenta su probabilidad de experimentar violencia54. La educación de la mujer ha sido repetidamente considerada como un recurso protector clave, en tanto que confiere fortalecimiento social a través de redes sociales y confianza, y la habilidad de usar información y recursos disponibles en la sociedad55. Varios autores han mostrado que las mujeres más educadas tienen menor riesgo de experimentar violencia: Thompson et al.56 en EE.UU.; Jewkes et al.57 en Sudáfrica; Koenig et al.58 en Uganda; Bates et al.59 en Bangladesh; Flake60 en Perú. La situación laboral de la mujer también se señala como un recurso absoluto que influye en su riesgo de ser víctima de violencia. En esta línea, algunos estudios evidencian que la mujer empleada tiene menor probabilidad de ser victimizada en la medida en que resulta menos dependiente de su pareja41,61,62.

La edad de la mujer también se destaca como un recurso protector hacia la violencia32. Los resultados muestran una asociación negativa entre edad y violencia hacia la mujer33,34,35,56, es decir que las mujeres jóvenes son más proclives a experimentar violencia en la pareja. No hay que olvidar que, tal como Flood y Pease63) indican, la edad no es solo un número, sino que trae aparejada procesos de desarrollo y relaciones asociadas, tal como mayor experiencia, confianza en uno/a mismo/a, y/o mayor capital social, que actúan como factores protectores hacia la violencia. Por último, la pertenencia a un grupo minoritario se subraya como un factor de riesgo hacia la violencia: las mujeres inmigrantes tienen mayor probabilidad de ser victimizadas por sus parejas64,65, lo que se considera un resultado de su bajo capital social y de su aislamiento66,67. En síntesis, este enfoque considera que las mujeres con menos recursos personales (por ejemplo, menos educación, desempleadas, jóvenes y/o inmigrantes) son más vulnerables a la violencia no solo porque están más expuestas al riesgo, sino que, además, tienen menos posibilidades de poder escapar de dicha situación68.

Nivel relativo

Esta perspectiva destaca la importancia de los recursos relativos entre los miembros de la pareja. El hecho de que la mujer tenga menos recursos que el varón, así como también la situación opuesta (en la que ella tiene mayores recursos) son resaltados como factores de riesgo que hacen a la mujer más vulnerable a la violencia. Básicamente, se considera que el desequilibrio de recursos -en tanto que poder- entre los miembros de la pareja resulta un elemento crítico.

Por un lado, hay una línea de pensamiento que considera que la mujer está expuesta a una mayor probabilidad de ser victimizada cuando posee menos recursos sociales y/o económicos que su pareja, en la medida en que el varón ejerce violencia hacia la mujer “porque puede”69. Evidencias recientes en apoyo de este enfoque se encuentran, por ejemplo, en Yount70 en Egipto y en Yount y Carrera28 en Camboya. Se plantea que las mujeres que son socioeconómicamente dependientes de sus parejas son más tolerantes al maltrato y tienen mayor riesgo de experimentarlo28. Por otro lado, la teoría de la inconsistencia de estatus también destaca el papel de los recursos relativos, pero en dirección opuesta: la mujer tiene mayor riesgo de sufrir violencia cuando posee mayores recursos sociales y/o económicos que el varón71,72. De acuerdo con esta teoría, el orden patriarcal que se fundamenta en la dominación masculina se ve amenazado cuando la mujer posee más recursos que el varón y, por tanto, la violencia es utilizada aquí para restaurar el sistema tradicional de subordinación de la mujer47. Los hallazgos de MacMillan y Gartner73 en Canadá, de Flake60 en Perú y de Antai74 en Nigeria apuntan en esta dirección. Incluso, Yount y Carrera28 destacan la importancia de esta teoría para explicar, específicamente, el maltrato psicológico. Estos autores muestran que las mujeres con más educación que sus parejas tienen mayor probabilidad de experimentar maltrato psicológico, no así físico. Señalan que el varón utiliza la violencia psicológica para restablecer su poder cuando se siente amenazado por el nivel educativo de la mujer, al tiempo que la mujer tiene el poder suficiente en la pareja -dado su mayor nivel educativo- para prevenir el maltrato físico.

Los recursos relativos entre los miembros de la pareja son conceptualizados, en general, en términos de educación, prestigio ocupacional o ingresos75,76. Otras formas de recursos han recibido menor atención. Por ejemplo, Macmillan y Gartner73 corroboran la teoría de la inconsistencia de estatus a partir del análisis de la situación laboral de los miembros de la pareja: el hecho de que la mujer trabaje y el varón se encuentre desempleado incrementa sustantivamente el riesgo de la mujer de ser víctima de violencia en Canadá. Escasos estudios se han centrado en los recursos relativos a través del estatus étnico/racial de los miembros de la pareja. En esta línea, Frías y Angel77) y Safranoff78 examinan, en México y España respectivamente, en qué medida el riesgo de la mujer de experimentar violencia es diferente según la composición étnico-racial de la pareja (si ambos miembros son inmigrantes/nativos o bien si la mujer es inmigrante y el varón nativo o si el varón es inmigrante y la mujer nativa), lo cual se fundamenta en la consideración de que, el hecho de ser inmigrante, posiciona al individuo en una situación de vulnerabilidad respecto a su pareja nativa.

Nivel contextual/comunitario

Una quinta línea de análisis más reciente dentro de la perspectiva sociológica tiene como centro de estudio el contexto en donde sucede la situación de violencia. Este modelo plantea que el riesgo de violencia en la pareja es mayor en barrios desestructurados en los que existen altos niveles de pobreza, de delincuencia y de problemáticas sociales41,79,80. Dos argumentos se han ofrecido al respecto: por un lado, se considera que, en estos barrios, la aceptación social de la violencia como medio de resolución de conflictos es mayor79,80. Por otro lado, se señala que, dadas las características estructurales de estos barrios, los vínculos sociales entre los miembros de la comunidad son menores, por lo que se reduce el control informal como medio de prevención de la violencia hacia la mujer79,80. Las investigaciones llevadas a cabo por O’Campo et al.81 y Benson et al.79 concluyen que, efectivamente, la incidencia de la violencia contra la mujer en la pareja es mayor en barrios con menos recursos y mayor inestabilidad económica y residencial.

Perspectiva feminista

Además de la perspectiva sociológica, un segundo modelo de análisis, de carácter feminista, también intenta determinar cuáles son los factores que aumentan el riesgo de que ocurra la violencia hacia la mujer en la pareja. Este enfoque plantea que la razón principal que explica la existencia de este tipo de violencia es el patriarcado51,82,83, el cual es definido como un sistema social de dominación donde la mujer se encuentra subyugada al varón. Bajo este enfoque, la violencia contra la mujer en la pareja tiene su raíz en las relaciones asimétricas de poder entre varones y mujeres en las sociedades patriarcales, es decir, en las desigualdades de género de tipo estructural. La perspectiva feminista ha sido objeto de críticas considerables en la medida en que asume que la violencia contra las mujeres tiene un carácter universal, es decir, que todas las mujeres son víctimas potenciales de maltrato en tanto que la causa de la violencia está en la desigualdad por razón de género, por el mismo hecho de ser mujeres24. Sin embargo, el feminismo no es un movimiento homogéneo y dentro de él se han desarrollado diferentes modelos explicativos de la violencia en la pareja con distintas perspectivas y consideraciones84. En este sentido, por ejemplo, dentro del modelo feminista surgen las teorías de la interseccionalidad85. Estas explican la violencia contra la mujer basándose no solo en la desigualdad estructural por razón de género, sino también en otros tipos de desigualdades, como pueden ser las producidas por cuestión de etnia, religión o clase social85,86,87,88. En definitiva, este modelo feminista relaciona la violencia hacia la mujer con la exclusión social, por lo que comparte muchos de sus puntos de estudio con los realizados por algunas vertientes de la perspectiva sociológica, aunque difieren en el análisis de los resultados, precisamente porque desde la teoría de la interseccionalidad se adopta una perspectiva que también tiene en cuenta al género24. De esta forma, bajo este modelo, se pierde el mensaje de carácter universal transmitido por la línea del feminismo anteriormente descrita, ya que el riesgo de sufrir violencia no dependería únicamente de ser mujer, sino de la intersección de ser mujer y, por ejemplo, extranjera, joven y/o de clase social baja24.

Perspectiva psicológica

Por último, un tercer modelo de análisis se centra en el estudio de las características individuales, tanto de la víctima como del agresor, desde una perspectiva psicológica. Se plantea que determinadas enfermedades mentales, los déficits en habilidades sociales, la violencia en la familia de origen y el consumo de alcohol están vinculados de forma significativa a la violencia hacia la mujer en la pareja89. De esta forma, se asume que la violencia es un problema individual independiente del contexto sociocultural y de cuestiones estructurales.

Por un lado, esta vertiente se ha centrado en el estudio de determinados desórdenes de la personalidad y ha concluido que los varones violentos con sus parejas tienen más síntomas vinculados a estos desórdenes90. Uno de los trastornos de personalidad analizados ha sido la depresión, y en ese estudio se destaca que los hombres maltratadores la sufren en mayor medida que los no maltratadores91,92. Otros factores estudiados desde la psicología son los déficits en habilidades psicosociales. Por ejemplo, manifestar deficiencias en ámbitos de comunicación, empatía y asertividad ha sido vinculado positivamente con el maltrato, por lo que la carencia de habilidades para la resolución de conflictos puede favorecer un mayor recurso a la violencia93.

Por otro lado, diversos estudios muestran que los varones que tienen problemas con el alcohol y/o con las drogas son más proclives a agredir a sus parejas94,95,96. Mientras algunos autores señalan que este efecto es pequeño97, otros lo consideran como uno de los más fuertes predictores de la violencia hacia la mujer27. Se sugiere que el consumo está asociado a la violencia en la medida en que reduce las inhibiciones y afecta la habilidad para interpretar las pautas sociales55,98. Una encuesta realizada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires99 indica que 4 de cada 10 mujeres informan que su pareja había consumido alcohol al momento de la agresión física. En Perú, un estudio30 desarrollado específicamente sobre violencia psicológica muestra que el consumo de alcohol por parte de la pareja está asociado con esta modalidad de maltrato y aumenta el riesgo de las mujeres de ser víctimas en un 66%. Sin embargo, diversos estudios subrayan que esta asociación es compleja y seguramente está intervenida por otros factores de tipo individual o estructural24,100. Al mismo tiempo, hay quienes destacan que el consumo de alcohol y/o drogas no solo está asociado con la perpetración, sino también con la victimización97,101, es decir que las mujeres cuyo consumo es problemático son más vulnerables a sufrir violencia en la pareja.

Por último, la victimización en la familia de origen también ha sido una de las variables más relevantes para explicar la violencia hacia la mujer en la pareja desde la perspectiva psicológica, basada en las teorías del aprendizaje social y de la transmisión intergeneracional. Este factor se ha analizado en dos direcciones: cuando, durante la infancia, se ha sido testigo de violencia entre los padres o bien cuando ha sido víctima de agresiones por parte de alguno de los progenitores. Se evidencia que aquellos individuos que provienen de un entorno familiar violento (ya sea como víctimas o testigos) normalizan el uso de la violencia para resolver los conflictos en la pareja y, por tanto, se convierte en un factor de riesgo tanto para la victimización como para la perpetración de violencia en la pareja102. Estos hallazgos sugieren la necesidad de identificar de forma temprana la violencia hacia la mujer en la pareja de forma tal de proteger no solo a la mujer, sino también a los hijos, lo cual permitiría reducir la violencia en las relaciones íntimas subsecuentes. Respecto a la victimización, diversos estudios muestran que haber crecido en un hogar siendo testigo de violencia entre los padres incrementa el riesgo de ser víctima de violencia en la pareja en la adultez27,95,103,104,105. Caballero et al.30 y Castillo11 revelan que, tanto en Perú como en Paraguay, el antecedente del padre que maltrataba a la madre se asocia con la violencia psicológica e incrementa el riesgo de las mujeres de experimentarla. En la misma dirección, otras investigaciones evidencian que el hecho de haber sufrido malos tratos durante la niñez (víctima) también está asociado positivamente con el riesgo de victimización105,106.

La Figura 1 presenta los principales aspectos de las distintas perspectivas teóricas analizadas.

Fuente: Elaboración propia

Figura 1 Perspectivas teóricas sobre violencia contra la mujer 

DATOS Y TÉCNICAS DE ANÁLISIS

El artículo se basa en los datos provenientes del Estudio nacional sobre violencias contra las mujeres, realizada por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Presidencia de la Nación en el año 2015.

La muestra, con representación nacional, se compone de 1.221 mujeres mayores de 17 años. Las preguntas sobre maltrato psicológico se efectuaron únicamente a aquellas mujeres que tenían pareja al momento de la encuesta, razón por la cual, para los análisis, se seleccionó solo a aquellas mujeres que se encontraban casadas, en unión consensual o en pareja sin convivencia (la encuesta se refiere a parejas heterosexuales). Además, dada la existencia de valores perdidos en las variables principales, la muestra utilizada en los análisis fue de 772 mujeres. La técnica principal empleada es la regresión logística.

La variable dependiente era un indicador binario sobre si la mujer experimentaba violencia psicológica por parte de quien era su pareja al momento de la encuesta. Esta variable ha sido construida a partir de una serie de comportamientos concretos: si su pareja/novio/esposo se enoja si habla con otro hombre; intenta limitarla en el contacto con su familia y amigos; la sigue o la persigue de manera que se sienta controlada o asustada; le pone apodos denigrantes, la insulta o se comporta de una forma que la denigra y la hace sentir mal y/o le daña o destruye sus pertenencias. Las mujeres que “siempre”, “frecuentemente” o “a veces” son víctimas de alguna de estas formas concretas de maltrato se considera que “sí” experimentan violencia psicológica y, por tanto, adquieren el valor 1 en la variable dependiente. Aquellas mujeres que “nunca” sufrieron ninguno de estos comportamientos violentos por parte de la pareja actual adquieren el valor 0 en la variable binaria. A partir del análisis descriptivo (Tabla 1) se observa que, en Argentina, del total de mujeres que se encuentran en pareja, el 24,5% sufrió alguna de las formas de violencia psicológica estudiadas.

Tabla 1 Distribución porcentual de la muestra según las variables incluidas en el análisis (N=772). Argentina, 2015. 

Fuente: Elaboración propia a partir del Estudio nacional sobre violencias contra las mujeres12. *Valor de referencia.

Las variables independientes derivan de los distintos factores que la literatura ha señalado como factores de riesgo de la violencia. Se testearán las distintas hipótesis derivadas de las teorías anteriormente explicadas, cada una de las cuales enfatiza el rol de un factor explicativo diferente de la violencia hacia las mujeres (factores de riesgo). Lamentablemente, la perspectiva feminista no podrá ser considerada, ya que no hay información disponible en la encuesta sobre actitudes sexistas y/o valores patriarcales, los cuales han sido los indicadores más utilizados para testear este enfoque65,107.

La mayoría de los factores de riesgo han sido exhaustivamente estudiados con relación a la violencia física. Aquí se explora en qué medida tienen también una influencia significativa con relación a la violencia psicológica. Los factores no serán tratados como alternativos, sino como complementarios en la medida que se considera que todos ellos tienen un rol significativo. Resulta esperable que, en Argentina, cada una de las perspectivas teóricas (sociológica y psicológica) pueda aportar elementos explicativos relevantes sobre la violencia psicológica. No hay que olvidar que la violencia hacia la mujer es un fenómeno multidimensional16, lo que implica que ninguna teoría por sí sola provee una condición necesaria y suficiente para explicarla. Tal como destaca Heise48, la violencia hacia la mujer no es producto de un simple factor, sino resultado de complejas interrelaciones entre factores individuales, relacionales, sociales, culturales y contextuales.

Variables independientes: perspectiva sociológica

Sobre la base de la perspectiva sociológica, se incorpora al análisis una serie de variables correspondientes a los recursos familiares, absolutos de la mujer y relativos entre los miembros de la pareja. Los recursos contextuales no son considerados, ya que no existe información en la encuesta sobre el barrio en donde vive la pareja.

Con el objetivo de capturar el efecto de los recursos familiares, se incluyen en el análisis tres variables derivadas de las teorías explicadas anteriormente: convive con hijos, estado civil y duración de la relación. Si bien la variable ingresos familiares está disponible en la encuesta, se optó por no introducirla en el análisis, dado el debate en torno a su fiabilidad108 y el alto número de valores perdidos. La variable convivencia con hijos comprende, por un lado, a aquellas mujeres que no conviven con hijos (categoría de referencia) y, por el otro, a aquellas que conviven con un hijo o más. El estado civil tiene tres categorías: estar casada (categoría de referencia), en una unión consensual o en pareja sin convivencia. La duración de la relación actual también presenta tres categorías: menos de 5 años, de 5 a 10 años y, por último, más de 10 años (categoría de referencia).

Los recursos absolutos de la mujer son considerados a partir de su educación, edad, nacionalidad, situación laboral y existencia de relaciones previas. La educación es una variable de tres categorías: la primera categoría -nivel inferior- comprende a las mujeres que alcanzaron, como máximo, a iniciar la secundaria, aunque no la finalizaron; la segunda, a aquellas que completaron la secundaria, algunas de las cuales iniciaron un nivel universitario, aunque no lo terminaron; por último, la tercera categoría -de referencia-corresponde a las mujeres que iniciaron un nivel superior -universitario- y lo completaron. La variable edad cuenta también con tres categorías: de 18 a 30 años, de 31 a 45 años y de 46 a 69 años (categoría de referencia). La nacionalidad es una variable dicotómica, en donde ser extranjera (no tener la nacionalidad argentina) resulta la categoría de referencia. La situación laboral se divide entre aquellas mujeres que trabajan por un salario (categoría de referencia) y aquellas que no lo hacen. La existencia de relaciones previas comprende, por un lado, a aquellas mujeres que no han tenido ninguna relación previa (la actual es su primera relación íntima) y, por el otro, a aquellas que sí han tenido relaciones previas (categoría de referencia).

Finalmente, en el modelo se incluyen variables relacionadas a dos tipos de recursos relativos: educación y edad. Cada variable cuenta con tres categorías: educación se divide entre aquellas parejas en las que ambos miembros tienen la misma educación (categoría de referencia), aquellas en las que la mujer tiene más educación que el varón y, finalmente, aquellas en las que la mujer tiene menos educación que el varón; mientras que edad se divide en ambos miembros tienen una edad similar (categoría de referencia), la mujer es más de 5 años mayor que el varón o, contrariamente, este último es mayor.

Variables independientes: perspectiva psicológica

Por último, la perspectiva psicológica se considera a partir de tres factores. En primer lugar, se incluye una variable sobre haber sido testigo de violencia durante la infancia: aquella mujer cuyo padre era violento con su madre adquiere el valor 1 en esta variable binaria, en contraposición a aquellas que no fueron testigos de violencia en su familia de origen (valor 0). En segundo lugar, se incorpora al análisis una variable sobre si la mujer fue víctima de violencia por parte de sus padres (valor 1). La categoría de referencia (valor 0) está conformada por aquellas mujeres que no sufrieron violencia física por parte de su madre ni de su padre. En tercer y último lugar, se considera una variable sobre si la pareja tiene problemas con el alcohol, la cual se construye a partir de una pregunta sobre la frecuencia con que la pareja actual (ya sea esposo o novio) toma hasta emborracharse. Las mujeres cuyas parejas se emborrachan al menos una vez al mes adquieren el valor 1 en esta variable binaria, mientras aquellas cuyas parejas se emborrachan solo una o dos veces al año, o bien nunca se emborrachan, adquieren el valor 0. Distintos factores considerados desde la perspectiva psicológica no son incluidos en el análisis, ya que no existe información en la encuesta sobre si, por ejemplo, la pareja actual fue víctima o testigo de violencia en su familia de origen y/o si sufre algún tipo de enfermedad mental, así como tampoco se pregunta sobre si la mujer tiene o tenía problemas con las drogas o el alcohol.

Los análisis se realizan a partir de una regresión logística con la variable dependiente sobre si la mujer experimenta violencia psicológica por parte de su pareja actual y todas las variables independientes anteriormente explicadas, de forma tal de identificar los factores de riesgo asociados con la violencia psicológica.

RESULTADOS

El modelo de la Tabla 2 permite identificar los factores asociados con la violencia psicológica en Argentina. En primer lugar, se observa que los tres factores vinculados a la perspectiva psicológica tienen una influencia estadísticamente significativa en la victimización. Al mismo tiempo, respecto a la perspectiva sociológica, los recursos absolutos de la mujer (edad, educación y situación laboral), los recursos familiares (duración de la relación, estado civil y convivencia con hijos) y los recursos educativos relativos entre los miembros de la pareja influyen también en las chances de experimentar maltrato psicológico. Se esperaba que, en Argentina, todos los factores analizados tuvieran un rol relevante, lo cual no resulta corroborado. Contrariamente a los hallazgos previos en otros contextos, sobre todo en torno a la violencia física, algunos factores tales como la nacionalidad no resultan factores de riesgo significativos asociados a la violencia psicológica.

Tabla 2 Regresión logística de la probabilidad de la mujer de experimentar algún tipo de violencia psicológica por parte de la pareja actual según factores de la perspectiva sociológica y psicológica (N=772). Argentina, 2015. 

Fuente: Elaboración propia a partir del Estudio nacional sobre violencias contra las mujeres12. R2 de Nagelkerke = 0,233. -2 logaritmo de la verosimilitud = 737,469. *Valor de referencia.

Perspectiva sociológica

La perspectiva sociológica ha sido considerada a partir de los recursos familiares, absolutos y relativos.

Respecto a los primeros, los tres factores considerados en el ámbito familiar tienen una influencia estadísticamente significativa en las chances de la mujer de ser victimizada psicológicamente. En primer lugar, se observa que las mujeres que se encuentran inmersas en vínculos cortos (menos de 5 años) son menos proclives a ser víctimas, es decir, en consonancia con una línea de investigación, se sugiere que la violencia en la pareja se utiliza más a medida que la duración de la relación incrementa38,50,51. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que no se puede concluir con seguridad respecto a esta cuestión, ya que no hay información en la encuesta sobre la primera vez que la mujer fue victimizada. Por tanto, no resulta posible saber si, en las parejas de mayor duración, la mujer comenzó a experimentar violencia recientemente o, en contraposición, lleva tiempo produciéndose. Al mismo tiempo, no resulta posible afirmar de forma concluyente que las mujeres con parejas recientes experimentan menos violencia psicológica, ya que es factible que aquellas mujeres inmersas en vínculos cortos se separen más fácilmente del agresor. Para comprender mejor esta cuestión, futuras investigaciones deberán considerar también a las mujeres separadas que han sido víctimas, lo cual no se toma en cuenta en la encuesta. En esta primera aproximación se puede concluir que, en Argentina, el maltrato psicológico en la pareja es mayor en los vínculos de más duración. En segundo lugar, los hallazgos en torno al estado civil señalan al matrimonio como un factor protector de la violencia psicológica35, en consonancia con la evidencia hallada en otros contextos36,37,38. Las mujeres que se encuentran en pareja sin convivencia son las más propensas a sufrir maltrato psicológico: sus chances de ser victimizadas son 3,2 veces las de las mujeres casadas. Esta diferencia se reduce ligeramente para las uniones consensuales -parejas con convivencia- (odds ratio 2,64) y evidencia que las mujeres en uniones informales sufren mayores niveles de violencia por parte de sus parejas. Por último, en al ámbito familiar, la presencia de hijos también resulta un factor de riesgo asociado a la violencia en la pareja: las mujeres que conviven en hogares con sus hijos son más proclives a ser víctimas de maltrato psicológico, lo cual pone de relieve la necesidad de prevención no solo como forma de protección para la mujer, sino también para los hijos34.

Los recursos absolutos o personales de la mujer han sido considerados a partir de su educación, edad, nacionalidad, situación laboral y de la existencia de relaciones previas. La educación, la edad y la situación laboral tienen una influencia estadísticamente significativa en el riesgo de la mujer de ser víctima de maltrato psicológico, mientras que la nacionalidad y el hecho de haber tenido relaciones previas no resultan relevantes. Por un lado, se observa que las mujeres más educadas son quienes menos experimentan violencia psicológica. Las chances de sufrir violencia psicológica entre las mujeres menos educadas (secundaria incompleta o menos) son 3,7 veces las de las mujeres más educadas (universitario completo). Esta diferencia, aunque significativa, se reduce a medida que aumenta el nivel educativo. Por otro lado, la situación laboral resulta también un factor asociado a la violencia psicológica: las mujeres que no trabajan por un salario son más proclives a experimentar violencia psicológica que quienes trabajan por un salario (odds ratio 1,68). Ambos hallazgos dan cuenta del hecho de que las mujeres con menores recursos (con menos educación y/o sin salario) son más vulnerables a la violencia, lo cual es consistente con la evidencia empírica hallada en otros contextos41,56,58,59,60,61,62. Sin embargo, los resultados en torno a la edad apuntan en la dirección contraria a los estudios previos33,34,35. En Argentina, las mujeres jóvenes son quienes menos experimentan violencia psicológica, lo cual parece indicar progresos generacionales, producto, posiblemente, de la mayor exposición de las cohortes más jóvenes a la universidad63 y otras influencias positivas (por ejemplo, campañas de sensibilización y normas promulgadas recientemente).

Finalmente, junto con los recursos familiares y personales, los recursos relativos también se presentan como un factor crítico para las mujeres. La teoría de la inconsistencia de estatus71,72 se corrobora respecto a la educación: cuando la mujer tiene un nivel educativo superior al de su pareja es más proclive a sufrir violencia psicológica. Este hallazgo parece indicar que los varones utilizan esta modalidad de maltrato como medio para restaurar el sistema tradicional de subordinación de la mujer47, el cual se encuentra amenazado en la medida que la mujer posee mayores recursos educativos. Las diferencias de edad en la pareja no influyen en las chances de la mujer de ser victimizada psicológicamente, lo cual sugiere que la edad es un factor relevante en términos absolutos, pero no en términos relativos.

Perspectiva psicológica

Los tres factores considerados desde la perspectiva psicológica están asociados significativamente con la violencia psicológica. Por un lado, se detecta que las chances de sufrir violencia psicológica entre las mujeres emparejadas con varones que tienen problemas con el alcohol son 7,39 veces las de las mujeres en pareja con varones sin estos problemas, es decir que quienes tienen problemas con el alcohol son más proclives a agredir a sus parejas. Por otro lado, la influencia del hecho de provenir de un entorno familiar violento (ya sea como víctima o como testigo) valida las teorías del aprendizaje social y de la transmisión intergeneracional en Argentina: las mujeres que durante su infancia han sido testigos de agresiones del padre hacia la madre y/o han sido víctimas de maltrato por parte de sus padres son más propensas a ser víctimas de violencia psicológica en la adultez.

DISCUSIÓN

El artículo identifica los factores que aumentan las posibilidades de la mujer de experimentar maltrato psicológico en la pareja en Argentina. Los resultados indican que las mujeres más proclives a ser victimizadas psicológicamente son quienes tienen menor educación, mayor edad, no trabajan por un salario, conviven con hijos en el hogar, se encuentran inmersas en relaciones menos “formales”, en vínculos de mayor duración, están emparejadas con varones que tienen menos educación que ellas y/o tienen problemas con el alcohol y/o fueron víctimas o testigos de violencia durante su infancia.

Los hallazgos del artículo evidencian la necesidad de empoderar a las mujeres de forma tal de reforzar su independencia respecto a la pareja y, con ello, su bienestar109. Se observa que las mujeres con menos recursos propios (menos educación y/o sin salario) son más vulnerables, lo cual puede atribuirse, al menos parcialmente, a la situación de dependencia en la que se encuentran con respecto a la pareja54. Asimismo, las mujeres mayores y/o inmersas en vínculos más largos seguramente también sean más dependientes de su compañero, lo cual no solo las expone en mayor medida al riesgo de ser victimizadas, sino que, además, tienen menos posibilidades de poder escapar de dicha situación68. En este sentido, es preciso destinar mayores esfuerzos en este subgrupo de mujeres, ya que incluso es posible que no sean conscientes de la situación de maltrato que padecen si lo experimentan hace mucho tiempo. Resulta esencial conocer la trayectoria de victimización de la mujer, información que no está disponible en la encuesta, ya que no se indaga sobre la primera vez que fue maltratada por su pareja actual. En síntesis, los resultados señalan que la dependencia de la mujer respecto a su pareja es un factor crítico que aumenta sus chances de ser victimizada psicológicamente. Se subraya la necesidad de contar con estrategias de prevención para erradicar el maltrato dirigidas, específicamente, a empoderar a las mujeres y reforzar su independencia. La evidencia sugiere que los recursos educativos y/o laborales favorecen el empoderamiento y, por tanto, las intervenciones deben centrarse en facilitar el acceso de la mujer a dichos recursos. De todas maneras, es necesario destacar que se detectan progresos generacionales en Argentina en la medida que las mujeres jóvenes tienen menos riesgo de ser victimizadas, lo cual puede responder a un cambio generacional de valores a favor de la igualdad de género110,111,112, así como también a la mayor exposición de las cohortes más jóvenes a la universidad63 y a otras influencias positivas (por ejemplo, campañas de sensibilización y normas promulgadas recientemente).

La prevención de la violencia hacia la mujer es esencial no solo para proteger a las mujeres en tanto que víctimas directas, sino también a sus hijos4,34. Los resultados del artículo revelan que aquellas mujeres que durante su infancia experimentaron violencia en su familia de origen (ya sea como víctimas o como testigos) son más proclives a ser victimizadas psicológicamente en la adultez. De esta forma, los/as niños/as que viven en un entorno violento no solo son potencialmente vulnerables a ser víctimas de algún tipo de maltrato directo, sino que, a la vez, están más predispuestos a convertirse en potenciales víctimas de violencia en la adultez. Además, los datos revelan que la mujer es más vulnerable al maltrato psicológico en aquellos hogares en los que que convive con hijos, lo cual subraya la necesidad de intervenir de forma específica en dichos hogares con el objetivo de prevenir la violencia en la adultez, así como también de proteger los derechos de los niños.

Asimismo, desde el punto de vista de la prevención, es indispensable actuar sobre el maltrato psicológico en la medida en que nos encontramos con un posible antecedente del abuso físico15,18,19. Las diferentes perspectivas teóricas consideradas en este artículo han sido mayormente analizadas en torno a la violencia física, dado que esta modalidad de violencia ha sido el foco de atención principal5. Los hallazgos del artículo revelan que estas perspectivas son también relevantes para explorar el maltrato psicológico. De esta forma, se evidencia que los factores de riesgo son similares para ambas modalidades de violencia, lo cual sugiere que tienen una raíz común. Dado que el maltrato psicológico, al menos a un nivel bajo u ocasional, es muy común en las parejas113, se enfatiza la necesidad de desarrollar acciones de prevención no solo por su fuerte impacto negativo, sino también porque no es independiente del maltrato físico15,18,19.

Una de las limitaciones de este estudio radica en la imposibilidad de considerar la perspectiva feminista a partir de los indicadores más utilizados para testear este enfoque, dada la ausencia de información al respecto en la encuesta. Sin embargo, es necesario subrayar que la violencia hacia la mujer tiene su raíz en las desigualdades estructurales de género. En el presente artículo se han considerado factores que representan otros sistemas de desigualdad, tales como edad, clase, estatus laboral o nacionalidad. De acuerdo con las teorías feministas de la interseccionalidad, estos sistemas interactúan con la desigualdad estructural de género, pero no hay que olvidar que esta última es un elemento fundamental sobre el que la violencia hacia la mujer se sustenta. De esta forma, el estudio de los factores de riesgo asociados a la violencia contra la mujer debe enfocarse desde una perspectiva interseccional, teniendo en cuenta las distintas formas de desigualdad, tanto la acontecida estructuralmente por razón de género, así como también las que pueden tener lugar por la posición social o la edad de la mujer, entre otras.

Los resultados del presente artículo incluso dan cuenta de la existencia de desigualdades de género de tipo estructural en Argentina. Se observa que la mujer es más proclive a experimentar violencia psicológica cuando tiene un nivel educativo superior al de su pareja, lo cual corrobora la teoría de la inconsistencia de estatus. Este hallazgo solo se explica a partir de la existencia de desigualdades de género estructurales; básicamente, a partir de la vigencia de un sistema patriarcal, es decir, de un sistema social tradicional de dominación masculina24. De esta forma, se considera que el varón utiliza el maltrato psicológico como medio para restaurar el orden patriarcal que se fundamenta en la subordinación de la mujer, el cual se ve amenazado cuando la mujer posee más recursos que el varón47. En la medida que el maltrato tiene su raíz en desigualdades de género estructurales, grandes esfuerzos serán necesarios para erradicarlo en tanto que se precisa un cambio cultural profundo. La importancia de esta teoría para explicar, específicamente, el maltrato psicológico ha sido resaltada por Yount y Carrera28. Estos autores señalan que las mujeres con mayor educación que sus parejas son más proclives a experimentar maltrato psicológico, no así físico: en estos casos, la mujer tiene el poder suficiente en la pareja -provisto por su mayor nivel educativo- para prevenir las agresiones físicas. Futuras investigaciones deberán explorar en qué medida esta teoría explica también (o no) la violencia física en Argentina.

Este trabajo ha sido una primera aproximación a la violencia psicológica en la pareja en Argentina, lo cual deja lugar a muchos temas para profundizar. Futuras investigaciones deberían considerar otros posibles factores asociados a la violencia que no fueron analizados aquí, tal como factores estructurales y/o contextuales. Al mismo tiempo, resulta esencial explorar otras modalidades de violencia -física, sexual, económica-, de forma tal de identificar los factores de riesgo específicos asociados a cada una de ellas. Es preciso diseñar una estrategia de intervención conjunta que permita erradicar la violencia en todas sus formas. Este artículo es un punto de partida en el que se definen líneas de investigación futura

AGRADECIMIENTOS

La preparación de este artículo se ha llevado a cabo en el marco de una beca posdoctoral financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro de Estudios de Poblacion (CENEP). Quiero manifestar mi agradecimiento a Hernán Olaeta y a todo el equipo del Departamento de Investigaciones Criminológicas de la Dirección Nacional de Política Criminal en Materia de Justicia y Legislación Penal del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, entre ellos, Luis D’Angelo, Graciela Hubez y Daniel Pedro, por facilitarme el acceso a la base de datos de la encuesta utilizada en el artículo, así como también por la predisposición a la hora de clarificarme dudas sobre esta

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Recibido: 23 de Septiembre de 2016; Revisado: 12 de Junio de 2017; Aprobado: 10 de Julio de 2017

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