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Salud colectiva

versión impresa ISSN 1669-2381versión On-line ISSN 1851-8265

Salud colect. vol.16  Lanús  2020

http://dx.doi.org/10.18294/sc.2020.2600 

ARTÍCULOS

Prevalencia y factores asociados con la violencia de pareja en las adultas mayores mexicanas

Prevalence and associated factors of intimate partner violence among elderly Mexican women

Rogelio Rodríguez Hernández1 
http://orcid.org/0000-0002-9973-8376

Esteban Eugenio Esquivel-Santoveña2 
http://orcid.org/0000-0002-6108-2463

1Autor de correspondencia. Doctor en Trabajo Social y Políticas de Bienestar Social. Profesor investigador, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Ciudad Juárez, Chihuahua, México. rogelio.rodriguez@uacj.mx

2Doctor en Psicología. Profesor investigador, Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Ciudad Juárez, Chihuahua, México. esteban.esquivel@uacj.mx

RESUMEN

Con base en la información de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH) y desde un marco ecológico, el presente estudio busca conocer la prevalencia y los factores asociados de la violencia emocional, física y sexual de pareja durante el último año en las mujeres mexicanas mayores de 64 años (n=7.410). Para tener un marco de comparación, se contrastaron los resultados de mujeres de la tercera edad con los de grupos de mujeres más jóvenes. Los resultados muestran que el 16,3% de las mujeres mayores de 64 años han experimentado algún tipo de violencia de pareja durante el último año, siendo el maltrato emocional el más frecuente. Además, dicho grupo de mujeres experimentó la prevalencia más baja de violencia emocional y sexual, comparados con las mujeres más jóvenes. Por otra parte, algunos de los factores asociados con la violencia fueron similares en las adultas mayores y los grupos de mujeres más jóvenes, principalmente, los relacionados con la historia personal y el entorno inmediato. Por el contrario, los factores del entorno social más amplio fueron distintos. Los hallazgos se discuten teóricamente y en virtud de su utilidad para los programas de atención a la violencia.

PALABRAS CLAVES: Violencia de Pareja; Envejecimiento; Mujeres; Factores de Riesgo; México

ABSTRACT

Using information from the National Survey on Household Relationship Dynamics (Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016), this study examines the prevalence and factors associated with emotional, physical, and sexual intimate partner violence (IPV) victimization among a representative sample of elderly Mexican women (n=7,410), using an ecological approach. Prevalence rates and related risk factors for IPV among younger women served as a basis for comparison and were contrasted with data from elderly female participants. Results show that 16.3% of women aged 64 and over had experienced some form of intimate partner violence during the previous year, with emotional violence as the most commonly occurring form. Furthermore, there was a significantly lower prevalence of emotional and sexual IPV among elderly women than among younger women. Some risk factors for IPV victimization were similar across both groups of women, mainly individuals’ personal histories and immediate social context. On the other hand, differences were found regarding factors related to the broader social context. The theoretical and practical implications of the findings are discussed, specifically with regards to their usefulness in violence prevention and response programs.

KEY WORDS: Intimate Partner Violence; Aging; Women; Risk Factors; Mexico

INTRODUCCIÓN

La violencia hacia las mujeres por parte de la pareja masculina es un problema social y de salud pública en México y en Latinoamérica. En este sentido, la prevalencia de violencia física y sexual de pareja reportada en la región latinoamericana oscila entre el 23,68% y el 29,51% de las mujeres1. Por su parte, un estudio llevado a cabo en México por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) estimó que el 43,9% de las mujeres mayores de 15 años han sido agredidas por una pareja masculina a lo largo de su relación2. La magnitud del problema, por tanto, obliga al continuo desarrollo de acciones públicas que lo prevengan y asistan a quienes lo experimentan.

La violencia en las relaciones de pareja es un fenómeno complejo y su presencia no es la misma para todos los grupos de mujeres, sino que varía por condiciones tales como la edad, el nivel educativo, la etnia y el estado marital3,4. Sin embargo, la investigación no ha puesto la misma atención en todos esos grupos. Concretamente, la violencia de pareja en las mujeres mayores de 60 años ha sido relativamente poco estudiada, dado que la atención se ha dirigido a la violencia y actos de negligencia que reciben las personas adultas mayores por parte de sus familiares y personas cercanas5.

Una razón que justifica la necesidad de estudiar la violencia de pareja en la vejez se relaciona con el continuo crecimiento de esta cohorte poblacional. En el caso de México, esto se aprecia en el hecho de que las personas de 60 años o más representaban, en el año 2000, el 6,8% de la población y se espera que, en 2050, sean el 28%6, por lo que este aumento plantea desafíos para los servicios dirigidos a atender sus problemáticas y necesidades, una de los cuales se relaciona con los maltratos.

La violencia de pareja en las adultas mayores merece estudiarse de forma separada de los maltratos de otros familiares, porque su existencia puede remontarse a décadas atrás en la historia de la mujer7. Por otro lado, dicho problema tiene rasgos específicos en ese grupo etario. Por ejemplo, es posible que ocurra en condiciones de discapacidad y enfermedad de la mujer, complicando el alejamiento del maltratador8. Además, algunas de sus secuelas son distintas a las observadas en mujeres más jóvenes. En este sentido, un estudio longitudinal mostró que el deterioro de la salud de las ancianas sometidas a la violencia de pareja, durante 16 años, era más acentuado que el de las mujeres que no habían sufrido abusos9. Igualmente, hay investigaciones que sugieren una mayor mortalidad (no debida a homicidio) en mujeres mayores con historias de maltratos10. Sin embargo, al ser menos los estudios con este colectivo queda trabajo por hacer para documentar cabalmente su experiencia de violencia. Por lo tanto, el propósito de este estudio es conocer la magnitud y los factores de riesgo de violencia de pareja en mujeres mayores de 64 años.

Prevalencia de la violencia de pareja en adultas mayores

Los estudios a gran escala sobre la prevalencia de violencia de pareja en México y Latinoamérica se han centrado en las mujeres en edad reproductiva. Por ejemplo, la investigación de la Organización Mundial de la Salud4, llevada a cabo en diez países, tomó muestras de mujeres de 15 a 49 años. De forma similar, un estudio recopiló y analizó las investigaciones realizadas en América Latina y el Caribe sobre la extensión del problema11, en las cuales es posible notar que recogieron información de mujeres que no superaban los 50 años.

Gran parte de la información sobre la violencia de pareja en la vejez proviene de los países desarrollados. De este modo, un estudio conducido en Alemania con una muestra representativa de mujeres de 66 a 86 años estimó un 1% de mujeres victimizadas por una pareja durante el año previo y un 27% por la relación actual12. En tanto, en España una investigación con una muestra aleatoria de más de 1.000 usuarias de servicios de salud mayores de 55 años determinó que el 29,4% habían sufrido violencia de pareja alguna vez en la vida7. Por lo que respecta a EEUU, el cálculo para el año 2010 de mujeres de 50 años y más agredidas por una pareja actual o pasada es de 1,3 por cada 1.000 mujeres13.

En Latinoamérica se han realizado investigaciones con muestras locales y nacionales que estiman la prevalencia de violencia de pareja en mujeres mayores. En tal sentido, Taurino, Curcio, Alvarado, Zunzunegui y Guerra14 detectaron en mujeres de 65 a 74 años de dos ciudades de Colombia y Brasil una prevalencia de violencia física de pareja de alrededor del 1% en ambas ciudades, mientras que la violencia psicológica fue del 19,4% y del 25,7% en las dos localidades, respectivamente. En México, Frías15 emplea los datos de una encuesta representativa sobre la violencia de género y encuentra que, para las mujeres de 60 años y más, las agresiones físicas y sexuales de pareja durante el último año estuvieron presentes en el 1,45% y el 1,06% de las participantes, respectivamente. En dicho estudio se aprecia que las mujeres con agresiones físicas de una pareja son casi el doble que las agredidas por familiares y otras personas.

Este panorama sugiere que la violencia de pareja en la tercera edad es menos prevalente que en edades más jóvenes. Sin embargo, gran parte de la información disponible proviene de estudios enfocados en la violencia física y sexual, mientras los escasos datos al respecto muestran que, en la tercera edad, la violencia emocional es igual de frecuente que en edades más jóvenes12. Además, los maltratos emocionales pueden generar secuelas igual de graves que los de tipo físico16,17.

Factores asociados con la violencia de pareja en la vejez

La violencia de pareja es un problema complejo y multidimensional, producto de la interacción de elementos personales, situacionales y socioculturales18. Por ejemplo, el estudio de la OMS5 en diez países identificó que la educación, la edad y el estado marital de la mujer incrementaban el riesgo de violencia. No obstante, lo anterior no ocurría en todos los países estudiados. Por su parte, Puente-Martínez, Ubillos-Landa, Echeburúa y Páez-Rovira19 documentan factores de riesgo para la violencia de pareja en todos los niveles de la realidad social, como el desarrollo económico, político y social del país, el número de hijos, el consumo de alcohol y haber sido testigo de violencia en la infancia.

Cuando se trata de adultas mayores, algunas variables asociadas con la violencia son similares a las detectadas en las mujeres más jóvenes. En este sentido, el estudio de Frías15 encontró que la experiencia de violencia en la infancia y el vivir en cohabitación aumentaba la probabilidad de victimización por una pareja en ancianas mexicanas. Además, existen revisiones de la bibliografía que señalan, como factores de riesgo de la violencia de pareja en ese colectivo, la ausencia de apoyo social y de programas de protección contra los abusos, la presencia de valores patriarcales, los bajos niveles de educación de las víctimas, el aislamiento, el ser de raza blanca, el consumo de alcohol, la obesidad y la indigencia20,21.

Por el contrario, algunos estudios señalan la existencia de factores de riesgo para la victimización que parecen característicos del fin del ciclo vital. De tal manera, las discapacidades físicas y mentales en la mujer, la partida de los hijos del hogar, el retiro y el experimentar actos de violencia por otros familiares aumentan el riesgo de abusos en las ancianas20,21.

No obstante, esos trabajos se han llevado a cabo principalmente con muestras estadounidenses, siendo escasos los estudios con mujeres de países en desarrollo, concretamente, de América Latina. Esto se señala porque los factores de riesgo son dependientes de los contextos donde tienen lugar. Relacionado con lo anterior, no se cuenta con la misma información sobre todas las expresiones de la violencia de pareja. Específicamente, la violencia psicológica no ha sido del todo estudiada, aún y cuando, como ya se mencionó, afecta el bienestar personal16,17. Además, existe información que muestra que las agresiones emocionales se pueden manifestar de forma particular en los ancianos22.

Por todo lo anterior, tomando los datos de una encuesta nacional representativa y con una perspectiva ecológica, esta investigación tiene como objetivo conocer la prevalencia y los factores de nivel social, contextual y personal asociados con el riesgo de experimentar violencia de pareja en mujeres mexicanas de la tercera edad. Concretamente, se pretende: 1) estimar la prevalencia de la violencia física, emocional y sexual por parte de parejas recientes en mujeres mexicanas, con especial atención en las mayores de 64 años; 2) explorar los factores sociales, de contexto y personales asociados con la probabilidad de vivir la violencia de pareja, y 3) contrastar la prevalencia de violencia y el peso de los factores asociados en las adultas mayores con la información respectiva de mujeres más jóvenes con el fin de tener un marco comparativo.

METODOLOGÍA

La fuente de información para este estudio es la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH 2016), efectuada por el INEGI en México y cuyo propósito fue explorar, en una muestra representativa de mujeres mexicanas de 15 años o más, la experiencia de violencia en varios ámbitos de la vida cotidiana, como las relaciones de pareja. Las secciones del proyecto de interés para esta investigación fueron la experiencia de violencia de pareja en el último año y las características de las participantes en cuanto a su perfil general, historia de victimización y entorno social.

En total, en el proyecto se recolectó información de 111.256 mujeres, aunque en este trabajo se descartaron quienes no hubiesen tenido relaciones de pareja con varones, cuyos registros estuvieran incompletos y las viudas; por tanto, se analizaron los datos de 97.874 participantes. Además, es preciso señalar que en la ENDIREH se capacitó al personal operativo en el cumplimiento de consideraciones éticas durante la recolección de datos, incluyendo las relacionadas con el respeto de la privacidad, confidencialidad, bienestar y normas culturales de las informantes23.

Participantes

En este trabajo se analizó la información contenida en la ENDIREH 2016 de aquellas participantes mayores de 64 años que están o han estado en una relación con un varón, sin importar su estatus relacional, siendo excluidas las viudas. Con el fin de conocer las particularidades de las mujeres elegidas con respecto a la violencia, se usó la información de participantes más jóvenes que tuvieran o hubieran tenido una pareja masculina. De tal forma, se crearon cinco grupos etarios de mujeres: de 15 a 29 años (n=27.472), de 30 a 49 años (n=44.240), de 50 a 64 años (n=18.752) y mayores de 64 años (n=7.410). En total, se analizó la información de 97.874 mujeres.

Variables

Siguiendo el marco ecológico18, las variables predictoras se seleccionaron considerando la representación de cada uno de los niveles ecológicos. En cuanto a la historia personal, se incluyeron los años de escolaridad, poseer un trabajo remunerado (variable dicotómica con dos categorías: “sí” y “no”) y el estado marital (variable nominal con tres categorías: “casada/en cohabitación”, “separada o divorciada” y “soltera”). Además, se crearon índices con la sumatoria de las respuestas de las participantes a los reactivos sobre la experiencia de violencia en la familia de origen durante la infancia, tal y como es definido en la encuesta. De esta manera, se elaboró un índice referente a ser testigo de violencia en la infancia y otro sobre la experiencia de violencia física y emocional en la niñez. Cada índice se formó con dos reactivos, presentando valores comprendidos entre dos y seis, donde los niveles más altos indicaban una mayor victimización. La consistencia interna alcanzada fue del 0,76 y 0,7, respectivamente.

Las variables del microsistema estuvieron relacionadas con el entorno inmediato; concretamente, con el apoyo social percibido y victimización por familiares en el ultimo año. En el primer caso, con los reactivos de la sección de la encuesta sobre capital social, se creó un índice formado con la sumatoria de las respuestas de la participante sobre la posibilidad de solicitar ayuda a las personas cercanas en caso de problemas económicos, situaciones relacionadas con las labores diarias, necesidad de consejo, enfermedad y preocupaciones (el rango de puntajes iba de cero a seis y mayores puntajes reflejaban un mayor apoyo social). La confiabilidad obtenida de dichos reactivos fue de 0,92. En el caso de la violencia familiar, se construyó un índice con la suma de las respuestas de la participante en los siete reactivos correspondientes a agresiones físicas y emocionales cometidas por familiares durante el último año (consistencia interna: 0,71). El rango correspondiente iba de 7 a 28, donde mayores puntajes representaban más violencia. La definición de esta variable y su operacionalización se toma tal y como aparece en la encuesta.

Para el exosistema, las variables incluidas fueron el estrato socioeconómico (variable nominal con cuatro categorías: bajo, medio bajo, medio alto y alto), la pertenencia indígena (variable dicotómica con dos categorías: “sí/en parte” y “no”) y la residencia de la participante (variable dicotómica con dos categorías: “rural” y “urbana”). Otra variable fue la condición de actividad de su pareja (variable dicotómica con dos categorías: “cuenta con empleo y/o va a la escuela”, y “no cuenta con empleo ni va a la escuela”). Asimismo, se elaboró un índice de aislamiento social sumando las respuestas de las participantes ante seis preguntas sobre su participación en reuniones con vecinas y familiares, y en actividades religiosas, comunitarias, deportivas o de diversión (el rango de puntajes iba de 6 a 12, donde mayores puntajes significaban un mayor aislamiento). El coeficiente alfa de Cronbach para estos reactivos fue de 0,6. Al igual que con todas las variables relacionadas con la violencia, aquí se tomó en cuenta la operacionalización que se hace en la encuesta.

En el caso del macrosistema se incluyó un índice con una variable explorada en la encuesta que busca reflejar la percepción de equidad de género en la sociedad, compuesta por nueve reactivos referentes a las opiniones de la participante sobre los roles masculinos y femeninos (rango: 9 a 18), donde puntajes más altos indican percepciones de papeles de género más equitativos y de mayor libertad para las mujeres (consistencia interna: 0,67).

Por otra parte, las variables para este estudio fueron la experiencia de violencia física, emocional y/o sexual durante el último año por parte de una pareja masculina. De tal manera, la ENDIREH 2016 incluye reactivos sobre la frecuencia vivida en los últimos doces meses de actos de violencia física, emocional y sexual. El formato de respuesta de esas preguntas fue de tipo Likert (“no ocurrió”, “una vez”, “pocas veces”, “muchas veces”). El que la participante respondiera distinto a “no ocurrió” a por lo menos uno de esos reactivos se consideró un caso de violencia.

Estrategia analítica

Se estimó el porcentaje de mujeres en los cuatro grupos que experimentó violencia de pareja emocional, física y sexual (IC 95%). Asimismo, se usó estadística descriptiva para calcular la presencia de los factores sociales, contextuales e individuales en las participantes. Para explorar las diferencias de esos factores en los grupos de mujeres se usó el chi cuadrado en las variables nominales, la prueba Kruskal-Wallis en las variables ordinales, y el análisis de varianza de un factor en las variables numéricas. Para la exploración de los factores asociados con la violencia de pareja en cada uno de los grupos se empleó la regresión logística binaria, y se obtuvo el odds ratio (OR) con intervalos de confianza del 95%. El programa informático para realizar los análisis fue el SPSS 24 para Windows.

RESULTADOS

En relación con los indicadores descriptivos de los predictores, las mujeres ancianas tendieron a estar menos empleadas, pertenecer en mayor medida a un grupo indígena, vivir en el campo y tener una pareja sin empleo, que las mujeres más jóvenes (Tabla 1). Asimismo, las mujeres mayores tuvieron 5,5 años de escolaridad, alcanzaron menores puntajes en ser testigo de violencia en la infancia y fueron el segundo grupo con menor puntuación en experiencia de violencia en la niñez; en tanto, en ellas se obtuvieron menores puntuaciones en el apoyo social percibido y en la percepción de equidad en los roles de género.

Por otra parte, en la prevalencia de violencia se estimó que casi la cuarta parte del total de participantes (24,7%) vivió alguna forma de violencia de pareja en el último año, aunque en las adultas mayores la prevalencia fue menor, con un 16,3%. En cuanto a los tipos de violencia estudiados, como se aprecia en la Tabla 2, se observaron en las adultas mayores porcentajes de violencia emocional, física y sexual del orden del 15,5%, 5,9% y 0,9%, respectivamente, siendo los más bajos de todos los grupos. Además, en todos los grupos de mujeres la violencia emocional es la más frecuente (en total, 24% de las participantes la sufrieron), estando en casi la totalidad de los casos de violencia, mientras que la sexual es la que obtiene los porcentajes más bajos (2,1% de prevalencia).

Tabla 1 Características de las mujeres participantes según grupos de edad y variables analizadas (n=97.874). México, 2016. 

Variables 15 a 29 años (n=27.472) 30 a 49 años (n=44.240) 50 a 64 años (n=18.752) +64 años (n=7.410)
% % % %
Cuenta con trabajo remunerado* 34,7 50,0 36,7 13,7
Estado marital*
Casada / en cohabitación 60,1 80,8 78,3 79,8
Separada o divorciada 6,3 11,7 16,8 15,7
Soltera 33,6 7,4 4,9 4,5
Pertenencia indígena* 26,4 26,9 27,3 28,9
Residencia*
Rural 25,3 23,4 23,0 28,9
Urbana 74,7 76,6 77,0 71,1
Pareja trabaja y/o estudia* 87,2 85,5 63,6 30,6
Estrato socioeconómico*
Bajo 20,8 18,3 16,8 20,7
Medio bajo 53,9 52,9 49,5 49,0
Medio alto 18,5 19,5 24,5 2,3
Alto 6,7 9,3 9,2 7,9
? ? ? ?
Edad* 23,0 38,7 56,0 71,7
Años de escolaridad* 9,8 9,1 7,6 5,5
Testigo de violencia en la infancia* 2,87 3,04 2,94 2,75
Experiencia de violencia en la infancia* 2,78 2,98 2,97 2,94
Apoyo social percibido* 5,65 5,46 5,26 5,06
Victimización por familiares en el último año* 7,31 7,21 7,10 7,14
Aislamiento* 9,50 9,46 9,39 9,57
Equidad en los roles de género* 16,10 15,71 15,02 13,97

Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH).

Nota: Para comparar las variables nominales se empleó el test de chi cuadrado, en las ordinales la prueba Kruskal-Wallis, y en las variables numéricas el análisis de varianza de un factor.

*Valor de p < 0,001.

Tabla 2 Prevalencia de violencia de pareja en el último año, en mujeres, según grupos de edad. México, 2016. 

Tipo de experiencia de violencia Total 15 a 29 (n=27.472) 30 a 49 (n=44.240) 50 a 64 (n=18.752) +64 años (n=7.410)
% IC 95% % IC 95% % IC 95% % IC 95%) % IC 95%
Violencia emocional 24,0 23,7-24,3 28,2 27,6-28,7 25,0 24,6-25,4 18,9 18,3-19,4 15,5 14,6-16,3
Violencia física 7,0 6,8-7,1 7,1 6,8-7,4 7,5 7,3-7,8 5,9 5,6-6,3 5,9 5,3-6,4
Violencia sexual 2,1 2,0-2,2 2,1 1,9-2,3 2,6 2,4-2,7 1,7 1,5-1,9 0,9 0,7-1,1
Cualquier tipo de violencia 24,7 24,5-25,0 28,9 28,3-29,4 25,7 25,3-26,1 19,6 19,1-20,2 16,3 15,4-17,1

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH).

En otro orden de ideas, se efectuaron cuatro análisis de regresión logística, uno para cada grupo de participantes, con el fin de conocer la asociación entre la ocurrencia de violencia y las variables personales, situacionales y sociales. En la Tabla 3 se presentan los resultados. En los cuatro grupos de mujeres esos análisis fueron estadísticamente significativos.

Los resultados revelan algunas similitudes y diferencias entre las adultas mayores y los grupos de mujeres más jóvenes con respecto a los factores asociados con la victimización. En cuanto a las variables referidas a la historia personal, se identificaron patrones similares en los cuatro grupos de mujeres. De esta manera, poseer un trabajo remunerado aumentó el riesgo de violencia en las mujeres ancianas y los otros grupos, con excepción de las mujeres de 15 a 29 años (OR=1,03; p>0,05). En las adultas mayores, poseer un empleó aumentó la probabilidad de victimización en un 48%.

Tabla 3 Factores asociados con la violencia de pareja en el último año, en mujeres, segun grupos de edad. México, 2016. 

Variables personales situacionales y sociales 15 a 29 (n=27.472) 30 a 49 (n=44.240) 50 a 64 (n=18.752) +64 años (n=7.410)
RM IC 95% RM IC 95% RM IC 95 RM IC 95%
Años de escolaridad 1,00 0,99-1,01 1,00 0.99-1,00 1,00 0,98-1,01 1,00 0,98-1,00
Cuenta con un trabajo remunerado 1,03 1,00-1,10 1,11** 1,06-1,17 1,14** 1,05-1,23 1,48** 1,23-1,79
Estado marital
1,00 Casada / en cohabitación1 1,00 1,00 1,00 1,00
Separada o divorciada 1,16** 1,04-1,30 0,54** 0,50-0,59 0,27** 0,24-0,32 0,17** 0,12-0,22
Soltera 0,84** 0,79-0,89 0,58** 0,52-0,64 0,38** 0,30-0,48 0,15** 0,09-0,27
Testigo de violencia en la infancia 1,18** 1,15-1,20 1,16** 1,15-1,18 1,18** 1,14-1,21 1,20** 1,14-1,26
Victimización en la infancia 1,22** 1,20-1,25 1,25** 1,23-1,27 1,23** 1,20-1,27 1,23** 1,16-1,29
Apoyo social percibido 0.88** 0,85-0,90 0,91** 0,89-0,92 0,89** 0,87-0,92 0,90** 0,86-0,94
Victimización por familiares 1,18** 1,16-1,20 1,17** 1,15-1,20 1,17** 1.13-1,20 1,23** 1,16-1,31
Estrato socioeconó-mico (bajo)
Bajo1 1,00 1,00 1,00 1,00
Medio bajo 1,19** 1,10-1,30 1,14** 1,06-1.23 1,15* 1,00-1,30 1,18 0,96-1,46
Medio alto 1,28** 1,15-1,40 1,23** 1,12-1,36 1,10 0,94-1,30 1,29 0,99-1,70
Alto 1,19* 1,03-1,37 1,04 0,93-0,16 1,05 0,86-1,28 1,23 0,87-1,74
Pertenencia indígena 0,99 0,93-1,06 0,94* 0,90-0.99 0,98 0,89-1,07 0,92 0,79-1,06
Residencia urbana 1,18** 1,09-1,29 1,16** 1,08-1,24 1,11 0,99-1,25 1,10 0,91-1,32
Empleo en la pareja 1,43** 1,30-1,57 1,35** 1,25-1,50 1,19** 1,09-1,30 0,99 0,86-1,14
Aislamiento 1,07** 1,05-1,10 1,10** 1,09-1,12 1,09** 1,05-1,12 1,04 0,99-1,09
Equidad en los roles de género 0,99 0,97-1,01 1,02* 1,00-1,03 0,99 0,97-1,01 0,98 0,94-1,01

Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta Nacional de la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH).

*Valor de p≤0,05; **Valor de p≤0,01. OR: Odds ratio.

1Valor de referencia.

En el estado marital, las mujeres separadas y solteras mostraron un menor riesgo de ser agredidas en comparación con las casadas en todos los grupos etarios, con excepción de las mujeres divorciadas de 15 a 29 años (OR=1,16; p<0,01). Concretamente, en el grupo de las ancianas, las probabilidades de violencia fueron menores en un 83% en las divorciadas y en un 85% en las solteras, con relación a las casadas. Por lo que respecta a la escolaridad, en ningún grupo estuvo asociada con el riesgo de victimización (OR=1; p>0,05). Asimismo, ser testigo de violencia en la infancia aumentó la probabilidad de violencia en las adultas mayores en un 20% y la experiencia de violencia en la niñez, en un 23%.

En las variables referidas al microsistema hubo hallazgos parecidos. Así, en todos los grupos, el apoyo social percibido disminuyó el riesgo de violencia en alrededor del 10%, mientras que la victimización física y emocional ejercida por familiares en el último año aumentó el riesgo en un 23% en las ancianas, aunque también lo incrementó en todos los grupos de mujeres.

Por otra parte, en las variables relativas al exosistema, las adultas mayores mostraron algunos patrones particulares: el estrato económico, residir en un contexto urbano (OR=11; p>0,05), que la pareja no tuviera actividad académica o laboral (OR=0,99; p>0,05) y el grado de aislamiento (OR=1,039; p>0,05) no mostraron relación con las agresiones, a diferencia de la mayoría de los grupos más jóvenes. Aunado a lo anterior, la percepción de equidad en los roles de género no tuvo relación con la victimización en las ancianas (OR=0,976; p>0,05), ni en otros dos grupos de mujeres.

DISCUSIÓN

Este estudio pretende contribuir al entendimiento de la violencia de pareja en las mujeres de la tercera edad en el contexto mexicano. Como ya se mencionó, el crecimiento de esta población y la escasez de información sobre el tema de la violencia en la vejez hacen necesaria una investigación como esta, que pueda servir de fundamento en el diseño de políticas y programas orientadas a prevenir y atender la violencia de género en las relaciones de pareja, considerando los desafíos particulares enfrentados por las personas mayores.

En cuanto a su prevalencia, los datos indican que la violencia de pareja está presente en todas las etapas de la vida, incluyendo la tercera edad, en una alta proporción de las mujeres. Si bien los porcentajes de victimización decrecen con la edad, esta investigación muestra que el grupo de las adultas mayores continúa experimentando los tres tipos de violencia explorados. Algunos de estos hallazgos son parecidos a los de otros estudios que distinguen los maltratos de pareja de los cometidos por otras personas y realizados a nivel internacional y nacional con muestras nacionales representativas. Por ejemplo, en ancianas alemanas (de 66 a 86 años) Stöckl y Penhale12 documentaron una prevalencia de violencia emocional similar y de violencia física y sexual inferior a la de esta investigación. En tanto, en el estudio de Frías, con datos de la ENDIREH 2011 para adultas mexicanas de 60 años y más15 se aprecian porcentajes de violencia sexual de pareja semejantes y de violencia física menores que los obtenidos en este estudio. Esto último puede ser indicativo del poco avance de las acciones en México para abordar el problema en cuestión para este colectivo.

Asimismo, en el caso de la violencia física reciente se observó que su prevalencia fue menor en los grupos de mujeres mayores. Al respecto, la bibliografía ha evidenciado que las agresiones físicas recientes de pareja son más prevalentes en las mujeres más jóvenes en muchos países4,11. En esta investigación, ese hallazgo parece confirmarse; sin embargo, es posible notar que la disminución de ese tipo de violencia en los grupos de mujeres mayores fue menos acentuada que en el caso de las agresiones emocionales y sexuales. Por su parte, la violencia sexual apenas apareció en la experiencia de las mujeres ancianas, lo cual puede deberse a la falta de sensibilidad del instrumento empleado para captar esta violencia en las adultas mayores.

Otro resultado es que las agresiones psicológicas fueron experimentadas por las adultas mayores en un mayor porcentaje que la violencia física y sexual, confirmando lo encontrado por otros estudios(7,14 ). Incluso, casi triplican la proporción de las agresiones físicas y están presentes en casi la totalidad de los casos de violencia, por lo que se debe poner especial atención a esto debido a los riesgos que genera cuando se presenta en conjunto de agresiones emocionales, físicas y sexuales7. Al igual que con la violencia física y sexual, la prevalencia más baja de maltratos emocionales se dio en las participantes ancianas. Lo cual pone en evidencia que, por mucho que disminuyan las agresiones en los últimos años de la vida, la violencia emocional sigue siendo la principal forma en que las mujeres son agredidas por su pareja.

Por otro lado, hubo semejanzas y diferencias en los factores asociados a la victimización en la vejez y las edades más jóvenes. En el caso de las semejanzas, los resultados arrojaron pocas diferencias a través de los grupos en las variables relacionadas con la historia personal y el microsistema. Es de notarse que la historia de victimización en la infancia, ya sea por haber recibido golpes, insultos o haber presenciado violencia en el hogar, tuvo relación con la violencia de pareja en los cuatro grupos de mujeres, lo que es prueba del largo alcance que tienen esas experiencias tempranas a lo largo de la vida, incluso en la vejez.

Por otra parte, este estudio no confirma lo encontrado en otros estudios realizados a nivel internacional con respecto a la escolaridad y el estado marital4, en los cuales la escolaridad aparece como un factor que previene la violencia, mientras que el estar divorciada aumenta su riesgo. Por el contrario, en este trabajo, tener más grados de escolaridad no se asociaba con la victimización, mientras estar divorciada bajaba su riesgo en todos los grupos de mujeres, exceptuando en las más jóvenes.

En tanto, entre las mujeres mayores de 65 años y las pertenecientes a los otros grupos etarios se observaron diferencias en las variables de contexto. De tal forma, en las mujeres mayores, el nivel socioeconómico, la pertenencia indígena, el vivir en una ciudad, la falta de empleo en la pareja y el grado de aislamiento no guardaron relación con la violencia padecida, a diferencia de los grupos de mujeres más jóvenes. Asimismo, es de notarse que percibir equidad en los roles de género (elemento del macrosistema) no mostró ser un factor protector frente a la violencia en las adultas mayores ni en ningún otro grupo. Otras investigaciones han tenido resultados semejantes en mujeres jóvenes24.

Estos hallazgos sugieren diferencias en las motivaciones y factores de riesgo reportadas entre la violencia de pareja que experimentan aquellas mujeres provenientes de muestras clínicas o seleccionadas y aquellas mujeres provenientes de la población en general y/o en estudiantes en los países menos desarrollados25. De tal manera, mientras que en las primeras tienen una mayor importancia las variables del macrosistema, en las segundas impactan factores ubicados en distintos niveles ecológicos.

La principal limitación del estudio está en el uso de una fuente de información secundaria, lo que provoca no poder trabajar con todas las variables de interés ni controlar la manera en que se miden. Otro aspecto que constituye una limitante del presente estudio y de la encuesta en sí es la falta de un instrumento que indague las dinámicas diádicas violentas recíprocas en la pareja como factor de riesgo para una mayor victimización (escalada de violencia), lo que ha sido mostrado en otros trabajos25. En tercer lugar, el diseño transversal de la investigación impide establecer relaciones causales de los hallazgos. A pesar de las anteriores limitaciones, este trabajo presenta evidencia sólida sobre la presencia de violencia de pareja en la vejez y algunos factores asociados que le son específicos, los cuales se recomienda sean explorados en futuros trabajos para su mejor comprensión.

En cuanto a los estudios futuros sobre el tema, se sugiere replicar la investigación para confirmar los resultados obtenidos e incluir las agresiones emocionales como una dimensión importante de la violencia de pareja en todas las etapas de la vida. Para la intervención se recomienda que los protocolos de detección de violencia también se dirijan a las mujeres mayores y que exploren todos los tipos de victimización. Además, las intervenciones deben trabajar desde modelos integrales, que consideren el abordaje de los elementos del contexto inmediato de la mujer mayor y sus necesidades específicas, con el fin de ser más efectivos.

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Recibido: 16 de Octubre de 2019; : 01 de Abril de 2020; Aprobado: 08 de Abril de 2020; : 11 de Mayo de 2020

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