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Scripta Mediaevalia

versión impresa ISSN 1851-8753

Scripta Mediaevalia vol.7 no.1 Mendoza jun. 2014

 

RESEÑAS

El amor sapientiae ante la diferencia absoluta (Plotino, VI 9)
Martín Zubiria, SS&CC Ediciones, Mendoza 2012, 140 pp. ISBN: 978-950-9064-68-3

 

Entre los aportes doctrinales más singulares que han sido legados por el pensamiento de Plotino a la tradición filosófica posterior sobresale, tanto por su forma discursiva cuanto por el contenido mismo de esa exposición, el tema de la naturaleza del Bien o del Uno: realidad primera y absoluta, fuente de unidad de todo cuanto es y principio trascendente a todo orden categorial, puesto que indecible de manera radical, en la medida en que entre el Uno y todo lo que no es él media el abismo inquebrantable de la diferencia absoluta. Dentro de esta misma línea temática, recibe acogida el presente volumen preparado por M. Zubiria, que figura entre las publicaciones recientes dadas a conocer en el medio académico filosófico en relación con el pensamiento de Plotino en general y con la doctrina acerca del Uno en particular.
A la luz de aquella expresión, vale recordar, la de «Teología de la diferencia absoluta», cuya articulación suena - en opinión del mismo autor - un tanto altisonante (p. 12), se despliega el contenido del ejemplar en cuestión. Su forma literaria se organiza a modo de un comentario al último tratado, precisamente el noveno, de la En. VI titulado: «Sobre el Bien o el Uno», según reza dentro del marco de la edición porfiriana de la obra de Plotino. Si se atiende, empero, al orden cronológico que presenta la producción de Plotino, ese escrito figura entre los primeros de su obra filosófica. Sin embargo, M. Zubiria hace valer la distinción de que, así como Plotino tomó la pluma cuando él mismo frisaba los cincuenta años, es razonable que ninguno de sus tratados de pie a ser considerado de antemano con las reservas que suelen provocar a justo título las obras primerizas de un pensador.
A los efectos de justificar qué derecho tiene la elección del mentado tratado para volverlo tema de un estudio más detenido, conviene reparar, por lo demás, en el asunto de que el Bien o el Uno, en cuanto principio supremo de la especulación plotiniana, es objeto de una reflexión sostenida a lo largo de todos los tratados que integran las Enéadas. Sobre la base de este punto, el autor observa que «ya el hecho de que Porfirio reservara el título de "Sobre el Bien o el Uno" precisamente para este mismo escrito, al que también le asigna un lugar de privilegio dentro del corpus, no de simple remate, sino de un verdadero coronamiento en virtud del movimiento anagógico que preside la disposición eneádica de los textos plotinianos, el hecho, pues, de haber sido considerado prelationis honore maxime dignus, constituye por sí solo un estímulo más que poderoso para volverlo objeto de un comentario» (p. 7).
A propósito del título del tratado de marras: «Sobre el Bien o el Uno» (Περὶ τἀγαθοῦ ἢ τοῦ ἑνός), M. Zubiria realiza una esclarecedora observación de orden lingüístico. Advierte el autor que la palabra griega empleada por Plotino para nombrar al Uno es un adjetivo numeral sustantivado. Si bien en español se dispone de dos formas para enunciar el género de estos términos: masculino y femenino («uno y una»), la lengua griega, así como la latina, posee tres, a saber, masculina (εἷς), femenina (μία) y neutra (ἕν). En virtud de un uso normal de esa misma lengua, este último adjetivo se convierte en un sustantivo cuando se le antepone el artículo determinante neutro: τὸ ἕν, «lo uno». Cabe señalar que Plotino no sustancia la forma masculina, es decir, no dice ὁ εἷς, «el uno», sino τὸ ἕν, «lo uno». M. Zubiria afirma que esta decisión del Neoplatónico obedece, cuando menos, a dos razones.
En primera instancia, porque esa palabra puede ser utilizada para designar la «unidad», ya sea que por medio de ella deba ser entendida una determinación cualitativa o bien el elemento mínimo a partir del cual se constituye un todo. En este caso, τὸ ἕν se comporta lisa y llanamente como un sinónimo de cualquiera de los tres sustantivos abstractos con que en griego se nombra la unidad: ἡ ἑνάς, ἡ μονάς, ἡ ἑνότης. Plotino se vale de la expresión τὸ ἕν para referirse ya a la unidad, en el sentido de la forma que permite comprender de manera unitaria lo que en rigor consta de muchas partes, o bien al Uno como principio absolutamente primero de todo cuanto es.
La otra razón - considera el autor - por la que el Neoplatónico elige la forma neutra reside en la naturaleza del Uno, puesto que por su misma infinitud reclama para sí que se lo piense como carente de toda determinación y, en consecuencia, más allá de la oposición genérica de lo masculino y lo femenino. Sin embargo y a pesar de estas precisiones, M. Zubiria acota que el género neutro es empleado en las lenguas modernas para designar por medio de él entidades abstractas. Es por ello que, en razón de esto último, se prefiera en español la forma masculina para traducir el τὸ ἕν plotiniano y convenga más decir «el Uno» lo mismo que «el Bien». Por su parte, Plotino apela de igual manera a formas gramaticales masculinas para hacer alusión al Uno (En. VI 8, 10, 23), en el sentido de que tales locuciones impiden la representación de lo radicalmente primero (τὸ πρῶτον) como una determinación meramente formal o cualitativa; aunque este uso, por cierto, no pasa de ser excepcional en la obra del filósofo.
¿Qué expresa, en relación con la diferencia absoluta, la enjundia condensada en las páginas de esta publicación? ¿Cuál es el interés que su lectura podría suscitar en el medio académico y especializado? Fundamentalmente, esta edición de M. Zubiria tiene el mérito de presentar de una manera diáfana, en un lenguaje preciso y cuidado pero al mismo tiempo asequible a docentes tanto como a alumnos, la estructura armónica del recorrido ascendente propuesto por Plotino en su intención por definir qué es el Uno.
Plotino va respondiendo a esta pregunta a lo largo de los once capítulos que conforman su tratado. El método del que se vale para ello es inicialmente ascendente (ἐπαγωγή), en la medida en que no sólo parte de ciertos ejemplos concretos, sino porque estos, a su vez, se suceden entre sí como los peldaños de una escala que conduce finalmente hacia la determinación conceptual de la realidad buscada. Aunque también este recorrido se determina según el modo apofático, tal como ha sido denominada por la teología la vía de remoción en virtud de la cual se procede en orden negativo, diciendo primeramente lo que no es algo - máxime cuando se trata de una realidad a la que con propiedad cabe el epíteto de divino - para intentar decir luego lo que sí es por vía superlativa o de excelencia. Así, conforme con el orden propuesto por Plotino, se observa que el tratado puntualiza primero que el Uno es la razón de ser de todas las cosas, si bien afirma a continuación que el Alma no es el Uno (cp. I), ni que tampoco el Intelecto es el Uno (cp. II), que el Uno carece de forma (cp. III) y que su naturaleza es de carácter incomprensible (cp. IV). El cp. V habla acerca de lo fortuito y del azar, pero en lo sucesivo se prosigue diciendo que el Uno es infinito y que en él no hay ni voluntad ni intelecto (cp. VI). Por estas razones, el encuentro con el Uno reclama para el alma el abandono de la exterioridad en la que se halla a fin de que, vuelta sobre sí misma, propicie una relación de intimidad en orden a la unión definitiva con él (cp. VII). La obra culmina presentando el movimiento del alma singular que asciende hacia el estado de comunión con el Uno (cp. VIII), en cuya visión unitiva ella se vuelve beata, se extasía ante semejante presencia, a la vez que goza - en el marco de una experiencia mística - de la fruición que implica el permanecer henchida de luz ante el Bien indecible (cp. IX-XI).
El trabajo de M. Zubiria se muestra, por lo demás, como una auténtica empresa exegética que, como el mismo autor reconoce, «pretende iluminar, a partir de un texto determinado, la doctrina plotiniana de lo Uno [...]» (p. 12). Esta exposición, emprendida con erudición y agudeza interpretativa, descansa sobre la base de la edición crítica del texto griego (P. Henry et H.-R. Schwyzer, editio maior: 1951-1973, editio minor: 1964-1982) y ha tenido a la vista las traducciones más autorizadas: la francesa de Bréhier (París: 1923-1938), la italiana de Cilento (Bari: 1947-1949), las inglesas de MacKenna, revisada por B. S. Page (London: 19623), y de Amstrong (col. Loeb: 1966-1967) y, por último, la española de Igal (Madrid: 1998) quien, por su reconocida competencia filológica, dedicó al tratado de En. VI 9 una serie de observaciones críticas tan agudas como esclarecedoras (Helmantica 22, 273-304). El autor también ha contado con las glosas a la versión latina de las Enéadas realizadas por M. Ficino (Paris: 1896).
Si bien reconoce que su producción es deudora de la labor de no pocos eruditos que han consagrado su vida a los estudios plotinianos, el escrito de M. Zubiria, por su parte, patentiza una claridad que no nace de la investigación misma, en la medida en que la precede, justifica y hasta la vuelve posible. El autor asevera que su estudio se sitúa en otro mirador que ya no es el de la indagación historiográfica. En este sentido y por lo que respecta a los puntos más originales que contiene la presente publicación, se destaca el hecho de ubicar la figura de Plotino desde un ángulo de análisis inusitadamente nuevo, tal como ha sabido presentarlo de manera diferenciada, e incluso más acá de la posmodernidad, el pensamiento logotectónico de Heriberto Boeder (Topologie der Metaphysik, Friburgo/Munich: 1980). Por medio de la publicación de una serie de trabajos suyos, así como de algunas lecciones o seminarios dictados en Alemania, Boeder ha dado a conocer una comprensión renovada de la historia de la filosofía, de su disposición cronológica y hasta de la topología de los mismos representantes que integran tanto el todo de la Historia del amor a la sabiduría, cuanto el todo de la esfera del Mundo de la Modernidad en sentido singular y el todo de la esfera del Lenguaje.
Las líneas doctrinales del libro aquí reseñado se establecen, en lo sustancial, sobre la base de que Plotino constituye el comienzo propiamente dicho de la razón conceptual o especulativa de la filosofía de la Época Media; contrario a lo que propugna la mayor parte de especialistas en materia de neoplatonismo al considerar a Plotino - a partir de un juicio que en nada difiere del esquema bipartito presentado por Hegel en sus Lecciones de historia de la filosofía - el último representante de la última fase de la Filosofía Antigua. M. Zubiria procura poner de manifiesto, por medio de una reflexión sostenida que se extiende a lo largo de todo su libro, hasta qué punto este juicio acerca de la posición plotiniana resulta decisivo para comprender el pensamiento del filosófo en su totalidad.
Aun cuando su estudio esté enriquecido a partir de una solvencia crítica y, no menos, de relaciones con otros autores, de citas y comentarios, de una agudeza y delicadeza lingüística sin par, de traducciones y hasta de propuestas satisfactorias sobre el mejor modo de dirimir el sentido o el significado de un término polisémico, M. Zubiria se atiene al propósito de atender menos a intervenir en la discusión histórico filológica que a comprender la naturaleza del movimiento seguido por la reflexión plotiniana a lo largo del tratado seleccionado para su análisis. Por medio de pasajes y relaciones conceptuales sustentados en las otras posiciones claves de la filosofía de la Época Media: Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, el autor vincula la figura de Plotino con ambos en su referencia a una tarea común: la de atender a la norma de la sapientia christiana, determinada como un saber universal acerca del destino del hombre, que preside la reflexión especulativa de la razón y la conduce hacia la diferenciación no sólo de sí misma, sino respecto de sí misma. El desarrollo mismo de la reflexión plotiniana manifiesta el movimiento de autodeterminación de la filo-sofía medieval a la luz de la relación concipiente con una sabiduría histórica configurada según un orden epocal. En el caso de Plotino, la sistemática de Boeder muestra que el saber con el cual se religa el pensamiento del Neoplatónico es el de la Revelación Neotestamentaria, tal como la misma se articula en sus fuentes constitutivas: a) Evangelios Sinópticos, b) Epístolas Paulinas y c) Evangelio según San Juan.
En este sentido, conviene señalar el modo característico en que el autor presenta a lo largo del libro la relación de Plotino con el mensaje de la Revelación Neotestamentaria. En el campo de la investigación historiográfica, por cierto, la vinculación de Plotino con el Cristianismo ha tenido ya sus defensores y detractores. Entre estos últimos figura, v. gr., nada menos que Bréhier, empeñado siempre en ver en Plotino un representante del paganismo antiguo; mientras que cabría mencionar a M. Ficino como un ejemplo de los primeros. De allí que hablar acerca del «cristianismo de Plotino», lejos de ser una novedad, puede resonar incluso como una cuestión ya tratada y hasta zanjada por los especialistas. Aun cuando ello sea discutible, lo cierto es que en el estudio de M. Zubiria el vínculo del Neoplatónico con el Nuevo Testamento recibe, a partir de las enseñanzas de Boeder, una justificación de carácter sistemático. No se trata ya de establecer esa relación a partir de algunas observaciones aisladas a las que acaso podrían oponerse otras observaciones, sino de captar su posición a partir de una concepción epocal del saber metafísico o filosófico sensu stricto que, deudor siempre de una sabiduría inicial, se articula en cada caso como una ratio de tres términos. La decisión, entonces, de reconocer en Plotino la posición primera de la Época Media responde al hecho de que en él, el Uno-Bien es pensado a la luz de la «diferencia absoluta», esto es, a la luz de una noción que funda para toda la Época la posibilidad de hablar del «Dios trascendente».
La exposición de M. Zubiria va procediendo more Plotini toda vez que recorre detenidamente los diferentes aspectos y temas presentados en los capítulos del tratado, pero a su vez interpretándolos a la luz de la relación intrínseca que vincula la posición plotiniana con la sabiduría epocal neotestamentaria. Por tales razones, el trabajo de marras está lejos de ser una mera glosa o una repetición de las ideas dichas por Plotino. Las agudas observaciones argüidas por M. Zubiria iluminan y descubren la estructura inteligible del texto mentado. En cada uno de los capítulos el autor explicita el contenido de la enseñanza del Neoplatónico, aunque no se conforma simplemente con ello, sino que establece, en la medida en que lo torna posible el mismo documento fuente, las distinciones necesarias que permiten fundamentar en qué se diferencia el pensamiento de Plotino de la filosofía que le precede, como así también en qué puntos converge tanto con respecto a las posiciones fundamentales de la filosofía de la Primera Época (Parménides-Platón-Aristóteles), cuya impronta especulativa es de un orden primordialmente teórico, como de la Última (Kant-Fichte-Hegel), que se despliega en vista de una determinación especialmente poiética. La exégesis del autor sobre el texto plotiniano llama la atención del lector sobre la impronta peculiarmente práctica que anima el movimiento reflexivo, puesto que concipiente, de la filosofía de la Época Media enarbolada por Plotino, toda vez que implica una conversión de la voluntad en aras de la salvación y no de la sola contemplación.
En relación con lo que se ha venido mencionando a propósito de la originalidad que presenta el comentario desarrollado por M. Zubiria, conviene, por último, dedicar tan siquiera un breve párrafo a poner de relieve la larga serie de relaciones conceptuales, temáticas e incluso terminológicas que este trabajo establece entre el pensamiento de Plotino y los autores de la Época Media, incluidos aquellos que, hallándose topológicamente fuera de ella, están firmemente enraizados en la tradición del saber del Nuevo Testamento. Un caso representativo es el de San Juan de la Cruz, a cuya obra poética y mística el autor acude para explicitar mejor algún pasaje del texto plotiniano. Como ejemplo al canto de esto último, en varias oportunidades de su estudio M. Zubiria manifiesta de qué manera la visión unitiva del alma en su encuentro con el Uno, entendida como un «ver» de tal índole que de suyo implica un «tocar» y contra el cual militan no pocos obstáculos, se muestra claramente en la pluma de San Juan de la Cruz como una «dolencia de amor que no se cura sino con la presencia y la figura» (Vide especialmente cp. IV).
Por consiguiente y de acuerdo con las consideraciones que se han venido realizando, a raíz del espíritu laborioso y tenaz con que ha sido gestada, la presente edición es un testimonio legítimo de las palabras que Hegel profiere en el Prefacio a la Fenomenología del espíritu: «Lo más fácil es enjuiciar lo que tiene contenido y consistencia; es más difícil captarlo, y lo más difícil de todo la combinación de lo uno y lo otro: el lograr su exposición». Si lo sabido, entonces, por Plotino acaba por convertirse para la inteligencia en la posibilidad de un supremo habitar, a cuyo horizonte pertenece ni más ni menos que la historia epocal del amor a la sabiduría (p. 133), no puedo menos que dar término a la presente nota - como de hecho sería digno de encomio rematar cualquier lectura de algún otro pasaje de la obra del Neoplatónico - con la exultación que brota del agradecimiento. Es esta misma intención la que anima la plegaria con la que M. Ficino da cierre a su ingente labor de traducción latina de la Enéadas y que es reproducida, asimismo, por M. Zubiria como broche de su escrito:

«Gratias tibi agimus, summe Deus, illuminator mentium, auctorque bonorum, quod nobis praeter meritum ad absolvendum opus tantum tua gratia vires suppeditasti. Da, precor, clementissime Deus, veram lectori pio prosperitatem: infunde praeterea lumen, quo vera passim discernat a falsis, ne usquam vel meditando vel agendo a tua voluntate dissentiat».

Fernando G. Martin De Blassi

CONICET-UNCuyo

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