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Orientación y sociedad

versión On-line ISSN 1851-8893

Orientac. soc. vol.19 no.1 La Plata set. 2019

 

CUERPO CENTRAL

Algunas aproximaciones al mundo humano

Sergio Labourdette

Investigador principal del CONICET.


Resumen

Este trabajo –y su referente, la obra El salto humano en el cosmos– trata sobre el ser humano, el mundo humano, en su propio espacio-tiempo y en el universo. El ser humano es el ser que ejecuta un salto cósmico único, una eclosión humana, un faro de luz, vida y quehaceres que no tiene límites. La humanidad es una especie ungida, singular, signada; con valores, construcciones, sentidos y descubrimientos; sin ocultar sus caídas y despropósitos. Así brega incansablemente. Construye mundo y mundos propios. Y ejerce también su exclusiva capacidad de criticarse y culpabilizarse sin tregua por todos sus errores, tal como lo revelan sus códigos de valores, creencias e ideas. Y este estado crucial de habitación, historia y proyección humano se advierte lo suficiente y en toda su magnitud. Por el contrario, se opaca. Se hace hábito y cosa corriente. Entonces, hay que des-ocultar, como se afirmó desde la filosofía y también desde la ciencia mediante tantos descubrimientos y logros. En consecuencia, hace falta una teoría lo suficientemente abarcadora para conocer mejor lo hecho, las creaciones continuas y las enmiendas necesarias.

Aquí resumimos la publicación antes mencionada y la teoría-práctica que explica las dimensiones y perspectivas del mundo humano y su salto cósmico. En base a investigaciones y análisis se han seleccionado ocho-n dimensiones consideradas imprescindibles: lenguaje - símbolo - biología - naturaleza -  individuo -  sociedad - norma – poder, a las que se suman y multiplican n dimensiones adicionales. Este conjunto abre la libertad humana entre los innumerables atributos que enriquecen ese camino. Luego, ciencia, matemática, filosofía, tecnología, arte, costumbres, prácticas –específicas y confluyentes– elaboran un mundo y un ser humano singular y múltiple, que salta incansable en el cosmos. Es una propuesta conceptual y operativa que permite abordar mejor esta problemática.

El ser humano es una excepcionalidad del universo, aunque tenga compañías, pues hay una plataforma existencial fundamental que lo proyecta al infinito.

Palabras clave: Salto humano; teoría; octeto-n.

Introducción

Se trata de aproximaciones a una nueva teoría acerca del ser humano y su mundo. Es una extensa investigación que descubre un estado humano altamente complejo, en cierta medida opaco y también misterioso, que necesita nuevos acercamientos para des-ocultarse, dicho con una palabra-concepto de Heidegger (2001, p. 20). Y ese estado de despliegue exponencial se designa como el salto humano en el cosmos. Y así se denomina el libro consecuente (Labourdette, 2019). En este lugar se tratarán algunos aspectos de sus problemas principales. Y se dejará para otra oportunidad analizar una abigarrada bibliografía que supera las cuatrocientas citas, excepto algunas menciones que acompañan y subrayan ideas particulares.

1. Planteo dimensional

El estado de la cuestión en la actualidad tiene trayectoria y sólidas exposiciones; pero todavía adolece de un marco general teórico-práctico que pueda dar cabida a numerosas intervenciones que reparen en lo que falta para comprender mejor la historia y condición humana. Entonces se instala la pregunta ¿no habrá que dar otra «vuelta de tuerca» para interrogar?, ¿o para inquirir mejor? Sucede que lo que le falte al preguntar condicionará el camino. Y el camino hará lo mismo con el preguntar. El preguntar y el camino son claves. Algo que viene desde el fondo de la historia, se redimensiona en el presente, y se proyecta hacia adelante. Desde este lugar, se trata de contribuir con ciertos aportes. Para seguir abriendo y horadando la densa malla de lo que está vivido y visible, y también de sus estados invisibles, ocultos, desconocidos e ignotos, así como de sus escamoteos en lo descubierto y sabido. En este caso se intenta profundizar el marco de abordaje acerca de lo humano en su condición de tal.

Hay que tener en cuenta filiaciones, facetas y relaciones antes inexistentes de la unidad naturaleza-biología-historia humana. Del mismo modo, atender la dependencia como la distancia con ese otro lugar, el cosmos, excesivo, extenso e inabarcable. La sistemática de esos relevantes conceptos y prácticas se define en «dimensiones». El concepto de dimensión es polisémico y se utiliza en diversas disciplinas. En física se trabaja con dos, tres, cuatro, diez, once, hasta veintiséis dimensiones, universos paralelos, multiversos, etcétera. En matemáticas, dicho concepto deviene preferentemente de la topología. Prevalece en figuras y superficies. Las formas más básicas son los poliedros. Euclides (1956) postula cinco poliedros regulares, entre los que está el octaedro. Cincuenta años después de él, Arquímedes (2002) trabaja sobre los poliedros truncados. De ahí se deriva el icosaedro truncado de 32 caras, 60 vértices y 90 aristas, casi una pelota, o un arquetipo de ella que se utiliza en el deporte y otras áreas. Están, además, las dimensiones fraccionarias de los fractales que propone Mandelbrot (1997) y su teoría del caos. Y también se aplica a los seres humanos en sus coordenadas posibles, de distintas maneras según los objetivos de investigación a cubrir. Aquí, como también en el libro mencionado, se plantea una aproximación signo-simbólica combinada con la matemática topológica del octeto dimensional y de las «n» dimensiones. Desde esta postura interesan dichas opciones para acompañar los desarrollos del mundo humano ante la complejidad, la reducción, las dimensiones y las proliferaciones humano-simbólicas antes señaladas. En consecuencia, se hablará del octeto-n para hacer referencia a las dimensiones del mundo humano, tanto las del octaedro como las dimensiones n del mismo mundo.

La dimensión abre otro planteo. Presenta otra manera de mirar al ser humano. El mundo humano. Pero algo, además, parece estar trabando esas cuestiones y dificultando el camino. Por tanto, se exige desechar ciertos obstáculos y favorecerlos entrelazamientos estratégicos. Ya se está haciendo, existen importantes resultados. Pero falta avanzar más aún. Los cerramientos y las dominaciones de los campos de conocimiento, como ciertos ocultamientos, siguen en pie. Y no hay un constructo teórico-práctico lo suficientemente sólido y comprehensivo que avale el avance hacia adelante. Esta línea de trabajo pretende contribuir a ese propósito.

Existen infinidad de descubrimientos y desarrollos significativos, mezclados con fragmentaciones y vacíos. Se favorece y, a la vez, se impide observar mejor, o de otra manera, ese mismo espacio particular humano. Los cerramientos y escollos afectan la posibilidad de producir aproximaciones mayores que las existentes. Removerlos permitiría aprehender e incrementar, de otro modo, los resultados de tantas indagaciones fructíferas aunque un tanto limitadas a espacios encasillados. Se advierten estrecheces en la circulación e intercambio de saberes, estados de frontera, o dominaciones de campo disciplinario y metodológico que se traducen especialmente en preponderancias y reduccionismos exagerados. Es preciso afrontar y, en lo posible, superar estas cuestiones.

La propuesta consiste en crear un estado de conocimiento más aproximado al estado real del mundo humano. Ese estado, de carácter crítico, debe conformar y postular un «modelo teórico-empírico» de amplia apertura y rigurosa consistencia. Lo dicho implica: una teoría que explique, elija y seleccione un cuerpo de dimensiones que referencie adecuada y comprensivamente al mismo mundo humano. Esa conformación debe apuntalar lo más significativo para ser inteligible, coherente y múltiple. Para ello, se debe operar con el principio de complejidad en simultáneo con el de reducción, es decir, afrontar un mundo diverso, multiplicado y restrictivo a la vez. Se trata de no perder la contundencia y diversidad de sus principales componentes, de que sean imprescindibles en todo momento y lugar. Igualmente, de remarcar las proliferaciones de los frutos del quehacer humano, con estratos de variadas realizaciones y de multidimensiones. Así, se muestran desde exactitudes hasta interpretaciones, inconsistencias y rupturas y todo esto  se aplica a un nuevo concepto de consistencia. Ya no es solo: A o no-A. Ahora también es A y no-A. La lógica racional es pertinente para ciertas cosas pero para otras no, o no tanto, o corresponden  lógicas variadas.  No es solo bits sino también cúbits, computadoras cuánticas, redes y nubes, big data, inteligencia artificial, lo borroso, lo no euclidiano, el principio de incertidumbre, la materia y energía oscura, las neurociencias, el principio holográfico, etcétera, con todas sus enormes importancias y derivas. Es más que todas estas reflexiones. Es la compleja, complicada y enmarañada vida humana. Son las matrices primordiales y sus horizontes. Es la revolución de las x dimensiones-n en un entrelazamiento otro.

La formulación de conceptos, términos y nombres arroja interesantes resultados. La cuestión radica entonces en recrear la fórmula que exprese sus mejores atributos. A todo ello contribuye pensar que el mismo Peirce (1934), entre otros, aplicó dicha estrategia al elegir –o inventar– originales nombres-conceptos menos contaminados con connotaciones y supuestos, pero con los mínimos resabios preexistentes, para describir cosas y sentidos en sus investigaciones. Adoptar una nueva conceptualización debe tener también un estatus técnico intelectual, una legitimidad de teoría e historia, que incorpore desde el rigor de la ciencia y las disciplinas hasta lo inter o transdisciplinario, la filosofía y la praxis, y una aplicación de amplitud y certificaciones sobre lo investigado, en las condiciones más exigentes de racionalidad, verificación, interpretación y comprensión. Consiste en moverse entre la ley más determinista y la libertad más abierta. Se trata de cuidar lo uno y lo otro, porque esa es la vida humana del «salto existencial» hacia adelante.

La pregunta es, en rigor, una serie finita de preguntas relacionadas con la especificidad y complejidad del objeto a conocer: a) ¿qué es el mundo humano?, b) cuáles son sus componentes y características fundamentales?, c) ¿cómo se constituye una dimensión?, d) ¿cómo analizar las dimensiones posibles?, e) ¿cómo seleccionar las dimensiones fundamentales e inexcusables?, f) ¿cómo reconocer las multiplicaciones y las proliferaciones dimensionales?, g) cómo articular la singularidad y la multiplicidad de perspectivas?, h) ¿cómo plantear la original teoría adecuada?, i) ¿cómo formular la ontología humana correspondiente?

El interrogante fundamental reside en saber en qué consiste el mundo humano. Este se presenta en su inconmensurable complejidad, con sus innegables avances y descubrimientos, y sus aspectos desconocidos, dispersos, confusos, sesgados y ocultos. En consecuencia, y pese a los conocimientos admitidos, resulta considerablemente inaccesible, y sin una visión más competente de conjunto. Estas dificultades y atascos impiden no solo su mejor aproximación y conocimiento, sino también discernir qué espacios y tiempos se desconocen e ignoran. Entonces se replantea y aplica una propuesta de investigación, con todos sus bagajes y enjundia, que contempla las proposiciones, hipótesis y tesis, las costumbres, creencias y mitos, los hábitos, prácticas y acciones más cotidianas, y el cuadro de x dimensiones que provea la consistencia y la hipercomplejidad requerida por el mundo humano.

2. El mundo humano

Pensar el mundo humano –y sus manifestaciones particularizadas– es distinguir que está conformado por ocho-n dimensiones de carácter irrenunciable: lenguaje, símbolo, naturaleza, biología, individuo, sociedad, norma y poder. Son partes-todo, que conforman un número sintetizador y el símbolo de las multiplicaciones, que se entrelazan y se autonomizan en niveles proliferantes, que se centran y se fugan sin cesar. Estos requisitos son indispensables. Tienen que estar en cada parte. Y ninguna parte puede existir –al menos en la escala humana– sin las otras. Se distinguen y se nutren mutuamente, a la vez que cada una puede exhibir –y en gran medida gracias a ello– desarrollos propios y específicos. El conjunto-disjunto, ensamblado y autónomo, juega sus partes y su todo en una reciprocidad creativa de lo humano. Es un juego de las partes en el todo, que exhibe articulaciones, simbiosis y emancipaciones. Y no podría ser tal cosa si faltara alguno de estos elementos. Además, el mundo humano se despliega, se multiplica y prolifera en una escala dimensional con/sin límites. Esa facultad de multiplicación obedece y rompe con algunos de los parámetros, determinismos y causalidades que las facetas más materiales y biológicas exhiben y exigen a lo largo de la vida humana. Y reproyecta la vida humana más allá de todo lo conocido universalmente. Así, habrá causas y efectos, pero también proyecciones y encadenamientos de efectos-causas-efectos, multiplicados en cadenas de reproducciones finitas e infinitas; asimismo, capas y capas de resultados proliferantes que se escapan de sus orígenes hasta crear nuevas realidades. Esto es algo que acontece en el mundo humano y que se ignora en otras entidades mudas o inertes,  hasta en la misma Tierra, en sus zonas sin lenguaje humano y especialmente limitadas a sus propias y respectivas especies.

El mundo humano está pletórico de octeto y ny de dimensiones. Estas han sido, en aproximaciones sucesivas, abordadas, seleccionadas y elegidas. Y constituyen una presencia y una incógnita poderosa y extraña, pues ese mundo muestra y oculta, exhibe y opaca, ofrece y retiene, iguala y diferencia, aunque con notables variaciones según los diseños que adopte en su misma historia-biología-naturaleza. Y ese mundo desarrolla elaboraciones, diseños, encadenamientos y todo tipo de construcciones materiales y simbólicas, en tanto producto humano ultracomplejo y complicado. Tales desarrollos se caracterizan por ser estables, inestables y conflictivos, en distintas proporciones, de acuerdo con las condiciones históricas de tiempo y espacio. Además, según sus dinámicas propias y sus condiciones contextuales, viven en constantes estados de estructuración, consolidación, reproducción, lucha, transformación y, eventualmente, disolución. La herencia y la historia consolidan cierta continuidad y, de igual manera, sus puntos críticos y de ruptura.

De lo dicho se desprende la necesidad de pensar, continuamente, el mundo humano y sus problemas fundamentales. El pensar se hace desde un lugar que sustenta el octeto-n y  que transforma la teoría y la práctica, en términos griegos, en noesis, poiesis y praxis, a través de estas y otras aproximaciones, en cruces, empastes y autonomías. Es la multiplicidad dimensional, que funciona como una matriz teórica y existencial.

En consecuencia, hay que pensar de nuevo el mundo, el mundo nuevo de lo humano, en ocho dimensiones y en n proliferación de dimensiones adicionales hasta el infinito. Ese mundo, con ese bagaje en sus multifacéticas construcciones y constituciones simbólico-materiales, compone una sustancia plasmática particular. Tiene una densidad y consistencia propia. Es la escala humana. Es una ontología peculiar, única. Tiene estructuras y flujos que se afirman, se invaden, se entrelazan y se repelen. En ese cosmos-caos se conforma un octeto-n original, de simbióticos enlaces, determinaciones e indeterminaciones. Cada elemento es clave, es parte-fundamento. Cada uno es insustituible y no puede existir sin los otros pues todos son necesarios. Quizás no sean los únicos, pero son los principales. Y en esa unidad totalizadora, plena y abierta, pueden observarse sus autonomías y ensambles relativos.


En esta fábrica antrópica se producen ilimitados cursos de realidades, conceptualizaciones, ilusiones, imaginarios y apreciaciones. Ahí, en ese estado de cosas, en ese «existenciario», también fabuloso, se encastra el llamado mundo humano. Al examinarlo, lo que se observa se asemeja bastante a la alegoría de la caverna de Platón (1992). Nada es lo que parece, aunque, en el mejor de los casos, sea su sombra, su parecido, su máscara, su simulación. Y salir de la caverna es enceguecedor y peligroso. Por eso, conviene aceptar la sombra de la caverna ante el peligro de lo por venir. De esta manera, se establece un mito-real como el subterfugio de la realidad. Y así vienen pasando mitos, ritos y saberes que quieren explicar o interpretar la dificultad casi insalvable de observar el mundo y lo vivido.

Pese a esta raigambre enigmática, ese mundo humano está, se proyecta,  acoge, protege, reproduce y crea, vive y mata, es y hace mundo, un lugar especial entre los seres vivos y en el planeta Tierra, un mundo humano que implica inexorablemente ocho dimensiones-n. Y con ese compuesto, es raíz y salto, raíz y salto cuanticualitativo en la escala de la vida, en fundada y original historicidad, en nacida y creciente libertad, porque es vida humana, portentosa y trabajosamente vivida.

Por ende, el mundo humano es un concepto que se refiere a una historia, biología y naturaleza humana, tríada que, en este caso, sintetiza un conjunto de, al menos, ocho dimensiones imprescindibles y n multiplicaciones probables, y que establece su propio nivel ontológico. Sus nombres hablan por sí mismos. Sus entrecruzamientos se multiplican exponencialmente y prolifera el conjunto.

Entonces, el ser humano se hace lenguaje. Es lenguaje. Se hace símbolo. Es símbolo. Se hace naturaleza. Es naturaleza. Se hace biología. Es biología. Se hace individuo. Es individuo. Se hace sociedad. Es sociedad. Se hace norma. Es norma. Se hace poder. Es poder. Y se hace n dimensiones. Porque es todas esas dimensiones, las que sean. Con esa colección de ser multidimensional, el ser humano es una realización que no tiene par en el mismo universo. Es una adquisición y descubrimiento absolutamente único. Y, más allá  de todos los desatinos y atrocidades que cometa, es el creador indiscutible de una serie de valores y virtudes inconcebibles en el cosmos y en la Tierra no humana. Entre los eslabones de la serie se destaca la libertad, la libertad humana. Hay libertades menores en otras escalas animales y vegetales y grados de libertad en sistemas físicos, pero ninguna equiparable a esa libertad multidimensional y polifacética, con el octeto-n como base y con las proyecciones que la escala humana establece. La historia, historia humana, lo prueba. Nada se le asemeja. E incurra en los errores que incurra, esto no alcanza a negar su condición única de ser humano.

El lenguaje resulta, tal vez, la primera condición de ser humano. Sería la condición de todo lo demás que, a su vez, lo rehace: hablar y crear lo definitivamente humano, y hacer semiosis proliferante. Todo hace semiosis: cadenas, multiplicaciones, derivaciones, explosiones, etc., de sentidos, significaciones y obras. Lo dicho implica que hay que volver a considerarlo todo. Se observa y se lee de nuevo, de otra manera, distinto e igual. Es el proceso hacia la libertad humana, única en el universo. El símbolo funciona como signo de todo y como emblema de cada producto humano. A su vez, origina los mundos-de-vida que, aun en distintos niveles, se evaden y reproyectan desde la misma materia y la biología e incluso las recombinan y reconfiguran en nuevas instancias. El signo-símbolo –sus «semiosimbolosis»–, el resto de las dimensiones del octeto y de las dimensiones-n hacen volar al ser humano y lo lanzan hasta un más allá de sus propias limitaciones. Y, especialmente, ello acontece en la pensada y vivida sabiduría. La «naturaleza» es el material de la vida humana y no se puede ser sin ella. Es el universo y sus particulares lugares donde está la Tierra. Tiene sus leyes, determinismos, azares y caos. Funda las bases y prepara un lugar apto para la vida  en general y la vida humana en particular. La «biología» es la materia viviente, los seres vivos, la prehistoria y las compañías del ser humano, a la vez que instaura lo humano con  su especificidad única en cerebro, genes e innumerables adicionales. El «individuo» es la pieza clave de lo uno de la especie humana. El individuo se individualiza y descubre la otredad en la alteridad y hasta en sí mismo. Y comienza a hacerse único y libre. En esa bifurcación se multiplica. La «sociedad» es la conectora nata que trama y entrama sin tregua a las personas para protegerlas y encumbrarlas hasta más allá de los límites biológicos y materiales. En esas tareas se organiza, se domina y se libera. Organización, dominación y libertad son tres conceptos potentes que se entrelazan y repelen en pluralidad de relaciones e interacciones. La «norma» encuadra, encauza y establece ciertos patrones sobre lo contingente y lo inconstante. Asimismo, esculpe el dominio y la libertad. El poder  puede.  Los conceptos de potencia y capacidad abarcan lo humano para hacer, no hacer, impedir hacer, etcétera. Dominio y libertad se encrespan, se increpan y se reproducen. Y se proyectan la potencia y el acto. En las «n» dimensiones, el ser humano encuentra, además, un extraño juego que resuelve y critica históricamente los distintos ensayos y respuestas entre el orden y la contingencia, entre el dominio y la libertad, y sus innumerables acontecimientos, que se multiplican a través del tiempo en la historia, pues un rasgo humano fundamental es proliferar y multiplicar siempre, sin límites, incluso más allá de las causas que le dieron origen. Esto sucede entre individuos, entre pueblos y entre sus diferencias internas (etnias, castas, clases, etcétera), que ya dirimen miles de millones de habitantes en este planeta, y lo hacen entre coexistencias, alumbramientos, luchas y desigualdades.

Las dimensiones son partes y todo al mismo tiempo. Forman el mundo humano. Están allí. Lo hacen y se hacen. A la vez, se entremezclan, se integran, se perfilan y se distinguen. Son autónomas y se empastan, mientras equidistan o no de su centro en un espacio de circulación dimensional, una figura compuesta de ocho partes-todo, conformando un particular octaedro-n, una singular mini galaxia humana, una isla solitaria en el espacio-tiempo, animada de vida, en un universo contenedor y ajeno, con dimensiones probadas, probables, conocidas y desconocidas, y –hasta donde se sabe ahora–, después de aquí, inanimado.

El mundo humano es edificado desde lo natural, lo biológico, el ser propio, el pensar y el hacer. Y esta riqueza de existencia tiene una luminosidad multiplicadora: el ver, el medir, el analizar, el mostrar, el decir, el pensar,  el des-ocultar el mundo. Y necesita una multiplicidad de enfoques, puntos de vista y encuadres para entender mejor y con mayor fundamento. Es lo que se trata de expresar en este artículo, en investigaciones y elaboraciones sucesivas y continuas. Y dicha multiplicidad, un tanto formalizada y especialmente abierta, requiere una conceptualización adecuada. La «teoría de las perspectivas y dimensiones singulares y múltiples» viene a cubrir este inquietante hueco. Una teoría que fundamente construcciones multidimensionales comprehensivas y, simultáneamente, respete el valor de cada unidad en su autonomía implica intervenciones rigurosas en los campos posibles, intervenciones abiertas a todas las dimensiones necesarias y multiplicadoras –incluso para hacerse cargo de complejidades irreversibles e inconmensurables– y donde tengan su reconocimiento desde las convenciones lógicas, metodológicas y técnicas probadas hasta las construcciones polifacéticas, multidimensionales y rupturistas. El planteo expuesto propone recuperar una convivencia de alta reciprocidad entre lo problemático, lo interpretativo y lo certificable, sin negar las diferencias y las autonomías correspondientes.

El mundo humano es una obra humana, y de todos los antecedentes de la misma naturaleza y de la vida, en un ínfimo lugar del universo, que también es el universo y que es, por lo mismo, un portento cósmico. Este mundo está construido con los materiales y las leyes que pueblan el cosmos. Y más cerca, ya en la Tierra, se le agrega el ambiente específico y las fabricaciones de los seres vivos. Y, más prodigiosamente aún, la intervención y el salto hacia adelante del Homo sapiens a lo largo de su propia especie y de su propia historia. Es la pequeñez y la grandeza evaluada de otra manera:en la exactitud, la probabilidad, la diversidad, la multiplicación y la proliferación; en la modificación de las perspectivas y las proyecciones. Es, en ese caso, el ser humano físico, biológico y signo-simbólico-histórico, en sentido propio y general. Es una creación absolutamente humana. Y nada en el universo parece mostrar algo similar o posible. Hasta donde se sabe. Ni el mismo cosmos se evalúa, calibra y mensura. Ni, menos, se significa. Solo se lo hace desde aquí. Y esto debería ser apreciado de otra manera; e inteligente y emocionalmente celebrado.

3. El papel de la teoría

En esta revolución humana no se debe dejar de lado que hay innumerables focos de sufrimiento, carencia y muerte. A pesar de los enormes desarrollos y aprendizajes adquiridos y logrados, todavía no se sabe cómo afrontar y resolver esos temibles impactos. No solo el conocimiento está en peligro. También lo está la misma vida humana, la existencia que observa y convive en el propio mundo y el universo, pues no se sabe que nadie más lo haga. Y hasta el mismo conocimiento se constituye en parte de esos peligros en manos inapropiadas. Es hora de que se incremente la potencia del «salto» existencial hacia la multiplicidad humana, en libertad; respetando el estado de claridad y de misterio; y, más en particular, el deber de superar la pobreza y el hambre, consolidar la educación y fortificar la ética humana que prescribe valores y proscribe desigualdades, persecuciones, corrupciones y codicia; teniendo en cuenta las diferencias materiales, culturales y morales de los pueblos en tiempos y espacios históricos.

El mundo de lo existente humano es físico, biológico e histórico, todos atributos indispensables. Es todo eso con sus frutos singulares y multiplicados. Algo fundamental. Es mucho más que las innumerables y valiosas simplificaciones que el conocimiento viene describiendo en distintos campos, pues contiene lo dicho con un agregado sorprendente que revoluciona toda la conjunción y conforma una trascendencia-otra. Están las fórmulas, las ecuaciones; las partículas, las cuerdas, los átomos, las moléculas, las células, los genes y el genoma; las neuronas y el cerebro; y toda la filosofía, la ciencia, el arte, las costumbres y la historia humana con sus creaciones y descubrimientos más extraordinarios y multiplicadores. Toda esa acumulación proliferante resulta absolutamente irremplazable y sorprendente, y siempre debe estar presente. Entonces, se ha producido una configuración asombrosa y casi inexplicable en un punto del espacio-tiempo: el ser humano, el mundo humano, que porta todo aquello  e incluso la potencialidad de lo que todavía le falta, de una manera especial y única. Hay una revolución multidimensional que, con todo lo enumerado y por enumerar, «salta» todas las instancias para emerger en un «sí mismo-otro». Es la nueva y otra realidad del mundo humano. Entonces, se constituye una nueva ontología. La ontología humana.

La teoría de la singularidad-multiplicidad de las perspectivas y dimensiones trata de hacer y representar este camino. No hay ninguna posición definitiva ni dominante y nadie debe atribuirse supremacías, desde ningún lugar ni desde ninguna disciplina. Deben existir autonomías, paralelismos y encuentros colaborativos, con todas las críticas pertinentes e, incluso, no pertinentes, y desde todos los ámbitos que atestiguan la existencia humana–por otro lado, inabarcable, no solo por su hipercomplejidad, sino también, por su crecimiento continuo e impredecible–. El ser humano no solo vive en un cosmos y ámbito terrestre ya hecho y haciéndose, sino también conforma, fabrica, construye y crea todo el tiempo, incluso recrea o anula parte de lo hecho y lo existente. E irradia hacia todos los confines, hasta en sus propios determinismos y azares y en los ajenos. Prolifera con sus descubrimientos y libertades. Por ello, es una «singularidad-multiplicidad» eminente.

El ser humano en el cosmos es la singularidad-multiplicidad de las perspectivas y dimensiones. Y hace falta una «antropología cosmológica» que acompañe esta saga y no omita estas cuestiones. El giro lingüístico, en medio de controversias, fue un paso adelante en el siglo veinte (Rorty, 1990). En este momento, y en un mundo tan prolífico y peligroso, haría falta un nuevo giro más aproximado a lo que es el mundo humano; sin perder aquellos valores fundamentales que sostuvieron el pasado-presente. Quizás el propuesto giro «octeto-n», o alguna otra variante más apropiada, pueda cubrir esa función. La ciencia, la técnica, la filosofía, el saber disciplinario y transdisciplinario, el arte, el saber-de-suyo y práctico, y la infinita experiencia de todos y cada uno de los humanos garantizan la viabilidad de estos planteos. Entre tantos esfuerzos se deben desarmar muchos obstáculos, cerrazones y unilateralidades. Y, del mismo modo, reafirmar el valor de lo poético en todo acontecer humano, lo que quizás ha sido mejor señalado por Borges (2011). El poeta deja una obra que estremece por su fundación de sentido poético y de mundos que se multiplican como los granos en El libro de arena y se difuminan como en El Aleph.

4. Amodo de conclusión

La cumbre de la revolución tecnológico-científica es bienvenida. Y se acompaña con otras numerosas cumbres que despliegan y desbordan las creatividades de la condición humana. Por otra parte, este mundo no se detiene en su tarea de adjuntar otros y nuevos dones. La misma historia lo demuestra. Y todo esto brota porque, a pesar de distintos enfrentamientos y colisiones, se producen adecuadas independencias y conjunciones entre ciencia, filosofía, arte, praxis y libertades. Y muestran un abanico de avances y portentos que nunca podrían plantearse como disyunciones enfrentadas, sino que son autónomos, correspondientes y complementarios. Son la identidad, la diversidad y la alteridad de una realidad polifacética que se necesita para ser conocida, vivida y celebrada. Hay que articular bien, tarea en absoluto fácil. Erróneas dicotomías, como, por ejemplo, laboratorio versus filosofía y ciencia versus poesía, podrían resumir polémicas entre algunos miembros de las disciplinas naturales, exactas, sociales, psicológicas y humanísticas. A la inversa, existen innumerables ejemplos interdisciplinarios donde se revela una convivencia fructífera. En verdad, todos los campos resultan necesarios e indispensables. Solos, aislados, siendo extraordinarios, no resultan suficientes ni mucho menos para completar y abarcar la complejidad desbordante de lo humano. Muestran sus magnificencias y sus limitaciones. Se olvida que lo que existe es, entre tantas cosas, algo uno, único, prolífico, polifacético e inabarcable.

Es necesario abrir y desbloquear cursos recorridos y vigentes, y otros todavía no probados ni ensayados. De este modo, avanzar con una teoría-praxis de la singularidad-multiplicidad de perspectivas y dimensiones podría operar un cambio de enfoque, situación, actividad, óptica cognoscitiva y existencial. Un buen ejemplo de los estados de conocimiento-desconocimiento de reconocidos talentos tal vez lo constituya el histórico encuentro entre Freud y Einstein (2001). Ambos, entre otras apreciaciones, se dieron cuenta de lo poco que se entendía la disciplina ajena, dominio del otro, y de  que el diálogo quedaba limitado ante dichas dificultades. Estas situaciones suceden a menudo. Obligan al respeto y a la tolerancia, y, de ser posible, a incursiones más consecuentes y estudiosas sobre los campos ajenos, como base de todos los puentes posibles. Algunos errores, incluso, no son tales, o no lo son tanto, pues implican también anticipaciones oscuras de lo por venir. Habrá que mejorar las perspectivas –hay lugar para todos los ensayos e investigaciones–, e intentar compartir los avances, provengan de donde fuere.

La vida humana está siempre haciéndose, de cualquier forma que pueda; es como un milagro cósmico, y como una guerra continua, creando y equivocándose; y no se puede parar. Hay que darle la enhorabuena y recrearla todo el tiempo. Y las ocho-n dimensiones iluminan las multiplicidades humanas que se producen a partir de autonomías, ensambles y proliferaciones en abierta propagación. Esto quiere decir: hay vida humana pletórica que alabar y, además, criticar. En un juego polifacético fascinante y difícil de llevar a cabo en el camino. En definitiva, es la historia humana. Es el salto humano en el cosmos.

Enviado: 30/11/18
Aceptado: 22/2/19

Referencias

1. Arquímedes (2002). The works of Archimedes. Mineola, Nueva York: Dover Publications.         [ Links ]

2. Borges, J. L. (2011). Obras completas. Buenos Aires: Cúspide.         [ Links ]

3. Euclides (1956). The Thirteen Books of Euclid’s Elements. Mineola, Nueva York: Dover Publications.

4. Freud, S. & Einstein, A. (2001). ¿Por qué la guerra? Barcelona: Minúscula.         [ Links ]

5. Heidegger, M. (2001). La pregunta por la técnica. En Conferencias y artículos (pp. 9-32). Barcelona: Ediciones del Serbal.         [ Links ]

6. Labourdette, S. (2019). El salto humano en el cosmos. Madrid, España: Dykinson SL.         [ Links ]

7. Mandelbrot, B. B. (1997). Dimensión, simetría y divergencia. En La geometría fractal de la naturaleza (pp. 31-38). Barcelona: Tusquets Editores.         [ Links ]

8. Peirce, Ch. S. (1934). Collected Papers. Cambridge, Estados Unidos: Harvard University Press.         [ Links ]

9. Platón (1992). República. Madrid, España: Gredos.         [ Links ]

10. Rorty, R. (1990). El giro lingüístico. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica.         [ Links ]

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