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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas  no.9 Mendoza Jan./Dec. 2007

 

Elisabeth Roig. Magui Balbuena, semilla para una nueva siembra. Buenos Aires, Trompo ediciones, anticipo de edición

Elisabeth Roig*
Investigadora independiente

Introducción

Supe por primera vez de Maguiorina Balbuena, "Magui", a través de sus compañeras de la CONAMURI que viajaron a Cuenca, Ecuador, a la II Asamblea Mundial por la Salud de los Pueblos en julio de 2005. Ellas fueron allí a denunciar un caso, el del niño Silvino Talavera, que murió el 7 de enero de 2003, en Pirape'y, Paraguay, por contacto directo con las fumigadoras de agrotóxicos que se emplean en los cultivos de soja transgénica. Su caso es representativo de lo que en diferente grado padecen miles de niños y adultos expuestos a los efectos venenosos en estos cultivos. La causa judicial de Silvino -contra magnates de la soja- llegada a la instancia de sentencia, con dos juicios ganados en 2004 y 2005, continuaba hasta el cierre de este libro sin ser cumplida, y con riesgos de extinción.

Por mi parte, yo había asistido para presentar un trabajo sobre la exclusión de la salud que siguen padeciendo hoy en día las comunidades indígenas tobas en la provincia del Chaco, y que es representativa de la gravísima situación sanitaria actual de los sectores populares en la Argentina. En una sociedad concebida como mercado, tal como propugna el pensamiento neoliberal vigente, la salud en lugar de ser un derecho básico universal -como dice nuestra Constitución- se ha convertido en mercancía a las que sólo acceden algunos, y estas poblaciones más vulnerables se ven afectadas por enfermedades curables, mueren por enfermedades evitables, por falta de atención médica, por falta de agua, por desnutrición, por Chagas, etc. Interesadas por el estudio de caso que presentara en esa oportunidad (Roig, E, 2005a), sus compañeras me plantearon la posibilidad de que documentara la vida de Magui.

Esta historia de vida fue construida en varios encuentros, el primero de ellos, el más intensivo, en Asunción del Paraguay. Comenzamos nuestra primera conversación el 8 de septiembre de 2005. Magui me recibió en el local de la CONAMURI, y allí nos sumergimos en horas de trabajo de cuaderno, grabador y tereré. Los encuentros posteriores los realizamos en el 2006 en Buenos Aires, donde ella participó como líder de sus comunidades representando al Paraguay ante diversos congresos. Con posterioridad, incorporé al proyecto al historiador argentino Tomás Guzmán, quien realizó la síntesis de la historia del movimiento campesino que se anexa a este libro.

Magui Balbuena puede inscribirse en una larguísima lista de mujeres que han luchado y que luchan anónimamente por la defensa de su pueblo. Cuando en el año 2005 fue premiada entre las "Mil mujeres por la paz"1 su nombre cobró difusión en los medios de comunicación, y muchos en el mismo Paraguay -no en los sectores populares, por cierto- se preguntaron quién era ella. Quedaba la tarea de hacer conocer su vida y su pensamiento, humanista y crítico. Y ése es el objetivo del presente libro.

Magui es una mujer campesina paraguaya2, es decir, es una mujer guaraní -todo el libro debe ser leído escuchando la sonora entonación de esa lengua-, que lucha, desde su identidad social y cultural, por la sobrevivencia de su pueblo. En efecto, la caída de Stroessner no terminó con las desgracias del campesinado paraguayo. La economía agro-exportadora de ese país que se ha fortalecido notablemente en los últimos años, se basa en cultivos de soja extensivos altamente tecnificados en base a fórmulas importadas de semillas transgénicas, cuyo uso se asocia al de poderosos agrotóxicos3. Este tipo de cultivo ha contribuido a una fuerte concentración de tierras en manos de unos pocos, a la expulsión laboral de los campesinos, a su envenenamiento, y a la afectación de sus recursos alimentarios, ligados a la tierra. Las parcelas que bordean los grandes sojales padecen graves índices de contaminación, igualmente las napas de aguas, donde se depositan los residuos tóxicos que afectan así extensas zonas más allá de los límites de los campos fumigados. Este es un claro ejemplo de lo que en su momento categorizáramos como "murallas invisibles", donde condiciones económicas, sociales y políticas, en este caso con tremendas consecuencias también ambientales, construyen un férreo muro que, imperceptible (frente a las murallas sólidas de Cisjordania o Nuevo México entre otras), excluye a sectores sociales como el campesinado paraguayo, condenado a una situación difícilmente reversible (Roig, E, 2006, 127s).

De acuerdo con informaciones proporcionadas por las organizaciones campesinas, para cultivar mil hectáreas de soja se precisan sólo tres personas, mientras se estiman en ochenta mil los campesinos desplazados de sus tierras por año, que se agregan a los ya existentes seiscientos mil sin tierra (Korol, 2006). Esta situación, a la que se suma la represión de un Estado entregado a los intereses extranjeros, está llegando a niveles alarmantes, al punto que puede ser caracterizada como genocidio4, si tomamos en cuenta el artículo 319 del Código Penal del Paraguay5, referido a "Genocidio y crímenes de guerra", en donde se establecen penas privativas para una serie de situaciones que, cotidianas para los campesinos, no hallan límite ni sanción alguna por parte del Estado6.

Militante desde los veintiún años, a sus cincuenta y cinco, cuando iniciamos la serie de entrevistas en base a las cuales he construido este texto, Magui llevaba una vida dedicada a los movimientos campesinos del Paraguay. Además del valor de su vida personal, se agrega el hecho de que su voz expresa el sentir de su pueblo, es representativa del modo de pensar y de sentir de miles de paraguayos y paraguayas campesinos e indígenas. Ella tuvo un rol central en la reorganización del movimiento campesino desde su regreso del exilio en Brasil, en 1977. Basta saber que el MCP (Movimiento Campesino Paraguayo) se fundó el 25 de diciembre de 1980 en Caaguazú, en el propio patio de su casa, donde los campesinos para evitar la represión stroessnista simularon un pesebre navideño. Luego fue gestora y pilar de la primera organización de mujeres al interior del MCP, la CMC (Coordinadora de Mujeres Campesinas), fundada en 1985, y en 1999 de la CONAMURI (Coordinadora Nacional de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas), igualmente vinculada al MCP. Desde estas últimas organizaciones ha enfrentado, y lo sigue haciendo, las problemáticas de las mujeres y de los niños, que sufren modos específicos de sometimiento y explotación. Lucha, nos dice, contra "dos dictaduras", la del capitalismo y la de la sociedad patriarcal7, que dejan a las mujeres campesinas sin voz, debilitadas y enfermas, como meros objetos reproductores de hijos8.

Pocas son las mujeres del campo popular que llegamos a conocer mediante la publicación de su historia de vida. Rescatamos este género biográfico que nos permite captar la vida de la gente en su ambivalencia y su riqueza, con sus deseos, con sus miedos, en donde las ideas y las acciones surgen ligadas a pequeñas y casi imperceptibles aristas de lo cotidiano, donde se transmite con profundidad la experiencia, y los aprendizajes para las nuevas generaciones.

Como referentes más difundidos de este género -y sin querer cometer injusticia con otros textos menos conocidos- podemos citar algunas historias que ya se han constituido en textos básicos para el estudio de las mujeres de los sectores populares y sus aportes a los avances sociales en Latinoamérica. Estos son los testimonios de Domitila Chungara, luchadora queschua boliviana, esposa de un minero del estaño, y de Rigoberta Menchú, indígena quiché sobreviviente del genocidio del pueblo maya en Guatemala9. En otro estilo, mediante entrevistas y conversaciones con diversas líderes del EZLN, entre ellas con la Comandante tzotzil Ramona, recientemente fallecida, Mujeres de maíz, de Guiomar Rovira (2000) nos trae relatos y experiencias personales de las mujeres indígenas de Chiapas.

Las luchas de todas estas mujeres en contextos de tanta injusticia social y represión, y desde la particular desventaja que imprime el hecho de ser mujeres en nuestras sociedades patriarcales, las han convertido en iconos de resistencia popular. Magui se inscribe junto a ellas, trabajando duramente en las organizaciones políticas durante y después de la caída de la dictadura de Stroessner, con esa capacidad para avanzar de modo casi lateral e imprevisible, cuestionando y movilizando al sistema desde la base, y sin doblegarse ante el autoritarismo ni la violencia. Pese al dolor, pese a las pérdidas de tantos seres queridos, con los hijos a cuestas, criándolos, y creando a la vez, desde la práctica, nuevos caminos para lograr un mundo mejor. Podría decirse que es la creatividad de lo femenino, que desde su diferencia cuestiona al poder10 -siempre fálico-, allí donde nada parece modificable.

Desde otro sector social, más ligado a las clases medias, un camino similar construyeron antes las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo en la Argentina. Mujeres que lograron vencer el miedo a la dictadura para denunciar la represión, los centros clandestinos de detención, la desaparición de personas, y la apropiación de sus hijos, cuestionando un "orden" que nadie se animaba a enfrentar, impulsando la lucha por los derechos humanos. Ellas lograron salir de la "cárcel" del miedo ("el miedo es una cárcel sin paredes" dice una pancarta que suele estar en las movilizaciones de la plaza de Mayo), y siendo supuestamente "débiles", "frágiles", o "locas", como fueron caracterizadas entonces por la dictadura, "las locas de la Plaza de Mayo" opusieron una resistencia inesperada y tenaz al terrorismo de Estado.

Los textos que componen este libro combinan una historia oral del campesinado, su vida cotidiana, sus saberes -especialmente el de las mujeres campesinas e indígenas-, sus logros, y sus hitos -desde las primeras ocupaciones de tierras en Jopoi, en 1971, o la primera conquista de tierras durante la dictadura, en Limoy, entre otros-, con la historia personal y el pensamiento de Magui, lo cual los transforma ya en un documento político, ya en un testimonio de la vida del campesinado desde los 60, o específicamente en un texto sobre las mujeres campesinas e indígenas. Ambas historias, la social y la personal, se van entrelazando como en un tejido, donde ella misma es parte de la historia del movimiento campesino, y donde éste no podría dar cuenta de la participación de las mujeres dentro de sí sin la historia personal de Magui.

En una época en donde se agudiza la falta de valores y proyectos y el sistema nos deshumaniza día a día fomentando el individualismo, el pensamiento y la práctica de Magui contrastan, imbuidos de un profundo humanismo cuyas principales categorías surgen del mundo guaraní y se entrelazan con su pensamiento político. Una de ellas es la del tekoha, el lugar donde se nace, donde se vive, donde se está inserto, y que se busca cuidar y mantener, con un profundo sentido ecológico, como modo de preservar la vida humana misma. Otra es la del kunu'u -arrullo o afecto- categoría central que refiere la importancia fundante del amor en la construcción del lazo social. El kunu'u hace al desarrollo de la autoestima y la seguridad en el niño y por ende en el adulto, a la vez que le permite "sentir al otro", esto es reconocerlo, respetarlo, valorarlo. Vinculado al afecto, es de fundamental relevancia el Ñepytyvõ, el principio de convivencia que insta a la solidaridad dentro de la familia, dentro de la comunidad, y entre comunidades diversas. A ello debe agregarse el valor dado a la transmisión de las experiencias de vida que guarda relación con los modos de la transmisión oral de la cultura en los sectores populares, donde Magui anhela para sí la labor de una educadora, una formadora de conciencias de las nuevas generaciones, motivada por el irrenunciable legado del Che de crear -como diríamos hoy- "una mujer nueva y un hombre nuevo".

Además de las temáticas que denuncia, de profunda relevancia y urgencia, queremos destacar su modo particular de mirar, de escuchar, su capacidad tanto para abordar grandes síntesis y análisis políticos como para rescatar pequeños detalles que nos permiten vivenciar y comprender una realidad lejana para muchos de nosotros. Los relatos de Magui están llenos de vida, de sensiblilidad, de reflexiones y de sueños, lo que dota al texto de una gran potencia para transmitir y ayudar a una comprensión más profunda de la situación histórica y actual del campesinado paraguayo. A ello se agrega su memoria y el compromiso con que se entregó a reconstruir su propia historia, convencida de que hacerlo implicaba una recuperación de la memoria colectiva.

Motivada por este trabajo -porque así lo encaramos, como un arduo trabajo de memoria y de escritura- tomó ella misma la iniciativa de entrevistar a su madre y a sus hermanos sobre algunos pasajes menos recordados de la vida familiar.

Poco escapa a su pensamiento crítico y autocrítico: se cuestiona a sí misma como mujer y como madre. A la Iglesia Católica como institución y su mensaje de culpa y resignación que contribuye fuertemente al sometimiento de la mujer. Al machismo en sus propios compañeros que llevó a la ausencia de la mujer en la mayoría de las organizaciones campesinas. Cuestiona el olvido y la desvaloración del mundo indígena por parte de los campesinos, aspecto que hoy se está revirtiendo. La CONAMURI, como organización que integra tanto a mujeres rurales como indígenas del Paraguay, constituye un evidente ejemplo de ese proceso de cambio.

Desde que se inició a fines de los años 60 en las filas de las Juventudes Agrarias Católicas, organizaciones que surgieron en el contexto del movimiento tercermundista por la liberación, Magui sigue bregando hasta hoy por la dignidad de su pueblo y de las mujeres de su pueblo, porque sabe que la lucha contra la injusticia social implica necesariamente replantear la situación de ellas, y que lograr igualdad en todos los ámbitos es un paso imprescindible. Son las mujeres las que quedan expuestas a la mayor de las pobrezas, en particular cuando solas, sin educación ni oportunidades laborales, son jefas de hogar y les toca enfrentar el cuidado y manutención de los hijos. Y también las que padecen las mayores degradaciones humanas, en tanto su condición de mujeres las pone en situación de ser sometidas y maltratadas, tanto en el ámbito doméstico como fuera de él. En todos los relatos de las luchadoras sociales se comprueba que han sido víctimas de violencia, humillación y abusos sexuales, recursos habituales de las fuerzas policiales y militares para con las mujeres que se animan a hablar.

En esta búsqueda de igualdad, las campesinas tratan de consensuar con su pareja la cantidad de hijos que van a tener para poder hacer compatible lo que se presenta como una oposición entre participación de la mujer y la maternidad. Nunca se plantean prescindir de la maternidad -lo que es impensable en una sociedad campesina en donde los hijos se incorporan tempranamente al trabajo agrícola-, aunque sí rechazan enfáticamente el pensar la maternidad como único rol posible de la mujer, lo cual implica la recuperación de su cuerpo y de un tiempo para sí. Se plantean nada menos que ser sujetos, pensar, elegir, decidir, actuar.

Pero junto a la lucha por la igualdad se requiere una revisión de los modos de construcción de los valores, porque lo valioso sigue asociándose a lo masculino. Basta pensar, entre algunos ejemplos, en la vigencia que tiene -y no sólo entre los campesinos paraguayos- la valoración particular del nacimiento de un hijo varón, la desvalorización de la palabra femenina en la vida política y en los cargos directivos de toda índole, en la mayor paga que, a iguales actividades laborales, reciben los hombres sólo por ser hombres, y en las mujeres rurales del mundo que sólo tienen el 2% de la propiedad de la tierra y reciben sólo el 1% de los créditos destinados a la agricultura11, mientras que producen más de la mitad de todo el alimento que se cultiva en el mundo (Informativo Mujer, 2004, 10).

La Ley Revolucionaria de Mujeres12, elaborada por las mujeres zapatistas en 1994, en la que participara entre otras la Comandante Ramona, establece un paso radical hacia la igualdad social, política y económica de las mujeres respecto de los hombres. La propuesta de la CONAMURI, y de Magui dentro de ella, avanza también hacia una valoración del aporte de las mujeres y sus saberes, desde el cuidado de la salud, que incluye la alimentación, el conocimiento de las plantas medicinales, el medio ambiente y la producción agrícolas, y profundiza en las causas socio-culturales y políticas, e incluso psicológicas que hacen al sometimiento de la mujer. En su Declaración de principios (CONAMURI, sin fecha) se definen como "una organización de clase y combativa, autónoma y solidaria, contraria a toda discriminación, de la mujer, de etnia o clase, democrática y que busca la unidad"... Específicamente sobre la mujer enuncian:

Desterramos el machismo y luchamos por el cambio de conciencia, con la construcción de nuevas relaciones entre las mujeres y los hombres, basados en el respeto, la justicia y la igualdad.

Y respecto de la unidad expresan:

Para la defensa de intereses comunes impulsamos la construcción de la unidad entre diferentes sectores de la clase trabajadora y popular, con el reconocimiento y respeto de la diversidad de las mujeres y del conjunto de la clase trabajadora.

Otro aspecto interesante a destacar es que no hay en ella, una de las líderes más representativas del movimiento de mujeres campesinas en su país, una actitud revanchista ni discriminadora hacia los hombres. En este sentido y procurando evitar fragmentaciones en la búsqueda de un verdadero cambio social, propugna la complementariedad entre mujeres y varones, entendiendo que el sistema mismo es el que favorece la reproducción del machismo, y que la solución no es un enfrentamiento sexista sino un trabajo conjunto, que permitirá avanzar hacia un mundo mejor.

No está demás señalar que las mujeres, alienadas en el sistema, contribuimos a la reproducción del machismo bajo el sometimiento muchas veces inconsciente a la "superioridad masculina", al autoritarismo, bajo la adoración del poder. Y también advertir del riesgo en el que se cae cuando las reivindicaciones de las mujeres se establecen vía exclusión del varón, en competencia con él, y se termina cayendo en los mismos esquemas que se buscaba superar.

Asumiendo sus particularidades históricas y sociales, en las organizaciones femeninas del movimiento campesino paraguayo, la lucha por los derechos de las mujeres se inserta como una de las banderas junto a otras como la soberanía alimentaria, la salud, la educación, la defensa del medio ambiente, el derecho a la tierra, la reforma agraria, y la búsqueda de modelos de producción sustentables, lo que podría resumirse como la lucha por los derechos humanos.

Desde la concepción campesina e indígena, la mujer se asocia a la naturaleza, particularmente a la tierra -femenina ella para el mundo guaraní como para tantas otras culturas-. Igualmente se la asocia a la semilla, que da vida y alimenta. En este camino que están recorriendo las mujeres de revalorizar sus propios saberes, también ellas están recuperando su histórica función de recolectar, seleccionar, almacenar y cuidar las mejores semillas hasta que llegue el momento de la nueva siembra. Son ellas las encargadas de atesorar las semillas del maíz, del poroto, de la mandioca, base de la alimentación y salud del pueblo paraguayo.

Luchan a favor de las semillas naturales y por tener tierras -no contaminadas- para sembrarlas. Así, desde el borde, desde ellas, las más "débiles" representantes de la sociedad, paso a paso, la estrategia de las mujeres campesinas comienza a socavar la lógica aparentemente absoluta de la economía agro-exportadora. El derecho a la vida y a la salud de los campesinos se articula con la lucha por la tierra y la propuesta ecológica de recuperar las semillas nativas versus los cultivos transgénicos. El juicio por el homicidio del niño Silvino Talavera liderado por la CONAMURI es un ejemplo de ello.

Compartiendo este mismo pensamiento, así se expresó Manuela García, mujer del pueblo quiché de Guatemala, en la II Asamblea Mundial por la salud de los Pueblos de Cuenca, Ecuador, donde planteó el concepto de salud que predomina en los pueblos indígenas:

La salud es un estado de equilibrio,
es estar con alegría, es estar bien en el hogar,
es cuidar los animales y el agua,
es vivir en paz y armonía.
No puedo tener salud sin terrenos donde sembrar,
sin casa digna,
con tierras con agroquímicos (Roig, E, 2005b, 6).

Espero que este texto aporte a una sensibilización y a un conocimiento mayor acerca de la gravísima situación del campesinado paraguayo, de este genocidio silencioso que se extiende por los campos y linderos de las ciudades del Paraguay, como por otros países de nuestra América Latina. Ojalá también transmita ese sentido de lo femenino que rescatan las campesinas paraguayas, que, compartido por hombres y mujeres, cuestione profundamente este sistema machista, injusto, violento, inhumano.

Que esta semilla de vida y conciencia que es Magui, y todas las campesinas paraguayas y latinoamericanas a las que ella representa, germine en nuestros corazones, y nos ayude a la formación de nuevas generaciones, en una promisoria América Latina no excluyente.

Notas

1 Premio ideado por la organización no gubernamental suiza denominada "Mil mujeres y un premio Nóbel de la Paz". Magui Balbuena integró la lista de las mil mujeres premiadas en el 2005, compartiendo esta premiación entre otras con Gladys Marín, de Chile y Domitila Chungara, de Bolivia. Ese año el premio Nóbel de la paz fue adjudicado al egipcio Mohamed ElBaradei.

2 Paraguay integra el grupo de países con mayor presencia de población rural en América Latina y el Caribe. Según documentos de la FAO en 1990, seis países superaban el 50% de población rural, Haití (69,4%), Guatemala (61,9%), Honduras (59,3%), Costa Rica (53,3%), El Salvador (53,2%) y Paraguay (52,6%).

3"Silvino Talavera, tenía 11 años cuando fue fumigado por un cóctel de agrotóxicos usados para los monocultivos de soja Roundup Ready en 2003, en el Departamento de Itapúa, Paraguay. La fumigación implicó también la contaminación de víveres que portaba Silvino y consecuentemente causó la intoxicación de 22 miembros de la familia. Además de Silvino, sus hermanas Sofía de 13 años y Patricia de 2 años, debieron ser hospitalizadas en los siguientes días por la extrema exposición a agrotóxicos que habían sufrido. Cuando el estado de salud de los niños se estabilizó, volvieron a casa pero nuevamente la familia se vio expuesta a otras fumigaciones, esta vez de parte del otro vecino sojero. Silvino no lo resistió y murió a los pocos días. En la sangre de los hermanos se encontró fenol, carbamato y glifosato. Todo el grupo familiar se caracteriza por presentar un cuadro degradativo de su salud a causa del uso indiscriminado de agrotóxicos en la región. El 11 de septiembre de este año, también murió Vidal Ocampos de 5 meses, hijo de Sofía Talavera, hermana de Silvino. El bebe murió a causa de hidrocefalia, una malformación del sistema nervioso central relacionada con la exposición a agrotóxicos. Además, Serapio Villasboa, tío de Silvino, fue secuestrado y asesinado en abril del 2006, con más de 10 puñaladas, crimen que no ha sido aclarado hasta el momento. Asimismo, la familia ha recibido innumerables presiones para desistir del juicio, incluyendo amenazas de muerte" (fuente: www.rel-vita.org/agricultura/agrotóxicos/py-movilizada).

4 En entrevista realizada a Magui Balbuena (2006) en el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres "Por la tierra, la igualdad y la soberanía alimentaria", organizada por la CONAMURI en Asunción del Paraguay, del 14 al 16 de noviembre de 2006, ella declara: "El objetivo de este encuentro es muy profundo, muy grande. Analizando la situación del campo en relación a este modelo agroexportador, que son los agronegocios, este modelo aniquila al sector campesino, expulsa a las comunidades indígenas campesinas de sus lugares de origen, y va desapareciendo nuestro sector de a poco [...] es un modelo genocida prácticamente, aprobado por este gobierno [...] sin respetar a las comunidades, sin respetar la cultura, la forma de vida, la forma de producción, arrasando con todo. Para nosotros este modelo condena a nuestro sector. Por eso nos levantamos en lucha contra este modelo y decimos basta".

5 Véase anexo histórico de Tomás Guzmán, y artículo de Korol (2006).

6 Art. 319 del Código Penal del Paraguay: establece penas privativas no menores a cinco años para el que "...con la intención de destruir, total o parcialmente, una comunidad o un grupo nacional, étnico, religioso o social: matara o lesionara gravemente a miembros del grupo, sometiera a la comunidad a tratamientos inhumanos o condiciones de existencia que puedan destruirla total o parcialmente, trasladara, por fuerza o intimidación a niños o adultos hacia otros grupos o lugares ajenos a los de su domicilio habitual, imposibilitara el ejercicio de sus cultos o la práctica de sus costumbres, impusiera medidas para impedir los nacimientos dentro del grupo, y forzara a la dispersión de la comunidad".

7 En acuerdo con Ciriza (2001, 239), que subraya el efecto político de la apropiación del cuerpo femenino por parte de la mujer "Si la ciudadanía se construye sobre uno solo de los cuerpos sexuados de la humanidad, excluirá irremediablemente a las mujeres. La conquista de derechos con relación al propio cuerpo,... el derecho ciudadano a decidir sobre sí, constituye un punto estratégico en relación a la conmoción del orden patriarcal".

8 Paraguay posee uno de los índices de crecimiento poblacional más altos de América Latina. La tasa global de fecundidad es de 4,5 hijos por mujer. Y las mujeres rurales tienen un promedio de 2,5 hijos más que las urbanas (Eomán y Soto, 1996).

9 Véase Viezzer (1991) y Burgos (2000).

10 En este sentido, y por afinidad con el pensamiento de Magui sobre este tema, cito a la venezolana Carmen Hernández, y a través de ella a Diamela Eltit... "Diamela Eltit, escritora chilena, coincide con Nelly Richard en la necesidad de ir más allá de la sexualidad del autor para observar cómo se aborda la discursividad, y señala: 'Parece necesario acudir al concepto de nombrar como lo femenino a aquello que desde los bordes del poder central busque producir una modificación en el tramado monolítico del quehacer literario, más allá de que sus cultores sean hombres o mujeres generando creativamente sentidos transformadores del universo simbólico establecido' " (Hernández 2006, 45s). De la misma autora, y ampliando lo femenino como teoría crítica a la historia (y sin que esto suponga un esencialismo, según mi opinión), ella plantea que "En América Latina, la teoría feminista se muestra pertinente como plataforma de análisis frente a los diversos mecanismos opresivos que constantemente están actuando sobre los sujetos. Insertar la problemática del género en un objetivo mayor implicaría que el lenguaje femenino se propusiera como objetivo el replanteamiento de los modelos dominantes relativos al lenguaje y a la historia" (Hernández, 2002). Las cursivas son mías.

11 Cito a Riquelme (2003) "...[las mujeres organizadas] también tuvieron un papel determinante en el reconocimiento de las mujeres como sujetos de la Reforma Agraria en el Estatuto Agrario. La Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI) elaboró un documento en el cual propuso la incorporación de la mujer jefe de familia como beneficiaria de la reforma agraria, y que el título de propiedad sea expedido a nombre de la mujer si es jefe de familia, o a nombre del varón y la mujer si fueran concubinos. Esta propuesta fue incluida en el Nuevo Estatuto Agrario promulgado en enero de 2002 (Pitz et al, 2002)".

12 La Ley Revolucionaria de mujeres del EZLN considera las siguientes demandas:
Primera: Las mujeres, sin importar su raza, credo o filiación política tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen.
Segunda: Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.
Tercera: Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.
Cuarta: Las mujeres tienen derecho a participar en asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente
Quinta: Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en salud y alimentación
Sexta: Las mujeres tienen derecho a la educación
Séptima: Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio.
Octava: Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni extraños. Los delitos de intento de violación serán castigados severamente.
Novena: Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.
Décima: Las mujeres tendrán todos los derechos u obligaciones que señalan las leyes y los reglamentos revolucionarios.

La autora
Elisabeth Roig es Licenciada en Filosofía, egresada de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Ex investigadora en el área de antropología de la música del Instituto Nacional de Musicología. Trabaja actualmente como investigadora independiente, siendo sus principales áreas de interés los temas socio-culturales y políticos.

Bibliografía

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