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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas v.10 n.1 Mendoza ene./jun. 2008

 

ARTÍCULOS

Laclau y Verón: discusiones teóricas y contribuciones para la praxis en dos teorías del discurso1

Laclau and Verón: Theoretical Discussions and Contributions to the Praxis in Two Theories of Discourse

Hernán Fair*
CONICET

Resumen
A partir de la década del '50, la teoría post-estructuralista, por un lado, y la semiótica, por el otro, iniciaron una fuerte crítica hacia las corrientes teóricas neopositivistas, afirmando que no existe nada más material que el discurso y que era necesario trascender el análisis de contenido, hasta entonces dominante. No obstante, ambas corrientes suelen ser vistas como incompatibles entre sí, obligando a elegir entre uno u otro de los enfoques. Este trabajo intenta mostrar que, más allá de ciertas divergencias, pueden tenderse puentes de unión teórica y empírica. Para ello, se toma como referencia a dos de sus más importantes corrientes: la teoría sociosemiótica de Eliseo Verón y la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau. Según se sostiene, existen entre estas dos teorías importantes fuentes de compatibilización y complementariedad, observables en la primacía que ambas otorgan a las condiciones de posibilidad y a la dimensión conflictiva de todo discurso.

Palabras clave: Laclau; Verón; Discurso; Semiótica; Teoría política.

Abstract
As of the decade of '50, the post-estructuralist theory, on the one hand, and the semiotics, on the other, initiated a strong critic towards the neopositivists theoretical currents, affirming that it does not exist nothing else material that the speech and that was necessary to extend the content analysis, until then dominant. However, both currents usually are seen like incompatible to each other, forcing to choose between one of them of the approaches. This work tries to show that, beyond certain divergences, bridges of theoretical and empirical union can tender. For it, it is taken like reference to two from his more important currents: the sociosemiotic theory of Eliseo Verón and the theory of the hegemony of Ernesto Laclau. According to one maintains, it exists between these two important theories sources of making compatible and complementariness, observable in the priority that both grant to the conditions of possibility and the conflicting dimension of all speech.

Key words: Laclau; Verón; Speech; Semiotics; Political theory.

1. Introducción

El discurso como método de análisis ha sido comúnmente denigrado en las Ciencias Sociales en general y en la Ciencia Política en particular acusado de "idealista" o poco "científico". En ese contexto, frente al auge de los modelos cuantitativistas y racionalistas que derivan del Conductismo y la Teoría de la Elección Racional, se suele señalar que el discurso carece de relevancia teórica como objeto de estudio o que sólo la tiene desde una visión "matematizable" (Downs, A., 1992; Rikker, W., 1992), o bien, desde la sociología política marxista, que menosprecia la primacía de la base material (Borón, A. y Cuellar, O., 1983; Borón, A., 2000; Veltmeyer, H., 2006). A partir de la modernización y el auge de la propaganda de los años '30, y en particular desde la década del '50, con los aportes de Levi Strauss, Saussure, Barthes y Jacobson, la teoría post-estructuralista, por un lado, y la semiótica, por el otro, iniciaron una fuerte crítica hacia estos preceptos, afirmando que no hay nada más material que el discurso y que era necesario trascender el análisis de contenido de la corriente conductista dominante (Mangone, C. y Warley, J., 1994). No obstante, ambas corrientes de análisis del discurso suelen ser vistas como contradictorias entre sí, obligando a elegir entre uno u otro de los métodos de análisis. En este trabajo intentaremos mostrar que ambas perspectivas no resultan necesariamente incompatibles y que, más allá de ciertas cuestiones en las que parece existir una divergencia casi total, hay otras en las que pueden tenderse puentes de unión teórica. Para ello, entre las múltiples perspectivas dentro de cada una de las corrientes dominantes, hemos seleccionado a dos de sus más importantes: la teoría sociosemiótica del discurso de Eliseo Verón y la llamada teoría de la hegemonía, cuyo máximo exponente es el teórico post-marxista Ernesto Laclau.

Varios estudios recientes en el campo de la comunicación, y especialmente en la teoría política, han afirmado en relación a estas dos perspectivas una supuesta incompatibilidad, e incluso contradicción teórica, que impediría complementarlas en el análisis empírico, ya que la primera de ellas haría hincapié en las estrategias enunciativas y la segunda rechazaría la noción de estrategia para centrarse en las prácticas de articulación hegemónicas (Barros, S., 2002). Al mismo tiempo, se afirma que los tres tipos de destinatarios que fija la teoría de Verón no logran dar cuenta de los cambios en la construcción de las identidades políticas (Aboy Carlés, G., 2001a). Como intentaremos demostrar en este trabajo, aunque existen algunas divergencias relacionadas básicamente con la rigidez de los tipos de destinatarios veronianos frente a la articulación contingente e indecidible de la teoría laclausiana, pueden hallarse importantes fuentes de compatibilización y complementariedad en la primacía que ambos otorgan a las condiciones discursivas y a la dimensión conflictiva del discurso y también en la noción de sujeto de enunciación de la teoría de Verón.

1.1. Antecedentes

Durante siglos se creyó firmemente en la posibilidad de que pudiera existir una representación "objetiva y transparente" para nombrar la realidad. Este modelo representacional encuentra sus primeros antecedentes en el idealismo platónico, pero se halla también presente en la mayoría de las perspectivas dominantes, incluso hasta la actualidad (Mangone, C. y Warley, J., 1994). No obstante, a partir de la feroz crítica inicial nihilista de Friedrich Nietzsche (1996), el existencialismo de autores como Martin Heidegger (1997) y toda la corriente estructuralista francesa, comenzando por Claude Levi-Strauss (1977), esta idea "neopositivista" acerca de la existencia de una representación objetiva que reflejaría una verdad ontológica que debería buscarse o "descubrirse" allí donde se encuentra "escondida" comenzaría a ser fuertemente criticada (Follari, R., 2000). Al mismo tiempo, desde los precursores del análisis semiótico, las críticas de Charles Ducrot (1986) y Emile Benveniste (1980) al sujeto como emisor del discurso, el análisis de los mitos de Barthes (1961) y la crítica desde el marxismo a la condición supuestamente superestructural de la ideología y el lenguaje por parte de Voloshinov (1976) han contribuido también a romper con la corriente hegemónica.

Sin embargo, será recién a partir de los aportes de teóricos como Ferdinand de Saussure (1961) y el segundo Wittgenstein (1988), que el lenguaje comenzará a perder definitivamente su falsa "transparencia". A partir de allí, el llamado modelo topológico, que creía, desde Platón (1988), que el lenguaje expresa de manera fiel, objetiva y neutral el pensamiento del que habla deja, entonces, de tener sentido (Mannoni, O., 1994: 20-21). A partir de este "giro semiótico" (Fabbri, P., 2000), tal como lo expresarán múltiples autores, deja de creerse (al menos en la teoría) en la "unicidad del sujeto hablante". En realidad, lo que existe es lo que Bajtín denomina una "polifonía" de la enunciación, es decir, una "pluralidad de voces que hablan" (Ducrot, Ch., 1986: 175). A partir de allí, como señala Ducrot, no existe un sujeto autor que "habla", sino un acto de producir un enunciado (Ibid., 183 y ss.). En efecto, "el que emite la enunciación (locutor o narrador) lo hace como responsable de él, pero el discurso puede ser atribuido a enunciadores de los que él se distancia" (Ibid., 213). Tenemos, entonces, que es el acto de producir un enunciado -lo que Benveniste denomina "acto de enunciación" (Benveniste, E., 1980: 86), y no el texto del enunciado; y Steimberg, en una definición más elaborada, define como el "efecto de sentido de los procesos de semiotización, por lo que en un texto se construye una situación comunicacional, a través de dispositivos que podrán ser o no de carácter lingüístico"2 (Steimberg, O., 1998: 44)- lo que constituye el objeto de análisis.

Llegamos, así, al campo específico de la semiótica, entendida como el estudio de los sistemas y procesos de significación (Ibid., 36). En efecto, la semiótica, desde Saussure en adelante, tiene como objeto de estudio los signos comprendidos como un todo social. Desde la perspectiva de este autor, la lengua debe ser entendida como un sistema de signos diferenciales en los que la relación de cada uno otorga significado al conjunto. De este modo, no se estudia el signo aislado, sino en su relación con otros signos. De ahí, su condición de significancia (Benveniste, E., 1980: 49). En este sentido, señala Saussure, todo signo no sólo es diferencial sino que también es relacional. Ahora bien, la hipótesis central de lo que llama semiología consiste en señalar que el signo se caracteriza por su "arbitrariedad", esto es, que un significante (palabra o imagen acústica) puede estar asociado a múltiples significados (conceptos concretos) y viceversa3 (Saussure, F., 1961). Mediante esta definición, el lingüista francés sentó las bases para el análisis de los sistemas de signos o, mejor aún, de símbolos (Todorov, T., 1982: 56), que constituye el objeto de estudio de la disciplina denominada comúnmente como semiótica.

Existen, sin embargo, múltiples teorías discursivas, y no todas comparten cada uno de los presupuestos mencionados (véanse Mangone, C. y Warley, J., 1994: 13-56; Fabbri, P., 2000). Así, la corriente iniciada por autores como Saussure, Barthes (1991) y Jacobson (1985), entre otros, ha ejercido también gran influencia en el desarrollo de lo que se conocería como la corriente post-estructuralista, especialmente en su vertiente del psicoanálisis lacaniano (Lacan, Miller, Roudinesco) y muchos de sus desarrollos posteriores (Derrida, Badiou, Ranciere, Deleuze, Zizek, Copjec, Mouffe).

A continuación, nos centraremos en el análisis de dos de los principales exponentes teóricos de estas dos perspectivas. Ambas, la teoría sociosemiótica de Eliseo Verón y la teoría del discurso de Ernesto Laclau, han influenciado en múltiples trabajos empíricos en los últimos años. Entre muchos otros, podemos destacar los análisis de Oscar Landi en relación a la enunciación alfonsinista (1988), Scandogliero et. al. (2001) y Paula Canelo (2002) en lo que refiere a la enunciación menemista, o el análisis de las campañas y slogans electorales en Argentina de Carlos Mangone (1994) y de Hadida y Pérez (1999). En cuanto a la teoría de la hegemonía, se destacan en relación al caso argentino, los trabajos de Gerardo Aboy Carlés (2001a, 2001b, 2003, 2005a, 2005b), Sebastián Barros (2002, 2006a, 2006b) y Paula Biglieri (2006, 2008). Ninguno de ellos, sin embargo, ha intentado hasta el momento tender un puente de unión entre ambos enfoques de análisis del discurso político, al entender la mayoría4 que existe una fuerte incompatibilidad teórica. En lo que sigue, intentaremos hacerlo.

2. La teoría del discurso de Eliseo Verón

Eliseo Verón es considerado actualmente como uno de los máximos teóricos de la perspectiva semiótica de análisis del discurso. Entre sus principales trabajos se encuentran La palabra adversativa (1987a), La semiosis social (1987b), Semiosis de lo ideológico y el poder (1995) y Perón o muerte.Los fundamentos discursivos de la enunciación peronista (2003) este último junto con Silvia Sigal [1986]. En líneas generales, su perspectiva se ubica dentro del campo de análisis sociosemiótico del discurso político. En ese contexto, cabe destacar la influencia ejercida en su obra por autores como Charles Peirce, Ducrot, Benveniste, Voloshinov, Bajtín y la pragmática de los "actos de habla" de Searle y Austin (Mangone, C. y Warley, J., 1994: 24-25).

Dejando en un lugar secundario el vasto campo de estudio de la retórica5 y el análisis "descriptivo" y cuantitativo de contenido -esta última, corriente dominante actualmente a partir de la influencia del conductismo en los Estados Unidos- la teoría de Verón se centra en lo que el autor denomina la "dimensión ideológica" o dimensión de la enunciación de todo discurso. Según afirma, todo enunciado se encuentra relacionado con lo que denomina los "dispositivos de enunciación". Esto corresponde a la relación que se establece entre lo que se enuncia y su enunciación. Es precisamente en este ámbito en donde el "sujeto de enunciación" construye la relación de su discurso, no con lo que dice (nivel del enunciado), sino en su relación particular con aquello que dice (nivel de la enunciación). Así, analizar la dimensión ideológica implica analizar la relación estratégica que se establece entre el sujeto de enunciación del discurso y sus "condiciones sociales de producción" (Verón, 1987a, 1987b, 1995, 2003: 19-24).

Mediante la aplicación de estas nociones, que deben mucho a los aportes de autores diversos como Michel Foucault (1970, 1973) y Emilio De Ípola (1983), la perspectiva de Verón se aleja del análisis de las "ideologías" burguesas que se encontrarían "detrás" de los discursos, como es el caso del análisis de los mitos de Roland Barthes (1991), luego remedado en S/Z (1970). En su lugar, se analizan las condiciones discursivas que posibilitan el surgimiento de todo discurso.

Al mismo tiempo, su noción de sujeto de enunciación le permite alejarse de las perspectivas que, desde la Teoría de la elección racional y el conductismo norteamericano, entienden que existe un sujeto racional que puede prever las estrategias de todos los actores sociales y sus múltiples consecuencias (Downs, A., 1992; Rikker, W., 1992). En efecto, para Verón, dado que el lenguaje es polifónico, la enunciación es, en realidad, "la instancia de la instauración del sujeto de la enunciación (el sujeto productor del discurso, quien no debe ser confundido con los sujetos de estado y de hacer actualizados en la sintaxis narrativa) que abarca dos posiciones actanciales: la del enunciador y la del enunciatario" (Greimas, A. y Courtés, J., 1990: 79; Maingueneau, D., 1976). En ese contexto, a diferencia de lo que afirman autores como Aboy Carlés (2001a) y Barros (2002), lejos está Verón de afirmar que el discurso es generado por un actor estratégico que puede medir cuantitativamente los costos y beneficios de su accionar. Al contrario, Verón sostiene que el objetivo de su enfoque consiste en analizar las estrategias que se desprenden del discurso enunciado por el sujeto de la enunciación, una enunciación que se encuentra abierta a múltiples y variadas interpretaciones por parte del analista del discurso y que puede generar, a su vez, múltiples efectos en cada destinatario.

Desde la perspectiva sociosemiótica de Verón, todo "sujeto de enunciación" construye una relación discursiva con tres tipos de destinatarios: los adherentes o "prodestinatarios", los indecisos o "paradestinatarios" y los adversarios o "contradestinatarios". Al tiempo que el enunciador intenta reforzar la creencia presupuesta con los prodestinatarios, ejerce una estrategia de persuasión con los paradestinatarios y, al mismo tiempo, una lectura destructiva con sus contradestinatarios (Verón, E., 1987a: 17-18, 1987b, 1995). A partir de allí, el análisis ideológico consiste en examinar las distintas "posiciones del sujeto" en relación a cada uno de estos destinatarios, dando cuenta de las diferentes estrategias políticas a las que apela el enunciador para legitimar sus posiciones. De lo que se trata a continuación es de recolectar y analizar un corpus discursivo para dar cuenta de las estrategias del enunciador, a partir del "núcleo invariante" y el "sistema de variaciones" diacrónico del campo discursivo. En pocas palabras, se trata de examinar al menos dos discursos para dar cuenta de sus aspectos inmodificables, los que son modificados y las estrategias que explican esas transformaciones históricas. Para ello, se analiza desde dónde se sitúa y cómo legitima el enunciador lo que expresa frente a sus seguidores, con especial énfasis en los "colectivos de identificación"6 que utiliza, cómo persuade a los indecisos que se encuentran por "afuera" de su propia creencia y, al mismo tiempo, cómo deslegitima el discurso de sus adversarios político-discursivos (Verón, E., 1987a, 1987b, 1995, 2003).

3. La teoría del discurso de Ernesto Laclau

El teórico argentino Ernesto Laclau es considerado, al igual que Verón, como uno de los máximos exponentes de la teoría política del discurso. Entre sus principales trabajos se destacan Hegemonía y estrategia socialista (junto con Chantal Mouffe, 1987) [1985], que marcaría la fundación de la perspectiva de análisis postmarxista, Nuevas revoluciones sobre la revolución de nuestro tiempo (1993) [1990], Emancipación y diferencia (1996a) [1994] y La Razón populista (2005a).

El fundador de la llamada Teoría de la hegemonía se ha nutrido de fuentes muy diversas desde el primer libro escrito en 19787. En particular, ha sido notable la influencia que han ejercido sobre este autor tres corrientes principales: la desconstrucción derridiana, el post-estructuralismo lacaniano y la noción de hegemonía de Antonio Gramsci. En sus primeros trabajos se advierte, además, su fuerte impronta althusseriana, a partir de su noción de posiciones de sujeto, aunque también puede observarse allí una crítica a la noción de este autor acerca de la determinación material en última instancia8 (Laclau, E. y Mouffe, Ch., 1987).

En resumidas cuentas, la teoría del discurso de Laclau parte de la base de que el discurso en sentido amplio resulta la fuente principal de constitución de los sujetos. En otras palabras, parte de la idea -cuyos antecedentes se encuentran en el psicoanálisis lacaniano (Lacan, J., 1987, 2001, 2006) y en algunos desarrollos posteriores que también han influido sobre el autor, como el filósofo esloveno Slavoj Zizek (1992, 1993, 2001) en una primera etapa, y Joan Copjec (2006), en una segunda- de que no existe una realidad estructurada por fuera del lenguaje como tal, y que es el propio discurso el que constituye al sujeto en sus prácticas sociales y no viceversa9.

Derivada de esta cuestión, existe en la teoría de Laclau una fuerte crítica a lo que denomina el reduccionismo de clase del marxismo. Según el teórico argentino, los antagonismos, aunque son constitutivos de toda sociedad, no pueden ser reducidos a nociones tales como clase obrera y clase capitalista. En la misma línea, rechaza la idea de que pudiese existir algún tipo de determinación económica en cualquiera de sus variantes. En efecto, desde la perspectiva de Laclau, no existe ninguna "aprehensión conceptual pura" (Laclau, 2005a: 95). De este modo, el autor argentino se aleja de los análisis marxistas -comenzando por el propio Marx (1975)- que, en su gran mayoría10, creían que existen intereses objetivos de clase constituidos a priori. Según Laclau, no existe ningún grupo o clase social que exista previamente, ya sea como "autonomía relativa" (Poulantzas, N., 1971), ya sea a través de la determinación "en última instancia" de la base material (Althusser, L., 1968, 1988; Cardoso, F. y Faletto, E., 1970; Miliband, R., 1975, Lechner, N., 1977) o en su variante de "socialismo ético" (Benjamin, W., 2005). Lo mismo ocurre con la determinación de la Razón, como creía la Ilustración y llegaría a su máxima expresión en el "panlogicismo" de Hegel. En este sentido, Laclau, si bien reconoce, a diferencia de sus primeros trabajos (Laclau, E y Mouffe, Ch., 1987: 126 y 211), la "centralidad de los procesos económicos en las sociedades capitalistas" debido a la "importancia de la reproducción material de la sociedad" (Laclau, E., 2005a: 294-295), además de otorgarle una particular importancia a la construcción discursiva, niega que exista algún elemento que sobredetermine por sí mismo11 (Laclau, E., 1993: 130, 2005a: 130).

En cuanto al enfoque del desconstructivismo derridiano, Laclau toma la noción, también presente en Lefort (1990), acerca de la imposibilidad de que existan identidades que puedan constituirse de manera plena. En efecto, todo discurso posee siempre una alteridad antagónica que, al tiempo que permite edificar la propia identidad como externa a aquella alteridad, le impide paradójicamente constituirse plenamente (Derrida, J., 1989a, 1989b, 1995, 1997).

En ese contexto de imposibilidad de una identidad transparente y a-conflictiva -una inmanencia que se observa en teorías tan diferentes como el marxismo, el contractualismo de Hobbes (1980), la noción de democracia deliberativa y de "acción comunicativa" y la fe en el consenso racional de autores como Habermas (1994), Rawls (1972) y Rorty (1991)12, el gobierno de los filósofos de Platón, e incluso la noción kantiana de "paz perpetua" (Kant, I., 1996), además de, por supuesto, la utopía del Fin de la Historia del neoliberalismo13- la teoría de la hegemonía coloca un especial énfasis en la noción derridiana de articulación contingente e "indecidible". Para ello, toma como base la concepción de la hegemonía de Antonio Gramsci14. Según Laclau, mediante su noción de hegemonía, el teórico italiano habría logrado trascender, no sin contradicciones, los reduccionismos clasistas y economicistas que caracterizan al marxismo ortodoxo, incrementando la autonomía del campo político. Basándose y reformulando en gran parte15 este marco teórico, que hace hincapié en la necesidad de trascender los intereses locales de grupo para presentarse como representando "voluntades colectivas" más generales16 (Gramsci, A., 1975, 1984), Laclau sostiene que todo discurso tiene como objeto la articulación de demandas sociales insatisfechas que trasciendan su particularidad inherente para formar nociones más universales. En ese contexto, destaca la necesidad de todo discurso de constituir una cadena equivalencial de significantes17 que logren "vaciarse" de manera tendencial18 para articular un espacio más amplio que trascienda su inscripción originariamente particularista para hegemonizar el espacio social (Laclau, E., 2003, 2005a, 2005b). En términos más simples, subraya la necesidad inherente de todo discurso de generar palabras o imágenes trascendentales (orden, justicia, libertad, etc.) que trascienden su contenido sectorial para articularse con otras demandas sociales de inscripción equivalente.

4. Revisando ambas teorías

A primera vista, parece haber una fuerte asimetría entre la teoría sociosemiótica de Verón y la teoría de la hegemonía de Laclau. Las principales divergencias se deben, básicamente, a que la teoría de Verón instituye de manera fija la presencia de los destinatarios del discurso. En efecto, todo discurso posee un prodestinatario, un paradestinatario y contradestinatario definidos estáticamente. De este modo, como señala Aboy Carlés (2001a), la perspectiva no logra dar cuenta del proceso de transformación de aquellos destinatarios.

La teoría de Laclau, en cambio, tiene la ventaja de que posee una noción más flexible del discurso. De este modo, la construcción del mismo puede variar de manera constante, de forma tal que lo que era el "exterior constitutivo" (Staten, H., 1984), es decir, el antagonismo inherente a todo discurso que le permite al tiempo que le impide constituirse como tal (contradestinatario, en los términos de Verón), pase a formar parte de la "cadena equivalencial interna", o resulte el nuevo "prodestinatario", en el sentido veroniano. En otras palabras, la teoría de Verón no daría cuenta del péndulo constante de inclusión y exclusión del contadestinatario que, desde la perspectiva de Laclau, resulta una condición constitutiva de todo discurso político19.

Ahora bien, más allá de esta crítica, que muestra cierta incompatibilidad teórica entre ambas perspectivas, entendemos que existen algunas cuestiones en las que ambas teorías se asemejan de manera sugestiva. Comencemos, en primer lugar, por la noción de sujeto de enunciación. En efecto, como dijimos, Verón se aleja de las perspectivas que hacen hincapié en la presencia de actores racionales y estratégicos que pueden manejar los efectos de su discurso. En su lugar, su método consiste en analizar, a partir de los variantes e invariantes observados en un corpus discursivo determinado, las estrategias que se desprenden del discurso enunciado. Un ejemplo de esta lógica lo podemos hallar en su libro Perón o muerte, publicado originariamente en 1986. Allí, Verón (2003) se propone analizar, junto con Silvia Sigal, las modalidades enunciativas del discurso peronista. Según observa, Perón se situaba discursivamente como un "outsider" que llegaba a la política desde un campo apolítico como es el cuartel del ejército y con el único propósito de servir a la Patria. Así, lograba constituirse discursivamente como encarnación del Pueblo y, al mismo tiempo, excluir a sus adversarios por ser el Anti-Pueblo o la Anti-Patria. En su tercera presidencia, el "modelo general de la llegada" era ahora proveniente de un exterior geográfico representado por el exilio, donde había sido confinado en 1955. Perón ya no representaba al Pueblo, sino a la Nación en su conjunto. Sin embargo, el dispositivo de enunciación, basado en la estrategia de presentarse como ajeno a la política, en lo que considera constituye un "vaciamiento del campo político" se mantendría vigente20.

Como se puede observar, el modelo de Verón no analiza las intenciones estratégicas de Perón, sino las modalidades y condiciones de producción de su discurso, esto es, las condiciones que hicieron posible el surgimiento y posible eficacia de su discurso. En el caso de Perón, su modalidad enunciativa será, desde la interpretación veroniana, su particular origen ajeno a la política partidaria y su constitución como representante de la sociedad en su conjunto condensada en su persona en tanto representante del Pueblo, la Patria y la Nación en su conjunto. Según Verón, este tipo de estrategia enunciativa le habría permitido vaciar el campo político, rechazando la pertinencia de sus contradestinatarios, a quienes podrá acusar de ser el Antipueblo o la Antipatria (Verón, E. y Sigal, S., 2003).

La teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau parte de este mismo supuesto. En efecto, el propio Laclau afirma que todo discurso se relaciona con ciertas "condiciones discursivas de posibilidad" (Laclau, E. y Mouffe, Ch., 1987: 156; De Ípola, E., 1983: 114). Aunque puede criticársele -y de hecho algunos autores lo han hecho (Aboy Carlés, G., 2001a; Barros, S., 2002)- que Verón olvida la importancia de las prácticas articulatorias en la constitución del discurso peronista, como la movilización inicial a Plaza de Mayo del 17 de octubre y el posterior vínculo que se formará a partir de allí con el líder, o la importancia de la noción de justicia social en su discurso como condición de hegemonización social, ambos parten del supuesto que enfatiza la primacía del discurso y de su dimensión conflictiva, y específicamente, de las condiciones que hacen posible su existencia. En efecto, al plantear Verón la noción de sujeto de la enunciación y al afirmar que todo discurso político posee una "dimensión polémica" inherente -a pesar de que muchas veces resulta ocultada en pos de obtener legitimación política- si bien limita el análisis en el aspecto de construcción de hegemonías, el autor se sitúa en la misma perspectiva post-estructuralista que Laclau, quien hace hincapié en la noción de antagonismo constitutivo y critica el racionalismo y objetivismo conductista. Al mismo tiempo, al enfatizar el análisis diacrónico de las condiciones discursivas de posibilidad del discurso, con sus "huellas" instituidas como condiciones de producción (Verón, E., 1987a, 1987b, 1995), el enfoque veroniano resulta nuevamente similar al de Laclau, al punto tal que esta última noción se asemeja en gran medida a la que utiliza Derrida21.

Así, por ejemplo, en otros trabajos Verón analiza lo que denomina alternativamente como discurso "tecnocrático" (1985, 1995), discurso "didáctico" (1987a) o discurso "científico" (2003). Se refiere con ello a un tipo de discurso que se sitúa por fuera de la política para legitimar su discurso. En uno de sus trabajos iniciales, Verón afirma, en ese sentido, que la estrategia a la que apela lo que denomina el discurso tecnocrático, consiste en "jugar el juego de la política mientras parece jugar a otro juego" (Verón, E., 1985: 2). No obstante, agrega, si bien parece excluir los antagonismos que caracterizan a toda identidad política, es con los propios políticos con quienes antagoniza. En otros trabajos, señala, en la misma línea, que "el discurso científico se estructura de modo diferente al discurso político". En lugar de decir "creo en", afirma "verdades eternas". Es decir, que se ubica "afuera de la creencia", situándose como una "verdad objetiva e indiscutible". Así, "estoy indicando a mi interlocutor que no puede rechazar mi afirmación sin correr el riesgo de quedar fuera del sentido común" (Verón, E., 2003: 22-23).

Al igual que en su trabajo sobre la enunciación peronista, este tipo de estudios, centrados en el análisis de "desde donde se dice lo que se dice", permite observar con nitidez el modo por el cual Verón, lejos de analizar a un sujeto racional y omnicomprensor, se sitúa en el análisis de las estrategias que se desprenden de la enunciación política. Así, por ejemplo, Verón afirma que en este tipo de discurso que formula una "verdad universal e intemporal" (Verón, E., 1987a: 21), y que es propio del discurso neoliberal22, pero también del maestro y el científico, el sujeto de la enunciación logra situarse en una posición de asimetría de poder en desmedro de su interlocutor, quien no sabe o no logra entender lo que sabe quien enuncia. Según Verón, ello se debe a su particular modalidad de enunciación, que elimina todo rasgo de presencia de los "colectivos de identificación" con el enunciador, tales como pueblo, peronistas, argentinos, etc.23 (Verón, E., 1985, 1995). De este modo, agrega, parece estar afirmando una descripción objetiva de la "realidad"24.

En la misma línea, la teoría de Laclau resulta campo propicio para el análisis de las diferentes modalidades enunciativas de los discursos sociales. En efecto, el propio Laclau afirma, en el trabajo realizado junto con Chantal Mouffe, que la predominancia del saber de los expertos implica la "despolitización de las decisiones fundamentales, tanto a nivel económico, como a nivel social y político" (Laclau, E. y Mouffe, Ch., 1987: 218). En efecto, como señala, en un discurso basado en la pura administración no habría antagonismos y, por lo tanto, no tendría política. Esto lo lleva a afirmar, en un texto más reciente, que "no puede alcanzarse ni la pura administración ni la pura diferencia, porque, sino, ninguna clase de política sería posible"25 (Laclau, E., 2005b: 42).

 Por otra parte, debemos tener en cuenta que una de sus máximas influencias, el psicoanálisis lacaniano, se refiere a la existencia de cuatro tipos de discursos de legitimación. Al igual que en Verón, cada uno de ellos posee diferentes condiciones discursivas de posibilidad. Así, particularmente en su Seminario XVII, Lacan (2006) diferencia, por ejemplo, entre el discurso del Amo antiguo, que remite a la dialéctica hegeliana Amo-Esclavo, y el discurso del Universitario o del Amo moderno, basado en una legitimidad científica basada en su "Sujeto supuesto Saber" o "sujeto al que se supone saber" (S.s.S.) (Lacan, J., 1987), que le permitiría el acceso objetivo a la Verdad26.

Se puede observar, en este sentido, que este tipo de discurso basado en la legitimación a partir del saber "superior" y "objetivo" coincide con el tipo de discurso didáctico y antipolítico que Verón, y muchos otros autores -como Foucault (1970, 1973), Lyotard (1992) y Ranciere (1996)- han abordado previa y posteriormente. Al igual que en el sujeto supuesto saber lacaniano, desde la perspectiva de Verón se analiza de qué modo el maestro, el científico o el economista tecnocrático logran legitimar su discurso a partir del saber superior que poseen sobre sus interlocutores.

Lo que queremos destacar, en pocas palabras, es que la teoría de la semiosis social veroniana ha sido injustamente criticada por parte de muchos de los más destacados intelectuales de la teoría de la hegemonía27, olvidando, así, los muchos puntos de contacto que pueden hallarse entre ambos enfoques.

Pero además, para que no queden dudas de la fuerte impronta estructuralista en la teoría del discurso de Verón, debemos tener en cuenta que en el trabajo sobre la enunciación peronista, este autor observa que el propio discurso de Perón tenía diferentes recepciones según a qué receptor se refiriera. A partir de un exhaustivo análisis de los diarios de la época, el teórico argentino observa que en los sectores de la izquierda del peronismo, el discurso de Perón era entendido como un discurso que llevaría a la instauración del socialismo nacional. La derecha del peronismo, en cambio, entendía que el liderazgo de Perón representaba el retorno del orden perdido por la violencia social de los sectores de la izquierda28. Quizás influenciado por estas múltiples recepciones del discurso, Verón incorpora en sus análisis posteriores dos métodos de estudio. Según señala, todo discurso puede ser analizado colocando énfasis en sus condiciones sociales de producción (C.S.P.), o bien, en sus condiciones sociales de recepción o reconocimiento (C.S.R.) (Verón, E., 1987a, 1987b, 1995). Aunque a priori esta teoría, basada en gran medida en el análisis ternario de Peirce (1955), parece alejarse nuevamente del análisis laclausiano, en realidad le permite a Verón distanciarse definitivamente de la noción de estrategia racional. En efecto, al incluir también el análisis de las condiciones sociales de recepción del discurso, su teoría acepta implícitamente la presencia de múltiples recepciones que puede tener una enunciación. Al mismo tiempo, incluye un interesante método para confirmar las hipótesis planteadas por el analista del discurso. Si bien Verón utiliza, como dijimos, el método de relevamiento de fuentes secundarias de diarios y revistas para dar cuenta de la recepción del discurso, pueden utilizarse también otros métodos como ser las entrevistas, la observación participante, los estudios de campo o las metodologías basadas en encuestas para dar cuenta del modo en el que se recepcionó en cada uno de los distintos sectores de la sociedad un tipo de discurso particular29.

5. A modo de conclusión

En el transcurso de este trabajo nos propusimos analizar comparativamente dos perspectivas de análisis del discurso comúnmente entendidas como incompatibles entre sí: la teoría sociosemiótica de Eliseo Verón y la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau. En efecto, vimos que varios autores, principalmente en el campo de la teoría política contemporánea, sostienen la incompatibilidad teórico-conceptual entre ambas teorías, al entender que se excluyen mutuamente. Sin embargo, si apartamos algunas nociones algo problemáticas, como la idea de que existen en todo discurso político tres tipos de destinatarios rígidamente establecidos, consideramos que la teoría del discurso de Verón no resulta necesariamente incompatible con la teoría postmarxista de Laclau. Ello se debe a que, contrariamente a lo que algunos suponen, la teoría veroniana no se centra en estrategias racionales de un supuesto actor estratégico, sino que analiza los actos de enunciación que se desprenden de todo discurso. De este modo, el análisis en términos de la dimensión ideológica se aleja de todo determinismo "objetivizante" basado en elementos racionalistas. Al mismo tiempo, ambos coinciden en la importancia ejercida por las condiciones sociales de producción de todo discurso. De este modo, pueden resultar adecuadas para analizar diferentes estrategias discursivas de enunciación, tales como la apelación a un tipo de discurso tecnocrático o la ubicación discursiva como un outsider del campo político. Finalmente, destacamos que mientras la teoría semiótica de Verón puede nutrirse de la noción de articulación hegemónica, aquella puede aportarle a esta última el análisis enunciativo del discurso. De manera específica, el análisis en términos ideológicos parece resultar particularmente útil para indagar en el modo de legitimación de los sectores sociales identificados arraigadamente dentro de una tradición y en el análisis de las diferentes estrategias y modalidades enunciativas construidas en un tipo de discurso político a partir de las huellas de sus condiciones sociales de producción y en relación a sus colectivos de identificación, mientras que la teoría de la hegemonía parece poder aportarle al campo semiótico la importancia de las prácticas articulatorias en la construcción y reformulación de las identidades políticas.

Como podemos observar, ambas teorías poseen un vasto alcance teórico y empírico y sobre todo resultan en muchos sentidos complementarias. Este trabajo sólo pretende contribuir al desarrollo de la teoría y a fomentar la integración de enfoques en vista de contribuir a la producción de nuevos desarrollos que fomenten una mayor comprensión y explicación de las muchas veces complejas e impredecibles transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que estamos observando en los últimos años. Queda, a partir de aquí, la ardua tarea de continuar profundizando y discutiendo acerca del desarrollo y pertinencia de ambas teorías tanto a nivel teórico como en la praxis de estudios de caso concretos.

Notas
1 Este trabajo surge como respuesta teórica y práctica a una discusión del autor con diferentes integrantes del CEDIS, especialistas en la teoría de la hegemonía, acerca de la conveniencia de abordar la teoría de Verón en confluencia con la teoría laclausiana. Agradezco muy especialmente los comentarios y críticas realizadas por Paula Biglieri, Sebastián Barros y Gerardo Aboy Carlés y excluyo, por supuesto, a estos autores de las interpretaciones vertidas en este trabajo. Quisiera agradecer, además, a Alicia Álvarez y a Alejandro Groppo por las sugerencias de lectura realizadas en relación al psicoanálisis lacaniano.
2 Esto último se relaciona con lo que Verón (1987a, 1995) denomina "cuerpo significante". En este trabajo, sin embargo, dejaremos de lado este aspecto de su análisis para centrarnos específicamente en el dispositivo lingüístico. Resulta interesante observar, no obstante, de qué modo Verón utiliza una noción clave en el enfoque laclausiano como es la de significante.
3 En realidad, como bien dice Todorov, más que arbitraria, la relación entre un significante y un significado es inmotivada. De todas maneras, aunque todo signo es inmotivado, su unidad simbólica, esto es, la relación que representa o simboliza, sólo puede ser motivada (Todorov, T., 1982: 54-55).
4 La excepción (sólo teórica, hasta el momento), la constituye Paula Biglieri, quien ha reconocido en conversaciones con el autor cierta compatibilidad entre ambos enfoques. Gerardo Aboy Carlés y Sebastián Barros, en cambio, sostienen la imposibilidad de incluir el análisis conjunto.
5 Al respecto, podemos citar los trabajos acerca de la metáfora y la metonimia, inicialmente desarrollados por Roman Jakobson (1985), por parte de Le Guern (1976) y Lakoff y Johnsonn (1998), entre muchos otros. Cabe señalar además, en este sentido, que la teoría de la hegemonía ha desarrollado en los últimos años una fuerte confluencia con estas nociones de la retórica en su análisis acerca de la construcción discursiva de las identidades políticas. Al respecto, véase Laclau (2004, 2005a). Para una aplicación reciente de algunas de estas nociones, véase Fair (2008a).
6 Los "colectivos de identificación" se refieren a las "entidades del imaginario político" que relacionan al enunciador político con sus partidarios. Se definen a partir de un "Nosotros" inclusivo y un "Ellos" (por ejemplo, nosotros los "peronistas" frente a ellos, los "antiperonistas) (Verón, E., 1987a, 1987b, 1995). Esta dicotonomía "Nosotros"-"Ellos" nos remite, a su vez, a la famosa dicotonomía schmittiana "amigo-enemigo" (véase Schmitt, C., 1987: 56 y ss.). Debe señalarse, además, que Verón incorpora a su tipología la noción de "metacolectivos" que, a diferencia de los colectivos de identificación, que corresponden a un "Nosotros inclusivo" enumerable y fragmentable (por ejemplo, peronistas), se refieren a colectivos singulares que no admiten cuantificación o son difícilmente fragmentables (por ejemplo, República) (Verón, E., 1987a: 18, 1987b, 1995).
7 Nos referimos a Política e ideología en la teoría marxista (Laclau, E., 1978).
8 Esto último le ha valido la crítica de muchos teóricos del marxismo (véanse Borón, A. y Cuellar, O., 1983, Borón, A., 2000; Geras, N., 1987; Veltmeyer, H., 2006), quienes lo acusan de ir en contra de la doctrina marxista, al negar tanto la determinación de la base material como así también la noción de clases sociales inmanentes y con intereses contradictorios. Desde estas perspectivas, la teoría de Laclau no sería tanto post-marxista como anti-marxista. Otros autores, como el último Zizek (2003a, 2003b), han sido más ambiguos, aunque también han criticado fuertemente su desprecio a las contradicciones inherentes de clase.
9 Hay también aquí una crítica a la idea foucaultiana acerca de la existencia de una realidad "extradiscursiva" que podría diferenciarse de la realidad "discursiva". Desde la perspectiva laclausiana, por el contrario, no existe una realidad o una práctica que pueda constituirse por fuera del lenguaje como tal (al respecto, véanse Laclau, E. y Mouffe, Ch., 1987; Laclau, E., 2005a).
10 Las excepciones que encuentra son, como veremos, la noción de hegemonía de Gramsci y, en menor medida, el concepto de "huelga general" de Sorel (véanse Laclau, E. y Mouffe, Ch., 1987, Laclau, E., 2005a).
11 Aquí podemos encontrar algunos antecedentes que remiten al teórico Carl Schmitt. En efecto, este autor creía que "lo político puede extraer su fuerza de los ámbitos más diversos de la vida humana, de antagonismos religiosos, económicos, morales, etc." Sin embargo, agrega, actualmente asistimos a una "economificación" en la que las categorías centrales son "la producción y el consumo" (Schmitt, C., 1987: 68 y 111-114). En la misma línea se inscribe la noción de amigo-enemigo en este autor como lógicas constitutivas de lo político. Sobre el particular, véase Arditi (1995).
12 Si bien compartimos la crítica de Laclau (1996a) a la "utopía consensualista" de Rorty, deberíamos tener en cuenta también que el teórico norteamericano se sitúa en una posición muy cercana a la de Laclau cuando en ese mismo trabajo rechaza la idea de verdad como descubrimiento representacional y defiende fuertemente la noción de contingencia (al respecto, véase Rorty, R., 1991).
13 Para una crítica en este sentido, véase Fair (2008b, 2008c).
14 En realidad, el concepto de hegemonía, como señalan Laclau y Mouffe (1987), tiene su origen en la socialdemocracia rusa (Anderson, P., 1991). No obstante, se ha hecho famoso a partir del análisis de Gramsci. Debe recordarse, sin embargo, que Laclau se aleja de este autor ya que, para él, la hegemonía no es necesariamente material, ni tampoco pregona el liderazgo por parte de una cada vez más inexistente "clase obrera", como aún creía el pensador italiano (véase Laclau, E., 1996a, 2005a).
15 La mayoría de las críticas que recibe la teoría de la hegemonía por parte de la sociología política marxista se refieren, como dijimos, a su crítica a la noción de lucha de clases y a la determinación material. En ese contexto, existe una tercera crítica que se refiere a la supuesta "distorsión" del pensamiento marxista de Gramsci por parte de Laclau (Borón, A. y Cuellar, O., 1983; Borón, A., 2000; Veltmeyer, H., 2006). Si bien coincidimos con muchas de estas críticas, que transforman su pensamiento revolucionario en "reformista", debemos destacar la fuerte importancia que el teórico italiano otorga a las ideas en la lucha política. Para un análisis en esta misma línea reformista del pensamiento gramsciano, véase especialmente Portantiero (1999).
16 Sobre la noción gramsciana de "voluntad colectiva", véase especialmente De Ípola y Portantiero (1989). De Ípola (1983), además, ha sido el primero en diferenciar entre las dimensiones "nacional-popular" y "nacional-estatal" que caracterizan a todo liderazgo populista y, particularmente, al peronista. Sobre la aplicación práctica de estas dimensiones, véase Aboy Carlés (2001a, 2001b, 2003, 2005a, 2005b). Para un análisis de estas categorías en relación al discurso menemista, véase también Fair (2007a y 2007b).
17 Aquí se observa la impronta ejercida por Ferdinand de Saussure (1961) sobre su pensamiento, lo que parece contrastar parcialmente con la perspectiva más peirceana de Verón. No obstante, si bien el pensamiento ternario de Peirce (1955) se separa del pensamiento binario de Saussure, debemos tener en cuenta la fuerte crítica que Laclau realiza a este último autor (al respecto, véase Laclau, E., 1996a, 2005a). Por otra parte, vimos que Verón incorpora también la noción de significante de Saussure para referirse a las múltiples significaciones que puede simbolizar el cuerpo dentro del discurso político. Incluso en el referido trabajo sobre la enunciación peronista, Verón y Sigal sostienen, en términos llamativamente similares a la teoría laclausiana, que afirma que Perón constituirá el "significante vacío" o "punto nodal" que articulará su discurso (Laclau, E. y Mouffe, Ch., 1987), que el "enunciador-líder" articulará a través de ese mismo "punto nodal" (véase Verón, E. y Sigal, S., 2003: 47).
18 Aquí debemos diferenciar, no obstante, entre sus primeros trabajos, donde se refería a la noción de "significante vacío" como aquel significante que lograba vaciarse para articular nociones más amplias (Laclau, E., 1996a, 1996b) y la noción más actual de "significante tendencialmente vacío", que señala la imposibilidad de un vaciamiento total del significante (Laclau, E., 2003, 2005a, 2005b). Para un detalle de estas transformaciones teóricas del pensamiento laclausiano, véase Aboy Carlés (2001a).
19 La mayoría de los trabajos que se insertan dentro de esta corriente (Aboy Carlés, Barros, Biglieri, Groppo, Melo y el propio Laclau) hacen hincapié, en ese sentido, en los componentes de orden y ruptura que definen a la lógica política del discurso denominado populista. Persisten, sin embargo, algunas divergencias muy marcadas. Por una cuestión espacial, quedará para un trabajo posterior la caracterización de este debate teórico.
20 Según Verón, el funcionamiento del "modelo de la llegada" estaba asociado a la estrategia de Perón, quien salía del cuartel movido por el sentido del deber ineludible de reestablecer la justicia en la sociedad. Su llegada a la política era el encuentro de los valores inmutables de la institución militar, íntimamente ligados al servicio y defensa de la Patria y el Pueblo, con los valores degradados de la sociedad civil. Perón se situaba como "enunciador abstracto" de la Patria a través de la unión de los colectivos singulares Ejército, en tanto "humilde soldado", y Pueblo, como "Primer Trabajador". Como ser peronista era igual a ser argentino, los contradestinatarios eran excluidos del campo político y situados, irremediablemente, en el plano de la "Antipatria". Durante su última presidencia, el modelo de llegada era desde el exilio y marcaba un cambio en la estrategia discursiva. Ahora el líder aceptaba la idea de que había diferentes formas de entender y de servir a la Patria. Puesto que las diferencias entre peronistas y no peronistas eran de grado y de opinión pero no de oposición, los diferentes partidos debían colaborar en la tarea de Unidad Nacional. De este modo, los paradestinatarios no peronistas lograban ingresar en el "nosotros" argentinos. Sin embargo, las divisiones antipatrióticas no desaparecieron, sino que se trasladaron desde fuera del peronismo hacia el interior del movimiento. En este sentido, Verón concluye que el "vaciamiento del campo político" continuará presente, en tanto seguirá vigente el enfrentamiento con un otro Antipatria que es vaciado de toda legitimidad (Verón, E. y Sigal, S., 2003: 29-97). En esta línea, véanse también los trabajos de Canelo (2002) y Rosa (2006), quienes se centran en las estrategias enunciativas del menemismo en relación al discurso de Perón. Se le ha criticado a Verón el afirmar la noción acerca de un supuesto vaciamiento del campo político. Para Aboy Carlés, por ejemplo, el discurso de Perón trató más bien de un reordenamiento del mismo, en razón de que lo político nunca puede ser eliminado totalmente (Aboy Carlés, G., 2001a: 134, 2005b). En esta misma línea, se ubica también la crítica de Barros (2002: 40-41). Si bien coincidimos con ambos autores, debemos recordar que Verón no cree que el campo político pueda ser eliminado totalmente, más bien se trata de una estrategia de enunciación, que comparte, además, como a continuación veremos, con el discurso tecnocrático.
21 En efecto, Derrida se refiere a su método de desconstrucción como un método basado en las "huellas" que deja un discurso y que, dada la condición de "iterabilidad", pueden ser apropiadas en un discurso posterior (véase Derrida, J., 1989a, 1989b, 1995, 1997). Se puede observar aquí de qué modo resulta similar esta noción de "iterabilidad" a la noción de "enunciador segundo" que utilizan Verón y Sigal (2003) para referirse a las diversas interpretaciones del discurso peronista, una noción que es apropiada también por Canelo para analizar la enunciación menemista (véase Canelo, P., 2002).
22 Sobre la "cientificidad" del discurso neoliberal, véase particularmente Gómez (1995). Para un análisis del discurso cientificista en el caso argentino, véase Fair (2008b).
23 Dado que el discurso de Menem se sitúa por afuera de los intereses políticos, algunos autores señalan que se trata de un discurso outsider de la política (Novaro, M., 1994; Palermo, V. y Novaro, M., 1996) o que lleva a cabo un "vaciamiento del campo político" (Canelo, P., 2002; Rosa, G., 2006). Sin embargo, debemos tener en cuenta que en su discurso el propio Presidente reivindica a la política, en el sentido aristotélico, como "la ciencia de las ciencias que tiende al bien común", además de afirmar que resulta inseparable de la economía. Por otra parte, difícilmente podía situarse Menem como un outsider, ya que había ingresado en política mucho antes, siendo incluso encarcelado por sus ideas políticas. Para un análisis más detallado del particular, véase Fair (2007a).
24 Varios autores critican desde la corriente de la semiótica "narratológica" esta idea que consiste en plantear un relato objetivo de la realidad o una descripción narratológica de la verdad para legitimar un discurso mítico o un relato fantasioso, afirmando que pese a que las huellas de su enunciación son ocultadas, siempre hay en los relatos un autor que es responsable de lo que se enuncia y que intenta imponer implícitamente sus ideas. Al respecto, véanse entre otros Segre (1985), White (1992), Parret (1995) y Genette (1998). Del mismo modo, algunos teóricos inmersos en el enfoque laclausiano han analizado también la importancia de los mitos, ya sea más orientados a la teoría del primer Barthes (Aboy Carlés, G., 2001a), ya sea más orientados a la perspectiva que brinda Laclau (1993) en "Nuevas Reflexiones" (Barros, S., 2002).
25 Como antecedente de este enfoque se encuentra nuevamente Schmitt, cuando afirma que "si sobre la tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado la guerra, sino que se habría acabado también la neutralidad misma, del mismo modo que desaparecería cualquier política" (Schmitt, C., 1987: 64). En la misma línea, véase también Barros (2002).
26 Sobre la teoría de los discursos de Lacan, véanse García Hogdson (2005) y Álvarez (2006).
27 En esta misma línea se ubica también Julián Melo, quien ha discutido estos temas en un Seminario organizado recientemente (abril de 2008) por el CEDIS en el marco de la llegada al país de Ernesto Laclau.
28 En efecto, en su exhaustivo análisis de las estrategias discursivas utilizadas por Perón entre 1944 y 1974, Verón y Sigal (2003) enfatizan la ambigüedad de la "enunciación" peronista. Si en una primera etapa predominará la confrontación con la "oligarquía" y el "imperialismo" y en una segunda, la conciliación o "unión nacional" (véanse pp. 29-97), estos autores analizan también lo que sería una especie de etapa intermedia entre ambas en la que el líder enfatizará deliberadamente la ambigüedad constitutiva del peronismo. Esta etapa, que se extiende entre 1955 y 1973, con Perón en el exilio, tendrá la particularidad única de que los mensajes del líder no podían comunicarse de manera directa. Por el contrario, se trataba de mensajes que debían ser interpretados por "enunciadores segundos" que se relacionaban con el líder mediante cartas y mensajes personales. Aprovechando esta situación, y también para mostrar su "infalibilidad papal", el líder alternará estratégicamente en sus discursos en el exilio entre ambos polos ideológicos, emitiendo órdenes cambiantes y contradictorias, de manera tal de no definir nunca una postura "oficial" sobre ningún tema (pp. 101-139 y 154). Según estos autores, la consecuencia de ello, -y más allá que efectivamente hubo un "giro" a la izquierda del propio líder a finales de la década del '60, con el auge de la Revolución Cubana y el "Cordobazo", lo que se expresaría en la "Actualización doctrinaria" y la noción de "socialismo popular"-, será que la vertiente de izquierda de la JP (principalmente, a través de su periódico El Descamisado, que luego se convertiría en El Peronista), interpretará que el Perón que regresaba en 1973 era un líder "socialista" que iba a enfrentarse al "imperialismo" (pp. 136-215). Del mismo modo, una vez regresado el líder desde el exilio, la izquierda del movimiento (en especial, la Juventud Peronista) continuará con sus ideas acerca de la doctrina de Perón, a pesar de comprobar que el líder se refería a "infiltrados" y no a "traidores", y que rechazaba el "socialismo popular" y la "actualización doctrinaria", objetivo principal de esta corriente. Estas ideas serán interpretadas en su periódico oficial como "mensajes cifrados" del líder, debido a que existían "cercos" (representados principalmente por el ministro de Bienestar Social José López Rega) que impedirían expresarse al "verdadero" Perón (véanse pp. 163-222 y 238-240).
29 Por ejemplo, en relación al discurso menemista, hemos realizado en otro lugar (Fair, H., 2007b, 2008d), un análisis que, si bien se centra en las condiciones de producción social del discurso, al analizar el discurso de Menem, se basa en declaraciones de diarios y revistas y en encuestas como método de observación de las condiciones de recepción sectorial del discurso. Otros trabajos, entre los que podemos destacar los de Martucelli y Svampa (1997) e Isla et. al. (1997), analizan el mismo fenómeno, aunque colocando énfasis en el método de entrevistas personales a distintos sectores sociales para dar cuenta de la recepción del discurso menemista en cada uno de estos sectores. En la misma línea, podemos destacar también el estudio que realiza Mariana Podetti (1994) acerca de las condiciones sociales de recepción del discurso político en la sociedad a partir de diferentes entrevistas.

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