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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas v.10 n.2 Mendoza jul./dic. 2008

 

DOSSIER

Notas historiográficas sobre los estudios de elites en la Argentina. Política, sociedad y economía en el siglo XX

Historiographical Notes on Studies About the Elites in Argentina. Politics, Society and Economics in the XX Century

María Virginia Mellado*
EHESS (École des Hautes Études en Sciences Sociales)

Resumen
En las últimas décadas se ha producido una profunda renovación y expansión de los estudios sobre elites y grupos dirigentes en la Argentina. Numerosas investigaciones que han utilizado herramientas novedosas provenientes de distintos espacios disciplinares de las ciencias sociales, tales como la antropología y la sociología, han salido a la luz en el último período, ilustrando una mayor complejidad en la comprensión de los fenómenos económicos, políticos y sociales. Esta expansión tanto cuantitativa como cualitativa de las investigaciones históricas, sociológicas y antropológicas no puede ser escindida del conjunto de factores que permitió la consolidación de estos campos disciplinares a partir de la apertura democrática en las últimas décadas del siglo XX.
Desde los planteos realizados por estos nuevos avances, toda una renovada imagen más compleja y abarcadora de la sociedad puede ser postulada partiendo del análisis de sus grupos dirigentes. Asimismo, estos estudios han despertado nuevos interrogantes sobre períodos poco explorados. Por ello, nuestro propósito se basa en trazar un mapa de los estudios sobre elites en el período reciente y realizar un balance historiográfico de estas contribuciones para vislumbrar las herramientas utilizadas y los enfoques y perspectivas priorizados. Este itinerario, aunque parcial y fragmentario, busca exhibir los puntos de contacto entre las producciones argentinas y las historiografías de otras latitudes, y ha seleccionado el repertorio de investigaciones entre aquéllas que priorizan su mirada sobre las elites políticas, económicas y sociales a lo largo del siglo XX.

Palabras clave: Grupos dirigentes; Historiografía; Política; Sociedad; Economía; Poder.    

Abstract
During the past decades a deep renovation and expansion of studies on élites and leader groups in Argentina have taken place. Many investigations started using new tools from the social sciences, namely anthropology and sociology, evidencing a more complex understanding of economic, political and social phenomena. This quantitative and qualitative expansion of historical, sociological and anthropological investigations cannot be detached from the set of factors that permitted the consolidation of these disciplines after the coming of democracy during the last decades of the XX century.
Together with the issues posed by these advances, a broader and more complex image of reality can be sketched from the analysis of the leader groups. Moreover, these studies raised new questions about poorly explored periods. For this reason we attempt to outline a map of recent studies on élites and to make a historiographical evaluation of those contributions seeking for tools and approaches. This search, though partial and fragmentary, points at the common ground shared by Argentinean works and those of other countries, selecting a set of investigations on political, economical and social élites along the XX century.

Key words: Leader groups; Historiography;  Politics; Society; Economy; Power.

En las últimas décadas hemos asistido a una profunda renovación y expansión de los estudios sobre elites y grupos dirigentes en la Argentina. Numerosas investigaciones que han utilizado novedosas herramientas provenientes de distintos espacios disciplinares de las ciencias sociales, tales como la antropología y la sociología, han salido a la luz en el último período ilustrando una mayor complejidad en la comprensión de los fenómenos económicos, políticos y sociales. Esta expansión tanto cuantitativa como cualitativa de las investigaciones históricas, sociológicas y antropológicas no puede ser escindida del conjunto de factores que permitió la consolidación de estos campos disciplinares a partir de la apertura democrática en las últimas décadas del siglo XX.

La aparición de esta novedosa literatura, tanto en forma de artículos como de libros especializados, ha permitido que viejas y nuevas problemáticas hayan podido ser comprendidas más acabadamente, dando lugar a calurosos debates. Desde los planteos realizados por estos nuevos avances, toda una renovada imagen más compleja y abarcadora de la sociedad puede ser postulada partiendo del análisis de sus grupos dirigentes. Asimismo, estos estudios han despertado nuevos interrogantes sobre períodos poco explorados, los cuales han quedado relegados de la mirada de los especialistas. Por ello, nuestro propósito se basa en trazar un mapa de los estudios sobre elites en el período reciente y realizar un balance historiográfico de estas contribuciones para vislumbrar las herramientas utilizadas y los enfoques y perspectivas priorizados. Este itinerario, aunque parcial y fragmentario, busca exhibir los puntos de contacto entre las producciones argentinas y las historiografías de otras latitudes para devanar el problema del poder y las jerarquías sociales, punto clave y sintetizador de los estudios elitistas. Para tales efectos se ha seleccionado el repertorio de investigaciones que prioriza su mirada sobre las elites políticas, económicas y sociales a lo largo del siglo XX, las cuales responden a problemáticas ancladas en distintas coordenadas.

Los estudios sobre las elites políticas, económicas y sociales tienen una larga tradición en la Argentina. Las clásicas perspectivas europeas y norteamericanas1 en torno a los estudios elitistas encontraron un importante eco entre la intelectualidad latinoamericana e importantes investigadores hallaron en el análisis de los grupos dirigentes una vía de entrada para explorar algunos de los problemas claves que atravesaban a sus sociedades. La modernización de las disciplinas sociales en Argentina a lo largo de la década del 60 fue el escenario propicio para que los estudios de elites comenzaran a desarrollarse. En ese marco, donde las disciplinas sociales presentaban fuertes puntos de contacto, los estudios sobre las elites recibieron un impulso inusitado, especialmente con el objeto de buscar causas explicativas sobre la inestabilidad política y la ausencia de desarrollo económico que impregnaba sus estructuras sociales. Una serie de investigaciones ilustra esta empresa y de ella resultan aproximaciones pioneras para quienes se interroguen sobre la morfología y fisonomía de los grupos dirigentes. Dominados por un análisis que privilegia las estrategias cuantitativas, los clásicos estudios de De Imaz y Darío Cantón -sobre los que volveremos en páginas sucesivas- procuraban comprender el proceso de formación y constitución de las elites a través de sus canales de acceso y reclutamiento. Ambos perseguían como propósito explorar aquellas causas por las cuales la Argentina presentaba una marcada inestabilidad institucional.

Los aportes de las investigaciones en sociología se combinaron con otros provenientes de la renovada historia social, campo que había recibido la importante influencia de la historiografía francesa y en especial, de la escuela de Annales. Tres trabajos marcaron este recorrido y aportaron perspectivas novedosas en cuanto al tratamiento de las elites. Ligados a problemáticas diferenciadas, las investigaciones de Silvia Sigal y Ezequiel Gallo sobre la constitución del partido radical, publicado en Argentina, sociedad de masas, y compilado por Torcuato Di Tella, Gino Germani y Jorge Graciarena en 1965, la aparición de Fragmentos de poder, editado en 1969 por Torcuato Di Tella y Tulio Halperín Donghi, y el clásico estudio Revolución y Guerra de Tulio Halperín Donghi, completan el panorama de las investigaciones sobre elites. Sigal y Gallo se interrogaban por el proceso de recomposición de las elites que trajo aparejado el advenimiento del radicalismo, discutiendo las premisas de la teoría de la modernización anclada en la dicotomía tradicional/moderno. Halperín Donghi ensayó una interpretación del proceso revolucionario de 1810 llamando la atención sobre el papel de las elites sociales y políticas en la empresa de reconstrucción del nuevo orden.

Luego de esta época "dorada", los estudios de elites pasaron de moda, especialmente porque quienes habían alentado esta empresa desde el campo de la historia social y la sociología fueron desplazados de los principales espacios institucionales. En su lugar, y en concomitancia con la creciente politización de la sociedad en los años 70, las corrientes historiográficas vinculadas con el revisionismo histórico ganaron mayores espacios y el campo intelectual en los años 70 "fue ocupado por quienes creían que la historia debía hacerse a la medida de la militancia" (Romero, L. 1996, 93). Las visiones marxistas y neomarxistas ganaron terreno y los grupos dirigentes fueron estudiados de manera colateral, entendidos como clases o sectores dominantes.

Sin embargo, nuevas coyunturas disciplinares y extradisciplinares hicieron que las elites volvieran a la escena como vectores de nuevas problemáticas. No obstante, este nuevo auge no puede ser comprendido sólo atendiendo a las coordenadas nacionales. Este proceso de "renovación" puede ser insertado en uno de mayor aliento, derivado de un cambio en la configuración de poder mundial vinculado con el proceso de globalización económico, social y político. En efecto, las nuevas coordenadas mundiales, especialmente la caída de los socialismos reales, han impactado de manera diversa en el ámbito de las ciencias sociales y abrieron nuevos interrogantes sobre la composición y la orientación de los elencos dirigentes. En especial, el fenómeno político y social que significó el ingreso de la URSS al mundo capitalista ha llevado a que los investigadores se interrogaran sobre el proceso de reconversión de los grupos dirigentes y, en particular, el itinerario de la Nomenclatura como grupo social que impulsó la entrada del bloque soviético al capitalismo. El proceso de reconversión descrito por las elites soviéticas resulta esclarecedor para poner a prueba hipótesis vinculadas a la circulación de las elites e ilustra la recomposición de los capitales económicos, políticos, sociales y culturales de los grupos dirigentes en una situación de cambio de las reglas de juego (Mink, G., y Szurek, J. 1999; Szelenyi, I., y Szelenyi, S. 1995).

Por otro lado, el proceso de globalización económico ha impulsado el estudio sobre los procesos de internacionalización de los elencos dirigentes. La internacionalización de las elites económicas y políticas y la uniformización sobre los gustos y estilos de vida de los grupos que concentraron mayor poder son algunos de los enigmas que se han propuesto develar las ciencias sociales en la actualidad. La emergencia de elites dirigentes europeas como consecuencia de la integración económica y política dirigida por la Unión Europea, ha conducido a explorar este proceso de fusión e internacionalización de las elites por medio de la disposición de redes cosmopolitas, y la paulatina diferenciación con las elites nacionales que no disponen de esos recursos.

No obstante, también las sociedades latinoamericanas han esbozado algunas tendencias que han hecho que los investigadores se preocupen por el devenir de las elites. El proceso de transición democrática que describen las sociedades latinoamericanas a partir de la década del 80 y la importante reconfiguración del capitalismo en la región son algunos de los fenómenos que han influido para explorar las elites dirigentes. Por ello se ha creído pertinente trazar un mapa que describa los nuevos perfiles de las investigaciones sobre elites en tres esferas diferenciadas: la política, la sociedad y la economía, para percibir los enfoques y metodologías priorizados y los vasos comunicantes con otras tradiciones historiográficas.

La política: elites, redes y mediaciones

Uno de los campos que se ha visto más sensibilizado a partir de la renovación historiográfica es el referente a los estudios sobre las elites políticas. Si bien las investigaciones sobre historia política no habían desaparecido en la Argentina en los períodos en que primó la historiografía serial y cuantitativa (Spinelli, M. 2006), tal como ocurrió en otras latitudes -por citar a modo de ejemplo historiografía francesa (Revel, J. 1979)- lo político recibió un nuevo impulso con la renovación del campo disciplinar. Esta nueva centralidad adquirida en las últimas décadas del siglo XX no significó la reedición de viejas tradiciones y prácticas de investigación, sino que las nuevas tendencias historiográficas exhiben la exploración de nuevas problemáticas y la aplicación de novedosas metodologías. Tal como afirma Paula Alonso (1998, 394) para el siglo XIX, "el retorno de la historia política ha sido acompañado de profundas innovaciones en la metodología y de una gran expansión en su temática y objeto de análisis".

No obstante, este diagnóstico bien se puede aplicar para la historia política del siglo XX, que ha seguido los pasos de la historia política del siglo XIX. Mientras que las exploraciones clásicas han trabajado en su mayoría las ideologías político- partidarias y han centrado sus miradas en las instituciones de poder, las investigaciones recientes han ampliado la gama de los objetos de estudio. La exploración de la prensa en la construcción de fenómenos políticos (Tato, M. 2004; Sidicaro, R. 1993), de los partidos políticos en tanto organizaciones mediadoras entre sociedad civil y Estado (Persello, A. 2004; Bejar, M. 2005), constituyen algunos ejemplos de los aportes de estas últimas décadas. En este marco pueden ser insertados también los estudios sobre las elites y el personal político que nutrieron las instituciones de poder.

Tal como hemos advertido anteriormente, el problema elitista no ha sido una temática escasamente visitada por la historia y las ciencias sociales en Argentina. Desde los pioneros estudios dirigidos por la empresa germaniana, los grupos políticos recibieron la atención de numerosos investigadores, interesados por devanar los hilos que permitirían explicar la inestabilidad política en los años que siguieron al golpe militar de 1930. Sin embargo, estas empresas tenían características particulares que recorrieron una época, un momento historiográfico determinado. La cuantificación aparece como el eje articulador de las investigaciones clásicas sobre el personal político.

En efecto, Darío Cantón (1964, 21) se sumerge en el estudio de los grupos dirigentes con el objeto de "relacionar a grandes trazos el desarrollo de la estratificación social en la Argentina con el de la parte de su elite". Es decir, se buscaba establecer una correlación entre los grandes cambios sociales que habían traído aparejada la modernización -urbanización, alfabetización y desarrollo industrial- y el impacto y la forma en que se reflejan esos efectos modernizadores sobre los elencos políticos. Para alcanzar esta meta, Cantón seleccionó como objeto de análisis los parlamentarios en tres grandes coyunturas de "cambio": 1889, 1916 y 1946. Este interrogante se une con otro no menos relevante que busca esclarecer las condiciones de una democracia estable (Ibid., 22); interrogante inspirado en la inestabilidad que aparece como el rasgo característico de la historia política del siglo XX. La metodología empleada refleja la tradición de la disciplina sociológica en ese momento, la cuantificación, a través de correlaciones estadísticas, y el cuestionario aparece como la técnica privilegiada para la recolección de datos.

Otra investigación pionera, no sólo en la Argentina sino en el resto de América Latina, sobre el problema elitista -tal como la de Darío Cantón que venimos de evocar- es la que llevó adelante José Luis De Imaz en la década del 60. Bajo los mismos preceptos metodológicos, el sociólogo realizó un estudio sistemático de las elites argentinas -políticos, militares, empresarios e industriales, terratenientes, personal eclesiástico y sindicalistas-, para corroborar la hipótesis de la inexistencia en el país de una elite en el sentido que la ciencia política asignó tradicionalmente al término. Los que mandan (1964) ofrece las pautas para pensar en la crisis de liderazgo que refleja la Argentina de mediados del siglo XX. Los intereses en pugna, las visiones diferenciadas, imposibilitarían la conformación de alianzas y negociaciones para alcanzar una dominación estable.

Los interrogantes de estas investigaciones son precisos: la inestabilidad política y la consecuente imposibilidad de establecer una democracia estable aparecen como los problemas principales que las vertebran. Muchos de estos interrogantes han sido retomados por las investigaciones recientes que buscan otorgar una mayor complejidad al proceso histórico. Sin embargo, los nuevos desarrollos historiográficos han permitido revisar algunas de sus premisas y han abierto la posibilidad de abrir nuevos debates. Los mismos han escogido a las elites como vectores de análisis para interpretar con renovados ojos las problemáticas vinculadas con el ejercicio de poder de las sociedades contemporáneas. Así, la autonomización de la esfera de lo político, el proceso de profesionalización de la política y la especialización en política son algunos de los problemas que se encuentran presentes en las investigaciones recientes, los cuales pasaron desapercibidos en los estudios clásicos.

Trazar el mapa de los estudios recientes sobre las elites políticas implica visualizar los avances realizados en el campo de los estudios sobre el peronismo. Anclado este tema en el viejo problema de la composición de los elencos políticos que conformaron el peronismo en 1946, las investigaciones recientes han buscado matizar y dotar de mayor complejidad a aquellas visiones impresionistas sobre el populismo, que entendían el vínculo político entre el líder y las masas de manera directa, vertical, autoritaria y sin mediaciones. Las nuevas perspectivas han encontrado en los elencos dirigentes las vías de análisis para comprender el proceso de construcción política e iluminar los canales de comunicación que protagonizan los dirigentes intermedios, capitales para ganar adhesiones populares e integrar las estructuras de poder administrativas y político- partidarias (Aelo, O. 2004, 86).

En un reciente trabajo que busca comprender al fenómeno peronista en su complejidad, Oscar Aelo se pregunta por la composición de los elencos dirigentes que nutrieron al peronismo. Si bien esta huella estaba presente en los estudios sociológicos de los años 60 y 70, la pesquisa se centra en ponderar el peso relativo que tuvieron los dirigentes de segundas y terceras líneas del partido conservador en la conformación del peronismo bonaerense, distrito de capital importancia por la fuerte presencia de sectores obreros. A través del análisis prosopográfico, Aelo (2002) ha arrojado nueva evidencia empírica sobre el origen de los grupos dirigentes, que ha permitido afirmar al autor que los políticos peronistas poseían "antecedentes públicos de mínima relevancia" al ingresar al partido. Esta escasa experiencia en la "práctica gubernativa" colabora en visualizar el grado de renovación de los grupos dirigentes que implicó la llegada del peronismo al poder, personal que había tenido vedados sus canales de acceso tanto por el fraude como por la violencia partidaria (Aelo, O. 2004). El planteo se aleja de afirmar que el espontaneísmo haya sido la característica distintiva del reclutamiento peronista en sus primeros años de gobierno. Por el contrario, la intensa tarea de los dirigentes que proyectaban la conformación de un proyecto político, por medio de los mecanismos de intervención, colaboró en tejer una extensa red de reciprocidades al designar en puestos de "comisionados municipales" a los elencos propensos a participar en política. Esta aseveración ha venido a matizar una vieja hipótesis que sugería la importante presencia de caudillos conservadores en la incipiente estructura y dirigencia del partido peronista (Llorente, I. 1977).

La operación propuesta por Aelo pretende desnudar el juego de alianzas y negociaciones puesto en marcha para alcanzar la organización del partido -proceso que no estuvo exceptuado de dificultades-, y, dentro de ese esquema, la importancia de la militancia político-partidaria para la selección de candidaturas. El rol central de las elecciones internas como mecanismos para dirimir la conducción de la organización político-partidaria hasta 1951 sugiere la efectiva conformación de una elite dirigente en la provincia de Buenos Aires. La conformación de una dirigencia especializada y autónoma del Estado contribuye a poner entre paréntesis la vieja interpretación del peronismo asociada a una "maquinaria burocrática", o a una "agencia estatal", y recupera las aristas de una organización política autónoma frente al Estado (Aelo, O. 2004, 101). Si bien esta tendencia parece revertirse a partir de 1951, privilegiándose las vías autoritarias en el reclutamiento de candidatos por medio de la elección del Consejo Superior -una selección que acentuaba la direccionalidad vertical y la rigidez del sistema político (Ibid., 104)-, la postura de Aelo busca dotar de una mayor notoriedad el período en que el partido peronista exhibía una profunda movilización de base, un ejercicio que revestía importantes rasgos democráticos y que permitieron la consolidación de una elite dirigente en sentido estricto.

En las mismas coordenadas historiográficas, las nuevas investigaciones en historia política también han vuelto la mirada sobre el período de la experiencia radical con el objeto de aportar nuevas evidencias empíricas al proceso democrático que se abrió en 1916. La pregunta de Cantón es retomada actualmente en la investigación de Marcela Ferrari (2008), Los políticos en la República Radical, desde otro ángulo, no sólo para visualizar si la apertura del juego político se tradujo en una democratización de los elencos políticos, sino también para explorar el paulatino proceso de profesionalización de la actividad y la consecuente autonomización de la esfera. La riqueza de este nuevo enfoque se ha centrado en desplazar el foco de análisis desde las instituciones y partidos hacia el personal político que las integró. La exploración de esta escala de análisis permite sugerir interpretaciones novedosas sobre el período al traer a la luz prácticas escasamente exploradas a través de otras metodologías. Focalizar la mirada sobre las elites y sus prácticas coadyuvó a ilustrar la creciente importancia de la faccionalización como mecanismo de afirmación de ciertas carreras individuales, ya que el conflicto favorecía la autonomía de ciertos dirigentes respecto de la conducción y colaboraba en ganar espacios de negociación dentro de la estructura partidaria.

No sólo los objetos de estudio son revisitados a partir de otras orientaciones; también, los enfoques metodológicos privilegiados combinan herramientas ya utilizadas por las ciencias sociales, como la prosopografía, con otras de carácter novedoso. Tanto las investigaciones de Aelo como de Ferrari encuentran en el utillaje metodológico aportado por la prosopografía -también denominada biografía colectiva- el recurso para restituir la trayectoria de los grupos políticos. Si bien este enfoque hunde sus raíces en las metodologías de tipo cuantitativo características de las décadas cincuenta y sesenta -donde la construcción de variables y su confrontación a través del análisis de correlaciones aparecen como las operaciones privilegiadas- las nuevas investigaciones buscaron introducir al análisis la dimensión cualitativa a través de los registros de memorias y vivencias personales.

En este sentido, la biografía, el análisis de los itinerarios personales, aparece como un instrumento analítico privilegiado para captar aquellas particularidades en el proceso histórico que los análisis cuantitativos dejaban de lado. Como afirma Giovanni Levi (1989, 1325), la biografía está presente en la preocupación de los historiadores en la actualidad y, a pesar de que está cruzada por diferentes ambigüedades, el contexto historiográfico fomenta su utilización para la construcción de configuraciones sociales. ¿Cuáles son los factores que animan a estas investigaciones a recurrir a la dimensión biográfica? La biografía presenta un valor heurístico de envergadura al traer a colación algunos de los debates que han vertebrado las ciencias sociales en general, es decir, "la relación entre normas y prácticas, entre individuos y grupos, entre determinismo y libertad, o aún más entre racionalidad absoluta y racionalidad limitada" (Ibid., 1333). En los casos concretos que tocan a la historia política sobre el siglo XX, la biografía ha resultado fructífera para reconsiderar los mecanismos de estratificación y movilidad social y exhibir de manera menos mecánica cómo los individuos tejen redes de relaciones y se conforman los grupos sociales (Ibid.).

En esta perspectiva, las trayectorias biográficas contribuyen a visualizar la porosidad de las elites políticas como grupo dirigente y permite poner el foco en el proceso de movilidad social ascendente que puede traer a colación la participación en la actividad política. Tanto las experiencias presentadas por el radicalismo como por el peronismo evidencian las posibilidades de ascenso social que representó la política para un conjunto de actores sociales, especialmente provenientes de sectores medios y populares. Los grupos de inmigrantes que integraron los cuerpos de representación, como los sectores populares que formaron parte de la clase política en ascenso con el advenimiento del peronismo, constituyen evidencias empíricas de esa porosidad y movilidad. Sin embargo, la exploración de los itinerarios personales no queda sólo en esa dimensión, también las perspectivas ancladas en las trayectorias individuales resultan esclarecedoras de las libertades limitadas que poseen los actores dentro de un sistema normativo específico. Los intersticios que alcanza a iluminar la biografía como recurso metodológico hacen explícitas una serie de prácticas que los enfoques anclados en las instituciones y en los colectivos no logran asir: las incoherencias entre normas y prácticas (Ibid., 1334), y la multiplicidad de las mismas en un mismo contexto histórico.

Por ello, la reducción de escala sugiere nuevos nudos de problemas, tales como las tensiones y conflictos dentro de los grupos dirigentes. Las teorías elitistas clásicas -y en este sentido recordamos especialmente los aportes de Gaetano Mosca- contribuían a comprender las relaciones de poder de una manera dicotómica, con escasos vasos comunicantes entre "dominantes" y "dominados". Las nuevas aproximaciones y estrategias metodológicas difieren de este diagnóstico dotando de una preeminencia explicativa mayor a los mediadores, brokers o segundas y terceras líneas, figuras claves para comprender el proceso de construcción político y de consenso necesario para lograr la dominación política. En este sentido, el argumento subyacente es que el poder no se comprende ya como un atributo de unos pocos, sino esencialmente como una relación que se construye mediante el ejercicio de prácticas específicas. Las constantes negociaciones entre mediadores y bases son las que permiten restituir las configuraciones de poder específicas de cada momento histórico.

De allí que el nivel local, espacio donde se negocian constantemente las posiciones, aparece como un anclaje privilegiado para devanar el proceso de construcción de poder. No reviste ya el estatuto menor asignado en la historia de las instituciones como un elemento aislado que explica escasamente la dinámica global. Por el contrario, constituye el nudo o el punto clave para ilustrar los procesos que llevan a la conformación de grupos dirigentes y las relaciones con otros grupos sociales que los nutren y refuerzan o sus contrarios.

La noción de poder como relación, como configuración, requiere de nuevos enfoques que privilegien no ya todos aquellos elementos que tienen de estables y de común las prácticas sociales, sino que posen la mirada sobre la construcción de un proceso y focalicen la atención sobre las interacciones complejas entre individuos y actores que protagonizan el devenir histórico (Gribaudi, M. 1998, 16). En consecuencia, estas investigaciones han priorizado la utilización de algunas estrategias metodológicas provenientes de la sociología y la antropología para asir el proceso en el cual se construyen las relaciones de dominación. Por ello, la aproximación metodológica ofrecida por el análisis de redes2 viene a llenar este vacío proponiendo respuestas novedosas a las viejas preguntas ligadas a la dominación política. En contraste con el análisis estructural funcionalista, predominante en las décadas de los 50 y 60, los individuos y actores dejan de ser entendidos como elementos constreñidos por el sistema social y pasan a ocupar un lugar de importancia en la construcción de la dinámica social y política.

Los conceptos de lazo, relación y redes devienen, en esta postura, capitales. Los lazos cotidianos, informales, que traban los individuos y actores "reactualizan los espacios más vastos" de las formas institucionales de una sociedad (Gribaudi, M. 1998, 19). Para uno de los casos específicos que nos ocupa, Los políticos en la República Radical, el análisis de redes permite iluminar las múltiples relaciones de los individuos con sus pares y con instituciones y cómo estos vínculos son capitalizados en la construcción de lazos estrictamente políticos. Los lazos entre las elites políticas y las corporaciones de poder afectarían de manera diferenciada carreras políticas al contribuir a crear "lealtades cruzadas" en los ámbitos de representación (Ferrari, M. 2008). Por otro lado, las redes permiten tender puntos de contacto entre el dominio privado y el público. La capitalización de los vínculos personales -familiares y amicales- en los itinerarios profesionales permite iluminar estas potencialidades. Las trasmisiones de valores y capitales no se comprenden como una reproducción sino más bien como producto de la interacción, específicas por el contexto histórico que les dio forma. Por último, las redes ofrecen nuevas aristas para comprender la dinámica político- partidaria al visualizar la malla o red que traban los militantes y simpatizantes.

Este tipo de enfoque relacional, no sólo ha sido utilizado para explorar el comienzo de siglo, también se encuentra presente para indagar las sociedades del pasado reciente. La historia política que pretende iluminar la construcción de poder y la emergencia de dirigentes a través de las prácticas de los actores encuentra en la etnografía una herramienta útil para aproximarse a los fenómenos políticos contemporáneos. En esta dirección, el análisis de redes aparece como estrategia metodológica apropiada para iluminar el universo común donde las bases y los líderes territoriales -o "punteros"- tejen una malla de solidaridades que permiten la emergencia de liderazgos activos. Con este propósito, en un trabajo reciente, Javier Auyero explora las redes informales y las representaciones culturales compartidas por un conjunto de "patronos" y "clientes" en el microcosmos de un barrio del conurbano bonaerense (Auyero, J. 2001, 29). En efecto, para comprender la emergencia de dirigentes políticos provinciales y nacionales no se debe descuidar el rol de los mediadores en la construcción del consenso político. Las constantes negociaciones entre mediadores, simpatizantes y militantes exhiben la importancia de los lazos y la interacción en la construcción de redes de resolución de problemas, los cuales resultan vitales para la construcción de fenómenos políticos. Sin embargo, esta postura busca alejarse de las clásicas interpretaciones ofrecidas por la ciencia política, en donde el rol de los mediadores aceitaría la "dominación oligárquica" y los vínculos entre los diferentes estratos de los grupos dirigentes serían entendidos bajo la forma impresionista de "clientelismo político". El fenómeno de la dominación aparece en esta perspectiva en toda su complejidad: las relaciones, las prácticas, y las construcciones identitarias -colectivas e individuales- que se ponen en juego en los intercambios clientelares resultarían claves para explicar la política contemporánea y con ello, la adhesión que mantiene el peronismo entre los estratos más desfavorecidos por las políticas neoliberales (Ibid., 39 y 227). Las redes informales y los bienes materiales y simbólicos que circulan en ellas permiten comprender de manera acabada la vitalidad del partido peronista y la constante alimentación de su tradición.

Cultura, consumo y distinción: las elites como vector de conocimiento del universo social

Las elites no han sido utilizadas sólo como vector para analizar los procesos políticos en una alta gama de investigaciones. También, especialistas han encontrado en el análisis de la "alta sociedad" la posibilidad de explorar de manera amplia los cambios culturales y la composición social de los grupos más elevados en la estructura social. La historia social también se ha servido de las elites con el objeto de iluminar las tendencias de consumo, los usos y costumbres, las identidades sociales, los grados de heterogeneidad social de estos grupos, y la relación entre status, poder y riqueza que demarcan sus formas de vida (Losada, L. 2008).

La expansión de los estudios elitistas en historia social a través de la renovación historiográfica de los últimos veinticinco años ha contribuido a responder a estas viejas problemáticas con novedosas hipótesis, enfoques y metodologías. La pregunta sobre la identidad, las prácticas de las elites y su caracterización como grupo social ha conllevado a explorar ciertos espacios de socialización, espacios que impregnan la vida cotidiana y de relación de los círculos más encumbrados. Esta perspectiva encuentra importantes puntos de contactos con historiografías de otras latitudes, interesadas por explorar la sociabilidad, como es el caso de la historiografía francesa a través de los trabajos inaugurados por Maurice Agulhon (1977). Algunas de estas preocupaciones han sido retomadas actualmente. En una investigación reciente, Leandro Losada (2006) se sumerge en los espacios de sociabilidad de las elites porteñas y explora los clubes e instituciones asociativas que frecuentan estos grupos, los cuales permiten analizar los perfiles, las prácticas y conductas que alientan estos ámbitos. El análisis sobre los diferentes clubes sociales o asociaciones características de la elite porteña permite sugerir los cambios en los modelos de sociabilidad que describen estos elencos a principios del siglo XX; es decir, la exploración de las asociaciones apunta el avenir de un "proceso de privatización de la alta sociabilidad", proceso que describe un arco que abarca, desde un extremo, el modelo de sociabilidad descrito por el Club del Progreso y su acento en el "espíritu cívico" hasta, en el otro extremo, el "espíritu aristocrático" que imprime el Jockey Club (Ibid., 548). A través de la exploración de las entidades se comprenden de manera más acabada los cambios en las pautas culturales y en las prácticas sociales y las formas en que esas tendencias se van imponiendo.

En efecto, en el período reciente, la historiografía se ha ocupado de examinar las formas de vida de las elites, iluminando los cambios culturales que las atravesaron y las prácticas sociales que describieron. Problemáticas definidas desde el campo de la antropología cultural, como el cambio en los hábitos de consumo y su relación con las identidades sociales, han venido a enriquecer los enfoques de la historia social y a dotar de un nuevo marco a las investigaciones que centran su mirada en los grupos más elevados de la estructura social. En concomitancia con las historiografías europeas y norteamericanas, en las cuales la tradición sobre los estudios de elites en el universo social es abundante y arraigada3, la historiografía argentina comenzó a recorrer el camino de exploración hacia el análisis del mundo social, en especial, a analizar con mayor énfasis el universo de las elites sociales. Uno de los estudios más sugestivos en la actualidad sobre estas temáticas es La alta sociedad en la Buenos Aires de la Belle Epoque, investigación ya citada de Leandro Losada, la cual se entronca con ese magma de investigaciones trasatlánticas a través de los problemas que persigue.

Si bien la clase alta ya había recibido la atención de numerosas investigaciones desde diferentes parámetros historiográficos, en numerosas ocasiones estos enfoques estuvieron imbuidos de una mirada particular, que resaltaba la homogeneidad y el carácter monolítico de este grupo. Por el contrario, la renovación historiográfica y, en particular, la nueva historia social, desde el análisis de diferentes prácticas sociales y de la composición de estos estratos, ha cuestionado esta visión homogeneizante y cerrada, resaltando la complejidad y heterogeneidad en su retrato.

La exploración sobre la composición de la alta sociedad, sus trayectorias y recorridos permiten sugerir renovadas hipótesis en torno a la diferenciación de los universos económico, político y social. Si bien estos universos eran "cercanos", las nuevas investigaciones sugieren que estos campos "no se superpusieron de manera absoluta; ésta fue un entramado signado por la diversidad, integrado por personas que conjugaban grados desiguales entre sí de poder, prestigio y riqueza" (Ibid., 385). La heterogeneidad de capitales de que disponían los miembros de los círculos sociales más elevados permite sugerir que lo que formaba el cimiento y dotaba de unidad a ese grupo no era una actividad económica compartida ni una posición de relevancia política, sino un particular modo de vida que se fue delineando hacia fines del siglo XIX.   

De esta manera, la nueva historia social se ha enriquecido de los diferentes aportes disciplinarios de las ciencias sociales, como la antropología y la economía, para describir las pautas culturales y de consumo que describen las elites. A través de la exploración sobre los espacios de sociabilidad y el estilo de vida, la investigación llevada adelante por Losada exhibe cómo se fue construyendo la identidad social de las elites porteñas hacia fines del siglo XIX, identidad diferenciada a la que mostraban estos grupos a mediados del mismo. "Recorridos por un provincianismo y una sencillez" (Ibid., XVI), estos grupos sociales mostraron hacia fines del siglo XIX un importante cambio de pautas culturales que se exhibió no sólo en los gustos y consumo culturales, sino en las prácticas sociales a través de ritos y costumbres. Estos cambios fueron amalgamando una identidad que hizo más hondas las diferencias con otros grupos sociales que integraban la estructura social. La conformación de este "círculo distinguido", la manifestación del status de manera diferenciada a la etapa anterior, exhibe los vasos comunicantes de la sociedad porteña con las sociedades europeas. Estas últimas fueron las que dictaron y modelaron las tendencias culturales. La difusión y propagación de estas pautas fue posible gracias a la integración más acentuada de la economía argentina al mercado mundial. Sin embargo, este cambio cultural no se debe imputar sólo a las transformaciones del mundo capitalista de esos años, que habrían facilitado la transmisión de tendencias; fenómenos ligados con el desarrollo de las mismas sociedades resultaron también claves para este cambio de perspectiva. El paulatino cierre a las barreras de entrada y la adopción de renovados usos y costumbres, generalmente de inspiración europea, fue la forma que adoptaron las elites para expresar el status en una sociedad que mostraba fuertes rasgos de movilidad social ascendente hacia fines de siglo. Los nuevos componentes sociales, especialmente la gran ola inmigratoria que se hizo presente en las sociedades de fines del siglo XIX, combinados con los mecanismos de ascenso social que ilustraban una sociedad porosa y sin grandes estratos definidos, fueron los detonantes que explican las nuevas prácticas de las elites, imbuidas de tonos europeos y cosmopolitas.

En esta perspectiva, el análisis de los grupos más encumbrados en la sociedad porteña difiere del llevado adelante en sociedades europeas, donde existía una jerarquía social aristocratizante con criterios de selección mucho más estrictos. La especificidad de la sociedad porteña presentaba fronteras mucho más sinuosas debido a la desaparición de los criterios de estratificación heredados de la etapa colonial, sumado a un panorama social caracterizado por la movilidad social. La igualdad, la movilidad y la renovación, especialmente a través de la inmigración, fueron algunos de los fenómenos que permiten comprender el proceso de producción de las diferencias a través del estilo de vida. La elaboración de la "distinción" no podía encontrarse en aspectos de tipo social, derivados de orígenes aristocráticos o emblemáticos, sino de tipo cultural y simbólico, asociados a modos, usos, costumbres y consumos (Ibid., XXIV).

Los enfoques metodológicos adoptados por la nueva historia social encuentran importantes puntos de contacto con aquéllos presentados por la historia política. En el caso particular que nos ocupa, la investigación se ha servido de la prosopografía para identificar al grupo social de referencia. La construcción del universo social deriva de la decisión del investigador de seleccionar el conjunto de hombres y mujeres que participaron conjuntamente de eventos sociales importantes de la época y de espacios de sociabilidad distinguidos, presentes en reconstrucciones genealógicas. La vía de entrada hacia el universo permite escapar de respuestas tautológicas al dejar de lado la selección de trayectorias a través de instituciones políticas o económicas y centrarse especialmente en la selección de aquellos espacios inherentes exclusivamente al mundo social. El resultado de este recorte muestra que el universo social de las elites a fines del siglo XIX estaba conformado por familias de características heterogéneas que exhibían distintos orígenes y antigüedad en el territorio y provenían de distintos espacios geográficos dentro del mismo país: familias tradicionales de la época colonial compartían el mismo mundo social que familias de inmigración temprana o familias del interior del país, quienes habían visto reforzadas sus posiciones a través del ascenso del autonomismo a la esfera política.

Esta diversidad y disparidad en cuanto a las trayectorias ilustran la convivencia de la heterogeneidad en los estrechos círculos de la alta sociedad. Las trayectorias y la composición de las elites sugieren la imposibilidad de trazar un perfil único y característico que atraviese el conjunto de este grupo. Diferencias importantes en cuanto a riqueza, poder y prestigio hicieron que el rasgo distintivo se centrara en los hábitos y consumos culturales, y en una práctica endogámica que trazaba los límites de los círculos más elevados. El mercado matrimonial apunta la importancia de las relaciones familiares y de parentesco en la conservación/adquisición de riqueza, poder y prestigio y en la delimitación de las fronteras sociales. Los lazos familiares y las alianzas matrimoniales iluminan la endogamia que caracterizó al grupo y muestra el lazo de unión entre trayectorias familiares que habían exhibido diferentes recorridos.

En suma, los aportes de la historia social vienen a completar aquéllos ofrecidos por la historia política, al brindar mayor evidencia empírica sobre el proceso de diferenciación y autonomización de las elites, proceso que corre a contrapelo del proceso de modernización y de especialización de las funciones. Asimismo, las investigaciones devuelven la imagen de porosidad y heterogeneidad de las elites sociales, recorridas por diversas trayectorias, que otorga una mayor complejidad al proceso histórico.

Viejos y nuevos problemas: el devenir de las elites económicas en las investigaciones recientes

Una de las preocupaciones centrales que ha recorrido a la historia económica ha sido la necesidad de devanar los hilos que explicarían las razones por las cuales la Argentina no había alcanzado un crecimiento económico sostenido en el tiempo. Muchas investigaciones -algunas de las cuales hemos tratado en páginas precedentes- encontraban en la falta de una elite dirigente, integrada y consolidada, alguna de las pistas de esta problemática. Las elites aparecían así en el centro de la escena para explicar tanto el estancamiento económico como la inestabilidad política.

En la década del 60, las trabas que encontraba el desarrollo industrial animaron a un puñado de académicos e intelectuales a ampliar la mirada hacia un proceso de más larga duración, revisando aquellos factores que habían obstaculizado el sostenido crecimiento de la industria desde la etapa de la Argentina agroexportadora. Una serie de investigaciones focalizaron su mirada en la composición de las elites económicas con el objeto de percibir los conflictos entre industriales y empresarios rurales a fines del siglo XIX, claves tanto para comprender el devenir de la actividad como para percibir los lazos entre economía y política. Las visiones predominantes en este período se circunscribieron a resaltar la oposición de intereses y miradas de estos dos grupos y exaltaron la debilidad de los industriales como actores que podían presionar sobre las elites políticas. La línea de razonamiento que se seguía era que los obstáculos de la industria argentina anclaban sus raíces en la fragilidad de los empresarios, que no tuvieron la cohesión y fuerza sectorial para imponer su visión proteccionista frente al Estado, garante de las políticas librecambistas y beneficiarias del grupo terrateniente.

Sin embargo, otra postura diferenciada a la precedente encontró eco en los espacios académicos en la década del 70. Influenciada por las tendencias revisionistas y marxistas, las nuevas investigaciones postularon la homogeneidad de clase económica que dominaría las diferentes esferas de la actividad -tanto agraria, como industrial, comercial y financiera-. Quien representaría de manera más clara esta postura fue Jorge Federico Sábato (1991) en su libro La clase dominante en la Argentina moderna. La diversificación en las actividades del empresariado, su ductilidad y margen de maniobra y sus vínculos con los elencos políticos son los que refuerzan la hipótesis sobre su unidad de intereses y escasa fragmentación de sus filas.

El nuevo clima historiográfico inaugurado en las últimas décadas del siglo XX revisitó este viejo problema y animó nuevos debates4. Con el objeto de examinar las especificidades del capitalismo argentino, las investigaciones de los años 60 y 70 habían llamado la atención sobre las relaciones entre industriales y empresarios rurales o terratenientes, prestando particularmente atención a los "intereses" de cada uno de estos sectores. Las nuevas investigaciones, en cambio, buscan centrar su mirada en la morfología de los grupos empresarios, es decir, en el desenvolvimiento de los actores económicos hacia fines del siglo XIX y principios del XX. La vieja pregunta por los intereses de los distintos sectores -industriales y empresarios rurales- es reemplazada por otra que privilegia el estudio sobre "las formas históricas mediante las cuales se constituyeron las expectativas e intereses de los distintos sectores del empresariado argentino, y de cómo estos fueron cambiando a lo largo del tiempo" (Hora, R. 2000, 467).

En trabajos novedosos, Roy Hora ha inaugurado nuevas interpretaciones a través de un análisis de los grupos empresariales rurales -los terratenientes- , de sus prácticas y accionar. Desde su visión, las hipótesis que las tradiciones historiográficas habían esbozado sobre el problema resultan insuficientemente justificadas por la escasa evidencia empírica que reúnen sobre el grupo en cuestión. Al centrar su mirada sobre los actores sociales, Hora indaga el itinerario de la relación entre industriales y empresarios del agro y la manera en que conforman sus diferentes posturas en cuanto a la vida económica y política. Desde una visión más sutil y atenta a los matices y las especificidades de los vínculos, esta postura se aleja tanto de la visión que interpretaba a los sectores industrial y agrario en una constante hostilidad, como de aquélla que la entendía unitaria y monolítica. Para Hora, no hay una confluencia de intereses entre estos dos sectores, es más, considera que empresarios e industriales deben ser considerados como "actores distintos y autónomos" (Hora, R. 2001, 127). En el juego de relaciones, los intereses entre los dos grupos fueron compatibles en ciertos momentos, pero también hubo tensiones y conflictos en su interior.

A propósito de las medidas proteccionistas adoptadas por el gobierno hacia fines del siglo XIX, Hora explora las diferentes posturas que tomaron los terratenientes en referencia a los problemas arancelarios y, de manera soterrada, hacia el desarrollo de las actividades manufactureras en la Argentina. En un clima de crecimiento industrial de crisis y de incertidumbre del sector agrario, el enfrentamiento entre industriales y empresarios rurales por las medidas de política económica no se tradujo, desde esta perspectiva, en un debilitamiento del sector industrial. Por el contrario, el PAN, partido donde primaban los grupos políticos del interior, había atendido a las demandas del sector industrial y fueron los terratenientes los que encontraron escaso eco entre los elencos políticos del PAN respecto de las demandas librecambistas que promulgaban.

Esta relación de tensión parece haberse disipado -o ya no ofrecía el peligro que revestía décadas atrás- a comienzos del siglo XX, cuando un nuevo período de expansión tuvo lugar en la Argentina. Este fenómeno impactó de lleno en la relación y estableció nuevos parámetros de entendimiento: los terratenientes ya no vieron amenazado su espacio como sector dinamizador y central en la economía a principios de siglo. El desarrollo industrial, su crecimiento y consolidación no amenazaba la vitalidad del sector exportador.

Sin embargo, el debate no sólo se ha concentrado en el despertar del siglo. Los estudios de elites han explorado también otras coyunturas históricas abordando diferentes problemáticas. Novedosas investigaciones, especialmente desde el campo de la sociología, han buscado profundizar el conocimiento sobre la composición, las prácticas y los discursos de las elites económicas (Heredia, M. 2001, 78)5. Si bien algunos de los supuestos principales que animaban los viejos estudios han desaparecido en la década del 90 -tales el estancamiento económico y la disrupción de las formas democráticas-, las nuevas perspectivas buscan indagar el impacto que han tenido los cambios económicos -asociados a "una reorganización tan profunda del capitalismo"- y políticos en la conformación de las elites económicas. En un trabajo reciente, Mariana Heredia buscó examinar la huella de estos cambios en la configuración de las elites a través del análisis de dos asociaciones empresariales: la Sociedad Rural Argentina (SRA) y la Asociación de Bancos de la Argentina (Adeba-ABA) (Ibid., 78), corporaciones que agrupan las elites más representativas del ámbito económico.

El objetivo que persigue esta investigación se centra en visualizar la repercusión que han tenido las reformas neoliberales en dos grupos diferenciados de las elites económicas, aquéllas más vinculadas a los intereses financieros y otras más ligadas a los intereses del agro. Un aspecto relevante de la problemática se encuentra en exhibir la diversidad y complejidad dentro de las elites económicas, ya que visiones más impresionistas han asignado una entidad monolítica a quienes fueron los soportes de las medidas neoliberales. Una visión más atenta a los matices e inflexiones en cuanto a los efectos de las transformaciones de las medidas de corte liberal en los sectores más encumbrados de la pirámide social (Ibid., 79-80) refleja que las elites ligadas al agro vieron reducidos sus márgenes de maniobra en el nuevo contexto.

Bajo los presupuestos teóricos inaugurados por Bourdieu y De Saint Martín (1982), y Boltanski y Thevenot (1991), Heredia sugiere que las elites económicas no ofrecen cambios significativos en sus rasgos y reclutamiento, pero sí esbozan algunas transformaciones en su recomposición. Es decir, en el caso de la SRA las evidencias muestran que más que un ingreso de nuevas capas en la organización, se observó la implementación de nuevas prácticas, y con ello, una manera diferenciada de operar frente al Estado. Si bien el perfil de sus integrantes no cambió -conclusión que se desglosa del análisis de los atributos de edad, origen social, preferencias partidarias, etc.-, las nuevas condiciones influyeron en la emergencia de nuevas prácticas y perspectivas. El "liberalismo", aglutinador de posiciones en momentos en que primaba la dicotomía peronismo-antiperonismo, redujo las posibilidades de acción de la corporación y las elites ligadas al agro vieron con dificultad la posibilidad de reconvertirse en la nueva coyuntura.

No sólo la problemática del desarrollo y la aparición de la coyuntura neoliberal han llevado a explorar las elites económicas; también la visibilidad y relevancia que han adquirido ciertos grupos han llevado a explorar a las elites. La importancia de los economistas y tecnócratas (Montecinos, V., y Markoff, J. 1993, 7-22; Markoff, J., y Montecinos, V. 1994, 4-29) como grupo socioprofesional dentro de las elites ha tomado un nuevo impulso debido al creciente papel que han tenido como "verdaderos 'otorgadores de legitimidad' para los discursos y las prácticas políticas" (Plotkin, M. s/f., 1)6 de América Latina. En un estudio reciente Mariano Plotkin explora la construcción del campo de la economía en clave comparativa, haciendo énfasis en la formación profesional de los economistas. El análisis de este grupo es utilizado para percibir cómo los economistas integraron el conjunto de elites estatales, y con ello el historiador busca trazar ciertos rasgos del Estado moderno. En efecto, el Estado ha jugado un rol de importancia en la inserción y en la consolidación de los economistas en la administración, convirtiéndose en un espacio privilegiado para desarrollar su carrera profesional. Por ello, la construcción de los campos de conocimiento de la disciplina exhibe tintes nacionales -como Plotkin ejemplifica para el caso de Brasil y Argentina-. A pesar de que la disciplina en tanto conocimiento muestra una creciente internacionalización -y en este sentido el papel de Estados Unidos es primordial-, es decir, el hecho de compartir un lenguaje común al núcleo de los expertos, estas prácticas pueden ser sólo analizadas a contrapelo de las particularidades nacionales. La conformación como campo de conocimiento, su institucionalización, sumadas a factores culturales y sociales -como el acceso a cargos técnicos en la burocracia para el diseño de políticas públicas- ofrece pistas para indagar el rol de los economistas. Esta constante interacción entre internacionalización y condiciones particulares del campo nacional es la que ha dado lugar a configuraciones específicas que se transparentan en el tipo de desarrollo de la disciplina y el lugar de los economistas en la sociedad.

El análisis comparativo ilustra las especificidades de los espacios nacionales. El lugar más consolidado que detenta el campo de los economistas en Brasil se debe a un conjunto de singularidades: si bien su grado de institucionalización fue más tardío que en Argentina, los economistas se conformaron al calor del Estado y desde allí lograron modernizar sus estructuras. Mientras que en Argentina se conformó la carrera profesional de manera más temprana, proliferaron los espacios de investigación y difusión de los avances de la disciplina -La Revista de Economía Argentina dirigida por Alejandro Bunge puede ser un caso- e ingresaron rápidamente a las filas de la administración en calidad de "técnicos", resultó sin embargo más dificultoso encontrar mecanismos de validación interna y resistir a la politización del campo. La identidad del grupo creada alrededor del Estado en Brasil permitió la consolidación y su integración al circuito internacional.

Palabras finales

El recorrido realizado, a pesar de ser parcial y fragmentario, ha permitido iluminar algunos de los caminos inaugurados por la historiografía en las últimas décadas del siglo XX sobre ciertas temáticas que han dominado el estudio de las elites en la política, la sociedad y la economía. Viejas problemáticas que sirvieron de hilo conductor a numerosas investigaciones, especialmente en los albores de la década del sesenta, como el desarrollo y la inestabilidad política, se han combinado con otras nuevas para comprender de manera más acabada el devenir del siglo XX.

Una primera afirmación que puede postularse es que la confluencia de investigaciones muestra los vasos comunicantes entre historia y ciencias sociales. En el período reciente, los avances de la etnografía y la economía especialmente, han servido al historiador para contar con nuevas perspectivas y todo un renovado utillaje metodológico. Los problemas ligados con las identidades sociales y su vinculación con los consumos culturales, la construcción de universos simbólicos que explican los lazos partidarios y las relaciones de dominación, entre otros, son algunos de los ejes con que los historiadores cuentan y de los que se han servido para enriquecer la historia política, social y económica.

El itinerario propuesto sugiere algunos puntos de contacto entre las diferentes investigaciones de las que hemos dado cuenta, especialmente en referencia a los enfoques y metodologías utilizadas. En cuanto al primero de ellos, los estudios de elites se han esforzado en hacer visible la heterogeneidad y la porosidad de los grupos más encumbrados, en contraposición con las visiones más impresionistas que promulgó el revisionismo histórico. Esta imagen más compleja es tributaria de los cambios en las perspectivas historiográficas empleadas como en las metodologías utilizadas. El conjunto de investigaciones exploradas encuentra también un punto de convergencia en hacer explícita la especialización de los elencos dirigentes a lo largo del siglo XX, especialización que hunde sus raíces en el proceso modernizador al que se vio compelida la sociedad argentina durante este período. La diversidad de trayectorias que exhiben las elites económicas, políticas y sociales ilustra el proceso de profesionalización y de diferenciación de funciones entre los diferentes espacios sociales.

El mapa trazado no sólo advierte sobre los matices en las problemáticas indagadas. También, el magma de investigaciones exhibe la importancia de la reducción de escala al ilustrar los aportes de las trayectorias biográficas y del análisis de redes. La mirada sobre los actores concretos, los hombres de carne y hueso, sugiere nuevos nudos de problemas y habilita a comprender las relaciones sociales desde perspectivas que los estudios cuantitativos habían dejado en un segundo plano. De esta manera, el poder, el status, se entienden desde una visión que pone el acento en lo relacional, permitiendo captar aspectos poco explorados, como la importancia, en el dominio de la historia política, de las segundas y terceras líneas en la comprensión de la dominación. Por último, la utilización de enfoques y perspectivas novedosas ha llevado a explorar toda una serie de fuentes que permiten reconstruir los intersticios, a través de memorias, cartas, archivos personales, descuidados por los enfoques que priorizaban las relaciones estadísticas.

En suma, si bien esta renovación ha tocado de manera diferenciada a la política, la economía y la sociedad -de manera más abarcadora a las dos primeras que a la tercera- el repertorio de investigaciones disponibles resulta un acervo de importancia para prologar la pregunta sobre el fenómeno elitista y ofrecer nuevas respuestas al problema del poder y el prestigio de un puñado de hombres y mujeres.

Notas
1  La literatura clásica sobre elites es abundante. A título ilustrativo remitimos a alguna bibliografía sobre los estudios de elites en Europa y Norteamérica: Mosca, G. (1992); Pareto, W. (1980 y 2000); Michels, R. (2003); Aron, R. (1960 y 1965); Wright Mills, C. (1956); Dahl, R. (1971); Bottomore, T. (1967).
2  La literatura sobre el análisis de redes es abundante. A título de ejemplo Mitchell, J. Clyde (1969). The concept and Use of Social Networks. Analyses of personal relationships in Central African towns. Manchester: Manchester University Press. Mayer, A. C. 1969. The significance of quasi groups in the study of complex societies. En The social anthropology of complex societies, editado por M. Barton. Londres. Boissevain, Jeremy. 1974. Friends of friends. Networks, manipulators and coalitions. Oxford: Basil Blackwell. Granovetter, Mark. 1973. The Strength of Weak Ties. American Journal of Sociology 6, Vol. 78,  Mayo.
3  Cfr. entre otros, Giddens, A. (1972) ; Lancien, D., y De Saint Martin, M. (2007) ; De Saint Martin, M. (1993)  Stone, L y Fawtier Stone, J. C. (1986); Elias, N. (1985).
4  Para esta postura historiográfica, Hora, Roy (2000, 466). Cfr. también del mismo autor (2003).
5  Sobre los economistas ver Heredia, M. (2007).
6  Cfr. también:  Caravaca, J., y Plotkin, M. (2007).

La autora
María Virginia Mellado es Licenciada en Sociología. Doctoranda en Historia, inscripta en cotutela en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es becaria Saint Exupéry MECT - Embajada de Francia. Ha sido becaria de CONICET. Jefa de Trabajos Prácticos de la cátedra de Sociología Latinoamericana y Argentina, Universidad Nacional de Cuyo.

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