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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas v.10 n.2 Mendoza jul./dic. 2008

 

DOSSIER

El peronismo revisitado. Rupturas y continuidades de un debate que no pierde su centralidad

The Peronism Revisited. Breaks and Continuations of a Central Debate

María Teresa Brachetta*
UNCuyo

Resumen
Teniendo como guía la advertencia que hace Halperin Donghi sobre el trasfondo "complejo hasta el abigarramiento" en el que se debe proyectar el análisisde las mutaciones en el campo historiográfico,que para hacerse "inteligibles requiere vincular esas mutaciones con las del mundo en el que viven los historiadores, pero también con las del contexto profesional y organizativo en que estos llevan adelante sus tareas", este artículo se propone abordar la profunda renovación en el campo de lo ideológico-culturalque acompaña el retorno de la democracia en el país, así como los procesos que entrañan la conformación de un nuevo"clima cultural". Asimismo, y a través del análisis de las novedades conceptuales y metodológicas que se procesan en el campo, pone la mirada sobre parte de la producción que se propone revisitar el peronismo por entonces. En ese ejercicio, intentapesquisar la continuidad de líneas de debate que se inauguraron en décadas anteriores y toda una línea novedosa que a comienzos de la década del '80 se sumergeen el análisis de la "batalla cultural" que suscitó el peronismo entrepolíticos e intelectuales después de su primera caída. El magnetismo que el peronismohabía ejercido en el campo historiográfico en las décadas de los '60 y los '70 adquiere renovado vigor en la década de los '80, en el marco de las controversias y disputas político-ideológicas que se suscitan dentro de esa tradición política en el período de la transición democrática. Esta nueva producción resulta a todas luces un capítulo fundamental en la historiografía del peronismo, que se proyecta en las décadas siguientes e inspira nuevas lecturas. En este sentido el recorrido que propone el artículointenta ser un ejercicio que enlace viejas y nuevas búsquedas en el campo historiográfico, moduladas por los cambios que se operan en el peronismo como fuerza política a partir de su derrota electoral a manos del radicalismo en 1983.

Palabras clave: Historiografía; Transición democrática; Intelectuales; Peronismo.

Abstract
This article explores the deep renovation in the ideological-cultural field that accompanies the return to democracy in the country, as well as the processes that bring about the formation of a new "cultural atmosphere". Besides, through the conceptual and methodological news in the field, it analyses the production that aims at revisiting Peronism at that time. In so doing, it attempts to tackle the continuity of the lines of the debate that started in previous decades, as well as a whole new line that at the beginning of the 80s began with the analyses of the "cultural battle" between politicians and intellectuals brought about by Peronism after its first decline. The magnetism of Peronism over the historiographical field in the 60s and 70s acquires a renewed vigour in the 80s, due to the political and ideological disputes and controversies in the interior of this political tradition in the period of the democratic transition. This new production is undoubtedly a fundamental chapter in the historiography of Peronism, which continues in the following decades and inspires new readings. In this sense, this article attempts to join old and new ideas in the historiographical field, modulated by the changes in Peronism as a political force since its electoral defeat against Radicalism in 1983.

Key words: Historiography; Democratic transition; Intellectuals; Peronism.

Introducción

La década del '80 parece haber constituido si no el comienzo, por lo menos el momento en que comienza a hacerse visible una importante ruptura y refundación política en el proceso histórico del país. La instalación de una institucionalidad democrática -aunque relativamente estable- después de más de 30 años de inestabilidad podría servir como argumento a esta afirmación. Sin duda, la emergencia de esta nueva realidad parecería responder a innumerables factores que fueron encadenándose en un tiempo más largo, pero que encontraron su momento de clímax en el proceso dictatorial que ensangrentó al país en la década anterior.

Interesa hacer notar que ese proceso de refundación ha trascendido el campo político-institucional en la medida en que ha venido acompañado de profunda renovación en el campo de lo ideológico-cultural. Nuevas lecturas sobre el pasado del país, nuevos vectores de debate y polémica acerca de la naturaleza y el origen de los conflictos responsables de la inestabilidad política, crisis de certidumbres ideológicas, expectativas y apuestas políticas, propuestas de reformas moral e intelectual, comienzan a atravesar la producción intelectual y académica que se abrió a nuevas lecturas. Cruzados por el fracaso de muchas de sus expectativas y por la necesidad de revisar sus experiencias, los intelectuales se interpelan acerca de su rol en el proceso de democratización, de las nuevas responsabilidades que el desafío de consolidar la democracia presenta. En este sentido, el campo historiográfico se ve profundamente sacudido por las nuevas perspectivas y produce una renovación notable en líneas temáticas y metodológicas y en una numerosa pléyade de cultores del género que no ha cesado hasta hoy.

Más allá de celebrar este fenómeno a todas luces auspicioso en la medida en que produjo una ampliación de los horizontes de indagación y reflexión, en este trabajo nos proponemos comentar algunos otros que intentan restituir y explicar los rasgos de ese nuevo "clima cultural" que acompaña el retorno a la democracia en el país, así como los procesos que entrañan la conformación de ese clima. Trataremos en lo que sigue de abordar el análisis haciendo hincapié en las novedades conceptuales y metodológicas que sirven de marco al proceso reflexivo de la nueva producción. Lo hacemos con la expectativa de que este marco contextual haga más comprensible las novedades que trae la producción que se propone revisitar el peronismo. Entre la profusa producción que nutre la renovación de ese campo historiográfico intentaremos pesquisar la continuidad de líneas de debate que se inauguraron en décadas anteriores y toda una línea novedosa que a comienzos de la década del '80 se sumerge en el análisis de la "batalla cultural" que suscitó el peronismo entre políticos e intelectuales después de su primera caída. El magnetismo que el peronismo había ejercido en el campo historiográfico en las décadas de los '60 y los '70 adquiere renovado vigor en la década de los '80, en el marco de las controversias y disputas político-ideológicas que se suscitan dentro de esa tradición política en el período de la transición democrática. Esta nueva producción resulta a todas luces un capítulo fundamental en la historiografía del peronismo, que se proyecta en las décadas siguientes e inspira nuevas lecturas. Aunque seguramente incompleto, el recorrido que proponemos intenta ser un ejercicio que enlace viejas y nuevas búsquedas en el campo historiográfico, moduladas por los cambios que se operan en el peronismo como fuerza política a partir de su derrota electoral a manos del radicalismo en 1983.

Intelectuales, política y revalorización democrática

Los años '80 representan un quiebre notable en el clima cultural y en las líneas que atraviesan buena parte de la reflexión sobre la política (Lesgart, C. 2002). El interesante proceso de innovación teórica que ocupó a un respetable segmento de los intelectuales de las ciencias sociales -aún antes de que la nueva institucionalidad se hiciera efectiva- prosperó en una nueva constelación de conceptos y nutrió un nuevo vocabulario, expresión explícita de las novedades que surgían en el campo. Es posible así advertir cómo el concepto de "transición democrática", que se constituye en referencia central en la producción y el debate por entonces, es la expresión de la revalorización que términos como democracia, pluralismo político y estado de derecho -entre otros- adquieren en sociedades sometidas al brutal impacto que impusieron las dictaduras militares en el cono sur de América. Según Cecilia Lesgart, la resignificación de estos conceptos resulta de su eficacia para constituirse en "valores-límite" en la medida en que obraron como términos que permitirían establecer los consensos sobre las condiciones mínimas que impidieran un ejercicio arbitrario del poder, y aún más, operaron como expresiones que permitieron deslindar la vida de la muerte, en el contexto de la feroz represión que caracterizó a aquellos regímenes dictatoriales.

La experiencia de la dictadura y el exilio puso a los intelectuales -provenientes de diferentes tradiciones de pensamiento- y a las prácticas académicas, de frente al desafío de repensar los modos de concebir y hacer la política por un lado, y de revisar las modalidades de producción teórica y el propio papel de los intelectuales en ese campo, por otro. En este aspecto, resultan notables las torsiones de sentido y la búsqueda de formulaciones alternativas, como también la reconsideración de las relaciones entre producción intelectual y opciones político-ideológicas (Torre, J. C. 2004, 193-7)

La revalorización de las dimensiones procedimentales, institucionales y representativas de la política, y la reflexión sobre la necesidad de una clara demarcación de los límites entre producción intelectual y académica, y compromiso político, son ejes centrales de la nueva constelación de ideas que atraviesa a importantes grupos del campo intelectual, y dotaron de nuevas características a la pregunta en torno a "cómo conocer y qué tipo de producción se esperaba de las ciencias sociales" (Lesgart, C. 2002). Así, las ideas de democracia y de "transición a la democracia", además de constituirse en expresiones ordenadoras de un nuevo universo político, marcan a fuego la producción académica de los años ochenta. Ambas van a consolidar un campo de reflexión dentro de los estudios comparados centrado en una nueva manera de pensar el cambio político latinoamericano. La proliferación de trabajos de investigación, artículos, congresos, jornadas de discusión, instituciones especializadas, da cuenta de ello. Un ejemplo notable de la producción resultaron los cuatro volúmenes compilados por Guillermo O'Donnell, Philipe Schmitter y Lawrence Whitehead "Transitions from Authoritarian Rule", editado por la Universidad John Hopkins en 1986 y traducido al español en Paidós en 19891. Se articula así una teoría política ordenada alrededor de la pregunta sobre las características que debía reunir la política mirada desde el prisma de la democracia.

Tres observaciones interesantes -a nuestro juicio- se han hecho respecto de este nuevo núcleo de ideas. En primer lugar, que no quedaron encerradas en el exclusivo mundo académico o intelectual sino que transcendieron al mundo de la política real y dieron contenido a los nuevos relatos de los líderes democráticos de entonces: Raúl Alfonsín en nuestro país o Patricio Aylwin en Chile. En segundo lugar, que crecieron con fuerza aun cuando todavía no existían señales objetivas de que se pudiera torcer definitivamente el trágico rumbo impuesto por los regímenes autoritarios. Y en tercer lugar, que se nutrieron de la exploración conceptual que por aquellos años se emprendió a partir del resquebrajamiento de regímenes políticos autoritarios de la Europa Mediterránea, como España, Grecia y Portugal, o el proceso del eurocomunismo italiano (Lesgart, C. 2002). En orden a esto cabe advertir, sin embargo, que la referencia que proporcionaron estos procesos y los "parecidos de familia" en el orden conceptual fueron más eficaces para producir nuevas expectativas políticas, para revisar compromisos históricos, para generar transiciones teóricas y nuevos fundamentos para programas de investigación, que para garantizar el máximo rigor teórico a los esquemas de análisis.

Conviene recordar también que la revalorización de la democracia política y la idea de transición, por estos años, creció al calor de la revisión crítica de las expectativas, objetivos y apuestas políticas que comienza a realizar toda una generación política, del clima que suscita la revisión marxista que trasciende la propia geografía del Cono Sur latinoamericano, y del apoyo y promoción que brindó la emergencia de un tejido institucional que acogía y financiaba los nuevos proyectos de investigación.

Asimismo, la radical experiencia que significó la represión dictatorial con su secuela de desapariciones, muertes, persecuciones, suscitó la conciencia de una experiencia común y obró como aglutinante entre toda una generación intelectual. La dramática situación impuesta por el exilio, y el refugio en espacios institucionales comunes crean espacios de intercambio y trabajo más fluidos para reprocesar la crisis y el descrédito de convicciones, certezas ideológicas y antiguos relatos. En palabras de Lesgart esta experiencia "... se constituyó en una posibilidad. La de acuñar una idea que obró como bandera aglutinante de las aspiraciones proscritas por la dictadura y que, en este camino modeló expectativas constituyéndose en productora de actores y de modelos de organización de la sociedad, en proyecto de reforma moral e intelectual, en objetivo deseable per se".

Resistencia cultural y savia para una renovación

La obturación de los espacios académicos públicos tradicionales, aún más, la persecución ideológica y las restricciones a la publicación y circulación de la producción disidente que impuso la dictadura militar en el país entre el 76-83 provocó el silenciamiento, la migración, el exilio interno y externo de numerosos intelectuales (que en su mayor parte tenían vínculos políticos con la izquierda y el peronismo de izquierda). Cabría advertir, sin embargo, que este desgarrador embate a la producción intelectual y al pensamiento que se propuso la dictadura no impidió que -aunque de manera relativamente subterránea- subsistiera y se expandiera una producción silenciosa, paciente y sistemática, nada desdeñable en la comprensión del posterior proceso de renovación que se hará visible, más claramente, una vez retornada la institucionalidad democrática. Un conjunto de experiencias que tuvieron lugar en el campo intelectual durante la dictadura militar parece contradecir la idea más simplista de un total arrasamiento del pensamiento en esta etapa (Pagano, N. 2004, 25-38).

Podría considerarse entonces que, si ha sido evidente que la dictadura provocó el inmovilismo y la desarticulación de la mayoría de los actores de la política, y anuló mediante una represión feroz su capacidad de resistencia, en el campo cultural ocurrió algo diferente. El surgimiento de un número acotado pero no despreciable de nuevas instituciones con fuerte interés intelectual por lo público, pero por fuera del circuito oficial y en su mayoría con recursos privados, de referencia nacional o regional dio espacio, apoyo y sostén a una reflexión crítica y a una producción teórica disidente y alternativa a aquélla de los espacios oficiales. Más allá de la heterogeneidad en cuanto a su constitución, apoyos, líneas temáticas, lo cierto es que constituyeron los espacios donde se "reinstitucionalizó" la comunidad académico-intelectual por fuera del Estado, y al parecer operaron como un catalizador de nuevas ideas. Una multiplicidad de proyectos en el área de las ciencias sociales, sostenida y financiada por estos emprendimientos, va a estar en la base de algunas de las líneas historiográficas que se manifestarán más nítidamente en la década siguiente (Pagano, N. 2004, 25-38). Asimismo, se puede advertir cómo numerosos intelectuales desplazados de las universidades públicas pudieron, a partir de esta experiencia, neutralizar la desarticulación y la dispersión, a las que parecía condenarlos un contexto cruzado por un clima de gran turbulencia sociopolítica, inestabilidad económica, censura, represión, violencia e intolerancia. El trabajo silencioso y sistemático se emprendió desde diferentes centros de investigación que asumieron la forma de asociaciones civiles independientes del Estado, de los partidos políticos y de otras empresas particulares. El apoyo de instituciones o de otros centros privados de más larga trayectoria y experiencia en el país -como el Instituto Di Tella- y el financiamiento de redes de fundaciones extranjeras preocupadas por sostener y dar continuidad a este tipo de actividad explican el sostenimiento y la supervivencia de estos emprendimientos por entonces2.

En este sentido la experiencia del CEDES (Centro de Estudios de Estado y Sociedad) resulta ser paradigmática. Allí sobrevivirían y podrían prolongar su formación y reflexión intelectuales3 cuya producción sería señera en los años posteriores a medida que se fueron visualizando las posibilidades de mayor apertura y espacio para el ejercicio intelectual4.

Valiosas producciones vieron la luz ya desde 1977, en pleno proceso dictatorial, y fueron puestas a la discusión en seminarios del CEDES y del IDES (Instituto de Desarrollo Económico y Social)5, y posteriormente publicados por la revista Desarrollo Económico. Cabe advertir que muchos de los intelectuales de este centro sintonizaban con la tradición intelectual y la innovación que habían propuesto Gino Germani y José Luis Romero en la década del '60 en sus respectivos campos disciplinarios, y que prosperara en fecundos trabajos de cooperación entre sociólogos e historiadores, constituyendo en términos concretos por entonces, el novedoso y fecundo campo de "las Ciencias Sociales" en el país (Spinelli, M. 2004, 30-49). Los trabajos, que se enfocaron mayormente en el análisis crítico de la experiencia abierta en el país en 1976, marcaron la fuerte vinculación entre el programa y los objetivos económicos de la dictadura y los dispositivos políticos puestos en marcha. Así, el disciplinamiento social materializado a través de la represión por las fuerzas armadas era consistente con el diagnóstico que estas hacían de los principales problemas de la inestabilidad política. La solución a este problema dependía, necesariamente, de la desarticulación de los principales actores políticos del modelo de desarrollo populista, en el que el conflicto social que movilizaba la puja distributiva se había hecho incontrolable para los gobiernos. De lo que se trataba entonces era de frenar y disolver las expectativas que ese modelo habría generado en amplios grupos de población, y la movilización en torno a la consecución de esas expectativas. En ese diagnóstico los problemas estructurales de la economía argentina estaban destinados a desaparecer en la medida en que se restablecieran las condiciones para un libre juego del mercado. Las fuerzas armadas precisaban de la estabilidad política que debía ser garantizada y sostenida por una transformación completa de la dinámica de funcionamiento de la sociedad argentina que la pusiera al resguardo de las lógicas de articulación social a que habían dado lugar los gobiernos populistas. En este punto la represión adquiría un significado sustantivo. Cabe advertir que este diagnóstico se anclaba no sólo en percepciones ideológicas que sobre la realidad podían manejar las fuerzas armadas, sino en la experiencia de ingobernabilidad y en la creciente ola de violencia política que había alcanzado su clímax durante el último gobierno peronista, y que había creado las condiciones para un alto nivel de consenso a la intervención.

Interesa observar cómo estos trabajos, al intentar desmontar la lógica que corría por detrás de la intervención de las fuerzas armadas, introducían una estilización en el análisis de los problemas del país desconocida hasta entonces. Resulta pensable que se orientaban a sobreponerse a las explicaciones más del tipo estructural o estructural-funcionalista que habían primado en diagnósticos del campo en décadas anteriores y que comenzaba a atenderse notablemente la información que el análisis de los dispositivos de la política podía proporcionar para explicar los avatares de la historia del país.

Si bien es cierto que estas intervenciones articulaban perspectivas procedentes de diversas matrices disciplinares -economistas, sociólogos, politólogos- entre las que la historia no ocupaba ciertamente un lugar privilegio, comienza a ser perceptible por entonces en la revista Desarrollo Económico del IDES (Instituto de Desarrollo Económico y Social) la presencia de historiadores extranjeros -particularmente del mundo anglosajón- que además de desplegar nuevas perspectivas comenzaron a ser una constante en la producción historiográfica sobre el país (Pagano, N. 2004, 25-38).

Contemporáneamente va a ser desde otro de esos centros -el Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA)- que comienzan a desplegarse indagaciones que afrontaron análogas preocupaciones. La formación de las clases empresariales, su vinculación con las élites políticas conservadoras y la forma de funcionamiento de esta alianza en relación con las constantes interrupciones de la estabilidad institucional en el país se convierten en una preocupación de la historiografía económica de los años ochenta. Los trabajos de Jorge Sábato6 así lo atestiguan, y van a alumbrar toda una línea de reflexión acerca de la constitución de las clases dominantes, entreviendo matices nuevos respecto de las lecturas interpuestas por la historiografía militante de diverso signo ideológico que, bajo la categoría de "oligarquía", había simplificado y había asimilado intereses y lógicas de funcionamiento diferente.

Será también dentro del CISEA que adquiere forma un programa de estudios constituido mayoritariamente por historiadores. El PEHESA (Programa de Estudios de Historia Económica y Social Americana) reunió a buena parte de los historiadores herederos7 de la corriente de la "Nueva Historia Social"8 que en los años sesenta había producido una ruptura profunda con las formas hegemónicas de lo que había sido la historiografía académica tradicional y que había instalado la polémica con las corrientes revisionistas. Tratando de sortear la tendencia que había caracterizado a estas últimas respecto de producir una narración de los acontecimientos montada en una reflexión ética y normativa sobre el pasado, los jóvenes historiadores eran sensibles a desarrollar una comprensión analítica de los problemas. Acercándose a los debates e innovaciones que llevaban más de una década en Europa, se interesaron en comprender los rasgos de la cultura de los sectores populares y la manera en que éstos se habían conformado en el tiempo9. La categoría de "sectores populares" que utilizaron y acuñaron como novedad en sus trabajos, y que venía a reemplazar a la de "clase", generó algunas resistencias en el campo. Implicaba un esfuerzo por actualizar la lectura estructuralista y otorgarle un reconocimiento sustantivo a la cultura como experiencia central en la constitución de identidades sociales y políticas, tan o más importante que la ubicación de los sujetos en el aparato productivo. Se nutrieron en esta línea temática de las perspectivas críticas al marxismo ortodoxo que habían interpuesto Raymond Williams, E. P. Thompson y Eric Hobsbawm, que llegaban al país introducidas por la revista Punto de vista10, de cuyo programa de actualización cultural -cabe aclarar- fueron activos partícipes. Actualizaban de esta manera esa preocupación que habían tenido sus inspiradores de consolidar un perfil profesional enriquecido con los debates que circulaban en el mundo académico internacional, evitando el parroquialismo de las corrientes y tendencias con las que polemizaban.

Otras formas de resistencia y producción alternativa que vigorizaron el mundo de la cultura por entonces están representados por emprendimientos de publicaciones periódicas, de las cuales Punto de vista fue probablemente la de mayor proyección. Apelando al debate cultural, introduciendo nuevos referentes, nuevos temas y perspectivas para ese debate, evitaron la contestación explícita o el denuncialismo político, que por otra parte, en el contexto de represión, hubiera constituido un suicidio. Su tono fue moderado, pero persistente en torno a la necesidad de renovación teórica que demandaba la crisis de la "cultura de izquierda". Desde el discurso de la crítica cultural, la teoría literaria, la reflexión sociológica e histórica desarrollaron una opción teórica refractaria a los discursos autoritarios, no sólo políticos, sino propiamente culturales (Pagano, N. 2004, 25-38). Introductores de las perspectivas conceptuales y metodológicas de la corriente de los "estudios culturales" en el país, pretendían poner en circulación otros discursos críticos, los culturales, propiciando lecturas estéticas más autónomas de la ideología y de la política que aquéllas que habían predominado en la década del '70. Se meten así de lleno en el debate sobre la relación entre intelectuales y política en las sociedades democráticas, eje central del clima intelectual por entonces. Apelando a la metáfora y a la elipsis, ejercitaron una forma alternativa de resistencia y denuncia política; aunque esta no ocupara el centro del emprendimiento. Se puede pensar que tuvieron una referencia -y quisieron establecer una continuidad- en el ejercicio de revisión de las tradiciones culturales del país que había iniciado la revista Contorno en los años '5011.

La reflexión historiográfica tuvo su lugar en la revista, primero ejercitada de manera relativamente tangencial por los sociólogos que formaban parte del núcleo inicial central de la publicación, y luego por historiadores de profesión en el momento en que se establecen lazos entre la revista y el PEHESA, que se refuerzan en los primeros años de la década del '80. En 1982 fue publicado el texto "Donde anida la democracia" que bajo la autoría del PEHESA fue -al decir de Halperín Donghi- a la vez que una propuesta de reconstrucción de la democracia, la proposición de una agenda historiográfica12.

Como se puede observar entonces, existen no pocas evidencias de la continuidad, aun en los peores años del proceso militar, de un proceso de pensamiento en el campo historiográfico y de las Ciencias Sociales -distinto y no reductible a aquél que se desarrolló en la Universidad o el CONICET por entonces controlados por la dictadura- articulado en redes y espacios alternativos donde circularon reflexiones, pensamiento, revisiones, búsqueda de nuevas referencias, debate crítico, de los intelectuales sensibles a pensar su reubicación en un futuro democrático, y que explica la vitalidad y la relativa celeridad que tuvo el recambio en los primeros años de la transición democrática.

El peronismo revisitado

En este clima intelectual el peronismo siguió siendo objeto de preocupación central, al punto que, como lo señalara Juan Carlos Torre (1990), "...componente fundamental de la sociabilidad política en que nos hemos formado, el peronismo es una vía de entrada obligada para conocer la sociedad argentina actual, sus conflictos y sus esperanzas"13. Sin perder para nada el magnetismo que había suscitado en anteriores generaciones de intelectuales, va a permanecer en el centro de la reflexión histórica y política argentina, pero ahora se agregan otras claves.

En el tiempo inmediato a su primera caída, buena parte de la reflexión estuvo dirigida a tratar de descifrar ese extraño fenómeno y la persistente fidelidad que le manifestaban amplios sectores obreros a pesar de su exclusión de la vida política argentina. Todo un sector de la historiografía militante14 lo tuvo como objeto central y compuso un relato en el cual la preocupación estaba más centrada en marcar expectativas de futuro -el peronismo como promesa de redención nacional y confrontación antiimperialista- que en explicar y comprender los factores que se habían conjugado en esa experiencia. Desde otras perspectivas, el enigma de sus orígenes y de la adhesión sindical temprana y exitosa dio lugar a un debate que trascendió estrictamente el campo historiográfico. Trabajos notables estructuraron el campo de discusión desde la que se consideró a sí misma como una "perspectiva científica"15. Podría arriesgarse entonces que en los años en que el peronismo estuvo excluido del poder estas dos líneas nutrieron el por entonces encendido debate político e intelectual sobre la naturaleza y proyección del peronismo.

En los años de la dictadura y en el retorno a la democracia -aun frente a manifestaciones de agotamiento político- el peronismo mantiene fuerte vitalidad como objeto de reflexión historiográfica, aunque ahora reorientada por carriles menos imbuidos del interés por prescribir y profetizar sobre su lugar en el futuro nacional, y más comprometidos en encontrar razones y comprensión del fenómeno.

Las nuevas claves que la coyuntura del retorno a la democracia imponía suscitaron una nueva reflexión en este sentido. Una importante novedad en la línea de la historia de las ideas fue el trabajo de Cristian Buchrucker Nacionalismo y Peronismo. LaArgentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), editado en Buenos Aires por Sudamericana y que vio la luz en 1985. En el contexto del fluido debate sobre las tradiciones político-ideológicas que recorría el país por entonces, el autor analizaba las raíces ideológicas del nacionalismo argentino, las vinculaciones y diferencias con el peronismo, tratando de descifrar la naturaleza ideológica y la especificidad de ambos fenómenos. El trabajo indudablemente se ponía a tono con la discusión que atravesaba por entonces la coyuntura y que circulaba en torno a los límites y las virtualidades del peronismo en el nuevo contexto democrático.

En otra perspectiva pero también en clave de análisis cultural, Daniel James, un inglés influenciado por Raymond Williams y E. P. Thompson, lanzaba al ruedo un trabajo sumamente atractivo y seductor16 cuya tesis circulaba en torno al carácter profundamente rupturista y herético que en términos culturales había significado el peronismo, y en qué medida ese carácter podía dar cuenta de su reconocimiento sostenido en los sectores populares. La capacidad de Perón para resignificar un conjunto de cánones de la cultura política tradicional y dotarlo de nuevos sentidos cercanos a los intereses populares, como así también su capacidad de conectar con el lenguaje y la sensibilidad de los sectores populares explicarían, en parte, el fenómeno de adhesión de la masas obreras al peronismo. James actualizaba el viejo debate y confrontaba con las versiones "filo estructuralistas", que sujetaban la interpretación de la adhesión a la dicotomía entre vieja y nueva clase obrera, y entraba a terciar en un debate que llevaba ya más de dos décadas, y que había tenido en el trabajo de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero otro contendiente de fuste.

Entre otros trabajos, en este debate cabría mencionar dos autores importantes que introducen nuevos aportes. En 1983 Hugo del Campo presenta su libro Sindicalismo y Peronismo, los comienzos de un vínculo perdurable, y Juan Carlos Torre, dos trabajos: La formación del sindicalismo peronista, editado por Legasa en 1988, y el ya citado Perón y la vieja guardia sindical, editado en 1990 por Sudamericana. En estas nuevas obras los autores replantearon el debate y claramente resignificaron la dimensión política en el análisis. Al ensayar una nueva explicación sobre la rearticulación de las identidades tradicionales del movimiento obrero organizado en torno al peronismo, propusieron que ésta tendría menos que ver con orígenes sociológicos o socioeconómicos y más con las estrategias y tácticas políticas que las organizaciones sindicales habían aprendido a desarrollar para sobrevivir en los períodos adversos y de represión de la década del '30. La adhesión a Perón, entonces, se habría vinculado más a la capacidad de negociación política que los sindicatos supieron desarrollar en aquellos contextos, que a la ruptura con tradiciones o patrones culturales.

En sintonía con ese debate estuvieron los trabajos que se realizaron en el marco del PEHESA. Entender al peronismo desde la perspectiva de la vida y la cultura de los sectores populares fue el emprendimiento de Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero en Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra. Este libro está compuesto por una serie de investigaciones iniciadas en los primeros años '80 que alcanzan la publicación -como señalamos- finalmente en 1995. También se puede mencionar el trabajo de Diego Armus, Mundo urbano y cultura popular: estudios dehistoria social argentina, de 1990. Cabe recordar aquí que los dos primeros autores habían inspirado y firmado el texto Donde anida la democracia de 1982. Claramente su emprendimiento está filiado y conectado a vincular la reflexión historiográfica con la consolidación de la nueva democracia.

En 1986 conoció la luz un trabajo sumamente original. Expresión, quizás, de los debates que en torno a las prácticas y el problema de la "cientificidad" había creado la crisis del paradigma estructuralista, y de la discusión sobre el problema del lenguaje como mediador de naturaleza compleja en el análisis de las fuentes, el trabajo de Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o Muerte, generó un profundo debate en torno a las maneras de abordar el fenómeno peronista. Munidos de la novedosa metodología del análisis del discurso, afín a la crítica literaria, y en contrapunto con algunas premisas tradicionales de la teoría de la comunicación en boga por entonces en Francia, donde ambos residían y trabajaban, este trabajo -más allá de la novedad del enfoque metodológico- busca una explicación a la violencia que sacude al país como consecuencia del enfrentamiento entre sectores internos del peronismo en los primeros años '70; esa violencia que desde el tercer gobierno peronista se había espiralado hasta terminar en el baño de sangre de la dictadura.

Entender al peronismo como fenómeno discursivo es, para los autores, ingresar de lleno a la comprensión del fenómeno político. Así, se afirman en la premisa de que es desde el orden simbólico que se puede comprender el fenómeno político, que es en definitiva el que lo constituye. Para ellos el peronismo no es una ideología, sino un orden de discursos, que analizados en su contexto de producción -el exilio de Perón, la proscripción y el retorno- otorgan claves de comprensión diferentes de ese fenómeno. El análisis de los fundamentos discursivos del peronismo sirve a los autores también para poner en discusión ciertos modelos de democracia, lo que permite incluir este trabajo en las preocupaciones introducidas por el debate de la transición democrática.

Peronismo y cultura política: nuevas perspectivas y nuevos campos de trabajo

Es probable que esa centralidad del peronismo -al decir de Juan Carlos Torre- como "componente fundamental de la sociabilidad política" de los argentinos sea lo que explique su continuidad en años posteriores como objeto privilegiado de reflexión de una serie de trabajos que interrogan sobre la historia del país, anteponiendo como clave de análisis el concepto de "cultura política". Esta clave compuso una forma novedosa de ingreso al peronismo, que buscó anclar las explicaciones no tanto en los procesos fácticos o concretos, sino en las representaciones y en el imaginario que movilizó en distintos sectores y actores sociales a lo largo de más de cincuenta años. Múltiples líneas de trabajo y producciones florecieron en este sentido. Si, como mencionamos, el trabajo de Daniel James inauguró una línea que hacía pie en las representaciones que el peronismo suscitó en los sectores populares, y desde esta perspectiva se entroncaba con una línea historiográfica que buceaba en la "cultura popular" poniendo la mirada principalmente en las prácticas de los actores, sobre todo en la "subalternidad"; surgiría paralelamente otra línea, siguiendo la tradición de las ideas políticas pero sugiriendo enfoques novedosos, abocada a indagar sobre la producción que -en adhesión o contrapunto al peronismo- surgió de aquellos actores que centraron su acción en el campo de las ideas. Quizás sean éstos los recorridos que abren la producción de un conjunto de trabajos inspiradores de todo un territorio nuevo de reflexión que, al decir de Carlos Altamirano -uno de los principales cultores de esta vertiente que adquiere perfiles nítidos en los años '90-, "pretende entrelazar la historia política con la historia intelectual" (Altamirano, C. 2001, 9).

Según este autor, la inspiración parte de que "paralelamente a la historia del peronismo aunque también como parte de él, se desarrolló desde el comienzo otra historia, a manera de contrapunto, la historia sobre las ideas del peronismo" (Ibid., 10). Historiar buena parte de los combates intelectuales que sostuvo la izquierda en su intento de interpretar al peronismo y, en algún caso, de conferirle identidad a un fenómeno que, a su ver, carecía de conciencia de la ruptura ideológica profunda que había sembrado en el panorama político-cultural del país, es uno de los empeños de este trabajo. En la serie de artículos que lo componen, el autor propone un recorrido por los avatares que surcaron el campo de la izquierda desde el triunfo de Perón en 1946 prácticamente hasta su retorno. Las múltiples lecturas, la perplejidad, las disputas ideológicas, las rupturas partidarias, las confrontaciones intelectuales. El lenguaje ideológico, los términos y el conjunto nocional que caracterizaron el tono de sus proclamas y publicaciones de combate, las resignificaciones del peronismo que desde la izquierda se postulan en artículos y libros memorables del período. En síntesis, un viaje a través de la literatura de izquierda en los 10 años que siguen a la caída del peronismo, y que configuran el universo discursivo que ésta ensayó para explicar, condenar, revalorizar y también, por qué no, para penetrar y apropiarse del peronismo.

Parece pensable que esta nueva forma de ingreso al pasado, a través del concepto de "cultura política", resulta ser otra de las claves explicativas de la revitalización de la historia política que ha sido afirmada como un signo inequívoco de la renovación historiográfica que se desarrolla en el país a partir del retorno democrático. La búsqueda de claves de explicación a los desencuentros políticos y la consecuente inestabilidad institucional -que, bueno es recordarlo, también había sido objeto de estudio para generaciones historiográficas anteriores- se retoma al parecer desde nuevos enfoques. La búsqueda de otras vías de explicación al viejo problema que no se sujeten exclusivamente a cuestiones objetivas -estructura socioeconómica o intereses de clase, por decir alguna- pareciera anclar la reflexión sobre los imaginarios, expectativas, supuestos que los actores han formulado a partir de sus experiencias y trayectorias. El nuevo recorrido por las fuentes, oteando la riqueza de los lenguajes impresos en las múltiples series discursivas de los actores, se revela como un ejercicio más fecundo, menos encerrado en explicaciones irreductibles y más abierto a la formulación de hipótesis múltiples.

En esta línea de revitalización de la historia política y apelando a la idea de devolver entidad y autonomía al análisis de los intereses, las prácticas, los lenguajes de los actores políticos, aparece el trabajo de María Estela Spinelli sobre el antiperonismo como identidad política en los años que suceden a la revolución del '5517. Con el objeto de llenar un vacío historiográfico que había ignorado al "antiperonismo" como un actor, la autora recorre la literatura política de la época y se dedica a restituir y caracterizar no sólo los intereses políticos, sino también las imágenes, los sentimientos, los valores y las ideas que alimentaron a los actores que encontraron en esa identidad una referencia que les dio cohesión, aunque ciertamente efímera, ya que no pudo proyectarse como alianza política estable en los años que siguieron. Desde una perspectiva que intenta claramente salirse de las valoraciones éticas respecto de esa experiencia, el análisis -según afirma la misma autora- trata de captar fundamentalmente "el ángulo de observación de los impugnadores, esto es, tiene en cuenta el conjunto de valores, ideas y proyectos sobre el orden político y social deseable que sustentaron los opositores al peronismo en su intento de revertir la situación creada por este" (Spinelli, M. E. 1997, 233-262). Se visualiza aquí, quizás, una de las novedades más importantes de las nuevas perspectivas historiográficas, menos preocupadas por emitir juicios acerca de la responsabilidad de los actores y más enfocadas a prestar atención a los argumentos que sostienen sus acciones y sus decisiones. En esta nueva perspectiva las fuentes como herramienta de acceso a la comprensión cobran un nuevo valor y comportan un ejercicio diferente, en el cual lo importante no es instalar un debate de principios con los argumentos sostenidos por los actores de la historia, sino intentar comprender las claves desde las cuales han sido emitidos esos argumentos. Al decir de Halperín estos rasgos reflejan un "cambio radical del historiador frente a su objeto, al que ha comenzado por concebir -así sea implícitamente- como una realidad externa a la que sólo podría ganar acceso indirecto a través de huellas que son -ellas sí- objeto de su experiencia directa" (Halperin Donghi, T. 2004, 22).

La línea en torno a indagar sobre el peronismo como fenómeno cultural, haciendo pie en los combates intelectuales que ha suscitado a lo largo de su historia, ha dado lugar a enfoques novedosos en los cuales aparecen ejercicios de reflexión que muestran el saludable intercambio teórico y metodológico entre distintas disciplinas del campo de las Ciencias Sociales. Transitando la construcción del nuevo campo de "la historia de los intelectuales" y aprovechando los fecundos vínculos que se pueden establecer entre antropología e historiografía, aparece el trabajo de Federico Neiburg Los intelectualesy la invención del peronismo. Con el supuesto explícito de que los límites entre "realidad e interpretación" no son tan claros y que más bien pareciera existir una relación constitutiva entre "representación de la realidad" y "realidad", el autor se aboca a restituir lo que él considera serían las "invenciones del peronismo". El término "invención" utilizado por el autor no quiere referir a artificialidad, intento de manipulación o tan siquiera fantasía. La palabra "invención" pretende atender a la idea de que toda producción sobre "la realidad" es dependiente de la mirada de quien la produjo y -más allá- de los procesos individuales y sociales que están a la base de esa mirada. Al decir del autor, existiría una relación constitutiva "entre la génesis social de los intérpretes de la realidad, sus interpretaciones y sus objetos". Al contrario de enunciar una nueva interpretación del peronismo -o de juzgar los méritos de las distintas interpretaciones que han formado parte de los debates que lo han tenido como objeto- su interés es "comprender la lógica social subyacente a la existencia de esos debates, la génesis de las figuras intelectuales que en ellos participaron y sus efectos en la construcción del propio peronismo como un fenómeno social y cultural" (Neiburg, F. 1998, 9-24). Historiar y comprender la génesis de las élites intelectuales que debatieron y construyeron su propia "invención" sobre el peronismo, sus trayectorias intelectuales, los libros que escribieron, las instituciones que formaron, los argumentos de autoridad a los que apelaron, comporta un ejercicio que multiplica las posibilidades de análisis del fenómeno peronista y permite advertir la complejidad de la categoría "peronismo", que se resignifica a la par de los diferentes actores sociales que se la apropian o la interpelan, siempre desde sus intereses, sus perspectivas, sus saberes.

Algunas reflexiones finales

El recorrido -ciertamente incompleto- que hemos transitado en este trabajo ha pretendido perfilar algunas novedades que ha experimentado el tratamiento del peronismo en el campo de la producción académica a partir de los años '80. En ese amplio campo, enriquecido por la renovación que experimenta la historiografía política a partir de los años '80, mencionamos algunos trabajos señeros, ineludibles quizás en la comprensión de esta renovación, y elegimos reflexionar sobre otros que representan nuevas formas de ingreso al pasado y ofrecen pistas e inspiración para indagar en el campo de la historia cultural.

Si la propuesta de revisar los supuestos que componen el revés de la trama de los debates políticos y culturales en torno al peronismo es la novedad y la propuesta de los trabajos que elegimos, no podíamos menos que anclar nuestro análisis de la nueva producción en el "clima cultural" y en el marco de preocupaciones en que estos trabajos se han realizado. Por ello, buena parte de nuestro intento quiso atender esta cuestión.

En definitiva hemos tratado de perfilar un momento historiográfico y tematizar las cuestiones que algunas producciones representativas de ese momento nos han suscitado. Es probable que la selección pueda pecar de exigua. Una expectativa inicial que inspiró el trabajo era poder extender la mirada y hacer ejercicios comparativos y críticos con otros momentos historiográficos, de modo de dejar claramente establecidas las rupturas y continuidades que supone la renovación historiográfica de los '80. Esta tarea -no por ambiciosa menos apasionante- queda como deuda y desafío para futuros trabajos. Se impone, para nosotros, profundizar en la reflexión historiográfica y en el análisis de su trayectoria en el país, materia quizás demasiado poco transitada en nuestra formación con el rigor que hubiera requerido.

Una sensación de imposibilidad de sujetar y articular una multiplicidad de ideas y, a la vez, ordenarlas para expresarlas claramente, nos ha acompañado a lo largo de la escritura de este trabajo. Como advierte Halperin Donghi (2004, 17) "examinar las mutaciones en el campo historiográfico requiere tomar en cuenta que aquello que queremos entender sólo puede hacerse inteligible cuando se lo proyecta sobre un trasfondo complejo hasta el abigarramiento", que requiere vincular esas mutaciones con las del mundo en el que viven los historiadores, pero también con las del contexto profesional y organizativo en que estos llevan adelante sus tareas. Seguramente esto conspire y por momentos constituya un obstáculo para su lectura, esperamos que no infranqueable. No obstante, esta sensación de "vagabundeo" por momentos inconfortable es quizás fruto de la incorporación de muchas ideas nuevas que necesitan tiempo y decantación, pero que sin duda han desatado en nosotros una renovada pasión por la temática.

Notas
1 En esta línea estuvieron también los trabajos discutidos en el marco de la Conferencia sobre "Sistema político y democratización", organizada por la Asociación para el estudio de la Realidad Argentina, que tuvo lugar en Buenos Aires en agosto de 1983 y que convocó a politólogos residentes en el país y en el exterior -O'Donnel entre ellos-. Los trabajos allí presentados fueron compilados por Oscar Oslak y publicados por el CEAL (Centro Editor de América Latina) en 1984, en dos volúmenes de la difundida colección "Biblioteca Política Argentina", referencia de la avidez de producción y lectura sobre la historia política argentina que comenzó a campear por aquel tiempo.
2 Al respecto Pagano señala "el pionero fue el Instituto Di Tella, reflejo de aquella idea de Gino Germani de construir espacios acotados de investigación por fuera de las universidades. Entre sus principales financistas, además del grupo de Torcuato Di Tella (padre) estuvieron las fundaciones Ford y Rockefeller. De allí partieron muchas experiencias entre las que se cuentan las siguientes: CICSO, CLACSO, IDES, CENEP, CISEA, CEDES, CEMA, IERAL, FIEL, FIDE, entre otras". (Ver: Pagano, N. 2004, 160).
3 Marcelo Cavarozzi, Oscar Oslak, Guillermo O 'Donnell, Alejandro Mario O 'Donnel, Oscar Landi, entre otros.
4"El CEDES desarrollaba ciencia e investigación básica aplicada en ciencia sociales; su carácter de 'usina de ideas' es perceptible en la producción intelectual y técnica y en la intervención pública de algunos de sus miembros en la etapa democrática (vgr. Dante Caputo, Juan Sourrouille, Adolfo Canitrot, entre otros) ... el trabajo en esas áreas temáticas fue posible en gran medida, por el importante apoyo obtenido por diversas instituciones del exterior, como Sarec (Suecia), Ford Foundation, IDEC (Canadá), Andrew Mellon Foundation, Inter-American Foundation y otras". (Ver: Pagano, N. 2004, 161).
5 Centro creado en la década del '60, y que junto al Instituto Di Tella fueron los referentes institucionales del programa de renovación de los estudios histórico-sociales orientados por José Luis Romero y Gino Germani.
6 Nos referimos principalmente al trabajo La clase dominante en la Argentina moderna, editado en 1988, en Buenos Aires, por CISEA-Imago Mundi.
7Luis Alberto Romero, Hilda Sábato, Ricardo González, Leandro Gutiérrez, Juan Carlos Korol, entre otros.
8 Nos referimos aquí a la línea de investigación que en los años '60 -y referenciada en parte en el proceso de innovación propuesto por la corriente de "Annales"- tenía como figura principal a José Luis Romero.
9 De esa experiencia se ha conocido un conjunto trabajos realizados en el marco del PEHESA desde que éste fue creado en 1978. Durante aquel tiempo y en años siguientes fueron objeto de amplia discusión en el seno del programa y posteriormente fueron ampliados. Finalmente fueron reunidos y publicados en 1995 bajo la autoría de Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero por editorial Sudamericana. Recientemente el libro ha sido reeditado por Siglo XXI (2007).
10 Subtitulada "Revista de cultura" apareció en marzo de 1978 como la expresión de un grupo de intelectuales de izquierda sensibles a los cambios que se estaban operando en la sociedad argentina. Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Ricardo Piglia, Hugo Vezzetti, María Teresa Gramuglia y Jorge Sevilla, como editor responsable, animaron inicialmente una experiencia y la sostuvieron hasta su cierre, que se produjo en el 2008. Utilizando seudónimos que amparaban su identidad durante los años del proceso militar, los autores y la revista se convirtieron en un referente de la discusión en torno a la relación entre cultura y política en el campo de la izquierda intelectual. A su retorno del exilio mejicano, se integraron a la revista Pancho Aricó y Juan Carlos Portantiero, fundadores del "Club de Cultura Socialista", institución con la que la revista mantuvo estrechas relaciones.
11 La revista dirigida por los hermanos David e Ismael Viñas que constituyó un ámbito de discusión y producción de intelectuales de izquierda seducidos, y posteriormente decepcionados, por la promesa que representó por aquellos años Arturo Frondizi.
12 Así se refiere a este grupo el veterano historiador en la conferencia inaugural que pronunció en el año 2001, "El resurgimiento de la historia política: problemas y perspectivas", durante las VIII Jornadas Interescuelas-Departamentos de Historia, realizadas por la Universidad Nacional de Salta; posteriormente publicada, en el año 2004, por Beatriz Bragoni en su libro Microanálisis. Ensayos de historiografía argentina, editado en Buenos Aires por la editorial Prometeo.
13 La frase introduce el libro Perón y la vieja guardia sindical, en el que este "sociólogo-historiador" o "historiador por adopción", según la denominación de Luis Alberto Romero, aportaba y pretendía saldar el viejo debate sobre los orígenes del peronismo.
14 Nos referimos aquí a la producción que se ha identificado dentro del revisionismo histórico como corriente de "izquierda nacional", con trabajos de gran difusión durante la década del '60, por ejemplo: Revolución y contrarrevolución en la Argentina, de Abelardo Ramos, y Las izquierdas y el problema nacional, de Rodolfo Puiggrós, entre otros.
15 Nos referimos al debate sobre los orígenes del peronismo que tuviera como referencia los trabajos de Gino Germani Política y sociedad en una época de transición, donde el autor buscaba una explicación sociológico-estructural a la adhesión de las masas obreras a Perón. Las tesis de Germani fueron relativizadas por Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero en Estudios sobre los orígenes del peronismo.
16 Nos referimos aquí a dos trabajos relativamente vinculados. Un primer artículo del autor: 17 y 18 de octubre de 1945: El peronismo, la protesta de masas y la clase obrera argentina, Desarrollo Económico 107, v. 27 (octubre-diciembre de 1987); y el libro Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976, publicado por Sudamericana en 1990.
17 Una primera aproximación al trabajo se puede ver en el artículo de Spinelli: El debate sobre la desperonización. Imágenes del peronismo en los ensayos políticos antiperonistas, 1955-1958, (ver: Bianchi, S, y Spinelli, M. E. 1997, 233-262). Un trabajo más completo, que resulta de la publicación de lo que fuera la tesis doctoral de la autora, se puede ver en: Los vencedores vencidos. El antiperonismo y la "revolución libertadora", editado por Biblos, en Buenos Aires, durante el año 2005.

La autora
María Teresa Brachetta es Profesora de Historia egresada de la Facultad de Filosofía y letras de la UNCuyo y Magíster en Ciencias Sociales por FLACSO. Actualmente se desempeña como Profesora titular de Historia Argentina en la carrera de Trabajo Social de la FCPyS de la UNCuyo y participa de un proyecto de investigación sobre cultura política en la Argentina de los siglos XIX y XX dirigido por la Dra Beatriz Bragoni. Tiene una trayectoria de más de 20 años como consultora en los equipos técnicos de la dirección de Planeamiento Educativo de la Dirección General de Escuelas de la Provincia donde ha trabajado en diseño curricular y capacitación docente. Asimismo se ha desempeñado como responsable de publicaciones y documentación en el Centro Ecuménico de Documentación, Estudios y Publicaciones de la Fundación Ecuménica de Cuyo.

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