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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.11 no.2 Mendoza Aug./Dec. 2009

 

DOSSIER

La revolución haitiana de 1804 y sus impactos políticos sobre América Latina

The Haitian Revolution of 1804 and its political impact on Latin America

Glodel Mezilas*
Secretario de la Embajada de Haití en México

Resumen
Este ensayo analiza las repercusiones políticas que tuvo la Revolución haitiana de 1804 sobre América Latina. Por ello, se analiza el contexto ideológico europeo y sus repercusiones sobre la región. En segundo lugar, se caracteriza la revolución haitiana y su ubicación en el sistema-mundo moderno. Luego, se procede a un análisis detallado de la ayuda de los dirigentes haitianos a los revolucionarios hispanoamericanos y la significación histórica de este gesto.

Palabras claves: Revolución haitiana; Internacionalismo de los oprimidos; Independencia de América Latina.

Abstract
We deal with the political repercussion of the Haitian revolution of 1804 on Latin America. We analyze the European ideological context and its influence on the region. Secondly, we characterize the Haitian revolution and its position within the modern-world system. We finally make a thorough analysis of the help given by the Haitian leaders to the Spanish American revolutionaries and the historical significance of such attitude.

Key words: Haitian revolution; Internationalism of the oppressed; Latin American independence.

Después de Miranda, otros militantes de América encontraron protección y ayuda de Puerto Príncipe. Pétion ofreció, entre otras cosas, hospitalidad y apoyo material al militante por la libertad de México, el liberal español general Francisco Javier Mina, que estaba preparando una expedición a México (Lekpowski, T. 1988, 232).

Introducción

Nuestro ensayo aborda los impactos políticos que tuvo la revolución haitiana de 1804 sobre los procesos de liberación nacional de América Latina, encabezados por la elite criolla en pugna contra la dominación española, desafiada coyunturalmente por la intervención de Napoleón en España en 1808. Estos dos procesos revolucionarios surgieron en un contexto marcado por grandes mutaciones políticas y económicas que trastocaron el orden tradicional europeo: la Revolución francesa puso en entredicho el orden dinástico basado en la legitimidad dinástica y la Revolución industrial inglesa cambió las estructuras económicas tradicionales. Pese al aislamiento del Estado nacional, los dirigentes haitianos desarrollaron lo que llamamos un "internacionalismo de los oprimidos" avant la lettre frente a la hegemonía occidental. Es este deseo de libertad, fraternidad, humanismo, anticolonialismo, antirracismo y antiesclavismo el que los animó a ayudar a la región hispanoamericana en su lucha de liberación nacional. El espíritu revolucionario haitiano rebasa las fronteras nacionales para propagar sus principios en todo el continente, como anunciador de las internacionales de los pueblos oprimidos del siglo XX. Por eso, dividimos nuestro ensayo en tres partes. La primera, analiza el contexto histórico-ideológico en Europa en el marco de la lucha de liberación nacional en América Latina. La segunda, enfatizará las características de la revolución haitiana. Y la tercera, muestra cómo esta revolución va a influir en América Latina mediante las acciones de los dirigentes haitianos.

1- Contexto histórico-ideológico del inicio del siglo XIX

En el contexto histórico-ideológico de los procesos revolucionarios en América Latina, dos fuerzas ideológicas opuestas se enfrentaron en Europa. Por una parte, estaban las antiguas clases dirigentes fieles a la sociedad del Ancien Régime (Droz, J .1979). Esta tendencia se cristalizó en lo que se conoció como la filosofía de la Restauración: una doctrina plasmada en la obra de pensadores opositores a la Revolución Francesa y las acciones de Napoleón en Europa. Encontramos en esta visión el tradicionalismo francés, el absolutismo real, el rechazo de los derechos individuales, el primer romanticismo conservador, el espíritu religioso, la nostalgia de la unidad medieval europea con la cristiandad como nexo, la defensa de la autoridad y de la jerarquía. Esta tendencia ideológica se materializó en el Congreso de Viena de 1814, caracterizado por tres principios fundamentales: a) el restablecimiento de las fronteras europeas destruidas por Napoleón, b) el principio de legitimidad monárquica y c) el principio de intervención de las grandes potencias en los asuntos internos de los restantes países (Alija Garabito, A. 2001, 70). Por otro lado, tuvieron lugar las fuerzas liberales representadas por la burguesía que se caracterizó por su afán de ganancia y su ambición de elevarse en la escala social. Asimismo, cabe mencionar otras fuerzas emergentes como pueblos despertados por al Revolución francesa. Este despertar se vínculó con la idea de nación, nacionalismo, conciencia nacional (Anderson, B. 2006; Hobsbawm, E. 1991; Hermet, G. 1996; Soler, R. 1980; Gellner, E. 1988; Guerrero, A. 1994). Pierre Renouvin destaca que la solución del Congreso de Viena topó con los intereses y aspiraciones de los grupos sociales amenazados por la restauración de los regímenes tradicionales. En estos grupos encontramos las poblaciones cuya delimitación de las fronteras no tomó en cuenta los sentimientos; los campesinos fueron también amenazados porque perdieron las reformas consecutivas a la difusión de las ideas de la Revolución Francesa; los comerciantes e industriales que se habían beneficiado del declive de la influencia de los grandes terratenientes; y por fin, los intelectuales que fueron seducidos por las ideas de la Revolución (Renouvin, P. 1954, 9). En este sentido, las ideologías liberales y nacionales se convirtieron en fuerzas motrices de las revoluciones en Europa en el siglo XIX.

América Latina se encontraba entre dos aguas, dos fuerzas opuestas. Sin embargo, la tendencia conservadora prevaleció debido a que después de las guerras napoleónicas, esta tendencia fue muy fuerte desde el punto de vista político. Las otras tendencias se desplegaron en los años treinta, cuarenta sobre todo. Gracias al conservadurismo del Congreso de Viena, España esperaba regresar con fuerza a América Latina. Al respecto, Manfred Kossok hizo un estudio extraordinario sobre los intentos de Santa Alianza para intervenir en la región (Kossook, M. 1983). No cabe duda de que esta institución conservadora y reaccionaria quiso intervenir en contra de las naciones hispanoamericanas. Frente a este peligro, los libertadores se hallaron en una situación complicada. Buscaron ayuda y alianzas para llevar sus luchas revolucionarias. La situación de rivalidad entre las potencias hegemónicas europeas fue una oportunidad para sacar provecho de sus contradicciones. Pierre Vayssière muestra que la crisis franco-española de 1808 aceleró la ruptura entre España y sus colonias (Vayssière, P., 36). Esta crisis entre España y Francia tuvo una dimensión económica puesto que Francia, por su intervención en España, buscó neutralizar la potencia inglesa en la Península Ibérica. España se benefició de los productos ingleses que compró (¿con precio barato?). Francia de Napoleón quiso paralizar el comercio inglés. Por su parte, España no tuvo la intención de estorbar su comercio con Inglaterra (Cue Canovas, A. 1982, 202). Jean Franco reconoce que la guerra revolucionaria y la intervención napoleónica de España tuvieron un papel en la independencia de América Latina (Franco, J. 2002, 36). Otros acontecimientos también influenciaron en la región como las ideas de las Luces y la revolución norteamericana (Paz, O. 1984, 195).

Por cierto, estos acontecimientos tuvieron un impacto sobre la región. En una gran medida, el pensamiento del siglo XVIII estuvo muy presente. La crítica a la autoridad despótica, el derecho a resistir, las nociones de soberanía nacional, derechos humanos, autodeterminación de los pueblos, fraternidad, igualdad, libertad tuvieron mucho peso. Además, la traducción de la Declaración de los derechos humanos en Santafé de Bogotá, en 1794, fue muy paradigmática. A nivel teórico, las revoluciones hispanoamericanas se inspiraron de los modelos franceses y norteamericanos1. El propio Bolívar calificó el imperio español de despotismo oriental, término que había utilizado Montesquieu. En este sentido, el pensamiento constitucional y político europeo va a influir en el republicanismo hispanoamericano (Aguilar, J. y Rojas, R., 2002; Aguilar, J. 2000). El acontecimiento revolucionario haitiano representa, al lado de las corrientes ideológicas y procesos revolucionarios algo distinto en cuanto a sus principios, sus fundamentos y sus alcances.

No fue una revolución burguesa como la de Francia o una lucha entre los sujetos occidentales como la Revolución norteamericana, que fue "la autoafirmación nacional de la mayor parte del 'fragmento europeo' en Norteamérica. Ya que, en la revolución americana, a diferencia de los movimientos anticolonialistas posteriores, los colonos no luchaban por su autodeterminación política y económica, sino que eran europeos aclimatados, con el apoyo de otros europeos. No fue un levantamiento de los explotados, sino el perfeccionamiento de un derecho ya garantizado parcialmente con anterioridad a su auto-administración de la primera sociedad moderna, próspera, ampliamente alfabetizada, políticamente bien organizada y estable, de Europa fuera de Europa" (Adams, W. 2005, 3). Esta idea deja ver los límites ideológicos de esta revolución. En cambio, la revolución haitiana fue una mutación radical en las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales. Su objetivo tiende a derrumbar las bases del colonialismo moderno. Y por eso, significó un cambio histórico en el sentido de que Hegel dice que un cambio histórico es "un avance hacia algo mejor, más perfecto". El filósofo alemán escribió que la historia de una nación debe ser juzgada de acuerdo con su contribución al progreso de la humanidad, a la conciencia de sí (Marcuse, H. 1981, 232). Es en este sentido que hay que ver los impactos de la revolución haitiana sobre América Latina.

2- Las características de la revolución haitiana

Esta revolución es la más compleja de los tiempos modernos (Bosch, J. 1970), pese a que su relevancia ha sido silenciada por la colonialidad de la historiografía occidental, basada en premisas o comprensiones anteriores que tienen a su vez como premisas la distribución del poder de registro (Lander, E. 2005, 29). Así, la narrativa de la historia moderna, desde el locus de enunciación occidental, oculta la historia de las víctimas y de sus acciones heroicas. Es por eso que muchos autores no ven cómo los subalternos logran deshacerse de la lógica imperial occidental. Immanuel Wallerstein considera que la revolución francesa proporcionó al sistema-mundo su base cultural y, por lo tanto, es el acontecimiento más importante de la modernidad (Wallerstein, I. 1999). Este punto de vista resulta de una falta de conocimiento del acontecer revolucionario haitiano. Dicho acontecer tuvo rasgos característicos que le proporcionan un lugar esencial en la historia del Tercer Mundo al inicio del siglo XIX.

En primer lugar, fue una revolución anti-sistémica en el sentido de que puso en entredicho la lógica colonial racista y esclavista que el mundo occidental impuso al continente americano. El sistema-mundo capitalista se vio desafiado por un ejército indígena que rechazó la lógica imperial. Se trata de una ruptura con un sistema. El destacado historiador haitiano, Leslie François Manigat, sostiene que la ruptura con el sistema fue tan inédita e inesperada, en su radicalismo victorioso, que esta revolución fue vista como inmadura, lo que explica su singularidad coyuntural, su excepcionalidad inicial y su aislamiento (Manigat, L. 2001, 200). Este historiador habla de revolución-madre y de una "gran primera regional" para mostrar que representó una mutación radical en el historia del continente. Pese a las diferentes revueltas permanentes en la época colonial, nunca hubo un movimiento tan exitoso como el de los haitianos. Walter Mignolo muestra, a diferencia de I. Wallerstein, que el sistema-mundo moderno se construye también sobre la base del colonialismo con el cual Occidente despliega su lógica dominadora (Mignolo, W. 2007). Dicha lógica fue puesta en cuestión por el acontecer histórico haitiano.

La revolución haitiana inaugura una nueva ontología de la historia con el papel esencial de las masas populares en el proceso del cambio social. No se trata de la perspectiva idealista de la historia de Hegel donde aparece la figura del gran hombre en el proceso histórico. La revolución haitiana muestra que la verdadera fuerza de la historia y de la lucha social son las masas populares, que sin ayuda, enfrentaron el ejército imperial de Napoleón Bonaparte (Mercier, L. 1985, 49). No hablamos de proletariado para evitar todo eurocentrismo, puesto que la idea de proletariado supone el desarrollo de las fuerzas productivas para que surja la noción de clase obrera. En el caso haitiano, el motor de la historia son las masas. El gran escritor dominicano, Juan Bosch tiene razón diciendo:

 No hay pruebas de que Carlos Marx estudiara la revolución haitiana, y sin embargo, toda la obra de Marx puede estudiarse aplicándole a cada de sus conclusiones uno o varios ejemplos extraídos de esa revolución. Así, todo Marx puede ser analizado a la luz de la revolución de Haití y toda la revolución de Haití puede ser analizada a la luz de la obra de Marx. En este caso, la revolución de Haití es un caso asombroso de revolución marxista iniciada veintiocho años antes de que Marx naciera (Bosch, J. 1970, 299-300).

No cabe duda de que esta revolución fue la primera revolución popular en la historia moderna. Allí se da lugar la dialéctica del amo y el esclavo tal como Hegel lo desarrolla en su libro Fenomenología del espíritu. Al respecto, Pierre Franklin Taveres, en un artículo "Hegel y Haití", muestra que el filósofo idealista alemán conoció las conmociones revolucionarias de Saint Domingue (Tavares, P. 1992, 113). Lo cual significa que su teoría del amo y del esclavo puede haber sido influida por esta revolución. Los esclavos haitianos, no tenían miedo de arriesgar su vida para conseguir su libertad. Hegel muestra que el motor de la historia es la lucha por el reconocimiento, una lucha que se hace desde el riesgo y la puesta en peligro de su vida. El esclavo puede lograr la libertad si no tiene miedo de la muerte, la lucha y el enfrentamiento. En Haití, esta dialéctica da lugar y conduce a la creación del primer Estado verdaderamente libre de América.

Esta revolución se hace también sobre la base de la dignidad humana. El escritor haitiano del siglo XIX, Demesvar Delorme, en un libro publicado en 1873, dice que la independencia no tuvo solamente como propósito, para los ciudadanos, autogobernarse sino que buscó crear una civilización fertilizada por la libertad. Destaca que estos ciudadanos tuvieron un gran sentimiento de la dignidad humana (Delorme, D. 1979, 5). En este sentido, podemos inferir que esta revolución anuncia una nueva antropología, una nueva visión del hombre basada en la dignidad, la fraternidad y el respeto. El sistema colonial cosificó, animalizó, satanizó al negro, al indio mediante su imaginario racista. Podemos tomar préstamo de la idea de colonialidad del poder de Aníbal Quijano para mejor expresar esta idea. El gran sociólogo peruano nos dice que la codificación de las diferencias entre conquistadores y conquistados, se basan en la idea de raza, es decir, una supuesta diferente estructura biológica que ubica a unos en situación natural de inferioridad respecto de otros. De ahí, la idea de raza representa la base sobre la cual se elaboran las relaciones sociales. Por eso, la raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasificación social básica de la población (Quijano, A. 2005, 202). Por su parte, Alejandro Lipschutz muestra cómo los factores biológicos diferenciales han influido en el curso de la conquista de América (Lipschutz, A. 1975, 31). Magnus Morner estudió minuciosamente la política socio-racial de la Corona española en América. Analiza el problema del matrimonio interracial, las políticas de separación entre grupos, las cuestiones de mestizaje, etc. (Morner, M. 1974).

En el caso haitiano, el texto clásico donde aparece la política racista discriminatoria es el Código Negro de 1685, promulgado por Louis XIV2. Contiene sesenta artículos referentes al bautismo, la reglamentación, la alimentación, la religión, el estatuto social, jurídico del esclavo. Se trata de una cosificación y una animalización del esclavo. Este código deshumaniza civilmente, jurídicamente y socialmente al esclavo. No reconoce su religión, al contrario, el esclavo debe ser bautizado en la Iglesia Católica (art. 29). No tiene derecho a ejercer otra religión (art. 39). Las personas que lo dirigen deben ser católicas (art. 4). Los esclavos no tienen derecho a reunirse en grupos, incluso durante la noche (art.16). El código negro reduce a nada al esclavo; por lo tanto no se le reconoce ningún derecho social ni político (Gisler, A. 1981). Frente a esta desvalorización, la revolución haitiana se inscribe en la dinámica de humanización de este ser humano que había sido desvalorizado. Fue un ser sin derechos, sin valores, sin culturas. A cambio, la revolución haitiana desplegó un humanismo revolucionario basado en el respeto del otro. No se trata del humanismo renacentista, de raigambre colonial, paternalista, conservador, de los padres de la Iglesia Católica, ni el humanismo de los filósofos modernos porque esta visión humanista no reconoció a la alteridad americana. Es pues un humanismo que surge de la visión antropológica de la revolución haitiana. Por ejemplo, la constitución de 1805, reconoce que cualquier persona perseguida que llega a Haití es automáticamente haitiana. El derecho a la ciudadanía se otorgó a toda persona en situación de persecución, y que huye de la esclavitud. Es por eso que entre 1830 y 1860, cerca de diez mil (10.000) negros americanos llegaron a Haití, en busca de humanidad. Asimismo, hubo exiliados hispanoamericanos en Haití. Fue a partir de esos exiliados que Simón Bolívar va a lanzar su lucha de liberación nacional. El Libertador dijo que Haití es "el asilo de los hombres libres". De hecho, la constitución republicana de 1816 estipula que "el derecho de asilo es sagrado e inviolable en la República, salvo en los casos de excepción previstos par la ley" (art. 4) (Janvier, L. 1977, 113). Esta cláusula será retomada en la constitución de 1846 (art. 10) (Ibid. 197).

Por otra parte, la revolución haitiana inicia las guerras de liberación nacional que se van a desplegar durante la segunda mitad del siglo XX. Anticipó por ejemplo la lucha de liberación que se produjo en España contra la invasión napoleónica en 1808. Esta forma de lucha puede ser vista como un tipo de guerrilla que se llevaba a cabo pese al límite de las capacidades. Dicha lucha se desencadena en cimarronaje. El esclavo cimarrón es aquello que resiste a la opresión colonial, lo que busca cambiar el orden colonial. Gonzalo Aguirre Bertrán sostiene que la sola existencia del cimarronaje desafía el orden colonial (Aguirre Bertrán, G. 1979, 285). Una de estas figuras de revuelta fue Mackandal. Al respeto, el gran historiador colombiano, German Arciniegas, dice que "el negro Mackandal tramó una vez una revuelta. Era un orador estupendo. Hablaba con el diablo. En los montes se oía sonar el tambor del vodú, a la luz de las antorchas bailaban la negras incesantes" (Arciniegas, G. 1975, 290). El novelista cubano, Alejo Carpentier, hizo de Mackandal, el héroe central de su novela, "El reino de este mundo", donde muestra cómo galvanizó a los demás a resistir al orden colonial. Esta dinámica de cimarronaje de los esclavos se convirtió en guerra de liberación nacional. Luc-Joseph Pierre enumera todo un conjunto de luchas serviles contra la esclavitud, de la conquista a la independencia de 1804. Nos dice que durante muchos siglos, los esclavos en revuelta contra su situación se sirven de medios como pillaje, incendio, masacre, veneno para vengarse y liberarse de sus amos. A veces, acudían al suicidio en una última tentativa de liberar su alma que para que regresara a África (Pierre, L. 2001, 55). Por eso, la revolución haitiana dio inicio a una nueva estrategia para enfrentar las potencias coloniales. Dicha táctica fue practicada por los haitianos después de la ocupación militar del país por los Estados Unidos en 1915 (Castor, S. 1988).

Como otra de las características de esta revolución, se puede mencionar el hecho de que fue la primera revolución servil en la historia moderna, la primera descolonización en el tercer mundo y su primera afirmación a nivel histórico;, la primera victoria de un país no europeo sobre un país europeo; la primera promoción estelar de un jefe negro (Toussaint Louverture) a nivel histórico. Sin embargo, podemos resaltar un hecho trascendental de esta revolución: el papel de las creencias africanas en su estallido. Se trata del factor cultural en la dinámica revolucionaria del país. Hay autores como Claude Carré, Jeannot Hilaire y Laennec Hurbon que muestran el papel de la danza, las músicas, el "créole" (lengua nacional de Haití), y la religión en la cohesión de la colectividad servil para la organización de la lucha revolucionaria (Hector, M. 2005, 3). El vodú, como culto de los espíritus y fuerza de apoyo del pueblo haitiano (Saint-Gèrard, Y. 2002, 3), desempeñó un papel fundamental en la revuelta de los esclavos. Por ejemplo, la primera ceremonia que dio inicio a la revuelta fue la Ceremonia del Bosque Caimán de 1791. Se trataba de una ceremonia religiosa vodú (Geggus, D. 1992, 59). Emmanuel C. Paul muestra cómo los amos no dejaron a los esclavos practicar sus religiones para evitar rebeliones, y violencias (Paul, E. 1962).

El antropólogo haitiano Laennec Hurbon resalta que el vodú, a lo largo del periodo colonial, desempeñó un papel de resistencia. La situación colonial hizo que el vodú se convirtiera en una cultura de resistencia frente a sus imperativos categóricos. Frente a las prohibiciones de la esclavitud, esta religión constituye un foco de organización de revueltas en el secreto (Hurbon, L. 1987, 159). En este sentido, la revolución haitiana permitió la valoración / recuperación de la cultura popular o subalterna como forma de resistencia. Al respecto, Frantz y Amilcar Cabral tienen razón diciendo que la cultura del pueblo puede ser una forma de resistencia al orden colonial (Fanon, F. 1978).

3- Los dirigentes haitianos y los líderes de América Latina

A continuación, observaremos en qué sentido, el acontecimiento revolucionario haitiano acarreó muchos impactos sobre la región. Antes que nada, cabe subrayar que sus impactos se hicieron en condiciones muy difíciles desde la situación interna y externa del nuevo Estado. A nivel interno, el país enfrentó una crisis muy fuerte, y se dividió en dos partes después del asesinato del Imperador. Al respecto, Jean Eddy Saint Paul destaca que después del asesinato del imperador Jacques I, la primera monarquía constitucional caribeña se derrumbó. Como resultado de las luchas de las dos alas de la aristocracia mulata y negra, el país se dividió en dos repúblicas despóticas: Henry Christophe en el Norte y Alexandre Pétion, en el sur. Esta situación dio inicio a un retroceso en el proceso de construcción del Estado-nación haitiano (Saint Paul, J. 2008, 308). Y a nivel internacional, se ve al país como una amenaza, una anomalía y un desafío para el orden colonial. Las potencias europeas (holandesas, francesas, inglesas) ven mal este nuevo Estado que puso en entredicho el orden colonial. Por eso, buscan contener el ejemplo haitiano.

Pese a este peligro que enfrentó el país, sus dirigentes decidieron ayudar a los hermanos de la región. Este representa un riesgo enorme para la joven República. Esta decisión de participar en los procesos de liberación nacional en la región puso de relieve fundamentalmente el espíritu revolucionario haitiano, es decir, el rechazo del imperialismo y el colonialismo occidental. Se trata de continuar la lucha de liberación en todo el continente. A pesar de la trascendencia de la participación haitiana en la lucha revolucionaria hispanoamericana, los historiadores no se refieren siempre a este hecho. Tulio Halperin Donghi, uno de los grandes historiadores, no dice nada sobre las relaciones entre Haití e Hispanoamérica, en su clásico libro (Halperin Donghi, T. 1980). A la hora de hablar de la crisis de la independencia hace caso omiso de los vínculos entre Miranda, Bolívar, Javier Mina y Haití. Tampoco Luís Villoro menciona los vínculos entre Haití y los líderes de la revolución mexicana cuando estudia el proceso ideológico de la revolución de independencia mexicana (Villoro, L. 1987).

Sin embargo, los impactos de la Revolución haitiana reflejan la situación ideológica de la región. Es decir, no todos los grupos aceptaron dicho movimiento. Por un lado, encontramos oposiciones dentro de las colonias hispanoamericanas. En México, aparecieron voces que se alzaron contra este acontecimiento por parte de la elite criolla conservadora. Por ejemplo, hay quienes que pidieron la unión de los blancos frente a los negros y otras castas. Para el periodista y editor, Juan López Canela, la revolución de los esclavos de Saint Domingue constituye una lección importante para la elite española y criolla de Nueva España. Algunos evocan el espectro de la destrucción y la violencia como futuro inexorable para la Nueva España, en caso que prosiga la anarquía desatada por Hidalgo entre indios y castas (Grafenstein, J. 1994, 79). Hay otros que aceptan y reconocen el carácter positivo de esta revolución.

  3-1. Francisco Miranda y Jean Jacques Dessalines

En primer lugar, debemos poner de relieve los encuentros entre Miranda y el primer jefe del Estado haitiano, Jean Jacques Dessalines. Sin duda, Francisco de Miranda fue uno de los precursores más destacados de la revolución en Hispanoamérica y representó la primera etapa por la independencia de la región. Es visto como el Humboldt americano (Zeuske, M. 2004, 13).Antes de acudir a Haití, Francisco Miranda viajó por toda Europa y América para construir su plan de independencia de Hispanoamérica (Bohórquez Morán, C. 2003). Tuvo especial afecto para la Francia revolucionaria y estuvo allí durante el estallido revolucionario. Luego, estuvo también en Inglaterra y los Estados Unidos. Conoció las organizaciones políticas y sociales como la monarquía inglesa. En cuanto al caso haitiano, el revolucionario tuvo algunas reticencias debido a su ideología criolla. No aceptó el levantamiento de la gente de color en Haití. Carmen L. Bohórquez Morán destaca que, para evitar un levantamiento de la gente color, Miranda propone que se aceleren los preparativos de su expedición:

…esta medida se hace tanto más urgente cuanto que los mulatos y la gente de color libre constituyen una parte esencial de la población actual de las ciudades, y que están ya armados y organizados en Cuerpos milicia, presionan este movimiento y amenazan con tomar ellos mismos todo el poder, si los criollos y los principales propietarios no se apuran en tomar las medidas necesarias para calmar los espíritus y satisfacer al mismo tiempo las aspiraciones generales del país3.

Pese a esta actitud conservadora de Miranda, acudió a los jefes revolucionarios haitianos para concretar su plan de independencia. Al respecto, Carmen Bohórquez recuerda que el 2 de febrero de 2006, Miranda dejó Nueva York, con el barco el Leander, en dirección de Jacmel, en Haití, donde está previsto que un segundo barco de guerra, el Emperador, se una a la expedición. Allí, Miranda buscaba reclutar tropas para completar la expedición contra España (Bohórquez Morán, C. 2003, 205). Sin embargo, el autor no dice en qué contexto Miranda se fue a Haití y las negociaciones que mantuvo con el gobierno de Jean Jacques Dessalines. El historiador haitiano, Leslie François Manigat, resaltó que el emperador haitiano recibió a Miranda y le aconsejó utilizar un método radical para la liberación de Hispanoamérica. Se trata del método de la revolución haitiana (cortar las cabezas y quemar las casas) (Ibid., 248). No sólo Miranda tuvo los consejos estratégicos de Dessalines sino que recibió ayuda en hombres, municiones y armas. En este sentido, el primero de marzo de 1806 se creó en Jacmel la bandera tricolor de la Gran Colombia y luego, fue el juramento de los insurgentes de luchar por la independencia o morir según el lema oficial de la nación haitiana. Este acto simbólico demuestra toda la trascendencia de la participación haitiana en el proceso de liberación hispanoamericana. Tadeusz Lepovsky subraya que Alexandre Pétion continuó la acción de Dessalines al aceptar de ayudar a Bolívar (Ibid., 232).

3.2- Pétion y los libertadores hispanoamericanos

Pese a las prescripciones constitucionales referentes a la no injerencia del Estado haitiano en los asuntos de otros países, el gobierno de Alexandre Pétion decidió prestar ayuda a los países hispanoamericanos en su lucha de liberación contra España. Estas prescripciones se encuentran en las constituciones de 1805, 1806, 1811, 1816 y 1846 (Janvier, L. 1877). La distancia entre las prescripciones jurídicas y la realidad muestra que estos principios son solamente una estrategia para eludir la amenaza de las potencias europeas contra el joven Estado. Los jefes políticos haitianos estaban conscientes de que hay que abrir la revolución haitiana a todo el continente. Frente a una política de repliegue disfrazada bajo normas legales, escogieron la política intervencionista. Es lo que explicó las tentativas de reunificar la isla entera, es decir la parte oriental de la República Dominicana. No quieren hacer la revolución en un solo país pese a que las cancelerías europeas vieron en la revolución haitiana una "fuente de peligro de propagación de ideas perniciosas". Tuvieron miedo de que Haití no pusiera el Caribe y toda la región a fuego y sangre.

Los contactos entre Haití y los países hispanoamericanos se hicieron entre Bolívar y Pétion, el sucesor de Jean Jacques Dessalines, después de su asesinato en 1806, sin olvidar que otros como Javier Mina y Cárdenas, de México, estuvieron también en el país, para la lucha revolucionaria en México. La figura de Bolívar es sobresaliente en cuanto a su papel central en el proceso revolucionario. Muchos autores lo describen de distintas maneras. Unos dicen que es el "hombre de América", otros, lo califican de "árbitro de la paz", "el primer ciudadano del mundo", el hombre que "entre todos los ciudadanos del mundo y aún de la historia, Washington hubiera preferido" (Blanco Fombona, R. 1999: LXV). Se lo considera como una superconciencia, con una visión clarísima y anticipada de las cosas, una supersensibilidad para presentirlas y una supercapacidad para expresar y exponer lo que todavía duerme en las sombras del porvenir, como la estatua en el bloque de mármol (Ibid., LXV). Muchos autores analizan los impactos de su pensamiento sobre la región. Hay quienes analizan la relación entre democracia y poder en su pensamiento político; algunos enfatizan Bolívar y la cuestión nacional, la posibilidad y la realidad del pensamiento bolivariano, el sentido y proyecto de la emancipación de la región a partir de sus acciones, la relación entre clase y raza en el proceso revolucionario. Otros lo llaman el hombre de nuestra América (Bolívar y el mundo de los libertados,1993). En la actualidad, se construye todo un mito en torno a Bolívar, sobre todo en Venezuela cuyo presidente Hugo Chávez cambia el nombre de su país y lo llama República bolivariana de Venezuela.

Sin embargo, si Bolívar fue el líder del movimiento de liberación nacional en Hispanoamérica, el presidente Alexandre desempeñó un papel fundamental, por los venezolanos que estuvieron en Haití. No hubo acuerdo sobre quién debe ser el líder del movimiento. Por eso, Alexandre Pétion intervino y sugería que fuera Bolívar quien debería encabezar el movimiento revolucionario. Bombona reconoció que hubo estas diferencias y controversias al decir que "en 1816, en Haití, algunos de sus conmilitones aducen su mala estrella para no reconocerlo como jefe de la expedición contra Costa-Firme. Bolívar reunió a todos los patriotas, les habla, y queda reconocido" (Ibid. LXXVIII) Sin embargo, Tadeusz Lekpowski es más claro cuando dijo:

… cuando surgieron disensiones entre los dirigentes, de los cuales unos apoyaron a Aury quería ir a México, Pétion se puso decididamente de lado Bolívar y restableció el orden y la disciplina entre los insurrectos. Teniendo el estatus de país neutral de la república, Pétion ocultaba cuidadosamente la ayuda que prestaba a Bolívar y su expedición (Lekpowski, T., 1988, 233).

Este relato no es un hecho menor. Permite ver hasta dónde el presidente haitiano participó en el proceso revolucionario de Hispanoamérica. Este es aún más importante cuanto que Bolívar acudiera a Haití después de haber conocido fracasos y decepciones. Muchos países rechazaron su solicitud. Y al respecto, el libertador se expresó en 1818 después de las derrotas de 1812 y la caída de primera república venezolana:

Busqué refugio en una isla extraña y me fui solo a Jamaica, sin dinero y casi sin esperanza. Venezuela y Nueva Granada estaban perdidas y sin embargo, me atrevía a pensar a sus tiranos. Me recibió la hospitalaria Haití. El magnánimo Presidente Pétion me concedió su protección y bajo sus auspicios preparé una expedición que contaba trescientos hombres que en valentía, patriotismo y virtudes igualaban a los compañeros de Leónidas. Cayeron casi todos, pero el ejercito exterminador mismo fue aniquilado (Ibid. 233).

Este testimonio del Libertador es muy revelador de las buenas relaciones que tuvieron él y Pétion. Bolívar sabía que había que continuar la lucha que dejó Miranda. Por eso, fue necesario buscar aliados y ayuda. Pese al peligro que representó en aquel entonces el Estado haitiano, sabía que podría obtener su apoyo para llevar a cabo su lucha, reconociendo que sus relaciones con la república negra podrían costarle mucho en términos de sus relaciones con las potencias coloniales y con los propios criollos. Al respecto, escribió en junio de 1814 a un venezolano (Brion) que estuvo en Haití, que tenía miedo de las prácticas aristocráticas por el hecho de que podía poner en peligro los intereses de los criollos. Bolívar tuvo razón cuando sabemos que, según Benedict Anderson, los criollos se opusieron en 1789 a una ley para los esclavos, en la que se especificaba detalladamente los derechos y las obligaciones de amos y esclavos. Los criollos, dijo Anderson, rechazaron la intervención estatal alegando que los esclavos eran propensos al vicio y la independencia. Además, Benedict Anderson recuerda que Bolívar sostuvo que una rebelión negra era mil veces peor que una invasión española (Anderson, B. 2006, 79). Este peligro negro no fue solamente la emancipación política sino la guerra de los esclavos contra sus amos, comenta Manigat, el destacado historiado haitiano (Manigat, L. 2001, 251). Pese a este peligro, Bolívar recurrió a la ayuda de Pétion. Bolívar escribió muchísimas cartas a este presidente. En una que data del 19 de diciembre de 1815, le pidió pasar por Haití para poder llegar a Venezuela. Subraya que, además, hay en Haití algunos compatriotas que lo esperan para tratar de asuntos comunes. Bolívar reconoce que esta acogida en el país permite defender, igual que Pétion, "los derechos de nuestra patria común". La idea de patria común es ante todo América4. La visión que se desprende de esta expresión es que Bolívar reconoce la importancia del ejemplo histórico haitiano y el beneficio que puede sacar de su situación de Estado libre.

Para realizar sus proyectos, Bolívar hizo dos viajes a Haití. Llegó en diciembre de 1815, y después de tres semanas, organizó su primer viaje hacia Caracas. Recibió armas, imprentas y hombres. Pétion le pidió una sola cosa: proclamar la libertad general de los esclavos. Fue la única condición de Pétion a Bolívar. Después del fracaso en Ocumare, Bolívar regresó a Haití y se quedó más de dos meses (fin de septiembre-diciembre de 1916) en Jacmel, la misma ciudad donde estuvo Miranda. Allí, preparaba su segunda expedición y recibió a otros generales como los mexicanos Mina y Cárdenas. Cuando dejó Jacmel dijo que "mi amigo Pétion me procura 400 hombres y todos los materiales necesarios". En este segundo viaje, Bolívar tuvo el éxito que buscaba. Y desde entonces, no dejó de agradecer a Pétion por su gran ayuda. Si en el norte del país, el rey Henri Christophe no ayudó a los revolucionarios hispanoamericanos, el presidente Jean Pierre Boyer siguió este mismo espíritu de contribuir a la liberación de la región entera. Por eso, Johanna Grasfenstein recordó que en 1820, el agente de comercio de la república de Colombia, John B. Elbers, consiguió mil fusiles y seis mil libras de plomo que le entregara en calidad de préstamo el gobierno Boyer (Grafenstein, J., 1944, 71).

Conclusión

Hemos analizado el impacto de la Revolución haitiana sobre Hispanoamérica, y hemos visto el contexto ideológico europeo marcado por la polarización entre la ideología de la restauración y el liberalismo. Luego, hemos analizado algunas características de la revolución haitiana. Dichas caracterizas hicieron que, pese a las prescripciones constitucionales que prohíben la participación haitiana en los movimientos de liberación regional, los dirigentes actuaron conforme a la ideología radical de esta revolución. Esta hybris (exceso en el lenguaje griego) refleja el cambio sistémico, radical que implicó esta revolución. Pese a sus ideologías conservadoras y racistas, los líderes de Hispanoamérica acudieron a la república negra para solicitar su ayuda y apoyo, lo cual se hizo evidente.

Por eso, la conmemoración del bicentenario de la independencia de Hispanoamérica no debe pasar por alto el papel fundamental de Haití en su proceso de liberación nacional, a pesar de que este país se encuentra actualmente en una situación socioeconómica y política muy complicada. Al contrario, es el momento de reforzar los lazos entre Haití y la región. Porque la ayuda haitiana no fue condicionada como lo es la ayuda del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional o la ayuda a la cooperación internacional de naturaleza bilateral (Gómez Galán, M. 2001). La ayuda haitiana prefiguró el internacionalismo de los oprimidos avant la lettre. Fue una verdadera ayuda. Miranda fracasó en Francia, Inglaterra y Estados Unidos porque estos países quisieron ayudar a partir de sus intereses. Mientras en Haití, el interés fue solamente esto: la liberación de los esclavos, como dijo Pétion a Bolívar. Fue un interés ético que remite a la solidaridad entre los oprimidos. Se trata de un imperativo categórico que se impone a la conciencia ética de los líderes haitianos. Creemos que este ejemplo haitiano merece ser explorado a fondo a la hora de celebrar el bicentenario.

Por otra parte, pensamos que la conmemoración de este bicentenario debe enfocar la cuestión de los oprimidos y ver en qué sentido los doscientos años de liberación de la región han contribuido a la mejora de los marginados de la región. En su Tesis sobre la filosofía de la historia, Walter Benjamín se refiere a la historia de los vencedores, en el sentido de que la historia se escribe según su punto de vista. Por eso, se pasa por alto la memoria, el sufrimiento de las víctimas. En este caso, las víctimas no pueden compartir la misma visión de la historia porque son expulsados de la memoria histórica. Para evitar esta situación, hay que ver la celebración del bicentenario desde la difícil situación socioeconómica de las víctimas, los marginados, los excluidos de la región5. El análisis de la historia debe ser crítico, y la celebración de un acontecimiento histórico no debe ser solamente un momento de diversión, sino también de reflexión con vistas a vislumbrar otro mundo posible, favorable a las víctimas de la explotación, marginación, dominación secular.

Notas
1  No inferimos que estos elementos provocaron la independencia de América Latina, puesto que la lucha contra la dominación española se remonta muy lejos. Alberto J. Pla sostiene que "durante todo el siglo XVII hay una serie constante de levantamientos sociales que plantean, algunos claramente, la independencia. En 1725, en Paraguay, Antequera y sus comuneros hablan de la "soberanía del pueblo". En 1740-41, en el Perú, el inca Felipe, tiende a librarse de los españoles, aprovechando el apoyo inglés: ofrece la libertad de comercio a cambio de armas para luchar contra los españoles. En 1765, en Quito hay una insurrección independentista y se postula una monarquía local donde la corona sería para el conde de Vega Florida. El año 1780 es un momento culminante de esta agitación revolucionaria continental: en Chile hay levantamientos que defienden un régimen de monarquía constitucional; en Perú, se da el célebre levantamiento de Tupac Amaru; en Caracas y Bogotá, aparece Francisco Miranda". Alberto J. Pla, 1971. La burguesía nacional en América Latina, 43. Buenos Aires: Biblioteca fundamental del hombre moderno.
2  Jean Casimir sostiene que la economía y la sociedad de plantación tienen dos soportes complementarios: la trata y el Código Negro de Louis XIV. Véase su libro: Casimir, Jean. 2007. Haití, acuérdate de 1804, 35. México, Siglo XXI Editores.
3  Palabras de Miranda en Carmen L. Bohórquez Morán, op. cit, p. 205
4  El nombre de América fue lo que utilizó Bolívar porque todavía la denominación de América Latina no estaba de moda. Hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIX para que, bajo, la influencia política y cultural de Napoleón III, la elite criolla lo escogiera. Sobre esta cuestión véase Ardao, Arturo. 1993. América Latina y la latinidad. México: UNAM-CCyDEL Centro Coordinado y Difusor de Estudios; Roig, Arturo Andrés. 1981. Teoría y práctica del pensamiento latinoamericano. México: Fondo de Cultura Economica; Zea, Leopoldo. 1988. ¿Por qué América Latina, México: Coordinación de Difusión Popular; Zea, Leopoldo (coordinador). 1999. Latinoamérica. Encrucijada de culturas. México: Fondo de Cultura Economica; Llosa, Jorge Guillermo. 1992. Identidad histórica de América Latina. México: Editorial Diana; Grandados, Aimer y Carlos Marichal (compiladores). 2004. Construcción de las identidades latinoamericanas. Ensayo intelectual de los siglso XIX y XX. México: Colegio de México. 
5  Al respecto, nos parecen interesantes las reflexiones de Enrique Dussel cuando habla del Otro en América Latina, de una víctima. Este autor extiende esto otro a nivel mundial mediante su filosofía de liberación. Véase Dussel, Enrique. 2002. La ética de la liberación en la era de la globalización y de la exclusión, 17. Madrid: Editorial Trotta. Así, las nociones de víctimas, de pobres y de excluidos son esenciales a la hora de hacer un balance crítico del bicentenario de la independencia de la región.

*Glodel Mezilas es Primer Secretario de la Embajada de Haití en México. En este país ha seguido estudios de doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México, sobre temas de América Latina.

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