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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.13 no.1 Mendoza ene./jul. 2011

 

ARTÍCULOS

La consideración del mito como constitutivo del designio humano en la obra de Carlos Astrada

Consideration of the Myth as Constitutive of Human Design in the Work of Carlos Astrada

 

Nora Andrea Bustos

Instituto de Investigaciones Gino Germani

 


Resumen

En este trabajo propongo realizar un recorrido acerca de la utilización del concepto de mito en la obra de Carlos Astrada. En primer lugar analizaré sus obras tempranas en donde el filósofo encuentra en la Revolución Rusa la expresión del mito de la humanidad que ha emergido para llevar a ésta hacia su plenitud. Luego tomaré en consideración su obra El Mito Gaucho, la cual constituye una interpretación del Martín Fierro como expresión del mito de los argentinos. Seguidamente me referiré a las obras en donde Astrada amplía su proyección hacia toda Latinoamérica buscando las raíces mitológicas en las culturas arcaicas de nuestro continente. Finalmente daré cuenta de la relación que establece entre mito y utopía en sus últimos escritos.

Palabras clave: Mito; Héroe; Humanidad; Destino; Plenitud.

Abstract

In this work I propose to show the utilization of the concept of myth in the Carlos Astrada´s work. First, I will analyze his early works where the philosopher finds in the Russian Revolution the expression of the humanity´s myth. Later, I will take in consideration his work El Mito Gaucho, which constitutes an interpretation of Martín Fierro as expression of the argentinien´s myth. Continuously, I will refer to the works in where Astrada extends his projection towards the whole Latin America looking for the mythological roots in the archaic cultures of our continent. Finally I will show the relation that he establishes between myth and Utopia in his last writings.

Keywords: Myth; Hero; Humanity; Destiny; Peak.


 

Introducción

En este trabajo propongo realizar una reconstrucción de la utilización del concepto de mito por parte de Carlos Astrada en el desarrollo de su filosofía. Comenzaré por un trabajo temprano del filósofo en el que anuncia que el mito de la humanidad ha renacido en Rusia1. Para el autor la Revolución Rusa representa la utopía que se ha hecho realidad. Esto ha sido posible porque el mito de la humanidad está signado por conducir al ser humano hacia su plenitud. En esta clave, analizaré un capítulo del primer libro de Astrada, aparecido en 1933 El juego existencial, titulado "Fenomenología del film". Allí nuestro autor realiza una comparación del uso del film en tanto creador de mitos, por parte de Estados Unidos en contraposición con el uso pedagógico que se le da en Rusia.

Más tarde, aparece una de sus obras más emblemáticas, El mito gaucho de 1948, en donde Astrada realiza una exégesis del Martín Fierro. Según la consideración del filósofo, el Martín Fierro es el poema nacional que contiene el ejemplo del mito del hombre argentino Este mito ha emergido de la tierra en el momento de la configuración de la comunidad argentina y sigue latiendo y surgiendo toda vez que se ponga en juego la constitución de la nacionalidad. El mito argentino, al igual que aquéllos antiguos mitos griegos que aparecieron junto con el comienzo del filosofar, tiene su propio héroe. Así, en correlato con la interpretación del Martín Fierro que había realizado Lugones, Astrada considera a Martín Fierro como un personaje heroico. Martín Fierro constituía un arquetipo a seguir, en tanto era un ejemplo de argentino que, habiendo padecido todo tipo de injusticias sociales, dejaba a sus hijos el legado de construir una sociedad más justa. Cabe destacar que, en ese momento, hallándose dentro del movimiento que encabezaba Juan Domingo Perón, Astrada consideraba que la formación de una comunidad nacional con un proyecto fundante que tendiera hacia una sociedad justa era posible.

En sus obras posteriores el filósofo argentino, alejándose paulatinamente del peronismo, comienza a rastrear la fuente del mito en las culturas arcaicas americanas. Es así que ya no es aquí sólo la pampa la que configura el paisaje del drama originario sino que Astrada incluye ahora a la selva y los Alpes. De esta manera aparece la imagen de San Martín como el emblema del gran héroe argentino. Desde aquí analizaré la manera en que Astrada se refiere posteriormente al concepto de mito en relación a toda Latinoamérica y luego de sus lecturas de los mitólogos más prestigiosos de la época, entre ellos Walter Otto y Ernest Cassirer.

Finalmente tomaré en consideración uno de los últimos artículos de Astrada, Realismo de la utopía, en donde vuelve a hablar de mito y utopía, esta vez haciendo referencia a las utopías del renacimiento que se inspiraron en Amerindia. Desde una interpretación en dimensión dialéctica, Astrada plantea que la realización de la utopía es posible y que hay fundadas razones para creer que el lugar de esa realización en donde el hombre podría vivir en plenitud es Latinoamérica.

El mito en Rusia

En el año 1921, cuando Carlos Astrada era un joven ya apasionado por la filosofía, escribe "El Renacimiento del mito", artículo en donde analiza la revolución rusa desde una perspectiva marcadamente entusiasta. Para el principiante filósofo Rusia representa la encarnación del gran mito de la humanidad. Un mito que ha renacido por el influjo de voces milenarias que latían en esa tierra. Pero esta voz se extenderá hacia toda la humanidad. "Rusia es más que una categoría geográfica o nacional; es el gran mito que ha fecundado el alma de los pueblos y la conciencia de cada hombre" (Astrada, C. 2007, 128).

Rusia es la realización de la utopía de la humanidad. Aquí mito y utopía están íntimamente entrelazados. Pero esta propuesta está lejos de ser la imagen de una ciudad feliz, puesto que la utopía mítica implica sacrificio y lucha. Los grandes héroes protagonizan la tragedia del gran salto de la humanidad, con Lenin a la cabeza. Una nueva vida se avecina, pero requiere la lucha heroica. "El mito ha surgido y desde la estepa llega reconfortante un aura que rejuvenece la vieja vida" (Astrada, C. 2007, 129).

Años después, el tema del mito es retomado nuevamente en referencia a Rusia, pero esta vez en contraposición con la cultura capitalista. Aquí aparecen dos diferentes acepciones del mito o distintas valoraciones. Estoy haciendo referencia a su artículo de 1933 incluido en su primer libro El juego existencial titulado "Fenomenología del film". Aquí Astrada afirma que el cine se ha convertido en un importante generador de mitos. Así como lo hicieran los antiguos relatos míticos, hoy se construyen arquetipos2 desde la pantalla, con imágenes y otras herramientas mucho más deslumbrantes. De este modo señala que "el film ha sobrepasado en mucho al teatro" (Astrada, C. 1933, 137). El film crea mitos que entran en el imaginario colectivo de modo muy fuerte. Ejemplo de esto son los mitos de las importantes ciudades o de los grandes personajes que operan de arquetipos mundanos. Pero no obstante, Astrada señala que en Rusia el film ha servido a la gran causa. "Este film, aparte de la rigurosa exactitud del estudio del material filmable, ha puesto en actividad ideas, fuerzas espirituales; el mito del nuevo hombre ruso, que él proyecta sobre el mundo" (Astrada, C. 1933, 138). Es de este modo que el film en Rusia cumple una función histórica, la de representar el mito que emerge para el renacimiento del hombre nuevo.

El mito argentino

El año 1948 encuentra a Astrada enfervorizado por el peronismo. Desde esta posición forma parte del grupo de intelectuales que deciden acompañar al movimiento, intentando fundamentar aquellos pasos a seguir para la conformación de la comunidad nacional. Es así que verá la luz una de sus obras más significativas: El Mito Gaucho en donde el mito cobra fuerza telúrica que emerge para delinear la misión de la nación.

Una nación no es sólo el resultado de un proceso que tiene un sustrato físico y se cumple dentro del marco de una realidad sociogeográfica, sino que nace en virtud de un alumbramiento político y está bajo la advocación de un destino a realizar (Astrada, C. 1964, VII).

Esto quiere decir que una nación no es simplemente un espacio, sino que es un conjunto de estados anímicos que conforman una comunidad, un pueblo que se siente propio por su esencia telúrica. Este sentimiento permanece y se trasmite de generación en generación a pesar de los avances de la vida moderna. No obstante los intentos de aniquilación de lo vernáculo, el mito aflora desde las entrañas de la tierra para dar su mensaje. Es así que el hombre argentino tiene una peculiaridad que está emparentada con su paisaje y sus antepasados, por más que le quieran imponer otros estilos de vida. "Este despliegue de la modalidad argentina, devenir e incremento de su realidad histórica, arranca de un mito, que es tarea, es decir, prospección, el cernerse en el tiempo de una esencia" (Astrada, C. 1964, 51-52). El mito es susceptible de ser recuperado y trasvasado, pues emerge para incrementar su fuerza.

El mito pide retornar porque, según Astrada, por obra de hombres que han buscado el progreso bajo la dicotomía de civilización y barbarie, se lo ha arrojado al olvido. Generaciones enteras que estuvieron cerca de los poderes de turno abogaron por importar todo tipo de modas extranjeras, despreciando la fuente originaria de la cultura argentina. Es por ello que aquello que define al hombre argentino, se presenta como lo más lejano en las circunstancias actuales. "[…] lo que lo define de modo esencial, su ser, es para él lo más remoto con relación a las cosas circundantes e inclusive a su persona física" (Astrada, C. 1964, 56).

La pampa es extensa, misteriosa, desierta. Su desolación genera en el hombre que la habita un carácter disperso, errante. Pero, para Astrada este nihilismo es parte constitutiva del mito. Esta lucha con el paisaje ha delineado el carácter del héroe, ejemplificado por Martín Fierro. Martín Fierro es la encarnación del héroe del mito porque él es un ejemplo del gaucho que luchó por la independencia. El gaucho, en la conquista del paisaje, tuvo siempre como prioridad su libertad. Es este sentimiento que lo configura el que le dio el valor en las guerras de independencia. Eran gauchos, afirma Astrada, aquéllos que se enfrentaron al enemigo extranjero defendiendo con todo el valor el suelo nativo.

De modo tal que el gaucho no es un mito sino que nosotros poseemos ese mito que emerge cuando la historia pretende ocultarlo. Cuando la clase dirigente se esmeró en negar y repudiar nuestra cultura, el grito de la tierra se hizo escuchar. "… una sombra de olvido se cierne sobre la pampa […] y el protagonista anónimo de nuestra epopeya es tan solo un paria …" (Astrada, C. 1964, 66) este paria, sin embargo contiene una fuerza indisoluble: el germen de la nacionalidad. El gaucho cumplirá su karma que no es otro que someterse a la ley de su propio destino. Frente a lo que le ofrece el mundo moderno, su sentimiento es de apatridad, de enajenación, puesto que éste mundo se ha dedicado a importar modas europeas que nada tienen que ver con su ánimo vernáculo.

Espoleado por la infidelidad a su extracción histórica y estilo humano, se hizo inquilino de productos culturales sistematizados por otra forma de existencia, y en la cual fue sólo huésped, o mejor, buscó refugio en su fuga de sí mismo (Astrada, C. 1964, 74).

Es de notar, que para Astrada, el hecho de poseer un poema como el de Hernández, constituye un privilegio para los argentinos frente a los demás habitantes de América Latina. Y es porque Martín Fierro, en la Vuelta, nos deja el legado de construir una comunidad justa y libre en donde los habitantes de esa nación no tengan que pasar por las vicisitudes que tuvo que atravesar él mismo.

Para él son los calabozos
Para él las duras prisiones
En su boca no hay razones
Aunque la razón le sobre
Que son campanas de palo
Las razones de los pobres.

(Hernández, J. 1983, 54)

Al delinear las notas esenciales de una nación, surge el gaucho como protagonista de la historia, pues Astrada traerá a colación la frase de Hölderlin "lo que perdura lo instauran los poetas"3 (Astrada, C. 1964, 107). Es así que Hernández constituye aquel poeta que supo nutrirse de la savia del mito de la nación para expresarlo con la epopeya de Martín Fierro. El gaucho es presencia y continuidad de un estilo de vida gentilicio que tiene una misión que cumplir.

El mito americano

Casi diez años después Astrada vuelve a referirse al mito, pero esta vez este concepto va cobrando cada vez más carácter revolucionario. El marxismo y las escatologías fue la obra en la que el filósofo demuestra su convicción de que el materialismo histórico es la forma por antonomasia de entender la sociedad. Esta postura es desarrollada en clave latinoamericana, pues no deja de lado sus especulaciones respecto de la fuerza de lo telúrico. Así afirma en su prólogo: "[…] el marxismo entraña la visión más honda y certera de los problemas cruciales que la infraestructura económica plantea a todas las sociedades" (Astrada, C. 1957, 9).

Astrada señala aquí que el mito ha surgido desde la impotencia del hombre ante la naturaleza. Es por ello que emerge antes de todo saber, cooriginariamente con la filosofía. "El mito es el amanecer de la reflexión filosófica acerca del mundo" (Astrada, C. 1957, 11). Pero no es el resultado de un alma individual, sino que posee un transfondo colectivo. Es por ello que el mito está siempre emparentado con la historia, pues adquiere significación expresa en el devenir. El relato mítico alude a un pasado remoto que reaparece para revivirse y resignificarse en el tiempo. Así, afirma Astrada que las culturas míticas no conciben un tiempo lineal sino que hay etapas, las cuales están separadas unas de otras. El mito no es histórico, sino que sería prehistórico. Pertenece a un pasado sagrado. Para la mentalidad mítica la realidad reside en el momento sagrado, el cual tiene una potencia creadora que opera en el devenir. Es así que el hombre mítico constituye un arquetipo a seguir. En esta línea afirmará Cassirer luego en su Filosofía de las formas simbólicas que para la conciencia mítica: "Las almas de los ancestros no han muerto; subsisten y son, para venir a encarnar nuevamente en sus descendientes, para revivir permanentemente en las generaciones recién nacidas" (Cassirer, E. 2003, 221).

En América Latina, las culturas arcaicas habían adquirido un gran desarrollo. Consecuentemente, Astrada afirma que el genocidio contra el aborigen constituyó un atentado al patrimonio cultural de la humanidad.

No se estuvo en presencia de bárbaros, sino frente a culturas del mismo linaje de aquella de la cual procedían los conquistadores, la que ocultaba la verdadera barbarie en más de una de sus formas, entre éstas la codicia y la crueldad (Astrada, C. 1957, 47).

Las culturas míticas americanas4 habían desarrollado la idea del eterno retorno. Esto reaparece en el Martín Fierro cuando se afirma que el tiempo es una rueda eterna. Aquí Astrada ve la fuerza de lo telúrico emergiendo en el poema nacional.

Lo acontecido en el suelo de América influye, sin duda, en su pensamiento y en su arte y esto nos conduce a pensar que la veta emocional que todavía aflora de lo americano autóctono no se ha perdido del todo (Astrada, C. 1957, 47).

De este modo, el filósofo exhorta a aunar esfuerzos entre la antropología, la etnología y la filosofía a fin de otorgarle a nuestra cultura el lugar que le corresponde en el universo cultural. Occidente se ha encargado de desmantelar, en nombre del engrandecimiento de su imperio capitalista, todo tipo de culturas. Pero el mito soterraño emerge una y otra vez. Asistimos, para el filósofo, al ocaso de Occidente y el escenario está listo para la emergencia del hombre nuevo.

Justamente porque comienza una nueva época histórica de dimensión planetaria y el mundo en su estructura social y humana, con todas sus facticidades subyacentes, se encuentra en plena transformación, encaminándose con ritmo acelerado a una unidad múltiplemente diversificada, no puede ser Occidente el lugar inicial de la historia verdadera (Astrada, C. 1957, 132).

En el año 1963 el pindárico "deviene el que eres" vuelve a aparecer en su obra Tierra y figura. Si El Mito Gaucho pretendía encontrar el germen de la nacionalidad, esta obra está dedicada a deducir cuáles son los mensajes que la tierra americana tiene para el hombre nativo. "Ya en el paideuma de la cultura quechua se le asigna al hombre tal vínculo con lo telúrico, y es así que se lo concibe y define como  tierra que anda'" (Astrada, C. 1963, 10). Astrada cree fervientemente en las potencias de las culturas arcaicas para delinear la misión de los pueblos americanos. El espíritu de estas gloriosas civilizaciones circula por la tierra y el aire, alimentando a las nuevas generaciones en el anhelo de vivir en plenitud.

… esas culturas destruidas en su armazón y en su soporte humano, pero no del todo extinguidas, nos envían desde su rota arcilla, ahora y siempre, junto con su mensaje, que se irá descifrando poco a poco, el poderoso aliento telúrico que nos envuelve y nos ata con fuerza de raíces vivas todavía indisolublemente a ese pasado y a la tierra en que esas culturas florecieron (Astrada, C. 1963, 14-15).

Si, para Astrada, hay un hombre que ha buscado la libertad de este pueblo bajo la máxima de ser sí mismo es San Martín. El héroe5 del mito vuelve a aparecer, y esta vez en lugar de ser la pampa serán los Alpes los que constituyan el paisaje originario. Por más que se halle en el extranjero San Martín no desconoce cuál es su origen y en este reconocimiento siente el llamado de la tierra a cumplir su misión. De modo tal que Astrada afirma que nos encontramos ante "el supremo arquetipo de la argentinidad" (Astrada, C. 1963, 29).

Astrada afirma que la máxima de San Martín se remonta a la Grecia de Platón y en este sentido señala que la teoría de la reminiscencia sigue hoy en pie. Lo que ocurre es que ahora esa teoría es reemplazada por la categoría de historicidad. El mito intentaba dar cuenta de que éramos en parte lo que nuestros antepasados fueron. Y esto no es otra cosa que el carácter histórico del ser humano, que ha venido a reemplazar al mito. "El pensamiento de Platón acerca de estas nociones fundamentales, que partió de un mito, hoy –con otro alcance y sentido más terrenos-es una verdad no sólo filosófica, sino incluso científica" (Astrada, C. 1963, 30).

San Martín es el héroe que lleva todas las características épicas. Por lo tanto no es un santo, su misión no es hacer el bien, sino aquello que tiene que hacer. Pero su obra es digna de ejemplo. Este ejemplo, afirma Astrada, no es sólo merecedor de ser repetido en su actualidad, sino que tiene un carácter aleccionador para las generaciones futuras. Por ello es que en su vida será presa de largos reproches, pues San Martín no busca la fama y el honor entre sus contemporáneos, sino que sabe que su misión va a tener una valoración intempestiva.

Repensando "El mito gaucho"

Al año siguiente verá la luz la reedición de El Mito Gaucho, con una gruesa introducción en donde se puede vislumbrar el alejamiento total de Astrada del peronismo. Decididamente declara que los ideales de Martín Fierro no provienen de otro lado que de las culturas arcaicas precolombinas. El gaucho constituye el híbrido en donde se concentra el indio y el extranjero. Por ello es que tiene una ascendencia dual. "… la hormona vital de la liberación sólo circula en la corriente sanguínea de los criollos cuyo ancestro telúrico es el gaucho, ya injerto en el indio" (Astrada, C. 1964, 40). Desde aquí que Astrada señala que la vía de la liberación no es otra que la insurrección agraria. El gaucho, afirma, tiene la misión de vengar al aborigen destruido. Esta venganza encierra la lucha de los oprimidos contra el sistema imperialista que ahogó la fuerza vital de la estirpe y sigue subyugando lo poco que queda de ella. Astrada propone, así, la conformación de una gauchocracia comunitaria que consista en una colectividad afín a su teluria y a su historia. Para ello es necesario que el mito renazca con su potencia creadora. "Lo real del mito acude, para su expresión, al logos poético" (Astrada, C. 1964, 43). El mito se crea en la formación de un pueblo. Y un pueblo se forma con un ideal de colectividad en prospección hacia el futuro. Por ello el mito persiste marcando el rumbo que éste a de tomar.

El mito puede convertirse en acción social que tienda hacia el cambio radical. Es el caso de las grandes revoluciones como la francesa, la rusa y la china. Esta última, encarna para Astrada el acicate de la lucha final. Estas revoluciones muestran que la fuerza del mito arcaico puede penetrar en las conciencias de los hombres para cumplir su destino de vivir en plenitud. Porque todo mito está signado a llevar a la plenitud a quien lo protagoniza.

También se va a referir a la interpretación de los mitos en general, dando respuesta en parte a algunas objeciones que había recibido respecto de su obra original. Afirma a este respecto que en ese momento todavía no se conocían obras tales como las de Cassirer, Otto, Jung, entre otras, en las que se considera que todo pueblo crea sus propios mitos y que éstos cumplen una función determinada en la realización de los destinos de cada uno. En palabras de Cassirer "No es la historia de un pueblo la que determina su mitología sino al revés, es su mitología la que determina su historia; o más bien, no determina sino que ella misma es su destino, la suerte que le toca desde el comienzo" (Cassirer, E. 2003, 22).

No obstante, va a reconocer en el mismo texto que también nos hallamos, por otro lado, en la era mitológica del acero. Y aquí volverá a hacer referencia a sus primeras indagaciones sobre los mitos capitalistas en sus trabajos sobre "la fenomenología del film y de la radio" citados anteriormente, señalando que se trata de una intencionada distorsión de la realidad multiplicada por el efecto de la propaganda.

De este modo, se puede afirmar, junto con Levi-Strauss que "el estudio de los mitos nos conduce a comprobaciones contradictorias" (Levi-Strauss, C. 1968, 187). Tanto es así que el mismo año en que se publica El Mito Gaucho aparece Muerte y transfiguración de Martín Fierro de Ezequiel Martínez Estrada, con una interpretación totalmente diferente de los contenidos del poema y de su alcance político y social. Martínez Estrada va a lanzar una dura crítica hacia aquéllos intentos de mitologizar al gaucho, no obstante va a quedar encerrado de alguna manera en la consideración del Martín Fierro como poema épico.

Mito y utopía

En sus últimos escritos, Astrada vuelve a hablar del mito en conjunción con la utopía. En la revista que realizara junto a su discípulo, Alfredo Llanos, bajo el título de Kairós, Astrada publica un artículo llamado "Realismo de la utopía". Allí afirma que la utopía no es un mero postulado para la imaginación sino que tiene raíces reales que le imprimen una fuerza de concreción tangencialmente posible. En este punto sostiene que "las utopías son así como especies de faros en el dilatado mar de la realidad histórica" (Astrada, C. 1968, 2).

Si bien el término utopía refiere a un no lugar, Astrada señala que las grandes obras sobre este tema, aparecidas en el Renacimiento: principalmente las de Moro, Bacon y Campanella se han inspirado en las tierras americanas por lo tanto, la existencia o no de aquéllos lugares que los autores describen podría discutirse. Astrada refiere, como ya lo había hecho en textos anteriores, a la metáfora del caracol, en cuanto éste guarda el sonido del mar. En este aspecto señala que así como el caracol conserva el sonido de algo que existe en la realidad, las utopías no han surgido de una nada sino que podrían ser el eco de épocas pasadas.

Por otro lado, señala que las utopías plantean resistencias hacia la realidad actual. "Las Utopías, como la de Moro, Campanella, Bacon, son el resultado de un programa de reforma política y social en oposición a las situaciones dominantes, y surgen de una voluntad consciente de perfeccionamiento" (Astrada, C. 1968, 3). Es así que afirma que Tomás Moro creía fervientemente en las bases morales de la sociedad que había postulado.

A este respecto Cassirer había afirmado que las ilusiones contenían su propia verdad, puesto que tienen una potencia creadora en la libertad de la conciencia. En este marco, Astrada, quien profesaba gran admiración por la obra de Cassirer y ya se había definido como un hegeliano nato, consideraba todo su recorrido como la marcha de la conciencia hacia su libertad. En este sentido señala que la utopía tiene un devenir dialéctico que la hace participar por tanto, del devenir histórico. "De la nada potencial de la utopía surge el inicio de su ser. Este es negado por el ente existente (los Estados reales); pero con la negación de esta negación comienza el devenir real de la utopía" (Astrada, C. 1968, 8). Así, para Astrada, asistimos a una época en la que podría renacer, por fuerza del mito ese oro originario. Por la fuerza dialéctica que la impulsa, podemos pensar en que emerja la plenitud del hombre americano en una nueva hora que le permita comulgar con lo universal y así llegar a constituir el hombre total6. Éste es aquel que, una vez liberado de la alienación y de la apatridad del mundo moderno, se lanza a cumplir el destino de su pueblo, humanizándolo plenamente desde todos los rincones de su existencia.

Conclusión

Hasta aquí se puede decir que el concepto de mito se encuentra presente, como hilo conductor, en toda la obra de Carlos Astrada. Para el autor mito y filosofía no tienen por qué ser escindidos en el pensamiento. El mito no debe separarse del logos, pues sólo va mutando en el devenir histórico que configura a la humanidad. Así afirma que hoy usamos el concepto de historicidad para referirnos a la constitución de lo que somos en la actualidad y esto quiere decir que nuestros antepasados determinan nuestro presente.

El mito de la humanidad hizo su aparición en Rusia, en donde, para Astrada, se había abonado el lugar para el advenimiento del hombre nuevo. Hombre pleno, que liberado de la alienación moderna, podía constituir una sociedad justa. En nuestro país los lineamientos de la comunidad serán dados por el mito representado en el gaucho Martín Fierro, en virtud de ofrecer un sistema en el que no haya más hombres errantes y apátridas, sino que todos sean incluidos. Este mito tiene raíces arcaicas que afloran por medio de la tierra en la que habitamos. Así, para Astrada, es posible, luego de analizar la historicidad de cada pueblo, vislumbrar un pasado glorioso que pide retornar con ánimo vernáculo. Esa posibilidad de resolverse a la constitución de una sociedad auténtica, Astrada, pretende encontrarla lejos del viejo continente7. Es así que Latinoamérica se le presenta como el lugar en donde la tierra pide el retorno mítico a fin de delinear su destino.

Por otro lado, luego de este recorrido, es posible vislumbrar que Astrada demuestra profesar una gran fe en la humanidad, conectada íntimamente con las culturas arcaicas, de que es posible retornar a las edades de oro para vivir en plenitud. Esta fe se emparenta con la esperanza en que el suelo americano pueda brindar ese marco de desarrollo de la utopía. De este modo, la propuesta de Astrada consiste en realizar, desde nuestro suelo, una deliberada empresa de reconstrucción de las culturas que nos precedieron a fin de encontrar el camino que nos lleve hacia la plenitud humana.

Notas

1 La adhesión a la revolución rusa le acarreará a Astrada algunos resquemores con sus compañeros de lucha en la Reforma Universitaria.

2 Astrada refiere a este concepto tal como lo caracteriza Carl Jung.

3 Es de notar la influencia que tuvo este poeta en la obra de Martín Heidegger, de quien Astrada se nutrió profundamente en su estadía en Alemania.

4 Así se denomina un artículo de Astrada que fue publicado en Norte revolucionario, la revista del Frente Indoamericano popular, dirigida por Mario Roberto Santucho, con quien Astrada cultivó una profunda amistad.

5 Es importante destacar la influencia de Hegel sobre el concepto de héroe. Véase Bustos, Nora. El personalismo ético en Carlos Astrada. Los héroes argentinos. En Memorias del las Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos. Mar del Plata, septiembre de 2008.

6 Para el desarrollo de este concepto véase Astrada, Carlos. 1960. Humanismo y dialéctica de la libertad, Capítulo VI.

7 Esta opinión es compartida con sus contemporáneos.

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