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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.14 no.1 Mendoza Jan./June 2012

 

DOSSIER

"Subjetividad" y "morada" en el itinerario filosófico de Arturo Andrés Roig

"Subjectivity" and "residing" in the philosophical itinerary of Arturo Andrés Roig

 

Adriana María Arpini

Universidad Nacional de Cuyo - CONICET

 


Resumen

Uno de los ejes que atraviesa la obra de Arturo Andrés Roig es la cuestión del sujeto. La filosofía, dice, "se trata de una meditación en la que no sólo interesa el conocimiento, sino también el sujeto que conoce … en su realidad humana e histórica" (Roig, 1981, 9). Justamente por su referencia a esa realidad humana e histórica, el filosofar no es ajeno al modo de habitar el hombre en el mundo. En otras palabras, el universo del discurso filosófico hace referencia a un universo de lo real histórico. En esa tensión se juega la praxis filosófica, que si ha de ser liberadora, requiere la tematización tanto de la "subjetividad" como de la "morada". Al hilo de estas cuestiones trazamos un itinerario filosófico de Arturo Andrés Roig que lleva el propósito de servir de introducción al presente Dossier de la Revista Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, el cual se realiza como homenaje y afectuoso recuerdo de quien fuera su director.

Palabras clave: Subjetividad; Morada; A-priori antropológico; Liberación; Arturo Andrés Roig.

Abstract

One axis that runs through the work of Arturo Andrés Roig is the question of the subject. Philosophy, he says, "is a matter of a meditation in which it is concerned not only the knowledge, but also the subject that knows… in his human and historical reality" (Roig, 1981, 9). Precisely because of this reference to human and historical reality, philosophizing is not strange to the man´s way of living in the world. In other words, the universe of the philosophical discourse In other words, the universe of the philosophical discourse refers to a universe of historical reality. It is in this tension where the philosophical praxis is played, which if it must be liberating, requires to question about both, "subjectivity" and "residing". In line with these issues we draw up a philosophical itinerary of Arturo Andrés Roig which has the purpose of serving as the introduction to the present Dossier of the Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas academic journal, which is held in honor and loving memory of its former Director.

Keywords: Subjectivity; Residing; Anthropological A-priori; Liberation; Arturo Andrés Roig.


 

La obra de Arturo Andrés Roig (Mendoza, 1922-2012) ha trascendido los límites geográficos del pensamiento local y nacional. Sus aportes a la filosofía clásica, sus contribuciones a la constitución y renovación metodológica a la Historia de las Ideas de Nuestra América como disciplina y como una práctica filosófica crítica, así como su propuesta de una "moral de la emergencia en tiempos de ira y esperanza" son ampliamente reconocidos en América Latina y el mundo.

La cuestión del sujeto está presente ya desde los estudios que Roig dedica a la filosofía griega clásica, en especial los que tratan sobre la cuestión de la libertad en Platón. Estudios que inicia tempranamente, en su época de formación en la por entonces recién creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y continúa -después de su graduación como Profesor de Filosofía en 1949- en la Sorbona junto a Pierre Máxime Schuhl. La cuestión del sujeto tiene una primera formulación en su obra Platón o la filosofía como libertad y expectativa (1972b). Allí, al tratar el tema de "La experiencia de la filosofía en Platón" (1969a) sostiene que, para el filósofo griego, el filosofar, en cuanto experiencia, es acto de libertad. Una lúcida lectura de los textos platónicos permite a Roig establecer algunas conclusiones que hacen posible pasar del horizonte de fundamentación al ético-antropológico, donde se juega la noción de sujeto en su dimensión histórica: en primer lugar, la función trascendental de la conciencia consiste en poner -ôßÑçìé- la unidad en la multiplicidad y dar sentido a la realidad eidético-óntica del mundo. Es decir, reconoce el carácter social, histórico y cultural de los seres humanos. Además, una correcta interpretación de la äõíáìéò o "potencia de realización" interna de las estructuras eidético-ónticas permite suturar la escisión entre ideas y cosas (o dualidad de mundos). No menos importante para dar el paso de lo ontológico a lo antropológico es la lectura roigeana del Alcibíades que dimensiona el autoconocimiento como puesta en práctica de una reflexión en común, que mira aquello que es lo mejor de lo otro y del otro; reflexión sostenida por un ejercicio de libertad en el conocer y en el obrar. Por último, la posibilidad de pasar de la hipótesis al principio no hipotético, habilita una precisión de la doctrina de la expectativa como tensión entre vaciedad y replesión (sic), lo que supone la esperanza -y las esperanzas- como estructura abierta del alma. Aún en el caso de la desesperanza ante las dificultades para la plenificación. Con lo que se pone en movimiento una visión de la historia y del futuro como contingencia, es decir, como posibilidades abiertas de realización y transformación.

Los resultados que arroja la lectura roigeana de Platón permiten vislumbrar la categoría de "a-priori antropológico", vale decir un sujeto empírico, caracterizado a partir de su historicidad proyectada hacia un futuro no determinado de antemano. Temas que son desarrollados de manera sistemática en escritos posteriores, tales como "La función actual de la filosofía en América Latina" (1976) y fundamentalmente en el libro Teoría y Crítica del pensamiento latinoamericano (1981a).

Los interrogantes acerca de la inquietante realidad argentina y latinoamericana de los años '50 y '60 son trabajados por Roig a través de la enseñanza de Pensamiento Argentino en la Universidad Nacional de Cuyo y más tarde en la Universidad Nacional de San Luis. Actividad que comparte con el dictado de la Cátedra de Historia de la Filosofía Antigua de la que fue Profesor Titular Efectivo por concurso desde 1959. Junto a los estudios platónicos y a sus lecturas críticas de los sofistas, los cínicos, los estoicos y los epicúreos, despunta una línea de investigación que busca recuperar, sistematizar y valorar la historia de la cultura regional. De este interés surgieron numerosos trabajos, publicados especialmente entre 1957 y 1968, sobre personalida­des y momentos del pasado intelectual mendocino: Agustín Álvarez, Juan Crisóstomo Lafinur, Juan Llerena, Manuel Antonio Sáez, Juan Gualberto Godoy, Julio Leónidas Aguirre; y los estudios sobre literatura y periodismo en el diario El Debate (1890-1914) y en el diario Los Andes (1914-1940), sobre las humanidades en Mendoza (1571-1939), sobre las "luces", el espiritualismo ecléctico, el positivismo. De particular interés es su estudio sobre La filosofía de las luces en la ciudad agrícola. Páginas para la historia de las ideas argentinas (1968) y su Breve historia intelectual de Mendoza (1966), en cuya última página se puede leer:

Esta Breve historia intelectual de Mendoza es fruto imperfecto. Su virtud se halla más bien en el amor que la ha impulsado y éste, ya lo dijo Platón, se justifica tan sólo, desgraciada­mente, por sus frutos. Mas cuando ese amor ya ha producido algo, aunque mediano, y sobre todo cuando ese amor se apoya no en sus propias fuerzas, sino abundante­mente en las ajenas, amor es además esperanza y, en parte, consuelo. Don Gildo D'Accurzio sumó su artesanía y su amistad y le dio forma durante el otoño de 1966, en esta soleada tierra de viñedos y montañas (Roig, A. 1966).

Con estas palabras, en que resuenan motivos platónicos, se expresa la acción de un sujeto, no un individuo, sino un "nosotros" en búsqueda de reconocimiento y valoración. Acción que se vuelve sobre el pasado, recoge un legado y lo lanza hacia un futuro esperanzado, como quien encuentra y fija un punto de apoyo, un lugar, una "morada".

Va­rios de los trabajos sobre la vida cultural de Mendoza han sido recogidos en los volúmenes Mendoza en sus letras y sus ideas, cuya primera parte se editó en 1996 y se reeditó en versión corregida y aumentada en 2005; la Segunda Parte fue publicada en 2009, gracias al esfuerzo de Ediciones Culturales de Mendoza. Esfuerzo que requiere ser valorado en su justa medida, pues como el propio autor había señalado, colocando en el centro del problema la cuestión del sujeto: "la pobreza de nuestro pasado es, antes que nada, pobreza de visión de ese mismo pasado. La historia por sí sola no nos va a realizar, somos nosotros quienes realizamos la historia o, en otras palabras, somos nosotros quienes debemos realizarnos a nosotros mismos" (Roig, A. 1965, 7).

A partir del diálogo y la amistad entablados con Arturo Ardao y Leopoldo Zea, así como del encuentro con Francisco Miró Quesada y Augusto Salazar Bondy, entre otros, surgió la inquietud de ampliar el marco de trabajo. Fue entonces que, junto a Coriolano Alberini y a Rodolfo Agoglia, Roig encaró el proyecto de trabajar el problema del pensamiento ecléctico en el Río de la Plata: "… me pareció -dice en una entrevista que le hiciera Javier Pinedo en 1993- una cosa muy interesante, me puse apasionadamente a trabajar el tema y cuando tenía acumulado una cantidad grande de materiales, era ya la década del '60 bastante avanzada, ... resulta que descubrí que lo más interesante del trabajo no era el eclecticismo francés sino que era el krausismo" (Pinedo, J. 1993). El resultado se plasmó en el libro Los krausistas argentinos (1969b), en el cual queda demostrada la incidencia del krausismo en el pensamiento jurídico, político y pedagógico nacional. Pocos después se publica también en México el volumen sobre El espiritualis­mo argentino entre 1850 y 1900 (1972a), que recoge los trabajos en torno a eclécticos, krausistas y espiritualistas en su variada gama, mostrando la riqueza de esta franja del pensamiento que se desarrolló y prolongó en nuestro país "por debajo" del positivismo. Ambas aportaciones problematizan la tesis del "pan-positivismo" sostenida por Alejandro Korn.

La ampliación del horizonte de trabajo desde lo regional a lo nacional y latino­america­no se concretó a partir de la década de los '60, en intenso diálogo con otros colegas del país y de América Latina que participaron, a partir de 1969, de los encuentros propiciados por las Semanas Académicas de San Miguel, en la Universidad del Salvador de los Jesuitas. Allí se discutieron los problemas de la dependencia y las vías de liberación, así como la función de la filosofía en América Latina, la necesidad de renovar criterios teóricos y metodológicos para afrontar una reflexión auténtica de nosotros mismos. De esos debates surgió un movimiento filosófico que se dio a conocer como Filosofía Latinoamericana de la Liberación y que tuvo sus primeras manifestaciones públicas en 1971 en el II Congreso Nacional de Filosofía en Alta Gracia, Córdoba, y también a través de publicaciones colectivas como el volumen Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana (1973) y revistas entre las que se cuenta la Revista de Filosofía Latinoamericana, cuyo primer volumen apareció en el año 19751.

El libro recién mencionado está encabezado por un texto breve, titulado Dos palabras, el cual presenta también un fuerte carácter programático. Su autor, Arturo Roig2, afirma que la filosofía argentina se encuentra en un momento en que la reflexión, llevada adelante por un grupo de autores, casi todos jóvenes con alto grado de argumentación y compromiso, cobra "sentidos y matices de indiscutible importancia":

La filosofía entendida tradicionalmente como una "teoría de la libertad", quiere ser ahora "saber de liberación", para lo cual se ha de entregar apasionadamente a la denuncia de las totalidades objetivas opresoras, entre ellas el concepto mismo de "libertad", y ha de tratar de rescatar al hombre concreto en su inalienable diferenciación, en lo que lo hace radicalmente "otro". […] Ahora el rigor del quehacer filosófico no está al servicio de una imitación, sino de una construcción desde nosotros mismos, mirándonos y reconociéndonos como valiosos. […] Las mismas armas del enemigo, negadas y asumidas, son puestas al servicio de una causa en la lucha contra las innúmeras y ocultas formas de dependencia. (VVAA. 1973, 5).

Para la misma época, a partir de 1971, Roig comenzó a dictar el Seminario de Pensamiento Latinoamericano en la Facultad de Filosofía y Letras, en el marco de los Seminarios de Licenciatura, que los estudiantes del último año de la carrera de Filosofía debían aprobar mediante la presentación de una tesis, a fin de obtener el grado de Licenciado en Filosofía. Se generó así, bajo su dirección, un ámbito de trabajo, de estudio e investigación sobre pensadores latinoamericanos como Carlos Vaz Ferreira, José Enrique Rodó, Antonio Caso, entre otros muchos, que eran prácticamente desconocidos, pues no formaban parte del canon filosófico académico. Paralela­men­te llevó adelante la tarea de documentación y constitución de una biblioteca especializada en autores latinoamericanos. No fue sólo una ampliación de los contenidos en el horizonte de trabajo, más que eso, fue una ampliación de la "morada" y del compromiso hacia América Latina.

Junto a la labor académica, Roig asumió responsabilidades en el ámbito del gobierno universitario, desde donde acompañó y dio forma a un importante movimiento renovación universitaria, sostenido en una reflexión crítica que involucró la vinculación teoría-práctica, la dicotomía totalidad-alteridad, una concepción de filosofía política, como superación dialéctica de las contradicciones mediante la emergencia de la novedad a partir de la afirmación de lo propio. Estas ideas quedaron plasmadas en el trabajo publicado en el primer volumen de la Revista de Filosofía latinoamericana, "Un proceso de cambio en la universidad argentina actual (1966-1973)", el cual, además de expresar la necesidad de un cambio en la estructura universitaria, constituye una síntesis concreta del nuevo proyecto del filosofar latinoamericano en el momento de su emergencia. Este artículo fue reproducido posteriormente en La Universidad hacia la democracia. Bases doctrinarias e históricas para la construcción de una pedagogía participativa, publicado por la Editorial de la UNCuyo en 1998. El libro contiene las reflexiones del autor a partir de la premisa de que la pedagogía universitaria en ese momento no existía, al menos en la Argentina, organizada como disciplina. Propone revertir esa situación aportando elementos desde una revisión histórica de las luchas y compromisos por una universidad participativa.

En 1974 se realizó en Morelia, México, el Encuentro de Filosofía que ha sido caracterizado como el hito de lanzamiento a toda América Latina de la Filosofía de la Liberación. Roig presentó en esa reunión un extenso y denso trabajo titulado "Función actual de la filosofía en América Latina" (1976), en el cual tomó posición respecto de los principales puntos en debate. Retomó los temas de la libertad y la expectativa, reelaborados desde una radicalización de la historicidad, que permite evitar formalismos, ontologismos y eticismos. Señaló que la filosofía debe tomar conciencia de su tarea dentro del marco del sistema de conexiones de su época, ya que la liberación y la integración de los pueblos latinoamericanos son procesos históricos y sociales complejos, a los que la filosofía se suma como una determinación histórica más. Dicho proceso reclama una reformulación del saber ontológico, dentro del cual es fundamental el tema de la historicidad del hombre, que a su vez conlleva una reformulación de nuestra historia de la filosofía. Ello implica no pocas dificultades epistemológicas, pues nuestro comienzo de tal filosofar está dado por una facticidad, inscripta en una comprensión y una valoración de la propia subjetividad y que, por tanto, conlleva comienzos y recomienzos. Se trata de una situación existencial captada desde un cierto "a priori histórico". Este término es utilizado también por Foucault, no obstante Roig considera que debe ser redefinido diciendo que no es un a-priori que determina lo temporal desde fuera, sino que el a-priori mismo es histórico -poco después, en Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, lo define como "a-priori antropológico"-. En la conferencia de Morelia Roig propuso una ontología que da prioridad al objeto sobre la idea, al mundo socio-histórico sobre la conciencia y que muestra la historicidad del hombre como realidad dada en la experiencia cotidiana. Sobre estas bases es posible pasar desde una "teoría de la libertad", considerada como sustantivo, que llena el discurso de nuestros fundadores, a una "teoría de la liberación" entendida como una acción, como una tarea. "La historia -dice- es historia de la realización del hombre de acuerdo con un repertorio epocal de fines. Ese asumir los propios fines supone un hacerse, un acaecerse como acto de libertad" (Roig, A. 1976, 146). Asimismo, la tarea de la liberación supone la expectativa de lo nuevo, es decir, un mirar esperanzado sobre las posibilidades del hombre en la historia y, al mismo tiempo, una denuncia de las totalizaciones opresoras. Vale decir que, desde el reconocimiento de la radical historicidad del hombre, Roig redefine la libertad como liberación y la expectativa como apertura a la emergencia de la alteridad en la historia. Deja prefigurados, así, desarrollos posteriores sobre las cuestiones de la utopía y de la emergencia.

Los esfuerzos realizados en Mendoza a fin de constituir, junto a los estudios de la filosofía universal, un ámbito de investigaciones acerca de la filosofía latinoamericana, así como aquellos orientados a la transformación del sistema de relaciones humanas dentro de la universidad, se vieron truncados en 1975, cuando, en el marco de la "Misión Ivanissevisch", fue separado de sus funciones por resolución Nº 1616/75 del Rectorado de la UNCuyo, invocándose "razones de reorganización académica". Como otros mendocinos y muchos argentinos, emprendió el camino del exilio, cuando la intolerancia desató en nuestro país el proceso de aniquilación de las diferencias y de cer­cenamiento de las libertades y las vidas. Aunque tuvo ofertas de trabajo en Francia, eligió la Patria Grande como destino. Así, se exilió del país, sin abandonar la "morada".

Esos fueron años de dolor, pero al mismo tiempo de trabajo intenso, primero en Caracas, en el Instituto Rómulo Gallegos, donde tuvo ocasión de participar de las reuniones que dieron nacimiento a la Biblioteca Ayacucho. Luego, en la Universidad Nacional Autónoma de México y, desde 1977, en Ecuador, por invitación de Hernán Malo, Rector de la Pontificia Universidad Católica de ese país, con sede en Quito, quien había tomado como lema de trabajo la frase "ecuatoricemos la universidad". Roig se volcó por completo al estudio del pensamiento latinoamericano y ecuatoriano. En Quito se desempeñó como Profesor Principal de Pensamiento Latino­americano en la Universidad Católica y como Profesor de Pensamiento Social Latinoamericano en la Universidad Central de Ecuador. Dictó además numerosos seminarios sobre el pensamiento y la filosofía latinoamericanos, el discurso político latino­americano y la problemática del lenguaje. Entre los materiales producidos en esta etapa destacamos el libro Esquemas para una historia de la filosofía ecuatoriana (1977, segunda edición 1982), en el cual se plantea la posibilidad de historiar las formas del pensamiento filosófico de ese país, proponiendo al mismo tiempo una metodología y una periodización. Este libro movilizó la búsqueda de las fuentes y los documentos del pensamiento ecuatoriano y generó una serie de trabajos que dieron lugar a la Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano. En esta línea de trabajo aparecieron en 1984 sus obras: El pensamiento social de Juan Montalvo. Sus Lecciones al Pueblo; El Humanismo ecuatoriano en la segunda mitad del siglo XVIII (2 vols.); Bolivarismo y filosofía latinoamericana; Narrativa y cotidianidad. La obra de Vladimir Propp a la luz de un cuento ecuatoriano; además de numerosos trabajos y artículos en publicaciones de la especialidad.

En 1981, el Fondo de Cultura Económica publicó en la Colección Tierra Firme su ya clásica obra Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, de la que Pérez Pimentel ha documentado que "fue bautizada como la biblia del pensamiento latinoamericano en el XI Congreso Interamericano de Filosofía celebrado en Guadalajara en 1985". Esta obra contiene esfuerzos de elaboración realizados durante diez años, en los que se entabla el diálogo crítico con el pasado y el presente filosófico latinoamericano y se marcan al mismo tiempo las diferencias respecto de otros pensadores como Leopoldo Zea, Augusto Salazar Bondy y Enrique Dussel. Allí se perfilan las herramientas teóricas y las categorías analíticas para el abordaje de un "discurso filosófico propio", sentando asimismo las bases de una "ampliación metodológica" en el terreno de la Historia de las Ideas Latino­americanas. Si la filosofía es crítica, sostiene el autor, entonces requiere una reflexión sobre ella misma, esto es, una investigación que se interesa no sólo por la dimensión epistemológica sino, especialmente, por el sujeto que conoce, en particular el filósofo, en cuanto expresión de un nosotros, es decir de una realidad humana e histórica concreta (Roig, A. 1981, 9). Se trata de un tipo de crítica que busca dar cuenta del problema de la misma vida filosófica, y supone otro tipo de a priori, ya no formal sino preñado de cierta materialidad, propia de la vida de seres humanos, atravesada por las condiciones de su época y su situación. Se trata del a priori antropológico:

El hecho de que el saber filosófico sea una práctica -dice Roig-, surge con claridad justamente de la presencia del a priori antropológico, cuyo señalamiento restituye a la filosofía su valor de "saber de vida", más que su pretensión de "saber científico", y da a la cientificidad de la misma su verdadero alcance (Roig, A. 1981, 11).

También en 1981 se publicó en la UNAM el volumen Filosofía, universidad y filósofos en América Latina, donde se analiza la función de la filosofía y la importancia de la historia de las ideas en América Latina, y se recogen documentos valiosos en este sentido, tales como la "Declaración de Morelia: Filosofía e Independencia" y "Un proceso de cambio en la Universidad Argentina actual (1966-1973)".

El 8 de setiembre de 1983, se conoció en Mendoza la noticia de que "El Gobierno de la República del Ecuador concedió al Profesor Arturo Andrés Roig la Condecoración al Mérito Cultural de Primera Clase, distinción que por primera vez se otorga a un argentino en ese país" (Diario Los Andes, jueves 8 de setiembre de 1983); a través de esa condecoración se reconocían sus valiosos aportes en el campo de la investigación científica y en la formación de investigado­res de alto nivel en el país andino.

 En 1984, como consecuencia de la demanda interpuesta por Roig, ante la Justicia Federal Argentina, se declaró la nulidad de la resolución por la que había sido expulsado de la UNCuyo y el Consejo Superior de esa universidad resolvió reponerlo en su cargo de Profesor Titular Efectivo con Dedicación Exclusiva (Diario Los Andes, 25 de junio de 1984). La lección con la que inauguró el curso de Historia de la Filosofía Antigua, el 28 de agosto del mismo año, fue titulada "De la 'exétasis' platónica a la teoría crítica de las ideologías. Para una evaluación de la filosofía argentina de los años crueles", Allí sostuvo que:

 … el gran reto de la filosofía no es el "mundo del sentido", sino, una vez más, el "sentido del mundo" y este último únicamente podrá ser alcanzado poniéndonos en su seno, con todos los riesgos de la contingencia y la fenomenalidad. El gran reto no es el de encontrar que un escrito se convierte en texto gracias a su circularidad, sino el poder señalar, ver, que esa circularidad es una ilusión en cuanto que va siendo quebrada de modo permanente, mas, no desde el "nivel del sentido", sino desde una contextualidad que es por naturaleza "externa". De las respuesta que la filosofía sepa dar al problema de la "externalidad", depende que la filosofía no se convierta, una vez más, en un juego onanístico e intrascendente. Y el rigor, no lo olvidemos, no es incompatible con este tipo de juego (Roig, A. 1993a, 102).

Esta clase fue dictada en homenaje a Mauricio Amilcar López "ese hombre íntegro y generoso que desapareció para siempre, arrancado de su hogar por manos siniestras"  a quien está dedicado también el libro Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano  y a Nöel Salomon, "fallecido en su patria, Francia, como consecuencia entre otras cosas de hechos lamentables acaecidos en estas tierras" y también al Rector Ingeniero Roberto Carretero, para que "no pase al olvido su figura noble y desinteresada, su pasión por el saber, su lucha por la justicia social, su respeto por los auténticos hombres de ciencia y su entusiasmo por la juventud" (Ibid).

Desde su reposición en el cargo, reanudó con nuevo ímpetu las tareas de docencia, investigación y formación de investigadores en el ámbito de la Historia de las Ideas Latinoamericanas, primero desde la Facultad de Filosofía y luego desde el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Mendoza (CRICYT), que fue su lugar de trabajo desde 1986 hasta su retiro.

A las labores de investigación y docencia, sumó sus funciones como Director General de dicho Centro Regional entre 1986 y 1989, más tarde creó y fue Director del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA, CONICET), y de la Unidad de Historiografía e Historia de las Ideas, del INCIHUSA. Con el respaldo de la experiencia recogida en los años de prolífico trabajo fuera del país, ese esfuerzo ha redundado en la constitución de un nutrido grupo de investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas Latinoamericanas que cuenta con prestigio y reconocimiento internacional, del que fue Director Honorario aún después de su jubilación.

En un breve artículo titulado "Cuatro tomas de posición a esta altura de los tiempos" (1984e), sintetizó Roig su visión acerca de la Historia de las Ideas en el marco de la Filosofía Latino­americana. Según nos dice, la persistencia e importancia de este campo de trabajo, aun a pesar de las dificultades de su constitución epistemológica, se debe a que se encuentra inserto dentro de la búsqueda de una autoafirmación cultural de nuestros países, que excede el marco de la historiografía filosófica tradicional para adoptar una perspectiva renovadora y militante:

Renovadora, en cuanto ha sacado a la idea del mundo de las ideas y la ha colocado en otro horizonte, el del lenguaje, como su lugar propio. Por cierto, un lenguaje visto desde una teoría del discurso que lleva, ineludiblemente, hacia otro desplazamiento, el que se ha dado desde la idea hacia el sujeto de la idea. […] Y militante en el sentido de que una filosofía latinoamericana que intente ser liberadora, no puede prescindir de su propio pasado ideológico (Roig, A. 1984e, 55-59).

En este sentido la peculiaridad de la filosofía latinoamericana radica en que se trata de un fenómeno histórico, pues "la realidad, en la medida en que seamos capaces de captarla, nos hará originales por añadidura". También asume Roig la problemática de la liberación, pero señala las ambigüeda­des de la Filosofía de la Liberación, rechazando su anti-historicismo así como los residuos ontologistas y antidialécticos presentes en las producciones de varios representantes de ese movimiento. No renuncia, por otra parte, a la utopía positiva, en cuanto función discursiva que permite asumir la contingencia de las relaciones sociales y de los procesos históricos, favoreciendo la construcción de identidades subjetivas. El ejercicio utópico está inserto en el discurso filosófico crítico y puede ser reconocida en todo discurso que denuncie la tensión entre un presente conflictivo e insatisfactorio, pero contingente, y la posibilidad de un futuro que no sea repetición necesaria de lo dado, sino que habilite la emergencia de lo alternativo. Los desarrollos teóricos e historiográficos acerca de la utopía y la función utópica son recogidos por Roig en La utopía en el Ecuador (1987).

En Mendoza, Roig se dio a la tarea de revisar el siglo XIX latinoamericano en las dimensiones social, política, cultural, filosófica. Reunió un grupo de jóvenes investigadores e investigadoras que trabajaron junto a él y bajo su dirección sobre los grandes pensadores latinoamericanos del siglo XIX: Simón Rodríguez, Francisco de Miranda, Vicente Rocafuerte, Juan Montalvo, José Martí, Eugenio María de Hostos, Francisco Bilbao, Manuel de Salas, Euclides da Cunha, Agustín Álvarez, Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, entre otros. Ello implicó una importante labor de esclarecimiento de los criterios con los que se puede abordar la lectura filosófica de sus obras, que en la mayoría de los casos adoptan la forma del ensayo como alternativa para la comunicación del mensaje y muestran una estructura categorial dicotómica, polarizada entre las ideas de "civilización" y "barbarie". Categorías que resultan semantizadas y resemantizadas por los diferentes autores según circunstancias históricas y sociales concretas, a través de discursos que revelan cierto ejercicio de la función utópica. Estas actividades que se extendieron por más de una década dieron lugar a numerosas publicaciones individuales y colectivas, así como a numerosos artículos, algunos de ellos organizados como dossier de importantes revistas especializadas. Entre esas publicaciones cabe destacar las compilaciones Proceso civilizatorio y ejercicio utópico en nuestra América (1995), Pensamiento social y político latinoamericano del siglo XIX (2000), esta última corresponde al volumen 22 de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, y los Dossier sobre "Civilización y barbarie en pensadores del siglo XIX" y sobre "Utopía e identidad en pensadores del siglo XIX" de la Revista Interamericana de Bibliografía, Nº 1, Volúmen 41, 1991, y Nº 3, Volúmen 44, 1994, respectivamente. Además, dirigió y compiló el volumen Argentina del '80 al '80. Balance social y cultural de un siglo (1993c).

Un valioso conjunto de trabajos de Roig acerca de la propuesta de innovación metodológica en el campo de la Historia de las Ideas y de la Filosofía latinoamericana ha sido recopilado en una publicación de la Universidad Santo Tomás de Bogotá con el título Historia de las Ideas, Teoría del Discurso y Pensamiento Latinoamericano (1993b). De su copiosa producción durante estos años mencionamos son también los libros: El pensamiento latinoamericano y su aventura (1994) y el antes mencionado La Universidad hacia la democracia. Bases doctrinarias e históricas para la constitución de una pedagogía participativa (1998).

En el año 2002, la Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo (EDIUNC) publicó el libro de Arturo Andrés Roig Ética del poder y moralidad de la protesta. Respuestas a la crisis moral de nuestro tiempo. Este volumen dio a conocer un conjunto de trabajos surgidos de conversaciones filosóficas, reflexiones teóricas y tomas de posición del filósofo mendocino en relación con el saber práctico-moral. A través de esos trabajos, con abundantes referencias críticas a los clásicos antiguos y modernos, a autores contemporáneos, así como a pensadores de nuestra América, sistematizó categorías, criterios y principios que dan surgimiento a una construcción del saber moral propio y original, enraizado en los procesos socio-históricos de finales del siglo XX, mirados desde la propia circunstancia latinoamericana.

El disparador de esta reflexión roigeana se encuentra en los hechos que constatan "el divorcio entre derecho y justicia, y el escándalo que acompaña al derecho injusto", sintetizado en el epígrafe de José Martí que encabeza el primer capítulo: "La ley mata ¿Quién mata a la ley?" Epígrafe que pone en evidencia la contradicción entre dos niveles de la realidad, el de la eticidad vigente (instituciones, leyes, costumbres) y el del descontento en el plano de la moralidad, es decir de la experiencia subjetiva cotidiana. La respuesta es buscada mediante la elaboración de una "moral de la emergencia", que parte del reconocimiento del conflicto entre la dimensión subjetiva y la objetiva. Se hace, pues, ineludible para el filósofo volver sobre el problema de la subjetividad, asunto que había sido ya abordado por él a propósito de la discusión acerca de las condiciones de posibilidad de la filosofía latinoamericana en Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981). Allí, valiéndose de una revisión crítica de textos de Kant y de Hegel, afirmaba que el saber filosófico considerado como una práctica, lo es de un sujeto plural que se pone a sí mismo como valioso y tiene como valioso el conocerse a sí mismo. Tal constitución del a-priori antropológico como condición de posibilidad del filosofar requiere, al mismo tiempo un "rescate de la cotidianidad", pues el ponerse como valioso es el acto de un sujeto empírico, contingente, histórico, que construye con su quehacer cotidiano -teórico y práctico- su morada.

Ambas cuestiones, la afirmación de la dimensión subjetiva -a-priori antropológico- y el rescate de la cotidianidad, resultan inescindibles para una consideración del saber práctico moral desde la emergencia. En relación con lo primero, Roig recuerda que el problema de la subjetividad tuvo un lugar importante en pensadores de la modernidad. Kant hace depender la decisión moral del sujeto racional en cuanto es capaz de alcanzar lo universal. Hegel, en cambio, entiende que esa dimensión subjetiva -la Moralidad- debe ser contenida por la estructura objetiva del Derecho, dando paso a la Eticidad, cuyo sujeto es en última instancia el Estado. Así, la Eticidad, respaldada en el caso de Hegel por una Filosofía de la Historia, ofrece el marco ordenador de la práctica moral, a costa de la subjetividad y bloqueando toda posibilidad de emergencia desde la cotidianidad3.

El a-priori antropológico, tal como es afirmado en Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano "es el acto de un sujeto empírico para el cual su temporalidad no se funda ni en el movimiento del concepto, ni en el desplazamiento lógico de una esencia a otra", no hay cabida para una estructura trascendental idealista, se trata de un existir fáctico, individual y colectivo a la vez y no ajeno a ciertos trascendentales que surgen de la misma experiencia en un juego de a-prioridad - a-posterioridad. La comprensión de la vida humana como empiricidad o existencia fáctica facilita la superación de la contraposición conciencia-mundo, así como abre las puertas para una presencia de la corporeidad a través del universo complejo de los impulsos.

En contra de Hegel, los pensadores de la sospecha, Kierkegaard, Nietzsche y Marx, rescatan al ser humano como sujeto de la moral. Aun cuando en Marx no se encuentra un desarrollo discursivo de la moral, la cuestión está presente al encarar la reformulación de la doctrina hegeliana de la alienación desde el principio de que "no hay nada más valedero para el hombre que el hombre mismo". He aquí un motivo de coincidencia entre Roig y Enrique Dussel, especialmente con las tesis sostenidas por este último en su Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión (1998), donde afirma que la obra de Marx se encuentra animada de un pathos ético y muestra una estructura que responde a la clásica oposición "moralidad-eticidad", organizada dentro de una inversión de las relaciones vigentes, reales y teóricas.

En cuanto al rescate de la cotidianidad, Roig se aparta de posiciones que conducen a una negación ideológica de la misma. Tal es el caso de Martín Heidegger, quien mediante la contraposición entre "autenticidad" e "inautenticidad", correlativa del descentramiento por el cual el "Ser-ahí" -el "hombre arrojado en el mundo"- queda subordinado e hipostasiado al Ser, produce una degradación de la vida cotidiana. "Si la cuestión moral  dice Roig  no es ajena al ser humano en cuanto ente y su entidad sólo es vista como el lugar desde el cual me pregunto por algo trascendente como el Ser, ¿qué sentido tiene preguntar por pautas de conducta social?" La inquietud por el Ser, lleva a una mística congruente con cierta ideología occidentalista grecogermánica estructurada sobre oscuros sentimiento de superioridad racial, que además de las dificultades teóricas que plantea en relación con el saber práctico-moral, concluye en la postergación de dicho saber (Roig, A. 2002, 12-13). También se aparta de las concepciones trascendentales que colocan las condiciones del mundo fuera del mismo, como se patentiza en la afirmación de Wittgenstein: "La ética como discurso es imposible" (Tractatus, 6.421). Aunque rescata de este filósofo las prácticas terapéuticas que ensayó en relación con lecturas psicoanalíticas, por las cuales se dificulta el maridaje entre Filosofía de la historia y Ética, que estaban presentes en los grandes sistemas.

A partir de las anteriores consideraciones, surge para Roig la necesidad de redefinir el quehacer filosófico y la filosofía misma desde el saber práctico-moral y concederle a ese saber un lugar prioritario en el proceso mismo de su construcción.

La filosofía ha de rescatar su función crítica la que no es, por cierto, la "crítica de los límites de la razón", sino la de las prácticas racionales  o irracionales  puestas en juego en el acto de preguntar filosófico, apuntando a rescatar la potencialidad ética de la que se intentó vaciarla entre otros, por obra de los llamados posmodernos (Roig, A. 2002, 16).

Así, pues, se plantea una doble tensión: por un lado la propia afirmación como sujetos de enunciación de un discurso crítico, por otro lado volver la crítica sobre la sujetividad alcanzada. Esta exigencia es consecuente con la sospecha instalada como estado de ánimo y como actitud metodológica:

Lo que está aquí en juego es una concepción del ser y de la vida como fuerza emergente enfrentada a estructuras de "civilización" organizadas sobre valores opresivos, expresados en códigos. De ahí el "inmoralismo" como principio de apertura al ser y a la vida (Ibid, 18).

El filósofo mendocino recupera la noción spinociana de conatus como "deseo de la propia conservación" que hay en todo ser y que en los seres humanos despierta el sentimiento de "amor a sí mismo". No se trata de una simple voluntad de perseverar en el ser, sino de una apetencia que impulsa a una perfección mayor, a una mayor plenitud. A esto agrega Roig que el "amor de sí mismo" no podría ser alcanzado nunca como una cuestión individual, pues como ya se señaló, "nada hay más valedero para el hombre que el hombre mismo".

El a-priori antropológico, que en Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, surge de una elaboración crítica e historización del sujeto trascendental kantiano y de la exigencia hegeliana de "tenernos a nosotros mismos como valiosos", al ser considerado ahora a la luz del conatus spinociano muestra el problema del fundamento de toda moralidad, sin renunciar a lo universal a pesar de su materialidad y sin caer en la hipóstasis del sujeto. Dice Roig:

La moral de la emergencia tiene como trasfondo último aquel "perseverar en el ser" de Spinoza, quien veía en la naturaleza entera, incluyendo en ella lo humano, un nexo unitario, aun cuando en él ajeno a una comprensión histórica. El ser humano -dijo- no es en la naturaleza "un imperio dentro de otro imperio". Sobre esta inclinación o sobre este motivo radical compartido con la totalidad de los entes, tomó cuerpo para nosotros la figura del a-priori antropológico que nos permitió distinguir el juego de aquella autoafirmación desde el marco específico histórico-social del ser humano (Ibid, 24).

El a-priori antropológico es un principio constructivo en el sentido del ordenamiento de la conducta, superando el antagonismo entre el deber y las inclinaciones (que en Kant conducía a la satanización de la corporeidad).

Una feliz sugerencia de Ramón Plaza persuade a Roig de utilizar las expresiones "moralidad de la protesta" y "ética del poder", que no serían comprensibles si no se las mira como conductas que juegan los seres humanos en sus sucesivas moradas (ethoi), en las que se han entablado tanto enfrentamientos como alianzas. Existen, sin embargo, distintos tipos de moradas, algunas de las cuales son meros recintos. Es el caso del Estado según lo caracteriza Hegel en los Lineamientos fundamentales de la filosofía del derecho. También lo es la intencionalidad de la conciencia de Husserl, quien construye un encierro metodológico como intento de regresar al paraíso perdido. Recordemos que, ya en 1975, Roig afirmaba que si bien el racionalismo había impuesto la exigencia de un punto de partida de evidencia inmediata y apodíctico, su propio punto de partida para el filosofar "es también inmediato, pero asertórico" (Roig, A. 1976, 135-152), con lo que tomaba posición abiertamente en contra de los husserlianos de la época. Otro tipo de construcción de recinto es la que propone el filósofo norteamericano John Rawls, quien con un recurso metodológico de suspensión intenta crear un lugar donde puedan convivir hombres cuerdos y mujeres sensatas, sentando las bases políticas y morales de la democracia imperial norteamericana4.

Ahora bien, para que un recinto llegue a convertirse en verdadera "morada", no puede desligarse de la cuestión de la subjetividad. Para definirla Roig retoma la distinción entre "subjetividad" y "sujetividad". Destaca la presencia del sujeto en la subjetividad como uno de sus aspectos constitutivos:

Y así podemos decir que se trata de un principio por el cual un sujeto refiere a sí mismo sus fenómenos de conciencia y los califica como "míos". El papel central que la "sujetividad" juega en el seno de la "subjetividad" nos da una idea del peso que tienen aquellas valoraciones negativas que vimos, así como la inevitable presencia de relaciones conflictivas. En efecto, la auto-referencia y el auto-reconocimiento que ejerce el sujeto, implican, paralelamente, una comprensión de la conciencia no sólo como manifestación íntima de lo psíquico, sino también como "conciencia moral" depositaria, por eso mismo, de ideas y de normas sobre los que, más de una vez, se ha justificado el enfrentamiento contra los defensores de formas opresivas de moralidad. Así, pues, desde aquella conciencia, meollo de la subjetividad, se enuncian juicios de valor de sentido crítico que revelan que no es el "refugio interior" del sabio antiguo ante las inclemencias de la vida, sino muy particularmente un principio de acción solidaria, inserto en la sociedad y en la naturaleza. La subjetividad […] es un hecho social y puede decirse que su ámbito es, como lo hemos anticipado, el de la conflictividad (Roig, A. 2002, 40-41).

La tensión entre moralidad subjetiva y objetiva se comprende en relación con el lugar en el cual se entabla la misma: la sociedad civil, ámbito de emergencia social. De esto se han ocupado Rousseau y Gramsci. De las tesis del primero, Roig rescata el valor de la emergencia, que responde a un impulso tanto emocional como racional, en el sentido del conatus, entendido como aquel ponerse a sí mismo como valioso, entendido siempre como acto comunitario. Del segundo retoma la consideración de la sociedad civil, que se presenta como compleja, contradictoria y ambigua. Si bien su tarea en relación a la hegemonía es la de construir, adecuar y mantener la ideología (cultura) funcional al sistema, el disenso podría presentarse en cualquiera de los sectores. De modo que es posible hablar de "novedad" cuando antiguos sectores subalternos, de diversos niveles sociales, comienzan a jugar abiertamente un papel político a favor de reivindicaciones que exceden sus intereses inmediatos y alcanzan consciencia de que sí hay alternativa respecto del sistema vigente5.

Por otra parte, Roig recuerda que Raymond Williams llama emergente a los nuevos significados y valores, nuevas prácticas, nuevas relaciones y tipos de relaciones que se crean continuamente. Fenómeno que muestra ciertos "rasgos predominantes" que son expresión del medio social y cultural, en sentido amplio, teniendo en cuenta ciertos factores a los que denomina "residuales", es decir elementos del pasado que pueden ser asimilables a nuevas situaciones y que responden a una actitud selectiva por parte de quienes los invocan6.

Ahora bien, el autor plantea algunos interrogantes: ¿lo emergente ha de ser necesariamente "nuevo"? "Nuevo" ¿significa "reciente"?, ¿o significa "distinto"? Lo emergente sería algo que introduce un sistema de relaciones "distinto", y en tal sentido, "nuevo". Toda emergencia puede ser definida como un "impulso existencial", que va acompañado de un "acto de develamiento", así como de "sabiduría reprimida", a la vez que de "lúcida desesperación". Los términos entrecomillados son usados por Williams para señalar, según interpreta Roig, la presencia de una subjetividad que "despierta" ante condiciones de "desocultamiento" y "denuncia" de una situación represiva. Agrega el filósofo mendocino que la emergencia es un fenómeno de historización y que todo acto de emergencia de subalternos significa la quiebra de una situación que los dominadores ven como "normal", "lo que debe ser", "natural". Vale decir que toda emergencia real está suponiendo la contraposición entre "naturaleza" e "historia". Mas para quienes viven el cambio de relaciones es un hecho "nuevo", no por reciente, sino por distinto y, sobre todo, propio7.

La moral de la emergencia se presenta como un movimiento de liberación que enfrenta, en el terreno del saber práctico, a la moral del egoísmo racional dentro de la que se encuentran, entre otros, los actuales doctrinarios de la democracia imperial norteamericana: Rorty y Rawls. En sentido propositivo, Roig aporta a una caracterización de la sociedad civil como auténtica "morada":

… pensaríamos en los requerimientos de una sociedad libre, igualitaria y justa. Habría de ser morada del nacimiento, crecimiento y maduración de la subjetividad, el lugar del reencuentro y autoafirmación de un sujeto plenamente consciente de que el quehacer moral, político y económico es tarea que reúne las notas de obligación y derecho; tomar conciencia de ese duro trabajo de cada día […] y de mutuo acuerdo ordenar una conducta construida y reconstruida desde una subjetividad plenamente sujetiva; […] darle forma a una morada en la que tenga cabida un pensamiento organizado desde la ectopia como programa constante de reformulación identitaria; descentramiento de todo centrismo avasallador, que abra puertas anchas y sólidas para el ejercicio de la crítica; una morada trascendental armada con una serie de principios anteriores a la experiencia, pero nacidos y enraizados en ella, como ideas reguladoras de nuestra emergencia y sobre la marcha de un ejercicio de utopía constantemente relanzado; en fin, un abrirnos a otros espacios […] como experiencia constante de neotopías imperscindiblemente necesario si realmente queremos construir nuestra topía, nuestro lugar, nuestra morada, nuestro ethos (Ibid, 53).

La Provincia argentina de Mendoza fue para Arturo Andrés Roig, en la extensa geografía de nuestra América, la primera y la última morada. Por eso se explica, tal vez, su empeño de los últimos años por reeditar y completar sus estudios sobre la historia, la cultura, la educación, las letras y las ideas en la provincia; incluso sus esfuerzos del último año para presentar los textos de Luis de Valdivia de la gramática Milcayac, el idioma de los Huarpes, habitantes originarios del territorio; y al mismo tiempo proseguir la aventura del pensamiento, tallando con muy diversos materiales el rostro y la filosofía de nuestra América.

Notas

1. Cfr. Arpini, A. 2010.

2. Si bien el texto no lleva firma personal y está presentado como una introducción al volumen de la propia editorial, en nota manuscrita y firmada por Arturo Roig, declara su autoría.

3. Cfr. Roig, 2002, 9.

4. Cfr. Roig, A. 2002, 37 y ss.

5. Cfr. Gramsci, A. 1975.

6. Cfr. Williams, R. 1980.

7. Cfr. Roig, A.2002, 50-51.

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