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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.14 no.1 Mendoza Jan./June 2012

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Una aproximación a los caminos del reconocimiento
Paul Ricoeur, Caminos del reconocimiento. Tres estudios.
Traducción de Agustín Neira, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, 330 páginas, ISBN: 9789681679989.

[Título original: Parcours de la reconnaissance. Trois études. París: Stock, 2004]

María Eugenia Aguirre

Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo

 

¿Qué decimos cuando hablamos de "reconocimiento"? ¿Qué valor filosófico podemos atribuir al término reconocimiento? Estas son algunas de las preguntas que guiaron la investigación de Paul Ricoeur en su libro Caminos del reconocimiento. Tres estudios.

El análisis de las grandes obras lexicográficas de su lengua le permite descubrir la amplitud del campo léxico reunido, a la vez que las apariciones filosóficas del término le exigen un arduo desarrollo teórico.

Emprende el autor un recorrido a través de las distintas acepciones del término en busca de una anhelada teoría del reconocimiento, para la cual sólo dice esbozar "caminos".

Dichos caminos se trazan en tres direcciones: el reconocimiento como identificación, el reconocimiento de sí mismo y el reconocimiento mutuo. Los diversos sentidos van alejándose de a poco del simple "conocer" para aventurarse más allá en el deseo de ser reconocido y la gratitud. A partir de un método que Ricoeur mismo denomina "genealógico" analiza los "acontecimientos de pensamiento", desarrollos filosóficos en que el término "reconocimiento" adquirió un peso específico. En este sentido, podemos hablar de "reconocimiento" como identificación, como la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, lo claro y distinto en Descartes, lo que sobrevive a la duda. O bien en Kant la "rekognition" que si bien como término sólo aparece en la 1ª edición de la Crítica de la razón pura, está presente en la idea de relación que atraviesa toda la obra.

Entrando en una propuesta filosófica distinta, la fenomenología de la percepción de Merlau-Ponty, Ricoeur ve un nuevo matiz en la problemática del reconocimiento: su objeto. Y haciendo la distinción entre reconocer una cosa y una persona da el giro que le permite ocuparse del reconocimiento de sí mismo.

En este segundo estudio, el sí mismo es tomado como sujeto actuante, el reconocimiento tiene un carácter indirecto; lo que puedo decir, lo que puedo hacer, cómo puedo contarme. La identidad narrativa relaciona dos tipos de identidades: la mismidad (identidad inmutable de cada uno como, por ejemplo, nuestra identidad biológica) y la ipseidad: una identidad que no permanece fija, estable.

Otras de las capacidades que retratan y, en algún sentido, extienden la identidad del sí mismo son la memoria y la promesa. Aparece, a propósito de la memoria, uno de los empleos filosóficos del vocablo en cuestión: el reconocimiento de los recuerdos que tematiza Bergson. Este reconocimiento permite aprehender en el presente un recuerdo pasado que permanecía en una especie de letargo, en un estado virtual. Reconocer es aquí reencontrar.

El reconocimiento de sí mismo, sin embargo, no pasa sólo por representaciones individuales o capacidades individuales. Podemos ver en las prácticas sociales elementos, mediaciones simbólicas que configuran identidades. Abre paso el concepto de "capacidad social" con que Ricoeur introduce a Amartya Sen. El autor nos habla de la capacidad de acción de cada persona cuyo reconocimiento implica garantizar libertades no simplemente negativas.

El tercer estudio trata el reconocimiento mutuo. El concepto filosófico clave aquí es la Anerkennung hegeliana. Motivado por las posibilidades interpretativas que abre el trabajo de Axel Honneth en La lucha por el reconocimiento, el autor establece un diálogo intenso.

A partir de una lectura crítica de las obras de Hegel en Jena (entre 1802 y 1807): El sistema de la eticidad y Filosofía real, el filósofo francés inscribe la problemática del reconocimiento en el seno de la filosofía política. Se trata de saber si frente a las teorías contractualistas que explican el origen del Estado, puede oponerse un motivo moral; es decir si puede oponerse al miedo a la muerte violenta que postula Hobbes el deseo de ser reconocido para fundar un orden político.

Para acompañar esta hipótesis, cita el autor a Honneth. Adopta su esquema tripartito de modelos de reconocimiento: el amor, el plano jurídico y la estima social. Y es recién en este marco que trata el tema del multiculturalismo. El desarrollo que hace del mismo delata una actitud de distanciamiento ante la problemática. No se cuestionan las nociones de interculturalidad y multiculturalismo; el autor parece simplemente repetir algunos conceptos de Charles Taylor (Multiculturalismo y la "política del reconocimiento"). Asimismo, por la ausencia de referencias, parece dar a entender que ese tipo de conflictos no existen en su propio contexto (repite los ejemplos que Taylor usa para explicar la situación canadiense).

Lo que pudiera interpretarse como fruto de una mirada esquiva, parece ser más bien el deseo de quitar el acento en lo negativo. Lo mismo sucede cuando polemiza con Honneth en contra del énfasis puesto en la idea de lucha: le interesa a Ricoeur encontrar una experiencia efectiva y pacífica de reconocimiento mutuo. Aunque anticipa y previene que quizás esta sea sólo "simbólica".

Estudia las posibles experiencias pacíficas y efectivas de reconocimiento mutuo con el afán de asegurar que lo que motiva su búsqueda no es una ilusión ni una lucha infructuosa.

Muestra Ricoeur, en la obra, gran erudición y la capacidad para integrar pensamientos diversos con ánimo conciliador y sin deseos de polemizar. El libro intenta, como dijimos, realizar aportes para una teoría filosófica del reconocimiento y es justamente lo que hace. Se trata la problemática desde una mirada abarcadora y amplia, libre de delimitaciones arbitrarias. Cumple con su cometido de trazar caminos para quien desee introducirse en el campo del reconocimiento.

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