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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.14 no.2 Mendoza dic. 2012

 

ARTÍCULOS

Leopoldo Lugones y José Ingenieros: su homenaje a Domingo Faustino Sarmiento en el primer centenario de su nacimiento (1911)

Lugones and Ingenieros and their homage to Domingo Faustino Sarmiento in the first hundred anniversary of his birth (1911)

 

Alejandro Herrero

Universidad Nacional de Lanús - CONICET

 


Resumen

Examino textos de Leopoldo Lugones y de José Ingenieros, escritos para homenajear a Domingo Faustino Sarmiento en el primer centenario de su nacimiento en 1911. Mi hipótesis es que tanto Lugones como Ingenieros se proponen legitimar un gobierno de un círculo inteligente que tiene la autoridad (la palabra y la decisión), y expone, por ende, un dogma que da fundamento a la patria y a la democracia. Dicho de otro modo, todos los actores de la patria, (productores de riqueza, obreros, militares, artistas, maestros, etc.,) deben ser conducidos por esta elite inteligente (a la cual pertenecen, según ellos, tanto Sarmiento como Lugones e Ingenieros). El elitismo asociado a escritores (en el caso de Lugones) o de científicos (en el caso de Ingenieros) es el eje que articula todos sus argumentos, y es desde esta perspectiva que interpretan y evocan la figura y los escritos de Sarmiento en el primer centenario de su natalicio.

Palabras clave: Leopoldo Lugones; José Ingenieros; Domingo F. Sarmiento; Nación; Racismo; Elitismo.

Abstract

I scrutinize texts of Leopoldo Lugones and José Ingenieros, written to honour Domingo Faustino Sarmiento in the first centennial of his birth in 1911. My theory is that Lugones and Ingenieros intend to legitimize a government of a clever circle that has the authority (the word and the decision), and exposes, therefore, a dogma that gives foundation to motherland and democracy. In other words, all the actors of the motherland (producers of richness, workers, military men, artists, teachers, etc.) must be led by this intelligent elite (to which, according to them, Sarmiento, Lugones and Ingenieros belong). The elitism associated to writers (in Lugones's case) or to scientists (in Ingenieros's case) is the axis that articulates the whole argument and it is since this perspective that they interprete and evoke Sarmiento's figure and writings in the first hundred anniversary of his birth.

Key words: Leopoldo Lugones; José Ingenieros; Domingo F. Sarmiento; Nation; Racism; Elitism.


 

Introducción

Mi estudio sobre los homenajes que Leopoldo Lugones y José Ingenieros rindieron a Domingo Faustino Sarmiento en el centenario de su natalicio en 1911, se inserta en una investigación que llevo a cabo desde hace varios años. Es necesario que realice un breve rodeo para explicar la relevancia de este artículo.

Exploro la historia de la educación argentina a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, con el objeto de indagar la recepción alberdiana en el campo educativo, aspecto poco o casi nada estudiado. Para decirlo de otro modo, me interesa estudiar qué programas de república se exponen en el campo político y educativo, y qué actores sostienen e impulsan el programa de la república posible alberdiana y quiénes son sus detractores. Julio Argentino Roca y un sector del normalismo argentino (aunque con algunas diferencias) defienden, entre otros, al programa alberdiano (Herrero, A. 2006).

La república posible era puesta en cuestión, pero hay que tener presente que no es la única política republicana que existía a fines del siglo XIX. La política de una república de habitantes, tan claramente visible en la economía bonaerense y en la economía del litoral, convivía con otras políticas de repúblicas del ciudadano. La dirigencia laica logró dictar leyes, a comienzos de 1880, para formar, obviamente, ciudadanos laicos, mientras que la dirigencia liberal católica, por el contrario, impuso por ejemplo, en la provincia de Santa Fe, a partir de una ley educativa de 1886, una educación primaria católica con el objeto de formar ciudadanos argentinos bajo ese credo religioso. No dejemos de señalar la tensión que esto produce, siguiendo con el ejemplo santafesino: una persona que estudia para maestro en la escuela normal de la ciudad de Santa Fe, se prepara para formar ciudadanos laicos, pero una vez que ingresa al sistema educativo santafesino, en una escuela fiscal, está obligado a educar ciudadanos católicos. Vale decir, conviven a fines del siglo XIX una política de la república del habitante, nítidamente visible en las colonias agrícolas santafesinas, una república del ciudadano laico, en la escuela normal de la ciudad de Santa Fe, y una república de ciudadanos católicos en las escuelas primarias fiscales de la misma provincia. ¿Qué quiero decir? Que la definición del programa de la república estaba aún abierto, y que conviven, al mismo tiempo, en distintos niveles de la sociedad y del Estado Nacional o de los Estados provinciales, políticas republicanas diferentes y hasta opuestas. La república posible alberdiana era una de las tantas políticas republicanas que existían y funcionaban en el país a fines del siglo XIX (Herrero, A. 2009).

En la década de 1890, es notorio, que empieza a generalizarse la opinión, en la dirigencia política liberal conservadora, que la república del habitante productor de riqueza había cumplido su ciclo de manera exitosa: el progreso económico, sobre todo en el litoral argentino, a sus ojos, era nítido, sin embargo, se percibía como un problema que los inmigrantes se enriquecían, y sus hijos nacidos en el país se formaban en la cultura de sus padres. ¿Cuáles son los problemas que aparecen en la república del habitante? Se señalan diferentes tipos de amenazas, sólo indicaré algunas de ellas.

Sarmiento percibía en esta situación una grave dificultad, en su opinión la república se había transformado en una "república de extranjeros", y el "gobierno propio" estaba en peligro (Herrero, A. 2009). Ramos Mejía, en su libro las Multitudes Argentinas, sostenía, siguiendo este argumento de Sarmiento, que el gran peligro llegaría cuando estos hijos de inmigrantes, nacidos en el país pero culturalmente formados en la cultura de sus padres, ocuparan cargos en el parlamento (Terán, O. 2000).

La otra gran amenaza era el conflicto limítrofe con Chile. Entre 1880 y comienzos del siglo XX, una guerra con el país trasandino era inminente, y el problema que se presentaba, entre otros, era quién defendería el territorio argentino si la población no tenía sentimientos nacionales. También se advertía, en las discusiones educativas, que el Estado italiano, en plena etapa de expansión territorial, había votado en su parlamento partidas de dinero para las escuelas italianas en Argentina, con el propósito de tutelar, en el futuro, a los argentinos. Sarmiento había denunciado estas cuestiones a comienzos de los años 80.

Estos son algunos de los motivos, no los únicos, que emergen en el debate político y educativo y que finalmente concluye a comienzos del siglo XX, con el consenso, bastante fuerte en la dirigencia política de cerrar el ciclo de la república del habitante y crear las condiciones para una república de ciudadanos argentinos.

Ciudadanía y nacionalidad, son dos cuestiones que imperan en el debate de la primera década del siglo XX. La ley del servicio militar obligatorio (1901-1902), la ley Láinez (1905-1906), el programa de educación patriótica (1908), y la ley de reforma electoral (1912), tienen por objetivo, aunque no es el único, de formar ciudadanos argentinos. Pero no dejemos escapar algo sustantivo: circulaban diferentes programas de repúblicas de ciudadanos, unos planteaban una ciudadanía laica, otros una ciudadanía católica, así como también se discutía si era el uso de las armas el primer requisito de la ciudadanía, o su preparación educativa; los primeros aludían al ciudadano soldado, y éste se formaba en los cuarteles y en el servicio militar obligatorio, y otros aludían al ciudadano ilustrado que se formaba en sede educativa. Los programas republicanos se multiplican, sólo he indicado algunos de ellos.

Es en este contexto (o campo de lucha política y educativa) que debemos insertar los escritos de Lugones y de Ingenieros que tienen como propósito brindar un homenaje a Sarmiento. No se trata sólo de un homenaje, sino de una operación por imponer un programa de república, por imponer los fundamentos de la nación y de la ciudadanía. Son textos de combate. Ambos se oponen a la ciudadanía asociada al soldado o al catolicismo. Ambos proponen una ciudadanía laica y científica e ilustrada. Ambos plantean la implantación del espíritu moderno (asociado al laicismo, al trabajo, a la ciencia) en oposición a los guerreros, al espíritu católico. Se evoca a Sarmiento, pero todo el tiempo se habla del proyecto nacional que debe imperar en Argentina.

Mi hipótesis es que tanto Lugones como Ingenieros se proponen legitimar un gobierno de un círculo inteligente que tiene la autoridad (la palabra y la decisión), y expone, por ende, un dogma que da fundamento a la patria y a la democracia. Dicho de otro modo, todos los actores de la patria, (productores de riqueza, obreros, militares, artistas, maestros, etc.,) deben ser conducidos por esta elite inteligente (a la cual pertenecen, según ellos, tanto Sarmiento como Lugones e Ingenieros). El elitismo asociado a escritores (en el caso de Lugones) o de científicos (en el caso de Ingenieros) es el eje que articula todos sus argumentos, y es desde esta perspectiva que interpretan y evocan la figura y los escritos de Sarmiento en el primer centenario de su natalicio.

Sobre esto versa el presente artículo, en la primera parte expondré la reflexiones de Lugones y luego las de Ingenieros.

PRIMERA PARTE

Sarmiento en clave liberal: los usos de Leopoldo Lugones en 1911

Los hombres de espíritu moderno

Un eje parece articular todo el argumento de Lugones: espíritu moderno versus espíritu católico. En su opinión, pero también a los ojos de muchos de sus contemporáneos, esa es la lucha fundamental: la patria, el liberalismo, la democracia, el trabajo, el progreso del siglo XIX, se originan en el Río de la Plata cuando vencen los hombres de espíritu moderno tras destruir el espíritu católico medieval y colonial español.

El clero católico es puesto en el banquillo de los acusados de la razón lugoneana. La historia sudamericana es leída en esa clave, y de ella emerge Sarmiento como el gran héroe de la Argentina moderna. El título del capitulo X de su Historia de Sarmiento (1911), indica su tesis: "El innovador".

Primer clave de lectura: los innovadores, como Sarmiento, asocian moral con trabajo, mientras que los católicos por el contrario le niegan todo valor, y de este modo, el espíritu y la moral cristiana improductiva conducen a la población a la muerte (Lugones, L. 1911, 234) y a la miseria (Lugones, L. 1911, 234-235). El clero y su dogma católico están estrechamente asociados al mal gobierno (Lugones, L. 1911, 233). ¿Por qué Sarmiento es innovador para Lugones? Porque vincula moral con libertad, y libertad con trabajo, y los tres conceptos, moral, libertad y trabajo se articulan en sede educativa. Esto es, los educadores cumplen una función central: son los que difunden el dogma, los valores, e ideales modernos (trabajo, democracia, liberalismo, para citar sólo algunos de los valores e ideales).

Segunda clave de lectura: su liberalismo y su laicismo, siempre están legitimando un gobierno de escritores, o dicho de otro modo, son siempre los hombres de espíritu los que conducen a todos los actores, son los hombres de espíritu los que conducen el liberalismo, la democracia, la república. El liberalismo, de este modo, debe subordinarse al dogma de los hombres de espíritu moderno. Por esta razón, en la lectura lugoneana, Sarmiento ve la importancia del trabajo unido a la moral, unido a la libertad, pero también observa que el individuo librado a la lógica de su propio interés en el mercado es un peligro para la patria1. A sus ojos, cuando Sarmiento impulsa el desarrollo económico siempre está espiritualizando, siempre está uniendo los lazos sociales, imponiendo ideales y valores (que lesionan claramente nociones típicas del liberalismo), como la solidaridad y el desinterés2.

Los hombres de espíritu moderno (escritores, artistas, hombres de ideas, hombres de ciencia) establecen lugares y jerarquías, a cada actor se le da un papel para cumplir. Los productores de riqueza, en este caso, deben ser conducidos por los hombres de espíritu para no poner en peligro la patria, su egoísmo particular conlleva una moral que destruye la solidaridad necesaria e imprescindible de toda sociedad moderna. En cambio, otros actores, como el clero, son excluidos, no tienen lugar ni función, puesto que se oponen al espíritu de los innovadores (como Sarmiento); el dogma católico debe ser destruido para que se imponga el espíritu moderno y los buenos gobiernos.

Lugones legitima, todo el tiempo, un gobierno de escritores, de un círculo inteligente que tiene la autoridad (la palabra y la decisión): todos los actores de la patria (productores de riqueza, obreros, militares, artistas, maestros, etc.,) deben ser conducidos por esta elite inteligente (a la cual pertenecen tanto Sarmiento como el mismo Lugones). El elitismo asociado a escritores con dones espirituales es el eje que articula todo su argumento (Terán, O. 2008).

Ahora sí, veamos algunos rasgos de su trayectoria, y en qué momento de la misma escribe su homenaje a Sarmiento.

Lugones

Se trata de un itinerario conocido, pero se impone recordarlo rápidamente. Leopoldo Lugones, a fines del siglo XIX, adopta posiciones liberales, luego adhiere, junto a José Ingenieros, a un ideario socialista y anarquista en la conocida revista La Montaña. Posteriormente se suma a las filas del roquismo, y se inscribe, al menos hasta la Primera Guerra Mundial, en la tradición liberal, tal como él mismo lo reconoce y sus escritos lo demuestran una y otra vez. En la década de 1920 critica de manera feroz al liberalismo, apoya a Mussolini en Italia, y lanza muy tempranamente la idea de que los militares deben hacerse cargo del gobierno del país (Lugones, L. 1925). En esta misma línea, y sintiéndose un precursor de esta iniciativa, participa activamente en el golpe cívico militar de 1930 (Lugones, L., 1930a; Lugones, L., 1930b; Lugones, L., 1931). Estas breves referencias, que no agotan, obviamente, su trayectoria, son necesarias para ubicar al libro Historia de Sarmiento, editado en 1911, en el ciclo de los gobiernos liberales conservadores, y en la etapa liberal de Lugones (Conil Paz, A. 1985).

La cuestión nacional y los dones del espíritu moderno

A comienzos del siglo XX se produce un consenso en la elite dirigente: se plantea dejar atrás la república del habitante productor de riqueza que ha cumplido, según sostenían, exitosamente su ciclo, estableciendo orden y progreso económico, y se debía pasar a la etapa de la república del ciudadano argentino. Subrayemos este dato preciso: la llamada cuestión nacional es uno de los grandes temas que se debaten en los aparatos del Estado y en el denominado círculo inteligente del país.

Sabemos que Lugones trabaja en las áreas educativas del Estado argentino a fines del siglo XIX y en la primera década del siglo XX: fue maestro, Visitador General de Enseñanza, Director General de Enseñanza, y forma equipos de trabajo con Ministros de Instrucción Pública (primero con Osvaldo Magnasco y luego con Joaquín V. González). Habla, escribe, interviene en la escena pública como escritor, como educador, como poeta. Su operación simbólica une su figura (o mejor dicho sus distintas figuras, escritor, poeta, educador, etc.) con la patria, y con el Estado. En la conmemoración del Centenario de la Revolución de Mayo escribe un poemario (Odas seculares), una serie de ensayos (Las limaduras de Hepahestos. Piedras preliminares y Proscriptos del sol), y un estudio sobre la educación argentina (Didáctica). Estrechamente ligado a estos escritos, en 1913 brinda sus famosas conferencias en el teatro Odeón, bajo la mirada atenta de la plana mayor del gobierno nacional, donde reivindica el valor literario del Martín Fierro (en ese momento no era un libro de culto), y asocia dicha obra con el nacimiento de la literatura nacional y del sujeto argentino, el gaucho cantor (Muzzopappa, H. 2008).

Lugones traza en estos textos una tradición política que liga los nombres de Rivadavia, Echeverría, Alberdi, Mitre y Sarmiento, entre otros y vincula la actuación de estos hombres del círculo inteligente con la formación de la nacionalidad argentina; y en este mismo sentido, y desde un plano literario, sostiene que Facundo, de D. F. Sarmiento, y Martín Fierro, de José Hernández, son piezas literarias equiparables a las grandes obras del período griego, y con ellas, afirma, nace la literatura Argentina.

Establece una relación necesaria entre la patria, la nacionalidad, el gobierno y los escritores o círculo inteligente del país, éstos son los portadores de"ideas prácticas", de "dones espirituales" modernos; hombres que interpretan la realidad política, definen las políticas de gobierno, y hasta son, además, sus ejecutores, como es el caso de Sarmiento (primero Gobernador de San Juan y luego Presidente de la República Argentina).

Lugones y el Centenario del Nacimiento de D. F. Sarmiento

Esta concepción del escritor y de la patria nos revela de manera explícita el lugar que da Lugones a su obra, a su actividad, a su palabra desde el área educativa del Estado, y a su vez nos revela por qué Sarmiento merece un libro, o mejor aún, revela por qué el gobierno argentino brinda un homenaje oficial a su figura y su trayectoria en el primer centenario de su nacimiento. No dejemos escapar algo sustantivo: el gobierno argentino (más precisamente el Consejo Nacional de Educación) reúne a Lugones y a Sarmiento en 1911.

Como en todo homenaje se evoca por un lado los valores positivos de la figura y de la trayectoria del homenajeado, y por otra parte es visible una identificación entre el estudioso y su objeto de estudio: Sarmiento es un espejo para Lugones. Es conocido que el autor del libro es una persona severa. Precisamente, si Sarmiento es un espejo para Lugones no se salvará de su mirada crítica a pesar del homenaje. Pero esto no es todo, tanto Sarmiento como el libro (Historia de Sarmiento) serán puestos en el banquillo de los acusados por el mismo Lugones unos años más tarde.

Lugones por Lugones

En la segunda edición de Historia de Sarmiento, Lugones escribe una nota donde expone su lectura del libro: se trata, desde ya, de una lectura crítica.

Primera crítica: la escritura, la gramática, el estilo. Lugones afirma:

Para escribir y publicar esta historia, dispuse sólo de cuatro meses; pues a plazo tan corto recibí el encargo y tuve que darle fin. Material, a disposición del mismo, redacción y edición, subordináronse, así, a dicha premura. El impresor iba llevándose las carillas, una por una, a veces [...] Esto explica la precipitación y sobreabundancia de algunos trozos, lo que no excluye cierta pobreza gramatical inherente a la misma urgencia; y único defecto que he corregido en parte, pues el resto queda tal cual, a causa de ser aquello un mal ejemplo de redacción cuya enmienda me impone el deber ineludible. Para hacer lo propio con el estilo, habría tenido que escribir ya una nueva obra: tan tramados quedan sus elementos entre sí, por la misma condición adversa con la que, desde luego, no me disculpo. El arte no admite excusas, de suerte que lo antedicho es mera advertencia (Lugones, L. 1960, 5).

Se exhibe un doble error. Lugones y el Estado liberal (más precisamente el Consejo Nacional de Educación) se equivocan: el primero, porque no cumple con la esencia del escritor, escribir con estilo y corrección, y el segundo por editar la obra que es, según confesión de Lugones, un "mal ejemplo de redacción". La improvisación de la edición hecha por el gobierno, y la improvisación del autor sobresalen en la historia del libro según la lectura lugoneana. El autor, en la segunda edición, toma una decisión que poco resuelve el asunto, sus correcciones son parciales porque si debiera corregir de manera más severa tendría que escribir nuevamente el texto3.

El juicio de Lugones sobre su propio escrito no puede ser más duro. Este juicio está estrechamente vinculado a su segunda objeción: la ideología liberal. Lugones escribe:

Bajo igual concepto añadiré que la ideología liberal de este libro, no es la que ahora profeso conforme a la rectificación de criterio que me impusieron la guerra de 1914 y sus efectos tan universales como ella; estados de conciencia cuya sinceridad no es del caso discutir. Sea dicho en homenaje al lector que me lo reproche con idéntica buena fe (Lugones, L. 1960, 6).

¿Cómo interpreta este cambio de postura? Lugones se identifica, una vez más, con Sarmiento:

Por lo demás, Sarmiento me valga. Él también pecó en igual forma; pues solamente los necios jáctanse de no enmendar sus errores, sean ellos literarios o ideológicos. Quien aprende, rectifica; y sin desdeñar, por cierto, las consecuencias de este acto, no habré de creerme inútil mientras conserve tan preciosa facultad (Lugones, L. 1960, 6).

Todos deben sentarse en el tribunal de la razón lugoneana: Sarmiento, Rivadavia, Echeverría, Alberdi, entre otros, son juzgados en los distintos capítulos, pero como se aprecia en esta nota de la segunda edición también, Lugones es severamente cuestionado unos años más tarde una vez que adopta una ideología antiliberal. Dicha obra forma parte de una etapa de la trayectoria lugoniana, y el propio autor lo deja en claro tal como se puede advertir.

Luego de este rodeo regresemos a la fecha del primer centenario del natalicio de Sarmiento y examinemos la concepción del escritor que expone Lugones, específicamente, en el Primer Centenario de la Revolución y en su Historia de Sarmiento en 1911.

Escritores y gobierno: una concepción elitista y racista del espíritu moderno

¿Qué lugar da Lugones a los escritores en 1910 y 1911? Escuchemos algunos pasajes de sus escritos. En Las limaduras de Hepahestos. Piedras preliminares, (Buenos Aires, 1910), interpretando la Revolución y la Independencia afirma que es un error asociar estos acontecimientos con las armas, ya que la tarea militar fue "una acción exterior" a la Revolución subordinada a la decisión de los hombres de ideas, esto es, de los civiles. Esta es su argumentación:

Un concepto estrictamente militar, es decir, falso de la Independencia, que sólo tuvo ese carácter en su acción exterior; y por más que ello produjera páginas épicas como el Paso de los Andes, la acción civil y popular en sus realizaciones fundamentales, la singulariza tanto entre los episodios congéneres, que bien valía la pena conservarla cuidadosamente. A eso debimos la circunstancia única de no haber tenido militarismo como el resto de los países emancipados, al paso que nos produjo fenómenos como el alzamiento gaucho del Norte, donde el combate propiamente dicho fue la excepción mínima y además limitada a la trifulca montonera, nada militar por cierto; para no mencionar el mismo pronunciamiento de Mayo, en el cual la fuerza armada sólo tuvo el trabajo de garantir que dejaría hacer [...] Para honor del país, honor tan insigne y raro, que, como lo dije, constituye una singularidad digna de preferente memoria, las bayonetas estuvieron entre nosotros dominadas siempre por la potestad civil [...] tenemos que San Martín y Belgrano fueron ante todo dos soldados de la ley (Lugones, L. 1910, 204-205).

Este señalamiento apunta al gobierno y a los civiles, a los hombres que fundamentan la ley: en Argentina gobiernan civiles, hombres de ideas, y en otros países latinoamericanos donde impera el mal gobierno los militares han tomado el poder y lo han transformado en un gobierno de caudillos. Destaca, de manera nítida, que las dos figuras claves del mando militar de la Revolución, Belgrano y San Martín "fueron ante todo soldados de la ley". La patria nace conducida por civiles, y los militares más prestigiosos obedecen su dogma.

También los artistas deben seguir el dogma del círculo inteligente. Lugones, en un texto sumamente crítico, expone cómo debe ser el monumento levantado en homenaje del primer centenario de la Revolución (Lugones, L. 1910, 208) y les dirá a los artistas, detalladamente, qué deben saber para proyectar el monumento4. Pero su crítica más feroz se dirige a la comisión organizadora del concurso que no se sostiene en "la razón" sino en "la democracia", en el "sistema parlamentario, en el número". Escuchemos qué dice Lugones:

Entre nosotros, hay una tendencia incontenible a resolver todo por medio del sistema parlamentario, cuyas virtudes quiméricas reposan en la razón de las mayorías, tan despótica como el derecho divino. En vano tenemos a la vista el fracaso, por otra parte universal. La pluralidad de votos continúa hechizándonos con su mito irracional. Y de aquí las comisiones. Por un procedimiento de lógica imperativa, si se conviene en que las mayorías deciden de la verdad, ésta resulta a su vez patrimonio del mayor número. No es así en el hecho, sin embargo, y Jesús se quejaba de estar solo en el huerto... Pero nuestra democracia cree otra cosa, y para decidir cualquier asunto nombra comisiones, cuanto más grandes mejor5.

Para la razón lugoneana la democracia debe ser conducida por el círculo inteligente, todos los actores deben acatar su dogma, esto es, sus valores e ideales, se trate de los artistas o de la comisión organizadora del monumento al centenario de la Revolución.

¿Qué concepto de liberalismo y de nación emerge en estos escritos lugoneanos? Escuchemos, una vez más, sus argumentos:

La verdad es que tenemos muy descuidado el espíritu. Confundimos la grandeza nacional con el dinero que es uno de sus agentes. Hemos puesto nuestra honra en el comercio, olvidando que, por su propia naturaleza, el comercio puede llegar a traficar con nuestra honra. El comercio trafica con todo, porque ésta es su tendencia, como el fuego todo lo quema, porque ésta es la tendencia del fuego. Ni el fuego entiende de no quemar, ni el comercio de no traficar. Ante este grave peligro de la patria, es necesario pensar con claridad y con entereza, proponiendo ideas prácticas a la gente que vive sin objeto [...] Urge sobre todas las cosas, la espiritualidad del país (Lugones, L. 1910, 5).

No dejemos escapar este dato fundamental: Lugones se inscribe en la tradición liberal, y critica, de manera severa, al sujeto económico del liberalismo, y a la esencia de la economía librecambista, el dinero, el comercio. ¿Por qué su mirada es tan crítica? Porque el sujeto liberal siguiendo su propia esencia (traficar, seguir su propio interés particular) rompe, una y otra vez, el lazo social, pero además pone en peligro la honra del país. El problema se aloja en la esencia del mercado: el dinero y el comercio tienden a dominarlo todo en su propio provecho a expensas de la patria.

Habla de los comerciantes, pero todo el tiempo está hablando de la patria y de los escritores. Puntualicemos mejor esto: primero están los escritores, y luego viene la patria, ya que sin escritores la "gente vive sin objeto", y por esta razón sostiene que sin escritores no hay patria. Basta recordar que cuando habla del exilio de Sarmiento en Chile durante el gobierno de Rosas lo expresa claramente: "Se puede vivir sin patria, pero no sin libertad" (Lugones, L. 1910, 5). Dos cuestiones deben ser subrayadas: siempre el escritor ocupa el primer lugar, y la patria viene después; los hombres de espíritu son la autoridad, establecen el dogma o espíritu moderno que da fundamento a la patria; y siempre la libertad que se reivindica de manera plena es la libertad del escritor, ya que sin escritores no hay espiritualidad que de sentido "a la gente", y sin sentido, sin espiritualidad moderna, la patria carece de fundamento. Los escritores proporcionan ese fundamento, esto es, el dogma moderno que debe ser aceptado y practicado por todos los actores.

Escuchemos un poco más a Lugones en este sentido. En su Historia de Sarmiento, aludiendo al gobierno de Rosas, principal estanciero de Buenos Aires, afirma lo siguiente:

La verdadera riqueza consiste en los dones del espíritu [...] cuando nuestros gobernantes fueron hombres de negocios, la política bajó de nivel [...] Luego constituyó un negocio a su vez. Luego el pueblo acabó por negociar su voto (Lugones, L. 1911, 123-124).

La palabra riqueza es resignificada: la riqueza del espíritu es más importante que la riqueza económica. Es más, cuando se han asociado hombres de negocios y gobierno, hombres de negocios y democracia, el gobierno decae moralmente6.

Los hombres de espíritu siempre conducen el proceso histórico, siempre indican a los actores hacia dónde se debe ir, dan el sentido moderno. Primer momento: Lugones sostiene que el valor de la raza blanca europea y el desprecio por las razas inferiores (aborígenes y mestizos) asociado al espíritu moderno lo indican los innovadores como Sarmiento, Alberdi, Mitre, entre otros. El espíritu moderno tiene un sujeto, la raza blanca europea, y tiene un objetivo, destruir, mediante la producción de riqueza, el espíritu medieval y católico. La moral moderna del trabajo vence a la moral católica ociosa que desprecia el trabajo. Segundo momento: una vez que la inmigración blanca productora de riqueza llega al país, y produce el progreso en el mercado, debe ser conducida, nacionalizada y educada, en sede educativa. Y esta educación siempre está subordinada a los hombres de espíritu, su objetivo es difundir su dogma. Para Lugones sin el señalamiento de los hombres de espíritu y sin educación, no es posible la destrucción del espíritu católico y el nacimiento de la Argentina moderna. En su opinión, "Inmigración y educación", sintetizan el programa de Sarmiento; y cuando cita el apotegma alberdiano "gobernar es poblar", Lugones agrega, una y otra vez, "gobernar es poblar con raza blanca".

Esta mirada racista y elitista lugoniana no es particular, sino que forma parte de un sentido común del círculo inteligente del país. Sin duda, este racismo se puede escuchar en la filas liberales, pero también en las filas socialistas, basta recordar los argumentos racistas de Augusto Bunge en 19157, o en los diferentes estudios de uno de los científicos más notorios de esos años, José Ingenieros (Ingenieros, J. 19018). Pero en el caso particular de este estudio, es necesario subrayar que racismo y elitismo son dos claves interpretativas que Lugones invoca para escribir la historia de Sarmiento, y que dicho escrito tiene carácter oficial, ya que es el homenaje que el Consejo Nacional de Educación argentino le brinda a Sarmiento en el primer centenario de su nacimiento. Elitismo y racismo forman parte de la ideología del Estado argentino en 1911, pero a su vez, elitismo y racismo, como trataremos de advertir a continuación, son dos claves interpretativas que comparten Lugones e Ingenieros en su homenaje a Sarmiento.

SEGUNDA PARTE

Sarmiento en clave sociológica: los usos de José Ingenieros (1911-1918)

Homenaje de Ingenieros en 1911

El discurso de Ingenieros en 1911 es un homenaje, celebra el primer centenario del nacimiento de Sarmiento. La forma y el contenido coinciden: se mezcla el elogio, la admiración con la apología, y las imágenes bellas, y hasta sublimes asocian las obras y la figura de Sarmiento con los mitos clásicos de la literatura. Se habla de uno de los grandes hombres del pasado argentino, un genio y, al mismo tiempo, poco apreciado en su época, o peor aún, menospreciado por sus contemporáneos.

Si se trata de una celebración es porque Ingenieros encuentra en su trayectoria política sus propios atributos, esto es, Sarmiento, en este discurso-homenaje, es el espejo de Ingenieros.

Definiciones de Sarmiento: genio, hombre extraordinario, inactual

El Sarmiento elegido es el hombre de ideas, el intérprete, el educador, el legislador, el filósofo de la historia, el sociólogo, el civilizador, el Presidente de la Nación Argentina.

Bien sabemos que Sarmiento gustaba autodenominarse también como el "General Sarmiento" y que usó ropa militar en algunos actos patrióticos8. Este Sarmiento no aparece en el paisaje elogioso de Ingenieros. Lo lee a partir de una clave cara a sus ojos: genios, hombres extraordinarios versus mediocres, hombres vulgares.

No sólo Rosas (feudal) lo castiga, la misma clase dirigente argentina no lo entiende y lo castiga, pero Sarmiento posee ideales, posee la verdad y persiste en su lucha en un medio social hostil, y esta persistencia, lo define, en la opinión de Ingenieros, como genio, como hombre extraordinario.

Sabemos que Ingenieros (aunque participa del roquismo y tiene una buena relación con el ministro J. V. González) se siente incomprendido, y más cuando el Presidente de la Nación, Roque Sáenz Peña no lo elige en la terna de profesores universitarios. Su respuesta, o mejor dicho, su descarga psicológica, fue su libro El hombre mediocre (1913). Expone aquí el elitismo, una categoría que recorre casi toda su obra, para describir, entre otras cuestiones, el nuevo sistema electoral: su adhesión al elitismo de los hombres de saber, y su desprecio por el número, la mediocridad lo lleva a impugnar la reforma electoral (impulsada por Roque Sáenz Peña), ya que a sus ojos se trata de una "degeneración del sistema parlamentario [...] ciertos hombres inservibles se adaptan maravillosamente al sufragio universal" (Terán, O. 1986, 65-66).

El problema de Sarmiento es el problema de Ingenieros: aquel que entiende la realidad no es entendido, aquel que interpreta los problemas, no es interpretado; aquel hombre de saber (un sociólogo, un científico) que posee la verdad, el dogma del espíritu moderno que da fundamento a la democracia, a la patria, es combatido por un medio social y político ciego9. Ese es el Sarmiento que ve Ingenieros.

A sus ojos, Sarmiento es el pensador y el ejecutor, pero primero es pensador, y precisamente porque puede captar la verdad y portar ideales, puede actuar, pelear, y cumplir una función histórica.

Dijo primero. Hizo después... La política puso a prueba su firmeza: gran hora fue aquella en que su Ideal se convirtió en acción. Presidió la República contra la intención de todos: obra de un hado benéfico. Arriba vivió batallando como abajo, siempre agresor y agredido. Cumplía una función histórica. Por eso, como el héroe del romance, su trabajo fue la lucha, su descanso pelear (Ingenieros, J. 1918, 373).

El hombre de acción es colocado, en la lectura de Ingenieros, por encima de todos los actores de su medio social, ya que es el pensador de la patria, aquel que puede ver la totalidad, aquello que los otros no pueden ver10.

Primero piensa (es un genio que piensa, ve la verdad, porta ideales), y luego con estos atributos se convierte en un "genio ejecutor"11. Existe, para Ingenieros, una unidad entre su verdad y su acción, entre los ideales de su juventud y de su madurez, sus equivocaciones forman parte de la tarea del pensar, no empañan su coherencia12.

Los atributos que destaca son los atributos que definen al autor del homenaje. Sarmiento es moderno13, defiende la ciencia y el laicismo contra el catolicismo14. Pero no sólo ve la totalidad de la realidad, sino que vive en ella, la experimenta, es europeo entre argentinos, es provinciano entre porteños, etc. Sarmiento habla, actúa, experimenta lo que describe y lo que quiere cambiar. Y de ninguna manera se adapta al medio social mediocre que no lo entiende, que lucha contra él, por eso se lo califica de "loco"15, es "inactual"16.

En 1911, Ingenieros lo celebra como un genio, y subraya su rasgo fundamental: su perseverancia en un medio social feudal, colonial, bárbaro. Sarmiento persevera porque posee la "verdad", por eso no claudica aunque usen "todas las palabras del diccionario para difamarlo"17.

Sarmiento: precursor de la sociología argentina

Sabemos que entre 1880 y 1904, se produce la consolidación del Estado nacional argentino. En ese período se consolida, junto con la expansión de los estados nacionales europeos y de los Estados Unidos, una disciplina, la sociología, asociada y legitimada por la disciplina guía de la ciencia positivista de fines del siglo XIX: la biología.

Médico y sociólogo, Ingenieros reúne las dos figuras más prestigiosas del círculo científico de fines del siglo XIX y comienzo del siglo XX, y posee las destrezas más fuertes de la ciencia: sabe de medicina, sabe de biología y lee con estas herramientas, el mundo social (Terán, O., 2006 y Terán O., 2008).

Diferentes estudios sociológicos se visualizan por esas décadas en Argentina, y la figura del sociólogo tiene todo un prestigio en el campo de la cultura. José Ingenieros, entre otros, se incorporan a este grupo de estudiosos, o científicos, y su trabajo más maduro fue, sin duda, Sociología Argentina (Buenos Aires, 1918). En su "Tercera Parte" se lee: "Los iniciadores de la sociología argentina". Y a su vez entre los iniciadores se lee: "Las ideas sociológicas de Sarmiento". Ingenieros ubica a Sarmiento como un precursor de la sociología argentina:

Por su intuición, más bien que por sistema, Sarmiento fue un verdadero filósofo de la historia, desde su Facundo, imperecedero por su vigoroso realismo, hasta Conflicto y armonías de las razas en América, esbozo inorgánico de una obra profunda y sintética. Estos dos libros, de indudable interés para la sociología argentina, le señalan como un precursor, entre nosotros, de esa disciplina que alcanzó a barruntar en avanzada hora de su vida (Ingenieros, J. 1918, 391-392).

Ingenieros evoca el pasado, y su objetivo es preciso: inscribir la sociología en una historia nacional, y asociarla a figuras notorias y consagradas en el campo político y cultural (Echeverría, Alberdi y Sarmiento), pero siempre subrayando, nunca deja de hacerlo, que se trata, como en el caso de Sarmiento, de exploraciones "intuitivas", de "esbozos inorgánicos", esto es, no están a la altura de la obra científica de un sociólogo, ni de un estudio "orgánico", "sintético" de la realidad nacional. Se identifica con ellos, pero siempre los mira desde arriba.

A sus ojos, Sarmiento tuvo pretensiones sociológicas tardías. Tardía en relación a Echeverría y a Alberdi, y tardías porque lo hace en su vejez, en su última obra que la muerte deja inconclusa. Los resultados, por lo tanto, tienen deficiencias, y la palabra "tanteo" describe y califica su Conflicto y armonías: se trata de un "feliz tanteo del método sociológico contemporáneo".

La filosofía de la historia, a sus ojos, es el enfoque que domina en los estudios de Sarmiento. Señala dos rasgos conocidos: primero, que la respuesta a los problemas argentinos la encuentra en su viaje a los Estados Unidos de América18, y luego, recuerda que el núcleo de su ideario era compartido por otros, como Alberdi o Varela, tras la caída de Rosas19.

Establece una conexión entre sus dos obras, en su opinión, fundamentales, Facundo y Conflicto y armonías: en la primera visualiza el medio geográfico como clave explicativa, y en la segunda agrega otra clave, la raza blanca europea. Esta última es la gran clave explicativa que evoca Ingenieros (y que también evoca Lugones en su Historia de Sarmiento): democracia, economía moderna, son resultados de la raza blanca europea, y Estados Unidos de América es el ejemplo vivo que indica el camino a seguir.

La voluntad de la raza blanca europea y la cuestión nacional

El conflicto, para Ingenieros, es una lucha de razas. Su admiración por Sarmiento tiene, entre otros motivos, que encuentra esta clave de lectura en sus argumentos. El problema racial no es nacional sino americano (esto es, sudamericano), por eso Sarmiento titula el libro Conflicto y armonías de las razas en América, y toda la falla estuvo en el cruce de razas: la raza blanca española no exterminó al aborigen tal como lo hizo la raza blanca sajona en América del Norte.

Ingenieros subraya que el problema sudamericano es claramente visible a los ojos de Sarmiento: las razas sudamericanas no pueden crear instituciones democráticas, republicanas, ni una economía moderna tal como lo hicieron los quákeros y puritanos de raza blanca en Nueva Inglaterra20 porque en Sudamérica no venció esta raza, sino que se produjo una mestización de españoles con indígenas21. En síntesis: la llamada barbarie sudamericana se explica por el cruzamiento de las razas indígena con la española22. El Sarmiento de Ingenieros está hecho a la medida de Ingenieros23.

La clave racial, el medio físico, y el espíritu católico en la mirada de Sarmiento explican, nos dice Ingenieros, la psicología de la población americana24. Primero: la vinculación del culto del coraje individual y la pereza asociada al desprecio por el trabajo propias de la psicología del criollo hispanoamericano indígena25. Segundo: mientras los yanquis creaban la civilización con el arado y la cartilla, en Sudamérica reinaba el catolicismo, que enseñaba únicamente a rezar y a pelear con la espada26.

La patria se fundamenta, en la opinión de Ingenieros, en el espíritu moderno (trabajo, democracia, república, etc.) y con sujetos precisos: raza blanca europea27. Por eso el proceso revolucionario fue antinacional, fue antipatriótico: triunfan las ideas feudales. Ingenieros sostiene, siguiendo este razonamiento, que la independencia, en el Río de la Plata, deriva en el triunfo del partido conservador que elige a Rosas. Raza, educación, núcleo urbano y adaptación al medio son las claves explicativas:

[...] las clases conservadoras levantaron a Rosas, la bandera del gauchismo contra el europeismo, de las masas pastoras contra las minorías urbanas. Los caudillejos feudales tenían que mirar esa causa con simpatía, porque era la propia, su mentalidad difería de la urbana, no sólo en tiempos de Azara, sino más tarde, en los de Rivadavia y de Rosas. El gran caudillo se formaba desadaptándose a la sociedad urbana a que generalmente pertenecía; era un europeo agauchado, un blanco que encabezaba mestizos, un patrón de estancia, o comandante de campaña que alzaba sus peones o milicias contra todo gobierno organizado: un señor feudal [...] probable es que si Rosas hubiera hecho su educación en Europa y no en las estancias, habría sido un Alvear o un San Martín; y cualquiera de éstos, modelado en la vida de estancia, habría podido resultar un Rosas. Es un problema de adaptación al medio" (Ingenieros, J. 1918, 414).

Una conclusión se impone a Ingenieros: las razas sudamericanas son actores antinacionales, son actores feudales:

El carácter antinacional del caudillismo feudal era absoluto; la federación no interesaba a los caudillos sino como negación de toda autoridad central, de toda unidad de gobierno(Ingenieros, J. 1918, 415).

Los innovadores, como Sarmiento, cumplen una función fundamental: destruyen este espíritu feudal con la implantación del espíritu moderno. Indican el camino: señalan que sólo la raza blanca europea es el sujeto que posibilita la creación de una nación en el Río de la Plata. Ingenieros, como Lugones, sintetiza el legado de Sarmiento en dos conceptos: inmigración y educación común:

Los remedios sociales parecíanle dos: 1. la educación pública; 2. la inmigración europea. Por medio de la primera debía renovarse la cultura de la población nacional, sembrando orientaciones morales y disciplinando el carácter en la acción; para ello urgía difundir el moderno espíritu científico en reemplazo de las supersticiones medievales que fueron el eje de la cultura colonial. Ningún americano batalló más que él por su lema: "educar al soberano" [...] en este concepto, hizo tanto como predicó: legislador y ejecutor de una nueva cultura. La regeneración de la raza argentina, por la sustitución progresiva de nuevos elementos étnicos europeos al mestizaje hispano-indígena, enardecía su entusiasta optimismo [...] En los países y regiones más civilizados de Sud América la "europeización" es ya un hecho realizado, sobreponiéndose la cultura y economía modernas a la herencia medieval que nos legara el coloniaje. Y el fenómeno se irá acentuando, inevitablemente; la más simple observación sociológica permite afirmar esa futura regeneración de la América latina". (Ingenieros, J. 1918, 424).

Ingenieros subraya el éxito de los innovadores como Sarmiento: la europeización es un hecho, se encarnó en el cuerpo rioplatense, resta darle un sello propio, nacional28. Hay que recordar que en 1910, en plena celebración del primer centenario de la Revolución de Mayo, se reproduce en la Revista de Educación de la Provincia de Buenos Aires, el estudio de José Ingenieros, "La evolución de la Sociología Argentina", y el primer parágrafo indica su tesis sobre el porvenir: "El imperialismo argentino". Si la europeización es un hecho, en la opinión de Ingenieros, gracias a la acción de los innovadores como Sarmiento, el futuro es de expansión, siguiendo la lógica de la voluntad de la raza blanca caucásica portadora del espíritu moderno:

El estudio de su presente potencialidad de producción, del progresivo aumento de su población y de las condiciones mesológicas que favorecen su incremento en el siglo actual, puede darnos la medida exacta de las causas sociológicas que le asignaron una función tutelar sobre América Latina. Esta función imperialista, benéficas para las demás repúblicas sudamericanas le corresponde naturalmente, los países que pudieron disputarle esa hegemonía -Brasil y Chile- se desenvuelven en condiciones étnicas o geográficas que son desfavorables a su engrandecimiento económico. No hay por qué vacilar ante la palabra imperialismo. Se trata de un hecho sociológico propio de la evolución económica presente (Ingenieros, J. 1910, 342-343).

Nación y ciudadanía se unen, en la reflexión de Ingenieros, a una empresa de expansión, bajo la denominación de tutelaje, sobre las otras naciones de América Latina. Proyecto de futuro, en el caso de Ingenieros, que va más allá de las ideas de restaurar el virreinato del Río de la Plata, postura, ésta última, que estuvo en la cabeza de Juan Manuel de Rosas, Bartolomé Mitre, Vicente Quesada, entre otros (Cavaleri, P. 2004). Vale decir, este proyecto de expansión no se origina en el momento que escribe Ingenieros, ni en el momento de mayor crecimiento económico de las clases propietarias, sino que forma parte de un postulado que circuló en el debate de la dirigencia política argentina durante todo el siglo XIX, tanto en las filas federales como en las filas unitarias y liberales. Pero no dejemos escapar, para finalizar, un agregado fundamental en el argumento de Ingenieros: la ciencia sociológica indica este camino a la nación Argentina, ya que se trata, nos informa, de un "hecho sociológico propio de la evolución económica presente".

Reflexiones finales

Las intervenciones de Lugones y de Ingenieros en el homenaje al primer centenario del natalicio de Sarmiento en 1911, se insertan, como he tratado de mostrar, en un campo de poder donde se está definiendo cuál debe ser la política nacional y republicana en Argentina. Se habla de Sarmiento y se rinde un homenaje a su trayectoria, pero todo el tiempo se está interviniendo en el campo político, cultural y educativo, con el objetivo de imponer una política republicana y nacional que destruya las otras opciones, tanto las asociadas al catolicismo, como otras asociadas a los militares, entre otras; todo el tiempo se está intentando legitimar un gobierno de un círculo inteligente que tiene la autoridad (la palabra y la decisión), y expone, por ende, un dogma que dé fundamento a la patria y a la democracia. El elitismo asociado a escritores (en el caso de Lugones) o de científicos (en el caso de Ingenieros) es el eje que articula todos sus argumentos, y es, como decía al comienzo, desde esta perspectiva que interpretan y evocan la figura y los escritos de Sarmiento en el primer centenario de su nacimiento.

Notas

1. Lugones escribe: "La moral de la libertad considera que el trabajo es el fundamento de la virtud y la primera de las educaciones. Virtud que tiene su gloria en la tierra: la riqueza bien adquirida; y la educación que enseña a asegurarla como ventaja común, por el respeto del esfuerzo ajeno. Tal fue lo que Sarmiento se propuso, y lo que nos ha asegurado la democracia del porvenir, en la misma crisis de egoísmo actual suscitada por la exageración del aquel impulso" (Lugones, L. 1911, 234).

2. "De ahí su constante afán para implantar las industrias pacientes que cimentan el hogar y engendran la previsión del porvenir; especie de espiritualización del trabajo en la solidaridad que desinteresa y ennoblece; las industrias ingeniosas que vinculan con la ciencia y valoran, junto con el trabajo personal, la dignidad del obrero" (Lugones, L. 1918, 235).

3. "Para hacer lo propio con el estilo, habría tenido que escribir ya una nueva obra" (Lugones, L. 1960, 6).

4. Lugones dice: "Para proyectar un monumento, lo primero que debe saber el artista es dónde va a erigirse; lo segundo, qué objeto se propone; lo tercero, cuál será su carácter pictórico". (Lugones, L. 1910, 213).

5. Luego expresa lo siguiente: "¿Elige, siquiera, para formarlas, el elemento más vinculado con el objeto primordial? De ningún modo. Procede a ubicar en la honorífica congregación apellidos, puestos públicos, compromisos sociales, éxitos mundanos, enemigos políticos, y también algunos técnicos, algunos especialistas, siempre en minoría. ¿Cuál es el resultado, entonces? Excelente en cuanto a la calidad individual de sus miembros, la comisión no puede formar un total siquiera, porque contra toda razón elemental, suma cantidades de distinta especie. Y de ahí sale, naturalmente, el concurso que es la reproducción del error original. Defecto común a todas las comisiones, más no por ello menos deplorable, sitien salva la responsabilidad de cada una en la negación del objeto que las engendra. He ahí la razón del fracaso que comento. Los artistas concurrentes a ese llamado, tenían que ser mediocres como todos los escultores de concurso; y, siendo mediocres, todos sus proyectos debían resultar insuficientes e inaceptables". (Lugones, L. 1910, 119-120 y 121).

6. Sarmiento no sabe manejar el dinero, no sabe de negocios, eso es repetido con diferentes anécdotas que reproduce Lugones. Así como los hombres de negocios fallan en el gobierno, Sarmiento falla en la administración del dinero, cada uno tiene un lugar, y una función, pero siempre hay jerarquías, y siempre los innovadores, como Sarmiento, son los que conducen a los hombres de negocios, y no al revés. Sarmiento no sabe de negocios, no sabe administrar el dinero, pero indica cuáles son las industrias que necesita el país. Lugones escribe: "Propende a que se funde en Tucumán una sociedad para la explotación de materias destinadas a la ebanistería artística, y para la talabartería militar, aprovechándose, así, los famosos taninos vegetales. Al efecto envía desde Chile presupuestos y cálculo de fletes; esboza el plan de una escuela de dibujo para artesanos; ofrécese para contratar oficiales competentes; indica los estilos más aceptables en mueblería; manda juntar en Cuyo sillones viejos de nogal tucumano y los tapiza y pone efuso para valorar la noble materia prima. Todo ello, no hay para qué decirlo, sin la más remota idea de negocio. En 1864, mientras va a hacerse cargo de su legación en los Estados Unido, pide a Venezuela y a Guatemala semilla de añil para Tucumán. Anciano ya, escribe un tratado práctico de selvicultura". (Lugones, L. 1911, 237).

7. Augusto Bunge escribe: "No creer en la existencia de razas inferiores y superiores podrá ser posible a un romántico pero no lo es en el concepto naturalista. El negro es antropológicamente inferior al caucásico, y se comprende que lo es moralmente, si, saliendo de las vaguedades y de los casos individuales, se examinan los hechos en conjunto". (Bunge, A. 1915, 171-172, y Biagini, H. 1985, 21-37).

8. Los mismos educadores lo llamaban así a fines del siglo XIX, los ejemplos se multiplican, veamos algunos de ellos: "El señor general Sarmiento llamó la atención del país sobre la importancia de la Biblioteca Científica Internacional [...]". J. Alfredo Ferreira, "Discurso del Dr. J. A. Ferreira", La Escuela Positiva, Revista Mensual. (Año 1, n. 5, Corrientes, junio de 1985, 222). Otro ejemplo: "Dos años hace que bajó al sepulcro una de las figuras más culminantes de la República Argentina. Hombre distinguido como maestro, como soldado, como escritor y como estadista, jamás mostró el más pequeño desaliento en su penosa existencia, y siempre supo captarse la admiración, la simpatía y el respeto de todos sus contemporáneos". "Domingo Faustino Sarmiento", Revista Pedagógica Argentina. Órgano del Centro Unión Normalista. (Año III, septiembre 1890, n. XXIV, 1).

9. Sarmiento es el genio que ilumina la oscuridad argentina, y de este modo "queda herida mortalmente una era de barbarie", y es "intérprete de la historia. Sus palabras no admiten rectificación y escapan a la crítica. Los poetas debieran pedir sus ritmos a las marcas del océano para loar líricamente la perennidad del gesto magnífico: ¡Facundo!" (Ingenieros, J. 1918, 373).

10. "Se mantuvo ajeno y superior a todos los partidos, incapaces de contenerlo. Todos lo reclamaban y lo repudiaban alternativamente: ninguno, grande o pequeño, podía ser toda una generación, todo un pueblo, toda una raza, y Sarmiento sintetizaba una era en nuestra latinidad americana. Su acercamiento a las facciones, compuestas por amalgamas de subalternos, tenía reservas y reticencias eran simples tanteos hacia un fin claramente previsto, para cuya consecución necesitó ensayar todo los medios" (Ingenieros, J. 1918, 374).

11. Genio ejecutor, el mundo parecíale pequeño para abocarle entre sus brazos; sólo pudo ser suyo el lema inequívoco: "las cosas hay que hacerlas; mal, pero hacerlas". Ninguna empresa le pareció indigna de su esfuerzo; en todas llevó como única antorcha su Ideal. Habría preferido morir de sed antes que abrevarse en la nueva civilización, tuvo siempre libres de cenáculos y de partidos, libres para golpear tiranías, para aplaudir virtudes, para sembrar verdades a puñados. (Ingenieros, J. 1918, 374).

12. "La unidad de su obra es profunda y absoluta, no obstante las múltiples contradicciones nacidas por el contraste de su conducta con las oscilaciones circunstanciales de su medio. Entre alternativas extremas, Sarmiento conservó la línea de su carácter hasta la muerte. Su madurez siguió la orientación de su juventud; llegó a los ochenta años perfeccionando las originalidades que había adquirido a los treinta. Se equivocó innumerables veces, tantas como sólo puede concebirse en un hombre que vivió pensando siempre. Cambió mil veces de opinión en los detalles, porque nunca dejó de vivir; pero jamás desvió la pupila de lo que era esencial en su función. Su espíritu salvaje y divino parpadeaba como un faro, con alternativas perturbadoras. Era un mundo que se obscurecía y se alumbraba sin sosiego; incesante sucesión de amaneceres y de crepúsculos fundidos en el todo uniforme del tiempo. En ciertas épocas pareció nacer de nuevo con cada aurora; pero supo oscilar hasta lo infinito sin dejar nunca de ser él mismo" (Ingenieros, J. 1918, 375).

13.  "Miró siempre hacia el porvenir, como si el pasado hubiera muerto a su espalda; el ayer no existía, para él, frente al mañana. Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y los pueblos fuertes sólo necesitan saber adónde van. Vivió inventando doctrinas o forjando instituciones, creando siempre, en continuo derroche de imaginación creadora. Nunca tuvo paciencias resignadas, ni esa imitativa mansedumbre del que se acomoda a las circunstancias para vegetar tranquilamente." (Ingenieros, J. 1918, 376).

14.  "A los setenta años le tocó ser abanderado en la última guerra civil movida por el espíritu colonial contra la afirmación de los ideales argentinos: en La Escuela Ultrapampeana, escrita a zarpazos, se cierra el ciclo del pensamiento civilizador hincado con Facundo. En esas horas crueles, cuando los fanáticos y los mercaderes le agredían para desbaratar sus ideales de cultura laica y científica, en vano habría intentado Sarmiento rebelarse a su destino. Una fatalidad incontrastable lo había elegido portavoz de su tiempo hostigándole a perseverar sin tregua hasta el borde mismo de la tumba. En pleno arreciar de la vejez siguió pensando por sí mismo, siempre alerta para avalancharse contra los que desplumaban el ala de sus grandes ensueños: habría osado desmantelar la tumba más gloriosa si hubiera entrevisto la esperanza de que algo resucitaría de entre las cenizas" (Ingenieros, J. 1918, 377).

15. "¡El loco Sarmiento! Esas palabras enseñan más que cien libros sobre la fragilidad del juicio social. Cabe desconfiar de los diagnósticos formulados por los contemporáneos sobre los hombres que no se avienen a marcar el paso en las filas; las medianías, sorprendidas por resplandores inusitados, sólo atinan a justificarse, frente a ellos, recurriendo a epítetos despectivos. Conviene confesar esa gran culpa: ningún americano ilustre sufrió más burlas de sus conciudadanos. No hay vocablo injurioso que no haya sido empleado contra él; era tan grande que no bastó el diccionario entero para difamarle ante la posteridad. Las retortas de la envidia destilaron las más exquisitas quintaesencias; conoció todas las oblicuidades de los astutos y todos los soslayos de los impotentes. La caricatura le mordió hasta sangrar, como a ningún otro; el lápiz tuvo, vuelta a vuelta, firmezas de estilete y matices de ponzoña. Como las serpientes que estrangulan a Laocoonte en la obra maestra del Belvedere, mil tentáculos subalternos y anónimos acosaron su titánica personalidad, robustecida por la brega" (Ingenieros, J. 1918, 376-377).

16. "La adaptación social depende del equilibrio entre lo que se inventa y lo que se imita; mientras el hombre vulgar es imitativo y se adapta perfectamente, el hombre de genio es creador y con frecuencia inadaptado. La adaptación es mediocrizadora; rebaja al individuo a los modos de pensar y sentir que son comunes a la masa, borrando sus rasgos propiamente personales. Pocos hombres, al finalizar su vida, se libran de ella; muchos suelen ceder cuando los resortes del espíritu sienten la herrumbre de la vejez. Sarmiento fue una excepción. Había nacido "así» y quiso vivir como era, sin desteñirse en el semitono de los demás [...] Había gestos de águila prisionera en los desequilibrios de Sarmiento. Fue "inactual" en su medio; el genio importa siempre una anticipación. Su originalidad pareció rayana en desvarío. Hubo, ciertamente, en él un desequilibrio: más no era intrínseco con su personalidad, sino extrínseco, entre ella y su medio. Su inquietud no era inconstancia, su labor no era agitación. Su genio era una suprema cordura en todo lo que a sus ideales tocaba; parecía lo contrario por contraste con la niebla de mediocridad que le circuía" (Ingenieros, J. 1918, 378).

17. "Tenía los descompaginamientos que la vida moderna hace sufrir a todos los caracteres militantes; pero la revelación más indudable de su genialidad está en la eficacia de su obra, a pesar de los aparentes desequilibrios. Personificó la más grande lucha entre el pasado y el porvenir del continente asumiendo con exceso la responsabilidad de su destino. Nada le perdonaron los enemigos del Ideal que él representaba; todo le exigieron los partidarios. El mayor equilibrio posible en el hombre común es exiguo comparado con el que necesita tener el genio: aquél soporta un trabajo igual a uno y éste lo emprende equivalente a mil. Para ello necesita una rara firmeza y una absoluta precisión ejecutiva. Donde los otros se apuntan, los genios trepan; cobran mayor pujanza cuando arrecian las borrascas: parecen águilas planeando en su atmósfera natural [...] La ingenuidad de los ignorantes tiene parte decisiva en la confusión. Ellos acogen con facilidad la insidia de los envidiosos y proclaman locos a los hombres mejores de su tiempo. Algunos se libran de este marbete; son aquellos cuya genialidad es discutible concediéndoseles apenas algún talento especial en grado excelso. No así los indiscutidos, que viven en brega perpetua, como Sarmiento. Cuando empezó a envejecer, sus propios adversarios aprendieron a tolerarlo, aunque sin el gesto magnánimo de una admiración agradecida. Le siguieron llamando "el loco Sarmiento" (Ingenieros, J. 1918, 379).

18. Es indudable que, sin embargo, su primer viaje a Europa y a Estados Unidos (1845-1847) le entreabrió horizontes nuevos y fijó las dos ideas de su pensamiento social: educación e inmigración. (Ingenieros J. 1918, 395).

19. Su idioma es el mismo de Varela en el "Comercio del Plata", el mismo de Alberdi en todos sus escritos de la época: la libre navegación de los ríos y la guerra al gobierno de Buenos Aires que tiene sometidos a los demás porque retiene la aduana del puerto único. (Ingenieros, J. 1918, 396).

20. "Mientras en el Norte una gran nación surgía como consecuencia natural de sus antecedentes étnicos y políticos, en el Sud se preparaban la anarquía y el caos, resultados de otros antecedentes no menos naturales. El feudalismo español se continúa en el caudillismo americano; las masas indígenas y mestizas constituyen la materia política que manejan los caudillos. Los núcleos de población blanca y europeizante descienden a todos y proscriptos cuando no se resignan a hacerlo. La falta de cohesión moral y política en las poblaciones sudamericanas, durante el coloniaje, tuvo, en suma causas geográficas y causas étnicas, reflejándose naturalmente en la ausencia de intereses económicos comunes, organizados. La anarquía política coexiste con la anarquía económica en las sociedades pastoras" (Ingenieros, J. 1918, 408).

21. "los males de estos países no eran puramente errores políticos, ni dependían en exclusivo de las condiciones de su naturaleza: radicaban más hondamente, en la mestización "gaucha" de indígenas y españoles" (Ingenieros, J. 1918, 397).

22. "La raza colonizadora de Norte América había organizado la vida económica, que surgió prosperando después de la independencia; la raza que se mezcló con las indígenas del Sur se limitó a explotar las riquezas naturales de estas regiones, sembrando costumbres antisociales que persistieron después de la Revolución. Allá la raza conquistadora introdujo la virtud del trabajo; aquí se limitó a vegetar en la burocracia y el parasitismo" (Ingenieros, J. 1918, 409).

23. No dejemos escapar el tono del escrito, Ingenieros se identifica plenamente con el racismo de Sarmiento, la raza blanca es la clave que torna transparente la historia nacional. Escuchemos a Ingenieros comentando los textos de Sarmiento: "No pudo, felizmente, convertirse la guerra de la independencia en una guerra de razas, levantando a los indios contra los blancos; los únicos que se interesaban en el asunto eran los mestizos, en cuyos labios el amor a los indios significaba cierto odio contra los blancos. A esos mismos mestizos de las campañas pastoras se dirigieron los "Colorados" de que habla Sarmiento, cuando intentaron ahogar en sangre el nuevo espíritu civilizador que alentaba a las pequeñas minorías ilustradas" (Ingenieros, J. 1918, 413).

24. "El resultado básico de este parangón entre las dos colonizaciones fue, para Sarmiento, la evidente inferioridad de la raza española, causante de todos los males sudamericanos, ya fuese por sus propias ineptitudes, ya por su incapacidad de elevar el nivel social de los indígenas y los mestizos [...] La diversa finalidad moral y económica de ambas colonizaciones, engendró el problema grave de la mestización hispano-indígena en Sud América, desconocido, o poco menos, en la del Norte, que desalojó a los indígenas y soportó la vecindad de la raza negra importada sin mezclarse con ella. Por eso, mientras en el Norte una raza europea engendra una sociedad europeizada, en el Sur una raza euro-africana se mezcla a la indígena para constituir un conglomerado en que se suman sus taras [...] La formación de la sociedad colonial resultaría, por consiguiente, incomprensible sin el conocimiento previo del medio físico y de las razas que en él se refundieron; ese fue el estudio que Sarmiento acometió en sus grandes líneas, aunque no pudo realizarlo en forma completa." (Ingenieros, J. 1918, 399-400).

25. "el culto del coraje individual y el sentimiento de la grandeza del país [...] la pereza fue señalada por Sarmiento como otra de las características psicológicas del criollo hispano-indígena; encuentra sus raíces en la indolencia castellana y en el hidalgo desprecio por el trabajo, en cualquiera de sus formas productivas" (Ingenieros, J. 1918, 400).

26. "Para Sarmiento había dos Europa: la una medieval y la otra moderna [...] La civilización yanqui fue obra del arado y de la cartilla; la sudamericana la obstruyeron la cruz y la espada. Allí se aprendió a trabajar y a leer; aquí, a holgar y a rezar" (Ingenieros, J. 1918, 401).

27. "La lucha de medio siglo para organizar las nacionalidades nuevas, la resume en esta frase, pintoresca como suya, "hasta ahora sólo se ha desponchado la América". Durante medio siglo pregonó el único remedio para obviar a los males de las naciones sudamericanas: asimilar la cultura y el trabajo de las naciones europeas más civilizadas, regenerando la primitiva sangre hispano-indígena con una abundante transfusión de sangre nueva, de raza blanca: tal como la habían anhelado Rivadavia, Echeverría y Alberdi.

28. "Su ferviente anhelo implicaba una fácil profecía. En los países y regiones más civilizados de Sud América la "europeización" es ya un hecho realizado, sobreponiéndose la cultura y economía modernas a la herencia medieval que nos legara el coloniaje. Y el fenómeno se irá acentuando, inevitablemente; la más simple observación sociológica permite afirmar esa futura regeneración de la América latina [...] La hora se anuncia en que podamos poner un sello propio, nacional, a esta civilización que se va formando. Sarmiento señaló una ruta a los que viven recelosos de la grandeza yankee, prefiriendo odiarla a imitarla; constituir con todas las pobres y débiles naciones de Sud América una grande y fuerte nación moderna, sobre el tipo de la del Norte, su constante modelo.(Ingenieros, J. 1918, 421-424). 

¡Nunca se apague el eco de esas palabras de Sarmiento! Trabajemos para ser como los Estados Unidos: una raza nueva desprendida del tronco caucásico, plasmada en una naturaleza profunda y generosa, capaz de creer en grandes ideales de porvenir y de marcar una etapa en la historia futura". (Ingenieros, J. 1918. 425-426).

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