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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.14 no.2 Mendoza Dec. 2012

 

COMENTARIO DE LIBROS

Moraña, Mabel, editora. 2008. Cultura y cambio social en América Latina.
Madrid: Iberoamericana - Vervuert. 445 págs. ISBN: 978-848-4893-88-2

Silvia Villa

Universidad Nacional de Cuyo

Facundo Lafalla

Universidad Nacional de Cuyo

 

En el siglo XXI se ha producido un estallido en los estudios latinoamericanos, tanto por la cantidad como por la diversidad de perspectivas teórico-metodológicas que buscan abordar nuestras propias y complejas realidades. Dentro del desarrollo de este campo, Cultura y Cambio Social en América Latina, editado por Mabel Moraña,muestra múltiples maneras de afrontar lo que nos acontece y -por qué no- lo que somos. Estas páginas ponen en evidencian y constituyen algunas de estas avenidas, para las que los paradigmas tradicionales resultan insuficientes e incluso inadecuados.

La obra reúne un conjunto de textos que fueron expuestos en 2006 en el marco del Congreso Internacional del programa de Estudios Latinoamericanos, de la Washington University, en la ciudad estadounidense de Saint Louis. Los autores de estas páginas provienen tanto de diferentes universidades -especialmente norteamericanas-, como de múltiples disciplinas. La gran mayoría de los expositores procede del campo de la crítica literaria, aunque otros lo hacen desde la antropología, los estudios socioculturales y los de género.

El libro se compone de una "Introducción", escrita por la compiladora, y de cuatro grandes ejes estructurantes que engloban los 19 artículos, algunos de los cuales son desarrollados en el presente trabajo.

El primero de los núcleos organizadores se titula "Nación, identidades, territorio", conceptos que son resignificados desde las propias prácticas sociales, políticas y culturales concretas, deconstruyendo su matriz moderna. En este sentido, podemos encontrar un descentramiento de lo nacional desde el estudio tanto de las culturas que se forjan en las fronteras, como de la emergencia de identidades étnico-políticas. Un caso particular es el de Bolivia, sobre el que se aproximan Javier Sanjinés y Bret Gustafson. El primero realiza un análisis desde las categorías propias de la retórica, donde contrapone la metáfora -como lenguaje social legitimado, embellecido- con lo que irrumpe en la Asamblea Constituyente de 2006: la catacresis. Ésta última representa la lógica de los sectores populares acallados, que cuestionan su situación de opresión por parte de los sectores mestizos y occidentalizados que tradicionalmente han ejercido el control del estado. La retórica permite desentrañar esa Otredad que la modernidad ha pretendido negar.

Por su parte, Gustafson aporta a esta perspectiva el estudio de proyectos educativos multiculturales. Aborda dos de las políticas delineadas desde los años 90: una de carácter neoliberal, que pretende traducir a lenguas indígenas la cultura occidental, y otra de perfil descolonizador, que busca rescatar los conocimientos indígenas y atacar las jerarquías preestablecidas. El autor sostiene que ambos proyectos han fracasado al pretender generar cambios sólo a nivel educativo, ignorando la necesidad de transformar las relaciones de poder.

Dentro de este eje, encontramos también un capítulo escrito por Moraña, donde aborda los gobiernos populistas surgidos en América Latina en la primera década del siglo XXI, en un proceso que denomina "marea rosa". Esta se caracteriza por representar una nueva alternativa política desde la izquierda pero que se diferencia sustancialmente de los movimientos de liberación nacional que siguieron a la Revolución Cubana. La autora considera las características comunes de los distintos gobiernos, así como sus diferencias con las experiencias populares del siglo XX. En este sentido, la marea rosa se enfrenta al proceso de globalización a través de una dinámica orientada a promover la participación popular y a defender lo nacional. A diferencia de los artículos anteriormente comentados -que buscaban una reconfiguración de las referencias modernas-, el de Moraña propone afirmar el Estado territorial para enfrentar la agresiva expansión neoliberal.

El segundo eje de la compilación es "Ciudad/ciudadanía", en el que lo urbano aparece como un espacio físico y simbólico donde los sujetos humillados pugnan por constituirse políticamente. Marisa Belausteguigoitia considera el plantón producido en la ciudad de México en 2006 -en reclamo en pos de un conteo electoral transparente- como una afrenta a la ciudad normalizada. Al producirse dicha manifestación popular en el centro de la misma, la metrópoli letrada aparece "rajada" por los sujetos marginales. A través de esta experiencia, los excluidos reclaman la posibilidad de ser reconocidos en su identidad política y social. Belausteguigoitia cristaliza así las "gramáticas de una ciudad tomada" (p. 176). Este mismo acontecimiento también es tratado por Rossana Reguillo, quien lo considera como una contestación a una verdad legitimada tanto por el Estado como por los poderes fácticos y mediáticos.

Otro abordaje de la ciudadanía es el que lleva a cabo Susan Hallstead-Dabove, sobre la incidencia de las prácticas femeninas de consumo en la constitución del imaginario moderno en la Argentina decimonónica. Esta incursión logra una interesante problematización de la historia a partir de preocupaciones propias del siglo XXI.

Los trabajos englobados bajo el título de "Latinoamericanismo, hispanismo y estudios culturales" despliegan argumentos epistemológicos para abordar críticamente la realidad latinoamericana. Esta tarea exige el análisis del estado de situación de dichos campos, considerando sus falencias y sus deudas, para lograr la capacidad de regenerar las categorías y los problemas que se plantean. Uno de estos estudios, el de Santiago Castro-Gómez, recurre a las teorías heterárquicas del poder para analizar la colonialidad. Esas teorías son desarrolladas por Michel Foucault y, en contraposición a las de carácter jerárquico o estructural, reconocen la posibilidad de experiencias autónomas de la subjetividad. Dicha alternativa lleva a Castro-Gómez a reconocer la posibilidad de cuestionar el arraigo de la colonialidad en cada individuo, vislumbrando la constitución de un sujeto poscolonial y poscapitalista. La "desterritorialización de la subjetividad" (p. 231) permite escapar de los dispositivos bio y geopolíticos de la dominación.

Dentro de estas propuestas epistemológicas, es interesante recatar el ensayo de Abril Trigo, centrado en una "crítica a la economía política de la cultura" actual (p. 233), donde la globalización como régimen de acumulación subsume lo social a la lógica del capital. Esta mercantilización abarca las dos jurisdicciones sobre las que opera la cultura: la economía política y la economía libidinal, que se corresponden, respectivamente, a la producción de los bienes materiales y a la de los bienes simbólicos y los deseos. La autora utiliza como metáfora de este sistema un torbellino que atrapa a través de promesas, pero que arroja a las mayorías a sus márgenes, al intentar alcanzar dichas expectativas; sólo unos pocos logran permanecer en el centro. Así como la globalización termina subsumiendo lo libidinal, hace lo mismo con la pluralidad: "Diversity is good business" (p. 263). Trigo concluye que es menester no subordinarse a las lógicas multi e interculturales dominantes, siendo capaces de desarrollar y llevar a cabo proyectos políticos y económicos de transformaciones radicales.

En otra intervención, Ana del Sarto ataca los discursos poscoloniales, considerando que éstos se asignan una "aparente radicalidad" epistemológica. Al desinteresarse explícitamente de las condiciones sociohistóricas, los poscolonialistas han focalizado su atención exclusivamente en la capacidad transformadora del conocimiento, proposición refutada por la materialidad colonial aún vigente en América Latina.

Dislocado, Sebastiaan Faber intenta rescatar en el hemisferio americano los denominados estudios transatlánticos -renovación del viejo hispanismo- al proponer el desarrollo de dicho campo en función de las líneas de investigación y los recursos económicos disponibles en las universidades norteamericanas.

El último eje de esta obra, "Culturas audiovisuales", desenvuelve la relación de éstas con el mercado y la representación de las identidades. En este sentido, destaca el cine, la fotografía y las letras como expresiones históricas y con capacidad de generar debates sociales. Así, Sergio Franco se adentra en la función del signo fotográfico dentro de la autobiografía, género que reemerge junto al individualismo de la crisis de los metarrelatos. Demuestra cómo esta asociación de las letras con lo visual busca expresar el heroísmo triunfante en medio de las inclemencias de la globalización.

Emanuelle Oliveira, por otro lado, analiza films brasileños como Ciudad de Dios y De Paso, que, a través de diferentes estrategias estéticas, visualizan la vida cotidiana de los habitantes de las favelas. Enhebrando los lenguajes cinematográficos con las discusiones ético-políticas, el autor pone de relieve el modo en que el cine puede reproducir las desigualdades sociales o cómo puede colaborar en la construcción de subjetividades más libres.

Si hacemos un paneo general de todas estas páginas, reconoceremos en ellas el esfuerzo transdisciplinario por abordar cuestiones que atañen a lo latinoamericano. El libro evidencia el uso de dispares herramientas teóricas y metodológicas que -a pesar de dicho pluralismo- se orientan en un sentido catacrético: es decir, logra resignificar las categorías de análisis no "por gusto, sino por necesidad" (p. 76), por la urgencia que imponen las realidades que se afrontan.

Si algo podemos advertir a los autores es que el horizonte no puede ser signado por un mero cambio epistemológico, incapaz por sí solo de transformar las condiciones históricas de América Latina. El desafío que plantea esta miscelánea al campo de los estudios latinoamericanos consiste en tener presentes las palabras del dirigente guaraní-boliviano Guido Chumirai: "Cuando los karai (blancos) hablan de cultura, están hablando de folklore. Cuando nosotros hablamos de la interculturalidad, estamos hablando de poder" (p. 97).

Por último, podemos entender estos textos como espacios que aparecen de manera caótica, desperdigados, y por los que el lector puede hallar múltiples entradas a este libro-ciudad. Entradas que no son más que líneas de fuga hacia la problematización de la vida cotidiana en América Latina.

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