SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.15 número1IntroducciónEntre la renovación estética y la renovación política: Políticas del modernismo en Rubén Darío, Leopoldo Lugones y Manuel Ugarte índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.15 no.1 Mendoza jun. 2013

 

DOSSIER

"Patriotismo 'sano' o internacionalismo proletario: Ugarte, Justo y La Vanguardia"1

"'Sane'Patriotism or Proletarian Internationalism: Ugarte, Justo and La Vanguardia"

 

Margarita Merbilhaá

CTCL, IdHICS FAHCE/UNLP - CONICET

 


Resumen

En este trabajo propongo analizar la polémica de Manuel Ugarte con el periódico socialista La Vanguardia, en 1913, situándola en el marco más amplio de los conflictos en torno a definiciones doctrinarias marcadas por una tensión entre el internacionalismo proletario propio del socialismo decimonónico y las preocupaciones por los asuntos nacionales, durante el proceso de consolidación del Partido Socialista de Argentina. Estas últimas se vieron atravesadas por la necesidad de construir definiciones respecto de la inmigración, del imperialismo norteamericano en el subcontinente y de la reciente inserción de Argentina en la división internacional del trabajo. Un examen detenido de algunas intervenciones de Ugarte, Justo y otros colaboradores de La Vanguardia revela una heterogeneidad de posicionamientos mucho mayor de la que ha sido señalada hasta hoy. Así, esto dio lugar a debates doctrinarios descentrados respecto de los debates europeos, que implicaron respuestas creativas en el interior de la Segunda Internacional Socialista durante los años previos a la Primera Guerra Mundial. A su vez, en el caso de Ugarte, la polémica es reveladora de un modo de intervención intelectual que puede caracterizarse en términos de un diletantismo militante propio de la tradición dreyfusiana, acaso en desfasaje respecto de las condiciones de un partido en pleno proceso de institucionalización.

Palabras clave: Historia intelectual latinoamericana; Manuel Ugarte; Juan B. Justo; Socialismo en la Segunda Internacional.

Abstract

I aim to analyze Manuel Ugarte's polemics with the socialist Journal La Vanguardia, in 1913, in the larger frame of the conflicts around doctrinarian definitions, which were characterized by a tension between proletarian internationalism typical from 19th Century Socialism, and a concern about national questions during the consolidation process of Socialist Party in Argentina. This concern was related to the necessity of making definitions on immigration, American imperialism along the Latin American area and the recent Argentinean insertion in international work division. A close approach of some of Ugarte's, Justo's and other articles in La Vanguardia reveals an heterogeneity of positions much bigger than the one that has been observed up to the present. In this way, the doctrinarian debates were a bit off-center in regard to European ones, and they implied some creative responses into the Second Socialist International previous to First World War. Besides, in Ugarte's case, this polemics exposes a particular way of intellectual intervention which can be described as a dilettante engagement specific to Dreyfusian tradition, in phase shift with the conditions of a Party involved in a whole process of institutionalization.

Key words: Latin American intellectual history; Manuel Ugarte; Juan B. Justo; Socialism in the Second International.


 

La polémica2 que Manuel Ugarte entabló en 1913 con La Vanguardia, el órgano del Partido Socialista, puso al descubierto algunas cuestiones que resultaban decisivas en el proceso de definición de la identidad partidaria, tanto en lo doctrinario como en lo político. El debate surgió por un hecho puntual y acaso anodino: los términos en que una nota del periódico aludía a la situación social y política de una república sudamericana, y que Ugarte se precipitó en impugnar por despectivos. Sin embargo, tanto la reacción del escritor como los implícitos de la nota cuestionada, que son señalados en sus objeciones, dan cuenta de ciertas tensiones presentes en el interior del Partido desde comienzos del siglo XX. En efecto, se advierte el peso de la cuestión del "patriotismo" en la propia crítica de Ugarte, como también en los argumentos posteriores sostenidos por las respuestas de La Vanguardia (en notas publicadas sin firma de autor, lo que refuerza el gesto retórico de presentarlas como la voz colectiva de la militancia socialista). En segundo lugar, el escritor plantea una interpretación del imperialismo norteamericano como factor determinante de la falta de desarrollo económico de los países latinoamericanos, una cuestión sobre la que el socialismo, como se verá, no terminaba de fijar una posición3. En este sentido, permite advertir el modo en que gravitaba en el socialismo local, la caracterización de la expansión comercial británica y norteamericana en la región. El examen de la polémica me llevará entonces a relacionar las posiciones de Ugarte con ciertos debates en el interior del Partido Socialista, en particular con algunas intervenciones de Juan B. Justo, que revelan las cuestiones en juego detrás de la cuestión "nacional". Esto invita a revisar el carácter aislado de las disidencias de Ugarte y a considerar su posición en el campo político a partir del análisis de un habitus (Bourdieu, P. 2002) específico de intelectual, del que me ocuparé hacia el final de este artículo.

Me interesa destacar entonces que los temas de la controversia constituyen líneas de tensión solapadas o secundarias dentro de la dinámica partidaria, más allá de que ya se hubiera intentado fijar una línea partidaria en torno a la "cuestión nacional o patriótica"tal como aparece nombrada durante la polémica. Esto se desprende de distintos artículos motivados por el episodio Ugarte, en los que se percibe cierta molestia por el hecho de que el escritor hubiera reintroducido un tema de debate que se tenía por resuelto:

Contra esta acusación que nos lanza Ugarte, después del señor Crotto y monseñor Andrea, repetimos lo que hemos dicho en el artículo "La verdad en su lugar". Nuestro concepto de la nacionalidad está ya clara y definitivamente expuesto en documentos del Partido, que Ugarte desconoce y que han sido publicados en momentos en que se pretendía descalificar el movimiento obrero socialista, acusándolo de extrangerismo [sic.]. Hacemos por la Patria, por su progreso, por su afirmación en la vida culta y civilizada más que lo que hacen los que ponen la patria en versos y discursos. Nuestro patriotismo es la brega diaria, dura y tenaz en pro del pueblo que es el cuerpo de la patria, y sus resultados están ahí, visibles y tangibles; el progreso político y social de la nación argentina (Ibid., 57-8)4.

En este sentido, el hecho de que la primera carta de protesta enviada por Ugarte haya sido sometida a evaluación del Comité Ejecutivo para decidir sobre la oportunidad de su publicación, que luego se concretó, puede interpretarse, más que como un acto inmediato de censura, como indicador de una cierta renuencia a reabrir discusiones que se decían saldadas. De hecho, en las sucesivas respuestas a los artículos que Ugarte publica en La Nación, aparece siempre un tono de fastidio por el hecho de que se tenga que volver sobre la discusión en torno al sentido de la patria para el socialismo.

*

Durante las dos décadas anteriores, en efecto, la cuestión de las fiestas nacionales había estado presente en las columnas de La Vanguardia en ocasión de las fechas patrias y luego, de los festejos del Centenario. También, desde comienzos de siglo, en la Cámara de Diputados, como se refleja en la cita precedente, y finalmente, con motivo de las discusiones enmarcadas en los congresos de la Internacional Socialista.

Como se sabe, entre fines del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial, la cuestión nacional encerraba un núcleo complejo de problemáticas pues exigía definiciones tanto doctrinarias e ideológicas como de táctica específica. Las primeras se vinculaban con la tradición internacionalista, ampliamente difundida en el imaginario militante, tributario de la Primera Internacional, y con el rechazo de los discursos nacionalistas estatales sostenidos por las liturgias militares y eclesiásticas. Entre las cuestiones tácticas, relativas a las posturas partidarias de circunstancia, incidía el contexto local de los debates de la clase dirigente en torno a la nacionalización de las masas trabajadoras. Esto llevaba a que los socialistas miraran con desconfianza los ritos y emblemas que ellos asociaban a la nación burguesa. Al mismo tiempo, la oposición del PS a la Ley de Residencia votada para expulsar a los obreros extranjeros implicados en las luchas gremiales, no podía más que acentuar dicha sospecha, a la vez que se articulaba con el reclamo de la nacionalidad para los inmigrantes, en consonancia con el proceso de consolidación institucional e identitaria de dicho partido (Aricó, F. 1999; Geli, P. 2005). Por último, pesaba también la necesidad de articular los debates internos al partido, forzosamente vinculados a las coyunturas específicas del país, con su pertenencia a la Segunda Internacional y la adhesión a las definiciones doctrinarias en las que eran dominantes las mociones de los europeos.

Varias de estas tensiones se registran tempranamente, como es el caso de un artículo de 1897 que Justo selecciona para su libro Internacionalismo y Patria, en 1941. Se trata de una nota sin firma publicada en La Vanguardiadel 8 de enero de 1897, "Pro Cuba libre. En el Centro Socialista de Estudios" (Justo, J. B. 1941, 105-109). En este artículo que refiere un debate entre Justo y Carlos Malagarriga, sucedido luego de la conferencia de éste último, el reseñista menciona la refutación justiana de la idea de patria, desarrollada por el conferenciante. Haciendo suyas las palabras del dirigente socialista, el autor del artículo se detiene en el valor ficticio que el dirigente otorga a las diferencias entre los hombres derivadas de sus orígenes, y argumenta que otras diferencias más "reales", como las de clase, oponen a los hombres en la época presente y determinan el curso del progreso social de la humanidad. Este primer argumento, entonces, define como elementos regresivos, propios de tiempos pasados, otras diferencias que tal vez hayan tenido en otras épocas su sentido histórico, pero que resultaban inactuales dado el desarrollo social alcanzado en el presente. De este modo, se acerca a la creencia internacionalista dominante, más clásica, del socialismo decimonónico:

Y hoy menos que nunca, y un socialista menos que nadie, puede buscar el progreso en el juego de las preocupaciones patrióticas, cuando en el mundo entero civilizado está planteada la lucha de clases [...] diferencia y contraste frente a los cuales desaparecen las distinciones de frontera, de lengua o de raza, lucha en que se unen los trabajadores del mundo entero (Justo, J. B. 1941, 106)5.

La nota atribuye a Justo, además, la referencia a un "patriotismo vulgar", al que se considera como "causa de debilidad y atraso", que ha dejado de cumplir la función que antes pudo haber tenido, "cuando las colectividades humanas no podían ser determinadas por claros principios económicos" (Ibid., 108). Esta idea de un patriotismo indeseable le sirve al reseñista para introducir una segunda línea argumentativa, vinculada a su preocupación por la nacionalización de los extranjeros. En efecto, el autor del artículo se refiere a la necesidad de "unión y cooperación más completa entre argentinos y extranjeros que tengan iguales intereses que defender..." (Ibid.). A propósito de esto, celebra la "actitud [...] de los trabajadores socialistas que, despreciando toda preocupación patriótica, han tomado carta de ciudadanía y se han incorporado a la vida política del país en que viven" (Ibid., 107). La guerra de independencia de los cubanos contra España, que había motivado el debate y dado su título a la nota de La Vanguardia, recibe escasa mención, y ha quedado lejos en la exposición de las ideas. Como se ve, el debate en torno al patriotismo derivaba en cuestiones que resultaban más urgentes a los socialistas argentinos de entresiglos.

Entonces, estos dos argumentos principales aparecen articulados en el análisis de Justo, resumido en la nota, sin que resulte evidente la vinculación lógica entre éstos: por un lado, el carácter progresivo de la lucha de clases como único elemento distintivo entre los hombres -en tanto vector del "progreso social" (Ibid., 106)- y, en ese sentido, moderno; y por otro lado, la unidad de obreros locales y extranjeros en el interior de una misma nación, se presentan como ideas solidarias entre sí, en consonancia con la línea del Programa socialista. Esta articulación casi ad-hoc, queda sintetizada en la proclama final del artículo: "queremos el bienestar y el progreso de la humanidad, y por él luchamos cuando defendemos nuestros intereses de clase, y contribuimos a la prosperidad y al desarrollo del país en que vivimos" (109). El año de publicación del artículo, 1897, revela la temprana búsqueda de coherencia en torno al Programa partidario que reclamaba por la nacionalización de los trabajadores extranjeros y que se planteaba una estrategia para el campo político local. Justo también encara dos frentes: por un lado la oposición a la Ley de residencia; por el otro, hacia el interior del Partido, su pugna por la construcción de un partido capaz de modernizar el sistema político argentino y que presuponía su carácter nacional6. Según esta posición, el Partido debía adaptarse a la etapa presente, diagnosticada como de expansión sistemática del capital y causante de las migraciones humanas, proceso que define en otro artículo como de "millones de seres humanos en vías de movilización industrial"7, donde queda claramente expresada su intención de explicar el fenómeno inmigratorio a partir de la dinámica capitalista de expansión de las fronteras8.

Ahora bien, quisiera destacar que se da ya en el entresiglos una oscilación de los sentidos en torno a la cuestión patriótica, como puede verse en otra nota de Juan B. Justo, del 6 de junio de 1896, en La Vanguardia sobre "Las fiestas nacionales". Allí el dirigente socialista se refiere a la decisión de la Sociedad de Trabajadores de Tolosa de no participar en los desfiles patrios del 25 de Mayo de aquel año. Si bien apoya la postura, aprovecha la "ocasión" (son sus propias palabras) para "dilucidar la actitud del proletariado militante respecto de las fiestas nacionales en general" (Justo, J. B. 1941, 193). Aunque conceda la primacía que debían tener las fiestas propias de los socialistas frente a las otras, denostadas por su carácter oportunista y burgués y aun antipopular, pone un límite a esa posición:

Pero de ahí a creer que el internacionalismo destruye todo sano sentimiento de nacionalidad y pensar que no ha habido hasta ahora en la historia ningún fausto acontecimiento hay mucha distancia.

Los proletarios franceses tienen que admirar la gloriosa revolución de 1789, que destruyó los privilegios feudales, emancipó las inteligencias y allanó el camino de la igualdad política.

[...] La independencia argentina ha abierto este país igualmente para todos los europeos, nos ha librado siquiera en parte del clericalismo que todavía hoy aplasta con su peso enorme a la inteligencia española, y muy probablemente ha contribuido a un progreso económico más rápido, tan absurda ha sido siempre la política colonial de España (Justo, J. B. 1941, 193-194).

Sin embargo, Justo matiza estos argumentos al indicar que la posición a adoptar respecto de las conmemoraciones de fechas de la historia nacional, responde "más a una razón táctica que de principios" (Ibid., 194). Se advierte la preocupación de Justo por resolver las tensiones que existían en el interior del Partido, entre la defensa de los asuntos nacionales y la tradición internacionalista del socialismo. Lo consigue retóricamente al universalizar las luchas locales: las reivindicaciones sociales y políticas de cada país se presentan como partes de una lucha general del proletariado, movido por idénticos intereses de mejoramiento de las condiciones de vida. La fecha del artículo resulta tanto más relevante, cuanto que revela el carácter local del debate planteado, en el proceso de institucionalización partidaria, y no derivado exclusivamente de las discusiones de los Congresos de la Internacional o de los partidos socialistas franceses o alemanes.

Diez años después, en marzo de 1906, poco antes del congreso partidario donde se discutiría  la naturalización de los extranjeros, Justo vuelve sobre estas ideas para defender la  búsqueda del "bien social (.) donde vivimos y trabajamos"9. Desde la lucha en cada país, sostiene Justo, los movimientos obreros contribuirían a la evolución general y acaso en el futuro, cuando se conquistara la redención de toda la humanidad, llegaría el momento de abolir las fronteras geopolíticas10. En este artículo titulado "Patriotismo", del 22 de marzo de 1906, discute con una proposición elevada al Congreso de 1906 del Partido sobre la "propaganda antipatriótica", que seguramente provenía del ala internacionalista del PS de la Argentina (Camarero, H. 2005). Allí defiende su elección del uso "sobrio" del término, y justifica su empleo a menudo "en sentido irónico", concediendo de este modo que el sentido militarista de los usos oficiales de la palabra podía resultar problemático y requería una toma de distancia. Pero al mismo tiempo, se opone a que el tema sea tratado pues sería para él un error promover actividades contrarias al "país en que se vive" (Ibid., 226), actitud que compara con "el estado mental que conduce al suicidio". Así, redefine el término en un sentido positivo, de preocupación por hacer "el bien social" en el país y de tender a "corregir lo malo". Además, invita a que se debata en el congreso la naturalización de los extranjeros, con el argumento de que así es como "mejor contribuimos al bien universal" (Ibid.). Justo fija una línea que será invocada en las páginas de La Vanguardiadurante el debate que Manuel Ugarte llevó a relanzar, poniendo en evidencia el complejo proceso que derivó en el abandono tanto del internacionalismo proletario como de la desconfianza respecto de las connotaciones militaristas que encerraba el sentido de lo "patriótico". Esta nueva versión de la nacionalidad que pugnaba por imponerse, estará presente en las intervenciones publicadas en el órgano partidario durante la polémica que analizaremos más abajo. Sintéticamente: era en cada país donde se desarrollaban las luchas del proletariado, donde se conquistaba la "elevación material e intelectual del pueblo" (Ugarte, M. 1914, 63) y a través de esto, se alcanzaría la emancipación de toda la humanidad.

Otro espacio en el que se dirimieron las definiciones en torno a la cuestión nacional en la primera década del siglo XX fue la de los Congresos de la Segunda Internacional. Las posiciones que adoptaron Manuel Ugarte y Juan B. Justo en 1904-1907 y 1909, respectivamente, fueron similares. Como se sabe, en dichos congresos estuvo en juego, por un lado, el dilema en torno a la acción política con predominio de la lucha clasista y el parlamentarismo, que derivaban de los debates doctrinarios del socialismo alemán, entre marxistas ortodoxos y revisionistas. Por otro lado, el discurso internacionalista clásico se venía debilitando frente al carácter nacional de las delegaciones, y culminaría en las "unions sacrées" de cada campo político europeo al iniciarse la Primera Guerra Mundial. Recordemos que en aquel momento, más allá de algunas posturas pacifistas minoritarias detrás de Jaurès, asesinado al comienzo de la guerra, de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, por eso expulsados de la SPD, los partidos socialistas se alinearon detrás de su nación de origen.

Tal como analizó Patricio Geli, en cada congreso se tornó hegemónica la aceptación de que la clase obrera se definía por sede nacional, y se asumió progresivamente la "voz del Estado-Nación" (Geli, P. 2005, 142). Para el autor, las posiciones "eclécticas desde lo ideológico" (131), del Partido Socialista argentino, responden precisamente a la necesidad de autodefinirse con una relativa autonomía respecto de las experiencias europeas. Así, por ejemplo, la votación en segunda vuelta, durante el congreso de 1907 en Stuttgart, en favor de la moción parlamentarista de Jaurès, tendiente a autorizar la participación del socialismo en los gobiernos nacionales, permitía a los argentinos alcanzar una mayor flexibilidad para "pergeñar estrategias, necesarias para sociedades capitalistas en formación" (Geli, P. 2005, 132). Otro debate, que se evoca durante la polémica, fue la negativa de Ugarte, y luego de Justo, a votar una moción de boicot de los trabajadores portuarios europeos a los productos exportados desde Argentina, en apoyo a la lucha del movimiento obrero en este país (y en particular, en repudio al Estado de sitio decretado durante las huelgas de octubre de 1905).

*

Precisamente, Ugarte incluye en el libro dedicado a su relación con el Partido Socialista, un artículo en el que informa sobre los debates del Congreso de la Internacional, situándolo entonces como antecedente de sus diferencias con la dirección del Partido. El artículo publicado en La Vanguardia el 2 de septiembre de 1908 (Ugarte, M. 1914, 24) parece estar motivado por la necesidad de exponer su posición respecto de los temas discutidos en el Congreso de 1907, en torno a la oposición entre el internacionalismo histórico del movimiento socialista (que apelaba a la solidaridad de clase y cuya antinomia era el nacionalismo burgués), y las exigencias nacionales de los diversos partidos europeos. Este debate cobra un sentido específico en el contexto local, pues estaba vinculado, tal como hemos señalado, con el proceso de constitución del PS. En su carácter de formación representativa de los intereses del proletariado y en reclamo de su nacionalización, se le asignaba un rol modernizador respecto del campo político nacional (Aricó; Camarero-Herrera; Tarcus): "...el Partido socialista Argentino (sic) ha realizado y realiza obra nacional e internacional. En nuestro país somos la gran fuerza homogénea y coherente que asimila y unifica -dándole fuerza y vigor- al cosmopolitismo reinante"11.

La negativa de Ugarte a promover el boicot de los productos argentinos en los puertos europeos en el Congreso de Stuttgart explica probablemente su decisión de enviar este artículo a La Vanguardia, en 1908. En él predomina un tratamiento doctrinario de la cuestión, antes que la polémica o la autojustificación. En efecto, no se refiere a la circunstancia de la moción de Stuttgart, que sólo aparecerá mencionada cinco años después, en 1913, cuando Ugarte polemice abiertamente con ese periódico.

De un modo similar al que veíamos en Justo, Ugarte relega al porvenir y al orden de los ideales, la posibilidad de "la completa reconciliación entre los hombres, la abolición de las fronteras y el fin de las demarcaciones de nación o de raza" (Ugarte, M. 1914, 24). A su vez, en el mismo artículo, rechaza toda forma de "ser anti-patriot[a]" (Ibid., 24) y busca recuperar positivamente el término bregando por un "patriotismo superior". Así, mientras que el nacionalismo contemporáneo podía explicarse por "los atavismos de los grupos (.) [que] conservan en el pensamiento o en la sangre muchas partículas de los antepasados" (24), cabía a los socialistas, precisamente, vencer aquellos elementos "ancestrales". El "patriotismo brutal" y "egoísta", al que alude refiriéndose sin duda al expansionismo y a la ideología de la superioridad racial, debía ser superado y contraponerse a otro:

patriotismo más conforme con los ideales modernos y con la conciencia contemporánea [...] [que] es el que nos hace defender contra las intervenciones extranjeras la autonomía de la ciudad, de la provincia, del Estado, la libre disposición de nosotros mismos, el derecho de vivir y gobernarnos como mejor nos parezca (Ugarte, M. 1914, 25-6).

De este modo, el partido socialista debía traducir las formas más avanzadas de esta representación de la patria. Y de esta misión hacía depender la preservación del grupo. Aquí puede verse el modo en que Ugarte traslada la noción de libertad individual a la vida de las sociedades, haciendo gravitar, sin explicitarla, la idea decimonónica de soberanía nacional. Por otro lado, el principio de igualdad rige la relación ideal entre los pueblos, en términos semejantes a aquellos propuestos por Justo para interpretar el orden político internacional. Según Ugarte, entonces,

...Todos los socialistas tienen que estar de acuerdo, porque si alguno admitiera en el orden internacional el sacrificio del pequeño al grande, justificaría en el orden social la sumisión del proletariado al capitalista, la opresión de los poderosos sobre los que no pueden defenderse (Ibid., 26).

Es así como recupera principios que eran inapelables para los socialistas, con el propósito de llamar la atención sobre aquellos problemas que considera centrales para los países latinoamericanos. Ese es su modo de exigir al Partido una definición más explícita respecto a la expansión comercial norteamericana y europea. Al mismo tiempo, intenta resolver desde la periferia, las contradicciones derivadas de la asunción de posiciones de la Segunda Internacional, que eludían las declaraciones contrarias a la expansión colonial de los países europeos, impregnadas como estaban del eurocentrismo y de la lógica determinista según la cual el avance de las fuerzas capitalistas conducía al socialismo12. Él mismo dejaba atrás posiciones eurocéntricas como aquellas sostenidas en su crónica de 1904 sobre la colonización francesa en Argelia13, al llamar ahora a los socialistas a "simpatizar con el Transwaal" contra Inglaterra, a "aprobar a los árabes cuando se debaten por rechazar la invasión de Francia [...], admirar a la Polonia [...], defender a la América latina si el imperialismo anglosajón se desencadena mañana sobre ella" (Ibid., 26), entre otras reivindicaciones.

Es evidente que estas tomas de posición están vinculadas a su gira de conferencias por distintas ciudades de Centro y Sudamérica, a través de las cuales difundió entre los sectores juveniles de origen estudiantil -y no solamente obrero- las ideas sintetizadas en su libro de 1910, El porvenir de la América latina14. A lo largo de la gira, Ugarte define la identidad nacional de cada país latinoamericano a partir de su pertenencia a un espacio mayor, subcontinental -y lo hace invocando las figuras de Bolívar y San Martín-. Al mismo tiempo, identifica desafíos comunes en el presente: por un lado, la afirmación de la soberanía territorial frente a acechos colonialistas y por el otro, la necesidad de defender intereses económicos propios, es decir, opuestos a los de las empresas extranjeras instaladas en los países latinoamericanos. La identidad subcontinental y el problema de la dependencia económica y -acaso política- de estos países frente Estados Unidos y Europa se encuentran precisamente en la estrategia geopolítica de su unificación: "Seamos hoy nacionalmente -afirma por ejemplo, ante la Federación Obrera de San Salvador- como los hombres de los tiempos de la independencia y en medio de las dificultades de la hora actual hagamos una cadena con nuestras repúblicas y entrelacemos nuestras banderas y nuestros corazones para vencer las dificultades del siglo" (Ugarte, M. 1978, 202).

Desde el punto de vista argumentativo, Ugarte produce un giro que consiste en trasladar y fundir los intereses nacionales en los subcontinentales, a partir del establecimiento del carácter indefenso común a todas las repúblicas, dado por su diagnóstico de una ofensiva neocolonial y comercial de las potencias imperialistas. Al mismo tiempo, invita a redefinir los sentidos dominantes de la "patria" fuera del marco militar-belicista en que lo hacían los Estados nacionales. Esta forma de nacionalismo continental apelaba al conjunto de la sociedad civil antes que exclusivamente a los sectores proletarios, y que proyectaba soluciones de política exterior que provinieran de cada gobierno. Semejante propuesta no podía más que suscitar reparos en la dirigencia socialista argentina, que en algunos casos aun sostenía las tradiciones obreras del socialismo, pese a que un sector del PS compartiera algunos de los principios que inspiraban estos pronunciamientos, como en el caso de Justo, que han analizado varios historiadores15.

En términos generales, pueden destacarse dos puntos de acercamiento en las posiciones de Justo y Ugarte respecto de las relaciones entre socialismo y nación: en primer lugar, el cuestionamiento del componente "antipatriótico" propio de la tradición internacionalista, en consonancia con la tendencia que se imponía en la Segunda Internacional, más allá de la pervivencia del internacionalismo en el repertorio militante, e incluso de su actualización en los discursos pacifistas más recientes, como el de Gustave Hervé, que será mencionado en los artículos que conformaron la polémica de 191316. En segundo lugar, la reivindicación de un "patriotismo" resignificado17 que cobra ribetes específicos en estos pensadores situados en la periferia, cuando aplican la teoría de la lucha de clases a las relaciones entre estados nacionales en el plano mundial. Todo esto explica el carácter crucial que adquiere el debate en torno al patriotismo resignificado como táctico y "sano"a la vez, en clara disidencia respecto de la tradición internacionalista de muchos socialistas argentinos de la primera década del siglo XX.  

Entonces, el "ala antipatriótica" que condena Ugarte en su libro anónimo de 1914, en términos de "llaga más o menos oculta de la agrupación", probablemente sea la misma contra la que Justo venía discutiendo por ejemplo, a través de los artículos analizados aquí. En este marco, los discursos de Ugarte y Justo sobre la necesidad de expresar otra forma de patriotismo, al que denominan "sano" o "superior", materializan precisamente la articulación vivida como paradojal entre socialismo y nación, para muchos militantes socialistas del período. En efecto, la nueva formulación que ambos proponían evitaba la obligación de descartar el término por el carácter militarista que podía revestir. Y permitía además su reapropiación, pues se lo deslindaba de sus connotaciones oficiales y se le incorporaban aquellos tópicos de lo nacional que circulaban en la cultura popular. Esta confluencia entre Justo y Ugarte lleva a revisar lo sugerido por Norberto Galasso (2001, 225-260 y 1978). Este historiador contrapone la "ideología" de Ugarte, que centra retrospectivamente en la "cuestión nacional" (Galasso, N. 2001, 258), a la de los "justistas" o a la "dirección justista". Explica esta segunda concepción por la sujeción de dicho sector al discurso del "progreso y la civilización", como si Ugarte no lo hubiera también suscripto.

Ahora bien, para evaluar lo que estaba en juego en la polémica de 1913,es importante señalar los reparos de La Vanguardia respecto de la caracterización de la política exterior estadounidense que presentaba Ugarte en El porvenir de la América latina. Así, en una reseña del libro publicada en ese periódico en mayo de 1911, en efecto, se afirma que la denuncia del "peligro yanqui" no es más que una "proclama alarmista". Con su marcado optimismo evolucionista depositado en el progreso, la nota ilustra la concepción mecanicista característica del socialismo en la Segunda Internacional:18 

No creemos en la dominación yanqui y opinamos que toda la conquista no pasará de las republiquetas en donde se vive en perpetua revuelta...No siendo posible la conquista por la guerra, no debe inquietarnos la conquista comercial. [...] Tenemos motivos para creer que la intervención o conquista de las repúblicas de Centro América por los Estados Unidos puede ser de beneficios positivos para el adelanto de las mismas. [...] El gremialismo obrero en Cuba ha tomado impulso después de la guerra, gracias a la influencia norteamericana. En Puerto Rico se araba con el arado de palo. La injerencia de los Estados Unidos ha comportado el progreso técnico en todos los órdenes de las actividades. Es que en el contacto de razas tienen que predominar los elementos mejores de la raza más civilizada. (La Vanguardia, 28/05/1911; citado por Galasso, N. 2001, 193-4; cursiva nuestra)

Es esta perspectiva sobre los países latinoamericanos que Ugarte detecta en la nota sobre el aniversario de la independencia de Colombia, dos años más tarde, y a partir de la cual estallarán las diferencias con el director de La Vanguardia, Enrique Dickmann. El suelto se refería al atraso de ese país y depositaba esperanzas en la prosperidad de Panamá, el antiguo departamento colombiano recientemente autoproclamado independiente. Las expresiones del periódico socialista implicaban indirectamente una posición favorable a esa reciente separación, que había sido promovida por los Estados Unidos y realizada en beneficio de las elites locales, que habían cedido a ese país el control sobre el canal interoceánico en construcción. Según el autor anónimo de la nota, la contribución de Panamá haría posible su ingreso "al concierto de las naciones prósperas y civilizadas"19. Esta falta de caracterización de la acción norteamericana como imperialista, que Ugarte no aceptará, puede vincularse ante todo con la persistencia de la lógica positiva del progreso capitalista en los análisis internacionales del socialismo.

En la primera réplica, la protesta de Ugarte se centra en el desdén con que se aludía a la situación de Colombia, pero hace hincapié en la desatención, por parte de La Vanguardia, a la injerencia estadounidense en el territorio colombiano20. La intervención de Ugarte, al exigir una rectificación de lo que entiende como una ofensa al país sudamericano, implica en realidad una exigencia mucho mayor, de definiciones respecto de la cuestión imperialista. De hecho, a través de este pedido de rectificación, interpela al Comité Ejecutivo para que se expida sobre la estrategia de unión entre las repúblicas, como quedará demostrado en las respuestas del periódico socialista. Es recién en la segunda carta enviada al director del órgano oficial del Partido, publicada en La Nación, que Ugarte denunciará la pervivencia del antipatriotismo, cuidándose de distinguir entre las convicciones de los miembros del Comité Ejecutivo y las de los afiliados anónimos del partido. Con esto queda claro que el suelto, más allá de la genuina reacción de Ugarte, es una ocasión para forzar al Partido a mayores definiciones en materia de relaciones internacionales.

Precisamente, la respuesta del periódico, en la voz no declarada de Enrique Dickmann, es una defensa de la "objetividad" que inspiró la caracterización de Colombia como país atrasado en términos de progreso. Esta defensa se funda en una contraposición entre un análisis científico de la sociedad, legitimado en el materialismo dialéctico, y otro marcado por el sentimentalismo o la subjetividad, atribuido indirectamente al adversario. Para justificar las evaluaciones anteriores, invoca cifras tomadas del informe de un censo de 1912, que aludía a "la superstición e ignorancia de la masa popular"21. Así, el artículo no se rectifica sino que intensifica las afirmaciones, al extenderlas ahora a todos los países latinoamericanos, en un gesto claramente provocativo para quien lo había cuestionado.

Dickmann se apoya además en el análisis de Justo en Teoría y práctica de la historia, que aparece extensamente citado en el artículo. Un segundo motivo clasista da fundamento a las posiciones del columnista, cuando denuncia a los gobiernos oligárquicos de las repúblicas latinoamericanas. De este modo, la solidaridad de clase es presentada como un principio situado por encima de las fronteras geopolíticas, ante el cual el "imperialismo yanqui" no sería otra cosa que un "espantajo" que no haría más que eludir el cuestionamiento de "la tiranía interna"22 de las clases dominantes de cada país. Este argumento se refuerza en el hecho de encontrar coherencia con la proclama internacionalista clásica:

[...] Y contra la unión y solidaridad de las oligarquías norte y sudamericanas, opongamos la unión y solidaridad de sus clases laboriosas y fecundas. Y repitamos la gran frase final del histórico manifiesto comunista: "Proletarios de todos los países, uníos" (Ugarte, M. 1914, 34).

Un tercer argumento de Dickmann, sin embargo, reconoce parcialmente la tendencia expansionista estadounidense ante la cual Ugarte exigía definiciones, pero en realidad, esto le permite reafirmar la línea partidaria, al defender la necesidad de construir un partido moderno en cada ámbito nacional, que sea capaz de consolidar al proletariado local -y naturalizado- y así de avanzar hacia el "progreso" social general:

Es realizando la gran obra constructiva de elevación económica, política y social del pueblo trabajador como se asegurará la autonomía y la independencia nacionales y la fraternidad y solidaridad internacionales.

Mucho y muy bueno tenemos que aprender del gran pueblo norteamericano. Y lo único que podemos oponer al dominio y expansión del capitalismo yankee es el despertar de la conciencia histórica del proletariado latinoamericano, su organización en partido de clase.

En este sentido, el Partido Socialista Argentino ha realizado y realiza una gran obra nacional e internacional. En nuestro país somos la gran fuerza homogénea y coherente que asimila y unifica dándole fuerza y vigor al cosmopolitismo reinante. Y al proletariado latinoamericano ofrecemos nuestro método, nuestro ejemplo y nuestra literatura para que cuanto antes se ponga en movimiento hacia su emancipación [...]. Tenemos estrechas relaciones de solidaridad con los socialistas uruguayos; los obreros chilenos; los bolivianos y peruanos siguen ansiosos nuestra obra; nuestra literatura socialista circula en todo el continente...

[...] La expansión del socialismo a los pueblos latinoamericanos nos será su salvaguarda y constituirá su gran barbarie contra la invasión del imperialismo yankee (Ibid., 33-34).

[...] Publicada la antedicha carta [de Ugarte en La Vanguardia] estábamos obligados a expresar nuestro punto de vista sobre el socialismo y el panamericanismo para no ir a remolque de una pretendida confraternidad latinoamericana que nosotros consideramos insubstancial e inconducente tal como la plantea el ciudadano Ugarte (42) [Segundo artículo en respuesta a Ugarte, del 29/07]).

En pocas líneas de un mismo artículo, aparece expuesta la línea partidaria. El párrafo condensa, además, dos representaciones antinómicas de los Estados Unidos que dan cuenta de la convivencia compleja de viejos y nuevos sentidos dentro del pensamiento socialista: por un lado, los Estados Unidos eran la materialización del desarrollo económico que se extendería por todo el mundo, y por otro lado, ese impulso innegable podía significar una amenaza imperialista.

La respuesta de Ugarte no se hace esperar. Claramente, la solidaridad de clase no ocupa ningún lugar en sus argumentos. La defensa es a "los pueblos lastimados" que necesitan una defensa "desinteresada" de "quien los conoce, quien no puede aspirar en ellos a ningún papel político." (Ugarte, M. 1914, 38). En esta segunda, Ugarte explicitará el tema conflictivo desde el punto de vista doctrinario, del "patriotismo", al sugerir que la cuestión nacional que había asomado en el diagnóstico negativo acerca de Colombia, era la misma que acechaba constantemente respecto del "alma de nuestra República" (49). Y es entonces cuando lanza su pregunta retórica acerca de la pervivencia del "eterno antipatriotismo, llaga más o menos oculta de la agrupación" (38), sobre la que volveré más abajo.

Pero lo que resulta más llamativo en ella no estriba tanto en la argumentación, puesto que se retoman los términos que había desarrollado antes, relativos a la afirmación de una solidaridad transnacional opuesta a "la descortesía [...] contra los países hermanos" (37). Ante todo, sobresale el gesto simbólico de ruptura: en un acto de afirmación de independencia y desinterés, típica del habitus de escritor engagé, que por elección se ha volcado a la acción, Ugarte lleva el debate fuera del órgano partidario, nada menos que a La Nación, al habérsele rechazado la publicación de su réplica. El gesto de ruptura también puede verse en la retórica de victimización y de pugna personal entre el escritor y los miembros del Comité Ejecutivo, que aparece en la segunda carta. Algo de esto intuyen los contrincantes que irónicamente contraponen el "lirismo sentimental de los poetas" bajo la inspiración de "la musa de Clío", a las posiciones cientificistas que se adjudican "las leyes fundamentales de la Vida y de la Historia quienes guían nuestros pasos a través del intrincado laberinto de los movimientos sociales" (Ibid., 33). En el mismo sentido, los artículos de La Vanguardia interpretan la renuncia de Ugarte a la candidatura a diputado que se le había propuesto en aquel año electoral, como una falta de voluntad para intervenir en la lucha, y no dudan en asociarla a la comodidad de escritor, que prefiere "contemplar el mundo desde la torre de marfil y rimar buenas o malas coplas amorosas" (Ibid., 55).

Resulta significativa la nueva sección que el periódico decide abrir, dedicada al "Socialismo y panamericanismo". Este título introduce un uso particular del "panamericanismo", que pasa a designar, en el marco del discurso del periódico, una "pretendida confraternidad latinoamericana", de la que además se distancia por considerarla "insubstancial e inconducente tal como la plantea el ciudadano Ugarte" (Ibid., 42). Sintomáticamente, en este gesto de desconocimiento del uso vigente, asociado a los congresos homónimos impulsados por la diplomacia estadounidense, se trata de descartar la relevancia del debate que por lo que venimos analizando, aun dividía posiciones. El propio Ugarte se encarga de objetar la elección del término, en una de las cartas. Ugarte renuncia al Partido tres meses después de la polémica con La Vanguardia, cuando está a punto de ser expulsado por otro motivo (un reto a duelo hecho a Alfredo Palacios). Recurre nuevamente al diario de los Mitre para exponer sus motivos en un "Manifiesto" (21/11/1913).

Como he intentado analizar hasta aquí, detrás de los reparos expresados en torno a los juicios negativos respecto de un país sudamericano, existían otros más netamente teóricos. Un aspecto significativo del "Manifiesto" ugarteano de ruptura definitiva, publicado en La Naciónen Noviembre de 1913, gira en torno al hecho de que, además de referirse a incompatibilidades de pensamiento entre él y la dirección del Partido respecto de la necesidad de un "patriotismo superior" y de la unidad latinoamericana, Ugarte aborda cuestiones doctrinarias más centrales. En efecto, en su artículo, asocia el internacionalismo clásico "antipatriótico" de un sector del PS, a sus posiciones ortodoxas respecto del carácter revolucionario de la vía hacia el socialismo. En este sentido, en su intervención, Ugarte reafirma su adhesión al Programa Mínimo del Partido Socialista impugnando "los desarrollos y prolongaciones que le quieren dar algunos" y sus derivas más radicalizadas: no abandona su condición de socialista que adhiere a las transformaciones de la sociedad vigente, "pero de una manera serena y razonable". Se declara socialista "como puede serlo un hombre que además del 'Capital' ha leído las rectificaciones de Bernstein y de Kautsky y la obra considerable de los impugnadores de la escuela materialista y del determinismo histórico", y se inscribe en el "eclecticismo de la tendencia democrática" (105). En estos dos aspectos se sintetiza su idea de una primacía de la nación sobre la clase, por un lado ("sólo puede existir un proletariado feliz en una nación próspera"), y de defensa del acceso a la "justicia" por la vía de las reformas, frente a la acción directa, la que llega a asociar a una tendencia suicida, a la que debía oponerse la preservación "general", esto es, por fuera de la lucha de clases ("la preocupación de la justicia, por encomiable que sea, no debe sobreponerse al instinto de la conservación general"; 105).

De este modo, la polémica con el periódico del PS pone también de manifiesto los reparos de un sector de la dirigencia socialista ante sus conferencias por Latinoamérica. Los pronunciamientos ugarteanos expresaban un giro inusual, como se ha visto, sobre todo en la retórica del "patriotismo superior", al descartar definitivamente la solidaridad de clase por encima de las fronteras. Paradójicamente, como se ha visto, su posición coincidía en gran medida con algunas de las afirmaciones de Justo. Ahora bien, lo que más irritó a sus adversarios fue que se agitara una cuestión que se había logrado dejar en sordina, es decir el dilema entre el internacionalismo y un patriotismo resignificado23. Y además, que se reclamaran posiciones difíciles de asumir, como un programa de estrategias de acercamiento diplómatico entre los Estados latinoamericanos. Finalmente, por supuesto, estaba la cuestión imperialista que recibía un tratamiento oscilante dentro del órgano oficial del Partido, como ha revelado esta polémica.

*

¿Cómo no ver entonces, en la ruptura de Ugarte, una autoafirmación, típica de la intervención intelectual, que opta por una afirmación principista y ligada a su experiencia personal, en este caso, su reciente gira por Latinoamérica? La reacción que termina alejándolo del Partido es reveladora del "diletantismo militante" analizado por Christophe Prochasson como característico de la tradición dreyfusiana. En esta posición, sobresalen según él:"los límites de la intervención militante de los intelectuales, por oposición a los profesionales de la política. Los primeros son diletantes, sometidos al cambiante oleaje de sus humores y su sensibilidad" (Prochasson, C. 1993, 129). Así se entiende que, en el libro de 1914, la autodefensa de Ugarte esté centrada en una autoimagen del escritor desinteresado que ha elegido abrazar una causa noble, sin esperar ningún cargo político, y es capaz de abandonar las filas partidarias porque no lo condicionan ataduras laborales o financieras respecto del Partido:

He venido al socialismo hecho ya, trayéndole mi nombre de escritor, sin pedirle nada a cambio, llegando a renunciar a las situaciones que me ofrecía, mientras otros, a veces con bagaje precario, se hacían una plataforma del grupo y llegaban a situaciones que sin él no hubieran alcanzado nunca ([Ugarte], Manuel Ugarte y el PS, 38).

De este modo, se trata de un escritor-intelectual que exhibe la posesión de principios propios, independientes del Programa mínimo del PS, con el que puede establecer una relación distanciada, acordando con algunos de los lineamientos y alejándose de otros. Finalmente, Ugarte construye en este libro de 1914, una autoimagen heroica forjada mediante su victimización: expone sus sospechas, por ejemplo, con respecto a un acto deliberado de silenciamiento cuando, varios meses antes de la polémica, el órgano socialista había anunciado erróneamente la hora de llegada del tren que lo traía a Buenos Aires -pese a que él mismo lo había informado telegráficamente-, lo que redundó en la ausencia de todo recibimiento colectivo. En el mismo sentido, denuncia que La Vanguardia no había publicado sus cartas de réplica, y así justifica su decisión de continuar el debate fuera de la prensa militante24.

Con esta polémica en torno a la identidad entre patria y continente, se cierra el ciclo partidario de Ugarte. Sus diferencias culminan en una autolegitimación anclada en la figura de un profeta que puede dirigirse a la multitud sin mediaciones partidarias. Él mismo así lo sugiere al informar que su viaje a Montevideo, donde dará una nueva conferencia, le impedía continuar la polémica:

El lunes salgo para Montevideo y no podré contestar a lo que es de prever después de esta carta; pero mi causa queda en buenas manos, porque queda en manos de la opinión pública, hasta la cual no llegan las pequeñeces de los hombres y de la masa sana del partido, que me ha visto siempre desinteresado y leal (Ugarte, M. 1914, 39).

De alguna manera, esa posición de diletantismo propia del ethos dreyfusiano se continúa en la fundación del diario La Patria, dos años después de su expulsión del Partido Socialista, en noviembre de 1915. Allí termina Ugarte de construir una trayectoria claramente independiente de las formaciones político-partidarias. El título mismo del periódico resulta sugestivo, y podemos vincularlo directamente con los temas de la polémica con La Vanguardiaque han sido reseñados aquí. Al romper con el Partido, Ugarte había reafirmado su socialismo, y llegado incluso a declarar el carácter más íntegro de su ideología respecto de "los que pretenden acaparar el título, porque en vez de buscar la realización de un imposible, persigo la grandeza de una colectividad" (111). Dos años más tarde, en un artículo dedicado a la Primera Guerra Mundial, Ugarte vuelve sobre sus diferencias partidarias, en "El ocaso socialista y la guerra europea"25 el 16/5/1916, publicado en La Nación. Significativamente, en ella puede leerse otra autofiguración de su ethos militante, cuando Ugarte recuerda las circunstancias de su acercamiento a las formaciones políticas y artísticas al llegar a París a fines de 1897:

El asunto Dreyfus, que tan hondamente agitó la opinión hace años, favoreció en Europa una subversión profunda y coincidió con el auge inesperado de las ideas avanzadas. Al contacto de los grupos revolucionarios y extremistas con las élites intelectuales y sociales, nació el idealismo optimista, el pacifismo ferviente y el humanismo invasor, que parecía anunciar una nueva era de transformación mundial. Muy pocos se resistieron al contagio de esa atmósfera. Filósofos, dramaturgos, poetas y publicistas llevaban la rebelión a los periódicos, los escenarios y las bibliotecas, y aún aquellos que por pertenecer a clases privilegiadas tenían mucho que perder en la emergencia, se sintieron ganados por el hálito de reparación y de justicia que se adueñaba de las almas.

El socialismo adquirió así en el viejo mundo un prestigio y una difusión que hizo admitir como posible el advenimiento de la nueva sociedad entrevista por los teóricos [...]. Y enormes oleadas heterogéneas fraternizaban con los obreros y los empleados, los intelectuales y los aristócratas, llevaron hasta los congresos la lógica implacable de Bebel, el apóstrofe meridional de Ferri, la impetuosa arremetida de Vandervelde y la magnificencia esplendorosa de Jaurès.

De más está decir que, de acuerdo con lo que hemos comprobado, las chispas del incendio se comunicaron sin tardanza a nuestra América. Una gran capital cosmopolita como Buenos Aires, ofrecía el más propicio ambiente a todas las amplificaciones... (214-215; cursiva mía).

Sucesivamente, Ugarte va evocando la función reveladora del caso Dreyfus y el impacto de los valores dreyfusianos entre los jóvenes provenientes de la burguesía -como era su caso-, el engagement de los intelectuales a través de sus producciones, la difusión del socialismo a nivel mundial, y la proliferación de doctrinas emergentes, desde el reformismo obrerista al pacifismo humanista.

Para concluir, digamos que el examen de la polémica de Ugarte con La Vanguardia, y su contexto más amplio de debates, ha echado luz sobre las tensiones entre, por un lado, la línea predominante en ese periódico,que sostenía el internacionalismo clásico al que estaba asociada una perspectiva clasista y una desconfianza respecto del "patriotismo" de los discursos políticos dominantes, y por el otro, posiciones menos atadas a las tradiciones del movimiento obrero. Tal como he podido analizar, en esta línea se coloca Ugarte pero también, Juan B. Justo, aunque de un modo más concesivo. A su vez, estos núcleos conflictivos son reveladores del proceso complejo de definiciones doctrinarias y de consolidación de la identidad partidaria propias del socialismo local. Además, dan cuenta de la particularidad continental de los debates en juego en el período anterior a la Primera Guerra Mundial. Por último, la polémica revela con mayor claridad las condiciones de enunciabilidad del discurso ugarteano, al tiempo que permite explicar el tipo de relación diletante que estableció con la dirigencia del Partido Socialista, a partir de su habitus de escritor.

Notas

1. Este trabajo presenta una versión ampliada y revisada de un apartado de mi tesis de doctorado en Letras: Trayectoria intelectual y literaria de Manuel Ugarte, 1895-1926. 2009. UNLP: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.

2. En 1914 Ugarte publica anónimamente el libro Manuel Ugarte y el Partido Socialista (documentos recopilados por un Argentino), editado por la Unión Editorial Hispano-Americana, Buenos Aires-Barcelona. En él se recopilan los artículos y cartas privadas aparecidos en torno a esta polémica. Se puede tener acceso a las circunstancias político-ideológicas y personales de la expulsión del Partido y simultánea renuncia de Ugarte, ocurridas entre fines de julio y noviembre de 1913. Los artículos de La Vanguardia pertenecieron a Enrique Dickmann, entonces director del periódico y miembro del Comité Ejecutivo. El debate, que Ugarte lleva fuera del periódico al publicar artículos en otros diarios porteños, termina en agosto. Unos meses después, una discusión con Alfredo Palacios, cuyo contenido no se menciona, lleva a Ugarte a retarlo a duelo. El asunto encierra peripecias novelescas. El duelo -práctica entonces ilegal y prohIbida por los estatutos del Partido- no se llevará a cabo y valdrá la expulsión de Ugarte, no así la de Palacios, porque, al ser diputado nacional, la resolución de su expulsión debía emanar de un congreso partidario. Norberto Galasso (2001, 249-252) reconstruyó detalladamente las circunstancias del altercado con Palacios a partir de noticias en la prensa porteña. Según el autor, en el origen del enojo con Palacios, que motiva su decisión de retarlo a duelo por una supuesta ofensa, estuvo el silencio de éste y de otros compañeros de militancia, durante la polémica con La Vanguardia.

3. Cf. Geli, P. 2005; Camarero, H. y C. M. Herrera. 2005; Merbilhaá, M. 2011.

4. La siguiente nota fue publicada en el periódico con fecha 31 de julio de 1913. Como mencioné en nota anterior, se puede adjudicar a su director (el propio compilador de la polémica lo menciona en el libro, como también el dirigente socialista Torcelli en una carta que le envía a Ugarte y que se reproduce en el mismo volumen).

5. Debe aclararse que el sujeto enunciador de las ideas expuestas resulta ambiguo en el artículo. En efecto, por momentos el reseñista atribuye explícitamente las ideas a Justo pero pasa luego a incluir a un enunciador vago como "los socialistas" y "nosotros" y va borrando las marcas del discurso indirecto (verbos asertivos y sus conjunciones; la tercera persona en referencia a un nombre propio) -además de no recurrir al discurso directo en su relato-. De este modo, sólo tomamos como propios de Justo, aquellos pasajes del artículo que no contengan ambigüedad.

6. Sobre el proceso de constitución del Partido Socialista en Argentina, Cf. Camarero y Herrera (op. cit.). Los autores analizan las discusiones planteadas en su interior entre la idea de un partido revolucionario definido por su identidad de clase, y un partido reformista legal, de base pluriclasista en el que el parlamentarismo juega un papel decisivo. Así, interpretan su concepción de "la lucha política como la forma más elevada de la lucha de clases", lo que explicaría la necesidad de su intervención "científica" en la vida institucional para acelerar el proceso de "evolución económica"de la sociedad argentina (Camarero, H. y Herrera, C. 2005, 13).

7. "La Patria". En La Vanguardia. 26 de mayo de 1906.

8. Precisamente, en un artículo posterior sobre "La inmigración" (La Vanguardia. 30/03/1915), Justo define las migraciones de obreros como un "fenómeno necesario y sano" y sostiene que "responden a la evolución económica impuesta por nuestra conquista del medio físico-biológico y por el progreso de la técnica" (Justo, J. B. 1941, 109).

9. "Patriotismo". (Justo, J. B. 1941, 224-6).

10. También puede citarse a modo de ejemplo el fragmento de una conferencia de 1898 sobre la "Teoría científica de la historia y la política argentina", incluida en la misma compilación: "Amo el país en que vivo [...]; una viva simpatía me une a todos los que aquí trabajan y luchan, y para ellos deseo la vida de los hombres fuertes, inteligentes y libres; [...] me llamo argentino, y quiero que éste sea el nombre de un pueblo respetado por sus propósitos sanos y sus acciones eficientes; veo que todavía cada pueblo tiene una bandera, y deseo que, mientras la humanidad no tenga una, la argentina o la sudamericana flamee en estas tierras" (Ibid. 105; la cursiva es mía).

11. [E. Dickmann] 29 de julio de 1913, citado por Ugarte, M. 1914, 43.

12 .El propio Justo lo percibe retrospectivamente, quince años después, cuando evalúa alguna de las posiciones de la 2da Internacional, en el momento de consolidación de la Tercera internacional. En sus "Fundamentos del programa de acción socialista internacional" presentado en el Congreso extraordinario del Partido Socialista de 1921, señala el hecho de que, en el Congreso de Stuttgart, entre otros, "en el fondo de las conciencias subsistía la idea de la lucha necesaria y eterna entre los pueblos, idea que, al no manifestarse en el reconocimiento pleno de las fuerzas históricas constructivas y en el cuidado de su amplio y libre desarrollo, tomaba fatalmente el camino de un imperialismo más o menos disimulado". Así explica que esos congresos no se hubieran "atrevido tampoco [...] a promover una enérgica agitación antimilitarista, ni la huelga general en caso de guerra". Al no establecer explícitamente como un postulado fundamental el libre acceso de los hombres a las fuentes naturales de vida y a los productos del trabajo humano, la libre circulación de hombres y cosas por el mundo, según Justo, los socialistas europeos tuvieron que inclinarse ante el sistema colonial militarista, aunque en apariencia lo condenaran" (Justo, J. B. 1941, 55). En el mismo artículo, Justo llega incluso a hablar de "imperialismo subconsciente de muchos socialistas europeos" (56). Queda en evidencia el modo en que en el núcleo de la "cuestión migratoria" debatida en 1907, estaba en juego el abandono de una posición eurocéntrica, implícitamente colonialista, de los socialistas europeos.

13. Este artículo fue publicado en París, en La Revue y luego en El arte y la democracia (1905. Valencia: Sempere).

14. En un gesto fuertemente simbólico, Ugarte se despide de la capital francesa dictando una conferencia en la Sorbona sobre "Las ideas francesas y la emancipación americana", en octubre de 1911. A los pocos días se embarca con destino a Cuba, donde dicta sus primeras conferencias. Luego pasa por Santo Domingo. De enero a febrero de 1912 permanece en México, luego continúa por Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, San José de Costa Rica. En julio viaja a Nueva York adonde dicta la conferencia "Los pueblos del Sur ante el imperialismo norteamericano" en la universidad de Columbia. De allí se dirige a Colón (Panamá), Caracas, Bogotá, Cartagena de Indias. En enero de 1913 está en Quito, en febrero, en Lima; en abril, en La Paz y Santiago de Chile. En julio pasa por Buenos Aires -adonde no puede dictar su conferencia- y luego habla en Montevideo, Río de Janeiro y Asunción (octubre). Regresa a Buenos Aires donde residirá hasta enero de 1919, año en que parte hacia Madrid. Se instala en Niza en 1921, enfermo de una fiebre amarilla contraída durante su estadía en Brasil. Las conferencias se publican en 1922 en Mi campaña Hispanoamericana (Barcelona: Cervantes). Cf. la "Cronología" establecida por Norberto Galasso (Ugarte, La patria grande, Ayacucho) y AGN, Leg. 2228, 2230, 2234, 2242, 2250.

15. Cf. Aricó, F. Si bien en Alfredo Palacios también pueden verse prácticas más personalistas y heterodoxas respecto del PS, su intervención latinoamericanista es posterior a la de Ugarte y se da cuando ya está fuera del partido. (Cf. "A. Palacios", Tarcus, H. (Dir.). 2007).

16. Ugarte retoma textualmente la caracterización que hace Jean Jaurès acerca de la "paradoja" insostenible de Gustave Hervé. En un artículo del 20 de Mayo de 1905, el dirigente socialista pone un freno a las divisiones suscitadas por los discursos antipatrióticos de Gustave Hervé que promovían la huelga de los soldados y postulaban la "indiferencia de ser alemán o francés" (Jaurès, J. 1905). Sobre las circunstancias en que Jaurès toleró por un tiempo la prédica de Hervé, antes de contradecirla, pues implicaba un instrumento de intervención en los debates de la SFIO, como también ante la Segunda Internacional, acerca de los peligros de la guerra, ver el análisis de Heuré, G. 1999.

17. Un detalle resulta significativo en una carta de Justo publicada en La Vanguardia, referida a las declaraciones del congreso de la 2da Internacional de 1910 en Copenhague. Este comienza con una descripción del decorado de la sala de reuniones, donde subraya la conjunción de las banderas rojas y de las del país de origen de cada delegación. Justo celebra que "Ya en el adorno del local revelábase el inteligente concepto que los organizadores de aquel Congreso tienen del internacionalismo [...]. Para la obra de la paz y la solidaridad humana, la bandera roja acogía allí a las banderas nacionales, que, como símbolo de los diferentes países, pueden subsistir sin peligro en nuestras solemnidades, como los escudos y estandartes medioevales de provincias y ciudades persisten todavía en las ceremonias oficiales" (Justo, J. B. 1941, 4).

18. Cf. Camarero, H. y C. Herrera. 2005; Tarcus, H. 2007. Esta perspectiva está presente en los análisis de Justo sobre los Estados Unidos, recopilados en su Viaje a los Estados Unidos (1898), como así también en su Teoría y práctica de la Historia (1909). Me he referido a esta cuestión en "Representaciones finiseculares de los Estados Unidos en el socialismo argentino: los tempranos diagnósticos de Juan B. Justo y Manuel Ugarte" (Merbilhaá, M. 2011). Para cuestionar las posiciones de Ugarte, la reseña sobre el ensayo de Ugarte retoma precisamente los análisis de Justo acerca de los países centroamericanos.

19. La Vanguardia, 21/07/1913. Citado por Ugarte, M. 1914, 27.

20. Lo que más condena Ugarte es la falta de oposición, por parte del periódico socialista, a la injerencia norteamericana en las reivindicaciones separatistas de Panamá, el departamento colombiano que había contribuido a que Colombia perdiera el control de la región del Istmo, en noviembre de 1903 (sólo quince días después de haberse declarado soberana, Panamá firmaba la sesión de los derechos de construcción y explotación del Canal en favor de los Estados Unidos, a través el Tratado de Hay-Bunau-Varilla).

21. Ibid., 29.

22. De hecho, dicho reajuste será designado unos días después, en términos de "nuestra objetiva y serena exposición sobre lo que nosotros sincera y lealmente creemos ser el buen panamericanismo" (41).

23. Prueba de esto son los términos que aparecen en las notas de lectores, referidos, por ejemplo, a que "la patria, el patriotismo y la bandera son, para la clase que suda por el mendrugo diario, cuestiones respetables pero secundarias" (Ugarte, M. Ibid., 63). Asimismo, son reveladores los motivos esgrimidos durante la asamblea de la 20a Sección del Partido Socialista dedicada a decidir sobre la expulsión de Ugarte, los que dan cuenta de las resistencias que inspiraba la prédica ugarteana: "Considerando que la actitud de Ugarte, dentro del Partido Socialista, es sumamente perjudicial para la causa del proletariado, por cuanto fomenta el confusionismo doctrinario y obscurece el verdadero concepto de la "lucha de clases"; comprendiendo que su obsesión latinoamericanista y su excesivo apego al atavismo patriótico están reñidos con el socialismo." (Ibid., 97). Por último, no debe de haber sido muy ajena a este episodio la publicación de Dickmann, de su libro Nacionalismo y socialismo, en 1916, en plena guerra mundial -además-.

24. Otro rasgo de esta posición de intelectual-diletante puede verse en su intención de no dictar su conferencia latinoamericanista -como parte de la gira emprendida en México- en un ámbito estrictamente partidario. Para eso, solicita primero el Teatro Colón que el Intendente le niega. Las razones por las que declina la invitación de algunos centros socialistas para dictarla, las expone en un artículo del 27 de junio de 1913 en La Vanguardia, anterior a la polémica: "Antes de intervenir en ningún acto público, quiero, de acuerdo con mis principios, dar cuenta ampliamente a la juventud y al pueblo de Buenos Aires de mi campaña en América". Finalmente, acepta la propuesta de los estudiantes de la UBA de dictar su conferencia en un anfiteatro universitario (citado por Galasso, N. 2001: 235).

25. Galasso lo incluyó en Ugarte, M. La Nación latinoamericana (214- 224).

Bibliografía

1. Altamirano, Carlos (Dir.). 2008 y 2010. Historia de los intelectuales en América Latina. T. 1 y 2. Buenos Aires: Katz.         [ Links ]

2. Angenot, Marc. 2000. Les grands récits militants des XIXe et XXe siècles. Religions de l'humanité et sciences de l'histoire. Paris: L'Harmattan.         [ Links ]

3. Angenot, Marc. 2010. La propaganda socialista: elementos de retórica y de pragmática. En Interdiscursividades: de hegemonías y disidencias, 113-161. Córdoba: UNC.         [ Links ]

4. Aricó, José. 1999. La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América Latina. Buenos Aires: Sudamericana.         [ Links ]

5. Bourdieu, Pierre. 2002. Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Anagrama.         [ Links ]

6. Camarero, Hernán y Carlos M. Herrera. 2005. El Partido socialista en Argentina. Buenos Aires: Prometeo.         [ Links ]

7. Galasso, Norberto. 1978. Prólogo. En Ugarte, Manuel. La nación latinoamericana, X-XXV. Caracas: Ayacucho.         [ Links ]

8. Galasso, Norberto. 2001. Manuel Ugarte y la lucha por la unidad latinoamericana. 1ª ed. 1974: Eudeba. Buenos Aires: Corregidor.         [ Links ]

9. Geli, Patricio. 2005. El Partido socialista y la IIda Internacional: la cuestión de la inmigración. En El Partido socialista en Argentina. Compilado por Camarero, Hernán y Carlos M. Herrera. 121-143. Buenos Aires: Prometeo.         [ Links ]

10. Heuré, Gilles. 1999. Gustave Hervé, cas pratique de biographie. Le mouvement social (París) (186) 9-21 http://gallica.bnf.fr/Links ] Helvetica, sans-serif">.

11 Hobsbawm, Eric. 2006. La era del imperio, 1875-1914. Buenos Aires: Crítica.         [ Links ]

12. Jaurès, Jean. 1905. Editorial. En L'Humanité (París) (1, 18 avril 1904) http://gallica.bnf.fr/        [ Links ]

13. Justo, Juan B. 1941. Internacionalismo y Patria. Buenos Aires: Claridad.         [ Links ]

14. Löwy, Michael. 1981. Trayectoria de la Internacional socialista en América Latina. Cuadernos políticos (México) 29, 36-45.         [ Links ]

15. Merbilhaá, Margarita. 2011. Representaciones finiseculares de los Estados Unidos en el socialismo argentino: los tempranos diagnósticos de Juan B. Justo y Manuel Ugarte. A contracorriente. Journal on Social History and Literature in Latin America. (Carolina del Norte. http://acontracorriente.chass.ncsu.edu/index.php/acontracorriente/article/view/93#.VAbo7VffVBk) 9 (1).         [ Links ]

16. Portantiero, Juan Carlos. 1999. Juan B. Justo. Un fundador de la Argentina moderna. Buenos Aires: FCE.         [ Links ]

17. Prochasson, Christophe. 1993. Les intellectuels, le socialisme et la guerre. Paris: Seuil.         [ Links ]

18. Real de Azúa, Carlos. 1950. Ambiente espiritual del Novecientos. Número (Montevideo) 15-36.         [ Links ]

19. Tarcus, Horacio. 2007a. Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos. Buenos Aires: Siglo XXI editores.         [ Links ]

20. Tarcus, Horacio. 2007b. (Dir.). Diccionario biográfico de la izquierda argentina. De los anarquistas a la "Nueva izquierda" (1870-1976). Buenos Aires: Emecé         [ Links ].

21. Terán, Oscar. 2000. Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la "Cultura científica". Buenos Aires: FCE.         [ Links ]

22. Ugarte, Manuel. 1914. Manuel Ugarte y el Partido Socialista (documentos recopilados por un Argentino). Buenos Aires-Barcelona: Unión Editorial Hispano-Americana.         [ Links ]

23. Ugarte, Manuel. 1978. La nación latinoamericana. Caracas: Ayacucho.         [ Links ]