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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.15 no.1 Mendoza jun. 2013

 

DOSSIER

 

De líder del antiimperialismo latinoamericano a "figurón": una relectura de la condición marginal de Manuel Ugarte en los años treinta

From a Latin American anti-imperialism leader to a "demodé figurehead": a rereading of  Manuel Ugarte´s marginal status in the thirties

 

Silvina Cormick

UNQ/UBA - CONICET

 


Resumen

Este trabajo tiene por objeto analizar el proceso de creciente marginalización que experimentó la figura de Manuel Ugarte (1875-1951) hacia los años treinta del pasado siglo. Hasta entonces, y desde su despertar a la vida pública a fines del siglo XIX, este intelectual había ocupado un lugar central en el escenario político-cultural latinoamericano en virtud, por un lado, de su participación en los círculos literarios vinculados al modernismo latinoamericano. Por otro, como corolario de su campaña antiimperialista y latinoamericanista emprendida hacia comienzos de siglo que lo convirtió, en los años veinte, en un referente indiscutido del antiimperialismo impulsado entonces por intelectuales y juventudes latinoamericanas. No obstante, en la siguiente década, el prestigio de Ugarte inició un férreo declive que se correspondió con el progresivo aislamiento de su figura del mundo político-cultural latinoamericano. De ese lugar marginal habría de rescatarlo, posteriormente, un sector de la izquierda nacional como precursor del "socialismo nacional".

Palabras clave: Manuel Ugarte; Declinación; Latinoamericanismo; Antiimperialismo.

Abstract

The purpose of this work is to analyze the process of increasing marginalization experienced by the figure of Manuel Ugarte (1875-1951) during the 1930s'. Until then, and since his irruption into public life by the end of the Nineteenth Century, his intellectual figure had played a key role in the Latin American political and cultural scenarios by virtue, on the one side, of his presence in literary societies belonging to the Latin American modernism. On the other side, as a corollary to the Latin-Americanist and anti-imperialist campaigns initiated by the beginning of the Twentieth Century which turned his figure, during the 1920s', into an undisputed reference of the imperialism stimulated by the intellectuals and Latin-American youths of that time. However, within the following decade, Ugarte's public recognition experienced a steady decline that matched his increasing isolation from the Latin American political and cultural scenarios. His figure was to be revived, at a later stage, from such isolation, by a sector within the local left as an early figure of the "national socialism".

Keywords: Manuel Ugarte; Marginalization; Latinoamericanism; Antiimperialism.


 

Introducción

En las últimas décadas, el estudio de la trayectoria de Manuel Ugarte ha conocido un renovado impulso. Mediante aproximaciones provenientes de la crítica literaria, la historia de las ideas y la historia intelectual así como de la utilización de la metodología de redes se ha revisado, bajo nuevas luces, tanto sus obras literarias y ensayísticas como las redes político-intelectuales en que esta figura participó tanto en Europa como en América Latina. En particular, estos trabajos se han enfocado por un lado, en el período de entre siglos en el cual Ugarte publicó sus primeras obras y participó de los círculos literarios vinculados al modernismo latinoamericano. Por otro, en la campaña antiimperialista emprendida por Ugarte que lo colocaría, en los años veinte, como un referente ineludible de los diferentes movimientos antiimperialistas surgidos en América Latina. Si bien, estos nuevos estudios han permitido avanzar en la comprensión de algunos de los momentos más salientes de la vida de este intelectual, es mucho todavía lo que nos resta conocer. En particular, el declive de su figura pública así como su estancia chilena, sus vínculos con el nacionalismo y el peronismo y su posterior recuperación por la izquierda nacional no han sido suficientemente examinados y se hallan a la espera de una revisión.

En ese sentido, y retomando los aportes historiográficos recientes, este trabajo presenta, en sus primeros apartados, algunos aspectos centrales de su itinerario intelectual de las primeras décadas del siglo XX y, luego, se centra en un momento específico de su trayectoria que invita a una relectura del camino hacia la marginalidad que Ugarte experimentó hacia mediados de los años treinta. Sin pretender agotar aquí esta problemática, sino más bien señalar algunos caminos y lecturas posibles que ayuden a su comprensión, postulamos que el ocaso de Ugarte se correspondió, antes que a la encarnación de la figura del "maldito" o el "incomprendido" que tanto él mismo como Norberto Galasso -su principal biógrafo- han sostenido, con el propio posicionamiento político-ideológico que él asumió en esos años y cultivar un voluntario aislamiento.

I. El período de la bohemia modernista y el despertar de su conciencia antiimperialista

El despertar de Manuel Ugarte a la vida pública puede ser situado hacia 1896 cuando fundara, en Buenos Aires, La Revista Literaria1. Esa primera incursión editorial, que duraría sólo un año, se alistaba dentro del modernismo latinoamericano que entonces surgía en el continente como un nuevo movimiento intelectual. Un movimiento de renovación estético-literaria que había encontrado en las publicaciones culturales un espacio singular de intercambio y difusión de esa nueva sensibilidad artística y de sus cultores (Zanetti, S. 2004, 19)2. Fue, pues, en ese contexto en el cual Ugarte inició su primera experiencia literaria, comenzó a ampliar su horizonte de pertenencia y emprendió su viaje rumbo a Europa en 1897 donde permaneció hasta 1903.

Ambas experiencias, su primera empresa editorial -La Revista de Literatura- y su viaje a París, deben ser comprendidas en el marco de las estrategias posibles y disponibles que entonces podían desplegar aquellos que aspiraban a vivir de la literatura. Pues, si la publicación de una revista literaria propia y la colaboración en ajenas permitían a los jóvenes alcanzar cierta notoriedad pública que las ediciones particulares de libros les negaba; el "viaje a la Meca" representaba tanto la posibilidad de conocer las nuevas tendencias estético-literarias como la de vivir de su profesión y aspirar a la consagración. A la vez, como recuerda Beatriz Colombi, la experiencia de la colonia de hispanoamericanos asentados en el eje Madrid-París fue significativa en tanto estableció pautas y espacios de sociabilidad y reconocimiento intelectual, propició la conformación de una identidad de sentido continental así como estimuló diversos intentos por definir, delimitar y difundir una literatura hispanoamericana a la vez que ofreció un marco en el cual dirimir polémicas estéticas y promocionar la propia obra (Colombi, B. 2004-2008).

El viaje a la Meca emprendido por Ugarte representa un ejemplo exitoso de ascenso e integración al mundo de las letras hispanoamericanas de entre-siglos. Contando en su haber con la breve experiencia de su revista, escasos contactos epistolares con intelectuales del continente, la figura y la obra de Ugarte era prácticamente desconocida al arribar a París3. En su estancia en esa ciudad estableció vínculos con escritores hispanoamericanos residentes en París e inició su colaboración con el periódico argentino El Tiempo en su intento por "hacerse un nombre" en las letras del continente mientras sus obras continuaban publicándose en Buenos Aires bajo edición del autor4. Su "labor activa como escritor", como él mismo comentara, comenzó hacia 1901 con la publicación de Paisajes Parisienses que, con prólogo de Miguel Unamuno, había editado en forma particular en París (Ugarte, M. 2001, 53). Luego accedería a un contrato con la casa editorial francesa Garnier la cual reeditaría esa obra y publicaría, el año entrante, Crónicas del Bulevar prologado por Rubén Darío. Con ello, alcanzaba el escritor-poeta su objetivo de "dar el salto del 'amateur' al profesional" al tiempo que expandía su circuito de influencia y obtenía el reconocimiento de los principales referentes de la literatura hispanoamericana (Ibid.)5.

Asimismo, en su estancia parisina -bajo el influjo del Affaire Dreyfus-, Ugarte adoptó el modelo del intelectual como intérprete e interventor en los asuntos públicos que ensayaría en sus primeros artículos antiimperialistas (Colombi, B. 2004, 177). Desde esa ciudad, este joven literato había conocido los ecos de la intervención de los Estados Unidos en la guerra hispano-cubana de 1898 -cuyo resultado fue sellado mediante la firma de un tratado que tuvo lugar en París a fines de ese año- y las críticas que ese accionar había despertado entre la intelectualidad del continente. Fue pues ese evento el que motivó su viaje a los Estados Unidos, México y Cuba a fin de forjarse una opinión acerca del apetito expansionista de la gran nación del norte la cual expresaría, poco después, en sus escritos El Peligro Yanqui y La Defensa Latina. En esos trabajos, publicados en el diario El País de Buenos Aires en 1901, Ugarte avanzó hacia un análisis del influjo ejercido por los Estados Unidos sobre el resto del continente y postuló los lineamientos de una estrategia defensiva latinoamericana que debía partir por un lado, de la unidad de América Latina y, por otro, de la competencia inter-imperialista entre Norteamérica y los países europeos (Galasso, N. 1973, 94-97). Con ellos, Ugarte se incorporaba a una serie de discursos críticos respecto a las aspiraciones de los Estados Unidos sobre Latinoamérica que, por entonces, circulaban en el continente y que, algunos años atrás, Oscar Terán caracterizaría como el "primer antiimperialismo norteamericano" (Terán, O. 1986).

Hacia 1903, disponiendo ya de cierto reconocimiento literario, retornó momentáneamente a Buenos Aires donde transformó sus iniciales simpatías por el socialismo -al cual se había acercado en París cautivado por la prédica de Jean Jaurès- en afiliación partidaria. Ingresó así en el Partido Socialista a la vez que forjó nuevas amistades literarias con Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Emilio Becher, José Ingenieros (Tarcus, H. 2011-12) y, en especial, con Alfredo Palacios con quien conformó una dupla que representaría, al interior del partido, "la posibilidad de conciliar el cultivo del arte y la transformación de la sociedad" que seduciría a los jóvenes intelectuales que se incorporaban al partido (Prislei, L. 2005, 226).

Por entonces, como ha señalado Margarita Merbilhaá, sus trabajos comenzaron a mostrar una orientación sociológica más definida tanto en sus análisis sobre el panorama de la literatura hispanoamericana como en sus ensayos sobre las sociedades contemporáneas (Merbilhaá, M. 2004, 2). En la estela de estos trabajos se halla su libro El porvenir de la América Latina publicado en 1910. Tal como deja entrever el título, la problemática que organiza el texto se centra en las posibilidades de los países de América Latina para el progreso y la vida independiente en un contexto de progresivo avance de los Estados Unidos sobre la región. En ese sentido, como ha señalado Carlos Altamirano, el planteo del autor contrastaba con otros trabajos contemporáneos que abordaron, en términos comparativos, los desarrollos históricos desiguales de Estados Unidos y América Latina. Pues, mientras éstos partían de una perspectiva positivista por la cual remitían las condiciones del atraso de la región a las particularidades del "medio físico, el clima o la constitución étnica de sus habitantes", Ugarte apelaba para su explicación a motivos de orden político: la disgregación de los pueblos hispanoamericanos y las diferentes costumbres políticas e ideas que prevalecían en cada América. (Altamirano, C. 2005, 118). Con un enfoque despojado del determinismo biologicista que primaba entre sus pares podía así Ugarte lanzar su llamamiento a la inteligencia y las juventudes de la región para iniciar la tarea de contrarrestar el expansionismo norteamericano y salvaguardar el "porvenir de la América Latina".

II. De la gira continental al liderazgo antiimperialista

En 1911, Ugarte emprende un largo viaje, que duraría cerca de dos años, por los países del continente a fin de cotejar sus impresiones vertidas en la obra mencionada y difundir sus ideas acerca del peligro "yanqui". A lo largo de ese periplo, en el que se entrevistó con intelectuales y mandatarios y se reunió con estudiantes y agrupaciones obreras, este intelectual no solo creyó confirmar su diagnóstico sobre los males que aquejaban a la región sino que percibió, lo que a su entender constituía, la existencia de un fuerte sentimiento antiimperialista entre las multitudes (Ugarte, M. 1923).

Una vez concluida la gira, Ugarte se radicó en Buenos Aires y, poco después, fue expulsado del Partido Socialista. Esa definición, surgida tras una polémica en torno al Canal de Panamá y un reto a duelo con Palacios, ponía fin a una serie de desentendimientos entre el intelectual y el partido que, iniciados a poco de su afiliación, se habían acrecentado durante su campaña continental. No podríamos ocuparnos aquí de los diversos aspectos involucrados en esa compleja relación que Laura Ehrlich sintetizó como "una convivencia difícil" pero, a modo de señalamiento, es posible indicar algunos elementos que, como sostuvo la autora, tensionaron el vínculo: por un lado, su doble anclaje como escritor moderno e intérprete de las masas y miembro de un partido que se reconocía como expresión legítima de los trabajadores. Por otro, las fuertes diferencias doctrinales que mantenía con el partido derivadas de su concepción del imperialismo y de la prioridad que Ugarte asignaba a la causa nacional por sobre el conflicto capital-trabajo. (Ehrlich, L. 2006-2007 y Martínez Mazzola, R. 2001).

Durante los siguientes años, desde esta ciudad y convocando a las juventudes argentinas y latinoamericanas, Ugarte prosiguió su campaña antiimperialista, a la cual adicionaría otras nuevas: el nacionalismo democrático, la solidaridad con el pueblo mexicano y, al estallar la "Gran Guerra", la defensa de la neutralidad6. Esta última posición, como señaló Pablo Yankelevich, lo llevó a ocupar -al igual que a otras figuras del neutralismo- "un lugar marginal en el espectro político argentino", en particular, en momentos en que el conflicto adquiría un carácter americano tras la incorporación de los Estados Unidos al bando aliado (Yankelevich, P. 2003, 34). Para entonces, la sociedad argentina, que se hallaba movilizada desde los comienzos de la conflagración, se enconó en fuertes disputas entre aquellos que eran partidarios de la neutralidad, y veían en la participación norteamericana en la contienda una potencial amenaza para la soberanía de las naciones latinoamericanas, y quienes eran partidarios de la ruptura con Alemania en tanto consideraban que se trataba de una lucha sin cuartel entre la libertad y el militarismo y entre la democracia y la autocracia ante la cual no cabía la neutralidad. Estos debates, que marcaron la vida política e intelectual argentina durante el conflicto, produjeron una importante polarización social entre los partidarios de una u otra opción definiendo identidades y sociabilidades específicas (Tato, M. I. 2007-2008).

En enero de 1919, Ugarte decidió regresar a Europa donde publicó -entre otras obras- Mi Campaña Hispanoamericana (1922) -una recopilación de los discursos pronunciados a lo largo de su gira por América Latina-, La Patria Grande (1922) -compilación de artículos vinculados a la cuestión nacional- y El destino de un continente (1923) -una crónica retrospectiva de su viaje por el continente-. Instalado en Niza, el poeta siguió de cerca el desarrollo de la política latinoamericana, los avances y la difusión continental del movimiento reformista universitario iniciado en Córdoba en 1918 y la posterior conformación de las diversas organizaciones antiimperialistas que las juventudes reformistas y sus "Maestros"fundaron hacia mediados de los años veinte7. Apoyando a todas, y no comprometiéndose con ninguna en particular, ejerció sobre ellas una suerte de magisterio moral como referente de la lucha antiimperialista (F.D.M.U. Leg. 2218-2221)8.

En este sentido, es interesante la reflexión de Real de Azúa respecto del lugar que su figura ocupó en el compendio antiimperialista:

con su presencia o con sus páginas, Ugarte dio por muchos años la tónica y el estilo de la prédica antiimperialista. Su campaña (.) vino a ser la última cumplida a nombre estrictamente personal, algo que no se daría en otras de los años veinte y treinta realizadas siempre con el rótulo de alguna organización o movimiento ideológico o político (Real de Azúa, C. 1986a, 274).

En efecto, el mapa antiimperialista conformado por las juventudes del continente se halló cada vez más atravesado por las disputas entabladas entre comunistas, socialistas y apristas las cuales se expresaron en la creación de distintas ligas que implicaron, a la vez, distintas consideraciones respecto al fenómeno imperialista y los modos de combatirlo. Con todo, y a pesar de sus disidencias, sus análisis sobre la cuestión empezaban a apartarse de los postulados de Ugarte. Puesto que, si para éste el imperialismo era expresión del conflicto entre civilizaciones con caracteres incompatibles (en el caso del Nuevo Mundo, entre sajones y latinos), para las nuevas juventudes, influidas por la obra de Lenin, ese fenómeno comenzaba a ser percIbido como una parte constitutiva de la expansión del capitalismo mundial. No obstante, aún cuando esas diferencias conceptuales se pusieran de manifiesto, Ugarte fungió, en esos años, como referente para todos los que decidieran realizar una acción o movimiento antiimperialista.

Fue este, sin dudas, su período de mayor prestigio y el momento en el cual recogería los frutos de su campaña continental. Lo vemos así en 1925, en París, participando de un acto latinoamericano en apoyo de la revolución mexicana junto a Víctor Raúl Haya de la Torre, José Ingenieros y José Vasconcelos. En 1926 fue designado delegado de El Partido Nacionalista de Puerto Rico ante el Congreso Contra la Opresión Colonial y el Imperialismo reunido en Bruselas. Y, a finales de 1927, con motivo de las celebraciones de los diez años de la revolución, viajó a Rusia junto a Henri Barbusse y Diego Rivera. Mientras tanto proseguía su accionar colaborando con distintas publicaciones latinoamericanas (Amauta, Repertorio Americano, Claridad, entre muchas otras.). En 1928 integró el comité de redacción de Monde,dirigida por Henri Barbusse; recibió el título de miembro honorario por parte de la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos residente en París y alentó, desde la lejanía, a César Sandino. En octubre de 1929, José Vasconcelos, Gabriela Mistral, Ramón Gómez de la Serna, Rufino Blanco Fombona, Herni Barbusse y otros le brindaron un homenaje por haber cumplido más de 25 años de lucha antiimperialista.

La crisis económica del '29 representó un duro golpe para sus finanzas que, tras el fallecimiento de su padre en 1918 -es decir, de quien había sido el principal sostén de sus empresas político-literarias-, dependían en forma exclusiva del pago de las colaboraciones que, en ese contexto, menguaron o se suspendieron. Por la premura de su situación decidió trasladarse a París sin conseguir mejor suerte y, finalmente, en 1935 y bajo la sugerencia de su amigo Manuel Gálvez, regresó a la Argentina en búsqueda de un mejor pasar.

III. El camino hacia la marginalidad

Tras dieciséis años en el extranjero y con 60 años de edad, en mayo de 1935 Ugarte regresaba a Buenos Aires donde experimentaría su transformación de líder del antiimperialismo a figura marginal. En este último apartado se intenta explorar algunos momentos en que esa inflexión puede visualizarse a fin de contribuir al inicio de una revisión de este período de su itinerario. Pero antes de abordar esta nueva instancia porteña es necesario aludir brevemente por un lado, al panorama en que se encontraban las organizaciones antiimperialistas que lo tenían por un referente clave y, por otro, a su posicionamiento ante el fascismo y a las dictaduras que, en esos años, comenzaban a emerger en el continente.

Al comenzar esta nueva década, las asociaciones antiimperialistas continentales se encontraban en descomposición. En efecto, de las diversas organizaciones que se habían creado hacia mediados de los años veinte sólo la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) y la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) habrían de sobrevivir9. Ese proceso estuvo vinculado por un lado, a la persecución de las organizaciones de izquierdas iniciada por los nuevos gobiernos de signo conservador que se habían establecido en la región en el giro de la década. Por otro, en el caso particular de la Argentina, a la cancelación de las reformas instauradas en las universidades nacionales. Esa medida, tomada por el gobierno del Gral. Uriburu tras el golpe de Estado que en septiembre de 1930 lo llevó al poder, clausuraba los márgenes que la estructura estudiantil había ofrecido a los jóvenes para desarrollar una militancia político-intelectual extrapartidaria -como era el caso de varias de las asociaciones antiimperialistas- impulsó el (re) ingreso a la política partidaria de las juventudes universitarias y sus referentes, en especial, en las filas del Partido Socialista, el Partido Comunista y la Unión Cívica Radical (Pita González, A. 2009).

Ugarte, todavía en Francia, siguió de cerca las persecuciones y encarcelamientos sufridos por las juventudes del continente tanto como el proceso de su incorporación a la política partidaria a través de la correspondencia que éstas le enviaban. Asimismo, en sus declaraciones de aquellos años contra las dictaduras instauradas en el continente como en sus análisis sobre los acontecimientos de la época, este líder antiimperialista sostenía que, tras el fin del liberalismo, el mundo se batía entre el fascismo y el comunismo, para concluir afirmando que "ha sonado la hora de las izquierdas" (Ugarte, M. 1978, 227-233). Ese nuevo acercamiento a la izquierda conjuntamente con los vínculos que lo unían a los jóvenes reformistas argentinos facilitó, al menos en un primer momento, la reinserción de este intelectual en ciertos espacios en los cuales muchos de los otrora reformistas prolongaron su experiencia militante: el Partido Socialista y la campaña por la Paz entre Bolivia y Paraguay.

En efecto, a poco de su llegada a Buenos Aires, el 23 de junio, Ugarte fue invitado formalmente a reincorporarse al Partido Socialista. Su segunda estadía en las filas del partido comenzó una semana después de recIbida dicha invitación la cual celebró como una posibilidad de ocupar "un puesto de combate" en momentos en que se "juegan los destinos de la democracia" pues "como hombre de izquierda y como argentino, [quiero asumir] mi parte de responsabilidad". (Galasso, N. 1973, 223). Reiniciadas auspiciosamente las relaciones entre el escritor y el partido, Ugarte renovó sus denuncias contra el imperialismo e instó a sus militantes a afrontar ese problema sin apasionamientos (Ugarte, M, 1978, 240-241). En ese contexto de renovación de lazos, Deodoro Roca, quien fuera uno de los líderes del movimiento reformista cordobés y quien se hallaba ahora adscripto al Partido Socialista, lo invitó a colaborar en sus nuevas empresas (F.D.M.U. Leg. 2223). Por un lado, con el envío de artículos a su nueva publicación FLECHA por la paz y la libertad de América y, por otro, con su participación en el Comité Pro Paz y Libertad de América (CPPYLA) el cual había sido creado en abril de ese año a fin de promover el fin de la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, defender las libertades democráticas en el continente y luchar contra el imperialismo en América Latina. En efecto, al menos, en dos oportunidades Ugarte fue anunciado como orador y representante de actividades realizadas por esa asociación pacifista (Bergel, M. 2012).

Sin embargo, ambas experiencias pusieron rápidamente de manifiesto las dificultades de entendimiento entre este intelectual y la dirigencia partidaria así como entre las juventudes y aquel adalid del antiimperialismo. Si la primera demoró un poco más en visibilizarse, la segunda emergió casi inmediatamente tal como lo expresaba Gregorio Bermann en una carta fechada en noviembre de 1935. A entender de este otro responsable de la asociación pacifista y referente clave del reformismo cordobés "elegir a Manuel Ugarte, ese figurón 'demodé'" había sido un error ya que "parapetado en un viejo prestigio no quiso asistir a reunión alguna y saboteó en toda forma al movimiento" (F.D.G.B - CEA)10. En sentido similar, aunque muchos años después y polemizando con Norberto Galasso sobre la interpretación de la figura de Ugarte, Benito Marianetti rememoró la invitación realizada por Roca al poeta y los vínculos entablados con él tras su arribo a Argentina para sostener que éste "se había quedado detenido en el tiempo" puesto que no comprendía las nuevas problemáticas del presente y la necesidad de emprender nuevas estrategias de lucha contra el imperialismo (Marianetti, B. 1976, 137). Por ello, indicaba el mendocino que, a pesar de que "admirábamos su pasado y su conducta", los jóvenes optaron por distanciarse de él (Marianetti, B. 1976, 137). Las palabras de Bermann y de Marianetti habilitan a pensar que, en ese entonces y a escasos meses de su regreso al país, comenzaba ya a resquebrajarse el vínculo entre quien había sido considerado un referente de la lucha antiimperialista y aquellas juventudes latinoamericanas que habían sido las destinatarias de sus propios discursos.

Por su parte, el vínculo con el Partido Socialista concluiría, para no recomponerse jamás, en abril de 1936 con su segunda y definitiva expulsión. Con ella se ponía fin a la tensión que habían generado sus declaraciones públicas respecto a las causas de la derrota que el socialismo había sufrido en las elecciones legislativas del 1ro. de marzo de ese año. En su análisis, publicado en el diario Crítica el 5 de ese mes, el intelectual se había referido a ese revés electoral responsabilizando por ello a la dirigencia por la falta de renovación de sus referentes y al predominio entre ellos del elemento extranjero por sobre el nacional. Ante esas opiniones, el partido exigió que ratificara o rectificara sus dichos y Ugarte optó por la primera opción. Transcurrieron algunos meses en que, si por momentos algunos sectores del partido parecían dispuestos a tender puentes de entendimiento a fin de que como él mismo lo manifestara "pudiese trabajar por el Socialismo", finalmente se resolvió su separación a causa de las cuotas adeudadas (F.D.M.U. Leg. 2223). Ante ello, Ugarte respondería en carta abierta publicada en el semanario Señales defendiendo su derecho al libre examen de los acontecimientos y manifestó que, tal como había ocurrido en tiempos de su primera afiliación, nuevamente se sentía censurado por sus opiniones indicando que ello no le dejaba más opción que el alejamiento (F.D.M.U. Leg. 2223 - Galasso, N. 1973, 230).

Tras su expulsión se abría una nueva fase de la relación de Ugarte con el partido que, asentada en el total denuesto de su accionar, daba cuenta por un lado, del debilitamiento de su convicción acerca de la necesidad de aquella hora de la izquierda que, pocos años atrás, había proclamado y, por otro, de su colocación ante una serie de problemáticas nacionales e internacionales que, en torno a esos años, comenzaron a dividir, no en forma exclusiva, al campo político e intelectual argentino. En ese sentido, a fin de comprender la ruptura con las juventudes reformistas, las recriminaciones que realizara a los socialistas y su desplazamiento hacia la marginalidad consideramos necesario recolocar a Ugarte dentro de los debates de la época explorando una de sus publicaciones que, al momento, no ha merecido mayor atención por parte de la historiografía pero que, sin embargo, reviste especial interés para el análisis que aquí nos proponemos realizar. Nos referimos a la revista Vida de Hoy que este intelectual publicara entre octubre de 1936 y marzo de 1938 y desde la cual se pronunció respecto a los avatares de la política nacional e internacional11.

Pero, atender a lo expresado por él en dicha publicación requiere tener en consideración que, si, desde comienzos de la década anterior la sociedad argentina había comenzado a experimentar una creciente polarización entre fascismo-antifascismo, a mediados de los años treinta la política nacional, como sostiene Ricardo Passolini, "se internacionaliza en la medida en que las referencias a modelos de organización social y política externos se vuelve moneda corriente en las ficciones orientadoras del destino de la nación" (Passolini, R. 2005, 405). Esa internacionalización de los debates nacionales ocurría en el marco del afianzamiento de los gobiernos de derechas o abiertamente dictatoriales en el continente, del avance del nazi-fascismo tras el ascenso de Hitler al poder en 1933 y del cambio de política del Comintern hacia los frentes populares anunciado en agosto de 1935. En ese contexto, las izquierdas, conjuntamente con sectores del liberalismo democrático, iniciaron su convergencia en torno a la lucha contra el fascismo. Bajo ese impulso se crearon diversas organizaciones que dieron cuenta de una extensa sensibilidad política antifascista en el país que, sin embargo, no se agotaba en ellas. Entre esas empresas político-culturales se destacaron la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), de orientación comunista, y Acción Argentina, liberal-socialista. Desde esos espacios, políticos, intelectuales y referentes de aquellas juventudes reformistas se manifestaron en defensa de la democracia y la cultura occidental a la vez que denunciaron el avance del nazi-fascismo en Europa tanto como la "fascistización" del gobierno del Presidente Agustín P. Justo y su política represiva hacia los opositores políticos.

Por otro lado, se debe destacar que, la creciente relevancia que fue adquiriendo la lucha antifascista -sobre todo con el inicio de la Guerra Civil Española en 1936- fue desplazando, sin desaparecer, al tópico del antiimperialismo norteamericano de los discursos de las izquierdas. Ello fue aún más significativo tras la consolidación del cambio de política de los Estados Unidos hacia la región en 1936, que inauguraba una nueva era de "buena vecindad", y del progresivo compromiso asumido por el Presidente norteamericano Franklin Roosevelt en la lucha contra el avance del fascismo (Cattáneo, L. 1992). Ugarte mismo, advirtiendo los cambios efectivos que ese acercamiento había generado en Cuba y Haití, estuvo entonces dispuesto a abandonar su antiimperialismo y abrazar la concordia entre ambas Américas que Roosevelt auspiciaba (Vida de Hoy, oct.1936, Nº 1, 8)

En gran medida, puede indicarse que ésta fue la Buenos Aires a la que arribó Ugarte en 1935 y esas las luchas a las que se incorporaron quienes, hasta entonces, lo habían reconocido como un guía. Pero este intelectual, que en su regreso se había reconocido como "hombre de izquierda y argentino", emprendería, abiertamente, desde octubre de 1936 una férrea batalla contra la internacionalización de la política argentina en nombre de la salvación de la nación que lo llevaría a prescindir de aquella bandera. Ese posicionamiento, y su análisis de los problemas de la hora, lo acercarían a sectores del nacionalismo argentino sin por ello inscribirse en sus organizaciones. Más bien, Ugarte definió para sí -y también para su revista- el lugar del intelectual ascético que no se involucraba en las luchas partidarias ni en las distintas asociaciones nacionalistas y antifascistas existentes y que era capaz de expresar la voz de los sin voz, es decir, de lo que él identificaba como unas masas desmovilizadas y cansadas de la politiquería.

En efecto, sobre esos postulados asentó el intelectual la revista Vida de Hoy y, desde allí, emprendió férreos ataques contra el Partido Socialista que tendieron a confluir por un lado, con sus críticas al parlamentarismo y por otro, con las denuncias a quienes encontraban en el drama europeo las claves para comprender las circunstancias nacionales. En efecto, desde las páginas de su publicación Ugarte reanudó cada vez su acusación a los socialistas no sólo de poseer una burocracia electoral inmóvil sino también de no velar por los intereses de la nación (V. de H. nov, 1936, Nº 2, 8-19). Puesto que, ante un "mundo en llamas" lo que se hallaba en juego para este intelectual era la "preservación del núcleo nacional" y ello requería subordinar toda política interior a la consolidación nacional y proceder dentro del "orden, la disciplina y la autoridad" (oct, 1936, Nº 1, 1). De allí que rechazara la política de Frentes Populares en tanto representaba un "extremismo que no tiene razón de ser entre nosotros" (oct, 1936, Nº 1, 2); que desestimara la influencia que el fascismo, el comunismo pudiera ejercer en el país para sostener que, de adoptarse alguna doctrina, ella debería ser la que mejor se ajustase al fortalecimiento del Estado y la seguridad de la nación (1936, Nº 2, 2); que distinguiese entre los inmigrantes "que crean" de los "que destruyen" -siendo estos últimos caracterizados como "componente que causan fermento" o "fuerzas disolventes"- (dic, 1936 Nº 3, 8); que apoyase la ley de represión de actividades comunistas sancionada a fines de 1936 puesto que "en la hora excepcional que vivimos es de buena guerra nacional y patriótica arrancar de raíz el fermento disolvente que puede comprometer la salud moral y material del país" (feb, 1937, Nº 5, 3); que entendiese que las denuncias de fraude electoral eran incorrectas puesto que "si no se respetaba la ley electoral no era por fraude sino por falta de capacidad de los electores" (mayo, 1937, Nº 7, 2-3); o que denunciase la ayuda prestada a la España republicana como expresión de un "síntoma de confusión en que se hallan los espíritus" puesto que en lugar de solidarizarse con un conflicto extraño era necesario atender las necesidades del pueblo argentino (ene, 1938, Nº 16, 2).

Para Ugarte, el mundo se hallaba en una nueva era nacida tras la derrota que la Primera Guerra Mundial había infligido a la creencia del progreso indefinido y la perfectibilidad de las instituciones. Tras ella, se había producido el advenimiento de nuevas formas de organización social -el fascismo y el comunismo- que tenían en común, entre otras cosas, la restricción del individualismo económico, la tendencia a la omnipotencia del Estado, la anulación del parlamentarismo y las libertades individuales, la proclamación de la agonía de la democracia y del político profesional. De la comparación entre ambos rescataría: del comunismo, su objetivo de "establecer una nueva repartición de las riquezas naturales"; y del fascismo, el cultivo del "sentimiento nacional" que éste había emprendido y cuyos resultados podían percibirse en la "mayor fuerza adquirida" por Italia y Alemania en la política internacional (nov, 1936, Nº 2, 1-2). En base a este diagnóstico, el intelectual sostenía que en esta nueva época que se iniciaba debía abandonarse las ideologías y dar paso a una acción orientada hacia la preservación de la nación mediante una democracia que expresase la "armonía de intereses" y posibilitase las reformas requeridas para la realización de la justicia social. Pero para ello era capital la conservación de la vitalidad y el poder de la nación así como el sacrificio de los egoísmos y apasionamientos que las tendencias internacionalistas expresaban puesto que, en nombre del interés general, "hasta la ilegalidad y hasta la injusticia" eran válidos en la defensa de la patria (nov, 1936, Nº 2, 8).

Como hemos señalado, su consideración de los problemas de aquel presente, lo acercaron a los grupos nacionalistas sobre los cuales se expresó en julio de 1937 señalando que "un movimiento nacionalista está en la atmósfera. Traduce una vibración emocionante que muchos comparten. Interpreta algo que acabará por tomar cuerpo, como reacción natural contra las tendencias disolventes y los desplantes del cosmopolitismo" (jul, 1937, Nº 10, 1). Pero si ese movimiento no había logrado hasta ahora mayor influencia y acción ello se debía, para Ugarte, a su catolicismo y su elitismo. Era necesario, en cambio, "ir hacia el pueblo" y aminorar a la vez el "racismo estrecho" puesto que siendo Argentina una nación de "formación heterogénea" era necesario incorporar a aquellos "argentinos de procedencia extranjera" que se interesaban por la preservación de la nación (Ibid.). De este modo, el poeta celebraba la existencia y el crecimiento de la tendencia nacionalista y auguraba la construcción de "un vasto movimiento" que acudiese a la salvación de la patria pero, al mismo tiempo, no dejaba de señalar los límites que en ella encontraba y que sólo podrían superarse con la convocatoria y el apoyo del pueblo. Resulta aquí interesante destacar la contraposición que Ugarte construye entre, por un lado, la existencia de un movimiento nacionalista que traducía un sentimiento que "muchos comparten" y, por otro, la apatía que él decía encontrar entre las masas argentinas frente a la politiquería que, en particular, representaba el Partido Socialista. Puesto que si esta organización expresaba todo lo que, a su entender, ya había perecido -el político profesional, el parlamentarismo, el liberalismo, las ideologías-, el movimiento nacionalista se hallaba en consonancia con la urgencia de la hora que no era otra que la construcción y preservación nacional y que exigía, menos política, menos debates y más "realismo político" ya que eran tiempos de "simplificación y de autoridad" (V. de H. marzo, 1937, Nº 6, 1).

Nos hemos extendido en la presentación de algunas de las temáticas recurrentes en las páginas de Vida de Hoy puesto que ellas iluminan ciertas posiciones asumidas entonces por Ugarte. Posiciones que, a su vez, permiten comprender mejor su alejamiento de aquellas juventudes de izquierda que, en la década anterior, lo habían elevado a la categoría de líder del antiimperialismo así como su ruptura con el Partido Socialista y su distante relación con el movimiento nacionalista. Tal vez, atender a esta dimensión de la figura de Ugarte contribuya por un lado, a reconsiderar la imagen del "maldito" e "incomprendido" que tanto él mismo como Norberto Galasso, su principal biógrafo, han abonado y, por otro, a repensar su desplazamiento hacia la marginalidad del espacio político e intelectual argentino como resultado de la definición ideológica asumida por él en esos intensos años treinta que lo llevó a quebrar sus vínculos porteños y recluirse en un voluntario aislamiento.

De allí que la lectura de su revista posibilite repensar la polémica que Ugarte había entablado con el Partido Socialista tras la derrota electoral. Sin dudas, la relación entre este escritor y el partido guardó, tanto en su primera como en su segunda afiliación, aristas complejas relativas en parte, como ha sido ya señalado, a la independencia que aquel exigía en tanto intelectual así como a la preeminencia por él asignada a la cuestión nacional y antiimperialista por sobre cualquier otra. A estas "diferencias históricas" se adicionaba, en esta oportunidad, una renovada crítica a la dirigencia partidaria por la falta de recambio en los representantes y una acusación de estar anclados en viejos ideales que ya no encontraban razón de ser en el nuevo panorama mundial que trasuntaban no sólo en cuestionamientos acerca de las estrategias electorales del partido sino, sobre todo, importantes diferencias ideológicas y de interpretación acerca de los dilemas que la hora presentaba.

Por otra parte, es posible ahora reconsiderar también las recriminaciones realizadas por Bermann ante lo que había identificado como falta de colaboración y sabotaje por parte de Ugarte a sus acciones por la paz entre Bolivia y Paraguay. A la luz de las opiniones vertidas por este intelectual en Vida de Hoy es factible proponer que su apatía ante el Comité Pro Paz respondía, en gran medida, a su oposición a las empresas antifascistas -y con ello al "izquierdismo" y al "internacionalismo" de sus miembros- con las que esa asociación se hallaba emparentada. En ese sentido, es pertinente retomar los comentarios de Marianetti quien adjudicó la renuencia de Ugarte a asociar la lucha antiimperialista a la antifascista, en un frente común con los comunistas, como manifestación de su dificultad para comprender que, hacia 1935, las condiciones del mundo habían cambiado (Marianetti, B. 1976, 136). Estos comentarios de Marianetti, aun tomando todas las reservas que ellos requieren, contribuyen a fortalecer nuestra percepción de que, a poco de su llegada a Buenos Aires, y en función de sus propias posiciones ideológicas, es el mismo Ugarte quien se aparta de los espacios y las luchas en los que muchos de los otrora reformistas iban a proseguir su ejercicio militante.

Si estas posiciones y declaraciones lo privaron de cualquier entendimiento con los sectores que se habían mostrado cercanos a él tras su arribo al país y que habían estado dispuestos a incluirlo en sus batallas, sí lo aproximaron a quienes, como él, levantaban las banderas de la defensa nacional. No obstante, tampoco Ugarte se enroló en las filas del nacionalismo puesto que no encontraba allí la representación popular que ansiaba hallar. Por el momento, el orden, disciplina y autoridad necesarias para el progreso y la preservación de la nación los encontraba realizados en el gobierno del Presidente Justo y, luego, los hallaría en el del Presidente Ortiz a quien saludaría como el fiel representante del bloque de los "no políticos" que "asume el mando con plena solidez y seguridad" con el apoyo de las masas que "quizás lo reciben así porque no emana de ningún partido" (V. de H. marzo, 1938, Nº 18, 1). Esta colocación que se pretendía "al margen" de los apasionamientos y las banderas políticas es la que Ugarte cultivó hasta el triunfo electoral del Gral. Perón y, en gran medida, la que lo desplazó a un lugar secundario en la escena política e intelectual local.

Un año después, a comienzos de 1939, el literato emprendió un nuevo viaje, esta vez hacia Chile, motivado, diría él mismo y retomaría Galasso, por la angustia que le habían producido los suicidios de los escritores Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Alfonsina Storni y del político Lisando de la Torre con muchos de los cuales había tenido fuertes vínculos en distintos momentos de su vida. Seguramente, podría añadirse a ese estímulo, las dificultades que había encontrado en Buenos Aires para vivir de su pluma y la soledad a la que, como hemos ya indicado, se había recluido al poco tiempo de su llegada a ésta. Una vez atravesada la cordillera se instaló en Viña del Mar donde permanecería hasta 1946.

En su estancia chilena Ugarte retomó su labor literaria como colaborador de diversos periódicos de aquel país -La Nacióny El Mercurio- en cuyos artículos retrató el ambiente literario del París del 900 y las principales figuras del modernismo latinoamericano. Asimismo, a través de sus buenas relaciones con los apristas exiliados en ese país, quienes se encontraban inmersos en el universo político y cultural chileno y ocupaban cargos relevantes en editoriales y asociaciones intelectuales, logró reeditar dos de sus libros La Patria Grandeen Ercilla (1939) y Cuentos de la Pampa en Zig Zag (1940) (F.D.M.U. Leg. 2223)12. En efecto, en esa década, y en particular luego del triunfo del Frente Popular que llevó a la presidencia al radical Pedro Aguirre Cerda en 1938, Chile fue, como expresó el aprista Luis Alberto Sánchez, quien vivió en ese país por quince años, "un emporio de políticos latinoamericanos; los unos desterrados [.]; los otros emigrados" (Sánchez, L.A. 1975, 123). Militantes e intelectuales peruanos, chilenos, venezolanos, brasileros, entre otros, compartieron allí diversos espacios de sociabilidad político-literarios y estimularon, a la vez, una industria editorial que experimentó, desde entonces y hasta la década de 1950, lo que Bernando Subercaseaux ha denominado "la época de oro del libro en Chile" (Subercasseaux B. 2008, 221). Fue pues un Chile en plena efervescencia intelectual y de cierta cordialidad entre socialistas, comunistas, apristas y radicales propios y ajenos el que recibiría a Ugarte en el año 1939. De allí que recibiese salutaciones de las asociaciones literarias de ese país como el Sindicato de Trabajadores Intelectuales -dirigido por Vicente Huidobro- y el PEN Club e invitaciones a participar en actividades organizadas por esta última (F.D.M.U. Leg. 2224)13. Si aún no se conoce suficientemente este período de Ugarte como para llegar a una conclusión definitiva, su correspondencia permite sospechar que sus vínculos con estas instituciones no fueron muy estrechos y que entonces predominó en él la voluntad de mantenerse al margen de los avatares de los compromisos políticos en los cuales estas organizaciones participaban. Esta voluntad que había expresado en algunas entrevistas que le hicieran al llegar al país (La Hora, 4 de marzo de 1939) lo llevó, luego, a solicitar a la Alianza de Intelectuales para la defensa de la Cultura que aceptase su renuncia al cargo de Presidente Honorario de la misma tanto como a su membresía, que escasos meses atrás le habían ofrecido, puesto que, advertía ahora, no se trataba de una mera asociación "exclusivamente profesional" como había creído y que, por lo tanto, prefería no participar en "controversias" políticas cumpliendo, de ese modo, como "extranjero", con "el deber que me impone la generosa hospitalidad que recibo"14 (F.D.M.U. Leg. 2224). Estas palabras que el poeta pronunciaba en octubre de 1942, pueden ser leídas a partir de su reticencia respecto a los movimientos antifascistas y, en particular, al neutralismo que, al igual que en la Gran Guerra, el intelectual manifestó durante la segunda conflagración y desde el cual sopesó su inclusión o exclusión en empresas intelectuales. En efecto, fue esa estricta posición ante este nuevo conflicto la razón por la cual negaría su participación en la "Biblioteca Americanista" que los apristas Rafael Larco Herrera y Carlos Alberto Fonseca estaban proyectando y en la cual aspiraban a dar lugar a todas las voces y orientaciones políticas. (F.D.M.U. Leg. 2224)

Al año siguiente, luego de haber probado suerte en algunas editoriales argentinas Ugarte publica en Chile Escritores Iberoamericanos del 1900 en el cual presentaba la historia de lo que llamaría "una generación malograda, una generación vencida" (Ugarte, M. 1943, 7). Retrataba en sus páginas los vínculos que los escritores modernistas habían cultivado en Europa hacia comienzos de siglo, su vida en la bohemia parisiense, las publicaciones en las que participaban, su sociabilidad con intelectuales españoles y franceses a fin de postular la contribución que esa generación había realizado tanto a la literatura como a la unidad espiritual de la América Latina y que, sin embargo, había sido condenada al ostracismo por sus propias naciones negándole el merecido reconocimiento, abandonándola en la pobreza y empujándola al suicidio. Esta lectura de la generación del 900, que no era sino una traslación de su percepción sobre su propio derrotero vital y que fue objetada por Roberto Giusti en la revista Nosotros por incorrecta, agigantaba la angustia y el reproche que ya había manifestado en su anterior libro El dolor de escribir (Ugarte, M. s/f). En esa obra, publicada en España en 1933, Ugarte ya se había referido a la contribución literaria de los modernistas latinoamericanos, había explorado el relato intimista de algunos de estos escritores del París del 900 y había dado cuenta de lo que concebía como el desprecio al cual las naciones latinoamericanas sometían a los escritores privándolos de prestigio y medios para vivir. Pero, también, esbozaba en ese trabajo su apuesta por el nacionalismo popular como vía de transformación de la realidad.

La concreción de ese ideal lo vería realizado en la figura de Juan D. Perón cuyo desempeño al frente de la Secretaría de Trabajo había seguido atentamente desde Chile (El Mercurio, 28 de febrero de 1946, F.D.M.U. Leg. 2233). Tras su victoria electoral en 1946, Ugarte retorna a la Argentina y, por intermedio de Ernesto Palacios, se entrevista con el nuevo presidente quien lo designaría Embajador primero en México, luego en Nicaragua y Cuba hasta que, en 1951, renuncia a su cargo y regresa nuevamente a Europa donde moriría pocos meses después. Tres años más tarde, Jorge Abelardo Ramos reeditó una de las obras más conocidas de Ugarte, El Porvenir de América Latina y, al año siguiente, integró junto a John W. Cook, Rodolfo Puiggrós, Elías Castelnuovo, Carlos Bravo y Ernesto Palacios, la lista de los oradores que homenajearon al intelectual en el funeral cívico organizado por Asociación de Escritores Argentinos (ADEA) con motivo de la repatriación de sus restos (F.D.M.U. 2245-2247). Había comenzado ya la relectura de la vida y la obra del intelectual latinoamericanista y su transformación en el precursor de la lucha nacional y popular.

Palabras finales

El presente trabajo ha buscado revisitar el itinerario intelectual de Manuel Ugarte a fin de explorar el proceso de creciente marginalización que esta figura experimentó hacia los años treinta y que lo despojó del lugar central que, hasta entonces, había ocupado en el escenario político-intelectual latinoamericano. Una centralidad que había adquirido, inicialmente, a partir de su inscripción en los círculos intelectuales del modernismo latinoamericano y que, luego, habría de anidar en su rol de propagandista del antiimperialismo norteamericano y propulsor de la unidad continental. Fue, sin dudas, este segundo rol, el de Ugarte antiimperialista, con simpatías socialistas y que había emprendido una campaña de difusión continental a comienzos de la década de 1910, el que las juventudes latinoamericanas habrían de recuperar y elevar al lugar de líder latinoamericanista.

Ese contacto entre el líder y los jóvenes reformistas permitía por un lado, a Ugarte, encontrar aquel interlocutor privilegiado que su modelo de intelectual como intérprete de las masas e interventor en los asuntos públicos requería y, por otro, habilitaba a las juventudes a filiar su propia lucha con la que aquel había iniciado tiempo atrás y fungirlo en su precursor. Pero, hacia mediados de los años treinta, tras su regreso a Buenos Aires, ese vínculo se quebró para ya no recomponerse más. Las huestes desconocieron al líder encontrándolo entonces "un figurón 'demodé'" o "detenido en el tiempo" y el guía encontró que sus luchas ya no eran las mismas. Esa ruptura y su breve segundo paso por el Partido Socialista privaron a Ugarte de un público al cual dirigirse. Enfrentado ideológicamente a quienes habían sido sus seguidores y sin decidirse a incorporarse a los círculos nacionalistas, el líder se quedó atrapado en un juego que él mismo había dispuesto y buscó entonces representar en su revista a un público que, imaginaba a semejanza, como los sin voz. Los años chilenos, aun cuando más generosos con su crítica economía, parecen haber reproducido el mismo esquema en tanto, también allí, este referente del antiimperialismo decidió excluirse de las batallas que aquellos otrora líderes reformistas estaban enarbolando. Ugarte ya no volvería a reconstruir en vida su rol de profeta pero otras huestes, las de la izquierda nacional, lo recuperarían para sí y lo enarbolarían como su precursor.

Notas

1. Con anterioridad, Ugarte había publicado en Buenos Aires tres obras de edición particular: Palabras (1893), Poemas grotescos (1893) y Versos (1894).

2. Al respecto, Susana Zanetti, ha señalado la relevancia que tuvieron las publicaciones literarias en la construcción de un espacio simbólico y concreto específicamente modernista que permitía a los escritores superar las limitaciones nacionales. Entre las principales revistas que conformaron ese universo cultural latinoamericano se encontraron: la Revista Americana(dirigida por Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre, Buenos Aires, 1894), Azul (dirigida por Manuel Gutiérrez Nájera, México, 1894-1896) La Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales (dirigida por José Enrique Rodó, Montevideo, 1895-97) y, poco después, El Cojo Ilustrado (Caracas,1892-1915) y El Mercurio de América (Buenos Aires, 1898). 

3. Para entonces había entablado relación epistolar con algunos pocos escritores hispanoamericanos entre los cuales podemos mencionar: José E. Rodó, Ricardo Palma, José Santos Chocano y Rufino Blanco Fombona. Asimismo, el vínculo con José E. Rodó incluyó además de las epístolas intercambiadas, la salutación del intelectual uruguayo por su Revista Literaria y colaboraciones de Ugarte en la Revista Nacional creada por Rodó.

4. Entre los escritores hispanoamericanos con los que estableció relaciones intelectuales en París se encuentran: Rubén Darío, Amado Nervo, Enrique Gómez Carillo, Francisco Contreras, Francisco García Calderón y Alcides Arguedas, entre muchos otros. Las obras que publicó en Buenos Aires durante ese tiempo son: Serenata 1987 y Sonatina 1898.

5. En esa década, Ugarte llegó a publicar catorce obras en editoriales francesas y españolas.

6. En consonancia con esos idearios, Ugarte creó en Buenos Aires la Asociación Latinoamericana (1914) fundó el diario La Patria(1915) y, en enero de 1917, en el marco de la colaboración con la Revolución Mexicana, participó en el acto de confraternidad estudiantil argentino-mexicana realizado en esa ciudad para homenajear a la delegación de ese país. A fines de ese mes, viajó a México. Arribado en abril, luego de pasar por Santiago, Lima, Panamá y La Habana, intervino en actos y conferencias dando cuenta de las repercusiones de la revolución, difundiendo su pensamiento antiimperialista y analizando la coyuntura internacional y latinoamericana en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

7. Entre las organizaciones antiimperialistas que comenzaron a fundarse hacia mediados de los años veinte se encuentran: la Liga Antiimperialista de las América (LADLA) dirigida por Julio A. Mella, Diego Rivera, Carlos Mariátegui, entre otros, México, 1924-35; la Unión Latino-Americana fundada por José Ingenieros y presidida por Alfredo Palacios, Buenos Aires, 1925-30; la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos en París (AGELA), París 1925-1930; la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) creada por Víctor Raúl Haya de la Torre, París, 1926-7; la Unión Centro Sud Americana y de las Antillas (UCSAYA) organizada por Carlos León y Alejandro Maudet (alias Alejandro Sux), México, 1927; entre otras.

8. El epistolario de Manuel Ugarte da cuenta de la amplia relación epistolar que mantenía con referentes de las asociaciones antiimperialistas, especialmente, con los miembros del APRA.

9. Si bien la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) existió formalmente hasta 1935, Andrés Kersffeld, indicó que su período de mayor actividad se circunscribió a 1924-1929 (Kersffeld, A. 2006-2007).

10. Carta de Gregorio Bermann a Rodolfo Aráoz Alfaro, 16 noviembre de 1935.

11. Ugarte publicó la revista Vida de Hoy en Buenos Airesentre octubre de 1936 y marzo de 1938.

12. Desde finales de 1934 y hasta 1945, gran cantidad de militantes apristas peruanos llegaron a Chile como desterrados políticos. Entre ellos, se encontraron Luis Alberto Sánchez y Manuel Seoane quienes ocuparon cargos importantes en la Editorial Ercilla y la "Revista Ercilla". Especialmente Sánchez asumió puestos destacados en distintas asociaciones literarias como el PEN Club, la Sociedad de Escritores y la Alianza de Intelectuales. Con anterioridad al viaje de Ugarte a Chile, éste ya se encontraba en comunicación con Sánchez respecto a la publicación de una de sus obras y, poco después, recibe invitación a colaborar con la revista. (Carta de L. A. Sánchez 21/1/1936 y carta de Laureano Rodrigo feb/1936).

13. El día 26 de mayo de 1939 el PEN Club lo participa de una cena como invitado de honor; el 16 de junio, el Sindicato Profesional de Trabajadores Intelectuales de Chile cursa un saludo y adhesión a una manifestación en favor de Ugarte realizada por representantes del pensamiento y el trabajo intelectual chileno y destacan su figura continental como ejemplo de la lucha por la justicia social y entrega a la colectividad.

14. En la entrevista realizada por el diario La Horade Santiago de Chile, el periodista señala la voluntad de Ugarte de retirarse a alguna zona del país donde se respire "tranquilidad" para escribir su próximo libro y recrimina la "excesiva prudencia" que el literato había mostrado para "hablar a la juventud chilena de los problemas que preocupan a su pensamiento e influyen su línea de conducta.". (La Hora, 4 de marzo de 1939).

Repositorios documentales

Archivo General de la Nación (AGN): Fondo Documental Manuel Ugarte (F.D.M.U.): Legajos 2221-2224, 2232, 2233, 2235, 2245, 2246, 2246, 2250 y 2251.

Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda en la Argentina (CEDINCI): Revista Vida de Hoy.

Universidad Nacional de Córdoba - Centro de Estudios Avanzados (CEA): Fondo Documental Gregorio Bermann.

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